Más que cerámicas: Restos arquitectónicos medievales islámicos en Ceuta

Introducción
Cap. 1
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Bibliografía

Capítulo 4

Puerta Califal

Si hasta ahora nos hemos referido a edificaciones de carácter doméstico y religioso, nos ocuparemos en esta segunda parte de nuestra intervención de otros trabajos desarrollados en relación a las fortificaciones de Ceuta en este periodo.

Una buena parte de los esfuerzos de estos años se ha centrado en el estudio del recinto murado omeya de la medina de Ceuta. Como es sabido, tras la con quista cordobesa de Ceuta en 931, la ciudad se convierte en un punto clave para la seguridad del califato andalusí. Esta importancia estratégica de Ceuta se traduce, desde el punto de vista defensivo, en la construcción de un potente recinto amurallado, comenzado por Abd al-Rahman al-Nasir y culminado en 962 por su hijo al-Hakam II al-Mustansir, de planta básicamente rectangular y de 350 por 200 metros aproximadamente, es decir, de unas siete hectáreas de superficie, similar a la de ciudades como Gibraltar, Elvas, Niebla, etc.

Dentro de este recinto se sitúan los edificios públicos más representativos del poder político (el alcázar) y religioso (la mezquita aljama), la alcaicería, baños y algunas de las residencias de los notables de la ciudad.

Los lienzos de la muralla se encuentran reforzados por torres de planta rectangular, de reducidas dimensiones y macizas. Han sido localizadas cuatro hasta el momento, dos en el frente este y otras dos en el lado norte, que presentan unas dimensiones aproximadas de 3 metros de frente, adelantándose 1,70 metros sobre el lienzo. La distancia entre torres es de alrededor de 20 metros. El número total de torres es imposible de conocer con seguridad al haberse perdido amplios tramos. Al-Bakri menciona nueve en su frente oeste. Así, si consideramos constantes las dimensiones antes indicadas, podemos estimar un total de 16 en los lancos más largos (el norte y el sur) lo que nos daría un total de unas 48 torres, con un esquema 16-9-16-9.

7. En el lienzo occidental, al norte de la puerta, las recientes excavaciones han permitido documentar un quiebro en el trazado que únicamente la ampliación de estas investigaciones permitirá interpretar bien como una nueva torre, bien como un simple adelantamiento del lienzo de la propia muralla del propio lienzo de muralla.

La muralla está construida con sillares de calcarenita, de procedencia peninsular (posiblemente de canteras próximas a Tarifa) que si bien en algunos sectores como el oriental forran un núcleo formado por cal y canto, otros, como el frente occidental, aparecen construidos por completo con sillares. La técnica constructiva responde a un modelo típicamente califal, mediante el empleo en su alzado de un aparejo a soga y tizón, apareciendo estos últimos por regla general duplicados, aunque también aparecen grupos de tres. Debe destacarse el conocimiento del oficio de sus constructores que se manifiesta en el perfecto encaje de los sillares que forran la muralla formando hiladas perfectamente horizontales y muy bien aparejadas, prácticamente a hueso.

Desconocemos la altura que tendrían los lienzos pues no han sido con servados íntegramente en ningún lugar. No obstante, sabemos que debieron de superar los nueve metros. Aunque no se conserva, el muro debía de rematar en un parapeto almenado que protegería un paso de ronda primitivo.

La construcción de esta muralla debió de suponer un esfuerzo de considerables proporciones en el que se emplearon posiblemente más de 60.000 sillares.

De este recinto se conservan diversos tramos en sus frentes occidental, oriental y norte. Sin duda, el más espectacular es el tramo en que se abre una de las puertas de acceso a la ciudad, en el interior del actual Parador la Muralla, en el lugar conocido como Puerta Califal, actualmente en fase de restauración según proyecto del arquitecto José Pedro Pedrajas ejecutado por el también arquitecto Javier Arnáiz.

8. El frente sur de la cerca de la medina omeya es el peor conocido de todos, posiblemente por ser este lugar el que por tener mayor cota natural del terreno ha sufrido una destrucción más intensa en los progresivos trabajos de nivelación desarrollados en distintos momentos. En su descripción, al-Bakri conirma que el muro sur corría por un terreno elevado. Cabe indicar que Fernández Sotelo señala en el denominado “segundo nivel” de la intervención realizada en la Plaza del Cristo unos metros de una muralla (de 5,80 m de longitud, 2,5 m de alzado máximo y un grosor de 1,30 m) identiicados como pertenecientes al mismo recinto que los excavados por él previamente en la calle Queipo de Llano (Fernández, 2008, p. 15).

Sin que podamos detenernos en su descripción, señalaremos al menos que la puerta se formaliza con un arco ultrasemicircular, que ha sufrido diversas agresiones que desfiguran en parte su aspecto original y cuyas roscas aparecen descentradas como es habitual en este periodo. Las dovelas, enjarjadas, finas y largas, conservan parte de su primitivo enlucido y, sobre este, se aprecia una interesante decoración pintada en rojo y ocre sobre fondo blanco. El aliz que enmarca el arco es de piedra, sobresaliendo unos centímetros sobre el plano de la puerta y se proyecta sobre el lienzo que quiebra a la derecha en una solución para la que no hemos encontrado paralelos en construcciones de este periodo. Sobre la puerta, un hueco quizás albergó una lápida en la que rezaba la fecha de su construcción y su artífice (Hita, Suárez, Villada, 2008; Villada, Gurriarán, en prensa) (lám. 20).

La singular disposición de esta puerta denota la necesidad de adaptación de esta nueva estructura fortiicada a elementos preexistentes. Esta puerta sufrió importantes reformas en época almohade y mariní. Tras la conquista portuguesa se mantuvo en uso aunque tuvo que ser modificada en época manuelina derribándose sus merlones que fueron sustituidos por construcciones más robustas al objeto de proteger la artillería situada en su adarve (lám. 21, fig. 10). Al ser insuficientes ante el mayor poder ofensivo del enemigo, fueron incorporadas al proyecto diseñado por Benedito de Rávena y Miguel de Arruda para la construcción del frente abaluartado de la Muralla Real.

Lám. 21. Reestructuración de la parte superior de la muralla califal en el reinado de Manuel I. Fotografía Arqueotectura S. L.

Fig. 10. Esquema de las diferentes fases constructivas en la parte superior de la muralla. En verde, muralla califal omeya, en rojo, reforma manuelina y en gris, muralla real portuguesa.

En definitiva, se trata de un excepcional catálogo del arte de fortificar des de la antigüedad tardía al renacimiento (Villada, 2010; Villada en prensa) que constituye un lugar único que podrá ser visitado, si las previsiones se cumplen, en 2014.

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