Cap. 10.2
Cap. 10.1
Cap. 11
Cap. 13
Cap. 12
Cap. 14
Cap. 16
Cap. 15
Bibliografía

Capítulo 15

Puertas monumentales del califato.

15.1 Introducción

Entre la proclamación del califato en 929 y la sumisión de Zaragoza en 937, la imagen de cAbd al-Raḥmān III se consolidó como la de un auténtico refundador de al-Andalus; que restauró, al menos en apariencia, la unidad territorial puesta en entredicho sobre todo tras la fitna de la segunda mitad del s. IX; a la vez que maniobró de manera contundente, militar y políticamente, para contrarrestar los efectos de la aparición del califato rival fatimí en el Magreb. Esta nueva coyuntura acarreó unas necesidades de representación y plasmación del poder, inauditas hasta ese momento. Así, la arquitectura monumental se convirtió en una más de las múltiples herramientas que los omeyas emplearon en la consecución de su hegemonía religiosa, política y militar, tanto en sus propios territorios como allende sus fronteras, frente a fatimíes en el sur y conjunto de reinos cristianos en el norte.

De este modo, muy posiblemente en las poco más de dos décadas que mediaron hasta el fallecimiento del califa en 961, se produjo el grueso del corpus de diseños paradigmáticos que conformaron la auténtica “imagen corporativa” del estado omeya. Este repertorio se basó parcialmente en las formas establecidas y reconocidas a lo largo de los últimos años del s.VIII y toda la novena centuria, y cuyo “laboratorio de ensayo” no debió de ser otro que la propia mezquita aljama de Córdoba. El inicio de la construcción de Madīnat al-Zahrā’ (Córdoba), en 936 o 9411, supuso el desplazamiento del referido “laboratorio” desde el principal oratorio cordobés al nuevo polo de poder dinástico. Precisamente, esta ciudad creada ex novo cumplió con creces las condiciones necesarias para el ensayo de múltiples tipologías y variantes, habida cuenta de la multiplicidad de formas susceptibles de ser probadas por la gran variedad funcional de sus espacios frente a las limitaciones de un solo edifico, como era la mezquita de la antigua capital. Desde luego, las novedades formales planteadas en la construcción del nuevo alminar de ésta en el ecuador del s. X debieron ser consecuencia de los hallazgos formales producidos en la primera década de existencia de Madīnat al-Zahrā’. Del mismo modo, las grande sobras de ampliación de la aljama cordobesa, ordenadas por al-Ḥakam II nada más acceder al trono, y ejecutadas entre 961 y 964; también son deudoras de las ya dos décadas de vida de la nueva ciudad califal.

(1) Las fuentes textuales son ambiguas en cuanto al inicio de las obras, que oscilarían entre 936 y 941. Consúltese en VALLEJO(2010, p. 139). Por su parte, FIERRO (2011, p. 114) se decanta por darle crédito a la fecha más tardía.

Desde ese momento hasta finales del período omeya, según los datos disponibles, las novedades producidas se redujeron a estilizaciones y pequeñas variaciones sobre el repertorio formal firmemente asentado ya en los primeros años de gobierno de al-Ḥakam II. En este capítulo abordaremos el estudio de uno de estos esquemas formales paradigmáticos, que tomará cuerpo en las portadas monumentales; y cuya organización clásica se conformará mediante un arco ultrasemicircular, despiece referido al punto medio de la línea de las impostas, rosca peraltada, trasdós resaltado a modo de arquivolta, y doble alfiz, igualmente destacado. Es decir, el diseño constatado en la Puerta Califal de Ceuta y otras semejantes; al que nos referiremos a lo largo de este capítulo como modelo, arquetipo, paradigma o patrón. (Fig. 3B).

15.2. Los precedentes

Bien conocido y evidente es el uso extensivo del arco ultrasemicircular, heredado del mundo visigodo, en la mezquita aljama de Córdoba desde su fundación en 786. Este tipo de arco no sólo se empleó en la conformación del primer nivel de las naves, sino también tuvo presencia en las portadas, como se aprecia en los razonablemente inalterados arcos interiores de las puertas de los Visires y de los Deanes, erigidas en las primeras fases, entre 786 y finales del s. VIII2. Así, en la etapa fundacional de este edifico, auténtico símbolo de la dinastía omeya andalusí, queda fijado el uso del arco de herradura como elemento emblemático y prestigioso que pronto tendrá su correlación en obras periféricas de distinta índole patrocinadas por los sucesivos emires. Hay que destacar que desde este primer momento aparece el interés por marcar la alternancia cromática entre dovelas. Esta cuestión estética se deriva de otra constructiva, en la que en la rosca de los arcos se procederá a alternar dovelas pétreas con otras constituidas por grupos de ladrillos, que servirían para resolver fácilmente problemas de replanteo.

De este modo, en la alcazaba de Mérida (Badajoz), construida por orden de Abd al-Raḥmān II en 835, los arcos de ingreso más significativos del recinto mostrarán un perfil ultrasemicircular, aunque con un trazado aún un tanto tosco; sin duda, debido al contexto de urgencia y pobreza material en que fue erigida toda la fortaleza (Torres Balbás, 1957, p. 386; Márquez y Gurriarán, 2011, p. 186). No menos interesante que la forma de los arcos es la configuración de las propias portadas, que devendrán un claro fósil director de las puertas militares vinculadas a la edilicia omeya durante los ss. IX y X. Por tanto, en Mérida nos hallamos ante los primeros ejemplos documentados del arquetipo formado por un acceso con arco de herradura flanqueado por dos torres, casi siempre cuadrangulares, y cuya construcción queda conmemorada por una lápida epigráfica en eje sobre el arco (Fig. 1A). Este esquema tripartito ya había sido adoptado por los omeyas en el Mašriq, aunque se trata de una composición arquitectónica prestigiosa desde la Antigüedad. El establecimiento del modelo no sólo afectó a la fachada en sí, sino también a la configuración del corredor que atraviesa el grosor del muro, que se cubrirá con una bóveda de medio cañón con su eje de rotación en el sentido del paso y volada sobre impostas, habitualmente coincidentes con la altura de las gorroneras (Fig. 2).

2) FERNÁNDEZ-PUERTAS (2009a, p. 120-123) y (2009b, p. 98) considera que las caras interiores de Visires y Deanes pertenecena la edificación fundacional, así como la mayoría de los autores cuya opinión rescata. Por el contrario, MARFIL (2010, p.679-680, vol. II) le adjudica a la segunda una cronología ligeramente posterior, bajo Hišām I a fines del s. VIII. No obstante,tales diferencias de criterio no son relevantes, puesto que en esa circunstancia la obra de Deanes se habría realizado como mucho una década después que la de Visires; pero en cualquier caso bajo las mismas premisas.

(3) Son numerosos los autores que han abordado el estudio de esta portada. En cualquier caso, la imprescindible monografía de MARFIL (2009) revisa concienzudamente todos los trabajos anteriores y efectúa un eficaz análisis arqueológico que devendrá una referencia ineludible. Por otra parte, CAMPS (1953, p. 28) ya apunta la trascendencia de su arco central como piedra angular en el desarrollo futuro del patrón de arco califal.

De vuelta a la aljama cordobesa, como laboratorio formal y constructivo del devenir edilicio dinástico, tendremos que esperar a las reformas de Muḥammad I en 856 en que se reparará la Puerta de los Visires3. La configuración de la fachada surgida de esta reforma constituye el más antiguo ejemplo de portada emiral cuyo arco ostenta los elementos típicos ya definidos: un arco ultrasemicircular con impostas en nacela, levemente voladas hacia el vano, con su rosca y alfiz delimitados por una moldura unida a la arquivolta del trasdós, y con el despiece de las dovelas alternadamente diferenciadas y dirigidas aproximadamente al centro de las circunferencias que ciñen la rosca. Por otra parte, en la circunferencia del intradós se podrá inscribir un triángulo equilátero cuya base coincidirá con la línea de las impostas (Fig. 3A).

Fig. 1. Esquemas axonométricos de: puerta militar emiral ideal (A), puerta militar califal ideal (B), Puerta Califal de Ceuta (C), y puerta principal del castillo de Gormaz (D). Por claridad, se ha obviado la representación de parapetos y merlatura; se han suprimido las bóvedas y alzado del antemuro (aunque se marca su base) en el esquema C; y se han coloreado en un tono más oscuro las estructuras precalifales de los esquemas C y D. Dibujo de los autores.

Fig. 2. Esquema axonométrico ideal del corredor seccionado de una puerta militar omeya, desde vintramuros. Dibujo de los autores.

Fig. 3. Ortoalzado del tramo central inferior de la Puerta de los Visires (A), como origen de las variantes de paradigma de portada califal: simple (B) y completa (C). Dibujo de los autores.

Varios autores han referido la trascendencia del arco de esta portada en las militares coetáneas4. No obstante, en ninguno de los casos conocidos se ha detectado rastro de alfiz o arquivolta destacada, por lo que dicha influencia no se ha podido constatar más allá del esquema geométrico que rige su intradós y despiece de las dovelas, así como en la presencia de impostas en nacela, como se detecta en Calatayud (Zaragoza), Trujillo (Cáceres) y Ágreda (Soria). En este último caso, incluso levemente voladas, exactamente igual que en la Puerta de los Visires.

15.3. El establecimiento del arquetipo de portada califal

Como se adelantó en la introducción, la proclamación del califato en 929 por Abd al-Raḥmān III y su consiguiente exaltación al rango de máxima autoridad se proyectaron sobre la necesidad de establecer un lenguaje arquitectónico estandarizado que expresara

4) SOUTO (1982, p. 283-286, 2005, p. 127); ALMAGRO (1983, p. 100), y GONZÁLEZ (2012, p. 204) inciden en los vínculos formales, proporcionales y metrológicos entre la Puerta de los Visires y la conservada en la fortificación de Calatayud; que a su vez ALMAGRO (1983, p. 100) relaciona con una de las del recinto de Ágreda.

Fig. 4. Trífora del alminar de la antigua aljama de Córdoba. Fotografía de los autores.

claramente la vocación imperial del nuevo poder, sin perder las referencias que desde finales de la octava centuria se habían ido identificando con la dinastía. La construcción de Madīnat al-Zahrā’ se convirtió en el marco ideal para tal cometido, que se desarrolló con total probabilidad en sus rasgos fundamentales a lo largo de los años 40 del s. X, según se infiere por los diseños de portadas documentados en los arcos de ingreso a la crujía central de la Dār al-Mulk, núcleo residencial primitivo de Abd al-Raḥmān III5. Lo cierto es que, a principios de la siguiente década, entre 951 y 9526 se erigirá el nuevo alminar de la al-jama cordobesa en el que se registran ya plenamente los rasgos formales clásicos de las portadas, pero en las tríforas, puesto que la puerta de la torre no se ha conservado7 (Fig. 4). No obstante, por extrapolación es más que suficiente para percibir la rápida evolución en sus composiciones, y poder afirmar que en este momento ya se ha producido el salto compositivo que media entre el esquema visto en Visires (Fig. 3A) y los que ostentarán las nuevas portadas (Fig. 3B). El nuevo paradigma mostrará una rosca peraltada a resultas del descentramiento entre trasdós e intradós. Las dovelas ahora se dirigirán al punto medio de la línea de las impostas al conformarse un eventual dovelaje completo, evitando así unas antiestéticas dovelas “ascendentes” en la parte situada por debajo del centro del intradós. El dovelaje adquirirá gran protagonismo por la alternancia de sus piezas, en las que se emplearán tres herramientas de contraste, ocasionalmente combinadas: el color, la decoración, y el resalto. Además, en este momento ya se detecta con claridad la posible disociación entre despiece constructivo y ornamental. No menos relevante será la duplicación del alfiz8, con la aparición de una banda interior en forma de U invertida susceptible de recibir ornamentación. Sistemáticamente, la franja central horizontal de tal banda mostrará un grosor sensiblemente superior al detectado en las laterales verticales, lo que contribuirá aún más al estilizamiento de la composición general del arco, ya puesto en evidencia por el mentado peralte de la rosca.

(5) VALLEJO (2004, p. 211, 2006, p. 392, y 2013, p. 325-333) atribuye la construcción de la Dār al-Mulk a la fase fundacional de la ciudad, que enmarca entre los años 940 y 950. Sin embargo, el mismo autor (2010, p. 139) sugiere de manera más concreta que dicha residencia pudo erigirse en 941. Por otra parte, en el panel identificativo de uno de los arcos, reconstruido en el museo del yacimiento, se data entre 940 y 945.

(6) TORRES BALBÁS (1945, p. 391) refiere su construcción entre 945 y 946, sin más explicaciones. GÓMEZ MORENO (1951, p.77) afirma que es a partir de 951, también sin ofrecer argumentaciones. Sin embargo, TORRES BALBÁS (1957, p. 466-467) rectifica y se adhiere a la cronología defendida por Manuel Gómez Moreno, ofreciendo en esta ocasión referencias sobre las crónicas consultadas. Lejos de quedar zanjada la cuestión, HERNÁNDEZ GIMÉNEZ (1975, p. 124) plantea que la polémica entre las fechas de 945-946 y 951-952 se debe a dos versiones distintas de una misma fuente, cuya referencia en su propio libro contiene erratas, pues se trata realmente de la nota 32 en la p. 19. Por otra parte, este autor se decanta por la fecha más antigua arguyendo cuestiones estilísticas sobre unos capiteles hallados in situ en el alminar. Posteriormente, autores como BARRUCAND, y BEDNORZ (1992, p. 71); PÉREZ HIGUERA (2001, p. 376); MOMPLET (2004, p. 42); SOUTO (2009, p. 69), y FERNÁNDEZ-PUERTAS (2009b, p. 151) optarán unánimemente por la cronología más tardía.

No obstante, conviene aclarar que esta descripción responde al arquetipo básico. Una variante algo más elaborada incluiría una banda horizontal interpuesta entre las albanegas y el doble alfiz, y un friso cimero de arcos ciegos cuyo más remoto precedente se detecta en la propia Puerta de los Visires (Fig. 3C). Esta formalización más compleja se ha documentado exclusivamente en edificios religiosos.

15.4. La plasmación completa del modelo básico en portadas militares: los casos de Ceuta y Gormaz

Como hemos visto en el emirato, el modelo de arco monumental que tomó forma en la Puerta de los Visires tuvo una proyección parcial o limitada a ciertos rasgos en las portadas monumentales de carácter militar documentadas en puntos de la periferia andalusí. Sin embargo, la formalización del paradigma califal sí tendría mayores consecuencias en sus réplicas militares, aunque, como veremos, con ciertas transformaciones. Así, el esquema lógico o ideal de portada militar hubiera sido el mismo que el emiral: organización tripartita y presencia de lápida fundacional, pero con los rasgos completos del arquetipo (Fig. 1B). Desgraciadamente, si existieron ejemplos de tal composición arquitectónica, no ha quedado ni el más mínimo vestigio; puesto que los dos únicos ejemplares conservados en los que se ha plasmado el modelo íntegro, los de Ceuta y Gormaz (Soria), muestran planteamientos distintos que, como se verá a continuación, estarán condicionados por la presencia de estructuras previas.

El caso de Ceuta es el más antiguo documentado en que el modelo cordobés en cuestión se exporta a una obra militar de la periferia de al-Andalus, pues debió de erigirse entre 957 y 962, a caballo entre los califatos de Abd al-Raḥmān III y su hijo Al-Ḥakam II9, muy pocos años después del establecimiento del paradigma del diseño de su arco de ingreso (Fig. 5). En este caso, el arco se dispone en una caja prominente y junto a un quiebro de la muralla, con un desarrollo de acceso acodado en su interior (Fig. 1C). La extrañeza de tal disposición respondería a la presencia de una fortificación anterior, lo que seguramente influyera para que el alarife responsable de la obra descartara el uso del tradicional esquema tripartito.

(7) HERNÁNDEZ GIMÉNEZ (1975,. Fig. 7, en p. s/n entre las pp. 48-49) plantea gráficamente esta solución; movido seguramente por los indicios de monumentalidad de la portada (1975, p. 47).

(8) A pesar de que la denominación de “doble alfiz” está bastante extendida entre los especialistas, Antonio Vallejo Triano,viva vox, prefiere “banda del alfiz” por constituir una referencia más precisa al espacio comprendido entre las molduras que constituyen tal elemento.

(9) El hallazgo y un primer estudio formal de este acceso se refiere en HITA, y VILLADA (2004a, 2004b). La cronología propuesta se infiere de las citas textuales de Al-Bakrī e Ibn cIḏārī. Véase en HITA; SUÁREZ, y VILLADA (2008, p. 15-16).

Fig. 5. Ortoalzados de la puerta Califal de Ceuta, en su estado anterior a la restauración. Se ha añadido la representación de la decoración de la banda del alfiz, descubierta en el transcurso de la restauración. Dibujo de los autores.

concepción coplanaria del arquetipo, pues la banda derecha vertical del doble alfiz se aloja sobre el quiebro del paramento (Hita; Suárez, y Villada, 2008, p. 19); cosa que podría haberse evitado desplazando la fachada menos de un metro hacia el norte, y que era posible al no existir en esa parte construcciones más antiguas. Según los estudios arqueológicos, el camino de aproximación a la puerta iría ceñido entre el antemuro y el paño en cuyo extremo se dispone (Hita, y Villada, 2015, p. 242). De este modo, es posible que para tener una mínima contemplación frontal de la misma según se va uno aproximando, se optara por desplazar una parte de la composición de la fachada sobre el paramento que siempre queda frontal al sentido del desplazamiento10. Sea como fuere, lo que resulta indiscutible es la flexibilidad que demuestra el arquetipo en su plasmación real bajo circunstancias determinadas.

(10) Ésta es una reflexión personal inédita del arqueólogo Fernando Villada Paredes, que ha tenido la generosidad de compartir con nosotros.

Fig. 5b. Trazado geométrico de la Puerta Califal de Ceuta, en su estado anterior a la restauración. Dibujo de los autores.

Por lo demás, esta portada muestra todos los rasgos indispensables del paradigma básico de arco califal: rosca peraltada trasdosada por una arquivolta, en este caso biselada, y banda del doble alfiz delimitada por una moldura. Por otra parte, la existencia original de una lápida fundacional queda patente por la presencia de su hueco sobre el eje del arco, de manera que ese elemento propio de las portadas militares se ha mantenido. Lo que sí ha sufrido ciertas alteraciones es la forma típica en que se resolvía el corredor del paso al interior; pues aquí se sustituye la habitual bóveda de medio cañón volada por una de arista; que adquiere sentido por el carácter acodado del paso.

La obra se realizó mediante sillares de corte un tanto rudimentario, pero aparejados con un notable rigor, alternándose sogas entre grupos que abarcan de uno a tres tizones, principalmente. Es posible que la totalidad de la portada hubiera estado enjalbegada, de manera que, sobre la costra caliza todavía fresca, se trazaron líneas incisas sobre la zona de las llagas de los sillares ocultos; que hubieron recreado un aparejo fingido; puesto en evidencia por finos trazos de pintura roja, blanca y ocre, de los que quedan exiguos restos11. A pesar de ello, son suficientes para percibir que la decoración se ciñe a las llagas, incluso en la rosca del arco enjarjado, en que lejos de recrear el dovelaje completo, marca las juntas de los sillares por debajo de los enjarjes. En este caso concreto, creemos entender porqué se tomó tal opción, y es que las dovelas falsas pintadas hubieran quedado realmente mal en la zona de los salmeres, dada la deformación de la rosca y manifiesta asimetría en esa parte del arco. Además, todas las dovelas parecen haber recibido el mismo tratamiento, puesto que no hay vestigio alguno de la alternancia cromática entre dovelas rojas y blancas, habitual en otras portadas y arcos12. De cualquier manera, los vestigios ornamentales más significativos se detectan en diversos puntos de la banda del alfiz doble13. Se trata de un motivo geométrico realizado con pintura roja sobre una trama ortogonal de pequeños módulos cuadrados, en la que se ha representado una red de rombos de trazo escalonado con cruces en su interior; generadas éstas con los mínimos módulos posibles: cinco. Este motivo es prácticamente idéntico al que se emplaza en el mismo lugar en la portada del Tesoro, erigida entre 961 y 965 en la aljama cordobesa (Fig. 6).

Fig. 6. Puerta del Tesoro, en la antigua aljama de Córdoba. Fotografía de los autores

El análisis de los trazados geométricos empleados nos proporciona una visión sobre el rigor en la concepción de su diseño (Fig. 5b). Si se abatiera la parte derecha del doble alfiz hasta convertirlo en coplanario con lo demás; la portada quedaría ceñida por un rectángulo vertical, con triángulo equilátero inscrito, hasta los bordes exteriores de la moldura superior del alfiz. Un cuadrado igualmente inscrito en la parte inferior del anterior polígono abarcaría con precisión hasta el borde superior de la moldura inferior del alfiz. Por otra parte, dos rectángulos adyacentes, del vanodesde el suelo hasta la línea inferior de las impostas y el definido por la moldura interior del alfiz serían proporcionales al anterior rectángulo, aunque estarían dispuestos horizontalmente. No es habitual encontrar los recursos geométricos tan bien relacionados, aspecto que en este caso redunda en la consecución de una composición armónica. Este rigor evidente contrasta con el análisis del trasdós e intradós, en el que resulta patente que únicamente el tramo superior de sendas curvas se ciñe a sus respectivas circunferencias. Por último, el despiece del dovelaje no parece responder a ningún criterio geométrico. Únicamente las líneas de enjarje parecen dirigirse al punto inferior de la circunferencia ceñida al borde interior de la moldura del trasdós. En resumidas cuentas, si bien el trazado geométrico general de la portada delata una concienzuda planificación formal; la zona de la rosca constituye una rara avis, sin parangón conocido. Pero, recordemos que el marco o alfiz interior inmediato a las albanegas responde a un rectángulo con triángulo inscrito. Si observamos los mismos rectángulos en otras portadas califales coetáneas, veremos que arrojan proporciones muy distintas, pero siempre más achatadas, y en las que se amoldan perfectamente las roscas peraltadas con trasdós e intradós estrictamente circulares. Así que, en el caso que nos ocupa, esta aparente falta de rigor esconde en realidad una cuestión muy distinta, y es que las licencias geométricas tomadas estarían orientadas al logro de una estilización del arco, para amoldarlo con éxito a un alfiz más alargado en sentido vertical que lo habitual.

(11) En Madīnat al-Zahrā’ se documentan semejantes acabados superficiales. Véase en VALLEJO (2010, p. 335).

(12) Tal y como se aprecia en la trifora conservada en el alminar de la aljama cordobesa y en la portada del castillo de Gormaz.Ambos casos son referidos en este trabajo.

(13) Nuestro alzado refleja el estado de la portada en los inicios de su proceso de consolidación y restauración. Así, la representación de los restos pictóricos ha sido añadida sobre el dibujo original, por haber sido hallados y limpiados en un momento posterior a nuestra toma de datos para la realización del alzado.

(14) ALMAGRO (2008, p. 69-74), mediante un análisis arqueológico de la arquitectura, identifica certeramente las huellas de la fortificación anterior a 965. En cuanto a la cronología, véase en VALDÉS (1979, p. 183-185); ALMAGRO (2008, p. 76), y con mayor profusión de datos en SOUTO (2008, p. 83). En cualquier caso, todos estos autores siguen a AL-MAQQARĪ (1843,p. 159) a la hora de ofrecer una fecha tan precisa.

En cuanto a Gormaz, la puerta monumental de su castillo se erigió probablemente en 965 en el contexto de una reconstrucción general sobre una fortaleza anterior14 (Fig. 7). Este caso mostraría mayores semejanzas con el esquema ideal propuesto, pues se trata igualmente de un acceso recto entre dos torres, con su corredor y correspondiente bóveda de cañón volada (Figs. 1B y 1D).

Fig. 7. Ortoalzado de la puerta principal del castillo de Gormaz. Dibujo de los autores.

La diferencia estriba en que el arco paradigmático se ha emplazado en la unión de las faces exteriores de las torres del flanqueo, en vez de formalizarse en el arco de ingreso efectivo. El motivo de esto podría achacarse a la presencia de unas torres previas, que en el momento de la reforma califal fueron forradas por las actualmente visibles, provocando un notable estrechamiento en el paramento destinado al arco de entrada. De este modo, la única solución para que cupiera el diseño arquetípico, fue la de desplazarlo de lo que hubiera sido su ubicación canónica (Gurriarán, 2018, p. 543). Lo que aparentemente fue una solución de compromiso, supuso una mejora poliorcética al introducir una buhedera entre ambos arcos, pero sobre todo, incrementó el carácter escenográfico de la estructura, que quedaba convertida en un auténtico arco del triunfo. Tanto éxito debió tener esta nueva disposición de elementos, que sentó un precedente con un largo recorrido en la posterior arquitectura andalusí, e incluso cristiana, y del que podemos destacar los ejemplos de la Puerta de la Justicia en la Alhambra, y Puerta de Birrambla (Fig. 17); ambas erigidas a mediados del s. XIV en Granada.

La construcción de la portada se llevó a cabo mediante sillares de corte más tosco, si cabe, que lo visto en Ceuta; y, desde luego, aparejado con mucha menos regularidad15. El mediocre trabajo de cantería se compensó con abundante mortero de cal que tomaba las piezas, y que cubría completamente la superficie de la zona en que se emplazó el arco y su guarnición. Esta costra caliza sirvió de soporte para el programa ornamental que, al igual que en Ceuta, debió ornar la rosca, albanegas y banda del doble alfiz16. Desafortunadamente, la ausencia de líneas incisas que sirvieran de guía para la realización de los motivos pictóricos nos ha impedido conocer sus diseños, excepto en la rosca, de cuyo dovelaje bícromo fingido tenemos constancia por los vestigios visibles en el intradós. Cabría la posibilidad de que, a semejanza de otros ejemplos cordobeses, mostrara un dovelaje completo en toda la rosca. No obstante, de los exiguos restos pictóricos únicamente hemos podido deducir con certeza la presencia de ocho dovelas rojas en el tramo central (Fig. 1D). En cualquier caso, el descascarillado de la jabelga al exterior y su ausencia visible desde el interior, delatan la auténtica rosca constructiva, conformada por un arco enjarjado y cuyas dovelas abarcan la mitad del espacio entre trasdós en intradós. Tal contraste, entre la realidad constructiva y la apariencia que debió poseer originariamente, no hace sino enfatizar el aludido carácter escenográfico. Recordemos que en la puerta de Ceuta pasa justo lo contrario con los tratamientos epidérmicos, empleados para destacar el despiece del arco constructivo en vez de disimularlo.

En relación con la lápida fundacional, la composición del arco exterior no deja lugar posible para su emplazamiento, por lo que pudo haberse ubicado sobre el arco efectivo de ingreso en una zona actualmente ocupada por una hilada de sillares, producto de la restauración que rehizo su rosca en el s. XX. Cabe la posibilidad de que el fragmento de lápida árabe, que muy posiblemente aludiera a las obras realizadas en 965 (Souto, 2008, p. 84) y que se conservaba descontextualizado en el paramento de la cercana ermita de San Miguel, pudiera haberse emplazado ahí17.

En cuanto al análisis del trazado de esta portada, los recursos geométricos empleados se relacionan de manera coherente, siguiendo la estela de lo visto en Ceuta, conformando una composición que contribuye a la monumentalidad de la fachada18 (Fig. 7b). De este modo, un gran rectángulo de razón 4x5 se ajusta al espacio comprendido entre el umbral de los arcos y borde exterior del doble alfiz. A su vez, el rectángulo que encierra ese marco responde a una razón de √2; encajándose con precisión en el anterior cuadrilátero. En la circunferencia que rige el intradós del arco exterior se inscribe el habitual triángulo equilátero, cuya base prácticamente coincide con la del triángulo correspondiente a la circunferencia del trasdós. El despiece real de las dovelas, y probablemente el fingido, se dirige al punto medio de la línea de impostas. En el segundo arco se documentaría el mismo trazado que en el monumental, en lo que a intradós y despiece se refiere19. Por otra parte, el hecho de que ambos arcos estén relacionados mediante rigurosa proyección ortogonal queda en evidencia no sólo por la mencionada coincidencia de sus respectivos umbrales, sino también por la que afecta a la base de la clave del interior e impostas del exterior.

(15) GURRIARÁN (2004b, p. 311) indica la posible presencia de albañiles oriundos de la zona de frontera. Esto podría explicar el contraste entre una portada canónica, cuyo diseñador pudo provenir de Córdoba, y una ejecución de obra más alejada de las prácticas constructivas capitalinas.

(16) ALMAGRO (2008, p. 64) sugiere concretamente la posibilidad de que la banda del alfiz pudiera haber estado tratada mediante epigrafía. Esta opción nos parece poco probable, pues los escasos ejemplos documentados responden a los miḥrāb-s de la aljama cordobesa y oratorio de la Aljafería, cuyo sentido simbólico concreto es ajeno al de las portadas militares. Por otra parte, los vestigios de mortero en el paramento del arco de ingreso efectivo al interior del recinto apuntan a que éste también se hallaría enjalbegado, aunque no sabemos si poseía algún tipo de exorno.

(17) En las portadas militares, las lápidas de las que se tiene conocimiento, tanto por la propia pieza como por el hueco encaso de desaparición, siempre ocupaban una posición estrictamente central por encima del arco de ingreso. Pueden consultarse los casos de Mérida y Trujillo en MÁRQUEZ, y GURRIARÁN (2011, p. 185-187 y 208-207); Tarifa en GURRIARÁN (2001, p.172, 2004a, p. 5); y Ceuta en HITA, y VILLADA (2004a, p. 43); HITA; SUÁREZ, y VILLADA (2008, p. 20); VILLADA, y GURRIARÁN (2013, p. 55). Los casos de la puerta del castillo de Zorita de los Canes y la primitiva puerta del Alcázar de Toledo (ambos de visu) permanecen inéditos.

15.5. La plasmación parcial del modelo en portadas militares: los casos de Tarifa y Vascos.

Si bien en los ejemplos analizados de Ceuta y Gormaz se aprecia una desviación, en menor o mayor medida, de lo que habría sido la implantación ideal del arquetipo califal en un esquema de portada militar tripartita; en la puerta del castillo de Tarifa (Cádiz) y la, parcialmente destruida20, Puerta del Río en Vascos (Navalmoralejo, Toledo), el paradigma se adecuará estrictamente a semejante disposición. Sin embargo, en ninguno de los casos hay rastro del doble alfiz. En Tarifa, la cercanía entre las torres de flanqueo y el trasdós del arco puede explicar tal ausencia; aunque no en Vascos, donde habría espacio suficiente para haberlo emplazado (Figs. 8 y 9). Así pues, al menos en la Puerta del Río, el motivo real podría radicar simplemente en una reducción del diseño del paradigma al elemento primordial y realmente definitorio del modelo, que no sería otro que la propia rosca peraltada. Por lo demás, los dos casos muestran grandes semejanzas, sobre todo formales, pues a pesar de que ambas estructuras fueron erigidas mediante sillería labrada ex novo, únicamente la primera ostenta el típico aparejo califal. Así, sus respectivos arcos son enjarjados, originariamente ultrasemicirculares, y con una rosca peraltada prolongada desde los enjarjes hasta las impostas. Toda la rosca quedaba patente mediante el rehundido de su superficie. Como es preceptivo, el despiece de sus dovelas se dirigía al punto medio de la línea de las impostas21. En Tarifa se ha conservado feliz y excepcionalmente su lápida fundacional, elemento de cuya existencia no podemos estar seguros en la Puerta del Río. En lo que al pasadizo tras el arco se refiere, los dos contaban con la preceptiva bóveda volada, aunque en Tarifa además otro arco cerraba el extremo interior de dicho corredor. Finalmente, las semejanzas continuaban en su composición general primitiva, algo achaparrada por la escasa altura de sus lienzos originales22.

(18) Forma, módulo y geometría de esta puerta se trata en ALMAGRO (2008, p. 67-69). No obstante, nuestro análisis es sólo parcialmente coincidente con el suyo, que además se centra en otros aspectos en los que, por prudencia, no entramos.

(19) La prolongación de los enjarjes del arco interior coincide con el centro de la línea de impostas. Presumiblemente lo mismo sucedería con el dovelaje original, pues el que se ve actualmente es producto de una reposición de 1935. Léase en ALMAGRO (2008, p. 65).

(20) Las primeras propuestas de restitución muestran un arco adintelado. Véase en PAVÓN (1999, p. 500 y 504). Se expresa en el mismo sentido IZQUIERDO (2009, p. 178), quien al desconocer el paralelo formal de Tarifa (vid supra) no entiende el sentido del rebaje de la rosca, pues confunde la marca del trasdós con un “arco de herradura tallado” a modo de elemento decorativo. MÁRQUEZ, y GURRIARÁN (2011, p. 188-189 y 214-215) analizan esta portada y representan el alzado del estado actual, propuesta de restitución, y estudio geométrico; aunque en esa ocasión no representan las torres de flanqueo, ni ofrecen una propuesta de restitución completa.

(21) En el caso de Vascos sabemos que era así por la inclinación de uno de los enjarjes conservados.

(22) En el castillo de Tarifa, tras un concienzudo trabajo de lectura de paramentos, GURRIARÁN; TABALES, y UTRERA (2014, p.71-72) confirman que pretil y merlatura se disponían sobre la imposta corrida, cuyos restos se localizan en diversos puntos de la fortaleza. En cuanto a la puerta del Río, los datos proporcionados por BRU (2012, p. 351-356) acerca de la altura de lienzos, pretiles y merlatura en Vascos, indican que el adarve original prácticamente coincidiría con los restos visibles a mayor cota, y que se aprecian en la parte derecha de la Fig. 9.

Fig. 7b. Trazado geométrico de la puerta principal del castillo de Gormaz. Dibujo de los autores.

Fig. 8. Puerta principal del castillo de Tarifa. Fotografía de los autores.

A la hora de ofrecer una aproximación cronológica, en el caso de Tarifa sabemos que fue levantada en 960 gracias al contenido de la aludida lapida fundacional23. Sin embargo, para la Puerta del Río carecemos de referencia epigráfica o cronística alguna. En cualquier caso, todas las portadas califales datadas con mayor precisión fueron realizadas en una horquilla muy estrecha comprendida entre 957 y 965. Teniendo en cuenta que Vascos tenía una importancia secundaria estratégica, al contrario que las fortificaciones a las que pertenecían las otras portadas aludidas, es posible que recibiera más tardíamente las influencias cordobesas. Por ello, no creemos que fuera levantada antes de los años 60 del s. X, propuesta avalada por otros autores24.

(23) GURRIARÁN (2004a) ofrece la traducción de la lápida fundacional, realizada por María Antonia Martínez Núñez, y un concienzudo análisis de la erección del castillo califal de Tarifa en el contexto político del Estrecho.

(24) IZQUIERDO (2008, p. 277, 2009, p. 177-182) en el primer artículo citado ofrece una visión cronológica muy amplia encuadrada en el s. X, según se deduce de la lectura. Mientras que en el segundo únicamente refiere las transformaciones sufridas por esta puerta, posiblemente a comienzos del s. XI, con motivo de los acontecimientos que acabaron con el califato. Sin embargo, BRU (2013, p. 58) sugiere la horquilla temporal comprendida entre los califatos de cAbd al-Raḥmān III y Al-Ḥakam II. Es más, tras un análisis de termoluminiscencia realizado sobre una muestra de material constructivo, BRU (2016, p. 242) ofrece una datación sobre 988 ±58 años; completamente compatible con nuestra propuesta cronológica

Fig. 9. Puerta del Río, en Vascos. Fotografía de los autores.

15.6. La reinterpretación del paradigma en la arquitectura cristiana

Si bien el diseño tipo de las portadas en cuestión constituirá una imagen de marca del poder califal, su adopción parcial en la arquitectura cristiana coetánea no debe interpretarse como una forma de sumisión ni aceptación de la autoridad cordobesa, sino simplemente como la transmisión tecnológica de unos modos constructivos y la asunción de unas premisas formales presentes en un modelo arquitectónico de prestigio. No obstante, los casos más antiguos documentados de transferencia formal serían anteriores a la cristalización del diseño paradigmático y que, por tanto, aún seguían los patrones emirales registrados claramente en la Puerta de los Visires. Tal sería el caso de San Miguel de Escalada, erigido presumiblemente en 93725, en cuyo interior se levanta un arco triunfal ultrasemicircular dotado de alfiz simple unido a la arquivolta del trasdós y con rosca muy levemente peraltada (Ito, 2005, p. 17- 18). Aunque de proporciones distintas, pero con los mismos elementos se concibe unos de los arcos interiores de San Miguel de Celanova, erigido en 942 o poco después (Utrero, 2006, p. 585). En San Cebrián de Mazote, la puerta norte del transepto ostenta al interior un dintel con arco de descarga de evidente influencia del modelo califal, aunque sea únicamente por la presencia de una rosca muy peraltada, con dovelaje completo fingido bícromo y referido aproximadamente al punto medio de la línea del arranque del intradós, según los vestigios originales. La datación de este templo a principios del s. X, un tanto controvertida, no concuerda con las características del arco descrito26. En cualquier caso, nótese que todos estos ejemplos son de arquitectura religiosa, nunca militar.

(25) UTRERO (2006, p. 510) en una revisión historiográfica, admite que la cronología propuesta deriva de un documento fechado en ese año, aunque no hay argumentos arqueológicos que la respalden.

15.7. La proyección del arquetipo después del califato

Las taifas surgidas tras la extinción de la institución califal y desmembramiento político de al-Andalus se enfrentarán, entre otros graves problemas, a la falta de legitimidad de sus gobernantes; puesto que ninguno de ellos pertenecía a linaje alguno vinculado a la figura del Profeta. De este modo, al carecer por completo de cualquier derecho a gobernar por sí mismos, cada uno de ellos intentará arbitrar los mecanismos necesarios para perpetuar su propia saga en el ejercicio de facto del poder. Entre otras medidas27, optaron por una relativamente sencilla y hasta cierto punto efectiva; consistente en recrear para ellos mismos las condiciones iconográficas, escénicas y ambientales en las que se habían desenvuelto los califas omeyas. Para este propósito, la emulación arquitectónica supuso una herramienta primordial (Cabañero, 2012, p. 206-207). Es conveniente matizar que tal proceder no se llevó a cabo de manera completamente mimética, sino que se reinterpretó la arquitectura omeya mediante nuevos materiales, diseños modificados y una distinta concepción espacial; todo acorde con los gustos, necesidades y posibilidades de cada gobernante. Por supuesto, el arquetipo, modelo o paradigma de portada califal que estamos tratando no fue ajeno a esta cuestión.

Lo cierto es que únicamente nos ha llegado un ejemplo maltrecho de portada exterior que responda al arquetipo objeto de nuestra atención, y cuyo carácter oscilaría entre obra militar y palatina. Nos estamos refiriendo a la puerta monumental de la Aljafería de Zaragoza, levantada entre 1039 y 1065 bajo la dinastía hudí (Cabañero, 2010, p. 314). En este caso el doble alfiz ha desaparecido, suplantado por unas pilastras unidas a una cornisa, que funcionan como alfiz efectivo. En cualquier caso, el elemento más significativo, como ha demostrado la experiencia de Tarifa y Vascos, es la rosca peraltada, que en este caso aparece por duplicado, exaltando así su propia relevancia (Fig. 10).

En el interior del mismo palacio, en la fachada del miḥrāb del oratorio, muy probablemente erigido antes de 1065 (Cabañero, 2010, p. 314), nos encontramos de nuevo con el modelo califal alterado (Fig. 11). En este caso, la referencia original incluye la banda horizontal interpuesta entre las albanegas y doble alfiz y un friso cimero de arcos ciegos, tal y como se refirió para los edificios religiosos, en el apartado 3 de este capítulo. Concretamente, el modelo de esta portada de miḥrāb hay que buscarlo en la aljama de Córdoba, con su banda horizontal sobre las albanegas y banda del doble alfiz dotadas de epigrafía (Fig. 12). De este modo, si tratamos de implantar este esquema en la exigua superficie destinada al arco del miḥrāb del oratorio zaragozano, nos encontramos con que las bandas verticales del doble alfiz no caben ahí. Por ello, se optó por elevarlas y extenderlas a lo largo de todo el perímetro del prisma octogonal que conforma la pequeña mezquita (Fig. 13).

(26) LAMPÉREZ (1916, p. 232), y UTRERO (2006, p. 504) refieren unos documentos relativos a unos monjes que poblaban el lugar de Monzoute en 916. Tal argumento no es suficiente para atribuir la fábrica de la iglesia a ese momento concreto. De este modo, habría que revisar la cronología del edificio por la presencia de un arco de rosca muy peraltada, a todas luces incompatible con la datación temprana propuesta; o considerar la posibilidad de que el arco pertenezca a una refacción posterior.

(27) Los tuyibíes de Zaragoza acuñarán moneda en nombre de Hišām III, último califa de Córdoba, al que acogerán tras su destronamiento y cuya presencia les resultará una fuente de legitimidad. Por otra parte, conocido es el caso del falso Hišām II, presentado por los abbadíes de Sevilla como verdadero califa del que se declaraban sus fieles sirvientes. Véase en GUICHARD, y SORAVIA (2005, p. 52-53, 71-73).

Fig. 12. Arco del miḥrāb de la antigua aljama de Córdoba. Fotografía de los autores.

Fig. 13. Transformación del paradigma de portada califal para su adaptación al espacio del oratorio de la Aljafería. Dibujo de los autores.

A pesar de tan radical transformación, la banda del doble Alfiz convertida ahora en un anillo sigue manteniendo la misma función de contenedor epigráfico vista en Córdoba, así como la banda sobre las albanegas, igualmente dotada de epigrafía, pero intacta en su posición. En consonancia con esta transformación, el friso de arcos ciegos se ha extendido igualmente por todo el perímetro del oratorio. Más allá de la arquitectura como expresión del poder, el arquetipo sobrevivirá en las construcciones civiles de cierta categoría, simplemente como signo de prestigio, como ilustra un conjunto pequeño pero significativo de casas toledanas, fechadas en época taifa y en un período inmediatamente posterior28, entre las que destacamos la de la plaza del Seco (Fig. 14).

Fig. 14. Arco de la casa nº 5 de la Plaza del Seco, en Toledo. Fotografía de los autores.

También cabe reseñar el extraño ejemplo de la Casa del Temple, en el que el trasdós ostenta un excepcional trazado poligonal de nueve tramos (Fig. 15). Por otro lado, las bandas del doble alfiz y horizontal sobre las albanegas se han reducido a la mínima expresión, perviviendo únicamente las molduras que las delimitaban. A pesar de que el arco ha sido datado entre 1085, año de la conquista cristiana de Toledo, y 1114; tanto la ejecución de este elemento como otros del inmueble, pertenece sin duda a la tradición constructiva taifa toledana, que pervivió a través de alarifes y artesanos mudéjares (Cabañero, y Herrera, 2000, p. 185). Es muy posible que este arco represente una de las muchas soluciones formales que no prosperaron, dentro de una arquitectura que había revelado su carácter experimental en un proceso de búsqueda de nuevas formas y reinterpretación de las ya conocidas.

(28) Sobre este conjunto de casas, léase en ROJAS, y VILLA (2000). Concretamente, sobre el arco de la casa de la plaza del Seco, Bernabé Cabañero Subiza sugiere una cronología entre 1050 y 1085. Este dato inédito fue sugerido por este autor, vía epistolar, tras unas razonadas y lúcidas reflexiones sobre sus formas y ornamentación. Otros autores consultados no se atreven a concretar más allá de un impreciso s. XI. Véase en DELGADO (1999, p. 112); y ROJAS, y VILLA (2000, p. 203).

Fig. 15. Arco de la Casa del Temple,en Toledo.Fotografía de los autores.

Fig. 16. Ortoalzado de la portada de la Epístola en San Miguel, Córdoba. Dibujo de los autores.

Fig. 17. Ortoalzado de la Puerta de Birrambla, en Granada. Dibujo de los autores.

Las lógicas variaciones formales producidas por los cambios de gusto e introducción de novedades irán diluyendo la pureza o contundencia del paradigma, sobre todo una vez que el sentido propagandístico de la dinastía que le dio forma va quedando cada vez más alejado. No obstante, en los dos últimos siglos del medievo, aun será posible reconocer algunos de sus rasgos, excepcionalmente en la arquitectura mudéjar y de manera más habitual en la nazarí. El más claro ejemplo en la primera será la portada de la Epístola de San Miguel, en Córdoba, datada a principios del s. XV 29 (Fig. 16). Completamente aparejada en cantería, combina elementos de tradición omeya, almohade, meriní, y gótica. Así, el vano se formaliza mediante un arco de trazado califal, con trasdós descentrado y largas dovelas lisas y decoradas de manera alterna. Sin embargo, aunque tales motivos de exorno siguen patrones de diseño omeya, se interpretan parcialmente con formas naturalistas góticas. Por otra parte, tanto el apuntamiento del arco como la imposta en nacela que recorre el recuadro del alfiz y trasdós, remiten a soluciones constatadas en las portadas nazaríes habitualmente resueltas mediante cantería. El marco general de la portada, constituido por sendas columnas de tres baquetones que rematan en capitel y ménsula cimera, y el guardapolvo de modillones; deviene una síntesis de esquema compositivo almohade norteafricano en cuanto a la estructura, elementos góticos en la formalización de las columnas y capiteles, y decoración califal en lo tocante al empleo de rollos y motivos vegetales en las ménsulas extremas y modillón central.

Finalmente, en la arquitectura nazarí se diseñarán una serie de portadas estrechamente vinculadas a la dinastía gobernante, ejecutadas en cantería y clasificables formalmente en un grupo unitario; cuyos rasgos comunes se definirán por un arco de herradura aguda, con rosca peraltada, despiece completo referido aparentemente al punto medio de la línea de impostas con las dovelas resaltadas de manera alterna, y arquivolta trasdosada enlazada con el marco del alfiz. Desde luego, tal diseño constituiría la postrera versión del paradigma omeya, pero adaptado a los gustos del s. XIV, y de nuevo como imagen de marca del poder que lo promueve30. El ejemplo que hemos empleado para ilustrar esta tipología es de la granadina Puerta de Birrambla (Fig. 17), que, junto a la Puerta de la Justicia en la Alhambra, Puerta Elvira en Granada, Puerta de Málaga en Antequera (Málaga), y puerta del castillo de Jimena de la Frontera (Cádiz), constituye un grupo estructuralmente derivado de Gormaz, con dos arcos, de los que el exterior sería el mayor. La diferencia estriba en que, si en la fortaleza soriana la monumentalidad se ceñía al arco exterior, en estos casos más tardíos, en las puertas que han conservado también su arco de ingreso efectivo, éste ya goza de la misma monumentalidad que el exterior.

15.8. Conclusiones

Tras los ensayos que tendrían lugar en Madīnat al-Zahrā’ en el curso de las obras fundacionales de los años 40 del s. X, se puede aventurar que la madurez formal del diseño del paradigma de portada califal se alcanzaría una década después, como se intuye por los vestigios del alminar de la mezquita de Córdoba, Madīnat al-Zahrā’ y probablemente la portada de Ceuta. No obstante, los ejemplares conservados más canónicos serán los de la ampliación de la aljama capitalina por al-Ḥakam II y el de Gormaz, levantados todos entre 960 y 965. Acerca de las puertas estrictamente militares, si bien las de Ceuta y Gormaz son un fiel reflejo del diseño en cuestión, las de Tarifa y Vascos serían variaciones simplificadas del mismo. Por contra, estas últimas responden con mayor fidelidad que las primeras al esquema deportada tripartita.

(29) RAMÍREZ (1904, p. 665-667) la fecha en la segunda mitad del s. XIV e incide en el carácter de obra única. LÓPEZ GUZMÁN (2016, p. 245) se limita a confirmar la datación propuesta. Sin embargo, la portada se halla ligada a la erección de la contigua capilla bautismal, originariamente concebida con uso funerario, y levantada entre finales del s. XIV y 1420 según JORDANO (2002, p. 125-131. Tomo I), cuyas tesis suscribimos. La construcción de este espacio implicó la completa remodelación de la portada de la Epístola con el mismo lenguaje formal y ornamental.

(30) Se refiere la identidad de tal grupo y se describe en MÁRQUEZ (2013, p. 100-101), a la vez que se citan algunos ejemplos. Por otra parte, SOUTO (2009, p. 29-30) ya refiere con claridad los vínculos entre el diseño de estas portadas nazaríes y el paradigma califal.

Por otra parte, si se considera que el esquema paradigmático del arco califal constituye una representación, imagen corporativa o materialización de la autoridad omeya, no sería casual que las puertas militares que ostentan los rasgos completos del diseño sean las emplazadas en las fronteras septentrional y meridional del califato, frente a los enemigos cristianos y fatimíes31. Igualmente, las de Tarifa y Vascos se hallan cerca de zonas fronterizas, aunque un poco más en retaguardia.

Creemos que la definición del paradigma de portada califal omeya está relacionada con la derrota de Abū Yazīd, conocido como el “Hombre del Asno”, por los fatimíes en 947, presentado por éstos como el Anticristo. Estos acontecimientos supusieron el refuerzo del papel mesiánico del propio califa fatimí en su faceta de mahdī, y un formidable rearme ideológico sobre las aspiraciones de su linaje de desbancar a los califatos rivales omeya y abasí. Bajo el mando del nuevo califa fatimí al-Mu’izz, y antes del desplazamiento de su dinastía hacia oriente tras la conquista de Egipto en 969, el enfrentamiento con los omeyas se hubo de recrudecer. Más allá del conflicto militar que mantuvieron, plasmado en las ofensivas fatimíes en el Magreb o el ataque a Almería del 955, la pugna por la supremacía se produjo a todos los niveles. Así, frente a esta ofensiva chiíta de carácter político, la administración de Abd al-Raḥmān III respondió con todas las herramientas que ayudasen a sostener la legitimidad del califa andalusí. Y una de ellas hubo de ser la definición de la imagen arquitectónica de su dinastía, unida a una intensa actividad edilicia que la materializara; actividades que se desarrollaron en el impresionante laboratorio arquitectónico y artístico que fue Madīnat al-Zahrā’ por aquellas fechas.

Por otra parte, en la edilicia cristiana peninsular del s. X, se recogen ecos del modelo, aunque en la mayoría de los casos, o bien de forma parcial o de los años previos a su definitiva configuración. En cualquier caso, ha de ser interpretado como la transferencia formal y constructiva de una forma arquitectónica de prestigio, evidentemente carente de las connotaciones propagandísticas que tendría para el mundo omeya. Posteriormente, los reyezuelos de las taifas mantendrían el paradigma califal, aunque interpretado según sus propias necesidades, movidos por la legitimidad que confieren sus formas como proyección del poder de la dinastía marwaní. Aunque más allá de las connotaciones políticas, se expandirá en la arquitectura doméstica de cierto nivel, de nuevo como signo prestigioso.

Este arquetipo desde muy pronto demostrará una gran versatilidad formal, al ser sometido a alteraciones del diseño canónico; como en Ceuta en el que, no obstante, se seguirá reconociendo fácilmente. En el caso de Gormaz, en el que se mantenían intactas sus formas, la novedad radica en su nueva ubicación dentro del habitual esquema tripartido de las portadas militares. Sin embargo, en el caso más tardío del oratorio de la Aljafería, las modificaciones serán más profundas, aunque tras un agudo análisis sea posible reconocer el proceso de adaptación del diseño primigenio sobre un único plano a la solución poliédrica del prisma octogonal.

Finalmente, en los ss. XIV y XV se producirá el canto del cisne del modelo en la edilicia mudéjar, pero sobre todo en la nazarí, con una serie de portadas muy evolucionadas, pero en las que aún se pueden reconocer rasgos identificadores del ya lejano diseño objeto de nuestra atención.

(31) GURRIARÁN (2002, p. 10) ya refirió acertadamente esta cuestión en relación con las portadas de Gormaz y Tarifa, con anterioridad al descubrimiento de la de Ceuta; cuyas características refuerzan sin duda los argumentos de este autor.

Cap. 10.2
Cap. 10.1
Cap. 11
Cap. 13
Cap. 12
Cap. 14
Cap. 16
Cap. 15
Bibliografía