La goleta que no llegó a su destino
C. Posac Mon
Instituto de Estudios Ceutíes
El 21 de marzo de 1692 zarpó del puerto de Tolón una flota de 16 navíos mandada por el Almirante Victor Marie d’Estrées que puso rumbo al Sur, camino del Atlántico. Tenía órdenes de incorporarse en el puerto de Brest a la expedición que por orden de Luis XIV se preparaba para un desembarco en Inglaterra con el fin de derrocar a la dinastía allí reinante y poner en su lugar a los Estuardo.
Al llegar el 18 de abril a la embocadura oriental del Estrecho de Gibraltar, aquella escuadra tuvo que enfrentarse con un violentísimo temporal y dos de sus barcos, el “Assuré” y el “Sage” naufragaron en las costas de Ceuta, frente a la península de la Almina. Los restantes navíos tuvieron que retroceder y no pudieron incorporarse a la proyectada expedición que, por cierto, tuvo un final desastroso para los franceses en la batalla naval de la Hougue, librada el 29 de mayo. Un mar embravecido había impedido que la flota de d’Estrées llegara a su destino. De este episodio histórico ofrece valiosa información un libro escrito por Juan Bravo y su hijo, Juan Antonio1.
Pasados muchos años, en marzo de 1807 la goleta inglesa “Crafty” arribó al puerto de Gibraltar, procedente del Mediterráneo oriental. Zarpó poco después con rumbo a Inglaterra pero tampoco pudo llegar a su destino aunque en esta ocasión no fue debido a turbulencias meteorológicas, sino por una contingencia bélica.
En aquel tiempo España, aliada con Francia estaba en guerra contra Inglaterra. Reinaba Carlos IV pero había dejado prácticamente las riendas del Estado en manos de un favorito, Manuel Godoy, que ostentaba el pomposo título de Príncipe de la Paz.
A comienzos del año 1807, mientras Napoleón se batía victoriosamente contra los prusianos y los rusos, fuerzas navales inglesas se movían por el Mediterráneo oriental amenazando las costas turcas. En febrero, una flota británica forzó el paso del estrecho de los Dardanelos y se presentó amenazadora frente a Constantinopla. En calidad de Embajador de Francia se encontraba en esta ciudad el General Horacio Sebastiani que se encargó de su defensa, con tanto acierto, que obligó a los ingleses a retirarse.
De estas operaciones tuvo noticia el Cónsul de España en Tánger, Antonio González Salmón, quien en carta del 11 de abril la transmitió a su Gobierno, contando que una división naval inglesa mandada por el Almirante Sydney Smith había pasado más allá de los Dardanelos siguiendo instrucciones del Almirante Lewis, y no se sabía el resultado de su empresa2.
En el periódico local “Gibraltar Chronicle” del 14 de marzo, en la sección dedicada al movimiento de buques en el puerto durante el período que iba del 6 al 13, daba cuenta de la arribada del schooner “Crafty”, mandado por el Teniente de navío Richard Spencer, tras un viaje de 35 días desde los Dardanelos, con cartas del Almirante Thomas Lewis para Lord Collingwood, sucesor de Horacio Nelson en el mando de la Royal Navy. En ese mismo periódico, el sábado 21 de marzo se comunicaba su captura por 3 corsarios españoles el 9 del mismo mes, después de un combate que duró menos de un cuarto de hora. En tan breve espacio de tiempo no fue posible tirar al mar la correspondencia oficial que portaba. En la pelea tuvo 3 muertos y 14 heridos, contándose entre éstos su Comandante. Las bajas españolas fueron de 4 muertos y 9 heridos. Un Capitán corsario pereció en la lid y un Oficial resultó herido. Terminaba la información diciendo que el navío inglés fue considerado como buena presa y se anunciaba su subasta en Algeciras para el 7 de abril.
La versión española de la captura de la “Crafty” la encontramos en diversos documentos conservados en el Archivo General de Marina “Don Álvaro de Bazán”, que sirven de fuente informativa fundamental del presente artículo3 . Consta en ellos que a las 9 de la mañana del 9 de marzo, 3 navíos corsarios de Algeciras, el “Gibraltar”, el “Hurón” y el “Águila” avistaron la goleta británica “Crafty” que, esperando un viento favorable para pasar al Atlántico, había echado el ancla cerca de la costa africana del Estrecho. Estaba al mando del Teniente de Navío Richard Spencer y contaba con una tripulación de 50 hombres. Su armamento consistía en 10 carronadas del calibre 12 y 2 cañones del 4. Tenía como misión conducir a Inglaterra importante correspondencia oficial remitida por los Estados Mayores de las unidades de la Royal Navy que operaban en el Mediterráneo Oriental.
Al ver que se le acercaban los 3 barcos españoles, la goleta picó el cable de su ancla y trató de escapar, pero su intento fue inútil y se trabó un duelo de artillería hasta que, finalmente, los corsarios tomaron al abordaje el navío enemigo. En la pelea, que duró aproximadamente media hora, los atacantes tuvieron 5 muertos y 8 heridos, contándose entre los primeros al Capitán del “Hurón”, Bartolomé Cacoby, alcanzado por una bala cuando se disponía a saltar sobre la cubierta de la “Crafty”. Las bajas contrarias fueron 4 muertos y 7 heridos siendo uno de éstos, con carácter leve, Richard Spencer.
Los corsarios condujeron la goleta apresada a Ceuta y aquí desembarcaron en unos botes a toda su tripulación. Los muertos fueron enterrados, los heridos llevados a un hospital y los demás internados en un cuartel, salvo Spencer que fue albergado en una fonda y tratado más como un huésped distinguido que como un prisionero de guerra.
Desde tiempos inmemoriales las gentes de mar, con cierto espíritu caballeresco, solían mostrar una actitud respetuosa con sus adversarios cuando caían prisioneros y les prestaban alguna ayuda económica durante su cautiverio. Por el lado español citemos, como ejemplo, una Real Orden firmada en Aranjuez por el Príncipe de la Paz y comunicada el 29 de marzo de 1805 a Miguel Cayetano Soler, Secretario del Despacho de la Guerra. Una copia de la misma se conserva en el Archivo Central de Ceuta. De ella recogemos los datos que siguen, referentes a los súbditos británicos capturados en acciones navales y que se aplicaron a los tripulantes de la goleta.
Si se trataba de Oficiales de cualquier rango, percibirían un subsidio de 6 reales diarios. Cantidad que también percibirían los cirujanos, comisarios y capellanes. Además se les permitiría la libre circulación por el recinto de los castillos o ciudadelas en que los internaran en tierra firme, tomando su palabra de honor de que no intentarían escapar.
Los guardiamarinas y cadetes serían socorridos con 3 reales, al igual que los capitanes, primeros pilotos y pasajeros de distinción capturados a bordo de barcos mercantes. La misma cantidad percibirían los mandos de los corsarios que contaran con un mínimo de 14 cañones, siempre que no formaran parte de los escalafones de la Marina Real. Si contaban con menos artillería percibirían igual emolumento que los soldados rasos y simples marineros, cifrado en 9 cuartos diarios y una ración de pan, recluyéndolos en prisiones adecuadas con cama, luz y los utensilios precisos4.
El 16 de marzo zarparon de Ceuta los navíos corsarios con su captura y se presentaron en Algeciras. De ello dio el oportuno comunicado el Comandante interino del apostadero local, el Capitán de Fragata Antonio Vacaro. No tardó en permitirse a todos los marinos británicos que pasaran a Gibraltar.
Poco después, a comienzos de abril se desencadenó un violento temporal en el área gibraltareña del que fue víctima la fragata de guerra portuguesa “Príncipe”. El periódico “Gazeta de Madrid” el 17 del mismo mes daba cuenta de que perecieron en el naufragio 201 tripulantes y sobrevivieron 114, gracias a las medidas tomadas por el Coronel Ramón Orell, Comandante de la línea fronteriza que acudió a la playa acompañado de alguna tropa y trabajó sin descanso en el salvamento.
Orell acogió en su residencia al Comandante de la fragata y con él a un Oficial, un Comisario, un capellán y un guardiamarina. Los 5, despojándose de sus ropas, habían alcanzado la playa a nado y el Coronel les facilitó ropa adecuada. Pasados unos días todos los supervivientes pasaron a Gibraltar y antes de partir quisieron abonar los gastos ocasionados pero no se les exigió el menor dispendio. También contribuyeron en la ayuda a los portugueses el Capitán Pedro Rodríguez del Regimiento de España y el Teniente Manuel Casaus del de Murcia, destacado en el paraje de la Tunara. Todo ello constaba en un escrito firmado en Algeciras el 9 de abril y dirigido a Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, por el General Xavier de Castaños, el futuro vencedor de Bailén que desempeñaba el cargo de Comandante General del Campo de Gibraltar.
Con el retorno de los Oficiales y marinos de la goleta a Gibraltar podía darse por terminado el episodio de su captura pero al recuperar la libertad Spencer envió una carta a Londres dirigida al Almirante Collingwood. En ella denunciaba el trato cruel y los violentos despojos que él y sus hombres sufrieron por parte de sus apresadores.
Contaba que cuando arribaron a Ceuta, antes de embarcar en los botes que los condujeron a tierra, le quisieron quitar las botas, el pantalón y la corbata. Ya le habían arrebatado la casaca y el sombrero. Desnudaron a uno de sus Maestres, dejándolo con la camisa y los calzoncillos y a otro le dieron en la cara con una pica que le atravesó la nariz y casi le privó de un ojo porque no se quitó la chaqueta que le pidieron. Casi todos los marineros fueron desnudados, incluyendo a los heridos graves que continuaron así en el hospital durante varios días hasta que algunos de sus camaradas les dieron unas camisas.
Los asaltantes de la goleta practicaron un despiadado pendolaje5. A él le quitaron diversas prendas y objetos que tenía en su cámara. Daba una larga lista pormenorizada de todo lo sustraído. Incluía en ella gran cantidad de variadas ropas y calzados, 3 relojes, 2 de oro y 1 de plata, También numerosas piezas del servicio de mesa, entre ellas 2 jarritas de plata, una para leche y otra para cerveza, un baúl con 40 libros y 4 pistolas. En dinero, 70 onzas de oro, 140 piastras turcas y monedas sueltas españolas e inglesas. Sus insistentes demandas a las autoridades de Ceuta y de Algeciras para que le devolvieran sus propiedades y el vestuario de los heridos no fue ron atendidas.
Las autoridades navales británicas comunicaron las denuncias de Spencer al Comisario Manuel de la Torre, encargado en Londres de la protección de los prisioneros de guerra españoles en el Reino Unido que las transmitió a Pedro Cevallos, Ministro de Estado y éste, a su vez, las hizo llegar a Manuel Godoy, el omnipotente valido de Carlos IV, en su calidad de Generalísimo Almirante de la Marina Real.
Godoy dispuso que se hicieran las debidas averiguaciones para comprobar si eran ciertas las acusaciones del Oficial británico y dio noticia de ellas al monarca. Según sus palabras “miré como cosa increíble y ajena de españoles pechos la inhumana conducta. Que el Rey ha oído con lastima y enojo la relación de semejante suceso y castigará a los transgresores de los preceptos que dicta la humanidad con el mayor rigor”. No obstante, esa severidad sólo se aplicaría en el caso de que se comprobara la veracidad de las denuncias de Spencer.
Para aclarar lo sucedido se encomendó a Lino Trujillo, Comandante del apostadero de Algeciras, que incoase el oportuno expediente. Este confió la tarea al Capitán de Fragata Antonio Vacaro quien dispuso que el Teniente de Navío José Agustín Lobatón tomara declaración a Capitanes, Escribanos y Contramaestres de los 3 corsarios apresadores, citándolos para el 11 de julio.
Por otra parte, Trujillo solicitó informes de varias autoridades de Ceuta: el Gobernador y su Ayudante de Campo, el Capitán del puerto, el Comisario de Guerra y el Ayudante de Sanidad, así como del Director del Hospital, del Cirujano mayor del mismo y del intérprete oficial de lengua inglesa.
Antes de que se iniciaran los autos judiciales, el 13 de junio, Damián Gavarrón, Capitán del místico “Gibraltar”, alias “El Generalísimo”, había enviado desde Algeciras una carta al jefe naval del departamento de Cádiz, el Almirante Juan Joaquín Moreno.
Este Almirante había nacido en Ceuta en 1735 y era hijo del Mariscal de Campo Francisco Moreno Mondragón. Tenía una brillantísima hoja de servicios. Ingresó en la Armada como Guardiamarina en 1751. En 1760 con el grado de Capitán de Fragata pasó a Cuba y 2 años después fue uno de los defensores del castillo del Morro de La Habana, atacado por los ingleses. En 1772 participó en el asedio de Gibraltar al mando del navío “San Miguel” que arrastrado por un violento temporal embarrancó en el litoral de Peñón y le prendió fuego para evitar que cayera en manos enemigas. En 1793 estuvo en Tolón, luchando contra los revolucionarios franceses. En 1801 fue nombrado Capitán General del Departamento Marítimo de Cádiz y fallecería en esta ciudad en 1812.
Gavarrón decía en su escrito que cuando pensaba que la gloriosa captura de la goleta la valdría elogios, se encontraba con la desagradable novedad de que le habían embargado la cantidad que le correspondía recibir por la denuncia de Spencer de que le quitó ropas y efectos por valor de más de 900 pesos fuertes.
Según declaraba, durante el abordaje no pudo identificar a Spencer como Comandante del navío atacado porque no llevaba uniforme, ni insignias acreditativas de su rango. El se jugó la vida y otros la perdieron y según explicaba “en aquella confusión y concurrencia de corsarios era imposible sujetar los individuos que llenos de ardor y celo peleaban intrépidamente y se consideraban acreedores al pendolage y mas quando tenian a la vista las victimas que ocasionaba el furor de los enemigos poseídos de odio y rencor por habersele interceptado los pliegos y dilatada correspondencia que conducía la goleta para el Gobierno Británico y otras personas”.
El Capitán corsario recordaba la moderación con que él actuó recientemente cuando tomó al abordaje la cañonera inglesa “Ana”, acción en la que resultó herido. De forma totalmente contraria solían actuar los ingleses que desnudaban a los tripulantes de los navíos españoles que cogían, como sucedió con una fragata apresada cerca de La Habana. Otro tanto ocurrió, hacía poco más de un mes, en la captura de un corsario de Algeciras, el “San Francisco Solano”, por el bergantín de guerra ingles “Scot” en la noche del 21 de mayo frente al cabo de Trafalgar. Sus tripulantes fueron despojados de las ropas. Tampoco era ejemplar la conducta de los que desembarcaban con frecuencia en las playas de Barbate y de Zahara, cometiendo toda clase de tropelías contra las gentes ribereñas e, incluso, en una de sus incursiones profanaron una ermita. También fue censurable su conducta cuando en fecha reciente capturaron de forma ilegal la barca “Victoria” que estaba en aguas jurisdiccionales de Marruecos.
Ante las denuncias de Gavarrón, el Almirante Moreno ordenó que se abriera un expediente pero al informarse de la decisión de Godoy de encomendar el pleito a la Comandancia de Marina de Algeciras, transfirió a este organismo la responsabilidad de aclarar lo sucedido en la captura de la goleta.
El 11 de julio, cumpliendo puntualmente las instrucciones dictadas por Vacaro, comenzaron los interrogatorios de los imputados en los supuestos malos tratos sufridos por Spencer y sus hombres. Buena parte de los testimonios que prestaron daban informaciones que ya se han expuesto en párrafos precedentes por lo que nos limitaremos a recoger las que aportaban alguna novedad.
El primero en declarar fue Damián Gavarrón, que dijo tener 40 años de edad. Respecto a Spencer aseguró que nadie le quitó prenda alguna. No llevaba uniforme sino una chaqueta de paño azul, un pantalón del mismo color, zapatos y un sombrerillo redondo. En la cámara de la goleta encontró un cajón con una casaca, 2 pares de calzones, 2 chalecos, 2 camisas y un sombrero de galón. Todas estas prendas se las devolvió al inglés. No se quitó ropa alguna a los heridos. A la pregunta de cuánto le había tocado en el reparto de la presa contestó que conforme al contrato con el armador cada parte se evaluó en 30 reales y como a él le correspondían 12, cobró 360.
El armador del “Gibraltar” era el Comisario de Guerra de Marina Juan Barhen, cuyo apellido se transcribía también Barhem. Se trataba de un extranjero avecindado en Cádiz que desde hacia algunos años era el socio capitalista de varios navíos corsarios7.
Declaró a continuación Antonio Montesinos, Escribano y Capitán de armas del mismo barco. Tenía 35 años. A la pregunta de si advirtió que los marinos españoles rompieron arcas, baúles o alacenas, contestó que sólo estuvo a bordo de la goleta hasta que se rindió y con toda prisa retornó a su navío porque advirtieron la presencia de una fragata enemiga por barlovento. En la confusión producida por el abordaje, dado por más de 100 hombres, no pudo advertir señales de saqueo. Respecto a la vestimenta de Spencer coincidía en la descripción de Gavarrón, precisando que tanto la chaqueta como el pantalón eran viejos. Cuando trajeron los prisioneros a Algeciras, les devolvieron a los Oficiales la ropa y libros que encontraron en la cámara. Spencer reclamó como suyas una casaca de paño azul fino con solapa blanca, 2 pares de pantalones del mismo color, 2 chalecos blancos, 2 chaquetas, una de paño azul y otra oscura, 2 camisas finas y un sombrero de 3 picos con galón ancho.
En tiempos precedentes Montesinos formaba parte de la tripulación como simple marinero de la lancha “La Conquistadora” del armador Juan Barhen8.
Habló a continuación Francisco Morera, segundo Capitán del “Gibraltar”, de 36 años de edad. Situó el lugar del combate a sotavento de Punta Cires, el saliente más próximo a España de la costa africana del Estrecho. Su barco fue el primero en abordar a la goleta pues en el “Hurón” hubo un momento de confusión al caer su Capitán herido de muerte y el “Águila” no tomó parte en el asalto. El fue uno de los que se encargaron de conducir la “Crafty” a puerto seguro y al desembarcar en Ceuta observó que un marino del “Hurón”, al que sólo conocía de vista, trataba de quitarle la chaqueta a un marino inglés y él le dio algunos sablazos de plano para que la soltara. Describía la ropa de Spencer como los antecedentes, pormenorizando que cubría su cabeza con un sombrerito redondo de paja, forrado de tafetán y de mala calidad. Tenía derecho a 10 partes de la presa pero todavía no le habían dado nada.
Le siguió en las declaraciones Francisco Macías, Capitán del “Águila”, navío conocido también como “Pastora”. Tenía 45 años y fijaba el escenario del combate en la ensenada de Benzú, muy próxima a Ceuta, aunque desde esta ciudad no se pudo ver. El no intervino en el abordaje. Pasados unos días facilitó 14 hombres y un Capitán de presa para conducir la goleta a Algeciras . No le habían dado nada por la presa.
El siguiente testigo fue José de Leyva, Capitán de presa del “Hurón”, de 28 años que situó la acción en la ensenada de Almansa, es decir, la actual Al Marsa. Cuando se disponían al abordaje, el Capitán recomendó orden y buena conducta con los enemigos. Respecto a la herida del segundo Maestre inglés, dijo que en el abordaje recibió un golpe en la nariz y tiró al suelo el arma que llevaba. Lo hirió un marino catalán con un sable. No era cierto que desnudaron a los heridos y sólo vio a uno sin ropa, cuando lo iban a bajar a una lancha y lo estaban curando, pero la llevaba en la mano y le ayudó un compañero. No ha tomado dinero de la presa.
Declaró después Manuel Manzano, Escribano del “Hurón”, de 26 años de edad que tomó el mando del navío al morir el Capitán Bartolomé Cacoby. Terminada la lucha bajó a la cámara de la goleta y echó a 2 ingleses que estaban debajo de la escalera. Puso 2 centinelas en la puerta para que no entrase nadie. Luego volvió a su barco dejando como Capitán de presa a Leyva con 15 hombres. Saltó a tierra en Ceuta a las 6 de la tarde y se apresuró a llevar al Comandante del puerto los papeles cogidos en la “Crafty”. Cuando en Ceuta desalojaron la tripulación de ésta, algunos corsarios la registraron y se llevaron prendas que no devolvieron. Sabe que al desembarcar en Algeciras Gavarrón dio algunas prendas a Spencer, al que en el abordaje, uno de sus marinos hirió levemente. Ni ha recibido ni tiene esperanza de recibir parte de la presa.
Continuó el interrogatorio con Domingo Torrens, Contramaestre del “Hurón”, de 27 años. Sabía que no les quitaron nada a los ingleses. Uno de sus Contramaestres vendió un silbato por 4 pesetas y varias prendas. Lo mismo hicieron otros marinos británicos. Considera falso lo de la herida en la nariz del Contramaestre pues la única en ese sitio la sufrió Spencer y le vio la cicatriz cuando todavía estaba en Algeciras. Tampoco había recibido nada del valor de la presa. Con sus declaraciones se puso final al interrogatorio.
El mismo día en que se iniciaba en Algeciras la toma de declaraciones, al otro lado del mar el Gobernador de Ceuta Francisco de Orta y Arcos enviaba un informe a Lino Trujillo relativo a la arribada a Ceuta de la presa británica.
Su Excelencia había nacido en Tarifa el 1 de febrero de 1744. De noble estirpe ingresó en el Ejército en 1762 como Oficial de Ingenieros. Había tomado posesión de su cargo de Gobernador el 25 de abril de 1805. Firmó el escrito precedente el 11 de julio y quiso el Destino que falleciera una semana después, el 18 del mismo mes9.
En su informe explicaba que al presentarse los 3 navíos corsarios con su presa, antes de que nadie desembarcara, el Capitán del puerto, Pablo Menacho, envió personal de Sanidad y al tener noticia de que había gente herida, dispuso que se prepararan parihuelas para su transporte al Hospital. Los muertos de la goleta fueron enterrados en la playa: No se privó a nadie de las vestimentas que llevaban puestas y si hubo algún saqueo fue en los petates.
Por su parte Pablo Menacho prestó una declaración bastante extensa. Explicaba en ella que apenas fondearon las 4 embarcaciones, se les acercó en una lancha de Sanidad y al saber que había bajas de uno y otro lado, volvió apresuradamente a la ribera y pidió al Gobernador ayuda de gente y camillas. Luego envió varias lanchas para que desembarcaran todos los ingleses, remitiendo los heridos al Hospital Real e hizo enterrar sus muertos en la playa de la Sardina. Llamó al Escribano del Juzgado de Marina y en su presencia mandó desembarcar los cajones que contenían correspondencia. Hizo que los clavaran bien, los sellaran y lacraran para remitirlos a la Comandancia de Marina de Cádiz.
Habló con los captores de la goleta y le dijeron que Cacoby fue victima de un disparo que le hicieron desde la puerta de la cámara de la goleta y cayó al agua muerto, “de que resultó acometer los españoles causando muertes y heridas sin producir posterior desavenencia”. Lo antes que se pudo, se mandó la nave apresada a Algeciras tomando las debidas precauciones para que no tratasen de recuperarla los enemigos.
Todos los prisioneros desembarcaron, sin que se advirtiera que les habían robado prendas de vestir. Al día siguiente, por la mañana pasó al Hospital a visitar a todos los heridos, luego se ocupó de que atendieran debidamente de camas, pan y socorro a los acuartelados. Oyó decir al Administrador de Correos, José Dávila y a un Capitán de Artillería que algunos ingleses vendieron prendas o las dieron a cambio de vino y aguardiente. Fue a la fonda para ver a Spencer que se hacía entender hablando en francés y lo recomendó al fondero, así como a sus Oficiales. Ante su demanda de que le permitiera tener un criado, Menacho dispuso que trajeran a su ordenanza del cuartel en que estaba alojado. En ningún momento le llegó queja alguna del forzoso huésped.
El día antes de salir la goleta para Algeciras por la mañana se le presentó Spencer y le pidió por favor que le entregara unos papeles particulares que iban con la correspondencia oficial requisada por los corsarios. Le contestó que no le era posible atender su petición porque todo estaba sellado. Menacho obsequió al marino británico en su casa, invitándolo a desayunar y tratándolo con la mayor cortesía porque compadecía su desventura.
El Ayudante de Sanidad Antonio Jiménez dijo que se presentó en el navío de Gavarrón para informarse de los cuidados médicos que se necesitaban. Según dijo, entre los ingleses capturados se contaba un hermano de Spencer.
El Ayudante de Campo José Ramón de Brito contaba que al llegar los 4 navíos, bajó al foso con 100 hombres de la brigada de Zapadores. Llevó a los prisioneros ilesos al cuartel contiguo al barrio de los moros. Esa misma noche, bastante tarde, les dieron a cada uno una libra de pan y un cuartillo de vino. Al día siguiente Menacho con anuencia del Gobernador hizo que les sacaran camas y les abonaran el subsidio fijado para los prisioneros. Acto seguido, pasó al cuartel buscando al criado del Comandante británico y se lo llevó. Ese mismo día Spencer pidió la devolución de la ropa que le quitaron tras el asalto de su barco. Se preguntó por ella a los Capitanes y dijeron que en la confusión del abordaje no se percataron de la supuesta rapiña de sus marineros.
Carlos Aguirre, Comisario de Guerra y Director del Hospital no aportó nada nuevo. Pedro Díaz, Cirujano Mayor, dijo que estaba en el Hospital cuando llevaron a los heridos, unos en parihuelas y otros entraron por su pie. Todos iban vestidos y ante él los desnudaron para encamarlos. El segundo Maestre tenía una herida en el ángulo mayor del ojo derecho causada por estocada de sable. Penetraba en las fosas nasales pero sin dañar el ojo y curó sin el mas leve defecto. Jamás oyó decir que les quitaron camisas. Spencer se presentó en el Hospital a los 2 días con una ligerísima contusión en la nariz y no guardó cama. Se le tuvieron las mayores consideraciones pues además de la ración de Oficial, de gallina y carnero, se le facilitó cuanto pidió de arroz, fideos, chocolate, te, café, leche, manteca, etc., a fin de que se alimentara según los hábitos de su nación y por no ser opuestos esos productos a su ligero mal. Su hermano era un guardiamarina jovencito al que se puso en la sala de Oficiales.
Por medio del intérprete, un día el Contramaestre herido preguntó su nombre al Doctor Díaz y lo apuntó en un libro de memorias para recordar siempre a un hombre que consideraba muy benéfico. Todos los ingresados en el Hospital habían sido bien cuidados y el día en que salieron para Algeciras en el jabeque correo, los dos que revestían mayor gravedad, un marino y un guardiamarina joven, los colocaron en camillas de doble colchón para preservarlos del aire, sol y agua. Por cierto que ambas camillas quedaron en Gibraltar y no las devolvieron. No se habían reclamado por decoro.
El intérprete Luis Asencio Collado manifestó que todos los ingleses desembarcaron vestidos y algunos decentemente. Ya en tierra vendieron ropas: medias, pañuelos, camisas y calzones, quedándose con las mas viejas.
Salían del cuartel acompañados por el cojo inválido que hablaba inglés y, a veces, con el declarante y vendían las prendas para beber vino y aguardiente. El compró 2 silbatos de plata, al primero y segundo Contramaestres y a un marino 2 pares de calzones, 3 de medias y 2 camisas. Tiene 58 años y no sabe firmar.
Todos los documentos precedentes fueron enviados a la Corte. En ellos quedaba bien patente la falsedad de las denuncias de Spencer. Así lo afirmaba una carta fechada en Madrid el 8 de agosto dirigida por orden de Manuel Godoy al Ministro Cevallos. Se decía en ella que “con estas robustas pruebas puede rebatir Vuestra Excelencia la infundada quexa que han hecho los ingleses”.
Las investigaciones practicadas en torno a ese pleito evidencian que, pese a la dureza de la guerra que enfrentaba a españoles e ingleses, existían unas convenciones de mutuo respeto entre los dos antagonistas.
Notas
1 Bravo Pérez, J. y Bravo Soto, J.A., La flota que no llegó a su destino, Granada 1989.
2 Archivo Histórico Nacional, sección Estado, legajo 6231 (2).
3 J.F. Guillén, Indice de los papeles de la sección de Corso y Presas, expedientes 720 y 729. Agradezco al Coronel don Pedro Giménez Hernández, del Museo Naval, su valiosa ayuda.
4 Archivo Central de Ceuta. Libro Copiador de Reales Ordenes del Ministro Principal de la Real Hacienda de Ceuta 1803-1809, folios 80 vº y 81.
5 Pendolaje era el derecho de apropiarse en las presas marítimas de todos los géneros que estaban sobre cubierta aunque pertenecieran a los individuos de la embarcación apresada.
6 R. Vidal Delgado, El fuerte de Santiago y la batalla de Algeciras, Algeciras 2000, pp. 60-1.
7 M. L. Ocaña Torres, El Corso marítimo español en el estrecho de Gibraltar (1700-1802), Algeciras 1993, pp. 150-2.
8 Ibidem, pág. 151.
9 J.L. Gómez Barceló, “Francisco de Orta y Arcos, Mariscal de Campo e Ingeniero Militar tarifeño”, Almoraima 13, 1995, pp. 277-90.

