Las Ánforas Fenicio-Púnicas de Ceuta
J. Ramon Torres
Conselleria de Cultura, Educació i Patrimoni
Consell Insular d’Eivissa i Formentera
1. Propósito
En primer lugar, es un placer agradecer al Prof. Darío Bernal, la invitación a redactar el presente texto, que pretende, no solo ser un acto de merecido homenaje a una persona clave de la arqueología de Ceuta durante la mayor parte del siglo XX, sino también una oportunidad de retomar el interesantísimo tema de las ánforas fenicio-púnicas halladas en el mar costero de esta ciudad.
Por ello, no sólo en base a la bibliografía existente sobre el tema, sino también a la documentación personal obtenida hace ya exactamente trece años sobre una parte importante de los materiales, se pretende retomar el tema de los tipos anfóricos recuperados en Ceuta y su actual status quaestionis.
Es decir, que no se pretende elaborar ningún nuevo catálogo o inventario de las ánforas ceutíes, sino poner de relieve sus importantes aportaciones, especialmente tipológicas, en el cuadro actual del conocimiento sobre los tipos que representan.
Cabe recordar que la colección de ánforas fenicio-púnicas del mar de Ceuta es muy importante por su número, una treintena de piezas íntegras o casi íntegras, que merecerán en su día aún nuevos estudios.
2. Juan Bravo y las ánforas fenicio púnicas de Ceuta
Para evocar la figura de D. Juan Bravo Pérez, de modo inevitable, hay que retrotraerse a los años setenta del ya pasado siglo XX. Después se explicará que el placer de conocer de modo personal y directo al homenajeado no se produjo sino a finales de los años ochenta.
Sin embargo, los años setenta fueron un momento heróico para la investigación anfórica fenicio-púnica, con el sedimento de los trabajos precedentes, de P. Cintas, J.M. Maña, F. Benoit, M. Ponsich, entre otros, y la realidad de una situación caracterizada por un sustancial caos del equilibrio entre lo abstracto y lo real.
Este caos, en primera instancia, solo podía ver luz a partir del esfuerzo de personas como Ricard Pascual, Damià Cerda y, evidentemente, Juan Bravo. Toda una generación, que con independencia de su dedicación paralela a materiales anfóricos de otras épocas, especial mente la romana, o incluso a otros temas histórico-arqueológicos, dedicó la atención que ciertamente mere cían los envases industriales fenicio-púnicos, con el acierto que pudo dar de sí su indiscutible entusiasmo.
El autor de estas líneas conoció a Juan Bravo, aún cursando estudios universitarios en Barcelona, aunque in directamente y desde la relación personal, de inolvidable recuerdo, mantenida entonces con R. Pascual, ambos vinculados entre sí a nivel de investigación anfórica. El ac ceso a dibujos y fotografías de diferentes materiales anfóricos fenicio-púnicos hallados en Ceuta, en el taller de trabajo particular del investigador catalán constituyo una brillante fuente, no sólo de conocimiento sino también de inspiración. Naturalmente, los dibujos y fotografías citados eran obra de Juan Bravo, pero ya entonces no todo era inédito, porque en estas circunstancias también se pudo acceder a algunas de las publicaciones del investigador ceutí.
Sus trabajos y sus datos, con independencia de lo que aportaran y/o valoraran otros investigadores –cuestión sobre la cual no se va a profundizar, sino sólo recordar que fueron ampliamente citados-, significaron también una fuente de información de innegable importancia para las investigaciones propias en este tema.
Fue en el mes de diciembre de 1988, a raíz de una breve estancia de trabajo en Ceuta y en el marco de la elaboración del estudio, ya suficientemente conocido, “Las ánforas fenicio-púnicas del Mediterráneo Central y Occidental”, –publicado en Barcelona en 1995– cuando se produjo un encuentro físico con la persona de J. Bravo. De dicho encuentro no cabe sino poner de manifiesto la amabilidad y liberalidad del homenajeado, permitiendo el examen y documentación directa de todo el lote de estas interesantísimas ánforas, en unas condiciones, esto sí, difíciles para la investigación, las galerías subterráneas de las fortificaciones modernas de Ceuta, húmedas, sumidas en permanente baho y sin la mínima luz para una observación clara de las pastas, agravando ello el problema de las concreciones de las piezas tras siglos de permanencia en el mar. En definitiva, un gesto por parte de D. Juan Bravo, que con las salvedades expresadas, redundó muy positivamente en la calidad de la obra citada.
Es justo hacer un breve repaso a los trabajos de este personaje acerca de las ánforas fenicio-púnicas de Ceuta. Cabe recordar que él, a principios de los años 60 del siglo XX, fue Director del Club de Actividades Subacuáticas de Ceuta, impulsando mucho la recuperación de piezas.
Dejando de lado la publicación precoz de un fragmento de ánfora de procedencia submarina, probablemente T-7.4.2.32 (Bravo y Muñoz 1965, 37, fig. 31), es necesario recordar la aportación de nuevos materiales anfóricos fenicio-púnicos (un ánfora incompleta del SG-11.2.1.0, otras dos en estado también incompleto T-12.1.1.1 además de fragmentos T-7.4.3.2. y/o T-7.4.3.3. en uno de los trabajos publicados por este autor en los años 70 (Bravo Perez y Bravo Soto 1972, 53-55). En él se hacía ya hincapié en las dificultades para clasificar en la tipología de J. M. Mañá algunos recipientes de Ceuta –que ahora pue den ser encuadrados en tipos concretos de las S-11.0.0.0 y 12.0.0.0– a la vez expresaba opiniones de diferente consideración acerca del tipo más abundante entonces, el Mañá C.
Mucho más meritoria resultó, muy poco después (Bravo 1975, 25-33), la publicación de un pequeño catálogo-estudio sobre un lote, ya mucho más importante, de ánforas fenicio-púnicas del mar de Ceuta. Su aportación radicó en el carácter monográfico del trabajo (hecho casi pionero en materia de ánforas fenicio-púnicas), sobre un lote de piezas en absoluto desdeñable y con suficiente aparato gráfico para una lectura clara del tipo de material que era objeto de presentación. De este modo, diecisiete ánforas fenicio-púnicas, muchas de ellas completas o casi completas, procedentes del mar ceutí eran en conjunto, dadas a conocer con su correspondiente fotografía y di bujo.
Es cierto, como remarcan después el mismo Bravo y otros autores, que en dos trabajos, en su día claves para el planteamiento de la definición y otros aspectos de las Mañá A4 (Ramon 1981, 15-16; Íd. 1985), por el simple, pero rotundo hecho de no contar con el trabajo anteriormente citado, se omitió citar algunas ánforas de Ceuta. Pero no tantas como se pretende (Bravo y Villada 1993, 94), sino un solo individuo (MMC-82), el único T-11.2.1.3 publicado antes de estas fechas, puesto que tal definición y su correspondiente abasto trataba exclusivamente las SG-11.2.1.0 y no los “derivados” de la S-12.0.0.0.
Tuvieron, sin embargo, que transcurrir dieciocho años para asistir a la publicación de un nuevo estudio anfórico del personaje, concretamente el trabajo “Las ánforas prerromanas del Museo Municipal de Ceuta”, realizado conjuntamente con F. Villada (Bravo y Villada 1993, 93-112). En el nuevo estudio, reincluyendo unos pocos recipientes ya conocidos previamente, se recogen un total de veinticuatro ánforas que, con los años, habían ido recuperándose del mar de Ceuta y sumándose a los primeros hallazgos depositados en el Museo Municipal de esta localidad (abr. MMC). Destaca igualmente el estudio químico de pastas de estas ánforas incluido en el mismo trabajo, a cargo de F. Huertas (Huertas 1993, 89 104). Este apartado pone de manifiesto algunos hechos, como la homogeneidad de pastas según tipos anfóricos, entendidos ahora según pertenezcan a los T-11.2.1.3 / 12.1.1.1 /12.1.2.1, los T-7-4.3.2/T-7.4.3.3 o el T-8.1.3.2, con la excepción de los individuos MMC-82, 85 y 103. Se hace también una comparación con muestras de ánforas imperiales de Algeciras, comprobándose que en relación a éstas, las púnicas tienen un mayor contenido en diópsido, wolastonita y calcita, pero menos cuarzo. Otro dato de dicho análisis es que las ánforas ceutíes englobadas en los T-11.2.1.3, 12.1.1.1 y T-12.1.2.1, junto con el individuo T-8.1.3.2 (respectivamente 1.022º y 1.099º) están cocidas a mayor temperatura que las del G-7.4.0.0 (919º).
Sin embargo, no se establecen, como sería interesante, datos comparativos con ánforas púnicas proceden tes de otros lugares, que permitiera afinar sobre la procedencia del material ceutí, hecho por otra parte lógico, en la medida que prácticamente no existían bases de compa ración, fuera de los análisis arqueométricos sobre ánforas T-11.2.1.3 del siglo -V halladas en Corinto (Maniatis et alii 1984).
3. Las ánforas fenicio-púnicas de Ceuta. Un balance actual
El enunciado plantea en sí mismo una cuestión de puro rigor: ¿Qué relación existe entre el material submarino ceutí y el enclave y/o territorio de lo que en época romana sería Septem Fratres? Los propios investigado res locales, comenzando por el propio J. Bravo, en su día, ya se hicieron esta misma pregunta, buscando diferentes explicaciones alternativas.
Pero el marco de probabilidades permanecerá abierto mientras no se resuelva definitivamente la estructura y mecánica del propio yacimiento subacuático y se tenga un conocimiento más extenso de la situación en el suelo terrestre citado.
En cualquier caso, conviene recordar que en el solar de Ceuta, los datos materiales procedentes de horizontes no sólo fenicio-púnicos, sino también púnico mauritanos, son prácticamente nulos (Bernal 2000, 1127 1151).
Es decir, que el problema evidente, aún hoy, es saber si las ánforas de Ceuta son exportaciones, importaciones o material en tránsito. En realidad y evidentemente en el marco del área del Estrecho o geografías próximas, no se sabe dónde exactamente fueron fabricadas, por falta de conocimiento de talleres de estricta comparación, así como una nueva revisión de las pastas de estos materiales. Es más, otras acumulaciones de ánforas, presumiblemente del SG-11.2.1.0 y / o del G-12.1.0.0. no muy lejanas a Cala Ballenera, se citan en las inmediaciones de la Isla Perejil o de Punta Leona (Parker 1992, 307, 338 y 355), sin que existan tampoco claras evidencias sobre su naturaleza y relación con los hallazgos ceutíes.
En cualquier caso, la morfología, cronología origen y destino del repertorio de Ceuta merece comentarios, que en realidad no son estrictamente nuevos, o no lo son en su totalidad. En este sentido cabe advertir que es tos comentarios van en relación al material depositado en el Museo Municipal de Ceuta, no habiéndose tenido aún la ocasión de examinar otras ánforas que según consta en la bibliografía existen en el Club de Actividades Subacuáticas y en otras manos privadas (Bernal 2000, 1139).
Otro dato a considerar es que el noventa y cinco por cien de las ánforas procede la zona conocida como Cala de la Ballenera, cerca del poblado de Benzú, mientras que el resto se reparte, aisladamente por la bahía N, bahía S, e isla de Santa Catalina (Bernal 2000, 1140).
Entre las ánforas estudiadas, las más antiguas del litoral de Ceuta corresponden al SG-11.2.1.0. Por una parte, dos individuos se adscriben al T-11.2.1.3. (MMC 82 y 100), ambos con cuerpos, que por su perfil general, podrían ser producciones de diversas zonas, como la gaditana, entre otras3, y evidentemente del siglo –V (fi gura 1). Ahora no se va a profundizar en este tipo y no sólo porque el material ceutí resulta, por sí mismo poco definitorio, sino por que se trata de un tipo anfórico de vasto aspectro, sujeto actualmente a profundos estudios sectoriales, como los centros alfareros de Camposoto, en la Antipolis gaditana.
Otra cuestión es la presencia de ánforas T-11.2.1.6, o sea, una de las diversas “definiciones”, con entidad propia, del universo morfológico de las SG-11.2.1.0, cuya vulgarización (aún!) bajo nomenclaturas desfasadas y peligrosas, como Mañá-Pascual A44 y muchas otras, de carácter “sectorial”, no hace sino entorpecer el avance de la investigación. Más aún, habida cuenta que en el mar de Ceuta han sido recuperados un mínimo de seis individuos distintos T-11.2.1.6 (MMC- 79, 101, 102, 105, 106 y 130), número más que significativo (figura 2). Este tipo anfórico, dejando ahora aparte el caso del pecio Tagomago 1, hundido en la costa NE de Eivissa (Ramon 1981, 15 16; Íd. 1985), ha sido hallado en muchísima menor pro fusión que otras hermanas, sobre todo las T-11.2.1.3. Y es aquí donde doblemente se echa de menos una conclusión acerca de la naturaleza del hallazgo submarino, porque si se trata de un naufragio puntual, posibilidad apuntada hace tiempo (Ramon 1995, 99) con recipientes de este tipo, es una cuestión y si son producto esporádico, otra distinta: el resultado de fondeos o tránsito de buques por la zona.
El T.11.2.1.6. no parece haberse fabricado en la Bahía de Cádiz. Allí el material publicado se reduce, in variablemente, a una breve selección de perfiles de bordes o segmentos de perfiles, no siempre concluyentes, del abundante material anfórico procedente de un gran número de excavaciones de urgencia5, donde aparente mente nada indica la localidad del tipo citado. En zonas como la costa de Málaga o Granada, dejando sentado que no hay nada definitivo al respecto, tampoco ningún indicio apunta en este sentido, máxime considerando que sus pastas son distintas. El misterio se ubica en la zona atlántica y/o mediterranea de Marruecos, donde conviene no olvidar, que al margen de algunas iniciativas, brillantes en su grado de incipiencia, como la que lleva a cabo la misión hispano-tunecina en Lixus (Aranegui ed. 2001), queda un mundo entero por analizar y dar a conocer.
De este modo, puede decirse que los siglos -IV y V marroquíes son escasamente conocidos. Es el caso del centro alfarero de Kouass, que gracias al brillante y pionero esfuerzo M. Ponsich, es aún un yacimiento emblemático y un símbolo de la producción cerámica del área sur del Atlántico fenicio (Ponsich 1967, entre otros trabajos de este autor). Sin embargo, hoy se hecha en falta un cuadro global y analítico de su gama cerámica, durante los siglos citados, que de repuesta a preguntas como, entre muchas otras, sí fabricaban solamente ánforas T 11.2.1.3., o también T-11.2.1.6.
Otros lugares, clásicos en la bibliografía del tema, como Banasa (Luquet 1964, entre otros trabajos), adolecen del mismo problema, incluso en mayor grado: no existen datos reales de comparación. El resto de niveles o unidades de yacimientos marroquíes, dadas globalmente a conocer, son interesantes para fases tardías, especialmente la púnico-mauritana, pero los siglos –VI y –V se hallan totalmente indocumentados.
Figura 1.- Ánforas púnicas de contexto subacuático procedentes de Ceuta, del tipo T-11.2.1.3 (MMC-82 y 100) y T-11.2.1.4 (MMC-84).
Figura 2.- Ánforas púnicas de contexto subacuático procedentes de Ceuta, del tipo T-11.2.1.6 (MMC-101, 102 y 105).
Lo mismo en cuanto a materiales de hallazgo esporádico, no se han llegado a publicar colecciones ánforicas de época feniciopúnica, de los que, sin duda, deben existir y ello priva de un importante elemento tipológico de juicio.
En resumen, cabe profundizar en la investigación marroquí, dejando totalmente abierta la posibilidad que en su costa atlántica se fabricara el T-11.2.1.6.
En cuanto a la cronología del tipo, para cuyo caso el material de Ceuta no cuenta con ningún apoyo contextual, existen algunos datos. Uno de ellos es el pecio Tagomago 1, donde, con un 40,82 % del total de tipos anfóricos documentados6, constituye un porcentaje muy considerable entre todos los tipos, todos ellos del SG 11.2.1.0. Allí, se halla acompañado por envases T-11.2.1.2, T-11.2.1.3, 11.2.1.4 y 11.2.1.5. y su cronología no parece rebasar el último cuarto del siglo –V (Ramon 1981; Íd. 1985, 72).
En Eivissa también existen ánforas T-11.2.1.6, halladas en yacimientos de tierra bien fechados. Es el caso del relleno del pozo SJ-90, con una cronología de segunda mitad del siglo –V (Ramon en pres. b). Por el resto, el mapa de distribución de este tipo (Ramon 1995, mapa 119), limitado aparte de Ceuta y Eivissa, a Ischia, na Guardis (Mallorca), l’abric de les Cinc (Castelló), Cerro Macareno (Sevilla) y Puerto de Santa María (Cádiz), puede solo ampliarse a un hallazgo en Castro Marim –Portugal- (Arruda 2001, fig. 11 abajo).
Las ánforas T-12.1.1.1 son sin duda el material fenicio-púnico de mayor interés entre los hallazgos submarinos de Ceuta (figuras 3 y 4). Este tipo –y genéricamente todo el SG al cual pertenecen– con toda evidencia, deriva de modelos precedentes del SG-11.2.1.0. Más exactamente, es probable que el T-11.2.1.4 (Ramon 1995, 236) sea uno de sus principales prototipos. Esta aseveración se basa en el hecho característico de las T-11.2.1.4, definido por una espalda ancha, con carena muy angular y rectilínea, a diferencia de otros tipos hermanos. Se trata además de recipientes de considerables dimensiones, ligeramente mayores que las T-11.2.1.3 y generalmente por encima de 1,10 m.
Figura 3.- Ánforas púnicas de contexto subacuático procedentes de Ceuta, del tipo T-12.1.1.1 (MMC-87, 112 y 113).
Figura 4.- Ánforas púnicas de contexto subacuático procedentes de Ceuta, del tipo T-12.1.1.1 (MMC-81, 103, 107 y 178).
Cabe recordar que las T-11.2.1.4 están bien representadas en Tagomago 1 (Ramon 1995, 72), con pastas que a primera vista cabe englobar en los grupos Málaga-Granada o, si se prefiere, genéricamente en la costa central de Andalucía. En cuanto a su cronología, su misma presencia en el pecio ibicenco y, de nuevo, en el pozo SJ 90 (Ramon en pres. b ), indica claramente su adscripción al último tercio o cuarto del siglo –V.
En el mar de Ceuta, existe al menos un ánfora T 11.2.1.4 (MMC-84).
Globalmente, al menos tal y como pudo definirse en un momento dado (Ramon 1995, 237-238), el T 12.1.1.1, no solo abarca un enorme porcentaje del total de la línea costera fenicio occidental de producción, sino un lapso temporal dilatado. Ello, unido a la publicación de series homogéneas y amplias de individuos reales y más completos, morfológicamente hablando, de este tipo, aún insuficiente a todas luces, impide una seriación morfo cronológica y areal que, seguramente, debería ser más afinada y acorde con el progreso actual de la investigación. Es evidente que en la costa de Granada, Málaga, Cádiz, Marruecos atlántico, etc., durante tres, o tres centurias y media de producción, debieron existir más tipos de esta serie individualizables, tanto desde un punto de vista físico, como tipológico.
¿Qué puede decirse hoy al respeto? En primer lugar, que para este SG el panorama ha cambiado poco en relación al de los documentos de hace quince años, sobre todo en cuanto a la publicación de secuencias estratificadas de materiales de esta clase.
Para la evolución de la S-11.0.0.0 hacia la S-12.0.0.0 un yacimiento clave, aunque realmente sin explotar, sigue siendo el pecio de la Mezquitilla, en plena costa Malagueña, frente al morro de Las Chorreras. De este yacimiento se recuperaron sólo cinco individuos (Martínez y Martínez 1987, 249), de los diversos que se documentaron a más de 20 m de profundidad. Todos ellos están incompletos, pero por primera vez fue posible observar ánforas T-11.2.1.4 (idénticas a las de Tagomago 1) junto con especímenes que, con su cuerpo superior ya cilindroide, pertenecen indiscutiblemente al T-12.1.1.1 (Ramon 1995, 80). Como es lógico, las T-12.1.1.1. de este yacimiento subacuático malagueño aún tienen asas de tipo antiguo, es decir, grandes y arqueadas, muy próximas a las que exhiben las T-11.2.1.4. La pieza más completa muestra además un cuerpo superior fuertemente acanalado, de arriba abajo y una espalda alta rectilínea y oblicua.
Por la asociación de tipos anfóricos, se trata de un naufragio fechable con toda verosimilitud en el primer cuarto o tercio del siglo –IV, cosa que al mismo tiempo permite aventurar que la cronología de las T-11.2.1.4 se enmarca entre el último cuarto, o tercio, del siglo –V y los primeros decenios del siglo –IV cuando ya se había definido el T.12.1.1.1 (Ramon 1995, 80).
También es muy interesante, un perfil anfórico que se halló en el denominado nivel Mauritano 1 de Djar Djdid, en Marruecos (Akerraz et alii 1981-1982, pl. XVIII). En cuestión, el anfora publicada tiene una espalda, oblicua alta y rectilínea, con un borde apenas engrosado, asas grandes y un cuerpo superior de moderado, pero decidido, acilindramiento. Asociados con el ánfora existían vasos de tulipa (“a chardon”), con decoración de bandas bícromas o platos de barniz rojo idénticos a algu nos modelos fabricados por el horno I bis de Kuass (Ponsich 1967, fig. 4). Se ha discutido la cronologia del nivel Mauritano 1 de Djar Djdid, cuyos excavadores inicialmente situaron en el siglo –II, siendo posteriormente rebatidos (López 1990, 22-23; Ramon 1995, 97). Los materiales dados a conocer, aunque escasos, tienen un paralelo evidente en el horno I bis de Kuass, que M. Ponsich fecha en las postrimerias del siglo –V. Es una fecha post quem, dada la evolución del ánfora, inexisten te, en horizontes de este siglo, pero con un lapso muy corto, vista la morfología del conjunto de cerámicas. Es decir que la pieza hallada en la fase mauritana 1 de la antigua Zilil debe pertenecer a un siglo –IV no muy avanzado y no muy alejado de la época de hundimiento del barco de La Mezquitilla.
Por ello cabe observar y hacer hincapié en el individuo MMC-113. Con sus asas grandes de 3/4 de círculo, su espalda carenada, ancha, oblicua y rectilínea y, en especial, su cono superior alargado, que anuncia un cerca no acilindramiento, igual que las piezas de Djar Djid y La Mezquitilla. La citada ánfora de Ceuta es pues un modelo morfológicamente precoz del T-12.1.1.1., fechable en el siglo –IV, probablemente su primera mitad, sin poder por ahora precisar más este lapso temporal.
Es muy interesante el material de Ceuta en cuanto a recipientes clásicos T-12.1.1.1, que se halla representa do al menos por seis individuos (MMC inv. nos. 81, 87, 103, 112, 107, y 178), que en su momento ya fueron un firme apoyo, no cronológico –dadas las condiciones de descontextualización del material, repetidamente citadas pero sí tipológico, en la medida que constituyeron (y aún hoy) un significativo e infrecuente lote de individuos completos, o casi completos, de este tipo.
Por ejemplo, el individuo MMC-87, con sus asas no completamente circulares, sino de 1/2 de círculo y no excesivamente pequeñas, su cuerpo superior, con un acilindramiento solo moderado es, sin embargo, otra de las versiones de detalle del siglo –III avanzado y siglo II. Otros especímenes, como el MMC-112, representan distintas variantes: cuerpo superior cilindro-convexo, asas pequeñas, espalda corta, de perfil cóncavo y borde en forma de simple exvasamiento apenas engrosado, con el doble cono del cuerpo inferior ancho y proporcionalmente alto a su parte superior. Se encuentra igualmente entre los perfiles de Kouass, Cartagena, etc. También los individuos MMC-81 y 107 encajan perfectamente en el repertorio de variables antes citado, con espaldas oblicuas y ligeramente cóncavas, rematadas por bordes levemente destacados por el exterior, largo cuerpo superior cilindro-convexo y asas redondeadas, no muy grandes. Finalmente, el ánfora MMC-103, por el perfil arcaizante de la espalda y otras características formales, podría ser un recipiente a caballo entre los primeros ejemplos de ánforas T-12.1.1.1 del siglo –IV y la masa productiva de la segunda mitad o último cuarto del siglo –III y siglo –II. Todas estas ánforas de Ceuta tienen un evidente paralelo en las producciones de Kuass, especialmente las del horno III, que probablemente tuvo un punto álgido en último cuarto del siglo –III.
Aparte de las producciones marroquíes de ánforas T-12.1.1.1, atestiguadas en Kouass –pero que probablemente estuvieron mucho mas extendidas por la costa mediterránea y atlántica de este país– en la costa ibérica contrapuesta también son tanto o más significativas.
En Cádiz, cabe recordar que en la calle Tolosa Latour (Muñoz inédito, b; Ramon, en pres. a: fot 5) se halló el cuarto superior de una T-12.1.1.1 completamente requemado, prueba de su fabricación in situ. Tiene un borde apenas diferenciado y una espalda rectilínea y muy oblicua y baja, con una ancha banda de acanalados horizontales en el cuerpo, por debajo de las asas, que no son ni completamente redondas ni excesivamente pequeñas. Este tipo ha sido documentado en otros muchos lugares de la ciudad de Cádiz. Destaca el conjunto del pozo LP 70 (Muñoz, inédito a), fechable con precisión en la época de la segunda guerra púnica y que proporciona un muestrario ampliamente significativo del repertorio anfórico de producción gaditana y de las importaciones en circulación en este momento.
En este conjunto, las ánforas T.12.1.1.1 constituyen seguramente el material más abundante, seguidas por las T-8.2.1.1 y entrando en escena un grupo, al parecer minoritario, de individuos precoces T-9.1.1.1. Junto con todas ellas piezas turdetanas de cuerpo cilíndrico y bicónico7 y ánforas de la zona cartago-tunecina, con recipientes T-5.2.3.1 y T-6.1.2.1. Perfiles idénticos al de Tolosa Latour se hallan en también contextos del último tercio del siglo –III del Castillo de Doña Blanca (Niveau de Villedary 1999, lám. 1 nos. 1 y 2) y en el vecino poblado de Las Cumbres (Ruiz y Niveau de Villedary 1999: fig. 4), donde la cronología del asentamiento cubriría todo el siglo –III, con inicio, tal vez, a finales del siglo anterior. Los citados horizontes tienen otro estricto parangón en Cartagena. Entre otros muchos datos procedentes de la plaza fuerte fundada por Asdrúbal en el año –229, destacan los claros niveles de destrucción del -209 de la c. Serreta, nos. 8-12 y el vertedero de la Plaza de San Ginés. En la c. Serreta se observa el mismo repertorio de perfi les, especialmente de bordes y espaldas (Camino y Roldán 1997, lám. VII 1-4 y 8), que en Kuass o en los niveles del último cuarto del siglo –III del área gaditana, antes comentados. En estos niveles, asociados con la toma de la ciudad por Escipión el Africano, las ánforas T-12.1.1.1 son acompañadas por algún recipiente ibero-turdetano, o ebusitano T-8.1.3.1, aunque dominantemente por materiales del área Cartago-Túnez, especialmente ánforas T 5.2.3.1, T-5.2.3.2 y T-6.1.2.1, aunque también T-7.2.1.1 y T-7.7.1.1, siendo también importante el grupo de grecoitálicas. La gran escombrera de la plaza de San Ginés (Roldán y Camino 1996; Camino 1998) se halla en la línea, tanto cronológica, como compositiva, de la c. Serreta. En el vertedero, dentro de las producciones extremo-occidentales, predominan las T-12.1.1.1, acompañadas de algunos individuos T-8.2.1.1 y T-9.1.1.1 precoces, y de nuevo, el mismo repertorio con ánforas ibero turdetanas, ebusitanas T-8.1.3.1, aunque mayoritariamente tunecino-cartaginesas, sobre todo T-5.2.3.1, T-3.2.1.2 y T-6.1.2.1, con algunas T-7.2.1.1, entre otras y, para cerrar, también un buen número de piezas grecoitalicas.
Esto, en cuanto al siglo –III, pero las ánforas T 12.1.1.1 perduran más allá. ¿Cuáles son los datos al res pecto?. En el terreno de los nuevos datos, puede citarse en Lixus el sondeo del Algarrobo, realizado en 1995 y 1999, afectando niveles de época púnico-mauritana. En la fase I, que es la que interesa ahora, cubre un lapso en trec. -175/-150 y –80/-50, los fragmentos anfóricos (Vives-Ferrándiz y Assini 2001, 63-71), ofrecian un 20 % de envases T-12.1.1.1, 11 % T-7-4.3.3, 2 % púnico-ebusitanos (T-8.1.3.1), 9 % Greco-itálicas / Dressel 1, etc. Como razonablemente opinan los excavadores, seguramente, es una evidencia de la perduración de las T-12.1.1.1, durante todo o gran parte del siglo –II, ya apuntada antes (Ramon 1995, 238), enlazando con la aparición de las T7-4.3.3 a finales de esta centuria. Lo cierto es que los fragmentos de ánforas T-12.1.1.1 de Lixus tienen formas de bordes y espaldas idénticos a los observados en el siglo –III. La procedencia del material de Lixus no es clara, al no haberse realizado análisis de pastas, apreciándose preliminarmente dos grupos. En cualquier caso, los editores de la excavación apuntan su semejanza con las pastas del taller de Kuass, sin que hasta la fecha, la existencia paralela de una producción lixitana de este tipo anfórico, pueda llevarse más allá de una suposición de orden lógico.
A modo de recapitulación, cabe recordar que las T 12.1.1.1 evolucionan a partir del SG-11.2.1.0 y aunque ello deba ser visto de un modo genérico. Ya se ha dicho que modelos como el T-11.2.1.4 pudieron haber sido claves en la definición del proceso.
La fase antigua del T-12.1.1.1 es aun poco conocida y ello es debido a la rareza de contextos fiables del siglo –IV, representados ahora por la fase mauritana 1 de Djar Djid o el pecio de la Mezquitilla. En relación a todo ello conviene recordar que tras el –400 se produce una caída en picado de la distribución mediterránea, anteriormente amplísima, de recipientes SG-11.2.1.0.
Lo significativo es que en los propios centros productores de estos tipos, los documentos arqueológicos -es el caso del área de Gadir– se enrarecen considerablemente, pudiendo ser ello el reflejo de lo dicho antes. Analizar ahora las causas de esta indudable crisis llevaría el presente discurso por derroteros que no son del caso. Sin embargo, en el último tercio del siglo –III se observa un relanzamiento, sobre todo, aunque no exclusivamente, a nivel ibérico. Sin duda, es este el momento del horno III de Kouass, de buena parte de los datos en Cádiz y los entornos de su bahía o de los niveles de Cartagena.
El ánfora T-12.1.1.1, durante la económicamente activa y expansiva época de la Segunda Guerra Púnica, equivale para sus zonas productoras de Marruecos, Cádiz y Málaga-Granada, lo mismo que la T-8.1.3.1 para Eivissa o la T-5.2.3.1 para Cartago-Túnez, por citar sólo estos ejemplos. Se trata de envases de carácter internacional.
Cabe matizar que Eivissa, junto con la T-8.1.3.1, ampliamente predominante, fabricó recipientes a menor escala PE-22 y que el entorno gaditano fabricó junto con las T-12.1.1.1 envases T-8.2.1.1 seguramente en una proporción aunque significativa, menor, aunque fue notablemente exportada (Ramon 1995, mapa). Ya se apunto como propio del entorno gaditano (Ramon 1995, 225-226), dejando solo un margen a la posibilidad, aún no contrastada, de su producción en otros talleres fenicio-púnicos del extremo-occidente. Al contrario, en Marruecos durante el siglo –III, el T-12.1.1.1 parece exclusivo, aunque con vendrá profundizar en esta investigación, antes de dar el hecho por sentado. Durante el siglo –II ya se ha visto que en Lixus este tipo se halla aún vigente, dominando el panorama de las ánforas fenicio-púnicas. Entonces sucede lo mismo que en otros centros de producción alejados, la continuidad de la producción y seguramente también de la exportación, en épocas cuando la traducción práctica del dominio romano se haría sentir cada vez más.
En la bahía de Cádiz el T-12.1.1.1 parece derivar (¿o convivir?) en esta época hacia el T-12.1.1.2, que se fabricó ya junto con un volumen muy considerable de ánforas T-9.1.1.1. El T-12.1.1.2 es un tipo que, a pesar de heredar las características morfológicas claves del antes citado, tiene peculiaridades propias. Entre entre ellas, destaca la estrechez de su carena entre asas, que llega a ser, solo por muy poco, superior al diámetro del borde, adoptando forzosamente tipos peculiares de espaldas. Los bordes tienen formas redondeadas y apenas engrosadas, indicadas por el exterior con algunas acanalaciones horizontales. Y también el diámetro del cuerpo superior, sensiblemente estrecho y alargado. No es siempre, ni fácil ni objetiva, la distinción entre el T-12.1.1.1 y el T-12.1.1.2, cuyo emparentamiento es obvio, máxime cuando los perfiles completos que por ahora se han podido describir en ambos tipos, y especialmente en el último, son insuficientes. En cualquier caso, fragmentos que se insertan en el T-12.1.1.2, en el área gaditana aparecen ya a finales del siglo –III, como en Las Cumbres (Ruiz y Pérez 1995, fig. 30, 1).
Figura 5.- Ánforas púnicas de contexto subacuático procedentes de Ceuta, tanto del tipo T-8.1.3.2 (MMC-115), como T-7.4.3.2 (MMC 114) y T-7.4.3.3 (MMC-129, 168 y 169).
Otra pieza de Ceuta (MMC-95), fue uno de los rarísimos ejemplos de un individuo real, para perfilar el T12.1.2.1 (Ramon 1995, 211). Destaca su cuerpo, que define arriba un perfecto y largo cilindro y abajo un trayecto acentuadamente bicónico y ancho. Es presumible que su espalda, borde y asas sean idénticos a otros recipientes T-12.1.1.1. Es difícil aún decidir de si se trata de una variable más dentro de este último tipo o es un modelo con entidad propia.
Las ánforas englobadas en el G-12.1.0.0 debieron ser primordialmente envases para pescado salado. Pero, a diferencia que lo que sucede con sus predecesoras del G-11.2.0.0, cuya relación con las salazones está ampliamente atestiguada, cabe observar que no se han encontrado, o no se han dado aún a conocer, pruebas materiales de su contenido. En cualquier caso, su herencia, directa y a todos los niveles, con respecto a las G-11.2.0.0, hace esta presunción algo más que una idea lógica.
Existe también en el mar de Ceuta un pieza de fabricación ebusitana, a la cual sólo le falta un asa (MMC115). Se adscribe al T-8.1.3.2 y cabe fecharla en pleno siglo –II, seguramente antes de –125 (figura 5). En cuanto a su mapa de distribución, cabe decir que en el Atlántico puede ampliarse hasta las Gadeira. Concretamente, en una de las tumbas superpuestas a los hornos abandonados de Camposoto, sector 3 (actual San Fernando, la Antipolis de Estrabón), dos individuos de este tipo fueron utilizados como cubierta.
El resto de las ánforas fenicio-púnicas del mar de Ceuta se enmarca en el G-7.4.0.0 (figura 5). Por una parte existen unos pocos individuos fragmentarios T-7.4.3.3 (MMC-85, 129, 168, 169) y, por otra, dos ejemplares encuadrables en el T-7.4.3.2 (MMC-114, 163). Se trata de ánforas de morfología púnica, fabricadas en el área del Estrecho y otros puntos del extremo occidente, cuya inspiración, como ya se demostró hace años (Ramon 1981, 10-12), es centro-mediterránea (T-7.4.2.1 y sobre todo T7.4.3.1.).
En su día, ya se puso de relieve el interés morfológico del material submarino ceutí para la definición del T-7.4.3.2 (Ramon 1995, 211), al cual correspoden dos piezas (MMC-114 y 163) bastante completas. Se planteó la posibilidad que las T-7.4.3.2, con cuello menos alargado que las T-7.4.3.3, fuera un eslabón morfológico entre estas últimas y los prototipos de Cartago (Túnez). Sin embargo, queda por demostrar este hecho, puesto que también podria tratarse de la particularidad de algún taller en un marco de contemporaneidad.
En el año 2001, D. Bernal y A. Arévalo8 excavaron un nivel que se fecha en la última década del siglo –II (110/-100 a.c.), en la factoría de salazones de Baelo Claudia, obteniendo un envase casi completo T-7.4.3.2, asociado al cuello y borde de un individuo T-7.4.3.3, de perfil muy esbelto y no lejano a algunos prototipos del área de Túnez, e imitaciones locales –¿de la zona de Cádiz?– de ánforas Dressel 1 A. Es interesante, en la medida que constituye el primer hito cronológico firme y antequem para la aparición de las T-7.4.3.2. y, por otro lado acumula en la estricta zona del Estrecho de Gibraltar los hallazgos de ánforas de este tipo. En realidad, aún se debate en que momento el extremo occidente empieza a fabricar ánforas T-7.4.3.3 y T-7.4.3.2. Se dijo hace tiempo que más atrás del último cuarto del siglo –II no había pruebas de su fabricación. Recientemente se ha intentado subir la cronología de aparición de las T-7.4.3.3 hasta la primera mitad del siglo –II (García 1998, 67) en base a datos del complejo alfarero de Torre Alta. Sin embargo, los datos de esta excavación no son concluyentes en este sentido, por lo cual la situación sigue siendo la misma. No es ahora el caso de extenderse sobre las ánforas occidentales SG-7.4.3.0, simplemente recordar que su número de hallazgos, siempre en contextos de finales del siglo –II y prácticamente hasta los últimos decenios del I, cuando son substituidas por las series Dressel 7-11, se va incrementando con el avance de la investigación9. Actualmente la fabricación del T-7.4.3.3 está demostrada en Cádiz, tanto en las antiguas Eritheia/Kotinoussa, como Antípolis, siendo prácticamente segura en lugares marroquíes como Banasa, Sala, Kuass, etc. (Ramón 1995, 212-213) y lógica en talleres de la costa de Málaga, Granada y Almería, aún escasamente conocidos.
En cuanto a su contenido, se ha dado a conocer un ejemplar procedente de Asta Regia y conservado en el Museo Municipal de Jerez, con un titulus pictus que dice VINUM / D […] (García 1998, 68, lám. 3, 1), en posible alusión a un contenido vinario. A pesar de ello, su envasado primordial, de salazones de pescado, es un hecho hace años contrastado (Ramón 1995, 212-213, recogiendo la bibliografía anterior).
Notas
1 Todas las imágenes del presente trabajo son obra del autor.
2 Para todas las referencias al sistema de clasificación de ánforas fenicio-punicas S, SG, G y T, cfr. Ramon, 1995.
3 En el sector III de Camposoto existen talleres funcionando entre finales del siglo –VI y al menos toda la primera mitad del siglo –V, actualmente en curso de estudio por A. Sáez Espligares, Á. Muñoz, A. Sáez Romero y J. Ramon. Lo mismo en el Cerro del Villar (Lavado 1999, 128-131). Cabe recordar igualmente que los hornos I, I bis, II y IV de Kuass (Ponsich 1967) debieron fabricar ánforas T-11.2.1.3 en esta misma época.
4 Por otra parte, se sigue confundiendo (incluso en trabajos de muy reciente publicación) lo que, hace más de veinte años (Ramon 1981, 15-16), se pretendió definir como Maña-Pascual A4 (= SG-11.2.1.0), con la serie de modelos derivados, por evolución tipológica temporal (G-12.1.0.0) que de cualquier modo son “formas” y “tipos distintos”.
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6 El resto de tipos, con sus porcentajes entre este lote es el siguiente: T-11.2.1.2 = 2,04%, T-11.2.1.3 = 28,57%, T-11.2.1.4 = 16,33% y T-11.2.1.5 = 12,24%.
7 Las ánforas que se clasificaron como T-8.1.1.2 junto con las T-4.2.2.5, actualmente pueden ser desclasificadas de las producciones fenicio púnicas extremo-occidentales (en cuyos centros alfareros, las investigaciones de los últimos quince años no demuestran su producción, sino indicios de lo contrario) y ser adscritas al área turdetana de Huelva, provincia de Cádiz y, tal vez, Sevilla.
8 Se agradece a los directores de estas excavaciones el haber podido examinar este material en la misma Baelo Claudia, con las excavaciones en curso y una serie de informaciones complementarias al respecto. Los resultados de estos trabajos serán publicados en el 2003 en la monografía Rei Cretariae Romanae Fautorum Acta 38 (Roma, American Academy).
9 Como, por ejemplo, en el Atlántico portugués (Arruda y de Almeida 1998; de Almeida y Arruda, en pres.).
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