Castillo o Fuerte de San Amaro

HN 03

(R.I.)-53-0000500-00003


Ref. catastral: 2651003TE9725S0001WY


Ingeniero: Desconocido


Siglo XVIII

Texto extraído del artículo publicado en el número 42 de la revista Almoraima (2011), El conjunto histórico del Recinto del Hacho de Ceuta. Elementos del siglo XVIII, de Pedro Gurriarán Daza, Ángel J. Sáez Rodríguez y Salvador García Villalobos.

DESCRIPCIÓN

El Castillo de San Amaro se localiza en pleno borde litoral del frente norte del Hacho, en la playa de San Amaro. Formaba parte del sistema defensivo Norte del Hacho, junto a (de oeste a este) la Vigía de Torremocha, la vigía de Punta Chiclón, la vigía de Punta de los Atravesados, la Batería y Cuerpo de Guardia de Pino Gordo, la vigía de la Punta de Sauciño, la Batería de Santa Catalina, el Garitón de Santa Catalina y el Cuerpo de Guardia de las Cuevas. Todos estos elementos estaban unidos por los lienzos de la muralla Norte.

El entorno inmediato de este B.I.C. se encuentra altamente alterado por la presencia de edificaciones parásitas, que desvirtúan la imagen del todo conjunto.

Es un pequeño fuerte de artillería de costa destinado a la vigilancia de la cala y playa de San Amaro, en la costa norte de la península que estudiamos.

Este conjunto combina dos cuerpos para la defensa de costas. Por un lado, el más destacado y llamativo, se compone de un tronco de cono ataludado elevado en cuya terraza se emplazaban los cañones a la barbeta, y por otro, una batería terraplenada más amplia con troneras situada por debajo de la anterior unos 7,00 metros.

Al Fuerte de San Amaro se accede desde tierra, por la gola, disponiendo de una portada monumental descentrada y flanqueada por una garita que da paso a un pequeño patio interior con escalera de acceso a la garita. Deja al norte una edificación de dos plantas para dormitorios y comedor de la tropa, desde cuyas ventanas se domina el patio. Un zaguán da paso al edificio principal, con funciones similares al otro cuerpo anexo ya citado, que comunica con la plataforma artillera de planta semicircular y pretil a la barbeta. En la intersección de éste con el edificio en que hacía la vida cotidiana la guarnición, se situaban dos letrinas, una más grande y orientada al norte, para la tropa, y otra hacia el sur, para los oficiales. Desde este mismo zaguán, a través de un acceso situado al sur se permite la bajada a la plataforma artillera inferior. Este nivel bajo se encuentra muy alterado y presenta gran cantidad de edificaciones parásitas, que apenas dejan entrever algunos restos de las troneras que se distribuían por la plataforma. De la garita situada en la portada principal parte un lienzo de muralla conservando el parapeto y el adarve en un pequeño tramo, que posteriormente desaparece por los cambios de cota producidos en la Avenida de San Amaro.

El Castillo o Fuerte de San Amaro era una batería que, en conjunción con la de San Pedro, situada ésta en el extremo nordeste de la población de la Almina, dominaba la aproximación de embarcaciones al muelle proyectado a principios del siglo XVIII al norte de la población. Específicamente controlaba la pequeña ensenada en la que se inscribe el fuerte y su playa inmediata por el sur. Ocupaba una posición de gran tradición histórica e interés estratégico en Ceuta, donde estaban los desembarcaderos denominados en el siglo XV “del Puerto del Rey” y “de la Cisterna”, situados entre San Amaro y San Pedro, por donde entraron los portugueses en la “Tomada”¹.

La necesidad de controlar el playazo de San Amaro era especialmente percibida en Ceuta, quizás más por la pervivencia en el imaginario popular de aquel acontecimiento de la Tomada que por otras razones más rigurosamente técnicas. Téngase presente que, cuando se plantea su construcción, muy avanzado ya el siglo XVII, los puntos débiles del resto del perímetro peninsular eran numerosos, pero en pocos como en San Amaro se identificaba el riesgo de un golpe de mano marroquí. Este interés por fortificar la playa de San Amaro corría parejo con el rápido desarrollo de la Nueva Población de la Almina, lo que permitió consolidar un parcelario que ya era abundante en el primer cuarto del siglo XVIII.

Es posible que no sea rigurosamente acertada la atribución de la construcción del fuerte al marqués de Valparaíso por los datos que aportamos seguidamente. Correa de Franca sostiene este dato, explicando que “don Lorenzo de Ripalda Era general de vatalla del Orden de Santiago, ilustre cavallero nabarro, con su eficacia construyó el de San Amaro, cuio suelo permanecía sin reparo”².

Un fuerte no se considera terminado mientras no se concluye la plataforma artillera, razón esencial de su erección. Pero la iniciativa y el comienzo y desarrollo de las obras debió ser anterior, quizás de tiempos del conde de Castelmendo, hacia 1661, como señala Ruiz Oliva³.

Como fuerte, San Amaro presenta una tipología inusual para su época. El diseño general de la batería original no es novedoso, ya que se trata de un trono de cono en cuya terraza se emplazaban los cañones a la barbeta. Esa disposición nace en el Renacimiento español y se desarrolla ampliamente, desde los cubos artillados de la Alhambra. Lo moderno para el XVII es el empleo de esta modalidad constructiva en fuertes costeros independientes de sistemas defensivos más complejos, como un recinto urbano o una fortaleza de mayor entidad.

La vigilancia costera se había encargado, desde la Antigüedad y a través de la Edad Media, a las torres de vigía o almenaras⁴. A finales del siglo XVI se planteó ampliar su función a la defensa activa litoral por medio del artillado de dichas torres, que se vieron transformadas estructuralmente para soportar el juego de los cañones en sus terrados, que nunca eran más de uno. Pero esta fórmula comenzó a evolucionar en el siglo XVII con la construcción de torres enormemente más grandes que las que poblaron las costas del Mediterráneo por orden de Felipe II, principalmente⁵. Entonces crecieron un tercio en altura respecto a los modelos del XVI, duplicando su superficie y haciéndose, siempre, troncocónicas⁶. Pero el modelo se mostró fallido, resultando incapaces de mantener despejada la costa de corsarios berberiscos con garantías, mientras que se convertían en objetivo preciado de los atacantes, que anteriormente se habían limitado a ignorarlas como objeto de sus correrías. Estas circunstancias vinieron a coincidir con tiempos poco propicios para las iniciativas constructivas estatales, dada la permanente situación de asfixia económica de las arcas reales y las reiteradas bancarrotas. Entonces se hicieron frecuentes las defensas costeras de campaña, de circunstancias, basadas en fajinas, cestones, salchichones y tierra apisonada. En esta tesitura, la batería terraplenada de San Amaro supone un interesante nexo entre los modelos fortificadores señalados y el que resurge nuevamente a principios del XVIII, dentro del impulso de la nueva dinastía borbónica, consistentes los más tempranos en fuertes diseñados para costas acantiladas, de relativo poco coste, y las posteriores torres-reducto o torres-hornabeque, de más allá de la mitad del siglo, más complicados técnicamente y que exigían mayores inversiones⁷. Inmediatamente empezaron a erigirse los castillos costeros de artillería, la fórmula más acabada de este proceso evolutivo.

El Fuerte de San Amaro combina los dos modelos reseñados para la defensa de costas altas y bajas, tomando de aquél la notable elevación de la plataforma artillera respecto a la playa y, de éste, la disposición de las estancias anejas conformando la gola de la fortificación y permitiendo su aislamiento de la batería si ésta fuese escalada por el enemigo.

A mediados del siglo XIX (1855-1860) se redacta un proyecto moderno para poner en adecuado estado de defensa ese frente de la ciudad, dentro de un plan más amplio que afectaba a otros puntos del perímetro litoral. Se trataba de un fuerte acasamatado, de planta ligeramente aovada aunque un tanto irregular, trazado por el Cuerpo de Ingenieros. Dispondría de 18 troneras en casamatas a prueba de bombas y batería a la barbeta en el terrado. El acceso se habría de efectuar por la gola, sobre un puente levadizo que salvase un amplio foso seco. Éste habría de quedar batido desde innumerables aspilleras situadas tanto en el lienzo murado de la puerta como en los orejones esquineros que lo flanquean. En medio del conjunto quedaba un amplio patio de armas. El proyecto nunca se llevó a cabo.

  1. CORREA DE FRANCA, A., Op. Cit., p. 115

  2. Ibídem, p. 307.

  3. RUIZ OLIVA, J. A., Op. Cit., p. 121.

  4. AZUAR RUIZ, R., "Atalayas, almenaras y rábitas", Al-andalus y el Mediterráneo, Sierra Nevada '95-El Legado Andalusí-Lunwerg Editores S.A., Barcelona, 1995.

  5. DE MORA FIGUEROA, L., Torres de Almenara de la costa de Huelva, Diputación Provincial, Instituto de Estudios Onubenses, Madrid, 1981.

  6. SÁEZ RODRÍGUEZ, A. J., Almenaras en el estrecho de Gibraltar. Las torres de la costa de la Comandancia General del Campo de Gibraltar, Instituto de Estudios Campogibraltareños, Vol. 16, Algeciras, 2001.

  7. SÁEZ RODRÍGUEZ, A. J., “El Campo de Gibraltar tras el Gran Asedio. Estado de su defensa en 1796", VII Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar (Castellar de la Frontera-2002), Almoraima, vol. 29, Algeciras, 2003, pp. 365 a 390.

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