Capítulo 10.2
Fig. 13.7. Painéis de São Vicente. Painel do Arcebispo, de Nuno Gonçalves (1470-1480). © Museu Nacional de Arte Antiga (Lisboa), n.° inv. 1364.
Fig. 13.8. Painéis de São Vicente. Painel dos Cavaleiros, de Nuno Gonçalves (1470-1480). © Museu Nacional de Arte Antiga (Lisboa), n.° inv. 1365.
10.12. Los materiales en metal, vidrio, hueso y piedra (EP)
El conjunto de metales procedente de las intervenciones arqueológicas realizadas en 2013 en la Puerta Califal de Ceuta incluye elementos de mobiliario, vestuario, tejeduría y armamento, así como objetos relacionados con la alimentación, la higiene, la iluminación y la pesca. En total hay 2.432 piezas, hechas de varias materias primas como hierro, aleaciones de cobre y plomo. Los objetos de hierro son los más abundantes, representando el 93% de este conjunto, frente al 6% de piezas en aleaciones de cobre y el 1% de plomo.
Los elementos del mobiliario incluyen cerraduras, llaves y una tachuela, así como un número considerable de clavos y clavijas de hierro y apliques de aleación de cobre.
Las cerraduras son piezas cuadrangulares de diferentes tamaños. La primera (PC13-618, figura 13.1), de mayores dimensiones, puede haber pertenecido a una puerta o a un mueble voluminoso, posiblemente un arcón o un armario (Teixeira et al., 2015, p. 146). La segunda (PC13-628, figura 13.1), más pequeña, podría ser una cerradura de caja, posiblemente un candado, utilizado en arcones y cajas fuertes. Estos habrán sido los muebles más comunes durante la Edad Media, especialmente entre la población con cierto poder económico (Egan, 2010, p. 65). Las llaves, por otro lado, son objetos metálicos frecuentes en los contextos arqueológicos portugueses de época moderna (Boavida, 2011, p. 13; Fareleira, 2014, p. 78-84). Los ejemplares identificados en Ceuta son también de varias dimensiones. Las más pequeñas (PC13-620, PC13-622 y PC13-633, figura 13.1) son probablemente llaves de muebles (Teixeira et al., 2015, p. 146), pero la más grande podría ser una llave de puerta (PC13-619, figura 13.1), relacionada con objetos como la mencionada cerradura.
Una tachuela de hierro (PC13-631, figura 13.1), de morfología circular con un botón central, habría pertenecido a un mueble, por ejemplo para fijar el forro de un asiento o como decoración de un arcón (Sousa, 2006, p. 166). El tamaño de este elemento sugiere que pertenecía a un mueble voluminoso, posiblemente un arcón o, tal vez, una puerta. En lo que respecta a los apliques de aleación de cobre, dos de ellos serían solamente decorativos (PC13-685 y PC13-642, figura 13.1) y podrían haber sido utiliza dos en pequeños muebles, como cajas fuertes.
El tercer elemento (PC13-686, figura 13.1), de mayo res dimensiones, tiene tres remaches que lo fijarían a la madera. Puede haber formado parte de la cerradura o de la bisagra de una puerta de armario (Teixeira et al., 2015, p. 255; Egan, 2010, p. 65). Además de estos elementos, hay una pieza de hierro, cuya morfología curva sugiere que puede corresponder a un tirador de cajón (PC13-623, figura 13.1); la ausencia de agujeros para la fijación del metal no permite tener ninguna certeza sobre esta clasificación.
Fig. 13.1. Fragmentos en metal [cerraduras en hierro (PC13-618 | PC13-628) largor: 5,7 cm | 4 cm, anchura: 5,1 cm | 3,9 cm; llaves en hierro (PC13-620 | PC13-622 | PC13-619 | PC13-633) largor: 5,8 cm | 7,6 cm | 10 cm | 4,2 cm, anchura máx.: 2,5 cm | 3 cm | 3,2 cm | 1,1 cm; tachuela de hierro (PC13-631) largor: 7,7 cm, anchura: 4,5-5,1 cm; apliques de cobre (PC13-685 | PC13-642 | PC13-686) largor: 2,8 cm | 3,3 cm | 8,8 cm, anchura máx.: 2,6 cm | 2 cm | 10 cm; tirador de cajón (¿?) en hierro (PC13-623) largor: 6 cm, anchura máx.: 2,3 cm].
También podrían incluirse en el conjunto de elementos de mobiliario una gran cantidad de clavos y clavijas de hierro, que se habrían utilizado en muebles, pero más abundantemente en los elementos de construcción, como puertas y ventanas (el tipo de contexto arqueológico no permite una clasificación más precisa).
Los elementos de vestuario están representados, casi exclusivamente, por objetos de aleación de cobre como hebillas, cierres de cinturón, alfileres y agujas.
Las hebillas de aleación de cobre están probable mente relacionadas con el vestuario, mientras que los ejemplares de hierro, que se discutirán más adelante, podrían pertenecer a arreos de caballos (Deagan, 2002, p. 180). El conjunto de ejemplares de aleación de cobre incluye hebillas semicirculares, probablemente utilizadas en cinturones (Teixeira et al., 2015, p. 254). La primera tiene forma y decoración moldeada (PC13-654, figura 13.2), mientras que la segunda, que carece de hebijón, no presenta ninguna decoración (PC13-680, figura 13.2); ambas tienen paralelos en los hallazgos quinientistas de Torres Vedras (Cardoso, y Luna, 2012, p. 167-168). La segunda corresponde a un tipo de hebilla que es frecuente en contextos bajomedievales y modernos europeos o con presencia europea, conociéndose varios ejemplares en los niveles de ocupación portuguesa de Alcazarseguer (Teixeira et al., 2016a, p. 102-103), en contextos de la segunda mitad del siglo XIV a mediados del siglo XV de Londres (Egan, y Pritchard, 2002, p. 22-23), o en niveles de finales del siglo XV de La Isabella, en America (Deagan, y Cruxent, 2002, p. 155-157).
Otra hebilla de aleación de cobre presenta un marco cuadrangular con ángulo y barra central (PC13-683, figura 13.2), está parcialmente decorada con incisiones (Teixeira et al., 2015, p. 254) y presenta huellas de la depresión sobre la que se asentaría un hebijón. Esta forma cuadra con las hebillas utilizadas en los cinturones de espada o en las corazas. De hecho, en los Painéis de São Vicente de Nuno Gonçalves (1470-1480) se representa una brigantina cerrada por delante por medio de varias hebillas cuadrangulares semejantes a este ejemplar de Ceuta. En Londres existen ejemplares similares, aunque de mayor tamaño, de niveles de la segunda mitad del siglo XIV y posiblemente de la primera mitad del XV (Egan, y Pritchart, 2002, p. 4-8, 97-98). Dado su pequeño tamaño, la pieza PC13-683 podría también haber sido utilizada como hebilla de espuela (Deagan, 2002, p. 187-188). Otra pieza podrá corresponder a un fragmento de hebilla que estaría encajado en la extremidad de una hebilla semicircular (PC13-696, figura 13.2), como se puede observar en los Painéis de São Vicente (figuras 13.8-B y 13.9-A). Por otro lado, esta pieza podría haber pertenecido a un cierre de cinturón. En contexto arqueológico, se pueden encontrar cierres de este tipo en contextos de cronología medieval de Castelo Branco (Boavida, 2016, p. 393-394), nazaríes de Granada (Marinetto, 2013, p. 47-48), o en niveles islámicos y portugueses de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 128-129; Redman, y Boone, 1979, p. 75). Sin embargo, los cierres recogidos en estos contextos están profusamente decorados, a diferencia del ejemplar ceutí, que no parece presentar decoración.
En el conjunto de cierres de cinturón de aleación de cobre hay dos pasadores (PC13-678 y PC13 695, figura 13.2) (Teixeira et al., 2015, p. 254). Las diferencias decorativas entre estos dos elementos indican que se trata de dos piezas distintas. Los pasadores en T, a menudo hechos de aleación de cobre, se utilizaban como cierres de cinturón, a semejanza de las hebillas. Estos objetos han existido desde la Antigüedad y no han cambiado significativamente a lo largo de los siglos (Marinetto, 2013, p. 51). En el siglo XV y principios del XVI fueron un elemento común de la indumentaria militar (Barroca, 1989, p. 151-152), y se pueden encontrar representaciones de su uso en pinturas de ese período, particularmente en los mencionados Painéis de São Vicente (figura 13.9-C). Se identificaron piezas semejantes, pero con una decoración distinta, en varios contextos portugueses de entre el siglo XV y principios del XVI (Teixeira et al., 2015, p. 98; Cardoso, y Luna, 2012, p. 166; Martins, 2001, p. 251-257; Barroca, 1989, p. 151), así como en un contexto de época nazarí de Granada (Marinetto, 2013, p. 51). En los niveles portugueses de Alcazarseguer hay pasadores en T completos que conservan ambas partes (Redman, y Boone, 1979, p. 75), uno de los cuales es semejante al ejemplar PC13-678 (figura 13.2). En Ceuta también se hallaron pasadores en T en otros yacimientos arqueológicos, concretamente en un silo identifica do en la Basílica paleocristiana, que se rellenó en el siglo XIII (Fernández, 2005, p. 80-85), así como en niveles del siglo XIV y principios del XV de la Plaza del Cristo (Fernández, 2008, p. 30-48).
Este conjunto de cierres de cinturón incluye también un ejemplar de aleación de cobre compuesto por dos piezas (PC13-673, figura 13.2) (Teixeira et al., 2015, p. 256). El primer elemento está decora do con motivos vegetales y antropomórficos, entre los que destaca un rostro humano, posiblemente un querubín, y el segundo, un hebijón en forma de S, representa dos serpientes (Redman, 1986, p. 206 207). Este tipo de cierre suele asociarse al vestuario masculino de estratos sociales privilegiados, y está representado en la iconografía de los siglos XVI y XVII, como el Retrato de D. Sebastião, de Cristóvão de Morais (1571-1574), o el Retrato del Príncipe Fe lipe Manuel de Saboya, de Juan Pantoja de la Cruz (c. 1604) (figura 13.10). Se conocen cierres idénticos en los niveles de ocupación portuguesa de Alca zarseguer (Redman, 1986, p. 206-207; Redman, y Boone, 1979, p. 74; Teixeira et al., 2014, p. 329-331), y también en niveles del siglo XVI de Puerto Real, en el Caribe (Deagan, 2002, p. 192).
Los alfileres identificados presentan una cabeza esférica, que se obtiene enrollando dos hilos en la extremidad de la pieza (figura 13.2). Son de diferentes tamaños, con longitudes entre 2,5 y 7 cm. Los alfileres más grandes pueden haber sido utilizados en peinados, como accesorios para el pelo, mientras que los más pequeños se habrían utilizado en el vestuario y la sastrería (Sousa, 2011, I, p. 488-489). Deagan propone el uso de los alfileres más grandes en el vestuario militar, más robusto (2003, p. 194). También cabe la posibilidad de que estos alfileres se relacionen con el consumo de moluscos, concretamente caracoles de mar, ya que se encontraron asociados en contextos arqueológicos de los siglos XV y XVII de Machico, en la isla de Madeira (Sousa, 2006, p. 166; 2011, p. 502). Este tipo de alfiler es común en contextos de los siglos XV-XVI, y se han encontrado ejemplares similares en Castelo Branco o Coimbra (Boavida, 2016, p. 395-396; Fareleira, 2014, p. 28-30), así como en Alcazarseguer, tanto en niveles islámicos como portugueses (Redman, y Boone, 1979, p. 73; 1986, p. 127-128), o en La Isabella, en un contexto de finales del siglo XV (Deagan, 2002, p. 194). Sin embargo, esta tipología de alfileres tiene una amplia difusión y continuidad, ya que se han utilizado desde el siglo XII hasta mediados del siglo XIX (Mourão, 2004, vol. 1, p. 77).
El grupo de metales procedente de la Muralla Real incluye también varias agujetas de aleación de cobre. Estos pequeños objetos, hechos de una lámina de cobre enrollada, se utilizaban como refuerzo en las puntas de los cordones y ataduras, sirviendo para ajustar la ropa tal y como hoy en día. Las agujetas son comunes en los conjuntos metálicos de época moderna, y se pueden encontrar en varios contextos portugueses, tanto en el continente (Boavida, 2011, p. 15) como en la isla de Madeira (Sousa, 2011, p. I, 486-487).
Hay igualmente fragmentos de alambre de aleación de cobre que pueden haber sido utilizados en la confección de vestuario o accesorios (PC13-647, figura 13.2), incluyendo adornos para el pelo. En Londres hay ejemplos de armazones de aleación de cobre en contextos de entre el siglo XIV y mediados del XV. El alambre destinado a ser usado en peinados podría incluso estar recubierto de seda (Egan, y Pritchard, 2002, p. 293-295).
Se identificaron también piezas en aleación de cobre relacionadas con la tejeduría, concretamente un huso, agujas y un objeto que puede corresponder a un fragmento de sedero para trabajar el lino (PC13 645a y PC13-627, figura 13.2). El huso se fabricó a partir de una lámina de metal enrollada; todavía se puede ver una ranura rectangular en la zona superior de la pieza (PC13-627). En Ceuta se encontraron objetos de este tipo procedentes de silos medievales, probablemente rellenados en el siglo XIII, algunos de los cuales están asociados a piezas de hueso, que podrían corresponder a las varillas de la extremidad metálica del huso (Fernández, 2005, p. 79-85). En Portugal se conocen husos de aleación de cobre, sobre todo en contextos islámicos, con cronologías entre los siglos XII-XIII (Carvalho et al., 2017, p. 549; Maia et al., 2003, p. 30), pero también en niveles de los siglos XV-XVI (Fareleira, 2014, p. 31-32). Piezas similares fueron encontradas también en Alcazarseguer, en niveles de ocupación portuguesa (Redman, y Boone, 1979, p. 73). Los husos aun podrían ser de madera, como se puede ver en el ajuar funerario de los siglos XVI-XVII del monasterio de Santa Clara-a-Velha (Mourão, 2004, vol. 1, p. 75).
El armamento se compone de varios objetos de hierro, concretamente fragmentos de armadura, puntas de flecha y saetas de ballesta, así como posibles fragmentos de armas de fuego. En aleación de cobre hay dos puntas de vaina y en plomo varios proyectiles de armas pirobalísticas. También hay algunos accesorios de montería hechos de hierro.
En los albores de los siglos XIV y XV, la aparición de las armas pirobalísticas cambió la forma de hacer la guerra. Al mismo tiempo, la importancia dada a la infantería a expensas de la caballería pesada, así como el aumento del tamaño de los ejércitos y de la duración de los conflictos armados, también contribuyeron a esta transformación. Tras un breve desequilibrio entre las fortificaciones y las armas de fuego, durante el cual la superioridad de estas últimas sobre las primeras aceleró el desenlace de los conflictos armados, las defensas se adaptaron a la artillería con el desarrollo de fortalezas abaluartadas (Duarte, 2003, p. 347). Esta solución defensiva se adoptó en las Murallas Reales de Ceuta a mediados del siglo XVI, aunque ya anteriormente se habían realizado algunos cambios en las fortificaciones para adaptarlas a la artillería (Villada, 2013).
Las armas pirobalísticas comenzaron a utilizarse en la Península Ibérica a finales del siglo XIV, extendiéndose su uso durante la primera mitad del siglo XV (Barroca, 2000, p. 74; Monteiro, 2003, p. 183). Fueron importantes en los conflictos armados del Norte de África durante la primera mitad del siglo XV y fueron utilizadas tanto por cristianos como por musulmanes. Las primeras armas de fuego eran piezas de artillería primitivas, concretamente truenos y bombardas, que disparaban proyectiles de piedra. Debido a su reducida movilidad y eficacia, se utiliza ron sobre todo en la defensa de fortificaciones, siendo las armas neurobalísticas más eficaces en contextos de asedio, aun en esta época (Monteiro, 1998, p. 356-358; 2003, p. 181-182). Las armas de fuego, portátiles o individuales, se desarrollaron entre finales del siglo XIV y principios del XV y ya eran frecuentes a finales de este siglo. Inicialmente eran bombardas de mano y fusiles de mecha muy sencillos que disparaban proyectiles de plomo, pareciéndose más a la artillería ligera que los fusiles posteriores (Duarte, 2003, p. 370-371).
Fig. 13.2. Fragmentos en metal [hebillas de cobre (PC13-654 | PC13-680 | PC13-683) largor: 3 cm | 3,4 cm | 2,1 cm, anchura máx.: 2,8 cm | 3,4 cm | 2,3 cm; hebilla de hierro (PC13-690) largor: 3,5 cm, anchura: 3,6 cm; pasadores en “T” de cobre (PC13-678 | PC13-695) largor: 4,6 cm | 4,3 cm, anchura máx.: 5 cm; cierre de cinturón de cobre (PC13-673) largor: 6 cm, anchura máx.: 1,9 cm; elemento de hebilla en cobre (PC13-696) largor: 3,8 cm, anchura: 2,8 cm; alfileres en cobre (PC13-657 | PC13-681 | PC13-700 | PC13-645b | PC13-658 | PC13-659 | PC13-645c) largor: 2,5 cm | 3,2 cm | 4,2 cm | 5,5 cm | 6 cm | 6,2 cm | 7 cm, diámetro: 0,2 cm | 0,2 cm | 0,3 cm | 0,3 cm | 0,4 cm | 0,4 cm | 0,4 cm; alambre en cobre (PC13-647) espesura: < 0,1 cm; fragmento de sedero (¿?) en cobre (PC13-645a) largor: 9,5 cm, espesura: 0,1-0,3 cm; huso en cobre (PC13-627) largor: 9,7 cm, espesura: 0,1-0,8 cm].
Algunas piezas de hierro (PC13-639 y PC13-694, figura 13.3) pueden corresponder a las zonas metálicas de las armas de fuego, concretamente las partes sobre las cuales se fija el mecanismo de disparo. De confirmarse esta clasificación, estas piezas podrían haber formado parte de armas de llave de mecha, de serpentina o de rueda, siendo que las primeras se han utilizado desde mediados del siglo XV y las segundas desde el siglo XVI (Rubin, 2000, p. 228; Rubio, 2008, p. 15-16). Las armas de llave de pedernal aparecen solamente en el último cuarto del siglo XVI (Rubim, 2008, p. 228).
Los fragmentos de armadura identificados en este conjunto corresponden a partes de una brigantina (PC13-676 y PC13-677, figura 13.3). Estas corazas estaban compuestas por “pequeñas placas metálicas sujetas a un soporte de cuero fino o tela resistente” (Barroca, y Monteiro, 2000, p. 270), y iban acolcha das y forradas de tela por ambas caras. Las placas metálicas se fijaban con pequeños clavos de forma circular, en este caso de aleación de cobre, posible mente de latón. Estas armaduras, que protegían el tronco, se cerraban por la parte delantera con hebillas, como se puede observar en la iconografía de la época (figuras 14.8-A y 14.8-B). Así pues, algunas de las hebillas mencionadas anteriormente (PC13-680, PC13-683 y PC13-696, figura 13.2) pueden haber pertenecido a una de estas corazas. Las brigantinas se conocen en la Península Ibérica desde el siglo XIII y todavía se utilizaban en el siglo XV, especialmente en el Norte de África, adaptándose mejor al clima más cálido y siendo preferidas al arnés (Barroca, 2000, p. 59-60). Se han encontrado fragmentos de brigantinas en contexto arqueológico, por ejemplo en Madeira (Sousa, 2011, p. I, 510; II, 663-664), en los niveles de ocupación portuguesa de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 202-203; Redman, y Boone, 1979, p. 37-38) o en La Isabella, en un contexto de finales del siglo XV (Deagan, y Cruxent, 2002, p. 176-177). También hay fragmentos de cotas de malla en estos yacimientos (Sousa, 2011, II, p. 668-669; Redman, 1986, p. 202-204; Deagan, y Cruxent, 2002, p. 176 178), al contrario de las Murallas Reales, donde no han sido identificados.
Este conjunto incluye también varios proyectiles de armas neurobalísticas, concretamente puntas de flecha y saetas de ballesta. Las puntas de flecha tienen forma triangular (PC13-640, figura 13.3) o romboidal (PC13-646, figura 13.3), con una espiga para su fijación a la madera. Se parecen a los ejemplares encontrados en varios contextos portugueses del periodo islámico, concretamente en niveles del siglo XII de Mértola y en niveles del siglo XIII de Silves (Barroca, 2000, p. 368-371). Las puntas de flecha medievales podían tener otra morfología, general mente con un cubo hueco, de forma cónica, para el asta y puntas cónicas o piramidales, distinguiéndose de las puntas de saeta de ballesta por ser más pequeñas y ligeras (Barroca, 2000, p. 50, 366-381).
Las saetas de ballesta están representadas por tres puntas de hierro, de morfología piramidal o triangular (PC13-668, PC13-675 y PC13-672, figura 13.3) (Teixeira et al., 2015, p. 258). Son similares a los ejemplares de contextos portugueses de los siglos XIV y XV (Barroca, 2000, p. 396-406), y también se han encontrado en España (Castañón, 2012, p. 132-134), o en Alcazarseguer (Redman, y Boone, 1979, p. 73). La ballesta, presente en la Península Ibérica desde el siglo XI, fue ampliamente utilizada en los conflictos armados portugueses entre los siglos XIV y XV y preferida en relación al arco (Monteiro, 2003, p. 187; Barroca, y Monteiro, 2000, p. 385).
Las puntas de vainas son piezas metálicas situadas en las extremidades de las vainas de espadas, dagas o puñales, para reforzar la zona donde se encontraba la punta de la hoja (figuras 14.9-B y 14.11). Sin embargo, no se descarta la posibilidad de su uso en las extremidades de los cinturones también (figuras 14.10-B y 14.11). En las Murallas Reales de Ceuta se encontraron dos puntas de vainas de aleación de cobre, la primera de ellas con una morfología de arco trilobulado (PC13-682, figura 13.3), que algunos autores consideran mudéjar (Teixeira et al., 2015, p. 256). La segunda (PC13-667, figura 13.3), de forma aproximadamente triangular, es semejante a un ejemplar de los niveles portugueses de Alcazarseguer (Teixeira et al., 2016a, p. 85-93). Este tipo de puntas triangulares es posiblemente el más común, conociéndose ejemplares de varios contextos portugueses de entre los siglos XII y XV, aunque con una decoración distinta (Barroca, y Monteiro, 2000, p. 342-344). Las dimensiones de estas dos piezas sugieren que la primera pertenecería a la vaina de una daga o puñal, un arma blanca de menores dimensiones, mientras que la segunda podría estar relacionada con una espada.
Fig. 13.3. Fragmentos en metal [elementos de brigantina (PC13-676 | PC13-677) largor máx. conservado: 4,6 cm, anchura máx. conservada: 3,8 cm; punta de flecha en hierro (PC13-640) largor: 5,2 cm, anchura máx.: 1,4 cm; punta de flecha en hierro (PC13-646) largor: 6,9 cm, anchura máx.: 1,8 cm; saetas de ballesta en hierro (PC13-668 | PC13-675 | PC13-672) largor: 9,2 cm | 10,6 cm | 8,7 cm, anchura máx.: 1,4 cm | 2 cm | 1,5 cm; puntas de vaina en cobre (PC13-682 | PC13-667) largor: 3,2 cm | 4,5 cm, anchura máx.: 2,3 cm | 2,8 cm; elementos de armas de fuego (¿?) en hierro (PC13-639, PC13-694) largor máx. conservado: 7,5 cm | 15,5 cm, anchura máx.: 4,3 cm | 4,2 cm; balas de plomo (PC13-660, PC13-661, PC13-662, PC13-663) diámetros: 1,5-2,1 cm; elementos de arreos de caballo en hierro (PC13-644 | PC13-637) largor máx. conservado: 4 cm | 7,5 cm, anchura máx.: 6 cm | 7,6 cm].
Aun en relación con el armamento, existe también un conjunto de piezas de hierro que podrían pertenecer a arreos de caballos (PC13-644 y PC13-637, figura 13.3), argollas (PC13-626, figura 13.4) o una hebilla de hierro (PC13-690, figura 13.2). Las argollas pueden igualmente asociarse a la composición de los arreos de caballos (Mourão, 2004, vol. 1, p. 70) u otros animales de tiro, como el ejemplar de hierro PC13-626. La hebilla de hierro, de morfología cuadrangular, todavía conserva su hebijón. Las hebillas pueden estar asociadas a los arreos de caballos, pero generalmente son de mayores dimensiones (Deagan, 2002, p. 189). Así, podemos vincular el uso de estas pequeñas hebillas de hierro a cinturones, armaduras o cierres de maletas (Egan, y Pritchard, 2002, p. 53).
En otra categoría funcional, se identificaron cuchillos y una cuchara de hierro. Los cuchillos, de un solo filo, probablemente corresponden a utensilios domésticos. Hay fragmentos de hoja (PC13-635 y PC13-638, figura 13.4) y de mango (PC13-693, figura 13.4), cuyas diferencias de tamaño sugieren la presencia de al menos tres piezas. Estos objetos se han encontrado en varios contextos portugueses de época moderna (Mourão, 2004, vol. 2, p. 18-19). Sin embargo, no se descarta la posibilidad de que la hoja PC13-635 perteneciera a unas tijeras y no a un cuchillo. La segunda hoja identificada podría corresponder a un tipo de cuchillo corto de hoja curva que encontramos representado, por ejemplo, en la Ópera de Bartolomeu Scappi (1570, p. 946). Cabe destacar un objeto, bastante concrecionado, que puede corresponder a un fragmento de la hoja de un cuchillo (PC13-630, figura 13.5). Sus mangos estaban hechos de varios materiales, como metal, hueso o madera. En el caso de la pieza PC13-693 sólo se ha conservado la parte metálica del mango y no ha sido posible identificar los demás materiales que la habrían compuesto.
Se halló también una pieza que podría corresponder a una cuchara de hierro, con un mango de sección circular, y una extremidad subrectangular, ligeramente curvada hacia arriba (PC13-699, figura 13.4) (Teixeira et al., 2015, p. 147). El estado de conservación de la pieza nos impide saber si el mango está fracturado o si se trata de una cuña para su enmangue en un material perecedero. En relación con la iluminación, se identificó un candil de aleación de cobre (PC13-691, figura 13.4) (Teixeira et al., 2015, p. 144). Aunque in completo, la parte conservada sugiere una morfología circular, de base plana, con un mango de forma romboidal.
Los objetos de pesca corresponden a un arpón de hierro (PC13-655, figura 13.4) y un anzuelo de aleación de cobre (PC13-671, figura 13.4) (Teixeira et al., 2015, p. 258). En Ceuta, la pesca ha sido una importante actividad económica a lo largo de los siglos gracias a la abundancia de pescado en las aguas del Mediterráneo y del Atlántico, desde la Antigüedad hasta la actualidad (Bernal, p. 2009; Hita, y Villada, 2009, p. 251-252).
Los demás objetos corresponden a piezas de hierro de función incierta, destacando un posible martillo (PC13-641, figura 13.4). También se inventarió una arandela de plomo (PC13-652, figura 13.4) y varias partes metálicas que no pudieron ser identificadas (PC13-624, PC13-634, PC13-636, PC13-630, PC13 629, PC13-643, PC13-648, PC13-650, PC13-649 y PC13-625, figura 13.5). La pieza de hierro que podría corresponder a una cabeza de martillo está fragmenta da; de confirmarse esta clasificación, esta herramienta tendría paralelos en un contexto del siglo XII del Castelo de Palmela (Fernandes, y Santos, 2008, p. 50-51).
Las argollas son objetos versátiles que pueden formar parte de numerosos objetos, como muebles, vestuario o arreos, como hemos visto anteriormente. Una de las argollas de hierro podría corresponder a un fragmento del mango de unas tijeras (PC13-632, figura 13.4), mientras que la argolla de aleación de cobre (PC13-651, figura 13.4), por sus dimensiones y materia prima, podría por ejemplo haber formado parte de un cierre de cinturón, semejante a los ejemplares completos de época nazarí encontrados en Granada (Marinetto, 2013, p. 49-50).
El conjunto de materiales vítreos consta de objetos de adorno, así como de recipientes para el almacenamiento o el consumo de alimentos.
Fig. 13.4. Fragmentos en metal [hoja de tijera en hierro (PC13-635) largor máx.: 7 cm, anchura: 0,4-1,2 cm; hoja de cuchillo en hierro (PC13-638) anchura máx.: 3,5 cm, espesura: 0,6 cm; mango de cuchillo en hierro (PC13-693) largor máx. conservado: 12,9 cm, anchura máx.: 2,9 cm; cuchara de hierro (PC13-699) largor máx. conservado: 13,5 cm, anchura máx.: 3,6 cm; candil de cobre (PC13-691) diámetro: c. 7 cm; arpón de hierro (PC13-655) largor: 6,8 cm, anchura máx.: 1,4 cm; anzuelo de cobre (PC13-671) largor máx.: 3,2 cm, espesura máx.: 1,3 cm; martillo de hierro (PC13-641) largor: 10 cm, anchura: 2,3 cm; argolla de hierro (PC13-626) diámetro: 5,5 cm, espesura: 1 cm; argolla de hierro (PC13-632) diámetro: 3 cm, espesura: 0,5 cm; argolla de cobre (PC13-651) diámetro: 5,3 cm, espesura: 0,4 cm].
Fig. 13.5. Fragmentos en metal [arandela de plomo (PC13-652) diámetro: 2,1 cm, altura: 0,2 cm; elementos en hierro no identificados (PC13-624| PC13-629 | PC13-630 | PC13- 634 | PC13-636), largor máx.: 8,5 cm | 6,5 cm | 7 cm | 9 cm | 11 cm, anchura: 0,9-1,6 cm | 0,6-1,6 cm | 2,5 cm | 0,8-1,1 cm | 2 cm; elemento en hierro no identificados (PC13-643) altura máx.: 4,5 cm, espesura: 0,5 cm; elementos en hierro no identificados (PC13-648 | PC13-650 | PC13-649), largor: 11,7 cm | 8,7 cm | 4,2 cm, diámetro mayor: 3,4 cm | 4,7 cm | 2,2 cm; elementos en hierro no identificados (PC13 625), largor máx.: 6 cm, anchura máx.: 1,3 cm].
Fig. 13.6. Fragmentos en vidrio [brazaletes (PC13-603, PC13-606, PC13-607) diámetro: 6 cm, espesura: 0,5 cm; cuentas (PC13-612 | PC13-613) largor máx.: 2,2 cm | 0,7 cm, anchura máx.: 0,6 cm | 0,7 cm; cuenco (PC13-605), diámetro borde: 16 cm; frasco (PC13-608), diámetro borde: 2 cm; vaso de pie (PC13-609), altura máx. conservada: 4,4 cm; base de frasco o vaso (PC13-617), diámetro base: 5 cm; frasco (PC13-601), altura máx. conservada: 2,2 cm], hueso [fusayola (PC13-600), diámetro: 2 cm; elementos de torres de roca (PC13 616 | PC13-621), largor máx.: 2 cm | 3,7 cm, anchura máx.: 2 cm | 2,2 cm; objeto tubular (PC13-615), largor máx.: 8 cm, anchura máx.: 1 cm; mango de cuchillo (PC13-679), largor máx.: 6,7 cm, anchura máx.: 1,6 cm] y piedra [molde de piedra (PC13-293), diámetro de la impresión circular: 1,8 cm.].
Los objetos de adorno incluyen cuatro fragmentos de brazaletes (PC13-603, PC13-607 y PC13-606, figura 13.6), así como dos cuentas de collar o pulsera (PC13 613 y PC13-612, figura 13.6). La gran mayoría de las piezas presentan huellas de irisación. Los brazaletes, de sección circular, están hechos de pasta de vidrio retorcida, excepto uno que es liso. En uno de ellos se puede ver el punto de cierre del brazalete (PC13-613), una zona aplanada donde se soldaron sus extremidades (Medici, 2014, p. 390). Otra de las piezas presenta una decoración policroma en espiral (PC13-607), habiendo sido fabricada en pasta de vidrio azul oscuro con dos bandas blancas, mientras que el resto, en vidrio claro o negro, son monocromas. Estos objetos de adorno femeninos tienen una larga continuidad y se han utilizado al menos desde la época romana (Teixeira et al., 2015, p. 139, 147). Durante la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, el uso de estos brazaletes en Europa se habría popularizado gracias a la ocupación islámica (Medici, 2014, p. 505). Han sido encontrados en contextos de entre los siglos XV y XVI en Portugal continental (Teixeira et al., 2015, p. 139; Coutinho et al., 2016, p. 7-11; Medici, 2014, p. 526), en Madeira (Sousa, 2011, p. I, 496), o en Alcazarseguer (Redman, y Boone, 1979, p. 38; Teixeira et al., 2016a, p. 93-94). En este último caso se trata de brazaletes opacos de color negro, transparentes de color azul o policromados, idénticos a los ejemplares ceutíes (Teixeira et al., 2015, p. 147), y también se hallaron brazaletes vítreos en un contexto funerario, pertenecientes a un individuo adolescente de sexo femenino (Redman, 1986, p. 204-205). Este hallazgo, combinado con el pequeño tamaño de algunos ejemplares, sugiere que este tipo de objeto podría haber sido utilizado principalmente por mujeres jóvenes y niños (Sousa, 2011, p. I, 496-497; Ureña, y Hernández, 2014, p. 254). Estos accesorios también están presentes en otros contextos funerarios, por ejemplo en una necrópolis malagueña del siglo XIII (Ureña, y Hernández, 2014, p. 246-247). Además de ser objetos de adorno, estos brazaletes pueden haber tenido una función profiláctica, relacionada con el material y los colores utilizados (Ureña, y Hernández, 2014, p. 254-255). Este tipo de brazalete de vidrio también fue encontrado en niveles de finales del siglo XV en La Isabella, en el Caribe (Deagan, 2002, p. 134-135).
En cuanto a las cuentas identificadas, ambas tienen secciones cuadrangulares, pero sus dimensiones son diferentes (PC13-613 y PC13-612, figura 13.6) (Teixeira et al., 2015, p. 147). Corresponden a cuentas del tipo “Nueva Cádiz bead”, típicamente de color azul con una banda blanca en su interior, posiblemente producidas en la región del Mediterráneo oriental entre los siglos XV y XVI, aunque no es seguro su origen (Rodrigues, 2003, p. 230-232). Además de su uso en piezas de adorno personal, pueden haber sido utilizadas, desde el siglo XV, en intercambios comerciales entre europeos, africanos y americanos, habiéndose encontrado en varios contextos de ocupación española en Venezuela y Perú, situados entre finales del siglo XV y mediados del XVI (Rodrigues, 2003, p. 230-232).
El resto de los objetos de vidrio corresponden a un cuenco y a varios recipientes de almacenamiento de líquidos, concretamente botellas y un vaso. El cuenco (PC13-605, figura 13.6), con un diámetro de 6 cm, se asemeja a un ejemplar de un contexto del siglo XV de Almada (Medici, 2005, p. 543-544). Este tipo de recipiente se utilizaría para el consumo de alimentos, al igual que su equivalente cerámico, y las piezas de mayor tamaño podrían utilizarse como fruteros (Medici, 2014, p. 345). Hay un borde estrangulado en vidrio verde azulado translúcido (PC13-608, figura 13.6), con un diámetro de 2 cm, que corresponde a un frasco de pequeñas dimensiones y cuello cilíndrico (Teixeira et al., 2015, p. 211), que se utilizaría para almacenar perfumes o soluciones medicinales (Medici, 2014, p. 304). El segundo frasco, también de pequeño tamaño, está representado por un fragmento de base ahusada (PC13-601, figura 13.6), en vidrio azul opaco. Otro objeto, una base anular de vidrio blanco opaco (PC13 617, figura 13.6), con un diámetro de 5 cm, podría corresponder a un frasco o quizás a un vaso. Su colorido sugiere un probable origen veneciano, donde se han producido objetos de vidrio blanco desde el siglo XV (Medici, 2014, p. 436). El vaso identificado está representado por un fragmento de tallo, con un botón circular (PC13-609, figura 13.6), de vidrio transparente, correspondiendo a la tipología de “vaso de pie con botón plano” atribuida a los siglos XVI-XVIII, cuyo uso es difuso en Europa durante ese período (Médicis, 2014, p. 212-219). En Portugal se pueden encontrar paralelos, por ejemplo, en Coimbra, en niveles del siglo XVI (Medici, 2018, p. 224).
El conjunto de materiales óseos identificados en la Muralla Real está compuesto en su mayoría por piezas de tejeduría. Los demás objetos corresponden a una cuenta, un mango de cuchillo y una pieza de función indeterminada.
Los objetos de tejeduría corresponden a una fusayola (PC13-600, figura 13.6) y dos posibles elementos de torres de rueca (PC13-616 y PC13-621, figura 13.6). La fusayola tiene una forma circular con un orificio central donde encaja el huso, por lo que la relacionamos con el huso de bronce mencionado anteriormente. Tanto las torres de rueca como la fusayola son idénticas a los ejemplares encontrados en contextos del siglo XIV de Ceuta (Hita, y Villada, 2007, p. 156-157; Fernández, 2005, p. 83, 97) y en niveles islámicos de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 130).
El mango de cuchillo presenta una extremidad curva y redondeada (PC13-679, figura 13.6) y todavía se pueden ver tres agujeros donde pequeños clavos lo habrían fijado a la parte metálica del cuchillo. La fractura del objeto se produjo en la zona del tercer agujero, del que queda poco, y es posible que hubiera un aguje ro más para fijar la hoja. En la superficie interior del mango se observa una tonalidad roja, que puede ser evidencia del metal al que estaba fijado; en este caso, podría tratarse de una hoja de hierro. En este conjunto de materiales hay también un objeto tubular de función indeterminada (PC13-615, figura 13.6).
Este conjunto de materiales incluye también un fragmento de un molde de piedra (PC13-293, figura 13.6), que presenta una depresión circular con in cisiones en su interior, y cuyo tamaño (1,8 cm de diámetro) sugiere que pudo haber sido utilizado para la fabricación de sellos o monedas. Durante la Baja Edad Media y los inicios de la Edad Moderna en Europa, la industria textil utilizaba sellos de plomo para el control de calidad de los productos. Estos sellos, de forma circular y generalmente con diámetros entre 1 y 3 cm, tienen marcas de fabricación que indican el origen de los tejidos (Egan, 2010, p. 261-265). Por otro lado, este molde puede haber sido utilizado en la fabricación de pesas metálicas de forma circular. También en este caso las incisiones presentes en el molde serían marcas de propiedad (Egan, 2010, p. 301-316).
Fig. 13.7A.
Fig. 13.7B.
Fig. 13.8A.
Fig. 14.2. Reisch, Gregor. 1508 [1503]. “Aritmética”, Margarita philosophica nova. Strasbourg: Joann Grüninger © Bibliothèque nationale de France, département Arsenal, RESERVE 4-S-17
Fig. 13.8B.
Fig. 13.8C.
Fig. 13.9. Retrato del príncipe Felipe Manuel de Saboya, de Juan Pantoja de la Cruz (c. 1604) © Museo de Bellas Artes de Bilbao, n.° inv. 94/119.
Fig. 13.9. Retrato de D. Sebastião, de Cristóbal de Morales (1571- 1574). © Museu Nacional de Arte Antiga (Lisboa), n.° inv. 1165.
El resto de los objetos de vidrio corresponden a un cuenco y a varios recipientes de almacenamiento de líquidos, concretamente botellas y un vaso. El cuenco (PC13-605, figura 13.6), con un diámetro de 6 cm, se asemeja a un ejemplar de un contexto del siglo XV de Almada (Medici, 2005, p. 543-544). Este tipo de recipiente se utilizaría para el consumo de alimentos al igual que su equivalente cerámico, y las piezas de mayor tamaño podrían utilizarse como fruteros (Medici, 2014, p. 345). Hay un borde estrangulado en vidrio verde azulado translúcido (PC13-608, figura 13.6), con un diámetro de 2 cm, que corresponde a un frasco de pequeñas dimensiones y cuello cilíndrico (Teixeira et al., 2015, p. 211), que se utilizaría para almacenar perfumes o soluciones medicinales (Medici, 2014, p. 304). El segundo frasco, también de pequeño tamaño, está representado por un fragmento de base ahusada (PC13-601, figura 13.6), en vidrio azul opaco. Otro objeto, una base anular de vidrio blanco opaco (PC13- 617, figura 13.6), con un diámetro de 5 cm, podría corresponder a un frasco o quizás a un vaso. Su colorido sugiere un probable origen veneciano, donde se han producido objetos de vidrio blanco desde el siglo XV (Medici, 2014, p. 436). El vaso identificado está representado por un fragmento de tallo, con un botón circular (PC13-609, figura 13.6), de vidrio transparente, correspondiendo a la tipología de “vaso de pie con botón plano” atribuida a los siglos XVI-XVIII, cuyo uso es difuso en Europa durante ese período (Médicis, 2014, p. 212-219). En Portugal se pueden encontrar paralelos, por ejemplo, en Coimbra, en niveles del siglo XVI (Medici, 2018, p. 224).
El conjunto de materiales óseos identificados en la Muralla Real está compuesto en su mayoría por piezas de tejeduría. Los demás objetos corresponden a una cuenta, un mango de cuchillo y una pieza de función indeterminada.
Los objetos de tejeduría corresponden a una fusayola (PC13-600, figura 13.6) y dos posibles elementos de torres de rueca (PC13-616 y PC13-621, figura 13.6). La fusayola tiene una forma circular con un orificio central donde encaja el huso, por lo que la relacionamos con el huso de bronce mencionado anteriormente. Tanto las torres de rueca como la fusayola son idénticas a los ejemplares encontrados en contextos del siglo XIV de Ceuta (Hita, y Villada, 2007, p. 156-157; Fernández, 2005, p. 83, 97) y en niveles islámicos de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 130).
El mango de cuchillo presenta una extremidad curva y redondeada (PC13-679, figura 13.6) y todavía se pueden ver tres agujeros donde pequeños clavos lo habrían fijado a la parte metálica del cuchillo. La fractura del objeto se produjo en la zona del tercer agujero, de que queda poco, y es posible que hubiera un agujero más para fijar la hoja. En la superficie interior del mango se observa una tonalidad roja, que puede ser evidencia del metal al que estaba fijado; en este caso, podría tratarse de una hoja de hierro. En este conjunto de materiales hay también un objeto tubular de función indeterminada (PC13-615, figura 13.6).
Este conjunto de materiales incluye también un fragmento de un molde de piedra (PC13-293, figura 13.6), que presenta una depresión circular con incisiones en su interior, y cuyo tamaño (1,8 cm de diámetro) sugiere que pudo haber sido utilizado para la fabricación de sellos o monedas. Durante la Baja Edad Media y los inicios de la Edad Moderna en Europa, la industria textil utilizaba sellos de plomo para el control de calidad de los productos. Estos sellos, de forma circular y generalmente con diámetros entre 1 y 3 cm, tienen marcas de fabricación que indican el origen de los tejidos (Egan, 2010, p. 261-265). Por otro lado, este molde puede haber sido utilizado en la fabricación de pesas metálicas de forma circular. También en este caso las incisiones presentes en el molde serían marcas de propiedad (Egan, 2010, p. 301-316).
10.14. Las monedas y jetón (TC)
Entre el material hallado en las intervenciones arqueológicas realizadas en el interior de las Murallas Reales de Ceuta se han identificado 13 elementos numismáticos. Debido a la tafonomía natural, no fue posible realizar la identificación tipológica y cronológica de cinco ejemplares. Por lo tanto, el análisis de la colección se centrará en los ocho restantes numismas. Tipológicamente, estos hallazgos incluyen ceitiles, tres reales y jetones [contos para contar].
Los ceitiles constituyen el mayor conjunto numismático hallado en la intervención arqueológica, con cinco elementos registrados. Debido a su degradación, no fue posible identificar la cronología exacta de todos ellos. Se clasifica un ejemplar de D. Afonso V (PC13-684), tres de D. João III (PC13-687, PC13-688 y PC13-689, con algunas reservas respeto a la clasificación de los dos últimos) y un quinto ejemplar cuyos elementos observables lo sitúan entre los reinados de D. Afonso V y D. Manuel I (PC13-653) (figura 14.1)
El ejemplar de D. Afonso V no presenta ninguna letra de ceca. En la leyenda del anverso solamente son legibles las letras de la mitad superior de la moneda. Las dos primeras, de estilo gótico, indican “AL”, las iniciales de la palabra “Alfonsus”, el único rey de su nombre que emitió esta tipología. Otro indicador de esta clasificación son las flores de lis que bordean el escudo de Portugal en el reverso de la moneda. Esta es una característica exclusiva de este soberano (Gomes, 2013, p. 127).
En cuanto al numerario del rey D. João III, aunque bastante deteriorado, en el ejemplar mejor conservado se puede observar que las dos primeras letras de la leyenda, en ambas caras, son “IO”, las iniciales de Ioanes = João. Solamente la última letra del reverso, una “A”, es también reconocible. Esto permite establecer la distinción con su predecesor D. João II, ya que D. João III, a diferencia del anterior, terminaba parte de sus leyendas numismáticas con “R P A” - Rei de Portugal e do Algarve (Gomes, 2013, p. 170).
Como se ha señalado anteriormente, los dos ejemplares restantes atribuidos al reinado de D. João III plantean algunas dudas de clasificación, debido al avanzado grado de deterioro. Aun así, dadas las características estéticas observables en sus campos centrales y sus dimensiones, estas dos monedas se acercan más a las acuñaciones de este soberano.
Finalmente, el último ceitil que fue identificado, de cronología atribuida a los reinados de D. Afonso V / D. Manuel I, presenta un reverso prácticamente irreconocible. Únicamente en el anverso se puede observar un castillo de tres torres y olas. Dado su diámetro y el detalle que parece presentar el anverso, este ejemplar fue ciertamente acuñado en algún lugar durante los tres primeros reinados en los que se produjo esta tipología (Curado, 2019, p. 29).
En la historia de la numismática, el concepto de ceitil, o la catalogación como ceitil, no siempre fue unánime. Algunos autores del siglo XIX, como Teixeira de Aragão (1875, p. 199) o Ferreira Braga (1903, p. 25), dieran por sentado la aparición del ceitil durante el reinado de D. João I y su acuñación continua hasta el reinado de D. Sebastião. La razón de considerar este temprano inicio del ceitil se debe a dos factores: el hecho de que D. João I conquistó la ciudad de Ceuta (reforzando la teoría de la etimología de la palabra - ceitil ≈ Ceuta) y la supuesta existencia de una moneda en mal estado, acuñada por este rey, la cual presentaba lo que parecían ser letras árabes. Sin embargo, por un lado nunca se ha demostrado la existencia de tal moneda y, por otro lado, el origen de la palabra ceitil también puede derivar del hecho de que, en la época de D. Afonso V, esta moneda valía 1/6 (sexto ≈ ceisto) del real blanco, unidad del sistema monetario de entonces (Vieira, 2017, p. 27). Hoy en día, más allá de una justificación histórica, la nomenclatura ceitil se atribuye a todas las monedas que corresponden a ciertas características físicas: ceitil es toda aquella moneda de cobre en cuyo reverso se puede observar el escudo portugués centrado, rodeado de una leyenda que puede o no contener el nombre del monarca, y en cuyo anverso destaca un castillo de tres torres con una muralla a su alrededor, la mayoría de las veces descansando sobre las olas del mar, y también rodeado de una leyenda (Magro, 1986, p. 17). Cobre, escudo y castillo son, por lo tanto, las tres palabras que definen al ceitil.
Aunque no se conoce en la actualidad el año en el que comenzó la acuñación del ceitil, fue durante el reinado de D. Afonso V cuando se realizaron las primeras acuñaciones. Esta moneda nació en una época de fuerte recuperación económica, después de los ruinosos reinados de D. Fernando y D. João I (Mattoso, 1997, p. 412). Las fuertes reformas económicas realizadas por D. Duarte, junto con el incremento de las importaciones ultramarinas africanas, provocaron la caída de todas las monedas de vellón acuñadas en las cuatro décadas anteriores para recaudar ingresos de señoreaje, lo que perjudicó enormemente a la economía nacional (Valério, 2017, p. 3)
Fue en el marco de esta reestructuración monetaria, ya el reinado de D. Afonso V, cuando la moneda de cobre apareció por primera vez como moneda de cambio sólida, rompiendo con la tradición medieval, desde la fundación del Reino, de emitir únicamente monedas de cambio de vellón. El reinado de D. Afonso V fue realmente la transición a la modernidad monetaria. Durante este período, se emitieron aún medios reales negros de cobre y otras monedas de vellón, como prolongación del numerario de D. João I. Incluso las mismas monedas del rey D. Afonso V aún presentaban las letras de estilo gótico (Gomes, 2016, p. 122).
Son también de este monarca los únicos ceitiles que se conocen con la inicial de la ciudad donde fueron emitidos. Aunque representan una pequeña minoría, algunos exhiben las letras de ceca P o C, que se atribuyen a las ciudades de Oporto y Ceuta. D. Afonso V fue el primero y uno de los dos únicos reyes portugueses (junto con D. Manuel I) en emitir moneda en esta ciudad, según Teixeira de Aragão, lo que pone de manifiesto su importancia en este período. Los estudios tipológicos realizados por Francisco Magro revelan que los ceitiles con la letra C pueden, después de todo, haber sido acuñados en Lisboa y transportados a la ciudad africana (Magro, 1986, p. 43)
Todos estos remanentes medievales fueron totalmente abolidos por D. João II, quien erradicó los reales negros y todas las monedas de vellón, renovando también la estética del ceitil mediante una carta regia, eliminando la cruz de Avis del escudo portugués (Resende, 2007, p. 89) y ordenando el uso de letra renacentista.
Fue durante el reinado de D. Manuel I cuando apareció la única excepción a la matriz estética del ceitil. Seguramente en el marco de una emisión exclusiva para los dominios portugueses en el norte de África, se acuñaron numismas que presentaban en el centro del anverso, la frase en árabe “De Manuel Rei de Portugal” y en el reverso únicamente las armas reales coronadas (Gomes, 2013, p. 156). No se conocen ejemplares semejantes emitidos por otros monarcas y de éstos se conocen pocos, lo que puede indicar una emisión débil o puntual.
El ceitil se siguió acuñando continuamente como moneda de cambio hasta el reinado de D. Sebastião. Sin embargo, con el paso del tiempo, la propia economía fue evolucionando y la inflación terminó empujando al ceitil hacia un valor cada vez más irrelevante. Por lo tanto, hubo que añadir nuevas monedas de cobre, especialmente a partir del reinado de D. João III, para satisfacer las necesidades del comercio (Gomes, 2006, p. 166). Aun así, la producción del ceitil no fue suspendida hasta el final de la segunda dinastía.
La segunda tipología monetaria identificada en la intervención arqueológica de las murallas de Ceuta fue la de tres reales de D. João III. El buen estado de conservación de los dos ejemplares recogidos permitió una clasificación fiable (PC13-669 y PC13- 670, figura 14.1). En ambas monedas, en el anverso, se observaban las letras “IOIII” (IOanes III) bajo la corona real, rodeadas de una leyenda a veces ilegible. En el reverso sólo está el escudo del reino sin ninguna leyenda.
Como se mencionó anteriormente, la necesidad de suplir la falta de numerario de cobre para valores superiores al ceitil llevó a que D. João III creara, en 1550, las tipologías del real, tres reales y diez reales. Esta ordenación tuvo lugar en agosto de 1550, como lo atestigua la crónica real de dicho monarca, datada de 1613, donde se transcribe la carta regia. Este extracto también demuestra la simultaneidad de los ceitiles con el nuevo numerario.
“Conociendo el rey João III de Portugal el problema que tenía su pueblo por la falta de moneda de cobre que era la más usada en la pequeña compra diaria – debido a no se acuñar la cantidad suficiente y por el peso del cobre ser superior al valor de la moneda, haciendo con que estas fueran llevadas para el extranjero como mercancía –, decidió que se acuñara una cantidad de este metal más grande que lo normal, con nuevas dimensiones y tipologías: Ceitil (la única moneda que ya existía antes de esta decisión) – que cada Ceitil tuviera 18 grãos de peso y mantuviera las mismas leyendas que presentaban hasta ese momento; Real – con el peso de media oitava, seis Ceitis, que de un lado tuviera una “R” coronada y del otro la leyenda “IO.III. RPA” - Juan III Rey de Portugal y Algarve; 3 Reales – con el peso de una Oitava y media, que de un lado presentara al centro la misma sigla de “IO.III” con una corona encima y la leyenda “PORTVGAL ET ALGARB REX AFFRIC”, del otro lado solo debería tener el escudo portugués; 10 Reales – con el peso de cinco oitavas, que de un lado tuviera el escudo portugués coronado con la leyenda “IOANNES:III:D:G:PORT:ET ALGARBIORVM”, y del otro la letra “X” al centro con la leyenda “REX QVINTVS DECIMVS” (15º rey de Portugal). Con esta nueva ley de finales de Agosto de 1550, el rey ordenó que se produjeran en las cecas y se usaran en todos los pagamentos.”
(Traducción adaptada por el autor a partir de Andrada, 1613, p. 66).
En la intervención de Ceuta se identificó un jetón de D. Manuel I (PC13-666), que representa un indicador de grandes concentraciones de capital y una posible mezcla de varios tipos de cambio (figura 14.1). Este objeto monetiforme presenta en su anverso la leyenda “V.M: V.M: V.M: V.M: V.M: V.M: V.M: V” rodeando un escudo con sólo cuatro quinas intercaladas con estrellas de ocho puntas. En su reverso hay una esfera armilar con la leyenda “CONTV CONTV CONTV CONTV”. En conjunto, las leyendas forman “um conto” [un jetón].
Los jetones o “contos para contar”, también conocidos como “dinheiros de conto”, “moedas de conto”, “jetons” o simplemente “contos”, son objetos relacionados con la numismática, similares a las monedas, pero que no tienen valor comercial de trueque (Aragón, 1875, p. 245). Su utilidad está relacionada con la aritmética y el cálculo, funcionando como piezas de ábaco para cuentas con grandes números o decimales. Esta solución fue creada para ayudar al contaje de dinero por aquellos que manejaban grandes sumas y diferentes tipos de cambio.
Los jetones llegaron a Portugal traídos de Francia por el rey D. Afonso III en el siglo XIII (Lemos, 1955, p. 94) y rápidamente comenzó una producción nacional. Su aparición se debió a las dificultades que encontraron los comerciantes europeos a partir del siglo XII debido a su internacionalización (Gomes, 2006, p. 189), cuando empezaron a tratar con mayores y diversos volúmenes de dinero. Todavía utilizaban la numeración romano-medieval (Campos, 1903, p. 289), ya que hasta el siglo XVI el uso de la numeración hindú-árabe no estaba extendido en Europa (Costa, y Lacerda, 2007, p. 19). Este antiguo sistema dificultaba la rápida percepción de los dividendos, ya que la suma de cantidades como īīĵ vjᶜ lxvj e iijᶜxxxjv no sería tan simple como la suma de 3666 y 334, por ejemplo. Antes de esta optimización, los jetones se utilizaban como en un ábaco, para representar unidades de medida y así facilitar los cálculos en las transacciones comerciales. La figura 14.2, un grabado de 1503 que representa la aritmética, se refiere al inicio del uso de la nueva numeración, comparándola con el sistema utilizado hasta entonces, donde estaban presentes los jetones.
A partir del siglo XVII, tras la generalización de la numeración hindú-árabe, la producción de jetones prácticamente desapareció. En Portugal, aún durante el reinado de D. João IV existía el cargo de “Contador-Mor dos Contos do Reino e da Casa d’El-Rei” [Contador Mayor de los Jetones del Reino y de la Casa del Rey] (Campos, 1903, p. 294), en aquella época probablemente una función ya algo anticuada o con otros contornos más modernos. Después de esa fecha, en Europa Central, la producción de estos objetos continuó únicamente en casos excepcionales, con distintos propósitos (Mitchiner, 1988, p. 17).
Una vez examinadas las tres tipologías identificadas en el contexto arqueológico estudiado, es posible formular algunas conclusiones. La ausencia total de numerario posterior a D. João III indica que los niveles arqueológicos bien podrían haberse depositado durante este reinado. Teniendo en cuenta los ejemplares de tres reales y las fuentes históricas que informan de la aparición de éstos a finales de agosto de 1550, se fija por lo tanto esta fecha como terminus post quem del contexto. También es importante mencionar la total similitud entre el numerario del Reino y los especímenes encontrados en este yacimiento arqueológico de Ceuta. Este hecho refuerza la idea de la importación de moneda de la metrópolis y descarta la posibilidad de la producción local con acuñaciones alternativas. Así es que, aunque las monedas ahí depositadas hubieran sido llevadas a Ceuta directamente desde la Casa de la Moneda de Lisboa u Oporto en 1550, es poco probable que se hubieran perdido antes de septiembre o incluso a finales de ese año. La presencia de un ceitil de D. Afonso V sin la letra de ceca C es, por sí misma, una prueba también de la referida importación monetaria.
10.15. Conclusión: el abastecimiento de Ceuta en los finales de la Edad Media (JBT, AT, MC, JGI, AG, GCL, AB, SR, TC, EP, MCAP, EC, USG, GA)
El presente texto es el resultado del estudio de una intervención arqueológica de proporciones considerables, sobre una superficie de 115 m2 y con una profundidad que alcanzó los 10 m, presentando además la singularidad de ser la excavación del interior de una muralla. Más allá de permitir el estudio del proceso de construcción de la estructura militar abaluartada, no abordada en estas líneas, los trabajos han suscitado una investigación de cierta profundidad sobre los materiales que rellenaban el espacio entre la muralla califal y la cortina de mediados del siglo XVI, la cual se constituye por tanto como el terminus ante quem de todos los materiales recuperados, que son el tema que nos ocupa en estas páginas. Dicha investigación es el resultado de la notable dinámica de la arqueología urbana de Ceuta, que constituye una referencia internacional a varios niveles.
Así pues, estas páginas, a pesar de su extensión, abordan un conjunto de materiales que corresponden a producciones que todavía requieren mucha investigación, sobre todo en lo que se refiere a la ocupación portuguesa de la ciudad, aunque menos en lo que se refiere al período mariní. Son tipos cerámicos mal conocidos, poco documentados en contextos de producción cerámica bien fechados y no existen perspectivas sólidas de carácter regional. Nuestro conocimiento de la etapa mariní se beneficia de la información sobre las producciones nazaríes y locales, éstas a través del horno del Llano de las Damas, que sin embargo exige una publicación exhaustiva, tarea de algunos de nosotros en los próximos años; además, hay un considerable desconocimiento del entorno ceutí, no sólo en el norte de África, sino también en el sur de la Península Ibérica. La etapa portuguesa es más compleja, como se ha mencionado, porque queda mucho por hacer en la caracterización de las producciones bajomedievales e de inicios de la era moderna del sur de Portugal y de España, es decir, en ciudades como Lisboa, Sevilla o Málaga, pero también en centros alfareros de otras localidades. En relación a los materiales arqueológicos fabricados con otras materias primas, y aunque sus funcionalidades sean globalmente reconocibles, queda también mucho por hacer en lo que se refiere al conocimiento de los centros y los procesos de fabricación. Por lo tanto, asumimos el carácter de esta investigación como un proceso en curso, que es también un reflejo de nuestro propio recorrido y del redescubrimiento del vecino yacimiento de Alcázarseguer.
Respecto al contexto arqueológico, cabe destacar en primer lugar que la distribución de los diferentes tipos de materiales por unidad estratigráfica no ha resultado productiva. Este apartado tal vez podría haberse desarrollado más en el presente trabajo pero se ha dado prioridad al estudio de cada uno de los tipos en lugar de elaborar análisis en función de cada estrato. De acuerdo con la percepción de los arqueólogos responsables en relación a la homogeneidad de la colmatación, que nos parece confirmada, esta fue la opción elegida. Es evidente que existe un patrón global de relleno de toda la zona entre murallas, de techo a base, que resulta de la excavación del foso y de la introducción de los desechos que se encontraban en ese espacio extramuros; no se puede descartar que este proceso también resulte de la limpieza realizada por los portugueses en los espacios urbanos circundantes, pero esto es menos probable, porque la zona cercana a la muralla, una zona neurálgica de la ciudad, ya estaría bastante consolidada a mediados del siglo XVI.
La datación del contexto arqueológico coincide con la información de las fuentes escritas, que señalan que en 1550 se tenía previsto ya abrir el foso para que penetrasen en él las aguas. Tan solo dos tipos de objetos nos hacen dudar de esta fecha. Por un lado, la presencia de cerámicas de la serie “azul figurada”, o “Santo Domingo blue on white”, de producción sevillana iniciada a mediados del siglo XVI, de acuerdo con la bibliografía. Por otra parte, hay que señalar la presencia de la tipología del “real”, una acuñación del rey portugués Don João III que, según la documentación coetánea, solamente empezó en el año de 1550. Estos dos elementos pueden llevarnos a proponer que, aunque el foso y gran parte de la estructura fortificada estuvieran ya construidos en esa fecha, el cierre superior de la cortina tal vez no estuviera aún terminado, y hubiera seguido rellenándose con sedimentos el espacio entre la muralla califal preexistente al este y la cortina rampante portuguesa en construcción al oeste.
Teniendo en cuenta el tipo de cuantificación realizada, damos por sentado que es imposible precisar valores globales para el volumen de materiales atribuibles a los períodos de dominación islámica y cristiana de la ciudad en este contexto de colmatación del espacio entre las murallas, el objeto del presente estudio. Tan solo en lo que se refiere a las piezas esmaltadas se ha podido comprobar la supremacía numérica de los materiales cristianos sobre los islámicos, en una proporción de un 68% frente a un 32% considerando el número de fragmentos y de un 82% frente a un 18% considerando el número mínimo de individuos. La diferencia es más tenue respecto a la cerámica vidriada y a la cerámica bizcochada clara, pero otra vez se incrementa en lo que concierne a la cerámica bizcochada roja. En suma, parece evidente la mayor abundancia de cerámica perteneciente al primer siglo y medio de presencia portuguesa en Ceuta, en comparación con igual período de dominación mariní, pero la desproporción está lejos de ser abrumadora. En primer lugar, y aunque sería lógico que predominaran los desechos de la fase de ocupación más reciente, hay que tener en cuenta que la ciudad mariní era varias veces más grande que la portuguesa, tanto en superficie como en número de habitantes, por lo que la producción de residuos sería muy superior. Por otro lado, si está claro que esta estructura era la principal defensa de la medina mariní, lo cierto es que el espacio urbano se extendía hacia el oeste mucho más allá del foso seco que existía aquí, por lo que la acumulación de desechos no sería significativa. Como se ha mencionado, la conquista portuguesa significó una extraordinaria reducción del perímetro urbano, produciéndose ciertamente gran cantidad de escombros como resultado del desmantelamiento de las estructuras islámicas. Además, el espacio exterior quedó completamente abandonado, lo que hizo que esta muralla funcionara, de hecho, como frontera del espacio controlado por los portugueses, pudiéndose desechar al exterior sin perjudicar el entorno urbano, lo que era una práctica común aún en esta época, a pesar de los ensayos de soluciones más salubres. Estas condiciones nos parecen determinantes para la formación del vertedero que existiría en el foso seco medieval de la ciudad, esencialmente entre 1415 y 1550, pero que contenía mucho material de la etapa anterior, que debió acumularse allí, en menores cantidades, también a lo largo de los siglos, incluso en la época romana
Fig. 15.1. Proporción de materiales cerámicos por los grupos considerados en el estudio.
Pese a su limitado alcance, cabe mencionar las proporciones de los materiales cerámicos en función de los grandes grupos de fabricación (figura 15.1), donde a pesar de la clara diferenciación entre los períodos anterior y posterior a 1415, se observan también claras continuidades, debido a la persistencia del elemento humano, además de las técnicas y prácticas alfareras bajomedievales islámicas del sur de la península, enmarcadas en el contexto mudéjar. Así, la cerámica esmaltada, con la que se han fabricado principalmente formas de servir alimentos en la mesa a lo largo de estos siglos, corresponde a alrededor del 10% del total de los fragmentos y del 17% del número mínimo de individuos. La cerámica vidriada, más multifuncional, que también corresponde a un gran número de formas de mesa en ambas épocas y de cocina principalmente en la época mariní, suma el 34% del número de fragmentos y el 42% del número mínimo de individuos. Por lo tanto, cabe señalar que en un contexto que abarca esencialmente los siglos XIV a XVI, alrededor de la mitad de los objetos cerámicos estaban revestidos con vidriado estannífero o plumbífero, un dato bastante interesante en este contexto bajomedieval. La cerámica bizcochada clara, con la cual se fabricaran esencialmente objetos de transporte o almacenamiento, tiene claramente una menor representatividad, con un 20% de los fragmentos y tan solo un 5% del número mínimo de individuos. Ya la cerámica bizcochada roja, también vinculada a estas funciones, sobre todo a las tareas de cocina (especialmente en el periodo portugués), supone un tercio del total de fragmentos y el 28% del número mínimo de individuos. En este caso, además de las abundantes cerámicas portuguesas con este tipo de fabricación, también debe considerarse el peso de las arcillas rojas que se utilizaron en el grueso de las producciones de los alfares ceutíes de época mariní, tal como quedó documentado en el yacimiento del Llano de las Damas. Manifiestamente marginales son las cerámicas hechas a mano, muy escasas en contextos mariníes y naturalmente también portugueses, así como los fragmentos de porcelana china y gres renano, objetos de comercio durante la etapa portuguesa; ninguno de estos tipos supera el 1% del total de los fragmentos.
En cuanto a la procedencia de las cerámicas según los tipos definidos, podemos afirmar, en términos generales, que las cerámicas esmaltadas del período islámico proceden mayormente del reino nazarí de Granada, mientras que las del período portugués son originarias de la zona de Sevilla y, mucho más raramente, de la península itálica. En cuanto a las vasijas vidriadas, si en la etapa mariní se producían esencialmente a nivel local, con un pequeño porcentaje de importaciones nazaríes, en la etapa portuguesa el origen es otra vez el valle del Guadalquivir, siendo marginales las piezas procedentes de Portugal. Ya las cerámicas bizcochadas claras proceden, a lo largo de estos siglos, de la región sur peninsular, mientras que las cerámicas bizcochadas rojas son de origen local antes de 1415 y esencialmente portuguesas después de esta fecha. La cerámica hecha a mano procede del entorno rural montañoso de Ceuta.
Por lo tanto, es posible definir patrones cerámicos en Ceuta en estos diferentes períodos, en base a los datos recogidos en la Puerta Califal, naturalmente complementados con los de otros sitios arqueológicos. Así, de época coetánea a la construcción de la Puerta Califal se identificaron cerámicas decoradas en verde, marrón y blanco, fabricadas en los siglos X-XI, bien representativas del interés de la ciudad en el marco de la estrategia del califato omeya del al-Ándalus ante el expansionismo del califato fatimí en el norte de África. Aunque la presencia de este tipo de piezas denote la vitalidad de las redes comerciales en las que Ceuta ya participaba, como una de las principales bases marítimas del Occidente islámico y lugar de afluencia de una gran diversidad de productos (Hita, Suárez y Villada, 2009, p113-114), estos son elementos todavía muy exiguos, que poco aportan al conocimiento sobre la ciudad en estas fechas. Posteriormente, hay un conjunto de cerámicas de cuerda seca total y de cerámicas de cuerda seca parcial de los siglos XII-XIII, además de unos cuencos vidriados en las dos caras y formas bizcochadas de pasta clara, que deberán pertenecer a la etapa almohade de Ceuta. Son vestigios también muy reducidos, que tampoco constituyen un aporte significativo a la cultura material de la ciudad en estas fechas. De todas formas, no deja de ser una materialización de una antigua cadena comercial que conectaba las dos orillas del Estrecho de Gibraltar, basada principalmente en el intercambio de frutas y legumbres secas peninsulares por el trigo del Magreb, como fue postulado hace bastante tiempo (Ricard, 1955, p. 159-60).
Efectivamente, el registro arqueológico es mucho más expresivo en lo que se refiere a los últimos siglos de dominación islámica de la ciudad, bajo el dominio de los mariníes. Aquí hay que señalar la importancia de las cerámicas decoradas en azul y blanco del siglo XIV, de producción nazarí, además de las piezas esmaltadas lisas y las que presentan una decoración de reflejo metálico, a veces combinada con el azul, también de origen nazarí y posiblemente levantina en una pequeña proporción. También la presencia de piezas de la serie blanca y verde mudéjar sevillana, trecentista o cuatrocentista (aunque en algunos casos existan igualmente en el universo cerámico nazarí) y de jarritas y candiles, igualmente de procedencia nazarí, es de subrayar. La cantidad substancial de vasijas de este tipo es una prueba de los contactos regulares de la Ceuta mariní con el reino nazarí de Granada, cómo ya se apuntó con base en otros muchos yacimientos ceutíes (Hita, Suárez y Villada, 2008, p. 26, 31; Hita y Villada, 2000c, p. 303-304). De hecho, si nos fijamos en los fragmentos que se remontan al siglo XIV, podemos encontrar un mayor número de objetos procedentes de las alfarerías malagueñas. Las fuentes históricas parecen corroborar la evidencia arqueológica, como lo reflejan García Porras y Fábregas García, que señalan una cierta constancia en la exportación de cerámica desde ese reino hacia el norte de África, frente a otros destinos europeos, en los que la cerámica valenciana ganó terreno, algo que habría permanecido hasta la primera mitad del siglo XV, según relató el cronista portugués Gomes Eanes de Zurara (2003/2004, p. 16). En lo demás, las cerámicas son también un reflejo de la posición de Ceuta cómo centro redistribuidor de productos del territorio circundante y otras regiones de su entorno, entre el norte de África y las regiones meridionales de la Península Ibérica (Villada y Hita, 2009, p. 243).
Por otro lado, es evidente la enorme vitalidad de las producciones locales fabricadas con pastas rojas, documentadas en el alfar de Llano de las Damas, propias de una gran ciudad del occidente islámico, que utiliza todos los recursos disponibles para abastecer a su población con bienes manufacturados. Es el caso de los cuencos y platos vidriados melados, las jarritas y vasitos bizcochados, las jarras/redomas vidriadas, las cazuelas y ollas con sus tapaderas o los anafes (vidriados o no), los alcadafes bizcochados, las cantimploras vidriadas, los candiles vidriados, o los arcaduces de norias bizcochados, es decir, toda la variedad de objetos destinados a las diversas actividades del cotidiano trecentista ceutí (Hita y Villada, 2000c, p. 297-302). A este respecto, es interesante mencionar la singularidad de este alfar en el contexto de los hallazgos arqueológicos medievales del norte de África, quedando por investigar el alcance geográfico de sus redes de distribución en estas fechas, confiriendo a la ciudad un lugar quizás más relevante de lo que hoy reconocemos, especialmente en un círculo más o menos amplio en el entorno del Estrecho de Gibraltar. Ceuta era una plataforma para productos exógenos, un área de servicios en un espacio de bisagra de la navegación medieval, limitándose sus producciones de exportación a la fabricación de cobre y textiles, junto con frutas y salazones de pescado, y quizás también cerámica.
La fase mariní de este contexto arqueológico muestra también cerámicas bizcochadas de pasta clara, a veces esgrafiadas, con un origen imposible de determinar plenamente, aunque algunas piezas tengan paralelos en las producciones nazaríes, otras en Algeciras y otras en las producciones sevillanas tempranas, todavía muy marcadas por modelos islámicos, aunque ya bajo dominio castellano. Muy escasa es la cerámica modelada a mano, relacionada con producciones familiares de pueblos de las regiones montañosas cercanas a Ceuta. En los momentos finales de dominación islámica de la ciudad, esta cerámica tenía una expresión muy reducida en el consumo urbano, dado el vigor de las cerámicas torneadas fabricadas localmente. El conjunto de tejas, atanores, fragmentos de estuco, azulejos, ladrillos y losas encontrado en la Puerta Califal evidencia los aspectos ya sumamente documentados de las viviendas y otros edificios de la Ceuta mariní (Hita y Villada, 2000b).
Este panorama cambió considerablemente cuando los portugueses conquistaron la ciudad y comenzaron a asegurar su abastecimiento, una realidad que se combina con el florecer de las alfarerías en torno a la región de Sevilla, que marcaron, a partir de entonces, la vida cotidiana ibérica de las plazas norteafricanas portuguesas y españolas, y de los nuevos mundos atlánticos. Después de 1415, la ciudad se incorporó naturalmente a las redes comerciales portuguesas, cambiando las rutas de aprovisionamiento de diversos productos, incluso la cerámica. A este respecto, cabe mencionar que la conquista portuguesa ha incrementado inexorablemente la dependencia de Ceuta del mundo exterior, ya que la ciudad se constituyó como un enclave cristiano en un territorio islámico potencialmente hostil. El suministro de alimentos y todo tipo de bienes al norte de África pasó a ser asegurado por la Casa de Ceuta. Instalada en Lisboa justo después de la conquista, esta centralizaba todos los ingresos recaudados en Portugal para este fin. Tenía también la responsabilidad de asegurar los transportes necesarios para el abastecimiento de Ceuta y de las otras plazas magrebíes conquistadas por los portugueses (Farinha, 1990, p. 194-195, 296-299; Braga y Braga, 1998, p. 81-87). Entre los productos enviados, el trigo ocupaba un lugar destacado, siendo constante el envío de otros cereales (cebada, centeno y maíz), bizcocho, carne, pescado, sal y vino (Farinha, 1990, p. 196-218). La escasez de documentación relativa a la actividad de la Casa de Ceuta explica por qué el transporte de otros productos ha sido atestiguado hasta ahora principalmente a través de la arqueología, concretamente a través la recuperación de cerámicas de origen portugués en Ceuta (Villada, Hita y Suárez, 2011, p. 137-139). Aun así, en 1436 se señaló que “una de las principales cosas que son necesarias para el aprovisionamiento de los que están así en Ceuta es la vajilla para servir sus alimentos” (Braga y Braga, 1998, p. 85).
En cualquier caso, lo que destaca del registro arqueológico de este sitio de la Puerta Califal es la presencia mayoritaria de cerámicas procedentes de Andalucía, en particular de su capital. Se incluyen las cerámicas esmaltadas de mesa (platos y cuencos), de las series lisa, blanca y azul, blanca, azul y morada, y blanca y verde, ya bien documentadas por arqueometría, con producción iniciada en el siglo XV y continuada en la centuria posterior; y también las series azul lisa y azul figurada, ya del siglo XVI. Además, se pudo constatar la presencia de piezas decoradas con la técnica de la cuerda seca, de producción mudéjar, de la primera mitad del siglo XVI. Otro grupo muy numeroso es el de las cerámicas vidriadas, como platos, escudillas y jarros, además de los lebrillos, bacines y botijas; aunque todavía pendiente de confirmación, lo mismo parece suceder con las cazuelas y ollas vidriadas en naranja. Por último, también la cerámica bizcochada clara tiene el mismo origen en Sevilla o su entorno regional, incluyendo morteros, macetas y lebrillos, para la preparación de alimentos u otras funciones domésticas, orzas o tinajas, para la conservación de alimentos, jarrones y tinajas, para el almacenamiento de agua, al igual que los cántaros, que también se usaban para transportarla, así como las cantimploras y dolia, como contenedores de transporte. En resumen, la gran mayoría de las vasijas de utilización cotidiana, tanto en ajuares domésticos, cómo en las transacciones comerciales, tiene un origen probable en Sevilla, o en el occidente de Andalucía. Cabe señalar que, cada vez más, se han reportado nuevos centros de producción cerámica que parecen imitar modelos sevillanos, como Jerez de la Frontera (Barrionuevo, 2008/2009), El Puerto de Santa María (Córdoba, 1997, p. 59; López y Ruiz, 2012, p. 10), o Palos de la Frontera, en Huelva (Campos et al., 2018). De todos modos, a pesar de la insuficiencia de datos para algunas de estas producciones, los estudios arqueométricos ya realizados coinciden en confirmar un origen de estas cerámicas ceutíes en la ciudad de Sevilla.
En efecto, durante este período de ocupación portuguesa de Ceuta, las relaciones históricas y los intereses comerciales de los andaluces en el norte de África, anteriores a 1415, se perpetuaron y reforzaron con el asentamiento de importantes comunidades en los lugares conquistados. Andalucía demostró ser una verdadera fuente de socorro para los portugueses del norte de África en momentos de amenaza; de hecho, los andaluces eran unos de los principales beneficiarios de la presencia cristiana al otro lado del Estrecho de Gibraltar. Según Robert Ricard “el centro marítimo del comercio andaluz con las ciudades luso-marroquís y la base de su abastecimiento en España era constituida por la aglomeración Cádiz – Puerto de Santa María – Jerez”, además de las ciudades de Málaga, Gibraltar y Tarifa” (1955, p. 168-169). La documentación escrita evidencia el aprovisionamiento de estas plazas norteafricanas a través de las ciudades del sur de Portugal o de Lisboa, o de los puertos de Andalucía, especialmente de trigo, vino, aceite, frutas y otros productos alimentares, además de materiales para la guerra, la construcción, la ropa y los demás aspectos de la vida cotidiana. Si en siglo XV el origen de los abastecimientos parece concentrarse en las zonas de Lisboa, Algarve y las islas de Madeira y Azores, en el siglo XVI los puertos de Andalucía cobraron importancia, especialmente a través de una factoría, itinerante entre varias ciudades del Sur de España, que la Corona portuguesa tenía en esta región (Ricard, 1955, p. 143-164; Godinho, 1982, p. III, 269). Los resultados arqueológicos y arqueométricos refuerzan muy claramente el peso de las importaciones andaluzas en la vida cotidiana y el suministro de Ceuta bajo dominación portuguesa, además del papel primordial de los alfares sevillanos en lo que se refiere a las vasijas cerámicas.
Cabe mencionar que esta idea está claramente reforzada por todos los estudios hechos hasta ahora en Alcazárseguer (Teixeira et al., 2016b; Iñañez et al., 2016; Teixeira y Torres, 2018), muy cerca de Ceuta y con fechas de ocupación muy similares a esta etapa de la presencia portuguesa en la ciudad. Repertorios cerámicos semejantes pueden encontrarse en otros asentamientos coloniales durante este inicio de la expansión ibérica, no solamente en regiones de influencia castellana, como los asentamientos del sur de Marruecos (De Juan et al., 2015), las islas Canarias (Onrubia et al., 1998), o el Caribe (Deagan y Cruxent, 2002, p. 148-185), sino también en archipiélagos de poblamiento portugués, como Madeira, Azores (Sousa, 2011, I, p., 242-259) y Cabo Verde (aún inédito). Lo que parece claro es que, por un lado, las fronteras políticas influyen menos en la distribución de la cerámica - y, por supuesto, también de otros productos - que criterios como la proximidad, el precio, la disponibilidad de suministros y la complementariedad de intereses. Al parecer, “a la diferenciación política se oponían la solidaridad geográfica, la comunión religiosa y a la unidad cultural” (Ricard, 1955), junto a los intereses económicos y geoestratégicos comunes. Por otro lado, la arqueología parece reforzar cada vez más la idea de la interpenetración entre los imperios portugués y español, muchas décadas antes y de forma completamente independiente de la unión dinástica de 1580.
La presencia de cerámicas de origen portugués en el registro arqueológico de la Puerta Califal se limita casi exclusivamente a la cerámica bizcochada de pasta naranja o roja de las producciones de Lisboa, y a un pequeño porcentaje de cerámicas vidriadas posiblemente portuguesas. A pesar de tener cierto peso en la vida cotidiana ceutí, como ya se ha mencionado, esta cerámica queda lejos de la cantidad y variedad de las vasijas andaluzas. Por lo tanto, es necesario investigar el motivo de estas importaciones lisboetas, muy limitadas a los objetos para servir en la mesa y, sobre todo, para el consumo de líquidos (especialmente los púcaros o jarritos) y a los recipientes de ir al fuego (ollas y cazuelas y sus tapaderas). En el primer caso, la razón puede ser la fama que se atribuye a los recipientes portugueses de barro rojo para asegurar la frescura del agua, una reputación que incluso llegó a las élites, a pesar de la sencillez de estos objetos (Vasconcellos, 1988: 17-23). En cuanto al segundo caso, la justificación podría encontrarse en la ausencia de producción en serie para la exportación de contenedores de ir al fuego en la mencionada parte occidental de Andalucía, a saber, la falta de arcilla roja resistente al fuego, lo que llevó a una compra en masa en los talleres de Lisboa.
Otro aspecto interesante a destacar en relación a los hallazgos del período portugués del sitio de la Puerta Califal es la presencia de pequeñas cantidades de porcelanas chinas, de vasijas de gres del valle del Rin y de lozas procedentes de la Península italiana, muy especialmente de Montelupo Fiorentino, datadas de finales del siglo XV y de la primera mitad del siglo XVI. Cada una de las dos primeras series representa menos de 0,1% del total de hallazgos, mientras la tercera casi llega al 1%. A pesar de su reducida expresión, su presencia parece obedecer a un patrón de esta región del Mediterráneo occidental, donde estos productos tenían entonces un mercado relativamente selecto pero constante en varias ciudades portuarias. Efectivamente, si el principal interés de la Corona portuguesa en Ceuta estaba relacionado con el papel de “base de apoyo a la navegación cristiana”, como “cuartel general de las armadas de corso que asolaban el sistema mercantil musulmán” (Costa et al., 2014, p. 38), fuente de enriquecimiento y abastecimiento de sus residentes, hay que tener en cuenta su integración en los circuitos mercantiles portugueses del Mediterráneo occidental, que entonces empezaban a adquirir una dimensión planetaria.

