Introducción
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 2
Cap. 1
Cap. 4
Cap. 3

Estudios monográficos

J. Bravo y la arqueología de Ceuta

Un balance desde el reconocimiento

D. Bernal Casasola

Universidad de Cádiz e Instituto de Estudios Ceutíes

“La arqueología submarina en Ceuta empezó prácticamente a raíz de un concurso de pesca submarina organizado en aguas de la Bahía de Benzú, donde uno de los concursantes llenó su portapeces de restos arqueológicos, principalmente de cuellos de ánforas...”

(Bravo y Bravo 1972, 5; 1984, 49).

1. Introducción

J. Bravo ha marcado un hito en la Arqueología de la zona del Estrecho de Gibraltar. Aseveración que pensamos no es fruto ni de una percepción personalizada ni, por supuesto, de un interés por magnificar lo constatable, refiriéndonos claro está, a lo científico. Y el tiempo verbal utilizado no ha sido otro porque pensamos que sus contribuciones deberían ser valoradas desde una óptica bidimensional. Fueron notables sus esfuerzos y, por tanto, sus logros en arqueología subacuática, como podrán Vds. comprobar en estas páginas y en general a lo largo de esta monografía que le tributa un homenaje más que sincero. Además de haberlo sido, lo continúan siendo en las generaciones que tenemos la fortuna de dedicarnos a desentrañar los pormenores de la historia más antigua de nuestra civilización. Y son generaciones porque creo que al menos hay dos. Por una parte, la de los “colegas” de J. Bravo, en edad y en la época en la cual desarrollaron sus trabajos, y me refiero a algunos de los investigadores subacuáticos de mayor renombre en la España de los 60 y 70, caso de R. Pascual, F. Foerster o J. Mas, y a aquellos que tuvieron la fortuna de compartir las vivencias cotidianas de sus trabajos en la Perla del Mediterráneo, caso de C. Posac y E.A. Fernández Sotelo. La segunda generación, en la cual me encuentro inmerso, aglutina a todos los que hemos seguido los pasos de la arqueología ceutí, y que, cada uno desde su parcela, continuamos nuestra lucha cotidiana. Me refiero a J.M. Hita, J.M. Pérez Rivera, F.Villada o el que firma, como ejemplos más palpables de dicha tendencia, los cuales hemos vivido la arqueología subacuática como uno de los ingredientes más de nuestra formación arqueológica, en aquellos años–nostálgicos ya– de la Sala Municipal de Arqueología de Ceuta, ya Museo Municipal.

Es para mí una gran satisfacción poder ordenar las percepciones que sobre esta cuestión rondan en mis pensamientos, pues a veces nuestra ajetreada vida profesional no nos permite reflexionar en su justa medida y, por tanto colocar cada idea en su sitio. Esta pequeña contribución al Homenaje a J. Bravo pretende tratar de alejarse de las valoraciones fruto de una existencia “brainstorming”. Para ello, se ha tratado de ordenar vivencias, datos existentes en publicaciones especializadas, percepciones de otros colegas y plasmar por escrito con todo ello un consenso generalizado y tangible en el ámbito cultural de la ciudad.

Únicamente debo reconocer públicamente, pues pocas ocasiones son las propicias para ello, que la figura de J. Bravo aúna para mí, como investigador, dos características dignas de encomio. La primera, su esfuerzo y capacidad de sacrificio, en unos momentos en los cuales unas líneas de tinta arqueológica eran néctar divino que pocos tenían la ocasión de paladear. Por otro lado, su generosidad. En la ya quincena de años que llevamos trabajando en la Historia Antigua de Ceuta, nunca, a nadie, le he oído mencionar reproches científicos a la figura de J. Bravo, y ello sin duda, refleja un modus vivendi, poco usual, especialmente si tenemos en cuenta las variables de una ciencia que en su período de maduración, al menos en la España de la posguerra y las décadas subsiguientes, no se caracterizó especialmente, por su aperturismo. Desde el Museo Municipal a todos aquellos investigadores que han utilizado las fuentes materiales arqueológicas para aproximarse a la reconstrucción integral del pasado de la ciudad de Ceuta, la recurrencia a los trabajos y a la persona de J.Bravo ha sido una constante, y la prueba más contundente de ello es el uso que de estos trabajos se ha hecho, como veremos en los siguientes apartados.

2. La prensa local, testimonio vitalista de la arqueología subacuática en Ceuta

Antes de comenzar a valorar científicamente las diversas contribuciones de este autor, consideramos la posibilidad de realizar un estado de la cuestión sobre su figura, el tipo de trabajo desarrollado y los diversos frentes en los cuales articuló sus estudios. Quienes procedemos de un lugar de tierra pequeño, sabemos que muchas veces algunos factores locales permiten proyectar o cercenar desde la raíz iniciativas o proyectos de diversa naturaleza. Y por ello valoramos la posibilidad de rastrear a la figura de J. Bravo, siguiendo a Ortega y Gasset, en su contexto geográfico, en este caso la ciudad de Ceuta.

Para realizar tal aproximación de la manera más objetiva posible, se seleccionó un único instrumento de trabajo, en este caso hemerográfico, El Faro de Ceuta, pues constituía el único diario local que permitiría, de manera ininterrumpida, documentar literaria y gráfica mente las actividades acaecidas en torno a este personaje y, por tanto, en torno a la Arqueología Subacuática en esta ciudad norteafricana. De él, se ha seleccionado una serie cercana al medio centenar de trabajos que nos van a permitir, de manera cercana y dilatada en el tiempo, seguir la trayectoria de las actividades desarrolladas en torno al tema que centra nuestra atención en estas páginas. Se ha decidido optar por utilizar una fuente de información más objetiva que nuestro propio raciocinio, pues casos como el presente se prestan más a la subjetividad que otros, por lo que de tal manera nos acercaremos, si bien tenuemente, a vislumbrar una realidad compleja, diversificada y amplia en el tiempo. En la tabla 1 recogemos una sinopsis de los artículos utilizados directamente como fuente informativa, a los cuales ha sido posible acceder gracias a la consulta del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta1.

La primera cuestión que se desprende del material hemerográfico contenido en la tabla anterior es la presencia de temas relacionados con la “arqueología subacuática” en la vida cultural de Ceuta desde finales de los años 50 (1958 exactamente) hasta la actualidad. En las tres primeras décadas, precisamente aquellas en las cuales se gestaron los principales descubrimientos y las publicaciones científicas del autor, las informaciones son esporádicas y alternadas, con una cadencia media bianual. Podemos por ello afirmar con contundencia que los hallazgos subacuáticos en el litoral ceutí y los trabajos cien tíficos derivados de ellos, realizados por J. Bravo, eran una constante en las actividades culturales de la ciudad. Pocos referentes cercanos tenemos al efecto en ámbito nacional, entre los cuales deberíamos destacar el caso de la vecina ciudad de Cádiz, la de Cartagena (ésta última epicentro por antonomasia de la arqueología subacuática de la España meridional) y algunos lugares del litoral catalán, especialmente Gerona, y las Baleares (Blánquez y Martínez Maganto 1993). Desde principios de los años ochenta, podemos comprobar que prácticamente todos los años se publican artículos de arqueología subacuática, fiel reflejo, por tanto, de la continuidad del interés por parte de los órganos de difusión de la ciudad en unos temas sin duda alguna, de candente actualidad.

Al hilo de la lectura de los artículos reunidos en la tabla anterior es posible realizar una serie de valoraciones de interés historiográfico en relación con la vida y obra de J. Bravo. De todos ellos, destacaremos en este apartado las cuestiones relacionadas con la Difusión y Puesta en Valor de la Arqueología Subacuática a varios niveles.

En primer lugar, se documenta una rápida y amplia difusión de la importancia de los hallazgos subacuáticos para el conocimiento de la historia local desde los años sesenta, lo cual se materializa en el interés por recuperar dichos objetos, por su estudio y, a continuación por su musealización, siendo considerados pronto como elementos del acervo local.

Permiten ilustrar dicha tendencia el hallazgo de restos anfóricos de diversa naturaleza en la Playa de Benzú (figura 1). Se trata de la recuperación a finales de los años sesenta de nueve ánforas, por lo que se aprecia en la ilustración romanas, y entre ellas algunas olearias Dr. 20 claramente diagnosticables, teniendo intención los autores del hallazgo de donar las mismas al grupo “Misión Res cate” (Artículo nº 5). Pocos años más tarde, en 1972, y una vez inaugurada la Sala Municipal de Arqueología se continúa planteando en medios no especializados la importancia de documentar dichos hallazgos, reflejando una serie de recuperaciones subacuáticas en diversos puntos del litoral ceutí (figura 2).

Concretamente, se mencionan una serie de donaciones de materiales cerámicos y metálicos a la Sala de Arqueología, las cuales de manera adicional se ilustran gráficamente (Artículo nº 9). En primer lugar, se menciona el hallazgo de “un ánfora casi completa, del tipo 24 de la escala de Dressel” a “media milla al norte de la bocana del puerto”, mencionando adicionalmente el nombre de la traíña, el del armador y la documentación reglamentaria del barco (Dorinda Dapena, Sra. Viuda de Miras y CU-1-1421), en un intento más que tangible por “oficializar” tal donación, considerando dichos hallazgos como fundamentales para la Historia de Ceuta.

Artículos seleccionados de “El Faro de Ceuta”

Tabla 1.- Selección de artículos periodísticos de El Faro de Ceuta sobre Arqueología Subacuática.

Figura 1.- Artículo periodístico de El Faro de Ceuta (7 de agosto de 1969, p. 15), relatando hallazgos arqueológicos subacuáticos en la Playa de Benzú (extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta)

la bocana del puerto”, mencionando adicionalmente el nombre de la traíña, el del armador y la documentación reglamentaria del barco (Dorinda Dapena, Sra. Viuda de Miras y CU-1-1421), en un intento más que tangible por “oficializar” tal donación, considerando dichos hallazgos como fundamentales para la Historia de Ceuta. En dicho artículo, se hace referencia adicionalmente a la recuperación de una segunda ánfora en la Bahía Sur, por el barco de arrastre “Antoñita Navarro”, “identificable como ro mana, correspondiente al número 8 de la clasificación establecida por Dressel”. El tercer hallazgo fue rescatado por la traíña “Los Parejas”, concretamente un ánfora sin asas ni boca, recuperada con un arte de cerco a una milla al norte de la costa, sin mayores especificaciones. Por último, el armador de la embarcación “Inés y María” recuperó una serie de objetos de época moderna, concreta mente una bomba de achique de hierro y otro elemento metálico a una milla al NE de la bocana del puerto, fechados posiblemente en los siglos XVII o XVIII d.C. según los autores de los hallazgos. Sirvan estos dos ejemplos de artículos periodísticos como ilustrativos de una tendencia bien conocida por los ceutíes de los años sesenta y setenta y que encuentra, en la prensa local, un fiel reflejo.

También es de justicia referir cómo todos los esfuerzos de J. Bravo en favor de la arqueología subacuática encontraron, años después, sus continuadores a escala local. Y por ello no faltan artículos escritos por otros autores en diferentes momentos de las últimas décadas del s. XX que reflejan cómo esta disciplina había calado entre los aficionados a la Historia local, de los cuales traemos a colación en estas páginas dos ejemplos (Artículos nº 16 y 30).

Precisamente en esta misma línea de puesta en valor de los restos arqueológicos de procedencia subacuática debemos mencionar la constatación de la donación al Museo Municipal de Melilla a mediados de los años sesenta de dos ánforas –al parecer romanas- recuperadas en aguas jurisdiccionales ceutíes (figura 3). Esta donación por parte de las autoridades ceutíes constituye un testimonio clarividente de la importancia conferida a estos restos en unos momentos en los cuales aún eran concebidos únicamente como objetos con valor intrínseco, no teniéndose en cuenta, evidentemente, el perjuicio deriva do de la descontextualización de estos materiales arqueo lógicos (Artículo 4)3. Otro aspecto de gran relevancia que se transluce de la documentación periodística manejada es el notable interés demostrado por J. Bravo en la difusión de sus trabajos sobre arqueología subacuática al público no especializado. En esta línea debemos situar tanto los reportajes filmados sobre los hallazgos como las conferencias o las exposiciones temporales. Entre los primeros, debemos traer a colación el reportaje titulado “Arqueología Submarina en Ceuta” retransmitido cíclicamente en diversos

Figura 2.- Artículo de El Faro de Ceuta, titulado “La Arqueología y los hombres de la Mar” (5 de agosto de 1972), que recoge diversas donaciones de materiales arqueológicos a la Sala de Arqueología por parte de barcos pesqueros (extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

Figura 3.- Donación de dos ánforas romanas halladas en aguas ceutíes al Museo Municipal de Melilla (El Faro de Ceuta, 21 de diciembre de 1966, p. 10; extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

Figura 4.- Dos artículos de El Faro de Ceuta (9 de diciembre de 1977, p. 15 y 28 de febrero de 1978, p. 18), recogiendo las noticias relativas a la proyección de la película “Arqueología Submarina de Ceuta” (extraídos del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

foros, caso de la Residencia de la Juventud, del Centro Cultural Municipal o diversas instituciones educativas (Colegio Lope de Vega, Colegio de los Padres Agustinos...), de cuya emisión tenemos constancia al menos desde los años setenta (figura 4; Artículos nº 13 a 15). Estas proyecciones continuaron durante muchos años en diversos foros culturales ceutíes, en ocasiones alternantes con exposiciones monográficas, como es el caso de las actividades conjuntas realizadas en la Caja de Ahorros de Ceuta durante mediados de los ochenta (Artículos nº 20 y 21). En las exposiciones se combinaban al unísono tanto materiales arqueológicos –básicamente ánforas púnicas y/o romanas y elementos de anclas romanas- como re producciones de los mismos o ilustraciones de la evolución de dichos artefactos a lo largo de la Antigüedad. Fruto del carácter pionero de Ceuta en la vertiente subacuática de nuestra disciplina, la conocida exposición nacional “La Arqueología Subacuática en España”, que constituyó un auténtico estado de la cuestión sobre el tema a escala nacional (Antona y Blánquez 1988) visitó nuestra ciudad en marzo de 1989 (figura 5; Artículo 25). En fechas más recientes, este germen sobre la difusión del patrimonio subacuático sería continuado por otros buceadores deportivos, como ilustra la exposición de arqueología submarina realizada en el Instituto de Formación Profesional 1 “Almina” en 1991 (Artículo 29). Actividades de principios de los años noventa, como es el caso de la filmación sobre arqueología subacuática realizada por un equipo de la televisión checoslovaca, coordinada por J. Bravo (Artículos nº 31 y 32), o las conferencias sobre el tema organizadas por este investigador en diversos foros hasta fechas casi inmediatas a nosotros, como ilustra la llevada a cabo en diciembre de 1998 en la sede ceutí del Rotary Club International (Artículo nº 37), constituyen una prueba más que tangible de la vitalidad con la que la arqueología subacuática ha formado parte de la vida ceutí durante más de cuatro décadas.

Un indicador adicional de esta misma tendencia es la cantidad de entrevistas y artículos periodísticos de di versa naturaleza centrados en torno a la “arqueología sub marina” de la ciudad publicados periódicamente desde los años setenta. Traemos a colación un ejemplo de 1975 (figura 6), uno de la trilogía publicada sucesivamente (Artículos nº 10 a 12) que ilustra con claridad esta tendencia, surgidos al amparo del título de su conocida monografía editada por el Instituto de Estudios Africanos del CSIC (Bravo y Muñoz 1965). La cantidad de experiencias vividas y un sinfín de datos sobre el litoral ceutí y hallazgos de diversa naturaleza los podemos encontrar en El Faro de Ceuta, en diversos momentos de los años ochenta y noventa (Artículos nº 18, 19 y 34).

Otra característica –tercera y última- de la vocación “difusora” de J. Bravo es la relacionada con su interés por la existencia de un lugar en el cual la población ceutí y los interesados en el particular pudiesen admirar los vestigios del pasado marítimo de Septem Fratres. Es por ello que desde las primeras llamadas por parte de di versos colectivos en pro de la creación de un Museo local, la arqueología subacuática era un elemento indispensable de dicha propuesta museográfica, como se puede comprobar en un artículo de principios de los años sesenta (figura 7; Artículo nº 3).

Figura 5.- Detalle de la Sala de la Caja de Ahorros de Ceuta que albergó en 1989 la exposición de ámbito nacional sobre “La Arqueología Subacuática en España” (fotografía D. Bernal).

Figura 6.- Reportaje sobre “La arqueología submarina en Ceuta” (El Faro de Ceuta, 11 de septiembre de 1975, p. 24), conteniendo parte de una entrevista a J Bravo (extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

Figura 7.- A principios de los años sesenta se documenta la necesidad de contar un un Museo local, en el cual la arqueología subacuática debería constituir una parte sustancial (El Faro de Ceuta, 26 de octubre de 1963, p. 5; extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

En la Sala Municipal de Arqueología, sita en su momento en los Jardines de la República Argentina e inaugurada el 13 de octubre de 1971, el componente subacuático constituyó, ab origine, una pieza consustancial de la misma4 (figura 8). Esta misma tónica se ha mantenido en fechas posteriores, como de muestra el montaje de una de las Salas del actual Museo Municipal del Revellín, dedicada a la Arqueología Subacuática (figura 9), tal y como se puso de manifiesto en la inauguración oficial de esta institución (Artículos nº 31 y 33). A finales de los años noventa, y precisamente desde la inauguración de las I Jornadas del Mar, en la planta baja del Palacio Autonómico se conserva el conocido cañón broncíneo del pecio de los Isleos de Santa Catalina, conjuntamente con otras piezas, iniciativa una vez más surgida de la mano de J. Bravo (Artículo nº 36), y que confirma cómo la arqueología submarina ha sido siempre un elemento presente en los museos ceutíes y cómo en ese concepto moderno del museo integrado en la arquitectura contemporánea, también en este caso ha conformado una perfecta simbiosis con el Palacio Municipal de la Ciudad Autónoma de Ceuta (figura 10).

Destacar, asimismo, cómo el decano de la prensa ceutí constituye un vehículo clarividente para realizar un seguimiento pormenorizado de las actividades acometidas por este pionero investigador subacuático ceutí en casi todas sus facetas. Desde las referencias a los primeros hallazgos de materiales anfóricos (Artículo nº 1), a los elementos de las anclas (Artículo nº 2) y los primeros cañones de un pecio de época moderna (Artículos nº 6 y 7), sobre los cuales volveremos más adelante, pasando por referencias diversas a sus numerosos trabajos científicos, entre las que destacan su participación en el Congreso Internacional de Arqueología en La Habana en 1970 (Artículo nº 8) o en el Salón Náutico Internacional en Barcelona, en 1987 (Artículo nº 22). En esta misma línea, debemos hacer referencia al hecho palpable en las crónicas periodísticas que han tenido una buena parte de los trabajos publicados por este investigador, por lo que bastantes de sus ideas y proyectos han sido difundidos entre el público amateur, siendo este otro de los elementos característicos de su tarea divulgadora (Artículo nº 23, 24, 26, 27 y 28).

También debemos hacer referencia a las diversas distinciones obtenidas por este insigne arqueólogo subacuático ceutí. Entre ellas, destacan la Medalla de Plata de la FEDAS, el Premio Alberto Ochoa en 1972, la Medalla de Bronce de la Delegación Nacional de Deportes, el Escudo de Oro de Ceuta y el Faro de Oro de nuestra ciudad, figurando entre las más apreciadas por él mismo la Medalla de Bronce al Mérito en las Bellas Artes, concedida por el Ministerio de Cultura (Artículo nº 17), y dentro del mundo del Buceo Deportivo cuenta con el galardón Platinum Pro 5000, otorgado por la Scuba Schools International (Artículos nº 34 y 35). A él le han sido tributados dos homenajes públicos. El que tuvo lugar en el Museo Municipal de Ceuta el 18 de mayo de 1995, con motivo del Día Internacional de los Museos (Artículo nº 35) y en fechas más recientes las III Jornadas del Mar, organizadas en febrero del año 2000 por la Consejería de Cultura de la Ciudad Autónoma de Ceuta, y centradas en torno a su figura (Artículo nº 39).

De los tres frentes científicos abanderados por J. Bravo –las anclas, las ánforas y la arqueología de los pecios de época moderna– destacar, para rematar este apartado, cómo en los últimos años sus esfuerzos han estado encaminados a continuar reivindicando la necesidad de proteger un patrimonio subacuático en peligro de expolio y de olvido por parte de una sociedad preocupada por otros temas más acuciantes.

Figura 8.- Detalle de la ya inexistente Sala de Arqueología de Ceuta (enero de 1988); A.- Cañón de bronce del pecio de Santa Catalina en primer término y restantes piezas de artillería en hierro al fondo; B.- Vista interior de la Sala con los cepos en la parte central (fotografía D. Bernal).

Sus artículos periodísticos más recientes, normalmente en compañía de su hijo Juan, se sitúan en la línea de la protección del pecio moderno de los Isleos de Santa Catalina (Artículos nº 41 y 42).

Una reivindicación planteada por Bravo a lo largo de estas décadas, la creación de un documento en el cual se pudiesen recoger todos los datos relacionados con los hallazgos subacuáticos para poder así plantear su protección y puesta en valor, tuvo eco recientemente, pues la Ciudad Autónoma encargó durante el año 2000 la redacción de la Carta Arqueológica Subacuática de Ceuta, en armonía con el estudio biológico del litoral, siguiendo las recomendaciones emanadas de las ya mencionadas Jornadas del Mar realizadas en la ciudad, con el objetivo de proteger el patrimonio subacuático ceutí (Artículos nº 38, 40 y 43). Esta idea, a todas luces necesaria, aún no ha sido ultimada, al menos en la fecha de redacción de estas líneas. Cuando lo sea, uno de los anhelos de J. Bravo, y por extensión de toda la ciudadanía ceutí, habrá llegado a buen puerto. Tarde, casi cincuenta años después del inicio de los trabajos arqueológicos subacuáticos, pero con contundencia.

Figura 9.- Detalle de la segunda planta del Museo de Ceuta, con la “arqueología subacuática” como protagonista expositivo de una de las salas.

Figura 10.- Cañón de bronce del pecio de Santa Catalina, localizado en la actualidad en la planta baja del Palacio Autonómico

3. La producción científica de J. Bravo.

Algunas claves interpretativas A continuación vamos a realizar un periplo litera rio por la bibliografía científica de J. Bravo, destacando aquellos aspectos que a nuestro parecer resultan más sugerentes para una aproximación tangible a las diversas aportaciones de este autor a la Historia de Ceuta. Para facilitar la exposición de los logros científicos de este insigne arqueólogo ceutí, hemos seleccionado una serie de temas que ilustran, a nuestro parecer, su trayectoria científica, y que son los incluidos en las páginas que siguen por orden de su tratamiento por parte del autor: anclas antiguas, ánforas púnicas y romanas, las factorías de salazones de Septem Fratres y los pecios de época moderna.

Antes de pasar a ello, sí quisiéramos destacar dos aspectos, con los cuales coinciden otros colegas que también participan en este Homenaje. Nos referimos a la es casa difusión que han tenido sus trabajos en algunas par celas de la investigación, al haber sido publicados los mismos en revistas o foros de difusión restringida5. Por un lado, contamos con que toda su producción inicial de la década de los años sesenta, casi la mitad de la totalidad de trabajos publicados por este investigador, fue dada a conocer en la revista CRIS de la FEDAS, editada en Barcelona (Bravo 1963; 1964 a y b; 1965 a y b; 1966 a y b; 1968), así como dos trabajos posteriores en Inmersión y Ciencia, foro de similares características (Bravo y Bravo 1972; Bravo 1975). Estas publicaciones fueron el foro de debate de los buceadores deportivos dedicados a investigaciones de carácter arqueológico, con personajes de la talla de R. Pascual o F. Foerster, que desgraciadamente solamente fueron utilizadas por una parte del mundo académico, concretamente aquella que valoraba el esfuerzo y trabajo de estos investigadores amateurs y que no veía en ellos un colectivo carente de interés científico (problemática recogida en Blánquez y Martínez Maganto 1993, 18-31). Es por ello que desgraciadamente las citas a los trabajos anteriormente citados no brillan por su abundancia en la literatura subacuática a escala nacional o internacional.

En segundo lugar tenemos aquellos trabajos dados a conocer en publicaciones editadas por la Ciudad de Ceuta. Entre ellas, debemos incluir los dos volúmenes de Ancorae Antiquae editados por la Sala Municipal de Arqueología a mediados de los años setenta (Bravo 1976 a y b), el conocido artículo “Vestigios del pasado de Ceuta”, el cual a pesar de haber sido publicado en Inmersión y Ciencia (nº 4, Barcelona, 1972) fue reeditado con el mismo título en el nº 4 de la Revista Transfretana (Bravo y Bravo 1972), y una segunda contribución en el número 5 de esta misma revista del Instituto de Estudios Ceutíes, sobre ánforas púnicas (Bravo y Villada 1993). Por último, mencionar la publicación de un trabajo sobre la posibilidad de la presencia fenicia en Ceuta en el primer volumen de los Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta (Bravo 1988) o su contribución al Homenaje a Carlos Posac Mon (Bravo y Bravo 1998). Estas contribuciones son utilizadas habitualmente en trabajos realizados por investigadores ceutíes que sí conocen en profundidad el panorama literario de la zona (Bernal 2000), no sobrepasando un marco de difusión regional, al menos habitualmente.

En tercer lugar, debemos recoger aquellos trabajos dados a conocer en foros de ámbito nacional o internacional, caso de las contribuciones al Noticiario Arqueo lógico Hispánico (Bravo y Muñoz 1966-68), al XI Congreso Nacional de Arqueología (Bravo 1970) o a la conocida Revista de Arqueología (Bravo y Bravo 1988) en el primer grupo, así como su trabajo en la prestigiosa Rivista di Studi Liguri (Bravo 1964 c), su contribución conjuntamente con su hijo en los Cahiers d’Archéologie Subaquatique (Bravo y Bravo 1990) o su estudio presentado con otros autores al II Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar (Bravo et alii 1995).

Por último, hacer referencia a los dos trabajos que, a nuestro parecer, constituyen los de referencia obligada y los que han sido utilizados por los investigadores con mayor profusión. Por un lado su monografía sobre la Arqueología Submarina en Ceuta, editada por el Instituto de Estudios Africanos del CSIC en Madrid (Bravo y Muñoz 1965), y por otro la publicación sobre los pecios del s. XVII d.C. en los Isleos de Santa Catalina (Bravo y Bravo 1989).

No es éste el lugar para hacer un estudio sistemático del impacto de los trabajos de J. Bravo en la investigación de la época. Simplemente vamos a citar algunos de talles que pensamos sí pueden contribuir a contextualizar el calado de sus trabajos arqueológicos. Por un lado, tenemos constancia de la existencia de una fluida correspondencia entre el autor y algunos de los investigadores más sobresalientes de la época, caso de G. Käpitan6 o el conocido F. Foerster para el tema específico de las anclas romanas, por citar dos ejemplos claramente ilustrativos de esta tendencia. Por otro lado, cuando D. Cerdá publicó a principios de los años setenta el conocido mapa del mediterráneo con la tipología anfórica de cada una de las zonas productoras (Cerdá 1971), Ceuta ya figuraba en el mismo junto a los principales yacimientos conocidos por entonces, recogida con el epíteto “factoría de salazones de Ceuta según J. Bravo. Año 7 a.C. – 53 d.C.” (Cerdá 1971, nº 44), tal y como ilustramos en la figura 11. Asimismo, en los trabajos de síntesis realizados sobre la Arqueología Subacuática en España, Ceuta ha sido siempre cita obligada. Baste citar en este sentido las referencias al Catálogo de la Exposición La Arqueología Subacuática en España (AA.VV. 1988, 133, nota 8 A) o, en fechas más recientes, el tratamiento privilegiado que tiene la Ciudad Autónoma de Ceuta entre las pioneras en esta disciplina a nivel nacional (Blánquez y Martínez Maganto 1993, 26-27 y 48-49). En los escasos manuales sobre arqueología subacuática en España, se menciona a Ceuta entre los lugares que han contribuido al desarrollo de los estudios sobre el ancla romana, si bien de manera somera, a pesar de que se utiliza y cita la bibliografía de J. Bravo (Nieto 1984, 167 y 175-176). Los estudios de este investigador también son recogidos en las obras monográficas centradas en reunir la bibliografía sobre la arqueología subacuática en nuestro país (Domingo 1993, 330 y 351).

3.1. J. Bravo y las anclas antiguas

La mayor parte de estudios de J. Bravo han estado destinados a evaluar la problemática e importancia de las anclas antiguas, especialmente de las de época romana. Estas investigaciones se desarrollaron especialmente durante los años sesenta y setenta, destacando sobre todo sus trabajos personales (Bravo 1963; 1964 a, b y c; 1965; 1966, 1970 y 1976), si bien realizó algunos estudios de conjunto con otros autores no limitados exclusivamente a la evolución de las anclas antiguas (Bravo y Muñoz 1965 y 1966-68; Bravo y Bravo 1972). Debemos destacar que esta temática fue, sin lugar a dudas, la que real mente centró la atención de este investigador por la arqueología subacuática, a la cual él ha dedicado la mayor parte de trabajos arqueológicos realizados con el paso de los años.

Figura 11.- Reproducción parcial del mapa del mediterráneo editado a principios de los años setenta, con referencia a la factoría de salazones de Ceuta (Cerdà 1971, nº 44).

Figura 12.- Artículo de El Faro de Ceuta (31 de agosto de 1963, p. 8), con datos de las primeras reproducciones de anclas romanas (extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

Desde un principio, se aúnan en sus trabajos dos variables, como tendremos ocasión de comprobar detalladamente a continuación: sus esfuerzos por la recuperación e interpretación de elementos de cultura material y la aplicación de procedimientos prácticos o modelizaciones para detectar la viabilidad de las propuestas teoréticas. Desde el principio de sus trabajos la arqueología experimental está presente, sin que podamos dejar de atribuir la aplicación de esta “novedosa” faceta de la arqueología por entonces a una consecuencia lógica de sus investigaciones. Buena prueba de ello son las re producciones del ancla romana con todos sus elementos en madera, algunas de las cuales pasaron pronto a ser di fundidas entre las autoridades locales. De dicha cuestión da fe la publicación de un artículo en El Faro de Ceuta (Sábado, 31 de agosto de 1963; Artículo 2), cuyo título “Entrega de una reproducción de anclas romanas” es bastante expresivo, y que refleja la donación por parte de diversos miembros del Club de Actividades Submarinas (C.A.S.) de dicha réplica al Ilmo. Sr. D. Alberto Ibáñez Trujillo en las dependencias de la Jefatura Provincial del Movimiento (figura 12).

Vamos a tratar a continuación de desgranar las aportaciones de cada uno de sus trabajos en clave diacrónica, desde las primeras publicaciones a los trabajos realizados en los últimos años.

En uno de sus primeros trabajos de principios de los años sesenta, ya centra el tema que sería objeto de atención a lo largo de más de una veintena de años, el “ancla llamada romana” (Bravo 1963, 4). Se alude en el texto a la escasez de estudios monográficos y tipológicos sobre los cepos romanos –elementos por antonomasia conocidos de estos elementos de fondeo de las embarcaciones antiguas- y se cita la extracción de algunos de ellos. Especialmente importante fue el hallazgo conjunto de los tres elementos del ancla (arganeo, cepo y zuncho), los cuales ilustra en esta publicación (Bravo 1963, 5), por lo que fue efectivamente el “contexto arqueológico” el que permitió avanzar en la reconstrucción integral del ancla. Se publica en este trabajo una carta manuscrita recibida en la redacción de la revista CRIS por parte del Delegado de Escafandrismo del C.A.S. de Ceuta (J. Bravo), la cual se transcribe íntegramente, y cuyas aportaciones más interesantes resumimos a continuación. Se explica con de talle cómo se hizo la maqueta a escala 1:10 del ancla y ya confirma el autor que el plomo se fundía sobre la madera, presunción clara para muchos investigadores de la época, teniendo en cuenta dos detalles: la mayor parte de cepos grandes tiene la salida del molde hacia la parte opuesta a aquella en la cual figura la escoria de la colada; y además en la parte interior de la caja está el dibujo de la madera que contuvo, y las marcas de la caña que la aprisionaba.

El acierto del C.A.S. –y por ello de J. Bravo- fue la demostración de que dicho proceso era así, recurriendo para ello a la arqueología experimental (Bravo 1963, 5-6). Destacar la pulcritud con la cual se modelizó el ancla romana, figurando en las ilustraciones cada una de las partes utilizadas en su ejecución: caña, palas, arganeo, cepo, brazo (zuncho) y un clavo (o abrazadera) para la unión distal de las tres piezas. Prueba contundente de dicha pulcritud es el modelo de ancla ya rematado al cual “...no se le han puesto uñas por no tener datos sobre ellas” (Bravo 1963, 6), limitándose su reconstrucción a los datos constatables arqueológicamente, en la línea de la arqueología experimental más moderna.

Un segundo trabajo también publicado en la revista CRIS se dedica monográficamente al estudio de los cepos con alma de madera (Bravo 1964 a). Para este investigador la colocación de un alma de madera parte de una cuestión exclusivamente funcional: el material utilizado –plomo- provocaba notables deformaciones en las anclas (Bravo 1964 a, 5). Tras un estudio detallado de numerosos de estos cepos, fue posible realizar una serie de observaciones prácticas atribuidas asimismo a cuestiones funcionales. Se documenta en la parte longitudinal de algunos ejemplares el alma de madera no cubierta de plomo, cuya motivación no es otra que permitir la dilatación de dicha pieza al arrojar el ancla al agua con la consecuente hidratación de su parte lignea, por lo que se aumenta de tal manera la cohesión madera-plomo (Bravo 1964 a, 5). Dichas zonas visibles no siempre se sitúan en la misma parte del cepo, localizándose bien en los latera les, bien la zona alta y baja. Por su parte, la presencia de los extremos del cepo recubiertos de plomo deriva de la necesidad de reforzar el conjunto. En este artículo el autor publica diversas fotografías con las fases del proceso de fundición de un cepo con alma de madera, y un cepo de estas características procedentes de aguas ceutíes. En la figura 13 reproducimos este proceso, cuya comprobación experimental deja pocas dudas al respecto de su viabilidad.

Figura 13.- Reconstrucción de un cepo con alma de madera, recuperado en aguas de Ceuta (Bravo 1964 a, 5).

En un segundo artículo dado a conocer también en el año 64, Bravo incide en el deficiente aparato gráfico proporcionado por los investigadores a la hora de proceder a explicar cómo se articulaban las diferentes partes de un ancla romana, por lo que incluye una serie de ilustraciones para explicar dicho proceso (Bravo 1964 b, 8 9), concretamente 5 dibujos y 7 fotografías, los primeros de los cuales reproducimos a continuación (figura 14). Básicamente, se ilustran las tres partes esenciales de toda ancla -arganeo, cepo y zuncho- (figura 14, nº 1), un sistema de ensamblaje de las maderas con cuñas o con ajustes (figura 14, nº 2 y 3), siendo el primero de ellos inviable porque se parten las maderas. Se reproduce asimismo el sistema de ensamblaje de los brazos con hierros metálicos –como en Nemi-, así como la angulación óptima que ha de tener el ancla para optimizar su gradiente de fondeo (figura 14, nº 5). Las pruebas realizadas bajo agua con estas reconstrucciones de anclas probaron la efectividad de las apreciaciones contenidas en estas páginas.

Figura 14.- Ilustraciones de las diferentes partes de las anclas roma nas según J. Bravo (1964 b, 8 y 9)

Destacar de este trabajo la nomenclatura para la reconstrucción propuesta, el “ancla de Ceuta”, por contraposición a la conocida “ancla de Nemi”, único ejemplar completo conocido en estas fechas (Bravo 1964 b, 8-10). Es tos paralelismos dotan de mayor importancia a estas re construcciones experimentales de anclas romanas, por su carácter pionero en España y únicamente con los referentes ya citados del lago de Nemi (Ucelli 1950).

En un trabajo algo posterior, este autor da a conocer nuevas recuperaciones de cepos en aguas ceutíes, concretamente cuatro ejemplares en la denominada “Cala Las Cuevas”, que ellos interpretan como un “refugio de emergencia hasta conseguir el tiempo propicio para la arriba da a la bahía ceutí” (Bravo 1965 a). Precisamente en este sentido, resulta muy interesante la observación realizada por este investigador, que luego desarrollará en otros trabajos, consistente en el uso de los lugares de hallazgos de cepos en el litoral ceutí para proponer los lugares de fondeo de las naves romanas y, por tanto, realizar inferencias sobre la navegación, los puntos de aguada y los resguardos de vientos y temporales en la orilla africana del Es trecho de Gibraltar. En este último trabajo citado se reproduce una lámina con los diferentes tipos de cepos recuperados en aguas ceutíes, que se ajustan a cuatro modelos: macizos, con resaltes en las escotaduras, con pasador de plomo y con alma de madera y taladros en las extremidades (figura 15).

Un año después de la publicación del ya menciona do trabajo sobre los cepos con alma de madera (Bravo 1964 a), vuelve a retomar el tema de planteándose la problemática específica de las deformaciones en los cepos, recordando como la presencia del alma de madera en los mismos surge para evitar este problema (Bravo 1965 b, 2). El gradiente de deformidad de los brazos de los cepos es directamente proporcional a la delgadez de los mismos. También en esta ocasión se recurrió a una aplicación experimental para valorar esta cuestión, y tras fondear una decena de veces un ancla a escala el cepo se deformó ostensiblemente. En este trabajo atribuyen por tanto a cuestiones exclusivamente mecánicas la deformación sufrida por los cepos, derivadas tanto al tratar de recuperar el ancla desde la embarcación como al enganx 52 Figura 16.- Deformaciones en los cepos romanos según J. Bravo (1965 b). Conjunto de cepos sin deformar (A), cepos con diferentes tipologías de deformaciones (B) y posibilidades de contacto del ancla con elementos pétreos en el fondo con sus respectivas patologías (C). Figura 17.- Mapa de la ciudad de Ceuta con las localizaciones de hallazgos de elementos de ancla y de ánforas (Bravo y Muñoz 1965, 17, fig. 1). che de la misma por el cepo en fondos rocosos, aguantan do este último elemento toda la tracción del barco. El tipo de arqueamiento más frecuente es simétrico en ambos bravos hacia abajo, provocado el mismo por el choque con piedras, tal y como el autor ilustra gráficamente (fi gura 16 c). Destacar, por último la fabricación de los mismos con un alzado casi rectangular, para evitar deformaciones, al tiempo que la existencia de los taladros en los extremos de sus brazos deriva de una intencional clara, que no es otra que arriostrar el cepo a la caña del ancla, evitando potenciales deformidades (figura 16 a y b).

A mediados de los años sesenta, y en colaboración con R. Muñoz, se realizó una pequeña obra de conjunto que fue editada por el Instituto de Estudios Africanos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en la cual reunía el autor las conclusiones de sus anteriores trabajos (Bravo y Muñoz 1965). Como novedades sobre los trabajos precedentes consideramos pertinente destacar los siguientes puntos. Por un lado, inciden en la viabilidad de ambas bahías ceutíes (la norte y la sur), para el resguardo de las embarcaciones, valorando el carácter de los vientos y corrientes predominantes en cada caso y, al final los desembarcaderos más propicios (Bravo y Muñoz 1965, 6). Resaltar cómo ambas bahías presentan buenas condiciones de fondeo según las condiciones meteorológicas: la norte está al socaire de los vientos del segundo y tercer cuadrante y la del sur a la defensa de los del primero y el cuarto, sin embargo concluyen que al ser la norte la que presenta una mayor ensenada y al ser sus playas las que mejor se prestan al desembarco, sería ésta la más usada en la Antigüedad para fines marítimos (Bravo y Muñoz 1965, 6). Los hallazgos de cepos y ánforas en ambas confirman estas propuestas (figura 17).

Figura 15.- Tipología de los cepos ceutíes según Bravo, tanto macizos (CP 6), como con resaltes en las escotaduras de la caja central (CP 7), con pasador de plomo (CP 8) y el último (PM 3) con alma de madera y taladros en las extremidades (Bravo 1965 a, 11).

Figura 16.- Deformaciones en los cepos romanos según J. Bravo (1965 b). Conjunto de cepos sin deformar (A), cepos con diferentes tipologías de deformaciones (B) y posibilidades de contacto del ancla con elementos pétreos en el fondo con sus respectivas patologías (C).

Figura 17.- Mapa de la ciudad de Ceuta con las localizaciones de hallazgos de elementos de ancla y de ánforas (Bravo y Muñoz 1965, 17, fig. 1).

Figura 18.- Dibujos del arganeo, cepo y zuncho aparecidos conjunta mente y que permitieron la reconstrucción del “Ancla de Ceuta” (Bra vo y Muñoz 1965, 24, fig. 12)

Este autor menciona el excepcional hallazgo de un cepo decorado con coronas y astrágalos de carnero, interpretando acertadamente su presencia como elementos propiciatorios y favorecedores de la navegación, el cual ilustra con una fotografía en el trabajo de síntesis publicado un año después (Bravo y Muñoz 1965, 8, fig. 8), y al cual ya había dedicado un conciso trabajo monográfico (Bravo 1964 c), por lo que no insistimos en esta cuestión.

Tratan en este mismo trabajo el hallazgo más importante derivado de sus estudios sobre anclas antiguas, destacando la aparición conjunta de las tres partes del ancla –arganeo cepo y zuncho- que permitió la reconstrucción del ancla de Ceuta (figura 18). Insistir una vez más en la escrupulosidad del trabajo realizado, pues para las proporciones se utilizaron las del ancla del lago Nemi (figura 19). En el libro citado los autores resumen las principales conclusiones de los trabajos anteriores, por lo que no insistiremos sobre dicha cuestión. Como novedad, mencionar la publicación de algunas piedras perforadas que interpretan tanto como elemento de fondeo (en el caso de las grandes) como contrapesos para el velamen (Bravo y Muñoz 1965, 41, fig. 38 y 43, fig. 41 respectivamente), y que reproducimos en las figura 20. Destacar de esta monografía, por último, la publicación de numerosos restos anfóricos de época romana, que trataremos en el siguiente apartado de este capítulo.

Vuelve este autor en 1966 a retomar el estudio de las anclas con nuevos trabajos de la revista CRIS. Por un lado, en uno de ellos dedica atención monográfica a la decoración de los cepos (Bravo 1966 a), ampliando trabajos anteriores. Publica Bravo dos cepos, el primero decorado con coronas y astrágalos, habiendo acudido para la confirmación descriptiva de los últimos a un fundido experimental de un cepo en un molde al cual previamente se habían grabado en negativo con una taba ósea real dichos motivos, siendo el resultado muy cercano al del ejemplar romano recuperado (Bravo 1966 a, 3). Una prueba más, evidentemente, de la temprana recurrencia en Ceuta a la arqueología experimental para solventar problemas de índole subacuática. El segundo cepo que se da a conocer presenta cuatro delfines, dos en cada cara, los cuales fueron impresos en el molde de arcilla con una estampilla idéntica, según se desprende de carácter homólogo de los mismos (Bravo 1966 a, 4), iconografía que luego documentaría en otros ejemplares también ceutíes (figura 21). Por último, destacar el hallazgo de ambas piezas y de otras tres más anicónicas en un lugar situado fuera de la protección que dan Punta Blanca y la Punta de Santa Catalina, interpretado por este investigador como un “apostadero de vigilancia” que permitía zarpar en caso de emergencia, no tan protegido por la Bahía (Bravo 1966 a, 4), que reproducimos en la figura 22. Posiblemente se correspondía con un lugar de fondeo para grandes naves

Figura 19.- Detalle de la famosa ancla del lago Nemi (Ucelli 1950, 113, nº 1)

Figura 20.- Elementos pétreos perforados utilizados en navegación con diversos propósitos, tanto como contrapeso de velas –a veces con adherencias de plomo- (A), y en otros como elementos de fondeo (B), en éste último caso tratándose de ejemplares de mayor envergadura (Bravo y Muñoz 1965, 41, fig. 38 y 43, fig. 41 respectivamente).

Figura 21.- Detalle de los relieves de delfines en un cepo romano.

Figura 22.- Zona de localización de cepos en la Bahía Norte de Ceuta (A), tanto dos ejemplares decorados (B) como tres piezas anicónicas (C) (Bravo 1966 a, 2, figs. 5 y 6).

Figura 23.- Cepos (nº I-X y XII), arganeo (nº XI), zuncho (nº XIII) y barra-contrapeso (nº XIV) procedentes de aguas ceutíes, según J. Bravo (1970, láms. I-III).

onerarias, cuya localización fuera de las aguas de la ensenada de la bahía norte permitiría evitar encalles innecesarios.

El último artículo sobre anclas publicado por J. Bravo en CRIS responde al hallazgo de un cepo con alma de madera cuya excepcionalidad radica en tratarse de una pieza de grandes dimensiones, similar al del ancla del lago Nemi, realizando en el texto numerosas reflexiones sobre las similitudes entre ambos ejemplares (Bravo 1966 b, 16-17).

A partir de finales de los años sesenta se inicia la labor difusora de estos trabajos sobre anclas romanas en otros foros, como sucedió en el Noticiario Arqueológico Hispánico, en el cual se publicaron 31 cepos (Bravo y Muñoz 1966-68, nº 1-29 y 45-46). También en el XI Congreso Nacional de Arqueología se menciona la recuperación hasta la fecha en el C.A.S. de 35 cepos de plomo, un arganeo, dos zunchos-contrapeso y dos barras-contrapeso, de los cuales se ilustran once cepos, el arganeo, un zuncho y una barra-contrapeso, que reproducimos en la figura 23, y de los cuales se aportada una descripción detallada en el trabajo (Bravo 1970). En un estudio editado en Inmersión y Ciencia en 1972 se presentan algunas ideas generales sobre las anclas ceutíes, así como treinta cepos, un arganeo y un zuncho (Bravo y Bravo 1972, 68 81) 7, aspectos sobre los cuales volvería este autor más tarde y cuyas conclusiones presentamos monográficamente en los párrafos que siguen.

Figura 24.- Tres pasos en la evolución de las anclas de piedra (A-C) hasta que las mismas adquirían la morfología troncoapiramidada, tras los hallazgos producidos en el litoral ceutí (Bravo 1976 a, 5, figs. 1-3).

Figura 25.- Estadios evolutivos de las anclas de madera, desde el cepo pétreo (A), pasando por los primeros elementos de plomo unidos con cabos (B y C), a cepos de madera con alma plúmbea (D a G), según J. Bravo (1976 a, figs. 4 a 11).

Figura 26.- Últimos estadios evolutivos del ancla romana de madera, con cepos con alma de madera (H-I) y zunchos con refuerzos interiores a base de pasadores metálicos (J), según J. Bravo (1976 a, figs. 13, 15, 25 y 26).

Una contribución presentada por la FEDAS en el primer Simposium del Comité Científico de la CEMAS en La Habana en 1970 (editado en el nº 2 de la revista Inmersión y Ciencia) fue publicado asimismo en la serie Ancorae Antiquae, editada por la Sala Municipal de Arqueología de Ceuta, inaugurando dicha colección (Bravo 1976 a), que daría lugar a un segundo trabajo de Bravo (1976 b) y a un estudio de C. Posac sobre las anclas del mosaico de la villa malacitana de Río Verde, en Marbella (Posac 1979), desgraciadamente el último numero de esta colección que tanto prometía temáticamente. En el primero de ellos este insigne investigador aborda la problemática de la evolución de las anclas de piedra a partir de los hallazgos ceutíes, plasmada en tres pasos hasta que los ejemplares adquieren forma piramidal, tal y como ilustramos en la figura 24 (Bravo 1976 a, 5, figs. 1-3), pro puesta que este mismo autor tomó de trabajos suyos más recientes (Bravo y Bravo 1972). Resulta muy significativo destacar que al evaluar la evolución de las anclas pétreas, Bravo alude explícitamente a su compleja clasificación cronológica, al haber sido usados estos artefactos en diferentes momentos de la Historia, incluso en época contemporánea, basándose para sus deducciones en un perfeccionamiento derivado del gradiente evolutivo –y con ello de mejora de operatividad- de estas piezas (Bravo y Bravo 1972, 51).

En el caso de las anclas de madera, el proceso es más complejo (figuras 25 y 26). Los primeros ejemplares tendrían un cepo de piedra unido al astil del ancla con cabos (figura 25, A), para pasar luego a una pieza de similares características pero en plomo (B), a veces con taladros (C), los cuales facilitarían dicho proceso de unión. El tercer paso serían los cepos de madera con alma plúmbea, asidos al astil mediante un rebaje central que, evidentemente, debilitaba la estructura de la caña (figura 25, D y E), para lo cual se arbitraban varios mecanismos de refuerzo, como es el caso de los pasadores, a modo de clavos, entre el cepo y su propia alma (F) y especialmente el uso de otras piezas de acople para suplir la parte rebajada (G). A continuación tendríamos los cepos por todos conocidos, con pasadores del mismo metal, los cuales serían reforzados en un segundo momento evolutivo con almas de madera (figura 26, H e I) para evitar su maleabilidad (Bravo 1976 a, 17). Destacar de este último trabajo la constatación de elementos internos en el zuncho los cuales contribuían a su fijación a la caña, según se deriva de un hallazgo acontecido en aguas de Cádiz (figura 26, J) que confirmaba la hipótesis sobre la existencia de dichos pasadores planteada anteriormente al mencionado hallazgo gaditano por Bravo (Bravo 1976 a, 18-19, fig. 26).

El segundo volumen de Ancorae Antiquae está dedicado al estudio de los cepos de plomo decorados aparecidos en el Mediterráneo occidental (Bravo 1976 b). En aguas ceutíes se conservaban por entonces testimonios de una decena de cepos decorados con motivos figura dos, los cuales se estudian al detalle en este trabajo, desarrollando anteriores conclusiones (Bravo 1964 c; Bravo 1972, 57-60), y que reproducimos en la figura 278. El primer ejemplar presenta astrágalos y coronas, el segundo cuatro astrágalos y un relieve ilegible; el tercero otros tantos astrágalos y una lucerna; el cuarto y quinto dos y cinco respectivamente; el sexto cepo cuatro astrágalos con un motivo central ilegible;

el séptimo es el último que presenta astrágalos, en número de cuatro; los restantes presentan dos grupos de dos delfines respectivamente y el último un motivo rectangular ilegible. El autor presenta diversos ejemplos peninsulares, especialmente de la zona catalana, con motivos iconográficos similares (Bravo 1976 b). Queda claro, a tenor de la información dada a conocer, que las aguas de Ceuta constituían a mediados de los años setenta el lugar de todo el litoral hispano en el cual se habían recuperado más cepos decorados, conjunto que se ha incrementado con hallazgos más recientes, como es el caso del cepo con la decoración de cabezas de gorgona, ejemplar inédito del cual se conserva una réplica en el Museo de Ceuta (figura 28). Se trata de un cepo en cuyos laterales aparecen sendas representaciones circulares con cabezas en disposición frontal de cuyo cabello nacen algunas serpientes, elementos especialmente visibles en los relieves de mayor tamaño (figura 28 b), siendo la representación figurada del pequeño (figura 28 c) poco nítida10 .

Figura 27.- Cepos decorados procedentes de Ceuta (Bravo 1976 b).

A finales de los años ochenta, vuelve a evaluar este autor la problemática de las anclas de piedra con motivo de la valoración de la hipótesis de una posible presencia fenicia en las costas ceutíes, considerando que hasta tal momento únicamente dichas anclas constituían un argumento probable al respecto (Bravo 1988). Presenta este autor una figura con los tipos de anclas hallados en las costas ceutíes (figura 29), citando la existencia de un paralelo egipcio, concretamente un bajorrelieve de la tumba de Sahure, de la Vª Dinastía –3000 a.C. aprox.- que dotaba de contundencia a la existencia de este tipo de elementos de fondeo desde la Prehistoria Reciente y por tanto, de “probabilidad” a su hipótesis de trabajo (Bravo 1988, 6, fig. 1).

En fechas posteriores contamos con algunos trabajos en los cuales se han reproducido los materiales dados a conocer por J. Bravo en sus investigaciones. Por un lado, nos referimos a la Guía-catálogo de la Sala Municipal de Arqueología de Ceuta en la cual figura un apartado específico sobre Arqueología Submarina, y dentro de él se dedica atención monográfica a las anclas, en el cual se reproducen algunos de los dibujos publicados en su momento por Bravo (Fernández Sotelo 1980, 141-147 y lámina LXX). También otros autores posteriores retomaron esta cuestión, pero sin aportar novedades significativas más allá del inventario de todos los cepos y elementos de ancla existentes en la Sala Municipal de Arqueología (Fernández García 1983, 85-94; 1985). En fechas posteriores ningún investigador se ha dedicado a esta cuestión en ámbito local, por lo que desgraciadamente este carácter pionero de los estudios de las anclas romanas en Ceuta no ha tenido la continuidad que de justicia le correspondía.

Figura 28.- Réplica de un cepo con decoración de cabezas de gorgona, conservado en el Museo de Ceuta. A.- Detalle de una de las caras decoradas del cepo; B.- Uno de los relieves de gran tamaño, con indicación de la cabeza de gorgona en disposición frontal; C.- Detalle del relieve figurado de menores dimensiones.

3.2. Las ánforas y el tráfico marítimo en la Antigüedad

El origen de la Arqueología submarina en Ceuta aparece ligado a las recuperaciones de “cuellos de ánforas” por parte de diversos participantes en un concurso de pesca submarina desarrollado en aguas de la Bahía de Benzú (Bravo y Bravo 1972, 49), como nos hemos encargado de recordar en la cita introductoria de este trabajo. Y si bien dichas recuperaciones servirían para ilustrar la historiografía del inicio de esta disciplina en aguas ceutíes, también pueden ser utilizadas para rememorar los orígenes de la anforología ceutí, y de hecho así lo hacemos aquí y ahora, puesto que las mismas están directamente relacionadas con el elemento arqueológico más abundante en ambiente marino, las ánforas de transporte. Traemos a colación un artículo periodístico, que además es el primero en el cual se alude a las recuperaciones submarinas realizadas por el Club Náutico C.A.S en Ceuta, publicado a finales de los años cincuenta (figura 30). En él se mencionan los hallazgos, los cuales fueron objeto de un intenso informe por parte del por entonces Catedrático de Griego del Instituto de Enseñanza Media, Sr. D. Carlos Posac Mon, cuya atribución a época romana estaba fuera de toda duda, otorgándoles una cronología de los ss. I y II d.C.

A partir de ese momento, y parafraseando a uno de los autores de las recuperaciones, “...muchos de los componentes de aquellos equipos de pesca submarina se dedicaron a la recuperación arqueológica y debido a ella se vienen organizando, desde aquel entonces, excursiones dedicadas a este fin. Prueba del fruto obtenido es la colección que existe en el C.N. C.A.S....” (Bravo y Bravo 1972, 49).

Los dos temas de investigación a los cuales se dedicó J. Bravo fruto de las recuperaciones de ánforas fue ron tanto a la clasificación de las ánforas púnicas como al estudio de los envases de época romana, por lo que a continuación vamos a tratar dicha cuestión guiados por un parámetro cronológico, si bien éste no se corresponde con las publicaciones de materiales por parte de este investigador, pues en primer lugar dio a conocer materiales de época romana (Bravo y Muñoz 1965, 6-7), dedicándose en un segundo momento a las ánforas púnicas monográficamente (Bravo 1975; Bravo y Bravo 1972, 53).

En relación con las ánforas púnicas, queremos comenzar destacando la pronta filiación de este tipo de envases destinados al tráfico comercial, gracias a la comparación de los mismos con la conocida tabla de Mañá, como él mismo reconoce en varios de sus artículos (Bravo y Muñoz 1966-68, lám. 12, nº 42). No obstante, fue C. Posac el primer investigador que aludía a la existencia de ánforas de estas características en diversos trabajos publicados algunos años antes (Posac 1958, 124 y 1962), fruto del contacto mutuo entre ambos colegas. Estos hallazgos, que se fechaban como mucho en el s. IV a.C. por entonces, permitieron a este investigador plantearse la posible presencia fenicia en el litoral ceutí, consciente de la inexistencia “...hasta ahora...(de) restos arqueológicos que afirmen el paso de las naves fenicias por nuestras

Figura 29.- Anclas de piedra documentadas en el litoral ceutí según J. Bravo (1988, fig. 1).

Figura 30.- Primer artículo periodístico sobre arqueología submarina en Ceuta, publicado en El Faro de Ceuta (5 de enero de 1958, portada y p. 6), que documenta las pioneras recuperaciones arqueológicas por miembros del C.A.S. (extraído del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta).

costas” y relacionando, a nivel de hipótesis, su presencia con las ya mencionadas anclas pétreas (Bravo 1972, 53). Esta idea la desarrollaría mas adelante en otro trabajo monográfico, argumentando su hipótesis sobre la posible presencia fenicia en Ceuta en el lugar estratégico de esta ciudad en las rutas comerciales transmediterráneas y en la existencia de las mencionadas anclas de piedra (Bravo 1988, 5-6).

Figura 31.- Mapa de distribución de los yacimientos púnicos de las costas de Ceuta (Bravo y Bravo 1972, 52, fig. 3).

Otra cuestión a destacar dentro del panorama aportado por sus estudios sobre ánforas púnicas fue la constante preocupación por detallar los lugares de hallazgo de ánforas, marcándolos en las cartas de navegación, por lo que de sus trabajos se derivaron los primeros mapas de distribución de materiales por épocas, entre los cuales contamos con uno específico sobre yacimientos púnicos en las costas de Ceuta (figura 31), que luego volvería a publicar más detallado a finales de los años ochenta (Bravo 1988, fig. 2; reproducido en figura 45). En ellos, destaca una presencia casi exclusiva de ánforas púnicas completas en la Bahía de Benzú, así como restos fragmentarios frente al Castillo de Santa Catalina (Bravo 1988, fig. 2).

Pronto se vería abocado este investigador a realizar estudios monográficos sobre ánforas púnicas, habiendo publicado un ejemplar completo en sus primeros estudios (Bravo y Muñoz 1966-68, lám 12, nº 42). En los primeros trabajos cita la existencia de materiales anfóricos de filiación púnica, clasificando algunas piezas dentro del grupo de las Mañá C, y otras, por el contrario, restan in determinadas (Bravo y Bravo 1972, 53-55, fig. 5 y 4 respectivamente). Dedicaría J. Bravo a mediados de los años setenta un estudio monográfico sobre ánforas púnicas (Bravo 1975), que se sumaba a los pioneros de J.M. Mañá, a los de R. Pascual y a los por entonces realizados por M. Ponsich en los conocidos talleres de Kouass (Ponsich 1967). En él menciona el autor los hallazgos en 1973 en diversos lugares de la costa, especialmente entre el muelle de pescadores y el poblado de Benzú, incluyendo dos mapas genéricos a gran escala en los cuales se detallan dichos hallazgos (Bravo 1975, fig. 1 y 2). Presenta un conjunto de diecisiete piezas que asocia a la forma Mañá A, de las cuales menciona su similitud con las aparecidas en los talleres de Kouass, así como cinco envases del tipo Mañá C, utilizando la terminología de la época, los cuales reproducimos en la figura 32 (Bravo 1975, 27-33, figs. 4-13). Casi una veintena de años después volvió a reto mar este autor este tema, en compañía de F. Villada, trabajo en el cual realizan inicialmente un balance historiográfico sobre este tipo de hallazgos en Ceuta, retrotrayendo los primeros hallazgos a C. Posac (1958, 1962), las primeras publicaciones con material gráfico a mediados de los sesenta (Bravo y Muñoz 1965), amplia dos años más tarde (Bravo y Bravo 1972) hasta el primer estudio monográfico en 1975, ya citado (Bravo y Villada 1993, 93-94). Estos autores reflejan la difusión de los hallazgos ceutíes en los trabajos de J. Ramón, A. Muñoz, E.A. Fernández Sotelo o M.I. Fernández García, a cuyas páginas remitimos para las consultas específicas (Bravo y Villada 1993, 94)12 . Destacar, de este último trabajo de J. Bravo sobre las ánforas púnicas, una clasificación mu cho más precisa y exhaustiva del material púnico ceutí, comprobando su filiación mayoritaria dentro del grupo de las producciones fenicias occidentales del área gaditana, seguidas por las imitaciones tardías de tipos centro mediterráneos producidas en talleres del Extremo Occidente, aparte de la referencia a un PE-17, de producción púnico ebusitana, identificada por J. Ramón en sus trabajos sobre Ibiza (Bravo y Villada 1993, 94-95).

Figura 32.- Totalidad de las ánforas púnicas de la forma Mañá A y C según J. Bravo publicadas a mediados de los años setenta (1975, figs. 5, 7, 9, 10, 11 12 y 13).

Este “estado de la cuestión” ilustra, a nuestro parecer, que Ceuta sí había entrado de lleno en los canales de difusión inter nacional de estos trabajos. Precisamente por este motivo, los hallazgos de ánforas ceutíes fueron utilizados por J. Ramón en sus conocidos estudios (Ramón 1991), a cuyas páginas remitimos para la ampliación de estos datos. Además, habiendo pasado ya casi una década de la publicación de su conocido trabajo de síntesis sobre las producciones fenicio-púnicas del Mediterráneo central y occidental (Ramón 1995), se consideró muy útil que fuese este investigador quien revisase, a principios del s. XXI, la problemática en cuestión, por lo que remitimos a las páginas de su contribución en este homenaje para las consultas oportunas.

Por nuestra parte, y en relación con este tema, ya dedicamos un trabajo hace algunos años a plantear la total inexistencia de restos de filiación fenicio-púnica en territorio ceutí, valorando los testimonios subacuáticos comentados en este apartado como los únicos referentes de época prerromana disponibles en la actualidad (Bernal 2000). Solamente queremos insistir en una cuestión que a nuestro parecer es fundamental para la correcta valoración de los restos aquí tenidos en consideración, y es la propuesta relacionada con un pecio en la Bahía de la Ba llenera (Bernal 2000, 1140-1144). Desde las primeras publicaciones de mapas de distribución de hallazgos por parte de J. Bravo (1972; reproducido en figura 31), que daba clara la aparición de la práctica totalidad de materiales anfóricos de época púnica en la Bahía de Benzú. Los mapas más detallados publicados en fechas más recientes confirman dichas propuestas, incluso ilustrando el tipo de ánforas recuperadas con ilustraciones reducidas de cada una de las piezas (Bravo 1988, fig. 2), y que reproducimos en la última figura de este trabajo. En este sentido, las últimas síntesis realizadas sobre estos mate riales confirman dichas atribuciones, pues “...las ánforas estudiadas proceden en su totalidad de un limitado espacio situado en la ensenada de Benzú, muy cerca de la actual frontera con Marruecos. Solo tenemos noticias de otros dos ejemplares fragmentarios localizados uno en la bahía norte y otro en el sur. La hipótesis de que todas las ánforas de Benzú puedan corresponder a un único pecio resulta inviable por su diversidad cronológica” (Bravo y Villada 1993, 96). En un anterior trabajo ya citado (Bernal 2000, 1144), comentamos con contundencia cómo este lugar debió ser claramente un fondeadero, si atendemos a la frecuencia de tipos que cronológicamente no pudieron coexistir (por poner un ejemplo claro en el ambiente púnico las T-12.1.1.1. y las T.7.4.3.3.), propuesta además confirmada por la continuidad de hallazgos de época ro mana y cepos de anclas. No obstante, un hecho es indiscutible: buena parte de los ejemplares están completos y, algunos de ellos, remiten a unos tipos que se repiten. Cuando el propio Parker realizó en estudio de los pecios en el mediterráneo, al referirse a esta zona del Estrecho de Gibraltar cita la existencia de un naufragio en la Isla del Perejil y otro en Punta Leona (Parker 1992, 307-307 y 315), correspondiéndose posiblemente el segundo con el que citamos aquí y ahora.

Queremos aportar en este trabajo un documento gráfico que confirma la existencia de dicho pecio, corroborando datos orales detallados de la mano de diversos buceadores, entre ellos el propio J. Bravo (Bernal 2000, 1144, nota 18).

Figura 33.- Detalle de la recuperación de ánforas púnicas en la Bahía de Benzú en los años sesenta (ilustración de J. Bravo), documentándose tanto la subida de una pieza completa como la localización de una pieza aún in situ sobre el fondo marino.

Se trata de una fotografía, cedida por J. Bravo y que refleja la época de los hallazgos en los años sesenta (figura 33). En ella se advierte con total claridad un buceador que sube una de las ánforas recuperadas, de tipología claramente púnica y correspondiente posible mente con una de las piezas publicadas por este autor del tipo Ramón T-12.1.1.1, documentándose en el fondo otro envase púnico de similares características pero con el cuello más estilizado que está aún clavado en la arena, y del cual se aprecia su tercio superior (figura 33). Posiblemente en el lecho marino, que a pesar de la escasa nitidez de la imagen se aprecia muy irregular con abultamientos, existiesen otros ejemplares de similares características. Este testimonio gráfico –que ya forma parte del patrimonio documental arqueológico de la Ciudad de Ceuta-, confirma la existencia de al menos un pecio en la zona de la Bahía de Benzú cargado con ánforas púnicas, por cuya tipología debemos fechar entre el s. IV y el III a. C.13 . Desgraciadamente este pecio debe encontrarse en un estado de expolio muy considerable, si tenemos en cuenta la cantidad de ánforas completas conservadas en el Museo Municipal y las conocidas indirecta mente en colecciones particulares, que ascienden a bastantes ejemplares. Desde nuestro punto de vista sería interesante realizar un trabajo de actualización de esta cuestión, procediendo tanto a redibujar todas las ánforas púnicas como a avanzar en la atribución macroscópica de los envases en función de las pastas, lo cual permitiría, entre otras cosas, confirmar la procedencia de este cargamento de salazones de pescado naufragado en aguas de Benzú, con toda probabilidad gaditano. Asimismo, se podría completar el mismo con los hallazgos de la última década aún inéditos, conservados tanto en el C.N. C.A.S como en el Museo Municipal. Podría ultimarse este trabajo con una prospección oral para tratar de documentar algunas de las ánforas conservadas en colecciones privadas de la ciudad, e incluso realizar una búsqueda de material gráfico entre los buceadores deportivos para la obtención de más datos al respecto.

La segunda cuestión que mencionábamos era la de aquellos estudios de Bravo en relación con los hallazgos de ánforas de época romana. El propio J. Bravo comenta cómo se produjeron estas primeras recuperaciones, pues “...durante el afanoso buscar, se descubrieron fragmentos de ánforas en número no pequeño. Animados por este éxito inicial se emprendieron excursiones dedicadas a la búsqueda de pecios...” (Bravo y Muñoz 1965, 6-7). Estos autores publicaron numerosos fragmentos anfóricos a mediados de los años sesenta, las cuales constituyen buena muestra del registro anfórico subacuático existente en el litoral ceutí, y por tanto de las épocas de mayor frecuentación de las costas de Ceuta durante la Antigüedad. Destacar de sus primeros trabajos la atribución precisa de algunas formas, caso de las Dr. 1 (Bravo y Muñoz 1965, 7, fig. 3), al tiempo que daban a conocer otros ejemplares de atribución más compleja por entonces y que hoy, casi cuarenta años después, es posible clasificar con pre cisión. En las ilustraciones adjuntas recogemos un muestrario de los dibujos presentados por este autor. Por un lado la documentación de cuatro ánforas vinarias itálicas del tipo Dr. 1, una pieza parcialmente reconstruida de la forma Haltern 70, así como dos envases fragmentarios de fondo plano vinculados al complejo mundo de las ánforas gálicas del tipo G. 4 (Laubenheimer 1985), todos ellos ilustrados siguiendo la norma aún vigente, a excepción de la sección de las asas (figura 34). Junto a ellas, publicó este autor una amplia variedad de ánforas salsarias altoimperiales de tipología bética, destacando ante todo las Dr. 7/11 y las Beltrán II A, como se puede apreciar en la figura 35. Son más los ejemplares recuperados en estas fechas, algunos de ellos incluidos en fotografías, concretamente un cuello de una Ramón T-7 y algunas Dr 7/11 y Haltern 70 en estado fragmentario (Bravo y Muñoz 1965, fig. 31, 32 y 34). Pocos años más tarde se publicaron nuevos ejemplares volviendo además a reproducir algunos de los anteriormente mencionados, caso de las cuatro Dr. 1, la Haltern 70, las dos parejas de Beltrán II A y Dr 7/ 11 y un cuello de Ramón T.7 –antigua Mañá C- (Bravo y Muñoz 1966-68, nº 30 y 36 a 40).

Figura 34.- Ánforas del tipo Dr. 1 (nº 1-4), Haltern 70 (nº 5) y vina rias de época medio imperial afines a la Gauloise 4 (nº 6-7) dadas a conocer a mediados de los años sesenta (Bravo y Muñoz 1965, 18-19, figs. 2 a 4).

Figura 35.- Ánforas salsarias de producción bética y de cronología altoimperial, tanto del tipo Dr. 7/11 (nº 1-2) como Beltrán II A (nº 3 4); la última publicada con posterioridad (en Bravo y Bravo 1972, 65, fig. 16), así como una probable Haltern 70 vinaria (nº 5), publicadas por J. Bravo y R. Muñoz (1965, 21, 37 y 41, figs. 6-7, 29-31 y 37).

Entre los nuevos citar algunas Dr. 20 fragmentarias, restos de algunas bocas de Beltrán II A, algún ejemplar republicano –posiblemente Dr. 1 también- y otros tipos béticos salsarios y otra posible Haltern 70 (Bravo y Muñoz 1966-68, nº 31 y 33, 37 infra, 34, 43, 32 y 35). En fechas posteriores J. Bravo e hijo publicaron otros fragmentos, algunos ya previamente ilustrados, como el caso de una Beltrán IIA (Bravo y Bravo 1972, 65, fig. 16), y otros no, como sucede con dos Dr. 7/11 el tercio superior de una Dr. 20 antigua y una Dr. 1 C completa (Bravo y Bravo 1972, figs. 17 a 20 respectivamente). Estos autores también han publicado el fondo de un ánfora con pez en su interior (Bravo y Bravo 1972, 67, fig. 21), problemática tratada recientemente en Ceuta teniendo en cuenta otros ejemplares ceutíes (Bernal y Petit 1996 y 1999).

En dichas fechas, los estudios sobre la romanidad de Septem fueron siendo ampliados de la mano de C. Posac Mon (Posac 1962), hecho que probablemente indujese a Bravo a profundizar en otras cuestiones, que se pueden apreciar en su trayectoria científica, reparto de competencias que es habitual en lugares pequeños como era el caso de la Perla del Mediterráneo. Por ello, y por la aparición de otros investigadores en escena que también dedicaron parte de sus esfuerzos al mundo de la romanidad, como es el caso de E.A. Fernández Sotelo, pensamos que J. Bravo no continuó en la senda del estudio de las ánforas romanas como lo había hecho con los envases de filiación púnica. No obstante, la semilla estaba plantada, y germinó de la mano de otros investigadores. Baste citar los ya mencionados trabajos de M.I. Fernández García (1983 y 1985), y muy especialmente su contribución al ya clásico congreso de Badalona sobre El vía l’antiguitat (Fernández García 1987), desgraciadamente con una clasificación no apoyada en aparato gráfico y, por ello, poco fiable. La continuidad de recuperaciones de ánforas y la creciente importancia cuantitativa y cualitativa del anforario de la Sala Municipal de Arqueología, posterior Museo Municipal, propició nuevos estudios, como ilustran los dedicados a mediados de los años noventa a las ánforas altoimperiales de salazón (Martínez Maganto y García Giménez 1997) o el centrado en las producciones de época tardorromana (Bernal 1997a). Ambos son deudores, como explican los autores mencionados en estas páginas, tanto del aparato gráfico como de los consejos y ayudas proporcionadas por J. Bravo. Por poner otro ejemplo, en la Tesis Doctoral del firmante de este capítulo, el apartado dedicado a Septem Fratres contó con multitud de información inédita proporcionada altruistamente por J. Bravo (Bernal 1997b, 149-160). Estudios de los últimos años sobre la problemática de las producciones anfóricas en el “Círculo del Estrecho” son deudores de sus trabajos. Por poner un ejemplo tangible, hace pocos años se ha podido demostrar el abastecimiento de las factorías de Ceuta con envases procedentes de la Bahía de Cádiz, aspecto éste nada sorpresivo si tenemos en cuenta los intereses de las societates a ambos lados del Estrecho (Bernal y Pérez 2000). Dicha propuesta cuenta con una confirmación en la tipología anfórica de los envases ro manos recuperados en aguas ceutíes, todos ellos de “tipología gaditana”. Otros investigadores, por el contrario, no utilizan la información gráfica aportada por J. Bravo al realizar balances generales de la zona (Villaverde 2001, 535-552), la cual es, observada con una pupila avezada del s. XXI, más que reveladora de las tendencias económicas y del trafico comercial acontecido en aguas del Estrecho entre época tardorrepublicana y la Antigüedad Tardía.

En síntesis, podemos decir que las aportaciones de Bravo al conocimiento de la economía marítima y al tráfico comercial en la Antigüedad Clásica fueron más veladas que explícitas. Este investigador publicó materiales de época republicana y altoimperial, que denotaban un activo comercio en tales momentos. Sería cuestión de los trabajos de los últimos años avanzar en la atribución tardorromana de algunas formas, cuya seriación era complicadísima por entonces

Figura 36.- Dibujo y fotografía de una Beltrán II A completa aparecida durante la demolición del Parque de Artillería (Bravo y Bravo 1972, 64, fig. 15), cuya imagen había sido publicada tanto con anterioridad (Bravo 1968, 30, fig. 4) como con posterioridad (Bernal y Pérez 1999, 59).

(recordemos la fecha de publicación de la Tesis de S. Keay en los B.A.R. en 1984.) Actualmente contamos con un probable pecio cargado con salazones sudhispánicas o septenses de época tardorromana, envasados en ánforas del tipo Keay XIX, también en aguas de la Ballenera (Bernal 1996; Bernal et alii 1996), y un cargamento con Haltern 70 béticas hundido posiblemente en la misma zona en época tardorepublicana14. En este caso, por tanto, la labor embrionaria realizada por Bravo en los años sesenta y setenta puede considerarse en buen estado de salud y con perspectivas de trabajo a corto y medio plazo.

3.3. Arqueología Submarina versus Arqueología Terrestre

A mediados de los años sesenta, y con motivo de la publicación de su ya citado libro Arqueología submarina de Ceuta, y el hallazgo de algunas ánforas romanas en la dársena del puerto ceutí atribuidas al comercio del “garum hispanii”, este autor planteaba que “...suponiéndose, por tanto, que también se produciría en Ceuta dicho adobo, producto de las factorías conserveras de entonces, antecesoras de las actuales” (Bravo y Muñoz 1965, 7). Esta “intuición” sería luego confirmada por los hallazgos acontecidos años después con motivo de la construcción del Parque de Artillería en Ceuta y de las recuperaciones realizadas por C. Posac, algunas de las cuales da a conocer J. Bravo desde fechas muy tempranas (Bravo 1968)15. Nos interesa destacar de este trabajo publicado en la re vista CRIS en 1968 cómo se interconectan los hallazgos subacuáticos con los acontecidos en tierra firme. Bravo alude al hallazgo de ánforas completas en la factoría recientemente descubierta, como la que ilustramos en la figura 36 correspondiente a la forma Beltrán II A, del “mismo tipo” –palabras textuales- que las documentadas en tierra (Bravo 1968, 30).

Este ejemplo es un referente claro del carácter pionero de sus investigaciones en la línea de referenciar los hallazgos subacuáticos con la realidad terrestre de la zona objeto de estudio, dinámica que hasta bien entrados los años ochenta no constituía, en España, la tónica más frecuente (Blánquez y Martínez Maganto 1993). Una vez más Ceuta –de la mano de Bravo-, se convertía, tácitamente, en ejemplo pionero en la interconexión de los arqueólogos de mar y tierra firme.

Otros ejemplos de esta tendencia se encuentran en muchos de sus trabajos, pues desde el principio práctica mente, se advertía una necesidad de relacionar los restos subacuáticos con los procedentes de tierra firme. En este contexto debemos situar en primer lugar sus mapas de distribución de anclas y ánforas, en los cuales aparece siempre reflejada la existencia de restos arqueológicos en tierra. Así se deriva del dedicado a las ánforas púnicas,

que reproducimos en la figura 31, en el cual se recogen las “monedas” aparecidas en la Alameda Colón (Bravo y Bravo 1972, 52, fig. 3), así como el hallazgo del sarcófago romano y de ánforas completas y restos de las mismas en las inmediaciones de la catedral en el caso del dedica do al poblamiento romano, que presentamos en la figura 37 (Bravo y Bravo 1972, 61, fig. 11). También resulta tangible este modus vivendi en la mención y en la reconstrucción del conocido acueducto de “Arcos Quebrados”, en la zona de El Tarajal, hasta el momento la única publicada (figura 38), al analizar el poblamiento romano en la ciudad de Ceuta (Bravo y Bravo 1972, 63, fig. 13).

Figura 37.- Yacimientos arqueológicos en tierra firme y en las aguas de Ceuta que confirman la densidad del poblamiento romano en el subsuelo ceutí (Bravo y Bravo 1972, 61, fig. 11).

3.4. La “arqueología de los galeones” y los hallazgos de época moderna

Los estudios de arqueología subacuática entendidos en clave diacrónica forman hoy en día parte consustancial de los trabajos de arqueólogos en todo el mundo, como se puede comprobar en las páginas de International Journal of Nautical Archaeology, en cuyos números de los últimos años figuran mayoritariamente trabajos de los ss. XVI, XVII o XVIII ( www.apnet.com/ijna).

Ceuta, una vez más, fue pionera en este sentido, pues tenemos constancia del interés por esta parte más reciente de nuestra disciplina desde al menos 1970, fecha en la cual datan las primeras recuperaciones de cañones en el entorno de Santa Catalina, como testimonian los artículos de prensa que recogemos en la figura 39.

No obstante, la publicación de materiales de época moderna se remonta a mediados de los años sesenta, época en la cual la seriación cronológica de los mismos y su clasificación tipológica aún era compleja (Bravo y Muñoz 1965, 20 y 41, figs. 5 y 37). Debemos citar, en este contexto, diversos materiales muebles recuperados en aguas ceutíes, entre los cuales destaca un bacín, un mortero pétreo y otros elementos de vajilla de mesa, algunos de ellos

Figura 38.- Reconstrucción del acueducto de “Arcos Quebrados”, posiblemente de época romana (Bravo y Bravo 1972, 63, fig. 13).

posiblemente de época medieval (figura 40), si bien es difícil realizar una diagnosis más precisa ante la ausencia de referencias más detalladas de cada una de las piezas. Precisamente uno de los intereses más claros de J. Bravo en la década de los ochenta fue sacar adelante el estudio del pecio de época moderna naufragado a finales del s. XVII en los Isleos de Santa Catalina, tarea investigadora a la cual tanto él como J. Bravo Soto dedicaron sus últimos trabajos de investigación (Bravo y Soto 1988, 1989, 1990 y 1998). Los restos arqueológicos aparecidos durante la década de los setenta indicaban, sin lugar a dudas, la existencia de un naufragio de época moderna en las aguas cercanas al islote de Santa Catalina, según se desprendía de la presencia de cañones de hierro, los primeros de los cuales fueron sacados a tierra en agosto de 1970 (figura 41). Con motivo de dichas recuperaciones, y ante la ausencia en Ceuta de medios especializados para dicha tarea, fue necesaria la construcción de una balsa de madera en cuya parte baja se lastraron los pesados cañones (Bravo y Bravo 1988, 51). Se continuaron sucediendo las recuperaciones en esta zona, por lo que las posibilidades de que hubiese uno o varios barcos hundidos en la misma fueron cobrando cada vez más solidez, siendo uno de los testimonios más significativos un cañón broncíneo completo (figura 42).

Estos hallazgos tan significativos llevaron a estos investigadores a plantearse la necesidad de acometer un estudio monográfico del particular, cuyos primeros resultados comenzaron a vez la luz a finales de los años ochenta (Bravo y Bravo 1988). Se confirmaba la relación de los testimonios hallados con parte de la flota francesa capitaneada por el conde Victor Marie d’Estrées, almirante francés en época de Luis XIV, la cual naufragó parcialmente a finales del s. XVII en nuestras costas en su periplo entre Toulon y Brest, con el objetivo de invadir Inglaterra para devolver la corona a Jacobo II (Bravo y Bravo 1988, 50). Fueron dos los navíos naufragados, de tercer rango, el L’Assuré y Le Sage, parte de cuyo armamento ya fue recuperado en 1694 por buzos, según se recoge en las cartas entre el Marqués de Valparaíso y el Almirante de Castilla conservadas en el Archivo Histórico Nacional. Desgraciadamente, como comentan estos autores, entre el hallazgo por parte de varios pescadores del pecio en 1962 y las primeras recuperaciones de cañones en 1970 (figura 43), parte de los mismos fueron expoliados y vendidos, algunos de ellos al Museo de la Marina de Francia.

Figura 39.- Primeras recuperaciones de cañones en aguas de Ceuta, según dos artículos de El Faro de Ceuta de 1970 (1 de agosto, p. 12 y 13 de agosto, p. 17 respectivamente), extraídos del Anexo II de la Carta Arqueológica Terrestre del Término Municipal de Ceuta.

Entre los años 1983 y 1986 estos buceadores realizaron una planimetría a escala de la disposición de los restos del pecio (figura 44), procediendo a la recuperación de materiales procedentes de la vajilla de a bordo así como proyectiles y otros enseres metálicos que formaban parte de los elementos del barco, entre ellos un ancla de grandes dimensiones que durante años estuvo depositada en la Sala de Arqueología, en los Jardines de la Re pública Argentina. En 1989 el Ayuntamiento de Ceuta publicó una monografía titulada La flota que no llegó a su destino. Naufragio de dos navíos franceses en Ceuta, 1692 (Bravo y Bravo 1989), cuyo resumen fue también publicado, en francés y castellano, en los Cahiers d’Archéologie Subaquatique (Bravo y Bravo 1990), que recoge todos los pormenores de este interesantísimo estudio y por el momento totalmente pionero en la zona del Estrecho de Gibraltar, a cuyas páginas remitimos para ampliar los datos al respecto. Únicamente insistir en cómo este constituye un ejemplo modélico de arqueología moderna, en la cual los restos materiales son contextualizados históricamente con la documentación existente, en este caso magistralmente recopilada16.

4. A modo de síntesis. La Arqueología subacuática en Ceuta: pasado y ¿presente? 

Resumir, en pocas palabras, las contribuciones cien tíficas de J. Bravo a lo largo de más de cuarenta años es una tarea compleja. De los tres frentes científicos abordados por este investigador (anclas, ánforas y pecios modernos), debemos destacar que hay una línea que despunta sobre todas las demás, cual es la relacionada con las anclas y los elementos de fondeo. Y destaca la misma tanto por ser la primera a la cual él se dedicó como por la cantidad de tinta dedicada a la misma. El desarrollo de la arqueología experimental en Ceuta y el conocimiento de esta ciudad en ámbito nacional e internacional vino de la mano de estos trabajos. Por todo ello, consideramos que es éste el punto fuerte de su trayectoria científica y en esta línea deben ser valoradas sus aportaciones científicas.

Figura 40.- Materiales cerámicos de época moderna publicados en los años sesenta por J. Bravo, tanto un bacín y elementos de vajilla de mesa (nº 1-4) como un mortero pétreo (nº 5), posiblemente marmóreo (Bravo y Muñoz 1965, 20 y 41, figs. 5 y 37).

Figura 41.- Dos detalles del proceso de recuperación de uno de los cañones de hierro del pecio de Santa Catalina en 1970.

arqueología experimental en Ceuta y el conocimiento de esta ciudad en ámbito nacional e internacional vino de la mano de estos trabajos. Por todo ello, consideramos que es éste el punto fuerte de su trayectoria científica y en esta línea deben ser valoradas sus aportaciones científicas.

En relación con las ánforas de transporte, valorar cómo el trasiego continuado con este tipo de testimonios arqueológicos fruto de sus inmersiones le llevó a investigar sobre los orígenes, procedencia y cronología de la mayor parte de estos envases, especialmente de los de época púnica a los que dedicó algunos trabajos específicos. La publicación de ánforas romanas también fue constante en buena parte de sus estudios sobre la antigüedad más remota de Ceuta. Pensamos que lo más importante de esta segunda línea de estudios fue crear un anforario en la Sala Municipal de Arqueología, posterior Museo Municipal, el cual se convirtió en cita obligada para todos los estudiosos sobre la Historia Económica de la Antigüedad en el “Círculo del Estrecho”. Prueba tangible de este fenómeno han sido tanto los trabajos de J. Ramón sobre las ánforas púnicas, como los realizados por M. I. Fernández García, J.M.Pérez Rivera, J. Martínez Maganto o el firmante en fechas posteriores. Es la segunda vez en este trabajo que parafraseamos a Ortega, pero efectivamente es cierto que “crear escuela” es un concepto polifacetado.

Figura 42.- Detalle del cañón de bronce depositado en el Muelle España, recuperado en 1970, posiblemente construido en la fundición de Toulón.

Figura 43.- Izado de un cañón y de un ancla de tipo almirantazgo en 1970, procedentes del pecio de Santa Catalina.

Figura 44.- Plano con la localización del pecio y la distribución de los hallazgos en la campaña de 1984 (Bravo y Bravo 1989, 29).

A Bravo le debemos muchos, entre ellos yo mismo, al haber orientado mi Tesis Doctoral en el estudio de las ánforas tardorromanas como elemento de aproximación a la dinámica comercial en la Antigüedad (Bernal 1997 b), que buena parte de nuestras horas hayan sido y continúen siendo consumidas en analizar las ánforas de transporte. Creo que es de justicia reconocer este aspecto que, por lo que tengo constancia, no había sido subrayado por otros colegas en trabajos anteriores.

El tercer aspecto importante, los pecios de época moderna, sigue siendo pionero en Ceuta y en todo el ámbito del Estrecho de Gibraltar, pues aún no ha sido realizada una recuperación de similares características como la realizada en el caso de L’Assuré y Le Sage, multiplica da exponencialmente por un contundente estudio histórico que sitúa a estos trabajos en la línea más moderna de análisis.

J. Bravo continuamente entona ante los colegas el “mea culpa” de haber realizado con pocos medios sus trabajos y además en una época en la cual reinada el autodidacta, en Ceuta y en el resto de España, por lo que se han perdido muchos datos –según sus propias palabras- que hubiesen sido mucho más amplios de haber utilizado otra metodología de trabajo. Creemos que esta postura suya muestra el talante más moderno de un investigador que continuamente anhela, con esa ansia sciendi, superarse a si mismo en lo referente al intelecto y, por supuesto, a lo metodológico. Ojalá en otros ámbitos del saber cercanos –geográfica y temáticamente- contásemos con tanta información como la producida por Bravo y su equipo de buceadores del Club Náutico C.A.S.

El segundo aspecto que consideramos fundamental es destacar el interés ab origine por acometer una di fusión de sus trabajos en diversos entornos. En el estrictamente científico y especializado, a través de sus libros y artículos en revistas de investigación. Entre el público no especializado, mediante conferencias, exposiciones y audiovisuales, que han recorrido las instituciones públicas ceutíes durante años. Y por supuesto, en ámbito museográfico, pues si una característica han tenido todos los museos arqueológicos ceutíes ha sido precisamente la omnipresencia de la arqueología subacuática. En la Sala Municipal de Arqueología tanto en la propia exposición como en el recorrido por las galerías subterráneas de la poliorcética moderna. Y en el Museo del Rebellín ya dignificada con una sala monográfica al efecto. También hay que sentirse satisfechos por una cuestión de difusión que pensamos ha incluido a un amplio espectro de la sociedad caballa, por lo que se han generalizado estos conocimientos y, sobre todo se han preservado para el futuro, el cual será, sin duda alguna, deudor de los trabajos de estos pioneros investigadores subacuáticos.

El tercer elemento necesario en esta valoración es la protección del patrimonio subacuático, sin la cual el binomio investigación y difusión carecen de ya solidez propia de una sociedad que reside amparada por un Estado de Derecho a todos los efectos. Destacar que J. Bravo ha planteado en numerosas ocasiones la necesidad de proteger el patrimonio subacuático, para lo cual era necesario contar con un instrumento básico de protección, la Carta Arqueológica del litoral ceutí. Citando literalmente sus trabajos, al realizar el estudio y la representación cartográfica de los resultados de sus investigaciones, planteaba que dicho esfuerzo “...nos ha llevado a realizar la carta arqueológica del litoral ceutí...”, que es la que reproducimos en la figura 45 (Bravo 1988, fig. 2). Con acierto, la Consejería de Cultura de la Ciudad Autónoma de Ceuta encargó durante el año 2000 la realización de di cho documento, el cual permitiría completar la Carta Arqueológica Terrestre, coordinada por un equipo científico de la Universidad de Cádiz. Pensamos que es imprescindible a corto plazo acometer medidas de protección sobre nuestro rico patrimonio arqueológico submarino, pues algunos pecios, como es el caso del púnico en la Bahía de Benzú, ha sido casi totalmente expoliado por buceadores clandestinos. En las páginas de la Carta Arqueológica Terrestre (puntos 2.1 y 2.2) ya se detallan algunos de los yacimientos subacuáticos más significativos, guiados de la mano de los trabajos de Bravo. Esperamos que pronto –aunque a todas luces ya tarde-, se arbitren las medidas de protección convenientes para paliar una hemorragia que tanto ha hecho sangrar a nuestro acervo cultural local.

De las investigaciones realizadas por J. Bravo se deduce asimismo cómo durante finales del s. XVII, en 1694, se produjo la recuperación de una parte de la artillería de estos barcos, concretamente sesenta y dos cañones (Bravo y Bravo 1998, 311). Este sí constituye, a todas luces, el inicio de la arqueología subacuática en aguas ceutíes. J. Bravo, posiblemente de manera intuitiva y no premeditada, rescató la memoria de sus propios antecesores reiniciando en la ciudad en los años sesenta una línea de investigación arqueológica que mantuvo a Ceuta en la punta de la lanza a escala nacional durante casi una treintena de años (1960-1990). Desgraciadamente, su labor no ha tenido continuidad, como sí ha acontecido en tierra firme con la semilla plantada por C. Posac en su momento y desarrollada después por E. A. Fernández Sotelo. Esta es, a nuestro juicio, la asignatura pendiente de los órganos que tutelan en la actualidad en Patrimonio histórico-arqueológico ceutí. Rescatar de la memoria la arqueología subacuática, una disciplina que prácticamente ha desaparecido de la práctica arqueológica cotidiana. Algunos controles de dragado realizados en los años noventa (Muelle Alfau, Muelle España y Playa de Benítez) constituyen los únicos referentes de actuaciones arqueológicas subacuáticas, los cuales no han sido ejecutados

Figura 45.- Carta arqueológica del litoral ceutí según J. Bravo (1988, fig. 2)

de la mano de intereses científicos, sino de la necesidad de proteger un patrimonio no emergente ante la realización de infraestructuras portuarias que conllevan movimiento del subsuelo. El cómo será labor del futuro, pero crear un Beca de Investigación –por que no Beca J. Bravo- o financiar un Proyecto de Investigación con esta orientación temática serían dos de las salidas más viables. Sirva este “aviso para navegantes”, utilizando la jerga marinera, para rematar un trabajo que pensamos coloca en su justo lugar a un investigador, Bravo, y a una parte de nuestra disciplina, la subacuática, que lo merecían. A ambos, seguro que el futuro les rendirá un tributo a su memoria más profundo que el que recogen estas páginas, cual es el recuerdo. El Instituto de Estudios Ceutíes, al menos, ha plasmado en letra impresa un sentimiento cotidiano que ya está escrito en tinta, como se hace en Arqueología, en Historia Antigua y por extensión en el mundo de las Humanidades o “Las Letras”.

1 Este trabajo se ilustra únicamente con una decena de dichos artículos, concretamente los más significativos entre los editados de 1958 a finales de los años setenta, aparato documental que permite completar los comentarios contenidos en estas páginas.

2 Esta numeración es la que utilizamos en el texto para referirnos a cada uno de los artículos, para conseguir, de esta manera, una redacción más ágil y amena.

3 Por la información consultada este hecho ha pasado desapercibido a la investigación arqueológica, por lo que será necesario en el futuro rastrear la existencia de dichas piezas en la Ciudad Autónoma de Melilla y confirmar su procedencia ceutí. En los últimos trabajos publicados sobre materiales anfóricos procedentes de Rusaddir no se mencionan dichos datos (Villaverde 2001, 535-552), por lo que es probable que algunas ánforas de las incluidas en dicho estudio o en cualquier caso las aún inéditas conservadas en instituciones melillenses se correspondan con las donaciones ceutíes ya mencionadas.

4 Una de las imágenes más cotidianas de aquellos años era la visita a las galerías subterráneas de época moderna, a las cuales había acceso desde la Sala de Arqueología, en las que se podían contemplar decenas de ejemplares de ánforas púnicas y romanas, así como elementos de anclas que, en la visión más romántica de nuestra disciplina, amenizaban la visita del lugar.

5 Pueden consultarse ideas similares en los trabajos de J. Blánquez, M. Martín Bueno o J. Ramón en las páginas de esta misma monografía.

6 Este investigador estuvo físicamente en Ceuta en los años sesenta, invitado por J. Bravo para contrastar in situ sus trabajos y reproducciones, las cuales utilizaría luego en sus investigaciones.

7 Al referirnos al trabajo titulado “Vestigios del pasado de Ceuta”, las citas reconducen a la paginación de la reedición del trabajo en 1984, que es la que hemos consultado, si bien no debemos olvidar que las indicaciones realizadas son referidas a 1972, fecha de la publicación de dicho artículo.

8 El primer ejemplar y los nº 7 y 8 se encontraban depositados en el C.A.S., y los demás en la Sala Municipal de Arqueología (Bravo 1976 a, 6-16).

9 Este autor propone una filiación griega para esta pieza en dicho trabajo, propuesta que deriva de otros anteriores (Bravo y Bravo 1972, 57).

10 Agradecemos a J. Bravo habernos facilitado estas ilustraciones inéditas, así como su generosidad por dar a conocer en ámbito científico esta pieza que, a pesar de ser conocida en ámbito local desde hace años, no había sido aún publicada. Pertenece a una colección particular, limitándose el ejemplar conservado en el Museo de Ceuta a una réplica realizada a molde por este investigador hace pocos años.

11 Sugerimos la atenta lectura del artículo periodístico reflejado en la figura 30 para documentar el carácter pionero de la arqueología ceutí a finales de los cincuenta, de la mano del Sr. Posac, Delegado Local de Excavaciones Arqueológicas.

12 Se incluye al final de este trabajo un estudio arqueométrico realizado por F. Huertas, destinado a la caracterización de las pastas de estos ejemplares (pp. 84-104), si bien no se llega a ninguna conclusión contundente, ante la imposibilidad de contar con registros de comparación de contextos similares. Además, debemos tener en cuenta el inevitable enriquecimiento de sales y la alteración de algunos de los componentes de la pasta debido a la procedencia subacuática de todos estos ejemplares.

13 Remitimos a las precisiones cronológicas sobre estos tipos planteadas por J. Ramón en este trabajo, derivadas de los hallazgos de los últimos años.

14 Este último trabajo, aún inédito, constituye la memoria de la Beca de Investigación del I.E.C. realizada por el firmante en torno al “Análisis arqueológico de los restos del cargamento de un pecio romano de vino. Contribución al conocimiento de las relaciones comerciales entre Baetica y Tingitana”, realizado durante el año 2000.

15 En uno de los últimos trabajos de J. Bravo, realizado con otros colegas con motivo del II Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, se presenta un estado de la cuestión sobre los primeros hallazgos de estructuras de cetariae vinculadas con la producción de salazón en la Antigüedad, a cuyas páginas remitimos para ampliar esta problemática (Bravo et alii 1995, 439-442).

16 Los comentarios realizados al respecto por C. León en las páginas de esta monografía son contundentes. En una línea similar se sitúa C. Posac en el trabajo con el cual tributa homenaje a este investigador con motivo de su Homenaje.

Notas

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