Cap. 10.2
Cap. 10.1
Cap. 11
Cap. 13
Cap. 12
Cap. 14
Cap. 16
Cap. 15
Bibliografía

Capítulo 10.1

10. Los materiales arqueológicos de épocas mariní y portuguesa de la Puerta Califal de Ceuta

10.1. Introducción (AT)

El presente texto es el resultado de un trabajo de investigación realizado por un equipo del grupo de arqueología del CHAM - Centro de Humanidades, a solicitud de la Consejería de Educación y Cultura de la Ciudad Autónoma de Ceuta, que financió los trabajos. Se sumaron también colegas de otras instituciones, ya que sus especialidades aportaban un valor añadido al desarrollo del proyecto.

A este equipo se le asignó el estudio de los materiales hallados en la última intervención arqueológica en la Muralla Real de Ceuta, en el espacio donde en el año 2002 se había identificado un acceso a la antigua medina islámica desde el continente. Esta puerta y las murallas en las que se abría fueron construidas a mediados del siglo X por iniciativa del califato cordobés, que entonces buscaba coartar el influjo del califato fatimí en la zona del Estrecho de Gibraltar (Villada, y Gurriarán, 2013). En este lugar se han llevado a cabo varias intervenciones (Villada, 2012; Véanse los capítulos 4, 5 y 6 en la presente obra) desde 2003, siendo la última de ellas la realizada entre 2012 y 2013 de apoyo a la valorización de este monumento, dirigida por Fernando Villada y ejecutada por los arqueólogos Cibeles Fernández, José Suárez y José María Tomassetti. En ella se abrieron varios sondeos siendo el denominado sondeo 25 el de mayores dimensiones con una superficie de 115 m2 y unos 10 m de profundidad, desde el adarve de la Muralla Real hasta el sustrato geológico.

En él se recuperó una ingente cantidad de materiales arqueológicos, en su mayoría cerámicos, sobre todo de época medieval y del inicio de la época moderna (Fernández; Tomassetti, y Suárez, 2014).

La Puerta Califal permaneció en uso durante toda la Edad Media, incluyendo el primer siglo de ocupación portuguesa. En las primeras décadas del siglo XVI se modificó para adaptarla al uso de la artillería, sobre todo a nivel del coronamiento (Villada, 2013). La muralla y la puerta medievales terminaron siendo ocultadas en la década de 1540, como parte del proceso de construcción de la cortina abaluartada, una de las obras más innovadoras realizadas en el espacio portugués, llevada a cabo tras la visita de Benedetto de Ravena y Miguel de Arruda a la ciudad en 1541. El esfuerzo de modernización de la fortificación, en línea con las mejores soluciones técnicas de su época en el espacio mediterráneo, pretendía asegurar la continuidad de la presencia portuguesa ante posibles ataques turcos o saadíes, tras la pérdida de Santa Cruz de Cabo de Gué y anticipando el abandono de Azemmour y Safí, en el mismo año. La parte fundamental de la obra duró menos de una década, abriéndose en 1549 el profundo y ancho foso húmedo que protegía la cortina abaluartada que daba al campo (Dias, 1999, p. 52-53; Ruiz, 2002, p. 34-43; Correia, 2008, p. 118-121; Matos, 2012, p. 235-318).

La construcción de este foso requirió la excavación del terreno al exterior de la fortificación, donde se encontraba el antiguo foso seco medieval y en el que se encontraban los residuos urbanos acumulados durante siglos. Como la muralla medieval se mantuvo como paramento interior de la nueva cortina abaluartada, el espacio entre ambas estructuras se rellenó con los sedimentos probablemente procedentes de la excavación del foso, incluyendo los respectivos desechos. Así, estos materiales arqueológicos constituyen un excelente repositorio de la cultura material de Ceuta antes de mediados del siglo XVI, incluyendo naturalmente una gran cantidad de restos correspondientes a la ocupación portuguesa de la ciudad, que entonces ya se había prolongado durante 135 años (figura 1.1).

Fig. 1.1. Ejemplo de los niveles de relleno entre la muralla califal, a la derecha, y la cortina moderna, a la izquierda (Fotografía C. Fernández).

El estudio de los materiales arqueológicos de las Murallas Reales se realizó en dos campañas, la primera entre el 8 de enero y el 7 de febrero de 2014, la segunda entre el 30 de junio y el 15 de julio del mismo año, en el laboratorio arqueológico de la ciudad autónoma de Ceuta. El equipo que participó en este proyecto estaba formado por cuatro investigadores del CHAM, bajo la coordinación de André Teixeira y Joana Bento Torres, incluyendo también a Gonçalo C. Lopes y Luís Serrão Gil. También participaron cuatro estudiantes del máster en arqueología de la Faculdade de Ciências Sociais e Humanas de la Universidade Nova de Lisboa, Alexandra Gomes, Cátia Charters, Mariana Soares Mateus y André Bargão, que actualmente también son investigadores del CHAM. La primera campaña contó con el apoyo de la arqueóloga Cibeles Fernández, que co-coordinó la intervención arqueológica en la Puerta Califal en 2012-2013, como ya se ha mencionado. También cabe destacar la visita de Marta Caroscio en el verano de 2014, en el marco de la redacción de este estudio. Andreia Machado estuvo asociada al proyecto en la restauración de los materiales metálicos hallados durante esta intervención. Finalmente, Javier G. Iñañez coordinó el estudio arqueométrico de la cerámica, en la Universidad del País Vasco, en colaboración con Estefanía Calparsoro, Uxue Sánchez-Garmendia y Gorka Arana.

Cabe señalar que este estudio ya ha sido objeto de dos presentaciones públicas, una en el coloquio Entre Aljubarrota e Ceuta 1385-1415: dados arqueológicos e históricos recentes, de la Associação dos Arqueólogos Portugueses, titulada “Quotidiano na Ceuta portuguesa: os materiais arqueológicos das Muralhas Reais”, y otra en el congreso 1415: de Ceuta para o Mundo: o I ciclo imperial, de la Associação de Professores de História, titulada “Ceuta portuguesa: investigação arqueológica nas Muralhas Reais”. Parte de los materiales aquí presentados formaron parte de la exposición y catálogo “Lisboa 1415 Ceuta: historia de dos ciudades”, que tuvo lugar en Lisboa entre diciembre de 2015 y febrero de 2016, y en Ceuta de julio de 2016 a febrero de 2017 (Teixeira et al., 2015). El equipo de excavación y otros investigadores también realizaron publicaciones preliminares (Villada et al., 2016; Teixeira et al., 2016b).

Fig. 2.1. Trabajos de pegado de material cerámico en el laboratorio de preingreso del Museo de Ceuta.

Fig. 2.2. La rampa [183] del interior de las Murallas Reales (fotografía C. Fernández)

Fig. 2.5. Número de fragmentos cerámicos por unidad estratigráfica.

Fig. 2.3. Unidades estratigráficas de relleno entre la muralla califal [110] y las estructuras de la muralla portuguesa [27], [162] y [179] (Fernández, Tomassetti y Suárez, 2014, plano 7).

Fig. 2.4. Área de intervención en las Murallas Reales viéndose dos planos de los niveles de construcción de la cortina portuguesa (Fernández; Tomassetti, y Suárez, 2014: plano 4).

Fig. 2.7. Estudio de los materiales metálicos

La misión encargada al equipo del CHAM por la Ciudad Autónoma de Ceuta consistió, por tanto, en el estudio de los materiales de la época portuguesa hallados durante la intervención arqueológica de 2012-2013 en la Puerta Califal (sondeo 25). Además, se han considerado los objetos que podían atribuirse al momento inmediatamente anterior a la conquista, cuando la ciudad se encontraba bajo jurisdicción de la dinastía mariní. La investigación que este equipo venía realizando en el yacimiento arqueológico de Alcazarseguer, en Marruecos supuso una experiencia importante para la realización de este estudio, ya que este asentamiento mariní fue ocupado por los portugueses entre 1458 y 1550, siendo posteriormente abandonada (ver, entre otros, Redman, 1986; Teixeira, 2016). Este periodo de ocupación correspondía a lo que se esperaba registrar en los sedimentos que cubrían la Puerta Califal de Ceuta. La investigación sobre la Muralla Real de Ceuta tuvo la importancia de convertirse en un referente para el estudio de los materiales del siglo XV y, sobre todo, de la primera mitad del siglo XVI, presentando de entrada un claro terminus ante quem: todos los hallazgos datan de una cronología anterior al año 1550, cuando se construyó la cortina abaluartada portuguesa.

Además del estudio de los materiales arqueológicos, se asignó también al equipo del CHAM la tarea de llevar a cabo actividades de divulgación del patrimonio. Por un lado, se impartieron dos conferencias, una sobre “Objetos de la vida cotidiana portuguesa del siglo XVI. Arqueología e Historia”, y otra titulada “Entre la Edad Media y la Edad Moderna: fortalezas portuguesas en el Norte de África”. Por otra parte, se organizaron dos talleres de arqueología sobre “Cerámica y otros objetos de uso cotidiano en la Ceuta portuguesa”, cada uno de ellos de 19 horas de duración, centrados en las metodologías para el estudio de los restos arqueológicos y la comprensión de las funcionalidades de los objetos, en los que participaron 20 residentes de Ceuta. Estos trabajos tuvieron una amplia repercusión en los medios de comunicación, lo que demuestra la relevancia alcanzada por la arqueología entre la población de esta ciudad (figura 1.2).

Fig. 1.2. Cartel del taller «Cerámicas y otros objetos de uso cotidiano en la Ceuta portuguesa»

10.2. Metodología y datos generales (AT).

El estudio de los materiales arqueológicos de la intervención de 2012-2013 en la Puerta Califal se centró principalmente en el amplio conjunto cerámico, seguido por el análisis de los escasos objetos metálicos, vítreos, pétreos y tallados en hueso. Los restos faunísticos y vegetales fueron excluidos de esta fase de la investigación.

Los trabajos se iniciaron con la separación del material arqueológico cerámico, que se organizó de acuerdo con su unidad estratigráfica, lavándose los lotes no tratados durante la excavación. A continuación se procedió al pegado de los artefactos dentro de cada estrato, realizado en el marco de grandes grupos de fabricación, dado su elevado número. En el caso de los objetos más significativos, se buscó identificar conexiones entre estratos. El objetivo principal de estos procedimientos era casar entre sí tantos fragmentos como se pudiera, para obtener piezas con la mayor integridad posible. El análisis de los informes preliminares de excavación, realizado con la colaboración de Cibeles Fernández, fue fundamental para una mejor comprensión de la sucesión estratigráfica. De esta manera, se pudo optimizar el estudio de la cerámica, especialmente desde el punto de vista del potencial del casado de los fragmentos y restituir el proceso de relleno del espacio entre las murallas (figura 2.1).

Una vez terminado el pegado de las cerámicas, las piezas a inventariar se seleccionaron en función de su potencial informativo, debiendo ser representativas del universo tipológico presente en cada estrato y de la totalidad de la intervención. Así, siempre que fue posible, se eligieron piezas con un perfil completo o con una decoración y forma diferentes. A cada una de las piezas seleccionadas para el inventario se le asignó un número, que comenzó con el acrónimo “PC13”, es decir, la intervención arqueológica “Puerta Califal 2013”. Las piezas inventariadas se describieron en fichas, incluyendo campos como el color de la pasta y de las superficies, la descripción de los desgrasantes, el tratamiento de la superficie y la decoración, seguidos de la forma y las dimensiones, además, como es obvio, de la información contextual. Todos los materiales inventariados fueron fotografiados y, cuando fue posible, dibujados. Se elaboraron un total de 643 fichas de inventario, que representan todos los grupos tecnológicos y variantes formales del conjunto de materiales cerámicos exhumados en estos trabajos arqueológicos.

En cuanto al resto del material cerámico no inventariado, se contabilizó dentro de cada unidad estratigráfica por tipo, es decir, por fabricación y forma. La cuantificación se basó en el recuento de fragmentos de bordes, fondos, paredes y asas después del pegado, determinando el número mínimo de individuos (NMI) de cada tipo según el mayor número de bordes o fondos en cada estrato (tabla 1.1). En el recuento final, se consideró un NMI cuando se constató que un determinado tipo solamente incluía fragmentos de panza y asas, pero no de bordes ni de fondos.

Así, el total alcanzaba 40.612 fragmentos de cerámica después del proceso de pegado, correspondientes a un mínimo de 7.722 individuos. Se trata de una parte muy sustancial del conjunto exhumado en las Murallas Reales en 2013, abarcando las grandes zonas de relleno en el momento de la construcción de la cortina abaluartada, que se depositaron entre ésta y la muralla califal. De hecho, el trabajo se centró en las unidades estratigráficas que fueron clasificadas durante la excavación como fase 6.2, precisamente el momento de la anulación de la fortificación medieval y la construcción de la fortaleza moderna, a mediados del siglo XVI. Naturalmente, el volumen de datos era desigual en las distintas áreas de este momento de ocupación.

De este modo, se incluyeron las UEs [203], [201], [199], [198], [197] y [193], lo que representa el 1,3% del conjunto de los grupos estudiados. Estas UEs rellenaban el espacio entre la muralla califal [110] (MUR-001) y una rampa [183] (MUR-008), un macizo bloque de mampostería con una superficie de tierra compactada y mortero, de unos 2 m de ancho y con una pendiente muy pronunciada, que partía de la base de dicho acceso medieval en dirección norte (figura 2.2). Esta rampa fue erigida por los portugueses y serviría de plataforma de tránsito para el transporte de materiales durante la construcción de la cortina abaluartada (Fernández; Tomassetti, y Suárez, 2014, p. 44). Se apoyaba en la muralla [162], el primer elemento de anulación del dispositivo medieval y de estructuración de la nueva fortificación. Se trata de una solución interesante que permite el relleno en altura del espacio entre la muralla medieval y la nueva cortina.

También se estudiaron los estratos relacionados con el abandono y colmatación de esta rampa y la construcción de las estructuras intermedias de la muralla abaluartada, concretamente un muro [186], posterior al mencionado [162], que anuló definitivamente el uso de la Puerta Califal . Sobre la rampa inutilizada y junto a la estructura medieval se estudiaron las UEs [180/181] y [174], que correspondían a casi la mitad del conjunto analizado. Entre la referida muralla [186] y la muralla exterior de la fortificación portuguesa [27] se encontraban las [187], [188] y [190], que representan el 8% del conjunto.

Por último, se estudiaron varias UEs relacionadas con diversas áreas de la parte superior de la estructura portuguesa, que sentaban sobre esta: entre el referido lienzo exterior de la muralla [27] y un muro [10] erigido 1 m hacia el interior de la cortina abaluartada, las [47], [46], [45], [44], [42], [41], [34], [30], [16], [31], [24] y [17] (5,7% del total); entre el anterior [27] y las murallas [179b] y [179a], la continuación hacia norte del mencionado [10], las unidades [163], [161], [160], [158] y [159] (alrededor del 5,5% del total); entre este muro [10] y la muralla califal, las [84], [83], [119], [60], [58/33], [55/32], [65], [64], [59], [56], [54/57], [52], [53], [157], [156], [155], [154], [153] y [130/152] (más del 20% del total); y, ya sobre el coronamiento de la antigua muralla medieval, se analizaron las [169] y [171], con menos del 1% del total. También se clasificaron los materiales que rellenaban el espacio entre los muros que componían los merlones y cañoneras de la cortina, las [135], [131], [114], [100], [99], [98] y [97], lo que representa el 4% del total (figura 2.3).

Cabe señalar que la gran mayoría de los hallazgos están concentrados en algunas unidades estratigráficas, concretamente las mencionadas [180/181], [174], [187], [160], [160] y [190], con el 30,5 %, 16,2 %, 4,2 %, 3,6 % y 2 % del total, respectivamente, todas ellas ubicadas en una zona intermedia del relleno realizado por los portugueses a mediados del siglo XVI. También son significativas las [119], [135], [159] y [157], con un 15,2%, 2%, 1,5% y 1,5% del conjunto cerámico, respectivamente, situadas en la parte superior de la muralla abaluartada (figura 2.4). En resumen, estas nueve unidades estratigráficas representan tres cuartas partes del conjunto, por lo que el mayor porcentaje de los materiales inventariados y representados gráficamente en este texto se refieren a estos estratos (figura 2.5).

El análisis de este conjunto cerámico se ha realizado principalmente en función de los grupos de fabricación, como se ha mencionado anteriormente, y el presente artículo está concebido precisamente en función de esta división, analizándose cada uno de estos conjuntos en cada una de las secciones. Por lo tanto, el criterio fundamental fue esencialmente tecnológico, subdividiéndose en algunos casos estos conjuntos según sus producciones, de procedencia claramente reconocible. También se consideró un grupo formal, referido a los materiales de construcción, con fabricaciones muy distintas. Se excluyeron de este estudio las cerámicas de época romana, claramente reconocibles no sólo por su fabricación y forma, sino también por su estado de conservación, posiblemente también depositadas en el antiguo foso seco, pero en este caso habiendo estado en contacto con el nivel freático, un hecho claramente observable en la pátina de los fragmentos.

Por lo tanto, han de tenerse en cuenta las características genéricas de definición de cada grupo considerado en este estudio:

• Porcelana: pastas muy bien depuradas, de color blanco, con desgrasantes finos. Ambas superficies están recubiertas de vidriado, con tonalidades que pueden ir del blanco azulado al grisáceo, generalmente con decoración pintada en azul, y más raramente en rojo o verde.

• Gres: también llamado stoneware en la bibliografía anglosajona; se caracteriza por pastas muy bien depuradas, de color gris, con desgrasantes finos. En los ejemplares aquí encontrados ambas superficies están recubiertas con vidriado blanco y naranja. Se caracterizan por su decoración en relieve, hecha a molde, en la superficie exterior de la pieza.

• Cerámica esmaltada o mayólica de origen italiano: pastas bien depuradas, de color entre beige y amarillo, con desgrasantes finos. Ambas superficies están recubiertas con vidriado estannífero, sobre el que se aplica, en la superficie exterior o superior, una variada decoración pintada en azul, amarillo, naranja o verde.

• Cerámica esmaltada de origen ibérico: pastas bien depuradas, de colores que pueden variar entre beige, amarillo, rosa y naranja, con desgrasantes finos a pequeños. Las superficies están recubiertas con vidriado estannífero de calidad variable. Algunos de los ejemplares están decorados con un vidriado plumbífero de color verde, generalmente cubriendo la mitad de la pieza, mientras que otros presentan motivos variados de color azul o violeta. Otros ejemplares están decorados con la técnica de la cuerda seca.

• Cerámica vidriada: incluye tres grupos de fabricación distinta. De una parte, cerámicas con pastas de color naranja o rosa con desgrasantes de calibre fino a pequeño, revestidas con vidriado plumbífero melado de buena calidad, homogéneo y muy adherente, a veces con una decoración bajo cubierta de color negro/marrón oscuro. De otra parte, cerámicas de pastas más oscuras que las anteriores (naranja, rojo o marrón), con mayor presencia de desgrasantes de calibre pequeño y textura menos homogénea, que resulta en una menor adherencia del vidriado plumbífero de color naranja, generalmente aplicado sobre las paredes internas, llegando hasta el medio de la panza en la superficie externa; la superficie externa a menudo presenta un ennegrecimiento por contacto con el fuego, lo que revela un uso culinario sobre el fuego.

Por fin, cerámicas de pastas claras (beige, rosa, naranja) con desgrasantes de calibre pequeño a medio, recubiertas con un vidriado plumbífero de color verde, con diferentes tonalidades.

Fig. 2.6. Materiales inventariados de las Murallas Reales.

Cerámica a torno bizcochada clara: pastas de color beige a rosa pálido, con desgrasantes de calibre fino a medio. Las superficies son lisas y generalmente más claras que el núcleo. Algunas piezas presentan pastas más oscuras, de color naranja o rojo, pero están recubiertas con un engobe beige, lo que les confiere un aspecto exterior idéntico al de las anteriores, por lo que se han incluido en este grupo.

Cerámica a torno bizcochada naranja-roja: pastas de color naranja a rojo, con desgrasantes de calibre pequeño a medio, con superficies alisadas. La cocción no siempre es uniformemente oxidante. Por lo tanto, en este grupo se incluyen los ejemplares con superficies de color gris, ya sea por la técnica de cocción, revestimiento con engobe, o por el posterior contacto directo con el fuego.

Cerámica modelada a mano: pastas de color rojo, marrón y negro, de cocción poco uniforme y mayormente reductora. Presentan desgrasantes de calibre pequeño a grande; el alisado de ambas superficies es común, a veces combinado con bruñido.

Materiales de construcción: se trata de una serie de objetos utilizados en la construcción o decoración de estructuras, entre los cuales azulejos con diversas técnicas decorativas, ladrillos, tejas, o caños.

Dentro de cada gran grupo se han diferenciado, en un segundo nivel, las diferentes fabricaciones y formas, con vista a una aproximación a los centros de producción, las cronologías y las funcionalidades (figura 2.6)

Cabe destacar que gran parte del conjunto aquí considerado está constituido por cerámica del siglo XV y de la primera mitad del XVI, correspondiendo por tanto al periodo de ocupación portuguesa de la ciudad antes de la construcción de la Muralla Real. Sin embargo, también se identificaron materiales correspondientes al período de dominación mariní, es decir, inmediatamente antes de la conquista de 1415. El estudio de todos estos materiales se hará conjuntamente en este artículo, puesto que si para algunas categorías la distinción formal y técnica es evidente (como en el caso de la cerámica esmaltada y algunos vidriados), en otras la clasificación ha de ponderarse o es imposible, en el estado actual de los conocimientos (especialmente en el caso de la cerámica a torno bizcochada). En el mismo sentido, cabe señalar que, mientras que en algunos de los grupos de fabricación fue posible contabilizar por separado los materiales de los períodos mariní y portugués, en otros el recuento se realizó de forma conjunta. En cierto sentido, hay que asumir que la realización de esta investigación – junto con los datos que se han venido elaborando para la región del Estrecho de Gibraltar en los últimos años – nos permite hoy en día tener un conocimiento muy diferente al que existía cuando iniciamos este estudio, en el ya lejano año 2014.

En cuanto a los objetos metálicos hallados en estos estratos de la intervención de 2012-2013 en la Puerta Califal, en una primera fase se expusieron todos los materiales según la unidad estratigráfica de la que procedían, con el fin de facilitar el proceso de recuento y selección. En esta etapa, el estado de conservación de gran parte de los objetos metálicos, en particular los de hierro, imposibilitaba a menudo su identificación tipológica.

Sin embargo, se contabilizaron todos los objetos y se pesaron las escorias recogidas. También se intentó clasificar cronológicamente los objetos, lo que, debido a su estado de conservación y a la falta de elementos distintivos, resultó imposible en la mayoría de los casos. Tras una evaluación de todo el conjunto metálico existente, se seleccionaron 81 objetos representativos de los diferentes tipos presentes, elaborándose fichas de inventario para todos ellos. En el caso de 51 de estas piezas, se procedió a su limpieza, conservación y restauración, dado su interés y singularidad entre los hallazgos arqueológicos modernos de la ciudad de Ceuta, lo que además permitió estudiarlos con más detalle. Cada objeto seleccionado recibió un número de inventario que, al igual que en el conjunto cerámico, comenzaba con el acrónimo “PC13”. Por último, también se inventariaron objetos fabricados en otros tipos de materiales, muy raramente detectados en esta intervención arqueológica, concretamente de piedra, hueso y vidrio, así como fragmentos de estuco, que sumaban un total de 25 fichas de inventario (figura 2.7).

Cabe destacar en el caso de los cuencos de fondo con umbo y asas horizontales el ejemplar sevillano PC13-208, con mango triangular horizontal; estas piezas datan de finales del siglo XV y están influenciadas por las formas valencianas (Pleguezuelo et al., 1997, p. 132). En el caso de los ejemplares PC13-069 y PC13-392 nos encontramos ante probables producciones de Paterna y Manises, con mangos horizontales destacados, trilobulados o polilobulados. No se puede descartar la existencia de decoración de reflejo metálico, pero es posible que ya hubiera desaparecido, como se puede ver en los ejemplares cuatrocentistas de Caltagirone (Sicilia) (Cilia, y Fiorilla, 1997, p. 476). Entre las piezas pintadas reconocemos las decoraciones en azul³⁰ y en azul y morado, las cuales pueden adquirir un tono negro, debido a la concentración de pigmento³¹. En este conjunto encontramos una mayoría de fragmentos que se encuadran en la serie azul y en la serie azul y morada de Sevilla, iniciada en el siglo XV y continuada en el XVI (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 228-231). Una vez más hay que señalar que se han hallado piezas de estos tipos en contextos arqueológicos de la misma fecha en Alcazarseguer, las cuales han sido recientemente objeto de análisis arqueométricos que han demostrado su origen sevillano (Iñañez et al., 2016, p. 202, 212-213).

La serie azul incluye ejemplares (en este caso, se trata de platos, cuencos y lebrillos) con decoración lineal, es decir, con dos líneas azules concéntricas y paralelas al borde, que a veces se repiten en la zona de fondo (PC13-058, PC13-073, PC13-185, PC13- 249, PC13-268, PC13-372, PC13-420, PC13-444, PC13-540, PC13-543, figura 6.2.2). Este patrón decorativo se combina a menudo con un tercer elemento gráfico, como los motivos geométricos abstractos, dispuestos de forma algo libre, dentro de una banda concéntrica delimitada (PC13-061, PC13-183, (30) Azul: PC13-045, PC13-061, PC13-068, PC13-183, PC13-195, PC13-370, PC13-371, PC13-381, PC13-413, PC13-419, PC13-443, PC13-531, PC13-541, PC13-544, PC13-832, PC13-837, PC13-842, PC13-844, PC13-864, PC13-880. Azul y morado: PC13-042, PC13-055, PC13-059, PC13-593. (31)  PC13-041, PC13-066, PC13-188, PC13-204, PC13-361, PC13-386, PC13-813. PC13-541, PC13-880, figura 6.2.2). Cabe señalar que estas bandas decoradas aparecen aquí solamente en la zona del ala de los platos de fondo con umbo (PC13-061, PC13-183, PC13-541, PC13-880), y hay que suponer que el fondo (poco preservado en estos fragmentos) presentaría otro motivo decorativo central. Según Pleguezuelo y Lafuente, este tipo de plato, que imita una forma italiana, adquirió mayor expresión en el siglo XVI (1995, p. 236).

En otros casos se observa que, después de las líneas azules, la decoración se aplica desde la zona del borde hasta el fondo, sin muchos espacios vacíos, en los cuencos con umbo y borde vertical (PC13-370, PC13-371) y los de fondo con pie anular (PC13-068, PC13-832) (figura 6.2.2). Otros ejemplares, que forman parte de la variante lineal figurada (Pleguezuelo et al., 1997, p. 138-139), combinan las líneas concéntricas del borde con motivos decorativos aplicados en la zona del fondo, como los cuencos de fondo con pie anular (PC13-045, PC13-195, PC13-443), los platos de fondo con umbo y ala destacada (PC13-381) y los lebrillos (PC13-864) (figura 6.2.2). En el caso de platos y lebrillos, las líneas concéntricas del borde se repiten en el fondo para delimitar el resto de la decoración. Los lebrillos tienen paralelos formales en los ejemplares producidos en Jerez de la Frontera y en Sevilla en el siglo XVI (Barrionuevo, 2008/2009, p. 273-275; Amores, y Chistvert, 1993).

Ya en la serie azul y morada, la decoración lineal presenta líneas azules con líneas o bandas moradas/negras intercaladas, pero aquí aparecen siempre asociadas a otros motivos decorativos, tanto en la superficie interior como en la exterior, como por ejemplo en los cuencos con umbo y borde vertical (PC13-204), los de fondo con pie anular (PC13-041, PC13-188, PC13-361) y los de fondo con umbo y asas horizontales (PC13-386) (figura 6.2.2), y también en los platos de fondo con umbo (PC13-042, PC13-055, PC13-059, PC13-066, PC13-593, PC13-813) (figura 6.2.3). Esta serie apunta a una cronología de producción de entre mediados del siglo XV y el tercer cuarto del XVI (Pleguezuelo et al., 1997, p. 132).

(30) Azul: PC13-045, PC13-061, PC13-068, PC13-183, PC13-195, PC13-370, PC13-371, PC13-381, PC13-413, PC13-419, PC13-443, PC13-531, PC13-541, PC13-544, PC13-832, PC13-837, PC13-842, PC13-844, PC13-864, PC13-880. Azul y morado: PC13-042, PC13-055, PC13-059, PC13-593.

(31)  PC13-041, PC13-066, PC13-188, PC13-204, PC13-361, PC13-386, PC13-813

Fig. 11.1. Materiales arquitectónicos.

10.3. La porcelana china (GCL)

El conjunto exhumado durante los trabajos arqueológicos en el área de la Puerta Califal de las Murallas Reales de Ceuta incluye 11 fragmentos de porcelana china que datan de entre finales del siglo XV y mediados del siglo XVI, siendo su terminus ante quem definido por el momento de la reestructuración y reconstrucción del sistema fortificado, que sellaba el sector en el que se hallaron los materiales. Estos fragmentos se encontraron principalmente en las tres unidades estratigráficas que contienen la mayor parte del material arqueológico analizado en este conjunto, concretamente las [180/181], [174] y [119], en el cuerpo central del relleno de la muralla, y también en la [190]; fue igualmente hallado un ejemplar en cada uno de los estratos [34], [55] y [59], en la parte superior de la colmatación requerida para la construcción de la muralla abaluartada portuguesa.

La presencia de porcelana china en los contextos arqueológicos europeos de la época moderna es constante. Sin embargo, su estudio sigue estando focalizado en el campo de la Historia del Arte y el coleccionismo. En este sentido, los fragmentos recuperados en contextos arqueológicos adquieren especial importancia, ya que contribuyen a una mejor comprensión de la vida cotidiana, permitiendo evaluar el desarrollo de su comercialización, en contraposición a la formación de colecciones privadas contemporáneas, estas más estudiadas. Con el análisis de estos fragmentos, la atribución de cronologías y la identificación de centros de producción, se pretende contribuir muy sencillamente a la comprensión del comercio entre Asia Oriental y el Mediterráneo Occidental, encuadrando la presencia de estas producciones en Ceuta.

10.3.1. Caracterización de la porcelana

Las piezas que aquí se analizan son fragmentos de platos o cuencos, de pequeño tamaño, lo que dificulta su caracterización y datación. Aun así, es posible enmarcarlas claramente en la dinastía china Ming (1368-1644), más precisamente entre finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, lo que coincide exactamente con el momento de la remodelación de las Murallas Reales. Este es el momento en que se produce una llegada más numerosa de materiales procedentes de Asia Oriental a Europa, además del crecimiento mercantil dentro del propio continente europeo, con intercambios constantes entre el Mediterráneo y la Península Ibérica y el norte de Europa.

El territorio de Ceuta participó en este movimiento, no sólo porque se encontraba en una situación geográfica privilegiada en el Estrecho de Gibraltar, zona de paso neurálgica de estas rutas, sino también por el papel que desempeñó en el proceso de la expansión portuguesa.

La forma más representada en los ejemplares analizados es el plato, con seis fragmentos registrados (PC13-020, PC13-039, PC13-313, PC13-380, PC13- 835 y PC13-881) (figura 3.1). Se conservaron restos de asa con el arranque del borde (PC13-313), de asa con borde (PC13-020 y PC13-835), de fondo con el arranque de la pared (PC13-380) y porciones de pared (PC13-039 y PC13-881). Las pastas son duras, finas, muy homogéneas, compactas y bien depuradas, prácticamente sin desgrasantes visibles, y de tonos blancos. La decoración está pintada en azul sobre la pasta seca, recibiendo después el vidriado transparente. En todos los ejemplares se pudo comprobar que la cocción se realizó en un ambiente oxidante. El vidriado transparente permite vislumbrar el tono blanquecino de la pasta (PC13-020, PC13-835 y PC13-881), algunas veces casi beige (PC13-039, PC13-313 y PC13-380). En las superficies exteriores, las piezas presentan diversos temas decorativos, desde frisos de motivos geométricos con media corola y espirales entrelazadas (PC13-020 y PC13-835), nubes (PC13-039), motivos estilizados en forma de medialuna (PC13-313) y motivos fitomórficos (PC13-380). En las superficies interiores se observan frisos de volutas (PC13-020 y PC13-835), nubes (PC13-039 y PC13-380) y frisos de arabescos (PC13-313). Todos estos motivos decorativos suelen estar enmarcados por líneas concéntricas, que acompañan el borde o el fondo, apareciendo a veces en parejas (PC13-020, PC13-313 y PC13-380).

Dadas las características de las pastas, del vidriado, de los motivos decorativos y de su aplicación, podemos concluir que se trata de porcelana china de finales del siglo XV o de la primera mitad del siglo XVI, como se ha mencionado. Analizando su calidad técnica, dos de ellas deben haber sido producidas en los hornos reales de Jingdezhen (PC13-020,PC13-881), ya que tienen un cuerpo blanco, los motivos decorativos son más nítidos y el propio azul es más oscuro y vivo; de hecho, se trata de ejemplares que deben corresponder a los reinados de Zhengde (1506-1521) o Jiajing (1522-1566).

El resto puede corresponder a otros hornos, como los de Zhangzhou, en el sur de China, en la provincia de Fujian, cerca de la frontera con la provincia de Guangdong. Estos últimos se caracterizan por tener una pasta menos depurada, de color blanco casi beige o gris, generalmente cubierta por un espeso vidriado, siendo pintada en un azul más claro, también de tonos grisáceos, probablemente de Shanggao (Crick, 2010, p. 226), con una decoración más tosca, sin contornos, con un aspecto un poco difuso y menos nítido. Esta cerámica podría corresponder a las producciones conocidas como Swatow (Welsh, 2006, p. 14), pero la reducida dimensión de los fragmentos no lo deja claro. La presencia de esta pieza en Ceuta nos lleva a considerar la hipótesis de que fue adquirida en alguna ciudad comercial del sudeste asiático, ya que es el tipo de objetos típicamente exportados a esa zona, lo que demuestra la interferencia portuguesa en las redes comerciales que ya existían en el Océano Índico a su llegada (Henriques, 2012, p. 920).

El plato PC13-881, por su singularidad, es difícil de interpretar, pero podría corresponder a parte de la pata de un animal, como el gallo, gamo o fénix, decoraciones características de este período, con paralelos en varios ejemplares de la colección de la Casa Museu Anastácio Gonçalves, en Lisboa (Matos, 1996, p. 59, 61 y 67). Los platos PC13-020 y PC13-835 son muy similares entre sí y tienen un paralelo en otro plato que data de finales del siglo XV o principios del XVI, de la colección Amaral Cabral (Fernandes, y Guerra, 1997, p. 52-53). El plato PC13- 313 encaja en la misma cronología, con paralelos en un plato procedente de las excavaciones realizadas en Aljube y Carnide, en Lisboa (Casimiro et al., 2017, p. 59), y en ejemplares hallados en dos contextos de las Filipinas, uno en Catalagan, en la isla de Luzón, otro en el junco Lena, que se hundió en torno a 1490 en la Isla de Busuanga (Henriques, 2012, p. 920-922), y también en otros platos de la Fundación Baur, en Ginebra (Locsin y Locsin, 1970, p. 187; Crick, 2010, p. 275). Finalmente, y en vista a su pequeño tamaño, no se encontraron paralelos para los platos PC13-039 y PC13-380. En el primer caso, la decoración parece representar una nube, que podría formar parte de un gran conjunto de nubes que flotaban alrededor de un dragón o Qilin, una escena típica de la transición entre los siglos XV y XVI (Matos, 1996). En el segundo caso, la decoración presenta lo que parece ser parte de una pequeña planta, común en representaciones de la misma cronología.

Además de los platos mencionados anteriormente, fue hallado otro fragmento de pared de una forma abierta, que por sus características debe corresponder también a un plato (PC13-038) (figura 3.1). La pasta presenta las mismas características que los ejemplares azules y blancos, pero la decoración está pintada en rojo y verde sobre el vidriado, no habiendo sido sujeta a cocción posterior. La superficie exterior no está decorada. En cambio, la superficie interior presenta un motivo no totalmente perceptible, aunque podría tratarse de una flor de loto.

Debería corresponder a finales del siglo XV, principios del XVI, períodos Zhengde o Jiajing (Matos, 1996, p. 22-23). La introducción del rojo en la porcelana se remonta al reinado de Hongwu (1368-1398), que por diversas razones sustituyó el azul por el rojo: en primer lugar, su familia procedía del sur de China, una región relacionada con el fuego en la cosmología china; en segundo lugar, el nombre de la familia imperial china (Zhu) también se refiere al sulfuro de mercurio, un mineral del que se extraía el pigmento rojo; en tercer lugar, parte del nombre del emperador “Hong” significa rojo en mandarín; por último, la política cambió, notándose un mayor aislamiento de China, de modo que la importación de cobalto para el azul de Oriente Medio disminuyó drásticamente, siendo este mineral sustituido por el sulfuro de mercurio y, más tarde, por el óxido de hierro (Ströber, 2013, p. 28). Así, durante los reinados de Hongwu, Jianwen (1399-1402) y Yongle (1403-1424) la porcelana fabricada para el consumo interno, pero también para la exportación, ya no era azul y blanca, sino más bien roja y blanca (Ströber, 2013, p. 28). Sin embargo, la técnica para la producción del color rojo era difícil, porque el sulfuro de mercurio es muy volátil y, si no se controla bien, da lugar a diferentes tonos de rojo. Solamente a partir del reinado de Yongle la técnica ha sido perfectamente dominada (Ströber, 2013, p. 28). Para este raro ejemplar sólo encontramos un paralelo en Alcazarseguer (Redman y Boone, 1979, p. 36), que es ciertamente anterior a 1550, fecha en que los portugueses abandonaron esta plaza.

Se hallaron también tres pequeños fragmentos de cuenco, dos paredes (PC13-021 y PC13-872) y un borde (PC13-016) (figura 3.1). Las pastas tienen las mismas características que las de los platos y todos los ejemplares han sido cocidos en un ambiente oxidante y posteriormente revestidos con un vidriado transparente. La decoración está pintada en azul sobre blanco y bajo el vidriado. En las superficies exteriores estas piezas presentan temas decorativos que van desde balaustradas o puentes (PC13-872), hasta lotos entrelazados o parte de un dragón (PC13-021). Estos motivos decorativos suelen estar enmarcados por líneas concéntricas que siguen el borde (PC13- 016). Las superficies interiores presentan dos líneas concéntricas que marcan el borde (PC13-016), o se presentan sin decoración (PC13-021 y PC13-872).

Considerando tanto las características técnicas como los temas decorativos, podemos concluir que un fragmento fue probablemente producido en los hornos de Jingdezhen (PC13-021), ya que tiene un cuerpo muy blanco, motivos decorativos muy nítidos, con contornos perfectamente demarcados, y el azul es bastante vivo. Los otros dos también son de buena calidad técnica, pero la decoración es menos cuidada y algo difusa. En cuanto a los paralelos, los motivos con escenas acuáticas, que suelen incluir puentes, o las escenas campestres, en las que normalmente hay balaustradas o vallas, son muy comunes a principios del siglo XVI, sobre todo durante el reinado Jiajing. Así, el motivo decorativo identificado en PC13-872 encuentra paralelos en piezas de mediados del siglo XVI, profusamente decoradas con motivos vegetales, en los hallazgos arqueológicos del Mosteiro de Santa Clara-a-Velha, en Coimbra (Santos, 2002, p. 55), o en la colección de la Casa Museo Anastácio Gonçalves (Matos, 1996, p. 67; 75). La superficie exterior del fragmento PC13-021 presenta un patrón decorativo que puede corresponder a motivos fitomórficos, concretamente lotos entrelazados o cintas ondulantes enlazadas.  El trazo y el contorno son de alta calidad técnica, ya que han sido concebidos en los hornos reales de Jingdezhen y se sitúan en el periodo Zhengde (1506-1521).

El cuenco PC13-016 presenta dos líneas concéntricas en la superficie interior, que marcan y siguen el borde y delimitan parte de lo que parece ser una nube, típicamente asociada al periodo Jiajing (1522-1566). En ambos casos, los motivos asociados a la forma del objeto son bastante comunes durante la primera mitad del siglo XVI. Los paralelos son difíciles, pero hay fragmentos procedentes del Largo do Chafariz de Dentro, en Lisboa, aun inéditos, que presentan los mismos temas decorativos.

10.3.2. La porcelana: su llegada al Mediterráneo

Los orígenes de la porcelana parecen remontarse al siglo VII, durante la dinastía Tang (618-907), y muy probablemente al centro de producción de Jingzhou en la provincia de Hubei (Dias, 1996, p. 20), cuando un horno alcanzó accidentalmente temperaturas superiores a las normales y vitrificó algunas de las piezas cerámicas, que se volvieron más duras y resistentes, y a la vez diferentes de la cerámica común que habitualmente se producía. Esta casualidad creó las condiciones para que los hornos pudiesen alcanzar altas temperaturas, alrededor de 1300°C (Matos, 1996, p. 278).

La porcelana alcanzó su primer gran desarrollo durante la dinastía Song (960-1279), gracias al patrocinio de emperadores cultos y pacifistas (Matos, 1996, p. 19). El mayor y más importante centro de producción de porcelana fue Jingdezhen, en la provincia de Jiangxi, probablemente fundado por el emperador Jingde alrededor del año 1000 a.C. (Guedes, 1995, p. 23). Jingdezhen era el centro neurálgico del comercio de la porcelana china porque reunía todas las condiciones necesarias: se ubicaba cerca de enormes bosques que abastecían los hornos, de las colinas de Gaoling de donde se extraía el caolín y también del arroyo Chang, que desembocaba en el lago Boyang y que permitía llegar a la ciudad imperial de Nanking a través del río Yangi; desde aquí, a través del Gran Canal, se podía acceder a Tianjin y Pekín, lo que, a través del arroyo de Guan, permitía llegar a Cantón y a los puertos del litoral sur y asegurar así la rápida y eficiente distribución por toda China y por consiguiente, hacia el Mar de China, y las demás regiones del mundo (Matos, 1996, p. 25). Los talleres de Jingdezhen comenzaron a producir porcelana “azul y blanca” a principios del siglo XIV (hacia 1310-1320), pero en los momentos de mayor producción llegaron a existir alrededor de 80 centros de producción (Guedes, 1995, p. 25).

La porcelana es conocida en Europa desde la Edad Media, concretamente desde el viaje de Marco Polo a China (1254-1324), quien la comparó con las conchas marinas llamadas porcelle por los venecianos, de modo que ese tipo de cerámica pasó a denominarse porcelana. A partir de entonces, la porcelana pasó a formar parte de la Ruta de la Seda, convirtiéndose en un símbolo intercultural (Pleguezuelo, 2003, p. 131). La seda y otros productos se comercializaban desde hacía mucho tiempo a través de las caravanas, pero, como la porcelana tenía un peso tres veces superior al de la seda y una gran fragilidad, el volumen de este comercio era bastante reducido, lo que hacía su transporte hacia Europa por tierra, en grandes cantidades, casi inviable (Guedes, 1995, p. 28). De hecho, es importante referir que la porcelana nunca fue la carga principal transportada por los portugueses, sino más bien las especias o los tejidos, los cuales proporcionaban mayores beneficios. Sin embargo, en 1522, D. João III ordenó que los navíos de la India transportaran porcelana hasta un tercio de su carga total y, ya en 1580, se conoce la existencia de seis tiendas especializadas en porcelana ubicadas en la calle más transitada de Lisboa, la Rua Nova dos Mercadores (Impey, 1992, p. 9).

Pronto los europeos manifestaron su fascinación por la porcelana china, especialmente la azul y blanca, por su translucidez, brillo, sonido metálico, dureza, blancura y delicada decoración (Pleguezuelo, 2003, p. 131). La más antigua referencia escrita a la porcelana china en Europa se remonta a 1323, en el testamento de la Reina María de Nápoles y Sicilia. Por otro lado, cierta evidencia arqueológica de la residencia real de Lucera en Italia, demuestra que la porcelana llegó a Europa incluso antes del siglo XIV. De hecho, el jarrón “Gaignières-Fonthill”/Beckford llegó a Europa durante el siglo XIV, ya que Luis “el Grande” de Hungría se lo regaló a Carlos III de Nápoles en 1381, cuando este se hizo con el trono (Matos, 1996, p. 21-23). Se conocen asimismo otras dos piezas que atestiguan esta temprana llegada de la porcelana china a Europa: el cuenco Katzenelnbogen del Hessiches Landesmuseum de Kassel (Alemania), un celadón Longquan de finales del siglo XIV o principios del XV, y un plato celadón Longquan ofertado por el sultán de Egipto, Qâ’it Bay, a Lorenzo de Médici en 1487 (Fernandes, y Guerra, 1997, p. 29).

Aunque los primeros europeos en tomar contacto con la porcelana fueron los venecianos en el siglo XIV, los portugueses fueron los principales protagonistas de este comercio durante el siglo XVI, cuando se convirtieron en los intermediarios entre China y Europa a través de la Ruta del Cabo. La primera referencia al comercio entre chinos y portugueses se remonta a 1509 (Matos, 2002, p. 17), y en las décadas siguientes consiguieron alcanzar un papel relevante en el comercio intra-asiático, logrando así canalizar algunos productos hacia Europa. En lo que respecta a Asia Oriental, esto sólo fue posible porque a partir de 1511, con la conquista de Malaca, los portugueses garantizaron una base segura y rápidamente trataron de explorar varias rutas marítimas para hacer frente a las necesidades de cada uno de los actores del comercio en el Índico (Fernandes, y Guerra, 1997, p. 14). De hecho, los portugueses fueron los primeros en proporcionar motivos decorativos a los artesanos chinos, para ciertos encargos, y los primeros en comerciar en los mercados europeos, a través del puerto de Lisboa (Matos, 2002, p. 11-29). Estos motivos decorativos eran las armas reales portuguesas, la esfera armilar (la divisa de D. Manuel I), el monograma JHS, inscripciones en portugués y latín de carácter nominal y religioso, y también heráldica de carácter religioso y relativa a la nobleza portuguesa (Matos, 2002, p. 17-19). Inicialmente, la porcelana “azul y blanca” alcanzaba en Europa precios elevados, por lo que tuvo un gran éxito entre los estratos socioeconómicos más altos e incluso llegó a convertirse en un objeto de ostentación (Sabrosa, 2018, p. 16). A partir de 1565, los españoles, buscando una alternativa a la dominación portuguesa, crearon la “Ruta del Galeón de Manila”, que conectaba Manila, en Filipinas, con Acapulco, en México, y desde allí, siguiendo la “Ruta de la Plata”, llegaba a Cádiz y a Sevilla. De este modo, el consumo de porcelana se generalizó en la Península Ibérica, extendiéndose por toda Europa (Pleguezuelo, 2003, p. 132).

Así, durante el siglo XVI y principios del XVII, se pueden considerar dos fases en la historia de las importaciones europeas de porcelana china. La primera corresponde aproximadamente a las primeras décadas del siglo XVI y se basó en pedidos realizados por europeos, principalmente portugueses, de los que se conocen varios ejemplos, así como algunas porcelanas destinadas originalmente al mercado interior chino, pero que los comerciantes portugueses lograron traer a Europa. Se trata de piezas de gran calidad técnica que combinan elementos europeos (inscripciones religiosas en portugués y latín, esferas armilares y armas reales) con elementos chinos (peonías, flores de loto, dragones, fénix, Qilins, entre otros) (Matos, 2002, p. 17-20). En este sentido, entre febrero de 1511 y abril de 1514, 692 piezas de porcelana llegaron a la Casa da India, en Lisboa (Antunes, 1998, p. 93). La segunda fase corresponde aproximadamente a los reinados de Jiajing, Longqing y Wanli, y se caracteriza por la pérdida de calidad de las porcelanas, que ya se producían con la intención de ser exportadas, de modo que las pastas eran menos finas y depuradas y los contornos de los dibujos eran de un color azul oscuro y rellenados con aguadas claras (Matos, 2002, p. 22). Es precisamente durante esta segunda fase cuando la porcelana china comienza a llegar en grandes cantidades, convirtiéndose gradualmente en un artículo común en Europa.

Los más antiguos ejemplares de porcelana china hallados en Ceuta hasta la fecha se remontan aproximadamente al periodo entre finales del siglo XV, reinado de Hongzhi (1488-1505) y principios del siglo XVI, reinado de Zhengde (1505-1521) (Caroscio, 2015a, p. 184). Sin embargo, la mayoría de los fragmentos probablemente datan del reinado de Jiajing (1522-1566), período en el que la exportación de porcelana china a Europa se convierte en un hecho regular (Matos, 1996, p. 24-31). Los fragmentos aquí analizados reflejan, en definitiva, el papel fundamental que Ceuta desempeñó entre finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI y, al mismo tiempo, pueden contribuir a la reconstitución de las vivencias cotidianas de la Ceuta de este periodo.

Hay varios ejemplos de porcelanas que datan de la primera mitad del siglo XVI o de períodos anteriores procedentes de contextos arqueológicos portugueses bien datados, como por ejemplo Alcazarseguer, en la costa africana y no muy lejos de Ceuta (Teixeira, y Torres, 2018, p. 127-29), pero también de Tavira, en el sur de Portugal (Cavaco, y Covaneiro, 2017, p. 211), y de Almada, cerca de la desembocadura del río Tajo (Candonga, 2018, p. 20-24), además de la propia Lisboa, naturalmente (Henriques, 2012). También se ha documentado la presencia de porcelana de esta cronología antigua en otras ciudades mediterráneas, como Almería, Nicosia o Corinto (Whitehouse, 1972, p. 68-69).

Así, queda patente que las aglomeraciones urbanas situadas cerca de la costa, incluso las de menor tamaño y menos importancia político-administrativa, recibieron productos oriundos de las más diversas y lejanas geografías, por ser precisamente más abiertas al exterior y participar en las rutas comerciales que animaban los mares en esta época. Por lo tanto, no es de extrañar que los individuos con menor poder adquisitivo de estas pequeñas aglomeraciones urbanas poseyeran elementos de porcelana, aunque de menor tamaño y en muy poca cantidad. Esto viene a contrarrestar la tradicional percepción de que la porcelana y otros tipos de producción serían objetos de lujo utilizados exclusivamente por los sectores más adinerados de la población. Naturalmente, el hecho de que estas porcelanas de Ceuta hayan sido halladas en el relleno de las murallas nos impide plantear propuestas sobre el tipo de consumidores ceutíes de estas cerámicas, o sobre los entornos sociales en los que estas se utilizaban. Aun así, es posible comprender que estaban en uso o habían sido descartadas, en algunos casos hacía poco tiempo, ya que fueron reutilizadas en las obras de reconstrucción como relleno de la estructura.

10.4. El gres (GCL)

10.4.1. Las producciones de gres de Renania

La producción de gres es conocida desde la antigüedad y está documentada arqueológicamente en China al menos desde la dinastía Han (206 a.C. - 220 d.C.). En Europa, la producción de gres (también llamado stoneware) comenzó a finales del siglo XIII o principios del XIV, concretamente en la zona del valle del Rin, exportándose ampliamente hacia Reino Unido durante el siglo XIV (Gaimster, 1997b, p. 35). Sin embargo, ya en el siglo XII se había intentado producir cerámica común porosa y blanda, en una variedad de pastas y colores (Lessmann, 1997, p. 12- 18; Muthucumarana et al., 2008, p. 16-24).

Los primeros y principales talleres de producción del gres fueron los de la región de Westfalia, concretamente Colonia, Raeren, Siegburgo y Dreihausen, este último en la provincia de Hesse. Las ciudades de Raeren y Colonia lideraron la producción de gres en el siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, hasta el punto de que el término Colonia ware se aplicaba comúnmente a todo el gres de color marrón. En la segunda mitad de este siglo, Frechen, no muy lejos de Colonia, comenzó a adquirir gran importancia en esta producción, sobrepujando a los anteriores centros de producción y exportación (Gaimster, 1997b, p. 193, 209 y 225). De hecho, a lo largo del río Rin y durante el siglo XVI, cada ciudad y cada comarca desarrolló un estilo propio de este tipo de cerámica, caracterizado por el tipo de materiales y acabados que empleaba, a pesar de que se pueden señalar varios casos de influencias recíprocas (Silva et al., 2012, p. 78-79).

La zona del valle del Rin reunía todas las condiciones necesarias para la producción de este tipo de cerámica y su consiguiente exportación. Para la producción de gres se necesitan tres recursos: grandes yacimientos de arcilla fina y de buena calidad, grandes bosques para abastecer los hornos y grandes cantidades de sal para el vidriado. Todos estos requisitos existían en esta zona de Alemania, que tenía bosques enormes y densos bajo los cuales existían arcillas de gran calidad con altas concentraciones de sílice y aluminio (Lessmann, 1997, p. 12-18). Además, el río Rin proporcionaba una vía para el transporte y exportación de los productos. El gres está hecho de arcilla opaca, no porosa, que cuando se cuece a altas temperaturas (1200°C -1280°C), se vuelve dura e impermeable, volviéndose blanca, marrón amarillenta, gris o roja. La pasta de los greses marrones suele ser más gruesa que la de los azules sobre gris y ocasionalmente puede tener inclusiones (Skerry, y Hood, 2009, p. 65). Las pastas del gres del valle del Rin van del blanco a varios tonos de marrón y gris, y el interior de las piezas suele tener matices ligeramente distintos a los del exterior. Las pastas utilizadas en los talleres de Frechen y Colonia presentan un color gris oscuro, pero, excepcionalmente, pueden variar de un gris claro hasta un marrón rojizo (Gaimster, 1997b, p. 220).

El vidriado de sal fue introducido gradualmente en el final del siglo XV y durante el siglo XVI. Se obtenía introduciendo sal marina húmeda en los hornos durante la cocción, ya que a altas temperaturas el sodio interactúa con la sílice y el aluminio de la arcilla. Las cerámicas secas eran sumergidas en un baño de engobe, sobre el que reaccionaba el vidriado de sal. En algunos casos se obtiene una superficie uniforme de color marrón, mientras que en otros incluso se crea una fina capa vitrificada que a menudo es irregular (la llamada “piel de naranja”). Esta técnica se ha convertido en una parte integral de la producción por razones puramente estéticas (Lessmann, 1997, p. 16-24). En el caso del gres marrón, antes de la cocción se aplicaba un engobe marrón, que luego adquiría sombras y manchas de diferentes tonalidades y tamaños e incluso llegó a denominarse tigerware (cerámica piel de tigre) (Gaimster, 1997b, p. 40).

El primer y principal uso del gres fue el almacenamiento de líquidos, como lo demuestra el gran número de botellas, jarros y jarras globulares de diferentes tamaños recuperados. Con el tiempo, también se fabricaron vajillas y objetos con funciones relacionadas con la higiene (Skerry, y Hood, 2009, p. 11-14). De hecho, ninguna forma tuvo tanta proyección como los jarros llamados Bartmann krug, literalmente “hombre barbudo”. Su cuerpo piriforme se hacía a torno y las decoraciones se preparaban previamente en moldes de madera, por lo que existen numerosas versiones (Muthucumarana et al., 2008, p. 16-24). Algunos de los moldes utilizados para hacer las máscaras han sido fechados, lo cual es un buen indicador cronológico (Skerry, y Hood, 2009, p. 9). Las decoraciones se basan en gran medida en hombres barbudos o máscaras en la zona del cuello de los recipientes y en motivos vegetales o heráldicos en el cuerpo (Lessmann, 1997, p. 12).

En términos más generales, la decoración de los greses del valle del Rin se caracteriza principalmente por los adornos en relieve hechos a molde, aunque hay casos de incisiones, estampados, estampados de ruleta, así como cordones con motivos vegetales o no, alrededor del gollete, del cuello y de la base. En el caso de los greses marrones hay cierta variedad, siendo los más comunes las mencionadas Bellarminas, o Bartmann, Bearmanjars e incluso Graybeard (Skerry, y Hood, 2009, p. 9).

Las Bartmann se fabricaron entre principios del siglo XVI y mediados del XVIII, quedando conocidas en el siglo XVII como Bellarminas. Durante este período se produjo una pérdida de calidad en el diseño de la máscara, cada vez menos nítida y más caricaturesca (Skerry, y Hood, 2009, p. 9). Sin embargo, este hecho no debe ser considerado como un elemento de datación, porque aún hoy existen máscaras de alta y baja calidad. La denominación también es controvertida y existen dos versiones. Una de ellas sostiene que el nombre Bellarmina proviene del cardenal italiano Roberto Bellarmino (1542-1621), uno de los líderes de la contrarreforma que tenía muchos opositores en el norte de Alemania y los Países Bajos (Gaimster, 1997a, p. 121-128). La otra afirma que ya desde la época romana se producían estas botellas, en las que la figura barbuda representaba a Cernuno (un dios pagano con cuernos). Algunos autores sostienen que además del cardenal Bellarmino, el duque de Alba (1507- 1582), otro opositor del protestantismo, también fue caricaturizado en las botellas (Lessmann, 1997, p. 13). Durante el siglo XVII, la denominación “Bellarmina” se utilizó no solamente para las botellas decoradas con la representación del hombre barbudo, sino también para todas las botellas con vidriado de sal, algunas de las cuales solamente presentaban decoraciones vegetales (Lessmann, 1997, p. 12-18), como es probablemente el caso de los ejemplares estudiados en este trabajo.

Durante los siglos XVI y XVII estas producciones fueron ampliamente comercializadas, principalmente por vía marítima, ya sea como producto final o como contenedor para otros productos, por lo que aparecen en numerosos naufragios y, especialmente, en ciudades costeras (Gaimster, 1997a, p. 121-128). En consecuencia, la presencia del gres en contextos arqueológicos de diferentes estratos sociales (palacios reales, castillos, monasterios, casas de mercaderes, entre otros) pone de manifiesto su importancia como fuente histórica para el conocimiento de la vida cotidiana en los siglos XV, XVI y XVII (Silva et al., 2012, p. 79).

10.4.2. Los hallazgos de Ceuta

La forma más representada en los ejemplares procedentes del relleno de la Puerta Califal son los jarros de fondo plano, forma globular, con un cuello estrecho, más o menos destacado, con un borde vertical. Además de los cuatro fragmentos de pared de jarro, con la curvatura que remite a su forma globular (PC13-033, PC13-035, PC13-390; PC13-442) y un fragmento de asa también de jarro (PC13-418), fue posible identificar el borde de una botella, con 3,5 cm de diámetro (PC13-303) (figura 4.1).

Las pastas son duras, homogéneas, muy compactas y bien depuradas, prácticamente sin desgrasantes visibles; sus colores van desde el gris (PC13-033; PC13-035; PC13-418, PC13-390; PC13-442) hasta el gris claro (PC13-303). En todas las muestras se pudo comprobar que la cocción se realizó en un ambiente oxidante, pero el tratamiento de superficie es bastante distinto: la PC13-033 no presenta engobe en ninguna de sus superficies; la PC13-035 tiene un engobe de color marrón en la superficie externa, pero ninguno en la interna; el asa PC13-418 se presenta con un engobe marrón integral; el PC13-303 y el PC13-390 muestran un engobe marrón/naranja claro en ambas superficies; y finalmente el PC13-442 tiene la combinación más compleja, con un engobe blanco en la superficie interna y marrón/naranja en la externa.

En apenas uno de los seis fragmentos no se aplicó el vidriado de sal durante la cocción de las cerámicas, que adquirirán los tonos en sus superficies, ya descritos anteriormente. Es interesante notar que el fragmento de asa (PC13-418) presenta un vidriado con sombras y manchas de diferentes tonalidades y tamaños, una técnica que hace posible incluir esta pieza entre las denominadas tiger ware (“piel de tigre”) (Gaimster, 1997b, p. 40).

En cuanto a los motivos decorativos, las superficies interiores no presentan ningún rastro, lo que es comprensible tratándose de formas cerradas. Las superficies externas tienen, al contrario, varios elementos decorativos, aplicados a molde y concentrados en la zona de la panza de los jarros. En los fragmentos estudiados sólo se registraron finos cordones plásticos, representando ramas (PC13-033), que sustentan hojas de roble (PC13-035, PC13-390) o hojas asociadas a flores, como la rosa de los Tudor (PC13-442). La presencia de este tipo de decoración remite a jarros Bartmman, toda vez que no se conoce la aplicación de estos motivos sin la presencia de un “hombre de barba” en la zona de transición entre el cuello y la panza.

Fig. 3.1. Fragmentos de cuencos y platos de porcelana china.

Fig. 4.1. Fragmentos de gres de Renania

De acuerdo con la cronología probable de todos los ejemplares (finales del siglo XV o primera mitad del siglo XVI), los centros de producción que en aquel entonces exportaban más eran Frechen y Colonia (Caroscio, 2015b, p. 187). Aunque estos centros estaban situados muy cerca y, por lo tanto, se influían mutuamente, existen características que permiten distinguirlos. Colonia, por ejemplo, se caracterizaba por la aplicación en relieve de hojas de roble, cardos y ramas, junto con la caricatura del hombre barbudo, que debió haber sido producida inicialmente en Raeren (Brandon, 2006, p. 22).

Este tipo de cerámica es bastante recurrente en contextos fechados de finales del siglo XV y del siglo XVI, repartidos por todo el mundo, y hay muchos paralelos. A modo de ejemplo, mencionaremos solamente algunos de los yacimientos con ocupación portuguesa, bien datados de finales del siglo XV y de la primera mitad del XVI: Alcazarseguer, en Marruecos (Redman, 1986, p. 201); el Hospital Real de Todos-os-Santos (Bargão, 2015, p. 98), el Campo das Cebolas (Simão et al., 2017. 1903, 1909) y el Largo do Chafariz de Dentro (Silva et al., 2012), tres arqueositios en la ciudad de Lisboa.

Por último, cabe señalar que todos los ejemplares de este contexto se concentran en las unidades estratigráficas que aportaron la gran mayoría de los restos incluidos en este estudio, concretamente las unidades [174] y [180/181], es decir, los rellenos intermedios de la cortina abaluartada de mediados del siglo XVI. Se trata de hallazgos muy escasos desde el punto de vista cuantitativo, pero que aun así ponen de manifiesto el consumo de este tipo de material en esta ciudad entonces ocupada por los portugueses desde hacía más de un siglo.

10.5. La vajilla de mesa procedente la Península italiana (MC)

Las excavaciones llevadas a cabo durante la última década en la Puerta Califal, en el Istmo, han confirmado la presencia en Ceuta de importaciones del Mediterráneo Occidental, y más específicamente de los talleres italianos de Montelupo y de Liguria. Estamos hablando de unas tipologías de loza de mesa producidas entre finales del siglo XV y el principio del siglo XVII, pero la mayoría de los objetos remontan a las décadas centrales del siglo XVI, cuando aumentaron las producciones destinadas al mercado local en la Península itálica y el volumen de las exportaciones (Berti, 1998). A partir de la mitad del siglo XVI, fueron frecuentes las imitaciones procedentes de los talleres sevillanos, que se fueron especializando en copias de los modelos “a la moda” importados de Toscana, de Liguria, de Portugal y del sur de Francia (Caroscio, 2014). Se destaca también la presencia de unos cuantos fragmentos de cerámica con engobe y vidriado de plomo que se han reconocido como realizados por los talleres de Italia central, es decir dentro de la misma área – y a la vez en los mismos talleres – de producción de la loza.

Entre las diferentes tipologías de loza italiana importada en Ceuta destaca la de Montelupo, que incluye objetos cuya producción abarca desde finales del siglo XV hacia las primeras décadas del XVII. Unos fragmentos de jarros, no bien identificados a causa de su estado de conservación, pueden fecharse dentro de las últimas décadas del siglo XV (PC13-886, figura 5.2; PC13- 376, figura 5.1). Se han encontrado en la excavación de la Puerta Califal en Ceuta algunas piezas que pueden encuadrarse entre las primeras tipologías de loza de Montelupo que llegaron en el sur de la Península Ibérica y en el norte de África: platos con decoración en azul sobre fondo blanco (PC13-377, PC13-580, figura 5.1), conocida como “a la porcelana” (1480-1520) (Berti, 1998, p. 299-300) Estos objetos imitan evidentemente las importaciones de China y seguirán produciéndose a lo largo del siglo XVI.

Otros platos y escudillas muestran elementos geométricos entrelazados pintados en naranja y azul (PC13-409, figura 5.2) que se fechan, igual que las primeras producciones con decoración “a la porcelana”, entre finales del siglo XV y las primeras décadas del XVI, y que siguen circulando hasta las décadas centrales del siglo XVI (Berti, 1998, p. 311). En este momento, sobre todo los platos con decoración azul sobre fondo blanco, combinan elementos decorativos “a la porcelana” (PC13-856, figura 5.1) con otros elementos vegetales estilizados, según esquemas más complejos (Berti, 1998, p. 306; PC13- 209). Estas tipologías fueran producidas en grandes cantidades para la exportación, y siguieron importándose en Ceuta hasta la segunda mitad del siglo, cuando la parte central del plato estaba decorada más frecuentemente con paisajes y tal vez con pájaros, estemas, o escenas de cazas (Berti, 1998, p. 326-327). Los hallazgos de la Puerta Califal incluyen principalmente bordes de platos con elementos vegetales muy estilizados y enmarcados entre líneas (PC13-056, PC13-206; PC13-238, PC13-439, PC13- 828), entre grupos de líneas (PC13-533, PC13-817), o entre lazos más complejos (PC13-595) (figura 5.1). Se conservan también dos fondos con decoración posiblemente geométrica o con paisaje (PC13-434, PC13-539, figura 5.1).

Piezas con decoraciones similares a las que acabamos de presentar, pero con características diferentes por lo que concierne a la pasta y el vidriado a base de estaño, que es generalmente muy espeso y brillante, fueron producidos en los talleres de Faenza a mediados del siglo XVI. Algunas parecidas, pero más posiblemente procedentes de los talleres de Liguria, se han encontrado entre los hallazgos de la Puerta Califal (PC13-803, PC13-836, figura 5.1). Unos de estos fragmentos, aunque no se puedan clasificar como loza “berettina” (es decir con vidriado de estaño de color azul), presentan una superficie con tonalidades azul muy claro (PC13-314, PC13-594, figura 5.1).

A lo largo de las últimas décadas del siglo XV, antes de caracterizarse por la elaboración de un estilo decorativo proprio, los talleres de Montelupo imitaron la vajilla de mesa que en aquel momento llegaba de Valencia a Toscana y que se consideraba como modelo de referencia. Estas tipologías, generalmente policromas en azul, amarillo y naranja, imitaban la loza dorada de Manises y fueron producidas principalmente para el mercado local. Es bien conocida la circulación de estas piezas en el Mediterráneo occidental, aunque se pueda hablar de verdadera exportación sólo a partir de las décadas centrales del siglo siguiente. Algunos de estos platos y otros objetos producidos en Montelupo que imitaban la loza dorada de Manises, llegaron a su vez a la Península Ibérica y hasta las orillas del norte de África. Se trata de jarras con pequeñas hojas estilizadas, azules y anaranjadas, pintadas entre líneas moradas (PC13-324, figura 5.2), ornamentaciones particularmente difundidas en Toscana entre las últimas décadas del siglo XV y las primeras del XVI. Esta tipología decorativa fue utilizada ampliamente para los jarros de farmacia (Berti, 1996). Se sitúan dentro del mismo marco cronológico (1480-1520) unas piezas con motivos de origen oriental, como plumas del pavo real estilizadas (PC13-330) (Berti, 1998, p. 243-246) y las palmitas estilizadas, así como los cordones entrelazados (PC13-878, figura 5.2) que enmarcan dibujos centrales tales como escenas de cazas y dibujos geométricos complejos (Berti, 1998, p. 263-266) – a su vez una imitación de la loza islámica y mudéjar – o retratos. Estos últimos caracterizan la decoración de los platos renacentistas con finalidades decorativas, de celebración o utilizados como regalos entre enamorados: unos objetos producidos en Montelupo, así como en Faenza y en otros talleres italianos (Guidotti, 2006). De igual modo que los cordones entrelazados, los dibujos en el centro del plato o de las escudillas pueden ser enmarcados por series de elementos geométricos de los mismos colores, pero que muestran rasgos originales de la producción de Montelupo (PC13-018, PC13-328, figura 5.2), y que frecuentemente se asocian con un tablero de cajillas de colores diferentes (PC13-549, figura 5.2) (Berti, 1998, p. 268).

Como ya se ha mencionado, las imitaciones de la loza de Manises querían principalmente reproducir el efecto cromático de la loza dorada; por esto se utilizaron en gran medida colores como el amarillo y el naranja, pero estamos hablando de decoraciones y no de la técnica del reflejo metálico (Caroscio, 2010). Destacan los grandes platos decorados con espirales anaranjadas y tratos azules, cuya producción – conocida desde finales del siglo XV – se intensificó a partir de la segunda mitad del XVI y fue constante hasta finales del siglo, momento en el cual se fechan las piezas procedentes de la excavación de la Puerta Califal (PC13-002, PC13-591, PC13-592, PC13-884, figura 5.2). Igualmente, otras decoraciones que imitaban la loza dorada de Manises de finales del siglo XV siguen produciéndose – aunque con diferentes combinaciones cromáticas – hasta mediados del XVI (PC13-816, figura 5.2). Efectivamente, a partir de 1520-1540 aumentó de manera significativa el número de vajillas de loza de mesa policroma de Montelupo producidas específicamente para la exportación; su difusión creció en las islas Baleares, así como en la Península Ibérica y llegó, generalmente por intermediarios españoles, hasta el Caribe (Lister, y Lister, 1976). Unas de las tipologías más frecuentemente encontradas son los platos decorados con bandas geométricas naranja, amarillo y azul; sólo ocasionalmente en este momento se utilizó el verde (Deagan, y Cruxent, 2002).

No siempre es fácil identificar los motivos decorativos policromos de la vajilla de mesa de Montelupo hallada en la excavación de la Puerta Califal, ya que se conservan fragmentos de loza de tamaño muy pequeño¹ . En otros casos, el taller de fabricación de unas piezas policromas no ha sido identificado (PC13-432, figura 5.2). Al contrario, las vajillas con decoración policroma conocida como “azul esgrafiado” se han reconocido con certeza. Se trata da un tipo de loza que se produjo a partir de las décadas centrales del siglo XVI: la decoración es en parte pintada sobre fondo azul decorado con incisiones. Los hallazgos de nuestra excavación se sitúan en el periodo final de la producción de esta tipología, es decir durante la segunda mitad del siglo XVI (PC13-040, PC13-352, PC13-850, figura 5.2; Berti, 1998, p. 367).

Fig. 5.1. Fragmentos de mayólica italiana en azul y blanco.

Fig. 5.2. Fragmentos de mayólica italiana policroma.

10.6. Cerámica esmaltada de origen ibérico (JBT)

El conjunto de las cerámicas esmaltadas halladas en la excavación de la Puerta Califal de las Murallas Reales incluye objetos que tienen como principal elemento distintivo su recubrimiento superficial en vidriado estannífero, es decir, que añade un porcentaje que puede llegar hasta un cuarto de estaño a su composición a base de plomo y sílice (Picon et al., 1995, p. 42-44)² , lo que confiere a las piezas una tonalidad blanca y opaca. Aunque esa premisa parece válida en relación a la mayoría de las producciones de la Península Ibérica (Picon et al., 1995, p. 43-44), respecto a los inicios de la producción del vidriado opaco han de tenerse en cuenta los datos químicos relativos a cerámicas de Córdoba del siglo IX-X, los cuales han permitido verificar que su base estaba compuesta por un vidriado de plomo alcalino, o sea que además del óxido de plomo y de sílice contenía óxido de sodio y calcio, entre otros elementos menores (Salinas, y Pradell, 2018, p. 5).

En este apartado se analizan únicamente las cerámicas consideradas de fabricación ibérica. A partir de este punto común, se presentará en primer lugar la cerámica anterior a la llegada de los portugueses a Ceuta en 1415, es decir, el período de dominación islámica de la ciudad, analizando a continuación la cerámica que se extiende desde las décadas posteriores a la conquista portuguesa hasta el momento de la construcción de las murallas abaluartadas a mediados del siglo XVI. Se encontraron un total de 3.956 fragmentos de esta cerámica esmaltada, de los cuales 1.302 corresponden a materiales con una cronología anterior a 1415, mientras que 2.654 datan de un período posterior, es decir, en una proporción del 32% al 68%. Un balance un poco distinto se verifica en relación al número mínimo de individuos (NMI), con 224 frente a 1048 (18% y 82% respectivamente).

La gran diversidad de los fragmentos integrados en este tipo de cerámica justifica nuestra opción de análisis diacrónico, separando lo que pertenece al periodo islámico y lo que ya corresponde al universo cotidiano cristiano. Siempre que ha sido posible se realiza una clasificación atendiendo a la funcionalidad de las piezas. Los fragmentos se dividen teniendo en cuenta su pasta y el revestimiento de sus superficies, elementos generalmente asociados a distintos grupos de fabricación. Estos tipos pueden atribuirse a centros de producción de diferentes regiones, pero también a distintas alfarerías y maestros alfareros de una misma localidad. La asignación a un determinado centro ollero se complementa con el análisis de la forma y la decoración, dentro del ámbito de cada fábrica. En total, consideramos en este análisis 32 tipos con sus variantes para el período de dominio islámico y 86 para el dominio cristiano.

10.6.1. Del califato de Córdoba a los mariníes (931-1415)

La cerámica islámica de los siglos X al XV abarca un amplio abanico de producciones, desde el inicio de la aplicación del vidriado estannífero en las cerámicas califales, producidas en el siglo X en la región de Córdoba, hasta las cerámicas trecentistas, con las que se multiplican las técnicas y decoraciones en las que se integra este tipo de vidriado. En este conjunto se pueden observar pastas en general bien depuradas, con pocos desgrasantes de pequeñas dimensiones. Sin embargo, distinguimos macroscópicamente algunos grupos, antes de nada por el color de las pastas, con tonalidades beige³ , rosa claro⁴ , rosa⁵ , naranja claro⁶ y naranja oscuro⁷ , que a través del resto del análisis tecnológico y decorativo se hacen corresponder a las diferentes producciones y cronologías. De hecho, las técnicas de fabricación y decoración son generalmente la forma más asertiva de hacer una primera atribución cronológica y de procedencia. No podemos dejar de señalar que estos objetos son en gran medida piezas utilizadas para el servicio de mesa, casi siempre decoradas, de una alta calidad técnica y, hasta ahora, consideradas como un producto importado. Estas características nos permiten acercarnos al perfil de sus consumidores, que tendrían un nivel socioeconómico suficientemente alto para adquirir objetos de esta naturaleza.

(2)  El porcentaje de estaño en relación al plomo podría disminuir hasta un 10% en caso de dificultades de aprovisionamiento.

(3)  PC13-043, PC13-071, PC13-075, PC13-202, PC13-318, PC13-459, PC13-579

(4)  PC13-239, PC13-560

(5)  PC13-162, PC13-374

(6)  PC13-057, PC13-159, PC13-166, PC13-197, PC13-240, PC13-366, PC13-375, PC13-394, PC13-440, PC13-532, PC13- 548, PC13-558, PC13-57

7 (7)  PC13-015, PC13-060, PC13-192, PC13-223, PC13-291, PC13-385, PC13-395, PC13-847

De este modo, empezaremos por las piezas decoradas en verde, marrón y blanco, representadas por versiones decorativas y técnicas distintas: las que aplican el vidriado sin recurso a otra técnica decorativa (PC13-202, PC13-291, PC13-385, PC13- 395- figura 6.1), las que usan la técnica de la cuerda seca total (PC13-192, PC13-579) o las que emplean la técnica de la cuerda seca parcial (PC13-156, PC13- 157, PC13-164, PC13-165, PC13-517 y PC13-518). Como indicamos arriba, el blanco se consigue por la mezcla del óxido de estaño con el óxido de plomo y sílice, pero, quizás para el periodo de la cerámica califal también se añadiría óxido de sodio y calcio. La decoración pintada en verde y marrón se conseguía por la introducción del óxido de cobre y de manganeso, respectivamente.

La producción de este tipo de cerámicas en al-Andalus comienza entre finales del siglo IX e inicios del X, como se atesta en Córdoba (Salinas, 2012, p. 538). Madīnat al-Zarhā’ registra algunos de los ejemplares más importantes de este tipo cerámico, ya que se piensa que su producción habría sido incrementada por la corte palatina, utilizándose como vehículo de difusión y promoción del califato (Roselló, 1995, p. 107).

Entre los cuatro fragmentos de cerámica vidriada en verde y marrón se puede observar la presencia de tres producciones distintas: una con pasta naranja, de textura dura, con poca cantidad de desgrasantes, de calibre pequeño (PC13-385, PC13-395); otra con pasta naranja, de textura semidura, con una cantidad media de desgrasantes, de calibre pequeño (PC13- 291); y otra con pasta beige, de textura dura, con pocos desgrasantes, de calibre pequeño (PC13-202).

El fragmento de cuenco hemisférico (PC13-395) presenta un borde de 18 cm de diámetro, un fondo probablemente con pie anular, y una decoración pintada de semicírculos verdes y marrones en el borde, sobre un vidriado estannífero aplicado en ambas superficies, que se suele encontrar en piezas del periodo califal, más concretamente del siglo X (Rosselló, 1995, p. 114; Martínez, 1997, p. 97; Rosselló, 1987, p. 126-127).

El fragmento de un posible ataifor o cuenco (PC13- 385) que, por su reducido tamaño, solamente presenta una banda concéntrica, de la que parten varias líneas diagonales pintadas en marrón, ya había aparecido en otras excavaciones ceutíes, concretamente en Calle Espino, y remite para una cronología en torno al siglo XI (Hita, y Villada, 2007, p. 120-121).

Para el fondo PC13-291 y el borde del plato PC13- 202, no fue posible encontrar paralelos hasta el momento. Estas producciones pueden proceder de centros alfareros de la región de Córdoba o de otros lugares que también reproducirían esta estética verde y marrón, tal y como sintetizaron González, Aguilar y Barrionuevo (2015, p. 26) y Martínez (1997, p. 100). El fondo, de unos 6 cm de diámetro, podría pertenecer a un ataifor de forma troncocónica o a un cuenco de forma hemisférica, mientras que el plato de asa ancha, de 33 cm de diámetro y cuerpo hemisférico, tendría un fondo posiblemente con umbo. No se descarta la posibilidad de una producción foránea a la Península Ibérica.

A pesar de utilizar vidriados similares, la técnica de la cuerda seca presupone una aplicación de manera distinta en el cuerpo cerámico. Así, se produce un dibujo contornado en marrón que delimita el relleno de los motivos decorativos con vidriados plumbíferos de colores y esmalte blanco (sobre la línea de contorno marrón véase Déléry, 2009, p. 581-582). La aplicación de este tipo decorativo en toda la pieza es conocida por cuerda seca total, diferente de la cuerda seca parcial, que solo se aplica en una parte del recipiente, a veces complementada por otras técnicas decorativas. El inicio de estas dos producciones parece enmarcarse a mediados del siglo X, siendo cada vez más clara su contemporaneidad, como bien lo atestigua el alfar de San Nicolás, en el que la cuerda seca parcial presenta una cronología aún más antigua que la cuerda seca total (Navarro, 1990, p. 36; Déléry, 2009, p. 193-194). Entre los siglos XI y XII, la presencia de alfares o testares de cuerda seca se intensificó en ciudades como Almería, Pechina (Almería), Badajoz, Denia, Málaga, Murcia, Sevilla o Toledo (Sosa, 2007, p. 160-162). A partir de finales del siglo XII e inicios del XIII, la mezcla de la técnica de la cuerda seca con el esgrafiado parece tener una importancia considerable (Déléry, 2003, p. 206).

Los ejemplares en cuerda seca total aquí hallados (PC13-192, PC13-579, figura 6.1) utilizan un vidriado plumbífero de color verde turquesa en la superficie externa, con patrones de rombos (PC13-579) o en zigzag (PC13-192), que también se combinó con un vidriado plumbífero melado y esmalte blanco en uno de los ejemplares. En ambos casos las superficies internas presentan un vidriado melado que también cubriría la zona del borde y que caracterizaba este tipo de objetos cilíndricos. Aunque formalmente comparables a los bacines medievales cristianos, estos recipientes no tendrían esa misma función, pero podrían antes utilizarse tanto para la “higiene doméstica” (Torres et al., 2003, p. 132-133), como para pila de abluciones (Fernandes et al., 2015, p. 662). Sus pastas son bastante distintas: el fragmento PC13- 192 es de color naranja, de textura semidura, con una cantidad media de desgrasantes, de calibre pequeño a medio; y el fragmento PC13-579 es de color beige, con una textura semidura y abundantes desgrasantes, de calibre pequeño a grande. Estas características apuntan a diferentes orígenes, que podrían darse a nivel local o regional. Su procedencia no es obvia, ya que se conocen varias producciones en ciudades de la Península Ibérica, y aún no disponemos de estudios de pastas y vidriados. Sin embargo, queremos destacar las más cercanas al norte de África, en términos geográficos y comerciales, como Murcia, Málaga, o Almería (Déléry, 2002, p. 43-44). Estos bacines tienen paralelos en Ceuta para los siglos XII y XIII (Fernández, 1988, II, p. 31-32, 144), pero también en Mértola, para la segunda mitad del siglo XII y la primera mitad del XIII (Torres, y Macias, 2001, p. 132; Gómez, 2014, p. 424).

Los fragmentos de cuerda seca parcial están representados por seis ejemplares (PC13-156, PC13-157, PC13-164, PC13-165, PC13-517, PC13-518). Todos ellos utilizan el marrón, a veces casi negro, y el vidriado plumbífero verde, ocasionalmente complementado por otros vidriados, como el negro. En el caso de la pieza PC13-157 el verde adquiere un tono verde turquesa. Aparentemente, apenas el fragmento PC13-518 conjuga la técnica de cuerda seca parcial con la del esgrafiado. El conjunto presenta dos fábricas diferenciadas: una con pasta beige, de textura semidura, con pocos desgrasantes, de calibre pequeño (PC13-156, PC13-157, PC13-164, PC13-165) y otra con pasta naranja, de textura dura, con poca cantidad de desgrasantes, de calibre pequeño (PC13- 517, PC13-518). Las superficies externas tienen una coloración beige, aunque menos homogénea en el caso de PC13-517 y PC13-518 por sus núcleos de pasta más oscura. Dependiendo de la parte de la pieza, el espesor de pared varía entre 0,1 y 0,5 cm. Estos fragmentos han sido sometidos a una o dos cochuras, recibiendo los vidriados con la pieza seca o la pieza ya bizcochada (Déléry, 2009, p. 590-591; Molera et al., 2013, p. 88).

La decoración del fragmento PC13-156 parece recordar los “motivos almendrados”, a pesar de que las zonas de reserva de la decoración se encuentran al revés. Este tipo de decoración tiene expresión en cerámicas del siglo XII-XIII (Navarro, 1986, p. 10). El fragmento PC13-518 emplea una técnica mixta, que parece haber temido mayor expresión en el periodo almohade (Rosselló, 1980, p. 305; Navarro, 1986, p. 329). Para el ejemplar PC13-517, que presenta lo que parece ser una letra árabe de una banda epigrafiada o pseudo-epigrafiada, no encontramos paralelo directo, aunque parece por la aplicación del vidriado y del manganeso que podría clasificarse como una pieza de técnica mixta, lo que apuntaría probablemente a los siglos XII-XIII. El fragmento PC13-164 presenta bandas en zig-zag vidriadas en negro y verde, intercaladas con una en reserva, en lo que podría tratarse del cuello de la pieza; además de una decoración pseudo-vegetal también vidriada. Estas decoraciones tienen semejanza en ejemplares de jarritas nazaríes de la Alcazaba de Málaga, que se datan de los siglos XIII-XIV (Museo de Málaga, s.d.a; Museo de Málaga, s.d.b)

En el grupo de la cerámica esmaltada con pintura azul destacan los ataifores, los cuencos y los jarros, con patrones muy diversos, que van desde los motivos lineales hasta los geométricos, pasando por los motivos vegetales o los pseudo-epigráficos.

Los ejemplares PC13-532, PC13-558 y PC13-577 presentan una decoración que se conserva mejor en la parte superior de estas piezas. En PC13-532 se trazaron pétalos, que envuelven lo que puede ser la representación de una espiga de trigo, distribuidos de forma concéntrica a lo largo de la panza y coronados por una cenefa de puntos azules. Estos motivos tienen paralelos en la cerámica nazarí del siglo XIV (Flores, y Muñoz, 1995, p. 261), y también aparecen en otros contextos de Ceuta, como Huerta Rufino, entre la segunda mitad del siglo XIV y el primer cuarto del XV (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 202). El PC13-558 tiene una banda pseudo-epigráfica ancha, y el PC13-577 un semicírculo ancho rellenado externamente por varias espirales consecutivas.

Fig. 6.1. Fragmentos de cerámica esmaltada islámica.

Fig. 12.3. Diagrama expresando la variación química de los diferentes elementos utilizados en el tratamiento estadístico. vt/τ.i=parte de la variación total en la matriz de covariancias de logaritmos de razones utilizando el componente xi como divisor respecto a la variación total con indicación de aquellos elementos con una vt/τ.i superior a 0.5, indicando las respectivas variaciones para la matriz de variación calculada sobre la subcomposición: Sn, Na2O, Pb, P2O5, MgO, Al2O3, SiO2, K2O, Ba, CaO, TiO2, V, Cr, Fe2O3, Ni, Rb, Sr, Zr, Nb, Cs, Ba, La, Ce, Pr, Nd, Sm, Eu, Gd, Tb, Dy, Er, Tm, Yb, La, Lu, Ho, Hf, Ta, Th, U. 61

La decoración de los ataifores PC13-166, PC13-375 y PC13-240, a diferencia de los anteriores, tiene una disposición vertical, pero también concéntrica, a veces con líneas radiales, a veces con bandas rellenas, ya sea por círculos o por “alafias”, una estilización de la palabra “felicidad” en árabe (McSweeney, 2012, p. 321)⁸ . Este motivo tiene paralelo en un jarro de los niveles mariníes de Alcazarseguer, que Charles Redman señala como de probable origen malagueño (Redman, 1986, p. 122-123). La decoración en espiral de PC13-240 tiene paralelos en las producciones zaragozanas de la primera mitad del siglo XV (Ortega, y Gutiérrez, 2005-2006, p. 404-406).

El ataifor PC13-223 presenta una pasta de color naranja, de textura dura, con una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño; es muy distinto de los anteriores, siendo evidente el impacto de la pasta más oscura bajo el esmalte aplicado en la calidad final de la pieza. La panza PC13-560 parece presentar “florones” y una banda rellena de elementos epigráficos (no visibles aquí), de influencia nazarí (figura 6.1). Su pasta de color rosa claro, de textura semidura, con poca cantidad de desgrasantes, de calibre pequeño, contrasta con las demás, al igual que la composición decorativa, lo que puede indicar una reproducción cuatrocentista de esta estética nazarí, como las de la región de Zaragoza (Ortega, y Gutiérrez, 2005-2006, p. 407-408), o incluso de la zona de Valencia, donde también se puede encontrar la misma combinación de elementos decorativos (Bradana, 2012, p. 358-359).

En otra categoría formal, los cuencos hemisféricos están igualmente presentes entre la cerámica esmaltada con pintura azul, distinguiéndose dos producciones. La primera, materializada en los fragmentos PC13-043 y PC13-057, con pasta de color beige a naranja claro, de textura semidura, con una cantidad mediana de desgrasantes de calibre pequeño; la segunda, representada por el fragmento PC13-239, con pasta de color rosa claro, de textura blanda, con una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño (figura 6.1). Los primeros probablemente tendrían fondo con pie anular, aunque PC13-239, con borde ligeramente vertical mide 14,5 cm de diámetro, parece más pequeño que PC13-043, cuyas dimensiones no se pueden calcular. Ambos presentan las dos superficies esmaltadas y decoración en azul en la superficie interna: PC13-043 con decoración abstracta, entre los elementos geométricos y los vegetales, y PC13-057 con motivos lineales en la zona del borde y en el fondo. Estas piezas parecen seguir la tradición decorativa y formal nazarí del siglo XIV. El cuenco PC13-239, de forma hemisférica, con un borde ligeramente exvasado (13,5 cm de diámetro), podría terminar en un fondo con umbo y está igualmente esmaltado en ambas superficies. Su decoración interior está muy mal conservada, pero es evidente que hay dos líneas paralelas al borde que enmarcan el resto de los elementos. El vidriado utilizado parece ser azul, aunque aquí tiene un tono verdoso, lo que puede ser consecuencia de un proceso de fabricación deficiente. El tipo de pasta, aliado a sus otras características, parece indicar un origen levantino.

(8)Es interesante observar que la “alafia” vuelve a utilizarse posteriormente en piezas de la serie azul y morado, entre mediados del siglo XV y el XVI (Pleguezuelo et al., 1997, p. 132-133; Iñañez, 2016, 213). Según Gutiérrez, este motivo decorativo se extiende también desde el último cuarto del siglo XIV hasta principios del siglo XVI en las producciones valencianas de reflejo dorado (2000, p. 38).

Los jarros PC13-071 y PC13-075 tenían un cuerpo piriforme, pie alto destacado (9,5 cm de diámetro) y pico vertedor (figura 6.1). Presentan ambas superficies esmaltadas, con decoración en azul en la superficie externa, concretamente unos motivos lineales de color azul en el pie (PC13-071)⁹ . Sus pastas son de color beige, de textura semidura, con una pequeña cantidad de desgrasantes, de calibre pequeño. Este tipo de jarro tiene paralelos formales en las producciones nazaríes del siglo XV, posiblemente de Málaga (Martínez, 1997, p. 130), y está presente en contextos de consumo de Ceuta, entre la segunda mitad del siglo XIV y el primer cuarto del siglo siguiente (Hita y Villada, 2000a, p. 452 y 467). Motos Guirao (2000, p. 191, 213) les asigna la misma cronología, basándose en los fragmentos encontrados en El Castellón (Vélez, Almería).

El jarro PC13-318, con cuerpo piriforme, destaca por su pasta beige de textura suave, con un pequeño número de desgrasantes de calibre pequeño (figura 6.1). Ambas superficies presentan un esmalte de buena calidad, muy poco degradado en comparación con las otras piezas, y presenta una decoración de líneas paralelas que delimitan unas palmetas. Parece tratarse de una producción levantina, posiblemente de Paterna, del siglo XIV (Mesquida, 1987, p. 3).

Este conjunto incluye también algunas piezas decoradas en blanco y verde, que combinan el vidriado plumbífero verde o verde turquesa con el esmalte. En los ataifores PC13-366 y PC13-440, con pasta de color naranja claro, textura dura y una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño, el esmalte fue aplicado sobre la superficie interna y el vidriado verde sobre la superficie externa. El fragmento PC13-366 presenta también una decoración pintada en verde turquesa sobre la superficie interna, la cual puede adquirir este tono por el hecho del contacto con el esmalte. El fragmento de panza PC13-366, con el arranque del fondo, permite divisar una forma troncocónica, con un pie anular, mientras que el fondo con pie anular PC13-440, de 8,5 cm de diámetro, evidencia una forma hemisférica (figura 6.1).

Sus características generales podrían vincularse con la serie blanca y verde mudéjar cuatrocentista de origen sevillano (Pleguezuelo, 1997, p. 354; Gutiérrez, y Reinoso del Río, 2010, p. 267-269), aunque este tipo de piezas también existen en el universo cerámico nazarí (Motos, 2000, p. 191-112). El ataifor PC13-060 también parece ser de origen sevillano, no obstante su pasta de color naranja, de textura dura, con una cantidad media de desgrasantes, de calibre pequeño a medio, no coincida con la que se suele considerar como más característica (figura 6.1). La decoración pintada en color verde turquesa en la superficie interna y la superficie externa sin esmaltar parece responder a una producción sevillana que intenta imitar a los ejemplares malagueños y levantinos (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 226). Estas producciones suelen fecharse en el siglo XIV (Rueda, y López, 1997, p. 556)

La jarra o redoma PC13-015 (10,5 cm de altura) es probablemente de origen nazarí. Tiene forma troncocónica, fondo con pie anular (6 cm de diámetro) y un borde exvasado (7,5 cm de diámetro), con un ligero estrangulamiento del cuello. La pasta es de color naranja y la textura es dura, con una pequeña cantidad de desgrasantes, de calibre pequeño (figura 6.1). Presenta una superficie interna esmaltada, mientras que su superficie externa está vidriada en verde turquesa, características que se pueden encontrar en las producciones malagueñas del siglo XIV (Salado et al., 2000, p. 230, 246). La jarra PC13-197, de forma piriforme y fondo con pie anular (6 cm de diámetro), presenta similitudes en la pasta y en la manera de aplicar la decoración verde turquesa sobre sus superficies esmaltadas, de modo que podría ser de la misma procedencia (figura 6.1).

Por último, veremos conjuntamente las piezas esmaltadas lisas y las que presentan una decoración de reflejo metálico, a veces combinada con el azul. La elección de este conjunto se debe a que la mayoría de los paralelos formales encontrados para los objetos esmaltados son piezas tradicionalmente decoradas en reflejos metálicos, de modo que podemos encontrarnos ante fragmentos que han perdido totalmente esta decoración con el paso del tiempo.

En este grupo hay solamente dos formas esmaltadas lisas: los candiles de pie alto (PC13-548 y PC13-847) y un plato con ala (PC13-459) (figura 6.1). Los candiles constan de un plato plano en la base, de 10 cm de diámetro, del cual arranca el pie alto, también de unos 10 cm de altura, coronado por una cazoleta trilobulada. Estos fragmentos tienen pastas entre el naranja (PC13-847) y el naranja claro (PC13-548), de textura semidura, con una pequeña cantidad de desgrasantes, de calibre pequeño. Tienen paralelos en las piezas valencianas del siglo XIV (Mesquida, 1990, p. 47). El fragmento de plato de cuerpo hemisférico PC13-459, con ala destacada y pie anular, presenta una pasta beige de textura semidura y una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño. Este ejemplar tiene paralelos en producciones nazaríes halladas, por ejemplo, en contextos de consumo del primer tercio del siglo XIV de la Cova dels Amagatalls (Mallorca) (Cressier et al., 1991, p. 236- 238). También cabe destacar su parecido formal con las producciones con reflejos metálicos de Paterna y Manises, de entre mediados del siglo XIV y mediados del XV, como puede constatarse en la tipología definida por J. Pascual y J. Martí (Lerma et al., 1986, p. 189, 191), lo que pone de manifiesto la enorme influencia que tuvo la cerámica nazarí en la cerámica levantina.

El reflejo metálico ya es visible en el ataifor PC13- 394, donde una decoración geométrica, muy desgastada, se superpone al esmalte en ambas superficies (figura 6.1). Su forma es troncocónica, con un borde exvasado de 25 cm de diámetro. La pasta es de color naranja claro, de textura semidura, con una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño.

Las piezas decoradas con reflejo metálico y azul son un cuenco con fondo con umbo, de unos 7 cm de diámetro (PC13-374) y un fragmento de panza de un ataifor (PC13-162) (figura 6.1). Ambos presentan pastas de color rosa, de textura semidura, con pequeñas cantidades de desgrasantes, de calibre pequeño. El cuenco, de forma hemisférica, está esmaltado en ambas superficies, presentando una decoración pintada en la superficie interna, con motivos geométricos. El ataifor, que se supone ser troncocónico, está esmaltado y decorado con un motivo vegetal solamente en la superficie interna.

En una aproximación cuantitativa a este tipo de cerámica esmaltada con una cronología anterior a la conquista de Ceuta en 1415, se contabilizaron 68% de formas abiertas, 30% de formas cerradas y 2% de candiles. Estos datos coinciden con el conjunto estudiado, que muestra una considerable superioridad de las formas abiertas de mesa, como el plato, el ataifor y el cuenco, en comparación con las formas cerradas como los jarros, jarras o las redomas. Esta desproporción puede justificarse aquí por el uso de otros tipos cerámicos para llevar agua a la mesa, como las jarras esgrafiadas, que describiremos más adelante.

Por último, cabe señalar que las cerámicas esmaltadas islámicas aparecieron en muchas unidades estratigráficas correspondientes a este proceso de relleno de la muralla califal durante la construcción de la cortina abaluartada portuguesa, incluyendo los diferentes niveles de colmatación, de base a techo¹⁰. Su cantidad en cada estrato es directamente proporcional al volumen total de fragmentos cerámicos hallados en cada uno de ellos, por lo que la concentración más alta se registra en la [180/181], seguida de las [119] y [174], lo que representa el 56% de los hallazgos; las [187], [160], [104], [135], [159] y [157] contenían otro 23% de esta cerámica esmaltada islámica. En cuanto a las ausencias, estas se refieren principalmente a estratos con poco material, a excepción de [56], [64], [169] y [157], todos ellos correspondientes al relleno de la parte superior de la estructura amurallada, así como [188].

(10)  Se trata de las [17], [30], [31], [44], [45], [46], [47], [54], [55], [57], [58], [59], [65], [97], [98], [99], [104], [114], [119], [130], [131], [135], [152], [153], [157], [158], [159], [160], [161], [163], [171], [174], [180/181], [186], [187], [190] y [193].

10.6.2. El primer siglo y medio de ocupación portuguesa (1415-1549)

La conquista de Ceuta por los portugueses provocó cambios en la cultura material, un hecho particularmente evidente en la cerámica esmaltada. En este conjunto podemos ver tres grupos de pastas distintas: unas con tonos claros, entre beige y amarillo o rosa muy claro, con una textura blanda, y con desgrasantes casi imperceptibles, de calibre fino¹¹; otras con tonalidades más oscuras, entre el naranja y el rosa pálido, de textura blanda, con desgrasantes casi imperceptibles, de calibre fino¹²; y por ultimo un tercer grupo con tonos igualmente oscuros, entre naranja y rojo, pero con pastas ligeramente más duras y con desgrasantes de calibre fino a pequeño¹³.

Antes de pasar a una descripción más detallada de los diferentes grupos, importa definir las principales formas aquí presentes. Así, en la categoría de los cuencos hay cuatro tipos morfológicos, aunque todos ellos hemisféricos: el primero tiene fondo con umbo y borde vertical, en este caso con 9 cm y 15 cm de diámetro, respectivamente¹⁴; el segundo presenta fondo con pie anular, con diámetros de 4,3 a 7 cm, perfil exterior carenado y borde ligeramente exvasado, con diámetros de 13 a 16,5 cm¹⁵ ; en el tercero el fondo presenta umbo, diámetros de 4 a 4,5 cm, perfil exterior más o menos carenado, asas horizontales y borde ligeramente exvasado, con diámetros de 11 a 15 cm¹⁶; y, por último, un cuarto tipo con un fondo con umbo, diámetros de 4 a 4,5 cm, perfil exterior carenado, asas verticales y bordes ligeramente exvasados, con diámetros de 9 a 14 cm¹⁷ . En conjunto, los cuencos corresponden a 407 individuos, lo que representa casi el 40% del número total de cerámicas esmaltadas de este período.

Los platos tienen tres variantes: una con un perfil troncocónico, un fondo con umbo, con diámetros de 3,2 a 8 cm, y bordes exvasados, con diámetros de 18 a 24 cm¹⁸; otra de fondo con umbo, cuerpo hemisférico, ala destacada y borde exvasado, con diámetros de 21 y 28 cm¹⁹; y una tercera con un perfil troncocónico, fondo con umbo y borde exvasado y colgante, con un diámetro de 21 cm²⁰ . Los platos son el conjunto de cerámica esmaltada más numeroso de este periodo, correspondiendo a más de la mitad del total, con 583 individuos. Cabe señalar que los cuencos y platos representan el 95% de este tipo cerámico.

Las jarritas tienen un pie engrosado hacia fuera, cuerpo abultado, cuello destacado, borde y asa verticales; sus diámetros de fondo son de 6 cm.

También hay que tener en cuenta las formas destinadas a llevar los alimentos a la mesa, facilitar la preparación de las comidas, permitir el acondicionamiento de determinados productos o incluso facilitar las prácticas higiénicas y sanitarias. De hecho, hay un gran cuenco hemisférico, con fondo con pie anular y diámetros entre 8 y 9,5 cm ²¹, además de los jarros, que pueden dividirse en dos tipos: uno con fondo plano, cuerpo abultado, posiblemente con cuello estrangulado y borde ligeramente exvasado, con diámetros de 7 cm²²y otro con fondo con pie anular, diámetros de 8,5 cm y forma abultada, pero con cuello alto y borde recto²³. Los tarros de farmacia o albarelos tienen forma cilíndrica y fondo con pie anular, de 10 cm de diámetro²⁴. Las ollas esmaltadas²⁵ tienen fondo con pie anular, formas globulares con dos asas verticales y borde también vertical, algo destacado y generalmente estriado para que pueda ser cubierto con tela y atado con un cordel (Torres, 2012, p. 544). Los lebrillos son troncocónicos, de fondo plano, con diámetros de 23,5 cm, y borde exvasado y engrosado, con diámetros de 32,5 a 38 cm, destacando por sus paredes robustas y resistentes ²⁶. Los bacines tienen fondo plano, forma troncocónica y un borde exvasado que forma un ala²⁷. Los morteros tienen fondo plano, forma troncocónica y borde introverso y engrosado, con diámetros de 14,5 cm²⁸. En conjunto, todas estas formas suman un total de 53 individuos, alrededor del 5% del total de la cerámica esmaltada de este periodo, siendo los lebrillos (22 individuos) y los jarros (12 individuos) las formas más abundantes.

(11)  Beige: PC13-023, PC13-045, PC13-055, PC13-058, PC13-059, PC13-061, PC13-063, PC13-064, PC13-068, PC13-069, PC13-073, PC13-181, PC13-183, PC13-185, PC13-195, PC13-196, PC13-204, PC13-222, PC13-325, PC13-329, PC13- 361, PC13-370, PC13-371, PC13-381, PC13-392, PC13-393, PC13-402, PC13-413, PC13-416, PC13-419, PC13-420, PC13-431, PC13-438, PC13-443, PC13-445, PC13-531, PC13-541, PC13-544, PC13-547, PC13-593, PC13-813, PC13- 833, PC13-842, PC13-843, PC13-844, PC13-853, PC13-880, PC13-889. Amarillo pálido: PC13-041, PC13-042, PC13-066, PC13-074, PC13-118, PC13-832. Rosa claro: PC13-001, PC13-065, PC13-067, PC13-070, PC13-188, PC13-201, PC13- 331 PC13-, 382, PC13-386, PC13-389, PC13-397, PC13-424, PC13-444, PC13-456, PC13-811, PC13-820.

(12)  Naranja pálido: PC13-182, PC13-249, PC13-268, PC13-372, PC13-414, PC13-561.

(13)  Naranja oscuro: PC13-062, PC13-072, PC13-088, PC13-193, PC13-463. Rojo escuro: PC13-540, PC13-837. Naranja: PC13-543, PC13-864.

(14)  PC13-204 (15 x 9 cm), PC13-561, PC13-889.

(15)  PC13-001 (13 x 6,5 cm), PC13-023 (14 x 6,5 cm), PC13-041 (7 cm), PC13-068 (15 cm), PC13-070 (14,5 x 6,5 cm), PC13- 072 (14,5 cm), PC13-182 (4,3 cm), PC13-188 (6 cm), PC13-195, PC13-222 (14 x 7 cm), PC13-361 (16,5 cm), PC13-389 (6 cm), PC13-420 (14 x 6 cm), PC13-424 (16 cm), PC13-438 (13,5 x 6 cm), PC13-443, PC13-543 (14 cm), PC13-832 (16,5 cm).

(16)  PC13-069 (14 cm), PC13-208 (15 cm), PC13-386 (13,5 x c. 4 cm), PC13-392 (11 x 4,5 cm), PC13-416.

(17)  PC13-074 (9 x 4 cm), PC13-118 (14 x 4,5 cm), PC13-325, PC13-329 (4 cm), PC13-820 (13 cm).

(18)  PC13-042 (24 cm), PC13-059, PC13-063 (20 cm), PC13-064 (20 x 5 cm), PC13-066, PC13-181 (5 cm), PC13-185 (22 x 7 cm), PC13-196 (22 x 8 cm), PC13-370, PC13-371, PC13-381, PC13-393 (5 cm), PC13-397 (18,5 x 6 cm), PC13-419 (21,5 cm), PC13-431 (19 cm), PC13-444 (21 x 6,5 cm), PC13-445 (22 cm), PC13-456 (21 cm), PC13-547 (21 x 5,5 cm), PC13-593 (22 x 5 cm), PC13-811 (18 x 5 cm), PC13-813 (20,5 cm), PC13-844 (18 x 3,2 cm), PC13-853 (6 cm).

(19)  PC13-055, PC13-061, PC13-183, PC13-541 (28 cm), PC13-880 (21 cm).

(20)  PC13-062.

(21)  PC13-531 (9,5 cm), PC13-544 (8 cm).

(22)  PC13-843 (7 cm), PC13-842.

(23)  PC13-414.

(24)  PC13-837.

(25)  PC13-463

(26)  PC13-249 (35,5 cm), PC13-268, PC13-372 (36,5 cm), PC13-540 (32,5 cm), PC13-864 (38 x 23,5 cm).

(27)  PC13-065, PC13-067.

(28)  PC13-193.

(29)  Cabe destacar que este tipo de formas suelen presentar una decoración pintada de reflejos metálicos, pero que a veces termina degradándose demasiado, lo que la hace imperceptible. En estos casos, y ante las dudas, decidimos incluirlas en las piezas no decoradas.

La cerámica esmaltada con cronología posterior a 1415 se identificó en prácticamente todos los estratos del relleno para la construcción de la cortina abaluartada portuguesa, con una proporción directa entre el volumen de estas cerámicas y el número total de fragmentos hallados en cada una de las unidades estratigráficas, tal y como se observó en el caso de los materiales más antiguos. Hay solamente dos excepciones: por un lado, [135], [159] y [160] son estratos en los que la proporción de cerámica esmaltada posterior a 1415 está muy por debajo de la media global, coincidiendo con el hecho de que en estos tres estratos se recogió proporcionalmente más cerámica esmaltada anterior a 1415; y por otro lado, [193], [57], [56], [55] y [54] son estratos con una proporción más alta de cerámica esmaltada islámica posterior a 1415, en relación al volumen global de los materiales hallados. Sin embargo, es difícil sacar conclusiones claras con respecto a estos indicadores.

En un análisis detallado de los diferentes grupos, deben mencionarse, desde luego, los objetos técnicamente más simples, es decir, aquellos que no presentan ningún otro elemento que no sea la aplicación del vidriado estannífero blanco. Aquí se incluyen algunos cuencos de fondo con pie anular (PC13-001, PC13-023, PC13-070, PC13-072, PC13-222, PC13- 389, PC13-438), otros de fondo con umbo y asas horizontales (PC13-069, PC13-208, PC13-392) ²⁹, y los que tienen fondo con umbo y asas verticales (PC13- 329), además de platos de fondo con umbo comborde exvasado (PC13-064, PC13-181, PC13-196, PC13-393, PC13-397, PC13-456, PC13-811) y con borde exvasado colgante (PC13-062), un jarrito (PC13-201) y una olla (PC13-463) (figura 6.2.1).

La gran mayoría de estos ejemplares corresponden a producciones sevillanas, que se inician en el siglo XV y se prolongan a lo largo del XVI, siendo sustituidas paulatinamente por otros modelos formales de la segunda mitad de este siglo (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 237). Este tipo de objetos están documentados arqueológicamente en el cercano yacimiento de Alcazarseguer y fueron objeto de análisis arqueométricos en los años 90 (Myers et al.,1992). Los resultados han permitido relacionar estas piezas con los alfares del Guadalquivir, y más recientemente, en 2016, ha sido confirmado su origen sevillano (Iñañez et al., 2016, p. 208-213).

Fig. 12.4. Diagrama expresando la variación química de los diferentes elementos utilizados en el tratamiento estadístico. vt/τ. i=parte de la variación total en la matriz de covariancias de logaritmos de razones utilizando el componente xi como divisor respecto a la variación total con indicación de aquellos elementos con una vt/τ.i superior a 0.5, indicando las respectivas variaciones para la matriz de variación calculada sobre la subcomposición: Al2O3, SiO2, Ba, TiO2, V, Cr, Fe2O3, Ni, Zr, Nb, Cs, Ba, Ce, Pr, Nd, Sm, Eu, Gd, Tb, Dy, Er, Tm, Yb, La, Lu, Ho, Hf, Ta, Th, U.

Fig. 6.2.1. Fragmentos de cerámica esmaltada de origen ibérico, sin decoración.

Fig. 6.2.2. Fragmentos de cerámica esmaltada de origen ibérico, con decoración.

Los motivos decorativos de la cerámica en azul y morado denotan mayor variedad y detalle. Por un lado, los motivos vegetales, representados por la hoja envuelta en una línea circular con varios puntos (PC13-059), bastante común en los platos sevillanos del siglo XV (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 229- 233), pero también por “pseudo-arbustos” alternados (PC13-042, PC13-361), los cuales, en este caso, se observan en cuencos y platos conformando verdaderos conjuntos decorativos. Por otra parte, existen elementos geométricos, como líneas onduladas (PC13-055, PC13-593), o los “acicates” encadenados (PC13-386), que se inspiran en ejemplares de reflejo dorado de Manises (Pleguezuelo et al., 1997, p. 132), y que aparecen con este patrón a partir de los años treinta o cuarenta del siglo XV (Martínez, 1991, p. 146-147). Finalmente, mencionaremos también los motivos pseudo-epigráficos (PC13-813). Este tipo de pieza también fue hallado en otros contextos arqueológicos de Ceuta, como en la fase de abandono de una parte de la ciudad islámica en Pasaje Fernández (Villada, e Hita, 2016, p. 315, 317).

Menos comunes son los fragmentos de la serie azul lisa o “Caparra Blue” (en la historiografía anglosajona) – un jarro (PC13-414), un jarrito (PC13-413) y un tarro de farmacia o albarelo (PC13-837), vidriados en azul en la superficie exterior y esmaltados en la cara interna (figura 6.2.3). Estas piezas aparecieron en la última década del siglo XV, extendiéndose a lo largo de todo el siglo XVI, atribuyéndose su origen a Sevilla (Pleguezuelo et al., 1997, p. 137, 140; Deagan, 1987, p. 62-63). La presencia de pastas muy distintas entre sí, en las que la calidad parece acompañar a la mayor o menor calidad del esmalte y del vidriado azul, puede apuntar a la procedencia de diferentes talleres dentro de las distintas alfarerías de la región de Sevilla. El fragmento de tarro de farmacia o albarelo tiene paralelos quinientistas en el convento de San Francisco, en Concepción de la Vega (Santo Domingo, República Dominicana)³². El jarro PC13-414 se enmarca en la producción sevillana del siglo XVI (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 242).

La serie “azul figurada” o “Santo Domingo blue on white” (en la historiografía anglosajona) también está representada por tres fragmentos – uno de jarro (PC13-842) y otros dos de cuenco grande (PC13-531, PC13-544) –, en este caso pintados con motivos vegetales en azul, con un trazo más grueso, y en los que el uso del pincel es más evidente (figura 6.2.3). Se considera que esta producción se inició en Sevilla a mediados del siglo XVI (Pleguezuelo et al., 1997, p. 138-139), por lo que la presencia de estos tres fragmentos en el relleno de las Murallas Reales puede retrasar la fecha de inicio de manufactura de estas cerámicas; menos plausible es adelantar el cierre de la obra abaluartada ceutí, ya que se dos ejemplares pertenecen a la parte superior de la colmatación portuguesa (UEs 46 y 104), otro es de la zona intermedia (UE 187).

Con otro lenguaje estético, destacamos dos piezas decoradas con la técnica de la cuerda seca, en la que el contorno marrón delimita la aplicación del esmalte, del vidriado azul y del vidriado amarillo/ melado, formando motivos geométricos (PC13- 833, PC13-843, figura 6.2.3). Esta técnica cerámica es una de las señas de identidad del llamado grupo de “tradición morisca”, o mudéjar (Pleguezuelo, 1997), o “morisco ware” sevillana (Goggin, 1968, p. 20), la cual, como su propio nombre lo indica, seguía estando fuertemente influenciada por la tradición alfarera islámica. A pesar de la tradicional filiación sevillana de esta producción, que parece haberse reanudado a partir de la segunda mitad del siglo XV (Pleguezuelo et al., 1997, p. 132), los datos arqueológicos disponibles solamente muestran vestigios de la producción hacia principios del siglo XVI (Pleguezuelo, 1992, p. 19). Aunque la primacía de Sevilla en la exportación de cerámica hacia los territorios ultramarinos españoles y portugueses es bien conocida, no hay que olvidar que, a partir del siglo XV, hubo otros centros de producción de cuerda seca en la Península Ibérica, documentados arqueológicamente, como Toledo y Valencia³³ (Sosa, 2007, p. 168). En los contextos americanos, el consumo de estas piezas se extiende desde finales del siglo XV hasta mediados del XVI (Deagan, 1987, p. 28, 54-55). En el norte de África se identificaron fragmentos en Alcazarseguer durante el período de ocupación portuguesa. La última referencia documental a la producción de piezas en cuerda seca en Sevilla se remonta a 1558 (Pleguezuelo, 1992, p. 26, citando Gestoso, 1903, p. 400).

(32)  https://www.floridamuseum.ufl.edu/typeceramics/type/caparra-blue/all/

(33)  Tanto Pleguezuelo como Sosa mencionan que la pasta toledana sería de color rojo, lo que daría una tonalidad más oscura al esmalte y a los vidriados (Pleguesuelo, 1992, p. 29), mientras que las valencianas serían de color rosado (Sosa, 2007, p. 168).

Estos dos fragmentos parecen seguir dos formas distintas de aplicar la línea de contorno marrón. En el caso del borde de jarro (PC13-843) se hace una pequeña línea o surco antes de la aplicación del marrón (“cuerda seca hendida”), mientras que en el caso de la otra pieza, de funcionalidad desconocida, aunque con orificio posiblemente para sostenerla (PC13-833), el contorno se hace directamente sobre la pasta seca (“cuerda seca plana”), dos prácticas ya observadas y descritas por Pleguezuelo en su estudio sobre azulejos sevillanos en 1989 (Sosa, 2007, p. 160). La pasta de ambos fragmentos es de color beige, de textura semidura, con una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño, lo que refuerza la procedencia sevillana. El fragmento de jarro tiene paralelos en los contextos del siglo XVI de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 194-195), así como en el monasterio de San Clemente (Pleguezuelo et al., 1997, p. 134).

El azul también aparece combinado con la técnica del reflejo dorado, en este caso en un cuenco hemisférico (PC13-889), probablemente con pie anular (figura 6.2.3). Su decoración se enmarca en el tema de las palmetas en arcos de las producciones valencianas (García, 2009, p. 50, 167-169), aunque la pasta es de color beige, más clara que la de las piezas más habituales de esta región. Dentro del mismo tipo decorativo, el ejemplar PC13-331 es un plato, de forma troncocónica, fondo con umbo, pasta de color rosa claro, de textura blanda, con una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño (figura 6.2.3). Tal como el cuenco, su producción empieza a partir del último cuarto del siglo XIV y se mantiene a lo largo del siglo XV (García, 2009, p. 134).

El uso de una tecnología más compleja está presente en otros tres fragmentos: un borde de cuenco con fondo con umbo y asas horizontales, con un arranque de asa horizontal (PC13-416); un fondo de cuenco de pie anular (PC13-182); y una panza de cuenco con decoración en ambas superficies (PC13-561) (figura 6.2.3). Aunque todavía se percibe un reflejo metálico de color cobrizo, el estado de degradación de la decoración y el reducido tamaño de los fragmentos nos impiden hacer consideraciones sustanciales. El ejemplar PC13- 561 probablemente proceda de las alfarerías de Paterna y Manises, debido a la composición de su pasta. El fondo PC13-182 podría ser de la misma procedencia; presenta una decoración de “palmeras esquemáticas” (Soler, 1997, p. 156) distribuidas sobre su superficie interna. Este tema está bastante extendido y estandarizado, apareciendo comúnmente en los contextos arqueológicos de la segunda mitad del siglo XV (Guillermo, 2014, p. 95-97), aunque autores como Paz Soler extienden su cronología a todo el siglo XV (Soler, 1997, p. 156).

Por último, cabe destacar las piezas que combinan el esmaltado y el vidriado plumbífero verde. Uno de los grupos incluye piezas enteramente esmaltadas, sobre las que se colocan pequeños toques de vidriado plumbífero verde, generalmente sobre elementos en relieve de la propia pieza, los cuales adquieren un tono verde turquesa. Esta decoración aparece en piezas de servir, de forma aleatoria en la superficie externa (PC13-065), o más precisamente en sus cordones plásticos (PC13-067), pero también en las pequeñas asas modeladas verticales de cuencos con fondo en umbo (PC13-074, PC13-325, PC13-820) (figura 6.2.3). Este tipo de cuencos esmaltados está considerado como perteneciente a finales del siglo XV (Pleguezuelo et al., 1997, p. 133), pero parece claro que se extienden hasta la primera mitad del siglo XVI (Boone, 1984, p.79, 85-86).

La aplicación de este vidriado verde también aparece en la superficie externa, hasta aproximadamente la mitad de la panza, sobre el esmalte blanco que cubre toda la superficie interna y externa, también hasta aproximadamente la mitad de la panza, en formas como el mortero (PC13-193) y los jarritos (PC13-382, PC13-402) (figura 6.2.3). Estas piezas tienen paralelos en piezas de Sevilla (Amores y Chistvert, 1993, p. 293; Huarte, Lafuente y Somé, 1999, p. 155-156), o de su entorno (Barrionuevo, 2008/2009, p. 275-277).

Fig. 6.2.3. Fragmentos de cerámica esmaltada de origen ibérico, con decoración.

Con una técnica diferente, también están presentes los platos de fondo con umbo (PC13-063, PC13- 088, PC13-431, PC13-445, PC13-547, PC13-853) y cuencos de fondo con pie anular (PC13-424) de la llamada serie “blanca y verde de mitades”, en la que cada parte de la pieza se sumerge en vidriados distintos, una en esmalte blanco y la otra en vidriado plumbífero verde (figura 6.2.3).

La producción de estos tres últimos tipos se considera sevillana, de finales del siglo XV a principios del XVI (Pleguezuelo y Lafuente, 1995, p. 228; Pleguezuelo et al., 1997, p. 333; Pleguezuelo, 1997, p. 356), siendo hallada en contextos americanos hasta mediados del XVI (Deagan, 1987, p. 56-57). En el norte de África también se han hallado en Alcazarseguer, en contextos de la primera mitad del siglo XVI (El-Boudjay et al., 2016, p. 189; Teixeira y Torres, 2018, p. 129-131).

Finalmente, con relación a la cuantificación de los NMI de la cerámica esmaltada del periodo portugués, los platos y cuencos suman cerca de 95% del conjunto, o sea 990 piezas sobre 1044. Este porcentaje es muy significativo de su utilización a la mesa, donde prevalece un consumo esencialmente individual. Los jarros son cerca de 1% y también serían utilizados en la mesa. Fuera de este ámbito, están formas plurifuncionales como el lebrillo con cerca de 2%, los morteros para machacar ingredientes o comida con 0,3%, los bacines para la higiene personal con cerca de 1% y un albarelo que podría servir para acondicionar soluciones medicamentosas. En todo el conjunto de cerámica esmaltada sobresale esencialmente su utilización a la mesa, tanto por sus características impermeables como por su valorización tecnológica y, en algunos casos, decorativa.

Por último, notamos algunas reflexiones sobre las diferencias entre los repertorios cerámicos esmaltados islámico y cristiano. Si observamos, por ejemplo, los datos porcentuales sobre la incidencia del tipo de pastas de cerámica esmaltada antes y después de la conquista portuguesa de 1415, se constata que en la fase de ocupación islámica las pastas son en su mayor parte semiduras (67%), seguidas por las pastas duras (24%), siendo minoritarias las pastas blandas (9%). En cuanto a su coloración, las naranja claras son mayoritarias (40%), seguidas de las naranjas (24%), y luego las beige (21%), rosa claro (9%) y rosa (6%). Ya en la época de la ocupación cristiana las pastas claras (de color beige, amarillo y rosa pálido) y semiduras son las más abundantes, representando el 82% del conjunto, seguidas de las pastas más oscuras y semiduras con el 18%. Este breve análisis pone, por tanto, de manifiesto el cambio en los mercados de suministro, que parecen trasladarse de Málaga a la región de Sevilla. Los repertorios formales también han cambiado, reflejando las diferencias entre la vida diaria musulmana y cristiana, particularmente en la mesa.

10.7. La cerámica vidriada (AT)

En las excavaciones arqueológicas de las Murallas Reales de Ceuta se recuperó gran cantidad y variedad de cerámica vidriada, la cual se caracteriza por el hecho de que se ha fabricado con pastas muy distintas, pero teniendo en común su recubrimiento con vidriado plumbífero en varios tonos de melado o verde. Se pueden distinguir diferentes centros de producción, así como una cronología amplia, que incluye los últimos siglos de dominación de las dinastías islámicas en esta ciudad, especialmente el período mariní, y también el primer siglo y medio de ocupación portuguesa, entre 1415 y mediados del siglo XVI cuando se construye la Muralla Real en cuyo interior se encontraron estas cerámicas. Desde un punto de vista funcional, se han identificado objetos con diversos propósitos: mesa, cocina y otros servicios domésticos, almacenamiento y transporte, iluminación e higiene.

En el presente texto hemos optado por seguir este tipo de enfoque funcional sobre los materiales arqueológicos, aunque en algunos casos hay que tener en cuenta que muchos objetos tenían diversas funciones, a menudo diferentes de aquellas para las que fueron diseñados. En todo caso, hemos seguido las convenciones generalmente aceptadas y que se reflejan en la bibliografía sobre el tema, sin estimar necesario formular mayores consideraciones sobre estas clasificaciones. La elección de este enfoque no está relacionada con un intento de reconstruir la vida cotidiana de los habitantes a lo largo de esta dilatada cronología, ya que las condiciones del hallazgo solamente lo permiten de manera muy general: estas cerámicas fueron recogidas en un depósito secundario, posiblemente vuelto a trasladar, después de un primer descarte hecho en su momento, como sería el caso de un vertedero extramuros, cuyos restos fueron depositados en los intersticios entre las cortinas califal y portuguesa al tiempo de la obra quinientista.

Así pues, nuestra opción resulta esencialmente del hecho de que nos pareció pertinente asociar, conjuntamente, las cerámicas utilizadas con fines similares a lo largo de esa cronología, relacionando piezas que llegaron a sus consumidores antes y después de 1415. Naturalmente, en ausencia de una estratigrafía capaz de proporcionar datos cronológicos sobre las piezas más allá de su datación anterior a 1550, nuestro enfoque resulta de los paralelos con otros contextos arqueológicos: por un lado, en la propia ciudad, donde los estudios sobre el período bajomedieval constituyen una referencia para el Mediterráneo occidental; por otro lado, en el vecino yacimiento de Alcazarseguer, con una periodización histórica análoga a la de Ceuta y un gran potencial estratigráfico, habiéndose desarrollado allí trabajos de cierta envergadura, últimamente bajo nuestra coordinación y de Abdelatif El-Boudjay; por último, en la región occidental de Andalucía, particularmente en la ciudad de Sevilla, y en Portugal, especialmente Lisboa, donde en los últimos años se ha progresado en el número de trabajos arqueológicos llevados a efecto correspondientes a esta cronología. Creemos que esto contribuirá a un abordaje de los mundos islámico y cristiano que, aunque en su momento contendieron por sus espacios de influencia política y militar, también tuvieron continuidades considerables, en particular en lo que se refiere al mundo material y cultural.

10.7.1 Cerámicas de mesa.

Entre las formas destinadas a servir en la mesa, que representan un 40% del total de hallazgos de cerámica vidriada de la excavación de la Puerta Califal, hay que considerar los cuencos o escudillas y los platos.

Entre los cuencos se incluyen los de forma hemisférica, con un borde de 17 cm de diámetro y paredes de 0,4 a 1 cm de grosor, habitualmente con una fina incisión interior marcando el fondo, de pie anular (PC13-099, PC13-583; figura 7.1.1). Fueron producidos con pastas duras naranjas/rojas, con poca cantidad de desgrasantes finos (calizas, cuarzos, partículas negras y más raramente micas); las superficies fueron revestidas con engobe beige y fue aplicado vidriado melado en la cara interna y sobre el borde, con chorreones hacia la cara externa. Se trata de una producción de la Ceuta mariní, detectada, aunque en pequeño número, en el alfar de Llano de las Damas. Es una de las formas corrientes en contextos de consumo de esta ciudad en el siglo XIV e inicios del siguiente (Fernández, 1988, p. III, 30 y 115; Hita, y Villada, 2000c, p. 302, 303, 324; Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 140 y 199). Su producción está también registrada en los alfares de Targa (con una extensión que todavía se deberá evaluar), 60 km al sureste de Ceuta (Bazzana, y Montmessin, 1995, p. 245). Estas formas representan casi el 9% del total de la cerámica vidriada de la Puerta Califal de Ceuta.

Respecto a los platos cónicos (conicalplates en la historiografía anglosajona), también llamados fuentes o ataifores, se pueden considerar dos grupos, para los cuales se proponen cronologías distintas en el registro arqueológico de Alcazarseguer: por una parte, recipientes con vidriado en las dos caras y con una calidad técnica superior, de finales del siglo XIII a mediados del siglo XIV; por otra, objetos vidriados solamente en el interior, sobre el borde y con chorreones en el exterior, hechos de forma más tosca y con incisiones circulares, de entre la segunda mitad del siglo XIV y el siglo XV (Myers, y Blackman, 1986, p. 57). Documentamos este mismo patrón en nuestros trabajos en dicho yacimiento, pudiendo añadir que los primeros suelen tener un vidriado de mayor grosor y adherencia a las piezas que los segundos, además de una mayor frecuencia de pinturas en morado (Teixeira et al., 2016a, p. 46, 52 y 73-74). No obstante, nos parece que será necesario apurar cronologías más fiables respecto a las dataciones de ambos tipos. Estos platos tienen borde vertical o, más raramente, exvasado, redondeado y engrosado hacia fuera, una carena acentuada más o menos alta, pared oblicua y fondo de pie anular.

Así, el primer tipo de platos cónicos de la Puerta Califal fue fabricado con pastas semiduras de color beige/rojo claro, conteniendo pocos desgrasantes visibles de grano fino, especialmente calizas, cuarzos y partículas negras (figura 7.1.1). Presentan en las superficies un vidriado melado amarillento, más claro (PC13-224), o más oscuro (PC13-373). Sus dimensiones son variables, entre los 20,6 cm de diámetro de borde y 0,4-1,1cm de grosor de la pared (PC13- 224) y los 45 cm de diámetro de borde y 0,9-1,5 cm de grosor de la pared (PC13-373). El plato PC13-094 es un poco diferente, porque, aunque tenga vidriado en las dos caras, tiene un núcleo oscuro y un vidriado marrón, además de tan sólo 15 cm de diámetro de borde, por lo que su cronología deberá ser posterior.

Fig. 7.1.1. Fragmentos de cerámica vidriada islámica.

Respecto al segundo tipo de platos (figura 7.1.1), fue fabricado con pastas idénticas a las anteriores, variando su tonalidad entre el rojo claro y el naranja, como resultado de cocción oxidante, con excepción de un caso en que la cocción fue reductora-oxidante (PC13-447). Las superficies interiores y el borde están cubiertos de vidriado de color muy variable, melado claro (PC13-082, PC13-550), melado oscuro (PC13-215, PC13-282, PC13-421), amarillento (PC13-447), marrón rojizo (PC13-098), marrón (PC13-453), o marrón oscuro (PC13-207), con chorreones en el exterior. Pocas piezas presentan pintura o chorreones decorativos en negro (PC13-421; PC13- 453). Los bordes tienen generalmente entre 22 y 24 cm, con excepción de un ejemplar con 29,5 cm (PC13-453), los fondos entre 8 y 11 cm y las paredes de 0,4 a 1,5 de grosor. Se trata de las medidas habituales en los hallazgos de Ceuta (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 139). Algunas piezas presentan incisiones en el interior, señalando el fondo (PC13- 098, PC13-207, PC13-421, PC13-447), acanaladuras en el exterior por debajo del borde (PC13-453) y angulaciones en el exterior también por debajo del borde (PC13-282). En un caso hay acumulaciones secuenciales de vidriado en la parte superior del borde y marca de trébede bien visible en la superficie interna (PC13-550).

En este contexto, son mucho menos abundantes los platos de este tipo con revestimientos vidriados de color verde (PC13-078; figura 7.1.1). Efectivamente, mientras que los platos cónicos melados representan un 15% del total de la cerámica vidriada de las excavaciones de la Puerta Califal de Ceuta, las mismas formas vidriadas en verde no llegan al 1%, lo que corresponde al patrón general de otros yacimientos de la ciudad (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 140).

Los platos cónicos fueron producidos en Ceuta durante el periodo mariní, en el alfar de Llano de las Damas, siendo además el objeto de presentación y consumo de alimentos más común en los contextos coetáneos de la ciudad (Fernández, 1988, p. III, 30 y 117; Hita, y Villada, 2000c, p. 302, 303, 314). Tal como en el caso de los cuencos mencionados arriba, también parece registrarse una producción en Targa, similar a los modelos ceutíes (Bazzana, y Montmessin, 1995, p. 245). Los datos arqueológicos y arqueométricos de Alcazarseguer apuntan hacia la misma cronología y origen ceutí. Por un lado, las analíticas indican que estos objetos no fueran producidos en Alcazarseguer (la cronología del alfar local aún no se ha estudiado en profundidad), teniendo al menos el grupo más antiguo un origen ceutí (Myers, y Blackman, 1986, p. 61 y 64). Por otro lado, no se encontraron platos de este tipo en contextos claramente portugueses de este yacimiento, aunque habría que tener en cuenta que los vestigios arqueológicos más abundantes de la ocupación portuguesa son más tardíos, de los años anteriores al abandono de 1550 (Teixeira; El-Boudjay, y Torres, 2014, p. 319, aquí incorrectamente contextualizados; Teixeira et al., 2016a, p. 102-09; Teixeira, y Torres, 2018, 131-132). Estas piezas solamente se documentan en niveles que colmatan viviendas mariníes, después de algunos decenios de ocupación portuguesa, estratos que por lo tanto mezclan materiales anteriores y posteriores a la conquista de 1458 (Teixeira et al., 2016a, p. 90). Cabe mencionar que también en Belyounech se hallaron múltiples piezas de este tipo (Grenier de Cardenal, 1980, p. 228). Se trata de una forma que permanece en la Península Ibérica en los primeros siglos posteriores a la conquista cristiana, llegando incluso al siglo XV, “como productos intermedios entre los ataifores islámicos y las escudillas y platos con los que se van asemejando por su pérdida de diámetro” (Amores, y Chisvert, 1993, p. 290, transcrita, y 320; Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 228 y 235; Huarte, y Somé, 2001, p. 914). Nótese que su consumo llega a la segunda mitad de este siglo (Lafuente, 2015, p. 286).

La vajilla para presentación de alimentos del período portugués en la Puerta Califal es semejante a las formas más habituales en contextos sur-peninsulares y norteafricanos de la segunda mitad del siglo XV y la primera mitad de la centuria posterior (figura 7.1.2). Se trata de los platos y las escudillas, que representan en conjunto un 10% del total de la cerámica vidriada del yacimiento: 5,4% los platos melados, 1,1% los platos verdes y blancos (tratados en el apartado de la cerámica esmaltada), 2,9% las escudillas meladas y 0,6% las escudillas verdes (mencionados también antes). Salvo unos ejemplares que no suman más de una decena (de los que se describen dos ejemplos más adelante), todos estos objetos se parecen a las producciones de Andalucía occidental, muy especialmente las de Sevilla (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 228, 233 y 235; Huarte, y Somé, 2001, p. 914 y 919). Están fabricados con pastas amarillas, rosadas o naranjas, claras, blandas o semiduras, con poca cantidad de desgrasantes visibles de grano fino o medio, especialmente cuarzos. De acuerdo con lo observado en la capital andaluza a partir del siglo XV, estos objetos presentan un vidriado que cubre la totalidad de la pieza, al contrario de lo que sucede en los dos siglos anteriores (Pleguezuelos, 1997, p. 356). Cabe mencionar que se han registrado producciones semejantes en Palos de la Frontera, cerca de Huelva, pero en este caso habría que tener más datos sobre las respectivas pastas (Carrasco et al., 2018, p. 260 y 262).

Fig. 7.1.2. Fragmentos de cerámica vidriada de origen ibérico.

En cuanto a los platos, el color del vidriado varía entre el melado claro amarillento en piezas con pastas más claras (PC13-085, PC13-378, PC13-332) el melado oscuro anaranjado en piezas con pastas más rojizas (PC13-417, PC13-446), presentando algunas piezas meladas unos motivos decorativos indefinidos de color marrón (PC13-332, PC13-446). Respecto a las escudillas, también hay piezas con vidriado y pasta más oscura (PC13-077, PC13-369, PC13-391), siendo el último caso un ejemplo de una rara cocción oxidante-reductora, otras con vidriado y pasta más clara (PC13-212, PC13-399, PC13-553, PC13-812, PC13-868) y otras, menos numerosas, con la superficie interior melada y la exterior verde (PC13-241), que muestran también un patrón decorativo de tipo vegetal imperfectamente dibujado en color marrón.

Desde el punto de vista formal, los platos tienen bordes exvasados y redondeados, con 24 a 25 cm de diámetro, y fondo con umbo, con 6 a 6,5 cm de diámetro; el grosor de las paredes oscila entre 0,5 y 1,2 cm. Algunas piezas presentan una acanaladura interior que indica el borde (PC13-085, PC13-417, PC13-446) y otras un resalte interior que delimita el fondo o la parte baja de la pieza (PC13-085, PC13-378).

Las escudillas tienen bordes redondeados rectos o ligeramente exvasados, fondos con umbo y paredes con carenas poco pronunciadas en el exterior, siendo menos habituales las piezas totalmente hemisféricas (es el caso de PC13-868, la única que presenta una incisión concéntrica que marca el fondo); son también poco usuales las piezas con una ligera acanaladura que delimita el borde (cómo PC13-391). Algunas escudillas tienen asas triangulares polilobuladas con unos motivos decorativos en relieve en la parte superior (PC13-812). Las dimensiones son variables, observándose objetos más pequeños con bordes de 7,8 a 11,5 cm y fondos de 2 a 4,5 cm de diámetro, con paredes de 0,3 a 1 cm de grosor (PC13-553, PC13- 391, PC13-868), y otros más grandes con bordes de 13 a 14,5 cm, fondos de 4 a 6,5 cm y paredes de 0,3 a 1,3 cm de grosor (PC13-369, PC13-399, PC13-241, PC13-212, PC13-812, PC13-077).

Dos platos y un cuenco merecen descripción aparte por su distinta forma de fabricación y decoraciones (figura 7.1.2). PC13-546 es un pequeño fragmento de plato, con bandas de incisiones onduladas sobre el ala, fabricado con una pasta blanca muy granulosa, revestido con engobe beige muy claro y con un vidriado de color melado/marrón de diferentes tonalidades; debido especialmente a las características de la pasta, podrá ser una producción de Barreiro, un alfar ubicado en la desembocadura del río Tajo, en la margen opuesta a Lisboa (Coelho, y Teixeira, 2018), o de la ciudad de Coimbra, donde se detectó un paralelo próximo en contextos ya del tercer cuarto del siglo XVI (Silva, 2015, p. I, 238). PC13-326 también fue fabricado con una pasta granulosa, pero rojiza, siendo el engobe de color beige y el vidriado interior de color marrón; tiene un borde de 28,3 cm, un pronunciado resalte en la pared y ala decorada con una banda de incisiones formando una ola. No está clara su procedencia. Por último, el cuenco PC13-189 tiene un perfil hemisférico y un borde de 14 cm de diámetro; fue fabricado con una pasta naranja oscura, cubierta por vidriado amarillo claro en el interior y verde claro en el exterior.

Además de estas formas para la presentación de alimentos, en el yacimiento de la Puerta Califal se registraron también contenedores de líquidos para servir en la mesa (figura 7.1.3). Destacamos las vasijas de la etapa mariní, fundamentalmente jarras/ redomas y jarritas, y entre las piezas de época portuguesa, los jarros (o infusas en portugués). Las primeras representan un 1,8% del total de las piezas vidriadas mientras que los segundos constituyen un 2,8% de estos hallazgos. Desafortunadamente, todas las piezas halladas están muy fragmentadas, por lo que fue imposible restituir sus perfiles.

Así, PC13-087 es el fragmento más completo de jarra, correspondiendo a la parte inferior de un cuerpo globular con paredes de 0,4-0,8 cm y fondo con pie anular de 7,4 cm de diámetro, señalado por una acanaladura concéntrica; el vidriado melado cubre solamente la superficie externa. PC13-430 es un fragmento de cuello de redoma, presumiblemente globular, con el arranque de un asa vertical; el vidriado melado fue aplicado en las dos caras. Estas piezas fueron fabricadas con pastas duras naranjas/rojas, con poca o media cantidad de desgrasantes finos o medios, muy similares a las del alfar de Llano de las Damas, aunque hasta ahora no se ha podido comprobar su producción en este alfar. Su datación en la época mariní se basa en hallazgos ceutíes (Fernández, 1988, p. III, 27, 29 y 111), pero también de Belyounech (Grenier de Cardenal, 1980, p. 231). Esto se aplica igualmente a la jarra PC13-218, de cuerpo globular con paredes de 0,5-1 cm y fondo de pie anular bien ancho, con 10 cm de diámetro, recubierto exteriormente con engobe blanquecino y vidriado verde (Fernández, 1988, p. III, 32 y 119). Aunque no parezca ser el caso de las piezas en estudio, cabe señalar que hay una producción de vasijas de este tipo en la Sevilla del siglo XV (Amores, y Chisvert, 1993, p. 293 y 325; Pleguezuelo et al., 1999, p. 276 y 290).

Fig. 7.1.3. Fragmentos de cerámica vidriada de origen ibérico.

Las jarritas están representadas por dos ejemplares fabricados con pastas rosadas muy diferentes de las anteriores, bien depuradas y con pocos desgrasantes visibles de grano fino blanco, con las superficies vidriadas en verde oscuro. En un caso se trata de un fondo de pie anular poco pronunciado, con 6,2 cm de diámetro y un resalte hacia el exterior que demarca el fondo (PC13-258); el otro es también un fondo de pie anular más pronunciado, con 7 cm de diámetro, un cuerpo troncocónico con dos acanaladuras paralelas y concéntricas en la zona media de la pieza y un asa vertical (PC13-537).

Los jarros están totalmente vidriados en el interior y solamente hasta la mitad de la pieza en el exterior. Las pastas son rosadas y las piezas están cubiertas de engobe beige, sobre el cual se aplicó el vidriado melado. En este yacimiento se recuperaron piezas muy fragmentadas de este tipo, pero la forma es bien conocida: tiene borde recto o ligeramente invertido y redondeado, cuello cilíndrico alto, estrechando en la conexión con el cuerpo, que es elíptico, terminando en un fondo plano engrosado hacia fuera; cuentan con un asa vertical que arranca del cuello y termina en la parte superior del cuerpo. La parte inferior de estas piezas presenta estrías del torno en su superficie interna y una incisión concéntrica externa en la parte superior del cuerpo, que es un elemento decorativo. Los diámetros del borde y fondo son similares, entre los 8 y los 9 cm, y las paredes tienen un grosor entre 0,4 y 1,5 cm (PC13-357, PC13-405, PC13-406, PC13-846). Estos jarros tienen generalmente alturas que rondan los 24 cm, enmarcándose en las producciones sevillanas del siglo XV a inicios de la centuria posterior, teniendo en cuenta los paralelos recuperados en conjuntos de bóvedas (Amores, y Chisvert, 1993: 321, tipo 164C; Pleguezuelo et al., 1999, p. 275 y 288, jarro A), o en diversos contextos de la ciudad (Huarte, y Somé, 2001, p. 914-915 y 918).

Cabe señalar que, a partir de estas clasificaciones de las diferentes formas, se hizo un ensayo de verificación de eventuales tendencias de representatividad de tipos pertenecientes a las etapas mariní y portuguesa del yacimiento. Se llegó a la conclusión que las unidades estratigráficas con mayor cantidad de formas atribuibles a la fase islámica son también las que tienen más cerámicas de época cristiana, como la [180/181], [174], [119], [187], [159], [160] y [135]. Además, casi todas las unidades estratigráficas tienen materiales de una y otra fecha y las excepciones son estratos donde el número de cerámicas es muy reducido, por lo que sería temerario sacar conclusiones.

10.7.2. Cerámicas de cocina

Las formas de cocina representan un 50% del total de las cerámicas vidriadas recuperadas en la Puerta Califal de Ceuta. Dentro de este grupo se incluyen las cazuelas, la forma más importante del conjunto (24,1%), y las ollas, también con gran representatividad (14,3%), además de los hornillos (tan solo 1%). Cabe indicar que estos números difieren de la mayoría de los hallazgos ceutíes, donde las ollas suelen ser predominantes en relación a las cazuelas (Hita, y Villada, 2000c, p. 301). Fueron también incluidos en este grupo los lebrillos, que además de su uso en la cocina servían para una serie de otras funciones domésticas, como por ejemplo para lavar o lavarse (11,5% del total).

Las cazuelas fueron fabricadas con pastas de color naranja o rojo, presentando la superficie externa un color rosado (figura 7.2.1). En el interior de las vasijas fue aplicado vidriado de tonos melado (PC13-102, PC13-179, PC13-214, PC13-396), naranja y marrón (PC13-200), o marrón (PC13-210), algunas veces de tonos verdosos (PC13-170), con chorreones hacia el exterior. No parece que el color más oscuro de estos últimos vidriados sea solamente el “resultado de la aplicación de vidriado melado sobre pasta naranja” (Bazzana et al., 1990, p. 102), ya que todas las formas parecen haber sido fabricadas con arcillas muy semejantes.

Las formas de las cazuelas son hemisféricas, con una ligera carena y fondos convexos, y de distintas dimensiones: hay piezas más pequeñas, con bordes entre los 11 y los 12 cm de diámetro y 0,2 a 0,6 cm de grosor de la pared (PC13-102, PC13-396, PC13-214); otras un poco mayores, con 14 a 14,5 cm de diámetro de borde, paredes de 0,4 a 0,8 cm y fondo con 11 cm de diámetro (PC13-179, PC13-368); algunas intermedias, con unos 17 cm de diámetro de borde y 0,4 a 1,1 cm de grosor de las paredes (PC13-210); y ,por último, unas más grandes, con bordes de 24-25 cm de diámetro, paredes con 0,5 a 0,9 cm de grosor y fondos de 19 cm de diámetro (PC13-200, PC13- 170). Respecto a la forma del borde, algunas piezas tienen un borde bífido, orientado hacia el interior y engrosado hacia fuera, con sección redondeada, probablemente para encaje de una tapadera (PC13-102, PC13-214, PC13-179, PC13-210, PC13-200); otras lo tienen recto (PC13-170) o simplemente exvasado y redondeado, con un estrechamiento antes del arranque de la pared (PC13-396, PC13-368). Una de las piezas exhibe una decoración con una secuencia de digitaciones en el borde (PC13-200). Algunos objetos presentan marcas de contacto con el fuego. Estas cazuelas tienen paralelos en el alfar mariní de Llano de las Damas, en Ceuta, pero están globalmente presentes en los estratos arqueológicos coetáneos de la ciudad (Fernández, 2005, p. 64-66; Hita, y Villada, 2000c, p. 301, 303 y 320).

Tal como se ha documentado en otros yacimientos ceutíes (Hita, y Villada, 2000c, p. 301, 303, 313 y 321), también aquí se identificaron cazuelas con formas idénticas a las anteriores, pero con múltiples asas verticales de sección subtriangular que arrancan del borde, las llamadas cazuelas de costillas (figura 7.2.1), con una tradición que remonta al periodo almohade. Curiosamente, los ejemplares inventariados de este tipo se distinguen por una cocción reductora-oxidante, siendo el vidriado naranja (PC13-187) o marrón (PC13-552). Estos ejemplares pertenecen a la categoría de las cazuelas de mayor tamaño, con diámetros de borde de 28 a 30 cm, paredes de 0,4 a 1,5 cm de grosor y fondos de 23 cm de diámetro. Además de los hallazgos ceutíes, cabe mencionar que estos dos tipos de cazuelas tuvieron amplia difusión en yacimientos vecinos a Ceuta, como en Belyounech (Grenier de Cardenal, 1980, p. 230 y 233), en Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 109 y 111; El-Boudjay et al., 2016, p. 181; Teixeira et al., 2016, p. 70), o en Kouass (Julien et al., 2015, p. 796, casserole 1A), en la costa mediterránea norteafricana al este de Ceuta (Bazzana, y Montmessin, 1995, p. fig. 6) y cabe la posibilidad de que llegaran incluso a Fez, en cuyos alfares no se conocen estas producciones (Fili, 2008, p. 526). También en Azemmour, en la costa atlántica, se encontraron cazuelas similares, aparentemente no de fabricación local (Teixeira; Karra, y Carvalho, 2015, p. 826).

Fig. 7.2.1. Fragmentos de cerámica vidriada islámica: cazuelas

Fig. 7.2.2. Fragmentos de cerámica vidriada cristianas: cazuelas.

Ya de fechas más recientes son una serie de otros tipos de cazuelas, que podemos considerar del periodo portugués, aunque cabe señalar una continuidad con las piezas del periodo anterior (figura 7.2.2). La principal diferencia es técnica: estas piezas están fabricadas con unas pastas rojas oscuras granulosas, con gran cantidad de desgrasantes de diferentes tipos y dimensiones, quedando el vidriado espeso, muy rojizo y poco uniforme. Las formas también presentan ciertas diferencias: unas son troncocónicas con paredes de 0,5-0,7 cm de grosor, con borde reentrante redondeado, engrosado hacia dentro, con unos 28 cm de diámetro y fondo convexo, observándose unas acanaladuras concéntricas demarcando el borde y el fondo (PC13-362); otras son igualmente troncocónicas pero de paredes más abiertas, con 0,7-1,1 cm de grosor, y el borde es exvasado, redondeado, engrosado hacia fuera y alcanzan los 34 cm de diámetro (PC13-401); finalmente, otras tienen una ligera carena alta (marcada exteriormente por acanaladura), borde vertical redondeado de 31 cm (engrosado hacia dentro y hacia fuera), pared con 0,5-0,7 cm de grosor y el arranque de un asa horizontal (PC13-451). Es importante destacar que este no es el primero hallazgo de estos tipos en Ceuta, ya que en los niveles coetáneos de la Plaza de la Catedral se recuperaron cazuelas vidriadas idénticas (Teixeira; Villada, y Silva, 2015, p. 143).

No es fácil atribuir una procedencia concreta a estas cerámicas. Cierto es que se han documentado en niveles claramente portugueses de Alcazarseguer (Teixeira; El-Boudjay, y Torres, 2014, p. 320-321; Teixeira et al., 2016a, p. 105, aquí mal descritos; Teixeira, y Torres, 2018, 133). La hipótesis de una procedencia lisboeta que en su día presentamos tímidamente, fundada solamente en los datos arqueométricos de dicho yacimiento (Iñañez et al., 2016, p. 207), no nos parece ya sostenible, esencialmente porque los hallazgos de este tipo en la capital portuguesa siguen siendo sencillamente inexistentes. A partir de una observación meramente macroscópica pensamos que es más probable un origen sevillano. En esta ciudad se han encontrado en varios contextos de la segunda mitad del siglo XV y de la centuria posterior piezas que presentan algunas semejanzas con los hallazgos ceutíes en cuestión (Amores, y Chisvert, 1993, p. 325, fig. 206a; Huarte, y Somé, 2001, p. 915 y 920; Lafuente, 2015, p. 288). Probablemente se trate de una producción local, pero utilizando arcillas poco calcáreas y con numerosas inclusiones no plásticas, muy distintas de las demás producciones ya bien conocidas de la capital andaluza, constituyendo así un grupo químico distinto, el Sev08, como apuntan recientes análisis arqueométricos (Fernández; Buxeda, y Amores, 2017). De hecho, para apuntar unos paralelos más concretos, ya que la cuestión es dudosa, se podría decir que hay una correspondencia entre los siguientes hallazgos ceutíes y muestras del grupo Sev08: PC13-401 y SEV288; PC13-451 y SEV303; PC13-362 y SEV303 (Fernández, 2018, p. 241). Es una hipótesis que merece un estudio más detallado, ya que se conocen otros alfares donde se fabricaban piezas similares en las mismas fechas, cómo en Marbella, aunque sus pastas sean un tanto distintas (Caballero, 2009, p. 2941 y 2952).

Fig. 7.2.3. Fragmentos de cerámica vidriada: ollas y tapaderas.

Respecto a las ollas, nuestras observaciones son muy semejantes a lo que se describió respecto a las cazuelas. Por una parte, existen piezas claramente encuadrables en las producciones de la propia ciudad de Ceuta durante la época mariní, con las mismas características técnicas ya descritas (que no cabe repetir aquí), y por otra parte hay un grupo de cerámicas vidriadas idénticas a las que se documentaron en los niveles claramente portugueses de Alcazarseguer, también con atributos similares a los mencionados arriba (que tampoco repetiremos), las cuales, de acuerdo con la misma hipótesis, podrían tener origen en Sevilla (figura 7.2.3).

Así, las ollas globulares de la etapa mariní presentan una amplia variedad de tipos, similares a los registrados en el alfar ceutí de Llano de las Damas (Hita, y Villada, 2000c, p. 300, 301 y 312), o en contextos de hábitat de la ciudad (Hita, y Villada, 2000c, p. 322; Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 174-179), pero igualmente en las cercanas ocupaciones mariníes de Belyounech (Grenier de Cardenal, 1980, p. 239), Al cazarseguer (El-Boudjay et al., 2016, p. 180; Teixeira et al., 2016, p. 70), y Kouass (Julien et al., 2015, p. 794, marmites 1A), colocándose una vez más la hipótesis de su suministro a la capital mariní (Fili, 2008, p. 526). Un grupo presenta borde horizontal orientado hacia el interior, sin cuello, con labio engrosado hacia fuera de sección triangular o cuadrangular, diámetros de 10 a 12,5 cm y grosor de las paredes entre 0,3 y 1,2 cm; se observan incisiones o acanaladuras exteriores señalando el borde (PC13- 091, PC13-093 [de dimensión dudosa], PC13-217, PC13-359, PC13-422). Otro conjunto incluye vasijas generalmente con borde ligeramente orientado hacia el interior, labio de sección triangular e inflexión interna para recibir tapadera, además de un resalte exterior en el cuello; las dimensiones son de 9,5 a 14 cm de diámetro y las paredes, muy incompletas en todos estos hallazgos, de 0,3 y 1,3 cm de grosor (PC13-095, PC13-205, PC13-411). Una pieza presenta también un resalte al interior marcando el cuello, pero el borde es recto y no tiene resalte externo, solamente una incisión (PC13-219). Un tercer grupo incluye piezas de borde más simples, recto y redondeado, con 9-10 cm de diámetro, cuellos cortos, paredes de 0,3 a 0,7 cm de diámetro y acanaladuras o incisiones exteriores (PC13-089, PC13-415). Más singular es la pieza PC13-559, con borde ligeramente orientado hacia el interior, redondeado, de 10 cm de diámetro, con incisiones externas y cuatro asas verticales paralelas de sección triangular (a modo de pequeñas “costillas”), seguramente con función exclusivamente decorativa; tiene paralelo en Belyounech, en las mismas fechas (Grenier de Cardenal, 1980, p. 239).

En cuanto a las ollas de la etapa portuguesa, los fragmentos son muy pequeños y, en un único caso, seguramente atribuible a la producción que describimos arriba, fue posible dibujar la forma. Se trata de una olla con cuerpo de tendencia globular, paredes entre los 0,7 y los 1,5 cm, borde exvasado y redondeado con 14,7 cm de diámetro, que conserva el arranque de un asa vertical; tiene un resalte interior marcando el cuello (PC13-097). Volviendo a apuntar paralelos entre los hallazgos ceutíes y las muestras analíticas de yacimientos del siglo XVI de Sevilla, se puede decir que esta pieza es muy similar a SEV143 o SEV206 (Fernández, 2018, p. 241). Otra pieza ceutí podría hipotéticamente atribuirse a este grupo: se trata de una vasija de borde vertical redondeado y engrosado hacia fuera, con 10,4 cm de diámetro y cuello vertical, delimitado por dos incisiones (PC13- 398). No encontramos paralelos para este pequeño fragmento de cerámica, ni en el referido trabajo arqueométrico, ni en los mencionados rellenos de bóvedas de la capital andaluza (Amores, y Chisvert, 1993, p. 292 y 394; Pleguezuelo et al., 1999, p. 290), pero sí en algunos contextos de consumo de la región sevillana (Lafuente, 2015, p. 287).

En cuanto a las tapaderas vidriadas meladas, todos los hallazgos de la Puerta Califal se enmarcan en la fase mariní de la ciudad (figura 7.2.3). Son fragmentos muy pequeños, de los cuales destacamos el ejemplar PC13-400, de formato hemisférico y paredes de 0,4-1 cm, con un gran asidero de sección troncocónica invertida de 3 cm de diámetro; en esto caso, el fragmento cerámico tiene caliza adherida a la superficie interna, posiblemente resultado de su reutilización como material de construcción. PC13- 404 debe también corresponder a un asidero de este tipo, con 4,2 cm de diámetro. Suelen encontrarse en contextos mariníes de Ceuta, asociados a las cazuelas (Fernández, 1988, p. III, 9 y 97), pero también a las ollas (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 178 y 212). Se encontraron tapaderas similares en Targa (Bazzana, y Montmessin, 1995, p. 246) y Alcazarseguer (El-Boudjay et al., 2016, p. 181).

Aunque con un porcentaje insignificante en el total de los hallazgos cerámicos vidriados, se identificó otro contenedor para preparación de comida. Se trata de un recipiente de forma troncocónica, con paredes de al menos 0,3-0,5 cm y fondo plano de 6 cm de diámetro con pequeñas perforaciones (PC13- 090, figura 7.2.3). Se trata de una pieza “concebida para realizar cocciones indirectas gracias al vapor procedente de otra pieza expuesta directamente al fuego”, y podría servir como cuscusera, colador, o incluso quesera (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 134-135 y 186-187). Esta forma también ha sido documentada en otros conjuntos mariníes, como Kouass (Julien et al., 2015, p. 796).

En relación a los anafes para preparar la comida o simplemente calentarla, se encontraron pocos ejemplares vidriados melados, además de otra forma similar que podría ser un portaviandas o calienta platos. La función de los primeros sería la elaboración de guisos y parrilladas, mientras que los segundos podrían usarse solamente para trasladar y mantener caliente la comida desde la cocina hasta la mesa, sirviendo como soporte de una cazuela (Hita, Suárez y Villada, 2010, p. 134-135 y 186-187). Estas vasijas fueron fabricadas con arcillas similares a las de las demás cerámicas de cocina, con pastas de color naranja en el núcleo pero con las superficies más claras; el vidriado melado fue aplicado en las superficies exteriores y sobre el borde, con chorreones ocasionales hacia el interior (figura 7.2.4). La parte superior de las piezas es muy semejante: un recipiente hemisférico (PC13-177) o troncocónico (PC13-435, PC13-581), con borde horizontal exvasado formando un ala ancha de sección cuadrangular con acanaladuras, y en dos casos también con digitaciones concéntricas en la parte superior, y diámetros variables entre 16,5 cm (PC13-581), 19 cm (PC13-435) y 22,5 cm (PC13- 177). Tan solo una de las piezas conserva un asa de sección oval, pero todos estos objetos deberían tener dos. Respecto a la decoración externa, sólo un ejemplar presenta líneas excisas, paralelas y oblicuas (PC13-581), cómo en los casos más conocidos de reposa platos. El anafe tiene una parte inferior compuesta por un cuerpo cilíndrico y fondo de pie anular de 8,5 cm, teniendo en la pared una abertura de forma probablemente triangular para oxigenación de esta zona del recipiente, donde se hacia el fuego (PC13-554). Una parrilla separaba las dos partes, en este caso con un hueco en el centro (PC13-169).

Fig. 7.2.4. Fragmentos de cerámica vidriada islámica: anafes

Por último, abordaremos los lebrillos que, como ya señalamos, servían para la preparación de los alimentos previa a la cocción (por ejemplo amasar el pan, preparar aliños o dejar en remojo vegetales, entre otros), pero también para lavar ropa y vasijas, o incluso para aseo personal, tanto en contextos islámicos como cristianos (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 127; Amores, y Chisvert, 1993, p. 288). En conjunto, en los hallazgos de la Puerta Califal hay un claro predominio de las piezas vidriadas en verde (9,7% del total de cerámicas vidriadas) sobre las meladas (sólo 1% del conjunto), datos muy relacionados con la fase portuguesa, ya que a partir del siglo XV las primeras suelen ser claramente más numerosas, reservándose las segundas para ejemplares con decoración en marrón (Amores, y Chisvert, 1993, p. 288).

Es escasa la publicación de lebrillos o alcadafes vidriados de época mariní en Ceuta, tanto de color melado como verde (incluso turquesa), pero estas piezas son habituales en los contextos arqueológicos. Si bien está comprobada la manufactura de estas piezas bizcochadas en la ciudad, no está claro en relación a las series vidriadas, que podrían proceder de los alfares malagueños (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 127 y 170). En Alcazarseguer los lebrillos más frecuentes en estas fechas son bizcochados, aunque existan ejemplares vidriados melados (Teixeira et al., 2016, p. 71). Hay también hallazgos del mismo tipo en Belyounech (Grenier de Cardenal, 1980, p. 234).

Ya en contextos norteafricanos portugueses de los siglos XV y XVI, los lebrillos vidriados en verde son omnipresentes. Esto está claro en el caso de Alcazarseguer (Teixeira; El-Boudjay, y Torres, 2014, p. 321 y 323), donde está comprobado mediante analíticas su origen sevillano (Iñañez et al., 2016, p. 206). Estas piezas se fabricaron con pastas beige, rosa, o naranja claro, con algunos desgrasantes de calibre pequeño a medio, es decir, arcillas típicamente utilizadas en este tipo de piezas en los alfares sevillanos (Pleguezuelo et al., 1999, p. 268). Tienen un característico revestimiento verde oscuro en la superficie interna y sobre el borde, quedando en la cara externa el color beige; una de las decoraciones más frecuentes es “una simple impresión de cordón en el labio”. Objetos semejantes fueron producidos en todo el valle del Guadalquivir desde el siglo XV, no solamente en Sevilla (Amores, y Chisvert, 1993, p. 288, citada, y 314), sino también en Jerez de la Frontera (Barrio nuevo, 2008-2009, p. 271 y 274).

La clasificación de los hallazgos de la Puerta Califal no es fácil (figura 7.2.5). PC13-825 es un ejemplo de la serie verde para el período islámico, con su borde exvasado de 56,8 cm de diámetro, redondeado y engrosado hacia dentro y hacia fuera; presenta una incisión concéntrica interior que demarca el borde, presentando también unas curiosas perforaciones circulares, que se usaron para unir la pieza quebrada, en un claro caso de reaprovechamiento de la misma pieza a lo largo del tiempo. Asimismo, PC13-194, con su pasta con abundantes desgrasantes negros y morados y su vidriado turquesa, podría datarse en las mismas fechas; tiene un borde exvasado de 37,4 cm de diámetro, engrosado hacia fuera y también un poco hacia dentro, además de un resalte interior demarcando el borde.

Los ejemplos de la serie verde para el periodo cristiano son más numerosos, lo que podría reflejar su mayor representatividad en estas fechas que en el periodo anterior, una suposición que todavía no podemos confirmar con datos claros. Encontramos cierta diversidad de tamaños y de perfiles de los bordes: unos más pequeños, con 32 a 38 cm de diámetro, pendentes (o exvasados), redondeados y engrosados hacia fuera, decorados interiormente con un relieve por debajo del borde (PC13-051, PC13-527), o también con una incisión ondulada (PC13-855); otros de medianas dimensiones, de 54 a 65 cm, colgantes y redondeados (PC13-216, PC13-364) o afilados (PC13-464) y engrosados hacia fuera, con el mencionado relieve por debajo del borde y, en algunos casos, líneas puntilladas a ruedecilla (como granos de arroz) en el labio (PC13-364, PC13-464), conservándose en un caso el fondo plano de 40 cm de diámetro; otros son mayores, de 68-70 cm (PC13-052, PC13-221), o incluso 112 cm (PC13- 178), con borde colgante afilado, engrosado hacia fuera, también con resalte por debajo del borde y líneas puntilladas en el labio.

Fig. 7.2.5. Fragmentos de cerámica vidriada: lebrillos.

Respecto a la serie melada, PC13-096, PC13-198 y PC13-454 son fragmentos de fondos planos de lebrillos revestidos interiormente con vidriado melado y con decoración pintada en marrón. Sus pastas no parecen indicar una producción sevillana bajomedieval. Al contrario, PC13-363 y PC13-425, con borde colgante, redondeado y engrosado hacia fuera, 41,4 cm de diámetro, resalte en el borde y fondo plano de 20 cm, pueden incluirse en los referidos prototipos de los alfares andaluces que abastecerían, en gran medida, la ciudad en época portuguesa, como parece ya claro por todo lo expuesto. El fragmento PC13-866, con su borde exvasado, redondeado y engrosado hacia fuera (44,8 cm de diámetro), relieve interior por debajo del borde y cubierta vítrea sobre pintura en marrón, es más dudoso, pero podría enmarcarse en la misma producción.

Un tipo de lebrillo más alto y de menor diámetro tendría la misma función. Representa un 0,7% del total de cerámicas vidriadas de la Puerta Califal. Es una forma troncocónica de borde horizontal con 24 cm de diámetro y sección cuadrangular, como un ala, cubierta de vidriado verde en el interior. Fue fabricado con una pasta naranja clara (PC13-275), siendo difícil determinar su procedencia.

10.7.3. Cerámica de almacenamiento y transporte

Este conjunto de materiales es muy escaso y está representado esencialmente por paredes, por lo que no fue posible restituir sus perfiles y su cuantificación por número mínimo de individuos indica niveles residuales, inferiores al 1%.

Las únicas formas que se pueden reconocer son las cantimploras (figura 7.3.1). Dos fragmentos forman parte de las producciones de mariníes de Ceuta: PC13-184 y PC13-213. El primero es un borde recto y redondeado con 1,6 cm de diámetro, engrosado hacia fuera, con cuello destacado y el arranque de la pared hacia una forma globular. El segundo es un borde exvasado redondeado y engrosado hacia fuera, con 6 cm de diámetro. Son “piezas destinadas a almacenar y principalmente transportar líquidos, de sección lenticular” con “dos resistentes asas”, siendo sus pastas similares a las del alfar del Llano de las Damas, lo que indica una fabricación local (Hita; Suárez, y Villada, 2010, p. 145 y 209).

El fragmento PC13-471 es un ejemplar algo más completo de uno de los primeros contenedores de transporte atlántico. Se trata de una de las llamadas jarras peruleras o early style olive jars (Goggin 1964, p. 256), denominadas jarras comerciales o cantimploras en la bibliografía española más reciente. Tiene una pasta clara, entre el beige y el rosa, con una cantidad reducida de desgrasantes de pequeño a medio tamaño. Las superficies son más claras que la pasta y están revestidas con vidriado melado amarillento en el interior y sobre el borde, con chorreones hacia el cuello y el exterior. La forma es esférica, cerrada, con un cuello corto y borde exvasado redondeado, engrosado hacia fuera, y un diámetro de 6,8 cm. Esta forma surge en contextos arqueológicos con dos asas verticales laterales, no preservadas en este caso. Con un diámetro de cerca de 23 cm, esta vasija de Ceuta debería tener una capacidad de media arroba, medida mencionada en las fuentes escritas coetáneas, para contener vino o aceite de oliva, pudiendo también utilizarse para envío de otros alimentos secos o en conserva, y agua. Su transporte en las flotas del atlántico requería un buen acondicionamiento, siendo las piezas cerradas mediante tapas de corcho selladas con mortero. Es un tipo de cerámicas para las cuales se apunta un origen en Andalucía occidental a finales del siglo XV y primera mitad de la centuria posterior, especialmente debido a los hallazgos de las bóvedas de edificios religiosos de Sevilla y de Jerez de la Frontera (Amores, y Chisvert, 1993, p. 282-283 y 306-07; Pleguezuelo, y Sánchez, 1993, p. 1093-1094; Pleguezuelo et al., 1999, p. 269-271 y 282-283; Barrionuevo, 2008/09, p. 265 y 268). Estos contenedores fueron documentados en las primeras ocupaciones coloniales españolas de América y en pecios coetáneos (Goggin, 1964, p. 28; Deagan, 1987, p. 32-33; Marken, 1994, p. 46).

Cabe referir también en este apartado un único fragmento de tinaja, fabricado con pasta pajiza, con vidriado verde en el exterior, borde vertical engrosado hacia fuera, con sección rectangular y cerca de 28 cm de diámetro, con decoraciones plásticas verticales por debajo del borde (PC13-851, figura 7.3.2), idéntico a los cuantiosos ejemplares recuperados en los contextos mariníes de Ceuta (Hita, y Villada, 2000c, p. 305 y 328).

Fig. 7.3.1. Fragmentos de cerámica vidriada de almacenamiento, transporte y de iluminación.

10.7.4. Cerámica de iluminación

Este conjunto se compone de pequeños fragmentos de recipientes destinados a iluminar los hogares mediante la quema de grasas vegetales o animales. En total, la cerámica vidriada representa casi el 3,5% de los individuos, de los cuales el 2,3% son objetos melados y poco más del 1% son vidriados en verde (figura 7.3.1). Incluye candiles de platillo, como PC13-180, con base plana de 6,4 cm de diámetro, paredes inclinadas hacia fuera, pinzadas para formar una piquera de pellizco, y asa de sección ovalada. Fueron fabricados con pastas naranjas, engobe gris exterior y vidriados melados, siendo muy similares a los del alfar mariní de Llano de las Damas, donde está comprobada esta producción. Están igualmente presentes en diversos contextos de la Ceuta medieval, donde son el recipiente cerámico de iluminación más numeroso (Fernández, 1988, p. I, 72-74 y 124- 125; Hita, y Villada, 2000c, p. 302, 305 y 327). Se les atribuye una cronología que se extiende a lo largo del período tardío de dominación islámica, pero también abarca contextos ya cristianos (Fernández, 1988, p. I, 73 y 91), aunque su registro, por ejemplo en Alcazarseguer, es esporádico en niveles claramente portugueses, y puede constituir una intrusión (Teixeira; El-Boudjay, y Torres, 2014, p. 319-320). Ya el fragmento PC13-584, con una forma similar aunque el diámetro del borde sea más reducido (solamente 5 cm), tiene una pasta muy diferente, pajiza, y un vidriado verde azulado, análogo a las producciones nazaríes, ya anteriormente documentado en Ceuta (Fernández, 1988, p. I, 73).

Se recuperaron igualmente candiles de pie alto, formados por un depósito semejante a los anteriores, pero elevado sobre un suporte fijo (vástago) con un amplio pie (peana), unidos por un asa vertical (Fernández, 2005, p. 71, el llamado tipo III). En la Puerta Califal se identificaron ejemplares de vástago con cubierta de vidriado melado en el interior y chorreones en la base, de forma circular plana con 10 cm de diámetro, con una pequeña pestaña vertical (PC13- 457) o con labio vertical engrosado y redondeado (PC13-186). También se recuperaron fragmentos de pie con vidriados melados, de sección cilíndrica con 2 cm de diámetro (como PC13-426), o vidriados verdes y sección pentagonal (PC13-199). A excepción de la última, el origen de estas piezas deberá ser ceutí, ya que son muy abundantes los hallazgos en esta ciudad, aunque todavía no se han publicado ejemplares de esto tipo en el alfar de Llano de las Damas (Fernández, 1988, p. I, 83-88, 93 y 138-142; Hita, y Villada, 2000c, p. 302, 305 y 327).

No se han documentado en este contexto arqueológico fragmentos de candiles de piquera vidriados, de cronología más antigua.

10.7.5. Cerámica de higiene

En último lugar, un apunte para un tipo de recipiente que se destinaba a la higiene en los espacios domésticos: el bacín (figura 7.3.2). Están documentados en contextos cristianos, ya que respondían a la ausencia general de letrinas en sus casas, a diferencia de lo que sucedía en el período islámico, en el que incluso las viviendas más modestas tenían un compartimento reservado para estas funciones, como ha quedado patente en diversas intervenciones arqueológicas ceutíes (Hita, y Villada, 2000b, p. 33-34). Por lo tanto, estos materiales se enmarcan seguramente en el período entre la conquista portuguesa de Ceuta en 1415 y la construcción de estas murallas, a mediados del siglo XVI.

Los bacines son piezas de bordes muy exvasados, a veces casi horizontales, formando un ala amplia; tienen cuerpo cilíndrico o troncocónico, bases planas y grandes asas “para facilitar los vaciados”. Presentan diferentes dimensiones y el vidriado es melado o verde, cubriendo el interior, el borde y parte del exterior. Estos objetos tienen cierta semejanza técnica con los lebrillos hechos en las mismas fechas, por lo que su origen puede ser idéntico, comprobado por hallazgos en bóvedas de edificios religiosos (Amores y Chisvert, 1993, p. 288, citado; Pleguezuelo et al., 1999, p. 276 y 291; Barrionuevo, 2008/09, p. 271, 273). El fragmento PC13-092, de forma troncocónica con fondo plano de 18,6 cm de diámetro y pared de 0,7-2 cm de grosor, corresponde a uno de estos recipientes. Es el fragmento mejor preservado de un grupo que apenas supera el 1% del total de las cerámicas vidriadas. En cambio, PC13-053 es menos habitual: parece tener una forma más cilíndrica, además de un borde exvasado de sección cuadrangular y engrosado hacia fuera, con 26,2 cm de diámetro, observándose vidriado verde en las dos caras; se asemeja mucho a un ejemplar coetáneo identificado en Alcazarseguer (Teixeira et al., 2016, p. 105).

Fig. 7.3.2. A la izquierda, fragmentos de cerámica vidriada de higiene. A la derecha, un fragmento de tinaja vidriada.

10.7.6. Notas de síntesis

En primer lugar, es importante señalar que la cerámica vidriada desempeñó un papel importante en la vida cotidiana de los ceutíes en los siglos XIV a XVI, abarcando prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana que requieren el uso de recipientes de barro. Ocupa un lugar destacado en la mesa (en la presentación de los alimentos y el consumo de líquidos), tiene gran relevancia en la cocina (sobre todo en el período mariní), constituye lo esencial de los recipientes de iluminación y tiene un peso mayoritario en los objetos de higiene (en este caso solamente en el período portugués), quedando más reducido su papel en el transporte y almacenamiento.

En segundo lugar, está claro que la mayoría de la cerámica vidriada de época mariní recuperada en la Puerta Califal fue fabricada en la propia ciudad, dadas sus semejanzas con los materiales recuperados en el alfar de Llano de las Damas, ubicado en las afueras de la ciudad, a unos escasos 500 metros del yacimiento estudiado en esta publicación. Resulta interesante observar que se han recuperado en este yacimiento arqueológico de la Puerta Califal atifles circulares (PC13-103), semejantes a los identificados en dicho alfar, del que sin duda proceden. Se trata de una zona de producción muy extensa, de la que sólo quedan retazos en nuestros días, pero en la que hemos desarrollado trabajos arqueológicos en los últimos años, que contamos publicar próximamente. Esto significa que, además de los materiales en los que hemos señalado semejanzas con ejemplares publicados, hay otros tantos que tienen evidentes paralelos entre estas piezas claramente defectuosas producidas en el Llano de las Damas, pero aún inéditos. A este respecto, es interesante mencionar la singularidad de este alfar en el contexto de los hallazgos arqueológicos medievales del norte de África. Parece ser que sus redes de distribución han sido de largo alcance. Sería interesante articular este yacimiento con otra zona de producción cerámica poco conocida, Targa, que fabricaba cerámicas vidriadas meladas (en mayor cantidad) y verdes (en menor escala), en unas fechas que no están claras, ya que se basan en paralelos (Bazzana et al., 1990, p. 101). También hay semejanzas entre un conjunto restringido de materiales de la Puerta Califal y las producciones nazaríes.

En lo que se refiere al período portugués, destacan muy claramente las piezas procedentes de Andalucía occidental, concretamente las producciones sevillanas, las cuales ya tenían un papel destacado en los mercados ibéricos de la época, suministrando grandes cantidades de piezas a puertos del sur, pero llegando también a muchos pueblos del interior del territorio, y empezando a evidenciar una gran pujanza en el abastecimiento de las armadas, de los archipiélagos atlánticos y de las colonias americanas. Esta dinámica experimentó una amplia expansión en las décadas siguientes, pero a mediados del siglo XVI ya había alcanzado una posición de primer orden entre las cerámicas ibéricas, al menos en términos cuantitativos. Las producciones vidriadas portuguesas, de las que se conocen aún pocos alfares, parecen haber desempeñado un papel marginal en el abastecimiento de Ceuta.

Por último, parece evidente que el patrón en este sitio arqueológico de la Puerta Califal, en términos de cerámica vidriada, está perfectamente en línea con los hallazgos de este período documentados en la ciudad. A este respecto recuperamos aquí algunas cifras: la vajilla de mesa representa el 40% del total, la de cocina el 50%, la de iluminación el 3% y la de higiene el 1%, correspondiendo el porcentaje restante a otro tipo de objetos, o a piezas indefinidos. Este hecho refuerza, de alguna manera, la idea de que estos rellenos entre las murallas califal y portuguesa se hizo con materiales de vertedero, es decir, los descartes de un patrón de consumo que se reconoce tanto en la época mariní como durante el primer siglo y medio de ocupación portuguesa.

10.8. La cerámica bizcochada clara (JBT)

En las excavaciones de la Puerta Califal de Ceuta se recuperó un conjunto cerámico formado por objetos con superficies de tonalidad clara, sobre las cuales no se aplicó ningún tipo de vidriado. Estas piezas bizcochadas están, como su nombre indica, en bizcocho, revelando que fueron cocidas apenas una vez, después de una fase de secado. Las pastas son de color beige, rosa o naranja pálido, y las superficies son generalmente más claras que el núcleo. Este fenómeno se produce a través del proceso de selección y procesado de las arcillas y del control de la temperatura del horno. Así, se utilizan arcillas calcáreas, ya que adquieren un color claro después de la cocción, algo que podría mejorarse añadiendo sal a la arcilla (Picon et al., 1995, p. 47). Por lo tanto, estos objetos han sido sometidos a una cocción oxidante, aunque, en las piezas más robustas, se pueda observar una menor homogeneidad en el proceso de cocción. El hecho de que en determinadas zonas del núcleo el color sea gris puede indicar que la distribución del oxígeno en la cámara de combustión no ha sido constante (PC13-522, PC13-563). También se incluyen en este conjunto algunos ejemplares con pastas más oscuras, de color naranja o rojo, con superficies externas de tonalidad clara. Esto se consigue mediante la aplicación de un engobe beige de base arcillosa, obteniéndose el mismo aspecto de las cerámicas de pasta clara. Así, después del primer secado y antes de hornear, las piezas se sumergen en el engobe beige y se vuelven a secar. Se trata mayormente de piezas de cronología anterior a la conquista portuguesa de Ceuta en 1415.

Las funciones de estos contenedores son generalmente el almacenamiento y transporte de productos,además de la preparación de alimentos o el servicio de mesa, en menor cantidad. Se contaron 8.054 fragmentos cerámicos con estas características en el yacimiento de la Puerta Califal, correspondientes a un número mínimo de 402 individuos. Se trata mayormente de piezas de cronología anterior a la conquista portuguesa de Ceuta en 1415 como indicamos, aunque el trabajo de cuantificación no permita hacer una distinción cronológica. El grupo más numeroso es el de las tinajas o botijas (35%), además de los cántaros, jarras o jarritas (34%), formas que incluyen fragmentos tanto anteriores como posteriores a 1415. Los alcadafes o lebrillos, también un grupo con ejemplares tanto en la etapa de dominación islámica como cristiana, son el grupo siguiente (15%).

Las demás formas tienen una expresión numérica menos substancial, entre formas producidas antes de la conquista portuguesa, como las tapaderas o candiles, o posteriores a dicha fecha, como macetas, morteros y bacines.

10.8.1. De los almohades a los mariníes

Una de las piezas más interesantes de este grupo es el fragmento de cuerpo, posiblemente de una jarra o cántaro, hecha a torno, con decoración pintada en marrón en la superficie exterior, tradicionalmente asociada a la cerámica artesanal amazigue (PC13- 876, figura 8.1). Este fragmento, con pasta de color naranja, pero superficie externa de color beige, posiblemente como resultado de la aplicación de un engobe, tiene desgrasantes pequeños y en poca cantidad, además de una textura semidura. La decoración tiene como referencia el signo bereber de la “luna y la estrella” reconocido en Cabilia (Triki, 2014, p. 207, según Hamouche, y Hanchi, 2007), que se reproduce en los motivos bereberes del norte de África (Triki, 2014, p. 213). Aún hoy, este motivo se aplica en la cerámica a mano hecha por las mujeres en el Rif, Marruecos (Berrada, 2016, p. 83, 88) o en Argelia. Esta amplia diacronía decorativa, junto con el diminuto tamaño del fragmento, nos impide indicar una cronología segura.

Uno de los fragmentos más antiguos identificados en este conjunto es el PC13-155 (figura 8.1); podría tratarse del cuerpo de una jarra (de la zona de la base, debido a su mayor espesor). La pasta es de color rosa pálido, con escasos desgrasantes de pequeño tamaño y textura semidura, y la superficie externa es de color beige, probablemente como resultado de la aplicación de un engobe. Los motivos decorativos, de color marrón, aparecen generalmente en piezas de cuerda seca parcial, aunque en este caso no hay vestigios de vidriado. Se plantea la hipótesis de que se trata de una pieza en fase de producción, que aún habría de recibir el vidriado y una segunda cocción; una propuesta todavía poco consistente, ya que no se ha demostrado que las piezas en cuerda seca fueran sometidas a una doble cocción (Déléry, 2002, p. 42). Este fragmento tiene paralelos en las decoraciones de piezas en cuerda seca parcial de Madīnat al-Zarhā’ del siglo XII, de Mértola, del mismo siglo (Déléry, 2008, p. 155), o de Alcazarseguer a finales del siglo XII y principios del XIII (Redman, 1986, p. 120-121).

Fig. 8.1. Fragmentos de cerámica bizcochada clara islámica

También cabe destacar la presencia de dos candiles de piquera, con evidentes marcas de uso en la iluminación de los espacios. Estos fragmentos presentan pastas ligeramente diferentes, ambas con pocos desgrasantes de pequeñas dimensiones: el PC13-515 tiene una tonalidad beige, mientras que el PC13-290 tiene un núcleo de color naranja pálido y una superficie externa de color beige (figura 8.1). Este último fragmento tiene paralelos en los candiles del tipo I definidos por Sánchez-Molero, enmarcados en las producciones almohades del suroeste peninsular, que perduran hasta mediados del siglo XIII aproximadamente (2007, p. 438-439, 455). En general, esta morfología de candiles se extiende desde el siglo IX hasta mediados del XIII y es muy difícil precisar las dataciones a partir de fragmentos tan pequeños (Flores, y Muñoz, 1993, p. 281).

El resto del conjunto apunta genéricamente a una cronología más reciente, ya bajo dominio de la dinastía mariní. Se trata de objetos para servir agua en la mesa, como las jarritas esgrafiadas, pero también para su transporte y almacenamiento, como cántaros y tinajas, así como los multifuncionales alcadafes.

Las jarritas tienen forma elíptica o globular, fondo con pie anular, cuello destacado y un borde vertical o ligeramente introverso. Esta forma puede presentar dos tipos de pastas, ambas con pocos desgrasantes de pequeño tamaño: las de color beige, tanto en el núcleo como en las superficies (PC13-163 y PC13- 278), y las de color naranja claro, con superficies de color beige (PC13-160 y PC13-300) (figura 8.1). La superficie exterior presenta una decoración esgrafiada, técnica que consiste en la aplicación de un engobe negro sobre el que se dibujan motivos incisos después del secado (Navarro, 1986, p. 11). Este tipo de decoración se combina a veces con motivos en cuerda seca parcial (Navarro, 1986, p. 17-21), una asociación que Rosselló Bordoy afirma ser característica del período almohade en Mallorca, pero que parece prolongarse hasta 1266 en Murcia (Navarro, 1986, p. 20).

Los bordes PC13-160 y PC13-163 pertenecen a piezas que tendrían el cuello totalmente pintado de negro, con una banda geométrica incisa, a veces con líneas diagonales concéntricas delimitadas por encima y por debajo por líneas horizontales, o con una banda de entrelazados horizontales, también delimitada por líneas horizontales. Esta composición se refleja en los ejemplares n.º 7 a 9 de la tipología de la cerámica esgrafiada de Ceuta, encuadrados en la fase tardía de esta producción, entre la segunda mitad del siglo XIII y principios del siglo XIV (Hita, y Villada, 2011, p. 219). La pieza PC13-163 tiene además paralelos en el Castillo de Monteagudo, en el segundo cuarto del siglo XIII (Navarro, 1986, p. 87), y puede encuadrarse en las producciones granadinas de este siglo (Flores, y Muñoz, 1995, p. 248, 272). El fragmento PC13-278 tiene paralelos en jarritas con bandas diagonales concéntricas, formando un patrón triangular, pintadas en el hombro de piezas con acanaladuras en relieve muy pronunciadas, pertenecientes al mismo tipo n.º 9 de la tipología de Ceuta (Hita et al., 1997, p. 61-62, 68). En su conjunto, este tipo de objetos ha sido documentado en contextos mariníes del norte de África, en Belyounech, Chella y Marrakech (Grenier de Cardenal, 1980, p. 248-249).

Estos recipientes estaban generalmente asociados a pequeñas tapaderas de cazoleta de paredes finas, que protegían su contenido, como la PC13-245, de 11 cm de diámetro (figura 8.1). La pasta tiene un núcleo entre beige y naranja claro, con superficies de color beige y una pequeña cantidad de desgrasantes de calibre pequeño. Este tipo de piezas aparece con frecuencia en contextos bajomedievales, entre la segunda mitad del siglo XII y finales del siglo XIV (Vera, y López, 2005, p. 250).

Dentro de este conjunto de cerámicas de paredes finas tenemos fragmentos de color beige, tanto en el núcleo como en las superficies, también con pocos desgrasantes de pequeña dimensión, a veces con una delicada decoración incisa, o con la aplicación de elementos plásticos detallados. De hecho, estas piezas presentan similitudes técnicas y estéticas con las producciones almohades, aunque esta tradición alfarera parece haberse mantenido después de la conquista cristiana, sobre todo en contextos de producción sevillanos de los siglos XV al XVII. Las piezas más tardías mimetizan sus motivos decorativos y mantienen su uso para servir y consumir agua (Amores, y López, 2009, p. 565-566). Un ejemplo de esto es el asa vertical de la jarra PC13-274, con un cordón plástico aplicado en toda su longitud (figura 8.1). Esta pieza tiene paralelos en el Cuartel del Carmen, Sevilla, durante la primera mitad del siglo XIII (Huarte; Lafuente, y Somé, 1999, p. 144, 146, 148), pero también en piezas del siglo XV procedentes de la Cartuja, Sevilla (Amores, y López, 2009, p. 567).

Los cántaros también están presentes a través del ejemplar PC13-555, con pasta y superficies de color beige y una cantidad media de desgrasantes de tamaño pequeño a medio (figura 8.1). Se aplicó un engobe rojo en ambas superficies en la zona del borde, observándose chorreones hacia el exterior. Su forma es elíptica, con un cuello alto y borde ligeramente introverso y engrosado, de 10 cm de diámetro. Esta formulación decorativa tiene expresión en el periodo mariní (Teixeira et al., 2016, p. 71).

Utilizadas para almacenar agua, las tinajas, de forma globular y cuello estrecho y troncocónico, se colocaban generalmente en un lugar del patio (el tinajero) o en la entrada de la vivienda, debido a su gran tamaño y peso. Aquí encontramos dos fragmentos profusamente decorados, PC13-511 y PC13-346, que contrastan con el fragmento PC13- 104, en el que destaca su carácter utilitario (figura 8.1). Así, el fragmento de panza PC13-511 tiene pasta de color naranja pálido, con una gran cantidad de desgrasantes de tamaño pequeño a medio, una textura semidura y una superficie externa de color beige. La decoración parece combinar dos técnicas distintas: por un lado, el diseño de motivos foliáceos de mayor tamaño mediante la escisión de la pasta; por otro lado, la aplicación de estampillas entremedias de la composición antes mencionada. El motivo estampillado tiene paralelos en ejemplares mariníes encontrados en Algeciras (Torremocha, Navarro, y Salado, 2000, p. 358). Sin embargo, su composición y estética se asemejan mucho a los ejemplares murcianos, concretamente de un testar de Lorca de la primera mitad del siglo XIII (Martínez, y Ponce, 1998, p. 349). El fragmento PC13-346 pertenece a la parte superior de la pieza, casi en la zona del arranque del cuello. La pasta es de color beige, con una gran cantidad de desgrasantes de tamaño pequeño a medio y una textura semidura. Su banda geométrica de rombos, delimitada por encima y por debajo por varias líneas diagonales cortas, es un patrón muy común en esta parte de las tinajas. Este motivo, también designado en la historiografía española como red de rombos, podría ser una estandarización de los paños de sebka, que se popularizó a partir del siglo XII (Torremocha, y Oliva, 2002, p. 60-61). Las tinajas profusamente decoradas comenzaron a difundirse en el siglo XII y su decoración se volvió particularmente compleja a partir del siglo XIII (Rosselló, 2002, p. 61). Esta pieza tiene paralelos en los ejemplares encontrados y producidos en Algeciras entre el siglo XIII y mediados del siglo XIV (Torremocha, 2015, p. 371-372). El fragmento PC13-104 tiene pasta de color naranja pálido, con gran cantidad de desgrasantes de tamaño pequeño a medio y textura semidura; ambas superficies son de color beige. Su decoración presupone una línea de pequeñas estampillas en forma de flor de cinco pétalos, motivo aplicado en ataifores del pozo-cisterna de Silves de los siglos XIII y XIV (Gomes, y Gomes, 1986, p. 134-135, 139).

Con una finalidad distinta, como objeto multiuso, cabe mencionar el alcadafe PC13-565, con forma troncocónica, borde exvasado y engrosado hacia fuera, con un diámetro de 30 cm (figura 8.1). La pasta es de color beige, con una gran cantidad de desgrasantes de pequeñas a grandes dimensiones, y las superficies tienen una tonalidad beige verdosa, lo que puede deberse a problemas durante la cocción. La superficie exterior está decorada con una línea concéntrica de pequeños rectángulos excisos. Los paralelos encontrados indican que estas piezas suelen tener tres o cuatro líneas de este tipo a lo largo del cuerpo. Aunque presenta una pasta distinta, su forma tiene paralelos en ejemplares mariníes encontrados en Algeciras (Torremocha; Navarro, y Salado, 2000, p. 344, 363).

10.8.2. Bajo la presencia portuguesa

En relación al periodo posterior a 1415 y que abarca básicamente el siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, nos encontramos fundamentalmente con seis tipos de piezas: morteros (PC13-111, PC13-119, PC13-125, PC13-480, PC13-873), macetas y lebrillos, para la preparación de alimentos u otras funciones domésticas (PC13-236, PC13-243, PC13-524 y PC13-525); orzas o tinajas, para la conservación de alimentos (PC13-124); jarrones y tinajas, para el almacenamiento de agua (PC13-112 y 114), también una función de los cántaros, que asimismo se usaban para transportar agua (PC13-519); y las botijas y dolia, como contenedores de transporte (PC13-105, PC13-110, PC13-232, PC13-251, PC13-521, PC13- 522, PC13-526, PC13-563).

Los morteros, de forma troncocónica, con borde introverso y engrosado, y fondo plano y robusto, están representados por tres tipos de pastas: una de color beige, con una cantidad media de desgrasantes de pequeña dimensión y textura semidura y granulosa (PC13-119); otra de color rosa muy pálido, con superficies de color beige y una gran cantidad de desgrasantes de pequeña dimensión y textura semidura y granulosa (PC13-873); y otra de color naranja pálido con superficies más claras, con una cantidad media de desgrasantes de pequeña dimensión y textura semidura y granulosa (PC13-111, PC13-125 y PC13-480) (figura 8.2.1). Sus bordes tienen diámetros de unos 11-12 cm, mientras que los fondos tienen un diámetro de 11,5 cm. Este tipo de piezas tiene paralelo en fragmentos encontrados en contextos del siglo XV de Alcazarseguer (Teixeira, y Torres, 2018, p. 132-135). Los ejemplares PC13-119, PC13-480 y PC13-873 tienen paralelos formales en las producciones quinientistas de Jerez de la Frontera (Barrionuevo, 2008-2009, p. 276), así como en piezas del Museo Arqueológico de Sevilla, de la misma cronología (Pleguezuelo, 1993, p. 46).

Fig. 8.2.1. Fragmentos de cerámica bizcochada clara cristiana.

Las macetas están representadas por el ejemplar PC13-525, con una decoración distinta modelada en el borde (de cadenetas) y de unos 23 cm de diámetro (figura 8.2.1). Tendría una forma troncocónica y un fondo plano, como se puede observar en los paralelos encontrados en producciones sevillanas bajomedievales (Amores, y Chisvert, 1993, p. 289, 316). La pasta tiene un color naranja pálido, con superficies de color beige, una cantidad media desgrasantes de pequeñas dimensiones y una textura semidura. Los lebrillos, con borde engrosado y exvasado, de forma troncocónica y fondo plano, están representados por tres ejemplares (PC13-236, PC13-243 y PC13-524), con diámetros de borde entre 23, 33 y 68 cm (figura 8.2.1). Estas piezas tienen la particularidad de presentar una línea ondulada incisa que delimita el borde internamente. Su pasta es de color naranja con superficies de color beige, una cantidad media de desgrasantes de pequeña a media dimensión y textura semidura. Esta decoración tiene paralelos en las producciones sevillanas (Amores, y Chisvert, 1993, p. 314, 317).

La orza o tinaja PC13-124 tiene pasta de color naranja pálido y superficies de color beige, una cantidad media de desgrasantes de pequeña a media dimensión y una textura semidura (figura 8.2.1). Se distingue de las tinajas que veremos más adelante por su diámetro de borde ancho (21 cm), sin estrangulamiento o cuello en el arranque de un cuerpo ovalado; su fondo sería plano, según los paralelos. De hecho, esta forma se reconoce en producciones sevillanas del siglo XVI (Amores, y Chisvert, 1993, p. 290, 318). La decoración presenta una sucesión de conjuntos de líneas incisas, oblicuas, horizontales y onduladas, con paralelos en las tinajas del siglo XVI producidas en Jerez de la Frontera (Barrionuevo, 2008-2009, p. 263, 266).

Otra tinaja (PC13-114) tiene pasta de color naranja pálido, superficies de color beige, una gran cantidad de desgrasantes de tamaño pequeño a medio y textura semidura (figura 8.2.1). Su decoración consiste en una sucesión de pequeñas estampillas circulares con pequeños cuadrados; parece ser que se prensaba intencionadamente sólo la mitad del sello, dando la apariencia de una media luna. Este tipo de piezas tiene paralelos en los ejemplares depositados en el Museo Arqueológico de Córdoba y en el Museo de Arte Hispanomusulmán de Granada, con dataciones alrededor de principios del siglo XVI (Aguado, 1991, p.54-55), y está documentado en contextos semejantes de Alcazarseguer (Teixeira et al., 2016b, p. 179), no quedando aun claro el origen de su producción. Otra de las formas presentes es el llamado jarrón (PC13-112), con borde exvasado, engrosado hacia fuera y modelado, de 18 cm de diámetro (figura 8.2.1). Su cuello es alto y estrecho, en relación a un cuerpo que se supone ovoide, con un fondo plano. La pasta tiene un color naranja muy pálido, con superficies de color beige, una gran cantidad de desgrasantes de pequeño tamaño y textura semidura y granulosa. Estas piezas parecen derivar formalmente de las tinajas estampilladas almohades y mudéjares, que se remontan al siglo XV (Amores, y Chisvert, 1993, p. 289, 316). La decoración modelada de cadenetas en el borde encaja con los modelos cerámicos coetáneos (Amores, y Chisvert, 1993, p. 289, 316).

Los cántaros aquí representados poseen distintas características técnicas. El ejemplar PC13-519 tiene pasta de color naranja pálido, superficies de color beige, una cantidad media de desgrasantes de tamaño pequeño y textura semidura y granulosa (figura 8.2.1). Su borde es ligeramente exvasado, con un diámetro de 12 cm, el cuello es corto y ligeramente estrangulado; la forma es presuntamente ovalada. La superficie exterior presenta líneas onduladas incisas. El fragmento PC13-523 tiene pasta de color naranja, pero pocos desgrasantes de tamaño pequeño y textura semidura (figura 8.2.1). Las superficies son de color beige y tienen una apariencia menos rugosa que la pieza anterior. Su borde es ligeramente exvasado y engrosado hacia fuera, con un diámetro de 12,5 cm, estando marcado por dos acanaladuras concéntricas. El cuello es más destacado en altura y ligeramente estrangulado, antes del arranque hacia una forma presuntamente ovalada.

En lo que respeta a los contenedores de transporte están presentes las pequeñas cantimploras (PC13- 110), las botijas, de mediana dimensión (PC13-563), y otros contenedores más grandes (PC13-105, PC13- 232, PC13-251, PC13-521, PC13-522, PC13-526), designados como tinajas (Bevià, y Azuar, 2005, p. 88) o dolia (Amores, y Chisvert, 1993, p. 280-281) (figura 8.2.2).

Fig. 8.2.2. Fragmentos de cerámica bizcochada clara cristiana.

En cuanto a la cantimplora, conocida en la historiografía anglosajona como early style olive jars (Goggin, 1960, p. 28), tenía forma globular, con un borde exvasado (de 9 cm de diámetro) y cuello estrangulado, probablemente con dos asas laterales verticales (Amores, y Chisvert, 1993, p. 281; Avery, 1997, p. 128), no evidenciando cualquier recubrimiento de sus superficies. La pasta es de color rosa claro y las superficies son de color beige, con una gran cantidad de desgrasantes de pequeña dimensión y textura semidura y granulosa. Su producción parece iniciarse a finales del siglo XV, y así lo atestiguan en Sevilla los numerosos ejemplares defectuosos encontrados en las bóvedas de los edificios religiosos construidos o renovados en el siglo XVI (Amores, y Chisvert, 1993, p. 282-283; Pleguezuelo et al., 1999, p. 263-292), aprovechando así los desechos de producción de los alfares locales. En Jerez de la Frontera también se ha documentado esta producción, en una cronología que se extiende hasta finales del siglo XVI (Barrionuevo, 2008/2009, p. 265, 267). En los contextos de consumo coloniales americanos, donde su presencia es relativamente escasa (Pleguezuelo et al., 1999, p. 270), estos contenedores aparecen entre 1493 y 1570 (Deagan, 1987, p. 33). Podrían haber sido utilizados para el transporte de agua. Marken se refiere precisamente a “150 [botijas] blancas para agua”, distinguiéndolas de otros contenedores con recubrimientos internos para el transporte de otros productos (1994, p. 46).

El contenedor PC13-563 tiene un borde recto, engrosado hacia fuera (de 11 cm de diámetro) y un cuello estrangulado. La pasta es de color naranja pálido, siendo el núcleo del borde de color gris claro y la superficie externa de color beige; tiene una gran cantidad de desgrasantes de tamaño pequeño y textura semidura. Este fragmento debe corresponder a una botija, dadas las características de la pasta y de la forma, posiblemente producida en Sevilla o en sus alrededores. A pesar de no haber encontrado un paralelo directo para este tipo de borde, su morfología parece acercarse a la de la middle style olivejar (Goggin, 1960, p. 28), que destaca por la mayor robustez de su borde, dispensando la utilización de asas verticales (Pleguezuelo, y Sánchez, 1994, p. 1093).

Las dolia tienen forma piriforme y alargada, con un borde de tendencia recta o ligeramente exvasado, y destacan por su gran tamaño y robustez. Pueden presentar pastas de diferentes tonalidades: algunas de color naranja pálido (PC13-105, PC13-251, PC13- 522, PC13-526), otras de color beige (PC13-232) y otras aun de color naranja (PC13-521), presentando todas ellas unas superficies externas de color beige, con una gran cantidad de desgrasantes de pequeño tamaño y textura semidura y granulosa. Las piezas PC13-251 (de 15,5 cm de diámetro) y PC13-232 (de 20 cm de diámetro) tienen borde exvasado, con un estrangulamiento acentuado del cuello y con acanaladuras externas que delimitan el borde. Ya el borde PC13-522 es recto y ligeramente engrosado hacia fuera (de 15 cm de diámetro). Su forma, que incluye los fragmentos de panza PC13-105 y PC13-526, era piriforme, aunque en el caso de la pieza PC13- 522 el hombro sea más alto y destacado que en los otros ejemplares. El fragmento PC13-526 pertenece a la zona de transición entre el hombro y el resto de la panza, siendo común la presencia de este cordón de escisiones oblicuas. A veces en la parte inferior de la panza hay zonas con “sogelao”, como se puede observar en el fragmento PC13-526. Estas piezas alcanzaban alturas de unos 70 cm (Bevià, y Azuar, 2005, p. 209). La pieza PC13-521 tiene un borde exvasado (de 8,5 cm de diámetro), con un estrangulamiento acentuado del cuello, y acanaladuras externas que delimitan el borde.

El origen de estas dolia parece poder atribuirse a las alfarerías de Sevilla o de sus alrededores, como muestran parte de las producciones defectuosas encontradas en las bóvedas de las iglesias y conventos de Sevilla y Jerez de la Frontera. En el análisis de la tipología sevillana, estos ejemplares de Ceuta presentan claras similitudes tipológicas con las dolia 34F y 35D, que pueden datarse de entre el siglo XV y principios del XVI (Amores, y Chisvert 1993, p. 280-281, 305), o las de tipo A y C, de principios del siglo XVI (Pleguezuelo et al., 1999, p. 281). En Jerez de la Frontera, en las bóvedas del claustro del convento de Santo Domingo, también pueden encontrarse objetos análogos, que datan de finales del siglo XVI (Barrionuevo, 2008/2009, p. 265, 268).

Este tipo de contenedores aparece igualmente en contextos que se vienen considerando producciones de Paterna, concretamente los tipos VII y VIII de tinajas definidos por Bevià y Azuar (2005, p. 87-80), encontrados en las bóvedas de la iglesia de Santa María de Alicante, o los tipos VI y VIa procedentes de las bóvedas del convento de Santo Domingo de Valencia (Amigues et al., 1995a, p. 351-352, 359; Amigues et al., 1995b, p. 142, 144, 146). En estos yacimientos arqueológicos, la datación se sitúa en la segunda mitad del siglo XV y en la primera mitad del XVI (Bevià, y Azuar, 2005, p. 89; Menéndez, 2010, p. 233). Sin embargo, análisis arqueométricos recientes de estas piezas parecen indicar su efectiva afiliación sevillana (Beltrán, 2012, p. 82 citando a Ferrer et al., en prensa), como ya señalaba Amores y Chisvert (1993, p. 181). El hallazgo de contenedores muy similares a los ceutíes en otros contextos norteafricanos coetáneos, como es el caso de Alcazarseguer (Teixeira et al., 2016b, p. 178-179; Teixeira, y Torres, 2018, p. 132, 135), donde también se realizaron análisis de las pastas, refuerza su origen sevillano (Iñañez et al., 2016). También en Kouass, en la región de Asilah, fue encontrada una de estas piezas en un contexto de los siglos XIV-XV (Julien et al., 2016, p. 102-103).

El origen de este tipo de contenedores parece remontarse al siglo XIV (Amores, y Chisvert, 1993, p. 280-281), como demuestran los paralelos arqueológicos documentados por Platt y Coleman en Reino Unido (Hurst, 1977, p. 98-101; Amores, y Chisvert, 1993, p. 281). Así pues, su difusión marítima parece haberse extendido del Mediterráneo al Mar del Norte entre el siglo XIV y las primeras décadas del siglo XVI. Beltrán hace referencia a la importación de aceite de oliva de Sevilla a Barcelona, que servía de plataforma para la redistribución de ese producto en el Mediterráneo (2012, p. 82), una posibilidad que de hecho ya había sido considerada por otros autores (Amores, y Chisvert, 1993, p. 281). Se hace referencia a la hipótesis de la importación de conservas de pescado de Sevilla a la ciudad catalana, señalando el naufragio de Les Sorres, que contenía una carga de este tipo de contenedores con pescado, traídos por gallegos y andaluces (Beltrán, 2012, p. 83). Este tipo particular de tinajas o dolia parece ser paulatinamente reemplazado por otros modelos de transporte ultramarino, como las botijas, algo que se percibe debido a la ausencia de este tipo de piezas en los contextos coloniales americanos (Amores, y Chisvert, 1993, p. 280-281).

10.9. Cerámica bizcochada roja

En las excavaciones de la Puerta Califal de Ceuta se detectó un conjunto importante de cerámicas bizcochadas fabricadas con pastas de color naranja o roja, algunas de las cuales cubiertas con engobe gris en las superficies, totalizando 13.518 fragmentos, entre los cuales se contó un mínimo de 2.185 individuos. Son cerámicas con tratamiento de supeficies muy simples, como el alisado, aunque también en este grupo se incluyen cerámicas bruñidas, que corresponden a 10% del total de fragmentos o 13% del total de individuos de cerámica bizcochada roja. No fue posible hacer una cuantificación de todas las formas distinguiendo las del periodo anterior y posterior a la conquista portuguesa de Ceuta, por la fragmentación del conjunto. Los cántaros y jarras de transporte (19%), los vasitos o jarritos de beber (17,4%) y las ollas de cocinar (17%) son las formas más abundantes y, en todos los casos, se incluyen en la cuantificación vasijas correspondientes tanto a época islámica como cristiana. Los arcaduces (11,8%) corresponden al periodo previo a la conquista de 1415, al contrario que las tapaderas o platos-tapaderas (10,1%) de momentos posteriores a esta fecha. La distinción cronológica no ha podido realizarse tampoco en las cazuelas (9,9%), los alcadafes o lebrillos (5,4%) y los cuencos (5%). En conjunto, las formas de cocina, como ollas, cazuelas, tapaderas, anafes o hornillos, alcadafes o lebrillos y morteros son las más abundantes (48%), un número todavía mayor si se añaden otras formas que podrían igualmente servir para cocinar, como los cuencos, un tercio de los cuales presentaba marcas de fuego en la superficie.

A pesar de la imposibilidad de hacer una distinción clara entre las piezas islámicas y cristianas, en los dos apartados que siguen se realiza la descripción e interpretación cronológica de los diferentes tipos de cada forma dentro de cada periodo. De una parte, se analizan piezas de grande amplitud cronológica, que empieza en el período almohade, pero que se centran principalmente en la ocupación mariní de Ceuta, de la segunda mitad del siglo XIII a inicios del siglo XV, con paralelos en otros yacimientos arqueológicos del norte de África o de la región andaluza de la Península Ibérica. De otra parte, se abordan vasijas producidas en las alfarerías de la región de Lisboa y del valle del Tajo, con vastos paralelos en esta región portuguesa, correspondientes al abastecimiento de la ciudad tras su conquista en 1415.

10.9.1. Cerámica bizcochada roja islámica (JBT)

La datación y origen de algunos fragmentos anteriores a 1415 es compleja, pero abordamos aquí las piezas más significativas. Debemos señalar que la menor diversidad de estos objetos no es necesariamente proporcional a la cantidad encontrada en el sitio de las Murallas Reales, como veremos. De hecho, la simplicidad decorativa combinada con el carácter eminentemente práctico de estos recipientes hace que sean muy estereotipados, distinguiéndose por ello un número menor de variantes, que generalmente tienen una enorme longevidad temporal, como por ejemplo los anafes o los alcadafes. Dada la homogeneidad tecnológica del conjunto, estas piezas se presentan según su tipo morfológico-funcional, partiendo de las que se utilizaban para la confección de alimentos, como las ollas o anafes, a los alcadafes para su preparación, pasando por las jarritas y vasitos, que se usaban en la mesa, o los arcaduces de norias de pozos.

Los anafes, de forma troncocónica, con dos cámaras separadas por una parrilla, están representados por ejemplares de diferentes tamaños, adaptables a ollas o cazuelas igualmente distintas. Estas formas tienen generalmente dos asas verticales, que empiezan en el borde y terminan poco antes del área de la rejilla. En la cámara superior hay algunos agujeros circulares, que permitirían la entrada de aire hacia las brasas, concentradas en la parte interior. En la cámara inferior se notan aberturas más grandes, lo que facilitaría la eliminación de las cenizas que pudieran caer a través de la rejilla. Uno de los ejemplares estudiados presenta un agujero circular central, flanqueado por otras dos aberturas triangulares (PC13-294, figura 9.1.1). Todas estos objetos presentan una cocción oxidante, pastas de color naranja a rojo, y una cantidad media de desgrasantes de tamaño pequeño a mediano. Tres de estas piezas tienen superficies exteriores de color gris. A veces la parte superior presenta unas bandas de líneas incisas, rectas y onduladas (PC13- 353, PC13-573), aunque también hay ejemplares de anafes con decoración en la cámara inferior (PC13- 482) (figura 9.1.1). Los diámetros de sus bordes van de 23 a 31 cm, mientras que el diámetro del fondo es de 15 cm. Estos ejemplares tienen paralelos en piezas ceutíes (tercer grupo de pebeteros o anafes) del período nazarí (Fernández, I, 1988, p. 66-69), pero también en variantes de los anafes del siglo XIV 57 y 58 de Málaga (Salado, Rambla y Mayorga, 2000, p. 250).

Algunos de estos objetos a veces aparecen con anillos de cerámica que cuelgan de sus asas verticales, aunque solo hemos encontrado estas piezas fracturadas (PC13-568, PC13-569, PC13-570 y PC13-574, figura 9.1.1). Su pasta es naranja (PC13-568 y PC13- 569) o roja (PC13-570), con desgrasantes de pequeño tamaño, en cantidad media, los primeros con las superficies ligeramente más claras y los otros dos con las superficies grises. Sus diámetros se encuadran entre los 6-7 cm (PC13-568 y PC13-569) y los 4,5-5 cm (PC13-570) y sus secciones pueden variar entre cuadrangulares y elípticas. La función de estas piezas, que también se encuentran en las asas verticales de otras formas, como las ollas, sería en principio decorativa, y de momento no se plantea ningún otro uso dada su fragilidad.

Destacamos un fragmento de fondo (PC13-486), tal vez de un anafe o calienta-platos, con un diámetro de unos 13 cm (figura 9.1.1). Esta pieza está hecha a torno, pero luego fue decorada en la superficie exterior con unas acanaladuras verticales modeladas. Su cocción es reductora-oxidante, la pasta es de color naranja, con una cantidad media de desgrasantes de calibre pequeño a mediano. Este tipo de solución estilística tiene paralelos en un ejemplar de finales del siglo XIII y primera mitad del XIV en Algeciras (AAVVb, 2003, p. 72), en ejemplares del periodo tardoalmohade, entre finales del siglo XII y el primer tercio del siglo XIII, encontrados en Córdoba (Salinas, 2008, p. 331-332, 352), así como en un ejemplar de Lorca del siglo XIII (Navarro, 1986, p. 119).

Las ollas aquí estudiadas pueden dividirse en tres tipos fundamentales: uno utilizado para la conservación de los alimentos (PC13-356) y otros dos utilizados para cocinar en el fuego (PC13-530 y PC13-874, PC13-254, PC13-473, PC13-566, PC13- 142, PC13-148 y PC13-830) (figura 9.1.1).

La pieza PC13-356 tiene un diámetro de 12 cm, con un borde vertical y engrosado hacia fuera. Su forma es globular, notándose los arranques de las dos asas verticales que tendría. Su pasta es de color naranja, con pocos desgrasantes de pequeño tamaño, y una superficie externa más clara. La panza está decorada en la superficie exterior con bandas de líneas incisas horizontales y onduladas. La presencia de este tipo de decoración, junto con la ausencia de marcas de fuego, refuerza la hipótesis del uso de esta vasija para conservar alimentos más que para su elaboración. Podría cerrarse colocando una tapadera, si se prefiriera un ambiente menos aeróbico, o bien un paño y una cuerda, en caso contrario.

Las ollas PC13-530 y PC13-874 son bastante diferentes de las que a continuación se describen, porque tienen paredes más gruesas, están hechas a torno lento y presentan una cocción reductora-oxidante, a diferencia de las otras, hechas a torno rápido. Su pasta es de color rojo, con una cantidad media de desgrasantes de tamaño pequeño a medio, y la superficie externa es de color gris. Su forma esférica presenta un estrangulamiento que da lugar a un borde exvasado y relativamente alto, con diámetros de 15 cm (PC13-874) y de 16 cm (PC13- 530). En el caso del ejemplar PC13-874, se observa el negativo de una de las dos asas verticales, que arrancarían desde la zona del hombro hasta aproximadamente la mitad de la panza. No está claro que ambos tipos tuvieran asas.

Fig. 9.1.1. Fragmentos de cerámica bizcochada roja islámica.

El tercer tipo de ollas, también de forma globular, presenta un fondo que se supone convexo. Los diámetros pueden variar entre 12 y 17 cm. Hay cuatro variantes en el borde: la primera destaca por su engrosamiento interno y externo, de sección subtriangular, con un diámetro de unos 16 cm (PC13- 254); la segunda tiene un borde bajo, orientado hacia el interior de la pieza, con engrosamiento hacia dentro destacado en altura, y un diámetro de unos 15 cm (PC13-473); la tercera tiene un borde alto, de sección subtriangular, con un diámetro de unos 12 cm, observándose un característico resalte externo, también de sección triangular (PC13-566); la cuarta tiene un borde menos robusto, pero más destacado en altura, con un diámetro de unos 13, 15 o 17 cm (PC13-142, PC13-148 y PC13-830). Sus pastas son de color naranja a rojo, con una cantidad media a grande de desgrasantes de tamaño pequeño a medio. Las superficies externas de los ejemplares PC13-142 y PC13-830 son de color gris.

La primera variante presenta semejanzas con el tipo 51 de Málaga, mientras que la segunda las tiene con el tipo 54, ambos del siglo XIV (Salado; Rambla, y Mayorga, 2000, p. 247). La tercera variante es común en contextos mariníes o nazaríes, al largo de los siglos XIV y XV, ya sea en el Norte de África o en la Península Ibérica, muchas veces con vedrío (Grenier de Cardenal, 1980, p. 238; Ginés, 2000, p. 134; Fili, 2000, p. 274; Hita, y Villada, 2000a, p. 322; Teixeira et al., 2016, p. 68, 84; Fili, 2016, p. 334; Giles et al., 2016, p. 372-373). La cuarta variante tiene paralelos en las ollas de la segunda mitad del siglo XIV de Almería (Cara, y Rodríguez, 2000, p. 87), aunque éstas suelen presentar un vidriado interno. En el sitio de Benzalema y Cortes de Baza hay igualmente paralelos con las marmitas, que datan del final del período nazarí y los comienzos del periodo cristiano (Ginés, 2000, p. 107, 130). En Málaga estas piezas también tienen semejanzas con el tipo 53, del siglo XIV (Salado; Rambla, y Mayorga, 2000, p. 247), así como en el barrio mariní de Huerta Rufino, entre finales del siglo XIV y principios del XV (Hita, y Villada, 2000a, p. 322).

Cabe señalar que el hecho de que algunas de estas ollas presenten unas superficies grises se debe probablemente al proceso de cocción al que han sido sometidas en el horno, ya que el color de sus superficies es bastante homogéneo, y no es necesariamente debido a su exposición al fuego. La confección de alimentos en estos recipientes cerrados permitía su cocción en agua, reduciéndose el gasto de combustible al colocar tapaderas en la boca de estas ollas.

Las cazuelas se distinguen en dos tipos formales: uno de forma hemisférica, con borde exvasado y fondo convexo (PC13-153, PC13-871) y otro de forma troncocónica, con borde espesado y bífido, formando ala y fondo convexo (PC13-265, PC13- 269) (figura 9.1.2). El primer tipo presenta paredes con grosor de entre 0,5 y 0,6 cm y parece haber sido hecho en un torno lento, al contrario del segundo, que tiene un perfil más delgado y marcas del torno rápido. Las pastas de las piezas PC13-153, PC13-871 y PC13-265 son rojas, de coción oxidante o redutora-oxidante, con una cantidad media a grande de desgrasantes de pequeña a media dimensión. Estas características se distinguen en la PC13-269, con una pasta naranja y desgrasantes en media cantidad de pequeño tamaño. Los diámetros de los bordes varían entre 23,5 y 28 cm.

La utilización de barros rojos en piezas destinadas a servir en la mesa se limita principalmente a los objetos destinados a contener líquidos. En este caso, destacamos los jarros y los vasitos, los primeros para servir y los segundos para la ingestión directa e individual.

Los jarros de panza ovalada, con fondo convexo y cuello ancho, alto y recto, paredes acanaladas y una o dos asas verticales (no preservadas en los ejemplares aquí encontrados) presentan una pasta de color naranja a rojo, aunque sus superficies suelen tener un tono más claro (PC13-130, PC13-140, PC13-262, PC13-284 y PC13-576, figura 9.1.2). Los fragmentos PC13-576³⁴, PC13-140 y PC13-262 deben pertenecer a un jarro con pitorro vertedor, el cual se añade a la altura del hombro (Lafuente, 1999, p. 216); tendría una pequeña asa vertical. Este tipo tiene su origen en el período almohade y perdura en momentos posteriores. Se pueden encontrar paralelos en ejemplares del alfar del Llano de las Damas y en el barrio de Huerta Rufino, ambos en Ceuta, de mediados del siglo XIV a principios del XV (Hita y Villada, 2000c, p. 317, 325), pero también en ejemplares del siglo XIV de Tigisas y Targha, en la región marroquí de Jbala-Ghomara (Bazzana y Montmessin, 1995, p. 256; Fili, 2016, p. 342-343).

(34)  En este caso, el diámetro mesial de la panza es bastante más grande que el de las otras piezas

Fig. 9.1.2. Fragmentos de cerámica bizcochada roja islámica

Los llamados vasitos, con forma troncocónica y fondo plano, tienen pastas anaranjadas, con una cantidad media de desgrasantes de tamaño pequeño a mediano, y muchas de las piezas presentan digitaciones en el pie. Los diámetros de los fondos van desde los 3-4 cm, lo que podría ser equivalente a diámetros de bordes de 6-9 cm, hasta los 6 cm, apuntando diámetros de borde más anchos. Los ejemplares PC13-233, PC13-260, PC13-261, PC13- 306 y PC13-493 se encuadran en el primero tipo. Las piezas PC13-233 y PC13-306 presentan una superficie externa de color gris (figura 9.1.2). En el segundo grupo se clasifica el PC13-256, que no tiene la superficie externa gris (figura 9.1.2). Este tipo de objeto encuentra paralelos en Ceuta, tanto en los lugares de consumo como en los de producción, entre el siglo XIV y principios del XV (Hita y Villada, 2000c, p. 325; Hita, Suárez y Villada, 2010, p. 195; Hita y Lería, 2011, p. 65), y también en contextos mariníes de Alcazarseguer aún inéditos.

Los alcadafes, de forma troncocónica y fondo plano, están representados por los ejemplares PC13-126 y PC13-128 (figura 9.1.2). El tipo PC13-128 tiene un borde exvasado y engrosado y un diámetro de unos 33 cm. La pasta es de color naranja, con una cantidad media de desgrasantes, de tamaño pequeño a medio, y superficies externas ligeramente más claras que el núcleo. Este tipo es bastante transversal, tanto geográfica como cronológicamente, por lo que hay que tener especialmente en cuenta el contexto arqueológico en que aparecen. En este caso, encontramos paralelos procedentes del centro de producción de alfarera mariní del Llano de las Damas (Hita y Villada, 2000c, p. 317). La pieza PC13-126 tiene una pasta naranja, con una cantidad media de desengrasantes de pequeña a grande dimensión, siendo las superficies externas ligeramente más claras que el núcleo. El borde es recto, engrosado hacia fuera y con una digitación, que puede o no ser accidental. Esta forma tiene paralelos en las cazuelas vidriadas de Almería, de la segunda mitad del siglo XIV (Cara y Rodríguez, 2000, p. 79, 86), de Castril, también del mismo siglo (Ginés, 2000, p. 96, 117), de Cúllar Baza (Ginés, 2000; 107, 135) y de Vélez, cuya proximidad formal es notoria (Motos, 2000, p. 182, 200). En Alcazarseguer hay también ejemplos similares en contextos islámicos, aunque en este caso sí hay marcas de fuego (Redman, 1986, p. 109, 111).

Los bacines de este conjunto tienen forma cilíndrica, fondo posiblemente plano y borde exvasado, engrosado hacia fuera y aplanado en su parte superior, con diámetros de 25 y 27 cm, en PC13-484 y PC13-534 respectivamente (figura 9.1.2). Su pasta es de color naranja, con una cantidad media de desgrasantes de pequeño a gran calibre y superficies exteriores de color gris, con decoración de bandas horizontales y onduladas incisas. Esta pieza tiene paralelos en el tipo I granadino del siglo XIII (Álvarez y García, 2000, p. 159, 176), en los alcadafes murcianos del mismo siglo (Navarro, 1991, p. 207-208) y en los ejemplares islámicos de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 117-118).

Fuera del ámbito de la alimentación, encontramos fragmentos de arcaduces (PC13-273, PC13-279, PC13-309, PC13-310, PC13-355 y PC13-504), tradicionalmente utilizados en las norias para sacar agua de los pozos (figura 9.1.2). Tienen paralelos en ejemplares del alfar del Llano de las Damas de Ceuta (Hita y Villada, 2000c, p. 319), y además en el yacimiento de Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 109, 112).

10.9.2. Cerámica bizcochada roja portuguesa (AG, AB, SF)

La cerámica bizcochada de pasta roja de la Puerta Califal atribuible a momentos posteriores a 1415 puede ser integrada en general en las producciones de la región de Lisboa y del valle del Tajo. Son cerámicas muy fragmentadas, lo que determina la dificultad de reconstituir y definir muchos objetos. Sin embargo, fue posible identificar varias formas de cronología amplia, con y sin decoración. Su datación fue facilitada por la elección de paralelos formales y estilísticos de excavaciones arqueológicas portuguesas, asociadas a contextos de vivienda y de vertedero, basándose además en la cronología del propio contexto. En este apartado se ha elegido la división funcional en lugar de otras hipótesis viables, una trayectoria metodológica que se viene adoptando en los más recientes estudios de conjuntos de la Lisboa moderna, generando tablas tipológicas y funcionales sistematizadas (Bugalhão, y Coelho, 2017).

El hallazgo de cerámica bizcochada moderna procedente de Lisboa tuvo inicio en las primeras intervenciones arqueológicas en entorno urbano. Más recientemente, y en una evidente coyuntura de incremento de obras públicas y privadas, se ha producido un aumento proporcional de los trabajos arqueológicos en el centro histórico, lo que permitió recabar nuevos e importantes datos sobre la cerámica regional. Se han identificado contextos alfareros (o la estratigrafía asociada), que han sido objeto de publicaciones recientes, especialmente en la zona oriental, cerca del antiguo barrio de Mouraria, en la Rua do Benformoso (Marques et al., 2012), la Rua das Portas de Santo Antão (Cardoso et al., 2017), el Largo das Olarias (Castro et al., 2017), el Quarteirão dos Lagares (Nunes, y Filipe, 2012) y en el Beco de S. Marçal (Nunes, 2020), pero también en la zona occidental, en el Largo de Jesus (Cardoso, y Batalha, 2017). Cabe destacar también las alfarerías de la margen izquierda del estuario del Tajo, en Santo António da Charneca (Barros et al., 2012) y en Mata da Machada (Torres, 2005; Carmona, y Santos, 2005), ambas situadas entre las localidades de Coina y Barreiro. El estudio y la difusión de estos resultados han permitido calibrar cronologías más concretas en colecciones con perfiles diferentes y también la rede finición de rangos cronológicos.

10.9.2.1. La cerámica de barro rojo de Lisboa: consideraciones generales

Desde el siglo XV e incluso en épocas anteriores existen referencias a la intensa producción cerámica de la región de Lisboa, que en 1551 contaba ya con 206 alfareros (Oliveira, 1987, p. 133) y en 1620 se do cumentan ya 101 hornos de cerámica (Oliveira, 1991, p. 23). Cabe esperar que puedan existir diferencias entre los diversos artesanos y entre alfarerías, en paralelo con una propensión a cierta uniformización formal. A esto hay que añadir las variaciones en la longevidad de los distintos talleres, lo que sin duda fomentaría la creación de tendencias estéticas con diferentes ritmos dentro del mismo mundo cerámico. Estas producciones del valle del Tajo presentan desgrasantes de calibre fino a pequeño, llegando a alcanzar dimensiones mayores, destacando con mayor regularidad los elementos micáceos y cuarcíticos y con menor frecuencia las calizas blancas y partí culas negras y moradas. La mayoría de las pastas se cocieron en un ambiente oxidante y, más raramente, reductor-oxidante, lo que determinó su coloración, que se limita al naranja o rojo en las superficies.

El análisis iconográfico del siglo XVII es fundamental para comprender el alcance funcional de estas piezas. A este respecto, véanse las obras de Josefa d’Óbidos (1634-1684) y Baltazar Gomes Figueira (1604-1674), que pintan temas relacionados con las naturalezas muertas y la vida cotidiana. Si, por un lado, en estas pinturas los cuencos aparecen en un lugar destacado de la mesa, por otro lado también re velan su uso para el almacenamiento de la confitería, en piezas cubiertas con una tela atada con un cordel, notándose la ausencia de tapaderas de cerámica. En muchos ejemplares se aplicó un engobe rojo o anaranjado oscuro en la superficie exterior, junto con la decoración bruñida, pedrada, o pintada en blanco con motivos geométricos y vegetales.

La cerámica bizcochada de barro rojo de la región de Lisboa fue objeto de varias hipótesis de categorización, basadas principalmente en las técnicas decorativas utilizadas. A pesar de su reducido nú mero en este contexto, cabe mencionarlas aquí, en contraposición al concepto de la llamada cerámica f ina, basado en el reducido espesor de las paredes y en las características generales de las arcillas: blandas, porosas y compactas (Rodrigues, 2017). Es cierto que este tipo de piezas es cada vez más frecuente en los contextos arqueológicos, por lo que podemos considerar que su uso no debe asociarse exclusivamente a los contextos más acomodados.

En Ceuta, se registraron objetos con diferentes técnicas decorativas. En primer lugar, señalamos los recipientes decorados por medio del modelado de la arcilla antes de la cocción (decoración modelada), lo que resulta en unas combinaciones de depresiones y relieves, aparentando una gran fragilidad ante la manipulación, pero también un aspecto refinado. Se han definido como de tradición barroca, reflejan do la intención de plasmar en la arcilla fina algunos de los conceptos estéticos y técnicos de otras artes, como la orfebrería o la cristalería (Etchevarne, y Sardinha, 2007, p. 360), afirmándose que serían la manifestación del arte barroco en la vida cotidiana del hogar (Ferreira, 1994, p. 118). Sin embargo, otros autores han argumentado que esta tendencia decorativa era estéticamente cercana al manierismo, debido a la posterior introducción del complejo cultural barroco en Portugal, ya que estas piezas son producidas al menos desde finales del siglo XVI (Ramalho, y Folgado, 1997, p. 260). Evidentemente los hallazgos de la Puerta Califal, entre otros, demuestran la mayor antigüedad de estas piezas.

Este conjunto también incluye objetos utilitarios que, compartiendo la delgadez de sus paredes, se caracterizan por una técnica decorativa basada en la aplicación de elementos pétreos. Las referencias pioneras a este tipo de cerámica fueron hechas por Virgílio Correia, quien sugirió que el hábito de adornar el interior y el exterior de las piezas de cerámica de “regalo” estaba de moda en toda la región del Alentejo e incluso en Lisboa en los siglos XVI y XVII (Correia, 1916, p. 250-251). Posteriormente, Lapa Carneiro completó la idea, afirmando que esta composición obtenida mediante la incrustación de elementos pétreos (cuarzo) se originó en el Alto Alentejo, extendiéndose después al centro del país, surgiendo un intento de replicar estas piezas en la Extremadura española. El mismo autor también señala que esta costumbre no es meramente decorativa sino también funcional, permitiendo el enfriamiento de los líquidos, de ahí su frecuente utilización en recipientes relacionados con el transporte de agua o el consumo de líquidos (Carneiro, 1989, p. 12). Estas producciones, profusamente decoradas con incrustaciones de cuarzo, pero también de vidrio, pueden datarse, en Portugal, desde mediados del siglo XVI hasta el siglo XIX, habiéndose sugerido la posible existencia de producciones del siglo XV en la zona de Barreiro (Sardinha, 1999, p. 190). De hecho, estos materiales no han sido documentados de manera precisa en contextos anteriores al segundo cuarto del siglo XVI (Silva et al., 2012, p. 71). Su origen portugués parece claro, estando presentes en yacimientos de todo el país, pero es evidente que circularon en la Península Ibérica y en los antiguos dominios portugueses coloniales, desde Brasil hasta Macao. Nótese el singular hallazgo del galeón San Diego, naufragado en 1600: en este caso las incrustaciones están hechas con fragmentos de porcelana china (Sardinha, 1990 1992; 1999; 2012).

Finalmente, se incluyen también en este estudio las cerámicas decoradas con pintura en blanco sobre engobe rojo bruñido. La aplicación de pintura blanca sobre cerámica se utilizó en el Garb al-Andalus a partir del siglo VIII, notándose un aumento de su expresividad en el periodo almohade (Liberato, 2011, p. 40-44). Esta tradición alfarera sigue de forma continuada hasta el siglo XVI, aunque sufriendo alteraciones formales y decorativas, además de una reducción de su cantidad. A partir de finales del siglo XIV empieza la última etapa de estas producciones, que siguen la estética mudéjar emergente (Liberato, 2011, p. 118-119). Además, hay una alteración de la técnica de aplicación de esta pintura, surgiendo sobre objetos con las superficies muy bien alisadas, cubiertas por un engobe naranja oscuro o rojo (Liberato, 2011, 104), generalmente bruñido (Gaspar, y Gomes, 2011, p. 722).

10.9.2.2. La cerámica de almacenamiento y transporte

Los cántaros de la Puerta Califal presentan general mente un cuerpo globular con un cuello ligeramente más estrecho y alto y una sola asa, ovalada o de cinta vertical, que arranca de la panza. Aunque ausente en el presente contexto, el borde sería exvasado y podría presentar elementos decorativos, como acanaladuras horizontales concéntricas (Marques et al., 2012, p. 132). En este conjunto se identificó un fon do de cántaro (PC13-134), con 14 cm de diámetro, donde el contexto reductor-oxidante de la cocción es claramente visible. El análisis macroscópico de la superficie externa permitió reconocer la aplicación de dos técnicas de acabado: un engobe con un tono más rojizo, seguido de un bruñido. Su simbiosis ha permitido elaborar motivos decorativos, como en el caso del fragmento de panza de un cántaro (PC13 869), que presenta una banda reservada que, durante el proceso de bruñido, se ha adornado con motivos en espiral (figura 9.2.2.1). Para los fragmentos PC13 134 y PC13-869 existen paralelos formales en un contexto de descartes cerámicos, delimitados crono lógicamente entre finales del siglo XV y principios del XVI, en la Ruado Benformoso, en Mouraria (Marques et al., 2012, p. 127). El fragmento PC13 819, dada su particular decoración, encuentra semejanzas en un contexto posterior, de los siglos 

Destacamos otra tipología decorativa bastante común en los talleres del Valle del Tajo, con un mayor predominio en el siglo XVI, el ya mencionado modelado. En este caso se documentó también un fragmento de la panza de un cántaro (PC13-819), decorado con depresiones ejecutadas de dentro hacia fuera, mediante presión realizada con un instrumento romo, de sección hemisférica, enmarcadas dentro de una banda delimitada por dos acanaladuras horizontales concéntricas.

10.9.2.3. Las cerámicas de cocina

Los lebrillos se utilizaban en la cocina, para el la vado o a la preparación de alimentos, pero por su versatilidad en la vida cotidiana moderna también podrían utilizarse en actos de higiene. Los barreños o lebrillos se caracterizan por ser piezas abiertas de forma troncocónica, con un borde exvasado, engro sado y de sección semicircular, con paredes oblicuas y fondo plano. Hay dos tipos en este conjunto ceutí, ambos de cocción oxidante, pero que difieren en el tratamiento de la superficie y la respectiva decora ción (figura 9.2.2.1). El fragmento PC13-283 presenta engobe en ambas superficies, especialmente en el interior, que está bruñido y rematado por un patrón decorativo geométrico de líneas oblicuas obtenidas mediante la aplicación de una aguada blanquecina. El fragmento PC13-312 presenta un engobe gris en ambas caras; la superficie externa está decorada con motivos geométricos oblicuos formando un patrón de rombos entrecruzados, dibujados con una aguada blanquecina. Los dos tipos ejemplificados por estas piezas siguen la tradición islámica de la producción de Lisboa y sus alrededores (Bugalhão, y Coelho, 2017, p. 111).

Se han identificado dos tipos de cazuelas, utilizadas en la preparación de alimentos (figura 9.2.2.1). El primero es una forma troncocónica abierta con un borde exvasado semicircular, de 27 cm de diámetro, con acanaladuras concéntricas (PC13-136); la cara externa presenta marcas de fuego y la interna está bruñida, para evitar la adherencia de los alimentos. El segundo tipo de cazuela, aunque comparte con el anterior la orientación de las paredes, destaca por sus bordes ligeramente invertidos y engrosados, con diá metros entre 9 y 21 cm, con asas de forma triangular (PC13-138 y PC13-875), o semicircular (PC13-506, PC13-701 y PC13-857), que arrancan del borde; es tán recubiertas con engobes, destacando el PC13-138 por la presencia de bruñido en ambas superficies. Es tas cazuelas guardan semejanzas con los ejemplares del Largo de Jesús, en un contexto de descartes de un posible taller de finales del siglo XVI a mediados del XVII (Cardoso, y Batalha, 2017, p. 163). También tienen paralelos en los hallazgos del sondeo 24 de la Rua dos Correeiros, atribuidos inicialmente al terre moto de 1531 (Diogo, y Trindade, 2000), pero cuya cronología fue revisada recientemente hacia finales del siglo XV y primeros años del siglo XVI (Silva et al., 2019). Se trata, por lo tanto, de una forma que persiste a lo largo de un gran intervalo cronológico, más allá de la cronología de este yacimiento ceutí.

Las ollas también formaban parte del repertorio destinado a la elaboración de alimentos. Destacan por su forma hemisférica con un cuello ligeramente estrechado y remarcado del resto de la pieza y un fondo plano o convexo. En este conjunto ceutí los fragmentos corresponden a tres variantes (figura 9.2.2.1). Una de ellas incluye un borde invertido de 20 cm de diámetro, engrosado hacia fuera, con una sección subcuadrangular, que presenta tres líneas incisas concéntricas, estando la superficie exterior revestida de engobe rojo (PC13-246). Otra tiene un borde con una sección semicircular de 15 cm de diámetro; destaca por la presencia de una secuen cia lineal concéntrica de punciones ovales oblicuas, siendo éste el único ejemplar con decoración (PC13 229). Por último, una tercera variante tiene un borde alto de 20 cm de diámetro, también invertido, engrosado hacia fuera y de sección subrectangu lar (PC13-152); la superficie externa presenta una acanaladura horizontal concéntrica, solamente in terrumpida por la aplicación de un asa vertical, y está revestida con un engobe rojo. Proponemos una cronología más antigua para el fragmento PC13-246, debido al registro de morfologías semejantes en un contexto de colmatación de una estructura alfarera, a principios del siglo XVI, identificado en la Rua das Portas de Santo Antão (Cardoso et al., 2017, p. 1715). Esta propuesta se ve corroborada por la presencia de ejemplares idénticos en las escombreras asociadas a los talleres de los siglos XV y XVI de Santo António da Charneca, en Barreiro (Barros et al., 2012, p. 703). El fragmento PC13-152 tiene paralelos en un contexto de descarte de Carnide (Caessa, y Mota, 2013, p. 1027), fuera del entorno urbano de Lisboa, del siglo XVI.

Fig 9.2.2.1 Fragmentos de cerámica bizcochada roja portuguesa

El grupo de los objetos de cocina también incluye el tacho [cacerola]. Es un objeto que comparte semejanzas con la cazuela, dada su forma abierta de tendencia troncocónica y el fondo convexo, pero es más alta. El ejemplar PC13-253 es el más representativo, con un borde invertido sin engrosamiento y un diámetro de 16 cm, bajo el cual se pueden ver tres acanaladuras horizontales concéntricas bien demarcadas (figura 9.2.2.1). Tiene paralelo formal en el sondeo 24 de la Ruados Correeiros, en un contexto del siglo XV (Silva et al., 2019), y en Vila Franca de Xira, en horizontes del siglo XV y principios del XVI (Pires, 2019, p. 180).

Con el propósito de sellar los distintos contenidos, la tapadera es un elemento indispensable para las pie zas destinadas al almacenamiento y a la confección de alimentos, permitiendo protegerlos y conservar la temperatura, pudiendo así presentar unas dimensiones muy diversas. Morfológicamente, se trata de una forma aplanada y troncocónica, distinguiéndose por su asa destacada y compacta en forma de “botón” en el centro. El ejemplar PC13-808 presenta un bor de de sección circular de 8,5 cm de diámetro y el arranque de un fondo cóncavo de 4 cm. El fragmento PC13-267 corresponde a un fondo plano de 5 cm de diámetro, con el arranque de una pared oblicua, que conserva en el centro el asa completa (figura 9.2.2.1). La forma de la tapadera no registra mutaciones significativas durante la era moderna, por lo que es difícil atribuirle paralelos morfológicos. Cabe mencionar los dos conjuntos asociados al Hospital Real de Todos-os-Santos, de principios del siglo XVI y de los primeros años del siglo siguiente (Bargão, 2015, p. 109; Barradas, 2017, p. 78).

Los hornillos están representados por un fragmento de pared (PC13-838), de la parte troncocónica inferior y donde se enmarcaba la ventana para la limpieza de las cenizas y la entrada de aire para la combustión. A pesar del pequeño tamaño del fragmento, es posible detectar una parte de la rejilla y el arranque de la parte superior de la pieza, que tendría una forma troncocónica, abierta para contener las brasas (figura 9.2.2.2) (Bugalhão, y Coelho, 2017, p. 120).

10.9.2.4. Las cerámicas de mesa

Relacionada con el consumo de líquidos, la botella forma parte del repertorio formal de vasijas destinadas a servir en la mesa. Tendría un perfil de tendencia esférica, casi ovoide, rematado por un borde y sin pico vertedor. Este tipo de contenedor se completaría con asas verticales opuestas en el cuello, terminando en un fondo plano. El único tipo reconocido está representado por PC13-810, con un borde exvasado de 3,9 cm de diámetro, engrosado hacia fuera y sección semicircular, separado del resto de la pieza por el estrechamiento del cuello (figura 9.2.2.3). Cabe mencionar como referencia los hallazgos de Vila Franca de Xira, en un vertedero de los siglos XV-XVI (Mendes, y Pimenta, 2015, p. 187).

Entre los elementos relacionados con el consumo individual de alimentos se encuentran los llamados platos-tapadera (figura 9.2.2.2), que también servirían para sellar los recipientes para el fuego de mayores dimensiones, como ollas y cacerolas. Esta forma abierta, de tendencia troncocónica baja y fondo anular, suscita algunas preguntas sobre su función primaria (Fernandes, 2012, p. 332; Bugalhão, y Coelho, 2017, p. 125). Los ejemplares PC13-139 y PC13-277 solamente conservan el borde con ala ovalada, exvasada y sección semicircular, con diámetros de entre 20 y 26 cm. El fragmento PC13-465 tiene un borde decorado con dos acanaladuras horizontales concéntricas en el ala, con un diámetro de 25,6 cm. Por último, el ejemplar PC13-839 presenta un perfil completo, con un borde idéntico a los dos primeros, pero con un diámetro de 20,5 cm, pared oblicua y un fondo anular de 6,7 cm. Todos los ejemplares recuperados son bruñidos y están revestidos con engobe. Se trata de un tipo muy frecuente en los yacimientos arqueológicos de Lisboa, como por ejemplo el con texto alfarero de la actual Rua do Benformoso, de la transición de los siglos XV a XVI (Marques et al., 2012, p. 128). La lenta mutación morfológica de estas piezas permite acreditar su producción hasta finales del siglo XVI y principios del XVII, en las alfarerías del Largo de Jesus (Cardoso, y Batalha, 2017, p. 167) y del Largo das Olarias (Castro et al., 2017, p. 1749).

Cabe mencionar también los hallazgos de la Bahía de Cádiz (Ruiz, 2012, p. 829), que ponen de manifiesto su distribución y alcance más allá de la región de Lisboa.

El conjunto ceutí incluye igualmente fragmentos de unas tapaderas que denotan un mayor cuidado en el acabado, con la aplicación de engobe naranja o rojo y elementos decorativos, requiriendo una manipulación más cuidadosa; estas piezas estarían asociadas a objetos para servir en la mesa. Todas presentarían un asa de estribo, alta o no, y destacadas acanaladuras concéntricas, las cuales, junto con el reducido espe sor de las paredes, resultan en una gran variabilidad de los perfiles (figura 9.2.2.3). Un primer tipo (PC13 137) solamente conserva el arranque del asa, con una acanaladura horizontal concéntrica y el inicio de la pared; destaca por su revestimiento bruñido, que le confiere un brillo y un tono rojo oscuro. El fragmento PC13-487 tiene dos acanaladuras horizontales concéntricas bien marcadas; ambas superficies están revestidas de engobe. El ejemplar PC13-598 contrasta con los anteriores por la presencia de un asa horizontal destacada que bordea la base de la pieza. Considerando su perfil campaniforme, cónico, y su mayor tamaño en comparación con los demás ejemplares, el fragmento PC13-815 destaca por conservar parte de la base, de 9,5 cm de diámetro, bordeada por un asa concéntrica de sección cuadrangular, que presenta una decoración compuesta por motivos incisos con pequeñas incrustaciones de cuarzo. Esta técnica se repite en el fragmento PC13-840. En cuanto a los paralelos, podemos destacar los del siglo XV y principios del XVI de la Rua do Benformoso (Marques et al., 2012, p. 128), o los del edificio del Aljube, también en Lisboa, de la segunda mitad del siglo XVI (Santos, 2008, p. 335). Ya en lo que entonces era el extrarradio de la ciudad, cabe mencionar los hallazgos de los siglos XVI y XVII de Carnide (Caessa, y Mota, 2013, p. 1027), o las piezas de la misma época halladas en Cascais (Rodrigues et al., 2012, p. 868).

En cuanto a los cuencos se observan varios tipos para uso en la mesa (figura 9.2.2.3). El PC13-485 y el PC13-498 tenían forma hemisférica, con bordes exvasados de sección semicircular; el diámetro del borde ronda los 15 y los 12 cm respectivamente. El primero presenta motivos decorativos bruñidos, lineales y verticales en la superficie interna; tiene paralelos en el Beco de S. Marçal, Lisboa, en un contexto de los siglos XV y XVI (Nunes, 2020). El segundo presenta borde y superficie externa bruñida e incrustaciones en cuarzo, además de incisiones, formando motivos geométricos y vegetales. El ejemplar PC13-143 destaca por su decoración modelada con punciones oblicuas, ejecutadas desde el exterior Hacia el interior de la pieza, sobre dos acanaladuras horizontales concéntricas; es idéntico a los hallazgos de un vertedero de finales del siglo XVI e inicios del XVII en el convento de Santana, Lisboa (Gomes et al., 2013, p. 1065). Por fin, PC13-858 corresponde a un fragmento de borde exvasado, engrosado hacia fuera, con una sección semicircular, decorado con una sucesión de líneas incisas onduladas y con un diámetro de 9,8 cm.

Otra forma también presente en la mesa es el jarro. Generalmente, estas piezas cerradas se caracterizan por su cuerpo hemisférico coronado por un cuello troncocónico y enmarcadas por un borde que puede presentar un pico vertedor. El fragmen to PC13-536 tiene un borde exvasado y engrosado hacia fuera, de sección circular y 11 cm de diáme tro, y pared de tendencia oblicua con decoración modelada y punciones hechas desde el exterior hacia el interior, notándose el arranque de un asa vertical (figura 9.2.2.3). El fragmento PC13-801 corresponde a una pared de tendencia hemisférica, con la superficie exterior revestida de engobe rojo, con una decoración vegetal bruñida (figura 9.2.2.3); esta morfología tiene paralelos en un vertedero del siglo XVI en el actual edificio del Aljube (Santos, 2008, p. 329).

El púcaro o búcaro es un recipiente que se utilizaba para el consumo individual de líquidos. Se trata de una forma de tendencia globular, coronada por un cuello alto y cilíndrico, con una sola asa vertical y un fondo convexo. Cabe destacar aquí los bordes ligeramente exvasados y engrosados, con diámetros de 7-8 cm, variando los perfiles entre unas secciones semicirculares (PC13-133, PC13-281, PC13-488, PC13-599 y PC13-885), cuadrangulares (PC13-301) y subtriangulares (PC13-809) (figura 9.2.2.3). Estos individuos estaban revestidos con engobe rojo, a la excepción del PC13-885. Tam bién destacamos dos fondos, uno plano (PC13-316), el otro cóncavo (PC13-841), que conserva el asa.

Fig. 9.2.2.2. Fragmentos de cerámica bizcochada roja portuguesa.

Fig. 9.2.2.3. Fragmentos de cerámica bizcochada roja portuguesa

Aunque es difícil precisar la tipología, se registran las siguientes decoraciones: bruñido, forman do elementos geométricos (PC13-141, PC13-301, PC13-475 y PC13-478); modelado, con punciones ovaladas, ejecutadas desde el exterior hacia el interior (PC13-597); incisión e incrustación de elementos de piedra calcárea o cuarzo (PC13-887); aplicación plástica con elementos de cuarzo (PC13 885). Algunos ejemplares no presentan ningún tipo de decoración (PC13-474) (figura 9.2.2.3).

Como paralelos de este tipo de púcaros, que apa rece con gran frecuencia en las intervenciones arqueológicas realizadas en Lisboa, destacamos los contextos alfareros de los siglos XV y XVI de la Rua do Benformoso (Marques et al., 2012, p. 128) y los hallazgos de los siglos XVI a XVII del Largo das Olarias (Castro et al., 2017, p. 1749). En relación a los lugares de consumo, cabe mencionar los contextos del siglo XVI de Vila Franca de Xira (Mendes, y Pimenta, p. 2015, 198) y del actual Largo do Terreiro do Trigo, en Lisboa, con numerosos hallazgos del siglo XVII (González, 2012, p. 89). Estas piezas se incorporaron a las rutas marítimas portuguesas, habiéndose identificado en la catedral de Salvador da Bahía (Brasil), en estratigrafías de finales del siglo XVI (Etchevarne, 2012, p. 33), o en Southampton (Reino Unido), en un contexto de transición de los siglos XVI a XVII (Gutierrez, 2007, p. 71).

Otro tipo de púcaros incluye diversas variantes con un cuerpo más hemisférico y un borde marcadamente más bajo que los anteriores. El fragmento PC13-589 tiene un borde exvasado, doblemente engrosado, con una sección semicircular y un diámetro de 7 cm, que presenta una acanala dura horizontal concéntrica. Debido a la falta de elementos para realizar un análisis morfológico integral, se enumeran los ejemplares a los que no se ha podido atribuir ninguna variante concreta: PC13-150, caracterizado por la decoración modelada realizada en el asa del borde exvasado, técnica igualmente aplicada al arranque de la pared; PC13 831, fondo plano de 5 cm de diámetro con un ligero estrechamiento antes del arranque de la pared; PC13-826, fondo plano de 11 cm de diámetro con el arranque de una pared de tendencia hemisférica decorada con punciones oblicuas (figura 9.2.2.3).

A su vez, PC13-590 también podría corresponder a un recipiente individual para el consumo de líquidos. Tiene una morfología tendente a lo globular y está profusamente decorado en la superficie externa con incisiones concoidales y “escamas”, integradas en una cartela delimitada también por dos líneas incisas rellenas con pequeñas perforaciones circulares; también cabe mencionar la aplicación de arcilla con pequeñas incisiones circulares (fi gura 9.2.2.3). Asimismo, el fragmento PC13-867 comparte una morfología idéntica y parte de la decoración: incisiones concoidales, en este caso rellenas con elementos de piedra caliza de calibre pequeño, conformando un tema vegetal. Tanto la técnica decorativa como la forma tienen paralelos en conjuntos de descarte exhumados en los pozos del Hospital Real de Todos-os-Santos (Barradas, 2017, p. 173; Bargão, 2015, p. 288).

Entre los recipientes destinados a la mesa cabe mencionar una serie de formas, de las cuales sólo quedan fragmentos de cuerpo entre los ejemplares ceutíes, que se distinguen por su decoración pintada en blanco: PC13-154, reticulada intercalada con pequeños círculos y enmarcada por una bordadura lineal con céntrica; PC13-172, reticulada y enmarcada por una bordadura lineal concéntrica; PC13-266, “zigzag”, solamente interrumpido por el arranque de un asa vertical; PC13-321, doble retícula, con pequeños círculos y elementos vegetales; PC13-322, motivo ondulante conformado por dos líneas intercaladas con motivos ovoides, de connotación vegetal, en marcado por una bordadura horizontal concéntrica (figura 9.2.2.3). Estos materiales tienen paralelos en “casas nobles” y vertederos de finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI del castelo de S. Jorge en Lisboa (Gaspar, y Gomes, 2012, p. 722-723).

10.9.2.5. Las cerámicas de higiene

Los únicos ejemplares incluidos en el grupo de la cerámica de higiene son los fragmentos de borde de bacín (PC13-299, PC13-562, figura 9.2.2.4), exvasados, con un ala horizontal ligeramente col gante, presentando una sucesión de acanaladuras horizontales concéntricas. Ambas superficies están recubiertas con engobe rojo. Este tipo de vasijas es transversal a todos los ambientes y contextos de la era moderna, con paralelos en las escombreras de los talleres alfareros de los siglos XV y XVI de Santo António da Charneca (Barros et al., 2012, 707) y de los siglos XVI y XVII del actual Largo de Jesus (Cardoso, y Batalha, 2017, p. 168).

10.9.2.6. Las cerámicas de iluminación

Solamente se identificó un tipo de candil, una forma abierta, de pequeñas dimensiones, con base plana y un pequeño pico y soporte para la mecha (PC13-467, figura 9.2.2.4). Tiene un fondo plano de 4,6 cm de diámetro, delimitado por una acanaladura y terminando en un borde modelado. Se observan paralelos formales en depósitos asociados a la colmatación de los hornos alfareros de las puertas de Santo Antão en principios del siglo XVI (Cardoso et al., 2017, p. 1728).

10.9.2.7. Notas finales

Para la caracterización de la formación del contexto, el análisis del conjunto de artefactos es sumamente importante, ya que las piezas tienen una enorme tasa de fragmentación y no es posible obtener perfiles completos en la colección. Por lo tanto, hay tres aspectos a considerar.

En primer lugar, el momento de la concepción de estas cerámicas, en las alfarerías de Lisboa, donde se fabricaba este tipo de formas a finales del siglo XV y en la primera mitad del siglo XVI, por ejemplo en la Rua do Benformoso (Marques et al., 2012), en el Quarteirão dos Lagares (Nunes, y Filipe, 2012), o en otros lugares del barrio de Mouraria (Nunes, 2020). El segundo aspecto es el uso de estas formas en los ambientes domésticos, concretamente en la ocupación portuguesa de Alcazarseguer, de finales del siglo XV y de la primera mitad del siglo XVI (Redman y Boone, 1979, p. 5; Teixeira, et al., 2016a, p. 29). Por último, el terminus del período de uso de estas piezas, asociado a los contextos de descartes de Lisboa, como el Hospital Real de Todos-os-Santos (Bargão, 2015), o el Largo de Jesus, a principios del siglo XVII (Cardoso, y Batalha, 2017, p. 163).

Considerando el marco cronológico de los siglos XV y XVI, atribuido a los contextos de producción y uso, estamos ante un life span de las piezas bastante corto, es decir, desde el momento de la concepción y materialización de la pieza hasta su comercialización y uso, aspecto que cobra fuerza al analizar los contextos de ultramar. Sin embargo, la presencia de paralelos formales en contextos que datan del siglo XVII nos sugiere la longevidad, no de los objetos en sí, sino de sus formas y las tendencias morfológicas. La tipología de la cerámica común muestra una considerable perduración en los registros, ya que nos encontramos ante un conjunto de formas pro fundamente utilitarias, de uso transversal a lo largo de todo el período moderno (Bargão, 2015, p. 116). Estos datos cronológicos nos remiten no solamente a los circuitos comerciales que existirían en el Estrecho de Gibraltar, sino esencialmente a la ocupación portuguesa que ahí persistió de 1415 a mediados del siglo XVI, fecha del final de la construcción de las Murallas Reales.

10.10. Cerámica modelada a mano (AT)

Durante las excavaciones de 2013 en la Puerta Califal de Ceuta se recuperaron 30 fragmentos de cerámica modelada a mano, correspondientes a un mínimo de 16 objetos, entre ollas y cazuelas. Es una cifra ínfima comparada con el número total de cerámicas recuperadas en los rellenos entre la muralla califal y la muralla abaluartada portuguesa.

De hecho, los hallazgos de cerámica hecha a mano en contextos bajomedievales de esta ciudad son bastan te escasos. Este tipo de cerámica es más expresivo en las ocupaciones más antiguas, concretamente en los niveles de la segunda mitad del siglo IX hasta el inicio del califato en el yacimiento de Fructuoso Miaja, donde las piezas hechas a mano o torneta, cocidas en un ambiente reductor o reductor-oxidante y con pastas grises en el núcleo y anaranjadas en muchas de las superficies y desgrasantes de mayor tamaño, corresponden a un 50% de las ollas, cazuelas y tinajas. En el yacimiento de Calle Real 14, de mediados del siglo X, el porcentaje de cerámica de cocina modelada a mano es todavía mayor, “un dato propio de conjuntos plenamente califales” (Hita; Suárez, y Villada, 2008, p. 24-31). Asimismo, en un silo excavado en la basílica tardorromana, fechado de pleno siglo X o inicios del siglo XI, donde cuatro fábricas de “toscas cerámicas medievales modeladas a mano” incluyen una gran cantidad y diversidad de ollas y cazuelas, además de un hornillo (Fernández, 2001, p. 23-31).

En la sistematización de la cerámica consumida en Ceuta en la época medieval más reciente, la cerámica modelada está ausente (Hita, y Villada, 2000c, p. 303-305), ciertamente por su insignificante peso. Está documentada en pequeñas cantidades, como por ejemplo en Pasaje Fernández, con una datación de finales del siglo XIV e inicios de la centuria posterior (Villada, y Hita, 2016, p. 316), o en un silo y pozo de un solar entre la Calle Real y la Calle Eche garay, ya plenamente del siglo XV (Hita, y Villada, 2003, p. 377-378). Esto parece ser un rasgo genérico entre los yacimientos arqueológicos del norte del Magreb, donde este tipo de cerámica aparece en pequeños porcentajes, nunca superando el 10% a partir del siglo XII. En los siglos anteriores, la introducción masiva de producciones torneadas, cocidas en los hornos de los centros urbanos, hizo que la cerámica hecha a mano permaneciera entonces solamente en ciertos nichos, variando según la localidad en cuestión. Así pues, en Alcazarseguer alcanza alrededor de un 5% durante la ocupación medieval islámica, pero tiene poca expresión en el pueblo vecino de Belyounech, estrechamente relacionado con Ceuta, mientras que en Fez alcanza un 10%. El equilibrio entre las producciones a mano o torneta, además de su variación en términos cronológicos (que sin embargo no es absoluta) y espaciales, debe estar estrechamente enraizado en aspectos socioeconómicos de la producción (Fili, 2004-2005, p. 235 y 237).

En la capital mariní se identificaron ollas hechas a mano y torneadas, interpretándose las primeras como resultantes de “una tradición bereber fiel a sus prototipos técnicos, morfológicos y decorativos ancestrales”, representando el mencionado 10% del total de las colecciones en la madrasa al-Buināniyya, mientras que las segundas son el resultado de “una nueva “tradición” puntera”, que representa el 16% de los hallazgos cerámicos. Las cazuelas, en cambio, se fabrican exclusivamente a torno, lo que parece ser una tendencia en todo el mundo islámico del Occi dente mediterráneo a partir del siglo XI. Las pastas de las cerámicas modeladas a mano, que también incluyen grandes platos, son groseras, con abundantes desgrasantes de gran tamaño, generalmente alisadas y más raramente bruñidas, y presentan decoraciones plásticas aplicadas y pintura monocromática marrón. Se cree que pueden proceder de talleres fa miliares del entorno de Fez (Fili, 2000, p. 262; Fili, 2008, p. 515-519, 522 y 526). Cabe señalar también que en varios yacimientos del norte de África que bordean el Mediterráneo, cerca de Ceuta, en la región de Jbala-Ghomara, como Targa, se encontró un número importante de ollas hechas a mano, de pa redes gruesas e irregulares, que se han relacionado con producciones familiares de las zonas circundantes. También se menciona el hallazgo de cántaros, siempre en niveles anteriores al horno de cerámica del siglo XIV o principios del XV registrado en ese yacimiento (Bazzana et al., 1990, p. 101; Bazzana, y Montmessin, 1995, p. 245-246; Fili, 2016, p. 341).

Efectivamente, la cerámica modelada a mano tiene una fuerte presencia en la región del Rif desde hace siglos, un hecho que es esencialmente el resultado de las producciones domésticas, por lo tanto extraordinariamente dispersas y variadas. El rasgo característico de estas producciones es que no hay diferenciación de pastas según el tipo de cerámica, es decir, cada centro productor utiliza un solo tipo de arcilla, independientemente de los objetos a fabricar. Así, las pastas son generalmente de mala calidad para las piezas que han de ir al fuego, cocidas a bajas temperaturas, entre 600 y 750°, y contienen abundantes desgrasantes, para conferirle resistencia a los choques térmicos. También deben tener paredes gruesas para darles resistencia a los choques mecánicos. La cocción se hace al aire, en estructuras muy simples (Picon, 1995, p. 142-146). Cabe subrayar que estas cerámicas modeladas a mano amazighes o bereberes tienen una tradición milenaria en el Norte de África (Fili, 2011, p. 22-23).

En Alcazarseguer se ha documentado, como anteriormente ha sido mencionado, cerámicas hechas a mano fabricadas con este tipo de pasta, de producción local en entornos domésticos o, más probablemente, procedente de pueblos vecinos, lo que denota precisamente una relación entre la aglomeración urbana y su territorio rural. La forma más frecuente es una olla de dos asas verticales, pero se han identificado también otros tipos (Redman, 1986, p. 114). El reciente estudio de varios estratos de ocupación medieval en un espacio residencial de Alcazarseguer ha revelado la presencia de cerámica modelada a mano en contextos almohades, en dos niveles sucesivos de los siglos XII y XIII: ollas, mayoritarias en estos dos períodos; cazuelas, abundantes aunque minoritarias en el nivel más antiguo, desapareciendo casi por completo en el más reciente; un plato de pan en cada uno de los períodos; y un plato de servir pintado en marrón en el nivel más reciente. También en los estratos mariníes de la misma zona se identificaron ollas y cazuelas (Teixeira et al., 2016, p. 41-43 y 74). Lo mismo ocurrió en un sondeo profundo realizado cerca de la muralla del río, donde se detectaron cerámicas de este tipo tanto en los niveles del siglo XIII como en los de la primera mitad del siglo XV (El-Boudjay et al., 2016, p. 175 y 181-82). En el aglomerado urbano coetáneo de Badis también se documentaron cerámicas de este tipo, representando aquí una proporción significativamente mayor del conjunto (37% del total), incluyendo pequeños cuencos bruñidos, una serie de formas cerradas que parecen corresponder a ollas y una forma abierta con orificios en la base. Se sugiere en este caso, como imagen general, “una comunidad heterogénea con estrechos vínculos con los centros productores rurales, que puede haber aumentado durante la ocupación del lugar en la medida en que su naturaleza y sus contactos urbanos disminuye ron” (Redman, 1983, p. 370 y 374).

En suma, el surgimiento de la cerámica modelada en diversos contextos bajomedievales del norte del Magreb parece estar vinculado a las producciones locales de carácter familiar que existían alrededor de los centros urbanos con los que mantenían relaciones comerciales más o menos intensas (Fili, 2004-2005, p. 240). Cabe mencionar que en el siglo XVI llegaba a Fez cerámica de cocina procedente de un entorno rural a 50 km de distancia (Fili, 2011, p. 24). Más compleja es la interpretación de las diferencias porcentuales de este tipo cerámico en varios centros urbanos de esta región. Carece por ahora de mayor fundamento su distribución en función de una clasificación por capitales administrativas dinásticas, que tendrían vínculos preferenciales dentro de sus límites políticos y donde la mayor parte de los materiales procedería de producciones locales, y de ciudades costeras, que a menudo escapaban al control de esas dinastías, mantenían intensas actividades marítimas y se abastecían en ciudades de otros países (Redman, 1987). La calidad de estas cerámicas hechas a mano para recipientes de ir al fuego es incuestionable y se rechaza que se pueda considerar una técnica de nivel inferior; son más bien una buena opción dada la falta de arcillas adecuadas para este tipo de recipientes, como es el caso del noroeste de Marruecos, donde predominan las pastas calcáreas (Picon, 1995, p. 146-147 y 152-154).

Avanzando en el tiempo, debemos plantear la posibilidad de que estas cerámicas modeladas a mano pertenezcan al período de ocupación portuguesa de la ciudad, hasta mediados del siglo XVI. Como hemos mencionado anteriormente, las estructuras negativas detectadas entre la Calle Real y la Calle Echegaray contienen materiales portugueses, junto con otros de la fase final de la ocupación mariní, muy similares a los del vecino yacimiento arqueológico de Huerta Rufino, abandonado durante la conquista portuguesa de 1415. Aquí se recogieron varias ollas de producción hecha a mano que pueden haber sido utilizadas tanto antes como después de 1415. Cabe la posibilidad de que sean coetáneas de la ocupación portuguesa y, en este caso, podrían haber llegado a la ciudad como resultado de los intercambios comerciales con las poblaciones vecinas en momentos de paz (Hita, y Villada, 2003, p. 377-378 y 386; Teixeira; Villada, y Silva, 2015, p. 210). En Alcazarseguer también se identificó este tipo de piezas en niveles portugueses, aquí reducidas al 1,2% del total de los hallazgos cerámicos (Redman, 1986, p. 190). Los más recientes trabajos de este yacimiento arqueológico corresponden a niveles que incluyen materiales del final de la ocupación mariní y del comienzo de la ocupación portuguesa, por lo que pueden pertenecer a ambos momentos, aunque más probablemente al momento anterior a la conquista de 1458 (Teixeira et al., 2016, p. 95).

Fig. 10.1. Fragmentos de cerámica modelada a mano.

Tras analizar brevemente el problema de la presencia de cerámica modelada a mano en contextos medievales norteafricanos, debemos considerar los hallazgos de la Puerta Califal de Ceuta. Como ya se ha mencionado, son un número muy reducido, tratándose también de ejemplares muy pequeños y siendo prácticamente imposible recuperar los perfiles. Así, entre los 30 fragmentos contados, sólo se reportan cinco casos, que ejemplifican los tipos técnicos, decorativos y formales identificados, que por su escasez no permiten, sin embargo, tejer grandes consideraciones de orden cronológico.

La olla PC13-469 tiene una pasta dura con una cantidad elevada de desgrasantes pequeños a grandes, incluyendo cuarzos y micas. Presenta una cocción reductora-oxidante, siendo el núcleo gris oscuro y las superficies marrón claro; ambas caras son bruñidas, presentando la externa motivos decorativos geométricos pintados en marrón oscuro, de tradición bereber. Las paredes tienen 0,5 a 0,8 cm y la forma es de tendencia globular.

La forma cerrada PC13-146, con 0,8 a 1 cm de gro sor de la pared, es también probablemente una olla. Tiene una pasta naranja clara dura, con una cantidad elevada de desgrasantes pequeños a grandes, incluyendo cuarzos y calizas, cocida en atmosfera oxidante. La superficie externa fue decorada con pintura en marrón oscuro: un patrón triangular bajo dos líneas concéntricas.

El asa PC13-151, con 1,5 x 2,1 cm, de sección sub triangular arriba y circular abajo, debe igualmente pertenecer a una olla. Tiene pasta dura con una cantidad elevada de desgrasantes pequeños a grandes, incluyendo calizas, micas y partículas negras, pre sentando una cocción reductora-oxidante, además de marcas de contacto con el fuego.

Esta última pieza es, en la práctica, el único elemento de naturaleza formal que tenemos a nuestra disposición para detectar paralelos. A este respecto cabe señalar que las ollas de los contextos más antiguos de Ceuta, pre-califales y califales, no suelen tener este tipo de asas, sino que presentan pequeñas protuberancias a modo de asa (Fernández; 2001, p. 23-31; Hita; Suárez, y Villada, 2008, p. 24-31). Lo mismo pasa en Nakur (Redman, 1983, p. 370-73; Acién et al., 1998, p. 50-51), o incluso en los contextos de los siglos XII-XIII de Alcazarseguer (Teixeira et al., 2016, p. 41-43). En cambio, en los niveles de época mariní de la región norte aparecen asas de este tipo, tanto en la propia ciudad de Ceuta (Hita, y Villada, 2003, p. 377 y 400), como en la vecina Alcazarseguer (Redman, 1986, p. 109 y 114) y en las también cercanas Badis (Redman, 1983, p. 370-71) y Targa (Bazzana, y Montmessin, 1995, p. 245), sien do esta última probablemente el paralelo publicado más cercano (Bazzana, y Montmessin, 1995, p. fig. 4, n.º 9 y, muy especialmente, el n.º 7). Respecto a las decoraciones pintadas cabe destacar que uno de los elementos figurados (PC13-146) podría asociarse a la tradición bereber de representación del monte o montaña, figurado por el triángulo, que cuando es cuadriculado con rombos le confiere su carácter terrestre (Moreau, 1976, p. 139).

Además de las ollas, se detectaron también cazuelas. La PC13-145 es troncocónica y tiene borde exvasado con sección subcuadrangular y diámetro de 23 cm; el grosor de las paredes es de 0,7 a 1 cm y el fragmento presenta el arranque del fondo, de tendencia convexa. Tiene una pasta dura con una cantidad elevada de desgrasantes pequeños a grandes, incluyendo calizas, cuarzos y micas, presentando una cocción reductora-oxidante; el núcleo es gris y las superficies son marrones. La superficie interior está bruñida y en el exterior hay una tosca acanaladura bajo el borde. La pieza está quemada en la superficie exterior. También debemos mencionar la cazuela hemisférica PC13-510, con borde exvasado y redondeado y pare des con 0,5 cm de grosor, pasta semidura, con una cantidad elevada de desgrasantes pequeños a gran des, incluyendo calizas, cuarzos y micas; su cocción es reductora, siendo el núcleo gris oscuro y el exterior marrón. Presenta marcas de exposición al fuego. No hemos encontrado ningún paralelo claro para estas formas abiertas, aunque nos parece que difieren considerablemente de los modelos más antiguos registrados en Ceuta.

Finalmente, los hallazgos de cerámica modelada de la Puerta Califal de Ceuta añaden poco a esta problemática y, al parecer, forman parte de una fase – la mejor representada en cuanto a los materiales recuperados en esta intervención arqueológica – en la que este tipo de cerámica iba perdiendo fuerza de cara a las producciones a torno y a su presencia avasalladora en esta ciudad.

10.11. Materiales arquitectónicos (MCAP)

Abordar como una categoría independiente los artefactos de construcción encontrados en la Puerta Califal de Ceuta es un intento de subalternar el tipo de material que los constituye por comparación a su funcionalidad y empleo cotidiano. Aunque se destaquen principalmente las cerámicas de este grupo, se identifican otros tipos de materiales, como la piedra y el estuco. En total hablamos de unos 254 objetos, de los cuales se dará aquí una idea general. La organización que seguimos presupone un análisis espacial de los objetos al lugar en que fueron empleados, empezando en la techumbre, con las tejas, siguiendo por las paredes, con los atanores, y los revestimientos como el estuco y los azulejos, que al final también tienen presencia en las solerías, donde aún añadimos los ladrillos y las losas de mármol.

Entre los diversos fragmentos de tejas se seleccionaron cinco piezas distintas (PC13-115, PC13-176, PC13-351, PC13-520, PC13-861; figura 11.1). Fue ron elaboradas manualmente y sus espesores varían entre 1 y 1,8 cm. La sección de estas piezas es semicircular, más o menos pronunciada, con la excepción de PC13-861, cuya sección es rectangular. En estos fragmentos el color de la pasta varía de beige a naranja rojizo, con una gran cantidad de desgrasantes de tamaño pequeño a grande y una textura de considerable dureza. El fragmento más simple presenta solamente un alisado de la superficie superior (PC13-351), mientras que en otro, al alisado de la superficie superior parece haberse añadido la aplicación de un engobe del color de la pasta, un beige amarronado (PC13-115). Otros dos ejemplares se distinguen por la aplicación de un engobe muy distinto de sus pastas: PC13-520 presenta un engobe beige en ambas superficies, que contrasta con su pasta naranja, así como una cuidadosa ejecución de sus bordes y un alisado lineal de la cara superior, resultando en un tipo de patrón decorativo; PC13-176, a su vez, presenta un engobe rojo en la superficie superior, más oscuro que su pasta naranja-rojiza, sobre el que se han pintado unas líneas aleatorias a pincel, con un engobe beige. Ya el PC13-861 tiene la superficie superior y los bordes alisados y revestidos con un engobe de color beige, sobre el cual se aplicó un vidriado plumbífero verde en la superficie superior.

Los dos fragmentos de atanor identificados integrarían un sistema de tuberías de cerámica que permitiría el flujo de agua y de desechos de una manera controlada y organizada (PC13-247 y PC13-822, figura 11.1). Las extremidades de estas piezas de forma cilíndrica y sección circular son distintas: una presenta un borde recto o ligeramente introvertido y destacado después de un pronuncia do resalte externo; la otra tendría un borde recto, no preservado. Este modelo permitía el encaje de las extremidades, confiriendo mayor estabilidad a la canalización. El diámetro de la extremidad más estrecha de estas piezas es de unos 10 cm, lo que parece indicar la búsqueda de una cierta homogeneización. Esta técnica de drenaje de aguas está perfectamente documentada en la Ceuta medieval (Hita, Lería, y Villada, 2012, p. 43). Ambas piezas están hechas a torno, presentando una pasta anaranjada, con una cantidad media de desgrasantes de tamaño pequeño a mediano, de textura dura. Los paralelos son variados, pero quizás los más cercanos sean los atanores del tipo III de la Córdoba islámica, de los siglos XII-XIII (Salinas, 2012, p. 273-274).

En el conjunto de materiales utilizados en los pavimentos se identificó un fragmento de mármol blanco, pulido en una de las superficies y con un borde trabajado con un grosor que varía entre 3 y 4 cm (PC13-495, figura 11.1). Estas características parecen apuntar hacia un fragmento de una losa de mármol, que pertenecería a un pavimento. El uso de este tipo de material parece estar reservado para edificios excepcionales, suponiendo una importan te inversión monetaria. Esta noble materia prima se asocia a menudo con las más destacadas mezquitas y madrazas, o con residencias palaciegas, como lo demuestran la madraza al-Yadida de Ceuta, el patio de acceso a la capilla de Nuestra Señora de Gracia y la mezquita de Córdoba, o el Patio del Cuarto Dorado de la Alhambra de Granada (Gómez, 1998, p. 213; Dods, 1992, p. 13, 139; Dickie, 1992, p. 139).

Se han identificado también baldosas de ladrillo (PC13-175, PC13-494 y PC13-805, figura 11.1). Tienen pastas rojas con desgrasantes de tamaño pequeño a grande. Fueron fabricadas a molde y están revestidas con un engobe rojo en la superficie superior. En los fragmentos PC13-175 y PC13-805 todavía hay vestigios de cal sobre el engobe de la superficie superior. Estos objetos serían rectangulares, teniendo en cuenta los fragmentos analizados y los diversos casos en que se conoce su aplicación. Aunque no sea posible identificar sus medidas originales, puesto que están fragmentados, podemos asumir, a través del fragmento más completo (PC13-494), que su anchura no excedería los 13 cm, ya que la extremidad de este objeto parece conservar sus medidas originales. Su longitud es más difícil de calcular, pero estimamos que sería de unos 20/30 cm, para alcanzar una forma claramente rectangular. En el caso del fragmento PC13-805, por la aplicación del referido revestimiento y la presencia de restos de mortero en la superficie opuesta, se plantea su utilización en un pavimento. En pavimentos las baldosas de ladrillo podrían aparejarse de varias maneras, lado a lado, o formando patrones, como en el “Mexuar” de la Alhambra (Torremocha, Navarro, y Salado, 2000, p. 345), pero también verticalmente, como se puede ver en un palacio de Málaga, constituyendo un escalón de un desnivel del suelo (Holod, 1992, p. 52; Dickie, 1992, p. 138).

Los fragmentos de los azulejos de alicatado aquí identificados fueran elaborados con pastas en los que se aprecian pocos desgrasantes de tamaño pequeño a mediano. Están hechos a molde y revestidos en la parte superior con un vidriado blanco³⁵, negro³⁶ o verde³⁷. Nos parece que en los ejemplares que tenemos se partió de un azulejo-base cuadrado, con 9 cm de lado, con que se produjeron las otras formas geométricas o motivos decorativos más complejos. Estas piezas se biselaban para permitir el posterior encaje en pavimentos o revestimientos parietales. En este caso particular, fue posible identificar varias formas, con tamaños muy diferentes.

En un primer conjunto, con piezas de mayores dimensiones y espesores que varían entre 1,5 y 2 cm, detectamos formas cuadrangulares, rectangulares, triangulares y en estrella de ocho puntas (figura 11.2.1). Los ejemplares cuadrangulares mi den aproximadamente 6 cm (PC13-122, PC13-345, PC13-348) o 8 cm de lado (PC13-046, PC13-120, PC13-289, PC13-340, PC13-807), los rectangulares 7 x 3 cm (PC13-047), 8 x 2 cm (PC13-347), 8 x 3 cm (PC13-807), 8 cm (estimativa) x 3,7 cm (PC13-048), o 9 x 4,3 cm (PC13-339), los triangulares 7 x 5 cm (PC13-121) y la estrella de ocho puntas (una de las cuales fue intencionadamente fracturada) tiene una anchura máxima de 9 cm (PC13-572).

De menores dimensiones, pero con el mismo es pesor, tenemos las siguientes formas con medidas aproximadas: cuadrangulares, con 4,5 cm (PC13 049, PC13-343, PC13-344), 4 cm (PC13-335) o 2 cm de lado (PC13-317) (figura 11.2.2); rectangulares, con 5,2 x 1,6 cm (PC13-288) y 4,5 x 1,9 cm (PC13-342) (figura 11.2.2); triangulares, con 3,9 cm de lado (PC13-334, figura 11.2.2), 5,6 x 5,6 x 4,2 cm (PC13-807, figura 11.2.1), o 3,7 x 3,7 x 5 cm (PC13 161, PC13-336, figura 11.2.1); y la mitad de una almenilla escalonada de tres alturas, con 4 (alto) x 3 (ancho base) x 0,7 cm (ancho parte superior) (PC13 333, figura 11.2.2). Dentro de este conjunto, pero con espesores no superiores a 1 cm, encontramos un hexágono con 2,6 x 2 cm (PC13-337, figura 11.2.2) y una almenilla escalonada de cuatro alturas, con 4,7 (alto) x 5,5 (ancho base) x 2,4 cm (ancho parte superior) (PC13-341).

Estas almenillas escalonadas se usaban a menudo en la orla de los paneles parietales de azulejo, formando el límite superior de la composición decorativa, como se puede ver en los paneles del dormitorio real de San Domingo, Granada (Ca viró, 1991, p. 64, 97), el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, Sevilla (Sánchez-Pache co, 1997, p. 351), en el dormitorio de los Reyes Moros, alcázar de Sevilla (Pleguezuelo, 2013, p. 218-219), o en el palacio de Altamira, Sevilla (Ducay, 2006, p. 260). La estrella de ocho pun tas tiene paralelos en las casas de la calle Beatriz de Silva en Ceuta (Hita, y Villada, 2000b, p. 24, 27), y también en los paneles del patio de las Don cellas y en el dormitorio de los Reyes Moros de Sevilla (Pleguezuelo, 2013, p. 216-220). El azulejo hexagonal es muy común en los patrones decorativos mudéjares, formando elementos vegetales, geométricos, como en el “Mexuar” de la Alhambra y en los paneles de la cabecera de la iglesia de San Gil (Caviró, 1991, p. 106, 261). Esta técnica está documentada en el norte de África, en la madraza al-Bu’inâniyya en contextos anteriores al período almohade, aunque en este caso se emplearon formas geométricas más sencillas, como cuadrados, rectángulos y triángulos. Las formas más complejas cobrarían importancia a finales del siglo XIII (Fili, 2000, p. 264, 277-278). Esto parece confirmarse también en Tetuán, según el estudio realizado por Erbati, que enmarca la generalización del uso de estos azulejos en los pavimentos de las casas en el siglo XIV (Hita, y Villada, 2000, p. 27). En Ceuta, este tipo de decoración aparece en las viviendas de Huerta Rufino, pero también en la calle Beatriz de Sil va (Hita, y Villada, 2000b, p. 24, 27). El caso de Alcazarseguer refuerza la idea que esta téc nica estuvo en uso hasta principios del siglo XV (Redman, 1986, p. 88).

(35)  PC13-046, PC13-049, PC13-120, PC13-121, PC13-122, PC13-161, PC13-333, PC13-334, PC13-336, PC13-345, PC13-807.

(36)  PC13-288, PC13-289, PC13-317, PC13-335, PC13-340, PC13-348, PC13-572, PC13-807.

(37)  PC13-047, PC13-048, PC13-337, PC13-339, PC13-347, PC13-349, PC13-350.

Fig. 11.2.1. Materiales arquitectónicos

Fig. 11.2.2. Materiales arquitectónicos.

Las dos últimas piezas que integran este conjunto de azulejos destacan al tratarse de piezas esquine ras. Ambas fueron fabricadas a molde y presentan una pasta muy similar a las anteriores. Este tipo de pieza se usaría en las esquinas de los paneles de azulejos, sirviendo de marco. Su aplicación se ría más común cuando este tipo de revestimiento se empleaba como pavimento, pudiendo servir como elemento delimitador de los espacios, entre las habitaciones, por ejemplo. A pesar de su similitud en términos de funcionalidad, estas dos piezas son distintas: una es una esquina simple (PC13-349), con un borde en forma de L, de 5,4 cm de alto y 2,7-7,5 cm de ancho; otra es pentagonal (PC13-350), cuyo borde en L termina en una forma pentagonal, de 8,3 cm de alto y 5,9-9 cm de ancho (figura 11.2.2).

Aunque la mayoría de estos materiales están disociados de sus paneles de azulejos originales, se encontraron dos ejemplares aún en conexión. El primer ejemplo consiste únicamente en la conexión mediante mortero de dos azulejos de alicatado de forma cuadrangular (8 cm de lado), uno con vidriado negro y otro cuyo revestimiento no se conservó (PC13-289, figura 11.2.1). Dada la simplicidad de esta composición, se hace difícil comprender el patrón que compondría. El segundo ejemplar se compone de cinco fragmentos, cuatro de ellos en conexión, unidos por el mortero original (PC13-807, figura 11.2.1). Este conjunto consta de dos azulejos vidriados negros, uno cuadrangular (8 cm de lado) y uno rectangular (3,2 x 8,2 cm), y un azulejo blanco triangular (5,6 x 4,2 cm); dos baldosas (2 cm de grosor) coloca das en cuña se relacionan con el marco de esta composición. Aunque se trata de una muestra pequeña, es posible especular sobre su composición original, comparándola con otros ejemplos como el pavimento de la capilla de la Piedad en la iglesia de Santa Marina de Sevilla, que data de la segunda mitad del siglo XIII, o con el revestimiento parietal de la iglesia de San Gil, aunque enmarcando un patrón distinto, que data del siglo XIV (Caviró, 1991, p. 259, 262). Estos dos últimos ejemplares de las Murallas Reales parecen haber sido usados como pavimento, debido a la robustez del mortero asociado, así como al grado de des gaste del vidriado de los azulejos. Sin embargo, los restantes fragmentos también podrían haber sido usados como decoración de pared.

El fragmento de azulejo de cuerda seca PC13-433 fue fabricado a molde, presentando una pasta de color naranja claro, con algunos desgrasantes de pequeño a mediano tamaño (figura 11.2.2). La decoración geométrica está hecha con óxido de manganeso, de color marrón casi negro, perfilan do el relleno de las formas, que están cubiertas con vidriado blanco, melado, verde y negro. Este azulejo sería cuadrangular, con un espesor de 1,8 cm. Dado el pequeño tamaño de la muestra, no es posible determinar las medidas originales. Sin embargo, y en base a los datos conocidos, sa bemos que los azulejos de cuerda seca podrían oscilar entre los 11, 14 y 19 cm de lado, siendo los ejemplares más antiguos los de menores dimen siones (Caballero, 1998, p. 141; Coentro, 2017, p. 10). Esta pieza presenta un patrón compuesto por lacerías blancas, siendo difícil restituir la com posición decorativa en su totalidad. Sin embargo, parece tener paralelos en algunos patrones deco rativos parietales con zócalo de alicatado, como el panel del patio de las Doncellas de Sevilla, de me diados del siglo XIV (Pleguezuelo, 2013, p. 216). Este tema también se parece a otros patrones de azulejos mudéjares, como los del monasterio de Santa Clara-a-Velha, en Coimbra (Coentro et al., 2014, p. 22), el convento de San Francisco de Asís en Las Palmas de Gran Canaria (Suárez, 2007, p. 166-171), o en el suelo de la sala de los Passos del palacio nacional de Sintra (Coentro, 2017, p. 10; Caviró, 1991, p. 266).

Aunque la técnica de la cuerda seca se conocía y se utilizaba en los objetos de cerámica desde el período califal, su aplicación a los azulejos parece emerger a partir del siglo XIV (Coentro, 2017, p. 9 citando a Martínez, 1991 y Pleguezuelo, 2011). Esta fecha se retrotrae si consideramos los llama dos azulejos “tipo Niebla”, cuya procedencia se atribuye al castillo de Niebla, y que Pleguezuelo fecha en los siglos XII y XIII (2011, Coriandro, 2017, p. 9-10); pero se trata de un caso aislado, que no basta para demostrar una producción lo cal. Los azulejos de cuerda seca perduran hasta el siglo XV y luego comienzan a caer en desuso. Uno de los motivos más recurrentes al utilizar esta técnica son las lacerías, utilizando colores como el blanco, verde, amarillo melado, turquesa y negro de manganeso (Coentro, 2017, p. 10). Es tos patrones hispano-moriscos se mantienen a lo largo del uso de la cuerda seca, lo que hace difícil la clasificación cronológica de este ejemplar.

Finalmente, se identificaron dos fragmentos de azulejos de arista, es decir, cuyos motivos decorativos se dejaron en relieve aplicando un molde a la arcilla aún húmeda (PC13-024 y PC13-529, figura 11.2.2). La pasta es de color beige, compuesta por una cantidad media de desgrasantes de pequeño tamaño, con una textura semidura. Originalmente, su forma era cuadrada, midiendo entre 13 y 14 cm de lado y unos 3,7 a 5,3 cm de espesor (Caballero, 1998, p. 141). La cara decora da presenta un vidriado estannífero y vidriados plumbíferos, verdes, melados, azules y negros. Esta técnica comenzó a utilizarse en el siglo XV, sustituyendo rápidamente el uso del alicatado y de la cuerda seca, principalmente por la facilidad de su fabricación. Estos azulejos se utilizarían principalmente como elementos arquitectónicos en las paredes, aunque podrían emplearse como pavimento. Los motivos también cambian a me dida que disminuye la influencia islámica. Los patrones geométricos de influencia árabe se mantienen, pero también aparecen patrones góticos y renacentistas (Coentro, 2017, p. 11). Uno de los motivos más recurrentes en los azulejos de arista son los vegetales, como se puede comprobar en esta muestra. El patrón presenta unas hojas de palma enmarcadas por lo que sería una banda circular de color azul claro, con un reborde negro y un motivo amarillo melado no identificable. Este fragmento posiblemente formaría parte de un conjunto de cuatro azulejos, completando el círculo y el motivo vegetal. El segundo fragmento parece corresponder a la esquina de un azulejo, ya que los motivos vegetales forman un ángulo recto. Dadas las similitudes de color y patrón, cabe la posibilidad de que los dos fragmentos pertenecieran a la misma composición (Teixeira et al., 2015, p. 42). Estos se parecen, por ejemplo, a los de Santa Clara-a-Velha de Coimbra, o de la Casa de Pilatos de Sevilla (Coentro, 2017, p. 11, 124; Coentro, et al., 2014, p. 22).

Se inventariaron tres muestras de estuco pintado: un fragmento totalmente pintado en rojo y otros dos con motivos geométricos y estilizados pintados en rojo sobre el fondo blanco (PC13-286, PC13-287 y PC13-452, figura 11.1). El estuco se emplea después de la aplicación del enlucido, la primera capa de mortero que recubre las paredes, formando una fina capa de yeso de unos 3 a 5 cm, sobre la cual se pueden esbozar los motivos decorativos y a continuación la pintura final (Teixeira et al., 2015, p. 42). En este caso, en los fragmentos PC13-287 y PC13-452, después del estuco blanco aparece una decoración en rojo, ya sea geométrica (PC13-452) o abstracta (PC13-287). Aunque no se han realizado análisis de estos materiales, debemos considerar, al igual que en otros zócalos de Ceuta, que los estucos utilizaban “polvo de mármol o calcita muy puro”, una mezcla que garantizaba el tono más blanco, siendo que la pintura roja se obtenía por la mezcla del temple con “tierra roja y el pigmento bermellón”, el sulfuro de mercurio (Hita, y Villada, 2000b, p. 19). Este tipo de frescos se ha encontrado en otros yacimientos arqueológicos del siglo XIV, como Huerta Rufino, en Ceuta (Hita, y Villada, 2000b, p. 19), Belyounech (Torres, 1957; Cressier et al., 1986), Cuarto Real de Santo Domingo y Alhambra de Granada (Garrido, 1989; Orihuela, 1995; García, y Medina, 1997).

10.12. Arqueometría de las cerámicas (JGI, JBT, EC, USG y GA)³⁸

El presente estudio aborda la caracterización química y mineralógica de las pastas de 62 cerámicas procedentes de la Puerta Califal de Ceuta, como forma de caracterizar los tipos más comunes del periodo medieval e inicios de época moderna en esta ciudad (figuras 12.1 y 12.2). El material corresponde a desechos urbanos acumulados desde el periodo islámico hasta el momento de construcción de la mu ralla Real (mediados del siglo XVI).

Este trabajo se elabora en conjunto con el estudio arqueológico y arqueométrico de cerámicas de Alcazarseguer, ubicada a unos 20 km al Oeste de Ceuta, que tuvo una ocupación portuguesa fechada entre 1458 y 1550, posterior también a una dominación islámica (síntesis en Redman, 1986). Esta investigación conjunta ya había sido realizada por Myers y Blackman (1986), quienes se centraron en caracterizar las producciones mariníes con el análisis de 43 cuencos cónicos de los siglos XIII hasta XV y cinco atifles de Alcazarseguer, aun añadiendo un cuenco cónico de Belyounech y dos otros de Ceuta (Myers, y Blackman, 1986, p. 55). Mediante petrografía y análisis químico por activación neutrónica, estos autores reconocieron tres grandes agrupaciones químicas: una probablemente producida en Alcazarseguer, las otras sin claro centro productor, pero quizás en la zona del Estrecho de Gibraltar, posiblemente Ceuta, Málaga o Tánger (Myers, y Blackman, 1986, p. 61 64). Un segundo trabajo arqueométrico, hecho en un cuadro más amplio de estudio de la difusión de las lozas sevillanas en el mundo en el siglo XVI, analizó 11 muestras de Alcazarseguer, conectando los hallazgos de loza blanca con decoración en azul o en azul y morado como producciones oriundas de los alfares trianeros (Myers et al., 1992, p. 136-137).

El ámbito de la investigación era así, hasta la fe cha, muy reducido y circunscrito a tipos muy específicos. Recientemente, y en el contexto del proyecto luso-marroquí coordinado por Abdelatif El-Boudjay y André Teixeira, se realizó un estu dio arqueométrico con el objetivo de obtener un conocimiento más profundo y transversal del abas tecimiento cerámico de Alcazarseguer durante el periodo portugués. Para tal efecto, se estudiaron 46 cerámicas de diferentes tipologías, desde bizcocha da (tanto roja como beige), vidriada melada y verde y, además, cerámica con cubierta estannífera blanca y polícroma, determinándose la existencia de un aprovisionamiento sevillano y de Lisboa (Iñañez et al., 2016).

Durante el desarrollo de los trabajos arqueológicos en las Murallas Reales de Ceuta se identificaron varias producciones cerámicas que presentan conocidos elementos tipológicos y tecnológicos que son de especial relevancia para su clasificación. De esta manera, y con el objetivo que sirva como una clasificación general para las producciones halladas en estos contextos, en los períodos mariní y portugués, se ha optado por analizar cerámicas de un amplio abanico tipológico.

(38)  El estudio arqueométrico fue realizado en la Universidad del País Vasco. Javier G. Iñañez agradece el apoyo del Ministerio  de Economía y Competitividad (HAR2013-46853-P) y del programa Ramón y Cajal (RYC-2014-16835) (MINECO/AEI/ERDF,  UE), así como el contrato predoctoral FPI de Estefania Calparsoro (BES-2014-068940) y de Uxue Sánchez Garmendia  (PIF2017/153). Los análisis de DRX y las fusiones alcalinas para el posterior análisis ICP-MS fueron realizados en los Servicios Generales de Investigación de la UPV/EHU (SGIker) (UPV/EHU, MICINN, GV/EJ, ERDF and ESF).

Fig. 12.1. Muestras de las cerámicas esmaltadas y vidriadas analizadas

10.12.1. Muestreo y rutina analítica

El criterio de elección de las 62 muestras cerámicas de Ceuta analizadas fue la de abarcar los tipos y las formas más comunes reconocidas hasta la fecha en nuestros estudios sobre los contextos de ocupación portuguesa (tabla 12.1). Se identifican seis tipos cerámicos, con sus subtipos más significativos.

El primero, son las cerámicas con vidriado estannífero o esmalte, sin decoración (CTA009, CTA010, CTA040), o con pintura en azul (CTA042, CTA045, CTA044), azul y morado (CTA043, CTA046, CTA047), o verde (CTA055, CTA057, CTA058) (figura 12.1). Tienen pastas entre tonos beige (CTA009, CTA010, CTA043, CTA044, CTA045, CTA046, CTA047, CTA055, CTA057, CTA058), rosado claro (CTA040) y naranja claro (CTA042), bien depuradas y con desgrasantes de tamaño finísimo a pequeño. Las formas más abundantes son los platos y las escudillas. Históricamente, la hipótesis de partida para estas producciones es que provienen de la región de Sevilla, al largo de los siglos XV y XVI, como apuntaban los hallazgos arqueológicos americanos (Deagan, 1987, p. 56-57; Marken, 1994, p. 94-139), confirmados por estudios hechos en la ciudad andaluza (Pleguezuelo, y Lafuente, 1995, p. 228; Pleguezuelo, 1997, p. 356; Iñañez, 2007, p. 307-329; Fernández et al., 2017). Una vez más, los análisis arqueométricos hechos anteriormente en Alcazarseguer vinculaban estas piezas con las producciones de los alfares de Triana (Myers et al., 1992, p. 136-137).

En segundo lugar, están las cerámicas con cubierta vidriada plumbífera verde, de que se destacan claramente los lebrillos (CTA050, CTA051, CTA052, CTA053), pero también los bacines (CTA054), mor teros (CTA056) y jarritos (CTA011) (figura 12.1).

Fig. 12.2. Muestras de las cerámicas vidriadas y bizcochadas analizadas.

El tercer grupo es el de la cerámica con revestimiento vidriado plumbífero melado, homogéneo y bastan te adherente, con pastas de colores entre el beige (CTA013, CTA059, CTA063, CTA065), el rosa claro (CTA016, CTA064) y el naranja (CTA012, CTA014, CTA015, CTA017, CTA018, CTA019, CTA020, CTA021, CTA061, CTA062), con desgrasantes de calibre finísimo a pequeño (figura 12.1). En este con junto, aunque se observen similitudes de fabrico, se notan grandes diferencias formales, identificándose cerámicas comunes en contextos medievales mariníes, pero también en periodo cristiano posterior. Así, durante el dominio almohade y mariní abunda la vajilla de mesa de consumo comunitario, como sean los ataifores (CTA012, CTA015, CTA017, CTA018, CTA019, CTA021), algo que cambia con la conquista cristiana, que se caracteriza por la utilización de objetos de uso individual, como los platos (CTA013, CTA014, CTA020) y escudillas (CTA059, CTA062, CTA065), aun incluyendo los jarros (CTA063, CTA064). A pesar de esta idea general, en contextos cristianos del siglo XV aún se producen ataifores, como será el caso del CTA016. Así, el restante con junto de ataifores tiene paralelo de consumo en la propia Ceuta mariní, pudiendo ser producciones de los siglos XIII y XIV de los alfares de la ciudad o de la península (Hita, y Villada, 2000c; Myers, y Blackman, 1986), mientras los segundos parecen enmarcarse en las producciones sevillanas o de su entorno del siglo XV a inicios del XVI (Amores, y Chisvert, 1993, p. 288-289, 291-292, 314-315, 321, 323; Pleguezuelo et al., 1999, p. 274, 276, 288, 291; Barrionuevo, 2008-2009, p. 271, 274).

Con características bien distintas tenemos el cuarto grupo, de cerámicas con vidriado plumbífero naranja, marrón o verdoso, aplicado esencialmente en ollas, cazuelas y tapaderas. Presentan pastas más oscuras que las anteriores – naranjas o rojizas –, con una textura generalmente más granulosa, por la mayor abundancia de desgrasantes de pequeño calibre (CTA067, CTA068, CTA069, CTA070, CTA071, CTA072, CTA073, CTA074, CTA076, CTA077, CTA078, figura 12.2). Estas piezas tienen paralelo arqueológico con producciones enmarcadas en el periodo de dominio islámico, entre finales del siglo XIII e inicios del XV (Hita, y Villada, 2000c).

El quinto grupo incluye la cerámica bizcochada de pastas claras, entre beige (CTA001), rosa claro (CTA002, CTA004, CTA005) y naranja pálido (CTA003), con presencia intermedia de desgrasantes de calibre finísimo a medio, casi siempre con superficies externas alisadas y, por veces, con una tonalidad más clara que la pasta, dando una uniformidad de tono al conjunto (figura 12.2). Se registra una panoplia de formas relacionadas con el almacenamiento y el transporte, como tinajas o dolia (CTA001) y cántaros (CTA002, CTA004, CTA005), además de los lebrillos (CTA003), con una utilización polivalente. Estos materiales tienen floreciente producción en los siglos XV y XVI en el valle del Guadalquivir (Amores, y Chis vert, 1993, p. 288, 293; Pleguezuelo et al., 1999, p. 275; Barrionuevo, 2008-2009, p. 271, 275-277).

El último grupo es el de la cerámica bizcochada de tonalidad más oscura. Tiene pastas naranjas o marrón/gris claro, con presencia media de desgrasantes de calibre pequeño (CTA035), y otras ligeramente más depuradas, en naranja pálido o naranja, con desgrasantes de pequeño tamaño en pequeña cantidad (CTA007, CTA008, CTA027, CTA028, CTA030, CTA032, CTA033, CTA036) (figura 12.2). En ambos casos sus superficies son alisadas o bruñidas (CTA008, CTA027, CTA033). Es un grupo con gran variedad formal, comprendiendo formas utilizadas en la cocción de alimentos, como las ollas (CTA008, CTA032), las cazuelas (CTA035) y las tapaderas (CTA033, CTA036), pero también objetos de funciones múltiples, como los lebrillos (CTA008, CTA023), u objetos relacionados con el almacenamiento y con sumo del agua, como las tinajas (CTA007, CTA027, CTA030) y los búcaros (CTA028). Este conjunto encuentra similitudes en las producciones de Portugal, especialmente en las de la región de Lisboa (Marques et al., 2012; Nunes, y Filipe, 2012).

El estudio químico de las pastas cerámicas de estos 62 individuos (tabla 12.1) se ha realizado mediante ICP-MS, determinándose 42 elementos químicos, mayores, menores y trazas: Na, Mg, Al, Si, P, K, Ca, Ti, V, Cr, Mn, Fe, Ni, Cu, Zn, Rb, Sr, Y, Zr, Nb, Cs, Co, Pb, Sn, Ba, La, Ce, Pr, Nd, Sm, Eu, Gd, Tb, Dy, Er, Tm, Yb, Lu, Hf, Ta, Th, U. Esta estudio ha sido llevado a cabo en la Universidad del País Vas co, en el laboratorio del Departamento de Química Analítica y los Servicios Generales de Investigación SGIker. Estas técnicas se consideran destructivas, puesto que se necesita obtener una muestra molida de grano muy fino (inferior a 60µm) de pocos gramos para la preparación de los analitos. De forma orientativa se tomaron unos 5g de cada individuo cerámico para garantizar la homogeneidad y representatividad de la muestra tras previo corte con una sierra de diamante y posterior molido en un molino planetario de bolas de carburo de tungsteno. La muestra cerámica, una vez limpiada mecánicamente y pulverizada usando un molino de bolas, ha sido puesta en solución usando el método de la fusión alcalina. Este método consiste en la fusión de aproximadamente 250mg de muestra en un crisol de platino-oro junto a 500mg de un flujo (LiBO2 ) a más de 1100ºC durante varios minutos. La masa fundida es, entonces, vertida sobre un vaso de precipitado con una solución de ácido nítrico (HNO3 ), la cual será diluida en varias etapas a 1:6500. Esta solución ha sido después analizada mediante ICP-MSLa, técnica de espectrometría de masas con plasma de acoplamiento inductivo (ICP-MS según sus siglas en inglés) capaz de determinar y cuantificar la mayoría de los elementos de la tabla periódica a niveles de ppb (partes por billón) e incluso ppt (partes por trillón). Se trata de una variante de las técnicas de análisis por espectrometría de masas. Sus ventajas principales radican en la alta precisión y bajos límites de detección, permitiendo analizar la mayoría de los elementos e isótopos presentes en la tabla periódica de manera simultánea. La muestra líquida es vaporizada e ionizada gracias a un plasma de Ar. La muestra, en forma líquida, es transportada por medio de una bomba peristáltica hasta el sistema nebulizador donde es transformada en aerosol gracias a la acción de gas argón. Dicho aerosol es conducido a la zona de ionización que consiste en un plasma generado al someter un flujo de gas argón a la acción de un campo magnético oscilante inducido por una corriente de alta frecuencia. En el interior del plasma se pueden llegar a alcanzar temperaturas de hasta 8000K. En estas condiciones, los átomos presentes en la muestra son ionizados. Los iones pasan al interior del filtro a través de una interfase de vacío creciente; allí son separados según su relación carga/masa. Cada una de las masas sintonizadas llega al detector donde se evalúa su abundancia en la muestra. Además, también se ha determinado la pérdida por calcinación mediante gravimetría.

El análisis elemental de los extractos se llevó a cabo mediante ICP-MS (NexION 300, Perkin El mer), dentro de una sala limpia de clase 100 en el Departamento de Química Analítica de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU). El argón utilizado fue suministrado por Praxair (99.999%, Madrid, España). Las di luciones se prepararon gravimétricamente en una balanza analítica Mettler-Toledo modelo XS205 (Columbus, OH, EEUU) de precisión ±0.00001 g. Se utilizaron Sc, Ge, In, Re y Bi como estándares internos. Las condiciones del plasma tales como el flujo de argón del nebulizador, la posición de la antorcha y los voltajes de las lentes del instrumento se optimizaron antes de cada sesión de medidas aspirando una disolución estándar de Mg, Rh, In, Ba, Pb y U de 1ng/mL de concentración. El flujo de gas del nebulizador se optimizó obteniendo un compromiso entre sensibilidad y nivel bajo de óxidos (inferior al 2.5% para la relación CeO/Ce). Los resultados de los análisis químicos por ICP-MS pueden ser consultados en la tabla 12.1.

Los datos químicos han sido tratados como datos composicionales y transformados en logaritmos de razones para su tratamiento estadístico (según Aitchison, 1986; 2002). Siguiendo esta metodología, se han definido los grupos de referencia basados en la composición química para cada centro productor, como un paso fundamental en los estudios de proveniencia.

La determinación mineralógica de las pastas cerámicas ha sido llevada a cabo mediante Difracción de Rayos X (DRX). Los datos mineralógicos obtenidos por DRX han aportado una información importante sobre las principales fases de cocción, criptocristalinas, a partir de las cuales se ha podido estimar las Temperaturas de Cocción Equivalentes (TCE) y fases de alteración y/o contaminación. Las mues tras molidas se han analizado mediante DRX de polvo en un difractómetro PANalytical Xpert PRO, equipado con tubo de cobre (λCuKαmedia=1,5418Å, λCuKα1=1,54060Å y λCuKα2=1,54439Å), goniómetro vertical (geometría Bragg-Brentano), rendija programable de divergencia, intercambiador automático de muestras, monocromador secundario de grafito y detector PixCel. Las condiciones de medida han sido 40 KV y 40 mA, con un barrido comprendido entre 5 y 70º2theta. Para el tratamiento informático de los difractogramas obtenidos e identificación de las fases presentes se ha empleado el software específico PANalytical X´pert HighScore, en combinación con la base de datos PDF2 del ICDD.

10.12.2. Resultados de la caracterización química

En el estudio de la composición química no se consideran los componentes Co y W, ya que, al formar parte de la composición química principal de la celda y bolas de carburo de tungsteno del molino utilizado para la pulverización y homogeneización de las muestras cerámicas, pueden estar contaminados, sin que esta contaminación pueda ser controlada y corregida durante el tratamiento estadístico. Igual mente, los valores de Rb, Na y K han sido utilizados con ciertas restricciones, debido a la presencia documentada de un doble proceso de alteración de la fase vítrea de la cerámica con lixiviación de potasio y rubidio, y la subsiguiente cristalización de analcima, una zeolita sódica, o wairakita, su variante más cálcica, con la fijación de sodio procedente de las aguas de circulación del suelo. De esta manera, la afectación de este doble proceso de alteración y contaminación es difícilmente cuantificable, otorgando valores de estos componentes imposibles de corregir hasta el momento (Buxeda et al., 2002; Iñañez, 2007; Schwedt et al., 2006). Por lo que respecta al Zn, este elemento también ha sido excluido del tratamiento estadístico de los datos químicos obtenidos por ICP-MS, debido a que muchos de los individuos analizados presentan contenidos inferiores a su límite de regresión y a una alta variabilidad por ICP-MS. Tampoco se ha utilizado el Pb: al tener dos de estas cerámicas una cubierta vidriada con alto contenido en plomo, y al no poder controlar el efecto de la migración de este elemento en la matriz cerámica, no es aconsejable, por lo tanto, su utilización en el trata miento estadístico. Además, tampoco se han tenido en cuenta los valores de P y As, pues muestran una variabilidad muy alta en el conjunto de datos y son, por lo tanto, susceptibles de deberse a contaminación debido a la etapa de uso o postdeposicional de la cerámica.

La rutina estadística utilizada consistió en la trans formación de los datos químicos utilizados en logaritmos de razones, según la ecuación donde Sd es el simplex d-dimensional (d=D-1) y x-D=(x1,...,xd) (Aitchison, 1986; Aitchison et al., 2000; Buxeda, 1999). Es decir, para cada individuo se dividen los valores de sus diversos elementos químicos por el de un elemento determinado y de cada resultado se toma su logaritmo. Esta transformación permite corregir algunas de las variaciones inducidas por la temperatura de cocción, las contaminaciones y las alteraciones y permite obtener resultados directamente comparables entre los di versos individuos analizados.

Para el tratamiento de los datos obtenidos de la composición química (tabla 12.1), los individuos estudiados de Ceuta han sido comparados con el base de datos sobre cerámica medieval y moderna generado por Iñañez y colaboradores. Este base de datos consta de más de 1000 individuos cerámicos de los periodos bajomedieval y modernos analizados por múltiples técnicas analíticas ICP-MS, FRX, AAN, SEM, DRX. La mayoría de los individuos cerámicos que conforman el banco de datos de referencia corresponden a algunos de los principales centros productores de la Península Ibérica, tanto españoles, como portugueses (Sevilla, Lisboa, Talavera de la Reina, Puente del Arzobispo, Paterna, Manises, Barcelona, Reus, Vilafranca del Penedès, Lleida, Teruel, Muel, Villafeliche, Logroño, Orduña, Elosu), así como de multitud de centros receptores peninsulares. Igualmente, contamos en este banco de datos con individuos cerámicos procedentes de las islas Canarias y las islas Azores, así como con gran cantidad de materiales cerámicos coloniales, principalmente americanos (especialmente de Panamá, Perú, Colombia, Argentina, República Dominicana, Estados Unidos de América, entre otros). Para una visión más específica sobre el banco de datos, véase Iñañez (2007), Iñañez et al. (2009; 2008; 2007b) y Buxeda et al. (2011; 2012).

La matriz de variación composicional muestra una variación total (vt) de 20.79 (figura 12.3), denotando el carácter poligénico de las composiciones químicas de los diferentes individuos cerámicos (Ic) desconocidos de Ceuta (Buxeda, y Kilikoglou, 2003). A partir del estudio de la matriz de variación se puede observar que hay una serie de los elementos ya conocidos como problemáticos por su relación con fases de alteración y/o contaminación (principalmente Na2 O, K2 O, Rb, Sn, Pb, P2 O5 ). Como se ha estudiado previamente en otros trabajos, el Na2 O, K2 O y Rb presentan una alta variabilidad bajo la presencia de fases de alteración y contaminación de zeolitas (serie analcima/wairakita), como se comenta en la sección de la mineralogía de las cerámicas. Por otra parte, la alta variabilidad de los valores químicos de SnO2 y PbO se debe, principalmente, a la presencia de cerámicas con cubiertas vidriada de plomo (vidria das verdes, meladas y naranjas) y de plomo y estaño como opacificante (llamadas estanníferas o esmaltadas, que presentan un vidrio opaco blanco). Estas cerámicas presentan concentraciones muy altas en sus pastas de Pb (hasta 18,284ppm para la CTA062, un cuenco melado) y de Sn para las estanníferas (118ppm para la CTA044, un cuenco blanco). Por otro lado, las cerámicas no vidriadas no superan, en ningún caso, los 275ppm de PbO (CTA023, un bacín bizcochado de pasta rojiza), así como las 4 ppm para el SnO2 (tabla 12.1). El P2 O5 , además, muestra unas concentraciones variables debido a su alta movilidad química y a los contextos de basurero y relleno en la que se depositaron las cerámicas, probablemente con alto contenido en materia orgánica. Además de los elementos que muestran una alta variabilidad debido a la posible alteración y/o contaminación, también se da la ocurrencia de una variabilidad relativamente alta para otros elementos químicos utilizados en la primera aproximación estadística. Éstos son, principalmente, el Mg y el Ni, además del Ca y el Sr. No obstante, el Ca y el Mg pueden ser considerados como elementos relacionados di rectamente con la tecnología y la acción conductual individual o colectiva por parte de los artesanos que manufacturaron estas cerámicas, los cuáles la in f luyen (para una discusión más profunda sobre este tema, véase Buxeda et al., 2008; Skibo, y Schiffer, 2008). Los elementos que se pueden considerar principalmente responsables de esta variación son, por lo tanto, Sn, Na2 O, Pb, CaO, P2 O5 , MgO (vt/τ.i<0.5). Contrariamente, la variable que introduce la menor variabilidad al conjunto de los datos es el Er (vt/τ. i=0.929). No obstante, al considerar la contribución de los elementos CaO, Sn, Pb, Na2 O, K2 O, Rb, Sr, MgO, Ni, P2 O5 , posiblemente debido a alteraciones difícilmente identificables mediante el simple análisis químico, la variable que introduce la menor variabilidad al conjunto de los datos consiste en el Ho (vt/τ.i=0.991), mientras que la variabilidad total queda sensiblemente reducida (vt=1.31) (figura 12.4). Por estos motivos, el Ho ha sido escogido como divisor en la consiguiente transformación en logaritmos de razones.

Como resumen del tratamiento estadístico sobre las cerámicas de Ceuta se presenta el gráfico resultante del análisis de componentes principales realizado con el programa de análisis estadístico de código abierto R (R Core Team, 2014). Con tal de profundizar en el estudio estadístico del conjunto de datos químicos para intentar asignar una proveniencia a estas piezas desconocidas, se ha procedido al estudio de la variabilidad del conjunto de datos teniendo en cuenta los grupos de referencia ya asignados. Este tipo de exploración estadística consiste en la reducción de las dimensiones numéricas existentes en el conjunto de datos mediante la identificación de las principales variaciones (componentes principales o CP) a partir de la transformación lineal de la matriz de covariancia. Estos nuevos componentes principales se ordenan por orden de importancia de mayor a menor, siendo el CP1 el que mayor variación explica sobre el conjunto de datos, el CP2 el segundo con mayor variación, y así sucesivamente. Sobre esta nueva dimensión se proyectan las composiciones también transformadas de los individuos cerámicos estudiados y se estudian sus relaciones espaciales. De esta manera, se ha realiza do un análisis estadístico de componentes principales sobre la subcomposición Al, Ca, Ce, Cr, Cs, Dy, Eu, Fe, Hf, Lu, Mn, Nd, Sc, Sm, Sr, Ta, Th, Ti, U, V, Yb, Zr con la transformación ALR (ver ecuación) utilizan do el Ho como divisor (figura 12.5). El estudio de los componentes principales nos indica que los seis primeros componentes principales representan el 95% de la variancia del conjunto de datos, siendo los dos primeros componentes principales los que explican una variancia del 81.19% del conjunto de datos. De esta manera se puede realizar una reducción estadística de la realidad n-dimensional del conjunto de elementos y muestras de manera fiable. La muestra y la proyección de los individuos cerámicos fueran analizadas usando los valores calculados de los componentes principales 1 y 2 en el eje horizontal y vertical, respectivamente. De esta manera, se han identificado 6 grandes agrupaciones que se corresponden con el tipo de pasta y cubierta decorativa. Así, se ha comprobado dos grandes agrupaciones compuestas por cerámicas calcáreas y de pastas claras, compatibles con grupos de referencia sevillanos (SEV-B y SEV-C). Por otro lado, se documenta la existencia de cuatro grandes agrupaciones de cerámicas no-calcáreas de pastas rojizas. Dos grupos con una proveniencia de Lisboa (Lisboa-1 y Lisboa-2), y otros dos sin una proveniencia clara hasta el momento, pero distintos entre sí (Grupo-A y Grupo-B). Finalmente, fuera de estos grandes con juntos, encontramos el fragmento CTA021, un borde de ataifor o cuenco cónico melado, en ambas superficies, que es distinto de todos los otros. Esta muestra una composición química muy diferenciada al resto de producciones identificadas en este estudio y no se muestra en la gráfica ya que provoca una compactación de las distintas agrupaciones. Al revés de los demás, este ataifor se encuadra en el periodo mariní temprano (Myers, y Blackman, 1986: 57), quizás incluso almohade. A fin de profundizar en el conocimiento de la proveniencia de las cerámicas halladas en las Murallas Reales de Ceuta, se ha realizado una comparación de las composiciones químicas de las mismas respecto a las huellas químicas de los grupos de referencia de los principales centros productores de la Península Ibérica creados con anterioridad por los autores ya mencionado anteriormente. La figura 12.6 resume el análisis estadístico de componentes principales de las muestras de Ceuta, sobre la subcomposición Al2O3, Ba, CaO, Ce, Cr, Er, Eu, Fe2O3, Gd, Hf, Ho, La, Lu, MgO, Nb, Nd, Pr, SiO2, Sm, Sr, Ta, Tb, Th, TiO2, Tm, U, V, Yb, Zr, con la transformación ALR (ver ecuación). El resto de grupos de referencia no se visualizan en este estudio por cuestiones de simplificación y de economía de espacio en el texto. El estudio de los componentes principales nos indica que los seis primeros componentes principales representan el 95% de la varianza del conjunto de datos, siendo los dos primeros componentes principales los que explican una varianza del 79.87% del conjunto de datos. De esta manera, se muestra como todas las cerámicas esmaltadas, tanto blancas como blancas con otra decoración, son compatibles químicamente con las producciones sevillanas conocidas. Además, todas las cerámicas con vidriado verde, así como las de pasta beige sin vidriar, también son compatibles químicamente con los grupos de referencia sevillanos, mientras que, por otro lado, las cerámicas meladas presentan procedencias diferenciadas, así como las vidriadas naranjas. Al respecto, aun se puede destacar la correspondencia de las cerámicas bizcochadas rojizas con los alfares de Lisboa y con otras producciones aún no identificadas.

A continuación, por un lado, se ha realizado una aproximación detallada a la procedencia de las cerámicas indicadas como posiblemente sevillanas de acuerdo con los distintos grupos de referencia existentes en la base de datos. Como resumen del estudio estadístico, en la figura 12.7 se puede comprobar como hay dos grandes agrupaciones en torno al SEV-B y SEV-C. El primero está compuesto por 14 muestras: dos platos, un cuenco, un jarrito y un lebrillo esmaltados, algunos con decoración a azul (CTA009, CTA010, CTA011, CTA040, CTA 042); tres platos y un ataifor vidriados en melado, uno con pintura marrón (CTA013, CTA014, CTA016, CTA020); y cuatro jarras y un lebrillo de cerámica bizcochada beige (CTA001, CTA002, CTA003, CTA004, CTA005). El segundo grupo incluye 21 muestras: cuatro platos y cuatro cuencos esmaltados sin decoración o decorados en azul, azul y mora do, y verde (CTA043, CTA044, CTA045, CTA046, CTA047, CTA055, CTA057, CTA058); cinco le brillos, un bacín y un mortero vidriados en verde (CTA049, CTA050, CTA051, CTA052, CTA053, CTA054, CTA056) y tres cuencos, dos jarras y un bacín en melado (CTA059, CTA061, CTA062, CTA063, CTA064, CTA065). Las principales diferencias químicas entre ambos grupos se deberían a mayores contenidos en MgO, SiO2 y Th, así como en pequeñas diferencias en elementos traza, como las tierras raras. Estas sutiles diferencias pueden ser explicadas por una explotación y aprovisionamiento distinto de las vetas de arcillas disponibles en el área de la ciudad de Sevilla (Fernández, 2018).

Por otro lado, el tratamiento estadístico del resto de piezas no atribuidas a Sevilla ha seguido un estudio pormenorizado e individualizado. Al tratarse de producciones, en su mayoría, no-calcáreas y con posibilidad de presentar un origen portugués o local, se ha decidido realizar una aproximación a su estudio y origen basado en la comparación con grupos de referencia atribuidos a producciones cerámicas de la ciudad de Lisboa. De esta manera, en la figura 12.8 se resume el estudio estadístico mediante un análisis de componentes principales sobre la subcomposición Al2O3, Ba, CaO, Ce, Cr, Cs, Er, Eu, Fe2O3, Gd, Hf, Ho, K2O, La, Lu, MgO, Nb, Nd, Ni, Pr, SiO2, Sm, Sr, Ta, Tb, Th, TiO2, Tm, U, V, Yb, Zr, siendo los dos primeros componentes principales los que explican una variancia del 57.19% del conjunto de datos. De esta manera, se ha identificado que apenas una cazuela, la CTA035 (de pasta roja), es compatible con la proveniencia del grupo de referencia establecido como Lisboa-1. Igualmente, se ha identificado una gran agrupación de cerámicas no-calcáreas compuesta por estas mismas cerámicas bizcochadas rojizas sin vidriar compatibles con el grupo de referencia establecido como Lisboa-2, como son las ollas, tapaderas, tinajas, jarros y búcaros (CTA007, CTA008, CTA027, CTA028, CTA030, CTA32, CTA033, CTA036) (figura 12.8).

Es interesante también notar la existencia de dos gran des agrupaciones más, etiquetadas genéricamente como Grupo-A y Grupo-B al no poder adscribirse a ningún grupo de referencia conocido hasta la fecha. De esta manera, el Grupo-A está formado por: ataifores vidriados en melado, a veces con decoración marrón bajo cubierta (CTA015, CTA017, CTA018, CTA019); cazuelas y ollas vidriadas en naranja (CTA068, CTA070, CTA076, CTA077); y un ejemplar de bacín bizcochado rojizo sin vidriar (CTA023). En cambio, el Grupo-B integra ataifores vidriados en melado (CTA012), cazuelas, ollas y tapaderas vidria das en naranja (CTA067, CTA069, CTA071, CTA072, CTA073, CTA074, CTA078). Estos dos grupos podrán tratarse de producciones de dos centros alfareros distintos del área del Estrecho de Gibraltar, una de los cuales el alfar ceutí del Llano de las Damas.

Fig. 12.5. Gráfico resultante del primer y segundo componentes principales representando el 81% de la variabilidad del conjunto de cerámicas de Ceuta y calculados a partir de la subcomposición Al2O3, Ba, CaO, Ce, Cr, Cs, Dy, Er, Eu, Fe2O3, Gd, Hf, La, Lu, MgO, Nb, Nd, Ni, Pr, SiO2, Sm, Sr, Ta, Tb, Th, TiO2, Tm, U, V, Yb, Zr transformada en logaritmos de razones utilizando el Ho como divisor.

Fig. 12.6. Gráfico resultante del primer y segundo componentes principales representando el 79% de la variabilidad del conjunto de cerámicas atribuidas a Sevilla y desconocidas de Ceuta y calculados a partir de la subcomposición Al2O3, Ba, CaO, Ce, Cr, Er, Eu, Fe2O3, Gd, Hf, Ho, La, Lu, MgO, Nb, Nd, Pr, SiO2, Sm, Sr, Ta, Tb, Th, TiO2, Tm, U, V, Yb, Zr transformada en logaritmos de razones utilizando el Ho como divisor.

Fig. 12.7. Gráfico resultante del primer y segundo componentes principales representando el 79% de la variabilidad del conjunto de cerámicas sevillanas y calculados a partir de la subcomposición Al2O3, Ba, Ce, Dy, Er, Eu, Gd, Hf, Ho, La, Lu, Nb, Nd, Pr, Sm, Ta, Tb, Th, TiO2, Tm, U, V, Yb transformada en logaritmos de razones utilizando el Ho como divisor.

Fig. 12.8. Gráfico resultante del primer y segundo componentes principales representando el 79% de la variabilidad del conjunto de producciones sin esmaltar y calculados a partir de la subcomposición Al2O3, Ba, CaO, Ce, Cr, Cs, Er, Eu, Fe2O3, Gd, Hf, Ho, K2O, La, Lu, MgO, Nb, Nd, Ni, Pr, SiO2, Sm, Sr, Ta, Tb, Th, TiO2, Tm, U, V, Yb, Zrt ransformada en logaritmos de razones utilizando el Ho como divisor.

10.12.3. Resultados de la caracterización mineralógica

La situación de los individuos caracterizados de la muestra del yacimiento de Ceuta se puede observar en el sistema SiO2-Al2 O3-CaO+Fe2 O3 +MgO (figura 12.9). En este diagrama triangular se puede mirar como la mayor parte de los individuos de estas producciones se encuentran ubicados en el triángulo de equilibrio termodinámico cuarzo-anortita-wollastonita y en el triángulo wollastonita-anortita-mullita. Esto significa que, partiendo de un magma con la composición de estos individuos, su enfriamiento llevaría a la cristalización de estos minerales. Evidentemente, en el estudio de las cerámicas no se parte de un magma, sino de una pasta compuesta por minerales arcillosos y otros, formando parte tanto de la fase arcillosa como de las partículas no plásticas o desgrasantes. A medida que la temperatura aumenta durante la cocción, las fases minerales primarias comenzarán un proceso de descomposición que tendrá como resultado la formación de una fase vítrea y la cristalización de fases cristalinas de alta temperatura. De esta manera, y de acuerdo con la temperatura conseguida durante la cocción, puede aproximarse que las fases que cristalizan durante la misma serán las que formen su triángulo de equilibrio termodinámico (Heimann, 1989; Maggetti, 1982). Igualmente, se observa como la mayoría de las cerámicas muestran una tendencia o bien no-calcárea (con CaO por debajo del 5%), o bien calcárea (con CaO por encima del 5%, y por encima del 15% en muchos casos).

Las fases cristalinas identificadas principalmente han sido: cuarzo, plagioclasas, feldespato potásico, gehlenita, piroxeno, calcita, illita, hematites, espine la, wairakita. El cuarzo, SiO2 hexagonal, se considera un mineral constituyente de la materia prima de la cerámica. El feldespato potásico, KAlSi3 O8 , el cual se considera un mineral constituyente de la materia prima de la cerámica. Las plagioclasas, solución sólida NaAlSi3 O8 - CaAl2 Si2 O8 , pueden formar parte de la materia prima, pero también formarse durante la cocción como resultado de la reacción entre silicatos y carbonatos a altas temperaturas. En la mayoría de muestras se halla en cantidades variables y correspondientes a una albita. No obstante, en algunos casos de muestras con silicatos cálcicos, podría tratarse de una plagioclasa más cálcica (más cercana a una anortita). La gehlenita, Ca2 Al(AlSi)O7 tetragonal, se considera resultado de la reacción entre silicatos y carbonatos a altas temperaturas. El piroxeno cálci co (diópsido) Ca(Mg,Al)(Si,Al)2 O6 monoclínico, se considera resultado de la reacción entre silicatos y carbonatos a altas temperaturas. La calcita, CaCO3 trigonal, podría formar parte de la materia prima, pero esto indicaría que no se han alcanzado las tem peraturas a las que se descompone este carbonato. Además, también es frecuente como fase secunda ria en muchas cerámicas, producto de alteración, recarbonatación, adhesión a las mismas tras el en terramiento, etc. Los filosilicatos del grupo de las micas, illitas principalmente, son un constituyente de la materia prima y se identifican principalmente por sus reflexiones basales (001) a 10Å (aprox. 9º2theta) y 5Å (aprox. 17,6º2theta), y por una reflexión no ba sal en aprox. 19,8º2theta. Finalmente, también se han identificado otras fases minerales. Así, se han identi f icado individuos, sobre aquellos de pastas rojas, con presencia de hematites, Fe2 O3 , la cual generalmente es el producto de la oxidación del hierro de la misma en el proceso de cocción, aunque también puede for mar parte de la materia prima. Espinela MgAl2 O4 , Identificada en cinco muestras, se interpreta como una fase formada a altas temperaturas (T<900ºC). La wairakita, Ca(Al2 Si4 )O12 ·2H2 O, es el análogo cálcico de la analcima, NaAlSi2 O6 ·H2 O, es decir, que se trata de una zeolita cálcica hidratada cuya presencia en cerámicas arqueológicas, como fase secundaria principalmente, se explica por la alteración de la fase vítrea de cerámicas calcáreas cocidas a altas temperaturas. La cristalización de wairakita o analcima implica la fijación del calcio o del sodio, respectiva mente, de las aguas circulantes. La tabla 12.2 resume las asociaciones minerales para cada individuo cerámico estudiado con indicación a su grupo químico y fábrica identificada.

De la observación de los resultados de los difracto gramas se deduce que, básicamente, hay dos grandes tipos de asociaciones cerámicas:

Por un lado, en las que se identifican silicatos de calcio (gehlenita y/o diópsido), y que incluyen como fases secundarias calcita (en casi todos los casos), y ocasionalmente wairakita. Las cerámicas con vidriado, tanto las esmaltadas como las meladas, muestran unas pastas de color cremoso o rosado. Este color viene conferido por el uso de unas pastas calcáreas y cocciones oxidantes, en las que la descomposición de los carbonatos y el desarrollo de piroxenos que incorporen Fe en sus estructuras cristalinas, inhiben la formación de hematites (Molera et al., 1998).

De esta manera, se han detectado 4 fábricas principales para las cerámicas que componen el grupo SEV-B (figura 12.9).

Fig. 12.9. Triángulo de equilibrio termodinámico correspondiente a los individuos analizados por ICP-MS del yacimiento de Alcázar Seguer. an: anortita; gh: gehlenita; mu: mullita; qz: cuarzo; wo: wollastonita.

La primera (F-I), presenta una asociación de fases minerales con presencia de cuarzo, illita-muscovita, la cual va descomponiéndose a medida que aumenta la temperatura de cocción equivalente (TCE), con presencia de plagioclasa y diópsido, estimándose un rango de temperatura 850-900°C. La fábrica F-II presenta, además, formación de gehlenita, estimán dose una TCE alrededor de 900-950°C. En la fábrica F-III de este grupo ya no es evidente la presencia de illita-muscovita, contando con la presencia de plagioclasa, diópsido, hematites y calcita, posible mente secundaria, lo que permite estimar una TCE por encima de 950°C. La fábrica F-IV muestra una asociación similar a la F-III pero con cristalización de gehlenita, plagioclasa y diópsido, así como wairakita, por lo que se ha determinado su TCE en el rango 950-1000°C. En la agrupación de SEV0-C, se han identificado hasta 5 fábricas de acuerdo a sus fases minerales. Así, la fábrica F1 muestra evidentes picos de illita-moscovita en el pico de 10Å del di fractograma (figura 12.10), estimándose una TCE en el rango 850-900°C. La fábrica F-II, así como la F-III además de empezar a ser evidente el inicio de la des composición de la illita-muscovita, muestra picos de plagioclasa y diópsido, mientras que la F-III muestra gehlenita y hematites. Por lo tanto, su TCE se ha llaría en el rango superior de 850-950°C. La fábrica F-IV ya no muestra indicios de illita-muscovita, y junto a la presencia de gehlenita, calcita y diópsido, y, en algunos casos, con presencia de wairakita, se puede estimar una TCE en el rango 950-1000°C. La fábrica F-V exhibe similares características a la fábrica F-IV, pero sin mostrar gehlenita. De esta manera, se estima una TCE en el rango 950-1000°C, pudiendo llegar incluso a los 1050°C. Casi la totalidad de los individuos que componen los grupos calcáreos exhiben presencia de calcita, así como cuarzo y plagioclasa en sus difractogramas (figuras 12.10 y 12.11).

Por el contrario, las cerámicas del Grupo-A muestran unos colores rojizos en sus pastas, relacionado con el bajo contenido en CaO, lo que no favorece la incorporación del Fe en silicatos de neoformación (principalmente piroxenos y gehlenita), formándo se hematites, la cual otorga este color rojizo. Las muestras más rojas y ricas en hematites no conservan reflexiones de la illita (o apenas las conservan). Las cerámicas del Grupo-A se hallan compuesto por 5 fábricas mineralógicas identificadas. La fábrica F-I muestra una asociación de fases minerales compuesta por cuarzo, illita-muscovita y hematites, principalmente. Así, se ha determinado una TCE para esta fábrica en el rango de 800-850°C. La fábrica F-II muestra una asociación de fases minerales compuesta por cuarzo, feldespato potásico, hematites e illita-muscovita, principalmente. Así, se ha determinado una TCE para esta fábrica alrededor de 850°C. La fábrica F-III muestra una asociación mineralógica y TCE similar a la fábrica antecesora, pero con presencia de plagioclasa y con una TCE en el rango 850-900°C. Por el contrario, las fábricas F-IV y F-V no muestran ya indicios de illita-mus covita, aunque la F-IV sí muestra aún reflexiones de feldespatos potásicos y ambas con presencia de espinela, estimándose una TCE de 950-1000°C. y de 1000°C, respectivamente. En conjunto, estas cerámicas fueron cocidas a una temperatura alrededor de 900°C (figura 12.12).

Las cerámicas del Grupo B son poco o nada calcáreas, sin silicatos de calcio, en las que muchas veces se identifica hematites y feldespato potásico, y suelen conservarse reflexiones de la illita. Alguna muestra puede considerarse de mayor temperatura, con presencia de espinela. Las muestras más rojas y ricas en hematites no conservan reflexiones de la illita (o apenas las conservan). La fábrica F-I muestra una asociación de fases minerales compuesta por cuarzo, illita-muscovita y hematites, principalmente. Así, se ha determinado una TCE para esta fábrica en el rango de 800-850°C. La fábrica F-II muestra una asociación mineralógica y TCE similar a la fábrica antecesora, pero sin feldespato potásico y con una TCE en el rango 950-1000°C. Por el contrario, la fábrica F-III contiene principalmente hematites y espinela, estimándose una TCE de 1000°C. En conjunto, las cerámicas estudiadas del yacimiento de Ceuta del Grupo B fueron cocidas a una temperatura alrededor de 900°C, siendo la mayoría de las bizcochadas no-calcáreas o muy poco calcáreas (inferiores a 5% en CaO), desarrollando colores grises o rojizos, según las condiciones de cocción más oxi dante o reductora (figura 12.13).

De manera similar se comportan las cerámicas de los grupos Lisboa-1 y Lisboa-2. Por un lado, la cerámica del grupo Lisboa-1 muestra una asociación de fases minerales compuesta por cuarzo, illita-muscovita y plagioclasa, principalmente. Así, se ha determinado una TCE para esta fábrica de 850°C. Por otro lado, las cerámicas del grupo Lisboa-2 se pueden clasificar en 4 fábricas de acuerdo a su mineralogía. En este caso, la fábrica F-1 muestra la presencia, además de cuarzo, de illita-muscovita junto a feldespato potásico, lo que permite establecer una TCE en el rango de 800-850°C. La fábrica F-II muestra una asociación de fases minerales compuesta por cuarzo, feldespato potásico, hematites e illita-muscovita, principalmente. Así, se ha determinado una TCE para esta fábrica alrededor de 850°C. La fábrica F-III muestra una asociación mineralógica y TCE similar a la fábrica antecesora, pero con presencia de plagioclasa y con una TCE en el rango 850-900°C. Por el contrario, la fábrica F-IV muestra relictos de illita-muscovita junto a reflexiones de feldespatos potásicos, plagioclasa, hematites y diópsido, estimándose una TCE de 850 900°C (figura 12.14).

Fig. 12.10. Difractogramas resumen de las fábricas pertenecientes a las cerámicas del grupo Sevilla 02.

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Bibliografía