Introducción
Cap. 2
Cap. 1
Cap. 3
Cap. 5
Cap. 4
Cap. 6
Cap. 8
Cap. 7
Cap. 9

Capítulo 3

El proyecto de investigación

En 2002 fueron identificados varios lienzos y una puerta de la cerca omeya de Ceuta (un relato de este descubrimiento en Gómez, 2002; veáse también los capítulos 1 y 2 de esta obra).

Este fue el origen de un proyecto de investigación que, entre 2002 y 2014, ha tenido como principal objetivo el estudio de la génesis y evolución del frente de tierra de las fortificaciones ceutíes, denominado así por defender la estrecha porción de terreno que conecta la península ceutí con el continente.

La evolución de cualquier recinto fortificado está íntimamente ligada a la capacidad de ofensa del enemigo ya que, en la medida en que esta se incrementaba o adquiría características nuevas, lo hacían a la par los dispositivos defensivos destinados a hacerles frente. Esta adaptación puede tener como consecuencia la demolición de los antiguos recintos amurallados ya obsoletos que son sustituidos por otros adaptados al nuevo escenario bélico. Es lo que se defendía de forma unánime que había ocurrido en Ceuta cuando la Muralla Real portuguesa fue levantada mediados del siglo XVI.

Pero construir una fortificación de nueva planta implicaba un esfuerzo de tal magnitud en hombres, recursos y tiempo que las haciendas reales a duras penas podían afrontarlo, máxime cuando, como en el caso de la monarquía portuguesa en la edad Moderna, estas fortalezas debían multiplicarse a lo largo de extensos y muy distantes territorios.

Efectivamente, levantar una fortaleza ex novo es realmente excepcional. Entre otras razones por el hecho de que los monarcas, que asumían el elevado coste que una decisión de tal naturaleza implicaba, tenían siempre presentes criterios no exclusivamente militares o de prestigio sino también otros, fundamentalmente económicos.

En el caso de Ceuta esto es evidente.

Las instrucciones de João III a Benedetto de Rávena y Miguel de Arruda son claras pues les encarga valorar diferentes opciones para remodelar las defensas ceutíes, desde la mínima reparación de las murallas existentes a su completa renovación, (Moreira, 2001),

[…] e esta pratica que aveys de ter ha-de ser em tres cousas, a primeira em se fazer essa cidade muyto forte sem ter respeito ao modo de que estaa cerquada, se desta maneira parecer que pode ser muyto mais forte, e a outra de como se debe de forteficar o que estaa feyto pera ficar o mais forte que pode ser, e a outra como se pode repayrar pera fiquar igualmente defensavel com pouca despesaa, e de cada hum destas maneiras se fara debuxo e contas do que pode custar e tempo em que se pode fazer e quantos oficiais pera em breve tempo e donde se podem aver as achegas e o tempo que orçares em cada huma destas maneiras sera o mais breve que for possivel conforme a se yr emxugamdo a obra e a nao falecerem todos os oficiais e achegas que se ouverem mister, e tudo ysto se pora per escrito o mais particularmente que poder ser (p. 102)

Eran estas razones de índole económica el motivo por el que se exigía a los ingenieros no solo que diseñaran fortalezas resistentes frente al enemigo sino también que estas se hiciesen con el gasto más reducido posible. De ahí que el aprovechamiento de las estructuras precedentes, integradas y asumidas por los nuevos proyectos constructivos, fuese la norma habitual: no solo se ahorraban los costos de demolición y preparación del terreno, sino que además el volumen a construir también se reducía. El frente de tierra ceutí no es una excepción a esta regla. Su fisonomía actual es el resultado de la adición, superposición, remodelación y también de la destrucción de elementos que formaron parte de sistemas defensivos dispares, cada uno de ellos diseñado para hacer frente a amenazas específicas. Además, dada su estratégica posición y su carácter fronterizo, se aplicaron en este frente occidental, el más expuesto, las más avanzadas novedades tecnológicas en el arte de fortificar de cada momento.

De este modo, tras casi dos milenios de historia, estas murallas son un palimpsesto constructivo que encierra elementos de cronologías muy distintas, una auténtica oda al reciclaje, si es posible utilizar estos términos.

Es hoy esa complejidad uno de sus mayores atractivos ya que, aunque mutilado, sus murallas, torres y baluartes conservan aún un catálogo vivo de la evolución del arte de fortificar en Occidente desde la Antigüedad hasta casi nuestros días.

La otra cara de la moneda es que no siempre es sencillo distinguir a que fase corresponde cada uno de estos elementos, ni menos aún entender las razones que motivaron la decisión de construirlos del modo en que se hizo al carecer hoy, por estar ocultos o haber desaparecido, aquellos otros que sí conocieron los ingenieros que las reformaron.

Intentar avanzar en la comprensión de estos y otros puntos ha sido el principal objetivo de este proyecto de investigación.

No es la primera vez que algo así se pretendía. Antes al contrario, el estudio de este frente fortificado ha sido abordado por muchos investigadores que afrontaron el reto de reconstruir su historia fundamentalmente a partir de la exégesis de fuentes escritas, archivísticas y cartográficas. En los últimos años a estas aproximaciones se han incorporado otras desde la lógica arquitectónica. Todas han supuesto notables aportaciones que es indispensable tener en consideración.

El proyecto de investigación “Puerta Califal”, asumiendo este bagaje, ha añadido a estos estudios la perspectiva de la arqueología, una aproximación metodológica basada en el análisis de los restos preservados y de sus contextos, que ha permitido resolver algunos interrogantes, plantear nuevas cuestiones y también inquirir de modo diferente las fuentes tradicionales.

En las páginas siguientes, tras describir el ámbito en que fue desarrollado este proyecto, se hace un rápido balance del estado de la investigación y se describen, también de modo sucinto, las principales actuaciones llevadas a cabo.

3.1. El frente de tierra.

La estratégica ubicación de Ceuta, crucial para dominar el paso del estrecho de Gibraltar, hizo de su defensa una de las principales preocupaciones para sus habitantes y para las potencias que la dominaron (fig. 1).

Esta se ve favorecida por su configuración peninsular de modo que, dominando las aguas que la circundan al norte, este y sur, la principal amenaza resulta de un ataque terrestre desde occidente (fig. 2). Por ello los principales esfuerzos se aplicaron especialmente en la fortificación de esos escasos 300 m de anchura que unen la península al continente¹ (fig. 3).

Fig. 1. Ceuta. Situación geográfica

Fig. 2. Fotografía aérea de Ceuta (Google Earth cop.) en la que se han ensombrecido los terrenos ganados al mar en el siglo XX

Fig. 3. Vista aérea del Frente de Tierra (fotografía Universidad de Cádiz)

Además de al oeste, el istmo de la península está también amurallado en sus frentes norte y sur que dan al mar.

El frente norte es defendido por lienzos reforzados con torres de planta cuadrada y rectangular mientras que el meridional es de trazado más quebrado. Hacia el este cierra el rectángulo que forma la Ciudad el denominado frente de la Almina con su foso seco, hoy oculto por el Mercado Central de Abastos.

Más allá de la muralla principal que protege el lado occidental se añadieron desde finales del siglo XVII obras exteriores que venían a sustituir a las tranqueiras y los vallos² construidos antes. Con el paso del tiempo estas obras exteriores acabaron consolidándose y definiendo varias líneas que aseguraban la defensa en profundidad de la ciudad. Algunas se han perdido. Otras han sido mutiladas. Pero, a pesar de todo, lo que queda aún en pie, el “conjunto monumental de las Murallas Reales de Ceuta”, continúa asombrando por su estado de conservación.

El proyecto de investigación “Puerta Califal de Ceuta” se ha centrado en el estudio de la primera línea de fortificación de este frente occidental formada por los baluartes³ del Torreón y la Coraza, con su prolongación, a través de la denominada Coraza Baja (demolida para permitir la construcción de la carretera que une Ceuta y Tetuán), en el espigón de la Ribera.

Ambos baluartes, el del Torreón y la Coraza, están unidos por una alta cortina que forma la escarpa del foso que rodea esta primera línea. Aunque reutiliza e integra estructuras precedentes y también sufrió remodelaciones significativas posteriores, su traza fundamental fue diseñada por el ingeniero Benedetto de Rávena en 1541. Su construcción fue culminada hacia 1550.

Fig. 4. Esquema simplificado de la fortaleza de Ceuta en el siglo XVI.

La puerta principal de la Ciudad se sitúa desde esas fechas al norte, frente al albacar⁴ . Fue abierta en el lienzo que unía los baluartes del Torreón y de los Mallorquines, protegida también por el foso. Este se salvaba con un puente, levadizo en uno de sus tramos originariamente. Esta puerta estaba protegida por otra más adelantada, a veces denominada del Albacar, y por el resto de las fortificaciones exteriores con sus respectivas puertas.

Los muros de esta primera línea comparten materiales y aparejos.

La base está formada por sillares anisodómicos dispuestos en hiladas horizontales. Su naturaleza es preferentemente caliza, aunque también los hay de arenisca e incluso reparaciones con otros materiales⁵ . Además de aquí encontramos estos sillares reforzando aristas que en estos puntos suelen alcanzar mayor altura. Entre ellos el espolón que forma la punta del baluarte del Torreón destaca por su cuidada labra. También son empleados sillares en las dos poternas que se abren a ambos extremos de la cortina sobre el foso. En algunos de estos sillares se aprecian las señales, dos pequeños huecos, de su izado y colocación con grúas, así como varias marcas de cantería (Fernández y Villada, 2017).

Sobre esta base de sillares se dispone un mampuesto careado bastante heterogéneo tomado con argamasa. Estuvo enfoscado, aunque hoy este recubrimiento está perdido en su mayor parte dejando ver una serie de grietas verticales que parecen responder a sucesivos momentos constructivos (veáse capítulo 16) (fig. 7).

Es de destacar también en la escarpa la presencia de bastantes mechinales para evacuar aguas, vertido que ha dejado manchas en el lienzo. Se encuentran muchos de ellos alineados a una misma altura.

Los muros están ataluzados hasta la altura del cordón magistral de tableta que se eleva progresivamente a medida que avanzamos hacia el sur siguiendo el buzamiento natural del terreno (fig. 8).

El conjunto se corona con parapeto y merlones.

Los existentes hoy en la escarpa fueron reconstruidos en su inmensa mayoría durante los trabajos de adaptación de este lugar para su uso como hotel, pero en el baluarte del Torreón se conserva aún uno de sección curva que puede ser datado en el siglo XVI.

3.1.1 Baluarte del Torreón

El baluarte del norte es llamado del Torreón por la pieza circular que se levanta en su esquina noroccidental.

Tiene planta pentagonal con dos orejones redondos que protegen sus flancos. Su superficie, medida sobre plano⁶ , es aproximadamente de 1.200 m². El vértice de unión de ambas caras es redondeado, salvo en su base, al objeto de impedir que el fuego cruzado de las baterías enemigas sobre su arista pudiese provocar su desplome.

En su cara norte conserva un único merlón de sección curva de 13 m de longitud máxima y una anchura de 3,60 m. Cuenta con varios huecos cuadrados que lo atraviesan a lo ancho en todo semejante a los existentes en la fortaleza de Mazagán que debieron servir para vigilancia del acceso (fig. 9).

Fig. 7. Detalle del pie de la escarpa en que se observan los sillares que forman su base.

Fig. 10. Arriba, fotografía aérea del baluarte del Torreón. Abajo, detalle del orejón y la escalera (fotografía Universidad de Cádiz)

Fig. 12. Arriba. Cubierta del baluarte del Torrejón. Abajo. Detalle del torreón situado sobre el baluarte de ese nombre.

Fig. 15. Pasillo de acceso a la casamata desde el interior.

(1)  En muchas descripciones de autores musulmanes medievales se resalta esta configuración peninsular como una de sus características más significativas. Así, es comparada con un brazo con el puño cerrado que se adentra en el mar o se la asemeja a un laúd dado la vuelta. Joham Affonso, veedor de Hacienda, cuando describe a los infantes la Ciudad, resalta este mismo hecho (Zurara, 1915), a cidade de Ceuta que é em terra de África, que é uma mui notável cidade e mui azada para se tomar. E isto sei eu, principalmente por um meu criado que lá mandei tirar alguns cativos de que tinha encargo. Elle me contou como é uma mui grande cidade rica e mui formosa e como de todas as partes a cerca o mar afora uma mui pequena parte por que hão saída para terra (p. 26)

(2) Vallos y tranqueiras son denominaciones que se emplean para designar un conjunto de defensas precarias del campo exterior inmediato a las plazas portuguesas. Tenían como principal objetivo dificultar los ataques de la caballería y facilitar la recogida de aquellos que se encontraban fuera del abrigo de las murallas en caso de ataque. Los vallos son muros de piedra seca de más de 1 m de altura formando caminos cerrados a su vez por empalizadas de madera fijas o móviles (tranqueiras) (Paula, 2016, p. 131).

(3) Las denominaciones de estos baluartes han cambiado con el paso del tiempo recibiendo entre otros nombres los de “baluarte grande da bamda do Albacar”, “del norte”, “de Santiago”, “del Caballero” el que aquí llamamos del Torreón. Hoy se le conoce popularmente como “baluarte de la Bandera” por la enseña que ondea en su torreón. El que nombramos como de la Coraza fue llamado “baluarte grande de la banda de Tetuao” o simplemente “de Tetuao”, de “D. Luis”, de “San Sebastián” e incluso “del Caballero” (lo que ha provocado confusiones en la identificación de ambos baluartes). Para distinguirlo de la pieza que lo prolonga al sur, “la Coraza Baja”, se le llamó también de “la Coraza Alta” (Fernández y Villada, 2017; Gozalbes, 1982)

Fig. 5. Detalle de un plano de mediados del siglo XVII atribuido a Lope de Acuña (AGS, MPD, 12, 078) en que se muestran los vallos y tranqueiras del Campo Exterior.

Fig. 6. Fortificaciones del frente de tierra ceutí con indicación de los principales elementos citados en el texto: BMA. Baluarte de los Mallorquines; PP. Primera Puerta; BT. Baluarte del Torreón; FR. Foso Real; MR. Muralla Real; BCRZ. Baluarte de la Coraza; HOR. Hornabeque; ER. Espigón de la Ribera

(4) Con este vocablo se designan cercados en los que se recoge el ganado en las cercanías de los castillos medievales. En Ceuta, ya en época portuguesa, se conoció con esta denominación el espacio previo a la puerta principal al noroeste de la fortaleza (Epalza, 1984; Gozalbes 1980a; 1982; 1987a y 1987b).

(5) La procedencia de estos sillares de caliza que forman la base de la fortificación no ha sido aún estudiada. Junto a ellos, en menor número se emplean otros de arenisca, especialmente numerosos en el interior de los baluartes. Son muy semejantes a los utilizados en la vecina plaza portuguesa de Alcazarseguer (agradezco a A. Teixeira y J. Torres, que desarrollan actualmente un proyecto de intervención en este lugar, la confirmación de esta identificación). También de forma más esporádica pueden observarse sillares de calizas bioclásticas expoliados de la muralla omeya. Por último, trozos de muro recortados y encofrados de tapia simulando sillares están presentes sobre todo en las zonas más altas, concretamente en el orejón del baluarte de la Coraza. Esta heterogeneidad parece reflejar la falta de un aprovisionamiento suficiente y continuado de materiales.

(6) Esta y el resto de las mediciones han sido realizadas sobre la ortofoto del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA

Los merlones de su cara oeste son todos de perfil rectilíneo. Los dos situados más al norte tienen dimensiones semejantes (4,20 m de longitud por 4,30 m de anchura) mientras que el que tercero es de mayor longitud, 18 m, pero de similar anchura. Estos merlones conservan sus banquetas algo deterioradas. Protegida por el orejón occidental, existe una escalera que desciende hasta una puerta y una ventana, ambas tapiadas. Frente a la puerta se conservan unas ménsulas que debieron sostener una pequeña plataforma, hoy perdida, para facilitar el disparo vertical sobre la poterna situada a nivel del foso (fig. 10)

La cubierta actual se sitúa a una cota aproximada de 18 msnm, pero hay signos inequívocos que demuestran que está recrecida respecto a la original de época portuguesa. En diversos puntos, principalmente en la cara trasera del orejón occidental junto a la escalera descrita, se conservan piezas circulares horadadas labradas en piedra que sirvieron para poner en ellas mástiles de enseñas (fig. 11).

En la cubierta, sobre el punto en que se unen las dos caras del baluarte, se levanta una torre de planta circular de 9,6 m de diámetro. Conserva el cordón pero no los parapetos y merlones que protegían a sus defensores. A esta torre se sube actualmente por una rampa de casi 13 m de longitud situada al este, que no es su acceso original. En el lado sur de la torre, junto a una de las paredes que forman los límites de la rampa, hay un machón que señala el lugar en que se encontraba un primitivo acceso con escaleras (fig. 12).

Un arco de medio punto de ladrillos en el muro sur de la rampa indica la existencia de una puerta oculta en parte por la elevación de la cota del terreno. Se encontraba cegada en el momento de iniciar nuestros trabajos. Posteriormente pudo comprobarse que conduce a dos habitaciones, una de ellas situada bajo la rampa, que aprovechan en parte la zona trasera y lateral del merlón portugués conservado (véase capítulo 5). Posiblemente fueron utilizadas como cuerpos de guardia y vigilancia de la puerta del albacar. También en la cubierta, pero en el lado sur del baluarte, una construcción contemporánea oculta una salida de humos que conecta con el interior del baluarte.

Fig. 11. Vista lateral del orejón.

Fig. 13. Portada del pasillo que conduce a la casamata del baluarte del Torreón.

Fig. 14. Cubierta del pasillo de acceso a la casamata del Baluarte del Torreón.

Reseñaremos por último que el flanco oeste del baluarte se encuentra muy alterado por la construcción de una batería a barbeta de época contemporánea. Quizás existió aquí otra salida de humos cegada por la construcción de la batería.

Al interior del baluarte se accede actualmente desde la bóveda 26 (hasta el siglo XVIII se penetraba directamente desde la población).

La portada, labrada con sillares⁷ , se resuelve con un arco capialzado que da paso a un pasillo con una pendiente del 11% (8,30 msnm en su entrada por 7,70 msnm en el baluarte). Tiene casi 7 m de longitud por 2,70 de anchura (fig. 13).

(7) En este lugar se observa muy bien el uso de sillares de distinta naturaleza a que aludíamos antes. Los calizos en las zonas altas; los de arenisca en las zonas bajas preferentemente.

Este pasillo es cubierto con una bóveda de cañón interrumpida en su zona media por un hueco de 1,1 m de ancho y un desarrollo de 4,25 m destinado a facilitar su defensa vertical desde la cubierta. Actualmente este espacio se encuentra cegado.

(fig. 14) Al final de este pasadizo encontramos un nuevo arco de medio punto también de sillería. La altura en la clave es de 3,15 m mientras que su anchura ronda los 2,20 m (fig. 15).

Traspasado este arco, se penetra en la casamata formada por una sala de 28 m de longitud por 5,9 m de ancho, casi perpendicular al pasillo de acceso. Su superficie es aproximadamente de 180 m².

Dos cañoneras se abren en los flancos del baluarte.

La primera, al este, bate la puerta principal de acceso a la ciudad y cubre una de las caras del semibaluarte de los Mallorquines. Allí existe otra que cruza fuego con esta (fig. 16).

La segunda, en el otro flanco de baluarte cubre el foso, la cortina y una de las caras del baluarte de la Coraza. Cruza también fuego con otra situada frente a ella en el baluarte de la Coraza desde donde se bate el foso y la cortina así como la cara correspondiente del baluarte del Torreón (fig. 17).

En ambas se advierten modificaciones importantes.

La situada al este ha visto reducidas sus dimensiones alterando su derrama y deriva originales con un cegamiento muy bien trabajado de sillares.

El exterior tiene actualmente unas dimensiones aproximadas de 4 m de altura por 3 de anchura (originalmente la anchura debió rondar los 5/6 m) y en el interior de 2 por 1,20 m.

En la zona superior de este flanco se observa sobre esta cañonera los restos de la merlatura antigua, macizada hoy por la construcción de la batería superior. También es de destacar en este paño los restos de un cordón de tableta en vertical (fig. 16).

En la del sur de observa claramente desde el exterior el cegamiento de su zona inferior. Sus dimensiones son mucho mayores que las del caso precedente y carece de derrama en la actualidad. Al exterior mide casi 5 m de anchura y poco más de 3 m de altura (fig. 17).

Junto a ambas cañoneras y en el interior de la casamata se encuentran dos grandes arcos de sillería.

Fig. 18. Interior de la casamata del baluarte del Torreón. Al fondo, uno de los arcos ciegos.

El que está al lado de la cañonera este se abre en la cara norte. Tiene una longitud aproximada de 7 m y una anchura de unos 38 cm en un extremo y 2,38 m en el otro. El del lado de la tronera sur se abre en la cara oeste del baluarte y es algo más pequeño que el anterior (longitud 6,22 m y una anchura entre 1,20 m y 1,65 m) (fig. 18).

Posiblemente estuvieron destinadas a almacenar con mayor seguridad y sin entorpecer el trabajo de los artilleros lo necesario para el disparo (pólvora, proyectiles, etc.).

En la casamata el uso de sillares queda reservado a los elementos más significativos y que precisan de mayor consistencia (arcos, troneras y quiebros de las paredes) mientras que el resto de la fábrica son mampuestos muy heterogéneos generalmente de pequeño y mediano tamaño que integran incluso el lienzo de la cerca omeya localizado en este lugar (véase capítulo 6) (fig. 19).

La cubierta de esta sala es sumamente compleja.

La zona más al este tiene un techo plano, situado a unos 8 m, resultado de la instalación de una batería a barbeta en cubierta.

El resto de la sala se cubre con bóveda de cañón sostenida por 6 arcos, unos perpendiculares al eje, pero otros con una acusada desviación que obligó a adaptar el dovelaje. Tampoco es idéntica su altura (oscila entre 7 y 7,6 m). Se forman de este modo tramos de bóvedas a diferentes cotas y que difieren además en los materiales empleados en la plementería. En su extremo, para adaptarse al quiebro que realiza la planta para permitir rasgar la tronera del sur, se construye un arco prácticamente perpendicular al eje de bóveda y otro de refuerzo que muere en el ángulo del baluarte (fig. 20).

Fig. 19. Sillares en una de las aristas del interior de la casamata del baluarte del Torreón.

Desde la esquina noroeste de la casamata al vértice del baluarte la construcción tiene un espesor de aproximadamente 30 m.

3.1.2. Baluarte de la Coraza

El semibaluarte de la Coraza se sitúa en el otro extremo de esta línea. Tiene dos caras y un único flanco protegido también por un orejón curvo en el lado norte sobre el foso. Al otro lado se une sin solución de continuidad con los lienzos que defienden el lado meridional de la fortificación. Este baluarte tenía continuidad en la denominada Coraza baja, una plaza baja hoy parcialmente demolida, y en el espigón de la Ribera de origen islámico, aunque muy reformado posteriormente (fig. 21).

Su superficie total es aproximadamente de 1.400 m², prácticamente la misma que la del Torreón

Fig. 20. Bóveda que forma la cubiera de la casamata del baluarte del Torreón.

Fig. 21. Vista aérea del baluarte de la Coraza (fotografía Universal de Cádiz)

El único flanco, al norte, queda enfrentado con el del baluarte del Torreón con el que cruza fuego y carece de merlatura. Simplemente el pretil baja ligeramente para permitir el disparo a barbeta (fig. 22).

En su cara oeste conserva 4 merlones y 2 más en la sur, todos de planta trapezoidal. El de mayor longitud es el primero sobre el orejón que alcanza los 11,5 m. Los otros tres miden entre 7 y 8,50 m. y su anchura es de 2,8 m. Los dos dispuestos al sur son algo más cortos

La fábrica del baluarte responde a las características ya descritas, aunque debe señalarse que la cota superior tiene un recrecido levantado con materiales heterogéneos, sobre todo ladrillos y encofrados de tapia, con que se forman parapetos y merlones.

La cota actual de la cubierta se sitúa en torno a los 24,5 msnm, es decir más de 6 m por encima de la del baluarte del Torreón posiblemente siguiendo la pendiente natural y con objeto de defender la ciudad de las posiciones dominantes que la circundan. No fue suficiente y, a principios del siglo XVIII, se levanta un caballero, de planta aproximadamente rectangular inicialmente y que en 1717 había sufrido ya una ampliación. Este añade otros 8 m de altura a esta pieza.

El caballero, al que se asciende desde la cubierta con una rampa, tiene una fábrica diferente que refleja el distinto momento de construcción. La primera fase fue construida con un sillarejo regularizado con hiladas de ladrillo y su ampliación es solo de sillarejo. La merlatura que lo corona se sitúa en el lado oeste frente al enemigo. Los bajos de la rampa fueron aprovechados para construir una pequeña habitación (fig. 24).

Tres contrafuertes sobre la pared sur sirven de refuerzo a esta construcción.

En las paredes exteriores del caballero se aprecian los vestigios de edificaciones muy recientes que se levantaron apoyadas sobre ellos. También se derribaron algunos pretiles de las cañoneras y se eliminó su derrama para añadirla a alguna de estas edificaciones.

Por último, mencionaremos que junto al caballero en la cubierta existe un hueco protegido por un pretil, con una superficie de aproximadamente 24 m², destinado a la ventilación de las estancias inferiores (fig. 21).

Al interior del baluarte se ingresaba originariamente desde la ciudad. Tras la construcción de las bóvedas adosadas a la cortina se entraba en él a través de la bóveda 2. Hoy el acceso se realiza desde la bóveda 9 girando a continuación por el pasillo situado hacia el sur (fig. 25).

Franqueada esta puerta se penetra en un pasillo abovedado de 2,16 m de ancho, la misma que en el caso del baluarte del Torreón. Su longitud, 11,15 m es, sin embargo, casi el doble. Entre ambos extremos existe un notable desnivel que se salva mediante una rampa, con peldaños a ambos lados que facilitan el tránsito (fig. 26).

Fig. 23. Detalle de la zona superior del orejón norte del baluarte de la Coraza en que se aprecia la heterogeneidad de su fábrica

Fig. 24. Caballero del baluarte de la Coraza.

La zona superior de este acceso (A) es de factura claramente contemporánea y debe relacionarse con la reforma del Parador de Turismo.

A continuación, se aprecia una construcción (B) bastante tosca de ladrillos y, más allá aún, dos nuevos muros (C y D) a los que se adosa la estructura anterior (B). El muro D se levanta con sillares de calizas bioclásticas aparejados a soga y doble tizón y corresponde a la muralla omeya que ha quedado integrada en el baluarte portugués (E) (fig. 27).

Como en el baluarte del Torreón, también aquí se abre a medio trayecto un hueco de 1,17 m de anchura. Hoy día está cegado pues sobre este lugar se sitúa el caballero, pero inicialmente debió estar a cielo abierto. Este hueco permite apreciar la cara vista del lienzo omeya, que remata en una triple moldura lo que indica que únicamente habría sido despojado de su parapeto y merlones. La altura de este lienzo es de aproximadamente unos 10 m desde la cota actual del terreno (fig. 28).

La otra cara de este hueco es ya de fábrica portuguesa, como el resto del baluarte (E).

Más adelante continua el pasillo abovedado hasta desembocar en una nueva portada con arco de medio punto construido con sillares, muy semejante a la descrita en el baluarte del Torreón, que conserva aún los huecos en que encajaban las hojas que la cerraban.

Se accede desde allí a la casamata, una amplia estancia de 150 m² que tiene planta aproximadamente rectangular en sentido norte-sur, perpendicular al pasillo de acceso tal y como ocurre en el baluarte del Torreón. Su longitud es de 28,30 m en tanto que su anchura tiene 5,50 m (fig. 30).

Desde un punto de vista constructivo, este pasillo se lleva a cabo horadando dos lienzos (C y D) y continúa en el siguiente tramo (E) construido ya abovedado.

Fig. 27. Detalle de la cubierta del acceso a la casamata del baluarte de la Coraza. En primer término, fábrica portuguesa y a continuación hueco y muralla omeya.

Fig. 28. Hueco en el pasillo de acceso a la casamata del baluarte de la Coraza. Abajo, frente del lienzo omeya

Fig. 29. Portada de acceso al pasillo desde el interior de la casamata del baluarte de la Coraza

La puerta del pasillo (A) fue construida durante la rehabilitación de las bóvedas como habitaciones del hotel durante la ampliación de la década de los 80 del pasado siglo. El tramo B es una adaptación del acceso realizado entre el momento en que las bóvedas fueron edificadas (fines del siglo XVII) y el siglo XX.

Fig. 30. Interior de la casamata del baluarte de la Coraza.

Fig. 31. El foso desde la tronera del baluarte de la Coraza

La cronología del tramo C es más problemática ya que, dado que el tramo D es claramente de mediados del siglo X (califal), debe ser anterior, quizás de época tardo-antigua a juzgar por lo que sucede en el baluarte del Torreón y en la Puerta Califal (véase capítulo 16)⁸ . Por último, el tramo E fue levantado a mediados del siglo XVI cuando se construyó el baluarte.

(8)  En la Puerta Califal se ha documentado como las fábricas omeyas se adosan a un edificio de la primera mitad del siglo VII. En el baluarte del Torreón se documentó la misma secuencia con idéntica cronología (Bernal y Villada 2020; Bernal et al. 2020; Villada y Bernal, 2019).

Fig. 33. Arco ciego junto a la tronera del flanco del norte del baluarte de la Coraza.

Fig. 34. Interior de la casamata del baluarte de la Coraza

En los extremos de la casamata había dos cañoneras. La que está al norte se abre sobre el foso y bate la cortina y una de las caras del baluarte del Torreón (fig. 31). La otra, situada en el extremo opuesto, ha sido cegada al interior, aunque es posible distinguirla aún en el exterior (fig. 32).

El tamaño de la tronera norte fue en origen de aproximadamente 4,5 m de anchura por 4 m de altura, aunque hoy está parcialmente cegada. La situada al sur es aparentemente de menores dimensiones (una anchura cercana a los 3 m y 4 m de altura en la embocadura).

Abiertas en la pared oeste se encuentran junto a las troneras dos grandes arcos ciegos, semejantes a los existentes en el baluarte del Torreón. El del norte tiene una longitud de 6,36 m y una anchura que oscila entre los 83 y 160 cm. El otro cuenta con un largo de 6,15 m y su ancho va de 75 a 98 cm.

La mayor parte del baluarte fue construido con mampuestos mientras que los sillares se reservan, como en el del Torreón, a portadas, troneras y arcos.

También como allí se cubre con una bóveda de cañón sostenida por 5 arcos, el primero, segundo y quinto perpendiculares al eje y los otros no. Un sexto arco se une en perpendicular al último de los anteriores sobre la tronera norte. La clave de los arcos perpendiculares al eje se sitúa a unos 8 m de altura mientras que los otros dos alcanzan mayor altura, unos 9,60 m. También la plementería que forma los distintos tramos de bóveda oscilan entre los 8,60 m y los 10,25 m (fig. 34).

Ya indicamos al describir la cubierta de este baluarte la existencia de un amplio hueco destinado a servir de ventilación a esta sala (fig. 35).

Señalaremos para terminar que en los muros entre la tronera norte y el primer arco se aprecian una serie de agujeros de vigas alineados que señalan la existencia de un entresuelo hoy desaparecido

Fig. 36. La escarpa de la Muralla Real.

Fig. 37. Pieza reaprovechada en la fábrica de la escarpa.

3.1.3. Escarpa

Los dos baluartes están unidos por una recia cortina que va ganando progresivamente altura a medida que avanza hacia el sur. A su terraplén se adosaron en el siglo XVIII veintiséis bóvedas a prueba con cubierta transitable. Cumplían un doble propósito. De una parte, fueron un notable refuerzo para la muralla que alcanzó un grosor de unos 25 m. Por otra, sirvieron para proporcionar alojamiento a las tropas que defendieron Ceuta y para otras funciones relacionadas con su defensa.

Este lienzo se corona con 20 merlones, los de los extremos de mayor longitud (15 m y 9,6 m). Los restantes, casi todos reconstruidos durante las obras de construcción del Parador, son más pequeños (su longitud oscila alrededor de los 6/6,5 m y su anchura es algo mayor de 5 m). En cubierta, son visibles pequeños cubos alineados que sirven de respiraderos de las habitaciones situadas en las bóvedas (fig. 36).

La fábrica de la escarpa obedece a las características ya descritas, a saber, una base de sillares sobre la que se dispone un mampuesto de piedras careadas enfoscado y coronado todo ello con la reconstrucción contemporánea de la merlatura. Entre el mampuesto se aprecian algunos puntos reparados con ladrillos y también el uso de sillares, algunos de calizas bioclásticas, procedentes del espolio de la muralla omeya.

Varias grietas más o menos verticales recorren este paramento, sobre todo en su mitad sur, con sus bordes reforzados con sillares. Están relacionadas con diferentes momentos constructivos de este lienzo (véase capítulo 16).

Destaca entre ellos una pieza singular: un sillar cuadrado que debió pertenecer a una portada. Una de sus caras está empotrada en la fábrica de la escarpa, pero en la que es la visible se aprecian cuatro pequeños apéndices redondeados que facilitarían su encaje con la pieza siguiente (fig. 37).

A nivel del foso se abren dos pequeñas poternas en los extremos.

Otro hueco es una ventana situada a gran altura abierta en época contemporánea.

Son los únicos tres vanos abiertos hoy en la cortina.

Tapiados encontramos otros tales como una puerta de servicio usada durante la construcción de la Muralla Real y otro más al norte cuya función se desconoce (véase capítulo 16).

Las salas a las que sirve de ventilación la ventana abierta en la escarpa son accesibles desde las bóvedas. Se ingresa hoy a ellas a través de la bóveda 9 desde la que se alcanza el pasillo que da servicio a las habitaciones del hotel. Frente a la bóveda 8 se abría una puerta contemporánea, pero que enmascaraba un acceso más antiguo. Salvando la diferencia de cota con el interior, casi 1,5 m, se penetra en un espacio de compleja planta que, para su más clara descripción, hemos nombrado con letras diferentes. Para designar los muros que sirven de cierre indicamos en primer lugar y en mayúscula la letra correspondiente a la sala a la que acompaña otra en minúscula que hace referencia a su orientación: n, norte; s, sur; e, este; w, oeste (fig. 38).

Fig. 38. Planta general de la Puerta Califal con indicación de la denominación de las distintas estancias y muros.

La primera sala (A) es de planta cuadrangular de unos 5 m de lado y a ella se accede por una puerta que comunica con el pasillo del hotel. Hacia el sur (As) encontramos un vano de casi 3 m de altura por un ancho de 1 m aproximadamente. De allí parte una escalera de dos tramos perpendiculares con meseta entre ellos (G y H). Las jambas de este acceso están construidas con sillares de gran tamaño hasta cierta altura. La parte superior está reconstruida con ladrillos macizos.

Una ventana en H se abre sobre la sala A (As/Hn). Su factura debe ser posterior al momento original en que se levantó este espacio pues rompe parcialmente uno de los apoyos de la bóveda que cubre la sala A (fig. 39).

Al oeste (Aw) encontramos otro pasillo (que denominamos C) de 6,90 m de longitud y 1,4 m de anchura. Conduce a la ventana que se abre sobre el foso seccionando la cortina.

En la pared norte (An) existe un tramo de muro de 2 m de longitud con un vano que permite llegar a J y a continuación se encuentra el acceso a la sala B.

La cubierta de la sala A es una bóveda rebajada o bohemia. Su altura es de 6,5 m en la clave. Allí se dispone una pieza de piedra de forma hemisférica decorada con motivos vegetales tallados. Está parcialmente rota y en su interior quedan restos de una

Fig. 44. Cubierta de la sala D. bóveda de cañón rebajada y arco apuntado.

pieza de hierro, posiblemente un eslabón de una cadena para sostener la lámpara que pendía de este lugar (fig. 40).

Al norte la bóveda se apoya en un arco de ladrillo de notables dimensiones que arranca en la esquina de la sala J y muere sobre el vano que conduce a C, lo que muestra que este pasillo fue abierto en un momento muy posterior. También en el paramento en que se abre el vano a J se aprecia parte de un arco, algo más bajo que el anterior, que arrancando de la esquina sudoeste de J y acaba perdiéndose entre las fábricas de la cara este de la sala A (Ae).

Fig. 39. Interior de las salas que forman la Puerta Califal desde la ventana abierta en las Sala H (fotografía J. Gutiérrez)

Fig. 40. Bóveda que cubre la sala A (foto J. Gutiérrez)

En el muro este (Ae) se encuentra la puerta que comunica con el pasillo del hotel. Es de factura contemporánea. Sobre ella encontramos un arco rebajado, posiblemente correspondiente a una pretérita entrada que, a su vez, reduce otra más antigua con arco de medio punto de ladrillos.

Las fábricas presentes en la sala A son de muy distinta naturaleza poniendo de manifiesto los diversos momentos constructivos (véase capítulo 11 y 16). Es de interés subrayar la presencia de grandes sillares reaprovechados en la pared este (Ae) y sur (As) de esta estancia.

La sala B, situada al norte de la A, tiene planta rectangular de 2,75 m por 3,35 m. Al oeste queda limitada por la prolongación del muro descrito en la sala A que quiebra en perpendicular para cerrar esta sala al norte. En este lado (Bn) se abre un vano de 2 m de luz aproximadamente que conduce a la sala D. La jamba oeste muestra en la zona inferior sillares de

Fig. 42. Jamba recompuesta

comunica con la sala E y al sur con la B, mientras que al este queda limitada por el muro de ese lado (De) que, como indicamos, es común a las salas B, D y E. Al oeste encontramos primero la jamba del vano que comunica con B que se adosa a las fábricas omeyas. El último tramo se dirige en diagonal hasta la jamba sur del arco ultrasemicircular que separa las salas E y F.

Al este, tanto esta como las salas adyacentes (D y E) están cerradas por un muro (Be, De y Ee) resultado de la adicción de varias construcciones. Separa además la sala B de la J.

La cubierta de la sala B es una bóveda de medio punto de ladrillos que alcanza casi los 6 m de altura en su clave. En ella se abre un hueco cuadrado de unos 50 cm de lado posiblemente un dispositivo de disparo vertical (buhedera).

Hacia el norte la sala D prolonga la B. Tiene una superficie de 7 m² y una planta más irregular. Al norte

Fig. 41. Interior de la Puerta Califal desde la sala A (Fotografía J. Gutiérrez)

a la anterior. Se encontraba colmatada de tierras en su lado norte. Su anchura es algo superior a los 2 m frente al arco que se encuentra adelantado respecto al trazado de la muralla principal. Allí la distancia entre ambas murallas llega a los 3 m (fig. 46).

Este espacio se cegó con tierras extraídas de la excavación del foso tras la construcción de la muralla portuguesa, salvo en este punto frente al arco.

Las salas G y H corresponden a dos tramos de escaleras que se abren en el lado sur de la sala A conducen a la sala I. Salvan la diferencia de cota entre ambas que es de aproximadamente 2 m.

Fig. 43. Interior de la Puerta Califal desde la sala D (Fotografía J. Gutiérrez)

estas salas, que da a la bóveda 9. Tiene una anchura de 1,50 m y una longitud máxima de 4,25 m. Su altura es algo inferior a 3 m.

La cubierta de la sala E es una bóveda de aristas sostenida por pechinas (fig. 45)

Como indicamos ya, la comunicación con la sala B es un arco apuntado de ladrillos de 3,3 m de altura en la clave. Más al norte de este umbral la cubierta se resuelve con una bóveda muy rebajada a una altura de 4 m (fig. 44).

La sala E es casi cuadrada (2,5 m por 3 m). Al norte (En) está cerrada por un muro de época omeya mientras que al oeste se abre un vano formalizado por un arco ultrasemicircular del mismo momento. Al sur se comunica con la sala D y al este queda limitada por el muro que arranca en la esquina de la sala B. En este lugar (Ee), este muro presenta un hueco contemporáneo, posiblemente para iluminar y ventilar

Fig. 47. Ventana en la sala E.

Fig. 50. La contraescarpa desde el sur.

Fig. 35. Cubierta de la casamata del baluarte de la Coraza. Al fondo, hueco de ventilación.

Traspasado el arco ultrasemicircular hacia el oeste se accede a la sala F. Corresponde al espacio entre la trasera del lienzo de la cortina portuguesa al oeste (Fw) y la muralla omeya al este (Fe). Al sur queda limitada por un tramo de muralla omeya (Fs) perpendicular

Fig. 45. Bóveda de arista que cubre la sala E.

G es el tramo en sentido norte-sur, de 2,1 m de longitud por 1,1 de anchura, formado por dos peldaños de desembocan en una meseta. El tramo que hemos denominado H se sitúa en perpendicular a G y se desarrolla hacia el oeste con varios peldaños y una meseta. Tiene una longitud y anchura similares a las del tramo precedente. Al final, en la pared sur (Hs/In), se abre un vano que permite el ingreso en la sala I. Frente a él como ya se ha dicho, una ventana da sobre la sala A. Este vano tiene 77 cm de ancho por 1,8 de altura.

Ambos tramos, G y H, se cubren con bóvedas de ladrillo.

La sala I tiene planta rectangular en sentido este-oeste aproximadamente. Sus dimensiones son de 5,6 por 1,7 m. Su altura máxima es de 4 m.

Los muros norte, oeste y sur (In, Iw, Is) que cierran esta sala así como la bóveda de cañón que la cubre

Fig. 46. Puerta Califal.

son de ladrillo y tosca ejecución, con numerosas reparaciones, muchas de hecha contemporáneas.

En cambio, el muro (Ie) que cierra la estancia al este es más ancho, casi 1 m, y de ejecución más cuidada. En él se abren dos ventanas, una encima de otra. La superior, parcialmente cegada por la bóveda de la sala, tiene visible una altura de 90 cm y una anchura de 65 cm. Presenta una acusada derrama. La inferior, abocinada, es de mayores dimensiones (1,3 m de altura por casi 1 m de ancho). A su alrededor se aprecian varios puntos en que falta material lo que parece indicar que una reja que la protegía fue arrancada.

Fig. 48.  El Foso Real desde el sur.

Fig. 25. Pasillo de las habitaciones del hotel Parador La Muralla por el que se accede a la casamata del baluarte de la Coraza.

A través del hueco de ambas ventanas se observa un muro de ladrillos contemporáneos que es el del tabique oeste del pasillo del hotel.

La última de las salas a que haremos mención es la que hemos denominado J. Se accede a ella desde la pared norte de la sala A (An) por un vano de 77 cm de ancho. Su planta es casi cuadrada con lados de 2,35 m y en su pared este (Je) se abre un vano, de 1,35 m de longitud y 1,25 de ancho, en diagonal, que da sobre el pasillo del hotel, aunque actualmente está tapiado (fig. 47).

La cubierta está resuelta con la adición de varias bóvedas de ladrillo que reflejan que su estado actual es resultado de varias modificaciones de su planta.

3.1.4. Foso.

Ciñendo los dos baluartes y la escarpa se excavó un foso marítimo que comunica las aguas de las bahías norte y sur. Se trata de uno de las soluciones más singulares, aunque no inédita, adoptada por Benedetto de Ravena para la defensa de este frente.

Tiene un primer tramo este-oeste de unos 28 m de longitud. Después quiebra en sentido norte-sur con una longitud de 250 m. En la parte central de este último tramo tiene una inflexión para evitar ángulos muertos en el disparo. Su máxima anchura alcanza los 30 m aproximadamente.

Aunque su configuración actual es consecuencia de la ejecución del proyecto de Benedetto de Ravena, su origen es bastante anterior como recuerda Al-Bakrī (1913, p. 234) cuando afirma que ya los antiguos habían excavado un canal en este punto con una longitud de dos tiros de flecha. Tenemos pues que ya en momentos preislámicos existió un foso, aunque aún seco.

Los omeyas tenían aquí también un foso grande y profundo atravesado por un puente de madera (Al-Bakrī, 1913, p. 236). En las postrimerías del dominio islámico en Ceuta al-Anṣārī lo nombra como al-Suhāŷ (Al-Anṣārī, 1962, p. 432).

Fig. 49. Foso Real, contraescarpa y baluarte de la Coraza

3.1.5. Contraescarpa

Al otro lado del foso se encuentra la contraescarpa, un muro de unos 350 m de longitud y cuya altura va ascendiendo hacia el sur hasta alcanzar más de 15 m (fig. 50).

Sus características constructivas son semejantes a las descritas para el lado opuesto del foso (sillares en la base y en la arista y mampuestos de piedras con elementos reutilizados) si bien aquí las agresiones y pérdidas son más evidentes.

3.2. Las fuentes de información

3.2.1 Las murallas romanas y bizantinas.

El único autor que menciona explícitamente una fortaleza en época romana en Ceuta es Procopio (2003)

Y en Cadira, al otro lado de las Columnas de Hércules, que se encuentran a la derecha del estrecho, en la costa de Libia, hubo una fortaleza, de nombre Septo, que edificaron en tiempos pasados los romanos, y el tiempo arruinó, al no ocuparse de ella los vándalos (p. 115-116).

La falta de cualquier testimonio arqueológico de estas murallas romanas y el tono muy favorable de Procopio con Justiniano I, considerado el restaurador del Imperio Romano, en esta obra hizo dudar de la veracidad de estas afirmaciones que parecían responder más bien a un cliché repetido por el cronista en relación a muchas otras ciudades que a una información precisa sobre la ciudad del Estrecho (Hita y Villada, 2002).

La localización en la calle Queipo de Llano de un tramo de muralla con torres de planta rectangular fue interpretado como parte de la fortificación romana (Fernández, 2004a), pero finalmente pudo comprobarse que es obra omeya, aunque superpuesta a una estructura romana (Villada e Hita, 2009).

Solo recientemente han podido identificarse los restos de defensas de esta cronología en el subsuelo del baluarte del Torreón. A partir de este hallazgo han podido ser reinterpretados como tales otros considerados hasta el momento como parte del cierre perimetral del complejo haliéutico del Istmo (Bernal y Villada, 2020; Bernal et al., 2020).

También debemos a Procopio (2003, p. 115-116) la noticia de que Justiniano I mandó construir en Ceuta una fortaleza: “nuestro emperador Justiniano la hizo fuerte por su muralla y sólida por su guarnición”. Restos de fortificaciones bizantinas fueron identificados en la Puerta Califal (véanse capítulos 11 y 16) y recientemente también en el baluarte del Torreón (Villada y Bernal, 2019; Bernal y Villada 2020).

Fueron estas defensas las que permitieron a Julián forzar la firma de un pacto con las tropas musulmanas en 709.

3.2.2 Las murallas romanas y bizantinas.

Sobre la Ceuta omeya es al-Bakrī nuestra fuente principal de información.

Presta atención en primer lugar a su geografía. Ceuta está construida al borde del estrecho de Gibraltar, nos dice, en una península muy estrecha que avanza sobre el mar hacia oriente, cuyos lados este, norte y sur están bañados por las olas del mar. Anticipando la solución propuesta por Benedetto de Rávena siglos más tarde, indica que sus habitantes podrían haber comunicado las bahías norte y sur transformado así esta península en una isla (al-Bakrī, 1913, p. 202).

Ofrece información de distintos lugares y edificios (mezquita mayor, baños, cementerios, etc.), subrayando la existencia de muchas ruinas de tiempos pasados. También da noticia de otros aspectos tales como la composición de la población, el prestigio intelectual alcanzado por la Ciudad, algunas distancias que indican el tamaño de la medina, el aprovechamiento del agua, (al-Bakrī, 1913, p. 202-204), las principales rutas con el interior (ibidem, p. 209-215), etc.

También se ocupa de apuntar los principales hitos de su historia, desde la llegada del Islam hasta el siglo X. Julián, señor de Ceuta, firmó un pacto con los árabes y pudieron establecerse en la ciudad.

De allí fueron expulsados por los bereberes de Tánger durante la revuelta jariyí y Ceuta quedó “abandonada y en ruinas, sin otros habitantes que los animales salvajes”. Un hombre de la tribu de los Gumara, Maykan, se establece en Ceuta y se convierte al islam llegando a ser señor de la ciudad. Tras su muerte le suceden sus descendientes bajo cuyo gobierno llegan, huyendo del hambre, habitantes de Qalsana⁹ –en las proximidades de Arcos de la Frontera- que adquieren terrenos para construir sus casas. Esta dinastía, fiel a los idrisíes, se extinguió en 931 cuando Ceuta fue conquistada por c Abd al-Raḥmān III (al- Bakrī, 1913, p. 204-205; una versión ligeramente distinta en Ibn Jaldún, 1852-1856, II, p. 135-137).

En relación a las murallas la información que recopila es esencial para conocer su fisonomía.

En primer lugar, indica que la muralla se construyó con piedra y que fue el califa c Abd al-Raḥmān III quien ordenó levantarla. Desde el muro occidental hasta el oriental hay 2.500 codos, es decir, unos 1.050/1375 m aproximadamente¹⁰.

El muro occidental estaba reforzado por nueve torres y en la central se encontraba la puerta de la ciudad. Al norte, en la “torre de Sabec” había otra por la que se ingresaba en el palacio del Gobernador.

Delante de este muro principal existía otro bastante más bajo, aunque de suficiente altura para poner a cubierto a un hombre.

Al pie de la muralla había un gran foso, bastante profundo, que atravesaba un puente de madera. Más allá, señala la existencia de un jardín, algunos pozos y un cementerio.

El palacio del Gobernador ocupaba la parte septentrional de la ciudad y la medina en la parte occidental de la península.

El muro meridional se elevaba sobre la cresta de unos acantilados muy altos y el oriental y aquel que guardaba el frente septentrional descendían gradualmente hacia los terrenos más bajos (Al-Bakrī, 1859, p. 235-236).

Sobre la fortificación omeya es también de interés el testimonio de Ibn ʿIḍārī que fija con mayor precisión su construcción entre el año 957 y el 962 y especifica que fue construida con piedra toba11 (Ibn ʿIḏārī, 1901, p. 322 y 331)

(9) Sobre esta localidad véase Richarte y Aguilera (2003).

(10) El codo común mide 0,41 m mientras el ma´múni de veintisiete dedos alcanzaba los 0,47 m, el raššāšī de treinta dedos 0,52 m y el de treinta y dos 0,55 m (Vallvé, 1976 y 2005).

(11) También traducida como piedra pómez en otras ocasiones, por ejemplo, por Vallvé en su traducción de al-Ansari (1962) o Montoro (1997). La palabra árabe utilizada es kaddam, que Arjona (1994) recuerda que deriva de la ráiz kadda, con el significado de “ser duro, tener asperezas en la superficie”, traduciendo el término como “piedra blanda como el barro duro”. El concepto de “piedra blanda”, fácil de trabajar en suma, se acomoda bien con las calizas bioclásticas usadas en Ceuta (véase capítulo 12 en esta misma obra).

Como en tantas ocasiones, es al-Anṣārī (1962; 1982) nuestra principal fuente para momentos más tardíos.

En relación a las murallas es de especial significación su descripción de bāb al-Azam, conocida también como la puerta Nueva (bāb al-Yadid), cuya construcción es atribuida a los almohades (Gozalbes, 1988c, p. 402; Pavón, 2003, p. 72).

Era la principal puerta de ingreso a la ciudad hacia el continente y no escatima elogios (célebre, monumental, única, esbelta, una de las maravillas de Ceuta, de construcción regia, etc.) al describirla (Al-Anṣārī, 1962, p. 432). Da noticia de su estructura, una puerta central en un imponente calahorra que parece sostenida en el aire, flanqueada por otras dos unidas a la mayor, del número de sus arcos y cúpulas (14 y 10 respectivamente) y ratifica la información de al-Bakrī de que fue construida con piedra kaddan.

Además, menciona el foso al-Suhaŷ que separa los arrabales de la ciudad y tiene dos puentes que lo cruzan, Qanṭarat bāb al-Maššātīn y Qanṭarat bāb al-Faraŷ.

3.2.3 La etapa portuguesa

A medida que avanzamos en el tiempo el número de fuentes se multiplica.

Las crónicas lusitanas de la conquista aportan información muy útil. Las de Zurara (1915; 1997), Pisano (1915) y la anónima del Condestable Nuno Álvares Pereira (Anónimo, 1911) están centradas en la conquista y los años inmediatamente posteriores y son especialmente provechosas para conocer las fortificaciones que heredaron de los musulmanes.

Se conservan también varias descripciones de autores que visitan Ceuta por diversos motivos a lo largo del siglo XV, pero suele tratarse de notas breves que, en su inmensa mayoría, no aportan datos concretos sobre la muralla (Tafur, 1874; Fernandes, 1938; Munzer, 1924; Lanckman, 1717; 1992).

A título de ejemplo, la de Fernandes (1938), vertida al español, dice así:

Esta ciudad tiene una sierra alta redonda que entra en el mar, y de un lado y del otro de esta punta combate el mar, salvo que hay allí un solo trozo de tierra como de tiro de ballesta. Encima de esta sierra hay un castillo poblado y cercado de fuertes muros y va para abajo la mencionada cerca por ambas partes de la sierra. Y será esta de cerca de tres leguas de perímetro, así de una parte y de otra.

En esta ciudad hicieron los cristianos una cerca nueva pequeña, así que de la cerca grande hasta esta pequeña está despoblado, y quiebran cada día dichas casas y hacen viñas y huertos y plantan trigo y cebada, etc. porque los moros venían a esconderse en ellas y hacían mal a los cristianos (p. 20)

Los archivos portugueses conservan valiosos documentos, entre ellos algunos de tanta significación para el estudio de las fortificaciones ceutíes como las mediciones de las obras ejecutadas a principios del siglo XVI por Danzilho o el proyecto redactado por Benedito de Rávena en 1541.

También se custodia en ellos una copiosa correspondencia cruzada entre la corte lisboeta y los gobernadores ceutíes que ofrece elocuentes testimonios del estado en que se encontraba la ciudad, del modo en que discurrían las distintas obras emprendidas, de los peligros que amenazaban Ceuta en cada momento, etc.

Muchos de estos documentos han sido publicados en obras clásicas (Azevedo, 1915; 1934; Cenival, 1934; 1939; Cenival, Lopes y Ricard, 1946; Esaguy, 1939; Rego, 1960-1977; Ricard, 1948; 1951; 1953; 1965) y en otras más recientes (Salafranca, 1988; Moreira, 2001; Torres y Loureiro, 2015; Torres, 2020), pero aún bastantes permanecen inéditos¹².

La monumental obra de Sousa Viterbo (Viterbo, 1899, 1904, 1922) continúa siendo una referencia fundamental para conocer los ingenieros, maestros de obras, etc., que intervinieron en las fortificaciones ceutíes. Es también de interés la de Mendonça (1922), una ampliación de la anterior.

Algunos elementos gráficos dibujan la ciudad a partir del siglo XVI.

Los más antiguos son las vistas recogidas en el primer volumen del libro de Piri Reis (2007) de fines del siglo XV que, aunque muy esquemática, recoge la configuración general de Ceuta, la incluida en el primer tomo del Civitates Orbis Terrarum (Braun, 2011), más detallada y la versión que actualiza la anterior pintada al fresco en el palacio de El Viso del Marqués¹³.

(12) El Instituto de Estudios Ceutíes en su convocatoria de 2020 otorgó una ayuda a la investigación a J. B. Torres con el título de “La construcción de las fortificaciones de Ceuta en la primera mitad del siglo XVI. Transcripción de documentación portuguesa inédita” para estudiar una veintena de documentos relacionados con la construcción de la Muralla Real ceutí contenida en el códice 1758 de la Biblioteca Nacional de Lisboa. Agradezco a la autora haber puesto a disposición del proyecto algunas de estas transcripciones de gran interés para el propósito de esta investigación.

(13) A principios del siglo XVI Pereira (1892) incluyó en su Esmeraldo de Situ Orbis un mapa de la ciudad, hoy perdido.

Para el estudio de la Muralla Real el documento esencial es el proyecto redactado por Benedito de Rávena (Ricard, 1947). Consta de 14 párrafos que, de forma sintética, dicen lo siguiente:

1. Esta fortaleza tendrá un “atalho do muro de parte do Estreito. Tendrá dos troneras de las que indica su posición “repartidas en su dos terços”.

2. La fortaleza tendrá dos “cubelos” (baluartes) en sus esquinas, con dos bóvedas y en cada uno de ellos con sus correspondientes troneras.

3. Otro lienzo de muro que va del baluarte de la parte del Estrecho para el mar de levante se levantará aprovechando la antigua barbacana y muro.

4. Otro lienzo que corre por encima de las atarazanas se llevará hasta el baluarte nuevo que se ha de hacer “da parte da villa”.

5. En el lienzo de muro que va sobre la plaza se aprovecharan también las estructuras preexistentes del mismo modo que se menciona en el párrafo 3. La puerta que existe en este muro será cerrada.

6. En la cara del muro nuevo del “atalho” se construirán casas de lado a lado que concuerden con las existentes. Unas y otras tendrán botareles, pilares que sostienen arcadas, en la parte de afuera que tendrán las dimensiones adecuadas para soportar la bóveda que habrá de hacerse sobre ellas.

7. Otro lienzo de muro que corre del “cubelo” nuevo de la parte del mar del Estrecho no se ha de tocar y otro lienzo que va de frente y los dos que van a través serán derribados y también las casas que están dentro de ellos. Todo este espacio será nivelado hasta el mar.

8. Las atarazanas que existen serán reparadas e incluso han de hacerse algunas más de manera que tengan capacidad para albergar 10 navíos de remo.

9. La fortaleza tendrá 3 puertas en los muros exteriores y otra en el muro del “atalho velho”. La puerta que va para la plaza y en el que va para las atarazanas tendrán unos salientes para armar un puente levadizo sobre el foso.

10. El lienzo de muro que va sobre la plaza tendrá un foso de 60 palmos por el que podrán pasar los navíos de un mar a otro. Habrá allí dos cabestrantes para varar los navíos.

11. En el otro paso de la parte del “sertao” se alargará el foso.

12.A lo largo de los dos paños de muro más largos, es decir el del parte del sertao y el otro que va para la ciudad tendrán un pretil.

13. La “torre de Hércules” no tendrá artillería por ser de bóvedas fuertes y ser necesaria para guardar la pólvora y otros efectos en dichas bóvedas.

14. Tras derribar las casas del albacar y los otros trozos de muros según ordena se pretará atención de no inutilizar el pozo y algunas cisternas pues pueden aprovecharse sus aguas

Al dictar estas instrucciones va ofreciendo las dimensiones de pretiles, cañoneras, lienzos, puertas, etc.

A falta del dibujo al que remite en varias ocasiones, la ubicación de los distintos elementos que enumera este documento han sido interpretados de manera dispar.

También son una fuente esencial de información la amplísima colección de planos que se custodian en distintos archivos portugueses, españoles, franceses y británicos. Algunos, como las vistas de Texeira o las atribuidas a Lope de Acuña, se dibujan en el siglo XVII, pero la mayoría fueron levantados a partir de finales del siglo XVII cuando, por causa del cerco de Muley Ismail (1694-1727), la actividad constructiva en este frente occidental crece.

No obstante, a pesar de su fecha relativamente tardía, su estudio permite comprender el estado de las defensas ceutíes durante el periodo portugués.

Existen varias publicaciones que recopilan un buen número de ellos (Fernández 1983; 1985; Vilar y Vilar, 2002; Redondo, Martínez y González, 2009; Contreras, 2010) y otros muchos pueden consultarse en línea en las páginas web de los archivos a que pertenecen.

3.2.4. La etapa española.

Como decíamos antes, las fuentes de información se multiplican a partir del siglo XVII.

Reseñaremos por ello únicamente algunas descripciones por su especial relevancia y detalle.

La primera a que haremos mención es la escrita por Jerónimo de Mascarenhas (1918) a mediados del siglo XVII. Describe así las murallas:

[…] la que mira a Berberia tiene dos baluartes, que se dicen, uno del caballero y otro de Don Luis, son pequeños y huecos, la cortina que está entre ellos es hermosa, alta y bien fabricada, aunque no va a nivel: tiene por lo alto de ella cincuenta palmos de ancho, el foso por el suelo de su fondo diez brazas, pasa el agua de la mar por él de una parte a otra; tiene de fondo cuando es plena mar nueve palmos, y cuando baja queda casi en seco; recogense en el fragatas, bergantines y barcas. El contra escarpe del foso es bien fabricado, tiene de altura por lo más alto seis brazas, y hacia el Poniente va disminuyendo hasta tres, y dos brazas y media, así como va el terreno bajando. En cada baluarte hay una casamata capaz de una pieza no más. Desde el foso hasta una montaña, que se llama Barbaçote, hay de distancia cuatrocientas brazas; el terreno siempre va subiendo poco a poco, de manera que esta montaña, por línea perpendicular se levanta sobre el foso altura de treinta brazas.

Desde Barbaçote hasta cerca de Algeciras, que es una muralla de tiempo de los Moros hacia Poniente, va una loma que dicen el Topo de la carrera, en la propia altura de Barbaçote; y desde ella también el terreno viene bajando hasta el foso. Esta es la fortificación de Ceuta en cuanto mira al campo de Berberia. (p. 11-12)

Menciona además que la ciudad tiene cuatro puertas: la del Campo, al norte y protegida por el “baluarte del Caballero” (el del Torreón), la de Santa María, la de la Almina y la del sur que denomina de la “ribera del pescado” (Mascarenhas, 1918, p. 15).

La existencia aún de numerosos vestigios de antiguas fortificaciones de época islámica en su época es otro de los puntos de interés de su relato. Así, la “torre del homenaje”, de cinco ángulos que se atribuye a Hércules, pero él considera tiene “fábrica del tiempo de los Moros” (Mascarenhas, 1918, p. 24). Se trata de una de las torres del palacio de los gobernadores, en pie hasta principios del siglo XX y conocida popularmente como “torre de la Mora”.

Otra descripción de interés es la de Cubero (1700). Aunque escrita en un farragoso estilo que hace a ve ces difícil la lectura destaca por su detalle¹⁴.

Vertida al español actual y añadida alguna puntuación para facilitar su comprensión, expone que, desde su conquista en 1415, padecieron sus habitantes

No alterar el descanso de los clientes que se alojaban en el hotel fue una de las condiciones²⁰ de Turespaña para acceder al inicio de las excavaciones.

Con el paso de los años y en la medida en que las habitaciones fueron clausurándose por las humedades que impedían alojar en las bóvedas a los clientes, estas restricciones fueron aliviándose²¹.

Además, se intervenía en un bien de interés cultural sujeto a una especial protección y tutela cuya estabilidad podría verse comprometida por el avance de las excavaciones. En parte por razones de seguridad y en parte también por las dificultades señaladas en la evacuación de las terreras, los sondeos, tras su excavación, documentación y tras proteger las estructuras exhumadas, eran sistemáticamente col matados con tierras.

Por último, cabe recordar que nos encontramos ante un yacimiento multifásico de larga duración con una presencia puntual de horizontes prehistóricos y continuada durante los últimos dos milenios, y todo ello concentrado en una secuencia estratigráfica en torno a los 3 m de potencia. La aparición de muros y suelos de los distintos periodos que fueron respetados fue costriñendo la intervención progresivamente y ralentizando el avance de las excavaciones.

A consecuencia de estas dificultades y también de las propias características de la investigación desarrollada, el tipo de actuaciones llevadas a cabo han sido muy heterogéneas.

(14) Debo agradecer a José Luis Gómez Barceló la referencia al interés de esta obra

Fig. 8. La Muralla Real desde el baluarte de la Coraza.

Fig. 9. Baluarte de la Bandera desde el norte (fotografía Universidad de Cádiz)

Fig. 26. Pasillo de acceso a la casamata del baluarte de la Coraza.

gran tamaño ochavados que se recrecen con fábrica de ladrillo para formar un arco de medio punto algo apuntado que muere en la pared opuesta, la situada al sur (fig. 41). Aquí también observamos en la parte baja sillares semejantes a los que forman la jamba del otro lado, pero recompuestos y movidos de su situación original (fig. 42).

más continuos trabajos que los de la misma expugnación (siempre tuvieron ocasión para estar con las armas en la mano, hasta que se fortificó la Plaza, que se empezó en tiempo de Don Juan el Segundo, y se acabó de perfeccionar en el Don Juan el Tercero, que fue padre de Don Sebastián) hasta que dispuso la Militar disciplina ceñir la Plaza a un recinto tan proporcionado, y defendido, que convidase a los propios al natural sosiego, y desesperase a los extraños de la pretendida contumacia, ejecutándose cuadrangular, llamado en la Geometría, paralelogramo, por dos líneas que cortaron así la mayor parte del castillo, como casi todo el Burgo, fortificándose en igual, y seguro terreno, guarnecido por las dos frentes en que baten las aguas de su antigua muralla; y por la nueva división con el arte que en aquellos tiempos se practicaba, cerrándose el lado que defiende la campaña de una cortina, que con dos baluartes (hoy se llaman San Sebastián y Santiago) prometen tan inexpugnables conservaciones, y aseguran vistosos divertimentos; y aunque los ángulos carecen de aquel valor que las reglas precisan, se estiman por cabales defensas a la cercanía con que se hermanan, y se acreditan (nota por convenientes reparos a la hermosura con que se elevan, sirviéndole de corona al uno el de Santiago (circular torreón que al nivel de su escarpa se sube a ser registro de la campaña) y al otro el de San Sebastián de abrazada diadema, un retirado Caballero, que superándole altivo, la dobla y añade las defensas, correspondiéndose toda la obra al abrigo de un boleado parapeto, que abriéndose en cañonerías, la pespunta y relieva de robusta labor (es a prueba de cañón, hermosea mucho la cortina del campo, así la llaman los naturales) siendo cristalino espejo de tanta máquina, las engolosinadas aguas del Estrecho, que obsequiosas se aprietan en el correspondiente y bien tallado foso, tributando frescuras a sus balas e interposición al terreno enemigo, donde se forma la antemuralla y contraescarpa, angulándose en la mediocridad de su estrada cubierta, tirada de dos líneas rectas. Y porque las franquezas de estas defensas no conciban

ciertas presunciones, ocupan los baluartes en sus ámbitos dos casamatas (son de segura y hermosa fábrica) que respirando sobre el foso, por disimuladas ventanas, le confirman seguridades a su pasaje, y le facilitan quietudes a su estancia, y sin producir enflaquecimiento a la Ciudad de la Arquitectura con que se hermosean, ni manifestación a la regularidad con que se esconden, son fortalecidas de los agudos y primorosos ángulos, dificultándose en las entrañas de los amables baluartes (San Sebastián y Santiago) que como obras perfectas, se hacen productivas de otras Plazas vacías, que a sus espaldas se fortalecen, en cuyos senos se abren dos surtidas, que sirven al manejo de las operaciones, la una (hoy puerta del campo) haciendo frente a España con tres encontradas puertas, guiadas de un puente, que tendido sobre las aguas va a una plataforma (hoy Albacar) de parada de otras dos, donde es angostísimo terreno que cortado del foso, y de las orillas del Estrecho, demuestra en medio círculo la campaña (es la salida al campo) y de donde se engolfa arrojado espigón, que a fuer de muelle procura impedimentos a la comunicación de la morisca playa (hoy se llama Playa del Arenal) y la otra (Puerta de la Ribera) en encontrado registro se opone a la fábrica, para gozar de la ensenada en que el meridiano se circunda por espacio de cuatro leguas (ensenada que forma la punta de Tetuán, y la de la de la Almina) y para que al remanso de una cómo da ribera esté defendida de segundo espigón, que transformado en fuerte coraza (así le llaman al tal espigón, y en él batalla de contiguo la mar) se ex pone al contraste de los tiempos por su defensa; y pasando a la interioridad de la Plaza, como subsecuente a la delineada fortificación, se ve un cuadrado de capacísima arena, que sirve de política y de armada Plaza (es la plaza principal, e interior) donde se escuadrona con bastante desahogo toda la guarnición, y donde se ennoblece la pun tosa formalidad de sus ciudadanos, gozándose de acompañar la magnificencia de los edificios que en ella concurren (no porque sean grandes, según el arte y la materia, sino porque todos son particulares y nobles) que son el General Palacio y a su vista el Cuerpo de guardia principal, el antiguo y devotísimo Santuario de la Virgen y Madre de Dios de África (es imagen de gran veneración y de muchos milagros) la Iglesia Catedral, y Metropolitana de estas Provincias (es antigua y ha tenido grandes sujetos por Obispos) el Convento de la Santísima Trinidad con su Capilla Real de Santiago, la Alfondega y registro donde se pagan los Derechos a su Majestad; la Veeduría y casa de los Oficios de ella; los Almacenes y graneros donde se recoge el trigo (son dos) y la Cárcel pública, con el rollo enfrente; y porque a este sitio conviene la comunicación del tráfago común, se comparten en él ocho calles, facilitándose por las cuatro, la vecindad que a las espaldas de palacio vive (a esta parte del lugar llaman el Castillo, por serlo en lo antiguo según se ha dicho) y por las otras cuatro, al resto de la demás población, hasta fenecer en la muralla, que cierra el lado del Almina (llámase ese lado Puerta de la Almina) donde nota la curiosidad moderna algunos defectos, porque tirada su línea por la rectitud, queda indefensa de baluartes y traveses, de que la dejaron huérfana; contentándola con dos Plazas altas, que en sus términos levantaron (es muralla de rara figura, llena de cubos, y torreones incapaces de defensa) y cerca de la una cierto Caballero tan in fructuoso como enflaquecido por entrañársele corta casamata y sobre ella subterránea galería (la galería es otra casamata que estaba terraplenada y ahora sirve de tener pólvora) que uno y oro quisieron fortalecer con emplastado arrimo (porque tiene por de fuera este fuerte un arrimo que le sirve de escarpa postrio) y en el cóncavo de la otra, es ennoblecida la bóveda que recibió en su abrigo al prototipo de la caridad San Juan de Dios, cuando en la tarea de estas fábricas se ejercitaba, sustentando del asalariado trabajo una noble familia (en estas murallas trabajó el Santo, y se recogía en dicha bóveda, donde hoy tiene Capilla) fortaleciendo la longitud de la cortina con débil falsa braga desacreditadora de la doblada defensa que promete, por la facilidad de acomodar las ruinas (si se batiera) al logro de los avances (la llaman barbacana, es falsabraga, y de ningún provecho) favoreciendo a esta frente la contraescarpa y antemuralla del foso, que si bien apuesta igualdades a los parapetos, y se intermedia con anchuroso desvío, se queja del poco aprecio con que la trataron dejándose sin los flacos de su defensa, y parte de la Planicie en amontonada excavación (quedó por acabar, le llaman foso de la Almina) de que publica descuidadas omisiones, y clama por el necesitado cumplimiento; se abre por medio de la frecuente y deleitable salida del Almina rescatándose las tres puertas que la guardan de si mismas, por la vuelta que llevan a su defensable curso, encaminando a un puente tan dormido en los brazos de cuatro postes, que no sólo consiente que por su mediación se goce de divertidas y amenas re creaciones, sino que mudamente convida a la frescura de tal estancia y al fácil aprecio de una Galeota (en estos tiempos han querido hacer dársena de una parte de este foso; hoy se mantiene, y abriga la Galeota, es embarcación de res peto y hace muchas presas) tan galana como ligera, que abrigada en la garganta de foso, en que el arte le dibujó recogida dársena, se halla pronta para lograr las continuadas presas que hace, y porque en la tosquedad de este diseño no atina el discurso con más reparos, los buscará en las fortificaciones exteriores, en que tantas veces los defensores de esta Plaza detuvieron y quebrantaron el poder mauritano, pareciéndoles bastantemente convenientes a la guerra que experimentaban, pero hoy se encuentra la inutilidad clara, y la nueva forma a que deben regular se (es preciso darle nueva forma porque la antigua hoy no sirve) constaban de una trinchera tirada en rectitud entre lo más angosto del terreno y en la primera cercanía de las puertas, llevando al derecho la de un rectángulo (llama do Vuelta de Don Pedro) que la cerraba hasta la playa (es la del arenal ya dicho) y servía de través a un revellín muy capaz, que por aquella par te se propone (es el de los Pocillos ya dicho) y al izquierdo se unía con la línea de la estrada cubierta (llámase tierra del General) en cuyo ángulo parecía surtida de la media Luna (se llamaba Plaza de Armas) que se formaba de dos rectitudes, procedidas de esta trinchera y estrada, concurriendo en ángulo obtuso en la entrada de una calle, que abraza el chafariz (es calle del Chafariz; así se llama) que fue pozo de estimación, en que se flanqueaba la surtida de su uso; y otra vecina, que demuestra el camino real de Tetuán (calle de Juan Álvarez se llamaba) tirado por medio de una calle, con diferentes cortaduras, hasta apartarse con gran desvío de la Plaza (iba tomando esta calle diferentes nombres, según sus estancias y los sucesos que en ella sucedieron) a cuya imitación se dilataban otras tres (una del reducto, otra de la mina y otra del hornillo) por el espacio de reparado refugio a los que en las avenidas de los Moros se hallaban extraviados. (p. 53-58)

Ya en el siglo XVIII, Correa da Franca es autor de una afamada historia de Ceuta en la que ofrece multitud de detalles sobre los más diversos aspectos (Correa, 1999). Aunque las noticias que aporta son más cuantiosas y precisas a medida que aborda acontecimientos más cercanos a su época, no deja de señalar datos muy significativos sobre momentos anteriores. Así, al rememorar los vestigios que los portugueses he redaron de la Ceuta musulmana, indica que esta se extendía desde la

torre y vestigios de muralla que se reconocen por fuera de la ermita de Nuestra Señora del Valle, al oriente, hasta otros trozos de muralla, al occidente, que hizo demoler el marqués de Lede el año de 1721, como adelante se dirá; y corrían de medio día a septentrión, por los ángulos salientes de las lunetas de San Felipe, Santa Isabel y San Luis, pocos años ha construidas, hasta el mar […] (p. 106-107).

La torre junto a la ermita del Valle es sin duda la que hoy conocemos como torre del Heliógrafo. La muralla demolida en 1721, que aparece en algunos mapas del siglo XVII reforzada con cubos redondos en unos casos (por ejemplo AGS, MPD, 12-078 y AGS, MPD, 33-007), debe situarse en las cercanías de la actual avenida de África.

Aún más al este de estas murallas

tenía Ceuta un grande arrabal que hasta nuestros tiempos mantienen sus vestigios en el nombre de Judería […] y al oeste, frente de la luneta de San Luis, otro que los portugueses llamaron Villa Vieja (Correa, 1999, p. 107).

Como ya se indicó al hacer referencia a la obra de Mascarenhas, un siglo más tarde la presencia de edificaciones heredadas de la etapa musulmana aún era evidente. Singular interés tiene para el propósito de este proyecto estas líneas que se refieren con toda probabilidad a la puerta identificada en la Muralla Real,

[Dentro de la ciudad] lucían fábricas de majestuosa arquitectura, mezquitas, colegios y palacios, muchas y hermosas torres y un alcázar o castillo, de que al presente permanece una puerta y lienzo de muralla, a que están arrimados los cuarteles, el granero o sillero en la plaza principal. (ibid.).

Tuvo acceso Correa a archivos y documentación de la Ceuta portuguesa que lo muestran como un autor que conoce en profundidad este periodo. Al estar muchos perdidos por el paso del tiempo, la importancia de esta obra aumenta.

Es muy certero además cuando analiza las razones que motivan las distintas decisiones de los monarcas.

Así, relaciona la orden de Manuel I en 1507 de abandonar la Almina y circunscribir la ciudad a la zona ístmica, es decir realizar un atajo, a evitar el

crecido gasto en el reparo de los muros y que este se debía siempre continuar, y que su ámbito pedía muy numerosa guarnición en caso que llegase el tiempo que la ciñesen con asedio regular. (Correa, 1999, p. 158).

Con relación a las razones que llevan a João III a remodelar las defensas ceutíes señala que, consciente de “los defectos que tenía la fortificación hecha en Ceuta en tiempo del rey don Manuel y que esta mal podía resistir al violento impulso de los nuevos cañones”, ordenó fuese reconocida por ingenieros que fueron de la opinión de que fuese construido un foso marítimo de mar a mar y que se levantase una cortina con dos baluartes. La misma obra debería ejecutarse en el frente oriental y en los muros norte y sur mandaron que “corriese un lienzo de muralla en escarpa, con su plataforma y plaza de artillería en medio” procurando amparar la ciudad de los ataques que se produjesen desde el morro de la Viña. También ordenó reforzar el espigón del sur. (Correa, 1999, p. 165-166)

Transcribe un documento de un libro de la Veeduría llamado Gago¹⁵ que da cuenta de una reunión celebrada el 19 de agosto de 1543 en los “palacios del castillo” en la que fueron elegidos los tasadores de las haciendas y edificaciones que eran preciso ocupar y demoler para la construcción de las Murallas. Transcribe un detallado listado con los nombres de los propietarios y la ubicación de esos terrenos (Correa, 1999, p. 169-170).

Aún en 1547 las cantidades no habían sido satisfechas pues el Rey requiere entonces le sean enviadas las evaluaciones “de las casas que se derribaron, viñas, huertas y pomares que se cortaron y suelos que se aplanaron para la nueva fortificación, por que quería pagar todo de su hacienda” (Correa, 1999, p. 171).

Ignoraba Correa (1999) quienes habían sido los ingenieros autores del diseño pero nos deja una relación de las 180 personas que trabajaron en ellas especificando sus oficios:

un veedor de las obras, un maestro (así llamaban al ingeniero), un escribano de la lista, dos apuntado res de los albañiles y pedreros, uno de los arrieros, dos de los servidores, uno de los carreteros, herreros y carpinteros, uno para la descarga de la cal, otro que sirva de aguacil (sic) de las obras, veinte pedreros de albañilería y pedrería, en que entra un aparejador y dos criados del maestro, cien servidores, quince arrieros, doce albañiles, diez carreteros, tres carpinteros, tres herreros y en el hospital de las obras un médico, un cirujano, un enfermero, un contralor (sic), una mujer y otra que sirva de lavandera. Los maestros o ingenieros militares tenían un sueldo cada día trescientos reis, y al mes una fanega de trigo, y casa pagada por el rey. (p. 166)

Otras obras posteriores, como las de Lucas Caro (1989), Márquez de Prado (1859), Tello (1897), Criado y Ortega (1925) etc., recogen algún dato y descripciones de interés de las murallas, pero en su mayoría son deudores de las mencionadas.

A la extraordinaria colección de vistas y planos con servada, ha de añadirse a partir de la segunda mitad del XIX las imágenes fotográficas que reflejan con precisión las transformaciones sufridas por las el Frente de Tierra y dan noticia de elementos hoy día ya desaparecidos.

(15) Benito Cuaresma Gago, Caballero principal, Comendador de la Orden de Cristo, Capitán de Artillería, Adalid y Alférez Mayor en propiedad entre otros empleos de Proveedor de la Misericordia y Rector de la Cofradía del Santísimo Sacramento según precisa J. L. Gómez Barceló (CARO, 1989, p. 79, nota 168).

3.3 La investigación sobre el frente occidental

Son muchos los investigadores que han abordado el estudio de las murallas ceutíes, tantos que resulta imposible enumerar siquiera todas sus aportaciones. Por ello nos limitaremos exclusivamente a señalar algunos de los principales hitos de esta investigación conscientes de que con ello no se agota ni mucho me nos la nómina de quienes han abordado su estudio.

Fig. 52. El Foso Real hacia 1970 (AGCE)

3.3.1. La etapa preislámica

Contrasta esto con lo que sucede al otro lado del foso marítimo donde los hallazgos anteriores a época islámica son muy escasos. Allí, por ejemplo, se localizaron durante el vaciado del ángulo de San Pablo ánforas de salazones, pero a una cota muy superior a la actual (Nogueras, 2001). Esto induce a pensar que para construir las líneas defensivas exteriores los niveles del terreno fueron notablemente rebajados, en muchas ocasiones por debajo de la cota natural del terreno como se confirmó en excavaciones en los cuerpos de guardia del hornabeque (Godoy, 2017; véase capítulo 7).

La riqueza arqueológica que alberga el subsuelo del istmo es bien conocida. Desde mediados del siglo XX numerosas excavaciones han hecho posible recuperar importantes vestigios que han permitido reconstruir las grandes líneas de su devenir histórico. La explicación de esta fecundidad de niveles arqueológicos reside en la intensa ocupación de este espacio durante más de dos milenios, cuya otra cara de la moneda es la persistente alteración y/o destrucción de la estratigrafía precedente por las nuevas construcciones. Como es lógico, son los niveles más antiguos los que se han visto más afectados (Villada y Bernal-Casasola, 2019).

Los más antiguos localizados en el Istmo corresponden a un poblado protohistórico situado en la plaza de la Catedral (Villada, Ramón y Suárez, 2010). Tras un vacío de casi seis centurias, únicamente a partir del cambio de era se generaliza una ocupación de este espacio estrechamente vinculada a la captura y transformación de recursos marinos (Villada y Bernal-Casasola, 2019). Ninguna excavación propiamente dicha fue llevada a cabo durante las obras de rehabilitación del Parador de Turismo. No obstante, sabemos que fueron destruidas en ellas numerosos vestigios arqueológicos. Lo que conocemos se debe fundamentalmente a las recuperaciones efectuadas por Carlos Posac Mon. Como él mismo reconocía (Posac, 1971), fue esta una de sus más amargas experiencias como arqueólogo en Ceuta:

como era previsible, por los datos que se poseían, el solar del antiguo Parque de Artillería tenía en su subsuelo abundantes vestigios de tiempos roma nos, pero, desgraciadamente para la arqueología, la utilización de potentes máquinas excavadoras y el rápido ritmo con que se llevaron a cabo las obras, obstaculizaron las tareas de investigación. En los difíciles trabajos de rescate, verificados principalmente en los vertederos donde se arrojaban los escombros, conté con la valiosa cooperación del P. Antonio Montes. (p. 229)

Posac (1971) pudo ver incluso algunas estructuras, pronto arrasadas por los trabajos de edificación, entre las que destaca

una serie de construcciones de planta rectangular, que tal vez pertenecían a piletas para la preparación del garum […]. Confirmarían esta hipótesis algunas bolsadas formadas por espinas de pescados. (p. 229)

Gracias a su tesón pudo recuperar un significativo número de materiales. Entre los más antiguos, cerámicas campanienses, aunque muy escasas, y una moneda acuñada por Juba II y Cleopatra Selene, todas ellas fechadas en “los tiempos de los reyes mauritanos”. Con ello fue posible “hacer retroceder la cronología de la Ceuta romana, que hasta 1965 tenía sus fechas más altas hacia la mitad del siglo I de J.C.” (Posac, 1971. p 229).

Todavía dentro del periodo romano documentó abundantes cerámicas (sigillatas itálicas, gálicas e hispánicas, paredes finas, lucernas de volutas) (Posac, 1971) así como muchos fragmentos de cerámicas comunes y ánforas. Una de ellas conservaba aún en su interior un “conglomerado de tierra y espinas de pes cado” (Posac, 1971, p. 230) y otra se recuperó completa, pero este ejemplar “fue escamoteado por uno de los en cargados de la obra” y únicamente se conserva de él una fotografía (Posac, 1971, p. 231 y lám. II).

Además de cerámicas, recuperó también algunos objetos metálicos medio centenar de monedas romanas de bronce, en mal estado de conservación, las más modernas de los años finales del Imperio de Occidente, así como numerosos clavos de bronce de variadas dimensiones (Posac, 1971, p. 231-232).

Señala Posac su extrañeza por la ausencia de materia les posteriores al episodio vándalo, pues no en vano un exagium bizantino había sido localizado en unas obras realizadas junto a la fachada norte del Parque de Artillería en la calle Edrisis, muy cercanas por tanto (Posac, 1981, p. 38).

Respecto a los niveles islámicos destaca Posac (1971) que

a diferencia de lo que ocurre en la Almina, han sido escasísimos los vestigios correspondientes a los tiempos islámicos, pese a encontrarse la zona en el corazón de la Ceuta medieval y haberse asentado allí el alcázar en que residieron los gobernadores de la ciudad hasta el final de los tiempos merinidas. (p. 230-232)

En contraste atestigua la recuperación

de bastantes objetos de tiempos modernos, entre ellos: cerámica popular portuguesa de los siglos XVI y XVII, piezas de Talavera, pomos de espadas, monedas portuguesas y españolas, un medallón con la efigie de Napoleón, botones metálicos de uniformes militares de los siglos XVIII y XIX, etc. (p. 232).

En fechas más recientes, intervenciones arqueológicas y controles de movimientos de tierras realizados en las proximidades del área ocupada por el Parador de Turismo “La Muralla” y el Cuartel General de la Comandancia de Ceuta han permitido documentar la presencia de niveles de época romana y posterior que confirman la potencialidad arqueológica de este sector (Villada y Bernal-Casasola, 2019).

Fig. 53. Restitución hipotética del nivel natural del terreno (en gris claro).

Los únicos vestigios romanos identificados a occidente del foso se relacionan esencialmente con áreas de necrópolis, todas ellas a cierta distancia (Villada, 2016).

Tan solo pues en el interior de los baluartes y revellines construidos al oeste del foso ha sido posible localizar algún vestigio de este periodo. En contraste, como el proyecto de investigación “Puerta Califal” ha permitido constatar, bajo los baluartes y cortinas de la primera línea defensiva portuguesa al otro lado del foso, los niveles pre-lusitanos sí se con servaron bajo estas defensas.

Fig. 54. Reconstrucción del frente occidental de las murallas omeyas redibujado a partir de la restitución de C. Gozalbes.

Fig. 55. A la izquierda, ubicación aproximada de la torre de la Mora y a la derecha un grabado de la misma.

3.3.2. La muralla medieval

La descripción de al-Bakrī se ha convertido en una referencia para cuantos investigadores se han ocupa do del estudio de la cerca omeya de Ceuta.

Su descripción de la estructura del lado occidental con su lienzo principal, antemuro y foso, pronto levantó la sospecha de posibles influencias de fortificaciones previas. Efectivamente, Torres Balbás (1951) sugirió que

no parece muy aventurado suponer que la reconstrucción de las murallas de Ceuta en el siglo X […] se haría aprovechando en parte los restos de las poderosas fortificaciones bizantinas, y copiando sus disposiciones, entre ellas la barbacana, foso e ingreso en recodo (p. 477).

A partir de los datos transmitidos por al-Bakrī y apoyado en un amplio conocimiento de otras fuentes y de una notable intuición, Carlos Gozalbes abordó el estudio de esta cerca en muchos trabajos en los que identifica sus principales elementos y propone una reconstrucción de su trazado que ha sido la base en que se han sustentado todos los estudios realiza dos posteriormente (Gozalbes, 1980a, 1980b, 1988, 1989a, 1989b, 1998, 2002, 2019).

En el marco de estudios más generales sobre la Ceuta medieval, otros autores han abordado también el estudio de sus murallas en mayor o menor profundidad (Benramdane, 2003; Ferhat, 1993; Mosquera, 1994).

Entre estas obras destaca por su atención a las fortificaciones la de Cherif (1996, p. 73–80). Tras describir las del periodo omeya siguiendo a al-Bakrī, precisa que el antemuro ceutí sería el más antiguo de los conocidos en Occidente y considera que este dispositivo tendría su origen en el mundo bizantino, como ya había apuntado décadas atrás Torres Balbás.

Se ocupa de las puertas y propone posibles ubicaciones para algunas de ellas. Concretamente, siguiendo a al-Anṣārī, indica que la “Gran Puerta” fue construida en época almohade por Abū l-‛Ulā Idrīs entre 1202 y 1221. Conocida también como la “Puerta Nueva” se pregunta si esta denominación no es sino una referencia indirecta a la antigua reseñada por al-Bakrī que entiende es sustituida por esta como principal entrada a Ceuta. Considera que responde a las características de las grandes puertas almorávides y meriníes pero por su tamaño se parece mucho a las grandes puertas nasríes. Por último, referida a la zona que nos ocupa, señala otra, la del alcázar, que debía conducir al palacio del Gobernador.

En cuanto a la ubicación de los fosos ofrece una interpretación algo distinta a la de Gozalbes.

Pavón Maldonado se ha ocupado también de las fortificaciones ceutíes y de otras tipologías de edificaciones en diversas publicaciones (Pavón Mal donado, 1970, 1999, 2003).

En la más reciente (2003) dedica un capítulo específico a bāb al-Azam, de la que destaca su cercanía formal con “una puerta de Fez la Nueva, bab al-Si ba”. Se trataría a su juicio de una puerta con planta de esquema tripartito, es decir, “cuerpo central con el arco de la entrada y dos torres a los flancos” (ibi dem). De las 10 bóvedas y 14 arcos que le atribuye al-Anṣārī deduce Pavón que era una puerta de envergadura con dos o más codos, lo que la convertiría en una “de las puertas más compleja y monumental de cuantas erigieron los almohades en el Magrib”, una construcción ya más de aparato y propaganda que con valor propiamente defensivo (Pavón, 2003, p. 77).

De especial interés es su opinión de la vinculación de algunos dispositivos de la fortificación ceutí del frente de tierra con modelos bizantinos, concretamente de la barbacana, que indica “nos pone de inmediato en contacto con los antemurales de ciudades bizantinas, Constantinopla, Tesalónica, Dara, Amida y Nicea” (Pavón Maldonado, 2003, p. 79). Del mismo modo se pregunta, en relación con la puerta omeya abierta en la torre Sabiq, si no sería una puerta en recodo abierta en una torre adelantada que tendría también precedentes bizantinos (Pavón Maldonado, 2003).

La investigación arqueológica ha sido también relevante para conocer el recinto fortificado que protegía la medina ceutí.

Terrasse (1962) tuvo el mérito de identificar por primera vez los vestigios, una torre y un lienzo, de la cerca omeya que formaba parte de la muralla norte. Poco después quedarían ocultos por una edificación adosada y solo recientemente han sido recuperados.

Otros vestigios de las fortificaciones medievales permanecieron en pie hasta finales del siglo XIX, como es el caso de la llamada “Torre de la Mora”, una de las del alcázar islámico (Villada, 2015).

En la calle Queipo de Llano fue puesto al descubierto un nuevo tramo de muralla considerado inicialmente como romano (Fernández, 1994), aun que más adelante se demostró su filiación omeya (Hita y Villada, 2002).

Más recientemente, han sido publicados otros trabajos en los que se han ido dando cuenta de algunos resultados obtenidos en el proyecto de investigación “Puerta Califal de Ceuta” (Hita y Villada, 2004a; 2004b; 2015 y 2019; Hita, Suárez y Villada, 2008; Villada y Gurriarán, 2013; Villada, 2013a y 2020).

Entre los estudios contemporáneos sobre la muralla omeya ceutí destaca la tesis doctoral de Pedro Gurriarán (2018), una aportación esencial para comprender y contextualizar el significado de su construcción (Gurriarán, 2018).

3.3.3. las murallas portuguesas y españolas.

Tras la conquista portuguesa las murallas medievales continuaron protegiendo la ciudad. En el caso del frente occidental mantuvieron su estructura hasta 1541 (Villada, 2013a; Hita y Villada, 2015).

Como ya indicamos, en 1947 publica Ricard un documento hallado en la Torre de Tombo sobre las fortificaciones de Ceuta. Al texto acompañaba un dibujo que lo explicaba, pero que no fue encontrado.

Nadie pudo imaginar en aquel momento que la comprensión de este proyecto se convertiría en una suerte de búsqueda del Grial para los investigadores que estudiarían en el futuro este monumento.

Para Ricard el proyecto publicado no era más que uno más de tantos que nunca llegaron a hacerse realidad. Más tarde quedó demostrado que no era así, sino que se trataba del que redactó Benedetto de Rávena en 1541 y efectivamente se construyó.

El siguiente hito que destacamos en la investigación de la Muralla Real se produce en 1972. Ese año C. Gozalbes obtuvo el premio Ceuta de Investigación Histórica del Instituto de Estudios Ceutíes con un estudio en que analiza las fortificaciones del fren te de Tierra en su etapa hispano-portuguesa. Aunque el trabajo jamás vio la luz, fue origen de otros en los que este autor ha ido aportando los avances de su investigación.

Así, una década más tarde, continuando sus pesquisas sobre las fortificaciones islámicas, se adentra en el estudio de su fase lusitana e hispana (Gozalbes, 1982). En su opinión las fortificaciones medievales habían permanecido inalteradas en su estructura hasta 1541 cuando, a causa de la generalización de la artillería, son sustituida por el frente abaluartado. Las obras tendrían lugar entre 1541 y 1549/1550 y las identificó con acierto con las contenidas en el proyecto publicado por Ricard.

Analiza con detalle este documento apuntando la ubicación de los distintos elementos mencionados con el apoyo de otras fuentes tanto escritas como gráficas. Añade además capítulos dedicados específicamente a los baluartes y a las fortificaciones exteriores, de los que aporta una considerable cantidad de planos de los que va entresacando el amplio número de denominaciones que recibieron. Otro apartado está consagrado a los protagonistas de las transformaciones de la fortificación ceutí re señando once “arquitectos” que participaron en las mismas entre 1473 y 1565. El trabajo se completa con un índice topográfico de elementos de fortificación del frente de tierra entre 1550 y 1700.

La publicación de este artículo significó un avance cualitativo en el conocimiento de la historia de este frente amurallado.

A inicios de los 90 del pasado siglo el estado en que se encontraban las murallas era desolador. El Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento firman un convenio en 1993 para su restauración y rehabilitación siendo encargado el proyecto a Hernández de León. Este incluye una extensa Memoria Histórica redactada por Hernández Pezzi (1994).

En primer lugar, traza una sucinta historia de la Ciudad para ocuparse a continuación de definir los principales hitos de la evolución de la Muralla Real, tomando como principales referencias los trabajos de Gozalbes para los periodos medieval y portugués y lo recogido por Madoz en su Diccionario para el siglo XVIII. Esta obra de síntesis destaca por la amplia colección de planos reproducidos.

Garrido Padilla (1996) publicó poco después una monografía dedicada a las fortificaciones ceutíes y entre ellas, claro está, el frente de Tierra tiene especial protagonismo.

Es una obra de divulgación destinada a un público general, pero contiene notas interesantes sobre las vicisitudes del proceso de restauración iniciado por aquel entonces.

Años más tarde este mismo autor publicó un pequeño opúsculo centrado exclusivamente en las murallas reales (Garrido, 2000).

El interés sobre esta fortificación ha cobrado nuevo vigor en las últimas décadas protagonizado fundamentalmente por investigadores portugueses. Así podemos hacer referencia, entre otras, a la ya clásica obra de Moreira (1989) así como a otras más recientes debidas a una brillante pléyade de arquitectos de una generación posterior (Correia, 2008; Matos, 2012; Paula, 2016). Su interés no se centra exclusivamente en la fortaleza ceutí, sino que abordan, con mayor o menor amplitud, el fenómeno de las fortificaciones en los territorios de ultramar lo que ha aportado un interesante cambio de perspectiva en la valoración de las soluciones adoptadas en Ceuta.

En esta línea un punto nodal en su esquema interpretativo es el concepto de “atalho”, operación llevada a cabo tras la conquista y que consiste en cercenar los amplios dispositivos defensivos precedentes para adaptarlos a la realidad vivida por las plazas lusitanas de ultramar que contaban con un menor número de efectivos y estaban sometidas a un acoso continuado por las poblaciones fronterizas.

También destacan las dificultades de aprovisiona miento de estas ciudades y villas dependientes en casi todo del abastecimiento exterior lo que lleva a prestar una especial atención a esta cuestión y, por ende, a asegurar el contacto con sus frentes marítimos inmediatos.

Entre las aportaciones de investigadores españoles, destaca la obra de Ruiz Oliva (2002), que dedicó su tesis al análisis de la evolución de las fortificaciones ceutíes entre los siglos XVI y XVIII.

Todos ellos parten del análisis de la fortificación medieval islámica, en los que la descripción de al-Bakrī y los trabajos de Gozalbes son un pilar fundamental, para abordar a continuación el estudio de las reformas de primera época lusitana. La exégesis del proyecto, con interpretaciones a veces muy dispares, es también otro punto en común en estas obras.

Dias (1999; 2000 y 2008) ha dedicado también varios trabajos al tema de la arquitectura en los espacios ultramarinos portugueses en los que ha abordado el caso de Ceuta. En ellos, tomando como referencia las fuentes citadas y la cartografía posterior, da cuenta de las transformaciones sufridas por la fortaleza medieval islámica para adaptarlas a las necesidades de cada momento. Atiende especialmente a la identificación de los maestros de obras que se sucedieron al frente de las construcciones.

Correia (2008) inserta su estudio sobre Ceuta en una temática más general como es la de la implantación de los modelos urbanos lusitanos en el norte de África. Cobran así sentido las decisiones tomadas en Ceuta convertida, en buena medida, en un laboratorio en el que se ponen en práctica so luciones que luego serán aplicadas en otras plazas portuguesas de ultramar.

Dedica un extenso capítulo a Ceuta en el que llega a un grado de detalle inédito hasta esos momentos. Tras analizar la estructura urbana de la Ceuta islámica (Correia, 2008, p. 80-104) se ocupa de considerar las primeras transformaciones sufridas tras la conquista lusa. Señala la existencia de un “atalho” que deja fuera del perímetro urbano los arrabales occidentales y centra la defensa en las murallas del frente de tierra occidental. Hacia el este, la urgencia de practicar una operación semejante fue menor pues un posible ataque implicaba un desembarco en la Almina o del Hacho y los portugueses dominaban las aguas del Estrecho. Indica además que en la cima del Hacho se mantuvo un puesto de vigilancia, pero que el resto fue despoblado citando como prueba el testimonio de Valentim Fernandes en el año 1507-1508 (Correia, 2008, p. 104-105).

Constata las transformaciones sufridas por la ciudad en ese primer siglo de dominio portugués siendo de especial interés su descripción de la apropiación de los diferentes edificios islámicos y la creación de plazas públicas, principalmente la actual plaza de África (Correia, 2008, p. 107-110)

Se ocupa a continuación de las reformas realizadas en época manuelina, uno de los puntos de mayor interés de su investigación, al ofrecer una interpretación novedosa de los trabajos llevados a cabo por Danzilho, especialmente en lo que concierne a la actuación llevada a cabo en las corachas (Correia, 2008, p. 110-118).

Acomete luego el estudio de las transformaciones que sufren las fortificaciones ceutíes al imple mentar el proyecto de Benedito de Rávena, que reproduce e interpreta, ofreciendo un plano de la ubicación propuesta para los diferentes elementos allí mencionados.

Otra obra esencial para el conocimiento de la Muralla Real es la del también arquitecto J. Matos (Matos, 2012), aún inédita. Su estudio se basa en un riguroso estudio de la lógica arquitectónica de las fortificaciones de tres plazas ultramarinas portuguesas, Mazagán, Ceuta y Diu.

Ofrece una pormenorizada interpretación del proyecto de Benedetto de Ravena, la más coherente de las publicadas, y analiza con precisión el proceso de apropiación de las estructuras defensivas islámicas. Serán las líneas maestras trazadas por él las que seguiremos en el capítulo 16 cuando reconstruyamos la secuencia constructiva del frente occidental.

También son notables las aportaciones de Carabelli (1999a y 2012) y Paula (2016), ambos también arquitectos.

El primero ha centrado su interés en la asunción del patrimonio portugués en Marruecos por parte de la sociedad local en tanto el segundo ha abordado numerosas cuestiones sobre las fortalezas lusitanas en este mismo territorio norteafricano, con destacadas referencias a Ceuta.

La obra de Ruiz Oliva (2002) es una síntesis de su tesis doctoral. En ella aborda el estudio de las fortificaciones de Ceuta entre los siglos XVI y XVIII si bien dedica mayor detalle, debido a la existencia de más fuentes de información, al siglo XVII. Su interés no es exclusivamente el frente de tierra ceutí sino las fortificaciones existentes en toda la península lo cual permite comprender de forma más exhaustiva el dispositivo de defensa en su conjunto. Destaca en esta obra la gran cantidad de documentación que maneja a partir de la utilización de fuentes hasta ese momento inéditas o poco tenidas en cuenta en la investigación.

En lo que afecta a nuestro propósito la presentación sigue un esquema clásico que comienza por describir las fortificaciones mariníes para a continuación estudiar sus transformaciones en época portuguesa y singularmente el proyecto de Benedito de Ravena del que ofrece su traducción al español (Ruiz, 2002, p. 464-465).

Estudia Ruiz Oliva (2002, p. 42-55) también la situación de defensa de la plaza en la segunda mitad del siglo XVI a través de la documentación gene rada por ingenieros, veedores, etc. que la visitaron, dando cuenta de las penurias en que se encontraba debido a la falta de artillería suficiente y dado el estado en que se encontraba la allí emplazada.

En otros trabajos posteriores ha aportado interesantes estudios sobre el papel de los ingenieros portugueses y españoles en las obras de fortificación ceutíes (Ruiz, 2015; 2017).

Con el cerco de Muley Ismail a Ceuta entre 1694 y 1727 la ciudad vive momentos difíciles agravados por la pérdida de la plaza de Gibraltar, el principal punto de abastecimiento de Ceuta en esos momentos.

El interés en esos años radica en la construcción de sucesivas líneas fortificadas a occidente del foso que consolidan y amplían muy notablemente las existentes hasta ese momento. La evolución de estas defensas exteriores se ve reflejada en un nutrido grupo de proyectos constructivos, muchos de los cuales se conservan. La obra de J. Vilar y M.J. Vilar (2002) es un texto fundamental para investigar esas trans formaciones pues no solo cuenta con una rigurosa descripción de estas fuentes cartográficas, sino que también han sido completadas con valiosos comentarios y reseñas de otras fuentes complementarias.

También es de gran utilidad para la evolución de este frente en el siglo XIX la obra de M. J. Vilar (2003)

Las murallas occidentales del Istmo que durante tan tos siglos fueron el punto nodal de la defensa ceutí pierden este carácter cuando tras la firma del tratado de Wad-Ras (1860) la línea fronteriza se aleja definitivamente de este punto. A partir de este momento, las fortificaciones adelantadas son utilizadas para finalidades muy diversas, desde lugar de asentamiento de parte de la población hasta punto de ubicación de las más diversas actividades (recinto ferial, instalaciones deportivas, talleres municipales, etc.).

Destacamos, por último, las aportaciones que Gómez Barceló en diversos trabajos tanto sobre las fortificaciones ceutíes (2008) como especialmente sobre el urbanismo de los terrenos aledaños a la Muralla Real (1995).

3.4 Acciones desarrolladas.

El proyecto de investigación “Puerta Califal de Ceuta” se ha visto condicionado por las características del lugar en que se ha desarrollado.

Si las perspectivas que se abrían eran esperanzadoras justo es reconocer que las dificultades tampoco eran escasas.

El frente occidental, formado por la escarpa y los baluartes del Torreón y la Coraza en sus extremos, es inaccesible en buena medida.

Las terrazas superiores están formadas en sus dos terceras partes por las bóvedas del siglo XVIII. El tercio restante corresponde a la superficie original de este frente y está ocupado en buena medida por merlones y cañoneras.

Desde la contraescarpa, al oeste, es posible examinar el exterior de la escarpa, pero únicamente a distancia. Al este encontramos las bóvedas por lo que no es posible examinar la fábrica portuguesa.

Penetrar en el núcleo de este frente es posible solo en las casamatas de los baluartes y las estancias que conforman la Puerta Califal y aún allí no sin dificultades pues las paredes estaban revestidas por revocos contemporáneos que ocultan las fábricas antiguas. Además, en estas salas se acumulaban un considerable número de muebles desvencijados, materiales de construcción, etc., que hacían incluso difícil el paso.

En definitva, de los casi 350 m lineales de esta prime ra línea amurallada, desde la cara norte del baluarte del Torreón al extremo conservado del espigón de la Ribera¹⁶, era posible actuar en lugares muy puntuales e, incluso no en todos se han realizado excavaciones¹⁷. Por ello, las conclusiones obtenidas deben ser toma das con la necesaria precaución pues, aunque ilustran las líneas maestras de la evolución de este frente, son limitadas. Únicamente la continuidad de las excavaciones aportará sustanciosas novedades que matizarán y corregirán los resultados que aquí se exponen¹⁸.

Otra dificultad añadida ha sido que las excavaciones se han desarrollado en estancias con unas dimensiones reducidas¹⁹ y además en una instalación hotelera en uso.

(16) En sentido estricto deben incluirse en este frente occidental las defensas del Albacar y los espigones que se abrían sobre el foso, de las que nada se conserva, y al sur, los restos de la Coraza Baja y del espigón de la Ribera. La primera fue par cialmente destruida como indicamos para construir la carretera que comunica Ceuta con Tetuán. El espigón de la Ribera, en muy mal estado desde siglos atrás, está oculto en buena medida por las instalaciones de un club deportivo, el Club Natación Caballa. Agradecemos a los responsables de dicho Club habernos facilitado el acceso a las estancias conserva das en el interior de este espigón. En el exterior, una inspección de los frentes visibles permitió identificar los restos de la  coracha mariní que ocultan las construcciones modernas y contemporáneas (Hita y Villada, 2019).

(17) La prudencia ha guiado en todo momento nuestra actuación, conscientes de que nos encontrábamos ante una oportunidad única. Esto ha llevado a actuar de forma prioritaria en las estancias que forman la Puerta Califal, con intervenciones puntuales en las bóvedas y el baluarte del Torreón fundamentalmente con el objetivo de comprobar si en estos se conservaban niveles arqueológicos de interés. Incluso en la Puerta Califal, se han preservado en determinados puntos espacios de reserva arqueológica, fundamentalmente de las fases más antiguas, que podrán ser investigados en un futuro.

(18)   En este sentido, a título de ejemplo, podemos señalar que las excavaciones que tuvieron lugar tras la conclusión del proyecto en  el baluarte del Torreón y en las tres bóvedas inmediatas a él han permitido documentar la existencia de construcciones defensivas del siglo III d.C. o las evidencias de los efectos de un seísmo en el siglo VII d.C., que no fueron identificadas previamente.

(19) Las que forman la Puerta Califal en que se concentró el mayor número de intervenciones no alcanzan los 100 m2.

(20) Estas circunstancias tuvieron una incidencia fundamental en el desarrollo de las excavaciones. Así fue imposible durante las primeras campañas trasladar las tierras al vertedero pues el circuito de evacuación coincidía necesariamente con el de  los clientes y se optó por acumularlas en el interior, con lo que el área de trabajo se veía aún más reducida. Cada nueva campaña tenía el costo y esfuerzo añadido que suponía trasladar estos acopios de tierra para liberar el espacio necesario  para abrir nuevos sondeos. También el horario de trabajo debió acomodarse a estas circunstancias posponiendo aquellas tareas que podían ocasionar ruidos o levantar excesivo polvo a aquellos momentos en que los clientes abandonaban sus habitaciones.

(21) La colaboración del personal del Parador fue decisiva para hacer posible la continuidad del proyecto, especialmente la del servicio de limpieza, mantenimiento y recepción. Su gentileza, paciencia y disponibilidad ha sido extraordinaria y debemos a todo el personal del hotel nuestro más sincero reconocimiento.

3.4.1. Excavaciones y prospecciones arqueológicas

La investigación arqueológica ha sido el eje fundamental en este proyecto.

Fig. 57. Excavación arqueológica en la Puerta Califal.

Contando con los necesarios permisos del Instituto de Turismo de España y del resto de los organismos implicados, la Ciudad Autónoma de Ceuta promovió la realización de distintas excavaciones arqueológicas que se han visto complementadas con otras actuaciones de distinta naturaleza (control de movimientos de tierras, catas paramentales y sondeos puntuales) llevadas a cabo con motivo de la realización de distintas obras (impermeabilización de cubiertas y renovación del saneamiento).

En total se han abierto treinta y un sondeos distribuidos uno en el jardín exterior del Parador, once en la cubierta del baluarte de la muralla real y de los baluartes de la Coraza y del Torreón, trece en la Puerta Califal, dos en las bóvedas adosadas a la muralla real, tres en el interior del baluarte del torreón y uno final que comenzando en la cubierta alcanzó la cota de la Puerta Califal. En total la superficie investigada ha sido de unos 500 m².

Además, como se señaló, se han llevado a cabo distintos controles de movimientos de tierras, tanto en la zona de las bóvedas como en el exterior (capítulos 4, 5 y 6).

Tras identificar las distintas unidades estratigráficas en orden inverso a su deposición/construcción han sido registradas en una ficha diseñada a tal efecto en que se consignan sus principales características, situación y relaciones estratigráficas con las unidades próximas. Se procedió también a fotografiarlas y a tomar sus cotas.

Fueron recuperados gran cantidad de materiales arqueológicos que tras su limpieza y procesamiento han sido estudiados por equipos especializados en los diferentes periodos documentados. En los capítulos 8, 9 y 10 se da cuenta de los resultados obtenidos

3.4.2. Prospecciones no invasivas

Una de las principales dificultades para el estudio arqueológico de la escarpa de la Muralla Real radica en la imposibilidad de acceder al interior de la misma. Solo en la Puerta Califal, aunque con limitaciones, es posible estudiar la sección de este complejo elemento y apreciar cómo esta fue formándose por sucesivas adiciones de estructuras construidas en momentos muy diversos. En el resto, es decir en la mayor parte de ella, no es posible. Para paliar en la medida de lo posible este inconveniente se realizaron prospecciones geofísicas con distintas técnicas que aportaran información sobre estos espacios.

Fig. 58. Arriba, documentación de las estructuras. Abajo, croquis estratigráfico de estructuras realizados por J. Suárez durante las excavaciones

Fig. 58. Arriba, documentación de las estructuras. Abajo, croquis estratigráfico de estructuras realizados por J. Suárez durante las excavaciones

Fig. 59. Zonas prospectadas con el georadar.

La empresa Geo-Cóndor (2012) las llevó a cabo teniendo como objetivo fundamental determinar la presencia de posibles estructuras de interés arqueológico. A pesar de sus limitaciones, han sido de gran interés en la medida en que confirman la existencia de vestigios arquitectónicos ocultos en buena parte de la escarpa.

3.4.2.1. Prospección con georadar (GPR).

Fue utilizado un geo-radar modelo GSSI SIR 3000, con dos antenas de 200 Mhz (alcance de 7/8 m) y de 400 Mhz (alcance de 4-5 m), sobre Smart car provisto con odómetro.

Aprovechando las troneras se realizaron once lecturas verticales sobre la escarpa, desde la cota superior hasta el nivel del mar. Por diversos motivos, tres no arrojaron resultados válidos y en las restantes la alta afección de las sales marinas unida al elevado índice de humedad condicionó las lecturas.

También se realizó una prospección en la cubierta en cuatro cuadrículas de notable amplitud. En este caso, la zona de mayor interés, la situada justo en la zona en que se levantan los merlones y se abren las troneras, no pudo ser cubierta. Por último, se prospectó en el interior del hotel la pared oeste del pasillo que conduce a las habitaciones y la casa mata del baluarte de la Coraza.

Han sido localizadas y posicionadas varias estructuras de entidad, concentradas en torno a la Puerta Califal. En términos generales, se trata de varias estructuras murarias al este de la escarpa y paralelas a ella, que parecen alternar con otras perpendiculares y con espacios vacíos o rellenos de sedimentos.

Todo apunta a que la dinámica observada en las excavaciones arqueológicas -sucesivos lienzos paralelos con relleno de áridos entre ellos- se repite a lo largo de la mayor parte de la escarpa.

La prospección en la casamata del baluarte de la Coraza no permitió localizar estructuras arquitectónicas.

Fig. 60. Resultados de la prospección geográfica.

3.4.2.2. Termografía

Se llevó a cabo una prospección de la escarpa a distancia, desde la contraescarpa, con una cámara modelo FLIRT T-360 y otra FUJI IS-1.

Aunque las condiciones no eran óptimas al verse alteradas las lecturas en las zonas cercanas al agua, se documentaron cambios significativos en la toma de datos que indican la existencia de espacios vacíos o rellenos con áridos, confirmando los resultados obtenidos con el geo-radar. En este caso es significativo la detección de estos espacios vacíos también en las zonas inferiores, en algunas ocasiones coincidentes con salidas de aguas visibles en el paramento de la escarpa que pudieran indicar la presencia de cisternas.

3.4.2.3 Sónar de barrido lateral

Se prospectó el canal marítimo del foso con un sónar de barrido lateral modelo marca Starfish Seabed Imaging arrastrado por una embarcación a fin de examinar el estado de la cimentación de la escarpa y los dos baluartes.

3.4.3. Lectura estratigráfica de paramentos

En un edificio tan complejo por ser resultado de múltiples acciones constructivas distintas, identificar con la mayor precisión posible, cada una de ellas y el momento en que se llevaron a cabo resultaba decisivo.

Por ello Yamur S.L., con dirección de M. A. Tabales y P. Gurriarán, han llevado a cabo un completo estudio de los paramentos de las estancias de la Puerta Califal, desarrollado en varias fases. Los resultados de este estudio han sido importantes para determinar la secuencia constructiva y pueden ser consultados en el capítulo 11.

Complementariamente se realizaron varias catas paramentales en el pasillo del hotel, cuyos resultados se resumen en el capítulo 4, y también un estudio preliminar de los frentes visibles de los baluartes y la escarpa (véase capítulo 16).

Fig. 63. Lectura estratigráfica de parametros (Yamur S.L)

Fig. 61. Algunos ejemplos de los resultados de la prospección termográfica.

Fig. 62. Resultado de la prospección con el sónar de barrido lateral.

Fig. 64. Croquis de la planta de la Puerta Califal realizado sobre un díptico de las Jornadas de Fortificaciones (Archivo A. Bravo Nieto).

En el curso de otras investigaciones sobre las puertas y corachas ceutíes y las primeras adaptaciones de la fortaleza ceutí a la pirobalísitca, se realizaron también sendos análisis estratigráficos de los paramentos tanto del espigón y puerta de la Ribera (Hita y Villada, 2019) como del frente norte (Villada, 2013a)

3.4.4. Datación radio-carbónica

La lectura estratigráfica de los elementos construidos proporciona una cronología relativa, más o menos ajustada, de las distintas fases constructivas. Con el objetivo de contar con dataciones absolutas se llevó a cabo la toma de 13 muestras (una resultó fallida) en algunos puntos que resultaban de especial relevancia que fueron analizadas en el Centro Nacional de Aceleradores de Sevilla. Sus resultados aparecen reseñados en los capítulos 11 y 13.

3.4.5. Caracterización de materiales

Un capítulo fundamental en este proyecto ha sido el análisis de los materiales constructivos. Su importancia responde a un triple interés. De una parte, sirvieron de soporte para la identificación y datación de las distintas unidades constructivas. De otra, han aportado información para determinar los lugares de aprovisionamiento de materias primas y para establecer los modos de construcción. Por último, resultaron esenciales para conocer las patologías que afectaban estas edificaciones y su estado de conservación general.

En el marco del convenio de colaboración suscrito entre la Ciudad Autónoma de Ceuta y la Junta de Andalucía, en 2010 J. Espinosa Gaitán, del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, estudió 13 muestras -11 de mortero, 1 de enlucido y 1 de piedra- mediante difracción de rayos X (DRX), fluorescencia de rayos X (FRX) y microscopia óptica petrográfica (MOP) (una síntesis en Espinosa, 2010 y en el capítulo 12 de esta obra).

V. Menguiano Chaparro, también del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y en el marco del mismo convenio, procedió a la detección de agentes biológicos de deterioro mediante la extracción de varias muestras de ADN, ampliadas mediante PCR. Tras su purificación y cuantificación fueron enviadas para ser secuenciadas al Instituto de Parasitología y Biomedicina López-Neyra del CSIC y se compararon con las existentes en la base de datos pública GenBank (base de datos de secuencias genéticas del National Center for Biotechnology Information) (Menguiano, Román y Sameño, 2013; véase también capítulo 14 de esta obra).

Fig. 65. Planta general de las excavaciones (J. A. del Camino)

E. Ontiveros Ortega llevó a cabo en 2014 un análisis geofísico de diversas muestras procedentes de las fortificaciones califales de Ceuta, Algeciras y Tarifa que fueron comparadas con otras de las canteras prospectadas por P. Gurriarán y F. Villada en la isla de las Palomas (Tarifa). Se intentó con dicho análisis con firmar la procedencia del material empleado en estas construcciones (Ontiveros, 2014).

Por último, J.J. Martín del Río y J. Alejandre Sánchez, de la Universidad de Sevilla, recibieron el encargo de analizar nuevas muestras para su caracterización arqueométrica mediante métodos químicos, físicos y mecánicos, así como su datación por C-14 cuyos resultados pueden consultarse en el capítulo 13 de esta obra.

3.4.6. Documentación

Contar con un soporte planimétrico lo más completo posible ha sido una preocupación fundamental durante todo el desarrollo de este proyecto.

Ya en el momento de la identificación de la Puerta Califal se trazaron croquis de sus salas por por los arquitectos C. Pérez Marín y J. P. Pedrajas del Molino y durante las distintas campañas de excavación han sido muy numerosos los bocetos dibujados para dejar constancia de las estructuras que iban siendo puestas al descubierto.

Iniciadas las excavaciones, en 2003, fueron levanta das plantas y secciones tanto de las salas de la Puerta Califal como de la casamata del baluarte de la Coraza por profesores y alumnos de la Escuela Taller “Miguel de Arruda”.

L. Alcántara Cruz, ingeniero topógrafo de la Ciudad Autónoma de Ceuta, en 2008 y J. A. Camino Miguel, en 2009, levantaron plantas y alzados de la excavación.

Fig. 66. Restitución volumétrica y ortofoto de la portada (Pérez-Álvarez et al., 2020)

Para la redacción del proyecto de rehabilitación fueron ampliados al resto de áreas afectadas por J. Gamarro Jiménez, en esos momentos funcionario interino de la Ciudad Autónoma de Ceuta. Por último, durante la ejecución de ese proyecto J. Blanque Rodríguez documentó los resultados de las intervenciones arqueológicas que se realizaban en esos momentos.

Además, durante esta última campaña, miembros del Grupo de Investigación I+D+I Ingeniería Cartográfica y Explotación de Minas de la Universidad de Cantabria dirigidos por Julio Manuel de Luis Ruiz, registraron las casamatas de los baluartes y de la Puerta Califal con un láser escanner terrestre Leica ScanStation C5 TLS. Un total de 427 millones de puntos fueron registrados que tras su procesamiento permitieron obtener 8 ortoimágenes a partir de la nube y de red de puntos generada, 8 videos de entre 1 minuto y 1:30 minutos de duración que restituían un recorrido virtual a través del monumento y un modelo 3D del mismo (Pérez-Álvarez et al., 2020).

Debemos reseñar también la serie de ortofoto grafías del conjunto monumental de las Murallas Reales que realizó Yamur S.L. para la Ciudad Autónoma de Ceuta.

Al margen de esta documentación topográfica, también han sido realizadas miles de fotografías por los diferentes arqueólogos que han participado en el proyecto a los que hay que añadir reportajes de fotógrafos profesionales -José Gutiérrez, Hamadi Ananou, Fidel Raso, Juan Carlos Pedrajas, Quino Sánchez Rodríguez, etc.- que ilustran fielmente el avance de los trabajos.

3.4.7. Restauración

La restauración de las estructuras exhumadas fue realizada por la empresa Chapitel. Conservación y restauración S. L., bajo dirección del conservador Rafael Ruiz de la Linde y con el apoyo técnico del también restaurador Francisco Murcia como responsable de los trabajos.

Los paramentos fueron sometidos a una exhaustiva limpieza y consolidación, prestando especial atención a los restos de enlucido y pintura conservados, así como a la reconfiguración del vano de acceso a la puerta.

3.4.8. Revisión de fuentes escritas, cartográficas y fotográficas.

El proyecto de investigación “Puerta Califal de Ceuta” ha tenido una aproximación a este monumento basada fundamentalmente en la arqueología. No obstante, la información obtenida ha sido contrastada y analizada tomando en cuenta fuentes de otra naturaleza.

Se ha procedido a una exhaustiva revisión tanto de la abundante documentación archivística con servada como de la bibliografía generada sobre estas murallas. Del mismo modo se han examinado millares de planos y fotografías conservadas en distintos centros.

A través de su examen han podido ser comprendidos muchos de los interrogantes planteados por la investigación arqueológica y también ha sido posible, a partir de los datos arqueológicos, entender aspectos no inteligibles de estos documentos.

De gran interés ha sido igualmente el examen del proyecto constructivo diseñado por Picardo para transformar las bóvedas a prueba en habitaciones del nuevo hotel que se pretendía construir. Gracias a una copia conservada en el Archivo General de Ceuta puede seguirse con detalle el estado previo a la intervención y las modificaciones que se realizaron en esos años.

3.4.9. Puesta en calor.

Fig. 67. Vista general de la excavación en 2008 (Fotografía J.C. Pedrajas)

Constatado el interés de los restos puestos al descubierto y la conveniencia de su rehabilitación y apertura al público, la Ciudad Autónoma de Ceuta solicitó y obtuvo del Instituto de Turismo de España (ENTURSA), organismo público del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo la cesión por 25 años de estos espacios. Se encargó entonces a J. P. Pedrajas del Molino (2008) la redacción de un anteproyecto de intervención, consolidación, restauración y adecuación a la visita pública de los vestigios arqueológicos en el ámbito de la Puerta Califal de Ceuta. Este ante proyecto, consensuado con los técnicos del Instituto de Patrimonio Cultural de España, fue la base del proyecto básico y de ejecución, redactado por este mismo arquitecto en julio de 2010. El plazo de ejecución se estimó en veinte meses y el presupuesto final de ejecución ascendía a la cantidad de 1.527.656,05 euros.

Ante la imposibilidad del acceso de los visitantes a través del propio Parador de Turismo, una de las condiciones de la cesión por parte del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, se diseñó un recorrido que comenzaba a cota de la calle Edrisis desde el baluarte del Torreón para ascender luego a la cubierta y desde allí bajar nuevamente a través de unas escaleras que ocuparon el espacio entre las murallas portuguesas y omeya hasta la Puerta Califal. Únicamente para los visitantes con movilidad reducida se habilitó un acceso a través del Parador de Turismo “La Muralla”.

Fig. 68. Imágenes del proyecto de musealización de A. Álvarez Gil

Fig. 69. Inauguración de la Puerta Califal (Fotografía Arbona, AGCE)

El proyecto preveía la realización de varias excavaciones arqueológicas de apoyo (véase capítulo 5) así como la consolidación y restauración del monumento y la redacción de un proyecto de musealización del lugar.

El 1 de diciembre de 2011 fue firmado un convenio de colaboración entre la Ciudad Autónoma y el Ministerio de Fomento para la financiación de las obras previstas. Las obras fueron adjudicadas a la empresa Jomasa S.L. el 26 de junio de 2012 y die ron comienzo el 10 de julio siendo nombrado como director de las mismas J. Arnaiz Seco. Los nuevos hallazgos que se produjeron durante la excavación hicieron precisa la redacción de un modificado del proyecto original, redactado por el mismo arquitecto (Arnaiz, 2013), que fue definitivamente aprobado por la Comisión de Patrimonio Cultural de Ceuta el 30 de julio de 2013.

El proyecto de musealización fue redactado en 2014 por A. Álvarez Gil (2014).

Las obras culminaron en 2014 y se procedió entonces al inicio de la ejecución del proyecto de musealización adjudicado a Patrimonio Inteligente S.L.

Finalmente, la inauguración de la rehabilitación de la Puerta Califal tuvo lugar el 26 de abril de 2016, casi catorce años después de su descubrimiento.

Introducción
Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9