Introducción
Cap. 2
Cap. 1
Cap. 3
Cap. 5
Cap. 4
Cap. 6
Cap. 8
Cap. 7
Cap. 9

Introducción

Ceuta es hija de una agitada historia. Su importancia estratégica, consecuencia de su ubicación en un emplazamiento crucial para las comunicaciones tanto entre el Mediterráneo y el Atlántico como entre Europa y África, desató las ambiciones de todas las potencias que anhelaron dominar este decisivo paso.

Al ser deseada por tantos su defensa cobró vital importancia.

La ciudad, levantada en una península, la de la Almina, tuvo en el mar un poderoso aliado. De él obtuvieron sus habitantes muchos de los alimentos necesarios para su subsistencia. También fue la principal vía de comunicación para los intercambios de productos en que cimentó su prosperidad y para la llegada de innovadoras ideas y modos de pensar que surgían a orillas de ese mar de cultura que es el Mediterráneo. Por último, las aguas que la rodean fueron fosos, muchas veces infranqueables, para asegurar su defensa.

En el estrecho istmo que la une al continente, el único punto que permitía el ataque terrestre, ideó el ingenio del hombre los más diversos y sofisticados dispositivos que pudieron imaginar. Con el paso de los siglos este frente de tierra se ha convertido en un auténtico catálogo al natural del arte de fortificar ciudades, al menos desde época clásica hasta el siglo XVIII, y, de este modo, del amplio muestrario de fortificaciones con que Ceuta cuenta (Gómez, 2008), la Muralla Real es considerada la más destacada.

El origen de esta obra se remonta a 2002 cuando fueron identificados algunos vestigios de la cerca omeya de Ceuta conservados en el interior de la Muralla Real. Reconstruir su génesis y evolución ha sido el principal objetivo del proyecto de investigación “Puerta Califal de Ceuta” surgido a partir de aquellos hallazgos.

No ha sido pequeño reto pues cuando conseguíamos resolver algún interrogante, surgían otros muchos y así hasta el infinito, en un continuo desafío digno del mismo Sísifo.

Conscientes de nuestras limitaciones, nos contentamos con haber contribuido al menos a esclarecer algunas incógnitas y confiamos en que aquellos que aspiren a perseverar en esta apasionante búsqueda logren encontrar solución a las que no pudimos contestar.

El dispositivo diseñado por Benedetto de Rávena a mediados del siglo XVI es un prodigio de la ingeniería. Su eficacia ha sido puesta a prueba repetidamente en las centurias posteriores, aunque sin duda la más dura prueba a que se vio sometido fue el largo asedio protagonizado entre 1694 y 1727 por las tropas del sultán Mulay Ismail. Todo parecía en contra de sus defensores pues al cerco terrestre se unió la pérdida de Gibraltar, el principal puerto de abastecimiento, y la presencia de la Armada británica en aguas del Estrecho dejó aislada Ceuta en una pinza mortal. A pesar de ello, y aún con importantes daños, la Ciudad superó este desafío dando muestra de una resiliencia de la que tantas lecciones podrían tomarse en la actualidad.

Es a partir de este momento cuando la Muralla Real es protegida por nuevas líneas de fortificación adelantadas.

Pero, antes de la Muralla Real qué hubo en este lugar? Que supiéramos en ese momento una muralla construida por el califato de Córdoba, que se creía totalmente desaparecida, e indicios ciertos de una ocupación romana que comenzaba grosso modo en torno al cambio de era. La sorpresa al encontrar esos restos de la fortificación omeya en 2002 fue colosal pues abría la posibilidad de que hubiesen más. Así comenzó esta investigación.

Desvelar la historia de la Muralla Real y sus precedentes no era un objetivo novedoso. Otros muchos investigadores habían escrutado las crónicas islámicas y lusitanas, escudriñado planos o rebuscado hasta la saciedad en los principales archivos en busca de información que ofreciera datos sobre su evolución. Lo que consiguieron aclarar fue muchísimo, pero estas fuentes tradicionales daban claros síntomas de agotamiento. Ahora, al contar con restos materiales, se abrían nuevas posibilidades a la investigación, en este caso, desde la perspectiva arqueológica.

Después de casi dos décadas el estado de nuestros conocimientos sobre este monumento ha aumentado significativamente.

Así sabemos hoy que el lugar ya fue frecuentado en el paleolítico medio y que mucho tiempo después se instaló allí en torno al cambio de era una factoría para la salazón de pescados y otros productos marinos que perduró hasta el fin de la Antigüedad. Conocemos diversas instalaciones (hornos, atarjeas, depósitos, etc.) relacionadas con esta caetaria, sabemos qué especies eran capturadas y las técnicas empleadas en su procesamiento, los animales que formaban la cabaña ganadera en esos momentos e incluso cómo el clima fue modificándose paulatinamente como reflejan las especies vegetales identificadas. También que en esos momentos Septem Fratres estaba integrada plenamente en los circuitos comerciales de distribución romanos en el Mediterráneo Occidental.

Tenemos también evidencias de que existió una edificación en época bajo imperial que se levantaba sobre otras anteriores y que este edificio fue reedificado en varias ocasiones durante el periodo bizantino, siendo la más importante de ellas la que tuvo lugar en el siglo VII.

Para época medieval islámica identificamos una nueva refacción de esta construcción en los siglos VIII o IX y que, para integrarla en la nueva cerca omeya de mediados del siglo X, está tuvo que adaptar los modelos propios de la arquitectura califal a la realidad ceutí. Sabemos cómo fue decorado este recinto, de qué canteras proceden los materiales empleados, etc. También que fue ampliamente remodelado en época almohade y un amplio rosario de detalles sobre por qué fue erigido y cómo se llevó a cabo.

En cuanto al periodo lusitano hemos podido confirmar que estas murallas medievales fueron las que siguieron sirviendo para defender Ceuta durante la primera centuria de dominio portugués y cómo fueron paulatinamente modificadas hasta que, a mediados del siglo XVI, se tomó la decisión de construir un nuevo recinto que, asumiendo estas fortificaciones precedentes, fuese capaz de soportar el aumento de potencia artillera del enemigo. Conocemos con mucho mayor detalle el modo en que se realizó la construcción del frente abaluartado, que objetos eran usados cotidianamente, etc.

La construcción de la Muralla Real provocó el cierre de la Puerta Califal, pero no su desaparición. El espacio se usó para nuevas funciones sirviendo como capilla, dedicada a San Sebastián, en que recibieron sepultura algunos ceutíes a lo largo del siglo XVII.

En el siglo XVIII son levantadas las bóvedas a prueba que se adosan al paño trasero de la Muralla Real y la Capilla se abandona. A partir de entonces se utiliza este espacio como cuarteles y Parque de Artillería hasta que en la década de los 60 del pasado siglo las bóvedas son incorporadas al proyecto de Parador que se construye en esos momentos.

Este apresurado y algo deslavazado relato no agota lo que de nuevo se sabe sobre la historia de este monumento, pero sí ofrece al menos una idea del salto cualitativo que ha tenido lugar en nuestro conocimiento de estas murallas. Para conocerlo con mayor detalle el lector deberá adentrarse en las páginas de esta obra.

Los resultados de estas actividades arqueológicas hicieron necesaria una nueva lectura de las fuentes escritas. Volvimos así nuevamente sobre textos bien conocidos, exploramos otros apenas utilizados y analizamos de nuevo viejos planos para descubrir en ellos sentido a pasajes muy oscuros o advertir detalles que hasta el momento habían pasado desapercibidos. El constante trasiego de las fuentes escritas o gráficas a las arqueológicas y viceversa, a la que se han dedicado cientos de horas, ha sido una empresa agotadora, pero sin duda enriquecedora y estimulante.

Para conseguir comprender la historia de la muralla real se han llevado a cabo varias campañas de excavación arqueológica entre 2003 y 2014 que se han visto condicionadas por las dificultades intrínsecas al trabajo en un espacio construido, de limitadas dimensiones, inserto en una instalación hotelera abierta al público, y en el que, además, el riesgo cierto que hubo que asumir hizo necesario adoptar rigurosas medidas de seguridad.

Esas circunstancias explican la aparentemente caótica secuencia de intervenciones pues era necesario adaptarse a ellas aprovechando cualquier oportunidad que surgiera para completar nuestra investigación. Quizás el orden seguido no sea el “lógico”, pero fue el único posible.

Las incógnitas planteadas eran tantas y tan variadas que debimos diversificar nuestro modo de aproximación al objeto de estudio multiplicando las estrategias de intervención. Así, junto a excavaciones, controles de movimientos de tierra, etc., con los que analizábamos el subsuelo, se ha dedicado una singular atención al estudio detallado de los elementos emergentes. Pretendíamos con ello identificar las principales fases constructivas y establecer la secuencia de su ejecución.

Utilizando los métodos y técnicas del análisis arqueológico de las estructuras construidas, la denominada “arqueología de la arquitectura”, ha sido posible identificar el proceso constructivo seguido y su relación cronológica relativa, afianzando estas dataciones gracias a los resultados obtenidos en la excavación, a la caracterización de los materiales pétreos y morteros y confrontando todos estos datos con los que resultaban de las dataciones absolutas ofrecidas por el carbono 14.

Toda esta información ha sido contrastada analizando su coherencia interna para permitir reconstruir una síntesis del complejo proceso constructivo de esta fortificación.

Una de las principales dificultades de este proyecto ha radicado en que el área de actuación es relativamente pequeña comparada con el volumen total del frente abaluartado. Por definición, en construcciones de esta naturaleza la solidez es fundamental, por tanto, macizas, por lo que su excavación arqueológica resulta imposible en amplias zonas. Así, estas se han desarrollado en algunos puntos concretos tales como la casamata de uno de los baluartes, el espacio intermedio entre las murallas medievales y renacentistas y las salas que forman lo que ha dado en llamarse Puerta Califal. También en algunas de las bóvedas adosadas a las murallas y en el jardín exterior. En todos estos lugares se ha preservado la secuencia anterior a la construcción del frente amurallado.

Para intentar paliar estas dificultades se ha recurrido a llevar cabo una prospección de estos sectores con técnicas geofísicas no invasivas. También la base de la muralla ha sido explorada desde el mar con un sónar de barrido lateral.

Pero no nos engañemos. El área investigada es aún reducida y ello obliga a ser prudentes en muchas de nuestras conclusiones. Efectivamente, resta un enorme trabajo por hacer aún para arrancar todos los secretos que atesoran estas apasionantes murallas.

Ofrecemos en esta obra los resultados de estas investigaciones, organizadas en dieciséis capítulos.

Tras esta introducción, José Luis Gómez Barceló da cuenta de algunas de las reflexiones y debates suscitados en torno a la evolución de este recinto amurallado y aporta importantes detalles, fruto de décadas de estudio de los documentos archivísticos y planos conservados, sobre la evolución de los barrios formados tras la muralla y sobre lo que para este monumento supuso su transformación en Parador de Turismo.

El siguiente capítulo de Carlos Pérez Marín traza una visión, muy personal y sugestiva, del origen de este proyecto y de algunas de las claves que han marcado su desarrollo, destacando las circunstancias y contexto en que estas investigaciones han tenido lugar.

En el capítulo tercero se presenta el proyecto describiendo brevemente el área en que se ha desarrollado y glosando sucintamente las principales fuentes y trabajos publicados. Por último, se describen las principales actividades de investigación realizadas.

Los capítulos 4, 5, 6 y 7 ofrecen un breve resumen de las excavaciones llevadas a cabo.

En el capítulo 4 se presentan las intervenciones efectuadas entre 2003 y 2009, en el siguiente la de 2012-13 de apoyo a la musealización y en el sexto la realizada en la casamata del baluarte del Torreón. Por último, se da cuenta en el capítulo séptimo de otras actuaciones arqueológicas llevadas a cabo en las cercanías de la Muralla Real.

En los capítulos 8, 9 y 10 se analizan los materiales muebles recuperados. El primero da cuenta de los fechados en época prehistórica que, aunque escasos en número, constituyen una aportación novedosa sobre una etapa totalmente desconocida hasta el momento en este lugar. El capítulo noveno está dedicado a los del periodo romano y bizantino e incluye un valiosísimo y exhaustivo análisis tanto de los objetos como de las estructuras documentadas. Añade también un extenso apartado dedicado a la fauna marina y terrestre de este yacimiento y de otros cercanos, así como un excelente estudio palinológico que permite comprender las alteraciones del clima que se sucedieron en estas centurias iniciales. En el décimo se estudian en profundidad los materiales de la fase bajomedieval y portuguesa lo que supone la publicación del mayor volumen de piezas de este periodo hasta el momento.

Se benefician todos ellos de haber sido realizados por sólidos equipos de investigación, con contrastada experiencia en el estudio de los registros arqueológicos ceutíes, lo que permite contextualizar adecuadamente los materiales estudiados.

En un monumento tan complejo el análisis arqueológico de las estructuras emergentes ha sido, como ya hemos indicado, clave. En el capítulo 11 se ofrecen sus principales resultados y se detallan con gran solvencia las diferentes fases constructivas identificadas, sus características y la secuencia de construcción.

Los capítulos 12 y 13 recogen valiosos estudios sobre los materiales utilizados en la construcción. Las características de elementos pétreos y morteros contribuyen no solo a desvelar relaciones entre distintas partes del monumento, sino que han sido un elemento clave para conocer su estado de conservación y plantear consecuentemente su necesaria conservación y restauración.

Algo semejante podríamos anotar en relación al capítulo 14 en el que se examinan los principales agentes de biodeterioro presentes en el monumento.

En el capítulo siguiente, el 15 se lleva a cabo un interesantísimo análisis de la portada califal contextualizándola en el marco de la arquitectura califal omeya. Haciendo gala de su amplio conocimiento en este tema sus autores trazan antecedentes y consecuencias del modelo de portada califal.

Por último, el capítulo 16 ofrece una síntesis final de los resultados de la investigación.

Finaliza esta obra con un amplio capítulo dedicado a referenciar la bibliografía utilizada.

Un proyecto de esta naturaleza y alcance es necesariamente fruto de un trabajo colectivo en el que son muchos los investigadores que se han visto implicados. A ellos va dedicado en primer lugar nuestro reconocimiento tanto por el colosal esfuerzo realizado como por la solvencia y calidad con que han afrontado estos estudios. Su trabajo desinteresado ha excedido en mucho las expectativas iniciales La mayor parte son coautores de esta obra, pero también otros arqueólogos -Sonia Ayala, Salvador Bravo y Silvia Nogueras- participaron en algunas campañas y su esfuerzo ha contribuido también a que esta obra exista.

Pero este proyecto se ha beneficiado también del apoyo de otras muchas personas e instituciones de las que es preciso dejar constancia.

En primer lugar, es de justicia reseñar el constante respaldo ofrecido por los responsables políticos de la Ciudad Autónoma, muy especialmente por su presidente Juan Jesús Vivas Lara y por Mabel Deu del Olmo, consejera de Educación y Cultura entre 2001 y 2016. No solo comprendieron desde el inicio su importancia, sino que además se comprometieron personalmente en su ejecución realizando con evidente éxito cuántas gestiones fueron necesarias. Además, aportaron los medios indispensables para que lo que comenzó siendo una ambiciosa idea se transformase en realidad. Su aliento y respaldo en momentos en que dificultades de muy distinta naturaleza parecían hacer peligrar su continuidad ha sido decisivo. Del mismo modo debemos manifestar nuestro agradecimiento a Carlos Rontomé Romero, actual consejero de Educación y Cultura, por el impulso dado a la publicación de esta obra.

También ha de reconocerse al resto de diputados de la Asamblea haber sido capaces de entender que, al margen de quién ocupase en cada momento la misión de regir los destinos de la Ciudad, este proyecto representaba una contribución, modesta si se quiere, para hacer posible la recuperación unos espacios históricos vedados durante siglos a nuestros conciudadanos y para contar con un atractivo más para promover la imagen de Ceuta.

La colaboración de los compañeros que trabajan en las diferentes áreas de la Consejería de Educación y Cultura (sección de Patrimonio Histórico, servicio de Archivos, de Museos y de Biblioteca, Instituto de Estudios Ceutíes, etc.) ha sido también esencial. No solo facilitaron un fluido acceso a la importante documentación que custodian, sino que también se ocuparon de hacer frente a tareas administrativas, tediosas y oscuras las más de las veces, pero imprescindibles para la continuidad del proyecto. Su paciencia, consejos y ánimos han sido infinitos y es justo reconocer que sin su apoyo constante y su complicidad este proyecto no habría sido posible.

También debe mencionarse el apoyo y constante colaboración de los compañeros del área de Fomento que siempre estuvieron dispuestos a colaborar en todo lo que les fue solicitado.

Un especial reconocimiento debe hacerse a José Pedro Pedrajas del Molino, autor del proyecto básico y de ejecución de la puesta en valor del monumento. A su contrastada pericia profesional supo unir una inusual sensibilidad hacia el patrimonio histórico y un contagioso entusiasmo que fue clave para lograr los objetivos que ambicionábamos lograr.

También Javier Arnaiz Seco, director de la ejecución de la obra y del proyecto modificado de la misma, contribuyó decisivamente a que el proyecto pudiese culminar con éxito.

Del mismo modo queremos agradecer el respaldo recibido de otras instituciones.

En este punto es necesario destacar en primer lugar la comprensión y apoyo recibidos por los distintos responsables de TURESPAÑA y Paradores de Turismo. Soportar las dificultades que suponía para el desarrollo de la actividad hotelera la ejecución de las distintas campañas de excavación no fue tarea fácil, máxime cuando muchas de ellas se llevaron a cabo en las inmediaciones de habitaciones abiertas al público. Entre ellos debe destacarse singularmente el apoyo recibido por Pedro Fernández Olmedo, Director del Hotel durante buena parte de los años en que tuvo lugar este proyecto, y también por todos los trabajadores del Hotel-Parador La Muralla que atendieron con solicitud y con extrema amabilidad cuánto les fue requerido.

En este ámbito cabe señalar que Mario Valverde fue siempre un sostén imprescindible para solucionar con prontitud los problemas que iban surgiendo.

Aunque en los muchos años que duró el proyecto han sido muy numerosos los trabajadores que han participado en las excavaciones con una entrega que siempre ha ido más allá de lo exigible, debemos hacer una mención especial a Eusebio Moreno Romero y a Marcial Rubio Jiménez con quienes hemos compartido muchas horas de trabajo y que siempre aportaron un esfuerzo y una dedicación que fue mucho más allá de lo que cabría esperar.

Mención especial merecen también el grupo de voluntarios que participó con entusiasmo en distintas campañas de excavación. Su ilusión y desinteresado esfuerzo es culpable en gran medida de los resultados que aquí presentamos. De manera singular Andrés Ayud Medina y Carmen Navío Soto han sido un apoyo constante en todos estos años. En los momentos difíciles en los que todo parecía torcerse siempre tuvieron una palabra de ánimo y aliento, además de ofrecer desinteresadamente su ayuda y colaboración. Así, Carmen Navío es la autora de las dos evocadoras y magníficas imágenes que ilustran la cubierta.

En los primeros balbuceos del proyecto, cuando todo estaba por hacer y las dudas sobre hasta que punto sería posible llevar a cabo esta investigación, el desinteresado ofrecimiento de Violeta Gómez Barceló de hacerse cargo de la documentación gráfica de las primeras campañas fue crucial para despejar estas primeras incertidumbres. Su pericia técnica, repetidamente demostrada en anteriores excavaciones, luce con peculiar esplendor en estos primeros dibujos de la Puerta Califal.

También en aquellos cruciales momentos iniciales es necesario subrayar la generosa colaboración de los profesores y alumnos de la escuela-taller Miguel de Arruda que se ocuparon del levantamiento de planimetrías y secciones tanto de la propia Puerta Califal como del Baluarte de la Coraza.

También ha de mencionarse el exquisito trato recibido por este proyecto desde los medios de comunicación. Han sido fieles testigos de los avances que se iban sucediendo y han informado a la ciudadanía puntualmente de los mismos. Siempre encontramos en ellos valiosos aliados para trasmitir al público la importancia de estos singulares restos monumentales.

A lo largo de todos estos años el número de colegas e interesados en general que visitaron las excavaciones ha sido amplísimo. Debemos agradecerles no únicamente sus enriquecedores comentarios sino también las múltiples cuestiones que nos plantearon y que nos hicieron reflexionar sobre el significado de lo que paulatinamente iba poniéndose al descubierto.

De forma singular, José Manuel Hita Ruiz, compañero en tantos trabajos desde hace más de treinta años, planteó con una perspicacia que nunca dejará de sorprendernos basada en su extenso conocimiento muchas cuestiones que fueron un valioso acicate para profundizar e ir más allá en el conocimiento de estas murallas.

Last but not least, nuestra gratitud va también para tantos y tantos ciudadanos anónimos que se interesaron por el trabajo que realizábamos y que siempre tuvieron una palabra de ánimo y aliento para todos los que nos esforzábamos, a veces en unas condiciones muy duras, por desvelar el apasionante devenir histórico de esta Ciudad.

Con la perspectiva que dan los casi veinte años dedicados a este empeño y las muchas horas robadas a la familia y al descanso cabe preguntarse si tanto esfuerzo mereció la pena. Acuden a nuestra memoria los versos dedicados por el insigne poeta Fernando Pessoa al colosal esfuerzo que supuso para el pueblo de Portugal su empeño en descubrir tierras ignotas. Nada puede resumir mejor nuestros sentimientos llegados a este punto en que esta extraordinaria aventura concluye

Valeu a pena? Tudo vale a pena

Se a alma não é pequena.

Quem quer passar além do Bojador

Tem que passar além da dor.

Deus ao mar o perigo, e o abismo deu,

Mas nele é que espelhou o céu.

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