Portillo de FuenteCubierta


HS08

(R.I.) - 53 - 0000500 - 00022

Texto extraído del artículo publicado en el número 42 de la revista Almoraima (2011), El conjunto histórico del Recinto del Hacho de Ceuta. Elementos del siglo XVIII, de Pedro Gurriarán Daza, Ángel J. Sáez Rodríguez y Salvador García Villalobos.


Ingeniero: desconocido


siglo VIII

DESCRIPCIÓN

Consta la fortificación que nos ocupa de un pequeño lienzo defensivo que cierra el fondo de la vaguada de Fuentecubierta. En el mismo se abre un portillo cubierto por un arco escarzano, el cual es flanqueado hacia el oeste por una torre de planta semicircular que curiosamente se proyecta intramuros. Podemos entender esta construcción como una obra unitaria. El cierre del acceso de este barranco no parece anterior al final del siglo XVIII. Esta fecha, aparentemente tardía, se entiende perfectamente al revisar la secuencia de la fortificación del perímetro el Hacho. Al finalizar el siglo XVII sólo se habían establecido un par de fuertes costeros para proteger las zonas más sensibles, incluyendo las calas de San Amaro y el Desnarigado. A mediados del XVIII continúa el proceso de instalación de enclaves artillados, recuperación de la muralla medieval del frente norte y erección del camino cubierto del sur. Después, ya al final del proceso, se construyen atalayas de vigilancia de todo el perímetro y pequeñas obras como ésta que nos ocupa, que cierra una pequeña brecha del recinto fortificado. En realidad, la accesibilidad de este barranco quedaba enormemente limitada por la dificultad para el desembarco de su minúscula cala rocosa y llena de bajíos, capaz sólo para unidades reducidas en chalupas que habían de sortear la vigilancia de los fortines de la Palmera y el Quemadero, los más cercanos.

La obra se debió ejecutar entre la recomendación de Orta y el inicio del siglo XIX, cuando aparece representada a los planos, es decir, por iniciativa de los gobernadores José Vasallo (1795-1798) o Juan Bautista de Castro (1795-1800)

Parece claro que el cierre del barranco con la pequeña muralla forma parte del final del proceso fortificador del recinto del Hacho, con intervenciones de detalle que habían de aportar poco desde la eficacia práctica a la defensa de la plaza, pero que sí realizaba otro aporte desde la perspectiva simbólica. El de la tranquilidad de que cualquier resquicio quedaba suficientemente atendido. Poco después, el murallón carecía de interés y la atención se centró en el cuerpo de guardia, bautizado más tarde como “garitón”, en consonancia con los restantes que cubrirían el perímetro costero desde la altura, como el cercano de Alfonso Díaz o el más lejano de las Cuevas.

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