Introducción
Cap. 2
Cap. 1
Cap. 3
Cap. 5
Cap. 4
Cap. 6
Cap. 8
Cap. 7
Cap. 9

Capítulo 9

9.1. La Puerta Califal, un excelente catalizador para la historia antigua de Ceuta

Las excavaciones en la Puerta Califal de Ceuta han constituido, como reflejan las páginas de esta voluminosa monografía, un proceso braudeliano de longue durée. Efectivamente, han sido más de diez años invertidos -en el sentido etimológico más positivo de dicho término- en la recuperación de uno de los monumentos más atractivos del Patrimonio Histórico de Ceuta, al menos desde nuestra perspectiva (Bernal-Casasola, 2017). Un interés que radica en una doble faceta. En primer lugar, en su atractivo patrimonial, con evidencias arqueológicas soterradas dentro de una estructura laberíntica que atrapa al visitante. Su singular puesta en valor, dentro de las bóvedas de la Muralla Real, ha sido un auténtico reto para los arqueólogos y los arquitectos integrados en el proyecto. Por otra parte, en lo que atañe a estas páginas, por su trascendencia histórica al demostrar que el programa poliorcética de época portuguesa albergaba en su interior una riqueza patrimonial enorme, protegida y conservada por estas murallas, que se remontaba a los orígenes del poblamiento de Ceuta (Villada Paredes et al., 2007). Una década de estudios que, aunque pueda parecer un periodo dilatado en el tiempo, no lo es en absoluto ya que cubrir todos los pasos de la cadena patrimonial, protección, investigación, conservación y difusión, a los que hay que sumar en este caso el proceso de descubrimiento y “desparasitación”, es una tarea faraónica que cualquier profesional vinculado al Patrimonio Histórico conoce a la perfección.

La Puerta Califal es un yacimiento relevante también para la Historia Antigua de Ceuta sobre todo por dos motivos. El primero, porque ha permitido la exhumación de niveles estratigráficos y estructuras de época preislámica, algo totalmente insospechado  en esta zona de la ciudad norteafricana a inicios del s. XXI, cuando considerábamos que la construcción del Parque de Artillería y del Parador de Turismo, así como de todas las edificaciones aledañas en los años 60 del siglo pasado habían destruido casi por completo las evidencias arqueológicas en esta zona de la ciudad. Unas evidencias que solamente se conocían de manera epidérmica gracias a las “recuperaciones” de mobiliario arqueológico en su momento titánicamente lideradas por Juan Bravo (Bravo Pérez, 1968) y, especialmente, por C. Posac Mon (1962, 1998). Por el contrario, las excavaciones en la Puerta Califal han demostrado desde el año 2003 que bajo las propias edificaciones del Parador de Turismo La Muralla y en los rellenos internos de las bóvedas dieciochescas se conservaba una secuencia estratigráfica de mucho interés, fechada desde el Paleolítico hasta nuestros días. Ello ha provocado un cambio de paradigma para el estudio de las fases más antiguas de la Historia de Ceuta, demostrando la potencialidad arqueológica de esta zona oriental para este periodo en concreto y abriendo una línea de investigación que sigue activa en otros lugares, como en el Baluarte del Torreón (Villada Paredes & Bernal-Casasola, 2019). En segundo término, por la elevada diacronía de la secuencia, que abarca desde el origen de la presencia humana en Ceuta hasta nuestros días. En conclusión, en lo que respecta a época romana, tenemos en el entorno de las Murallas Reales encapsulada la totalidad del periodo de ocupación de Ceuta en la Antigüedad, desde las fases más antiguas en época de Juba II y el s. I d.C. a los horizontes bizantinos. Precisamente esta última parte de la secuencia es una de las novedades más importantes de los últimos años, puesta en evidencia gracias al estudio de los paramentos de las fortificaciones preislámicas exhumadas en la Puerta Califal (una síntesis actualizada en Bernal-Casasola & Villada Paredes, 2020 y en el capítulo 11 de esta obra).

(1) Estos trabajos se han realizado en el marco de desarrollo del proyecto de investigación GARVM III (PID2019- 108948RB-I00) del Plan Estatal de I+D+i del Gobierno de España/Feder; del proyecto ARQUEOSTRA (FEDER-UCA18-104415) cofinanciado  por el Programa Operativo FEDER 2014-2020 y por la Consejería de Economía, Conocimiento, Empresas y Universidad de la Junta de Andalucía; y ARQUEOFISH (P18-FR-1483) del Programa de Ayudas a la I+D+i del Plan Andaluz de Investigación,  Desarrollo e Innovación (PAIDI 2020); asimismo, es resultado del Convenio anual de Colaboración entre la Ciudad Autónoma de Ceuta y la Universidad de Cádiz para la ejecución de actividades arqueológicas (Proyectos Benzú y Septem, 2015-2019). Agradecemos muy sinceramente al Director de las campañas arqueológicas en la Puerta Califal, Fernando Villada Paredes,  habernos invitado en su momento a realizar el estudio de la fase romana y tardorromana de este singular yacimiento arqueológico norteafricano.

Es importante tener presente que la acertada denominación del yacimiento por la monumentalidad del acceso occidental a la ciudad en época de Abd al Raḥmān III, la “Puerta Califal” (Hita Ruiz & Villada Paredes, 2004 a y b; Villada Paredes & Gurriarán Daza, 2013), ha provocado que los estudios que se han realizado sobre materiales o estructuras procedentes de este yacimiento relativos a momentos anteriores al Medievo hayan obviado intencionalmente en sus respectivos títulos dicha nomenclatura para evitar confundir al lector (Bernal-Casasola et al., 2009, 2012; Villada Paredes et al., 2007), o hacen referencia directamente al binomio Parador de Turismo-Puerta Califal (Capelli et al. 2013). Es decir, que la trascendencia y repercusión científica de los hallazgos preislámicos de la Puerta Califal ha sido mucho mayor de lo que a priori podría parecer tras una exégesis historiográfica, como defenderemos en estas páginas.


Lo que encontrará el lector en este capítulo no es una síntesis de la Historia de Ceuta en época romana y tardoantigua, pues a ello se han dedicado esfuerzos en la última década, en los cuales se han incluido de manera epidérmica los hallazgos en la Puerta Califal (Bernal-Casasola, 2009, 2013; Bernal-Casasola & Villada Paredes, 2020; Villaverde Vega, 2001), sino que se realizará una interpretación de las principales evidencias arqueológicas de las cinco fases definidas en la secuencia preislámica de la Puerta Califal (Tabla 1).


Tabla 1. Puerta Califal. Fases de la secuencia preislámica

Son estas, en primer lugar, un horno alfarero y vestigios de actividades pesquero-conserveras en momentos coincidentes con la creación de la provincia Mauretania Tingitana (Fase I), de las cuales se han publicado algunos avances (Bernal-Casasola et al., 2009, 2012; Capelli et al., 2013). En segundo término, los indicios indirectos de actividades artesanales en la primera mitad del s. II d.C. (Fase II). Una tercera fase corresponde a la constatación de actuaciones edilicias de entidad en la segunda mitad de dicha centuria y a lo largo de toda la siguiente (Fase III). La Fase IV evidencia, de manera indirecta, una continuidad de la actividad pesquero-conservera entre el s. IV y justo antes de época vándala, aunque aparentemente respondiendo a parámetros no de carácter industrial (Fase IV, 300/325 – 500/525). Por último, la fase más tardía constatada corresponde a la reocupación bizantina del enclave, asociada a la construcción de la fortaleza justinianea y al uso de estas estructuras poliorcéticas bizantinas a lo largo de la segunda mitad del s. VI y del s. VII d.C. (Fase V).


9.2. Secuencia estratigráfica y horizontes de ocupación en la Puerta Califal: Entre Juba II y el imperio bizantino

Además, se incluyen datos inéditos de otros yacimientos romanos o tardorromanos cercanos, situados en la zona ístmica de Ceuta, para completar la visión sobre la economía y paleoambiente en época preislámica: tanto de las campañas en 1996 y 1998 en el Paseo de las Palmeras (PP), publicadas parcialmente (Bernal-Casasola & Pérez Rivera, 1999), como de la Plaza de África 3 (PA) (Bernal-Casasola, Sáez, et al., 2014c; Sáez et al., 2008) o de la c/ alcalde Victori Goñalons (AVG) (Villada Paredes & Suárez Padilla, 2007).


A continuación, se ofrece una síntesis de los resultados obtenidos por fases y de manera creciente atendiendo especialmente a la datación de cada uno de los periodos identificados.


9.2.1. Actividades alfareras y explotación de recursos marinos (fase I, 40 – 100 d.C.).

Presentamos en primer lugar la secuencia estratigráfica, con una selección de materiales datantes, que es la que permite dotar de cronología a esta primera fase de ocupación, muy antigua en relación a los contextos romanos habituales en Ceuta, generalmente del s. II d.C. en adelante.


Destacan de esta fase con claridad dos contextos mauretorromanos. De una parte, la secuencia inferior del sondeo 22 de la bóveda 9 (véase capítulo 4), a la cual se asocia una excepcional fosa con desechos haliéuticos (Bernal-Casasola et al., 2012). En segundo término, la construcción, uso y abandono del horno alfarero (HOR-001) documentado en el sondeo 10 (Bernal-Casasola et al., 2009). A ellos se suman los materiales recuperados en la colmatación del negativo de una atarjea excavada en las campañas del año 2005 (ATA 005) (Villada Paredes et al., 2007) y 2009 (sondeos 8 y 20) y algunos estratos deposicionales al oeste de la estancia A (Tabla 2). Aunque carecen de conexión estratigráfica, tendemos a pensar que todos ellos se relacionan con un mismo momento.


Tabla 2. Estratos asociados a la fase I de la secuencia preislámica de la Puerta Califal

En primer lugar, tras el análisis de estos contextos cerámicos, debemos destacar la carencia de restos anteriores a época julio-claudia en ninguno de los estratos analizados, ni residualmente ni en posición secundaria. Lo evidencia, por ejemplo, la total ausencia de indicadores tan claros como la cerámica de barniz negro, en contextos en los cuales la vajilla fina es muy abundante. Únicamente algunos restos de sílex –en algún caso retocados- plantean una posible frecuentación en la Prehistoria del entorno cercano (véase capítulo 8). Todo ello parece verificar con claridad la inexistencia en la zona excavada de ocupación previa durante otras etapas de la Antigüe dad, algo que cuadra bien con el conocimiento actual que tenemos respecto a la dinámica general de ocupación de la ciudad romana de Septem Fratres, con una manifiesta ausencia de restos arqueológicos de época mauritana. Este “sospechoso” vacío no deja de sorprender, conscientes de la existencia de múltiples evidencias de poblamiento prerromano en la cercana plaza de África (Villada Paredes et al., 2010) o de diversos yacimientos púnicos en la fachada mediterránea adyacente, desde Rio Negro I-Koudia Talâa y Sidi Abdeslam del Behar (Bernal-Casasola et al., 2015, pp. 248–249 y 138–140); a la importancia de la ciudad de Tamuda, con ceca propia y con una monumentalidad notable, activa desde aproximadamente el s. VI a.C. hasta la provincialización con Claudio (Bernal-Casasola, Raissouni, et al., 2014a; El Khayari, 1996; Tarradell i Mateu, 1960). La ausencia de ocupación en Ceuta en época mauritana/romano republicana ha sido considerada “un hiato difícil de entender” (Bernal-Casasola, 2013, pp. 12–15), por lo que pensamos que el futuro deparará novedades en este sentido, aunque, por el momento, no hay evidencia arqueológica alguna de este periodo, contextualizada estratigráficamente, en Ceuta.


Por su parte, el horno alfarero presenta una serie de estratos asociados que hemos dividido, a efectos interpretativos, en dos grupos. El primero está integrado por aquellos niveles excavados en el interior de la cámara de combustión del horno, cuya fiabilidad estratigráfica es total, sin posibilidad de interferencias (de antiguo a moderno las UU.EE. 40, 39, 37-38, 36, 34 y 33). El segundo está formado por una serie de estratos situados sobre la interfaz de rotura de sus paredes (U.E. 29) o en las inmediaciones de la piroestructura (UU.EE. 22=23 y 28), que parecen corresponderse con el mismo horizonte cronológico, aunque estratigráficamente podrían responder a actividades desarrolladas en la zona con cierta posterioridad.


Fig. 1. Planimetría con la ubicación del horno alfarero romano y de los contextos asociados, y sección NO-SE con la estratigrafía de colmatación del horno.

No obstante, la datación de la primera fase documen tada estratigráficamente del yacimiento se sitúa en época claudia/primo-flavia (40-80). En estos momen tos se produce la amortización del horno (HOR-001), que es la estructura que ha aportado más evidencias al respecto (figura 1). El estudio combinado de la vajilla fina de mesa aporta unas dataciones en torno a los años 40-70 para los estratos intermedios de relleno de la piroestructura (UU.EE. 34 y 36), contextos en los cuales predominan las sigilatas gálicas, sobre todo el servicio parópside 24/25 (figura 2, 1-7) y catinnus 18 (figura 2, 8-10), característico hasta época neroniana (a finales del reinado de este monarca suele cambiar por el servicio 27/15-17). Se incluyen algunos sellos de alfarero como dos del ruteno Silvanus (Hartley y Dickinson, 2011, die i 11i) sobre forma Drag. 24/25 (figura 2, 1-2). Este alfarero comienza su producción en la década de los 30 del s. I d.C. y su presencia en suelo ceutí ya está constatada (Posac, 1970 o Bustamante, 2011, 113 114). En estos estratos aparecen asimismo cerámicas de imitación del tipo Peñaflor (como un galbo de una Martínez I de la U.E. 34) que son propias de época ju lio-claudia, así como algunas sigilatas itálicas como la Conspectus 21.3 de la U.E. 34, una posible variante de una Conspectus 26 (figura 2, 12), un borde impreciso (figura 2, 11), un galbo de una copa con baquetón bu rilado y grafito epigráfico post-cocción [.]IILI[.] (figura 2, 13), así como un fondo de un plato con cartucho de sigillum ilegible (figura 2, 14). En estos niveles destaca, sobre todo, la ausencia de sigilatas hispánicas, de algunas formas de gálicas típicas de época flavia, como las Drag. 35 o 36 (Vernhet, 1976), o de cerámicas africanas (ARSW A), lo que aporta un terminus ante quem anterior al año 70.


De manera muy esporádica aparecen algunos materiales cerámicos, en posición secundaria, fechados en época anterior a la de las estructuras excavadas, como sucede con algunos elementos de TSI, como una pieza de la serie Conspectus 12 de la U.E. 29, típicamente augustea (ca. 15-10 a.C.), con una amplia representación en toda la zona; así como algunas ánforas, muy puntuales. Ello permite plantear la existencia de una ocupación en el entorno de la excavación realizada, no documentada in situ, que parece retrotraerse a época augustea intermedia o tardía (del cambio de Era al 14 d.C. circa).


Fig. 2. Selección de formas en TSG (1-7.- Drag. 24-25, dos de ellas con el sello Silvani; 8-10.- Drag. 18; 11.- Indet.; 12.- Conspectus 26; 13.- Indet.), en TSI (14.- forma indeterminada), en TSI (14.- forma indeterminada), además de fondos de vasos de paredes finas (15/260; 16/261) y lucernas (17/266; 18/267) procedentes de la U.E. 34.

Fig. 3. Ánforas del tipo Dressel 7/11 (1/272; 2/274; 3/277; 4/339), Beltrán II B A (5/280), Beltrán II A (6/279) y opercula en cerámica común (7/288; 8/322; 9/323) de la UE 34.

Fig. 4. Boca de Oberaden 74 (1/268), bordes (2/292; 3/393), asa (4/298) y fondo (5/345) de Dressel 20; bordes (6/290; 7/340) y asas (8/344; 9/296) de Haltern 70; y asa en ánfora del Guadalquivir, posible Dr. 20, con sello CIP (10/295) de la U.E. 34.

La continuidad superior de la secuencia aparece definida por una serie de estratos que, si bien colmatan directamente la cámara de combustión del horno, se diferencian de los anteriores porque también se proyectan fuera de su propia estructura (UU.EE. 29, 22=23 y 28). La cronología de los mismos pare ce situarse a finales de época flavia o principio de la dinastía antonina (90 circa), como define el contexto U.E. 22=23 (figura 6) con la presencia de Drag. 37 (figura 6, 1-2) en convivencia con formas Hisp. 37 (figura 6, 4-6) o recipientes cerrados en TSH (figura 6, 3). En estos momentos la predominancia de TSH es abrumadora, e incluso con formas ya consolida das (doce ejemplares de Hisp. 37 frente a una Hisp. 29, su precedente; así como ausencia de formas tempranas como la 24/25 frente al absoluto predominio de la forma 27). Por su parte, la U.E. 29 presenta un contenido material propio de época claudia (figura 7), con la presencia exclusiva de TSI (cálices, Conspectus 20.1 o 21.3), si bien su posición estratigráfica entre la 33 y la 22=33 no deja dudas sobre su mayor modernidad. En el caso de la U.E. 7, que constituye el nivel superior de relleno de los contextos haliéuti cos de la Bóveda 9 (figura 7) destaca la presencia de sigilatas gálicas del tipo Drag. 27b (figura 7, 1) así como un fondo indeterminado de la misma categoría (figura 7, 2). También aparece un borde apuntado de una posible variante de Hisp. 4 (figura 7, 8). Además, hay que unirles algunas piezas claramente residuales que inducen a pensar en remociones de sedimentos de épocas previas, como una copa del tipo Conspec tus 8 (figura 7, 3), un fondo de plato (figura 7, 7), un galbo con grafito epigráfico postcocción al interior [.]IV[.] (figura 7, 4) o un sigillum del alfarero pisano Zoilus (OCK, 2544, 57-58, cronología 5 a.C.-50 d.C.): ZOIL (retro) en cartela trifolia con rama fitomorfa (figura 7, 6).


A pesar de ello, la parte superior del relleno interior del horno –definido por la U.E. 33 (figura 5)- presenta una datación algo posterior, posiblemente, ya de época vespasianea (70-80), pues en ella aparece con mucha abundancia TSH de Tricio con algunas formas claramente diagnosticables de esta época como la Hisp. 27b (figura 5, 2). Aunque en esta U.E. continúa con abundancia la presencia de TSG, las formas constatadas apuntan más a la época flavia. Entre estas últimas destacan algunos fragmentos Drag. 37 con decoración metopada (figura 5, 5). Tradicionalmente, el inicio de esta forma se data en época neroniana (Ritterling, 1912, 231), sin embargo, su presencia en estos momentos primigenios es muy débil (Haalebos, Mees y Polak, 1991, 88). Se suman en este contexto estratigráfico también itálicas predominantes de los talleres de Arezzo (como una Conspectus 19, figura 5, 1), un fondo de copa (figura 5, 3) o un galbo de copa con baquetón burilado (fi gura 5, 4), lo que parece indicar que estamos en los momentos iniciales de la dinastía flavia, pues a partir del 80 la TSH es claramente predominante, y aquí están casi equilibradas (16 formas de TSH frente a 13 gálicas; para más datos sobre esta problemática ver Bustamante 2013, 209 y siguientes).


Las cerámicas de paredes finas se adecúan perfectamente a este panorama, como es el caso de las tazas de la forma Mayet 37 o 38 con decoración puntillera da al exterior, de posible factura bética (figura 2, 15, 16), fechadas tradicionalmente entre Claudio y Nerón, aunque en otros trabajos se datan entre el 20-80 d.C. (López Mullor, 2008, 369); o las lucernas (figura 2, 17-18), de tipo indeterminado pero debiendo corresponder a formas evolucionadas de la familia de las lucernas de volutas o de las primeras de disco.


Fig. 5. Formas de sigilata (1.- Conspectus 19; 2.- Hisp. 27; 3 y 4.- copas itálicas y 5.-Drag. 37) de la U.E. 33, junto a un ejemplar de paredes finas (6/171), dos bordes de ánforas del tipo Dressel 7/11 (7/182; 8/184), tapadera sobre pared de ánfora (9/196) y opercula sobre cerámica común (10/197; 11/198; 12/199).

En el caso del sondeo 20, los materiales de la U.E. 115 localizados bajo el pavimento SUE-011 (figura 9) son mayoritariamente formas en sigilata gálica entre las que destacan copas del tipo Drag. 24/25 (figura 11, 2-3, 6 y 8), Drag. 18 (figura 11, 1 y 7) y un galbo con un sigillum de difícil lectura LI[.] (retro) (figura 11, 4). Únicamente se constata una forma hispánica del tipo Hisp. 24/25 (figura 9, 5). La escasez de materiales y la mayoritaria concentración de formas gálicas del servicio Drag. 24/25 y 18, con la única excepción de una pieza en sigilata hispánica, concretamente una forma Hisp. 24/25 sin decoración burilada, apuntaría a los momentos muy iniciales de la época flavia.


Las restantes categorías vasculares parecen adecuar se a este mismo intervalo cronológico. Las ánforas documentadas son, mayoritariamente, de cuatro tipos: salsarias locales/regionales del tipo Dressel 7/11 (figura 3, 1-4; 5, 7-8; 6, 10; 8, 1-3) y Beltrán II A (figura 3, 6; 7, 9; 9, 9), que cuadran bien en unas fechas de la segunda mitad del s. I d.C., ya que, para las diversas familias de esta forma, se ha establecido un rango cronológico situado entre el 20 a.C (fechas iniciales de las Dr. 7 y Dr. 10) y el 100 d.C., datación terminal que se considera el límite para casi todas las formas, menos para la Dr. 9 o la Dr. 10 que respectivamente habrían dejado de ser producidas una o dos décadas antes, respectivamente2. También es interesante recordar la documentación de Beltrán II A, fechadas entre el 15-25/150 d.C., en porcentajes claramente minoritarios (figura 3, 6; 9, 10); así como algunas ánforas con la boca muy acampanada y el borde exvasado (figura 3, 5; 7, 9; 9, 9) que podrían corresponderse con las variantes iniciales (A) de las Beltrán II B, forma cuya producción se estima entre el 50-225 d.C., por lo que su datación es coherente en relación a los demás elementos documentados en estos contextos cerámicos. Han aparecido además multitud de Haltern 70 para derivados vínicos (fi gura 4, 6-9; 6, 11; 8, 4), que desde época augustea perduran hasta momentos flavios (Carreras et al. 2003, 23-32), marcando por todo ello una cronología ante quem. También Dressel 20 olearias manufactu radas en el Valle del Guadalquivir, zona esta última de la cual procedían muchos de los productos –vino y aceite- importados, casi monopolizando el registro. Por su parte, los escasos bordes de Dr. 20 diagnosti cables remiten a la variante característica de época julio-claudia (30-70), caracterizada por un escaso desarrollo de la acanaladura de la pared interior (figura 4, 2-3), aunque otros presentan estilizaciones y un desarrollo propio ya de momentos flavio-trajaneos (U.E. 23/83). Desgraciadamente la datación del sello CIP en el asa de un ánfora con pasta del Valle del Guadalquivir de tipología indeterminada -posible Dr. 20- (figura 4, 10) es imprecisa, relacionándose con CI.P aparecido en el Golfo de Fos sobre una Dr. 20 (Étienne y Mayet, 2004, 156, nº 649; CEIPAC 10112; Carreras et al. 2003, 51-69), conociéndose también el mismo sello siempre en Dr. 20 bética considerado una abreviatura de trianomina -C. I() P() (Berni, 2008, 564, nº 343).


Solamente se han detectado importaciones muy puntuales de otras áreas como las VC 1 posiblemente de la Bahía de Algeciras (figura 8, 5), cuya constatación en Septem Fratres es relevante, ya que se trata de una forma de cuya localización no teníamos constancia hasta la fecha de fuera de los contextos de producción a excepción de estos hallazgos en la otra orilla del estrecho de Gibraltar (Bernal-Casasola, 2016, UE 71 de la Puerta Califal); Dressel 2/4 vinarias, quizás itálicas pero no vesubianas, ilustradas por un ejemplar aislado de la U.E. 28, las cuales cuadran bien con la presencia continua pero muy reducida porcentualmente en el ámbito del estrecho de Gibraltar a partir de época de Augusto (Bernal-Casasola, García y Sáez, 2013); y una posible Oberaden 74 procedente de la Tarraconense (figura 4, 1), de pasta roja con múltiples inclusiones cuarcíticas, cuya datación se sitúa entre el 30 a.C. y el 60 d.C. (González Cesteros y Carreras, 2016), cuadrando bien con la secuencia de la Puerta Califal. Parece que en los vertidos deposicionales más antiguos no comparecen las Beltrán II A, las cuales sí están presentes en la parte alta de relleno del horno (UU.EE. 34 y 33).


(2) Para las dataciones de las ánforas salsarias béticas remitimos al Catálogo de Ánforas hispanorromanas del Laboratorio Virtual Amphorae ex Hispania (http://amphorae.icac.cat/amphorae) en el cual se consideran estas fechas para los diversos  tipos: -20/90-100 (Dressel 7); 1-100 (Dressel 8), 40-90 (Dressel 9), -20/80-85 (Dressel 10) y 50/100 (Dressel 11).

Fig. 6. Selección de formas en TSG de la UE 22 (1.2.- Drag. 37; 3.- jarra en TSH; 4-6.- Hisp. 37), además de paredes finas (7/48; 9/49), una lucerna (8/50) y bordes de ánforas del tipo Dressel 7/11 (10/52) y Haltern 70 (11/53).

Fig. 7. Selección de formas de TS de la U.E. 7 (1.- Drag. 27; 2.- fondo gálico Indet.; 3.- TSI Indet.; 4, 7.- plato en TSI; 5.- plato en TSI; 6.- sello Zoilus; 8.- posible variante Hisp. 4), además de ánforas del tipo Beltrán IIA (9/s/n; 10/12).

Por su parte, los estratos (UU.EE. 4=7, 29 y 30) del sondeo 22 en la bóveda 9 se sitúan en un ambiente material similar, no presentando los contextos cerámicos ni tanta variedad y calidad de materiales para precisar; pero tampoco, por el contrario, ningún elemento anómalo que induzca a plantear una datación discordante respecto a los rellenos de colmatación del horno alfarero. Así se puede confirmar en el conjunto de sigilatas itálicas y gálicas (ilustrado en la figura 7), donde se incluye un sello del pisano Zoilus en TSI datado entre el 5 a.C.-50 d.C. (figura 7, 1-7); y en un contexto anfórico en el cual de nuevo alternan las ánforas de garum del tipo Beltrán II A (figura 7, 8-9) con las Dressel 7/11 (figura 8, 1-3), además de la ya citada Venta del Carmen I (figura 8, 5); junto a una Haltern 70 en la U.E. 29 (figura 8, 4).


Desgraciadamente las dos únicas monedas aparecidas en estos contextos son frustras, aunque por módulo una debe tratarse de un as y la segunda un posible semis, siendo quizás la primera de Claudio I, aunque con dudas.


En cualquier caso coexisten en casi todos los estratos las cuatro formas anfóricas mayoritarias anteriormente comentadas.


Asimismo, incluimos en esta fase tres estratos localizados en el sondeo 20, al oeste del ambiente A (U.E. 115, 121 y 122), en los cuales el contexto material aparece definido por la presencia de TSH y TSG, de las formas Hisp. 24/25, Drag. 24/25 o Drag. 18 (figura 9, 1-8); junto a cerámicas de paredes finas, algunas africanas de cocina –quizás intrusiones de los estratos superiores, por su carácter puntual- y un repertorio anfórico muy similar al de los estratos incluidos en esta fase: Dressel 7/11, Beltrán II A, Beltrán II B A y Haltern 70 (figura 9, 9-11).


La valoración cronológica que podemos hacer para esta Fase I es situarla entre época claudio-neroniana y primo-flavia, es decir entre los años 40 y 100 d.C. A ello contribuyen especialmente la datación de las sigilatas, bien fechadas en la segunda mitad del s. I d.C.; y teniendo en cuenta el terminus antequem definido por la total ausencia de cerámicas africanas (ARSW A, africanas de cocina y lucernas), cuya llegada a los mercados acontece a partir del 80/90 (Hayes, 1972, 33-35) o del 90-100 (AA.VV., 1981, 26-27). El horno alfarero habría sido amortizado posiblemente en los años 40-60, siguiendo la actividad en el entorno durante dos generaciones más (hasta el 100 circa). En principio esta cronología cuadra grosso modo con la Fase I de la seriación propuesta en las primeras compañas en el lugar centrada con exclusividad en época flavia (Villada, Suárez y Bravo, 2007), aunque habría que retrotraer algunas décadas el inicio de la actividad.


Interesante es también la perspectiva que aporta la valoración global del contexto cerámico, en relación a la funcionalidad de los espacios. Hemos procedido a realizar únicamente la cuantificación de un contexto que nos parece muy expresivo de la realidad económica y comercial acontecida en la Puerta Califal en la segunda mitad del s. I d.C.: los rellenos interiores del horno (HOR-001) que, además de no presentar intrusiones posteriores constituyen en su conjunto un total cercano al medio millar de individuos (494 exactamente), por lo que estadísticamente sí lo podemos considerar como significativo (tabla 3). En estos ambientes el material más abundante son las cerámicas comunes, que alcanzan el 58,3% del total (288 Número Mínimo de Individuos, a partir de ahora NMI): de ellas resultan especialmente significativos los opercula, normalmente retallados sobre paredes de comunes -y raramente en fragmentos de ánforas- o bien realizados ex profeso, con su característico apéndice de aprehensión macizo (figura 3, 7-9; 5, 9-12). Estos tapones cerámicos, que constituyen aproximadamente el 80% del total de la cerámica común recuperada, indican las tareas de envasado en estas instalaciones de época romana, y constituyen por ello un argumento indirecto más que verifica el carácter haliéutico de estas instalaciones artesanales. A continuación, la categoría más representada son las ánforas de transporte, con el 19,3 % (95 NMI): de ellas destacan sobre todo las ánforas de garum locales/regionales (77, 8% del total de ánforas), con un predominio de las Dressel 7-11 (47,3%), cifra que se elevaría bastante si tuviésemos en cuenta las salsarias indeterminadas (21%), la mayor parte de las cuales han de corresponder a esta familia. Su predominio porcentual es propio de contextos no muy tardíos del s. I d.C. Tras ellas destacan las importaciones de defrutum/sapa -mostos de uva termoalterados, usados como conservantes de alimentos- envasados en las Haltern 70 (13,7%), seguidas de lejos por las olearias Dressel 20 (6,3%). Estos hallazgos conjuntos (Haltern 70 y Dressel 20) verifican la importancia del comercio de esta zona extremo occidental de la costa tingitana con el Valle del Guadalquivir, que constituye la zona geográfica más importante de suministro de importaciones, tras, posiblemente, la costa de Baetica. Conocemos datos dispersos en Ceuta, como algunos materiales de procedencia subacuática, que verifican que el tránsito de cargamentos del Valle del Guadalquivir por estas aguas debió ser una constante desde, al menos, época tardorrepublicana (Bernal-Casasola, Pecci y Sáez, 2019).


(3) Procedentes en ambos casos de la U.E. 22; la primera con peso 7,78 gr y 28,18 mm de módulo; y la segunda con. 4,82 gr de peso y 23,83 mm de módulo, quizás con un caballo con cabeza vuelta en el reverso; Agradecemos la catalogación de estas piezas a D. J.M. López Eliso.

Fig. 8. Dressel 7/11 (1/10; 2/11; 3/14) y Venta del Carmen o VC I (5/13) de la U.E. 7; además de una Haltern 70 (4/786) de la UE 29.

Fig. 9. Selección del contexto cerámico de la U.E. 115: terra sigillata gálica (1 y 7.- Drag. 18; 2-3, 6 y 8.- Drag. 24/25; 4.- galbo; 5.- Hisp. 24/25) y ánforas del tipo Beltrán IIBA (9/608), Beltrán IIA (10/614) y Dressel 7/11 (11/613).

Completan el panorama algunos productos de calidad, como los vinos de la tarraconense (envasados en Oberaden 74) o los caldos itálicos (Dressel 2/4). El elevado porcentaje de ánforas verifica dos cosas: tanto el carácter comercial del enclave romano de la Puerta Califal como su vinculación con las actividades pesquero-conserveras, si atendemos específicamente a la preponderancia de ánforas salazoneras. Por último, destacar el porcentaje nada desdeñable de sigilatas (19%), cerámicas de paredes finas (2,4%) y lucernas (1%), las cuales indican que estas instalaciones artesanales gozaban de ambientes de hábitat en las inmediaciones o de otras estructuras arquitectónicas cuya funcionalidad no es posible verificar por el momento.


Tabla 3. Cuantificación de los niveles altoimperiales de relleno del horno HOR-001 (en NMI).

En relación a la valoración histórica parece evidente que la colmatación de la estructura alfarera se produce en los momentos en los cuales se acababa de crear la nueva provincia Mauretania Tingitana en la época del emperador Claudio (inicios de la década de los 40 del s. I), tras el asesinato del último rey mauritano por Calígula. En estas fechas se abandona el horno (años 40-60), aunque no es posible determinar –al contar únicamente con la secuencia de abandono que no de construcción- si el mismo fue construido antes (en época augustea, teniendo presentes las TSI residuales de dicha época o algunas ánforas como las Dressel arcaicas o las Haltern 70 augusteo/tiberianas) o si fue resultado de la conquista y de las mejoras instauradas por Claudio, perdurando única mente en uso unas décadas.


La importancia de este horno viene determinada por su vinculación con la alfarería (figura 10), actividad claramente derivada tanto de su propia tipología (Bernal-Casasola et al. 2009) como de la rubefacción de las paredes, que indica una alta temperatura alcanzada. Los defectos de cocción, aunque no muy abundantes en relación a otros contextos alfareros (apenas una veintena de fragmentos, lo que indica que los testares se encuentran en otra zona), ratifican que en estos talle 1 43 1 9 1 13 6 1 1 1 20 res –que no en dicho horno, pues los mismos proceden de estratos de amortización del mismo- se fabricaron tanto ánforas como materiales constructivos latericios. Entre las primeras destaca una pieza procedente del interior del horno (U.E. 34) totalmente deformada, que por el grosor de la pared y el borde derretido permite identificarlo con un ánfora, aunque no es posible determinar con seguridad si se corresponde con una Dressel 7/11 o bien una Beltrán II A (figura 11, 1). Asimismo, su presencia en el interior de la estructura de combustión permite indirectamente plantear la más que probable existencia de otros hornos en las inmediaciones, que debieron generar los desechos de cocción identificados entre los rellenos del HOR-001. Es por otro lado lógica la existencia de más de un horno en una figlina productora de ánforas, por lo que en futuras excavaciones en las inmediaciones es más que probable que aparezcan otros fornaces. Se han recuperado otros fragmentos de defectos de cocción de ánforas en otros estratos (U.E. 71 y 120; figura 13, 8), aunque poco expresivos. También podemos verificar que con seguridad se fabricaron ímbrices, como confirma un ejemplar casi completo de la limpieza de la canalización que amortizaba la piroestructura (figura 11, 2); y un fragmento procedente del sondeo 22 en la bóveda 9, inicialmente interpretado como una pared de ánfora (figura 11, 3), pero cuyo engrosamiento irregular al exterior del borde, de trayectoria también irregular permite más bien considerarlo como un ímbrice. Un tercer fragmento de imbrex fue recuperado en la limpieza de la confluencia de la canalización (ATA 005/ATA 006), presentando su pared con una inusual curva resultado del fundido de la pasta cerámica (figura 11, 4). Algunos de ellos fueron recuperados en estratos con materiales de época imperial avanzada (Figura 11, 2 y 4; 13, 8), si bien al encontrarse el horno en las inmediaciones consideramos que deben proceder de la remoción de los estratos de relleno del mismo cuando se construyó la posterior infraestructura hidráulica.


Fig. 10. Detalles del proceso de excavación del horno alfarero altoimperial HOR-001.

Fig. 11. Defectos de cocción de cerámica romana documentados en la Puerta Califal (1.- Fragmento de ánfora, U.E. 34/325; 2.- ímbrice, U.E. limpieza canalización/714; 3.- posible ímbrice, U.E. Bóveda 7/24; 4.- Ímbrice, U.E. limpieza confluencia canalización/731).

Asimismo, y durante esta fase ha sido posible documentar una importante actividad haliéutica en el yacimiento, destinada al procesado de los recursos del mar. En estos momentos la presencia de ictiofauna y malacofauna es abundantísima en prácticamente todos los estratos excavados, destacando una bolsada con bacoretas y atunes despiezados en el sondeo 22 y en la U.E. 33, el último de los rellenos interiores del horno (Bernal-Casasola et al. 2012). Precisamente este hallazgo denota que las actividades extractivas realizadas en la PC en la segunda mitad del siglo I d.C. superaron una pesca subsistencial, y que estuvieron orientadas a la elaboración artesanal de carne salada de pescado –salsamenta- y salsas de todo tipo –garum y derivados- con una finalidad industrial y comercial. Es decir, aunque no hayan aparecido otros indicadores concluyentes –como piletas de salazón de pescado-, las evidencias ícticas recuperadas permiten concluir que en esta zona estuvieron a pleno funcionamiento una serie de cetariae o factorías de salazón activas desde estos momentos. La presencia de instrumental pesquero (como un anzuelo en la U.E. 23 o dos ejemplares de la U.E. 34, todos ellos broncíneos) verifica adicionalmente la ejecución de actividades pesqueras en estos momentos, aunque no han sido recuperadas evidencias de las redes de tiro y vista que debieron ser utilizadas por estas comunidades mauretorromanas. Sobre ambos aspectos volveremos más adelante en este mismo capítulo.


La presencia de un horno alfarero es de gran importancia para la Ceuta romana, constituyendo las primeras evidencias firmes de producción alfarera en este asentamiento africano del Estrecho durante el Alto Imperio, de lo cual hasta la fecha únicamente contábamos con indicios inéditos (bolsada rubefactada en el control arqueológico acometido durante la reforma del Ángulo de San Pablo). En segundo término, es uno de los escasísimos alfares de toda la Tingitana, pues de los otros once ejemplos conocidos en todo Marruecos –Tamuda, Assilah, Alcazarquivir, Oued Riahi, Granja Prior o Sala- solamente en cuatro ocasiones se cuenta con hornos alfareros –Dhar Aseqfane, Gandori-Tánger, Thamusida y Volúbilis- (Díaz, 2011, 577, tabla 4), a lo que debemos sumar el horno alfarero mauritano de Tamuda, reconvertido en calera en época romana y excavado en el año 2012 (Bernal-Casasola et al. 2014 a). Es decir que constituye el sexto yacimiento en toda la provincia romana en el cual han aparecido hornos alfareros y el único junto al de Thamusida en el cual se ha verificado la manufactura de ánforas salazoneras, pues las otras atribuciones propuestas son dudosas o pendientes de verificación, como demuestran los últimos trabajos publicados. Es importante recordar aquí el detallado estudio mineralo-petrográfico y físico-químico de caracterización de las pastas cerámicas de esta figlina (Capelli et al. 2013).


Un planteamiento lógico es que el horno hubiese servido para nutrir de envases a la industria conservera, y aunque carecemos de evidencias concluyentes por la limitación del área excavada para valorar cómo se articularon los espacios productivos dependientes de ambas actividades (alfarera y conservera), la posibilidad más factible es que los hornos hubiesen estado situados en las inmediaciones de las cetariae, como verifican muchos ejemplos como los de la Bahía de Algeciras –Villa Victoria, en el suburbium de Carteia, dotado de una pequeña cetaria y una gran figlina- (Roldán y Bernal-Casasola, 2015); o especialmente los del litoral malacitano, con casos tan significativos como la Finca del Secretario (Fuengirola), una villa que combina la actividad alfarera y pesquero-conservera (Villaseca e Hiraldo, 1993). Ante la total ausencia de evidencias alfareras en épocas posteriores a la Fase I no es posible valorar con claridad que sucedió en esta zona occidental del istmo a partir de entonces y cómo se articularon las dependencias fabriles a lo largo de la totalidad de época imperial.


Por último, debemos citar la localización de un ladrillo de concameratio (U.E. 33), posiblemente relacionado con un edificio termal, aunque su carácter aislado induce a la prudencia; y destacar la frecuencia de materiales de hierro y bronce en la mayor parte de los estratos excavados, posiblemente restos de utillaje industrial (son muy abundantes los clavos, quizás usados en las estructuras de madera de las instalaciones o en cajas usadas en las actividades cotidianas de la industria conservera).


Todos estos hallazgos ratifican la importancia patrimonial del Parador de Turismo y su gran potencialidad para futuras investigaciones de la fase inicial romana, ya que sabemos que las únicas evidencias arqueológicas de la Ceuta romana anteriores al s. II se sitúan exclusivamente en esta zona y que las primeras contextualizadas estratigráficamente son precisamente las exhumadas en la Puerta Califal, limitándose las informaciones anteriores a recuperaciones antiguas o a hallazgos casuales en obras. Recientemente han sido localizados en la calle Jáudenes nuevos restos de cetariae para los que se ha propuesto su construcción también en el siglo I d.C. (Pérez Rivera & Nogueras Vega, 2019).


Toda esta zona sufrió una importante remodelación en la segunda mitad del s. I d.C., fechas en las cuales se abandonaron las estructuras constructivas (HOR-001) y se reutilizaron como áreas de vertedero.


 9.2.2. Área de vertedero artesanal en época antonina (fase II, 100-150)

Del s. II d.C. son escasas las evidencias documentadas en las excavaciones de las campañas de 2008 y 2009, si bien las aparecidas con anterioridad (2003 y 2005) son lo suficientemente significativas como para confirmar la continuidad ocupacional del yacimiento en estos momentos.


Podemos situar también ahora diversos rellenos deposicionales aparecidos en la campaña de 2005 en toda la zona excavada del sondeo 7, con una potencia superior a un metro, y que permiten confirmar que toda esta zona se siguió utilizando como área de vertedero (Villada, Suárez y Bravo, 2007, 497, figs. 17 y 18). En estos estratos la presencia de sigilatas africanas de la producción A, conjuntamente con sigilatas clásicas aboga por su datación a lo largo de la primera mitad del s. II. A continuación, y sobre los niveles de vertedero se detectó la construcción de una pequeña conducción de tubuli machihembrados, bajo una pavimentación de tierra batida. Los excavadores relacionan este suelo y la canalización con la estructura circular anteriormente comentada, fechando el abandono de toda esta fase por analogía con el de la estructura hidráulica anterior en el s. III (Villada, Suárez y Bravo, 2007, 497).


Se trata de la denominada Fase II de la campaña del 2003, fechada en la segunda mitad del s. II por las diversas importaciones de cerámicas africanas de cocina. A esta fase se asoció la construcción de una estructura circular impermeabilizada al interior, de reducidas dimensiones, en la cual desaguaba una canalización cubierta con tégulas (Villada, Suárez y Bravo, 2007, 494). El contexto cerámico del depósito DEP 001, especialmente por la presencia de ARSW C en su interior –forma Lamboglia 40- permitió fechar su abandono en momentos avanzados de la primera mitad del s. III d.C. (Villada, Suárez y Bravo, 2007, 496).


Consideramos que es probable que se trate de dos fases netamente diferenciadas, pues no hay evidencia alguna de que los niveles deposicionales hubiesen sido generados intencionalmente para permitir la construcción de las mencionadas estructuras hidráulicas; sino que por el contrario, el contenido de los mismos es heterogéneo y posiblemente procedente de actividades haliéuticas en las inmediaciones, como se desprende del elevado porcentaje de fauna marina en ellos y de las abundantes ánforas salazoneras. Se trata de paquetes sedimentarios cuyo contenido material es prácticamente idéntico al de la fase precedente, denotando la continuidad del uso de la zona como área de vertidos de actividades pesqueras, aunque con un cambio topográfico significativo, pues se amortizaron las estructuras precedentes.


Los contextos materiales estudiados de las campañas de 2008-2009 son muy reducidos: de una parte, la U.E. 100, que constituye uno de los estratos situados sobre el horno alfarero HOR-001, al cual amortiza y que podemos considerar uno de los niveles de vertedero situados sobre la piroestructura tras su abandono. En este estrato siguen documentándose sigilatas clásicas, concretamente un galbo de un cáliz de la variante R. 5 en sigilata itálica, con decoración de líneas de ovas y lengüeta lateral (figura 12, 4), un pie moldurado de una forma Drag. 30 en sigilata gálica (figura 12, 3), un borde de Hisp. 24/25 con decoración burilada (figura 12, 2) así como un borde de una Hisp. 27 (figura 12, 1), algunas de ellas claramente residuales. No obstante, predominan porcentualmente las formas de ARSW A, aunque muy fragmentadas y todas ellas de tipo indeterminado. Por su parte, la abundancia de las africanas de cocina deja pocas dudas sobre su datación en pleno s. II. Destacan los platos tapadera de diversa tipología, tanto de borde indistinto del tipo Hayes 196 (Figura 12, 5-6), característicos desde el s. II d.C. (Bonifay, 2004, 226); como con remate engrosado asociables a la forma Hayes 195 (figura 12, 7-8), conocidos desde finales del s. II o inicios del s. III en adelante (Bonifay, 2004, 227). Además, contamos con alguna cazuela relacionable con variantes tempranas de la forma Hayes 197 (figura 12, 9), conocidas en los mercados desde momentos muy avanzados de la segunda centuria (Hayes 1972, 209; Bonifay 2004, 225); a la cual se une otra cazuela afín a la forma Hayes 183 (figura 12, 10), fechada a partir de poca antoniniana avanzada también (Bonifay, 2004, 227-229). Completan el repertorio algunas ánforas salsarias béticas Beltrán II A o VC I que abogan por un momento no muy tardío dentro de este intervalo.


Fig. 12. Selección de mobiliario de la U.E. 100 (1.- Hisp. 27; 2.- Hisp. 24/25; 3.- Drag. 30; 4.- R. 5); 5-8.- 100/401, 402, 404, 405, opercula en africana de cocina; 9-10.- 100/400, 399 cazuelas en africana de cocina).

Fig. 13.Selección de mobiliario de la U.E. 71 (1.- Fondo de ARSW A/484; 2.- lucerna de volutas/491; 3, 5.- opercula de africana de cocina/532, 536; 4.- Cuenco de africana de cocina/483; 6.- Beltrán IIB/493; 7.- Venta del Carmen I/499; 8-17.- paredes de ánfora con defectos de cocción).

Por su parte, contamos con las UU.EE. 71 y 73, que constituyen niveles de vertido sobre los cuales se construye la canalización ATA-007, alterándolos. La U.E. 71 muestra un contenido en vajilla fina con un predominio de las formas de TSH (22 individuos) sobre las de ARSW A (14), con una presencia abrumadora de cerámicas comunes (735 individuos), escasas ánforas (dos Beltrán IIA, una Haltern 70 y una VC I, posiblemente residuales) y algunas africanas de cocina (4). Las sigilatas africanas están muy fragmentadas, existiendo algún fondo relacionable con las primeras formas -Hayes 6, 8 o 9, sin posibilidad de ulteriores precisiones- (figura 13, 1). Entre las africanas de cocina contamos con fuentes de tipo Hayes 181/Lamboglia 9 A (figura 13, 4), propias de la segunda mitad del s. II o de la primera mitad del s. III según las dataciones tradicionales (Hayes, 1972, 200-201; AA.VV., 1981, 32), aunque se han propuesto variantes de bordes finos y apuntados –Hayes 181, variante A-, como las nuestras, que se sitúan entre finales del s. I y a lo largo de la primera mitad del s. II (Bonifay, 2004, 214). O platos/tapadera de la forma Hayes 196 (figura 13, 3, 5), propios desde mediados del s. II a mediados del s. III (Hayes, 1972, 209), si bien algunos ejemplares con bordes no muy engrosados se comienzan a documentar antes (Bonifay, 2004, 227). Da la impresión de que buena parte del contenido de este estrato es residual, como las lucernas de volutas (figura 13, 2) o las ánforas del tipo Venta del Carmen I (figura 13, 7), incluyendo algunos defectos de cocción anfóricos, posiblemente de la fase precedente (figura 13, 8). Aunque otras como las Beltrán II B (figura 13, 6) sí parecen sincrónicas a estos momentos. Por su parte, la U.E. 73 muestra un contenido similar (39 individuos de común y 7 ánforas), si bien en este caso la ausencia de vajilla no permite precisar con claridad su datación, limitada a su situación estratigráfica.


Especialmente significativa es la abundancia de restos de trabajo del metal. Por una parte, en la U.E. 071 se documentó un conjunto de diecisiete escorias o escorias/crisoles de hierro (figura 14, 1-4), así como una serie de artefactos férricos muy deformados, relacionables con utillaje diverso de difícil interpretación funcional por su fragmentariedad. En la U.E. 100 también apareció un crisol metálico y diez escorias, la mayor parte asociadas con claridad a residuos férricos -algunas tal vez relacionables con vidrio, algo a verificar en futuros estudios-, que confirman la importancia del trabajo del metal en las inmediaciones cuando se produjeron estas descargas. También encontramos otras en la fase precedente (figura 14, 5), por lo que los trabajos de herrería o forja debieron ser frecuentes a lo largo de toda la vida del asentamiento.


La interpretación funcional que podemos hacer para esta fase es de carácter continuista, pues advertimos que toda la zona sigue siendo objeto de deposiciones similares a lo largo de varias décadas, al menos hasta mediados del s. II d.C., con residuos procedentes de actividades artesanales heterogéneas.


Especialmente significativa nos parece la continuidad de la aparición de abundante fauna y malacofauna en todos los estratos analizados, sobre todo en la U.E. 71, la cual aboga por un mantenimiento de las actividades pesqueras durante dicho período. El elevado porcentaje de ánforas también es indicativo, remitiendo posiblemente a la persistencia de las actividades conserveras en las inmediaciones, de las cuales no han quedado evidencias más tangibles en el área excavada.


No es posible confirmar la continuidad de la actividad alfarera en la zona, ya que el único fragmento cerámico aparecido con defecto de cocción puede ser residual y proceder de la fase anterior, como buena parte de las cerámicas, que también son residuales.


Fig. 14. Restos de escorias y posibles crisoles metálicos de la U.E. 71 (1-5), y escoria metálica de la U.E. 33 (6).

Fig. 15.Detalles de la canalización con tubuli y de la estructura circular conectada con la canalización.

Por el contrario, sí consideramos de especial interés la elevada presencia de escorias de actividad metalúrgica, aparentemente solo de fragua/herrería, de lo cual se deduciría la existencia en la zona en pleno s. II de talleres de reparación de metal, hierro posiblemente. Este tipo de actividad pudo ser perfectamente complementaria con un contexto haliéutico, en el cual la cantidad de utillaje metálico requiere su coti diana reparación y la elaboración de herramientas de diversa naturaleza. La cantidad de residuos no es tan alta como para pensar en actividades metalúrgicas que excedan un autoabastecimiento del propio yacimiento en actividades artesanales de reparación y/o configuración de instrumental. En Ceuta se conocen evidencias indirectas de fraguas o herrerías gracias al hallazgo de escorias en niveles de época bizantina (Bernal-Casasola, 2007) y medieval (Pérez Macías et al. 2017), tratándose de aspectos de gran interés a desarrollar en el futuro.


También es destacable la elevada presencia de cerámicas comunes, mucho más abundantes que en momentos precedentes, lo cual induce a pensar en un cambio en las actividades realizadas o en residuos procedentes de artesanías que no somos capaces de interpretar arqueológicamente.


Aunque carezcamos de evidencias directas, es muy probable la continuidad de las actividades pesquero-conserveras en la zona en época antonina, sobre todo por la presencia de los citados recursos marinos y las abundantes ánforas, complementarias con la posible reinstalación en la misma de las herrerías y de otras actividades. No olvidemos que precisamente en estos momentos es cuando se construyó el gran complejo fabril de la c/Gran Vía – Paseo de las Palmeras, lo que pudo conllevar el traslado de los saladeros hacia el este y el cambio de actividad industrial en esta zona, que seguiría dependiendo de la actividad conservera, acogiendo otros elementos del ciclo productivo.


El inicio de esta fase es problemático, ya que no se han documentado niveles constructivos asociados directamente a las nuevas estructuras edilicias, las cuales se edificaron directamente sobre los niveles deposicionales del s. II, según los excavadores. Es muy probable que algunos de los estratos de la fase precedente, fechados en la primera mitad del s. II pero con un elevado contenido material del s. I, como la U.E. 71, se correspondan en realidad con la remodelación del substrato infrayacente para la construcción de las estructuras, lo que justificaría la presencia de algunos materiales de la época (s. II avanzado) en un contexto material relacionable tipo lógicamente con los estratos precedentes.


 9.2.3. Reurbanización del área occidental del istmo (fase III, 150-300/325)


En estos momentos imprecisos del s. II se habría producido la erección de la ya citada canalización de tubuli (ATA-004), además de la estructura circular (DEP-001) revestida del paramento impermeabilizante con la canalización asociada del Ambiente A (= 80; figura 15).


Desde un punto de vista funcional, ninguna de las estructuras aparecidas aporta información conclusiva sobre su utilidad, más allá de permitir la interpretación de la zona como un área de evacuación hídrica en dirección N – S. En los enclaves conserveros la presencia de agua es fundamental, y en las estructuras sincrónicas del paseo de las Palmeras la abundancia de atarjeas asociadas a la factoría conservera es una realidad (Bernal-Casasola y Pérez, 1999, 36-43). Es decir, su presencia ni confirma ni excluye una continuidad o cambio en el uso de las instalaciones en dichos momentos. Respecto a la estructura circular (DEP-001) su interpretación no es sencilla, ya que su escaso diámetro y su fondo de obra no permiten su relación con un pozo. Tampoco hay evidencias de que se trate del decantador de una cisterna, por lo que su interpretación es compleja y, aunque evidentemente forma parte de un ingenio hídrico, su parte superior se encontraba mucho más alta. Lo que sí resulta de gran interés es que todas las estructuras localizadas son negativas, y constituyen buenos indicadores de la notable elevación del nivel de tránsito en la zona en el s. II, al menos un metro superior al de las fases precedentes. Un buen paralelo para ellas son las estructuras hídricas del taller alfarero de Illa Fradera en Baetulo, sincrónicas a las de Ceuta, pues se trata de canales realizados con material constructivo latericio interconectados por arquetas circulares de decantación, como en Ceuta, asociados en dicho caso a grandes balsas de decantación de arcilla (Padrós et al. 2013, 450, fig. 9).


Tabla 4. Selección de estratos asociados a la Fase III de la secuencia preislámica de la Puerta Califal.

Una vez más la elevada presencia de ictiofauna y malacofauna en los estratos de abandono (U.E. 70, 75, 76, 79), sobre lo cual volveremos al final del capítulo, constituye un indicio de la continuidad de las actividades haliéuticas en estos momentos. Sí es de gran interés la presencia de dos escorias de hierro en la U.E. 75 y un crisol en la U.E. 76, que permiten plantear la continuidad de las actividades de forja hasta el final de esta fase. Únicamente dos elementos no son concordantes con ambientes de carácter fabril (tesela blanca de mosaico de la U.E. 75 y fragmento de placa de mármol de la U.E. 79), aunque su carácter puntual tampoco permite ulteriores inferencias, quizás procedan de ámbitos de las fábricas mejor tratados desde un punto de vista edilicio. En este contexto conviene traer a colación los hallazgos de varios sillares con semicolumnas localizados en el cercano Baluarte de la Bandera, reutilizados en las estructuras defensivas fechadas a finales del s. II o inicios del s. III, los cuales alertan sobre la existencia de posibles edificaciones públicas en las inmediaciones (Bernal-Casasola et al. 2020). Es importante tener presente tanto dicho dato como la construcción de la posible muralla urbana en las inmediaciones en época tardoantonina o primo-severiana para tratar de entender funcionalmente los restos documentados en la Fase III de la Puerta Califal.


Los contextos excavados en las campañas de 2008 y 2009 sí permiten aproximarnos al momento de abandono de esta fase, ya que se trata mayoritariamente de estratos que sellan o amortizan la canalización ATA 006 y ATA 007 (tabla 4). Sin entrar en la discusión pormenorizada de los contextos materiales, sí da la impresión que la formación de estos estratos y la amortización de la canalización se produce en el último tercio del s. III d.C. (275-300) o las primeras décadas del s. IV, siendo como corresponde la vajilla fina africana casi exclusivamente de la producción C, con escasos fragmentos de la producción D.


Fig. 16. Selección de mobiliario de la U.E. 70, tanto vajilla (1/341.- Hayes 50; 2/344, 3/340.- Hayes 32/58), como africanas de cocina (4/565.- Hayes 197; 5/364, 6/393, 7/395.- platos/tapadera).

Fig. 17.Selección de mobiliario de la U.E. 70: ánforas norteafricanas (1/358.- Keay I; 2/360.- posible Africana II; 3/384.- posible Africana I); y Lamboglia 40bis en ARSW C (4/1021) y tapadera en africana de cocina (5/642) de la U.E. 75.

Fig. 18.Selección de mobiliario de la U.E. 76, tanto africanas de cocina (1/58, 2/67.- Hayes 197; 3/56, 4/57.- platos/tapadera) como ánforas (5/84.- Almagro 51c; 6/88.- Venta del Carmen I).

De una parte, la U.E. 70 cuenta con una datación post quem del 270, pues se ha documentado en su interior un antoniniano de Claudio II, fechado con posterioridad a dicha fecha. La predominancia en la vajilla de la ARSW C es clara, con 7 individuos frente a 2 de TSH, y con una abundancia notable de cerámica africana de cocina (20 individuos), con muchos residuos altoimperiales. Las sigilatas claras identificables aportan unas fechas entre el 230/240 y el 325 en el caso de la Hayes 50/Lamboglia 40bis (figura 16, 1; Hayes, 1972, 73); o bien entre finales del s. III o inicios del s. IV para la Hayes 32/58 (Hayes, 1972, 96; AA.VV., 1981, 66; figura 16, 2, 3). Las africanas de cocina también aportan fechas coincidentes, como la Hayes 197/Ostia III, 267 (figura 16, 4), tratándose de una variante tardía con borde almendrado sin cordón perceptible, pero aún con ranura superior, lo que la sitúa en el s. III o entre finales del s. III y principios del s. IV (Bonifay, 2004, 225), así como diversos platos/tapadera (figura 16, 5-7). Las ánforas aparecidas, tanto una Keay I mauritana (figura 17, 1) como un pivote macizo de ánfora africana, posiblemente de la serie de la Africana II (figura 17, 2) y un asa de una posible Africana I (figura 17, 3) son fácilmente acomodables en un contexto de finales del s. III d.C.


La única pieza de vajilla diagnosticable de la U.E. 75 es también una Hayes 50/Lamboglia 40bis (figura 17, 4) como la anteriormente comentada, a la que se suma un plato-tapadera de la forma Hayes 182 (figura 17, 5), de la variante B -finales del s. II o s. III- o D –s. IV- (Bonifay, 2004, 217).


Por último, en la U.E. 79 contamos con un sestercio de Gordiano III que aporta una datación post quem del 240 d.C. (RIC 4C, p. 47, nº 293 a), junto a multitud de residuos altoimperiales, entre los cuales destacamos una Hayes 14 o 16 en ARSW A (figura 19, 1), de la segunda mitad del s. II o inicios del s. III (Hayes 1972, 41-42). Destaca una lucerna de disco con doble hilera de glóbulos en la orla (figura 19, 2), relacionable con el tipo Deneauve VIII subtipo 4, fechado en la segunda mitad del s. III d.C. (Bonifay, 2004, 334); junto a otra lucerna de disco de tipo indeterminado, procedente de un molde de segunda o tercera generación, ya que la decoración no es bien legible, a excepción de los motivos fitomorfos en la orla (figura 19, 3). Vuelven a aparecer multitud de tapaderas de cerámica africana en estos contextos (figura 19, 4-6), que verifican la importancia de los procesos culinarios en estas instalaciones fabriles. El repertorio anfórico recuperado incluye ánforas similares a las ya comentadas en los estratos precedentes, como las sudhispánicas Almagro 51C (figura 20, 1-2), que conviven con las producciones norteafricanas, ilustradas por un pivote macizo africano de la familia de las Africana II/III (figura 20, 4) y con un borde de tipología indeterminada (figura 20, 3). Otros materiales recuperados en posición secundaria permiten valorar la intensa actividad comercial acontecida en el entorno de la Puerta Califal en pleno s. III, como es el caso del sello sobre la  parte superior del asa de un ánfora olearia del tipo Dressel 20, con lectura ]CCLM (figura 21), cuya restitución completa sería IICCLLM. Se trata de una posible societas conformada por duorum C. L(… iorum) M(ag…orum), cuyo centro de producción se ubica en El Tejarillo, con diversas variantes, pero todas ellas fechadas en torno a mediados del s. III d.C. (Berni 2008, 271-279 y 573), con múltiples atestaciones en contextos muy bien datados como el propio Testaccio de Roma. El pecio mallorquín denominado Cabrera III es uno de los hallazgos cerrados más significativos, ilustrando cómo en torno al 257 estos productores béticos estaban en activo (Bost et al. 1992, fig. 19, 1). Por su parte, en la base de datos epigráfica del CEIPAC están constatadas 13 atestaciones, desde el centro producción en Alcolea del Río pasando por Ampurias, Bavay, Ostia y Roma, siendo la tercera vez que se documenta esta marca en la Mauretania Tingitana, tras los hallazgos de Volubilis y Banasa (Pons 2009, 178).


El material diagnosticable de la U.E. 76 es similar, con solo clara C entre la vajilla, mucha africana de cocina, tanto ollas de la forma Hayes 197 en diversas variantes (figura 18, 1, 2) o platos/tapadera a ellas asociadas (figura 18, 3, 4) como ánforas del tipo Almagro 51c (figura 18, 5) que empiezan a producirse a partir del 175 o el 200 para las diversas variantes tanto béticas como lusitanas, perdurando hasta el s. V (Bernal-Casasola, 2019, 584, fig. 15); a lo que se suma un cuenco de costillas de vidrio. Desgraciadamente la única moneda recuperada, de bronce, estaba completamente frustra (0,86 gr. y 23,79 mm de módulo).


(4)  Concretamente se han localizado en su interior dos numismas: el primero frustro (UE 70/402) con 6,85 gr. de peso y 23,31  mm de módulo, quizás con semis de Carteia con Neptuno en reverso, aunque con dudas; y especialmente relevante es el antoniniano con cabeza radiada de Claudio II a derecha y leyenda circular interna [DIVO CLAVDIO] en anverso, y reverso frustro; de 1,08 gr. de peso y 15, 25 mm de módulo, inclasificable, fechado en el 270 o con posterioridad (catalogación de  J.M. López Eliso).

(5)  Con 20,05 gr. de peso y 32,27 mm de módulo (posición de cuños 12h), con busto laureado, drapeado y con coraza de Gor diano III a derecha, y leyenda circular interna IMP GORDIANVS PIVS FEL [AV]G. en anverso; y en reverso Virtus, con casco, en traje militar, estante, de frente, con la cabeza a izquierda, portando rama y lanza; y con escudo descansando sobre el pie derecho. Leyenda circular interna [VIR]TV[S AVG]. A ambos lados del tipo S.C. (catalogación de J.M. López Eliso).

Fig. 19. Selección de mobiliario de la U.E. 79 (1/404.- Hayes 14; 2/408.- lucerna de glóbulos; 3/409.- lucerna de disco con decoración f itomorfa; 4-6/410, 411, 416.- opercula en africana de cocina).

Fig. 20. Selección de mobiliario de la U.E. 79 (1/410, 2/419.- Almagro 51 c; y ánforas africanas (3/422, 4/421).

Fig. 21. Detalle del sello (A) sobre un asa de Dressel 20 (B), procedente de los rellenos de las bóvedas de la fortificación de las Murallas Reales.

Todos estos elementos comentados permiten plantear que en momentos muy avanzados del s. III se produce el abandono de la canalización y el relleno de la estructura circular, como indicamos posiblemente a finales de esta centuria. No tenemos indicios de las causas de dicho abandono, si bien no parecen relacionarse con episodios de carácter traumático, ya que no hay restos de incendios o de otra naturaleza en la secuencia excavada.


Por su parte la U.E. 49, con vajilla fina no diagnosticable de la producción C y algunas cerámicas a mano; o la 58, en la cual la Lamboglia 40 bis en C está muy bien representada (figura 22, 1), junto a africanas de cocina, entre ellas la Hayes 181 (figura 22, 4) y Lamboglia 23 (figura 22, 5, 6, 8) o la Hayes 197 (figura 22, 7), además de pivotes macizos de ánforas africanas (figura 22, 10) y lucernas de disco decoradas (figura 22, 2-3), en un ambiente claramente fechado en momentos avanzados del s. III, aunque con multitud de residuos. Otros niveles interestratificados con los anteriores prácticamente no muestran materiales datantes, como la U.E. 59, con mucha africana de cocina, o la U.E. 60, con multitud de material residual. En la U.E. 62 se vuelve a repetir el predominio de la ARSW C, destacando el borde de una Hayes 52b, nº 22 (figura 22, 9) decorada con un relieve aplicado de un pez (motivo 45 del Atlante, 1981, 168), fechada entre el 275-350/400 (AA.VV., 1981, 162), y un fragmento precoz de una posible ánfora oriental.


También en este contexto debemos situar los estratos que se sitúan bajo la pavimentación SUE-011, constituyendo posiblemente niveles de horizontalización para su construcción, aunque alguno de ellos aparentemente lo parte (U.E. 59), testimonio de las diversas reformas acontecidas en la zona a lo largo del tiempo. Se trata de estratos aparentemente todos ellos sincrónicos, con un contenido material hetero géneo, en el cual predomina la ARSW C.


(6) Se localizó en el sondeo 5 llevado a cabo en la cubierta de la muralla Real en que se excavaron niveles de relleno de las bóvedas a prueba adosadas a la citada muralla y, en consecuencia, en posición secundaria. Agradecemos al Dr. Piero Berni Millet su ayuda para la correcta lectura del sello.

(7) CEIPAC 03061-03065, 05563-05565,17505, 19654, 19675, 28340-28341.

Fig. 22. Selección de mobiliario de la U.E. 58 (1/124.- Hayes 50; 2,3/180, 181.- lucernas; 4-8/147, 155, 157, 203, 156.- africanas de cocina; 10/182.- ánfora africana) y de la UE 62 (9/248.- Hayes 52 con decoración aplicada en forma de pez).

Fig. 23. Selección de mobiliario de la U.E. 67 (1/300.- Hayes 50; 2/308.- Hayes 197; 3/310.- Hayes 181; 4-9/313-318.- Platos/tapadera de africana de cocina).

Fig. 24. Selección de mobiliario de la U.E. 67 (1/320.- Ánfora africana II D; 2/324.- Ánfora Puerto Real I/II; 3/323.- Africana IIA; 4-10.- sigilatas clásicas residuales).

En la U.E. 67 también se documentó una Lamboglia 40bis en C (figura 23, 1), en un contexto con multitud de africanas de cocina, de la forma Hayes 197 (figura 23, 2), Hayes 181 C (figura 23, 3) junto a diversos platos/tapadera (figura 23, 4-9). El contexto anfórico ha permitido documentar diversos fragmentos de ánforas africanas, entre ellos el borde de una Africana IID (figura 24, 1), datada entre finales del s. III y a lo largo de todo el s. IV (Bonifay, 2004, 122) y una Africana IIA o “con gradino” (figura 24, 3), fechada desde finales del s. II hasta la primera mitad del s. III (Bonifay 2004, 111); junto al asa corta y estrecha de una Puerto Real I/II, de pasta gaditana (figura 24, 2), fechadas entre el 175-225 d.C. (Bernal-Casasola, 2019, 584).


Por último, la U.E. 68 y la 68/70 fueron muy parcas en hallazgos muebles, destacando, en la primera, africanas de cocina de formas muy similares a las ya citadas y especialmente un ladrillo de cuarto de columna (figura 25), que ha de proceder o del expolio del pilar central del horno alfarero o bien de columnas realizadas con material latericio, pues los restos de argamasa en su superficie verifican su empleo con finalidad edilicia. Se sigue repitiendo en estos estratos bajo el pavimento 44 la evidencia de restos de actividad metalúrgica, como confirman los 3 crisoles y 4 escorias de la U.E. 62; los 4 crisoles y 5 escorias de la U.E. 67; o el desecho de la U.E. 68/70. Y la abundancia de fauna y malacofauna, como en la U.E. 62, aunque no constituye una característica de todos los estratos excavados.


Destaca un nutrido conjunto de sigilatas clásicas residuales de las formas Hisp. 15/17, 27, 35-36, o 37 (figura 24, 4-10), ilustrando cómo estos niveles cuentan con materiales de las capas precedentes, como ya hemos comentado.


También hemos considerado de esta fase a la U.E. 119=120 del sondeo 20, en la cual se constata la presencia residual de ARSW A (especialmente de las formas Hayes 8 y 9) pero también con C y con una forma de compleja filiación (figura 26, 4), con multitud de cerámica africana de cocina (figura 26, 1, 2, 5) y diversas ánforas africanas (figura 26 6-8) y sudhispánicas (figura 26, 9) de las mismas formas que hemos comentado en los niveles precedentes, verificando su sincronía. También en este caso la presencia de residuos es elevadísima, indicando la alteración de los estratos infrayacentes. Destaca la cantidad de tapaderas realizadas recortando fragmentos de ánforas (figura 26, 3, 10 y 11). También en este estrato se ha constatado la presencia de dos crisoles y ocho escorias, además de restos de plomo, uno de ellos derretido, que confirma el trabajo de este metal además del hierro constatado por escorias y crisoles. Un fragmento de ánfora con defecto de cocción de la U.E. 120 quizás sea también residual.


9.2.4. Continuidad de las actividades haliéuticas (fase IV, 300/325 – 500/525)


Da la impresión que desde su erección la pavimentación SUE-011 constituyó un ambiente de trabajo relacionado con actividades haliéuticas. No es posible determinar su funcionalidad con claridad, ya que únicamente se conservaba el mismo asociado a una estructura muraria (MUR-030/031), en un momento en el cual todas las estructuras precedentes (canalizaciones y pozo circular) ya no funcionaban, estando amortizadas y cubiertas de sedimentos (figura 27).

El inicio de esta fase parece situarse en momentos avanzados de la primera mitad del s. IV, como marca la presencia de ARSW D en los dos estratos asociados, la U.E. 65 y 66, que se sitúan bajo el pavimento (por debajo de la U.E. 62) y, por ello interpretándose como relacionables con el momento de construcción del mismo. Concretamente en la U.E. 65 se ha documentado una Hayes 59 a o b en ARSW D (figura 28, 1), fechable entre el 320-380/400 o el 320-420 respectivamente (Hayes, 1972, 100), junto a un cuenco de costillas en vidrio, y material residual como algún fragmento de marmorata; y en la U.E. 66 dos fragmentos de paredes de sigilatas africanas de la producción D inclasificables, junto a sendas ánforas sudhispánicas posiblemente de la forma Keay XIX (figura 28, 6, 7) y diversas cazuelas y platos tapadera evolucionados de africana de cocina que se sitúan en estos momentos (figura 28, 2-5). Algún fragmento de cerámica a mano/torno lento verifica la paulatina introducción de estas producciones en los mercados occidentales. Destacar que en la U.E. 66 se recuperaron algunos fragmentos de argamasa con impronta de cañas, indicando que en estas fechas las estructuras constructivas no parece que fuesen muy nobles, cubiertas quizás con este tipo de techumbres vegetales. Por otro lado, tampoco parece casual que en las actividades de limpieza de la canalización se documentaran junto a una Lamboglia 40bis en C una Hayes 59 en ARSW D (figura 28, 8), que confirma que precisamente en estos momentos avanzados de la primera mitad del s. IV continúan las actividades en la zona.

Fig. 25. Ladrillo de cuarto de columna (U.E. 68).

Destacar que en ambos estratos se han documentado evidencias de actividades pesqueras, como se desprende del hallazgo de un anzuelo de bronce de pequeñas dimensiones (U.E. 65), y un anzuelo mediano y una aguja de bronce con una perforación (U.E. 66) destinada a la reparación de aparejos, como tratamos monográficamente más adelante en el capítulo correspondiente. En este último con texto abunda la fauna y la malacofauna. No parece tampoco casual que aparezcan ahora estos restos de carácter pesquero, totalmente ausentes en los numerosos estratos de la fase precedente. Mientras que por el contrario no ha aparecido por el momento fragmento alguno de actividad de herrería, por lo que pensamos que aunque a lo largo de ambas fases la explotación de recursos marinos se mantuviese debió producirse algún cambio de función en el uso de los espacios, quizás de una herrería/fragua a almacenes de aparejos de pesca o a viviendas de pescadores.

Respecto al abandono de esta fase y con ella de toda la secuencia preislámica en esta zona de la Puerta Califal, el único testimonio disponible es la U.E. 45, un nivel deposicional que amortiza directamente el SUE-011. Su datación puede situarse a inicios del siglo VI, como parece confirmar el hallazgo del fondo de ARSW D2 de una pátera de grandes dimensiones (figura 29, 1), bien una Hayes 104, fechada entre el 500-580 (AA.VV., 1981, 94) o en menor medida una Hayes 105 nº 7-10, 15 16, fechada entre el 580/600-660 (AA.VV., 1981, 96), teniendo en cuenta el alto pie liso y el carácter abierto de la pared, aunque no se descartan otras formas. Las cerámicas a mano aparecidas, concretamente algunas ollas con mamelones semicirculares muy desarrollados (figura 29, 2, 3), hacen pensar en unos momentos de finales del s. V o del s. VI, con algunos ejemplares muy cercanos entre la serie de las cazuelas altas procedentes de Tarraco, fechadas entre el 475/500 o a partir del 475 d.C., con multitud de paralelos mediterráneos (Macías, 1999, 66). Como en el caso citado de Tarragona, la pasta del ejemplar ceutí no indica con claridad su aloctonía, aunque es necesario un estudio arqueométrico al respecto para poder decantarse con rotundidad. También aparecen algunas ollas de borde vuelto realizadas a torno (figura 29, 4), con un característico acabado exterior reductor. El arranque del asa de un ánfora (figura 29, 5), de tipología indeterminada, completa este contexto.

Fig. 26. Selección de mobiliario de la U.E. 119 (1,2/672, 674.- platos/tapadera de africana de cocina; 3/1033.- opérculo sobre pared de ánfora) y de la U.E. 120 (4/546.- forma indeterminada en sigilata africana; 5/549.- Plato/tapadera en africana de cocina; 6-8/558, 559, 1041.- Ánforas africanas; 9/560.- Ánfora Puerto Real I/II; 10,11/1042, 1043.- Opérculos sobre pared de cerámica común).

En este mismo ambiente se sitúa un singular fragmento de recipiente de vidrio, de borde engrosado y levemente aplastado, adoptando una leve forma aristada hacia el exterior (figura 29, 6). Las paredes preludian un cuerpo posiblemente troncocónico, con una mayor abertura en la parte superior y una leve inflexión a media altura que le otorga de una mayor verticalidad en su estrechamiento hacia la base, no conservada. Sobre el borde se ha aplicado un asa semicircular de sección ovoide y pequeñas dimensiones que, sobresaliendo levemente por la línea del borde, se adosa al exterior del cuerpo bajo el punto de cambio de inclinación de la pared. La forma y dimensiones del asa, no adecuadas para el agarre manual, así como las proporciones del resto del recipiente conservado recuerdan a algunos ejemplares de lámparas colgantes registrados en diferentes tipologías (Uboldi, 1995, 104-105), todas ellas encuadradas entre los ss. IV-VIII d.C. (Isings 134 –figura 35, 7-, Uboldi I.1, Crowfoot y Harden C1, Foy 22). Si bien este tipo de lámpara es más común en el ámbito del mediterráneo oriental, existen múltiples paralelos europeos (Uboldi, 1995, 105-105), algunos de ellos en la península ibérica como en Tarragona o Mérida (Price, 1981, 642-644) o Caesaraugusta (Ortiz Palomar, 2001, 269-270 y fig. 75, 1)8. En Hispania también se conoce en contextos de época bizantina, como en Cartagena o Benalúa (Vizcaíno, 2009, 681-682), y en Barcino en contextos del s. VI asociados a actividades religiosas, concretamente a las zonas de representación del obispo (Beltrán, 2013, 33-34, figs. 16-17). Se trata de lucernas de suspensión cenital, usadas para la iluminación de estancias individualmente o en pasillos, en hileras. Son muy frecuentes en ámbito religioso, aunque también aparecen en otros contextos, como el citado de Cartagena. Su interés radica en aportar indicios de que esta zona debió estar posiblemente techada en la Antigüedad Tardía (o al menos en los últimos momentos de uso de esta pavimentación), frente a su posible configuración al aire libre (total o parcialmente) en momentos precedentes.

(8) Agradecemos tanto a Ángel Fuentes Domínguez de la UAM; como a J. A. Retamosa Gámez, que está desarrollando su Tesis Doctoral sobre el vidrio romano en ámbito haliéutico algunos paralelos y sus apreciaciones sobre esta lámpara de vidrio

Fig. 27.Proceso de excavación en la PC, con detalle de varias estructuras.

Fig. 28. Selección de mobiliario de la U.E. 65 (1/41.- ARSW D), de la U.E. 66 (2-5/258, 263, 265, 267.- africanas de cocina; 6-7/283, 284, asas de ánforas sudhispánicas) y de la limpieza de la canalización (8/705.- ARSW D).

Fig. 29. Selección de mobiliario de la U.E.- 45 (1/21.- Hayes 104 o 105 en ARSW D; 2,3/22, 24.- cerámicas a mano/torno lento; 4/24b.- común a torno; 5/23.- ánfora Puerto Real I/II; 6/25.- lámpara de vidrio; 7.- Forma Isings 134).

De este contexto (U.E. 45) conviene destacar, asimismo, la abundancia de fauna terrestre y fauna marina –entre ella numerosas vértebras de ictiofauna-, confirmando la continuidad de la explotación de recursos marinos de las comunidades que generaron estos desechos.


Asimismo, incidir en que el elevado grado de arrasamiento de la parte superior de la secuencia no ha permitido la conservación de mucha información, si bien estos niveles tardorromanos debieron existir de manera generalizada en toda la zona excavada. Así permite afirmarlo la localización también al exterior de materiales claramente del s. IV o posteriores, como ilustra una moneda de bronce –follis- del 313-318, de Constantino I hallada en superficie en la Bóveda 9 o una moneda de plata -antoniniano- del 249-251 de la ceca de Roma procedente de la U.E. 009 (ambas de la campaña de 2009 en la PC).

(9)  Con 3,5 gr de peso, 20, 10 mm de módulo y 12 h en cuanto a la posición de cuños, presenta en anverso un busto laureado,  drapeado y con coraza, o sólo con coraza, de Constantino I a derecha. Leyenda circular interna IMP CONSTANTINVS P F A[VG]; y en reverso sol radiado, estante a izquierda, levantando la mano derecha, globo en la izquierda y clámide cruzada por el hombro izquierdo. Leyenda circular interna [SOL]I IN-VI-CTO CO[MITI]. Bajo exergo marca de ceca …]Q. (catalogación  de J.M. López Eliso).

(10)  Con 3,06 gr y 21,45 mm de módulo y con posición de cuños 6h, correspondiente con el tipo RIC IV, part. III, p. 122, nº  21(b), con busto de emperador radiado, drapeado y con coraza a derecha. Leyenda circular interna [IMP C M Q TRAI]ANVS  [DECIV]S [AVG] en anverso; y las dos Panonias, veladas, en pie, de frente, mirando una a la derecha y la otra a la izquierda, con túnica hasta los pies y estandarte con leyenda circular interna PANNONIAE en reverso (catalogación de J.M. López Eliso).

Fig. 30. Selección de mobiliario de la U.E. 117 (1,2/107, 112.- africana de cocina; 3/105.- Almagro 51 c; 4/1031.- opérculo sobre pared de ánfora).

Por último, indicar que consideramos asociable a esta fase la U.E. 117, procedente de una fosa bajo el pavimento romano (SUE.011) al oeste del ambiente A, caracterizada por la abundante presencia de cenizas, en el cual la presencia de ánforas sudhispánicas del tipo Almagro 51c (figura 30, 3), junto a multitud de cerámica africana de cocina (figura 30, 1, 2), algún operculum (figura 36, 4) y algunos fragmentos de ARSWD confirma su datación en pleno s. IV d.C. Abunda también en este caso la fauna y la malacofauna, así como la presencia de dos escorias/ crisoles, junto a materiales residuales tales como algunos individuos de TSH.


 9.2.5. Reocupación tardoantigua (fase V, 525/550 - s. VII)


Los niveles deposicionales excavados en la parte superior de la estratigrafía preislámica del Ambiente A (UU.EE. 32, 35, 37, 42 y 43) son claramente posteriores al abandono del SUE-013, colmatado por la yacitada U.E. 45, tratándose en su mayor parte de estratos que rellenan una fosa que a su vez secciona el nivel de amortización del muro 030-031. Es decir, que se corresponden con unos momentos cronológicos en los cuales las citadas estructuras edilicias ya estaban abandonadas, procediéndose a su expolio y a la ejecución de actividades diversas en las inmediaciones, de ahí que hayan sido separadas de las correspondientes al final de la fase anterior. De todas ellas es especialmente ilustrativa la U.E. 35, en la cual el material mueble está muy rodado, pero que a pesar de ello parece corresponderse con momentos avanzados del s. VI. Junto al borde de un doliolum (figura 31, 1), se ha podido identificar el borde de una posible Hayes 99C en ARSW D (figura 31, 2), fecha da entre el 560/580-620 (Hayes, 1972, 154), o bien entre finales del s. VI y a lo largo de todo el s. VII (Bonifay, 2004, 181). Presenta restos de argamasa, tanto en fractura como a lo largo de su superficie exterior, por lo que adicionalmente nos informa que en dichos momentos se acometieron actividades edilicias, de las cuales no nos han quedado trazas debido al elevado grado de alteración de la secuencia con posterioridad. También se ha localizado el cuello de una jarra a torno (figura 31, 3), con una característica decoración peinada exterior a bandas, elemento ornamental característico de las producciones tardorromanas de los ss. VI y VII d.C.


Con posterioridad al abandono de las estructuras (SUE-013 y unidad muraria MUR-030-031) del Ambiente A contamos con indicios de la continuidad habitacional en la zona, a pesar de que las estructuras de época medieval, moderna y contemporánea han mutilado ostensiblemente esta parte superior de la secuencia, muy mal conservada.


Inicialmente la U.E. 9, en la cual las formas diagnosticables indican unas cronologías muy tardías. De una parte, el borde de una fuente relacionable con la forma Hayes 103 (figura 31, 4), cuya cronología se sitúa entre finales del s. V y el tercer cuarto del s. VI (Hayes, 1972, 160). También en esta ocasión los fragmentos recuperados presentan restos adheridos de argamasa, de lo que se infiere su reutilización en alguna estructura, de la cual no han quedado restos, pero que una vez más incide en la ejecución de actividades edilicias en estos momentos. Asimismo, se ha recuperado el borde almendrado de una cazuela a mano/torno lento (figura 31, 5), de importación, posiblemente de Lípari, cuya datación se sitúa entre el 400-575/600 (Macías, 1999, 63-64). Acompañan a estas formas algunos fragmentos de ánforas de tipo indeterminado (figura 31, 6 y 7), con decoración peinada a bandas al exterior. Estos detalles permiten relacionarlas con las series de ánforas umbilicadas o de tipo bizantino, definidas como “globulares”, que son características del s. VII especialmente (Bonifay, 2004, 151-153), aunque no es posible sin análisis arqueométricos plantear su procedencia, ya que se manufacturan en diversos lugares del Mediterráneo en estos momentos, desde las Baleares a Oriente. Se parecen formal y ornamentalmente a las producciones documentadas en los niveles de finales del s. VI y del VII del relleno de un pozo del grupo episcopal de Valentia, de pequeño formato y producción indeterminada -¿baleárica?- (Ribera y Rosselló, 2012, 388, fig. 2).


Especialmente significativo en hallazgos tardoantiguos ha sido el denominado Espacio I (sondeo 21), en el cual se han excavado una serie de estratos correspondientes todos ellos a los últimos momentos de vida preislámica de Septem (figura 32). Posiblemente el hecho de que esta zona se encuentre a una cota superior haya permitido la conservación de la secuencia tardoantigua, desaparecida como decimos en otros sectores excavados por cuestiones post-deposicionales.


En la U.E. 12 volvemos a encontrar cazuelas altas a torno lento con mamelones macizos de forma semicircular (figura 33, 1), muy parecidas a las anteriormente comentadas, junto a una boca trilobulada de un jarrito monoansado en cerámica torneada (figura 33, 2) característico de los ss. VI y VII d.C., que constituyen una forma típica de ambientes tanto visigodos como bizantinos. Completan el conjunto dos ánforas, una de ellas posiblemente de tipo umbilicado aunque de producción indeterminada (figura 33, 3); y otra, con sus paredes exteriores surcadas por profundas acanaladuras sinuosas (figura 33, 4), relacionable posiblemente con las LRA 2 que cuentan con este tipo de incisiones en la parte media de la panza, cuya producción llega con claridad hasta la segunda mitad del s. VI o VII (Pieri, 2005, 85-93), de la cual no es posible precisar la variante por su fragmentariedad, existiendo otros contextos de la Septem bizantina en los cuales se han localizado estas mismas producciones (Bernal-Casasola y Pérez, 2000). Especialmente significativo a efectos cronológicos es el borde de un mortero de reducidas dimensiones del tipo Hayes 91D (figura 33, 5), fechado en la primera mitad del s. VII (Hayes, 1972, 144) o a lo largo de toda esta centuria según otros autores (Bonifay, 2004, 178-181). Es por ello que una datación en la fase de plena ocupación bizantina de Ceuta, a lo largo de finales del s. VI o más probablemente en pleno s. VII, es la cronología más coherente por el momento.


La U.E. 11 presenta una Hayes 73 A en ARSW D residual (figura 31, 8), propia de contextos del s. V (420-475; Hayes, 1972, 124), en un contexto similar al anterior en el cual predominan las cerámicas a torno lento, en este caso una olla de borde exvasado con el hueco superior para una laña (figura 31, 9), de lo que se infiere su dilatado uso; junto a ánforas umbilicadas, como confirma el fondo aparecido (figura 31, 10), y el borde fragmentario de un ánfora africana, posiblemente del tipo Keay LXI con las paredes verticales (figura 31, 11), propia de contextos desde finales del s. VI y a todo lo largo del s. VII (Bonifay, 2004, 141).


Fig. 31. Selección de mobiliario de la U.E. 35 (1/26.- doliolum; 2/28.- ARSW D; 3/27.- ánfora), de la U.E. 9 (4/2.- ARSW D; 5/1.- cerámica a mano/torno lento; 6, 7/ánforas) y de la U.E. 11 (8/5.- ARSW D; 9/8.- cerámica a mano/torno lento; 10/7.- ánfora umbilicada; 11/6.- ánfora africana).

Lo mismo podemos decir de la U.E. 18, en la cual los tres fragmentos diagnosticables son un cuello con decoración peinada (figura 33, 10) y sendas paredes peinadas con arranques de asas (figura 33, 11, 12) de ánforas quizás umbilicadas, posiblemente del tipo globular 2 o 4, propias del s. VII (Bonifay, 2004,152) o producciones afines. Como en el caso del hueco de la laña antes comentado, uno de los fragmentos (figura 33, 12) ha sido recortado para generar un opérculo de grandes dimensiones, lo que denota tanto la perdurabilidad de estos objetos de uso cotidiano como las dificultades de abastecimiento y, por ello, la recurrencia a la reutilización. Es interesante recordar que en estos estratos las ánforas documentadas, a excepción de la posible LRA 2 no son los tipos internacionales (LRA 1, 3 o 4), sino que se trata de envases de transporte aparentemente que escapan a esos momentos de plena estandarización de las for mas: lo cual es un indicio para valorar la modernidad de estos estratos.

Por su parte, la U.E. 16 muestra un contexto similar, dominado por ánforas globulares de tipo bizantino peinadas al exterior (figura 33, 6, 7), junto a un asa de ánfora con pared acanalada de tipo indeterminado (figura 33, 8), quizás oriental, con una pasta micácea. Se trata de un ambiente con abundancia de cerámicas a mano, como una cazuela de cuerpo hemiesférico, y posiblemente de importación centro-mediterránea (figura 33, 9).


Todo el conjunto parece indicar una presencia de materiales claramente del s. VI (U.E. 9, con la Hayes 103 o la cerámica lipariota, como muy tardía del 600), y otros que penetran con claridad en el s. VII (si tenemos en cuenta las numerosas ánforas umbilicadas/globulares, la posible Keay LXI de la U.E. 11 o la Hayes 91D de la U.E. 12). Es cierto que la secuencia en sí misma es poco significativa desde un punto cuantitativo, pero de gran interés en relación a la confirmación de la continuidad habitacional en la Puerta Califal durante la fase de ocupación paleobizantina de Ceuta. En estos momentos no disponemos de indicios claros para determinar la funcionalidad de los espacios excavados, debido al exiguo carácter del área excavada. No obstante, su importancia es notable si los relacionamos con las estructuras arquitectónicas con las cuales se asocian, ya que como se comenta en otros apartados de esta monografía y en algunos trabajos recientes las estructuras construidas por cAbd al-Raḥmān III -a las que pertenece la Puerta Califal- se apoyan sobre unas potentes unidades murarias de época preislámica que se relacionan con la fortaleza o frourion mandado construir por Justiniano en el 534, y que debió estar activo al menos hasta finales del s. VII d.C. (Villada y Bernal-Casasola, 2019; Bernal-Casasola y Villada, 2020). Estas evidencias materiales verifican las actividades antrópicas que tuvieron lugar en el interior de estas estructuras en época bizantina, que además parecen diversas a las de época precedente, pues en estos estratos ni se han documentado restos de instrumental de pesca ni ictiofaunas arqueológicas o malacofauna en abundancia, de lo que se deduce un cambio en el patrón de ocupación en estas fechas.

Fig. 32. Vista general del denominado Espacio 1, correspondiente con la fase más tardía detectada en la Puerta Califal.

Fig. 33. Selección de mobiliario de la U.E. 12 (1/10.- cerámica a mano/torno lento; 2/9.- boca trilobulada de jarro; 3,4/12, 11.- ánforas orientales; 5/13.- ARSW D;), de la U.E. 16 (6-8/16, 17, 15.- ánforas orientales; 9/14.- cerámica a mano/torno lento) y de la U.E. 18 (10 12/19,20,18.- ánforas indeterminadas con decoración peinada).

Fig. 34. Instrumental de pesca de la Puerta Califal, tanto anzuelos (1/PC08/U.E. 23/93; 2/PC09/U.E. 65/44; 3/PC09/U.E. 66/298B; 4/PC09/ Bóveda 7), pesas de red (5/PC 05/U.E. 51/343; 6/PC05/Bóveda 3/U.E. 51; 7/PC08/U.E. 001), y agujas de bronce (8/PC09/U.E.66/298A) y de hueso (9/PC08/U.E. 29/127; 10/PC08/U.E. 29/128).

9.3. Instrumental de pesca en la Puerta Califal y en otros contextos ceutíes

En este apartado realizamos una valoración general de la decena de piezas procedentes de las excavaciones de la Puerta Califal, que se corresponden con dos momentos cronológicos de la secuencia. Por un lado, la Fase I, fechada en la segunda mitad del s. I d.C., de la cual procede la mayor parte del instrumental: un anzuelo del relleno del horno alfarero (figura 34, 1, U.E. 23); otro anzuelo y sendas agujas de hueso (figura 34, 4, 9, 10, U.E. 29) de la bóveda 9; y dos posibles pesas de plomo del relleno del foso (figura 34, 5 y 6, U.E. 51). Y por otro la Fase III, de la cual proceden dos pequeños anzuelos (figura 34, 2,3, U.E. 65 y 66) y una aguja de bronce (figura 34, 8, U.E. 66). Completa el conjunto una pesa de cerámica de un nivel superficial, posiblemente moderna (figura 34, 7, U.E. 1). Además, se presentan todos los datos de los que disponemos sobre instrumental pesquero en Septem Fratres, procedentes de otros contextos arqueológicos (figura 35-39).


El estudio del utillaje de pesca en la Antigüedad es una línea de investigación relativamente reciente, que en el ámbito del Estrecho de Gibraltar tiene menos de una generación de solera, habiéndose iniciado en el litoral gaditano (Bernal-Casasola 2010), donde actualmente se sigue desarrollando con asiduidad (Vargas 2020 A, B).


En primer lugar, conviene indicar que las excavaciones realizadas en la Puerta Califal de Ceuta han permitido recuperar un interesante lote de instrumental pesquero caracterizado por su variedad tipológica. El número total de piezas documentadas asciende a la cifra de 10, entre las que se encuentran anzuelos de bronce (4), pesas de cerámica (1), lastres de plomo (2) y agujas fabricadas en bronce (1) y en hueso (2).


Los anzuelos metálicos presentan un deficiente estado de conservación (figura 34, 1-4), observándose superficies con concreciones adheridas lo que dificulta, en cierto modo, su estudio. Además, el fragmentario estado en el que han aparecido los anzuelos (ningún ejemplar completo) nos ha impedido determinar con exactitud el tamaño de los mismos. En cualquier caso, de sus medidas parciales se de duce una gran variedad de modelos, habiéndose documentado, a través de la longitud de los vástagos, anzuelos de ínfimo tamaño (2 cm de altura: figura 34, 2), pequeños (3 cm de altura: figura 34, 1 y 3) y medianos (3,9 cm de altura si bien pensamos que esta pieza tuvo que haber superado los 4 cm de longitud: figura 34, 4). Los anzuelos de Puerta Califal se caracterizan porque en todos los casos parecen haber sido fabricados a través de varillas metálicas cilíndricas (figura 34, 1-3) o pseudo-cilíndricas (figura 34, 4) ―tal y como se observa en las secciones de sus vástagos y curvaturas―, que constituye el modelo de alambre más frecuentemente utilizado para la elaboración de este tipo de útiles metálicos en la Antigüedad (Vargas, 2020 A). Algunos ejemplares podrían haber sufrido un tratamiento en el extremo superior del vástago, apreciándose secciones rectangulares como resultado de un proceso de martilleado de las piezas, generándose superficies planas (figura 34, 1 y 2). Si atendemos a la forma que presenta el extremo distal del vástago, podemos llegar a determinar el sistema de sujeción del sedal utilizado. En el caso de los anzuelos que traemos a colación, todos los ejemplares presentan una fractura en la parte superior del vástago, por lo que nos ha resultado imposible determinar el sistema de sujeción de la línea. Sin embargo, en algunos casos (figura 34, 1 y 2) se observa cierto adelgazamiento de los vástagos en su extremo superior, pudiéndose tratar de anzuelos martilleados o de paleta plana, que constituye un modelo típicamente generalizado en época romana. Los arpones no se han conservado a excepción de aquel del anzuelo nº 4 de la figura 34, tratándose de un modelo de arpón pequeño de corto desarrollo, superficie plana y orientación paralela a la verticalidad del vástago. De todos los anzuelos merece que destaquemos el anteriormente citado, sobre todo por su gran anchura (3,5 cm) y su elevada garganta (3 cm), generándose un gancho potencialmente efectivo para capturas de mediano/ gran porte.


Los anzuelos de Puerta Califal que acabamos de describir no son los únicos que se conocen en Ceuta, habiéndose podido inventariar 8 ejemplares más, procedentes de actividades arqueológicas diversas y conservados en el Museo de la Ciudad Autónoma (figura 35): 2 en el Museo del Rebellín de procedencia indeterminada (figura 35, 1 y 2); 3 en el Museo de la Basílica (figura 35, 3-5), 2 de los cuales podrían haberse recuperado en las excavaciones de la c/ Gran Vía; y 3 en el Almacén Teniente Arrabal (figura 35, 6-8), sin contexto arqueológico determinado. Los anzuelos responden a una gran variedad de tamaños, aunque predominan los medianos (fi gura 35, 1-4) ―con longitudes comprendidas entre 5,1 y 6 cm― frente a los ejemplares más pequeños, habiéndose documentado 3 anzuelos de ínfimo tamaño (figura 35, 5, 6 y 8) ―con longitudes oscilantes entre 2 y 2,4 cm―. Uno de los anzuelos no ha conservado parte de su vástago, habiendo resultado imposible determinar su tamaño (figura 35, 7). La anchura parece ser directamente proporcional al tamaño de los anzuelos. De este modo, dentro de los anzuelos medianos los valores oscilan entre 2,6 y 3,2 cm mientras que los anzuelos de ínfimo tamaño presentan medidas inferiores comprendidas entre 1,5 y 1,6 cm de anchura. En lo que se refiere a las secciones de los anzuelos, se observa una mayor uniformidad ya que en todos los casos asistimos al uso de varillas de tipo angular predominando las formas rectangulares y/o pseudo-rectangulares, tanto en el vástago como en la curvatura. La misma situación parece advertirse en el extremo distal de los vástagos, observándose secciones rectangulares como resultado de haber ejercido uno o varios golpes de martillo, generándose superficies planas cuya anchura es muy variable dependiendo del tamaño de los anzuelos, siendo sus dimensiones directamente proporcionales. En este sentido, los anzuelos media nos presentan paletas planas de entre 0,5 y 0,9 cm de anchura mientras que en los ejemplares de ínfimo tamaño las medidas están comprendidas entre 0,3 y 0,35 cm de anchura. De todo ello se deduce que el sistema de sujeción utilizado para la fijación del sedal al anzuelo es el conocido como “martilleado”, por lo que podemos intuir que los ejemplares que traemos a colación podrían ser romanos, con interesantes paralelos en Baelo Claudia y en Tróia. Los arpones constituyen un elemento clave en los anzuelos de pesca. Sin embargo, su mayor exposición a las mordidas de los peces lo convierte en la parte más frágil del anzuelo, de ahí que casi nunca se conserven. Es el caso del lote que traemos a colación donde tan solo se han documentado dos ejemplares con sus respectivos arpones. Uno de ellos (figura 35, 3) ―de superficie ligeramente curvada y orientación oblicua con respecto a la verticalidad del vástago― se caracteriza por ser un arpón muy destacado del resto de la pieza, mientras que el otro (figura 35, 6) presenta un desarrollo muy corto. De todos los anzuelos, merece una especial mención el nº 1 de la figura 41 por ser el único ejemplar que presenta su curvatura desplazada de su posición original, debido quizá a la fuerza ejercida por un pez en su intento de huida.


Junto a los anzuelos, en la Puerta Califal han aparecido una serie de pesas que constituyen el testimonio más evidente del uso de diferentes modalidades de redes de pesca. La primera de ellas corresponde a una pesa de cerámica procedente de un contexto moderno (U.E. 1) ―figura 34, 7―. A pesar de que tan solo se conserva un tercio aproximado de la pieza, tipológicamente responde a un modelo discoidal, notándose cierto engrosamiento en su parte central. Se advierten diferencias con respecto a las pesas discoidales de época antigua documentadas en la otra orilla del Estrecho de Gibraltar (Vargas, 2020 B), principalmente en el grosor ―los ejemplares antiguos son más delgados― y en la superficie de sus caras ―alisadas en el caso de las pesas fenicio-púnicas y romanas―. El estado fragmentario en el que apareció la pesa no nos ha permitido determinar ni su diámetro exterior, ni el diámetro de su perforación central, ni su peso, información de gran relevancia a efectos de conocer el tipo de red para el que fue destinada.


Se conocen otros ejemplares de pesas de cerámica discoidales en Septem Fratres. Uno de ellos procede de las excavaciones llevadas a cabo en el año 1996 en el Paseo de las Palmeras (U.E. 1116) ―figura 36, 6― (Bernal-Casasola y Pérez, 1999, 65-68, figura 30 A). La pieza, fracturada en su borde exterior y de sección bitroncocónica, presenta 8 cm de diámetro y 3,4 cm de grosor mientras que su orificio central presenta un diámetro de en torno a 2,7 – 3 cm. La segunda pieza procede de los fondos del Museo de la Basílica, desconociéndose su contexto arqueológico (figura 36, 7). Se trata igualmente de una pesa de cerámica discoidal de sección bitroncocónica, conservada en este caso de manera completa, presentando un diámetro exterior de 7,3 cm, un grosor de 3,5 cm y un orificio central de entre 2,4 – 2,5 cm de diámetro, siendo su peso de 168 gr.


Fig. 35. Anzuelos romanos del Museo de Ceuta, de procedencia indeterminada (1/7038AR; 2/sin ref.; 3/7092AR; 4/7032AR; 5/sin ref.; 6/7033AR; 7, 8/sin ref.).

Además de las pesas discoidales, se conocen otros modelos de lastres cerámicos en la ciudad de Ceuta. Es el caso de las pesas cilíndricas, de las cuales se conocen 4 ejemplares en el Museo de la Basílica (fi gura 36, 1-4) así como otro en los fondos del museo (Bóveda 4), habiendo formado parte de los recursos museográficos, estando expuestas ensartadas en un cabo (Bernal-Casasola y Pérez, 1999, 68, figura 30 B). Las pesas cilíndricas que traemos a colación se caracterizan por presentar sus lados mayores más o menos abombados mientras que sus extremos (superior e inferior) aparecen aplanados, mostrando en algunos casos signos de rodamiento. En todos los casos, las pesas son atravesadas por una perforación totalmente cilíndrica que genera secciones bitroncocónicas. Por lo que respecta al tamaño, constituye un conjunto de lastres de corto desarrollo con alturas que oscilan entre los 5 (figura 36, 4) y los 7 cm (figura 36, 5). En relación al diámetro exterior, las medidas son más uniformes, habiéndo se documentado valores de entre 5,3 (figura 36, 7) y 6,2 cm (figura 36, 3). En lo que se refiere a los orificios internos, su diámetro no es uniforme a lo largo de la pieza de lo que se deduce el carácter artesanal y rudimentario de su sistema de fabricación. Las medidas son bastante desiguales aunque en todos los casos están comprendidas entre 2 y 3 cm de diámetro: 2,7 (extremo superior) y 2,5 cm (extremo inferior) ―figura 36, 1―; 2,2 (extremo superior) y 2,3 cm (extremo inferior) ―figura 36, 2―; 2,2 (ex tremo superior) y 3 cm (extremo inferior) ―figura 36, 3―; 2,3 (extremo superior) y 2,2 cm (extremo inferior) ―figura 36, 4―; 2 (extremo superior) y 2,1 cm (extremo inferior) ―figura 36, 5―. El peso de los lastres es directamente proporcional a su mayor/menor tamaño. Así pues, una de las piezas más grandes (figura 36, 3: 6,2 cm de altura y 6,3 cm de diámetro máximo exterior) alcanza los 210 gr, mientras que las más pequeñas (como es el caso de la pieza nº 4 de la figura 36, con 5 cm de altura y 5,6 cm de diámetro exterior máximo) no llegan a superar los 125 gr. Sabemos que una de las pesas apareció en un contexto subacuático (figura 36, 3) tal y como se deduce de la presencia de escaramujo tanto al exterior como al interior de la misma.


No menos interés tiene un fragmento cerámico re cortado procedente igualmente de los fondos del museo (bóveda 4) ―figura 38, 1―. La pieza constituye un modelo de lastre que ha sido fabricado a través de un fragmento de ánfora ―aparentemente sudhispánica (¿Keay XIX?)― recortado para tal efecto. El fragmento, de tendencia cóncava, podría proceder de la parte de la panza, presentando 6 cm de diámetro exterior, con una perforación más o menos centralizada de 0,8 cm de diámetro y un grosor de 1 cm. Los bordes del disco presentan signos tanto de rodamiento por usura como de haber sido alisa dos por frotamiento (lijado), de ahí su carácter romo.


Otros modelos de lastres cerámicos constatados en Ceuta son los conocidos como “fusiformes” (figura 37), que suelen presentar una problemática atribución funcional ya que se confunden con los tubuli. De hecho, una de las piezas que traemos a colación presenta adherencias de cal en su mitad inferior. En total se han inventariado 4 ejemplares procedentes de los fondos antiguos del Museo (figura 37) sin contexto arqueológico determinado. Constituye una muestra tipológicamente homogénea con formas de tendencia ahusada y perforación central no totalmente rectilínea. Se caracterizan además por presentar los extremos más o menos planos, siendo el superior más estrecho que el inferior. Por lo que respecta al tamaño, las alturas están comprendidas entre 8,2 (figura 37, 2) y 9,5 (figura 37, 4) mientras que las anchuras máximas de los lastres son más uniformes, habiéndose documentado valores entre 5,1 (figura 37, 2 y 3) y 5,6 cm (figura 37, 4). Al igual que tuvimos ocasión de comprobar en el caso de las pesas cilíndricas, los orificios pasantes suelen tener diámetros no totalmente regulares a lo largo de toda la pieza: 1,9 (extremo superior) y 2,1 cm (extremo inferior) ―figura 37, 1―; 2 (extremo superior) y 2,1 cm (extremo inferior) ―figura 37, 2―; 1,9 (extremo superior) y 1,8 cm (extremo inferior) ―figura 37, 3―; 1,8 (extremo superior) y 1,7 cm (extremo inferior) ―figura 37, 4―. Un rasgo muy característico de este tipo de lastres cerámicos es la presencia de huellas exteriores de torneado.


Destacar igualmente la aparición de dos pesas de piedra entre los fondos del Museo de procedencia indeterminada (figura 38, 2 y 3). Nos encontramos ante un modelo de lastre circular o tipo “donut” que imita las formas discoidales existentes en cerámica. Su fabricación se ha realizado a través de fragmentos de roca biocalcarenita a los cuales se les ha dado forma de disco, alisándose ambas caras y ejecutándose un orificio más o menos centralizado. Lo verdaderamente interesante de estas piezas es que responden a dos formatos bien diferenciados. Uno de menor tamaño (figura 38, 3) con 9,5 cm de diámetro exterior, 2 cm de grosor, 2,2 cm de diámetro interior (orificio) y 389 gr de peso. Y un segundo modelo de mayor formato (figura 38, 2) con 14 cm de diámetro exterior, 4,3 cm de grosor, 3,3 cm de diámetro interior (orificio) y 1.153 gr de peso. Tanto por el diámetro interior de sus orificios como por su elevado peso, intuimos que este modelo de lastre pétreo pudo haber estado destinado a lastrar redes de gran porte de tipo almadraba.


Fig. 36. Pesas de red en cerámica del Museo de Ceuta (1/3054; 2/3056; 3/3055; 4/3057; 5/9597; 7/3058) y del Paseo de las Palmeras (6.- PP96/1116).

Fig. 37. Elementos cerámicos fusiformes del Museo de Ceuta (1/GVI/ROM/001, 7504; 2/7505; 3, 4/Almacén Teniente Arrabal sin ref.).

Volviendo a los materiales de la Puerta Califal, las pesas de plomo, por su parte, están representadas por la aparición de dos ejemplares que podrían responder a modelos similares a las plomadas laminares enrolladas (figura 34, 5 y 6) si bien los ejemplares que traemos a colación constituyen barras macizas de plomo de sección cuadrada sin presentar sistema de sujeción aparente, de ahí su dudosa atribución pesquera. La primera de ellas (figura 34, 5) se caracteriza porque sus extremos aparecen doblados, presentando una longitud total de 5 cm, aunque pensamos que en origen sus dimensiones serían sensiblemente mayores (6,3 cm de longitud aproximadamente). De su reducido tamaño se deduce su escaso peso (12 gr). La segunda (figura 34, 6), fragmentada en uno de sus extremos, presenta una longitud de 6,8 cm, una anchura de 0,5 cm y un grosor de 0,5 cm, generándose una pieza de sección cúbica. Su peso alcanza los 29 gr.


Este tipo de pesas de plomo suelen destinarse al lastrado de redes de tipo atarraya/esparavel de cuyo uso conservamos un interesante testimonio iconográfico en un fragmento de TSI también conservado en el Museo de Ceuta, procedente de antiguas recuperaciones por parte de C. Posac, donde se representa a un personaje que porta sobre su espalda lo que podría ser una red de estas características (figura 39, 5): se conocen algunas evidencias de escenas de pesca con caña o con sedal especialmente en sigilatas gálicas (Bustamante, 2010, 291-295, fig. 2-4), que denotan que este tipo de representaciones no eran anómalas, incluyendo al menos un ejemplo en un vaso de TSHT de la forma hispánica 37t, decorada a molde, procedente de un contexto del s. V d.C. de Zamora, que representa un personaje con esparavel en un ambiente pesquero (Bernal, Vargas y Lara, 2011, 454-455).


Fig. 38. Posibles pesas de red en cerámica (1/PTV/ROM/001/2053) y en piedra (2/3053AR, depósito 17/1/94; 3/3052AR, depósito 17/1/94).

Se conocen paralelos cercanos de este tipo de piezas de plomo macizas, tal y como demuestra un ejemplar de procedencia indeterminada expuesto en su momento el Museo del Rebellín (figura 39, 1). Nos encontramos ante una pieza que, a diferencia de los ejemplares recuperados en la Puerta Califal, presenta una sección pseudo-circular. Aparentemente no se aprecia orificio interior para la fijación del sedal, por lo que deducimos que se trata de una barra plúmbea maciza. Su longitud es de 8,3 cm mientras que su peso supera los 50 gr (53 gr). Destacamos la presencia de multitud de irregularidades e imperfecciones superficiales. En las excavaciones realizadas en Mirador II por Fernández Sotelo se recuperó una pesa de plomo ―actualmente conservada en el Museo de Ceuta― que responde a un modelo de lastre laminar típicamente enrollado (fi gura 39, 2), tal y como demuestran las diferentes vueltas que se le ha dado a la lámina, especialmente perceptibles en la sección de la pieza. Su tamaño es pequeño (5,3 cm de longitud) de lo que se deduce su escaso peso (16 gr). Asimismo, de uno de los contextos excavados en el Paseo de las Palmeras (U.E. 1030) procede una pesa de plomo que si bien no presenta signos de haber sido enrollada sí podría haber sido martilleada directamente sobre el cabo de la red, tal y como se deduce de las marcas de alisado que aparecen longitudinalmente a lo largo de la pieza (figura 39, 3). La plomada, que aparece levemente curvada, presenta 51 gr de peso.


Junto al instrumental pesquero que acabamos de describir, las excavaciones realizadas en la Puerta Califal sacaron a la luz una serie de evidencias que podrían ser consideradas como material pesquero complementario (Vargas, 2020 C). Nos referimos a la aparición de varios ejemplares de agujas de bronce y de hueso que verifican, indirectamente, la fabricación y/o reparación de redes y elementos de cestería destinados a la actividad pesquera. En relación a la aguja metálica (figura 34, 8), se trata de un modelo mono monoperforado bien conocido en otros contextos del Círculo del Estrecho, con multitud de paralelos (Vargas, 2020 C, 124-135). Se caracteriza por presentar un vástago de sección romboidal y una cabeza de sección rectangular generada por un proceso de martilleado que facilita, además, la ejecución del ojal, de 0,2 cm de diámetro. Sus dimensiones son de 13,5 cm de longitud y 0,5 cm de grosor, mientras que la cabeza de la aguja presenta 0,8 cm de anchura y 0,5 cm de grosor. El hallazgo conjunto en el mismo estrato de un anzuelo (figura 34, 3) induce a plantear una posible relación de esta herramienta con las tareas haliéuticas.


Fig. 39. Posibles pesas de red en plomo del Museo de Ceuta (1/7039AR, depósito 8/11/95) del Mirador II (2/Mirador II, corte II, S-B-3, 1º nivel) y del Paseo de las Palmeras (3/PP96/U.E. 1030); y aguja de bronce (4/Almacén Teniente Arrabal sin ref., caja PO 00) y fragmento de sigilata itálica (5/DES/TSI/002, 9842).

En el almacén del Museo de Ceuta de la c/ Teniente Arrabal de Ceuta se conserva una aguja metálica de similares características a la que acabamos de describir, presentando un vástago de sección romboidal (figura 39, 4). Su cabeza aparece fragmentada por lo que nos ha resultado imposible determinar si se trata de una aguja de uno o doble ojal. Su longitud máxima conservada es de 11,8 cm mientras que el ojal, parcialmente conservado, presenta 0,25 cm de diámetro. Su peso es de 10 gr.


Son estos los primeros ejemplos del instrumental pesquero preislámicos bien estudiados procedentes de la antigua Septem Fratres. Destaca su notable variedad, especialmente en el caso de las pesas, de lo que se infiere el empleo de una multiplicidad de aparejos pesqueros. Las diferencias en el tamaño de los anzuelos permiten pensar también en el empleo de una pesca posiblemente costera, con caña o sedal y posiblemente subsistencial o recreativa. No se han localizado anzuelos de grandes dimensiones, por lo que la pesca de grandes peces -escómbridos sobre todo- debió hacerse recurriendo a redes. El tamaño divergente de las pesas de red hace pensar en el empleo de redes de cerco diversificadas: desde las de tipo “jábeja” o “chinchorro”, posiblemente lastradas con pesas discoidales y fusiformes; a las almadraberas o de mayor tamaño, para cuyo fondeo se usaron posiblemente las pesas circulares perforadas, de mucho mayor porte (389 y 1153 gr respectivamente). Algunas ausencias son destacables, como las pesas laminares enrolladas de plomo y de grandes dimensiones, que son las relacionadas habitualmente con las almadrabas; y las lanzaderas, útil con ambos extremos ahorquillados utilizado para la fabricación y reparación de redes, que encuentra múltiples paralelos en contextos cercanos, como en las cetariae de Traducta (Bernal, Vargas y Lara, 2018, 485, nº 62) o en la mauritana Tahadart (Ponsich y Tarradell, 1965, pl. XIII, 5).


En lo que se refiere a las agujas de hueso, una de ellas aparece fragmentada por sus 2 extremos (fi gura 34, 9) mientras que la otra ha conservado tan solo su extremo apuntado (figura 34, 10). Tanto en un caso como en otro, el hecho de que hayan aparecido fragmentadas no nos han permitido determinar la presencia o no de ojales, por lo que su relación con agujas de coser debe ser tomada con cautela, pudiéndose tratar perfectamente de un punzón o de otro útil de hueso.


9.4. Atunes y la panoplia íctica: de la Puerta Califal a Septem Fratres

A continuación, se presentan los resultados del estudio de las ictiofaunas arqueológicas recuperadas en la secuencia preislámica de la Puerta Califal (campañas 2008 y 2009), de lo cual se publicó un primer estudio (Bernal-Casasola et al. 2012). Asimismo, se publican los resultados inéditos de un informe sobre los restos de peces documentados en las excavaciones arqueológicas realizadas en el Paseo de las Palmeras (1996-1998), además de otros datos procedentes de las excavaciones en la Plaza de África 3 (2006) y de la c/ Alcalde Victori Goñalons (parcialmente publicados en Bernal-Casasola y Marlasca, 2017), así como algunos materiales depositados en el Museo de Ceuta.


El estudio que presentamos se ha realizado tras analizar los materiales ícticos recuperados durante las excavaciones de los años 2008 y 2009 en Puerta Califal. En estas campañas se realizaron diferentes sondeos que, entre otros, significaron la recuperación de un gran número de restos de pescados. Estos provienen de un total de 16 contextos o unidades estratigráficas diferentes en el año 2008, y otras 11 unidades diversas en el año 2009. Como se verá más adelante, en general los contextos son muy homogéneos, pero dos de ellos, uno de la campaña del 2008 (Sondeo 10 / U.E. 33) y otro de la campaña de 2009 (Sondeo 22), son, con mucha diferencia, los que más restos han aportado y los que permiten hacer lecturas o interpretaciones especialmente relevantes.


 9.4.1. Ictiofaunas arqueológicas en la Puerta Califal (2008-2009)


Los dos gráficos incluidos en la figura 40 son muy representativos del tipo de restos objeto de estudio. Por una parte, si tenemos presente el total de los restos óseos, observamos que hay una diferencia exponencial entre el número de vértebras, 798, y el número de elementos craneales (13) (figura 40 A). Pero como vemos en la figura 40 B, ilustrativa de la diferencia entre vértebras y huesos del cráneo de los restos que no pertenecen a escómbridos, advertimos que todos los huesos del cráneo pertenecen a estas especies, de las que además sólo se han recuperado 18 vértebras; lo que significa que existe un gran equilibrio entre unos restos y otros. Por lo que se refiere a los escómbridos, a pesar de que la mayor parte de restos estudiados pertenece a atunes, ni un solo fragmento proviene del cráneo, lo que resulta muy significativo en relación al tratamiento que debían recibir estos pescados en las fábricas conserveras septenses.


En total, se han estudiado 1.071 restos, 670 pertenecen a la campaña de 2008 y 401 a la del 2009. De éstos, sólo 24 restos se han considerado indeterminables, ya que la gran cantidad de espinas que se recuperaron (258) se pueden atribuir a los atunes representados claramente por las vértebras. Por otra  parte, sólo 4 vestigios no se han podido identificar osteológicamente.


El estudio de los restos ha deparado algunas sorpresas interesantes. A las ya mencionadas de los contextos de túnidos, hay que añadir la documentación en uno de los niveles de relleno interior del horno alfarero (HOR 001) excavado en el año 2008, de una vértebra de un mamífero marino, posiblemente un delfín a tenor del estudio osteológico (figura 41); atribución inicial que estudios posteriores de arqueología biomolecular han permitido confirmar, tratándose de un Delfín común (Delphinus sp.) según los análisis de ADN (Rodrigues et al. 2018, 5, table 1, WH816). Constituye una posible vértebra lumbar, de un individuo de talla media y edad adulta, sin marcas visibles de cortes, aunque su hallazgo en este contexto claramente haliéutico, donde se desecharon restos de pescado “ronqueado”, verifica la llegada de carne de delfines a las fábricas, y su procesado, aunque fuese puntual (Marlasca et al. 2011). Estas especies no están representadas habitualmente en los contextos arqueológicos debido a que no eran objeto de pesca generalizada, al asociarse a varias divinidades y a considerarse portadores de fortuna, aunque sí se conoce su pesca puntual, como informan Opiano o Eliano refiriéndose a los tracios y a los habitantes de Bizancio; y también se conoce el salado de su carne en la Antigüedad, prácticas también conocidas etnográficamente.


En lo que respecta al número de restos por especies, los escómbridos tienen un protagonismo excepcional (figura 40 C), pero si obviamos los restos de los dos contextos bien definidos y que sólo han aportado restos de atunes, y eliminamos restos como las espinas o fragmentos pequeños de vértebras que pueden distorsionar mucho la lectura de los datos, ya que pertenecen a los individuos ya representados por las vértebras, vemos cómo este protagonismo pierde fuerza, y se iguala con otras especies, especialmente con los Serranidae, representados básicamente por meros (figura 40 D). Por ello, parece claro que estos dos contextos tienen características muy particulares que podrían señalar una funcionalidad muy determinada para estos espacios en un momento concreto, fechado en la segunda mitad del s. I d.C.


(11)  Esta documentación forma parte de sendas Ayudas a la Investigación financiadas por el Instituto de Estudios Ceutíes en  las convocatorias de 2006 (Paleoambiente en Septem durante la Antigüedad Clásica I. Inventario de recursos arqueo lógicos y caracterización preliminar) y 2007 (Paleoambiente en Septem durante la Antigüedad Clásica II. Analíticas de conjunto e interpretación histórica), inéditas hasta el momento.

Fig. 40. Total de restos de cráneo y vértebras del estudio (A); comparativa de los restos de cráneo y vértebras pertenecientes a todas las especies, a excepción los escómbridos (B); porcentajes de especies a partir del NR -número de restos (C); y mismos datos pero sin contabilizar los pertenecientes a los dos contextos con múltiples túnidos - Bóveda 7 y U.E. 33- (D).

Intentar identificar un NMI o relacionar las vértebras entre ellas ha sido muy difícil debido especialmente a dos razones: por una parte, a que se trata de atunes de la misma especie, por lo que no se podía actuar siguiendo un criterio morfológico clásico; y por otra parte, la dimensión de los pescados es en la mayoría de los casos muy similar, por lo que era realmente compleja la discriminación para poder diferenciar las vértebras y atribuirlas a un pescado u otro. A pesar de ello, se han identificado un NMI de 10 atunes comprendidos aproximadamente entre los 50 y 90 cm de longitud total (figura 42). A éstos hay que sumar un NR más de 66 vértebras, a menudo algo fragmentadas y que se ha preferido no agrupar con los individuos identificados. También hay que contar con otros 43 fragmentos muy deteriorados y con 176 fragmentos de espinas, pertenecientes a los procesos espinosos de las mismas vértebras. Como se ha dicho pertenecen todas a la misma especie, que podemos aventurar que son bacoretas (Euthynnus alleteratus). Se trata de un atún que puede llegar a medir un metro de longitud total, pero que es más común entre los 30 y 80 cm; y como los demás atunes es gregario y realiza migraciones, aunque más reducidas que otras especies de esta familia. Está presente en todo el Mediterráneo y las costas atlánticas de Portugal y Marruecos.


Como se ha dicho, hay dos contextos estratigráficos que merecen una atención y un tratamiento diferenciado. Por una parte, tenemos la U.E. 33, uno de los rellenos del horno alfarero en cuyo interior se recuperaron cientos de vértebras de atunes. Estas vértebras, que en el yacimiento se pudo ver cómo en muchas ocasiones estaban en conexión, pertenecían a un número determinado de pescados cuyos restos se desecharon conjuntamente aquí en momentos avanzados del s. I d.C.


Los atunes representados en la muestra localizada en el interior del horno H-001 debían pertenecer a un mismo banco, y probablemente a un mismo lance en el que se habrían capturado un gran número de pescados de dimensiones parejas, comprendidas entre los 60 y los 90 cm aproximadamente. Antes de llegar aquí, a los atunes se les cortó la cabeza, como de muestra que no se haya encontrado un solo hueso del cráneo ni de las primeras vértebras, y la cola, ya que tampoco se han encontrado vertebras del pedúnculo caudal. De hecho, una de las vértebras precaudales encontradas presenta un corte en sentido transversal que responde con toda seguridad a la separación de la cabeza del resto del cuerpo (figura 43). Por otra parte, también provienen de esta misma unidad es tratigráfica (U.E. 33) dos vértebras de un gran atún, de más de 150 centímetros, posiblemente Thunnus thynnus, y otras dos vértebras de la misma especie.


El otro contexto particular es el denominado “Bóveda 9” (sondeo 22), ya que la excavación se realizó en el interior de uno de los espacios abovedados de las Murallas Reales, en el cual se ejecutó una zanja (figura 44 A). Se trata, como en el anterior, de un nivel en el que apareció alguna aleta (figura 44 B) y especialmente numerosas vértebras de atunes (figura 44 C), en ocasiones en conexión anatómica, además de otros restos en vertidos heterogéneos (figura 44 D). A diferencia de la U.E. 33, en este caso se trata de atunes de mayores dimensiones. Si bien existe una indudable dificultad a la hora de identificar diferencias osteológicas entre el atún rojo (Thunnus thynnus) y otras especies atlánticas como el patudo (Thunnus obesus) o el rabil (Thunnus albacares) (Morales y Roselló, 2007), nosotros preferimos por el momento hablar de atún rojo, dado que es el que mayor presencia tiene en el Mediterráneo y que es el único que puede sobrepasar una Longitud Total de 200 centímetros.


Fig. 41. Vértebra de delfín recuperada en los niveles altoimperiales de la Puerta Califal

Fig. 42. Restos vertebrales de los 10 individuos determinados de Euthynnus alleteratus de la U.E. 33.

Fig. 43. Vertebra precaudal con corte transversal para separar la cabeza del cuerpo del pescado (U.E. 33).

Así, los atunes presentes en este contexto son de grandes dimensiones, mucho mayores que los representados en la U.E. 33. En este caso, sin embargo, se puede decir que se trata de un contexto diferente, ya que el registro arqueológico no ha ofrecido una acumulación de los escómbridos semi-enteros, sino que parece que en este caso se trata de pescados más troceados. A pesar de que podemos estar delante de un problema más relacionado con la calidad del registro, ya que se trata de un sondeo de muy reducidas dimensiones que solo ha permitido documentar un espacio muy limitado, también podemos pensar que se trata de otro tipo de contexto, ligeramente diferente al de la U.E. 33.


En el caso de Boveda 9 (Sondeo 22), se han identificado un NMI de 18 atunes. No obstante, hay que decir que este número es seguramente mayor, pero la mala conservación de una gran cantidad de vértebras hizo preferible no contar con ellas (de hecho, se tuvo que hacer un importante trabajo previo de restauración con las piezas para tratar de completar muchas vértebras fragmentadas, aunque no se consiguió completar un gran número). El número total de vértebras es de 112. Aparte de las más enteras o las que se pudieron reconstruir, se han contado todas aquellas que, a pesar de estar fragmentadas conservaban los canales centrales de las dos facies articularis (anterior y posterior), aunque fuese mínimamente, ya que este detalle asegura la existencia de otra vértebra. Estas vértebras, como se ha dicho pertenecen a un mínimo de 18 atunes (figuras 45 a 47). Como se puede apreciar, son atunes representados muy parcialmente. Además de por lo que se puede determinar con la identificación de vertebras por cada individuo (del que más vértebras se han podido determinar solo se han contado 12, caso del Individuo 3), si se hace la simple cuenta de que un atún tiene 32 vértebras, y aquí hay se han estimado 18 ejemplares, podríamos decir que deberíamos tener (sin contar evidentemente con las limitaciones espaciales del sondeo), con 566 vértebras, lo que queda muy lejos de las 112 identificadas.


Al igual que en la U.E. 33, no han aparecido restos de cráneo, ni uno solo, lo que relaciona los dos contextos al menos en lo que respecta al tratamiento de los ejemplares, a pesar de ser de características diferentes. Todos los restos de atunes aquí desechados fueron previamente tratados: la cabeza, como las partes blandas, se extrajeron antes de ser fileteados. Con este mismo proceso se puede relacionar la falta en la muestra de las primeras vértebras, el atlas y las vértebras precaudales, de las que sólo han aparecido algunas, entre ellas, la más cercana a la cabeza son dos terceras vértebras. Queda claro pues que al extraer las cabezas siempre cortaban las primeras vértebras del atún. Por lo que se refiere a la cola, solo en dos casos los restos identificados pertenecen a las vértebras finales, especialmente el Individuo 10, lo que hace suponer que también la cola podía extraer se antes de llegar a estas factorías.


Fig. 44. Detalle del proceso de excavación arqueológica en la Bóveda 7 (A), con una aleta caudal de atún conexionada (B) y restos vertebrales (C) y de diversa naturaleza en un vertido heterogéneo (D).

Del fileteado quedan claras muestras en la gran cantidad de cortes que presentan muchas de las vértebras conservadas. Estos cortes tienen características diversas y están presentes en diferentes zonas (figura 48 A-D). En general se puede decir que la mayoría aparecen cerca o en los mismos márgenes de las facies articulares, como en los procesos transversales. La enorme fragmentación de las vértebras (figura 48 E) no ha permitido documentar los cortes que probablemente tendrían en los processus espino sus superior o inferior, como se ha documentado en los ejemplares de Baelo Claudia (Morales y Roselló, 2007). De las marcas podemos deducir que se realizaban diversos cortes para la separación de la carne, que en los atunes, debido a su importante musculatura, ésta especialmente ligada a las vértebras por los tendones. El mejor paralelo a escala regional del cual disponemos en el ámbito del Fretum Gaditanum son los vertidos del Testaccio haliéutico de Gades, tanto en cronología, pues se fechan en el s. I d.C., como en la cantidad de atunes y en los restos de ronqueo identificados tras el estudio tafonómico de los restos (Bernal-Casasola, Marlasca y Vargas, 2019 a y b).


Parece evidente que los dos contextos de atunes analizados de la Puerta Califal de Ceuta pueden responder a lo que esperaríamos de un basurero cercano a una fábrica de salazones o relacionada con productos pesqueros de este tipo. En estas zonas se tirarían los restos de los atunes una vez extraída toda la carne. Atunes ya previamente tratados o a los que se practican diversas operaciones. En una fase previa se les cortaría la cabeza con toda seguridad y posiblemente la cola. A estos espacios llegaría quizás solo la parte con más carne del atún con el objetivo de filetearla. Es por ello que quizás aparezcan sólo algunas zonas en conexión, aún ligadas gracias a las membranas articulares que unen las vértebras y que son tan resistentes en estos pescados.


Fig. 45. Vértebras de los atunes identificados como Individuos 1 a 7 (Bóveda 7)

Fig. 46. Vértebras de los Individuos 8 a 12 (Bóveda 7)

Fig. 47. Atunes identificados como Individuos 13 a 18 (Bóveda 7)

Fig. 48. Marcas de cortes en las vértebras de los Individuos 1 (A), 8 (B), 11 (C) y 12 (D), así como conjunto de vértebras muy fragmentadas con evidencias de “ronqueo” (E)

Fig. 49. Restos de serránidos (meros) de Puerta Califal (A-D), praemaxilare sinistrum de Pargo -Pagrus pagrus- (E), restos de bacoreta -Euthynnus alleteratus- F,G) y vértebra de Sirvia -Seriola dumerili- (H)

Por lo que respecta a los demás niveles deposicionales con restos ícticos de las diferentes campañas realiza das en la Puerta Califal (tabla 5), el estudio muestra ya unas características más acordes con las de otros contextos arqueológicos, aunque con una importante presencia de túnidos como característica claramente diferencial. Así, como se aprecia en la gráfica (figura 40 D), aparecen otras familias bien representadas como los espáridos y los serránidos, estos últimos re presentados solo por meros (figura 49 A-D). Sólo un resto pertenece a un Carangidae, una sirvia de gran des dimensiones (Seriola dumerili).


Tabla 5. Ictiofaunas arqueológicas documentadas en otros estratos preislámicos de la Puerta Califal

Tanto los espáridos como los meros son peces costeros que reflejan otro tipo de pesca al representado por los atunes. Se trata de la pesca más común y generalizada, identificada en los asentamientos cos teros, que trata de explotar los recursos más cercanos y que se consiguen con mayor facilidad. A juzgar por el tipo y tamaño de los ejemplares documentados, debió acometerse posiblemente con caña desde la misma costa.


Como también se ha mencionado, en estos contextos, a excepción de los túnidos, tanto los espáridos como los serránidos, las familias más representadas en la muestra, presentan porcentajes similares en cuanto a la relación de los restos del cráneo con las vértebras, lo que suele ser una pauta general en otros yacimientos; o al menos la presencia de restos craneales, aunque éstos suelan ser ligera o sensiblemente inferiores a los de vértebras, en general más sólidos que los huesos del cráneo y por ello con más posibilidades de conservarse. Estos contextos de las Fases III (150-300/325) y IV (300/325-500/525) parecen responder a una realidad diferente a la de los estratos de la Fase I (40-100) en los que sólo aparecen túnidos, como se aprecia claramente en la distribución de las especies en los diversos horizontes cronológicos de finidos en la Puerta Califal (Tabla 5). Se trataría de contextos relacionados más con actividades domésticas o subsistenciales que no industriales, en los que se refleja una muestra de recursos marinos mucho más variada y completa, con diversas especies representativas de diversos nichos ecológicos y diferentes estrategias pesqueras. Contextos similares a zonas donde también son bien conocidas las actividades industriales relacionadas con las salazones se han documentado por ejemplo en los estratos prerroma nos de Lixus (Rodríguez Santana y Rodrigo, 2001).


Para concluir, indicar que de nuevo se pone en evidencia, como sucedió con los restos de Baelo Claudia, que los atunes reciben un tratamiento especial desde el momento de la pesca, en el que seguramente se separan el cráneo, las vísceras y las branquias para la fabricación de productos diversos; y están claramente diferenciados a aquellos relacionados con el fileteado de los cuerpos, de los que aquí tenemos muestra evidente. Las diversas partes del cuerpo del atún se destinan a productos diversos para los que se dedican procesos y tratamientos diferentes. A pesar de tratarse de varias especies, y de tener dimensiones tan diferentes, tanto los atunes de la U.E. 33 como los de Bóveda 9 fueron previamente tratados con tal de separar la cabeza, vísceras y branquias por un lado y el cuerpo por otro, lo que podría ser una prueba de que este tratamiento y el mismo producto, sino algunos muy similares quizás de diversa calidad, podían confeccionarse con atunes de diversas especies y características.


Este sector excavado de la ciudad romana de Ceuta tendría una actividad pesquera importante en la que destacaría la existencia de una industria dedicada a la explotación del atún y posiblemente a la confección de diversos productos, aunque quedan por encontrar estos establecimientos de manufactura -cubetas salazoneras- que no debían estar muy lejos del lugar de los hallazgos de Puerta Califal. A esta industria hay que añadir la pesca más común dedicada a la explotación de los recursos costeros, entre los que destacan por encima de todo, las especies identificadas en la muestra, los meros, pargos o pageles (entre otros es páridos). Éstos muestran claramente la explotación de un medio costero marino, sin intrusiones de especies comunes en medios mixtos o de agua dulce, que no se encontraban cercanos a la ciudad.


Por último, remarcar que estas ictiofaunas arqueológicas han contribuido a la atribución funcional de las Fases I a IV determinadas en la PC, que estuvieron, en mayor o menor medida, vinculadas con la explotación de los recursos marinos. Resta para el futuro realizar otros estudios que incluyan el cribado del sedimento con mallas finas para poder completar los interesantes datos con los de otras especies de mucho menor tamaño (clupeidos, engráulidos), cuya ausencia del registro arqueológico deriva, posiblemente, de la ausencia de la recurrencia a estas técnicas de muestreo.


9.4.2. Taxones ícticos en otros contextos septentes: del Paseo de las Palmeras a pinceladas de otros contextos haliéuticos

En las excavaciones realizadas en las cetariae del Paseo de las Palmeras en Ceuta durante 1996 y 1998, se recuperó un buen número de restos de ictiofauna pertenecientes a niveles de época romana, aunque no se había publicado ningún estudio específico sobre los mismos (Bernal-Casasola y Pérez, 1999). El muestro posterior realizado en el Museo de Ceuta en 2006 permitió localizar ictiofaunas arqueológicas en 31 Unidades Estratigráficas, siendo 146 el número total de restos estudiados, de los cuales 7 no se han podido determinar y 36 son indeterminables debido a que se hayan muy deteriorados o que no tienen claros rasgos diagnósticos (estos restos, a los que denominamos en su mayor parte con el nombre genérico de espina, son restos muy fragmentados pertenecientes a branchios tegalia, skeleton pinnarum (aletas) costae (costillas), acantotrichia, lepidotrichia, pterygofori…). Así, el total de restos que han podido ser adscritos a un taxón es de 103, aunque, en ocasiones la determinación quedó establecida a nivel de familia. Y proceden mayoritariamente niveles romanos, aunque también de contextos medievales y modernos: a continuación, únicamente los referimos a los contextos de época preislámica (Tabla 6).


Entre ellos se han diferenciado entre los pertenecientes a los huesos del cráneo (31), y las vértebras (90). Como se ilustra en la gráfica de síntesis (figura 50), el porcentaje de restos de vértebras es mucho mayor, casi del 75%, lo que es normal en este tipo de yacimientos y contextos. El porcentaje de restos procedentes del cráneo, un 26%, demuestra que los pescados se trata ron en todo su conjunto en los lugares de cocinado y consumo. La mayor presencia de vértebras es normal, dado que se trata de huesos más robustos y numerosos en relación a los que provienen del cráneo.


Por lo que se refiere a las especies (figura 51), el número de ellas que se ha documentado no es muy elevado, ya que tan sólo se han identificado 7 taxones diferentes, y de algunas de ellas, como de la anjova (Pomatomidae) se ha recuperado un sólo resto. Por lo que hace a los peces cartilaginosos (Chondrichthyes) se recuperaron tres vértebras, y los Sciaenidae, están representados en este caso únicamente por la corvina (Argyrosomus regius), con 5 restos. Sólo de tres familias se recuperaron un número mayor de 15 restos. Por lo que hace a las otras familias, se han identificado 16 restos de escómbridos, 33 de serránidos y 44 de espáridos. Estos porcentajes tienen poco que ver con los derivados del estudio de restos procedentes de las excavaciones de la Puerta Califal, que acabamos de ver en el apartado precedente, tanto cuantitativa como cualitativamente. Los restos en estudio provienen sin duda de contextos relacionados con el desecho de desperdicios domésticos o vertidos no relacionados con actividades conserveras, a pesar de que en este lugar se identificase en su momento una gran fábrica pesquero-conservera, que no ha deparado ictiofaunas arqueológicas relacionadas con los productos allí procesados entre el s. II y el V d.C., cuando estuvo a pleno rendimiento.


Fig. 50. Porcentaje de huesos craneales y vertebrales del Paseo de las Palmeras

Fig. 51. Número de restos ícticos del Paseo de las Palmeras por familias

Fig. 52. Selección de restos ícticos de los contextos romanos del Paseo de las Palmeras: Vértebra con corte de Dentex gibbosus (A.- PP98/U.E. 1363/1); huesos del cráneo y vértebras (B.- PP98/U.E.1349/46-54); restos de mero, tanto premaxilare sin. (C.- PP96/1291/33) como Dentale dex. (D.- PP96/1351/68); Premaxilare dextrum de pargo -Pagrus pagrus- (E.- PP96, UE 1291/34), y vertebras precaudales y caudales de dentón -Dentex dentex- (F.- PP96, UE 1349/55-60)

Fig. 53. Selección de restos ícticos de los contextos romanos del Paseo de las Palmeras: vertebra precaudal con corte de sama de pluma -Dentex gibbosus-(A.- PP98/ UE 1589/9) y tres más caudales de la misma especie (B.- PP98/UE 1614/30-32); vértebra de corvina de grandes dimensiones -Argyrosomus regius- (C.- PP96/U.E. 1351/66); Premaxilare dextrum de anjova -Pomatomus saltatrix- (D.- PP98/U.E. 1592/11) y vértebra de condrictio, posible Galeorhinusgaleus (E.- PP96/1443/81).

Fig. 54. Pivote de ánfora Dr. 7/11 con rectos ícticos en su interior (Museo de Ceuta, nº inv 003080AR, c/ Gran Vía, 8/2/94)

en todos los casos se trata de meros, casi siempre de grandes dimensiones), y los espáridos (casi siempre pargos de grande o media dimensión), son especies de hábitos costeros que gustan del tipo de fondo marino descrito. Por lo que hace a las otras especies, los atunes, las anjovas, la corvina o los pequeños tiburones, son pescados que podemos encontrar también en estos contextos, aunque suelen relacionarse más, especialmente los atunes, con un medio pelágico interior. Por ello, aunque de alguna manera se pueden solapar, parece que estos restos ponen en evidencia diversas estrategias pesqueras ocupadas en explotar los medios marinos más cercanos y favorables.

Por su parte, en la actividad arqueológica realizada en la Plaza de África 3 (Sáez et al. 2008) se han dado a conocer en diversos contextos varios huesos de cetáceos con marcas evidentes de procesado, lo cual ha sido interpretado como resultado del empleo de la carne de ballena y sus subproductos en las fábricas conserveras (Bernal-Casasola et al. 2016; Rodrigues et al. 2018). La revisión de los restos ícticos presentes en la secuencia de época tardorromana, fechada entre el s. III y el VII (Bernal-Casasola, Bustamante y Sáez, 2014 B) ha permitido la localización de 7 individuos correspondientes todos ellos a especies de la familia Sparidae: 1 individuo en la parte más antigua de la secuencia de época romana altoimperial y 3 en la tardorromana, uno de los cuales era una dorada (Sparusaurata), junto a diversos restos no identificados de la familia Sparidae.

A dichos restos hay que sumar la identificación de una vértebra de tiburón de la familia Alopiidae, y de la especie Alopias vulpinus en los niveles de época tardorromana excavados en la c/ Alcalde Victori Goñalons (Bernal-Casasola y Marlasca, 2017).

A ellos podemos sumar un pivote de ánfora que había permanecido inédito hasta la fecha, correspondiente con una posible Dressel 7/11, claramente altoimperial por su tipología, hueca, con fondo plano y con múltiples marcas de torneado helicoidales al interior (figura 54). Macroscópicamente presenta una pasta alejada del grupo de referencia “bahía de Cádiz”, por lo que se desconoce su zona de manufactura. En su interior se localizaron algunos restos vertebrales de dentón (Dentex dentex), integrados en una matriz pulverulenta, lo cual induce a pensar que el producto contenido en su momento en el interior de esta ánfora pudo haber sido un tipo de garum realizado con animales de esta especie. Es un hallazgo antiguo depositado en el Museo de Ceuta, que constituye por el momento elúnico dato del cual disponemos sobre paleocontenidos de ánforas de la antigua Septem Fratres.

9.5. Malacofauna en la Puerta Califal y en otros yacimientos haliéuticos ceutíes: Una primera aproximación

En este capítulo realizamos una valoración general de la malacofauna documentada en la Puerta Califal, acompañada con la de otros yacimientos con secuencia preislámica de Ceuta, que son las excavaciones en 1996 y 1998 en el Paseo de las Palmeras y la ya citada Plaza de África 3. Desde un punto de vista metodológico, para la estimación del grado de importancia de las diferentes especies, se han utilizado algunos de los índices más frecuentemente citados en la bibliografía: el NMI y el índice de dominancia (D) (Roselló y Morales, 1994, Moreno, 1994). La abundancia, expresada como NMI, se determinó en el caso de los bivalvos a partir de los fragmentos de las valvas. En el caso de los gasterópodos, la cuantificación se realizó en base a una sola porción de la concha, el ápice, la zona umbilical, o la columela, atendiendo al estado de conservación de cada espécimen. El índice de Dominancia D, indica el grado de relevancia relativa en cuanto a abundancia de cada especie y viene expresado por D = NMI/ M * 100 donde NMI es el nº mínimo de individuos de la especie A y M el nº total de individuos. Se ha calculado el índice de dominancia por épocas para intentar hacer un análisis comparativo de las mismas en cuanto a la posible utilización de las distintas especies halladas. Asimismo se han comparado las distintas épocas utilizando el índice de similaridad de Jaccard (Krebs, 1998) para las especies encontradas en ellas, que indica la diferencia o similitud entre dos muestras en cuanto a la presencia o ausencia de los distintos taxones: Sij= a/ (a+b+c): donde: a es el número de especies comunes a las muestras i y j; b es el número de especies que aparecen en i y no aparecen en j; y c es el número de especies que no aparecen en i y aparecen en j. Para la identificación y caracterización de los ciclos de vida y hábitats se han seguido los parámetros de Hayward y Rayland (1995), Arrebola (1995) y Ruiz y otros autores (2006).

Fig. 55. Bivalvos marinos más representativos de Puerta Califal: Acanthocardia sp. (Fase III-UE 070), Callista chione (Fase III- UE 120), Glycymeris sp. (Fase I-UE 04), Mytilus galloprovincialis (Fase II-UUEE 070 y 073), Ostrea sp. (Fase I-UE 04), Pecten sp. (Fave V-UE 009) y Spondylus gaederopus (Fase I-UE 115)

A continuación presentamos un listado de las diferentes especies de bivalvos y de gasterópodos marinos y terrestres localizadas, indicando en cada caso los hallazgos en cada uno de los yacimientos objeto de análisis; para al final realizar una síntesis de la problemática de cada una de ellas en los diferentes yacimientos objeto de análisis. Se trata éste de un estudio preliminar, que aspira únicamente a presentar los diferentes taxones malacológicos identificados en los yacimientos de la Ceuta preislámica, dejando para futuros trabajos su cuantificación y un análisis en mayor detalle, que resulta complejo en estas páginas por los límites espaciales. En total se han identificado 13 taxones malacológicos (Acanthocardia sp., Anomia ephippium, Callista chione, Cardium sp., Crassostrea sp., Glycymeris sp., Mytilus galloprovincialis, Ostraea sp., Pecten sp., Spondylus gaederopus, Ruditapes decussatus, Venus nux y Venus verrucosa) y 14 de gasterópodos marinos (Astraea rugosa, Bolinus brandaris, Cerithium vulgatum, Charonia lampas, Gibbula sp., Haliotis tuberculata, Hexaplex trunculus, Phorcus sp., Patella caerulea, Patella ferruginea, Patella sp., Siphonaria pectinata, Stramonita haemastoma y Tonna galea) teniendo en cuenta la total de la secuencia diacrónica analizada en los tres yacimientos objeto de estudio (época romana – contemporánea). De ellos ilustramos los principales de los localizados en los niveles romanos y tardorromanos de la Puerta Califal de Ceuta, que son prácticamente todos (figuras 55 y 56).

9.5.1. Bivalvos marinos

Acanthocardia sp. Familia Cardiidae. Las especies del género presentan costillas visibles como surcos en toda o en parte de la superficie interna de las valvas.Las costillas presentan espinas. Viven en fondos arenosos, lodosos y de gravas fuera de la costa hasta 100 m de profundidad. Se pueden encontrar especies de este género por todo el Atlántico, desde Noruega hasta Marruecos e Islas Canarias y en el Mediterráneo. Es escasa, pero ha sido documentado un individuo en la campaña de la PC de 2008 y otro en la de 2009 (figura 57 A). En el PP está documentado en niveles tanto romanos (NMI 6 en la campaña de 1996 y 2 en la de 1998) como medievales (2 y 1) y modernos (4 y 2 respectivamente). Por su parte, en la PA se ha identificado en los niveles tardorromanos (NMI 1), bajomedievales (5) y modernos (2), en ocasiones muy erosionados, lo que no permite la determinación hasta especie, al no observarse claramente la ornamentación.

Anomia ephippium.

Familia Anomiidae. Concha delgada y semitransparente, de unos 20-40 mm de longitud. Valva izquierda abombada con los bordes irregulares. Valva derecha plana y con un orificio por donde sale el biso calcificado. Nacarada interna y externamente. Coloración muy variable, desde amarilla a violeta. La morfología depende del substrato en donde se asiente. Sobre piedras, conchas de otros gasterópodos o bivalvos, desde el piso infralitoral hasta 40 m de profundidad. Muy abundante, desde el Mar del Norte al Mediterráneo. Solamente ha sido documentada en la campaña de 1996 en el PP (un ejemplar romano y uno moderno), tratándose de una especie de captura posiblemente accidental.

Callista chione.

Familia Veneridae. Concha sólida, triangular, ovalada, de 30 a 80 mm de longitud. Superficie lisa y sin estrías, salvo las de crecimiento. Coloración pardo rosácea con bandas radiales más oscuras. Periostraco fino que le da un aspecto brillante. Bordes de las valvas lisos. En fondos arenosos de los pisos infra y circalitoral, hasta 80 m de profundidad. Es abundante en nuestras aguas. Como en el caso anterior se documentan conchas finas, pero de manera muy puntual, con un único ejemplar en la campaña de 2008 y otro en la de 2009 (figura 57 B). Ausente en la Plaza de África, sí se han recuperado dos ejemplares romanos en el Paseo de las Palmeras 1996.

Cardium sp.

Familia Cardiidae. Las especies de este género poseen conchas sólidas y equivalvas con charnela heterodonta. Esculturas con costillas radiales y línea paleal sin seno. Pueden vivir libres o enterradas en el sustrato.

Fig. 56. Gasterópodos marinos más representativos de Puerta Califal: Bolinus brandaris (Fase III-UE 067), Cerithium vulgatum (Fase III-UE 058), Charonia lampas (Fase III-UE 119), Haliotis tuberculata (Fase III-UE 059), Hexaplex trunculus (Fase I-UE 122), Phorcus sp. (Fase I-UE 036), Patella caerulea (Fase I-UE 034), Patella ferruginea (Fase I-UE 033) y Stramonita haemastoma (Fase III-UE 067)

Se han localizado tres individuos de esta familia identificables únicamente a nivel de familia (2008) y un ejemplar (2009) en la Puerta Califal. Por el contrario, enel Paseo de las Palmeras 1996 sí son abundantes, presentes desde época romana (NMI 14) y también en el Medievo y en época moderna, mientras que en el PP 98 solamente se localizan en estratos medievales, tal y como sucede en la Plaza de África.

Crassostrea sp.

Familia Ostreidae. El ostión (Crassostrea angulata) es la especie más frecuente, que presenta una concha de hasta 15 cm de anchura y la mitad de larga, lamelosa y foliácea, de perfil algo anguloso, con ondulaciones radiales. La valva inferior es muy profunda, la superior suavemente abombada y encajada en la inferior. La charnela carece de dientes. La concha de color blanco sucio hasta gris parduzco con violeta. Se encuentra en el Atlántico, canal de la Mancha, mar del Norte y Mediterráneo. Habita en la zona infralitoral, sobre rocas, piedras y marisqueros, adaptándose a la forma del sustrato con su valva inferior. Es muy abundante en la zona litoral, asociada a zonas rocosas de las plataformas de abrasión, de concha maciza y consistente, capaz de resistir muy bien el paso del tiempo y los agentes erosivos. Esta especie no se ha documentado en niveles de época antigua, estando presente de manera puntual y únicamente en época bajomedieval (PA 3, NMI 2) y moderna (PP 96, NMI 1).

Glycymeris sp.

Familia Glycymeridae. Todas las especies de esta familia poseen conchas equivalvas, equilaterales, con los umbos situados en la línea media. El ligamento externo en una estrecha y alargada área cardinal. Los dientes de la charnela continuos en los ejemplares jóvenes y separados por un área hundida bajo los umbos en los individuos de más edad. Cicatrices de los músculos aductores aproximadamente iguales. Sin seno paleal. Las valvas de Glycymeris son fuertes, de color blanco sucio, con anchas franjas pardorrojizas dispuestas en zigzag y alcanzan un diámetro de 6-8 cm. Se encuentran en las costas llanas del Mediterráneo, Atlántico y Mar Negro habitando los fondos arenosos y cenagosos de escasa profundidad. Este género incluye dos especies comestibles, representadasactualmente en la zona donde se sitúan los yacimientos ceutíes. Se han documentado algunos gliciméridos, concretamente 5 individuos en 3 estratos (PC 2008) y 10 en 8 UU.EE. (PC 2009), presentando por ello porcentajes elevados en el grupo de los bivalvos. En el Paseo de las Palmeras 1996 están presentes en todos los horizontes históricos (24 NMI romanos, 1 bizantino, 5 medieval, 3 moderno y 4 contemporáneo), siendo el bivalvo dominante en época romana; mientras que en la campaña de 1998 solo se documenta en el horizonte medieval. En la Plaza de África 3 está presente en niveles medioimperiales y tardorromanos (NMI 1 respectivamente) y en porcentajes más elevados en momentos posteriores (NMI 9 y 6 respectivamente en época bajomedieval y moderna).

Mytilus galloprovincialis.

Familia Mytilidae. El mejillón de roca presenta valvas semejantes, de bordes lisos con color negro, pardo o azulado. De 4-6 cm de largo con un umbo puntiagudo situado junto al aguzado extremo delantero. Vive en zonas de marea de escasa profundidad, sobre sustratos de todo tipo, generalmente rocas. Forma racimos y coloniza ampliamente los roquedales. Es una de las especies más abundantes en los yacimientos romanos de Septem. En la Puerta Califal 2008 es el bivalvo dominante en el yacimiento, registrado en 8 UU.EE. (36,36% de constancia, 13,44 de dominancia y 488,76 de importancia global), si bien la mayor parte presentan problemas de clasificación a nivel de especie por su notable fragmentariedad -1 determinado y 25 probables- (figura 58 A). En la campaña de 2009 también se documentaron muchos mitílidos (NMI 32 en 11 UU.EE., alcanzando el 57,89 constancia, el 15,46 dominancia y 894, 99 de importancia global, la mayor entre los bivalvos). Por su parte, en el Paseo de las Palmeras 1996, son muy abundantes también los ejemplares del género Mytilus, pero indeterminables por fragmentación, estando presente en todas las épocas del yacimiento, y constituyen el bivalvo de mayor dominancia y constancia en los niveles bizantinos y modernos. En la campaña de 1998 en el PP los mejillones constituyen el bivalvo de mayor dominancia y constancia en niveles romanos (4 NMI en 4 UU.EE.: 44,44 constancia; 12,50 dominancia y valor global de 555,56), con un único ejemplar medieval.

Fig. 57. Variabilidad taxonómica de la malacofauna de la U.E. Limpieza Canalización (A.- Acanthocardia tuberculata -abajo izquierda-,gliciméridos, mitílidos, Charonia lampas y otros taxones) y de la U.E. 120 (B.- Callista chione -arriba centro-, ostreido, Charonia lampas, patélidos, mitílidos, otros bivalvos y murícidos), todos ellos de la Fase III

Fig. 58. Variabilidad taxonómica de la malacofauna de estratos de la Fase I: U.E. 22 (A.- mitílidos -arriba, derecha-, ostreidos, murícidos, patélidos y otras especies) y U.E. 115 (B.- ostreidos y otras especies).

Se han identificado también en la Plaza de África 3 (NMI 1 en época medioimperial y tardorromana; NMI 9 en época bajomedieval y moderna), algunos quizás de la especie Mytilus edulis.

Ostraea sp.

Familia Ostreidae. Valvas gruesas y robustas y muy rugosas, generalmente asimétricas, con el umbo desplazado hacia adelante. Tiene valvas desiguales, de formas variables. La valva superior (derecha) es plana o ligeramente convexa y esculpida y la inferior (izquierda) suele tener forma de plato, con esculpido prominente y suele adherirse fuertemente a rocas o piedras. Tiene muy marcadas las líneas de crecimiento. Carece de dientes, el ligamento es interno y poseen una única cicatriz aductora. El periostraco es muy delgado y su color es gris pardo más o menos claro según la especie. El interior es nacarado. La concha de estos bivalvos alcanza los 15 cm. Vive en sustratos rocosos y zonas de bancos marisqueros a menudo formando agrupaciones. No soporta las bajas temperaturas y la salinidad del agua tiene que ser alta. Se le puede encontrar en zonas de rompientes. Soportan periodos fuera del agua. Varias especies del género se encuentran en las costas atlánticas europeas y de parte de África y en el Mediterráneo siendo muy utilizadas como recurso alimentario Ostrea edulis y Ostrea plicata.

Se ha documentado un NMI de 8 ostreidos pertenecientes a este género en 6 estratos de la campaña de 2008 (27,27% de constancia, 4,30 de dominancia y 117,30 de importancia global), además de otros dos solamente clasificables a nivel de familia (en sendas UU.EE.). En la campaña de 2009, además de 3 ejemplares identificados solo a nivel de familia, se han determinado 4 individuos en 3 UU.EE. (15,79 constancia; 1,93 de dominancia; 30,51 de importancia global), como se ilustra en la figura 58 B.

En el Paseo de las Palmeras 1996 se han documentado varios ejemplares clasificables solo a nivel de familia, estando presentes en bajos porcentajes en todas las épocas históricas menos en el Medievo. En la campaña de 1998 hay ostreidos en todos los periodos documentados estratigráficamente, con una mayor dominancia entre los bivalvos en época medieval, mientras que en niveles romanos solo se conoce un ejemplar. Por último, en la Plaza de África 3 se han determinado 3 individuos en época tardorromana y bajomedieval respectivamente, y 5 individuos correspondientes a estratos de época moderna.

Pecten sp.

Familia Pectinidae. Concha gruesa, fuerte y circular, con costillas radiales salientes. Valvas desiguales, una plana y otra más o menos cóncava. Es una especie característica de fondos arenosos a unos 8 m de profundidad. Las veneras o pectínidos se han identificado episódicamente en la campaña de 2008 (NMI 2), siendo algo más abundantes en la excavación de 2009 en la Puerta Califal (NMI 6, en otras tantas UU.EE. (Constancia 31,58, Dominancia 2, 9 e importancia global 91,53; figura 59 A). Están presentes igualmente en todos los horizontes menos en el contemporáneo en el Paseo de las Palmeras 1996, aunque con una baja dominancia. En el PP 98 se detecta el mismo patrón, con un ejemplar romano y 2 medievales. Por último, de la Plaza de África 3 se conocen 6 individuos (2 en la época tardorromana, 3 en la bajomedieval y 1 en la moderna).Dada la consistencia de las valvas, gruesas y fuertes, la poca representatividad que tiene esta especie en los yacimientos ceutíes parece indicar una utilización bastante escasa.

Spondylus gaederopus.

Familia Spondylae. Conchamuy gruesa de perfil oval o redondeado. Inequivalva, con la derecha más abombada, presentando costillas y lamelas concéntricas. La valva izquierda con costillas finas regulares o irregulares, con filamentos radiales gruesos y finos, y aurículas muypequeñas. Charnela con dos dientes. La coloración oscila desde el violeta pardo al rojo vinoso, siendo el interior blanco aporcelanado. En las excavaciones en la PC 2008 se han identificado 3 individuos (13,64 de constancia, 1,61 de dominancia, 21,99 importancia global; figura 59 B). Junto a NMI 7 en 6 estratos en la campaña de 2009 (31,58 de constancia; 3,38 de dominancia; y valor global de 106,79). En el Paseo de las Palmeras 1996 están presentes en bajos porcentajes en todas las épocas menos en momentos bizantinos; y en la campaña de 1998 solo se han identificado en época romana (NMI 2, 22,22 constancia, 6,25 dominancia, y 138,89 valor global, la segunda especie de bivalvo en importancia global) y medieval (NMI 3).

Fig. 59. Diversidad de taxones malacológicos en época tardorromana -U.E. 18, Fase V- (A.- pectínido -arriba derecha-, glicimérido y patélido) y altoimperial -U.E. 38, Fase I- (B.- Spondylus gaederopus -derecha- y bivalvo).

Ruditapes decussatus.

Familia Veneridae. Concha abruptamente oval o cuadrada, umbos distintamente anteriores, hasta 75 mm de longitud. Línea charnelar posterior recta, margen posterior truncado; línea charnelar anterior en suave pendiente hasta el margen anterior. Diente central cardinal de la valva izquierda y central y posterior de la derecha, bífidos. Seno paleal en forma de U sin extenderse más allá de la línea media de la concha. Habita en la zona más baja de las playas y bajío sublitoral, en fondos arenosos, arcillosos o fangosos, siendo también abundante en bahías y lagunas, en zonas de aguas tranquilas. Se encuentra en las costas suroccidentales del Atlántico, incluido el Oeste de África y sur del Mediterráneo Es una especie muy poco frecuente: se han determinado únicamente dos individuos en sendas unidades estratigráficas en la PC (2008), 1 y 4 individuos respectivamente en época bajomedieval y moderna. Sus valvas son de estructura frágil, por lo que se considera que esta especie puede estar infravalorada en los yacimientos, aunque en Ceuta su presencia es episódica.

Venus nux.

Familia Veneridae. Concha gruesa de 30-50 mm de longitud. Superficie de las valvas con finas lamelas espirales situadas muy juntas, sin dejar espacio entre ellas. Color blanco sucio, también a interior. En fondos fangosos, hasta los 80 m de profundidad. En la campaña de 1996 en el PP se ha determinado 1 NMI en época romana y 6 en un estrato moderno, además de algunos ejemplares de este género en unidades bizantinas.

Venus verrucosa.

Familia Veneridae. Concha gruesa y sólida de hasta 5 o 6 cm de longitud. Con fuertes anillos espirales en las valvas, que se vuelven verrugas en la parte posterior. Coloración marrón-rosácea o marrón amarillenta. Interior de color blanquecino. Habita en los fondos arenosos y fangosos de los piso infra y circalitoral hasta 80 m de profundidad abundante. Se distribuye por el Atlántico desde el Sur de África hasta Escocia y por el Sur del Mediterráneo. Sólo se han identificado restos de un ejemplar correspondiente a la época tardorromana en la Plaza de África 3.

Fig. 60. Variabilidad taxonómica de la malacofauna de niveles estratigráficos de la Fase III: U.E. 67 (A.- 5 ejemplares completos de Bolinus brandaris, además de Hexaplex trunculus, Thais haemastoma, Monodonta, patélidos y mitílidos) y U.E. 58 (B.- Cerithium vulgatum -izquierda, zona central-, junto a patélidos, bivalvos y otras especies de gasterópodos muy fragmentados).

9.5.2. Gasterópodos marinos

Astraea rugosa.

Familia Turbinidae. Concha en forma de peonza, de 5-6 cm de diámetro. Superficie con numerosos cordones espirales formados por cortas escamas espinosas. Opérculo calcáreo de color naranja, Labio externo y borde de la columela de color naranja. Abunda en fondos rocosos del piso infralitoral. Solamente se ha determinado un ejemplar en la Puerta Califal (campaña de 2009).

Bolinus brandaris.

Familia Muricidae. Presenta una concha, de hasta 9 cm de largo y gruesa pared con 6 o 7 vueltas con resaltes radiales provistos de fuertes espinas. Presenta un canal sifonal muy largo. Vive en el Mediterráneo y región contigua del Atlántico sobre fondo rocoso cenagoso y hierba de mar a 5-80 m de profundidad. Es una especie purpurígena. Es uno de los taxones de gasterópodos más abundantes en la Puerta Califal de Ceuta: NMI 19 en 10 UU.EE. (campaña de 2008) por ello el valor más alto en cuanto a constancia de todas las especies presentes en el yacimiento. La dominancia de esta especie es de 10,22. También presenta el valor global más alto de toda la malacofauna (464,32). Los resultados de la campaña de 2009 confirman su importancia, con 32 NMI en 11 UU.EE. (Constancia 57, 89; Dominancia 15,46; importancia global 894, 99; figura 60 A). En las excavaciones en el Paseo de las Palmeras 1996 está presente en todas las épocas menos en la contemporánea; y en la excavación de 1998 se documentó un NMI de 6 en 4 estratos romanos (constancia 44,44, dominancia 18,75, valoración global 833,33), siendo la especie más representada en época romana, y estando presente asimismo en la medieval (NMI 21). Por último, en el caso de la Plaza de África 3 se ha localizado en niveles de época medioimperial (NMI 1), tardorromana (NMI 3) y moderna (NMI 1 individuo).

Cerithium vulgatum.

Familia Cerithiidae. Concha sólida de hasta 7 cm de longitud. Con numerosas estrías espirales y cinco hileras de nudosidades en cada vuelta de espira, de las cuales las del tercio superior aparecen más marcadas. Coloración marrón con manchas blancas. Sobre fondos rocosos y de cascajo a partir de 8 m de profundidad. Se han identificado pocos ejemplares como el procedente de la U.E. 58 perteneciente a la Fase III de la campaña de 2009 en la Puerta Califal (figura 60 B). Este taxón suele usarse como carnada para la pesca de murícidos, no siendo una especie comestible, lo cual unido a su escasa representatividad induce a considerar su presencia en el yacimiento como posiblemente accidental (captura con redes).

Charonia lampas.

Familia Ranellidae. Concha gruesa y sólida, que puede medir 27 cm de longitud e incluso más en especímenes muy longevos. Abertura ovoidea, con callo parietal no muy grueso y con algunos pliegues. Labio externo con numerosos dientecillos de color marrón. Coloración blanca con manchas marrones irregulares. Se encuentra sobre sustratos rocosos de los pisos infra y circalitoral, hasta unos 80 m de profundidad. Actualmente es poco abundante. Este tipo de caracola se documenta en escasos porcentajes, pero habitualmente (figura 61 A), como evidencia su constatación en la PC 2008 (NMI 2) y en la PC 2009 (NMI 6, en 5 UU.EE.; constancia 26,32; Dominancia 2,9; Importancia global 76,28). En la campaña de 1996 en el Paseo de las Palmeras está presente en todas las épocas menos en la contemporánea; y en la realizada en 1998 solamente aparece en la fase medieval (NMI 2 en 2 UU.EE).

Gibbula sp.

Familia Trochidae. Las especies de este género tienen conchas cónico-redondeadas con forma de trompo y pocas vueltas de espira. Son nacaradas internamente y poseen un opérculo córneo circular marrón. Viven sobre fondos pedregosos, algunas de ellas en la zona intermareal, y otras a mayor profundidad. Se documentan únicamente en el Paseo de las Palmeras, tanto en época romana (NMI 1) y moderna (NMI 3) en la campaña de 1996 como únicamente en niveles de los ss. XV XVIII en la realizada en 1998 (NMI 2).

Haliotis tuberculata.

Familia Haliotidae. Gasterópodos de concha prácticamente plana, aunque presenta una pequeña espiral en uno de los extremos, en forma de oreja. Está perforada por orificios que permiten la evacuación de la corriente de agua que ha alimentado el sistema respiratorio del animal. De coloración externa verde, parda o rojiza e interior nacarado. De 8-10 cm de longitud. Vive en zonas rocosas y fondos pedregosos infralitorales. Se distribuye en el atlántico, desde el norte de Francia, y en el Mediterráneo. Su presencia es testimonial, localizada únicamente en la Fase III (U.E. 59) de la campaña de 2009 en la Puerta Califal (figura 61 A).

Hexaplex trunculus.

Familia Muricidae. La concha, de unos 8 cm, es compacta, con las vueltas escalonadas y el canal sifonal corto. Vive en el Mediterráneo y en las costas atlánticas adyacentes, entre 1 y 100m de profundidad. Prefiere los fondos fangosos y soporta fácilmente las aguas contaminadas. Es una de las especies utilizada para la elaboración de la púrpura: precisamente en los niveles de época tardorromana de Septem la predominancia de este taxón asociada a un patrón de fracturación preciso e intencional ha permitido la interpretación de los restos de un pequeño conchero localizado como evidencias artesanales de la manufactura del preciado colorante en época tardorromana (Bernal-Casasola et al. 2014 c). En otras ocasiones aparece completo, por lo que debe haber sido capturado por su potencial bromatológico (figura 61 B). Este taxón, conocido como “cañaíllabasta” es muy abundante en todos los contextos estudiados: en el PC 2008, con 15 individuos, documentados en 5 estratos (22,73% de constancia, 8,06 de dominancia y 183,28 de valor global); y más aún en la campaña de 2009, donde se recuperaron 39 individuos en 12 UU.EE. (Constancia 63,16; Dominancia 18,84), constituyendo el taxón más elevado de toda la malacofauna, tanto bivalvos como gasterópodos, con un valor global de 1189,93. En el Paseo de las Palmeras se han registrado 70 individuos en niveles romanos, 8 bizantinos, 4 medievales, 12 modernos y 2 contemporáneos, siendo asimismo la especie dominante en época romana. En el caso del PP 98, los valores son más reducidos, con 4 NMI en la fase romana (constancia 33,33, dominancia 12,50 y valor global 416,67), y 3 respectivamente en las fases medieval y moderna. Como ya hemos indicado, en la Plaza de África 3 es especialmente abundante en el conchero de producción de púrpura de época tardorromana (74 NMI), con una presencia escasa en el Medievo (NMI 2). Es la especie más abundante en este último yacimiento, con diferencia respecto a las otras, correspondiendo además la casi totalidad de los individuos a la época tardorromana.

Patella sp.

Familia Patellidae. Las especies del género Patella poseen una concha sin espiras, más o menos cónica, con nervios radiales. Pueden encontrarse especies del género tanto en el Mediterráneo como en las costas atlánticas de Europa y África. Viven en la zona mediolitoral adheridas a las rocas con gran fuerza. Se han encontrado restos de dos de las especies del género que habitan en el Mediterráneo: Patella caerulea y Patella ferruginea, abundante la primera y muy escasa actualmente la segunda (se encuentra incluida en el Catálogo Nacional de especies amenazadas con la categoría de “en peligro de extinción”). No obstante, esta especie endémica del Mediterráneo Occidental, era abundante, hasta tiempos muy recientes, desde el Cabo de Gata hasta el Estrecho de Gibraltar.

En la campaña de 2008 en la Puerta Califal constituyen los moluscos más representados en el yacimiento, especialmente la Patella ferruginea (22,73 de constancia y 15,59 de dominancia), constituyendo los valores más elevados de toda la malacofauna presente en el yacimiento (figuras 60 A y B) Son muy frecuentes asimismo en la PC 2009 con un NMI de 41 patélidos, constituyendo, tras los murícidos, el segundo grupo taxonómico en importancia.

En el PP 96 la mayor parte de los patélidos son asimismo muy elevados (39 NMI romanos, 21 bizantinos, 4 medievales, 45 modernos y 26 contemporáneos), entre los cuales destaca porcentualmente el taxónPatella ferruginea (20 NMI romanos, 12 bizantinos, 1 medieval, 24 modernos y 8 contemporáneos). En el Paseo de las Palmeras 98 se documentaron escasos individuos (1 NMI romano, 3 medievales, 1 moderno), y en la Plaza de África 3 (2 NMI romanos, 24 tardorromanos, 8 medievales, 8 modernos).

Fig. 61. Variabilidad taxonómica de la malacofauna de la U.E. 59, Fase III (A.- Haliotis tuberculata -abajo, centro-, junto a Charonia lampas, mitílidos y murícidos) y de la U.E. 34 – Fase I (B.- Hexaplex trunculus y Thais haemastoma)

Phorcus sp.

Familia Trochidae. Las dos especies de este género, Phorcus turbinatus y Phorcus articulatus son muy abundantes en el Méditerráneo. Tienen forma de trompo, y entre 20-30 mm de longitud, sin ombligo. Se distinguen una de otra fundamentalmente por la coloración, que no se ha podido observar claramente en los ejemplares encontrados. Ambas viven en la zona intermareal. En la campaña de 2009 en la Puerta Califal se documentaron 11 individuos en 3 estratos (15,78 de constancia; 5,31 de dominancia y 83,91 de importancia global; figura 60 A y B). Y en el Paseo de las Palmeras es asimismo poco dominante, aunque está presente testimonialmente en todas las épocas menos en la moderna. Su presencia por ello en el registro arqueológico parece accidental.

Siphonaria pectinata.

Familia Siphonariidae. Molusco marino, gasterópodo pulmonado que se encuentra en la zona litoral fuertemente unidos a las rocas. La concha es pateliforme, con costillas radiales sobre toda la superficie externa. En su parte externa es de color pardo, con manchas más oscuras. Internamente es de color muy oscuro, brillante, con estrechas bandas más claras. La longitud media es de 20 mm. Vive en todo el Mediterráneo occidental, Mar de Alborán y costas de Argelia. Se han identificado muy pocos ejemplares, están registrada en la PC 2009 (NMI 1 romano) y en el PP 96 (en niveles romanos y modernos), y en época medieval en el PP 98.

Stramonita haemastoma.

Familia Muricidae. Concha muy sólida, de hasta 8cm de altura. Con una serie de tubérculos marcados dispuestos en filas, una en las primeras vueltas y 4 en la última. Apertura amplia, ovalada, con canal sifonal corto. Vive en fondos rocosos desde el intermareal. Es una de las especies también utilizada para la elaboración de la púrpura. En la PC 08 se recuperaron 5 ejemplares únicamente, siendo por ello el murícido con menor valor de constancia (18,18) y dominancia (2,64). En la campaña de 2009 se documentan episódicamente en la Fase III (figura 60 A). Su presencia en el Paseo de las Palmeras es muy baja, testimonial en la campaña de 1996, aunque presente en las fases romana, bizantina y medieval; y se identificó solamente en estratos medievales en el PP 98. Por último, en la PA 3 se han determinado 3 ejemplares correspondientes a época tardorromana, 3 a la bajomedieval y 2 a la moderna.

Tonna galea.

Familia Tonnidae. Concha grande y globosa, casi esférica con abertura amplia. La altura media es de 250 mm. Prefiere fondos arenosos y fangosos o praderas de Posidonia.

Únicamente presente en la Plaza de África 3, donde es puramente anecdótica, con un único ejemplar en un nivel de época tardorromana.

En último lugar, citar la presencia de algunos gasterópodos terrestres, entre los cuales se han podido documentar ejemplares del taxón Cornu aspersum y únicamente uno posible de Otala lactea en niveles romanos del PP 96 (Puente, 1994). Aunque se conoce su captura y consumo en la Antigüedad y en épocas posteriores, normalmente en los estratos son intrusivos, por sus conocidos hábitos hipogeicos. Se documentan en porcentajes reducidos en todas las excavaciones analizadas (PC 08, NMI 5; PC 09, NMI 4; PP 96, NMI 10; PP 98, NMI 6; PA 3, NMI 5, siempre medievales).

Como valoración general del registro arqueomalacológico, y conscientes de que estas páginas constituyen una antesala de un análisis de detalle en curso de desarrollo, la primera conclusión importante es que los bivalvos y gasterópodos marinos están muy presentes en los yacimientos de época romana analizados, tratándose de recursos marinos explotados de manera asidua, junto a los peces, en la Antigüedad.

Respecto a la representación porcentual por épocas de la malacofauna, consideramos poco relevantes los resultados de la cuantificación en las diversas excavaciones – de ahí que no los presentemos aquí-, ya que los mismos están condicionados por aspectos metodológicos tales como la mayor o menor extensión de las zonas excavadas (como pasa en la PA para los niveles anteriores al s. IV, apenas explorados; o en la PC, siendo mucho más reducida la zona que ha deparado hallazgos de las Fases III, IV o V respecto a la altoimperial).

Es importante recordar que a excepción de la bolsada de murícidos documentada en un nivel tardorromano de la Plaza de África 3, interpretada como hemos indicado como restos de la manufactura de púrpura (Bernal-Casasola et al. 2014 c), no se ha localizado ninguna concentración significativa de malacofauna en ninguno de los cinco contextos analizados. De ahí que a tenor de estos datos tendemos a pensar en un papel moderado de la pesca y consumo de malacofauna en la sociedad mauretorromana de Septem en la Antigüedad.

De la mayor parte de especies se han recuperado escasos ejemplares, que no llegan a la decena, tanto en el caso de los bivalvos (Acanthocardia tuberculata, Anomia ephippium, Callista chione, Cardium sp., Glycymeris sp., Pecten sp., Ruditapes decussatus, Venus nux, Venus verrucosa) como en el de los gasterópodos marinos (Astraea rugosa, Cerithium vulgatum, Charonia lampas, Gibbula sp., Haliotis tuberculata, Phorcus sp., Siphonaria pectinata, Stramonita haemastoma, Tonna galea). Es por ello que la interpretación que hacemos es su presencia accidental en los yacimientos, posiblemente derivada del empleo de redes (cuyo uso está confirmado por los restos de pesas en el instrumental pesquero y por la pesca de atunes y bacoretas).

De los taxones capturados intencionalmente, destacamos la elevada presencia de mejillones (Mytilus galloprovincialis), que están muy presentes en los tres yacimientos y a lo largo de toda la secuencia estratigráfica, dando la impresión que es uno de los recursos malacológicos objeto de mayor explotación en estas costas norteafricanas, frente a los ostreidos (Ostraea sp., Spondylus gaederopus) que presentan valores muy reducidos.

El elevado porcentaje de patélidos, y especialmente de Patella ferruginea, confirma las prácticas de marisqueo a mano en Septem, ya que las mismas habitan en el sustrato rocoso, y han de ser capturadas una a una con la ayuda de lancetas (su elevada presencia y la confirmación de que fueron ejemplares recolectados vivos descarta que procedan de pesca con red). Es una evidencia clara de la presencia de mariscadores en la Antigüedad, que aparentemente se especializaron en esta especie, pues otras, como los burgaíllos (Phorcus sp.), no tiene relevancia porcentual significativa en los diversos contextos estudiados en Septem.

Destaca la combinación de murícidos, que además de aprovechados para la producción de púrpura debieron ser consumidos asiduamente, ya que muchos de ellos, de grandes dimensiones, aparecen completos, tanto de la llamada “cañaílla basta” (Hexaplex trunculus) como de la fina (Bolinus brandaris): es posiblemente su elevado potencial bromatológico el que habría propiciado su captura y consumo.

Es interesante también recordar que la mayor parte de especies se corresponden con aquellas dotadas de un potencial alimenticio, siendo recolectadas en zonas fundamentalmente rocosas del intermareal y zona sublitoral de aguas someras.

Por último, indicar que este constituye el segundo estudio realizado del registro malacológico de yacimientos ceutíes de época antigua, tras el pionero avance realizado en su momento por S. Chamorro, en el cual pudo estudiar 270 restos malacológicos relacionables con 24 especies de 6 yacimientos ceutíes y uno de Alcazarseguer, siendo todos ellos medievales a excepción del Mirador II, este último con una secuencia del s. III d.C. (Chamorro 1988). Además de proponer sugerentes propuestas, como la relacionada con la esquilmación por sobreexplotación de especies como la Ostrea edulis o el Spondylus gaederopus, sí presentes en época romana pero no en los yacimientos medievales por él estudiados, propuso la primera tabla de taxones para época romana, compuesta por 11 especies Spondylus gaederopus, Patella safiana, Patella aspera, Bolinus brandaris, Hexaplex trunculus, Cassis undulata, Stramonita haemastoma, Glycimeris glycimeris, Pectem iacobeus, Acanthocardia aculeata y Ostrea edulis- (Chamorro, 1988, 474-476 y 492). Y se suma a los realizados en los últimos años en yacimientos de otras épocas, especialmente en centrado en los niveles fenicios de la Plaza de la Catedral (Zabala et al. 2010) y especialmente a los prehistóricos de Benzú (Cantillo et al. 2010), lo cual está permitiendo trazar un panorama diacrónico de la explotación de recursos marinos en Ceuta que cuenta con escasos paralelos a nivel regional.

9.6. Fauna terrestre preislámica en la Puerta Califal y en otros contextos ceutíes: reflexiones arqueozoológicas.

En este capítulo incluimos una síntesis de la información conocida sobre yacimientos de época preislámica en Ceuta en los cuales se ha procedido al estudio de la fauna terrestre. Esta información, totalmente inédita, procede de diversos estudios realizados a lo largo de la última década, sobre todo de las excavaciones en la PC (campañas de 2005, 2008 y 2009) y del PP (1996, 1998), completadas con el estudio de la Plaza de África 3 y, en menor medida, con los datos procedentes de la c/ Alcalde Victori Goñalons y c/ Queipo de Llano.

La identificación y clasificación taxonómica de la muestra ósea se ha realizado con una colección comparativa. La bibliografía complementaria empleada han sido los trabajos de Pales y Lambert (1971) y Barone (1976). Desde un punto de vista metodológico, indicamos que los restos sin identificar son aquellos en los que las características específicas no eran demasiado claras o no existían por tratarse fundamentalmente de esquirlas y restos muy fragmentados. Dentro de la categoría de ovicaprino se han incluido los restos en los que no ha sido posible diferenciar la oveja y la cabra, por carecer de zonas diagnósticas para su clasificación o ser éstas poco claras. En los casos en que sí ha sido posible su diferenciación, se han seguido los criterios de Boessneck, Müller y Teichert (1964). En el caso de los restos óseos de especies en las que no quedaba muy clara su asignación a la forma doméstica o silvestre (como es el caso de cerdo y jabalí), se ha optado por incluirlos en la forma doméstica, asumiendo el riesgo de que ésta se vea ligeramente sobrevalorada.

La estimación del NMI se ha calculado siguiendo el criterio de escoger entre los huesos pares aquellos que contaran con mayor número de piezas de uno de los lados. El NMI obtenido de esta forma se ha modificado cuando la determinación de edades y sexos no concordaba con la primera estimación.

Todo el material óseo, tanto el identificado como el no identificado, se ha pesado dando en gramos los resultados. El cálculo de la edad de sacrificio se ha realizado en función de la fusión de las epífisis en los huesos largos y el desgaste y reemplazo de las piezas dentales, siguiendo los criterios del Laboratorio de Arqueozoología de la UAM (Morales et al 1994). La edad se expresa en meses, conforme a los criterios indicados en la tabla 7.

La diferenciación sexual se ha podido determina a partir del dimorfismo que han presentado algunas porciones esqueléticas, y que se manifiesta tanto en diferencias morfológicas de tamaño como en la presencia/ausencia de caracteres concretos. Se han medido todas aquellas piezas óseas que no se encontraban quemadas, presentaban señales de manipulación antrópica o estaban deformadas patológicamente. Las medidas se han realizado con calibres convencionales (error estimado ± 0,5 mm)12. Se ha seguido la metodología propuesta por Driesch (1976).

(12) Para la consulta detallada de las medidas concretas del material óseo y los contextos detallados de procedencia remitimos a los diversos informes inéditos depositados en la Consejería de Cultura de la Ciudad autónoma de Ceuta y en el Instituto de Estudios Ceutíes.

La altura en la cruz se ha calculado al objeto de precisar el tamaño de los animales estudiados, ya que pese a ser un dato aproximado posee gran interés al ofrecer resultados significativos cuando se comparan conjuntos de animales procedentes de contextos arqueológicos más o menos alejados geográficamente. La escasa presencia de huesos largos completos en la muestra ósea sólo ha permitido calcular la altura en un limitado número de casos pertenecientes a vaca y cabra. Para hallar los valores de la altura media en la cruz hemos utilizado los criterios unificados de Driesch y Boessneck (1974), utilizando los siguientes índices biométricos: para el caballo Kiesewalter (1888), para el ganado vacuno Fock (1966) y para la cabra Schramm (1967), Koudelka (1885); y Harcourt (1974) en el perro.

9.6.1. Estudio arqueozoológico de la fauna terrestre de la Puerta Califal

A continuación se presentan los datos de los mamíferos terrestres identificados en tres de las campañas realizadas en la Puerta Califal de Ceuta (2005, 2008 y 2009).

9.6.1.1. Campaña de 2005 en la Puerta Califal.

El material analizado corresponde a contextos de época romana fechados entre mediados del siglo I y el siglo III d.C13. Los restos de fauna estudiados suman un total de 338, de los que 105 (31.06%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD). Los restantes 233 fragmentos (68.94 %) forman el grupo de los no identificados debido, principalmente, a su pequeño tamaño.

En este apartado vamos a analizar la presencia de los distintos taxones representados al objeto de valorar su cuantía, su tamaño en los casos en que esto sea posible, y su importancia dentro de la economía del yacimiento. Salvo los restos pertenecientes al asno, las demás especies representadas formarían parte del consumo alimentario.

En el caso del asno, esta especie sólo ha proporcionado 1 fragmento óseo (0.95 %) perteneciente a un individuo adulto (8.33 %). El peso del material óseo determinado se eleva a 18 gramos que suponen el 0.99 % del total (tabla 8). El único fragmento determinado pertenece al esqueleto craneal (tabla 9).

Por su parte, la vaca ha aportado un total de 24 fragmentos óseos (22.86 %) que representan a un número mínimo de 2 individuos (16.67 %). Con un peso de 630 gramos se sitúa en segundo lugar (34.54 %) en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario. Entre las porciones esqueléticas representadas son las axiales las más numerosas, seguidas por apendiculares y craneales. Sólo se encuentran representadas las cohortes de edad infantil y adulta, con un individuo perteneciente a cada una de ellas.

Dentro de la categoría de ovicaprino hemos incluido todos los restos determinados de oveja/cabra que no pudieron ser clasificados a especie, por no presentar los fragmentos analizados zonas diagnósticas claras. En total se han determinado 43 fragmentos óseos (41.91 %) que representan a un número mínimo de 4 individuos (33.34 %). Con un peso de 383 gramos, alcanza el 20.99 % del total determinado, situándose en tercer lugar tras cerdo y vacuno en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 8). En el desglose anatómico de los restos óseos de ovicaprino las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas de axiales y craneales (tabla 9). En relación con la edad de sacrificio, se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil, subadulta y adulta, sin que exista un claro predominio de ninguna de ellas sobre las otras debido a la escasez de material determinado. En cuanto a la proporción oveja/cabra tampoco ha sido posible extraer más información por las mismas causas anteriormente expuestas.

En los restos pertenecientes a la cabaña porcina se han incluido todos los huesos pertenecientes a cerdo doméstico, aunque ya hemos indicado la dificultad existente a la hora de distinguir entre esta especie y el jabalí. Se han recuperado un total de 34 fragmentos asignados a esta especie que suponen el 32.38 % del NRD y representan a un número mínimo de 3 individuos (25 %). Con un peso total de 721 gr (39.53 %) esta cabaña ganadera se sitúa en primer lugar en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 8). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, seguidas por craneales y axiales (figura 62). Sólo se ha determinado la presencia de animales infantiles, juveniles y adultos, sin que exista un claro predominio de ninguna de ellas sobre las otras debido a la escasez de material determinado. Como en casos anteriores no ha sido posible calcular la altura en la cruz por la ausencia de huesos largos completos.

También se ha documentado la presencia de gamo (Dama dama), determinada gracias a un fragmento distal de tibia (0.95 %) en base a su morfología específica (Bosold, 1966), que representa a un único individuo adulto (8.33 %) y que supone con 70 gramos el 3.84 % del peso total de todo el material identificado (tabla 8). El único fragmento determinado pertenece al esqueleto apendicular (tabla 9). En el norte de África el gamo parece ser una especie introducida por el hombre (Aulagnier y Thevenot, 1986). En el análisis del material óseo de la intervención arqueológica en la Plaza de África 3, que veremos a continuación, también se ha determinado la presencia de gamo en niveles de época romana. Al igual que ocurre en yacimientos del sureste de la Península Ibérica (Uerpmann, 1971; Riquelme, 1997), la introducción de esta especie en el norte de África habría que atribuirla a los romanos, quienes posiblemente utilizarían estos animales en actividades venatorias. En momentos posteriores debió desaparecer hasta que se realizaran nuevas reintroducciones muy recientes, como atestigua que en su publicación de 1932 sobre los mamíferos de Marruecos, Cabrera escriba “donde no existen desde tiempos remotos ciervos ni gamos, por más que algunas veces se haya afirmado lo contrario” (Cabrera, 1932, 323).

Completan la clasificación taxonómica la liebre (Lepus sp.), que ha proporcionado un único fragmento óseo (0.95 %; tabla 8 y 9), cuyo aporte al consumo alimentario debió ser mínimo; y la avifauna, concretamente gallinas, con un total de 4 fragmentos pertenecientes al esqueleto axial (costilla) y apendicular (coracoides, carpometacarpo, tibiotarso). También se ha determinado la presencia de un ave de tamaño más pequeño que ha proporcionado un total de 7 fragmentos óseos (tibiotarso: 2; peroné: 2; coracoides: 1; escápula: 1; fémur: 1).

Las propias limitaciones de la muestra analizada en cuanto a la cantidad de restos identificados, estado de conservación, etc., imponen unas necesarias precauciones a la hora de plantear hipótesis explicativas. Los resultados obtenidos, en cualquier caso, deberán ser constatados y comparados de nuevo en yacimientos de características similares. El material no identificado pertenece principalmente a animales de talla media (mesomamíferos). En el conjunto de especies analizadas destaca la presencia de cabañas domésticas, mientras que la fauna silvestre tiene una presencia testimonial. El ovicaprino, es el ganado que aporta mayor número de restos e individuos, aunque en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario se sitúa en tercer lugar tras el ganado de cerda y el vacuno que ocupan respectivamente el primer y segundo lugar. La presencia de material óseo de gamo apuntaría a su introducción por parte de los romanos en esta zona del norte de África ya en esta época y, podría responder a su utilización como trofeo de caza por parte de las clases dominantes, por lo que podría considerarse como un animal semidoméstico que tendría limitada su movilidad a grandes cercados o áreas acotadas para tal fin. Esta misma situación se produciría también en yacimientos coeáneos del sureste peninsular ibérico ya citados.

9.6.1.2. Campaña de 2008 en la Puerta Califal

El material analizado procedente de esta campaña de excavación corresponde a contextos altoimperiales ¹⁴. Los restos de fauna estudiados suman un total de 111, de los que 46 (41.44%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD). Los restantes 65 fragmentos (58.56%) forman el grupo de los no identificados.

El asno sólo ha proporcionado 1 único fragmento óseo (2.17%) perteneciente a un individuo adulto (12.5%). El peso del material óseo determinado se eleva a 119 gramos que suponen el 8.74% del total (tabla 10). El único fragmento determinado pertenece al esqueleto apendicular (tabla 11 La escasez de restos no permite asegurar si esta especie fue incluida en el consumo alimentario.

Con relación a la vaca, esta especie ha proporcionado un total de 20 fragmentos óseos (43.48%) que representan a un número mínimo de 2 individuos (25%). Con un peso de 735 gramos se sitúa en primer lugar (54.01 %) en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario, al igual que ocurre en cuanto al NRD (tabla 10 y figura 63). No se incluyen en el peso los fragmentos de clavija ósea que podrían desvirtuar los resultados en cuanto a la biomasa aportada por esta especie. Entre las porciones esqueléticas representadas son las apendiculares las más numerosas, seguidas por axiales y craneales, destacando por su número los fragmentos de costillas (figura 64). Sólo se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil y adulta, con un individuo perteneciente a cada una de ellas.

Respecto a las ovejas/cabras, en total se han determinado 1 fragmento de oveja y 7 de ovicaprino (17.39%) que representan a un número mínimo de 2 individuos (25%). Con un peso de 84 gramos, alcanza el 6.17% del total determinado, situándose en último lugar en cuanto al peso del material óseo determinado. En el desglose anatómico de los restos óseos las porciones esqueléticas mejor representadas son las axiales seguidas de craneales y apendiculares. En relación con la edad de sacrificio, debido a la escasez de material óseo sólo se ha determinado la presencia de la cohorte adulta.

Pertenecientes a cerdo se han recuperado un total de 17 fragmentos que suponen el 36.96% del NRD y representan a un número mínimo de 3 individuos (37.5%). Con un peso total de 423 gramos (31.08%) esta cabaña ganadera se sitúa en segundo lugar, tras el vacuno, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario. Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, seguidas por axiales y craneales. Sólo se ha determinado la presencia de animales juveniles y adultos, sin que exista un claro predominio de ninguna de ellas sobre las otras debido a la escasez de material determinado.

Como en el caso anterior, el carácter reducido de la muestra induce a la cautela. En el conjunto de especies analizadas destaca la presencia de cabañas domésticas (figura 65). El vacuno, es el ganado que aporta mayor número de restos y biomasa al consumo alimentario, mientras que el porcino es el que aporta mayor número de individuos. El ovicaprino, por su parte, tiene una escasa representación aunque se ha podido determinar la presencia de oveja.

(14)  Procedentes de los siguientes contextos: U.E. 01, 04, 019, 022, 023, 028, 033, 036, 040, 100 y H-001

9.6.1.3. Últimos datos de fauna terrestre en la Puerta Califal: la campaña de 2009

El material analizado corresponde a contextos de época tardorromana en su práctica totalidad¹⁵ . Los restos de fauna estudiados suman un total de 406, de los que 175 (43.10%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el (15) Procedentes de veinte estratos del Sondeo A (UU.EE. 58, 59, 60, 66, 67, 68, 70, 73, 75, 115, 119, 120, 122, limpieza canalización) y del Sondeo I (UU.EE. 009, 011, 012, 016, 018) y de la Bóveda 7/007. número de restos determinados (NRD), siendo 231 fragmentos (56.90%) indeterminados.

El caballo sólo ha proporcionado 2 fragmentos óseos (1.14%) pertenecientes a un individuo macho adulto (7.14%). El peso del material óseo determinado se eleva a 95 gramos que suponen el 2.49% del total (figura 66, tabla 12 y 13). Los únicos fragmentos determinados pertenecen al esqueleto craneal. La escasez de material óseo analizado no permite conocer si esta especie fue incluida en el consumo alimentario de la población.

El ganado vacuno ha proporcionado un total de 81 fragmentos óseos (46.29%) que corresponden a un número mínimo de 4 individuos (28.57%). Con un total de 3.033 gramos se sitúa en primer lugar (79.33%) en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tablas 12 y 13 y figura 66). No se incluye el peso de las clavijas óseas que podría desvirtuar la aportación de esta especie. En cuanto a las porciones esqueléticas representadas, las axiales son las más numerosas seguidas por apendiculares y craneales, destacando por su número los fragmentos de costilla, dientes aislados y vértebra (tabla 13). La fracturación del material óseo es intensa en aquellos huesos que portan importantes masas musculares, mientras que suelen aparecer completos los huesos de las extremidades que menos biomasa aportan. Son muy frecuentes las huellas de cortes de desarticulación y despiece tendentes al consumo, principalmente en vértebras y costillas. Sólo se encuentra representada la cohorte de edad adulta, lo cual indicaría la utilización previa de estos animales en posibles labores agrícolas y de transporte antes de servir como alimento. Se incide en la idea de aprovechamiento previo de esta especie, considerando no sólo su fuerza sino también otros productos secundarios que puede aportar, retrasándose su sacrificio hasta momentos avanzados de su desarrollo. El cálculo de la altura en la cruz en un metacarpo (Fock, 1966) con un resultado de 112 cm indicaría la presencia de una hembra de pequeña talla.

(15) Procedentes de veinte estratos del Sondeo A (UU.EE. 58, 59, 60, 66, 67, 68, 70, 73, 75, 115, 119, 120, 122, limpieza canalización) y del Sondeo I (UU.EE. 009, 011, 012, 016, 018) y de la la Bóveda 7/007.

En el caso de las ovejas/cabras, se han determinado 2 fragmentos óseos de oveja, 61 de ovicaprino y 5 de cabra que, en total, suponen el 38.86% del número de restos determinados que representan a un número mínimo de 5 individuos (35.72%). Con un peso de 463 gramos, alcanza el 12.11% del total determinado, situándose en segundo lugar tras el vacuno en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (figura 66). No se incluyen en el peso del material determinado los 100 gr pertenecientes a las clavijas óseas que podrían desvirtuar los valores alcanzados. En el desglose anatómico de los restos óseos de ovicaprino las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas de axiales y craneales, destacando por su número los fragmentos de costilla, vértebras y tibia (figura 67). En relación con la edad de sacrificio, se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil y adulta, sin que exista un claro predominio de ninguna de ellas sobre las otras debido a la escasez de material determinado. También el cálculo de la altura en la cruz en un metacarpo de cabra (Schramm, 1967) con un resultado de 67,3 cm indicaría la presencia de un macho de altura considerable. En cuanto a la proporción oveja/cabra, a fin de extraer conclusiones más relevantes respecto del tipo de ganadería que imperaba en la zona, parece existir una presencia más importante de cabras.

Del ganado de cerda se han recuperado un total de 22 fragmentos asignados a esta especie que suponen el 12.57% del NRD y representan a un número mínimo de 3 individuos (21.43%). Con un peso total de 229 gramos (5.99%) esta cabaña ganadera se sitúa en tercer lugar en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (figura 66). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, seguidas por craneales y axiales, destacando por su número los fragmentos de costilla (figura 67). Sólo se ha determinado la presencia de animales infantiles, juveniles y subadultos, sin que exista un claro predominio de ninguna de ellas sobre las otras debido a la escasez de material determinado.

Por su parte, el conejo ha proporcionado dos únicos fragmentos óseos (1.14 %) pertenecientes al mismo individuo adulto (7.14%), siendo su contribución insignificante a la alimentación del contexto.

Por último, la gallina se encuentra representada por un total de 5 restos (húmero, radio, carpometacarpo, fémur y fúrcula), siendo su aporte cárnico reducido como resulta evidente en una especie de su tamaño. El pequeño tamaño de muchos de los restos de esta especie y su fragilidad puede haber repercutido negativamente en su recuperación, por lo que podría considerarse que su presencia real hubiera alcanzado valores mayores que los documentados.

La valoración general que podemos hacer de la fauna terrestre tras su estudio es que se aprecia un claro predominio de restos óseos pertenecientes a cabañas ganaderas frente a fauna silvestre, si entendemos como tal la presencia de conejo, ya que en época romana existirían granjas (leporaria) donde se criarían en amplios espacios cerrados en los que podrían desarrollar los sistemas de vida propios de campo abierto, aunque tampoco podemos olvidar la posibilidad de su caza.

Analizando de forma conjunta el material óseo, destaca la presencia de la cabaña vacuna que ocupa el primer lugar del NRD y en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario y el segundo en cuanto a NMI, tras el ovicaprino. La edad de sacrificio de estos animales indica la presencia de individuos sacrificados en edad adulta o muy próxima a ella, lo cual apuntaría a un posible empleo de los mismos en labores anteriores a su sacrificio.

La cabaña ovicaprina ocupa el segundo lugar en cuanto a NRD y peso del material determinado, tras el ganado vacuno, y el primero en cuanto a NMI. Se ha determinado la presencia de oveja y cabra en base sobre todo a fragmentos de clavijas óseas y zonas diagnósticas de huesos largos. La fragmentación que afecta al material óseo ha impedido establecer con claridad la importancia de oveja y cabra en la composición de los rebaños, apareciendo unos valores bastante similares para ambas especies. La presencia de animales sacrificados en edad juvenil podría indicar la eliminación selectiva de individuos machos, cuya permanencia hasta edad adulta en el rebaño no sería rentable y, por otra parte, el consumo de carne de mayor calidad que la proveniente de animales adultos. Por otra parte, el sacrificio también de animales en edad adulta podría apuntar tanto a la obtención de leche y lana como al reemplazo de los rebaños.

La cabaña porcina ocupa el tercer lugar en cuanto a NRD, NMI y biomasa aportada al consumo alimentario, tras vacuno y ovicaprino. La presencia de animales sacrificados a una edad temprana (infantil y juvenil) apuntaría a una utilización destinada a servir exclusivamente de alimento tras un periodo justo de cría como al reemplazo de los rebaños. Los elevados índices de fragmentación que afectan a los huesos de cerdo han impedido conocer la altura de estos animales.

El caballo, la única especie que en este caso no parece tener interés alimentario, pero sí de otros tipos, se encuentra escasamente representada. Por último, el conejo tiene una presencia poco menos que testimonial lo cual podría deberse a la pequeñez de la muestra ósea analizada. La única especie de ave de corral representada es la gallina, con un total de 5 fragmentos determinados (figura 68 A).

El análisis faunístico comparado entre las tres campañas de excavación realizadas en la Puerta Califal de Ceuta (2005, 2008, y 2009), permite observar cómo dentro de un panorama bastante homogéneo, al tratarse del mismo yacimiento, existen variaciones según la campaña de que se trate en la distribución e importancia de las distintas cabañas ganaderas. Este hecho podría deberse a varios factores, cantidad de restos que compone las distintas muestras analizadas, ámbito arqueológico del que proceden, etc.

Las conclusiones generales que podemos obtener del análisis de la fauna terrestre en la secuencia romana y tardoantigua de la Puerta Califal, teniendo presentes las tres campañas realizadas de manera conjunta son las siguientes: en primer lugar, la fauna doméstica conforma la base cárnica en el consumo alimentario de la población, basada en el consumo de vaca, ovicaprino y cerdo. Por su parte, la vaca es la cabaña ganadera que aporta mayor número de restos y biomasa al consumo alimentario. La presencia de caballo no parece estar relacionada con consumo alimentario. No se ha determinado la presencia de animales de compañía. Y la avifauna determinada se reduce a la presencia de gallina doméstica y a otra ave de tamaño más pequeño. Por último, la presencia de gamo parece responder a su introducción en esta zona geográfica por parte de la población romana.

9.6.2. Fauna terrestre procedente de otros contextos romanos de Ceuta

A continuación incluimos los datos de los análisis arqueozoológicos de tres yacimientos arqueológicos relevantes de la Ceuta romana y tardoantigua: el Paseo de las Palmeras (campañas 1996 y 1998), la Plaza de África 3 y la c/ Queipo de Llano.

9.6.2.1. Paseo de las Palmeras 1996

Los restos de fauna analizados, pertenecientes a todos los niveles estratigráficos determinados, suman un total de 2.197 de los que 1.107 (50.39%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD). Los restantes 1.090 fragmentos (49.61%) constituyen los no identificado. El estudio arqueozoológico se ha hecho diacrónicamente (tanto en esta campaña como en la siguiente), procediendo al estudio de los restos romanos, tardorromanos, medievales y modernos.

No obstante, no se incluyen los datos desglosados de todos los periodos por cuestiones de espacio, limitándonos a los datos de época preislámica ¹⁶, si bien si se tratan los datos en la interpretación global por periodos -en ambas campañas-. Suman un total de 848 (tabla 14) de los que 421 (49.65%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD), frente a los 427 fragmentos (50.35%) no identificados.

(16) Se incluyen aquí de manera detallada los procedentes de 46 niveles época preislámica, que incluyen mayoritariamente niveles de época medio-imperial o tardorromana (UU.EE. 1039, 1057, 1176, 1234, 1243, 1256, 1270, 1290, 1319, 1325, 1335, 1339, 1340, 1348-1351, 1353, 1361, 1362, 1364, 1366-1368, 1370, 1372, 1376, 1377, 1404, 1410, 1411, 1417, 1419, 1429, 1431, 1432, 1434, 1435, 1443-1446, 1454, 1455 y 1460) y una única unidad estratigráfica bizantina (U.E. 1303).

Los huesos de caballo recuperados se elevan a un total de 6 (1.43%) que representan a un único individuo adulto (3.57%). Con un peso total de 334 gramos (3.37%) se sitúa en cuarto lugar en cuanto al peso del material óseo determinado, aunque no existen indicios claros de que fuera utilizado en el consumo alimentario (tabla 14, figura 69). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las craneales seguidas de axiales y apendiculares (figura 71). El aprovechamiento de estos animales se centraría en su utilización en tareas de carga, monta y tiro, de ahí que los ejemplares hubieran alcanzado la edad adulta en el momento de su muerte, relacionándose ésta seguramente con procesos naturales. Sus valores reflejan de forma clara que se trata de una especie con una presencia escasa en el conjunto de las cabañas ganaderas. El metatarso recuperado completo ha permitido calcular la altura en la cruz de este individuo que se situaría sobre los 130.5 cm (Kiesewalter, 1888).

La vaca ha proporcionado un total de 163 fragmentos óseos (38.72%) que corresponden a un número mínimo de 7 individuos (25%). Con un total de 7.125 gramos se sitúa en primer lugar (71.84%) en cuanto al peso del material óseo determinado (no se incluyen en esta cantidad los 12 gramos pertenecientes a los fragmentos de clavijas óseas), ya que al contrario que lo que ocurre con los équidos, la vaca si fue utilizada como alimento (tabla 15, figura 69). En cuanto a las porciones esqueléticas representadas, las apendiculares son las más numerosas seguidas por axiales y craneales, destacando por su número los fragmentos de costillas, vértebras y falanges (tabla 16, figura 70). La fracturación del material óseo es intensa en aquellos huesos que portan importantes masas musculares, mientras que suelen aparecer completos los huesos de las extremidades que menos biomasa aportan. Se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil, subadulta y adulta, aunque existe un claro predominio de animales sacrificados en edad adulta, lo cual podría indicar una utilización previa en labores agrícolas y de transporte antes de servir como alimento.

El cálculo de la altura en la cruz sobre dos metacarpos (Fock, 1966), con el resultado de 107.4 y 126.2 cm, indicaría la presencia de una hembra y un macho.

En el caso de ovejas/cabras, se han determinado 12 fragmentos de oveja, 149 de ovicaprino y 9 de cabra que en conjunto suponen el 40.38% del material identificado, perteneciente a un número mínimo de 11 individuos (39.29%), con lo cual se sitúa en primer lugar en cuanto a NRD y NMI de todas las especies determinadas. Con un peso total de 1.547 gramos (15.60%), sin contar los 96 gramos de clavijas óseas, alcanza el segundo lugar, tras la vaca, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario. Al igual que ocurría en el caso anterior las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas de axiales y craneales (tabla 16, figura 71), destacando por su número los fragmentos de costilla, metacarpo y tibia. En relación con la edad de sacrificio, se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil, subadulta y adulta, aunque predominan los animales adultos sobre los demás. Parece que las ovejas serías más numerosas en la composición de los rebaños. La recuperación de dos metatarsos completos de cabra también ha permitido calcular su altura en la cruz obteniéndose en ambos casos 63,5 cm (Schramm, 1967). El ganado ovicaprino se va a convertir en el periodo romano en el más importante en cuanto a NRD y NMI y ocupará el segundo puesto, tras el vacuno, por su biomasa sólo superada por esta misma especie entre las que presentan importancia alimentaria. El sacrificio de ovicaprinos, con una finalidad claramente alimentaria, se efectúa de forma prioritaria sobre los ejemplares que por lo menos han superado los dos años, incluyéndose por tanto en la cohorte de adultos. En ningún caso hemos constatado la presencia de ejemplares que puedan considerarse claramente como seniles. De los ejemplares que se mantuvieron hasta una edad adulta podría considerarse que no sólo sirvieron para asegurar el reemplazo de la cabaña, sino que de los mismos también se aprovecharía tanto la leche de ovejas y cabras como la lana de las primeras.

Se han recuperado un total de 60 fragmentos asignados a cerdo que suponen el 14.25% del NRD y representan a un número mínimo de 5 individuos (17.86%). Con un peso de 689 gramos (6.95%) esta cabaña ganadera ocupa el tercer puesto, tras vaca y ovicaprino, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario. Las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas por craneales y axiales (tabla 16, figura 72), destacando por su número los dientes aislados y los fragmentos de metacarpo.

Es de resaltar la ausencia de piezas vertebrales, hecho que debería asociarse a la fragmentación producida durante los procesos de despiece y consumo alimentario, lo que conlleva a la dificultad de identificación de estas piezas y a su consiguiente inclusión en el grupo de los no identificados. En relación con la edad de sacrificio, se encuentran representadas las cohortes de edad infantil, juvenil y adulta, aunque predominan los animales adultos sobre los demás.

El perro está representado únicamente por 4 fragmentos identificados (0.95%), que representan a un único individuo adulto (3.57%). El peso del material determinado se eleva a 42 gramos (0.42%) (tabla 15, figura 69). Las porciones esqueléticas más numerodujo en estadios de edad avanzada. La recuperación de un radio completo ha permitido calcular su altura en la cruz, obteniendo como resultado 46.1 cm (Koudelka, 1885; Harcourt, 1974). Es decir, la alzada de este animal estaría cercana a los 50 cm, alcanzando una altura mediana.

El gato doméstico está representado por 11 fragmentos identificados (2.61%), que representan a un único individuo adulto (3.57%). El peso del material determinado se eleva a 23 gramos (0.23%) (tabla 15, figura 69). Las porciones esqueléticas más numerosas son las apendiculares seguidas de craneales y axiales. La presencia de este animal de compañía se extiende lentamente de la mano de los romanos, por lo que el número de ejemplares quizás todavía no fuese significativamente elevado. De nuevo otra especie doméstica sin importancia alimentaria, en este caso el gato, debió registrar un patrón de deposición similar a équidos y cánidos, depositarlos o enterrarlos completos tras su muerte.

El gamo ha proporcionado un total de 5 fragmentos determinados (1.19%) que representan a un único individuo adulto (3.57%) y que suponen con 156 gramos el 1.57% del peso total de todo el material identificado (tabla 15, figura 69). Los fragmentos pertenecen al esqueleto apendicular y craneal (tabla 16).

Por su parte, el conejo se encuentra representado por 2 fragmentos determinados (0.47%) que representan a un único individuo (3.57%). Con un total de 2 gramos sólo alcanza el 0.02% del peso del material determinado (tabla 15, figura 69). Las únicas porciones representadas pertenecen al esqueleto apendicular (tabla 16). Su aporte al consumo alimentario es mínimo.

La gallina, por último, es la única especie de ave representada, aunque por escaso número de restos, 8 en total (1 escápula, 1 ulna, 1 radio, 2 tibiotarsos y 3 tarsometatarsos). Su aporte cárnico sería, lógicamente, pequeño como resulta evidente en una especie de su tamaño. Se ha determinado el consumo tanto de animales adultos como juveniles.

En último lugar incluimos de manera autónoma los restos de fauna recuperados en niveles de época bizantina (U.E. 1303), que se elevan a un total de 36 (tabla 14), de los que sólo 5 (13.89%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD). Los restantes 31 fragmentos (86.11%) son indeterminables. La única especie determinada ha sido la vaca, con un total de 5 fragmentos pertenecientes al esqueleto craneal y apendicular que representan a un individuo adulto y alcanzan 339 gramos de peso. Por su parte, los 31 fragmentos indeterminados suponen 125 gramos.

La interpretación general que podemos hacer de todos estos resultados, con las precauciones inherentes a su fragmentariedad, son las siguientes:

a su fragmentariedad, son las siguientes: En los niveles pertenecientes a la fase romana, analizando de forma conjunta el material óseo, se aprecia un claro predominio de restos óseos pertenecientes a cabañas ganaderas (98.34%) frente a fauna silvestre (1.66%) (figura 73), entre las que destaca la presencia de la ovicaprina que ocupa el primer lugar en NRD y NMI, y el segundo en cuanto al peso del material óseo determinado. Se ha determinado la presencia de oveja y cabra en base sobre todo a zonas diagnósticas de huesos largos. La fragmentación que afecta al material óseo ha impedido establecer con claridad la importancia de oveja y cabra en la composición de los rebaños, si bien el material determinado indicaría un ligero predominio de la oveja frente a la cabra en la composición de los mismos. El sacrificio de abundantes animales en edad adulta, principalmente hembras, parece apuntar tanto a la obtención de leche y lana como al reemplazo de los rebaños.

El ganado vacuno ocupa el segundo lugar, tras ovicaprino, en cuanto a NRD y NMI. El peso del material óseo determinado sitúa a esta cabaña ganadera en primer lugar en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario. La mayor presencia de animales sacrificados en edad adulta o próxima a ella podría indicar el empleo de los mismos en labores agrícolas y de transporte, los cuales serían también sacrificados y consumidos a una edad más avanzada.

La cabaña porcina ocupa el tercer lugar en cuanto a NRD, NMI y peso del material determinado. La mayor presencia de animales sacrificados a edad temprana (infantil y juvenil) y adulta apuntaría tanto a una utilización destinada a servir exclusivamente de alimento tras un periodo justo de cría como al reemplazo de los rebaños. La ausencia de huesos largos completos ha impedido conocer la altura de estos animales.

Las especies que no tienen interés alimentario (caballo, perro y gato) se encuentran escasamente representadas aunque en el caso del cánido su presencia debía ser más importante de lo que reflejan los restos recuperados en base a la frecuencia de las mordeduras aparecidas en el material analizado.

Por último, la fauna silvestre tiene una presencia testimonial con la presencia de gamo y conejo. La única especie de ave de corral determinada es la gallina, también con escaso material determinado.

El escaso material recuperado en los niveles pertenecientes a época bizantina no permite realizar conjeturas aparte de constatar la presencia de vaca.

El análisis de la secuencia faunística de la excavación en el Paseo de las Palmeras 96 pone de manifiesto en todos los periodos estudiados la existencia de unas cabañas ganaderas cuyo control y reemplazo se encuentra plenamente asentado, fundamentado en la presencia de ganado ovino, caprino, vacuno y de cerda, en el que se basa el consumo alimentario. En cuanto a NRD y NMI la ovicaprina es la cabaña mejor representada en todos los periodos analizados, seguida de vacuno y porcino. Mientras que en cuanto a biomasa aportada al consumo alimentario es el ganado vacuno el que ocupa el primer lugar en todos los periodos analizados en la secuencia, seguido de ovicaprino y cerdo. La fauna silvestre tiene una escasa representación en cuanto a número de especies en los distintos periodos analizados, determinándose sólo la presencia de gamo y conejo con unos valores muy bajos en todos los casos.

Tanto la edad de sacrificio como la determinación del sexo, en los casos en que ello ha sido posible, indican un uso y control de los rebaños ganaderos para la obtención de toda una serie de productos básicos: carne, leche, lana, transporte y trabajo agrícola. En el caso del ganado ovicaprino, parece existir un sacrificio de animales machos a edad temprana, mientras que las hembras se sacrificarían en edad adulta tras contribuir al reemplazo de los rebaños y proporcionar principalmente leche y lana. El ganado vacuno seguiría un modelo similar al anterior, si bien los machos también se sacrifican en edad adulta tras su empleo como fuerza de trabajo en labores agrícolas y de transporte.

Por su parte, en los restos óseos analizados pertenecientes al ganado de cerda observamos un predominio de individuos sacrificados antes de alcanzar la edad adulta. Esta actitud estaría claramente relacionada con los fines perseguidos con la cría de estos animales, ya que en líneas generales no puede obtenerse ningún beneficio de ellos durante su vida y si, en cambio, tras este tiempo justo de cría y posterior sacrificio.

La presencia de especies que no tienen interés alimentario, caballo, perro y gato, debería ponerse en relación con la posible utilización de algunos espacios del interior de la ciudad como vertederos. En éstos no sólo se arrojarán desechos alimentarios, sino que también servirán de enterramiento o lugar de abandono de animales muertos.

La escasez de material óseo perteneciente a especies silvestres impide matizar si su presencia se debería poner en relación con una caza que complemente y diversifique el consumo cárnico de especies domésticas, o bien se trataría de una actividad de tipo lúdico relacionada con el prestigio de las clases sociales superiores, aunque al tratarse en el caso concreto del gamo de una especie introducida por los romanos, su presencia apuntaría claramente hacia una actividad lúdica en su caza.

En el material óseo analizado se han apreciado las marcas dejadas por los carnívoros, ya comentadas con anterioridad, y las tendentes al despiece y desarticulación de los animales sacrificados. Es muy frecuente la presencia de cortes destinados a la desarticulación de los animales realizados en las zonas articulares de los huesos largos y sobre costillas y vértebras. También puede apreciarse otro tipo de actividad en los huesos que se realiza posteriormente, centrado posiblemente en la fabricación de objetos a partir de este material. Así encontramos huesos largos de caballo y vaca, preferentemente metacarpo y metatarso, donde se han serrado transversalmente al eje del hueso las epífisis para utilizar la “caña” del hueso en labores artesanales (figura 74 G).

A lo largo de la secuencia analizada se pone de manifiesto que la fauna doméstica conforma en todos los periodos la base cárnica de la dieta alimentaria, basada en el consumo de ovicaprino, vacuno y cerdo. La fauna silvestre, por su parte, está escasamente representada, siendo gamo y conejo las dos únicas especies que parecen tener interés económico. En las especies de macromamíferos (vacuno, équidos) existe un claro predominio de los animales sacrificados en edad adulta, mientras que en los mesomamíferos (cerdo y ovicaprino principalmente) además de adultos es muy importante el sacrificio de individuos infantiles y juveniles, lo cual indicaría en todos los casos la existencia de técnicas de control y reemplazo de las cabañas ganaderas. Las aves domésticas, por último, se encuentran poco representadas. Sin embargo, es evidente que la carne de gallina fue muy apreciada y se convertiría en un complemento a la de mamíferos.

Cabe señalar como dato curioso en esta campaña la presencia de restos de puercoespín con huellas de cortes que parecen indicar su consumo, y esto a su vez podría señalar su posible introducción en África por los romanos (Riquelme y Morales, 1997).

9.6.2.2. Paseo de las Palmeras 1998

Los restos de fauna analizados pertenecientes a los niveles romanos de esta actividad arqueológica realizada en la ciudad de Ceuta ¹⁷, suman un total de 777 de los que 348 (44.79%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD). Los restantes 429 fragmentos (55.21%) forman el grupo de los no identificados. Las especies de mamíferos determinadas son las siguientes: équido, vaca, oveja, cabra, cerdo, perro, gamo, conejo, hiena y león (tablas 17 y 18, figura 75). También se ha determinado la presencia de gallina y tortuga, en base a un fragmento de caparazón. Salvo los restos pertenecientes a équido, animales de compañía, hiena y león, las demás especies representadas formarían parte del consumo alimentario.

Dentro de los équidos (Equus caballus/Equus asinus) hemos incluido todos los restos determinados de caballo y asno que no pudieron ser clasificados a especie y que se engloban bajo este epígrafe, aunque por las características óseas del material analizado nos inclinamos a pensar que se trate de asno. En total se han determinado 6 fragmentos (1.72%) pertenecientes a un único individuo subadulto (3.85%). Con un peso total de 253 gramos (3.49%) se sitúa en cuarto lugar en cuanto al peso del material óseo determinado, aunque no existen indicios claros de que este animal fuera utilizado en el consumo alimentario (tabla 17, figura 75). Existe la misma proporción en cuanto a la representación de porciones esqueléticas craneales, axiales y apendiculares (tabla 18).

No hemos constatado en ningún caso un aprovechamiento alimentario y el reducido número de marcas de carnicería registrado en huesos de esta especie puede estar en relación bien con este hecho o bien con la posible recuperación de la piel de alguno de estos équidos. Se pone por tanto de manifiesto el aprovechamiento de esta especie como animal de tiro y/o monta, por lo que su muerte no se relacionaría mayoritariamente con sacrificios intencionales sino con procesos naturales en estadios avanzados, o bien con enfermedades en el caso de los ejemplares más jóvenes.

El ganado vacuno ha proporcionado un total de 136 fragmentos óseos (39.08%) que corresponden a un número mínimo de 6 individuos (23.07%). Con un total de 5.128 gramos se sitúa en primer lugar (70.75%) en cuanto al peso del material óseo determinado (no se incluyen en esta cantidad los 24 gramos pertenecientes a los fragmentos de clavijas óseas), ya que al contrario que lo que ocurre con los équidos, la vaca si fue utilizada como alimento (tabla 17, figura 75). En cuanto a las porciones esqueléticas representadas, las apendiculares son las más numerosas seguidas por axiales y craneales, destacando por su número los fragmentos de vértebras, costillas, falanges y piezas dentales aisladas (tabla 18, figura 76A). Se encuentran representadas las cohortes de edad infantil, subadulta y adulta, aunque existe un claro predominio de animales sacrificados en edad adulta, lo cual podría indicar una utilización previa en labores agrícolas y de transporte antes de servir como alimento. La recuperación de un metacarpo y un metatarso completos ha permitido calcular la altura en la cruz de estos individuos (Fock, 1966), obteniéndose respectivamente 111,6 y 125,9 cm.

En el caso del ganado ovicaprino, se han incluido todos los restos determinados de oveja y cabra junto a los que no pudieron ser clasificados a especie: en total se han determinado 11 fragmentos de oveja, 129 de ovicaprino y 10 de cabra que en conjunto suponen el 43.10% del material identificado, pertenecientes a un número mínimo de 10 individuos (38.46%), con lo cual se sitúa en primer lugar en cuanto a NRD y NMI de todas las especies determinadas. Con un peso total de 1.225 gramos (16.90%), sin contar los 107 gramos atribuidos a los fragmentos de clavijas óseas, se sitúa en segundo lugar, tras la vaca, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 17, figura 75). Al igual que ocurría en el caso anterior las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas de axiales y craneales, destacando por su número los fragmentos de costilla, vértebras, radio y tibia (tabla 18, figura 76C). En relación con la edad de sacrificio, se encuentran representadas todas las cohortes de edad, aunque predominan los animales adultos sobre los demás. La escasa presencia de las cortes infantil, juvenil y subadulta indicaría que parte de esta cabaña se sacrificaba antes de alcanzar una edad adulta, planteándose por tanto un patrón de explotación claramente enfocado hacia el aprovechamiento cárnico. De los ejemplares que se mantuvieron hasta una edad adulta podría, por el contrario, considerarse que no sólo sirvieron para asegurar el reemplazo de la cabaña, sino que de los mismos también se aprovecharía tanto la leche de ovejas y cabras como la lana de las primeras. En cuanto a la proporción oveja/cabra, comprobamos una abundancia muy similar entre ambas especies, por lo que este dato podría estar indicando unos valores equilibrados entre ambas especies en la composición de los rebaños de ovicaprinos.

En el caso del cerdo se han recuperado un total de 45 fragmentos que suponen el 12.93% del NRD y representan a un número mínimo de 4 individuos (15.37%). Con un peso de 516 gramos (7.12%) esta cabaña ganadera ocupa el tercer puesto, tras vaca y ovicaprino, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 17, figura 75). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular seguidas por craneales y axiales, destacando por su número los fragmentos de tibia y huesos cortos del tarso (tabla 18, figura 76C)). A diferencia de lo señalado para vacuno y ovicaprino, la distribución de los restos de suidos no va a presentar un predominio evidente de ninguna parte del esqueleto. Frente a esto, cabe resaltar el reducido número de piezas axiales documentadas, hecho que podría asociarse a la fragmentación producida durante los procesos de despiece y consumo alimentario, lo que conduce a la dificultad de identificación de estas piezas y a su consiguiente inclusión en el grupo de los no identificados.

La principal edad de sacrificio de los ejemplares de cerdo se establece en el grupo que engloba los últimos estadios de la cohorte de subadultos y los adultos de primera edad. Este hecho unido a la presencia de individuos de menor edad, podría indicar una estrategia de producción centrada en el abastecimiento cárnico, en el que sólo parte de la cabaña alcanzaría fases de edad superiores con la finalidad de asegurar su regeneración.

El perro está representado únicamente por 3 fragmentos identificados (0.86%) que representan a un único individuo adulto (3.85%). El peso del material determinado se eleva a 31 gramos (0.43%) (tabla 17, figura 75), y las porciones esqueléticas representadas pertenecen al esqueleto craneal y apendicular (tabla 18). La presencia de perros debía ser más importante de lo que reflejan los huesos recuperados, como puede apreciarse en las frecuentes marcas de sus dientes sobre el material óseo.

El gamo ha proporcionado un total de 4 fragmentos determinados (1.15%), que representan a un único individuo adulto (3.85%) y que suponen con 55 gramos el 0.76% del peso total de todo el material identificado (tabla 17, figura 75), siendo los fragmentos determinados del esqueleto axial y apendicular (tabla 18). Como ya se ha comentado se han localizado restos de esta singular especie en la campaña de 1996, en la Plaza de África y en la Puerta Califal, debiendo ser una especie abundante en la Antigüedad en el territorio de Ceuta.

Por su parte el conejo se encuentra representada por un total de 2 fragmentos determinados (0.58%) que representan a un único individuo (3.85%). Con un total de 2 gramos sólo alcanza el 0.03% del peso del material determinado (tabla 17, figura 75). Las únicas porciones representadas pertenecen al esqueleto apendicular (tabla 18). Su aporte al consumo alimentario es mínimo.

De bastante interés es la documentación de hiena manchada (Crocuta cf. crocuta) en la U.E. 1604 (figura 77 C). A este taxón se ha asignado un canino superior izquierdo perteneciente a un gran carnívoro cuyas características morfológicas parecen apuntar a la hiena manchada. La pieza dental representa a un individuo adulto (tabla 17, figura 75).

También destaca la identificación de león (Panthera cf. leo). Por sus dimensiones y características morfológicas se ha asignado a esta especie un fragmento de ulna que pertenecería a un individuo juvenil.

La gallina se encuentra representada por un total de 11 restos (2 húmeros, 1 ulna, 1 radio, 1 carpometacarpo, 1 pelvis, 1 fémur, 1 tibiotarso y 3 tarsometatarsos). Su aporte cárnico sería, lógicamente, pequeño como resulta evidente en una especie de su tamaño. La distribución por sexos indica el sacrificio tanto de machos como de hembras.

La valoración general de estos resultados de forma conjunta evidencia un claro predominio de restos pertenecientes a cabañas ganaderas frente a fauna silvestre, entre las que destaca la presencia de la cabaña ovicaprina que ocupa el primer lugar en NRD y NMI y el segundo, tras el ganado vacuno, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario. Se ha determinado la presencia de oveja y cabra en base sobre todo a fragmentos de clavijas óseas y zonas diagnósticas de huesos largos. Parece existir una paridad entre oveja y cabra en cuanto a la composición de los rebaños y también en el consumo alimentario. Se ha determinado la presencia de asno entre los restos de équidos. Por tanto, existiría un aprovechamiento de estas especies como animales de monta y tiro, por lo que su muerte no se relacionaría con sacrificios intencionados sino con procesos naturales en edades avanzadas o bien con enfermedades en el caso de ejemplares más jóvenes.

La vaca ha proporcionado un número de restos e individuos relativamente importante. De las escasas medidas obtenidas en el material óseo se deduce la presencia tanto de animales machos como de hembras. La presencia mayoritaria de animales sacrificados en edad adulta podría indicar su empleo en labores agrícolas y de transporte y su sacrificio a una edad más avanzada para abastecimiento y consumo de carne. Por tanto, se incide en la idea de un aprovechamiento previo de esta especie, considerando no sólo su fuerza sino también la obtención de otros productos secundarios que puede aportar, retrasando así su sacrificio hasta momentos avanzados de su desarrollo.

La cabaña porcina tiene una discreta presencia. La mayoría de individuos determinados se sacrifica antes de llegar a la edad adulta, lo que parece apuntar a un tiempo justo de cría antes de su sacrificio, ya que su posterior mantenimiento no se justificaría desde el punto de vista económico.

En lo referente a animales de compañía se ha determinado la presencia de perro, encuentra escasamente representado tanto en número de restos como de individuos. Sin embargo, su presencia debió ser más abundante en base a las huellas de sus mordeduras en el material analizado.

La fauna silvestre consumida cuenta con dos especies de mamíferos, si incluimos al conejo en esta clasificación, aunque escasamente representadas. La práctica cinegética de los cérvidos podría reflejar un proceso relacionado con las clases sociales más poderosas, como ya hemos comentado anteriormente.

Los restos óseos atribuidos a grandes carnívoros, hiena manchada y león, nos indicarían la presencia de estas especies en el norte de África en época romana y podrían ponerse en relación tanto con su caza como actividad de tipo lúdico como con su presencia en la ciudad en relación con espectáculos públicos.

El consumo de carne correspondiente a fauna doméstica se completa con la aportación de gallinas. La importancia real que alcanzaría esta especie, como ocurriría en el caso del conejo, queda relegado por la escasez de sus restos.

De los datos faunísticos obtenidos en la caracterización arqueozoológica de la fauna de la campaña de 1998 en el PP, podrían deducirse las siguientes hipótesis de trabajo. En primer lugar, los ovicaprinos, con una presencia muy similar de ovejas y cabras en la composición de los rebaños, eran los animales que proporcionaban el mayor número de restos y de individuos, por tanto, es la cabaña ganadera en la que se basa el consumo alimentario en cuanto a número de animales sacrificados. En segundo término, los équidos, en los que se ha determinado la presencia de asno, presentan un escaso número de restos y de individuos. Estas características parecen responder al aprovechamiento de estas especies como animales de monta y tiro, por lo que su muerte no se relacionaría con sacrificios intencionados sino con procesos naturales en edades avanzadas en la mayoría de los casos. Por su parte, el ganado vacuno ocupa el primer lugar en cuanto al peso del material óseo determinado, es decir, será la cabaña ganadera en que se base el consumo alimentario de la población en cuanto a la biomasa aportada. Junto a ella, la cabaña porcina mantiene una presencia menos importante que ovicaprino y vacuno. El perro tiene una escasa presencia, así como el conejo y la gallina. Por último, las especies silvestres están escasamente representadas y, posiblemente, relacionadas con actividades lúdica.

Comparando estos datos con los obtenidos en la intervención del año 1996 en este mismo yacimiento, observamos que, en ambos casos, la fauna doméstica conforma la base de la dieta alimentaria.

9.6.2.3. Plaza de África 3

La fauna estudiada en la excavación de la PA suma un total de 1.801 restos, de los que 1.009 (56.02%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD), siendo los restantes 792 fragmentos (43,98 %) no identificados. De ellos, traemos aquí a colación parte de la secuencia deposicional en la cual destaca un nivel del s. III (U.E. 4040) y otros de finales del s. V o inicios del VI (UU.EE. 4018, 4038), que son los que han proporcionado los restos de fauna que se presentan en estas páginas (Sáez et al. 2008, 126, fig. 3; Bernal-Casasola, Bustamante y Sáez, 2014 b).

Los restos de fauna estudiados pertenecientes a época tardorromana inicial (U.E. 4040) suman ude 25, de los que 15 (60%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente: todo el material determinado pertenece a una misma cabaña ganadera, la vacuna, representando a un único individuo adulto. Las porciones esqueléticas mejor representadas son las axiales seguidas de apendiculares y craneales (1 diente superior y 2 inferiores, 7 costillas, 1 fémur, 1 tibia y 3 falange 1ª).

En época tardorromana avanzada (UU.EE. 4018, 4038) los fragmentos óseos analizados se elevan a un total de 558, de los que 302 (54.12%) han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD). Los restantes 256 restos (45,88 %) forman el grupo de los no identificados. Se han determinado las siguientes especies de mamíferos: vaca, oveja, cabra, cerdo, perro y gamo (tabla 19 y figuras 78 y 79).

El ganado vacuno ha proporcionado un total de 225 fragmentos óseos (74.50 %) que corresponden a un número mínimo de 8 individuos (34.78 %). Con un peso de 21.522 gramos se sitúa en primer lugar (93.40 %) en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 19). En cuanto a las porciones esqueléticas representadas son las apendiculares las más numerosas, seguidas por axiales y craneales (tabla 20). Sólo se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil y adulta, aunque existe un claro predominio de animales adultos sacrificados.

La recuperación de huesos largos completos (tres metacarpos y un metatarso, respectivamente), ha permitido calcular la altura en la cruz en los bóvidos obteniéndose los siguientes resultados (Fock, 1966): 111 cm , 120 cm y 126,2 cm en el caso de los metacarpos; y 122,7 cm en el caso del metatarso.

En el grupo correspondiente a oveja/cabra se ha determinado 1 fragmento de oveja, 43 de ovicaprino y 4 de cabra, que en conjunto suponen el 15.90 % del material identificado, proporcionando a su vez el siguiente número mínimo de individuos: 1 oveja, 7 ovicaprinos y 1 cabra (39.13 %). Con un peso total de 703 gramos esta cabaña ganadera se sitúa en segundo lugar, tras la vaca, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 19). También en esta cabaña, al igual que ocurría en el caso anterior, las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas de axiales y craneales (tabla 20). En relación con la edad de sacrificio, se encuentran representadas las cohortes de edad juvenil y adulta, aunque predominan los animales sacrificados en edad adulta. En cuanto a la proporción oveja/cabra, comprobamos una mayor abundancia de restos de cabra que de oveja, aunque el NMI establece una igualdad entre ambas especies.

En el caso del ganado de cerda, se han recuperado un total de 26 fragmentos asignados a esta especie, los cuales suponen el 8.61 % del NRD y representan a un número mínimo de 4 individuos (17.39 %). Con un peso total de 683 gramos (2.96 %) esta cabaña ganadera se sitúa en tercer lugar, tras vaca y ovicaprino, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 19). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, seguidas por craneales y axiales (tabla 20). Sólo se ha determinado la presencia de animales juveniles y subadultos, con un predominio de individuos pertenecientes a esta última cohorte de edad.

El perro está poco representado en lo que a material óseo recuperado se refiere con sólo 1 fragmento identificado, que representa a un individuo adulto y que supone valores muy bajos de representatividad (0.33 % del NRD; 4.35 % del NMI; 0.07 % del Peso del material determinado (figura 86 A). El único fragmento determinado pertenece al esqueleto apendicular (tabla 20).

También en este caso se ha identificado la presencia de gamo, taxón que ha proporcionado un total de 2 fragmentos determinados (0.66 %), que representan a un único individuo adulto (4.35 %) y que suponen con 120 gramos el 0.52 % del peso total de todo el material identificado (tabla 19). Los dos fragmentos determinados pertenecen al esqueleto apendicular (tabla 20).

Como valoración general, podemos indicar que el material indeterminado pertenece principalmente a animales de talla media (mesomamíferos), aunque son numerosas las esquirlas y fragmentos que por sus características podrían pertenecer a animales de talla superior, principalmente équidos y vaca. El material óseo analizado del s. III ha sido escaso y sólo se encuentra representada la cabaña vacuna. Para época vándala avanzada, el número de especies representadas es más amplio, destacando la presencia de cabañas domesticas en el consumo alimentario. El vacuno, es el ganado que aporta mayor número de restos y de biomasa, seguido por la cabaña ovicaprina (oveja/cabra) y el ganado de cerda. En cuanto a los animales de compañía sólo se encuentra representado el perro. La presencia de material óseo de gamo en este nivel apuntaría a su introducción por parte de los romanos en esta zona del norte de África ya en esta época y, podría responder a su utilización en actividades lúdicas y/o venatorias.

Como valoración general del estudio arqueofaunísitico realizado en la Plaza de África 3, comenzamos resaltando que el ganado vacuno tiene gran importancia en el consumo alimentario, especialmente en época romana. Dicho consumo sufre un descenso en época bajomedieval que se mantendrá en parámetros similares hasta época moderna (figura 80). El descenso en el consumo de carne de vacuno apreciable en época bajomedieval será compensado por el importante ascenso de la presencia de ovicaprinos en la dieta cárnica, especialmente ganado ovino, muy apreciado en las poblaciones islámicas que se mantendrá hasta época moderna (figura 80). El ganado de cerda tiene una menor presencia que las otras cabañas ganaderas con un mínimo muy significativo en época bajomedieval. La presencia de gamo en época tardorromana parece ser generalizada en los yacimientos de Septem Fratres, documentándose de nuevo en la Plaza de África nº 3 (figura 81).

9.6.2.4. c/ Alcalde Victori Goñalons.

Este yacimiento se corresponde con una actividad arqueológica inédita realizada en el año 2007, junto al Mercado Central, en la cual se documento una fase tardorromana alterada por estructuras emirales. Los restos de fauna analizados suman un total de 13, de los que la totalidad han podido ser identificados anatómica y zoológicamente conformando el número de restos determinados (NRD), procedentes de las UU.EE. 4, 10, 15 y 17 (Villada y Suárez, 2007).

En relación al análisis faunístico las especies representadas son vaca y oveja. En cuanto al ganado vacuno se han determinado 9 fragmentos óseos (69.23%), situándose en primer lugar en lo que a NRD y peso del material óseo determinado (89.89%) se refiere de todas las especies determinadas. Ocupa el segundo lugar, tras el ovicaprino, en cuanto al número mínimo de individuos (33.33%) (tabla 21, figura 82). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, seguidas por axiales y craneales (tabla 22). Los restos recuperados han sido clasificados por cohortes de edad dependiendo del estado de fusión epifisaria y del desgaste y reemplazo de las piezas dentales, constatando sólo la presencia de un individuo adulto.

En relación a las ovejas/cabras, en total se han determinado 3 fragmentos de ovicaprino y 1 de oveja que en conjunto suponen el 30.77% del material identificado, perteneciente a un número mínimo de 2 individuos (66.67%), con lo cual se sitúa en primer lugar en cuanto a NMI de las especies determinadas. Con un peso total de 54 gramos (10.11%), se sitúa también en segundo lugar, tras la vaca, en cuanto a la biomasa aportada al consumo alimentario (tabla 21, figura 82). Las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares seguidas por craneales y axiales (tabla 22). En cuanto a la edad de sacrificio observada en estos animales, sólo hemos determinado la presencia de las cohortes subadulta y adulta.

En el material analizado sólo se determina la presencia de dos especies de mamíferos, vaca y oveja. Al tratarse de una pequeña muestra ósea, estaríamos ante unas especies animales importantes en la economía de los pobladores, aunque la presencia de otras especies de mamíferos, aves, etc. que debían acompañar a las aquí determinadas no han aparecido debido a la escasez de la muestra ósea analizada. El ganado vacuno es la cabaña ganadera mejor representada. En este caso si se encuentran presentes en el material óseo analizado tanto fracturas como huellas de cortes, que indicarían su inclusión en el consumo alimentario posiblemente después de unos años dedicados a labores agrícolas al tratarse de individuos sacrificados en edad adulta. La cabaña ovicaprina podría configurarse como la base alimentaria de la población, determinándose sólo la presencia de oveja, aunque la escasez de material hace que este dato deba ser tomado con mucha precaución. Los animales determinados fueron sacrificados en edad adulta o muy próxima a ella, posiblemente en un intento de obtener de los mismos productos secundarios y una vez cumplidos los objetivos reproductivos.

9.6.2.5. c/ Queipo de Llano

El material analizado corresponde a los niveles arqueológicos de colmatación de la denominada “Pileta 1” exhumada en la c/ Queipo de Llano y fechadas en el s. V d.C. (Fernández Sotelo, 2004). Sólo se han recuperado 2 fragmentos óseos que han podido ser identificados anatómica y zoológicamente (figura 83), que a pesar de su carácter aislado son significativos, ya que no tenemos constancia de dato arqueozoológico alguno procedente de estas instalaciones conserveras romanas. Las especies animales determinadas son ovicaprino y cerdo. En cuanto a la primera cabaña ganadera se ha recuperado una vértebra axis (peso 28 gr) perteneciente a un individuo adulto o próximo a esta edad. En el caso del ganado de cerda el resto determinado es un fragmento de mandíbula perteneciente también a un individuo adulto (peso 32 gr).

9.7. Reflexiones sobre el medio ambiente en la Ceuta antigua: Inferencias del análisis polínico

En este trabajo, se presentan los resultados obtenidos del análisis polínico de varias muestras procedentes de las excavaciones reiteradamente citadas en este capítulo en la Plaza de África 3 y en la c/ Alcalde Victori Goñalons. Por el momento no se han realizado análisis palinológicos en la Puerta Califal, por lo que ambos análisis de caso permiten disponer de un primer panorama sobre el paleoambiente de Septem Fratres en la Antigüedad, a completar en el futuro.

Desde un punto de vista metodológico, la extracción de los granos de polen se ha realizado mediante un ataque con ácidos y álcalis, de acuerdo con los protocolos estándar establecidos (Couteaux, 1977; Faegri et al. 1989; Girard y Renault-Miskovsky, 1969; Moore et al. 1991). El residuo obtenido, se ha sometido a técnicas de enriquecimiento, mediante la concentración del polen por flotación en licor denso de Thoulet (Goeury y Beaulieu, 1979) y conservado en tubos eppendorff con glicerina. La lectura y recuento del contenido polínico se ha realizado siguiendo el método propuesto por Cambón (1981), siendo necesaria la lectura de la totalidad de la muestra (42 líneas), para la obtención de un número mínimo de granos de polen y de taxones que avalen la fiabilidad de los datos. Para la determinación de los granos de polen se ha tomado como referencia la palinoteca de la Universidad de Alcalá y los manuales de Valdés et al. (1987), Moore et al. (1991) y Reille (1992). En cuanto a los denominados, Microfósiles No Polínicos (MNP), que constituyen una herramienta adicional a la hora de interpretar las condiciones ambientales del entorno (López Sáez et al. 2000, 2005; López Sáez y López Merino, 2007; Riera et al. 2006) debido a que su existencia es de carácter local, se han identificado siguiendo la tipología numérica establecida por la escuela de B. van Geel (van Geel, 1978, 2001; van Geel et al. 1981, 2003).

9.7.1. Plaza de África 3

Se ha realizado un análisis palinológico en 6 muestras (con la referencia PAC) procedentes de la Plaza de África nº 3, fechadas respectivamente en época medioimperial (4040), tardorromana (4018, 4038), medieval (U.E. 4011) y bajomedieval o inicios de época moderna (U.E.4033). Los resultados obtenidos, tras el tratamiento químico al que han sido sometidos los 10 gr. de cada muestra, se materializan en un volumen del residuo final, que oscila entre los 300 y 500 μml. Estos altos volúmenes son la respuesta a un alto contenido en restos vegetales (fragmentos de madera, epidermis) no identificables (figura 84). Aunque no aportan información a la reconstrucción paleoambiental del yacimiento, sirven al menos para plantear las circunstancias bajo las cuales se acumulan y conservan dichos restos.

La representación a modo de histograma ha quedado condicionada por la “ambigüedad” en la distancia espacial, relativa, entre cada una de las muestras. De este modo se aporta la información de cada una de ellas sin extrapolar los contenidos polínicos entre ellas, lo cual sólo es posible cuando es conocido el intervalo del muestreo y este no supera los 10 cm. Así mismo hay que destacar que las muestras medieval y moderna, no poseen ni cuantitativa ni cualitativamente la riqueza polínica necesaria para poder llevar a cabo una representación estadística de los datos, motivo por el cual no queda registrada la relación arbórea/arbustivo/herbáceo y los elementos detectados quedan reflejados a modo de presencias.

Se han identificado 17 taxones de los que 6 son arbóreos, 1 arbustivo y 10 herbáceos (figura 85); a ello se une la detección de esporas triletas y 11 microfósiles no polínicos (MNP, figura 88), algunos de los cuales sin una afinidad biológica claramente conocida pero de alto valor paleoecológico ya que presentan exigencias ecológicas limitantes para su desarrollo, generalmente de carácter muy local. Los elementos principales que conforman la composición del paisaje vegetal son las Familias Chenopodiaceae y Asteraceae, tanto liguliflorae como tubuliflorae que ponen de manifiesto la existencia de unas condiciones de carácter fundamentalmente secas, sobre todo en el entorno más próximo. Estos datos explican la presencia de MNP con estas afinidades, como es el caso de los Tipos: 306, 20, 55 A, 3 B y 369, a lo largo del perfil (figura 88). En este contexto hay que destacar momentos marcados por un ligero aumento de humedad, inferidos por la presencia de los MNP Tipos 18, 170 y 174. Se trata de un ligero incremento de “humedad” de carácter local asociado bien a fuertes lluvias esporádicas o a reservas de agua para el uso de organismos (ya se trate de ganado y/o población civil). Esto último estaría constatado por la detección de taxones nitrófilos, como Plantago y Rumex asociados al MNP Tipo 55 A, de naturaleza coprófila. También se encuentra presente otro MNP coprófilo como es el Tipo 113, aunque en este caso no mantiene las relaciones ananteriormente expuestas, pero su presencia va ligada a la del MNP Tipo 170, relacionado con un cierto grado de humedad local. Por otro lado, la presencia de las Familias Fabaceae y Apiaceae, puede ser debida simplemente a que forman parte el cortejo herbáceo, o bien podrían ser interpretadas bajo la óptica de un cierto grado de interés económico, ya que algunos de los géneros que se desarrollan en el seno de ambas familias lo presentan. Ello significaría la detección, junto a los elementos relacionados con la presencia de organismos, de determinadas prácticas o actividades de tipo agropecuario.

Otros hechos a destacar hacen referencia a las presencias de elementos arbóreos, como es el caso de Quercus tipo perennifolio y de Juniperus, que revelan una asociación local de tipo mediterráneo con la suficiente humedad, al menos edáfica, para permitir el desarrollo de taxones como Fraxinus, Ulmus y Corylus, definiendo unas temperaturas no muy extremas; la detección de Pinus refleja la composición del bosque regional dominante.

Finalmente, del comportamiento de la vegetación a lo largo de la secuencia se desprenden algunos hechos significativos en términos tanto de carácter paleoambiental como de los usos del territorio. Bajo esta perspectiva el Histograma Polínico se ha organizado de manera que todo aquello con un significado paleocológico similar quede agrupado, sin tener en cuenta su procedencia (arbóreos, arbustivo, herbáceos, MNP). En el Histograma Polínico de afinidades ecológicas (figura 86), llama la atención al igual que ocurría en el anterior diagrama, la gráfica que enfrenta el total de polen arbóreo/arbustivo/ herbáceo, en donde queda patente el desarrollo de un paisaje dominantemente abierto, que alcanza su máxima expresión hacia el techo de la secuencia. En dicha muestra no queda constancia de la presencia de ningún elemento arbóreo ni arbustivo; todo parece indicar que podría representar la fase de máxima deforestación detectada desde las muestras inferiores y corroborada a través de la muestra subyacente, que, aún no teniendo contenido polínico en número suficiente para su representación, los elementos detectados dejan constancia de la falta de representación arbórea. Es de destacar que, en la muestra superior, igualmente carente de contenido polínico suficiente, se detectan pólenes arbóreos, tanto de carácter regional (Pinus) como local (Juniperus). Estos cambios en la estructura de la vegetación ponen de manifiesto un ciclo de recuperación/deterioro de la vegetación como reflejo de la acción conjunta del cambio en las condiciones paleoambientales y de los usos del suelo. Así se puede definir en la base de la secuencia (muestras 4018 y 4038) una recuperación de la masa forestal, que afecta a la vegetación regional y local. Estos datos podrían ser el resultado de un aumento en la disponibilidad de agua, favoreciendo así la expansión de Fraxinus, Ulmus y Corylus. Además, ponen de manifiesto la existencia de un escaso contraste térmico, siempre bajo un régimen mediterráneo que permite el desarrollo de Quercus tipo perennifolio; de esta mejora climática también se beneficia la vegetación regional, dando lugar a un incremento de los pinares. Simultáneamente tiene lugar una reducción de los taxones herbáceos y de los MNP de carácter seco, así como la detección de taxones nitrófilos y coprófilos y de las Familias Apiaceae y Fabaceae.

Una segunda fase quedaría definida por las muestras PAC-4040 y PAC-4010, junto a la muestra PAC-4011, que tan sólo sirve para corroborar la persistencia de las condiciones reinantes. En esta etapa tiene lugar el retroceso progresivo de la vegetación arbórea llegando a dar paso a paisajes totalmente abiertos, de carácter estepario y con una escasa diversidad. Todo parece indicar que la componente climática es uno de los factores más determinantes en el deterioro de la vegetación, sin desechar la posibilidad de una fuerte actividad antrópica actuando sobre paisajes degradados o en vías de degradación.

El factor climático queda justificado a través del desarrollo de Juniperus, del que no existía registro con anterioridad y en la expansión de las Familias Chenopodiaceae y Asteraceae así como del MNP Tipo 20. Sin embargo, bajo estas condiciones más secas, que conllevan igualmente la pérdida de los taxones nitrófilos, coprófilos, así como de Apiaceae y Fabaceae, se detecta la existencia de al menos pequeños encharcamientos, constatados a través de los MNP Tipo 18 y 174, que a su vez explicarían la presencia del MNP Tipo 113, asociada a un cierto grado de presión pastoral.

La detección del MNP Tipo 55 C, ligado al fuego, justifica la presencia de partículas de carbón (figura 89), en dicha muestra si bien la cantidad detectada no permite cuantificarlo en términos de existencia de los mismos, pero si de una quema reducida, quizá con el objeto de abrir espacios o bien como una técnica rápida y drástica de limpieza/saneamiento del territorio. Otra hipótesis, es que podría tratarse igualmente de un fuego de carácter natural, no recurrente como en el caso anterior, favorecido por las condiciones secas y por el tipo de vegetación. Sin embargo, el hecho de contar, tras el episodio marcado por el fuego con la presencia del MNP Tipo 113, ligado a presión pastoral, y a que, en la muestra superior, definida tan solo con presencias de Pinus, Juniperus y MNP ligados a unas condiciones secas, no facilitan la interpretación.

Finalmente se ha llevado a cabo un análisis de componentes principales (figura 87), con el fin de solventar el problema inherente a la falta de representación polínica porcentual de las muestras PAC- 4011 y PAC-403.

En dicho análisis, las muestras quedan expresadas temporalmente por un valor centimétrico (es decir la muestra más moderna, PAC-4033, corresponde a la M-5, y así sucesivamente). La muestra M-5, representada en valores negativos del componente-1 y en positivos del componente-2 queda desconectada del resto, dado que el peso de sus componentes está apoyado en la presencia de elementos arbóreos.

El resto de las muestras aparecen agrupadas en la parte positiva del componente-1, donde a su vez se reparten en torno a valores positivos y negativos del componente-2. Todo parece apuntar que dicha agrupación responde a la presencia de Chenopodiaceae y Asteraceae tubuliflorae, responsables del peso de la vegetación, frente a la ausencia de dichos taxones en la muestra M-5. En cuanto a la distribución en arco que presentan, alrededor del componente-2, observamos que la muestra M-35 actúa como punto de inflexión entre las muestras M-25 y M-55, cuyos determinantes principales son las presencias en ambos casos de MNP relacionados tanto con condiciones secas como de humedad y en ambos casos se detectan partículas de carbón. Sin embargo, las muestras M-15 y M-45, que aparentemente no tienen nada en común, las Asteraceae dominan sobre las Chenopodiaceae, junto a valores porcentualmente muy similares de Chenopodiaceae. A lo que habría que añadir que en ambas se detecta presión pastoral (definida en base a dos MNP distintos pero de igual significado), una cierta disponibilidad de agua, (reflejada tenuemente en la presencia del MNP Tipo 174 en la muestra M-15 y en el desarrollo de taxones arbóreos como Ulmus y Fraxinus, en la muestra M- 45), si bien en esta última muestra, la humedad se encuentra atenuada por el desarrollo de los MNP tipos 306, 55 A y 3 B, indicativos de condiciones secas. Con los datos polínicos que se tienen hasta este momento

para el yacimiento ceutí de la Plaza de África 3, ha quedado inferida la evolución de la vegetación desde la época tardorromana a la época moderna. Durante los citados periodos se observa la existencia de un ciclo de recuperación/deterioro de las comunidades vegetales debido a la acción combinada tanto de los cambios ambientales y de los usos del suelo por parte del hombre.

Durante el periodo tardorromano (ss. IV-V) es cuando la masa forestal se encuentra mejor representada en toda la secuencia tanto en el ámbito local como en el regional. Las presencias de Quercus–p, Fraxinus, Ulmus y Corylus, indican la existencia de un clima claramente mediterráneo junto a la instalación de unas condiciones de humedad, al menos de tipo local.

Hacia el final de esa época, así como durante la época medieval y bajomedieval (≈ ss. V- XIV) se produce un fuerte retroceso de la vegetación arbórea, que incluye su desaparición, a favor del desarrollo de taxones herbáceos, lo que estaría de acuerdo con la instalación de unas condiciones más secas. Durante este largo periodo marcado por unas condiciones especialmente extremas en cuanto a la humedad también se detecta la existencia de una cierta presión pastoral en la zona.

9.7.2. C/ Alcalde Victori Goñalons

Se ha realizado un análisis polínico sobre un total de 5 muestras procedentes de la intervención arqueológica de urgencia, realizada en la calle Alcalde Victori Goñalons de Ceuta (Villada y Suárez, 2007). En las 5 muestras analizadas (época tardorromana, ss. VI-VII, UU.EE. 7 y 17; época emiral, U.E. 16; califal, U.E. 6; medieval indet. U.E.14) destaca la limpieza del residuo, como expresión de la buena calidad del sedimento para la fosilización de los granos de polen.

Pese a ello, en la muestra CEU13-07, no se han detectado presencias de ningún tipo de palinomorfo y por tanto no ha podido ser considerada en la representación gráfica; así mismo, en la muestra CEU13-08, el número de palinomorfos identificados (<80), no ha permitido llevar a cabo un análisis porcentual de los datos, motivo por el cual, los taxones identificados se han expresado en concentraciones, y no ha sido posible realizar los cálculos de AP/NAP (Polen Arbóreo versus Polen No Arbóreo). Otro aspecto a destacar es la presencia, en todas las muestras de altas cantidades de micropartículas de carbón vegetal, indicativas de la proximidad de fuegos reincidentes. Habida cuenta del espacio temporal que las muestras abarcan, ello podría ser representativo de una zona próxima a un asentamiento, quizá correspondiente al área de acumulación de basura, entendiendo así al fuego como el resultado de la puesta en marcha de unas prácticas higiénicas.

El tratamiento porcentual de los datos, procedentes de las muestras CEU13-17, CEU13-14, CEU13-16 y CEU13-08, se ha llevado a cabo con el paquete informático TILIA® y TILIA-GRAPH® (Grimm, 1987; Grimm, 1992) y TGView 1.6.2 (Grimm, 2004); la representación gráfica de los mismos se ha realizado, para la totalidad de los datos, en un histograma polínico (figura 90). La ordenación de las muestras responde evidentemente a las diversas épocas históricas. La ubicación de la muestra CEU13-14, responde a los resultados obtenidos del Análisis de Componentes Principales (ACP), realizado con la totalidad de las muestras y de las agrupaciones de taxones, que se detallan a continuación, mediante la aplicación Biplot, del paquete Excel (figura 91). Los resultados obtenidos evidencian cómo el componente 2 discrimina las muestras en función de la edad de forma que la más moderna se encuentra en valores positivos y las más antiguas en negativos.

Para llevar a cabo la reconstrucción del paisaje vegetal y sus implicaciones de carácter paleoambiental, se ha realizado una representación sintética de los datos, expresada mediante gráficos de sectores (figura 92), y basada en la agrupación de los taxones de acuerdo, a sus exigencias ecológicas. Así los grupos definidos responden a los siguientes epígrafes: a) bosque local, constituido por la suma de los taxones correspondientes tanto al Bosque mediterráneo (Quercus-p, Olea, Cistaceae y Rosaceae), como al Bosque caduco (Quercus-c, Castanea, Corylus, Juglans y Ericaceae); b) bosque de Ribera (Fraxinus y Salix); c) ruderales (Asteraceae, Artemisia, Dipsacaceae y Malvaceae); d) pastizales (Apiaceae, Caryophyllaceae, Fabaceae, Poaceae y Scrophulariaceae); e) nitrófilas (Chenopodiaceae, Plantago,Rumex, Urtica y Rubiaceae); f) fuego (Asphodelus y el MNP Tipo 7 A). Además de ello, se han considerado de un modo aislado en primer lugar Juniperus y Pinus, por tratarse de elementos cuyas exigencias ecológicas no se ajustan a los grupos establecidos, además de ser los representantes de la vegetación regional. En segundo lugar, los MNP: Pseudoschizaea circula, asociado a procesos erosivos, Glomus, relacionado con procesos de deforestación y Riccia, indicativo de un cierto grado de presión pastoral. No se han tenido en cuenta las posibles agrupaciones de los taxones herbáceos relacionados con la instalación de unas condiciones de tipo Xérico (Asteraceae-L, Asteraceae-T y Poaceae), y/o Estépico (Artemisia, Chenopodiaceae y Ephedra), debido fundamentalmente a la fuerte antropización observada en la composición y desarrollo de la vegetación; además, el comportamiento de estas agrupaciones presenta, en este caso, una gran la similitud porcentual con las agrupaciones correspondientes a las plantas ruderales y a los pastizales.

Los resultados obtenidos del análisis polínico realizado en la C/ Alcalde Victori Goñalons han permitido la identificación (figura 90) de un total de 33 taxones, de los que 10 son arbóreos (Olea, Quercus-p o tipo perennifolio, Quercus-c o tipo caducifolio, Castanea, Corylus, Juglans, Pinus, Juniperus, Fraxinus y Salix), 5 arbustivos (Cistaceae, Calluna, Ericaceae, Rosaceae y Ephedra) y 18 herbáceas (Apiaceae, Artemisia, Asteraceae liguliflorae, Asteraceae tubuliflorae, Caryophyllaceae, Chenopodiaceae, Dipsacacea, Fabaceae, Lamiaceae, Malvaceae, Plantago, Poaceae, Rhamnaceae, Rubiaceae, Rumex, Scrophulariaceae, Urtica, y Asphodelus), junto a 1 elemento acuático (Nymphaceae), esporas Monoletas y Triletas y 4 MNP de afinidad diversa (Riccia, Tipo 7 A, Glomus cf. fasciculatum o Tipo 207, ligado a procesos de deforestación y Pseudoschizaeae circula).

En primer lugar, se observa como la relación PA– PNA, define el desarrollo de una estructura de la vegetación muy abierta, dominada por Asteraceae, que junto a Poaceae y Chenopodiaceae, permiten inferir la instalación, en líneas generales de unas condiciones secas, dentro de un ámbito mediterráneo, materializado a través de los taxones que conforman tanto el grupo arbóreo como el arbustivo.

Estas condiciones se acentúan hacia el techo de la secuencia, explicando así la desaparición progresiva de los taxones acuáticos, de los taxones de Ribera y en menor medida de las esporas. Por otro lado, se aprecia que se trata de un paisaje fuertemente antroantropizado, en el que el dominio de las plantas ruderales enmascara una posible explotación de los recursos o los usos del suelo.

A través del Análisis de Componentes Principales realizado con la totalidad de las muestras y de las agrupaciones y taxones considerados (figura 91), se ha obtenido una variabilidad del 98,99%, a través de los dos primeros componentes. Los resultados obtenidos definen tanto la estructura de la vegetación como los posibles usos del suelo. Así se infieren los siguientes hechos.

Mediante la distribución y agrupaciones de taxones se determina la estructura de la vegetación. Los

elementos que definen el bosque regional, así como los fenómenos asociados a su destrucción (deforestación, fuego, erosión), se agrupan sobre los valores negativos del componente-2; sin embargo, sobre los valores positivos, se ubican las agrupaciones relativas a las plantas herbáceas y el bosque local. Se puede concluir que el componente 2 relaciona con la vegetación local en los valores positivos y en los negativos la vegetación regional, el bosque de ribera y la pérdida del bosque local.

En relación a los posibles usos del suelo/territorio, estos quedan determinados por el componente 1, que en la parte negativa agrupa al bosque local y regional, así como los procesos de deforestación del mismo debido a la actividad antrópica, en un entorno presumiblemente pastoral (Riccia), mediante el uso del fuego (Asphodelus). La presencia de Juniperus podría interpretarse como marcadores de lindes. Sobre valores positivos se encuentran los taxones herbáceos típicos de los paisajes abiertos muy antropizados, a través tanto los taxones nitrófilos, relacionándolos con la presencia de ganado como con los pastizales, procedentes de pastos anuales por pastoreo, y las plantas Ruderales.

A través de la distribución de las muestras, se detecta la existencia de un paisaje muy abierto, dado que todas las muestras se ubican sobre valores positivos del componente 1. En cuanto a la edad, el componente 2 en negativo, relaciona las muestras más antiguas y en positivo la más moderna. Por su parte, la pérdida de humedad queda marcada por el componente 2 que enfrenta en valores negativos al bosque de ribera, y en valores positivos al bosque local constituido por taxones mediterráneos. Por último, los usos del territorio, quedan determinados por la distribución de los taxones/agrupaciones, a lo largo del componente 1, así sobre los valores negativos se agrupan las plantas herbáceas indicativas de actividad antrópica, que conlleva la existencia de un paisaje muy abierto.

Con todo ello, podemos establecer las siguientes pautas evolutivas del paisaje vegetal en la zona de estudio, marcadas por una importante deforestación (figuras 90 y 92) que se materializa en el desarrollo de espacios muy abiertos, con una marcada tendencia a la caída progresiva del bosque, así como de su diversidad. Destaca el comportamiento constante del pinar, la reducción progresiva de Juniperus, la pérdida de los taxones de ribera y acuáticos, así como la sustitución, de muro a techo, de los taxones que conforman el bosque caduco, ligado a una mayor tasa de humedad, por los de carácter netamente mediterráneo que definen el bosque perenne. También en el estrato arbustivo, queda patente la reducción porcentual y de la diversidad. Sin embargo, en el conjunto herbáceo, su expansión va asociado a un aumento de su diversidad.

Analizando la evolución de un modo detallado, se pueden establecer las peculiaridades que caracterizan a cada periodo considerado. Durante el periodo tardorromano (CEU13 17), destaca la mayor diversidad del grupo arbóreo (6 taxones), debido al desarrollo de un bosque local de carácter mesófilo (Quercus-c y Corylus) y del bosque de ribera (Fraxinus y Salix), que junto a la presencia de Nymphaceae, denotan para este periodo una mayor disponibilidad de agua. Desataca la baja representación de Juniperus, los valores más bajos de la secuencia, de Asteraceae, así como los altos porcentajes que presentan Poaceae, Apiaceae y Fabaceae. Claramente se trata de una etapa desarrollada bajo unas condiciones climáticas, definidas por una mayor, al menos disponibilidad de agua, que explica la presencia de los taxones arbóreos mesófilos, cuya presencia puede ser explicada como el reflejo de elementos ornamentales, o bien podrían formar parte de un conjunto potenciado por su interés económico; en cualquier caso, se ubicarían en zonas próximas al muestreo. 

En el periodo medieval (CEU13-14), se detectan los primeros síntomas del descenso generalizado de la humedad, asociado con la pérdida de los taxones arbóreos, considerados ornamentales o de interés económico, explicando así la presencia del MNP Glomus. Además, se constata un aumento fundamentalmente de Asteraceae y de Juniperus, que junto a la presencia de Ephedra, podrían ser indicativos del deterioro de las condiciones paleoambientales. Sin embargo, en esta etapa las presencias de los MNP Riccia, y del Tipo 7 A, podrían ser indicativos de un cierto grado de presión pastoral, que podrían a su vez, ser responsables de los cambios de vegetación detectados.

En la muestra CEU13-16, desarrollada durante la época emiral, se constata la pérdida de humedad, materializada en un fuerte empobrecimiento del estrato arbóreo, constituido sólo por Pinus y Juniperus y arbustivo (Cistaceae). Desde el punto de vista climático se infieren unas condiciones más frescas y extremas, que en los casos anteriores. Sin embargo, es importante señalar el aumento en la diversidad del grupo herbáceo, donde destaca una mayor presencia de los taxones nitrófilos, que podría ser la respuestaa un nuevo planteamiento en la explotación del territorio. La presencia de Asphodelus responde a los incendios.

Finalmente, durante el periodo califal (CEU13-8), pese a que la información está recogida a modo de presencias, es sin embargo altamente significativa, desde el momento en que se aprecia un cambio importante en la composición del bosque local. Destaca el desarrollo de un bosque mediterráneo y seco, asociado a una pérdida de Juniperus y a un mayor desarrollo de las plantas nitrófilas, que a su vez parece ser la respuesta a una explotación o llegada demás ganado.

Con toda esta información se pueden extraer las siguientes conclusiones. En primer lugar, el paisaje estaría constituido, en términos generales, por un mosaico de vegetación que incluiría fundamentalmente prados, por la abundancia de taxones pertenecientes a plantas herbáceas, sobre todo plantas arvenses y ruderales como quenopodiáceas, asteráceas, llantenes, etc, donde también encontraríamos poáceas o gramíneas silvestres, junto a un monte bajo muy mermado conformado al menos por jaras (Cistaceae ), brezos (Ericaceae) y Ephedras; bosquecillos mixtos compuestos básicamente por encinas, robles y formando parte de la vegetación regional se encontrarían pequeños bosquetes formados por pinos y sabina/enebro (Juniperus spp). De zonas más húmedas, próximas a cauces fluviales, procedería el fresno (Fraxinus) y sauces (Salix)

Desde el punto de vista climático, esta ocupaciónresponde a un período templado, de carácter mediterráneo, dada la presencia de taxones termófilos (Quercus spp, Cistaceae). Es de señalar que bajo unas condiciones en general secas, destaca la progresiva pérdida de humedad, asociada a la pérdida de los taxones de ribera y a un aumento de la mediterraneidad, hacia el techo de la secuencia.

La secuencia muestra un paisaje abierto y deforestado, y afectado por fenómenos erosivos. Dicho paisaje estaría compuesto por taxones herbáceos como las gramíneas silvestres (Poaceae), así como por otras plantas ruderales tales como las asteráceas del tipo ligulifloras y tubulifloras (margaritas, dientes de león, etc.), cenizos (Chenopodiaceae) y lamiáceas, plantas todas ellas que suelen acompañar las actividades antrópicas.

La existencia de una presión antrópica en el entorno queda constatada la degradación del bosque observada hacia techo si bien dicha vegetación se encontraba muy mermada desde el inicio.

Parece viable deducir que dicha actividad antrópica estuvo especialmente encaminada al desarrollo de la ganadería, dada la presencia de pastizales (poáceas, asteráceas, etc.) y llantenes (Plantago), así como de los MNPs indicativos de la misma (Riccia).

En cuanto a los posibles usos y/o explotación del territorio,pese a quedar muy atenuado por el dominio de las plantas ruderales, se puede detectar un cierto cambio de muro a techo de la secuencia, materializadas en la presencia de elementos arbóreos que podrían responder a una introducción debido a su interés económico (cultivos) u ornamental. Su pérdida, relacionada con el descenso de la humedad, podría explicar un cambio en la explotación del territorio hacia una mayor presión pastoral. Esta mayor intensidad de la actividad pastoral tiene una incidencia superior en el estrato arbustivo que se encuentra muy mermado, casi inexistente en las muestras superiores.

También, desde el punto de vista antrópico, destaca la detección continuada en el tiempo de las prácticas de las quemas. Si bien durante este período no se puede afirmar cuales serían las especies utilizadas ya que no se han realizado estudios antracológicos, pero estarían lógicamente definidas por las necesidades de los propios grupos y por los recursos disponibles.

9.8. Conclusiones y perspectivas: la Puerta Califal y la Historia Antigua de Ceuta

Tras estas apretadas páginas conviene realizar una concisa síntesis de la aportación de la secuencia preislámica de la Puerta Califal para el conocimiento de la antigua ciudad de Septem Fratres, desde una perspectiva multifocal.

En primer lugar, y como ha tenido el lector ocasión de comprobar, las cinco fases arqueo-históricas definidas confirman la existencia de un hábitat aparentemente ininterrumpido entre época de Claudio-Nerón y el s. VII d.C. Es decir, es uno de los pocos yacimientos de Ceuta, hasta la fecha, que ha permitido obtener datos de la totalidad de la secuencia de ocupación preislámica en la ciudad, desde unas fechas en torno a época de Augusto y Juba II hasta las postrimerías de la ocupación de la ciudad por los imperiales constantinopolitanos a finales del s. VII d.C. circa. Además, otra de las bondades de la excavación de la PC es que dichas evidencias están estratificadas, procedentes de niveles arqueológicos en posición primaria, lo cual magnifica su importancia.

Especialmente relevante de todas las evidencias preislámicas exhumadas en la Puerta Califal/Parador de Turismo de Ceuta es la denominada Fase I, ya que constituye actualmente la única secuencia estratigráfica alto imperial conocida, que demuestra a través de la constatación de una actividad alfarera en pleno s. I d.C. (con la constatación de un horno, e indicios de otros más en las inmediaciones) y de los importantes contextos haliéuticos (especialmente la fosa-pudridero de atunes de la Bóveda 9 y el depósito de bacoretas o U.E. 33 de la colmatación del HOR-001), que la ciudad estaba muy bien definida desde fechas cercanas a la provincialización -reinado de Claudio-, con una actividad artesanal a pleno rendimiento. Todo ello abre interesantes perspectivas de investigación sobre los horizontes de la segunda mitad del s. I d.C., que sin duda aparecerán en el entorno en los próximos años cuando se realicen nuevas actividades arqueológicas.

Además, la vajilla fina -terra sigillata- exhumada en las sucesivas intervenciones desarrolladas en la Puerta Califal vuelve a poner sobre la mesa la importancia comercial que tuvo este enclave en época julio-claudia, a pesar de su escasa visibilidad arqueológica. Hasta el momento, los estudios publicados atendían a piezas concretas que, mayoritariamente, estaban descontextualizadas o, en el caso de que no lo hubieran estado, no se presentaban de manera contextual. A pesar de la ausencia de contextos primarios que trazasen horizontes ocupacionales bien definidos, la abrumadora presencia de sigilatas itálicas de primera generación –bien procedentes de colecciones privadas o de remociones de sedimentos- planteaba que Septem fue uno de los centros de recepción más agraciados en los que refiere a las afamadas producciones itálicas primigenias en toda la zona del Círculo del Estrecho. Del análisis de los trabajos de Posac (1962, 1970, 1998), Daura (1988) o Bustamante (2011) se desprende un predominio del servicio julio-claudio inicial donde destacan formas suntuosas del tipo skyphoi D rag. I X (algunos fi rmados, como por P. Cornelius o Zoilus), Ritt. 2.1 o los vasos decorados de inspiración Aco. A ello hay que unirle un amplio servicio liso donde las formas Conspectus 3, 4, 5, 14, 18, 19, 22, 24, 26, 28, 31 o 38 conocidas hasta el momento para el solar ceutí se completan con las formas Conspectus 12, 20 o 21 documentadas en este estudio. En esta intervención en la Puerta Califal de Ceuta se ha vuelto a incidir en la presencia del alfarero pisano Zoilus que, junto con Ateius, Cn Ateius, Fidus esclavo de P. Cornelius, Priamo esclavo de A. Sestius, Procne esclavo de L. Saufeius o Murrius (Posac, 1998, Daura, 1988 o Bustamante, 2011, Anexo III), monopolizaron el comercio de la zona.

Del análisis de los estudios a los que ya hemos hecho mención se extrapolaba una interesante concentración de importaciones de sigilata gálica a mediados del I d.C., momento de máxima eclosión del comercio del mediodía francés, específicamente, de los talleres de la Graufesenque. En el caso de este estudio también se percibe la ligera inserción en el circuito de la zona de las formas gálicas, al menos, desde época de Tiberio, alcanzando su floruit a mitad del I d.C. Del estudio del registro de la Puerta Califal se extrapola que las formas tradicionales ya documentadas en el Círculo del Estrecho, se repiten (como las Drag. 15/17, 18, 24/25, 27 o 35-36, entre otras, así como las decoradas 29 y 37). Lo mismo ocurre con la abrumadora aparición del alfarero Silvanus, presente en este trabajo con varios sigilla y que compartiría el monopolio del comercio gálico con otros alfareros rutenos como Macrinus, Gallus, Susus, Senecio y Vitalis (Bustamante, 2011, Anexo XII). La presencia de estas clases cerámicas frenó la entrada de otros productos cerámicos con menor entidad, caso de las cerámicas de imitación tipo Peñaflor que, hasta el momento, se conocían de manera muy reducida en suelo ceutí (Bustamante, 2011, 146). El único ejemplar que aparece en esta muestra vuelve a incidir en la idea de su escaso impacto. Un cambio de tendencia en el comercio de la zona se produce al inicio de la dinastía flavia. Nuevos actores comerciales y la apertura y reactivación de algunos talleres peninsulares terminarán por definir un panorama abocado al consumo de productos peninsulares. La sigilata hispánica tendrá una lenta inserción en Septem y pronto tendrá una nueva competencia en el mercado de la vajilla fina, las ARSW A. Las formas hispánicas que se presentan son minoritarias e inciden en las conocidas para la zona: Hisp. 4, 18, 24/25, 27, 35-36 o 37 (Fernández García, 1988 o Bustamante, 2011).

La importancia del comercio durante esta primera fase queda asimismo atestiguada en las ánforas de importación, que procedentes del Valle del Guadalquivir mayoritariamente (Dr. 20 y Haltern 70), junto a otras zonas menos representadas como la Campania italiana o la costa de la tarraconense, verifican que Septem Fratres se encontraba plenamente inserta en los canales de distribución comercial atlántico- mediterráneos en estos momentos, centrados en el suministro y la interconexión de las ciudades de la Tingitana atlántica y de la fachada lusitana, plenamente activa desde época cesariana. No olvidemos que la conquista de Britannia constituyó otra de las claves de reactivación del comercio y de la navegación a través del Fretum Gaditanum, de todo lo cual Ceuta debió verse notablemente beneficiada. Novedoso e interesante resulta la constatación de ánforas del tipo Venta del Carmen I en Ceuta, que parecen evidenciar una conexión comercial directa con la bahía de Algeciras en el Alto Imperio, hipótesis que habrá que desarrollar en el futuro.

De las restantes fases de la secuencia destacamos la evidencia combinada del instrumental pesquero y de la fauna marina (peces y malacofauna), para haber podido determinar que la vocación del yacimiento a lo largo de toda la secuencia parece relacionarse con la explotación de los recursos marinos, al menos hasta inicios del s. VI d.C. Da la impresión de que en época bizantina cambian las estrategias de la población mauretorromana, al menos de la evidenciada por el registro de la PC. Se han atestiguado otras actividades artesanales, especialmente la actividad metalúrgica a pequeña escala fraguas y herreríasque confirman que todo este ambiente fue un área industrial muy activa en la Antigüedad Clásica y en la Antigüedad Tardía. No desarrollamos in extenso los resultados de las Fases II o V porque los mismos han sido tratados en los apartados correspondientes: además, hay que recordar que la parte superior no hipogeica de la estratigrafía excavada, como la de cualquier ciudad histórica plurisecuenciada, ha sido muy complicada, como verifican los elevados porcentajes de residualidad del mobiliario recuperado en casi todos los estratos, que de manera consciente hemos incluido en estas páginas. La ocupación de Ceuta entre el s. II y época bizantina es muy bien conocidagracias a hallazgos arqueológicos diversos, desde la basílica tardorromana a numerosas excavaciones preventivas bien estudiadas, por lo que remitimos a ensayos recientes para analizar su problemática en detalle (especialmente Bernal-Casasola, 2013 y Bernal-Casasola y Villada, 2020).

Como ya se ha comentado, la excepcionalidad de los hallazgos en la Puerta Califal es haber demostrado la conservación de la secuencia sedimentaria preislámica bajo las estructuras poliorcéticas del Conjunto de las Murallas Reales (Villada y Bernal Casasola, 2019), por lo que en el futuro convendrá estar atento a todas las actividades de remoción del substrato, pues a pesar de que los restos están muy alterados por actividades antrópicas posteriores –especialmente por las murallas medievales y moderno-contemporáneas-, su importancia histórica es capital para el conocimiento de la Ceuta romana y tardoantigua.

Otro aspecto muy relevante pero no tratado en estas páginas de manera detallada ha sido la verificación en la Puerta Califal de los primeros testimonios de la fortaleza bizantina mandada construir por Justiniano, como nos recuerda Procopio (Vallejo, 2012). De ella no teníamos datos arqueológicos hasta la identificación en estas excavaciones de unas estructuras murarias sobre las cuales se apoyaba la cerca califal construida en época de cAbd al-Raḥmān III -una de cuyas puertas da nombre al yacimiento-. La orientación de este capítulo, centrado en la economía y el paleoambiente, no ha permitido resaltar estos hallazgos, sin duda fundamentales para el conocimiento de la Ceuta tardorromana, como se ha destacado recientemente (Villada y Bernal-Casasola, 2019; Bernal-Casasola y Villada, 2020). Remitimos a dichos trabajos para la conveniente contextualización de estos resultados, y para la metabolización de la importancia de los primigenios hallazgos en la Puerta Califal para el conocimiento de lo que hoy sabemos del frourion justinianeo, ampliado en los últimos años gracias a los datos del Baluarte del Caballero y, especialmente, de las nuevas excavaciones arqueológicas en el cercano Baluarte de la Bandera (Bernal-Casasola et al. 2020).

Es decir, que las evidencias arqueológicas más importantes exhumadas en la Puerta Califal se corresponden, respectivamente, con la fase inicial o claudio-flavia (I) y la final o bizantina (V). Los periodos intermedios se han documentado bien estratigráficamente, y a ellos se asocian contextos cerámicos que han permitido datarlos con mayor o menor precisión, pero las estructuras localizadas presentaban un menor estado de conservación o estaban alteradas por actuaciones edilicias posteriores.

La Puerta Califal ha servido también para catalizar los estudios sobre la economía y el paleoambiente en la Ceuta romana, ya que en los años 2006 y 2007 se decidió iniciar una estrategia de analíticas arqueométricas encaminada a indagar sobre los recursos primarios de Septem Fratres. Durante una década y en paralelo al desarrollo de las excavaciones en la Puerta Califal, se han realizado estudios no sobre lo deseable sino sobre las evidencias arqueológicas disponibles. Y de todo ello se presentan en estas páginas los primeros resultados, que son empíricos y descriptivos en buena parte, pero necesarios para comenzar a dibujar un panorama sobre la fauna y la flora que rodeó y con la que convivieron las comunidades mauretorromanas septenses. Hasta la fecha la aproximación que se podía hacer a estas cuestiones era generalista y basadas en los datos de las fuentes documentales o en extrapolaciones de lo conocido en otros ámbitos atlántico-mediterráneos, como se encargó de plasmar por escrito E. Gozalbes Cravioto en muchos de sus trabajos (Gozalbes, 1997). Somos conscientes del carácter embrionario de la información presentada, pero es la mejor manera de avanzar. Ir construyendo una lista de taxones de fauna terrestre o marina es una longeva tarea que, lentamente, conviene ir desarrollando. En estas páginas se incluye por primera vez una presentación detallada de la evidencia disponible, procedente de informes inéditos de 4 excavaciones en el caso de la ictiofauna (PC 08 y 09, PP 96 y 98, además de datos puntuales de AVG 07 y c/Queipo de Llano), 5 en el caso de la malacología (PP 96 y 98, PC 08 y 09, PA 3), 8 en el de la fauna terrestre (PP 96 y 98; PC 05, 08, 09; PA 3; AVG y c/Queipo de Llano) y 2 análisis palinológicos (PA 3 y AVG). Es decir, datos inéditos

en un 95% procedentes de cada una veintena de estudios, que ven por primera vez la luz en estas páginas. Es necesaria generosidad por parte del lector para intentar digerir la avalancha informativa, sin la cual no es posible realizar inferencias históricas, de ahí su interés. En los próximos años los datos aquí presentados tendrán que ser convenientemente procesados e interpretados a escala local y, especialmente, regional. De cada uno de los apartados destacamos los siguientes aspectos, aunque remitimos a los diversos subcapítulos para su contextualización general.

Respecto al instrumental pesquero, aquí se incluyen por primera vez los datos conocidos sobre los anzuelos, las pesas de red y las agujas de coser redes de Septem. Aunque parezca un corpus reducido, con 36 items, basta revisar las actualizaciones realizadas en los últimos años a nivel provincial para determinar su representatividad, pues triplica prácticamente los datos conocidos hasta la fecha y, especialmente, los presenta de manera detallada, permitiendo con ello ulteriores estudios: de Septem se habían publicado hasta ahora 12 restos (Trakadas, 2018, 422-423,nº 35-46), y del total de la Mauretania Tingitana 168, buena parte de ellos sin dataciones precisas (Trakadas, 2015 y 2018, 413-440). Se advierten algunas tendencias -como el empleo de todo tipo de anzuelos broncíneos o las pesas de red de variada tipología-, pero se echan en falta datos de otras técnicas pesqueras como las conocidas almadrabas o las redes de cerco de menores dimensiones -evidenciadas indirectamente por la presencia de diversas especies malacológicas accidentalmente recuperadas en las excavaciones, posiblemente resultado de su pesca con redes de fondo-. Esta es, sin duda, una de las líneas a desarrollar en el futuro.

En relación a las ictiofaunas arqueológicas se ha podido verificar la existencia de dos modelos pesqueros plenamente diferenciados. Por una parte, el ilustrado por la pesca “industrial” de escómbridos, destinada a la elaboración de salsamenta y garum en las cetariae septenses, que incluye la captura de atunes (Thunnus thynnus) y bacoretas (Euthynnus alleteratus), como han verificado especialmente dos contextos altoimperiales de la Puerta Califal, con al menos 10 (U.E. 33 del sondeo 10) y 18 individuos respectivamente (Bóveda 9, sondeo 22), cuyos restos habían sido sometidos a un proceso de corte selectivo (el llamado “ronqueo”), como es propio de estas instalaciones conserveras especializadas. Es la primera vez que se documenta este tipo de evidencias de la pesca industrial de la Ceuta romana, a pesar de la cantidad de factorías salazoneras y piletas excavadas18, pudiéndose parangonar los hallazgos a los conocidos internacionalmente de Baelo Claudia y, en menor medida, de Gades. Y, por otro, el modelo de pesquería doméstico o “local”, caracterizado por las especies costeras que se capturan con caña o sedal, caso de los serránidos, espáridos y otras especies, y que responden a una economía de subsistencia: se ha documentado así en la Fase III de la Puerta Califal en época tardía, y en las ictiofaunas arqueológicas del Paseo de las Palmeras, a pesar de proceder estas últimas de un ámbito de cetariae (en ellas junto a una presencia testimonial de atunes han aparecido otras especies -lubina, anjova, corvina, tiburones, meros y espáridos diversos-). Si a ello le unimos el hallazgo de un hueso de delfín en la PC, los restos de ballena procesados en la Plaza de África o incluso las tortugas marinas en el Paseo de las Palmeras (Bernal-Casasola y Pérez, 1999, 70, fig. 32; Ocaña et al. 2006), todo ello proporciona un cuadro mucho más completo -y complejo- de los modelos de pesca en esta ciudad norteafricana. La tabla de taxones ícticos en su momento publicada de esta ciudad (Bernal-Casasola et al. 2012, 2529, tabla I) se amplía a la luz de estas nuevas investigaciones. Como se ha comentado, será necesario proceder a un cribado del sedimento con mallas finas en el futuro en nuevas intervenciones arqueológicas para poder documentar especies de menor tamaño, claramente desconocidas por el momento por el tipo de muestreo realizado en los yacimientos arqueológicos.

El estudio arqueomalacológico ha puesto en evidencia el destacado papel de los bivalvos y gasterópodos marinos en la dieta y consumo de la Septemmauretorromana. Se han podido determinar más de una veintena de especies, lo cual confirma la diversidad de registros y multiplica nuestro conocimiento previo. No obstante, muchos de los taxones identificados debieron llegar al yacimiento de manera accidental como parte del contenido de las redes, mezclados con peces y otros recursos, a tenor de su reducido porcentaje. Se han podido confirmar las prácticas de marisqueo a mano, especialmente por la documentación de patélidos (sobre todo de Patella ferruginea) en casi todos los yacimientos y contextos estratigráficos considerados. Y se ha podido confirmar el papel destacado de algunos taxones, como es el caso de los mejillones (Mytilus galloprovincialis), que debieron ser muy apreciados en Ceuta en la Antigüedad -frente a otros bivalvos, como las ostras, mucho más reputadas por la literatura romana-. El conchero documentado en la Plaza de África 3 verifica la producción de púrpura en la ciudad en época tardorromana (Bernal et al. 2014 c); al mismo tiempo se ha puesto sobre la mesa el importante papel nutricional de algunas de las especies purpurígenas (Hexaplex trunculus y en menor medida Bolinus brandaris), pues también han aparecido completas y en elevadas cantidades en los yacimientos estudiados. Este primer ensayo malacológico, del cual se presenta en estas páginas un avance, deberá ser completado en el futuro con otros análisis diacrónicos, para determinar el papel de estos recursos marinos en las comunidades humanas de Ceuta a lo largo del tiempo, que parece ser más significativo de lo hasta ahora considerado.

Respecto a la fauna terrestre, se ha podido determinar la preponderancia de la doméstica, integrada por la cabaña bovina, ovicaprina y de cerda. Siendo las ovejas/cabras más importantes en cuanto a número de restos pero menos representativa que las vacas y cerdos en términos de biomasa. Estos datos, que son muchos y muy descriptivos, eran importantes para poner sobre la mesa la importancia de las actividades pecuarias en la ciudad romana y tardoantigua de Septem Fratres, de las cuales no contábamos, hasta la fecha, con ninguna evidencia en el registroarqueológico. Ello induce a reflexionar a corto y medio plazo sobre el destacado papel de las actividades agropecuarias en la ciudad y en su entorno -también evidenciado por los estudios polínicos-; y de la importancia de estos recursos en la economía cotidiana de estas poblaciones, volcadas al mar pero también dependientes de la carne y los subproductos de estos animales. Se ha puesto sobre la mesa la aparente escasa importancia de la fauna salvaje, evidenciada sobre todo por los gamos (Dama dama), presentesen todos los yacimientos analizados, y que también inducen a reflexionar sobre su presencia en Ceuta: ¿evidencias de caza? ¿animales para actividades lúdicas y venatorias? ¿introducidos por los romanos en esta región? Son preguntas que no presentan fácil respuesta pero que surgen del estudio realizado, y a las cuales habrá que dar respuesta en los próximos años. Tampoco han sido localizados evidencias claras de jabalíes, posiblemente enmascaradas con los restos de cerdos domésticos, los cuales debieron ser frecuentes en la Antigüedad si atendemos a su elevada frecuencia en los Montes del Estrecho y a su elevada localización en yacimientos cercanos como Tamuda. Las demás especies identificadas (caballo, asno, conejo, liebre, perro, gato y gallina) presentan un papel menos relevante en la dieta en unos casos y en actividades cotidianas en otros, si bien denotan la diversificación de las cabañas y la existencia de unos circuitos de aprovisionamiento poco conocidos y que habrá que rastrear en el futuro. Relevantes son también las especies exóticas identificadas, caso del león, la hiena, la tortuga terrestre o el puercoespín documentados en el Paseo de las Palmeras. Citar, asimismo, la documentación de algunos restos óseos utilizados como herramientas, y otros trabajados, por lo que también pudieron haber existido a nivel local talleres de industria ósea, por el momento no conocidos arqueológicamente. Por último, es interesante recordar que dos de los estudios arqueozoológicos realizados (PC, H-001; PP 09, U.E. 1581) han deparado el hallazgo de algunas esquirlas o fragmentos de restos óseos humanos, cuya interpretación es compleja y difícil de explicar sin disponer de ulteriores evidencias.

Por último, los estudios polínicos realizados en dos yacimientos de la zona ístmica de Ceuta (PA 3 y AVG), extrapolables a lo que debió haber acontecien la PC, constituyen el inicio de una línea de investigación a desarrollar en el futuro. En ambos casos se aspiraba a la reconstrucción de la vegetación local y regional, y a determinar los cambios climáticos y antrópicos acaecidos en la Antigüedad. Para ello se ha procedido a un estudio en un intervalo temporal amplio, que es la única manera de detectar los cambios. En el caso de la Plaza de África se han identificado 17 taxones, que han verificado entre época tardorromana y moderna unciclo de recuperación/deterioro de las comunidades vegetales, debidas tanto a aspectos ambientales como a los diversos usos del suelo por parte de las comunidades humanas. De una masa forestal muy amplia y diversificada entre los ss. III y V, propia de un clima netamente mediterráneo a un fuerte retroceso de la vegetación en época medieval, resultado de unas condiciones ambientales más secas, con cierta presión pastoril, que habrían provocado un descenso de los taxones arbóreos en favor de los herbáceos. En el caso de AVG, entre época tardorromanay medieval se aprecia un paisaje vegetal muy abierto, asociado a cambios muy significativos en la composición del grupo arbóreo; junto a la presencia constante de Pinus como de Juniperus, se constata una pérdida gradual de la humedad. La marcada tendencia hacia una mayor mediterraneidad va asociada a un cambio en los usos del territorio, potenciando, de algún modo, los de tipo ganadero. Otro hecho importante, que informa de la antropización del entorno, queda materializado en la presencia de un alto porcentaje de micropartículas de carbón en la totalidad de las muestras. Estos primeros datos han de ser valorados en el futuro de manera combinada con otros indicadores, siendo de suma utilidad para nuestro conocimiento del paleoambiente en esta ciudad norteafricana del estrecho en la Antigüedad.

Por todo lo comentado, y como siempre como se acontece en los estudios de Arte y Humanidades, son muchos los logros conseguidos tras el estudio de la secuencia preislámica de la Puerta Califal, pero más las preguntas y horizontes de investigación que se plantean. Desde la continuidad en la caracterización arqueométrica de las pastas cerámicas de la figlina altoimperial (Capelli et al. 2013), ya que no es fácil aún determinar el origen en los mercados regionales de las producciones anfóricas septenses (Dressel 7/11 y Beltrán II especialmente), pues macroscópicamente se confunden con las pastas de las ánforas del grupo de referencia “bahía de Cádiz”; a la generalización de estudios sobre técnicas biomoleculares, como los de proteómica, que han utilizado materiales ceutíes en algunos trabajos (Dallongeville et al. 2010) o los de residuos orgánicos en ánforas (Bernal-Casasola, Pecci y Sáez, 2019; y otros a cargo de N. Garnier y A. Pecci, en fase de estudio).También habrá que dedicarle tiempo en el futuro a la publicación de algunas clases vasculares de las excavaciones de la Puerta Califal que por cuestiones de espacio no se publican en estas páginas, como es el caso de la cerámica común o del vidrio.

Una última pero importante reflexión es la relacionada con la conservación y valorización delas estructuras arqueológicas romanas: la musealización del yacimiento de la Puerta Califal de Ceuta ha integrado en el itinerario de visita el horno romano altoimperial semiexcavado, parte de las canalizaciones medio-imperiales y las estructuras de la fortificación bizantina. Garantizando la conservación de estas estructuras romanas para las generaciones futuras, en un entorno, el del actual Parador de Turismo “La Muralla” que ha de proporcionar en los próximos años muchas sorpresas arqueológicas.

Introducción
Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9