Capítulo 1
Olvidos, ocultaciones y descubrimientos:
La muralla califal de Ceuta
Me invita Fernando Villada a participar en esta obra sobre uno de los descubrimientos más importantes de la historia del patrimonio ceutí, y lo agradezco sobremanera, por formar parte de uno de los recuerdos inolvidables de mi vida como investigador (Gómez Barceló, 2002). No obstante, he de decir que poco puedo aportar yo en este momento a todo lo que se ha investigado y escrito sobre este monumento. Pero sí me gustaría reflexionar sobre algunas ideas que siguen estando en mi mente y, posiblemente también, en la de otros investigadores locales.
1.1. De murallas para adentro: Los barrios del Castillo y de la Cerca
Alberto Baeza Herrazti tuvo una magnífica idea cuando propuso la instalación de una copia mural del grabado del Cerco de Muley Ismail en el Club Natación Caballa. Era la interpretación que había hecho en 1913 Alfonso Dornellas (Dornellas, 1913), tal cual, con su reseña incompleta del plano de Ceuta incluido en el Livro de varias plantas de este Reino de Castela por João Thomas Correia (Correia,1699-1743).
Desde niño, recuerdo que era frecuente que alguien comentara aquella vista, explicara qué se veía y qué no se veía, así como que todos hacían cábalas sobre qué indicaba tal o cual número, que Dornellas no había podido completar. Años de estudio de las escrituras de la Santa y Real Casa de la Misericordia, que forman uno de los fondos estrella del Archivo General de Ceuta, me llevaron en 1990 a presentar al II Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar (Gómez, 1995), un trabajo con una mirada nueva sobre lo que se veía en aquella vista. Por vez primera, el objetivo no estaba detrás de la plaza de África, sino que también se ponía en el espacio que iba desde ese lugar de reunión a la Muralla Real, descubriendo dos barrios: El del Castillo, es decir, la reutilización de la alcazaba meriní, que iba bastante más allá de un palacio para los gobernadores, como ya dejaba claro Carlos Posac Mon en La última década lusitana de Ceuta (Posac, 1969); y el de la Cerca, un barrio levantado con una serie de construcciones similares y en paralelo, con varias calles, que ocupaban un espacio que en época medieval debió ser la verdadera plaza de acceso a la Mezquita Aljama. Siempre me he preguntado, y sigo haciéndolo, si todavía estamos a tiempo de encontrar en esa zona los grandes aljibes de los que hablan las fuentes, y que aún no han aparecido. Son interrogantes que continúan en la cabeza de muchos, pero que no llegan al papel casi nunca, como ¿Dónde fueron a parar las columnas de mármol de la Mezquita Aljama, cuando ésta fue derribada a finales del siglo XVIII? ¿Se enterraron? ¿Se vendieron? ¿Cómo es posible que no quedara ninguna en la ciudad?
La vista de Dornellas, que procede del Livro das Fortalezas de João Tomás Correia (1699-1743), nos permite descubrir muchísimos detalles de la urbe de finales del siglo XVII, que defiende la escarpa del Foso Real. Por cierto, en ella ya ha desaparecido la muralla medieval.
1.2. La muralla medieval en las fuentes gráficas
Ciertamente, en el siglo XVII la muralla medieval había desaparecido, al menos de la vista de todos, en especial del enemigo que la atacaba por tierra. Algunos grabados como el Civitatis Orbis Terrarum (Braun y Hogenberg, 1572) o el Africae Nova Descriptio (Blaeu, 1991), introducían vistas de la ciudad desde el norte, con el espacio de la plaza de África y el palacio de los gobernadores protegido por una muralla que no veíamos. Esas imágenes deben tener antecedentes que hoy no conocemos y que se repetían en los márgenes de las representaciones de África, con más o menos detalle, como lo hace Jan van Kessel (1626-1679) en la obra que se expone en la Antigua Pinacoteca de Múnich2. La sorpresa salta a la vista en el fresco del socorro de Ceuta y Tánger realizado para el Palacio del marqués de Santa Cruz (Campo, 2004, pp. 25-26), en El Viso, Ciudad Real, y que nos ofrece particularidades que no están en ninguna de las obras anteriormente citadas, como el inicio de la excavación del Foso Real. Está claro que el pintor no lo imaginó y que tenía un modelo para ello diferente, más detallado, de los que hasta ahora tenemos vistos.
No obstante, merece la pena destacar el salto que hay entre todas estas representaciones de Ceuta desde el norte, a la que hace Joao Tomás Correia desde el oeste, en la que por vez primera vemos el interior de la alcazaba, el llamado barrio del Castillo y, esto sí como gran novedad, el denominado barrio de La Cerca.
Gracias a su visión, entendimos lo que decían las escrituras de la Santa y Real Casa de la Misericordia cuando en las descripciones, que no podían ser más veraces, por su propia función, decían cosas como:
Capitán Mateo Gil Argullo y su mujer Francisca Pereira. 1644, 30 de octubre. Tenía un asiento de casas en el Castillo de esta Ciudad, en la rúa que va para San Antonio, que son tres altos y tres bajos, una baranda y una azotea, un quintal y un pozo de agua que parten de la banda de levante con casas del maestre de las obras y de Inés Ruiz, y del norte con casas y quintas de Andrés Garro, y del capitán Tomás del Valle Nabo, y de poniente con casas de Gaspar Barbosa, difuntos todos, que hoy son de sus herederos y al sur con la dicha rúa pública3.
O como:
Gonzalo Juan, soldado y su mujer Margarita Susarte. 1647, 26 de noviembre. Poseían en esta dicha Ciudad, en la rúa de la Cerca en que llaman del Medio, un su asiento de casas que son cuatro altos, cuatro bajos, una baranda, un quintal y un pozo de agua que parten de la banda del norte con casas de su madre y suegra Inés Vidal y de poniente con casas y quintas de Fernán Correa de la Fonseca y del sur con casas de su cuñado Melchor Vieira y de levante con la rúa pública...4
O también:
Baltasar Barbosa, caballero fidalgo de la casa de S.M., y su mujer María Pereira. 1648, 16 de febrero. Poseían un asiento de casas sitas en la plaza de ella, en el principio de la rúa de la Cerca, que es un alto y un bajo que parten de la banda de poniente con casas que fueron de Jorge Días Cadiña y del vendaval con quintas de Tomé Alvares de Matos y de levante con casas del condestable Diego Ramírez y del norte con la plaza pública y corriente.
Fig. 2. Vista de Ceuta reproducida por A. Dornellas.
Fig. 3. Vista de Ceuta en el Civitates Orbis Terrarum.
Fig. 4. Detalle del fresco del Palacio del Marqués de Santa Cruz.
Y, sin embargo, nadie vio el barrio. Nadie se dio cuenta de que había estado allí hasta la gran reforma de comienzos del siglo XVIII que hizo necesario ocupar el espacio con la plaza de Cuarteles para dar un mejor socorro a la Plaza. Ese es el gran mérito de Correia. Porque si cuando leemos no somos capaces de montar las descripciones en nuestra mente, si no reconocemos lo que explican, tendremos muy difícil no solo entenderlas, sino también darlas a conocer a los demás.
1.3. La construcción de la escarpa y el foso Real en el siglo XVI
Lamentablemente, tenemos muy pocas fuentes que nos hablen de la fortificación del siglo XVI y cómo se llevó a cabo. El texto de Benedito de Rávena de 1541, publicado por Robert Ricard (1947) fue una revolución en cuanto al apoyo documental de este proceso, pero su descubridor no reconoció en él las fortificaciones existentes en Ceuta, en parte por no conservarse, como él mismo dice, el dibujo que debía acompañarlo.
Sin duda, la lectura era difícil, y había que conocer muy bien la ciudad para darse cuenta de qué era lo que describía Arruda del proyecto ideado por Benedito de Rávena, y si se había realizado y estaba en pie. Para ello fueron necesarios los trabajos de Carlos Gozalbes Cravioto, que comienzan con su estudio sobre el Frente de Tierra que presentó en 1972 a los Premios Ceuta (Gozalbes, 1972) y que daría a conocer parcialmente, años más tarde, en un artículo de la revista Transfretana (Gozalbes, 1982).
Es precisamente Robert Ricard (1948 y 1951) quien publica en las Sources Inédites de l’Histoire du Maroc una serie de cartas entre Alfonso de Noronha y la Corte que demuestran que el proyecto realizado en esos años era el de Arruda y Rávena, pero no caerá en la cuenta ni esos nuevos documentos le llevarán a rectificar sus observaciones de 1947. Tenemos aquí, por tanto, otra prueba de lo difícil que es, en ocasiones, relacionar los documentos textuales con los espacios a los que se refieren. Y es cierto, también, que los documentos conservados sobre la construcción no son muchos. No hemos tenido la suerte que sí ha tenido Mazagan para las mismas fechas (Moreira, 2001).
Fig. 5. Congresistas visitando la Puerta Califal momentos antes de su descubrimiento.
Fig. 6. Los espacios escondidos del Parador.
Durante años escuchamos muchas teorías de cómo se podían haber construido la escarpa y foso Real, también sobre de dónde podía haber salido la piedra y qué se pudo hacer con la restante. Lo que no parecía caber en la mente de historiadores y arqueólogos, es lo que se ha demostrado en los últimos años: Que la muralla seguía ahí, que estaba entre la levantada en la primera mitad del siglo XVI para reforzarla, y las bóvedas construidas en el siglo XVIII para terminar de consolidar el conjunto. Es más, como han demostrado Fernando Villada y Darío Bernal con sus excavaciones, que incluso esa muralla califal había hecho lo mismo, reforzar y forrar una anterior, de época bizantina (Villada y Bernal-Casasola, 2019).
No parecía haber memoria, ni de la imponente muralla sustituida, ni tampoco de la importantísima puerta que había estado en aquel lugar. La puerta que estaba en medio de la gran muralla de la que hablaba al-Bakrī (1859, p. 204-206) en el siglo XI, “de piedra y muy sólida”, o Ibn ʿIḏārī (Torres Balbás, 1951), que dice que eran de toba, que el diccionario de la Real Academia Española define como Piedra caliza, muy porosa y ligera, formada por la cal que llevan en disolución las aguas de ciertos manantiales y que van depositándola en el suelo o sobre las plantas u otras cosas que hallan a su paso.
La puerta, con evidente exageración, será descrita en el siglo XV por al-Anṣārī, (1962) de esta manera, El número de puertas es de cincuenta. La más famosa por su monumentalidad es la Puerta Grande (al-Bab al-Azam), llamada también Puerta Nueva (al-Bab al-Yadid). Esta puerta incomparable es una de las maravillas de Ceuta y es construcción regia. Fue ceñida de una calahorra monumental, de aspecto imponente, como si estuviera colgada en el aire, rematada por diez cúpulas y catorce arcos. La puerta central estaba limitada por dos calahorras, unidas a la mayor. La puerta era ancha y alta en extremo, inconmensurable. Sus arcos y dovelas fueron construidos de piedra pómez. Es una obra maravillosa y una construcción extraordinaria y se dice que tiene el mismo estilo que la Puerta de Hamadan.
Pero referencias a una puerta había. Lo decía Alejandro Correa de Franca (Correa, 1999), pero nadie había caído en la cuenta, como reconocería Carlos Posac en los días del descubrimiento de la muralla y Puerta Califal:
§137. Dentro en la ciudad lucían fábricas de majestuosa arquitectura, mezquitas, colegios y palacios, muchas y hermosas torres y vn alcázar o castillo, de que al presente permaneze vna puerta y lienzo de muralla, a que están arrimados los cuarteles, el granero o sillero en la plaza principal. También tenía para abrigo de las embarcaciones dársenas y pequeño muelle.
¿Era la puerta de la que estaba hablando al-Anṣārī, construida de piedra pómez o como había dicho ibn ʿIḏārī, en toba, que no era otra cosa que la popularmente conocida como piedra ostionera gaditana? Ahora Fernando Villada, en el capítulo 16 de esta misma obra apunta a la existencia de dos puertas, una de ellas la descrita por Correa.
Es cierto que la puerta hallada en 2002 no estaba a la vista, pero estaba y alguien debió verla antes de que volviera a ser encontrada durante las I Jornadas de Estudio sobre Fortificaciones convocadas en el mes de junio de 2002 por la Fundación Foro del Estrecho (2004). Al menos, cuando se construyó el Gran Hotel La Muralla se vio. No nos cabe duda.
1.4. Un Parador para Ceuta
A finales de la década de los 50, del siglo XX, Ceuta tiene un mayor movimiento turístico, creciendo proporcionalmente el interés político por desarrollar su potencial. En noviembre de 1959 firma el arquitecto Julián Luis Manzano Monis6, supervisado por el también arquitecto José Osuna Fajardo el proyecto de transformación del Pabellón de la Alhambra en el que en 1936 se había acordado instalar una oficina de turismo para que el Ministerio de Información y Turismo instalara en ella sus Oficinas, lo que se aprobará el año siguiente.
Fig. 7. Torre del Reloj.
La oferta hotelera de la Ceuta de 1960 era bastante escasa, por lo que el sueño de muchos estaba en conseguir que el Ministerio de Información y Turismo levantara un Parador. Así, el Ayuntamiento se pone en contacto con el ministerio en 1961 y le ofrece una parcela en el Llano de las Damas para su construcción, cuyo proyecto redactará el arquitecto José Osuna Fajardo en 19628.
Pero en el proceso se produce la llegada a la alcaldía de Alberto Ibáñez Trujillo, quien contacta con el director de la Comisión gestora del Instituto Nacional de Industria, el arquitecto ceutí Fernando Moreno Barberá , quien estaba desarrollando un modelo de gestión hotelera directa a través de la Empresa Nacional de Turismo ENTURSA (Rodríguez, 2013).
En ese momento el proyecto dará un giro copernicano, al adquirirse en 1963 el Parque y Maestranza de Artillería, que sería definitivamente adscrito al INI en 1966 para levantar en él un establecimiento hotelero mucho más ambicioso (Rodríguez, 2013).
El nuevo proyecto va a estar firmado por el arquitecto Carlos Picardo Castellón y por el propio Fernando Moreno Barberá. La nueva construcción va a conservar las bóvedas adosadas a la muralla y proyectadas por el ingeniero Jorge Próspero Verboom en 1724 (Vilar y Vilar, 2002, p. 120-124), convertidas en habitaciones, y tenía proyectado hacerlo también con la emblemática Torre del Reloj, construida en 1730, bajo el mando del Conde de Charny y desde cuyo balcón se habían realizado los grandes actos de jura de los nuevos monarcas o de la Constitución.
Así veremos en las fotografías del derribo de las antiguas instalaciones militares, la vieja Torre, como testigo mudo de lo que había sido. Luego se dijo que sería trasladada a otro sitio, hasta que en un momento determinado, se decidió derribarla y no incorporarla a la nueva construcción. María José Rodríguez Pérez, en su tesis doctoral ya mencionada, escribe sobre este tema que a última hora se optó por reconstruirla y sustituirla “por un cuerpo piramidal que cubriría el acceso exterior directo al restaurante”. Echando la vista atrás, podemos comprender el problema de su integración en un proyecto de arquitectura contemporánea, pero desde la perspectiva de conservación del patrimonio que imponen las leyes de las últimas décadas, hoy sería injustificable.
Fig. 8. Entrada a la “cueva en reserva”, caserna de la Coraza.
Fig. 9. Visita del director de promoción y turismo Juan Arespacochaga a las obras.
En los planos firmados por los arquitectos y conservados en el Archivo General de Ceuta podemos ver cómo se señalaron perfectamente los espacios construidos bajo los baluartes de la Coraza -“Cueva en reserva”- y la Bandera. Ciertamente, no se señala en la entrada al primero de ellos, la denominada “Rampa”, el hueco que permite ver los más de diez metros de muralla a soga y doble o triple tizón, que confirma la pervivencia de la muralla califal embutida en las fábricas posteriores.
Del mismo modo, se dibuja lo que llaman “Cueva” con todos sus espacios, incluida la pequeña oquedad a la que daba acceso el arco de la hoy denominada Puerta Califal, entonces solo a la vista en su parte superior.
En la Memoria, se pretenden utilizar con posterioridad los espacios nombrados como “Cueva” y “Cueva en reserva” como bares y salas de fiestas con atracciones folklóricas. Pero no se hizo. Así, podemos decir que salvo el aprovechamiento de las bóvedas y la recuperación de la Puerta de San Luis, que fue restaurada y trasladada a la Puerta de la Ribera10, con una transformación de su tránsito hasta la playa, fue lo único que se hizo con respecto a la restauración patrimonial.
Las obras del Parador, que al final fue el Gran Hotel La Muralla, terminaron en 1967, siendo inaugurado el 29 de mayo. En el transcurso de las obras, solamente se permitió hacer algunas prospecciones al entonces delegado de la Dirección Provincial de Bellas Artes, el arqueólogo Carlos Posac Mon, que encontró muchísimas dificultades para ello, como dijo en numerosas ocasiones. Sabemos que él nunca vio aquellos espacios, como nos confirmó cuando aparecieron en el año 2002, y podemos suponer que si eso hubiera ocurrido, hubiera luchado por su investigación y puesta en valor.
¿Por qué el Dr. Posac no fue informado nunca de lo que se ocultaba en las bóvedas del Parque de Artillería? No es extraño suponer que ni la Administración, ni los arquitectos, ni por supuesto los contratistas, querían tener problemas a la hora de que algunos descubrimientos pudieran ralentizar las obras. Es más, Posac siempre creyó que el problema habían sido algunos hallazgos ocasionales durante las obras de cimentación, lo que es frecuente en obras y ciudades como las que estamos comentando. Nunca pudo pensar en las dimensiones del impedimento.
Pero es que nuestra sospecha tiene fundamento en el último párrafo del contrato firmado en Madrid en marzo de 1965 entre los arquitectos y la contrata cuando dice11:
Cualquier coste motivado por obra defectuosa o retrasada o prematura, se abonará por parte responsable de la misma. El contratista será responsable de no poner en peligro ninguna unidad de obra, debido a cortes, excavaciones u otra causa cualquiera, y no destruirá ni modificará el trabajo de ningún otro contratista si no es con el consentimiento del Arquitecto- Director.
Con semejante cláusula, no era extraño que en cada visita el arqueólogo fuera visto como un peligroso enemigo, una lucha que muchos profesionales aún tienen que afrontar a diario.
Fig. 10. Puerta de San Luis en su nueva ubicación.

