Fortificaciones del Recinto del Hacho
Protección Integral I-015
Texto extraído del artículo publicado en el número 42 de la revista Almoraima (2011), El conjunto histórico del Recinto del Hacho de Ceuta. Elementos del siglo XVIII, de Pedro Gurriarán Daza, Ángel J. Sáez Rodríguez y Salvador García Villalobos.
INTRODUCCIÓN
La defensa de una plaza tan estratégica como Ceuta centró la atención de todos sus moradores desde la Antigüedad. Su carácter peninsular facilitó desde un primer momento el cierre y protección del angosto frente de tierra, asegurando la plaza contra cualquier intento directo de expugnación. No obstante, la salvaguarda del extenso litoral de las partes de la Almina y del Hacho se antojaba igualmente necesaria, circunstancia que motivó su fortificación por lo menos desde el Medievo. Como es fácil de imaginar, las vicisitudes experimentadas por estas construcciones militares han sido muy diversas, de modo que las reformas y transformaciones han sido permanentes. Muy destacadas fueron las sucesivas campañas de fortificación que se emprendieron en la plaza a lo largo del siglo XVIII, una vez finalizado el duro sitio dirigido por el alauí Muley Ismail (1694- 1727). De esta época son las principales construcciones que se conservan de la defensa costera del Hacho ceutí, ya fuera de servicio, las cuales configuran un conjunto heterogéneo de obras de muy diversa categoría y morfología, desde simples garitas hasta emplazamientos artilleros. La refortificación dieciochesca del Hacho vino a reforzar un sistema defensivo ya existente, pero obsoleto en su capacidad militar. De este modo, se pudo poner al día un sistema cuya finalidad era evitar cualquier posibilidad de desembarco en la retaguardia, tal y como ya consiguió en su día, exitosamente, el monarca portugués Juan I.
En definitiva, el interés del estudio de estas defensas radica en la inmejorable posibilidad de poder investigar un grupo de elementos coetáneos, aceptablemente conservados, y situados, además, en un marco físico poco alterado por el habitual desarrollismo que ha afectado a nuestros cascos históricos y márgenes costeros. La servidumbre militar de gran parte del terreno del Hacho ha preservado los valores patrimoniales, ambientales y naturales de esta zona de Ceuta hasta la actualidad. Únicamente en los sectores del Quemadero, al sur, y San Amaro y Santa Catalina, al norte, podemos apreciar una transformación significativa del entorno que ha terminado por afectar a los propios bienes culturales.
MEDIO FÍSICO
El Hacho de Ceuta hace referencia al monte que domina el extremo del istmo ceutí, península de topografía abrupta de casi 225 Ha. de superficie, que remata en su extremo oriental en la punta de la Almina. La costa en los frentes sur y este, hasta la punta de Santa Catalina es accidentada, con numerosos acantilados y calas; por el contrario, la fachada septentrional es más baja, hasta llegar al entorno de San Amaro, si bien existen en esta zona diversos bajíos que dificultan la navegación próxima a la costa. Las pendientes del monte son fuertes, definiendo de forma general diversas vaguadas y cañadas que marcarán la impronta del cerro. Los principales puntos de desembarco, allí donde el acantilado se torna menos acusado y existe un cierto resguardo contra los habituales vientos del Estrecho, se sitúan en San Amaro, en el frente septentrional, y en el Sarchal, Fuentecubierta y Desnarigado, al sur.
Las históricas servidumbres militares y el propio carácter escarpado del borde marítimo del Hacho motivaron que la ocupación humana haya sido escasa en esta zona. Los únicos enclaves donde se han consolidado asentamientos residenciales han sido en torno al fondeadero de San Amaro, al norte, y en el enclave del Quemadero, al sur. Ambos casos se deben comprender como prolongaciones de las últimas barriadas de la Almina hacia el este. Igualmente, el carácter semidespoblado del Hacho ha posibilitado la implantación en las últimas décadas de varios equipamientos generales, habitualmente alejados de los centros urbanos: así sucede en la zona de Santa Catalina, donde podemos localizar, por ejemplo, el cementerio municipal y el recientemente clausurado vertedero. Será en los puntos descritos donde mayores daños o efectos negativos encontraremos sobre las fortificaciones.
EVOLUCIÓN GENERAL DE LAS DEFENSAS DEL RECINTO DEL HACHO¹
Ya ha quedado expuesto el carácter peninsular del Hacho y su peculiar disposición en el territorio ceutí. Esta zona ha sido la tradicional retaguardia del núcleo más poblado de la ciudad, que siempre ha buscado su ubicación en la parte más baja, cómoda y accesible desde sus fondeaderos. Aún resulta impreciso el conocimiento sobre el origen de la ocupación, fortificación y poblamiento del Hacho, como en la práctica ocurre con la parte de la Ciudad.
En la zona urbana existe registro arqueológico que ya señala una presencia fenicia del siglo VII a.C. A esta seguiría la ocupación romana, con centro urbano en la parte oeste del istmo, relacionada con la producción y comercialización de productos derivados de la pesca, además de una necrópolis. La zona industrial de salazones estaría ubicada en el sector de la Almina, según la teoría de autores como Hita Ruiz y Villada Paredes². No obstante, falta constancia material para extendernos en este período, que tampoco ha aportado datos incontrovertibles para la montaña del Hacho.
Las noticias para la etapa medieval son mucho más numerosas respecto al asentamiento del istmo, pero presentan todo tipo de dudas en relación a la península que nos ocupa en esta ocasión. Al respecto resulta muy clarificador el trabajo de síntesis de Carlos Gozalbes Cravioto sobre la evolución urbana del enclave medieval³.
Al-Bakri refiere, ya en el siglo XI, la ciudad califal en la zona de la Almina, primera referencia sobre su existencia. Estaba situada entre el actual foso de las Murallas Reales y el Foso Seco de la Almina. En el solar de la Almina se desarrolló el arrabal de Enmedio, con el consiguiente traslado del antiguo cementerio allí existente a la zona del Valle. El límite oriental de este conjunto de pequeños núcleos urbanos sería, a partir del siglo XIV, el arrabal de la Almina propiamente dicho, desarrollado en las faldas occidentales del Hacho coincidiendo con la máxima expansión demográfica de Ceuta. Pero no existe constancia arqueológica de otra ocupación de importancia en esta península, más allá de la polémica y famosa fortaleza que la corona. Al-Idrisí refiere las ruinas de la fortificación que habría emplazado en aquella prominencia al-Mansur, a semejanza de lo realizado en Córdoba. Erigida a 200 metros sobre el nivel del mar, entre los siglos X y XI, se le supone cimentación romana. Su existencia se remonta tradicionalmente hasta época de Justiniano. Habría sido remozada en época almorávide y, con su monumental calahorra, serviría de residencia para los gobernantes locales hasta la erección del Afrag meriní. Pero estos antecedentes clásicos carecen de base material que permita sacarlos de la bruma de la leyenda.
Al-Mansur habría iniciado la construcción de una nueva ciudad en el monte al objeto de trasladar parte de la población a este nuevo emplazamiento. Pero, a su muerte en 1002, quedó inconclusa, lo que impidió el desplazamiento poblacional inicialmente previsto. Era proverbial la extraordinaria blancura de los restos de la edificación, que todavía a mediados del siglo XII podían divisarse desde la orilla norte del Estrecho entre cierta cobertura de vegetación. La noticia procede del Kitab al- ijtisar y de al-Himyari, que mencionan cómo al-Mansur ordenó que se emplease aceite en vez de agua para hacer el mortero con la intención de dotar de más solidez a las construcciones.
Al-Ansari menciona, por su parte, la Gran Torre o al-Tali al-Kabir, también referida como al- Nazur, que habría erigido el cadi Iyad en época almorávide. Constaba de una calahorra con una mezquita en su interior. “Desde ella, los días claros, era visible toda el área del estrecho de Gibraltar, desde Badis y Tarf al-Qasis al este de Málaga hasta Tarf Sanar, más allá de Tarifa”⁴. También suelen situarse en esta ciudadela del Hacho los graneros comunitarios por tratarse del lugar más inaccesible de Ceuta, que habría de resistir a modo de acrópolis ante cualquier ataque exitoso en algún punto del perímetro urbano. Para Ruiz Oliva, “[...] En el siglo XIV contaba con diez baños o hamman-s, siendo el más bello el de palacio. Igualmente, en este recinto áulico edificó en arquitecto al-Yanastí una cúpula que llevó su nombre. Se instaló también aquí una ceca, así como graneros o fondaues para el resto de la ciudad. Su distribución palaciega mantenía el gusto existente en Fez y Marrakech”⁵.
El mismo autor identifica aquí el “Arrabal de Arriba”, en contraposición del “de Enmedio” o “de la Almina”. Lo describe como: “[...] conjunto autónomo, ya que contaba con el fondeadero natural o Puerto de San Amaro, un Foso en la Cortadura del Valle, tramos de murallas interiores y costeras con sus respectivas puertas, ribates o conventos fortificados, rábitas y atalayas o maharis como la Torre del Valle. Al-Bakri describió este barrio como un arrabal donde abundaban plantas y jardines. Este aspecto rural subsistía en pleno siglo XV, alternando los vergeles con los santuarios, elementos defensivos y cementerios”⁶.
Villada e Hita identifican el topónimo Yabal al-Mina con el Monte Hacho y sus estribaciones hasta la actual Cortadura del Valle. Sería una zona ocupada tanto por tierras comunales, dedicadas a la recogida de leña, el pastoreo del ganado, y la recogida de frutos silvestres, como por algunas propiedades privadas. Éstas habían de conformar un hábitat disperso a base de residencias y de pequeñas parcelas cultivadas. Las fuentes escritas y arqueológicas y los trabajos de Carlos Gozalbes Cravioto sobre el urbanismo de la ciudad señalan que en el perímetro urbano se ubicaban algunos de los cementerios de la ciudad. En la zona del Hacho, a mediados del siglo XII, habría tres cementerios: el de al-Tuta, el más antiguo, en la falda este del Hacho; el de al-Manara, situado en el entorno de la actual Ermita de San Antonio; finalmente, el Cementerio Mayor o al-Kubra, en la parte occidental del Hacho⁷. Todo este conjunto contaba con una muralla litoral, al menos en la costa norte desde San Amaro hacia Santa Catalina, ya que la sur presenta menor accesibilidad. Rehabilitada por Yusuf ibn Tasufin, que encargó las tareas al cadí Ibn Ahmad hacia 1128-1129, presentó siempre especial vulnerabilidad, quizás por su carácter periurbano, como ocurriera en la muralla litoral gibraltareña meriní que discurría desde la Turba hasta Punta Europa.
Por este hecho, las faldas del Hacho conocieron la construcción de diversos ribats, institución piadosa que servía de “lugar sagrado, de retiro y morada para los místicos, de enterramiento y para hacer prácticas con arco”⁸. De esta manera completaban el esquema defensivo perimetral de la ciudad, especialmente vulnerable en esta área tan despoblada. Con una función de vigilancia, los ribats conformaban puntos fuertes en dicho perímetro, destinados a detectar y contener ataques marítimos mientras llegasen refuerzos del núcleo urbano.
La conquista portuguesa se produce sobre un sistema fortificado ya deteriorado, lo que permitió el acceso por una brecha en la zona de San Amaro, en 1415. Los nuevos ocupantes replantean la configuración de la ciudad. El rey Manuel I (1495-1521) decidió la reducción de la superficie urbana con una evidente visión estratégica, por encima del interés propiamente ciudadano. Optó por consolidar el núcleo de la Ciudad, abandonando los demás recintos y sus defensas, que entraron rápidamente en decadencia ante su falta de mantenimiento. La imagen de la ciudad portuguesa de finales del siglo XVI coincide con la que aparece representada en un excepcional grabado incluido en la monumental obra Civitates Orbis Terrarum, de Georgius Braun, fechada en 1572.
El poblamiento se concentra en la Ciudad, el área occidental lindante con las Murallas Reales. El barrio de la Almina aparece despoblado y con las murallas y sus construcciones interiores, entre los que destacan varios alminares, en ruina parcial. La representación del cerco defensivo de la península de la Almina constaba de numerosas torres de planta rectangular, separadas a intervalos regulares, y coronadas por merlones, de la misma forma que el resto de los recintos. Aparece desportillada en la zona de la ermita de Santa Catalina. En el centro, la ciudadela amurallada corona el Hacho, con murallas bien conservadas.
Setenta años después contamos con el ya referido informe de Lope de Acuña (1643), que se centra en el estado de las defensas ceutíes, destacando la importancia del padrastro de San Simón y los desembarcaderos del Puerto del Rey y de la Cisterna, entre San Amaro y San Pedro⁹. Acompañando a esta reseña, y tal vez obra del mismo autor, se conserva una representación de Ceuta en su conjunto, titulada “Dissenho da Cidade e fortaleza de Cejta como discripçao da terra daAlmina e da do Campo de Berbería”¹⁰, donde figura un muro que cerraba el recinto del Arrabal de Enmedio o población de la Almina por la zona de Cortadura del Valle. Otro interesante testimonio, casi coetáneo de los anteriores, es el de Gerónimo Mascarenhas, quien realiza en 1648 una descripción pormenorizada de Ceuta¹¹. Alude a la Almina como “una montaña con valles i llanos [...], es sustento i recreo de los vecinos i soldados”, afirmando el carácter que tuvo como zona de huertas y alquerías para el ocio de los ceutíes. En las faldas del Hacho se localizaban, según el cronista, las ermitas de San Amaro, Santa Catalina y San Antonio.
El siguiente testimonio de interés es la excepcional representación de Joao Thomas Correa, de finales del siglo XVII, coincidiendo con el comienzo del asedio de Muley Ismail. En esta vista, planteada desde la zona del Campo Exterior, se ofrece una interesante información de lo que existía entonces en la península de la Almina. Se encuentra prácticamente despoblada, con arboledas en la parte occidental y entorno de San Simón. Sólo existe recinto murado en la zona norte, como ya quedó indicado, a los pies de las ermitas de San Amaro y Santa Catalina. La muralla es pervivencia medieval, sin plataformas para artillería, ni muros ataludados. Sólo se encuentra reforzada por el fuerte de San Amaro, que defiende el fondeadero cercano.
El sitio marroquí de más de tres décadas trajo menos consecuencias para la zona del Hacho que para los restantes elementos de la ciudad norteafricana. La artillería enemiga se dedicó a hostigar sistemáticamente todo el ámbito de la Ciudad de Ceuta, cuya población empezó a desplazarse progresivamente a los terrenos vacíos situados más allá del foso seco. El asedio fue duro, y no vamos a entrar en sus detalles, aunque cabe afirmar que estuvo lleno de situaciones difíciles para los defensores, cuya resistencia en algunos momentos fue heroica.
Para mejorar las condiciones defensivas del Hacho, se aplica una primera medida en 1707, consistente en la transformación de la vereda que recorría el frente norte en un ancho camino que permite el tránsito de tropas y artillería entre la Puerta de la Almina y el fortín de San Amaro. De esta manera se podía reforzar puntualmente la zona noreste de la plaza. Luego, en 1720, el gobernador Luis Rigio se encargó de promover un proyecto de puesta en defensa del perímetro de la Almina y el Hacho. Estos detalles se empiezan a apreciar, por ejemplo, en el plano de 1726 titulado“Plano de la plaza de Ceuta con el frente que mira a los Moros y porción de la Almina”¹², especialmente en lo relativo a la población de la Almina.
Lucas Caro describe en 1800 con rigor las defensas de la Almina, y se detiene en las situadas hacia el sur: “Siguiendo más adelante se halla el fortín del Sachal, y poco después una batería capaz de diez cañones de a 24 y cuatro morteros que defiende la pequeña bahía de Sachal, colocada dicha batería sobre un monte llamado el del Molino Viejo, en cuyo destacamento hay otra batería, todas ellas a barbeta; queda cerrada la plaza por el sitio que llaman el Rastrillo Nuevo, en donde hay otra batería y sigue esta muralla hasta concluir en Fuente Caballos para defender el desembarcadero en de aquella playa; yendo más adelante se encuentra la batería de San José y a poca distancia la de San Carlos que guardan la Puerta de la Sardina que es donde está la dársena o astillero”¹³. En fin, en la planimetría de la época se reflejan con aparente exactitud estas obras defensivas, como en la realizada por Wheatley-Wright en 1820, José García Tamayo en 1846¹⁴, en la de Gómez de Arteche y Coello de 1859 o en un plano del mismo año, conservado en el Archivo Central de Ceuta.
La bibliografía consultada está referida en las notas bibliográficas específicas ubicadas al pie de cada página. Las consultas realizadas en archivos u organismos específicos se refieren del siguiente modo: AGS- Archivo General de Simancas, ACC- Archivo Central de Ceuta, ETBM- Escuela Taller Benigno Murcia.
HITA RUIZ, J. M. y VILLADA PAREDES, F., “De Septem Frates a Sabta”, Actas del II Congreso Internacional “La ciudad en al-Andalus y el Magreb”, Granada, 2002, p. 485.
GOZALBES CRAVIOTO, C., “La evolución urbana de la Ceuta Medieval”, Ceuta en el Medievo: La ciudad en el universo árabe. II Jornadas de Historia de Ceuta, Ceuta, 2002.
VILLADA PAREDES, F. y HITA RUIZ, J. M., “La Ceuta que vio nacer a Al Idrisi”, Congreso Internacional al-Idrisi, Ceuta, octubre 2008.
RUIZ OLIVA, J. A., Fortificaciones militares de Ceuta: siglos XVI al XVIII, UNED-IEC, 2002, p. 20.
Ibídem, p. 20.
VILLADA PAREDES, F. y HITA RUIZ, J. M., Op. Cit., octubre 2008.
RUIZ OLIVA, J. A., Op. Cit., p. 12, citando a H. FERHAT, Sabta, des origines au XIVo siécle, Ed Manahil, Ministére des Affaires Culturelles, pp. 258 a 276.
El puerto del Rey era el nombre que en el siglo XV recibió el muelle de San Amaro, que podemos entender que prácticamente sería también el de la Cisterna, ya que la Cisterna o las Balsas estaban en el solar de lo que hoy es el Hospital de la Cruz Roja. Debemos esta información al Cronista de Ceuta, don J. L. Gómez Barceló.s Affaires Culturelles, pp. 258 a 276.
AGS, MPD, XII – 78.
DE MASCARENHAS, G., Historia de la Ciudad de Ceuta, sus sucesos militares y políticos. Memorias de sus Santos y Prelados, y elogios de sus Capitanes Generales, Ed. de DE DORNELLAS, A., Lisboa, Ed. 1918.
AGS, MPD, I-27.
CARO, L., Historia de Ceuta, trascripción, introducción y notas de GÓMEZ BARCELÓ, J. L., Ceuta, 1989, pp. 234 y ss.
El plano de García Tamayo a su vez parece derivarse, a su vez, de otro anónimo del siglo XVIII. VILAR, J. B. y VILAR, M. J., Límites, fortificaciones y evolución urbana de Ceuta (Siglos XV-XX) en su cartografía histórica y fuentes inéditas, Ceuta, 2002, p. 391.
fotos antiguas
planos antiguos
planos actuales
elementos bic incluidos
HN 01 - Lienzos de la Muralla Norte del Hacho
HN 02 - Puerta de San Amaro o del Lazareto
HN 03 - Castillo y Batería de San Amaro
HN 05 - Vigía de la Punta del Chiclón
HN 06 - Vigía de la Punta de los Atravesados
HN 07 - Batería y Cuerpo de Guardia de Pino Gordo
HN 08 - Vigía de la Punta del Sauciño
HN 10 - Batería y Cuerpo de Guardia del Sauciño
HE 01 - Garitón o Cuerpo de Guardia de las Cuevas
HE 02 - Fortín y Batería de Punta Almina
HS 01 - Camino Cubierto del Sarchal al Desnarigado
HS 02 - Castillo del Desnarigado
HS 03 - Reducto Antiguo del Desnarigado
HS 04 - Reducto Nuevo del Desnarigado
HS 05 - Batería y Cuerpo de Guardia de la Torrecilla
HS 06 - Garitón de Alfonso Díaz
HS 07 - Fortín y Batería de la Palmera
HS 08 - Portillo de Fuente Cubierta

