El abrigo y la cueva de Benzú memoria de los trabajos arqueológicos de una década en Ceuta (2002-2012)

Introducción
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Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
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Cap. 6
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Cap. 34
Bibliografía

Capítulo 34

Síntesis de la ocupación de la cueva de Benzú por sociedades tribales

EDUARDO VIJANDE, JUAN JESÚS CANTILLO, JOSÉ RAMOS, DARÍO BERNAL, SALVADOR DOMÍNGUEZ-BELLA, IGNACIO CLEMENTE, NICCOLÒ MAZZUCCO, MILAGROSA SORIGUER, BLANCA RUIZ ZAPATA, MARÍA JOSÉ GIL GARCÍA, PALOMA UZQUIANO, DÉBORA ZURRO, JOSÉ ANTONIO RIQUELME, ANTONIO SÁNCHEZ MARCO, ANTONIO ROSAS, ALMUDENA ESTALRRICH Y MARKUS BASTIR

El estudio interdisciplinar aplicado a la Cueva de Benzú ha posibilitado la inferencia de numerosos datos de gran interés para avanzar en el conocimiento de las formaciones sociales tribales en el área norteafricana. Se han efectuado campañas de excavación durante los años 2002, 2003, 2004, 2005 y 2007, interviniéndose en un total de 21 cuadrículas de 1 × 1 metro, que corresponden a una superficie total aproximada de 19 metros cuadrados. Hemos seguido el denominado sistema alternante de excavación (Arteaga, Ramos y Roos, 1998), con el objetivo de inferir posibles áreas de actividad. Aspiramos a la reconstrucción de los procesos de producción y consumo y al conocimiento de los modos de vida desarrollados por estas sociedades que ocuparon la cueva. La estratigrafía de la cueva es muy uniforme y la podemos sintetizar del siguiente modo (Capítulo 21):

■ Limpieza Superficial: Nivel superior caracterizado por la presencia de materiales de época contemporánea, al haber sido utilizada la cueva como refugio por los inmigrantes con destino a Europa.

■ Estrato II: Nivel de matriz arenosa, granulometría muy fina y coloración marrón oscura (Munsell, 1994 10 YR/3/4). Dicho estrato aparece documentado en todas las cuadrículas excavadas, presentando numeroso material lítico, cerámica, restos óseos (faunísticos y antropológicos), malacofauna así como semillas y restos arqueobotánicos adscribibles al periodo normativo Neolítico.

■ Estrato I: Situado por debajo del Estrato II se localiza únicamente en determinadas cuadrículas, presentando una escasa potencia. Se trata de un nivel de matriz arenosa, granulometría fina y coloración gris oscuro (Munsell, 1994 10 YR/3/1). Los productos arqueológicos documentados son similares a los registrados en el Estrato II, al igual que su cronología. Si bien la Cueva de Benzú presenta unas dimensiones bastante reducidas, el registro arqueológico documentado es muy variado y ha permitido el concurso de disciplinas muy diversas, lo que ha resultado fundamental para acercarnos a los modos de vida y de trabajo de estas comunidades.

Los estudios petrológicos y mineralógicos (Capítulo 29) nos han permitido aproximarnos a los patrones de movilidad de estos grupos. Se aprecia sobre un total de 690 productos, un claro predominio de la arenisca, con 435 ejemplares (63,04%), seguido de materias primas silíceas (básicamente sílex y radiolaritas) con 249 ejemplares (36,09%), y de manera residual la cuarcita, con tan sólo 6 elementos (0,87%)

En las inmediaciones de Benzú existen diversos afloramientos silíceos: unidades de Ued Zarján, Hafa ed Dohor, Hafa Queddana y Yebel Dersa. En el propio Yebel Musa (muy próximo al yacimiento) se localizan radiolaritas de color rojizo-violáceo asociadas con calizas nodulosas del ToarcienseAaleniense, y radiolaritas verdes atribuidas al Dogger-Malm (Chamorro y Nieto, 1989; Chamorro, 2004; Domínguez-Bella, 2004a).

Las radiolaritas (rojizas y verdes) tienen su origen en las formaciones cercanas del Yebel Musa, mientras que las areniscas coinciden con los materiales de los flyschs de Beni Yunes, a menos de 1 kilómetro (Domínguez-Bella et alii, 2006). Igualmente interesante resulta el reaprovechamiento de la industria lítica tallada de modo 3 localizada en la superficie del Abrigo. Una aproximación al ecosistema en el que vivieron estas formaciones sociales tribales ha sido posible gracias a los estudios de tipo paleoambiental.

Los análisis polínicos (Capítulo 22) han podido determinar la existencia durante el Holoceno de un paisaje vegetal más homogéneo, caracterizado por la presencia de espacios abiertos (bajos porcentajes del estrato arbóreo, asociado a una casi ausencia de Pinus y de Cedrus y un descenso importante de los taxones Mesófilos y Mediterráneos), desarrollados bajo unas condiciones de carácter claramente mediterráneo (dominio de los taxones Mediterráneos sobre los Mesófilos) y más seco (menor representación de los taxones de Ribera, junto a una mayor representación porcentual de los taxones herbáceos de carácter Xérico y Estépico).

En el marco temporal que abarca el perfil Cbn queda patente una mayor presión antrópica sobre el entorno y su impacto sobre el paisaje, materializada en el dominio de los taxones que conforman el grupo de plantas Ruderales y Pastizales, así como en el desarrollo continuo y progresivo de los taxones Nitrófilos, todo ello indicativo del aumento de la nitrificación del suelo. Tambien es importante señalar el comportamiento de Asphodelus, cuyo desarrollo está asociado a la presencia de fuego; en la secuencia Cbt su desarrollo es posterior a los máximos de las plantas Nitrófilas, lo que podría entenderse como eventos cíclicos, asociados a procesos de higienización del medio, previos a una nueva ocupación y por tanto determinar que dicha ocupación no ha sido continua; sin embargo en el caso de la secuencia Cbn, la alternancia es menos visible, debido probablemente a que el tipo de ocupación que se produce sería más continuada, al menos estancias más prolongadas en el tiempo.

La posición costera de este yacimiento directamente abierto a las influencias de los vientos oceánicos determinó el porte arbustivo de la vegetación leñosa existente en las inmediaciones de Benzú tal y como el antracoanálisis (Capítulo 23) ha revelado (Uzquiano, 2008a). Este dominio de comunidades vegetales arbustivas resultó idóneo para que los grupos humanos allí instalados iniciaran y desarrollaran una amplia gama de actividades en torno a la caza, pesca, recolección de moluscos y ganaderas, tal y como ha quedado reflejado en los análisis de fauna realizados en la cueva (Vijande et alii, 2008 y en este volumen Capítulos 25, 36 y 27).

En lo que respecta a la gestión de los recursos vegetales, las características del medio natural de toda este área no fueron propicias para el desarrollo de actividades agrícolas, ya que en los procesos de recuperación del material arqueobotánico no ha aparecido ningún resto que lo confirme. Sin embargo en la zona noroeste de Marruecos existen algunas evidencias como las halladas en los niveles neolíticos del vecino yacimiento de Caf That el-Gar, datados en 7510-7240 cal. BP (Ballouche y Marinval, 2003).

Los factores topográficos y edáficos unidos con la buena disponibilidad de recursos hídricos (acuíferos) hicieron posible no obstante la existencia de una biomasa vegetal con cualidades inflamables de primer orden de cara a sustentar la gestión del combustible llevada a cabo por los grupos humanos neolíticos allí instalados. La posición del yacimiento a media ladera facilitó a su vez la explotación múltiple de todas estas comunidades vegetales, cuya finalidad principal fue la de ser leña destinada al mantenimiento de hogares domésticos de carácter multifuncional.

Teniendo en cuenta que en la zona costera septentrional del estrecho de Gibraltar se han evidenciado rasgos ecológicos y usos de combustible similares (Uzquiano y Arnanz, 2002; Uzquiano, 2008b), podríamos concluir que estos medios abiertos resultado de condiciones ambientales ligadas al evento 8.2 cal BP (Mercuri et alii, 2011), albergaron no obstante una gran variedad de comunidades arbustivas capaces de sustentar ocupaciones humanas como la evidenciada en Benzú.

Los análisis de fitolitos, aunque de tipo exploratorio, revelan la viabilidad de este tipo de estudios. A pesar de que en este caso se trata de tan sólo tres muestras correspondientes a diferentes áreas del yacimiento, su estudio permite por una parte corroborar la existencia de este tipo de micropartículas en los sedimentos del yacimiento y por otra evaluar su grado de conservación. El análisis ha permitido identificar la presencia de diferentes morfotipos, con un dominio de fitolitos de dicotiledóneas, que apenas parecen haber sufrido procesos tafonómicos.

El producto arqueológico con mayor presencia en la Cueva de Benzú es la industria lítica tallada. Se han documentado un total de 690 ejemplares. Se han localizado 29 núcleos (5,70%), 314 lascas y láminas (57,32%) y 268 productos de desecho (26,04%). A partir de dichas lascas y láminas se han elaborado 79 productos retocados (10,94%). Esto nos da una proporción de 12,08 lascas y/o láminas por cada núcleo, lo que nos indica un agotamiento significativo de los mismos (Vijande, 2010). La elevada presencia de restos de talla atestigua procesos de talla in situ en el interior de la cavidad. Destacamos la existencia de un total de 26 núcleos: 10 poliédricos, 7 levallois, 2 ejemplares con un plano de golpeo, 2 núcleos del inicio de la talla, 1 ejemplar con un único plano de golpeo, 1 prismático, 1 núcleo para hojas, 1 núcleo sobre lasca y 1 diverso. Se han recogido 314 ejemplares de lascas y láminas, lo que supone un 46,17% del total de la industria lítica tallada.

Esta clara sintonía existente entre las lascas y láminas y los núcleos nos viene a demostrar un desbaste in situ en la cavidad (Vijande, 2010). El análisis laminar nos muestra, de un total de 314 ejemplares, 289 lascas frente a tan sólo 25 láminas. Consecuencia de ello es un claro predominio de los productos retocados elaborados sobre lascas (70,89%) frente a los elaborados sobre láminas (29,11%). Destaca este predominio entre los geométricos (85,71%), lo cual puede deberse a la escasa variedad tipológica de los mismos, representados casi exclusivamente por los denominados «romboidales», que poseen como soporte lascas internas. La técnica de microburil sólo es apreciable en el único trapecio documentado (Vijande, 2010).

Los productos retocados constituyen el 11,62% (79 ejemplares) distribuidos de la siguiente manera: 11 raederas (su elevada presencia se debe al reaprovechamiento de la industria lítica musteriense del Abrigo), 2 raspadores, 1 perforador, 1 buril, 9 lascas y láminas de borde abatido, 27 muescas y denticulados, 7 microlitos geométricos (6 «romboidales» y 1 trapecio), 17 diversos (especialmente retoques de uso) y 4 retoques abruptos.

La secuencia estructural quedaría de la siguiente manera: A/1 S/1 B Respecto al análisis funcional (Capítulo 31), aunque las alteraciones tafonómicas debidas a las condiciones sedimentarias de la Cueva de Benzú hayan imposibilitado realizar un análisis microscópico de las superficies de los artefactos líticos, hemos podido determinar el uso de las laminas de dorso y geo - métricos como elementos de proyectil. Éstos cumplieron la función de puntas, tal y como demuestran las fracturas de impacto y la localización de los probables residuos de almáciga utilizada para el enmangue de esos productos. Las formas romboidales de los geométricos son específicas del área geográfica del estrecho de Gibraltar y solamente en la zona norteafricana.

Estos instrumentos fueron utilizados probablemente para la caza de animales salvajes por parte de los pobladores de la Cueva de Benzú. La ausencia de instrumentos dedicados a la siega de cereales y/o corte de plantas herbáceas, así como las especies cazadas y procesadas en el sitio y ausencia de animales domésticos, hacen suponer que el sitio fue ocupado como campamento de caza y explotación del litoral marino (Vijande, 2011), aunque bien pudo inicialmente haber servido como lugar de enterramiento (Vijande, 2010). El estudio de la cerámica de la Cueva de Benzú se ha efectuado sobre un total de 71 fragmentos, de los que 7 se han localizado en superficie y 64 en clara posición estratigráfica. La mayor parte corresponden a amorfos (56), aunque las formas se hayan medianamente representadas con 13 bordes y 2 fondos.

Para su manufactura se emplearon arcillas no muy depuradas a las que se añadieron desgrasantes fundamentalmente inorgánicos (principalmente cuarzo y calcita). Son cerámicas fabricadas a mano que presentan modelados ciertamente deficientes, a excepción de unas pocas que presentan tratamientos bruñidos. El tratamiento exterior e interior de estas cerámicas es mayoritariamente alisado. Se han elaborado en hornos muy primitivos, observándose un predominio de las pastas de color rojo-anaranjado y de una cocción continua y regular.

En cuanto a las formas se observan cuencos de borde entrante, vasos de paredes verticales, ollas con labio indicado, cuencos hemisféricos, cuencos semiesféricos, escudillas, vasos con fondo plano y fondos cónicos. En definitiva, son recipientes que por sus características técnicas (tosquedad de las pastas, porosidad, desgrasantes inorgánicos, etc.) y morfológicas debieron ser empleados para la producción y consumo de alimentos a escala doméstica, lo que explica en cierto modo la ausencia de decoraciones. Para la Cueva de Benzú los elementos de adorno documentados consisten en cuentas de collar y colgantes, cuya característica común es el hecho de estar perforados.

Diferenciamos entre los colgantes (elementos naturales que no han sido transformados por el ser humano a excepción de la perforación), y cuentas (que sí han sufrido un proceso de manufactura más elaborado). Se han localizado un total de 21 elementos de adorno: 14 cuentas de collar de serpentina, 3 cuentas de collar de malacofauna y 4 colgantes de conchas. El elevado número de cuentas de serpentina no es de extrañar debido a la cercana presencia (8 kilómetros) de un afloramiento natural.

Dentro de los colgantes de conchas las especies empleadas han sido: Patella sp., Nassarius Pfeifferi y Trivia monacha (en el caso de esta última su doble perforación despeja dudas acerca de una posible perforación natural). Igualmente se han documentado 3 cuentas de tipología discoidea, realizadas en concha.

La documentación de estos elementos de adorno junto a numerosos restos humanos nos hace plantear su más que probable uso funerario. El estudio antropológico (Capítulo 28) se ha materializado sobre los restos documentados en la primera campaña de excavación del yacimiento (año 2002). La mayor parte corresponden a dientes aislados y a falanges de pie y de mano, con ausencia de otros elementos craneales y poscraneales. En total se ha identificado un número mínimo de 7 individuos, entre ellos un individuo juvenil y 6 adolescentes y/o adultos. El avanzado desgaste de algunas piezas dentales y la evidencia de artrosis en las manos indican la presencia de individuos de avanzada edad. Esqueléticamente los restos proceden de una población de constitución grácil (reducido tamaño de la dentición y gracilidad de falanges de pie y de mano).

En lo referente a la paleobiología de la población destaca la ausencia de caries dentales, si bien la mayoría de los individuos presentan grandes depósitos de sarro. Se han encontrado también trazas del uso de palillos de madera en 2 piezas molares (presencia de microestriación fina y paralela en la superficie interproximal de los dientes). Así mismo, algunas piezas de la dentición anterior presentan hipoplasia dental, cuya posición en la corona dental permite deducir que tal episodio tuvo lugar cuando los individuos tenían entre 2,5 y 3,5 años de edad, lo que suele asociarse en poblaciones prehistóricas a la línea del destete.

Varios incisivos y caninos muestran estrías culturales así como descamaciones de esmalte en numerosos incisivos superiores y en algún molar, muy posiblemente producidos en vida como consecuencia de masticar o manipular con la boca sustancias duras. A modo de detalle, resaltar la presencia de un molar superior con «perla de esmalte». Finalmente, la presencia casi exclusiva de dientes y falanges aisladas permite plantear la hipótesis de un enterramiento primario con posterior traslado de los huesos hacia otro emplazamiento. Según esta hipótesis, los restos recuperados en la Cueva de Benzú habrían quedado in situ tras el proceso de recogida y traslado de los restos humanos hacia un emplazamiento secundario. Solo aquellas partes del esqueleto de pequeño tamaño y difícil recolección, dientes y falanges, permanecerían en el lugar original de enterramiento.

Los estudios arqueofaunísticos (Capítulo 25) nos ofrecen un claro predominio de los restos pertenecientes a rumiantes (gacelas, arruí, jabalí, bóvido y rinoceronte) y lagomorfos (conejo, liebre) sobre carnívoros (hiena, chacal, gineta, meloncillo) y roedores (puercoespín). Sin embargo, parecen ser estas últimas especies las responsables tanto de la acumulación de huesos en el interior de la cavidad como de las marcas de mordeduras que presentan. De este modo, encontramos que el material óseo se encuentra muy fragmentado, tanto por la acción de carnívoros como de roedores. En este último caso, los puercoespines parecen ser responsables directos tanto de parte de la acumulación de huesos como de las numerosas marcas de sus incisivos sobre el material óseo.

Aunque algunos fragmentos óseos presentan huellas de su exposición al fuego, lo cual indicaría una intervención antrópica en cuanto a su presencia en la cavidad, la mayor parte del material óseo analizado tendría su origen en la acción de los carnívoros y puercoespines. La presencia de ésta última especie y sobre todo la acción que desarrolló sobre los huesos de macro y mesomamíferos principalmente, ha contribuido de forma rotunda a la importante fragmentación y a la abundancia sobre estos fragmentos de las huellas de sus incisivos.

Por otra parte, la determinación de las especies animales presentes en la cavidad indica que la gran mayoría de los restos analizados parecen pertenecer a especies silvestres, que en algunos casos todavía hoy en día son frecuentes en la zona, como es el caso del puercoespín, siendo muy discutible la asignación de algún fragmento óseo a alguna especie doméstica. Por tanto, esta cavidad estaría más relacionada en estos momentos con la ocupación de su interior por distintas especies de carnívoros y roedores que por la existencia de un hábitat humano, aunque en su interior la actividad antrópica queda demostrada al emplear los grupos sociales la cueva puntualmente como lugar de enterramiento, aunque en algunos casos los huesos de los individuos humanos inhumados tampoco escaparon a los incisivos de los puercoespines. Un número relativamente alto de los huesos de aves hallados en la cueva corresponde a especies de pequeña talla (Capítulo 26). Todas las aves se pueden encontrar en la actualidad, bien como residentes o durante los pasos migratorios (Hollom et alii, 1988; Jiménez y Navarrete, 2001).

Algunas de estas especies viven en oquedades rocosas o las frecuentan, como la paloma, el avión roquero, el roquero solitario y la grajilla, por lo que sus fósiles pueden proceder de individuos que no fueran introducidos necesariamente por otros animales, sino que murieran en el lugar. El resto de las aves tuvo que ser introducido por depredadores. La mayor actividad depredadora se ejerció contra la perdiz, como se desprende de la gran cantidad de restos óseos que han quedado en los sedimentos. Algunas de las aves tuvieron que ser capturadas durante los pasos migratorios. Son animales que actualmente no viven en la zona, y tampoco hay indicios de que hubiera condiciones para la formación de los biotopos adecuados para ellas en el pasado. Serían el halcón abejero, el frailecillo y la collalba gris.

Los restos de zorzal probablemente proceden de un individuo invernante. Las aves que sirven para caracterizar las condiciones ambientales dominantes en la región durante la formación del yacimiento son las que tenían estatus de residente. La perdiz y el petirrojo viven en zonas de monte bajo, arbustivas. La curruca cabecinegra es una especie típicamente mediterránea, que habita en zonas de matorral y en el bosque característico de esta región. El gorrión, fuera de los ambientes antrópicos, vive en zonas arboladas de tipo campiña. En un biotopo similar, pero con preferencia por zonas abiertas más amplias, viven las abubillas.

Y tanto la codorniz como el triguero escogen zonas abiertas, pero con malezas altas y con algunos arbustos. Estas aves apuntan a un paisaje heterogéneo en el entorno de la cueva, con zonas arboladas, con monte bajo, junto con espacios abiertos, cubiertos por herbáceas. En el caso de la malacofauna marina se aprecia un predominio de especies del Género Patella, como recurso bromatológico, si bien se han documentado algunos restos que apriorísticamente fueron empleados como elementos de adornos-colgantes, quizás formando parte de algún ajuar funerario, caso de las anteriormente citadas Patella sp., Nassarius Pfeifferi y Trivia monacha.

Entre el conjunto bromatológico destaca el registro de bivalvos como Ostrea sp., Mytilus sp., Chlamys sp. o Panopea glycimeris, de gasterópodos marinos Patella sp., Patella vulgata, Patella ferrugínea y Siphonaria pectinata, así como el molusco de agua dulce Melanopsis sp. También se ha documentado un resto de dactilopodio de crustáceo del orden Brachyura, procedente del nivel II. Así pues se observa una variabilidad taxonómica importante, pero que no queda refrendada por la cantidad registrada. Desde el punto de vista del hábitat natural, la zona de recolección permite establecer unos patrones muy homogéneos para llevar a cabo esta actividad, ya que la práctica totalidad de las especies documentadas en la cueva para el consumo son características de la zona intermareal rocosa, y por tanto, de fácil accesibilidad y recolección en mareas bajas (Soriguer et alii, 2006; Ramos y Cantillo, 2009; Cantillo et alii, 2010, en prensa; Cantillo y Soriguer, 2011; Cantillo, 2012).

Muchos de estos restos debieron cumplir la doble función de servir de alimento y posteriormente como ornamento. Otros, sin embargo, fueron recolectados en la playa cuando el animal ya se encontraba muerto, y fueron usados exclusivamente como adornos personales. Además, la presencia de especies de escaso tamaño, como Trivia monacha o un ejemplar juvenil de Conus mediterraneus sin manipulación antrópica, podrían estar en relación a su uso como reserva de materia prima para una futura confección de adornos. Para el yacimiento de la Cueva de Benzú disponemos de una datación por termoluminiscencia efectuada sobre un fragmento cerámico documentado en la cuadrícula [-AXIX-XX]-[2] del Estrato II. Ofrece un resultado 7.136 ± 486 años B.P., lo cual lleva a datar este Estrato II en el VI milenio a.C., mostrándose en consonancia con el material arqueológico documentado en la cavidad. A pesar de sus escasas dimensiones, ha sido posible la realización de un estudio microespacial de la Cueva de Benzú.

Se ha constatado el desarrollo de, al menos, tres tipos de actividades diacrónicas (Capítulo 32):

a) Su empleo como refugio temporal para pastores, teniendo por tanto un carácter estacional y no de residencia básica. La elevada documentación de restos de talla avala el desarrollo de actividades de producción lítica in situ. Estos pastores realizarían actividades propias de la vida cotidiana (se han documentado herramientas propias de tareas domésticas como raspadores, perforadores, etc.) así como cerámicas destinadas fundamentalmente a la producción y consumo de alimentos. Sus escasas dimensiones nos hacen desestimar su posible uso como redil, pero bien pudo servir para dar cobijo temporal a los pastores.

b) La cueva fue utilizada para el desarrollo de rituales funerarios. El registro de huesos humanos de pequeñas dimensiones junto a elementos de adorno (cuentas de collar) nos lleva a plantear la posibilidad de que fuera utilizada como zona de enterramiento primario.

c) Por último, la presencia de coprolitos de hienas en el fondo de la cavidad nos sugiere igualmente su uso como cubil. Esto acentúa más si cabe el carácter temporal de su ocupación por parte de las formaciones sociales tribales del entorno. Estamos por tanto ante una cavidad utilizada de forma temporal por una comunidad con un modo de producción vinculado principalmente al pastoreo, pero con continuidad en las prácticas cinegéticas y en la explotación del medio costero. Como también se ha indicado, en relación al territorio inmediato, como consecuencia de la prospección del año 2001 se documentaron yacimientos neolíticos en la propia 18-Cueva de Benzú y en 1-Poblado de Benzú (Bernal, 2002; Bernal et alii, 2003).

También se registraron tres hallazgos aislados adscribibles al Neolítico —Casa de Zapatero I, Casa de Zapatero II y Hacho I— (Bernal et alii, 2003). En la campaña de prospección arqueológica del año 2011, igualmente hemos documentado yacimientos con ocupaciones vinculadas a las sociedades tribales neolíticas, con un hábitat más sedentario y con prácticas sociales basadas en un modo de vida caracterizado por una intensificación de las

prácticas agrícolas y ganaderas. Nos referimos a las ocupaciones registradas de yacimientos como 74- Altabacal, posiblemente 77-Cueva de Enrique y en los hallazgos aislados -H.A.24-Explanada Alta de Benzú, H.A.-30-Fuerte de San Francisco de Asís —tabla III— (Vijande et alii, 2011). Se confirma así el control del territorio por parte de las sociedades tribales comunitarias neolíticas (FIGURAS 34.1 y 34.2), que han ocupado también la Cueva de Benzú (Ramos, Bernal y Castañeda, eds., 2003; Ramos y Bernal, eds., 2006; Vijande, et alii, 2008; Vijande 2010).

Por tanto la Cueva de Benzú completa el registro de yacimientos de gran interés que se están documentando en la orilla africana del estrecho de Gibraltar (FIGURA 34.1), tanto en los yacimientos de la región de Tánger (Gilman, 1975; El Idrissi, 2008; Otte, Bouzouggar y Kozlowski, dir., 2004; Daugas y El Idrissi, 2008), como en la de Tetuán (Tarradell, 1954, 1958a y 1958b; Ramos et alii, 2008b, 2008d y 2011; Ramos et alii, coord., 2008; Vijande et alii, 2011b). Una síntesis del contexto regional de estas ocupaciones puede consultarse en algunos trabajos recientes de miembros de nuestro Grupo de Investigación (Vijande, 2010 y 2011; Cantillo, 2012).

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