Cap. 10.2
Cap. 10.1
Cap. 11
Cap. 13
Cap. 12
Cap. 14
Cap. 16
Cap. 15
Bibliografía

Capítulo 16

Génesis y evolución del frente de tierra de Ceuta

Fig. 1. Península de la Almina y monte Hacho

Fig. 2. El Hacho desde el este

La península de la Almina está situada en la orilla sur del Estrecho, frente a Gibraltar. Sobre esta península y en parte también sobre el territorio continental inmediato se levanta hoy Ceuta.

Sus dimensiones son reducidas, apenas unas 310 ha de superficie y algo menos de 4 km de distancia en línea recta desde su límite occidental, el actual foso navegable, a su extremo más oriental, la punta de la Almina.

En los textos decimonónicos sobre Ceuta es habitual describirla en razón de los recintos fortificados que la protegían. Son estos el Hacho, la Almina, la Ciudad y el Campo Exterior. Será el orden que aquí se seguirá.

Fig. 3. Ceuta. Ortoimagen (© Zoom Earth. Microsoft)

El Hacho, con 225 ha de superficie, supone algo más de dos terceras partes de la península. Destaca por su abrupta topografía, que alcanza en su cima los 200 m y lo convierte en una privilegiada atalaya sobre las aguas del Estrecho. Los acantilados que forman su costa son defensas naturales contra incursiones enemigas. Únicamente en pequeñas calas es posible el desembarco y por este motivo fueron fortificadas.

Fig. 4. La cala fortificada de la Torrecilla en el Hacho

A continuación, se encuentra la Almina (75 ha) que en su vertiente meridional tiene una serie de elevaciones, muy próximas entre sí, que están en el origen del orónimo que designa la ciudad (Septem Fratres, Siete Hermanos) (Gozalbes, 1990). Desde allí el terreno desciende hacia el norte - en algunos puntos más de 70 m en apenas 500 metros de distancia - formando un “anfiteatro” en el que se asienta parte de la población. Como en el Hacho, abruptos acantilados caracterizan su costa meridional lo que hace que el principal puerto se encuentre situado en la bahía norte (Villada 2015 y 2016).

Fig. 5. Acantilados en el frente sur de la Almina

Fig. 6. La península de la Almina desde el baluarte del Torreón

A través de un estrecho istmo que no alcanza las 10 ha (460 m lineales en sentido este oeste entre fosos y una anchura entre 180 y 250 m) se conecta esta península al continente. Por ubicarse ahí la población durante siglos, es llamado simplemente “La Ciudad”. Su topografía es más benigna, pero mantiene esa tendencia que observamos en la Almina de una mayor elevación en su frente sur, en el que se alcanzan cotas máximas de 14-15 m.

A partir de este punto comienza el denominado Campo Exterior. El terreno se ensancha y se eleva nuevamente con alturas que superan los 350 m y permiten la comunicación con el interior solo a través de determinados pasos. Estos oteros, que dominan el Istmo, fueron utilizados para hostigar Ceuta en los diversos sitios que ha sufrido.

Esta geografía peninsular de Ceuta ha marcado su urbanismo históricamente. Rodeada por el mar al norte, este y sur, únicamente en el lado oeste del Istmo es posible un ataque terrestre. Por ello, en las murallas del frente occidental fueron aplicadas durante siglos las más avanzadas tecnologías de defensa lo que ha hecho de ellas un excelente compendio del arte de fortificar desde época antigua hasta nuestros días.

Una noticia recogida en al-Bayān al-Magrib (Ibn ʿIḍārī, 1953) relativa al asedio a que Ceuta fue sometida por el califa almohade cAbd al-Mumin es un elocuente testimonio de como, asegurando una consistente defensa en el istmo y manteniendo abierto el mar, la ciudad era prácticamente invulnerable a los ataques:

La sitió por el lado de tierra, pero la mayor parte de su vida provenía de la parte del mar y gozaban de general bienestar, sin preocuparse de la guerra y sin que los alcanzase ni atemorizase el aprieto y el asedio de al-Mu`mun, aunque disponía de numerosas tropas y auxiliares. Levantó contra ella tres almajaneques, que lanzaban cada día buen número de piedras, pero no derribaron nada de la muralla ni arruinaron ninguna casa. Se mantuvo ante ella tres meses seguidos y sus habitantes estaban en su ciudad como habían estado en los tiempos pasados, sin que careciesen de provisiones y condimentos, aunque los sitiase así durante años […] (I, p. 337)

La identificación en 2002 en el interior de la Muralla Real, la fortificación portuguesa que defiende el frente terrestre de Ceuta, de vestigios del recinto amurallado medieval permitió afrontar un proyecto de investigación que tuvo como objetivo esencial ofrecer nuevas claves interpretativas de la génesis y evolución de estas murallas y baluartes (véanse capítulos 1, 2 y 3).

A desgranar sus principales conclusiones están destinadas las siguientes páginas.

Fig. 7. Geología de Ceuta, según Chamorro (2009)

16.2. Marco geológico y primeras evidencias de la presencia humana

A pesar de su reducida extensión la geología ceutí es extraordinariamente compleja ya que al menos siete unidades estructurales tienen cabida en sus aproximadamente 20 km² de superficie (Chamorro y Nieto, 1989; Chamorro, 2009; IGME, 2013). En el Istmo confluyen dos de esas unidades, la de los gneis y micasquistos del istmo y la de las filitas de las puertas del Campo, lo que explica, en parte al menos, la elección de este punto para excavar un foso, seco en época medieval y navegable desde mediados del siglo XVI.

El sustrato geológico hace su aparición en las excavaciones llevadas a cabo en la Puerta Califal a una cota media de 11,50 msnm, apreciándose una ligera tendencia a elevarse a medida que avanzamos hacia el sur (en la sala A hay puntos en que lo encontramos a 11,80 msnm). En el sondeo realizado en la sala situada más al sur (estancia I, sondeo 21) los primeros indicios del sustrato natural del terreno aparecen a una cota de 14,10 msnm lo que parece indicar la existencia de una terraza de origen antrópico.

La frecuentación de esta zona en tiempos prehistóricos ha sido constatada por la presencia de útiles y desechos líticos frecuentemente tallados en areniscas terciarias y en menor medida en sílex y en radiolaritas, de tonalidades rojas o violáceas y verdes.

Todo el material prehistórico procede de un pequeño sondeo llevado a cabo en 2012-2013 frente a la Puerta Califal por lo que estos datos deben ser tomados con cautela.

El lugar ha sido interpretado como un lugar de talla al aire libre en el que se llevó a cabo la producción de útiles líticos como se desprende de la variedad de tipos vinculados con la talla, la escasa presencia de productos retocados y el predominio de lascas de desecho.

Pueden ser encuadrados en conjuntos tecnológicos del modo 3 propios del Paleolítico Medio. Estos contextos, ya conocidos en Ceuta, tienen como principal referencia los localizados en el abrigo de Benzú (Ramos y Bernal-Casasola, 2006; Ramos et al. 2013) (véase capítulo 8 en esta misma obra).

16.3. Pesca y salazones. El extremo occidental del Istmo en época romana

La más antigua ocupación permanente en la Puerta Califal, a tenor de los resultados de las diversas intervenciones realizadas, se fecha en torno al cambio de era.

Es este un dato a resaltar pues contrasta con otros que atestiguan una presencia estable mucho más antigua en el Istmo. Efectivamente, a menos de 100 m en la plaza de la Catedral, fue excavado un poblado protohistórico del siglo VII a.C. (Villada, Ramón y Suárez, 2010) y en contextos subacuáticos son también frecuentes los hallazgos de ánforas fechadas a partir del siglo VI a.C. (Bernal, 2004). Además, en un marco regional, son muchos los yacimientos datados entre los siglos VII y el cambio de era (Raissouni et al., 2015).

Sin embargo, la ausencia de niveles anteriores al cambio de era es norma habitual en las intervenciones arqueológicas en Ceuta. Quizás este vacío responda en parte a la profunda alteración del registro arqueológico más antiguo como consecuencia de una ocupación ininterrumpida durante los últimos dos milenios.

Como acabamos de señalar, ningún material anterior a época augustea, ni tan siquiera en contextos secundarios, ha podido ser identificado en la Puerta Califal. Más aún, las cerámicas julio-claudias localizadas son piezas residuales recuperadas en niveles más recientes.

Debemos recordar a este respecto que Posac ya dio a conocer un conjunto de piezas (cerámicas de barniz negro, sigillatas itálicas, una moneda acuñada por Juba II y Cleopatra Selene, etc.) procedentes de las obras llevadas a cabo durante la construcción del parador de turismo “La Muralla” (Posac, 1971, p. 229).

En resumen, las excavaciones del proyecto “Puerta Califal” confirman que el área occidental del Istmo es ocupada en época julio-claudia, aunque apenas nada más allá de constatar este hecho, podemos decir sobre las características de esta ocupación (un estado de la cuestión reciente sobre los hallazgos arqueológicos en el Istmo en época pre-islámica en Villada y Bernal-Casasola, 2019).

Es en torno al año 40 d.C. cuando fechamos los primeros estratos documentados en la puerta Califal en los que la explotación de los recursos del litoral parece haber sido la principal actividad económica. Lo atestigua la amplísima muestra de ictiofauna y malacofauna presente en casi todos los niveles excavados, la recuperación de anzuelos, pesas y otro instrumental pesquero, así como la naturaleza de las estructuras excavadas.

Entre estas la más antigua es un horno destinado a la cocción de cerámicas.

Se construyó excavando en parte el nivel natural del terreno (la base de la cámara de combustión se encuentra a una cota de 10 msnm).

Aunque la parte superior de la bóveda se ha perdido, conserva aún más de dos metros de alzado. Una columna central sostenía la parrilla cuyos restos han sido identificados en el interior de la cámara de combustión.

Fue construido en época julio-claudia y aparece colmatado y, por tanto en desuso, por niveles en los que se recuperaron cerámicas fechadas entre el 40/80 d.C.

Formaría parte de una figlina que contaría con otros fornaces que no han sido aún localizados (Bernal, Díaz, Suárez y Villada. 2009).

Tampoco conocemos el testar de este horno por lo que no existe certeza de qué piezas eran producidas en él. No obstante, tanto en su interior como en otras unidades, se han recuperado fallos de cocción de ánforas y también de diverso material latericio. De las ánforas la mejor conservada corresponde a una Dressel 7/11 o Beltrán II A.

No parece aventurado plantear que en estos hornos fueron cocidos tanto algunos de los contenedores en que se envasaron los productos salazoneros ceutíes como los materiales de construcción necesarios para el funcionamiento de esta caetaria.

La importancia de este hallazgo radica en que es el único horno documentado en Septem Fratres hasta el momento.

La caracterización de las pastas, aún en un estadio inicial, será decisiva para conocer la distribución de su producción y, en consecuencia, los circuitos de intercambio en que se insertó la producción salazonera ceutí (Capelli, Cabella, Piazza, Bernal-Casasola y Villada, 2013).

Indicábamos antes la estrecha vinculación del lugar con la transformación y aprovechamiento de los recursos pequeros y aludíamos a la abundancia de ictiofauna recuperada como una de las evidencias que lo ponían de manifiesto. Pues bien, vinculadas a esta fase más temprana del yacimiento destacan dos fosas de vertidos de restos de pescados.

En la primera, una de las que colmatan el horno, se recuperó un numeroso conjunto de bacoretas (Euthynnus alleteratus), de tamaños semejantes (entre 60 y 90 cm), lo que indica su captura en un único lance.

Antes de ser desechadas, fueron evisceradas y se les cortaron cabezas y aletas caudales, lo que explica su escasa representación en el registro arqueológico. Después se filetearon como queda patente en las marcas de corte que se observan en las vértebras recuperadas.

También se identificaron algunas vértebras de atunes (posiblemente Thunnus thynnus), uno de ellos de más de 150 cm. La segunda fosa se localizó en el subsuelo de la bóveda 9 (sondeo 22). En este caso los restos documentados son todos atunes (Thunnus thynnus), de los que se identificaron al menos 18 individuos, sometidos a un procesado semejante al descrito en el caso anterior (Bernal, Marlasca, Rodríguez y Villada, 2012).

Junto a estos testimonios de una pesca a gran escala, encontramos otros de pesca con anzuelo de especies de menor tamaño que indican actividades relacionadas con el consumo local (véase capítulo 9).

Fig. 8. Depósito (DEP 001) y horno (HOR-001) (fotografía J..C. Pedrajas)

Todo apunta a que nos encontramos en esta fase inicial en un espacio con amplias zonas a cielo abierto, lo que cuadra bastante bien con lo que cabría esperar en una caetaria. No obstante, algunos muros denotan la existencia de construcciones, quizás con cubiertas de materiales perecederos.

Es el caso de la estructura que discurre en sentido norte-sur en la que se apoya la jamba sur de la Puerta Califal, los muros localizados en el sondeo 22, etc.

No se ha localizado en cambio ninguna de las cubetas en que se salaba el pescado, aunque hay indicios tanto en el sondeo 22 como en el sondeo 24.

El material mueble de esta primera fase pone de manifiesto la plena integración de Septem Fratres, desde estos momentos iniciales, en los circuitos comerciales mediterráneos con recepción de productos cerámicos de calidad, una característica que perdurará a lo largo de todo el periodo.

A partir de la segunda mitad del siglo I d.C. y en general en las sucesivas fases de ocupación romana, se observa una progresiva elevación de los niveles de suelo por el aporte de sucesivos vertidos de tierras y detritus, nivelados luego para servir de sustento a pavimentos de escasa entidad.

En el siglo II se construye un depósito subterráneo de planta circular (DEP 001) excavando unidades estratigráficas del siglo I d.C. e incluso también niveles naturales (el fondo del depósito se encuentra a 11,35 msnm). La parte superior se ha perdido, conservando una altura de aproximadamente 70 cm. Su interior se encuentra enlucido y apareció colmatado por unidades estratigráficas que indican que su abandono se produjo en un momento avanzado de la primera mitad del siglo III.

Fue roto para conectar a él una canalización (ATA- 002), que afectó también al horno (HOR 001). Sus paredes se construyen con ladrillos trabados con argamasa y se cubre también con piezas cerámicas, una de los cuales presentaba una marca realizada antes de la cocción. En el punto en que se une al depósito se emplean en su pared dos ladrillos de concameratio, que parecen apuntar a la existencia de unas termas en las proximidades.

Por las relaciones estratigráficas que hemos señalado (rompe tanto al depósito DEP-001 como al horno HOR-001) su construcción debe situarse a partir de la segunda mitad del siglo II.

Esta atarjea (ATA-002) que acabamos de describir es semejante a otras localizadas en la estancia A (ATA-006 y ATA-007, conectadas entre sí) que formarían una red que desaguaría en parte en el depósito circular (DEP-001). No obstante, esto es únicamente una hipótesis pues la conexión entre ATA-002 y el resto queda oculta bajo construcciones posteriores.

La canalización ATA-005 discurría en dirección norte-sur, paralela al muro de cierre de las estancias A y B (Aw y Bw).

Lo excavado es una zanja en forma de V, de aproximadamente medio metro de profundidad, que corresponde al negativo de esta conducción. La canalización en sí misma había desaparecido en el momento de la excavación, aunque su funcionalidad no es cuestionable pues es evidente su conexión con el resto de la red.

Fue parcialmente colmatada con tierras en las que se recuperaron cerámicas fechadas en la segunda mitad del siglo I que fijan la fecha post-quem de su construcción.

En la sala A se construyen otros dos ramales de esta red conectadas con la anterior. La atarjea 006, en dirección este-oeste, parte de la ATA-005 para perderse unos metros más adelante. Constructivamente, es semejante a ATA-002 salvo que la cubierta es aquí formada con piedras. De ella parte la atarjea ATA-007 en dirección norte-sur hasta perderse bajo construcciones más recientes. El primer tramo se cubre, como en el caso de ATA-006, con piedras, pero en su extremo septentrional se emplean ya piezas cerámicas.

Fig. 9. Atarjea ATA-006

Las cubiertas de todas estas canalizaciones están a una cota de alrededor de 12 msnm.

Ambas atarjeas (ATA-005 y ATA-006) se construyen excavando niveles de la primera mitad del siglo II y son amortizadas por estratos fechados a finales del siglo III o inicios de la centuria posterior. En su interior se recuperaron algunos también de la primera mitad del siglo IV lo que indica que debieron estar en uso al menos hasta ese momento.

También en el siglo II-III fue construida una canalización algo distinta a las anteriores, formada por tubuli (ATA 004). Se encuentra a una cota más elevada, 12,30 msnm, por lo que sospechamos no estaba conectada con ellas.

Estas redes de canalizaciones son habituales en instalaciones salazoneras romanas dado el importante volumen de agua que requería la limpieza y tratamiento de las capturas.

La presencia de instrumental pesquero y numerosos restos de ictio y malacofauna manifiesta la continuidad de actividades relacionadas con el procesamiento del pescado que siguen siendo preponderantes hasta época bajo-imperial e incluso después, aunque complementadas con otras tareas artesanales. Especialmente con la elaboración de utensilios metálicos, pues es relativamente frecuente la aparición de escorias e incluso se ha recuperado algún crisol. Posiblemente, respondan a la necesidad de fabricar y reparar el utillaje que permitía el funcionamiento de la factoría.

Un hito en la secuencia estratigráfica del periodo romano es la construcción de un grueso suelo de mortero de cal (SUE 011), que ocupa la práctica totalidad de la sala A (12,30 msnm). Su construcción responde a una significativa reestructuración de estos espacios, aún vinculados con la transformación de productos pesqueros.

Tiene una depresión, de unos 30 cm y planta rectangular (1,5 por 2 m aproximadamente), en su extremo sudoeste.

Se construye apoyada en una estructura muraria (MUR 031), en dirección norte-sur y que arranca desde As, sin estar trabada con él. Se adosa también a los muros que cierran la estancia al oeste (Aw) y al sur (As), lo que indica que ambos estaban ya levantados, al menos bajo esta cota, en ese momento.

Desde un punto de vista cronológico, este pavimento (SUE-011) se sitúa sobre niveles de fines del siglo III o inicios del IV y es amortizado por otros fechados ya a inicios del siglo VI. En consecuencia, en este momento (fines del siglo III/inicios del siglo IV) habían sido levantados ya muros que son la base de algunos (Aw y As) de los que delimitan la sala A y también la estructura muraria MUR-030- 031 pues el SUE-011 se adosa a ellos.

La unidad constructiva que forma la base del muro oeste (Aw) tiene continuidad en la sala B (Bw) y se prolonga hacia el sur (MUR-018/Bn) cruzando todo el ancho de la misma, hasta perderse en las fábricas del muro que cierra al este esta misma sala (Be)1.

(1) El muro MUR-018 apoya en unidades estratigráficas altoimperiales e interrumpe la conducción ATA-004. Su construcción rompió en parte la bóveda del horno.

En una muestra (M6) de mortero de esta última estructura (MUR-018) se obtuvo una datación por C14 que ofreció un rango de fechas estimadas entre el 335 y el 469 (con un margen de confianza del 82%), es decir coincidente aproximadamente en su horquilla más temprana con la cronología propuesta por los datos arqueológicos.

Si no parece haber dudas en torno a que todas estas estructuras (As, Aw, Bn/MUR-018) estaban en pie en el primer tercio del siglo IV d.C., no todas fueron levantadas a la vez. Los muros que limitan esta sala A al este, oeste y sur arrancan a cotas muy distintas: el muro sur (As) comienza a una cota sensiblemente superior (aproximadamente 70 cm) a la del muro oeste (Aw), al que se adosa, pero inferior a la del muro este (Ae).

Confirma este dispar momento de construcción el hecho de que el suelo SUE-011 apoye contra los muros sur (As) y oeste (Aw), es decir, es posterior a ellos, pero continúe hacia el este bajo el muro de ese lado (Ae), lo que en indica que fue construido antes de que este último muro fuese levantado.

Es de interés señalar que en la fábrica del muro sur de esta estancia (As), un mampuesto de medianas piedras bastante irregular, fueron reutilizados dos grandes sillares, de más de 80 cm en su lado mayor, dispuestos uno al lado del otro en sentido vertical y horizontal respectivamente. Se trata de piezas de acarreo que indican que una construcción en las inmediaciones, de gran porte a juzgar por el tamaño de estos sillares, había sido ya desmantelada.

Otros sillares expoliados son reutilizados en el muro situado al este (Ae) de esta misma estancia, aunque a mucha mayor cota.

Recopilando lo expuesto, a mediados del siglo IV existió en este lugar una construcción (Edificio I) de planta rectangular que ocupa una superficie de más de 20 m2 (al menos de 7,50 por 3,70 m), con muros de más un metro de grosor, que ocuparía las salas A y B. De este edificio conocemos sus límites norte, oeste y sur, pero no el este.

Tendría posiblemente, al menos, una entrada al norte.

La recuperación en los niveles que colmatan el suelo (SUE-011) de un recipiente de vidrio, posiblemente una lámpara colgante, así como de algunos fragmentos de argamasa con impronta de cañas sugiere que este espacio se encontraba techado.

16.4. La conquista de los orientales y los “siglos olvidados” de la historia ceutí

La secuencia arqueológica correspondiente a los siglos V-X está muy alterada por construcciones posteriores, una circunstancia habitual en el resto de las excavaciones realizadas en el Istmo.

En la sala A los niveles que amortizan el suelo SUE- 011 han sido datados en momentos iniciales del siglo VI y, en otros sobre ellos, han sido recuperadas cerámicas que alcanzan el VII.

Sin embargo, los estratos mejor conservados de estas centurias (V-VII) proceden de la sala I (sondeo 21), situada a una cota superior (entre 1,5 y 1,8 m) a la del resto de las estancias2. Allí se localizaron unidades estratificadas que contenían cerámicas fechadas con claridad en los siglos VI y VII, así como un hogar de reducidas dimensiones. Debe reseñarse además un sólido muro (MUR-033) que recorre la estancia en dirección este-oeste, en pie ya en este periodotardoantiguo, aunque su origen pudiera ser anterior (véanse capítulos 4 y 9).

(2) El nivel de terreno natural gana altura hacia el sur. Sin embargo, este desnivel en apenas 2,5 m de distancia parece excesivo para atribuirlo al buzamiento natural. Posiblemente existía en este lugar una terraza con su correspondiente muro de contención, aunque no podemos asegurarlo al haber sido construidas estructuras posteriores que impiden conocer que ocurre bajo ellas.

Fig. 10. Sillares reutilizados en As

A pesar de su mal estado de conservación, estos niveles testimonian la continuidad en el uso de estos espacios tras la conquista justinianea del 533 ca. Si la excavación arqueológica ofrece datos limitados sobre esta etapa, el análisis de las estructuras murarias que conforman las estancias ha permitido confirmar que los muros de la fase precedente sufrieron importantes remodelaciones en este periodo.

En primer lugar, en la pared sur de la sala A (As), sobre fábricas precedentes (Edificio I), se levanta un paramento en que se abre un vano que conduce a la sala I.

Su jamba sur conserva cinco hiladas de grandes sillares y la norte, más deteriorada, una tan solo. Como veremos más adelante, la parte superior de este muro, como en general todas las de las estancias A, B y D, fueron reconstruidas en época almohade (1118-1222)3.

(3) El momento en que se abrió este vano no está bien definido. Es claramente anterior al siglo XII como atestigua su reconstrucción en este momento y posterior a la primera mitad del siglo IV. La lectura de paramentos apunta a que puede datar con mayor probabilidad en la fase tardo-antigua del edificio que en la anterior. En el lado occidental (Aw) también los muros romanos son recrecidos.

Es posible observar su sección en la estancia C.

La cara que mira al continente, es decir al oeste, está revestida por un enlucido de tonalidad grisácea clara en el que, mediante incisiones, se dibuja un paramento fingido de sillares. A este enlucido se adosa un lienzo de la cerca califal de mediados del siglo X, por lo que su datación es necesariamente anterior.

Este muro occidental (Aw) se prolonga en la sala contigua (Bw) hasta llegar a la sala D. Quiebra entonces (Bn) en ángulo recto hacia el este hasta alcanzar el vano que comunica las salas B y D, rematando en una jamba construida con sillares achaflanados. Este vano, que se sitúa sobre el MUR-018 de la fase anterior, queda formalizado por un arco de medio punto ligeramente apuntado construido con ladrillos.

Se abre en un grueso muro en sentido este-oeste del que es posible ver la parte superior, en la que se aprecia que su construcción debió llevarse a cabo en dos momentos distintos.

Efectivamente, la fábrica en su cara sur es de hiladas de mampuestos que alternan con otras de ladrillo, característica de la reconstrucción almohade de las partes altas del edificio. En cambio la cara norte es muy distinta pues se trata de una construcción de mampostería, sin rastro de ladrillos.

Además, el intradós del arco muestra que fue construido en varias fases.

Fig. 11. Jamba sur del vano en el muro as (los sillares son marcados con asteriscos)

Fig. 12. Detalle del muro An en su cara oeste enfoscado y con sillares dibujados mediante líneas incisas y a la derecha de la imagen la muralla califal que se adosa a él (Fotografía J. C. Pedrajas).

Es posible plantear que el muro que hoy vemos en su cara norte pueda corresponder a los restos del alzado del antiguo muro construido en esta fase que ahora analizamos (Edificio II). El vano de ladrillo y el muro que se adosa a él en su lado sur, formarían parte de la reconstrucción llevada a cabo en época almohade.

No es este el único hecho que sorprende al examinar esta fase de la edificación y concretamente este acceso. Cabría esperar encontrar, frente a la jamba oeste, la opuesta, pero no es exactamente así. Lo que allí se ve, ligeramente desplazados hacia el norte respecto a la otra jamba, son varios sillares achaflanados, semejantes a los anteriores, dispuestos en vertical, pero sin el rigor constructivo que muestra la jamba oeste. Los huecos entre estos sillares han debido ser rellenados con abundante mortero al que se ha incorporado incluso materiales cerámicos.

Da la impresión de que lo que hoy vemos no es más que una reconstrucción, un tanto grosera, utilizando parte de los sillares desmantelados de esta jamba.

La continuidad del muro a partir de este punto es más costosa de seguir pues queda oculto por otros más recientes. Dos catas realizadas retirando algunas reparaciones contemporáneas han permitido intuir, al menos en parte, su recorrido.

La primera, al sur, muestra a 35 cm de la superficie actual la continuidad de esta estructura que quiebra hacia el sur. Está revestida con un enlucido de cal blanquecino que se extiende sobre el ángulo puesto al descubierto lo que permite afirmar que ambas estuvieron vistas en algún momento. El resto del trazado en esta dirección está oculto por un forro de piedras que hoy forma la cara del cierre este de la estancia B (Be).

Fig. 14. Sillares recompuestos.

Fig. 15. A la izquierda se observan los sillares recompuestos y la cata realizada en que se aprecia la continuidad del muro enfoscado.

Fig. 16. Cata 2. Restos de decoración en rojo sobre el enfoscado.

La segunda cata, al norte, es más amplia. Fue abierta a más de dos metros de altura sobre el pavimento actual. El muro sigue allí la dirección este-oeste que tenía y está también revestido de un enlucido gris claro, casi blanco, distinguiéndose trazos en rojo que parecen restos de una decoración. Ha podido ser seguido por un espacio de aproximadamente 70 cm (recuérdese que el anterior quebraba a solo 35 cm).

También ha podido ser estudiado el trazado de esta estructura en el gran vano abierto entre la sala E y la bóveda 9. Ofrece la posibilidad de estudiar una sección de más de 4 m de anchura que, como era previsible, es fruto de la superposición de diversas estructuras murarias. Una de ellas (UC 62), la que ocupa el lugar central, es un recio y ancho muro construido, al menos en parte, con sillares trabados con un fuerte mortero de cal. Está también enlucido en su cara oeste y ha sido interpretada como el lienzo de cierre de las defensas del frente occidental del istmo, de mayor entidad y grosor que los descritos con anterioridad, al que se adosa la edificación de planta rectangular.

Corre a un metro de distancia del actual muro de cierre oriental de la sala E.

De lo indicado hasta el momento se deduce que este edificio es posterior a época bajo-imperial y anterior a mediados del siglo X, fecha de construcción de la muralla omeya, que se adosa al mismo a occidente.

Para precisar la cronología de esta edificación se han llevado a cabo varias dataciones absolutas de los morteros (veánse capítulos 11 y 13).

En el muro oeste de la sala A (Aw), la UC 29, que corresponde a los lienzos de esta construcción, ofreció una cronología entre el 563 y 653 d. C., con un 100% de probabilidad, (M5) que cuadra bien con los resultados apuntados por la estratigrafía. Sobre ella se sitúa UC 25 (M2) que arrojó una datación entre el 767 y 901 d.C. (con un margen de confianza del 85%).

Fig. 17. El muro enfoscado en el vano abierto sobre la bóveda 9

En la jamba reconstruida en la estancia B (Be), la situada al este, fueron dos las dataciones realizadas4.

(4) Como ya se señaló, una tercera datación correspondiente a la muestra M6 del MUR-018 arrojó unas fechas entre el 335 y 469 (con un 82% de probabilidades) y entre el 477 y 534 (con el 17% de certeza) que confirma la datación propuesta para aquel (primera mitad del siglo IV d.C.).

Estas dos muestras (M12 y M13), ambas de la unidad constructiva 72, ofrecieron unas fechas entre el 533-647 la primera y entre 764 y 894 la segunda (con una probabilidad del 90 y el 92 % respectivamente). Como puede observarse, estas cronologías son muy semejantes a las obtenidas en el muro Aw en que M5 es datada entre mediados del siglo VI y siglo VII y M2 entre el tercer tercio del siglo VIII e inicios del X.

Por último, se realizaron dos nuevas dataciones en la continuidad de este edificio en el vano sobre la bóveda 9. Ofrecen resultados muy semejantes ya que si la primera (M8) muestra una horquilla entre el 581 y 668, la segunda sitúa el arco cronológico entre el 596 y 678, en ambos casos con una probabilidad estimada de acierto del 100%.

Debe recordarse además que en la excavación arqueológica llevada a cabo en 2012-2014 se documentó en la cubierta una estructura a la que se adosó la muralla califal y que algo semejante ocurre en el baluarte de la Coraza. Si se confirmase que pertenecen a la misma estructura quedaría confirmado que este lienzo del siglo VI conservaba buena parte de su alzado aún en el siglo X.

Fig. 18. Otra imagen del muro en que se puede apreciar su gran anchura.

Todo este cúmulo de datos permite plantear que nos encontramos ante una nueva fase (II) del edificio de planta rectangular. Sabemos que se encontraba adosado al lienzo principal de la muralla que cierra el frente occidental, levantada en algún momento de la primera mitad del siglo VII o ligeramente antes, y que sufre una importante reconstrucción y/o reparación en la segunda mitad del siglo VIII o siglo IX (fase III). Tuvo dos vanos en los que se emplean sillares, en el caso del situado al norte, achaflanados. El situado al sur parece conducir a una estrecha estancia cuyo límite meridional sería el MUR-033.

Es significativo recordar a este respecto los resultados de las intervenciones que, entre 2014 y 2020, han sido llevadas a cabo en el subsuelo del baluarte del Torreón que, a grandes líneas, muestran una dinámica constructiva semejante. Allí han sido documentados los vestigios de murallas romanas construidas entre finales del siglo II y principios del siglo III d.C. Tras sufrir diversas remodelaciones, se construyó en la primera mitad del siglo VII, a pocos metros al exterior, un nuevo lienzo cuyo trazado abriga las anteriores defensas.

Un seísmo en el siglo VIII afectó considerablemente a estas murallas, especialmente a la esquina de la fortificación romana, que fueron reparadas algo después. Una de las consecuencias de este evento fue el desplazamiento de uno de los lienzos, una posible torre, adosada a la muralla romana poco después de su construcción. La parte superior de ambas estructuras fue reparada en un momento impreciso ya tras la conquista islámica: en el interior de este hueco entre la torre y el muro principal fueron recuperados dos piezas prácticamente completas, un candil de piquera de tipología muy temprana y una taza bizcochada. Finalmente, en el siglo X los omeyas construyeron un lienzo de muralla adosada a la muralla del siglo VII.

Justiniano ordenó levantar una fortaleza en Ceuta tras su conquista en 533-534, pero difícilmente puede identificarse esa fortificación justinianea con la documentada en la puerta Califal pues esta es posterior más de un siglo.

Del siglo VII contamos con una noticia de Nicéforo quién es su Breviario señala que el sacelario Filagrio fue exiliado en 641 a la fortaleza de Septem lo que confirma la existencia de un recinto amurallado en los momentos en que fue construido el complejo documentado en la puerta Califal. No obstante, no contamos con noticias en las fuentes de la construcción de un recinto defensivo en esta centuria (sobre la Ceuta bizantina véase Vallejo, 2012).

Este edificio sufrió nuevas reformas en un momento impreciso entre la segunda mitad del siglo VIII y fines del siglo IX (Edificio III).

Es esta una etapa especialmente mal conocida de la historia ceutí.

Julián, el regidor de Ceuta entre finales del siglo VII y principios del VIII, consiguió hacer frente a las tropas musulmanas y forzar la firma de un pacto. Es razonable pensar que estos acontecimientos tengan su razón de ser, entre otros motivos, en la existencia de unas sólidas defensas que hicieron posible detener el, hasta este momento, imparable avance musulmán en la Tingitana.

Lo atestigua también que tras su derrota durante la revuelta jariyí, Baly y los sirios que habían acudido a sofocarla desde Oriente, buscasen refugio en Ceuta, en la que permanecieron durante meses antes de pasar a al-Andalus. Tras su partida, señalan las crónicas que la ciudad fue asaltada y despoblada hasta que una tribu procedente del valle del Martín bajo las órdenes de Medyekesa/Maykan volvieron a ocuparla.

No podemos vincular con seguridad esta reconstrucción documentada, que posiblemente encierra acciones realizadas en momentos próximos, pero no necesariamente simultáneos, a uno de estos episodios concretos. Así, fue quizás el mismo Julián, antes o después, de la firma del pacto, quien la llevase a cabo, aunque ello supondría ampliar ligeramente el arco cronológico que ofrecen las dataciones radiocarbónicas o bien deben ser relacionadas con los acontecimientos posteriores de reocupación de la ciudad por Medyekesa o sus descendientes (Gozalbes, 1989; 1990 y 1993-94. Sobre las fuentes islámicas de estos siglos véase Gozalbes, 1999 y 2002).

16.5. Ceuta puerta de al-Andalus. La conquista omeya y la construcción de la cerca califal

16.5.1. Contexto

El conflicto que enfrentó a omeyas y fatimíes a lo largo del siglo X tuvo en el norte de África su principal teatro de operaciones y, en este contexto, asegurar el dominio de las aguas del estrecho de Gibraltar y el tránsito entre ambas orillas fue crucial.

La ocupación de Ceuta en 931 derrocando al último de los medyekesa, er-Rida, fue una de las decisiones tomadas por cAbd al-Raḥmān III para asegurarse el control de este puerto estratégico para las comunicaciones entre ambas orillas (Gozalbes, 1994).

Sus consecuencias quedan patentes en estas palabras de ibn Ḥayyān (1981, p. 217–218):

“se consolidó el poder de éste [an-Nāṣir] y aumento su importancia, al dominar las dos orillas del mar y tener su control, pues Ceuta fue su estribo para la otra orilla, puerta que le podía cerrar e instrumento de control de puertos que podían ser temidos, con lo que se robusteció su autoridad en el Magrib, temiéndole sus reyes y rivalizando por su beneplácito”

La lucha entre ambos califatos se prolongó aún durante décadas y tuvo coyunturas especialmente delicadas para los cordobeses. Así, la subida al poder del califa Abū Tamīm Ma’ad al-Mu´izz en 953 dio un nuevo impulso a los intentos de dominio del Magreb extremo, aspiraciones favorecidas por el cambio de partido de Muḥammad b. Jazar, uno de los principales aliados omeyas hasta entonces.

En 955 una incursión marítima sobre el puerto de Almería acabó con el saqueo de la población, la habitual toma de prisioneros y el incendio de algunas embarcaciones allí fondeadas. Los daños materiales fueron relativamente leves, pero el impacto psicológico devastador: los fatimíes habían mostrado ser capaces de atacar uno de los más importantes puertos andalusíes y la seguridad del Califato cordobés se veía comprometida.

Entendió el califa omeya que el futuro de al-Andalus se jugaría en gran medida en el mar de Alborán y el estrecho de Gibraltar y se dispuso a atajar esta amenaza. Para ello envió una flota contra los puertos fatimíes que devolviese el golpe sufrido y dio comienzo un vasto programa de fortificación de los principales puertos sureños: en 955/956 se fortifica Almería, en 957 dan comienzo las obras de Ceuta, en 960 culminan las de Tarifa y, en 960 o quizás en 973, las de Tánger. También se construye en estos años un arsenal en Algeciras (Gurriarán, 2018).

Es en este contexto de pugna con los fatimíes y en el marco de este programa de fortificación de las aguas del Estrecho impulsado por Córdoba que debe entenderse la construcción de la fortificación omeya de Ceuta.

De hasta qué punto los intereses omeyas en tierras norteafricanas se veían comprometidos es un buen ejemplo la ofensiva de 958-959 que puso en manos del califa fatimí la mayor parte de este territorio. Ceuta y Tánger fueron las únicas ciudades bajo la obediencia de los omeyas.

16.5.2. Cronología

La fortificación ceutí comienza a ejecutarse en 957, es decir más de un cuarto de siglo después de la conquista y cuando cAbd al-Raḥmān III tenía ya 66 años. De hecho, no pudo ver completada esta obra pues falleció en 961, siendo terminada por su hijo y sucesor al-Ḥakam II en 962 (Ibn ʿIḏārī, 1901, p. 322 y 331).

El material, aparejo y tipología (véase más adelante) son los habituales en las construcciones defensivas omeyas del sur de al-Andalus de esos momentos.

También confirma esta atribución cronológica las dataciones radiocarbónicas.

Tres muestras han sido analizadas. La primera (M3) corresponde al lienzo visible en la estancia C y arroja unas fechas entre el 803 y el 977 (con una probabilidad del 95%). Otra (M10) procede de la bóveda que cubre la sala E con un rango de fechas entre 871 y 1017 (con un margen de confianza del 99%). Por último, otra más (M 11) del mismo arco de la portada se fecha entre 878 y 1021 (con una probabilidad también del 99%) (véase capítulo 13).

16.5.3. La descripción de al-Bakrī

Sobre ella es al-Bakrī nuestra fuente principal de información.

Señala que la fortificación omeya fue levantada en piedra. Ibn ʿIḏārī y al-Anṣārī lo corroboran.

Esta insistencia de las fuentes en el material empleado en la construcción no es baladí. Levantar ex novo una muralla de sillares responde tanto a criterios estrictamente defensivos como a una voluntad de afirmación del poder omeya en estos territorios al poner de manifiesto la capacidad financiera y organizativa del califato (Gurriarán, 2018).

Efectivamente, la edificación en cantería de piedra5 implica:

(5) De hasta que punto era esta empresa costosa y compleja se deduce del hecho de que, desde varios siglos atrás, la construcción en cantería en esta región había sido abandonada. Su recuperación fue un largo proceso que solo culminó en época omeya (Gurriarán, 2018). ⁠ Cabe recordar en este sentido que el puente de Córdoba tuvo que ser reconstruido por el gobernador al-Samh reutilizando “la piedra de las murallas de Córdoba, pues no se conocía entonces en esta comarca cantera de donde sacarla” (Ibn al-Qutiyya, 1926, p. 178).

• Localizar un lugar de aprovisionamiento de material de características adecuadas y en un volumen suficiente, máxime si como es el caso debían abastecer no solo una fortificación sino varias a lo largo del estrecho de Gibraltar.

• Disponer de maestros de obras y cuadrillas de alarifes con los conocimientos técnicos y la experiencia indispensables para su explotación.

• Poseer la capacidad logística necesaria para organizar el transporte de los materiales desde el punto de abastecimiento al lugar de destino lo que implica el control del territorio por el que eran transportados, en este caso las aguas del estrecho de Gibraltar.

• Por último, contar con la capacidad financiera y técnica suficiente para la ejecución de la obra.

Según la descripción de al-Bakrī el palacio del Gobernador se situaba en la parte septentrional de la ciudad y la medina en la parte occidental de la península.

La fortificación de la medina en la parte más llana de la península ceutí responde a un modelo bien conocido en la arquitectura omeya: construcciones de planta rectangular y muros reforzados con torres también de planta rectangular que integra, al menos en sus frentes este y oeste, murallas anteriores.

El muro occidental, según al-Bakrī, estaba reforzado por nueve torres y en la central se encontraba la puerta de la ciudad. Delante de este muro existía otro más bajo, aunque de suficiente altura para poner a cubierto a un hombre y, al pie, había un foso con una longitud de dos tiros de flecha que atravesaba un puente de madera. Recuerda al-Bakrī que este foso se encontraba en el lugar en el que los “antiguos” habían excavado un canal, En general, este esquema -lienzo principal precedido por otro más bajo y foso- recuerda modelos bizantinos como ya apuntó Torres Balbás.

Más allá, señala un jardín, algunos pozos y un cementerio.

Al norte de la ciudad, en la torre de Sabec, había otra puerta a través de la que se ingresaba en el palacio del Gobernador (al-Bakrī, 1913, p. 235-236).

Desde el muro occidental hasta el oriental había una distancia de 2.500 codos, es decir, unos 1.200 m aproximadamente. No concuerda esta cifra con los límites de la medina marcados por los lienzos localizados en la calle Queipo de Llano, al este, y la Puerta Califal, al oeste, que apenas distan unos 330 m en línea recta.

Por ello es posible que esta medición ofrecida por al- Bakrī incluya el arrabal oriental6.

(6) Es esta la distancia aproximada entre la Puerta Califal y la necrópolis recientemente excavada por J. M. Pérez Rivera en la calle Fructuoso Miaja que cuenta con una fase califal (Pérez, 2018), aunque puede tratarse simplemente esta medida de un error en la transmisión del texto.

16.5.4. Los restos conservados de la fortificación omeya de Ceuta

De esta fortificación han sido localizados diversos vestigios en sus frentes norte, este y oeste (Hita et al., 2008) 7.

(7) Los restos del frente norte son los dados a conocer por Terrasse (1962) y en excavaciones recientes tanto en el baluarte de los Mallorquines como en las inmediaciones de la puerta de Santa María (véase capítulo 7). Al oeste, se localizó un lienzo de esta misma cerca por Fernández Sotelo (2004), aunque se consideró inicialmente de época romana. En el frente sur quizás pueda corresponder a este mismo recinto un tramo identificado en una excavación junto a la antigua plaza del Cristo (Fernández, 2008).

En el frente occidental conocemos tres tramos situados en el baluarte de la Coraza, en la Puerta Califal, así como en el baluarte del Torreón.

Entre sus extremos (cara norte del baluarte del Torreón y pasillo de acceso a la casamata del baluarte de la Coraza) hay 210 m de distancia. La Puerta Califal está situada entre ambos, desplazada hacia el sur (a solo 60 m del baluarte de la Coraza y a 150 del extremo de la cerca omeya identificado en el baluarte del Torreón).

Al sur, en el baluarte de la Coraza, se localizó un paño visible en el acceso que conduce a la casamata, recortado para permitir el paso. Este lienzo se encuentra adosado a una estructura anterior en su cara este sin que haya datos para fijar su cronología más allá de señalar que es más antigua.

En su lado oeste, un hueco permite ver una de sus caras, conservada hasta la altura de la triple imposta que marca la cota del adarve. El baluarte portugués integró todas estas estructuras previamente construidas.

Consideramos este hueco, que debió estar antes de la construcción del caballero que se sitúa en cubierta a cielo abierto, un dispositivo de defensa vertical para guardar el acceso entre el baluarte y la ciudad. Una solución semejante, aunque de menor desarrollo en altura, existe en el baluarte del Torreón.

En el extremo opuesto, las excavaciones llevadas a cabo en el baluarte del Torreón han permitido identificar un paño de idénticas características. Este lienzo tiene continuidad en las paredes del propio baluarte, es decir, fue integrado en las fábricas lusitanas recortándose, también en este caso, parte del mismo para formar la casamata. En la cara norte del baluarte, dos grietas parecen señalar su huella (véase capítulo 6).

Fig. 19. Superposición de espacios vacíos en la muralla real a partir de un plano de 1875 sobre fotografía actual. De izquierda a derecha, casamata del baluarte de la coraza, Puerta Califal y casamata del baluarte del torreón. En verde, restos conservados de la muralla califal. En amarillo, hipotético trazado de la muralla califal.

Fig. 20. Sección del baluarte de la coraza (pasillo de acceso). En rojo, lienzo omeya.

Fig. 21. Grietas paralelas sobre la base de la cara norte del baluarte del Torreón que podrían corresponder al grosor de la muralla califal.

Fig. 22. Puerta califal de Ceuta.

El tramo mejor conservado se encuentra entre los dos anteriores, aunque desplazado hacia el sur como indicamos. Es el lugar que se ha dado en llamar Puerta Califal por abrirse aquí un vano de acceso que conduce desde el exterior de la medina a su interior.

El lienzo principal, que discurre en sentido norte-sur, ha sido exhumado en una longitud de unos 15 m.

Comenzando de norte a sur su descripción encontramos en primer lugar un adelantamiento sobre el lienzo principal que puede corresponder bien con una torre, bien con un quiebro de la muralla. No puede asegurarse pues solo ha sido excavado parcialmente. Su frente ha sido descubierto en una longitud de poco más de 5 m y se adelanta respecto al eje principal 1,4 m (3 codos)8.

(8) En el frente norte de esta misma fortificación, las torres presentan un frente de aproximadamente 3 m y un adelantamiento de 1,7 m (Hita, Suárez y Villada, 2008, p. 21), por lo que, si las dimensiones de las torres en este frente occidental fuesen semejantes, estaríamos ante un quiebro de una muralla en cremallera.

Tras este adelantamiento de la muralla, continúa un paño de 5,70 m (12 codos aproximadamente), conservado hasta la altura del adarve, marcado por un resalte, y a continuación un cuerpo adelantado unos 80 cm (1 codo más 1 pie) en el que se abre el vano.

Superado éste, el lienzo quiebra nuevamente en dirección este-oeste. Este tiene una longitud aproximada de 2,40 m (5 codos) hasta las fábricas de la escarpa portuguesa.

Volvemos a encontrarlo a la altura de la estancia C, en la que podemos observar una sección este-oeste de las actuales defensas: en primer lugar, un muro de la edificación tardo-antigua al que se adosa el lienzo omeya. Unos metros más adelante encontramos la escarpa de la muralla Real portuguesa y, entre esta y los muros califales, un relleno de tierra.

Además de este frente principal de la muralla omeya, encontramos otro tramo, de menor entidad y perpendicular a él, oculto tras la actual pared sur de la estancia I. Apenas pudo examinarse más que una pequeña parte del mismo. Tras el muro meridional de cierre actual, de construcción bastante reciente, se encuentra este muro formado por una cara de sillares de calizas bioclásticas que contiene un relleno de tierras. El aparejo aquí carece del rigor constructivo del lienzo principal. Tras este forro, en la parte alta y entre las tierras se aprecian dos sillares de la misma naturaleza, dispuestos en diagonal.

Su interpretación es dudosa pues bien puede tratarse de una subdivisión al interior de la medina o ser simplemente un muro reconstruido en época posterior con sillares expoliados del frente principal.

El elemento más singular de los localizados es, sin duda, la puerta mencionada. El vano queda formalizado en un arco ultrasemicircular enjarjado y formado con quince estrechas dovelas y el trasdós de la rosca excéntrico con arquivolta enmarcado por un doble alfiz. El radio del intradós mide 117 cm y tiene 222 cm de luz y una flecha de 170 cm (Gurriarán, 2018, p. 245).

Sobre este arco se aprecia un hueco de unos 62 cm en el que iría colocada una lápida hoy perdida.

A través de este paso se accede a una sala (E) de planta casi rectangular cubierta con bóveda de arista rebajada, sostenida sobre las gorroneras en el lado oeste, en el ángulo nordeste en un apoyo adelantado sobre el muro de cierre de la sala y en el ángulo sudeste también sobre un adelantamiento (Gurriarán, 2018, p. 470-472). En la excavación se localizaron también las dos quicialeras, en mal estado de conservación, sobre las que girarían las dos hojas de esta puerta.

A continuación, perpendicular a esta sala E, se construye otra (sala D), cubierta en esta ocasión con una bóveda de cañón muy rebajada sobre un pequeño escalón o cornisa, que permite entroncar con la construcción tardo-antigua. Es de destacar en esta sala que su pared occidental (De) se construye en diagonal para adaptarse a la embocadura del edificio preexistente y que la bóveda no está trabada con el muro situado al sur.

Delante de la puerta encontramos los vestigios del antemuro o sitara citado por al-Bakrī. Arranca de la esquina de la cerca y tiene una anchura aproximada de 1,25 m (2 codos y 1 pie). Su trazado, paralelo al lienzo principal, se pierde pronto (conserva poco más de un metro) pues sobre él se levantan las fábricas portuguesas. Su altura es desconocida salvo por la indicación de al-Bakrī que especifica que un hombre estaba a cubierto tras él (aproximadamente dos metros).

16.5.5. Los constructores de la muralla califal de Ceuta

No conocemos con exactitud quienes serían los constructores de estas murallas. Tampoco su número o la forma en que llevaron a cabo su trabajo. Por analogía con los datos que tenemos de otras construcciones se supone que al frente de las mismas se encontraba un responsable administrativo nombrado por el califa, sin conocimientos de construcción, que dirigía un equipo formado por un responsable técnico de las mismas, un arquitecto, al frente de una amplia cuadrilla de alarifes que se ocupaban de realizar los trabajos. En ocasiones, algunos grafitos en estas mismas construcciones o su inclusión en las lápidas que conmemoran la erección de estas murallas han permitido preservar los nombres de quienes asumieron la dirección de las obras trabajaron en ellas.

Quizás el mejor ejemplo que tenemos del número y de cómo se organizaban estos equipos sea la información trasmitida por ibn Ḥayyān respecto a la solicitud de ayuda al califa de Musa Abi-l-Afiya, uno de los aliados omeyas en el norte de África, para construir un castillo.

Fig. 24. Cantera de la isla de las Palomas (Fotografía P. Gurriarán)

Fig. 25. Detalle de la decoración.

Fig. 26. Detalle del aparejo del lienzo. En la zona inferior se aprecian los sillares expoliados.

cAbd al-Raḥmān accede a lo solicitado y le envía a un protoarquitecto, 30 albañiles, 10 carpinteros, 15 cavadores, 6 caleros y 2 estereros, escogidos entre los más hábiles de su oficio, acompañados de herramientas y accesorios para los trabajos.

El recinto amurallado ceutí dará pronto pruebas de solidez. En 979 el gobernador fatimí de Ifriqiya, Bulukkin ibn Ziri somete el Magreb a su dominio. Fez, Siyilmasa y otras importantes ciudades caen inexorablemente ante el poderío de sus fuerzas. Ceuta es asediada infructuosamente debido a su situación y a sus fortificaciones que hacen imposible su toma sin apoyo naval (Ibn ʿIḏārī, 1901, p. 337).

16.5.6. Materiales y fábricas

La construcción de esta muralla califal se realiza con sillares de caliza bioclástica de posible origen arrecifal y de procedencia alóctona (véase capítulo 12). Se trata de rocas formadas por una acumulación de restos de caparazones de moluscos, gasterópodos, espículos de erizos, dientes de escuálidos, etc., con una matriz terrígena rica en granos de cuarzo y un cemento carbonatado. En este frente occidental forman todo el espesor (algo más de dos metros) del lienzo.

Las canteras que abastecieron Ceuta, y también otras obras omeyas en el área del estrecho de Gibraltar, se situaba en la isla de las Palomas en Tarifa (Gurriarán y Villada, 2019; Villada y Gurriarán, 2013)9.

(9) Esto añade a todos los requerimientos necesarios para la construcción de estas construcciones en sillería que indicamos antes dominar las aguas del estrecho de Gibraltar y disponer de embarcaciones de transporte en gran número lo que pone de relieve la magnitud de los recursos empleados en la construcción de la cerca ceutí.

En estas canteras se pueden observar aún hoy los vestigios de esta explotación, incluso con sillares in situ aún a medio extraer y huellas de las herramientas empleadas, que permiten reconstruir el modo de extracción: los sillares, con un módulo en torno a los 100/90 cm de longitud, 30 de altura y 20 de grosor, eran desbastados en parte en la misma cantera y trasladados por vía marítima hasta Ceuta donde eran acopiados para su posterior utilización. Para esta fortificación Gurriarán (2018, p. 475) ha estimado necesarios 450.000 sillares10.

(10) En una estimación quizás demasiado prudente se habían calculado tan solo 60.000 (Hita, Suárez y Villada, 2008, p. 17-18). considerando que en el frente oriental de la cerca los sillares únicamente forraban un núcleo de calicanto y que la construcción exclusivamente con sillares se reservaría únicamente al frente occidental.

Fig. 27. Puerta Califal de Ceuta.

Los sillares, perfectamente encajados entre sí, lo que demuestra la pericia de los alarifes, fueron tomados con un mortero de cal de gran calidad en el que los áridos son de procedencia local (véase capítulo 12 y 13).

Los muros se asientan, en los lugares que han podido ser analizados (salas D y E), sobre una zapata construida también con sillares, que descansa en parte sobre estructuras de época romana. Debieron estar coronados por merlones derribados en época portuguesa y de los que no se han encontrado vestigio alguno.

Finalmente, los lienzos y portada fueron recubiertos por un fino enlucido formado por cuatro capas más delgadas y ricas en cal progresivamente, siendo la última de yeso (véase capítulo 12).

Sobre este se trazó una cuidada decoración pintada. En los lienzos se reproducen los sillares delimitados por una línea de almagra y pintados de ocre, separados por líneas blancas. En el alfiz se introducen motivos más complejos, con pequeños cuadrados en almagra que forman composiciones romboidales, que tienen en construcciones califales coetáneas, por ejemplo, en la puerta del Tesoro de la Mezquita cordobesa, sus paralelos más cercanos. Las dovelas de la rosca del arco muestran finas líneas de almagra, a veces triples, que representan su despiece y que tiene paralelos en Madīnat al-Zahrā’.

El aparejo de estos muros es muy característico también de los modos de construir cordobeses. En general, los sillares se disponen en hiladas que combinan sillares dispuestos a soga con otros a tizón, generalmente duplicados.

Cuando, tras la construcción de la muralla Real, estos lienzos quedaron ocultos los sillares fueron expoliados y reutilizados lo que es patente en la parte baja de estos lienzos, los únicos afectados por este fenómeno. El material a expoliar era tan abundante que este solo fue recuperado en las zonas más accesibles.

El exterior de la puerta, es decir el espacio entre el lienzo principal y el antemuro, presentaba un recio suelo formado por grandes lajas de piedra situado a una cota de 12,50 msnm. Una gran pieza rectangular de considerable grosor y reutilizada luego por los portugueses parece haber estado situada originariamente en el umbral (véase capítulo 5).

Al interior, no se ha podido determinar con seguridad el tipo de suelo empleado si bien es significativo que a esa cota aproximadamente se documentó uno caracterizado por la presencia de abundantes pequeños cantos rodados o chinarros sobre una base de tierra apelmazada.

La muralla omeya de Ceuta es una obra estatal, que a su función meramente defensiva añade otra: convertirse en una forma de representación del poder del estado cordobés en este estratégico enclave norteafricano. Bebe, por tanto, de una consolidada tradición constructiva omeya que arranca en época emiral, pero en Ceuta, la necesidad de asumir la fortaleza preexistente, obligó a adaptar estos modelos canónicos a las necesidades concretas del lugar en que se llevaban a cabo en el que la existencia de estructuras anteriores condicionaba la construcción. Un reto que los constructores cordobeses supieron resolver con gran pericia.

Varios son los ejemplos de esta indispensable adaptación a la realidad ceutí.

En primer lugar, sorprende la adopción de un esquema de portada tan singular. Frente a la solución habitual de portada entre torres siguiendo un esquema tripartito, en la fortificación ceutí la puerta aparece adosada al este a un quiebro del lienzo principal permaneciendo exenta al otro lado. Ello obliga a una solución imaginativa en su composición proyectándose parte del desarrollo del alfiz sobre el muro lateral en una solución sin paralelos conocidos.

Tampoco es usual la existencia de un antemuro frente a la puerta que, en el caso de Ceuta junto con la existencia del foso, se ha atribuido a una herencia de la fortaleza bizantina precedente.

Quizás aquí radique en parte la explicación para la extraña situación del alfiz. El acceso al interior de la ciudad se realizaría no de manera frontal, sino lateralmente, pues tras cruzar el puente que salvaba el foso quién se dirigiese al interior de la medina lo haría a través del pasillo formado entre el antemuro y la muralla, es decir desde el norte. Si el alfiz hubiese estado situado en su disposición habitual habría pasado desapercibido.

Del mismo modo la solución de un acceso en codo, se ingresaba en dirección oeste-este a la sala E y de ahí el trazado quebraba hacia el sur (sala D) para dirigirse al interior de la edificación tardo-antigua, no es frecuente, aunque tampoco desconocida en las construcciones de este momento. Aquí se justifica por la necesidad de conectar el acceso desde la puerta (de cara al oeste) con el edificio preexistente que tendría su ingreso hacia el norte. De esta decisión derivaría también el tipo de cubierta utilizada, una bóveda rebajada de arista conectada con una de cañón rebajada, que también era la que mejor se adaptaba a este recorrido.

En definitiva, esta puerta cuyos esquemas compositivos se nutren de una tradición oficial forjada en las centurias precedentes por el estado omeya debió acomodarse a la necesidad de asumir la integración de una edificación precedente lo que obligó a adoptar soluciones que, aun recordando la esencia de este discurso del poder omeya, se ajustasen a las circunstancias concretas de Ceuta.

16.6. El frente occidental de la medina ceutí entre los siglos XII-XIV

Si para la comprensión de la estructura general de la fortificación omeya los datos ofrecidos por al-Bakrī son una magnífica guía, nada semejante se ha conservado para interpretar la fisonomía de las defensas bajomedievales del frente de Tierra.

Distintas fuentes ofrecen datos de la mejora de las fortificaciones en los siglos siguientes y también se conservan noticias de algunas demoliciones como castigo impuesto a una ciudad deseosa de regir su propio destino. Desafortunadamente son discontinuos, en ocasiones contradictorios, y casi siempre sin posibilidad de deducir de ellos una precisa ubicación. Son las puertas, como veremos a continuación, uno de los principales focos de interés.

El Kitāb al-istibṣār, un anónimo del siglo XII, recoge la información de al-Bakrī actualizada. Respecto a las puertas señala que Ceuta tiene varias, una de ellas reciente y muchas que dan al mar (Gozalbes, 2002, p. 275).

Un compilador tardío, al-Qalqasandī (1951, p. 25), insiste nuevamente en que la ciudad tiene “dos puertas por el lado de tierra”.

Entendemos de estos textos que a las primitivas dos puertas mencionadas por al-Bakrī, una en el frente occidental y otra en la torre del Sabeq que daba acceso al palacio del gobernador, se añadió una más que por esta razón fue llamada “Nueva”.

Nuestra principal fuente de información sobre la ciudad en los momentos previos a la conquista es al- Anṣārī. Indica que uno de los fosos, al-Suhaŷ, según lo describe al-Bakrī, separa a los arrabales de la ciudad, y tiene dos puentes, Qanṭarat bāb al-Maššātīn y Qanṭarat bāb al-Faraŷ que lo cruzan y que deben conducir a cada una de las dos puertas de este frente (Al-Anṣārī, 1962, p. 432).

Sobre las puertas de Ceuta, especifica que son cincuenta siendo la más notable bāb al-Azam, conocida también como la puerta nueva (Al-Anṣārī, 1962, p. 430), cuya construcción se atribuye a Abū l-‛Ulā Idris, que gobernó Ceuta entre 1202-1222 (Gozalbes, 1988, p. 402; Pavón, 2003, p. 72).

Era la principal puerta de ingreso a la ciudad situada en el frente occidental del perímetro amurallado. La califica de construcción regia, célebre y monumental y la considera única, una de las maravillas de Ceuta. Nos informa también de su estructura: está ceñida por una calahorra monumental, de aspecto imponente, como si estuviera colgada del aire. Es muy esbelta y comprende, en total, 10 cúpulas y 14 arcos. Su puerta central está flanqueada por otras dos calahorras, unidas a la mayor y detalla que sus arcos y dovelas fueron construidos con piedra porosa. Se trata de una obra maravillosa y se dice que tiene el mismo estilo que la puerta de Hamadan.

Fig. 28. Bóveda estancia A (fotografía J. Gutiérrez)

Esta detallada descripción de la puerta nueva no corresponde con lo que hoy hemos dado en llamar “Puerta Califal” objeto de nuestra investigación: ni está en una calahorra, tampoco flanqueada por otras dos y tampoco es posible reconocer en ella diez cúpulas ni catorce arcos. Como apuntó recientemente Carlos Gozalbes (2019, p. 234-235), debe hacer referencia a la otra puerta de ingreso a la medina.

Desde el punto de vista de la investigación arqueológica la siguiente fase documentada corresponde a época almohade.

En este momento, los muros y cubierta del edificio tardo-antiguo debían estar bastante deteriorados.

En la estancia A se reconstruyó el vano situado al sur, que conduce a las escaleras de las salas G-H y la sala fue cubierta con una bóveda rebajada sostenida por pechinas y arcos de medio punto ligeramente apuntados, todos ellos de ladrillo.

Los muros que fue preciso rehacer se levantaron con mampostería regularizada con ladrillos, de 26,4 cm de longitud, 13,25 cm de ancho y 3,7 cm de grosor de media (véase capítulo 11), tomados con un mortero muy rico en cal (muestra PCC3, véase capítulo 12).

En la clave de la bóveda de la sala A se colocó una pieza semiesférica tallada en piedra y decorada con motivos vegetales. Fue encontrada rota y en su parte inferior asomaba un eslabón de hierro que posiblemente es parte de la cadena que sostenía la lámpara que servía para iluminar esta sala.

Fig. 29. El vano de la sala A reconstruido.

Para la cubierta de la sala B se escogió una bóveda de cañón con un hueco que comunicaba con el adarve, descentrado respecto a su eje, posiblemente una buhedera.

La primitiva puerta norte del edificio tardo-antiguo en la sala D fue también remodelada formando el paso con un arco de medio punto, también algo apuntado, aunque más bajo que los de la sala A. En este caso, como ya se indicó, el muro visible en su cara norte es de mampostería de piedra enfoscada y no de ladrillo, muy semejante a la cara visible del lienzo tardo-antiguo. Ello permite plantear la hipótesis de que se trate de un muro de la fortificación precalifal y que únicamente el arco de ladrillo corresponda al periodo almohade, momento en el cual este paso fue restituido a mayor altura. A este muro preexistente se adosó otro, que en este caso sí está levantado con mampostería de piedras regularizadas con ladrillos, que debió ser construido durante esta remodelación.

Además de estas reformas en las zonas altas del interior de la puerta, otras tuvieron lugar también al exterior.

Perpendicular a la portada califal se observa el arranque de un arco construido en ladrillo, muy semejante a los que vemos en el interior. Debió alcanzar el antemuro.

Fig. 30. Arranque del arco adosado a la Puerta.

Fig. 31. Reformas en la puerta: banco y muro con mocheta.

Fig. 32. Banco adosado al lienzo de la muralla omeya.

En la zona baja del lienzo omeya, entre el adelantamiento de la puerta y el quiebro que el paño hace al norte, se hizo un banco adosado en un momento que no podemos precisar. Sobre él se levanta un muro de mampostería regularizada con hiladas de ladrillo con mocheta para encajar una puerta. Aunque no es posible determinar si el arco de ladrillos de la portada y este muro fueron construidos a la vez, parecen responder a la construcción en este lugar de una antepuerta.

Por último, cabe señalar que en la parte alta del paño de muralla omeya se documentaron los vestigios de una pequeña estructura de ladrillo en ángulo recto a la que se ha asignado una cronología semejante (véase capítulo 5).

Fig. 33. Croquis de la evolución de la Puerta Califal.

Todas estas acciones apuntan a la necesidad de reformar las cubiertas y zonas altas de los muros del edificio de origen bizantino a estas alturas ya muy deteriorados. Las cubiertas de época omeya (sala D y E) sin embargo no precisaron esta reconstrucción y han permanecido intactas hasta nuestros días. También parece evidente la intención de reforzar el acceso a la puerta con la construcción de esa antepuerta adelantada.

Las acciones constructivas que hemos descrito pueden datarse en época almohade. Una muestra del mortero del vano reconstruido en la sala A fechada por C14 entre 1118 y 1222 (73% de fiabilidad)11.

(11) Entre 1202 y 1222 gobernó Ceuta Abū l-‛Ulā Idrīs, que desarrolló una amplia actividad constructiva y al que se atribuye la construcción de bab al-Azam. Sobre su gobierno en Ceuta, véase Pavón, 2003.

16.7. Viejas murallas, nuevos defensores (1415-1541)

El 21 de agosto de 1415 los portugueses toman Ceuta en tan solo una jornada de lucha. A pesar de la cuidada preparación de esta expedición nada hacía presagiar una victoria tan rápida12.

(12) Zurara (1915) atribuye la rápida expugnación de Ceuta a la insensata osadía de algunos jóvenes musulmanes que se lanzan fuera del perímetro amurallado para retar a los portugueses. La rápida acometida de algunos de ellos los pone en fuga sin subsistenque en su huida acierten a cerrar la puerta por la que regresan. Una vez dentro de la ciudad, la superioridad del equipamiento militar lusitano, la sorpresa y el pánico de la población hacen el resto. Otra versión de estos hechos atribuye la entrada de los portugueses en Ceuta a una traición. Sobre la conquista, sus causas y consecuencias, la bibliografía es muy abundantemente. En cuanto a los aspectos militares pueden consultarse los recientes trabajos de Luis Miguel Duarte (2016; 2019) y António Martins Costa y Joao Gouveia Monteiro (2015) que recogen la bibliografía disponible; para la ubicación de los distintos hechos narrados por Zurara, véase Gozalbes (2019).

Fig. 34. Cuadro resumen de las dataciones de C14

Aunque desconocemos muchos detalles de esta acción, sí sabemos que el ataque inicial tuvo lugar en una puerta situada en la bahía norte, justo en el extremo de la Almina, y que el avance se produjo de este a oeste. Es decir, el frente occidental de la medina en el que se concentraban las defensas más sólidas no fue atacado hasta el último momento (Gozalbes, 2019).

Rodeados por un enemigo que les superaba en número y aislados del territorio que hasta la conquista surtía a Ceuta de todo lo necesario para su subsisten cia, la defensa y el abastecimiento fueron la principal preocupación de los nuevos moradores.

Respecto a la primera, el Rey ordenó encarecidamente a Pedro de Meneses, su primer gobernador, que permaneciese en el interior de la ciudad al amparo de las murallas. Este mandato casaba mal con las ansias de aquellos nobles que permanecían en Ceuta ávidos de fama y fortuna que únicamente podrían alcanzarse en acciones contra el enemigo (Campos, 2011).

Aunque no sin dificultades, Pedro de Meneses logró reprimir estos impulsos y ordenar las salidas estableciendo un rígido protocolo de vigilancia que minimizase los riesgos13.

(13) A pesar de todas las advertencias del Rey, Pedro de Meneses comprendió pronto que una actitud defensiva como la ordenada por el monarca acabaría por ser insostenible y promovió en cuanto le fue posible continuas incursiones en territorio enemigo que por su violencia obligarían a huir a la población limítrofe, formando de este modo un área extramuros controlada de manera efectiva por los lusitanos. Véase Zurara, 1988, cap. XXIII, pp. 64-65.

Las murallas, especialmente las que miraban al campo, marcaban la frontera entre la vida y el cautiverio o la muerte para los portugueses instalados en Ceuta. Su reparación y mejora eran por ello constantes, aunque seguían siendo aquellas construidas por los musulmanes siglos atrás.

Fig. 35. Reducción del perímetro de la ciudad lusitana (en gris oscuro) respecto a la medieval islámica.

Para profundizar en el conocimiento de las defensas bajomedievales islámicas es necesario acudir a las crónicas portuguesas pues, como ha quedado dicho, los lusitanos mantuvieron en gran medida las fortificaciones heredadas hasta su completa reestructuración a mediados del siglo XVI. Son para ello fundamentales dos obras de Gomes Eanes de Zurara, cronista mayor del Reino. La primera, la Crónica de la toma de Ceuta (Zurara, 1915), describe la conquista. En la segunda, la Crónica de D. Pedro de Meneses (Zurara, 1998), se narran las primeras décadas de presencia portuguesa en Ceuta. Pero no son las únicas fuentes útiles a nuestro propósito. Las complementaremos con la Crónica del Condestable Nuno Alvares Pereira (Anónimo, 1911) y con el Libro de la Guerra de Ceuta, la versión latina de la crónica de la Tomada de Zurara, de Mateo Pisano (1915).

16.7.1. El frente occidental en la Crónica de la toma de Ceuta

La Crónica de la toma de Ceuta Zurara relata un episodio protagonizado por el infante Enrique que tiene como escenario el frente occidental del recinto. Tras recorrer la “rua direita” camino del castillo, alcanza un punto, en el que los musulmanes se hicieron fuertes pues allí se juntaban tres muros, el del castillo, el de Barbaçote y el que separa ambas villas (Zurara, 1915, p. 216).

Se trata de un lugar al sudoeste de la medina limitado por los muros del castillo y los que protegían al sur y al oeste la ciudad (Villada, 2015b; Gozalbes, 2019, p. 232).

Traducido al plano actual, el muro meridional del castillo estaría situado a la altura del edificio de nueva planta del Parador de Turismo, el de Barbaçote vendría a corresponder con el muro meridional de los jardines del Parador y, por último, el que separaba ambas villas es aquel que quedó integrado en la Muralla Real. La torre de la Mora, marcaría el ángulo sudeste del Castillo y se encontraba más o menos en la actual recepción del Parador.

Da cuenta a continuación de cómo fue forzada la puerta que allí había.

No fue sencillo. En primer lugar, sobre los muros había un gran número de defensores. Por otra parte, el sitio era estrecho y los que huían recobraron ánimos aprovechando esta circunstancia para plantar cara a las huestes lusitanas. Además, el número de cristianos se había reducido notablemente, eran tan solo 17, ya que el resto se habían lanzado al pillaje o buscaban desesperadamente saciar en los pozos la acuciante sed provocada por la carne salada que habían consumido y por tantas horas de lucha bajo el tórrido sol de agosto. También había a quiénes su debilidad había apartado de la lucha (Zurara, 1915, p. 216-217).

Durante dos horas y media se suceden las acometidas hasta que un escudero del Infante, Fernam Chamorro, cae herido en tierra. Esto recrudece el combate al intentar los musulmanes capturarlo, en tanto que los portugueses pugnaban por ponerlo a salvo (Zurara, 1915, p. 217).

Una embestida final del Infante puso en fuga a los musulmanes que escaparon por la puerta antes citada “a la otra ciudad”14. D. Enrique y cuatro de los suyos, aprovechando el desorden y el temor de los que huían, se lanzaron en su persecución.

(14) Esta otra ciudad es el Āfrāg o los arrabales occidentales.

El cronista describe su recorrido: sobre aquella puerta había un muro grueso y fuerte, con dos órdenes de almenas de modo tal que se defendía desde ambas partes. Después, una torre con una bóveda perforada en ciertos lugares y de aquella torre salía una segunda puerta, construida en recodo (“feita en uollta”). Van después entre el muro principal y el antemuro (barreira) hasta que llegan a una tercera puerta.

Al ir mezclados cristianos y musulmanes los que estaban sobre el muro o en las buhederas de la torre no se atrevían a atacarles por temor a dañar a los suyos. Aunque no sin gran trabajo, subraya el cronista, fueron empujados los musulmanes hasta esa tercera puerta (Zurara, 1915, p. 220).

Cuando llegan a ella, temiendo que si se cerraba la Ciudad estaría definitivamente perdida, se revuelven los musulmanes intentando impedir que los cristianos la cerrasen. La lucha se prolonga largo rato sin que los portugueses consigan cerrar más que una hoja. De cómo tan exiguo grupo, cinco portugueses según el relato, pudo hacer frente a tan gran número de adversarios es explicado por Zurara al señalar que se vieron favorecidos por la existencia de un muro frente a la puerta que impedía un ataque frontal de los musulmanes. Aun así, apenas podían contenerlos hasta que una enérgica acometida del Infante les hace retroceder logrando con ello cerrarla (ibid.) Expuestos entonces los portugueses al hostigamiento de los musulmanes que dominaban las alturas, corren a refugiarse a las bóvedas que habían recorrido antes.

Ya en el capítulo LXXXI da cuenta el cronista del temor de los portugueses que habían quedado fuera por la suerte del Infante y los que con él iban a medida que transcurrían las horas y estos no regresaban.

Por su parte, los musulmanes que estaban sobre los muros estaban frustrados pues no podían dañar a los cristianos “por razón de la vuelta del muro que venía sobre aquella puerta dónde ellos estaban y bajo cuya sombra recibían amparo” (Zurara, 1915, p. 221).

El dramatismo de la escena llega a su clímax cuando el infante pide a los que le acompañan que lo dejen solo y vayan en busca de socorro y estos se niegan a abandonarle (Zurara, 1915, p. 221-222).

El desenlace de este suceso se narra en el capítulo LXXXII.

García Moníz logra abrirse paso de nuevo a través de la puerta hasta el Infante. Le conmina a volver indicándole que los muros están aún llenos de enemigos y que “encima de esta puerta está otra por donde entran los moros y salen cuantas veces quieren”. Debe regresar pues en la ciudad la lucha ha dejado paso al saqueo y sus hermanos y los otros capitanes están diseminados por toda la ciudad, así que, si los del castillo hicieran una salida o los que huían entrasen de nuevo por esa puerta, su vida estaría perdida sin gloria alguna.

De todo este relato podemos extraer algunas conclusiones:

1. El lugar en que se encontraba esta puerta y dónde Fernam Chamorro cae, estaba fuera del Castillo, concretamente al sur.

2. Tras la puerta forzada en primer lugar se abrían varios tramos en codo y abovedados.

3. La última parte de su recorrido se realizó entre el muro y la barrera.

4. En este recorrido existen varios vanos que pueden cerrarse. Los portugueses logran sostener los contraataques por la existencia de un muro.

5. Cuando consiguen cerrar las hojas quedan a salvo de los ataques de los musulmanes que dominan aún las partes altas de los muros.

Esta ubicación corresponde a la de la Puerta Califal estudiada y la descripción del recorrido seguido por el Infante cuadra bien con lo que conocemos: la barreira y el muro que impide un ataque frontal son el antemuro y en el que se abre la puerta tras la que se refugian, la que hemos denominado califal (abovedada, con buhederas y en codo).

Sigamos con el relato de Zurara para aclarar otras cuestiones relativas a la estructura del frente occidental en estos momentos.

El Infante siguiendo el consejo de García Moniz retorna al punto en que fue herido Fernam Chamorro. Allí, el combate continuaba sin tregua y ellos se unen a él (Zurara, 1915, p. 223-224).

Estando allí fue requerido para que se encaminase a otra “porta de çima” pues sus hombres y los de Don Pedro iban de camino con intención de salir por ella a la villa de fuera y precisaban ayuda por el gran número de enemigos que se concentraba allí.

Es decir, esta puerta, distinta por tanto de la anterior, permitía también la comunicación con el exterior y debía encontrarse necesariamente al sur de la primera15.

(15) Como queda dicho esta segunda puerta debía estar al sur de la anterior pues hacia el norte se encontraba el muro sur del castillo.

El Infante acudió a esta segunda puerta en la que el combate era muy duro pues los musulmanes ponían todo su empeño en defender este paso, llegando incluso a derribar incluso la bandera del Infante. Como en la puerta de abajo, el Infante realiza un impetuoso ataque que los puso en fuga, pero, señala el cronista, no todos tenían tanto empuje como él. Una vez en el interior se dio cuenta de que únicamente García Moniz le acompaña. Más prudente en esta ocasión, decide volver sobre sus pasos (Zurara, 1915, p. 224).

De esta puerta indica Zurara que estaba compuesta por varias bóvedas.

El tercer episodio que interesa a nuestro propósito es el narrado en el capítulo LXXXVI en que se da cuenta de la toma del Castillo (Zurara, 1915, p. 231-233).

Tras tomar la ciudad, únicamente el palacio de los Gobernadores -el castillo de la Crónica- estaba aún en manos enemigas. Dado lo avanzado del día, deciden posponer el asalto al siguiente, poniéndole guardia durante la noche para evitar un contra-ataque por sorpresa.

Van allí los que tenían encomendada su custodia, pero advierten que el castillo ha sido abandonado.

Tras conocer esta noticia el rey ordena a Joham Vaaz poner la bandera de San Vicente en la torre más alta.

Antes de quebrar las puertas, fueron abiertas por un vizcaíno y un genovés que estaban en el interior.

Así, en conclusión, si del primer episodio se extrae que había dos puertas, cuyos nombres no se especifican, de este segundo se deduce que el castillo tenía también otra dos. Una, la que iban a quebrar los hombres de Joham Vaaz, daba a la medina. La otra comunicaba con el exterior y por ella habían escapado los musulmanes sin que su huida fuese advertida por los portugueses.

Más tarde se ordenó a Pedro de Meneses, alférez del infante Duarte, que llevase su bandera a la torre de Fez que estaba en la villa de afuera. Se produjo un nuevo enfrentamiento a la salida de aquella puerta, que ahora se llama de Fernando Afonso nos aclara. Aunque no sin combatir duramente, se abrieron paso y guardaron esta torre de Fez toda la noche.

Mientras tanto Fernando de Castro y João, su hermano, acompañados de otros muchos, salieron por la “puerta de encima”, luchando con los musulmanes hasta que les lanzaron fuera. También Zurara no da en esta ocasión el nombre de esta puerta que era conocida como de Álvaro Mendes (Zurara, 1915, p. 233).

La ubicación de la torre de Fez puede resultar confusa. La villa de afuera hace referencia al Āfrāg y allí existía efectivamente una torre llamada de Fez. Sin embargo, en la Crónica de D. Pedro de Meneses queda claro que la que en ella denomina así era una de las que se encontraba en el frente occidental de las murallas.

Salir a campo abierto a tomar una torre del Āfrāg, tras atravesar los arrabales exteriores, al anochecer y rodeados por una multitud que huía de la ciudad deseosa de venganza parece una misión suicida. Ricard (1955, p. 18), atendiendo a este razonamiento, propuso que se había producido una traslación de este topónimo, que originalmente aludía a una torre del Āfrāg, a la muralla de la Ciudad ante la imposibilidad de los portugueses de dominar el Āfrāg en los primeros años.

Quizás se trate simplemente de un error del cronista16.

(16) La Crónica fue escrita entre 1449 y 1450, es decir mucho después de los acontecimientos que narra, a partir de testimonios orales de algunos de sus protagonistas a Zurara que no participó en la conquista y no conocía Ceuta en aquellos momentos. El riesgo que suponía salir fuera de las murallas en esos momentos queda claro en la Crónica del condestable Nuno Alvares Pereira (1915, p. 202-203) en que se relatan también, de forma más resumida, la conquista del castillo y algunos de los primeros enfrentamientos con los musulmanes los días siguientes a la conquista, con algunas diferencias en cuanto a los protagonistas de estos hechos. Así se dice allí que cuando la ciudad fue tomada muchos de sus habitantes se refugiaron en el castillo en el que había también algunos genoveses. El Condestable sería, según esta versión, el encargado de hacer la guardia del castillo que, a las pocas horas, se rindió al ser abandonado por los musulmanes, como le comunican los genoveses. Días más tarde vino mucha gente a pie y a caballo junto a una puerta de la ciudad que llama de Fez. Nuevos ataques frente a esta puerta tienen lugar en las siguientes jornadas. Es evidente que la puerta de Fez a que se refiere esta Crónica se encontraba en las murallas de la Ciudad.

Es interesante esta nueva referencia a dos puertas, la de Fez, denominada como de Fernando Afonso, topónimo que no vuelve a aparecer en las crónicas, y la de Álvaro Mendes, identificada con la “puerta de encima”.

Al describir lo que se hizo aquella noche aclara Zurara que la ciudad no necesitaba mucha vigilancia porque en buena parte está cercada por el mar y a “aquel pequeño trozo que quedaba de la parte del continente” no le quedaba mejor guarda que la gente del Infante que estaba sobre la puerta de Fez y la de otros muchos que estaban sobre la puerta de Álvaro Mendes (Zurara, 1915, p. 234). De nuevo, una mención de la existencia de dos puertas, la de Fez y la de Álvaro Mendes, ambas en el frente occidental.

16.7.2. El frente occidental de las defensas ceutíes en la crónica del Conde D. Pedro de Meneses

La Crónica de D. Pedro de Meneses (Zurara, 1988) narra los hechos acontecidos bajo el mandato del primer gobernador de Ceuta entre 1415 y 1437.

En estos primeros años del dominio portugués sobre Ceuta los ataques fueron constantes y el cronista los describe con cierto detalle. Dado que estas acometidas tienen lugar habitualmente desde el continente son los elementos defensivos del frente occidental los más profusamente citados.

Las dos puertas y torres principales son la de Álvaro Mendes y la de Fez. Además, son mencionadas otras tales como la de la coracha, las de la barrera, la que estaba sobre las taracenas, la de la Ribeira y la de la Almina.

En la asignación de puestos de defensa que hace el Rey a quienes quedaron en Ceuta señala que a Álvaro Mendes Cerveira se le encomienda una torre, próxima a la de Fez, ambas contra el continente. La torre era llamada Madraba y acabo llamándose de Alvaro Mendes:

quedó allí Alvaro Mendes Cerveira, capitán de los escuderos de Évora y de Beja, donde vivía, al cual le fue encomendada otra torre, que está junto con otra de Fez, y ambas estaban contra la tierra de los moros de la parte de las Algeciras; la cual torre entonces era llamada de Madraba; y por el mucho tiempo que aquel hidalgo estuvo allí, donde llevó a cabo bastantes honrosos hechos de armas, llamaron a aquella torre de Alvaro Mendes, con aún hoy se llama (Zurara, 1988, p. 23-24).

En sus ataques los musulmanes solían hacer la “carreira” entre las puertas de Fez y Álvaro Mendes (Zurara, 1998, p. 50).

La torre y puerta de Álvaro Mendes son mencionadas en más de una veintena de ocasiones y con dos topónimos distintos: este de Álvaro Mendes que adquiere tras la conquista portuguesa en razón de su asignación a este noble portugués (Zurara, 1998, p. 24) y también, menos frecuentemente, otro de raigambre árabe, es decir el que tenía previamente, que aparece con tres formas distintas, Madraba (Zurara, 1998, p. 23), Madraxabe (Zurara, 1998, p. 105 y 168) y Madrabaxabe (Zurara, 1998, pp. 43, 102, 103 y 286). Este topónimo parece relacionado con el vocablo “almadraba”.

La puerta estaba cerca de una coracha en la que había unos barcos en seco, que no es otra que la del Sur o Barbaçote, también conocida como de Ruy Mendes (Zurara, 1998, p. 43).

Contra esta puerta y coracha se dirigen la mayoría de los ataques de los musulmanes, aunque sin fortuna y con gran pérdida de vidas (Zurara, 1998, p. 43). No obstante, en uno de ellos lograron superar la coracha y penetrar en la playa. De allí son expulsados por los refuerzos que acuden a esta zona (Zurara, 1998, p. 204).

De esta torre de Álvaro Mendes nos dice Zurara (1998, p. 208) que tenía una “barreira”, aunque no en tan buen estado como requería.

Fue en esta torre en la que se puso una de las dos campanas halladas en la ciudad, tomadas por los musulmanes en Lagos, con la que se llamaba a rebato (Zurara, 1998, pp. 117, 139 y 190). La otra se colocó en la torre de Fez con idéntico fin (Zurara, 1998, p. 52).

Esta torre de Fez y su puerta son citadas en una decena de ocasiones. Era la mayor de las que había en la muralla de la Ciudad y su custodia fue encargada inicialmente a Gonçalo Nunes Barreto (Zurara, 1997, p. 23)

Desde esta torre-puerta y desde la “barreira” los ballesteros hacían mucho daño a los enemigos (véase por ejemplo Zurara, 1998, p. 92, 103 y 104). La barrera tenía unas puertas que permitían salir al exterior (Zurara, 1998, p. 46), cuya custodia era objeto de especial atención (Zurara, 1998, p. 193 y 199).

Menciona además Zurara (1998, p. 181) una puerta de las corachas, quizás las situadas en la bahía norte por nombrarlas en plural (había dos) y también otra puerta de la coracha sobre Barbaçote (Zurara, 1998, p. 204), al sur, es decir la que denomina en otras ocasiones como de Ruy Mendes. Esta última tenía en su extremo una torre, denominada en el proyecto de Benedetto de Rávena “torre de Hércules”. Especifica el cronista en otra parte de su relato que sobre esta coracha había un “cubello” en el que el Conde mandó poner una pieza de artillería en un cadalso (Zurara, 1998, p. 105; véase también p. 206).

Cita también otro “cubello” al fondo de la puerta de Fez,

y porque en el otero que está encima de la parte de Barbaçote se juntaban gran número de moros, mandó el Conde poner un trueno en un cadalso [caramanchāo], que hiciera al lado del cubello, que está sobre la coraza, porque vio, que desde allí podría disparar a lo largo del otero, y no fue en vano su pensamiento; puesto que del primer tiro mató dos de ellos y a los otros infundió tal espanto que no osaron volver por los muertos hasta mucho después, y con todas estas pérdidas y daños que los nuestros les hacían no dejaban de acarrear sus puertas y leña con gran esperanza de culminar su primer deseo con que allí llegaron […] [un escudero con otros diez] comenzó a escaramuzar con los contrarios; pero los moros no estuvieron temerosos de ir a buscarlos y andando así haciendo sus vueltas bajo el cubello que está al fondo de la puerta de Fez, en breve fueron cinco o seis de aquellos moros heridos (Zurara, 1998, p. 105).

Fig. 36. (A) Detalle del grabado “A Plan of the Famous Town and Fortress of Ceuta” impreso por T. Bowles. (British library). Con la g se indica el palacio del gobernador y con la h la torre vigía con campana. (B) Detalle del grabado de Ceuta en el “Livro de varias plantas deste Reino e de Castela” (Biblioteca Nacional de Portugal). El nº 19 reza “la campana”. (C) Detalle del grabado de Clemens Paelio (Biblioteca Nacional de Francia). Con el nº 2, “Plataforma de la campana”. (D) Detalle del grabado atribuido a Lope de Acuña (AGS). El nº 6 es el baluarte de S. Sebastián. Corresponde al baluarte de la Coraza y en él se observa una torre cuadrada.

Otra puerta era la de las atarazanas (taracenas)17, situada al norte, y la de la ribeira, al sur.

(17) Las atarazanas, según Mascarenhas (1918, p. 13), estaban en la costa norte, en las dos playas que había entre los islotes de la Puntilla y la puerta del Campo.

De todos estos datos puede concluirse que las puertas y torres de Fez y Álvaro Mendes estaban situadas en el frente occidental, la segunda muy cercana a la coracha, confirmando de este modo la conclusión que se extrae de la lectura de la Crónica de la Tomada.

La puerta de Fez debe corresponder a la excavada, es decir, la “Puerta Califal”. La de Álvaro Mendes, que sería la que corresponde a la puerta nueva de la descripción de al-Anṣārī, estaría más al sur, entre la torre y puerta de Fez y la coraza de ese lado.

Es interesante al respecto la vista de 1643, atribuida a Lope de Acuña (Vilar y Vilar, 2002), conservada en el Archivo General de Simancas (AGS MPD, 12, 078). En ella se dibuja una torre cuadrada que emerge del baluarte de la Coraza, aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el caballero de este baluarte.

En 1695 Clemens Paelio realiza otra vista en la que podemos observar esta misma torre denominada “plataforma de la Campana”.

También del periodo del asedio de Muley Ismail tenemos dos imágenes más. La primera, incluida en el códice de Thomas Correia, dibuja a la altura del actual baluarte de la coraza esta misma torre, denominada en la leyenda que lo acompaña como “torre de la Campana”. La segunda, de Thomas Bowles, muestra la denominada “Watch Tower with the Alarm Bell”, algo desplazada al norte.

Es posible que la torre de Álvaro Mendes quedase integrada en el nuevo baluarte de la Coraza, siendo visible ya solo su parte superior y que desapareciese al construir el caballero. Este emplazamiento es aproximadamente el del lienzo califal identificado en el acceso a la casamata de este baluarte que quizás formase parte de ella o al menos estaría en sus inmediaciones.

16.7.3. Modificaciones de la muralla del frente de Tierra entre 1415 y 1541

En las crónicas de Zurara, especialmente en la del Conde D. Pedro de Meneses, son mencionadas algunas reparaciones realizadas.

Así, por ejemplo, en 1418 se señala que en los lienzos se habían abiertos huecos que debieron ser reparados ante el inminente cerco a que sería sometida Ceuta (Zurara, 1998, p. 207). Estas reconstrucciones de trozos dañados de la muralla por los ataques debieron ser constantes.

Otras muchas obras, encaminadas a mejorar las defensas de la ciudad y prepararlas para adaptarlas al uso de la artillería (apertura de troneras, ensanchamiento de torres, etc.) (Villada, 2013), se llevan a cabo en la segunda mitad del siglo XV y primera mitad de la posterior centuria.

Del estado de las defensas de Ceuta a lo largo del siglo XV pueden darnos idea los comentarios de algunos de sus visitantes.

Tafur (1874, p. 7-8) estuvo en Ceuta en diciembre de 1436. Su impresión de la ciudad es positiva “me pareció mucho bien” y alaba su situación, su buen puerto y sus muchas tierras, frutas y aguas. Sobre las murallas señala que la ciudad es bastante fuerte en aquello que ha quedado, una referencia implícita a la disminución de su tamaño.

El 22 de noviembre de 1451 arriba al puerto ceutí la expedición que desde Lisboa conducía a Leonor de Portugal, futura emperatriz de Alemania, a su boda con el emperador del Sacro Imperio Romano Federico III.

N. Lanckman (1992) capellán del emperador, relata este viaje, pero apenas ofrece información sobre las defensas de Ceuta más allá de señalar su admiración por ellas

O magna pallacia et fortes ac mirabilis struture in turribus et fortaliciis predicte ciuitatis. Et qualis fuerit Cepta docet eius ruina [¡Qué grandes palacios y fuertes y admirables construcciones de torres y bastiones los de esta ciudad! Lo que fue Ceuta lo enseñan sus ruinas]

También Jerónimo Munzer (1924) estuvo en Ceuta en las postrimerías de esa centuria. Según su testimonio, Ceuta había sido una gran ciudad antes de los portugueses, pero ahora era más pequeña (una nueva alusión al “atalho”). No obstante, esta “bien fortificada y apercibida para los ataques” (p. 214), aunque “esta plaza le da al rey de Portugal más honra que provecho” (p. 215).

En la intervención realizada en el marco de este proyecto pudimos identificar la sustitución de la merlatura sobre la Puerta Califal por otra más gruesa y conveniente para la defensa de las piezas que se situaron sobre ella. Las cerámicas recuperadas permiten fechar estas reformas en época del rey Manuel I a inicios del siglo XVI.

No obstante, las murallas medievales iban quedando cada vez más desfasadas por el incremento del poder artillero de los musulmanes (Cook, 1993 y 1994) al que se añadía la presencia de la poderosa armada turca en el Estrecho que ponía en riesgo la seguridad de Ceuta18.

(18) En 1541 un muro había caído y la visita de inspección que realizan Benedetto de Ravena y Miguel de Arruda certificó el lamentable estado en que se encontraban las murallas, hasta tal punto que el gobernador les pide guarden secreto para no desalentar a los moradores (Moreira, 2001, p. 106). Ese mismo año João III instaba a Luis de Loureiro a que tomase las medidas necesarias para hacer fuerte Mazagán pues era consciente del poder de la artillería de los musulmanes: vos aveys de fazer conta que o aveys com homens que se sabem achegar ao muro muy asinha e sem lhe poderdes fazer nojo con a vossa artelharia, e que sabem tanbem o que se ha-de fazer em hum cerrquo como quem o milhor pode saber porque trazem muytos Turquos e arrenegados consigo e muyta artelharia e muytos peterchos de guerra (Moreira, 2001, p. 86-87).

Las cartas de los gobernadores al monarca en que suplicaban su urgente reparación y el envío de lo necesario eran frecuentes y no siempre atendidas (Villada, 2020).

Es ilustrativa de este estado de cosas la orden dada por Nuno Alvares Pereira, gobernador de Ceuta, el 1 de mayo de 1532 al almojarife Antonio da Costa de emplear 500 cruzados enviados por Francisco Lobo, feitor de Andalucía para hacer ciertas estancias y reparar otras, pues sus muros están muy dañados (Cenivel, Lopes y Ricard, 1946, p. 574-576). También mandaba hacer las puertas del baluarte del sertao y las puertas del muro nuevo y el puente levadizo. Todo ello debía hacerse con prontitud pues parecía inminente la venida de Barba Roja contra Ceuta.

Frente a otros documentos que reflejan esta misma precariedad, este tiene el interés de concretar las obras a realizar y las razones que llevan a ejecutarlas, a pesar de que no es sencillo ubicar los lugares indicados.

Las reparaciones que debían hacerse eran las siguientes:

1. La estancia de la coracha de Tetuán en que estaba la artillería debía alargarse por ser esencial para la mejor defensa

2. La estancia de las bombardas gruesas sobre San Antonio y también la de la espera, (posiblemente en referencia a una pieza de artillería) que está sobre el huerto de naranjos debían hacerse más grandes tanto por razones defensivas como por beneficio de la hacienda real pues, dada su estrechez, los disparos derribaban casas y los propietarios debían ser indemnizados.

3. Las puertas del baluarte del sertao, que por aquel entonces estaban quebradas y en el suelo debían sustituirse por otras nuevas.

4. Las puertas del muro nuevo y el puente levadizo del mismo muro, también en mal estado, habían de ser igualmente reparadas.

5. Debía atenderse igualmente el pago de una nueva campana que a la larga constituiría un ahorro para la hacienda real pues, hasta el momento y en ausencia de ella, el toque de rebato se realizaba con tres o cuatro tiros gruesos lo que suponía un gasto de un quintal de pólvora.

6. También debía recomponerse la garita de la atalaya de la campana, derribada para instalar la nueva, y la garita de la estancia de la coracha.

Era necesario llevar a cabo estas obras con la mayor urgencia y para ello, además del dinero necesario, debía entregarse toda la cal que hubiese y, si no fuese bastante, se compraría al mercader Pero Malharte y a Ana Gómez, dueña del horno de cal, la que fuese necesaria.

Unos meses después, el 15 de julio, mandó reparar también los vallos y tranqueiras (muros de piedra y estacadas exteriores) derribados, tejar el granero de trigo, pues en él había 1.500 moios de trigo que corrían riesgo de perderse con las lluvias del invierno, así como reparar la Casa dos contos para que no se cayese (Cenival, Lopes y Ricard, 1946, p. 576-577).

El ataque turco nunca se produjo, pero la situación de Ceuta seguía siendo preocupante. Los recursos destinados a su defensa resultaban especialmente onerosos ahora que los intereses de Portugal parecían centrarse en otros territorios más prósperos del Imperio.

Esto obligó a una reestructuración de la política norteafricana de João III. La pérdida de Santa Cruz del Cabo de Guer en 1541 puso de manifiesto el inminente peligro que corrían las plazas lusitanas norteafricanas y Portugal debía atender las crecientes de un Imperio mundial que demandaba cada vez mayores recursos de un reino que no disponía de ellos. Frente a Brasil, India, el África subsahariana o el sudeste asiático, los puertos norteafricanos, desechada ya hacía décadas la posibilidad de una conquista del reino de Fez, habían perdido importancia. Todo ello llevó al abandono de todas estas posesiones excepto Mazagán, Tánger y Ceuta, en las que se llevó a cabo una importante remodelación de las defensas en línea con las nuevas tendencias en el arte de fortificar del Renacimiento.

Con su habitual maestría Correa (1999, p. 176) da cuenta de la situación:

Empeñados los señores portugueses en sus expediciones y conquistas del Asia, contendiendo con diversidad de gentes y naciones con justa admiración de todo el orbe, y conociendo que de esta parte de África no podían sacar diamantes, marfil, drogas aromáticas, ni otras riquezas iguales, sino solamente lanzadas y golpes de zimitarras, resolvieron el año de 1550 (a reserva de Ceuta, Tánger y Mazagán) abandonar las plazas de Arcila y Alcázar Zeguer...

16.8. Pólvora y baluartes: la construcción del frente abaluartado

La artillería pirobalística era conocida desde siglos atrás, pero su potencial para expugnar fortalezas no se desarrolló plenamente hasta las postrimerías del siglo XV. Su mayor eficacia en los campos de batalla, especialmente en el asedio de ciudades y castillos, convirtió en inútiles las murallas medievales. Ello trajo como consecuencia el desarrollo de una nueva concepción de su defensa basada en sistemas abaluartados que, como su nombre indica, se basan en el baluarte. Estas piezas pentagonales adelantadas a la escarpa, permitían la instalación de bocas de fuego que cruzan sus tiros impidiendo la existencia de ángulos muertos.

16.8.1. La génesis del proyecto

Aunque también en Portugal se multiplicaban los ensayos para mejorar las murallas, el monarca portugués no contaba aún con un ingeniero de suficientes garantías para reformular según los nuevos dictados surgidos en Italia las fortificaciones norteafricanas (sobre la denominada arquitectura de transición en Portugal véase Barroca, 2003; Moreira, 1989 y 2017; Sousa, 2017).

Por ello solicitó del cardenal de Toledo el envío de un experto ingeniero siendo el elegido Benedetto de Rávena (c. 1485-1556). Precedido de una gran fama forjada a lo largo de muchos años de trabajo en las más importantes fortificaciones mediterráneas, será él quien trace el diseño de la fortificación de Ceuta y de la de Mazagán (una biografía de este ingeniero en Maggiorotti, 1939; Bury, 1994; Carabelli, 1999b y Campos, 2017).

Conocemos con cierto detalle este viaje a través de varias cartas dirigidas por el rey a Miguel de Arruda, a Francisco Botelho, feitor de Andalucía y a Alfonso de Noroña, capitán de Ceuta (Moreira, 2001, p. 102- 106).

Encargó el rey a Miguel de Arruda, uno de los más prestigiosos ingenieros a su servicio y miembro de una destacada familia de arquitectos lusitanos, que se dirigiese a Évora y reclutase allí los pedreros que estimase necesarios para a continuación dirigirse al Puerto de Santa María. Allí debía esperar a Benedetto de Rávena para embarcarse con él hacía Ceuta.

Como se desprende de estas misivas esta misión era de suma importancia para João III, que sentía gravemente amenazados sus territorios norteafricanos y de los que se dudaba abiertamente si prolongar su posesión era viable. La visita de Benedetto de Rávena para dar su parecer sobre la mejor manera de fortificar estas ciudades era crucial, máxime en un momento en que en toda Europa se debatía con pasión sobre cuáles eran los dispositivos más eficaces para defenderse de los estragos que causaba la artillería.

En Portugal son estas experiencias norteafricanas las primeras en que se adoptaran estas propuestas del nuevo arte de fortificar del Renacimiento que tan decisivas resultaron en su política ultramarina.

Construir una fortificación de esta naturaleza suponía invertir una ingente cantidad de recursos, tanto hombres como materiales, que no era posible afrontar sin tener garantías de su eficacia.

El rey ordenó encarecidamente al maestro portugués mantener un trato exquisito con el italiano. La preocupación del monarca por este asunto queda de manifiesto en sus detalladas instrucciones a Arruda en caso de que Benedetto no pudiese acompañarlo: debía ir a Ceuta y dibujar toda la ciudad y todos los padrastros, tomar altura de ellos y, en suma, facilitarle cuanto considerase que podría servir para que se hiciera cabal cuenta de la situación. Miguel de Arruda debía convertirse en los ojos a través de los que el italiano conociera el estado de las defensas ceutíes para que pudiese ofrecer su dictamen (Moreira, 2002, p. 103).

Tras inspeccionar el territorio y estado de las defensas, João III planteaba tres posibles alternativas para mejorar las fortificaciones ceutíes con el menor costo y en el menor tiempo posible: debía pronunciarse sobre si era mejor hacer una nueva fortaleza “sem ter respeito ao modo de que estaa cerquada”, es decir levantándola ex novo, o bien era más conveniente fortificar lo que ya estaba hecho para hacerla lo más fuerte que pudiese ser o, incluso, si se podía reparar para quedar igualmente defendible con poco gasto. De cada una de estas soluciones debía el italiano enviar dibujos y una estimación de costes y tiempo necesario para la ejecución de las obras necesarias.

Añadía además otra tarea urgente: un lienzo había caído y la seguridad de la ciudad estaba comprometida. Debía acometerse sin dilación su reconstrucción, utilizando las mismas piedras y fabricando cal en Ceuta para abaratar el gasto que habría de efectuarse (Moreira, 2002, p. 102).

Las epístolas al feitor y al gobernador para adelantarles la noticia de la llegada de Benedetto y Arruda Ceuta incorporan algunas otras instrucciones para que esta visita fuese lo más útil posible (Moreira, 2002, p, 104-106).

La insistencia en el peligro que supone el muro caído y la necesidad imperiosa de su reparación, que repite también en estas epístolas, permite hacernos una idea de la honda preocupación del monarca por la suerte de Ceuta amenazada por la presencia de la flota turca en el estrecho de Gibraltar.

La llegada a Ceuta se produjo en vísperas de la festividad de la Ascensión, el 26 de mayo (Matos, 2012, p. 245, nota 25).

Antes de dos semanas, el 7 de junio, Afonso de Noronha, gobernador de Ceuta, escribía ya al rey dando cuenta del discurrir de la estancia de ambos ingenieros en Ceuta (Moreira, 2002, p. 106-109).

La inspección de las defensas que habían realizado acompañados por él resultó descorazonadora pues quedaron espantados del estado de los muros y de la escasa artillería y munición que allí había.

Alaba los conocimientos de Benedetto (“ouvilo falar niso he hüa musyca”) y el buen trato dispensado por Arruda al italiano que había complacido extremadamente a este hasta el punto de que le tenía por gran amigo y se afanaba en enseñarle todo lo que sabía sobre la construcción de fortalezas.

Se excusa además por no explicarle en detalle el proyecto pues Miguel de Arruda estaba ya de vuelta hacia Lisboa con él, lo que significa que la traza de la nueva fortaleza ceutí se diseñó en apenas unos días.

Le adelanta, no obstante, que le habían comunicado que lo primero que había de hacerse era construir los cubos, es decir los baluartes, y que “encamisar” los muros podría dejarse para más adelante. También le advierte de sus reticencias sobre la solución dada a la fortificación de la zona del albacar, pero no insiste en ello porque sería Arruda quién debía explicárselas de viva voz (Moreira, 2002, p. 106-107).

La traza llegó inmediatamente a manos del Rey y este quedó hasta tal punto satisfecho con la propuesta que requirió a Benedetto de Rávena para que marchase junto a Miguel de Arruda nuevamente a África para diseñar la nueva fortaleza de Mazagán (Moreira, 2002, p. 109-111).

A pesar del entusiasmo real con el trabajo de Benedetto y de sus instrucciones para que se siguiesen fielmente sus instrucciones, como veremos más adelante, algunas modificaciones sí se llevaron a cabo.

16.8.2. El proyecto de Benedetto de Rávena

El proyecto destaca por su rigor técnico y constructivo y también por su inteligencia y perspicacia para comprender los retos a que se enfrentaba la defensa de Ceuta y darles una solución eficaz y asumible con los medios disponibles. Al estar expuesto a un mayor peligro es el frente occidental el que debía sufrir una intervención de mayor envergadura.

Este proyecto fue dado a conocer por Ricard (1947), pero únicamente se ha conservado el texto y no así la traza que lo acompañaba, por lo que su lectura ha dado lugar a múltiples interpretaciones, en muchos casos contradictorias19.

(19) Destacamos entre ellas las de Dias (1999 y 2002), Correia (2008), Gozalbes (1982), Matos (2012) y Rodríguez Oliva (2002).

No es este el lugar para entrar en profundidad en su análisis, que excedería en mucho nuestro propósito. Nos limitaremos a ofrecer un resumen del mismo siguiendo en gran medida la interpretación realizada por Matos (2012), la más coherente y detallada de las publicadas hasta el momento20.

(20) Agradezco al profesor Matos su enorme generosidad al facilitarme una copia digital de esta tesis aún inédita. Puede consultarse un resumen en https://dspace.uevora.pt/rdpc/handle/10174/8334. En diversos trabajos publicados por él han sido desarrolladas algunas de las ideas que contiene (Matos, 2015; 2016 y 2017).

El proyecto planteaba para el frente occidental lo siguiente:

• Realizar un “atalho novo” (un corte de la fortaleza para hacerla más fácilmente defendible) en el muro de la parte del Estrecho.

Este muro es mencionado en otro párrafo posterior para indicar que en la parte de dentro se harían casas que concordarían con otras que ya existían y que estas tendrían pilares para sostener una bóveda que se haría sobre ellas. Con ello se conseguiría hacerlo más fuerte.

Matos (2012, p. 263) piensa que este muro del atajo nuevo hace referencia al lienzo entre los baluartes del Torreón y Mallorquines en el que se abrirá la puerta principal.

• Construir dos baluartes en cada uno de los extremos. Sus muros tendrían un grosor de 3,30 m21 y un vacío de 8,80 m. En sus flancos tendría sendas casamatas y cañoneras, protegidas estas últimas por orejones curvos, para disparar a lo largo de los paños de los muros. Según el proyecto se construirían varios niveles decañoneras, uno de ellos a nivel del foso que finalmente no se hizo.

(21) En el original las medidas son expresadas en palmos. Matos (2012), de quien las tomamos, ofrece su equivalencia en metros a partir de considerar un palmo equivalente a 22 cm.

Fig. 37. Vista desde el interior de la cañonera este del baluarte del Torreón.

Fig. 38. Punta del baluarte del Torreón.

Se trata de los baluartes del Torreón y de la Coraza, aunque como advierte Matos (2012, p. 264-265) sorprende que el proyecto no haga mención a que los baluartes son distintos uno de otro22.

(22) Efectivamente, si el baluarte del Torreón tiene planta pentagonal (dos caras, dos flancos y gola) el de la Coraza es un semibaluarte con un único flanco.

• En “otro lienzo de muro que va del baluarte del Estrecho por la parte del mar de levante” (el muro de la barbacana) ordena levantar un muro hasta la altura del principal (el muro de dentro) y también ensanchar este hasta alcanzar 1,32 m de espesor. El espacio intermedio se rellenará con tierras. También se realizarán traveses al bies para soportar mejor el empuje de las tierras y el pretil y almenas del muro interior, el medieval, serán derribados y arrojados en el entulho.

Matos (2012, p. 266-267) propone ubicar este lienzo, que considera próximo a un torreón medieval (el denominado baluarte del Estrecho) ligado a una antigua coracha antes de abrir el canal del foso, en el baluarte de los Mallorquines. Como subraya, en el interior del baluarte de los Mallorquines fue localizado efectivamente un paño de la fortificación omeya (véase capítulo 7). Sin embargo, los datos arqueológicos no se acomodan bien a lo que dice Benedetto pues el muro de la cara norte de este baluarte es adosado directamente al lienzo omeya, sin rastro alguno de la barbacana citada en el proyecto ni en consecuencia de tierras que colmatasen el espacio intermedio. Quizás esto es lo que contemplaba el proyecto y luego no pudo, o no pareció conveniente, que se ejecutase.

• Se menciona otro lienzo que va desde las atarazanas hasta un nuevo baluarte que se ha de construir en la parte de la ciudad.

Según Matos (2012, p. 267) estaría situado en la cara este del baluarte de los Mallorquines, dónde, sin embargo, no ha sido documentado allí ningún rastro de lienzos medievales hasta el momento.

Sí se conservan en cambio dos torres y un paño de muralla califal en el extremo oeste del frente norte de la muralla que entesta con el baluarte de los Mallorquines (véase capítulo 7).

• En la escarpa (lienzo de otro muro que va sobre la plaza) se construiría un muro con una anchura de 1,32 m paralelo a la muralla precedente, que será utilizada a modo de encofrado perdido para sostener el relleno de tierras con el que se formará el terraplén. Debía reforzarse con muros en diagonal que funcionarían como contrafuertes. La coronación de la antigua muralla sería demolida y arrojada en estos rellenos y la puerta medieval abierta en estos paños sería entonces tapiada,

o preitoril e ameas do muro velho sera derribado sobre os emtulhos de terra e o portal que esta no dito lamço será çarrado.

Este sector es el que corresponde al que ha sido excavado en el proyecto “Puerta Califal”.

Efectivamente, allí el antemuro medieval (MUR- 150) es demolido y sustituido por otro (MUR-102) que arranca desde la cota de uso de época medieval. El paño ataluzado de la escarpa (MUR-156), comienza mucho más abajo, desde el fondo del foso, y se construye hasta alcanzar esta cota apoyado sobre el terreno natural. A partir de ahí sigue elevándose de manera tal que se acerca progresivamente al MUR-102 hasta que acaban uniéndose con unos muros perpendiculares a ambos.

El espacio entre estos lienzos portugueses y los islámicos, cuya parte superior fue efectivamente demolida, quedó cegado con un relleno de tierras y la puerta fue tapiada parcialmente.

• El lienzo que corre del cubo nuevo de la parte del Estrecho se dejará como está y otro muro que está enfrente, los dos que van a través y las casas que quedan dentro serán derribados y el terreno aplanado hasta el mar.

Fig. 39. A la izquierda. Rellenos de tierras sobre la muralla califal. A la derecha. Detalle de los rellenos de tierras en los que pueden apreciarse las diferentes tongadas de tierras y entre ellas numerosos restos de cerámicas.

Se refiere a la zona del albacar, al oeste del baluarte del Torreón.

Al final del proyecto vuelve a hacerse mención de las operaciones que es necesario llevar a cabo en esta zona. Las cisternas y el pozo debían ser preservados para que no se colmaten y así pudiesen aprovecharse las aguas.

Se construye así un espacio nuevo frente a la puerta principal de la fortaleza para su mejor defensa en el cual quedaría un lienzo reutilizado de la anterior fortificación que es posiblemente la prolongación del documentado en el interior del baluarte del Torreón (véase capítulo 6). Este muro es en el que se abre la conocida más adelante como puerta del albacar.

• Las atarazanas serán reparadas y se harán otras para que, entre todas, puedan albergar diez navíos de remo.

Matos (2012, p. 270) propone ubicarlas en la playa de Santa María, frente a la puerta.

En el siglo XVII, Mascarenhas (1918, p. 13) las sitúa en la costa norte, en las dos playas que había entre los islotes de la Puntilla y la puerta del Campo.

• En cuanto a las puertas, serían cuatro. La del muro del atajo viejo es sin duda la puerta del lado este que comunica la Ciudad con la Almina. La segunda se sitúa en el atajo nuevo y es la puerta principal que da al Campo Exterior. Ambas tendrían 3,08 m de luz y 3,52 de alto lo que permitiría las salidas a caballo desde la Ciudad (Matos, 2012, p. 270). Las otras dos tienen unas dimensiones más pequeñas (1,76 m de luz y 2,20 de alto). Serían la que va para la plaza, con su foso y puente levadizo y la de las atarazanas. Matos (2012, p. 270) las identifica como las situadas al sur (puerta de la Ribera) y al norte respectivamente (puerta de Santa María).

• El lienzo que va sobre la plaza antes citado, la escarpa, tendrá un foso de algo más de 13 de ancho y de profundidad la que fuese necesaria para permitir el paso del agua “de mar a mar” (de la bahía norte a la sur). Tendría dos cabrestantes para poder varar los navíos.

• En otro paño del “sertao” (continente) se alargará la cava que tenía hasta alcanzar los 35 palmos de largo. Matos (2012, p. 269) propone ubicarlo en el frente sur de la plaza, frente a la puerta de la Ribera, protegido por el espigón del mismo nombre.

• A lo largo de los dos paños más largos de la fortaleza (el del sertao y el otro que va sobre la ciudad) se construirán también sus correspondientes pretiles. Son los frentes este y oeste de la Ciudad situados de cara al mar y por eso en ellos no es necesario reforzarlos más allá de reconfigurar las partes altas.

• La torre de Hércules no tendrá artillería por ser bóvedas resistentes y ser necesarias para guardar la pólvora. Se refiere a la torre situada en el extremo del espigón de la Ribera.

Aceptando como válida la restitución realizada por Matos más allá de detalles concretos, se observa como las principales intervenciones propuestas en el proyecto de Benedetto de Rávena están focalizadas en la zona que mira al continente, tanto en el frente occidental como en los muros norte y sur inmediatos a estos, lo cual tiene sentido pues era en ese lugar en el que era previsible se desarrollasen las acciones de hostigamiento y cerco de Ceuta.

Una de las propuestas más innovadoras fue la construcción de un foso que, ampliando notablemente el existente, comunicase las aguas de las bahías norte y sur transformando la península ceutí en una isla, aunque como ya señalamos, no se trataba de una idea absolutamente original pues ya al-Bakrī había hecho referencia a tal posibilidad.

En un interesante artículo recientemente publicado Kassler-Taub (2019) analiza el origen de esta solución defensiva23.

(23) From the fifteenth through the seventeenth centuries, the practice of excavating defensive waterways across the isthmuses of peninsular cities gained currency across the Mediterranean. In this article, I trace the rise and dissemination of this urban type, arguing that the island-city was likely modeled on interventions in ancient settlements in the Greek archipelago and that it emerged as an early modern phenomenon in the Adriatic and Ionian territories of the Venetian stato da mar. Over the course of the sixteenth century, a wave of experimentation with the type swept Iberian outposts in the western Mediterranean basin, from North Africa to the Tuscan coast. By the turn of the seventeenth century, it had been fully assimilated into a shared Iberian vernacular of defensive design. (Kassler-Taub, 2019, p. 145).

En la Antigüedad clásica fueron construidos canales que separaban penínsulas del continente, pero fundamentalmente con la intención de crear vías de paso para las naves más que como dispositivo defensivo. Aun así, pueden ser considerados remotos precedentes (Kassler-Taub, 2019, p. 148).

Como muestra Kassler-Taub (2019) con múltiples ejemplos a través de los que analiza la difusión de esta idea, estas intervenciones en el paisaje para crear “ciudades-islas”, ya como un mecanismo de defensa, fueron plasmadas en múltiples intervenciones en el Mediterráneo oriental y central a partir de la década de los 80 del siglo XV para luego extenderse primero en todo el Mediterráneo y más tarde a escala mundial al ser asumidas por los ingenieros al servicio de los imperios coloniales portugués y español. El foso ceutí no sería más que un eslabón en esta cadena.

Otra decisión fundamental del proyecto fue el traslado de la puerta del frente occidental hacia el ángulo noroeste donde queda protegida por el baluarte del Torreón y el de los Mallorquines. Además, contaba con la defensa del foso con su puente levadizo y de la puerta adelantada del albacar.

Como es sabido, son las puertas uno de los puntos más débiles de cualquier fortaleza. Y es que, si era necesario por una parte garantizar su inexpugnabilidad, debían ser a la vez lo suficientemente permeables para garantizar la llegada de abastecimientos y las salidas. Su protección era una de las claves del éxito de todo el dispositivo y por ello debían contar con una atención especial.

La decisión tomada por Benedetto es brillante: frente al acceso medieval abierto al continente, aunque protegido por un antemuro, la nueva puerta de la Ciudad quedaba oculta tras el imponente baluarte del Torreón y protegida por el fuego cruzado que se realizaba entre este y el de los Mallorquines. Además, contaba con su puente levadizo y una defensa avanzada que era el albacar y la puerta que lo defendía. Las puertas medievales, perdida ya su función, quedaron integradas y ocultas en el nuevo frente abaluartado que protegía la Ciudad de los ataques desde el continente.

Por último, ha de subrayarse que la construcción del frente abaluartado ceutí no fue la simple aplicación de un modelo extraído de un tratado. Como es característico en las defensas de la monarquía hispánica la adaptación de los principios de la fortificación a la realidad de cada lugar fue la norma. Debía ser así por el enorme esfuerzo que suponía la construcción de estas fortificaciones y es por ello que, con gran pericia, Benedetto de Ravena diseñó una fortaleza en la que las defensas islámicas acabaron por ser útiles a la nueva fortificación, bien levemente adaptadas cuando fue posible, como en el caso de los frentes marítimos, o bien integradas plenamente en ella tal como ocurre en el frente occidental abaratando con ello la construcción y aliviando problemas logísticos de enorme calado como el destino del ingente volumen de tierras extraídas del foso o el transporte del material.

16.8.3. La construcción de la muralla Real

Si en evaluar el estado de las defensas, realizar una nueva traza adaptada al avance de la artillería, enviarla al Rey y que este la examinase y aprobase se emplearon apenas unas semanas, en cambio el inicio de las obras fue extremadamente lento pues faltaban hombres y materiales. La fortaleza de Mazagán, diseñada también por Benedetto de Rávena semanas después de la de Ceuta, absorbía la práctica totalidad de los hombres y recursos disponibles.

Solo el 18 de agosto de 1542 se consiguió cerrar el recinto de Mazagán, como indica Juan del Castillo al Rey (Moreira, 2002, p. 136-137). Fue entonces posible pensar en avanzar en la construcción de la fortaleza ceutí como confirma el hecho de que Juan del Castillo y Gonçalo Vaaz Coutinho fuesen requeridos por Joao III para que dejasen Mazagán y se dirigiesen a Ceuta (Moreira, 2002, p. 146).

La situación era delicada. Nuevas noticias de ataques desde Tetuán son transmitidas por el gobernador el 15 de junio de 1543 (Ricard, 1951, p. 128-132). Para poder hacerles frente era imprescindible transformar en muros y baluartes de piedra y mortero lo que hasta ese momento no eran más que dibujos.

Hasta tal punto era grave el peligro que se cernía sobre Ceuta que el día 11 de ese mes varios navíos de Tetuán habían atacado las “Aljaziras de Gibraltar” dirigiéndose después hacia Torre Vermelha

que he aquy pegado com a cydade, e d`ahy a rremo, con grandes alegryas, passaram por esta baya como omens que sabyam que nam avya agora em Ceyta navyos que lhes podesem empençer (p. 130)

Además, un ataque turco parecía inminente y Ceuta apenas contaba con qué defenderse

Nova da vinda da armada do Turqo se ha por muy certa nesta costa, e em toda ella se fazem muy prestes pera isso. E Ceyta esta, como ja escrevy por muitas vezes a V. A., sem nenhua polvora e com muito pouqa artelharya, e sem nenhuas armas nem monyçam no almazem, nem cousa com que nos mais possamos defender que com as maos.[…] E, sobre tudo isto, esta o albacar de maneira que podem sobyr nelle sem escada (p. 131)

Como indica el gobernador, la cal había llegado ya y las puertas serían en breve comenzadas, aunque el feitor continuaba sin enviar dinero (Ibid., p. 132).

La fortaleza fue levantada sobre propiedades de algunos moradores que debieron ser indemnizados. Correa (1999, p. 169-171) transcribe un documento de la veeduría en que se da cuenta de un consejo que tuvo lugar el 19 de agosto de 1543. En él se eligieron las personas que debían valorar estas haciendas y se da una relación de ellas indicando su propietario y su ubicación también en muchos casos.

Fig. 40. El foso desde el sur

Fig. 41. El foso desde el norte con el baluarte del Torreón en primer término y, tras él, el actual puente que sustituyó al levadizo y la reconstrucción del baluarte de los Mallorquines.

Las situadas en la banda de fuera de la muralla de la parte de Tetuán, es decir, las del frente occidental se indican en la tabla de la página siguiente.

Al concluir su transcripción Correa (1999) “traduce” a la Ceuta de su tiempo las indicaciones de este documento. Y así explica que

la muralla de parte de Tetuán es el ornabeque del foso de agua corriente; la puerta de Fez quedaba a medio camino del foso a la talanquera o topo24; el albácar se llamaba el terreno que en este tiempo ocupa el foso y terreno que se halla entre la primera y segunda puerta, por las que se sale a Plaza de Armas (p. 171).

(24) El topo o talanquera estaba aproximadamente en la plaza tras la actual Comandancia de la Guardia Civil y el camino que llevaba allí coincidía con la actual avenida de África.

Si hemos de aceptar el testimonio de Correa, en verano de 1543 aún no habían comenzado las obras.

En el verano de 1544, aunque con dificultades, Arruda informa al Rey de que los trabajos avanzaban. Se trabajaba mucho y lucía el esfuerzo que se hacía, pero los obreros y oficiales pasaban mucha hambre y hubo varios intentos de abandonar las obras hasta recibir alimentos y dinero. Además, los obreros eran pocos y escaseaban las bestias de carga y, aunque la obra hecha en el foso era mucha, la construcción en los baluartes de la banda del albacar (el del Torreón) y de la banda de Tetuán (el de la Coraza) iba atrasada a pesar de que en ella trabajan incluso los hidalgos (ANTT, Res. Cod. 1758, fl. 515v-516v.).

Además, Arruda había planteado reticencias sobre la construcción de las casamatas en los baluartes. En el proyecto original se habían previsto dos en cada uno de ellos, pero consideró más conveniente que solo hubiese una, lo que fue aceptado por el Rey25.

(25) Las noticias sobre las modificaciones en las casamatas y otras muchas relativas a la construcción del frente occidental están recogidas en un códice custodiado en el Archivo Nacional de la Torre de Tombo (Cod. 1758, fls. 474 -474v; 477- 479; 503-504v.; 507-509). Actualmente está siendo estudiado por Joana Torres, quién generosamente nos ha facilitado la transcripción de algunos de estos documentos inéditos.

Las obras se realizaron en un plazo de tiempo, seis años aproximadamente, relativamente breve si tenemos en cuenta su magnitud. El 30 de mayo de 1549 las obras del frente occidental estaban prácticamente terminadas, aunque el resto apenas se habían comenzado. Así lo comunicaba Afonso de Noronha al Rey (Ricard, 1951, p. 328-330),

Nao se devya V. A. d´esqueçer das obras de Ceyta, porque, imda que da bamda de terra fyrme estee forte, das bamdas do maar e d´Almyna estaa muy fraca, como sempre esteve. E imda digo a V. A. que, da banda da terra fyrme, se não pode chamar forte, emquanto a agoa não emtrar na cava, porque se pode agora emtrar nella, a cavallo e a pee, por ambalas partes; e o muro de sobre a porta estaa muy bayxo, e ymda acabado este lamço, que parece espunavell, haa grão vallo que esta muy fraco, como la dira a V. A. Aguora que ha caal em Ceyta não ha dinheiro […] avemdo dinheyro e caal, com essa pouca gemte que ha en Ceyta me pareçe que se acabarya este hano haquele lamço da terra fyrme, que serya muy grande bien. (p. 329) El f oso d ebía s er d efinitivamente a bierto a l as aguas el año siguiente.

La fortificación ceutí integró en parte, como ya dijimos, la fortaleza islámica. Dos siglos más tarde, según el testimonio de Correa (1999), aún perduraba en la memoria este hecho pues todavía eran visibles un lienzo de la muralla islámica y la antigua puerta (sin duda, se refiere a la Puerta Califal objeto de este proyecto)

dentro de la ciudad lucían fábricas de majestuosa arquitectura, mezquitas, colegios y palacios, muchas y hermosas torres y vn alcázar o castillo, de que al presente permanece vna puerta y lienzo de muralla, a que están arrimados los cuarteles, el granero o sillero en la plaza principal. También tenía para abrigo de las embarcaciones dárzenas y pequeño muelle. (p. 107).

16.8.4. Las aportaciones del proyecto de investigación “Puerta califal” al conocimiento de la construcción de la Muralla Real.

A pesar del reducido ámbito de actuación del proyecto “Puerta califal” en relación con la longitud total de la muralla Real tras su realización conocemos mejor cómo se produjo su construcción o, al menos, pueden plantearse algunas hipótesis.

En primer lugar, ha de señalarse que las indicaciones contenidas en el proyecto de Benedetto de Rávena ejecutado bajo la dirección de Miguel de Arruda se cumplieron con bastante fidelidad. En este sentido, cabe señalar que han sido identificadas la mayor parte de las actuaciones descritas: construcción de un nuevo muro hasta la altura del lienzo precedente, relleno con tierras del espacio entre los dos, construcción de contrafuertes, derribo del pretil y almenas del lienzo omeya sobre los rellenos de tierra y cierre de la antigua entrada a la Ciudad.

Ha podido además ser reconstruida también la secuencia constructiva seguida para levantar la escarpa y documentar elementos auxiliares relacionados con estos trabajos.

16.8.4.1. Secuencia constructiva

El foso navegable debió ser excavado en primer lugar ensanchando y alargando el foso seco de época islámica. Sus dimensiones, 350 m de longitud con una anchura variable entre los 14 y 30 m y una profundidad, desde la cota del terreno en época medieval hasta la cimentación, estimada en más de 15 m permite imaginar la ingente excavación que hubo de realizarse26.

(26) Un rápido cálculo arroja cifras, en el caso más favorable, que superan los 80.000 m³ de tierras excavadas (aproximadamente 150 toneladas), de los que habría que restar el volumen del foso precedente cuyo tamaño se desconoce.

Excavado el canal, al menos parcialmente27, la construcción, como indicaba Correa da Franca, comenzó por los baluartes y sólo cuando estos se levantaron se acometió la tarea de levantar la escarpa.

(27) Sus extremos se mantuvieron cerrados conteniendo las aguas hasta 1550 como dijimos.

Fig. 43. Restos de enfoscado. Arriba. Escarpa (bajo el cordón magistral). Abajo. Baluarte de la coraza.

Fig. 44. Croquis de la escarpa.

La base de todo el conjunto, tanto escarpa como baluartes, se fabrica con sólidos sillares dispuestos en hiladas y aparejados sin seguir una norma estricta. Sillares son empleados también en puntos estratégicos, principalmente las aristas, dónde alcanzan mayor altura. El resto se levanta con mampostería muy heterogénea (piedras de distintos tamaños y naturaleza, sillares tanto expoliados de la muralla califal como calizos28, así como ladrillos, a veces sueltos y en ocasiones fragmentos de muros recortados), dispuesta en hiladas más o menos horizontales. El mampuesto fue finalmente revestido con un enfoscado perdido en gran parte hoy.

(28) Uno de estos sillares situado en la grieta que denominamos E presenta en su cara visible cuatro protuberancias talladas que debieron servir para su acoplamiento con otra pieza, lo que permite suponer que se trata de una pieza reutilizada.

Fig. 45. Proyección sobre la escarpa (sobre ortofotografía realizada por YAMUR S.L.) de las estancias de la puerta Califal indicando las grietas documentadas. 1. Puerta cegada. 2. Depósito DEP-001. 3. Horno HOR-001. 4. Muro MUR-018. 5. Muro MUR-021

La escarpa tiene una longitud (medida sobre plano) de algo más de 150 m, incrementándose su altura a medida que nos aproximamos al sur29.

(29) Medida en el cordón magistral, hay 7,5 m de diferencia de un extremo a otro.

Hasta alcanzar la altura natural del terreno, la construcción de la escarpa se apoya sobre él. A partir de ahí los lienzos y torres medievales se usarán para formar el terraplén.

Su construcción se efectuó por tramos cuyo rastro puede observarse aún hoy. Efectivamente, al haberse perdido el enfoscado, son visibles a lo largo de toda la escarpa una serie de grietas que en uno de sus lados aparecen generalmente reforzadas con sillares. Han sido identificadas diez, nombradas con letras comenzando desde el norte. Centrándonos en la zona sur, la que corresponde al área excavada, observamos tres. El tramo de lienzo comprendido entre la situada más al norte y la central viene a corresponder a las salas D y E/F, es decir, al espacio de la puerta de ingreso califal. El otro paño, más ancho que el anterior, a las salas A, B, G. H e I.

Su longitud es desigual ya que mientras que algunas parecen extenderse desde la base hasta la cota superior (A y E), la mayoría se sitúan en su mitad inferior (B, C, F, G, H, I y J) y únicamente una (D) en la superior. Parecen responder como explicamos a diversas fases constructivas en las que, alcanzado el punto deseado, se reforzaban los extremos de las hiladas del paño levantado con sillares para continuar con los trabajos en el sector contiguo. El extremo del paño construido iba siendo ligeramente retranqueado respecto al inferior para impedir desplomes.

En la parte inferior de la escarpa, aquella que apoya sobre el terreno natural, los tramos situados en el tercio sur son cinco, mientras solo cuatro han sido identificados en los dos tercios restantes. Esto arroja anchuras desiguales (de norte a sur aproximadamente 10 m, 13,25 m, 19 m, 45 m, 16 m, 7 m, 6 m, 11,50 m, 11m y 13 m).

La alineación de estas grietas unida a la presencia de sillares en uno de sus lados permite establecer relaciones temporales en su ejecución y trazar a grandes rasgos el orden en que fueron levantados. En general, se comienza por los baluartes, como era de esperar, avanzando progresivamente hasta el centro. El punto de encuentro de los trabajos puede situarse a la altura de la Puerta Califal.

Se detectan cambios de materiales en los distintos sectores y en este sentido es significativa la reutilización de muros de ladrillos recortados en la zona central. También, horizontalmente, se identifican cambios de materiales que posiblemente indican la altura alcanzada en las distintas fases.

Fig. 46. Abajo (sobre ortofotografía realizada por Yamur S.L.). Escarpa y grietas detectadas con la letra que las identifica. 1 y 6 son las poternas. 2. Hueco cegado. 3. Puerta tapiada. 4. Ventana abierta desde la sala c en la escarpa. 5. Posibles huecos en que se sustenta el puente provisional. Arriba. Detalles de algunas grietas. En el centro. Detalle del hueco cegado, la puerta tapiada y huecos en que encajaban las vigas del puente.

Fig. 47. Croquis de la secuencia constructiva. A la izquierda, esquema de la fase de construcción de la Muralla Real en la que aún era practicable la Puerta Califal. A la derecha. Esquema de las estructuras una vez tapiada parcialmente la Puerta Califal y en desuso. 1. Puerta de obra. 2. Escarpa. 3. Cerca omeya. 4. Antemuro omeya. 5. Banco adosado al lienzo omeya. 6. Rampa portuguesa. 7. Segunda hoja del muro construida por los portugueses (MUR-156). 8. Muro que continua a MUR-156 y cierra definitivamente la segunda hoja del muro. 9. Relleno de tierras sobre las estructuras previas. 10. Tapiado parcial de la puerta (MUR-006). 11. Llaves que atan la segunda hoja del muro a la escarpa. 12. Muro construidos sobre los rellenos de tierra que forma el pretil de la merlatura portuguesa.

Nada de todo esto sería visible inicialmente pues la superficie fue enfoscada.

Centrándonos en la zona que corresponde a la puerta, una vez alcanzada la cota de suelo, se levanta un nuevo muro (MUR-156) vertical y, trabado con este, una rampa en su lado este para facilitar el acceso a la cubierta. Para su construcción debió ser derribado el antemuro y, en consecuencia, el arco de la antepuerta (véase capítulo 5) fue también demolido (sus restos han sido encontrados entre el relleno de tierras posterior), permitiendo de este modo el uso de la rampa.

El muro MUR-156 está separado ligeramente del que forma la cara exterior de la escarpa, que se sitúa al oeste. Este muro se interrumpe justo delante de la puerta lo que indica que esta aún era usada en ese momento.

La escarpa continúa levantándose posiblemente en paralelo con la construcción del MUR-156, acercándose a él progresivamente al ser ataluzada, hasta que ambos llegan a unirse. La unión entre los dos se asegura con estructuras de mampuestos construidas entre ambos. En las zonas inferiores el espacio intermedio se rellena con tierras apisonadas.

Unos metros al norte se dejó abierta una puerta de obra auxiliar que permitía el paso desde la cava sobre la que volveremos más adelante.

Cuando los trabajos avanzaron suficientemente se construye un nuevo muro que continúa hacia el sur el MUR-156 hasta alcanzar la muralla califal cerrando el espacio frente a la Puerta Califal que quedó de este modo impracticable. Posiblemente en este momento, se construyó también un muro de cierre en la parte inferior de la puerta (MUR-007) que obligó a demoler parcialmente sus jambas. Su función debía ser contener el relleno de tierras que se depositó cubriendo el espacio entre la escarpa y la muralla califal.

Efectivamente, el espacio entre muralla se fue rellenando progresivamente con las tierras procedentes de la excavación del foso, salvo en la zona frente a la puerta que parece no haber sido colmatada por completo. También se demuele el pretil de la muralla califal, tal como indicaba el proyecto.

Por último, se construyen los nuevos parapetos de perfil curvo, semejantes a los que hoy se conservan en Mazagán y se realizan las explanadas para la instalación de las piezas de artillería.

No sabemos con exactitud cómo se realizaba el acceso a la cubierta del terraplén de la muralla Real en el momento de su construcción. Varias imágenes de Ceuta realizadas a fines del siglo XVII o en las primeras décadas de la centuria siguiente permiten intuir como se subía a la terraza de la muralla.

En una vista de 1695 realizada por Clemens Paelio (ark:/12148/btv1b8595437r) se observa, junto al templo dedicado a San Antonio, una rampa que comunica con la cubierta de la muralla Real.

Otro plano de esta misma Biblioteca (ark:/12148/ btv1b5966390m), titulado “Place de Ceuta des ses fortifications” y fechado en 1732, aunque posiblemente es algo anterior, muestra adosada a la cara este de la Muralla Real una escalera situada en un quiebro frente a los merlones 3 y 4.

También otro titulado “Partie de la ville de Ceuta qui regarde les attaques” (ark:/12148/btv1b59663822) fechado en 1700, señala dos accesos: uno en la zona central (se sitúa más al norte que en el plano anterior) y otro junto al baluarte del Torreón. Este plano muestra además un puente que atraviesa el foso y desemboca en la tronera tras el orejón del baluarte de la Coraza y unas estancias, cuatro en concreto, situadas en el interior de la muralla Real, a la altura del extremo sur de la escarpa. Las señala con una P, pero la leyenda no indica nada sobre ellas.

La solución a este enigma la encontramos en otro plano (ark:/12148/btv1b59663807), copia del anterior y con el mismo título. No muestra los accesos, pero sí el puente sobre el foso y las mismas estancias. Como aclara su leyenda (P), se trata de las primeras cuatro bóvedas a prueba (véase más adelante) construidas. En realidad, estas bóvedas se encuentran adosadas a la muralla y no integradas en el terraplén de la muralla Real.

Fig. 48. Accesos a la cubierta. Arriba a la izquierda, Place de Ceuta des ses fortifications (1732). Centro a la izquierda, Partie de la ville de Ceuta qui regarde les ataques (1700). Abajo a la izquierda, plano del proyecto de P. Borrás (AGS, MPD, 61, 056) (1697). A la derecha, plano de Clemens Paelio (1695)

Por último, cabe señalar que en la vista que ilustra el proyecto de reforma del frente exterior de Pedro Borrás, fechado en 1697 y conservado en el Archivo General de Simancas (AGS, MPD, 61, 056) también se dibuja una rampa de acceso a la cubierta en la zona central del terraplén.

16.8.4.2. Elementos auxiliares

Otra de las aportaciones del estudio llevado a cabo ha sido la identificación de varios elementos asociados con los trabajos de construcción de la muralla Real.

Señalaremos en primer lugar en el extremo sur de la escarpa la existencia de tres huecos en horizontal que parece haber sido destinados a soportar vigas de apoyo de un puente provisional, de una plataforma de trabajo o incluso de algún ingenio para la elevación de materiales. Tienen su correspondencia con otros semejantes situados en la contraescarpa, en este caso a distintas alturas, y con otro más existe en el orejón. Podría pensarse que se tratase de los elementos que sustentaban el puente provisional que reflejan los planos de la Biblioteca Nacional de Francia antes mencionados, pero por su cota parece difícil pues el terreno en el siglo XVIII se encontraba a un nivel muy superior. Quizás, por ello, deban relacionarse con la propia construcción de la muralla Real.

La relación con el levantamiento de la escarpa es más clara en otro elemento, una puerta cegada (VAN-002), situada un poco al norte de la puerta califal (aproximadamente a 15 metros) y visible hoy al haber perdido el enfoscado que la cubría. Sus jambas están construidas con sillares casi en su totalidad y sobre ella existe un arco de descarga construido con ladrillos. Su anchura es de 2 m y su altura alrededor de 4. En la parte inferior se aprecia una salida de aguas a través de la que desagua la atarjea (ATA-001) bajo la rampa que se describe más adelante.

Su función está ligada a los trabajos de construcción de la escarpa. Contar con un acceso al interior del terraplén en estos momentos contribuiría a facilitar el trasiego de materiales extraídos del foso para colmatar este. Superada la cota en que era útil fue cegada con mampostería y cubierta con un enfoscado que disimularía su existencia. Ya en el interior el elemento más destacado es una rampa (MUR-008) adosada al MUR-156. Se trata de una sólida construcción de calicanto con acusada pendiente (véase capítulo 5) que facilitaría la subida a las zonas más altas de la escarpa.

Bajo ella discurre una atarjea (ATA-001) destinada a evacuar las pluviales cuando la construcción aún no había concluido y este espacio se encontraba a cielo abierto.

La construcción de la rampa (MUR-008), del muro portugués (MUR-102) y de la atarjea (ATA-001) fue realizada a la vez. Más difícil de establecer es la relación cronológica con la apertura de la puerta enfoscada (VAN-002) ya que no ha podido ser excavado el interior de esta última al no ser accesible en nuestros días. No obstante, si el muro MUR-102 continua, como suponemos, hacia el norte el acceso de la puerta cegada quedaría bloqueada, por lo que puede resultar ligeramente anterior.

16.8.5. La Muralla Real en el siglo XVII

Desde su construcción a mediados del siglo XVI el frente occidental de Ceuta es objeto de múltiples descripciones que resaltan su fortaleza en contraste con la debilidad que se atribuye al resto del recinto.

Fig. 49. Puerta cegada en la escarpa.

Lo que se construye de lo previsto en el proyecto de Benedetto de Rávena para estos otros frentes es poco.

Hacia 1600 se indica que

la parte que mira a la tierra firme de África fortificada a lo moderno con dos grandes y fuertes baluartes, que se dan mano uno con el otro con una cortina que afecta toda aquella frente y lado de la ciudad, que es perfectamente cuadrada. Y así ellos como la cortina están poblados de muchos cañones y gruesas piezas de artillería, todas de bronce, que limpian y aseguran llegarse nadie a ella sin conocido hierro. Quedando el otro lado opuesto a este de la parte que mira a la Almina guarnecido con otros dos baluartes también con mucha artillería. Y por los dos lados dichos que le baña la mar, que uno mira a la costa de África que le queda al mediodía y el otro a la de España que le queda al septentrión en igual distancia, porque cinco leguas hay de Ceuta a Gibraltar como de Ceuta a Tetuán (Manuscrito anónimo n. 1802, serie Topográfica, Biblioteca Nacional de España, citado por Vilar y Vilar, 2002, p. 73).

En 1643, Lope de Acuña (citado por Vilar y Vilar, 2002, 81) dirige un informe a Felipe IV en el que da cuenta del mal estado de la artillería que defiende Ceuta en un contexto especialmente delicado por la sublevación de Portugal,

La artillería de esta plaza estaba en estado (tal) cuando llegó aquí la armada francesa que una tan sola pieza no pudiera tirar dos tiros. Hoy están reparadas algunas, y para las demás he enviado por madera, hierro y carbón a Gibraltar, que aguardo venga mañana.

En los baluartes no hay explanada ninguna, y como los reparos están puestos en la tierra, ni pueden hacer puntería, y se pudren. Determino remediar este daño con losas, y cuando no las hubiere hacerlo de hormigón. Sírvase V. Magº. de aprobar el gasto, pues es inexcusable y no excederá en mi presencia de que fuere necesario.

Unos años después, en 1648, es Jerónimo de Mascarenhas (1918) quien la describe así:

[…] la que mira a Berberia tiene dos baluartes, que se dicen, uno del caballero y otro de Don Luis, son pequeños y huecos, la cortina que está entre ellos es hermosa, alta y bien fabricada, aunque no va a nivel: tiene por lo alto de ella cincuenta palmos de ancho, el foso por el suelo de su fondo diez brazas, pasa el agua de la mar por él de una parte a otra; tiene de fondo cuando es plena mar nueve palmos, y cuando baja queda casi en seco; recogense en el fragatas, bergantines y barcas. El contra escarpe del foso es bien fabricado, tiene de altura por lo más alto seis brazas, y hacia el Poniente va disminuyendo hasta tres, y dos brazas y media, así como va el terreno bajando. En cada baluarte hay una casamata capaz de una pieza no más. Desde el foso hasta una montaña, que se llama Barbaçote, hay de distancia cuatrocientas brazas; el terreno siempre va subiendo poco a poco, de manera que esta montaña, por línea perpendicular se levanta sobre el foso altura de treinta brazas. Desde Barbaçote hasta cerca de Algeciras, que es una muralla de tiempo de los Moros hacia Poniente, va una loma que dicen el Topo de la carrera, en la propia altura de Barbaçote; y desde ella también el terreno viene bajando hasta el foso. Esta es la fortificación de Ceuta en cuanto mira al campo de Berberia. (p. 11-12)

16.9. Nuevos usos para una antigua puerta

La Puerta Califal fue durante casi seis siglos, desde mediados del siglo X a mediados del siglo XVI, uno de los principales accesos a Ceuta. La construcción del frente abaluartado significó su definitiva clausura. A partir de este momento (1550) acceder a su interior era únicamente posible desde la ciudad y recorrer su interior era transitar por estancias sin salida al exterior.

Correa (1999, p. 171) señala entre las propiedades a indemnizar por verse afectadas por la construcción de la Muralla Real cuatro casas que pertenecían al maestro de obras Luis Gómez, a Salvador Fernández, al contador Diego Barroso y a Pedro Rego. En ellas puntualiza que se hizo una bóveda. 

En otro lugar (Correa, 1999) indica que en esta bóveda, que ya estaría construida, se instaló la capilla de San Sebastián,

Se estableció después del año de 1543 en una bóveda que en este tiempo estaba ya fabricada en la nueva muralla que mira al campo del moro y suelo de casas de Luis Gómez, Salvador Fernández, Diego Barroso y Pedro de Rego, lo que consta al número 348. Esta capilla perdió el uso con las nuevas bóvedas que el general marqués de Villadarias le mandó arrimar para que sirbiesen de quarteles de soldados. (p. 302)

Se trata de dos referencias bastante oscuras e incluso contradictorias: en el primer caso la bóveda parece hacerse en 1543 30 mientras que en el segundo ya estaba construida en esa fecha.

(30) Quizás se refiera Correa no a que la bóveda se hiciese en ese momento, 1543, sino a que fue despejada de las construcciones que la compartimentaban.

Es posible defender, como se expondrá más adelante, la hipótesis de que dicha bóveda haga referencia a la de la antigua Puerta Califal y, en consecuencia, que la capilla de San Sebastián tuviese allí su ubicación.

Cabe preguntarse pues en qué momento se instalaron allí las casas mencionadas y cuándo dejó de utilizarse la puerta como tal. Las casas son anteriores a 1543 según Correa y los datos arqueológicos apuntan a que el cierre de la puerta se produce tras la construcción de la Muralla Real en 1550 ca., pero no sabemos desde cuándo se habitaba en ellas y si esto supuso que la puerta quedara sin uso antes de mediados del siglo XVI31.

(31) No es una cuestión sencilla de resolver. De una parte, son las puertas uno de los puntos débiles de cualquier recinto fortificado. En el frente occidental había al menos tres (la de Fez, Álvaro Méndez y la propia del castillo), un número sin duda excesivo para una ciudad sometida a un constante asedio. Más puertas significa la necesidad de contar con un mayor número de defensores para su custodia y más posibilidades para el enemigo de aprovechar cualquier negligencia en su defensa. También resulta difícil imaginar cómo podrían existir en tan pequeño espacio cuatro moradas y que siguiese funcionando como paso. Exigiría además algún tipo de compartimentación del que no ha sido detectado rastro alguno en las excavaciones, salvo que se considere como tal el MUR-021. Aún admitiéndolo, este cierra por completo el paso interior lo que implicaría necesariamente la pérdida de función de la puerta como tal. Quizás, aunque no tenemos prueba alguna de ello, Correa se refería a casas que estaban adosadas a la muralla que hicieran usos de estos espacios abovedados que habrían perdido su utilidad como lugar de tránsito antes.

16.9.1. El suelo de mortero de cal

Al exterior del umbral de la puerta existía desde época califal un suelo de losas de piedra de mediano y gran tamaño destinado a soportar las inclemencias de la acción de los agentes atmosféricos y el continuo tránsito. Fue objeto de varias reparaciones a lo largo del tiempo (véase capítulo 5).

No conocemos con exactitud en cambio cuál era el suelo de las estancias que formaban el pasadizo interior de la puerta.

En la compleja estratigrafía documentada en la excavación, llena de detalles y particularismos fruto del dilatado uso de unos espacios en que fueron desarrolladas tan diversas actividades, un elemento es común a casi todas sus estancias, desde el umbral de acceso al de salida. Se trata de un suelo de argamasa (SUE-003) de color blancuzco/grisáceo, que se extiende por las salas A, B, D y E, aunque parece que no al exterior (sala F), ni en la sala I, situada a una cota muy superior. Tampoco en los huecos abiertos en los lienzos amurallados relativamente recientes.

Aparece a una cota media de 13,20 msnm, con cierta inclinación hacia el norte.

Bajo él, aunque en mucho peor estado de conservación, encontramos otro suelo (SUE-012), esta vez formado por gravas apelmazadas sobre un nivel de tierra marrón. Su cota de aparición (12,60 ca. msnm) viene a coincidir aproximadamente con la del umbral de acceso de la puerta32.

(32) Han sido localizados retazos de suelos de este tipo en distintas estancias (A, D, E, etc.), siempre bajo el SUE-003 y a cotas semejantes, pero sin continuidad entre ellos.

¿De qué fecha son estos dos suelos?

Desde el punto de vista estratigráfico podemos señalar que, en la sala A, el suelo SUE-003 cubre una fosa en la que se recuperaron cerámicas mariníes (véase capítulo 4) y en el umbral de la puerta (VAN- 001) se sitúa bajo el muro (MUR-007) que cierra la parte inferior, construido como ya dijimos circa 1550. Está, además, roto por la estructura muraria MUR-021.

Este conjunto de referencias cronológicas permite fechar su construcción entre inicios del siglo XV y mediados del XVI, es decir, en la primera etapa de presencia lusa en Ceuta. El suelo de chinos y gravas (SUE-012) es anterior y, por tanto, posiblemente fue utilizado en momentos bajomedievales islámicos, aunque su construcción pudo ser incluso más antigua.

Una de las cuestiones que puede sorprender a primera vista es la relativa escasez de cerámicas medievales islámicas recuperadas, casi ninguna atribuible al periodo califal, en un espacio en el que no hay dudas existió un considerable tránsito. Solo en algunas de estas fosas se han recuperado materiales islámicos en las estancias interiores, si bien por el contrario la presencia de materiales, sobre todo tardo- islámicos, es muy abundante en los rellenos que cegaron el espacio entre las murallas califal y portuguesa (véase capítulo 10).

Quizás en este intenso uso radique la explicación de esta aparente paradoja. Precisamente por ser lugar de tránsito continuo no fue posible la acumulación de tierras pues era necesario mantenerlo limpio y a ese nivel para no dificultar el paso. Incluso para momentos posteriores tras la conquista portuguesa (1415-1550) el conjunto vascular recuperado es muy escaso en contraste, nuevamente, con el ingente volumen de piezas procedente del relleno entre murallas.

Sobre este suelo se depositó un nivel de tierras en el que fueron recuperados algunos materiales (lozas blancas, azul y morado y cerámicas de pasta roja bruñidas, estas últimas posiblemente de origen luso) que sugieren una datación a partir del siglo XVI o inicios de la centuria posterior.

En estos mismos niveles, en la zona más alta, se han localizado también fragmentos del muro MUR-021 demolidos.

Fig. 50. Alzados del MUR-021 (Arqueotectura, S.L.)

16.9.2. La construcción del muro perpendicular que divide las salas A y B de B, D, E

Un muro (MUR-021) fue construido en dirección este- oeste dividiendo las salas interiores. Estaba rebajado en su parte superior ya que la solería del Parador de Turismo se instaló a escasos centímetros del mismo, pero la demolición de esta estructura debió ser muy anterior ya que se han encontrado sus restos entre las tierras en que se realizaron las inhumaciones, como acabamos de indicar.

Arranca de la esquina sudoeste de la sala J, prácticamente a la altura del primitivo umbral del vano que permitía el ingreso en esta estancia, y se adosa a los muros que cierran la sala A al este y oeste lo que permite considerar su construcción posterior a estos. En estos muros no se conserva impronta alguna que permita especular sobre su altura.

Fue levantado con piedras de mediano tamaño careadas y tomadas con cal regularizadas con verdugadas de ladrillos horizontales. Tiene un grosor aproximado de unos 60 cm y una altura conservada cercana al metro.

La fábrica empleada para su construcción es utilizada en otras estructuras documentadas, por ejemplo, en el muro (MUR-005) adosado junto al lateral septentrional del arco de acceso exterior o en otro en la base de la estancia J. Su uso es habitual en contextos bajomedievales, pero también en siglos posteriores, por lo que su datación debe realizarse atendiendo a su contexto estratigráfico.

Embutidos en el muro fueron recuperados (2013-2014) algunos pequeños fragmentos de lozas blanca, y también de lebrillos vidriados, que pueden ser datados grosso modo en el siglo XVI o primera mitad del siglo XVII.

En los niveles de tierras que apoyan en él, los correspondientes al cementerio como ya indicamos, fueron recuperadas cerámicas (lozas azules y moradas sevillanas, blancas y cerámicas bizcochadas bruñidas portuguesas) que permiten fecharlos en el siglo XVI.

Algunas inhumaciones (vide infra) se sitúan sobre el mismo muro y son posteriores por tanto.

Desde un punto de vista cronológico, a partir de lo descrito, su construcción debió producirse el siglo XVI. Significó la división del primitivo espacio interior de la puerta elevándose la cota de uso en más de un metro.

Existen pues dos posibilidades en cuanto a la datación de los muros MUR-006, que ciega parcialmente la puerta, y MUR-021. Ambos pudieron estar asociados a la construcción de la Muralla Real (1550) o bien ser realizados unas décadas antes, en la primera mitad del siglo XVI 33, lo que significaría que la puerta dejó de estar en uso antes de la obra diseñada por Benedetto de Ravena y ocupada por las viviendas a que se refiere Correa.

(33) Ambos muros pudieron construirse a la vez o no. Únicamente puede afirmarse que estaban en pie cuando se produjo la acumulación de tierras entre los dos en la que se han recuperado, como se ha señalado, cerámicas del siglo XVI. No obstante, nos inclinamos a pensar que estas dos estructuras se construyen hacia mediados del siglo XVI cuando se levanta la cortina de la Muralla Real.

16.9.3. Cementerio

En los niveles de tierras que apoyan al este del muro MUR-006 y a ambos lados del MUR-021, se llevó a cabo la inhumación de al menos 18 individuos, 14 de ellos en fosas individuales y el resto en un osario en el que se depositaron al menos 4 (estimación realizada a partir de los restos craneales).

Fueron excavados en los sondeos 7, 8, 10, 19 y 26 situados en las salas A, B y D de las campañas 2005, 2009 y 2012-13. También en el sondeo 2 (2003) se recuperaron algunos restos óseos sin conexión anatómica.

Las fosas tienen planta ovoide, aunque es difícil distinguir sus límites. Los finados fueron depositados en unos casos sobre una superficie de mortero de cal y en otras directamente sobre el terreno. Algunas sepulturas son selladas también con mortero de cal.

En general, se adaptan al espacio disponible y aparecen a distintos niveles, en ocasiones superpuestos.

Alguna de las tumbas se vio afectada por construcciones posteriores, como en el caso del individuo nº 13, del que solo quedaban in situ parte de las extremidades inferiores pues fue rota por una fosa en la que fueron recuperados restos óseos que deben corresponder a esta inhumación.

Fig. 51. Enterramiento nº 14 (fotografía C. Fernández)

Los finados fueron enterrados en posición decúbito supino con los brazos bien flexionados con las manos sobre la pelvis, bien sobre el pecho y siempre con la cabeza al sur. Se aprecian algunas alteraciones tafonómicas como movimientos del cráneo, desplazamientos de los brazos, etc.

Destaca el alto número de individuos infantiles (casi el 50 %) lo que denota una alta mortalidad en edades tempranas, incluso superior a lo que suele ser habitual en cementerios de época moderna. No obstante, se ha señalado que suele haber una subrepresentación de estos grupos de edades en cementerios de similar cronología, estimándose más ajustados a la realidad porcentajes de mortalidad infantil que oscilan entre el 30-50% (Jordana y Malgosa, 2002, p. 5-6).

Fig. 52. Arriba a la izquierda, el templo de San Antonio en el grabado incluido en el libro de Correia (1699-1743). Arriba a la derecha, el templo de San Antonio en el grabado de Clemens Paelio (ark:/12148/btv1b8595437r). Abajo. Grabado de Thomas Bowles. British Library (015581607)

Solo en dos casos (nº 3 y nº 14) se han localizado objetos personales asociados a los finados. Junto al cuello del individuo nº 3 se recuperaron algunas cuentas y una medalla ovalada de pequeño tamaño (30 x 24 mm) que perdió el asidero y fue horadada para permitir la inserción de un eslabón que serviría para su sujeción. (Hita y Villada, 2007, p. 183 y capítulo 4).

Este tipo de medallas ovaladas verticales se popularizaron sobre todo a partir de la mitad del siglo XVII. Otro dato que afianza la cronología propuesta es que el empleo de V en vez de U en la leyenda fue habitual en los siglos XVII y XVIII (Sainz, 2008).

En el otro caso (nº 14) se documentó alrededor del cuello un conjunto de cuentas negras que debe corresponder a un collar o bien a un rosario colocado sobre el cadáver.

Además de estos objetos, se recuperaron en las fosas algunas cerámicas (lebrillos melados, vasijas bizcochadas) poco significativas desde un punto de vista cronológico más allá de confirmar que fueron inhumados en época moderna.

Establecer el momento preciso en que se produjeron estas inhumaciones no es sencillo. Como se indicó antes en los estratos en que fueron excavadas se documentaron, entre otras piezas de cronología más amplia, lozas blancas, algún fragmento de loza decorada en azul y morado y cerámicas bruñidas de pasta rojiza, que permiten fecharlos, en sentido amplio, a partir del siglo XVI. Las cerámicas recuperadas en las mismas fosas remiten a un periodo que puede extenderse desde finales del siglo XVI hasta inicios del XVIII lo que encaja bien con la fecha propuesta para la medalla recuperada en la tumba nº 3.

Como es conocido, salvo en casos excepcionales (muertes masivas por epidemias, enfrentamientos bélicos, etc.), que no es el caso que nos ocupa, los enterramientos se realizan en estos siglos en templos o camposantos situados en sus inmediaciones (Gómez, 2016, p. 121).

Sabemos también que, a pesar del traslado de población a la Almina durante el Gran Cerco (1694-1727) continuó sepultándose en la ciudad intramuros (concretamente en el primitivo convento de la Santa Cruz o de San Francisco, la Catedral, iglesia de África, el convento trinitario –cementerios de Santiago y del Espíritu Santo- beaterio de Recogidas, ermita de San Antonio, de San Sebastián y San Juan de Dios) (Gómez, 2016, pp. 136-138).

Por su ubicación interesan para el caso que nos ocupa los de San Antonio y San Sebastián.

Comencemos por el templo dedicado a San Antonio.

Su emplazamiento queda reflejado en algunas vistas del momento del cerco, la mayor parte tomadas desde el oeste, lo que permite contemplar apenas su campanario al ocultar el resto del edificio la muralla Real.

Sin embargo, en la de Clemens Paelio (ark:/12148/ btv1b8595437r), fechada en 1695, sí podemos verla completa, aunque la fiabilidad de la representación es cuestionable. En cualquier caso, es seguro que estaba al este de la muralla Real, que era un edificio exento y que contaba con una alta torre-campanario de origen islámico34.

(34) Así lo dice Correa (1999) en su descripción de esta ermita: estaba vnida a vna pequeña torre, fábrica antigua de moros, en medio de la plaza que llaman aora de Quarteles. Ermita y torre fueron totalmente arruinadas con las baterías de los moros en tiempo que esta ciudad, año de 1694, fue de ellos enemisitiada. El santo bendito se halla con capilla nueba en la cathedral, asistida de los pocos escopeteros de a cavallo que han quedado de su antigua hermandad. (p. 301)

Un plano de principios del siglo XVIII conservado en el Archivo Nacional de Simancas (MPD, 63, 073) permite ver su planta y confirmar su ubicación, posiblemente entre las bóvedas 12 y 14 35.

(35) En la bóveda 14 se llevó a cabo un pequeño sondeo (23) en el que se documentó una secuencia que, aún sin ser agotada, podemos confirmar que se remontaba hasta época romana. Por encima de estos niveles antiguos se identificó una solería de losas cerámicas cuadradas (véase capítulo 4).

Por tanto, ni la ubicación de la ermita de San Antonio ni su estructura coinciden con las del cementerio excavado.

La segunda de las ermitas es la de San Sebastián.

Se encontraba en el barrio de la Cerca, es decir, al sur del barrio del Castillo.

Mascarenhas (1918, p. 18) aporta un dato interesante al informarnos de que fue “fundada en la puerta q´ antiguamente era de la Ciudad”. Correa (1999) confirma que se encontraba en una “bóveda”,

se estableció después del año de 1543 en vna bóveda que en este tiempo estaba ya fabricada en la nueva muralla que mira al campo del moro y suelo de casas de Luis Gómez, Salvador Fernández, Diego Barroso y Pedro de Rego, lo que consta al número 348. Esta capilla perdió el vso con las nuevas bóvedas que el general marqués de Villadarias le mandó arrimar para que sirbiesen de quarteles de soldados. (p. 302)

Esta bóveda es mencionada otra vez por Correa (1999) cuando da cuenta de las indemnizaciones que tuvieron que realizarse con motivo de la construcción de la muralla Real:

casa de Luis Gómez, maestro de obras; casa de Salvador Fernández; casa de Diego Barroso, contador; casa de Pedro de Rego -en estas cuatro vltimas se hizo vna bóveda. (p. 171).

En 1695 la hermandad de la Misericordia, por tener sus oficinas arruinadas por las baterías enemigas, realizó sus juntas y funciones en esta bóveda. Después se trasladó a la iglesia de los trinitarios descalzos y más tarde a la de Nuestra Señora del Socorro que era del colegio de las doncellas huérfanas (ibid., p. 302).

José Luis Gómez Barceló, con su habitual generosidad, nos ha facilitado unos valiosos documentos localizados por él en los archivos de la Real Casa de la Misericordia custodiados en el Archivo Central de Ceuta. Uno de ellos es un escrito de 1700 en el que Carlos Fernández de Ribero, escribano de la Hermandad, traslada al Gobernador el agradecimiento de esta institución por sus gestiones para hacer posibles ciertas obras en la capilla de San Sebastián con el fin de instalar en ella sus dependencias y le informa de que ya está prevenido el altar para trasladar allí el Santo Cristo de esa Santísima Casa así como otras noticias sobre la labor desempeñada por la Hermandad.

También la Veeduría, situada originalmente junto a la nave de la epístola de la catedral, acabó refugiándose en esta capilla cuando la seo se vio afectada por los bombardeos. Sus papeles y los libros de su archivo acabaron “rodando por los rincones de la ermita de San Sebastián” y en la casa en que vivía el capitán Agustín de Urrutia y su yerno Antonio del Toro, oficial mayor de la contaduría, nos dice Correa (1999). Esto hizo que se comprase a Juana Correa un pedazo de huerta y con el visto bueno del veedor Carlos Fernández de Ribero se construyó una casa, que después mejoró el veedor don Florián González y era la que en tiempos de Correa servía a los ministros de la Real Hacienda (Correa, 1991, p. 324).

De todas estas informaciones se deduce que la ermita de San Sebastián estaba en una bóveda situada junto a una antigua puerta y que su fundación debe situarse en el momento de construcción de la muralla Real, es decir a mediados del siglo XVI. Debía ser un lugar refugiado del bombardeo

Fig. 54. Pared este de la sala I (Ie)

pues a ella se trasladan algunas instituciones que habían visto sus sedes destruidas por el fuego enemigo. La ermita de San Sebastián fue clausurada con motivo de la construcción de las bóvedas en el siglo XVIII.

Todos estos datos cuadran bien con el espacio que analizamos por lo que puede plantearse que nos encontramos ante el cementerio situado en esta capilla.

Efectivamente, nos encontramos en unas bóvedas en la que se instaló un camposanto en las fechas indicadas, a cubierto de los ataques, siendo posible que la estructura adosada (MUR-022) excavada en la sala A fuese la base de un altar.

16.9.4. ¿Un edificio medieval en la sala I?

La sala I es una habitación de planta rectangular situada al sur del conjunto a una cota más elevada que el resto (1,65 m de diferencia cuando dieron comienzo los trabajos). En ella se llevó a cabo un sondeo (21) cuyos resultados son descritos en el capítulo 4 de esta obra.

Su aspecto actual es el resultado de distintas acciones constructivas realizadas en momentos muy distantes entre sí.

De un lado, la pared oeste (Iw), aunque enmascarada por muros de ladrillo contemporánea parece la más antigua, en tanto que la situada al norte (In), al menos en la cara que vemos hoy, es bastante reciente. Al sur (Is), un muro también reciente recubre otro formado con sillares expoliados de la cerca califal.

Por último, el situado al este (Ie) corresponde a un antiguo edificio. En esta pared se abren dos ventanas (VAN-008 y VAN-009), una encima de la otra. Se levanta con una mampostería regularizada con ladrillos, que también son utilizados para construir el marco de las ventanas. Estas son abocinadas y se abren sobre la sala I. A través de ellas se aprecia la parte trasera del tabique que delimita el pasillo del hotel.

Arranca este muro a una cota de 15,15 msnm.

Resulta muy difícil dado el exiguo tramo visible determinar a qué edificio pudo pertenecer y a qué periodo corresponde.

Las paredes norte y sur de la sala I y la bóveda que apoyan en él son contemporáneas. También podemos afirmar con seguridad que, si no lo había sido antes, este edificio tuvo que ser demolido a mediados del siglo XVIII para construir las bóvedas. El arco cronológico se cierra en la horquilla inferior si consideramos que se sitúa sobre el (MUR-033) cuya fecha de construcción no es segura, pero del que sabemos estaba ya en pie en época tardo antigua.

Tomando en cuenta sus características constructivas y estos datos puede concluirse que nos encontramos posiblemente ante una edificación construida en época bajomedieval o moderna (siglos XII-XVI) destruida a fines del siglo XVII o primera mitad del XVIII, cuando son construidas las bóvedas.

El abocinamiento de las ventanas, protegidas por rejas al interior de la sala, y la presencia de mechinales bajo el muro para evacuar aguas parece indicar que nos encontramos ante la fachada exterior de un inmueble de entidad, así lo indica el grosor del muro y la altura visible, y que el espacio que hoy ocupa la sala I, un espacio entre este edificio y la trasera de la muralla, se encontraba sin techar al menos inicialmente.

Quizás pueda tratarse de un patio de esa edificación o incluso una calle paralela a la muralla.

16.10. El siglo XVIII. La construcción de las bóvedas a prueba

El largo cerco al que el ejército de Muley Ismail sometió Ceuta entre 1694 y 1727 fue un acontecimiento decisivo en la historia de la ciudad con consecuencias de gran importancia en el urbanismo.

El Istmo fue sometido a intensos bombardeos que afectaron a edificios tan señeros como la Catedral, el convento de la orden trinitaria, el palacio del gobernador, etc. También las viviendas de los moradores acabaron en gran medida arruinadas con lo que la población se vio obligada a refugiarse en la Almina, siguiendo los pasos de las principales dignidades que allí habían trasladado sus palacios.

Lo cuenta de este modo Lucas Caro (1989),

Pusieron los moros cinco morteros para bombas y dieciocho cañones, repartidos en distintas baterías, con los que arruinaron la mayor parte de la población de la Ciudad, por cuya razón dejaron aquel recinto despoblado las más de las familias y se avecindaron en la Almina bajo chozas y tiendas de campaña (p. 118)

Tras casi tres siglos de abandono la Almina volvía a ocuparse como lugar de hábitat.

El asedio puso de manifiesto también algunas de las carencias de Ceuta. Con la llegada de tropas se puso en evidencia que no se contaba con alojamientos suficientes debiendo ocuparse edificios religiosos y civiles para albergarlas.

De otra parte, cabe indicar que la actividad constructiva fue frenética en estos años en una búsqueda constante por paliar los estragos producidos en las murallas por el enemigo y en un intento de ampliar las fortificaciones exteriores, a veces con gran sacrificio de vidas, para ir alejando las baterías enemigas.

Fig. 55. Plano de la Muralla de la Frente de la Plaza de Ceuta que mira a los Moros, con un Proyecto para ensanchar el Terraplén de dicha Muralla por el medio de Bóbedas a prueba de Bomba que servirán de quartel para el aloxamiento de quatro Batallones.

Entre las muchas obras comenzadas con la ciudad sitiada nos interesa en este capítulo la de las bóvedas a prueba de obras adosadas al terraplén de la muralla Real. Su objetivo era tanto reforzarla como contar con el espacio imprescindible para albergar los contingentes que acudían en defensa de Ceuta (Ruiz, 2002, 190 y ss.).

Las obras fueron iniciadas por el gobernador Francisco del Castillo Fajardo, Marqués de Villadarias, comenzando por las situadas más al sur. En 1701, ya bajo el gobierno de José Agulló y Pinoz, Marqués de Gironella, habían sido terminadas las cuatro primeras (Ruiz, 2002, p. 191).

En torno a inicios de la década de los 20 vemos estas bóvedas representadas en numerosos planos. Por ejemplo, en AGS. MPD 63-073, de 1718, en que se las denomina “bóvedas de los cuarteles de la guarnición”, AGS. MPD 57-001 y AGS. MPD 54-097, estos dos últimos de 1720.

Debieron resultar insuficientes pues hacia 1721 se elaboran proyectos que proponen la construcción de nuevas bóvedas a continuación de las cuatro ya finalizadas que exigirían la demolición de algunas edificaciones preexistentes (Ruiz, 2002, p. 212-213, figs. 49-52; p. 226 y 227, fig. 62). En el extremo norte los edificios destinados a maestranza de la armería y artillería son respetados (sobre la disposición de estos edificios véase Ruiz, 2002: fig. 65).

La construcción de las nuevas bóvedas fue aprobada en 1724 por Felipe V. Así se indica en un plano (AGS. MPD 39-84), dibujado por Miguel Sánchez siguiendo un proyecto de Verboom (Vilar y Vilar, 2002, p. 120), en el que las bóvedas se extienden ya hasta el baluarte del Torreón sin respetar los edificios de la Maestranza.

Otros muchos planos y documentos dan cuenta del avance de las obras y las modificaciones que fue sufriendo el proyecto.

De 1731 contamos con una relación del ingeniero Sánchez Taramas en la que señalaba que las cinco bóvedas que se estaban construyendo no tenían aún los entresuelos pues su realización se había pospuesto al término de dichas bóvedas. Dado el estado de ruina del cuartel construido junto a la Catedral, edificado con tapias de tierra y sin cimientos, proponía acometer la construcción de cinco más para las que podrían emplearse las cimbras y pies derechos de las que habían sido concluidas con el consiguiente ahorro de costes. Indicaba además que los cimientos de otras doce bóvedas tenían ya cinco pies de altura y que para el arranque de las restantes quedaban únicamente seis pies (Ruiz, 2002, pp. 242-243).

Fig. 57. Detalle del plano de E. Panón.

Lo expresado en esta relación queda reflejado en un plano que lleva como título “Vista elevación y perfiles de diez bóvedas de las veinte y dos projectadas para el ensanche de la Muralla Real de Zeuta cuyo projecto aprobo su Magd, en 24 de octubre del año de 1724”.

Es una vista frontal. De un lado, se muestran las 4 primeras bóvedas completamente terminadas divididas en dos plantas por un entresuelo de madera. De otro, otras 5 en avanzado estado de ejecución, aseguradas en su extremo con estribos provisionales. A continuación, otras 6 más, en las que únicamente habían sido levantados los arranques de los muros portantes divididas en dos plantas por un piso de obra. La planta baja se cubre con una bóveda rebajada en tanto que la superior es de cañón.

En 1734 las obras habían avanzado poco (Ruiz, 2002, p. 255). Una nueva noticia aparece en una relación del ingeniero Lorenzo Solís en 1739. En ella insta a concluir correctamente dichas bóvedas ya que, a pesar de su elevado coste, era necesario aún hacerlas más habitables. Señala también que el arsenal se debería concluir a continuación con sus zaguanes y oficinas como se requería para dichas manufacturas (Ruiz, 2002, p. 272).

Fig. 56 Vista, elevación y perfiles de diez Bóvedas de las veinte y dos projectadas para el ensanche de la Muralla Real de Zeuta cuyo Projecto aprobó su Mag. En 24 de octubre del Año de 1724

Además, estimaba necesario dotarlas de puertas y ventanas enrejadas para su ventilación, pudiéndose mejorar esta con la apertura de claraboyas en las estancias superiores. También propone la construcción de un enrejado de madera o hierro para desahogo de las estancias inferiores y un pequeño borde para evitar que cayese agua o inmundicias.

A mediados del siglo XVIII (1757) Esteban Panón redacta un nuevo proyecto (Ruiz, 2002, pp. 313- 314). Se habían construido ya veintiuna, las cuatro primeras con entresuelo de madera y en su frente una comunicación de mampostería. Otras tenían entresuelo de bóveda de medio ladrillo con sus correspondientes lunetas para darles desahogo y en otra había medio entresuelo y escalera de madera por su parte exterior. Una había sido utilizada como almacén de pertrechos de artillería y las veinte restantes estaban ocupadas por los Regimientos de Burgos y el de Irlanda, con bastantes estrecheces.

Fig. 58. Elevación de las bóvedas (redibujado a partir del proyecto de c. Picardo)

Fig. 59. Vista de las bóvedas actualmente.

Por ello propone completarlas con cuatro más. Y es que el proyecto de Castelar de 1724 de formar en cada una su respectivo entresuelo y su comunicación en su frente mediante un pasadizo sólido con arcos, a pesar de haber sido aprobado, no se habían llegado a realizar por haberse desplomado uno de dichos entresuelos.

Un plano de este mismo ingeniero conservado en la Biblioteca Nacional de España muestra que en 1759 las obras apenas habían avanzado.

Sin embargo, en 1787 parecen totalmente acabadas según son representadas en un plano de Miguel Juárez “Plano general de la plaza de Ceuta situa [sic] en la ciudad de África sobre el estrecho de Gibraltar”.

Desde el punto de vista de la conservación del registro arqueológico la construcción de las bóvedas tuvo gran importancia. La afectación de niveles de ocupación anteriores a su construcción quedó en gran medida preservada y a salvo de la ejecución de las importantes obras de todo tipo realizadas en época contemporánea en el resto del istmo. También significó para los tres espacios abiertos en la muralla Real, las casamatas de los dos baluartes y la Puerta Califal, dejar de tener comunicación directa con la Ciudad, ya que ahora, para acceder a ellos era necesario atravesar las bóvedas.

Al construirse las bóvedas, las ventanas y accesos que desde las estancias de la Puerta Califal se abrían al este debieron ser reconfiguradas. Es posiblemente en ese momento cuando el vano de entrada se modifica haciéndolo más pequeño. También supuso el cegamiento de la ventana de la sala J y el edificio que cierra la sala I al este, al que antes aludíamos, debió ser derribado, si es que no lo había sido antes.

Fig. 60. Esquema sección constructiva de la muralla real a partir del diseñado por Francisco de Gozar. En verde, muro antiguo; en rojo, escarpa portuguesa; en ocre, relleno de tierras; en gris, bóvedas y nueva merlatura.

Fig. 61. Esquema constructivo de la Muralla Real.

Una reforma que transformó radicalmente el aspecto de la Muralla Real tuvo lugar en 1772. La conocemos a través de una sección conservada en el archivo de Simancas (MPD, 64, 096) del proyecto de Francisco de Gozar de elevación del frente de la muralla Real y construcción de una nueva línea de merlones que sustituyese a la construida por los portugueses.

Tiene la virtud no solo de ofrecer las indicaciones necesarias para la ejecución de este proyecto sino también de dar datos precisos para confirmar el modo en que fue levantada la muralla Real.

Con la letra A señala un “muro antiguo”, el lienzo omeya, y con la letra B, la escarpa portuguesa, que titula “muro construido posteriormente por los Portugueses rasando los torreones del Antiguo A”, tal y como señalaba Correa.

La letra C son las bóvedas

“construidas últimamente para alojamiento de la tropa con sus entresuelos de Madera apoyados los quartones en los arcos de ladrillo D”.

Con la E se identifica el

“parapeto que se proyecta de tierra rebestida de ladrillo ynterior y esteriormente, tanto para cubrir los defensores del fuego del Morro de la Viña, como para que las ruinas […] no le sean tan nocibas, como en el que existe”.

Se refiere sin duda a los estragos que causaban entre los defensores la metralla producida por los impactos de los proyectiles.

Con F señala el antiguo parapeto portugués de mampostería, más bajo y de sección curvada, construido con mampostería menuda y en muy mal estado de conservación.

También se pretende construir un terraplenado sobre la cubierta de la explanada encima de las bóvedas tanto para que resistiese el impacto de las bombas, como para que los defensores no reciban tanto daño como con la referida mampostería menuda. Tan solo las explanadas (H) se diseñan con solería para soportar el peso de los cañones.

Al margen de confirmar el proceso de construcción de la muralla Real que hemos ido detallando, es de interés esta imagen porque estas remodelaciones previstas han podido ser documentadas en las excavaciones arqueológicas (véanse capítulos 4 y 5) en las que se localizaron tanto los restos de los primitivos parapetos portugueses como las explanadas y banquetas dibujadas.

Como apuntamos al referirnos a la cita recogida por Correa sobre la puerta, resulta claro que aún en el siglo XVIII se tenía una idea precisa de que la Muralla Real había sido construida en parte aprovechando una muralla anterior de época medieval islámica. Más adelante su memoria acabaría perdiéndose.

16.11. Las Murallas como freno al progreso (siglos XIX-XX)

Madoz (1847) incluye en la entrada sobre Ceuta de su diccionario, una descripción de la maestranza de artillería situada en la plaza de los Cuarteles junto a las bóvedas a prueba que serían usadas como dependencias de ella. Dice así:

“Para el servicio de la plaza hay una maestranza de artillería, sit. en la plaza de Cuarteles en un edificio del Estado. Se elaboran y entretienen en ella los montages para las piezas, los juegos de armas y demas útiles del ramo, y se trabaja en la recomposición de fusiles. Mantiene actualmente un taller con 5 carreteros y una herreria con 3 fraguas y 50 operarios de todos los oficios de la clase de confinados, escepto los maestros: tiene la fábrica un coronel director, un capitán de detall, un comisario interventor para la cuenta y razon, un oficial primero guarda-almacen, un segundo pagador y 3 auxiliares. Los efectos elaborados en esta maestranza, salen próximamente, según sus cuentas, por una mitad del costo que tienen en los demas del reino; beneficio que pudiera utilizarse para artillar las plazas del continente africano y aun en la costa de levante” (tomo VI, p. 375).

Por esas mismas fechas publica Terán (1850, p. 117-118) un artículo en el que da a conocer sus reflexiones sobre el papel que a su juicio debía jugar la Maestranza ceutí en el nuevo contexto internacional que iba configurándose en esas décadas previas a la guerra de África. Describe detalladamente los edificios de que está compuesta lo que junto a los planos conservados permiten restituir con bastante detalle su configuración en esos momentos.

Fig. 62. El frente de tierra en 1884 en un plano de Luis Sánchez de la Campa.

Fig. 63. Niveles de ceniza (UE 15) en la sala A.

Fig. 64. Proyecto de reforma del frente de tierra de J. Monteroso (1875). Planta y secciones de los baluartes del torreón y de la coraza.

Fig. 65. Proyecto de reforma del frente de tierra de j. Monteroso (1875). Reformas proyectadas.

Tello (1993) da cuenta unas décadas después del estado en que se encontraba el cuartel de Artillería:

“Descansa en la parte posterior de los murallones que constituyen la pared del foso navegable. El edificio afecta la forma de un perfecto paralelogramo. La fachada principal sólo consta de planta baja, á cuya derecha se hallan instalados con lujo y confort el cuerpo de guardia de oficiales, el cuarto de banderas y las oficinas de detall y caja, y á la izquierda la guardia de prevención, el almacén y un comedor de sargentos. La parte de la derecha del cuartel está destinada al resto de las oficinas y á las habitaciones de aseo de las clases é individuos de tropa. La de la izquierda, á cocinas, calabozos y retretes. El fondo del edificio consta de dos cuerpos con tres salas cada uno, que sirven de alojamiento para la tropa, comedores, escuelas, etc., etc. Todo el centro lo ocupa el patio, cuyo frente limita un corredor abierto sostenido por airosas columnas. Este cuartel sólo es suficiente para la artillería que hoy existe en Ceuta. Junto á él, y separado por florido jardín, se encuentran los pabellones de la plana mayor del Parque” (p. 182-183)

Los estratos documentados en la parte superior de la secuencia documentada en la excavación arqueológica se caracterizan por la presencia de gruesos niveles de cenizas asociados a algunas estructuras que indican la existencia de talleres relacionados con actividades metalúrgicas posiblemente.

Llevar a cabo actividades de esta naturaleza en unas bóvedas con una deficiente ventilación debió suponer un problema grave que intentó ser paliado con la apertura de vanos.

Fig. 66. Proyecto de Ensanche de Ceuta de G. Blein. Zona interfosos (Revista África, febrero, 1932 p. 31).

Como se indicó, la sala C es el resultado de construir un pasillo que atravesaba las murallas tardo-antigua, califal y portuguesa para conseguir abrir una ventana sobre el foso. También se formó otra ventana hacia el oeste en este caso en la sala A que da sobre la bóveda 9.

Debió resultar un duro trabajo que conllevaría cierto riesgo pues la apertura de la sala C se realizó eliminando el apoyo de uno de los arcos. A pesar de la destrucción patrimonial que supusieron, ambos ofrecen la posibilidad de estudiar la sección de estos muros identificando la secuencia de su construcción formada por la sucesiva adición de murallas de distinta época.

No tenemos constancia exacta de la fecha en que se llevaron a cabo.

Nuestra principal guía es un plano levantado el 30 de junio de 1875 por Joaquín Monteroso en el marco de un proyecto que pretendía reformar una vez más el frente de tierra, pero que no se llevó a cabo.

En este plano la sala C aún no había sido aún abierta.

Al este, se aprecian tres vanos que corresponden respectivamente a la entrada a las estancias de la Puerta Califal en su disposición actual (sala A), las ventanas que se abren en la pared este de la sala I y, por último, el hueco abierto entre la sala E y la bóveda 9. Curiosamente, no aparece el vano que se abre en la pared este de la sala J.

La guerra de África (1859-1860) y la consiguiente ampliación de los límites fronterizos devaluaron la importancia de la Muralla Real y de las fortificaciones exteriores. Las murallas hasta ese momento vitales para Ceuta son percibidas entonces como rígidos corsés que ahogaban el progreso de la ciudad y su desarrollo económico. Poco a poco, este conjunto de líneas de defensa sufrió paulatinas agresiones y perdidas.

Los derribos afectaron principalmente a las obras exteriores y están relacionados esencialmente con la dotación de infraestructuras vitales tales como el puerto o el ferrocarril.

Cuando en 1930 la Junta Municipal de Ceuta organiza un concurso para el ensanche y reforma de Ceuta muchos de los proyectos preseleccionados contemplaban unir la población con el futuro ensanche a través de un puente sobre el foso que, atravesando la escarpa en su zona central, permitiese una comunicación más fluida entre ambos36. De hecho, el proyecto finalmente elegido, cuyo autor fue Gaspar Blein, los contemplaba, pero el estallido de la Guerra Civil no permitió llevar adelante este planeamiento.

(36) Es significativo el comentario de Teodoro Anasagasti, presidente del jurado y recogido en sus Actas (Sánchez, 1932, 20, citado por García y Guerrero, 2019), en el sentido de que “nota la falta en todos los trabajos presentados de un estudio de los monumentos artísticos e históricos de la ciudad. Cree que una relación de los mismos debe existir para poder comenzar un proyecto de reforma interior de la población”.

No obstante, a fin de mejorar la comunicación entre la ciudad y su ensanche un nuevo puente fue construido, si bien no en el emplazamiento previsto, sino al sur del baluarte de la Coraza, lo que obligó a demoler parcialmente la Coraza Baja. Fue inaugurado en 1945.

Un año después el Ayuntamiento de Ceuta aprueba el Plan General de Ordenación Urbana redactado por Pedro Muguraza, aunque este plan tuvo escaso desarrollo (García y Guerrero, 2016). La idea de la construcción del puente que atravesara el foso demoliendo la escarpa continuaba presente en el nuevo Plan General.

16.12. Un cambio radical: la reconversión en hotel

La independencia de Marruecos en 1956 modificó drásticamente la vida en Ceuta. Si bien nunca formó parte del Protectorado Español, no cabe duda que durante el medio siglo anterior Ceuta sufrió una profunda transformación para dotarse de todas las infraestructuras necesarias para desempeñar un papel central en lo que dio en llamarse la “acción española en Marruecos”. La población creció mucho y con este aumento de habitantes se generalizó el fenómeno del chabolismo. A inicios del siglo XX las Murallas Reales se encontraban ocupadas por multitud de viviendas.

A partir de la independencia la ciudad buscó en el turismo una nueva fuente de riqueza. Para conseguirlo era necesario contar con una infraestructura hotelera de calidad. La construcción de un parador de turismo era uno de sus objetivos más anhelados.

Efectivamente, el teniente general Galera, gobernador de Ceuta, y el propio Ayuntamiento impulsaron a inicios de la década de los 60 del siglo XX la construcción de un hotel que diese satisfacción a las crecientes necesidades de alojamientos turísticos en Ceuta. Estas gestiones culminaron en 1967 con la inauguración del actual Parador de Turismo “Hotel La Muralla”.

Hacer realidad este deseo no fue sin embargo tarea sencilla.

Las gestiones se realizaron inicialmente ante el Ministerio de Información y Turismo que convocó un concurso para la redacción de un proyecto de construcción de un hotel de nueva planta.

El 21 de junio de 1962 las páginas del diario El Faro de Ceuta daban cuenta de una reunión mantenida el día anterior entre las principales autoridades locales -el Gobernador General teniente general Galera, el alcalde Alberto Ibáñez, el delegado provincial de Información y Turismo Jesús Díaz de la Espina- y técnicos del Ministerio -el jefe superior de Arquitectura José Osuna Fajardo y el asesor de la Dirección General de Turismo arquitecto Fortuno Jerace- en la que se sentaron las bases del definitivo37 cuya redacción correspondería a Osuna Fajardo.

(37) La parcela seleccionada, de aproximadamente 10.000 m², estaba situada en la Avenida de África, frente a los jardines de Rosende. El hotel tendría una capacidad máxima de 120/140 plazas en 65/75 habitaciones y contaría con salón social, sala de fiestas, sala de juntas, bar, comedor con capacidad para 200 personas, a las que debían añadirse las terrazas, piscina de agua salada y aire acondicionado.

Era una obra de calado para una ciudad de las dimensiones de Ceuta que supondría la inversión de unos 50 millones de pesetas.

El 13 de enero de 1962 se produjo la cesión de la parcela por parte del Ayuntamiento, pero el proyecto nunca llegó a materializarse ya que fue la Comisión Gestora de Turismo, dependiente del Instituto Nacional de Industria y dirigida por el ceutí Fernando Moreno Barberá, la que finalmente lo ejecutaría.

El hotel que se construyó era radicalmente distinto al diseñado por Osuna Fajardo pues la Comisión Gestora de Turismo estaba interesada en construir una instalación hotelera de mayores dimensiones mediante la rehabilitación de un inmueble de carácter histórico, en línea con lo realizado en Santiago de Compostela y León (sobre la labor de Moreno Barberá como gerente de la Comisión Gestora de la Empresa Nacional de Turismo del Instituto Nacional de Industria, en la que pidió excedencia en 1966 y, en concreto, sobre su participación en el proyecto desarrollado en Ceuta, véase Moreno-Barberá, 2011).

El consejo de ministros aprobó el proyecto del INI el 21 de septiembre de 1962 revirtiendo el 28 de enero de 1964 la cesión de la parcela de avenida de África nuevamente al Ayuntamiento (Rodríguez, 2013, II, p. 1.309-1.310).

El nuevo solar elegido como emplazamiento para el hotel era el del Parque de Maestranza y Artillería, que ocupaba parcialmente la muralla Real. El Ministerio del Ejército cedió al INI la propiedad de una parcela de 16.520 m², segregada de una de mayor extensión, en la que existían diversas edificaciones, entre ellas la torre del Reloj38. Todas fueron derribadas, aunque inicialmente se consideró conservar la torre (Rodríguez, 2013, II, p. 1.311).

(38) En esta parcela que habría de alojar el futuro hotel se ubicó durante un milenio la residencia de los gobernadores, así como otras edificaciones relacionadas con la administración y gobierno. A lo largo de un periodo de tiempo tan amplio estos inmuebles sufrieron destrucciones, especialmente intensas durante el gran Cerco de Muley Ismail (1694-1727), rehabilitaciones y reconstrucciones, de modo tal que a mediados del siglo XX quedaban pocos elementos del antiguo alcázar islámico (algunas habían desaparecido en fechas recientes, como la llamada torre de la Vela o de la Mora derribada en 1903). Las construcciones más antiguas demolidas eran del siglo XVIII, si bien podían conservan vestigios de algunos edificios aún más antiguos.

Incluía también la parcela cedida las bóvedas a prueba adosadas a la muralla Real que sí se mantuvieron en pie, aunque con importantes modificaciones.

El proyecto de construcción fue encargado al arquitecto Carlos Picardo Castellón que diseñó un modelo de intervención mixto pues de una parte levantó un edificio de nueva planta y de otra se rehabilitaron las bóvedas (Picardo, 1965).

Respecto a estas últimas, se adaptaron 12 como habitaciones (bóvedas 4-7 y 11-18), quedando en reserva las tres primeras para futuras ampliaciones, así como la casamata del baluarte de la Coraza39.

(39) La casamata del baluarte de la Coraza fue utilizada como almacén de materiales de construcción estado en el que aún permanecía en el momento de inicio (2003) de este proyecto de investigación.

Las bóvedas 8 y 9 fueron destinadas a sala de uso común y vestíbulo de acceso y la bóveda 10 como oficio. Las situadas más al sur serían usadas como cocinas (bóvedas 19-21) y comedor (22-24) de uno de los restaurantes del hotel, “de carácter marroquí”, vestíbulo con entrada directa desde la calle (bóveda 25), bar (bóveda 26) y boite (casamata del baluarte del Torreón).

La principal dificultad de la adaptación de estas bóvedas radicaba en que su acceso se realizaba en todos los casos únicamente desde el exterior, es decir, eran independientes unas de otras. Para comunicarlas se abrió un pasillo en la parte posterior entre las bóvedas 4 a 18 demoliendo los muros que las separaban, mientras que en otras (bóvedas 8/9 y 17/26) se abrieron amplios vanos en sus medianerías.

El lugar que hoy denominamos Puerta Califal era conocido y tenía una configuración igual a la actual como muestran los planos del proyecto. Se le denomina “cueva” sin que se le asigne una función específica.

Las edificaciones existentes en la cubierta de la muralla Real fueron demolidas también formándose una amplia terraza de uso exclusivo para clientes40 y acceso desde el exterior de ambos baluartes.

(40) Se mantuvo una servidumbre de paso a través del acceso sito en el baluarte del Torreón a favor de Defensa para proceder al izado y arriado diario de la bandera situada sobre este baluarte.

Fig. 68. Torre del reloj. Arriba, hacia 1920. Abajo, durante la demolición previa a la construcción del parador (Archivo Central de Ceuta)

Fig. 69. Imágenes del resultado final de la remodelación (Picardo, 1969)

Fig. 70. Planta baja de la muralla real rehabilitada como parador de turismo, redibujada a partir del plano del proyecto de picardo (1965).

El hotel comenzó su construcción en 1965 y fue inaugurado el 20 de mayo de 1967 permaneciendo en uso hasta nuestros días.

A esta rehabilitación corresponde la solería que encontramos al inicio del proyecto, el revoco de cemento que cubría las paredes, la puerta y escaleras que comunican el pasillo y el interior de las salas estudiadas, etc.

Pronto se planteó la necesidad de su ampliación y en 1972 se encarga a Picardo Castellón un nuevo proyecto. Se pretendía ampliar dos plantas el edificio de nueva planta y rehabilitar las bóvedas (1-3) dejadas en reserva en el proyecto inicial para su uso como habitaciones lo que hacía necesario ampliar el pasillo perforando nuevas medianerías. Esta ampliación no llegó a ejecutarse (Rodríguez, 2013, p. 1.317-1.319).

A mediados de los años 80 la situación de la Empresa Nacional de Turismo S.A. (ENTURSA) era insostenible y se decidió privatizar su gestión al tiempo que se acordó su cesión al Patrimonio del Estado y su adscripción a la red de paradores nacionales de turismo.

Fue entonces cuando se planteó de nuevo realizar una ampliación del establecimiento que asumía en buena medida las propuestas del proyecto redactado en 1972 por Picardo.

El nuevo proyecto fue redactado por Carlos Fernández- Cuenca y su principal diferencia con el anterior era la adición de una sola planta y no dos al edificio de nueva planta (Rodríguez, 2013, p. 1.319-1-320).

La falta de mantenimiento de la cubierta de la muralla Real provocó la proliferación de la vegetación y las humedades afectaron a algunas de las habitaciones instaladas en las bóvedas que tuvieron que ser clausuradas.

Para subsanar esta situación se redactó en 2002 un proyecto por Carlos Rodríguez Martín en el que la cubierta térrea en que se desarrollaba la vegetación fue sustituida por un pavimento con su correspondiente impermeabilización y canalización de pluviales. Las obras se ejecutaron, ya con control arqueológico cuyos resultados son reseñados en el capítulo 4, en 2003.

Fig. 71. Esquema cronológico

Pero los problemas de humedades no solo persistieron, sino que se agravaron y por ello se redactó un nuevo proyecto en 2004 de nuevo por Rodríguez Martín.

Consistía en la reforma de los merlones reconstruidos en 1967, pero no llegó a ejecutarse.

En 2006 se buscaba aún dar solución definitiva al problema de las humedades. Para conocer el estado de las tierras situadas sobre las cubiertas se realizaron unas catas en cubierta a fin de determinar el origen de las humedades y diseñar la mejor solución posible, pero la crisis económica impidió realizar las reformas necesarias.

Actualmente, se lleva a cabo una nueva impermeabilización de las cubiertas pues las humedades han provocado desprendimientos en varias habitaciones que siguen cerradas.

Paralelamente se impulsó por parte de la Ciudad Autónoma de Ceuta un proyecto, primero de investigación, y finalmente de rehabilitación (según proyecto de José Pedro Pedrajas del Molino, ejecutado por Javier Arnaiz Seco), de la puerta Califal que abrió sus puertas al público en 2016, incorporando a la visita pública el recorrido por las cubiertas de la muralla Real, recuperando de este modo este espacio público al disfrute de los ciudadanos.

16.13. Conclusiones

La ejecución del proyecto de investigación “Puerta Califal de Ceuta” desarrollado entre 2003 y 2014 ha hecho posible, en primer lugar, conocer con mayor profundidad la historia de este lugar. Especialmente novedosos son los datos obtenidos referentes a los momentos previos a la construcción de la cerca omeya, desconocidos hasta el momento.

Así ha podido atestiguarse en primer lugar la existencia de una ocupación prehistórica, todavía escasamente definida, pero de gran interés por las posibilidades de investigación futura que abre. También sabemos hoy que el momento inicial de la ocupación permanente de este espacio se produjo en torno al cambio de era y su actividad principal, la transformación de productos marinos. Desde entonces hasta nuestros días, es decir durante dos milenios, el lugar fue ocupado de forma permanente.

Otro de los resultados inéditos hasta el momento está relacionado con la presencia de una edificación en época bajoimperial remodelada en el periodo bizantino (siglo VII) y más tarde en época islámica antigua. Al menos, en su fase tardoantigua parece tener relación con los dispositivos defensivos situados en el Istmo.

Respecto a la muralla califal, estudiada hasta el momento principalmente a partir de los datos proporcionados por las fuentes árabes, ha sido posible identificar sus vestigios en diversos puntos del frente occidental. Conocemos hoy su trazado aproximado, las características de su construcción, los materiales empleados, etc., y las transformaciones que sufrió en época almohade. Destaca singularmente entre los elementos encontrados la puerta de ingreso a la medina ceutí, uno de los más destacados ejemplos de la actividad edilicia del califato omeya fuera de Córdoba.

Un aspecto destacado de esta fortificación fue la incorporación en su recorrido del edificio previamente construido lo que obligó a adoptar soluciones formales de enorme interés.

Fueron estas murallas islámicas las que sirvieron para defender Ceuta durante los primeros siglos de dominio portugués. Requirieron adaptaciones puntuales a las nuevas necesidades de la defensa, pero se mantuvieron intactas básicamente hasta mediados del siglo XVI. Algunas de estas reformas, que ilustran las transformaciones sufridas por las fortificaciones medievales durante el periodo llamado de transición, han podido ser identificadas.

Un aspecto esencial de la investigación ha sido el comprender con mayor detalle el modo en que se llevó a cabo la construcción del nuevo frente abaluartado. Si es cierto que contamos con un raro soporte documental como es el propio proyecto constructivo de Benedetto de Rávena la pérdida de la traza que lo acompañaba dificulta notablemente su comprensión. Las excavaciones arqueológicas han podido corroborar muchos de los puntos que en él se contemplaban de modo que hoy podemos reconstruir básicamente el modo en que esta excepcional obra de ingeniería fue llevada a cabo. También ha permitido valorar en su completa dimensión la racionalidad de este proyecto y su cuidado en asumir las fortificaciones precedentes. Además, el hecho de que en las tierras que colmataron el terraplén de la muralla, sellado en 1550, contuviesen un ingente número de piezas arqueológicas ha permitido analizar en profundidad las características de los ajuares tanto medievales como portugueses y tener un terminus ante quem para su datación que está llamado a convertirse, si no lo es ya, en una referencia para la investigación.

 Fig. 72. Puerta califal. Vista cenital

También son destacables las aportaciones que se refieren a época moderna. Especialmente, la localización de un cementerio y la ubicación de la desaparecida y desconocida capilla de San Sebastián entre estos muros.

Por último, aunque de ellos había mayor información, se ha visto incrementado notablemente nuestro conocimiento de la evolución de estos espacios en los últimos siglos. Especialmente conocemos hoy con mayor detalle el impacto que supuso la construcción de las bóvedas a prueba en estos espacios y como obligó a adoptar soluciones que hasta el momento parecían incomprensibles.

En definitiva, conocemos hoy mucho mejor la historia de este singular monumento, su génesis y sus transformaciones hasta el punto que lo que hasta ayer era un enigma irresoluble hoy puede ser explicado con cierto detalle. Pero no nos engañemos, apenas sabemos nada aún y la muralla Real precisa aún muchos años de investigación continuada para poder descifrar sus secretos.

Si desde el punto de vista de la investigación el resultado del proyecto ofrece un balance muy positivo resulta obligado destacar que los aspectos relacionados con la difusión de los resultados, decenas de artículos han sido publicados ya sobre las distintas fases de este monumento, y la valorización del lugar son igualmente destacables. En este último aspecto, ha de señalarse que tras su rehabilitación la Puerta Califal se ha convertido en un atractivo más de la ciudad, visitado por miles de personas, y en un punto de referencia clave en la oferta turística de Ceuta.

La satisfacción es aún mayor cuando comprobamos que, en parte gracias a este proyecto, ha sido posible “devolver” a los ceutíes unos espacios que les pertenecen por derecho y cuyo acceso les había estado vedado durante siglos.

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Cap. 10.2
Cap. 10.1
Cap. 11
Cap. 13
Cap. 12
Cap. 14
Cap. 16
Cap. 15
Bibliografía