Cap. 1
Cap. 5

El Desnarigado.
Historia y leyenda de un pirata en aguas ceutíes.

Cap. 6
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4

Capítulo 5

El fenómeno de la piratería berberisca en el siglo XV.

El año cuando se supone que se realizó el ataque del Desnarigado, 1417, se sitúa en la Baja Edad Media. No es la época de los grandes piratas atlánticos que merodean por el Caribe en busca de galeones cargados de oro; no son los tiempos de los Barbanegra, Drake o Henry Morgan; tampoco son los años dorados de la piratería berberisca y turca del siglo XVI con los Barbarroja o Dragut, que aparecerán unas décadas después al Desnarigado. En su lugar, se trata de una época donde se navegaba fundamentalmente por cabotaje, de cabo a cabo, y no tanto en alta mar durante meses; la mayoría de las embarcaciones eran pequeñas y usaban remo; el botín no eran cofres de oro, sino, en la mayoría de los casos, los propios marineros capturados, que pasaban a ser esclavos presos, a la espera del pago de un rescate, y no se capturaba a cualquiera, debían ser “infieles”: los corsarios cristianos capturaban musulmanes y sus mercancías; y los “berberiscos” iban a por los cristianos. Era una guerra de religión, realizada tanto por unos como por otros, y no solo los musulmanes, como parece insinuarse a menudo. Los cristianos tenían sus propios piratas y corsarios, que actuaban solo contra los mahometanos, y eso lo podemos ver en los propios textos de Mascarenhas o Eannes de Zurara. De hecho, la actuación de las propias autoridades portuguesas es prácticamente la misma que la de los piratas, con la única diferencia de estar autorizados por la corona lusa, es decir, estar autorizados por sí mismos...

El Mediterráneo ha sido escenario de la actividad pirata y corsaria desde la Antigüedad¹³². El comercio se unía a los conflictos entre los factores que determinan el surgimiento de la piratería como actividad. El pillaje, el robo, el apresamiento y la agresión eran manifestaciones habituales de unos marineros que por iniciativa propia -“privada”, pero tan generalizado y colectivo que a duras penas merece esa palabra- se habían echado al mar. No siempre el móvil fue el enriquecimiento rápido: a menudo el motivo era el sentimiento de cruzada o lucha contra el contrario, esencialmente de religión, que a su vez pertenecía a otro reino, en disputa. Si bien se producía el robo de mercancías, el principal objetivo eran las personas, que debían capturar, para vender como esclavos o prisioneros. Tal era así que en el mundo cristiano, por ejemplo, se organizaron órdenes religiosas que realizaban recaudaciones para pagar los rescates de prisioneros conocidos en los “bagnios” o “baños” musulmanes¹³³. Estos baños eran una especie de mazmorras donde se encerraban a los prisioneros hasta que se pagasen su rescate: en general eran calurosas, y estaban abarrotadas. Pero también los cristianos buscaban esclavos: “El botín más buscado en el corso contra el Islam eran las personas para venderlas como cautivos, después de que oficiales reales comprobaran que se trataba de cautivos de buena guerra y lo mismo ocurría por la parte islámica”¹³⁴. Sin embargo, el esclavo magrebí en la parte cristiana era usado para actividades como el remo y otras tareas; el esclavo cristiano en el Norte de África era principalmente vendido como rescate.

Es interesante resaltar las palabras de Braudel como fenómeno generalizado del Mediterráneo: “El corso no es una actividad privativa de un solo grupo, y no se conoce un solo responsable o culpable. Es endémco. Todos, miserables y poderosos, ricos y pobres, ciudades, nobles, Estados... están enredados en las mallas de una red tendida de extremo a extremo del Mediterráneo, por todas sus orillas.”¹³⁵Cita a A. Riggio, que habla de una “lucha de clases” entre el corso berberisco. Pero, en general, se trata de bandidos en busca de riquezas, capaces de asaltar a sus compatriotas o correligionarios¹³⁶. Asimismo, era una forma de hacer la guerra, donde el botín solo es “comerse los bienes del enemigo, nutrirse de ellos para estar más fuerte.”¹³⁷Exige cierta libertad de acción, “y hay que dársela, cueste lo que cueste, aun a costa de cierta hipocresía.”¹³⁸ Más allá de las figuras de gente como Barbarroja o, símbolo de la gran piratería, que parte de ciudades corsarias, están los del “más vil merodeo. Son las pequeñas bestias de presa, que infestan los mares”¹³⁹.

132 BRAUDEL, Fernand: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Ed. Fondo de Cultura Económica, 1976, segundo volumen, p. 285.

133 BUCCIANTI, Cinzia: El rescate de cautivos en África. En IH 17 (1997), p. 63. O en Braudel, obra citada, pp. 314- 317.

134 FERRER MALLOL, María Teresa: Corso y piratería entre Mediterráneo y Atlántico en la Baja Edad Media. En La Península Ibérica entre el Mediterráneo y el Atlántico. Siglos XIII-XV. V Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia Medieval, Diputación de Cádiz, p. 303. También en las primeras páginas del texto de Buccianti.

135 BRAUDEL: El Mediterráneo..., p. 287.

136 BRAUDEL: El Mediterráneo..., pp. 287-288.

137 Ibidem, p. 290.

138 Ibidem, p. 292.

139 Ibidem, p. 292.

Como se sabe, el corsario no es lo mismo que el pirata. El corsario, aunque es autónomo y surge de la iniciativa personal, sigue unas pautas marcadas por algún soberano o república. Su acción está “legalizada” en cierto sentido, al menos de cara a algunos reinos. “El corso es una forma lícita de guerra, legalizada bien por una declaración de guerra formal, o bien por patente de corso, salvoconductos, misiones, órdenes... (...) el corso tenía sus leyes, sus reglas y sus eficaces costumbres y tradiciones.”¹⁴⁰Aragón comenzó a dar patentes de corso a aquellos comerciantes honrados que habían sido robados y atacados, para así compensar su pérdida por medio de la misma actividad de su ruina. Debía atacar especialmente a las naves relacionadas con el reino o república que tuviera alguna relación con los que le dejaron en la ruina. En general, los corsarios no pueden atacar embarcaciones de países amigos, aliados o con algún tratado de paz o tregua, para no comprometer la diplomacia. Si se producía algún ataque, el corsario era multado, y lo robado retenido para su devolución. En los diversos archivos nacionales o locales se pueden encontrar episodios de este tipo. Sin embargo, los corsarios berberiscos que estudiamos pertenecen a la zona del actual territorio marroquí, partes, entonces, de diversos reinos o señoríos en guerra con los cristianos ibéricos (si bien el reino de Fez era la supuesta autoridad islámica en la región), y no fueron aficionados a mantener una comunicación fluida con las autoridades locales o islámicas. Por ello, tenemos poco de estos episodios en el siglo XV.

Si bien existen precedentes, la piratería berberisca podría haber comenzado con el surgimiento del Emirato de Creta, constituido por exiliados andalusíes en la década de 820, que tras una revuelta contra el Emir de Córdoba, se vieron obligados a marchar por mar, dividiéndose diversos grupos. Desde Creta uno de los grupos más numerosos comenzaron una gran actividad corsaria que enriqueció rápidamente al nuevo Estado¹⁴¹. Aunque este Emirato cayó en 961, la piratería berberisca continuó, y tal fue así, que en el 1390 se organizó la “Cruzada de Berbería”, contra Mahdía, en la actual Túnez, centro de numerosos ataques, especialmente contra los barcos de Génova. Esta república, junto al Reino de Francia, organizó el ataque, con resultados muy relativos y pobres. En el Mediterráneo Occidental, la pérdida de territorio por parte de los reinos musulmanes en la Península Ibérica los llevó a que las fronteras con los reinos cristianos ibéricos llegaran a los mares del sur, y con ello, una actividad corsaria y naval, que prosperaba en los tiempos de guerra.

140 Ibidem, p. 286.

141 Sobre el Emirato de Creta: MAKRYPOULIAS, Christos: Byzantine Expeditions against the Emirate of Crete. C. 825- 949. En Graeco-Arabica, 1999-2000, v. VII y VIII, Nicosia, 2000.

Sin embargo, debemos señalar que para Luis Íñigo Fernández las primeras noticias de los piratas berberiscos, del norte del Magreb y no simplemente musulmanes que podrían venir de Oriente, se inicia en el siglo XIV. “Se trataba de individuos de etnia bereber que habitaban plazas fuertes situadas en la costa norteafricana, desde donde partían individualmente o en pequeños grupos con sus bajeles, por lo general embarcaciones de vela y remo muy ligeras, como galeotas o fustas, con las que asaltaban las naves mercantes cristianas e incluso las costas meridionales de Europa, sometiéndolas al pillaje y abandonándolas después para regresar con gran celeridad a sus bases cargando sus botines. Más que riquezas, su objetivo principal solían ser las personas, hombres, mujeres y niños que capturaban con objeto de venderlos después como esclavos en los mercados del Mediterráneo.”¹⁴² La Reconquista, y concretamente la caída del Reino Nazarí de Granada, produjo una intensificación de la piratería berberisca a fines del siglo XV.

En 1415-1420, Gibraltar, Málaga o Granada aún eran musulmanas, si bien hay que indicar que algunos territorios, como Gibraltar, fueron ocupados por los castellanos en el siglo XIV, pero luego reconquistado por los benimerines, que durante este tiempo eran los dueños del Magreb, e incluso señores de Ceuta antes de 1415, año de la conquista de esta plaza. Sin embargo los cristianos ya habían tomado los puntos de Tarifa o Algeciras, por lo que contaban con fuerzas provenientes del Estrecho, aparte de las que vinieran del Reino de Portugal o de Castilla. A su vez, existían dos reinos en el Magreb: el de Fez y el de Marrakech¹⁴³. La reconquista de Ceuta por parte de los musulmanes fracasó en el primer año porque Fez tuvo que hacer frente a diversas maniobras militares de Marrakech. Solo pudieron retomar Beliones, que solo contaba con una torre para su defensa. En medio de terreno de saqueo, esta localidad quedó abandonada y despoblada durante mucho tiempo, y no recuperó su antiguo esplendor.

Antes de la conquista portuguesa, Ceuta se había destacado como ciudad próspera, pero también como base de numerosos navíos que se dedicaban a la piratería. En este sentido, podemos leer unas interesantes líneas del historiador Cherif¹⁴⁴:

“De hecho, no fue hasta el siglo XIV en que las actividades de los corsarios de la ciudad de Ceuta habían tomado algún aumento considerable, y los testimonios que hemos recogido en este sentido son, en general, en los momentos en que la ciudad había escapado de la autoridad del poder central en el siglo XIV. Se puede estimar que esta actividad no era ajeno a la crisis económica que conocía la ciudad en este momento, y que se relaciona con la disminución de la actividad comercial de la ciudad con el mundo mediterráneo.”

142 ÍÑIGO FERNÁNDEZ, Luis E.: Breve historia de la batalla de Lepanto. Ed. Novutilus, 2015, p. 99.

143 UNALI: Ceuta 1415, pp. 254-255.

144 CHERIF, Mohamed: Ceuta aux époques almohade et mérinide. Ed. L´Harmattan, 1996, p. 107.

Como vemos, Cherif menciona la crisis económica que sufrió Ceuta en el siglo XIV como una de las causas que promovió la piratería ceutí. ¿Quizás el Desnarigado vivía en Ceuta antes de la conquista portuguesa, y tuvo que cambiar su centro de operaciones tras la invasión lusa? En cualquier caso, tal crisis ciertamente existió en la ciudad norteafricana, si bien quizás no tan grave y desastrosa como se ha dicho, pero hubo una decadencia comercial, general en el Mediterráneo Occidental, que en Ceuta afectó más profundamente, por el motivo que creemos que Carlos Gozalbes Cravioto explica muy acertadamente:

“La importancia de las relaciones de Ceuta con las repúblicas italianas y catalanas decrece bastante sin llegar a desaparecer, pero no es por el abandono institucional, ni por la piratería ni por la acción política de los merinidas, como parece indicar algún autor contemporáneo. Hay una crisis general del comercio en todo el Mediterráneo Occidental, pero también hay en el Noroeste de África, un desplazamiento de esta importancia comercial, del puerto de Ceuta, al puerto de Alcudia, también gobernado por el sultán merinida, y por tanto las mismas connotaciones de poder político.”¹⁴⁵

Cherif señala algunos ejemplos de la piratería ceutí en el siglo XIV, para mostrar su importancia y constancia:

“Así, en diciembre de 1307 o enero de 1308, varias galeras de la ciudad, dependientes en esta época del sultán de Granada, que actúan en su nombre, a las órdenes del famoso príncipe disidente meriní Uzmân Abu Ala, están atacando el puerto de Arcila destrozando su material y saqueando los barcos que estaban anclados allí.

Las actividades de los corsarios de Ceuta no se limitan a las aguas que bañaban Marruecos, sino que se extendió a otras regiones del Mediterráneo. En mayo de 1331, las galeras ceutíes atacaron barcos de Mallorca en las aguas de Bugía. En los años siguientes, los navieros de Ceuta atacaron a los catalanes en las aguas que bañan las Baleares, la Península Ibérica y el Rosellón. En 1316, el rey Sancho de Mallorca organizó una flota cuya misión era patrullar las Baleares para proteger a las naves musulmanas especialmente 'las que iban a la Bugía', y 'contra los marinos de Ceuta'. El 3 de abril de ese año, Abu Zakariya el Hafsida envió una carta a Jaime II de Aragón en el que le informa que ha enviado junto a su padre una carta al rey de Marruecos acerca de "los perjuicios que la gente de Ceuta han causado con sus galeras en nuestros parajes, la perturbación que han producido en nuestros puertos y el apresamiento de barcos de cristianos (que tratan con nosotros). El rey de Marruecos dará fin a esto cuando nuestra carta le llegue para pedir a la gente de Ceuta que no se acerquen a nuestro país y no entren en nuestros parajes bajo ninguna circunstancia.”

De hecho, los marinos de Ceuta recorrieron tanto estos mares que en 1319, Jacques II de Aragón, envió un embajador a Tlemcen, acreditado por el “señor” de Ceuta el azafí Yahya, para el caso en que pudiera caer en manos de los marinos de esta ciudad. En 1335, una línea de corsarios de Ceuta atacaron una línea valenciana en el momento que cambiaron la dirección de Palos hacia Tenes. Los corsarios ceutís se apoderaron de todas las mercancías que les convino y hundieron el barco con el resto de las mercancías.”¹⁴⁶


145 GOZALBES CRAVIOTO, Carlos: La evolución urbana en la Ceuta medieval. En Ceuta en el Medievo: la ciudad en el universo árabe. Ed. Instituto de Estudios Ceutíes, 2002, p. 183.

146 CHERIF: Ceuta, p. 107.

Esta actividad no decrece; de hecho, parece ir en aumento. No faltan teorías que aseguran que la conquista lusa se debió para poner fin a la piratería ceutí que infectaba el Estrecho de Gibraltar y buena parte del Mediterráneo y hasta el Atlántico:

“Las actividades de los corsarios de la ciudad no parecen disminuir en los años siguientes. Un geógrafo portugués del siglo XVI nos dice que todas las naves que pasan el Estrecho deben llevar velas, y 'si algún barco no lo hacía, pronto las galeras de los moros (de Ceuta) lo seguía y apresaba.' Otros historiadores estiman que el principal motivo de la conquista de Ceuta por los portugueses en 1415 era poner fin a las actividades de sus corsarios.”¹⁴⁷

Cherif deja claro que la piratería no era cosa de musulmanes ni de Ceuta, pero esta actividad en esta ciudad norteafricana no deja de ser interesante, pues nos muestra una gran autonomía e independencia unida a una considerable fuerza:

“Y hay que señalar que el espíritu de los corsarios cristianos no era menos que el de los ceutíes, y también podemos hacer una larga lista de sus ataques e incursiones en las aguas de Ceuta. Pero las acciones de los corsarios ceutíes son mucho más interesantes de lo que podamos citar en el registro de nuestro marco. Demuestran que los barcos de Ceuta navegaban por todas las aguas del Mediterráneo y que el curso de desarrollo conocido en Ceuta, como en otros puertos del norte de Marruecos, es el de una cierta autonomía fuera de la acción y autoridad del Estado. (…) la omnipresencia de esta flota fue el resultado del hecho que Ceuta fue siempre la vanguardia de la flota marroquí de los almohades y merinís, y siempre estaban dispuestos a responder a las intervenciones militares en las inmediaciones de Andalucía, así como en otras regiones del Norte de África.”¹⁴⁸

La piratería berberisca, como la cristiana en esta época, no era una actividad de pequeños ladrones y de clases subalternas, si bien ha recibido calificativos como “grupo de insolentes salvajes”¹⁴⁹. O al menos, no solo de ellos. Surgía, en general, de la iniciativa privada, tanto de pequeños aventureros o comerciantes que habían sufrido robos, como de personas importantes y jefes locales¹⁵⁰, con los suficientes recursos, humanos y materiales, para alzar una pequeña flota, normalmente de pequeñas y ligeras embarcaciones, con una tripulación reclutada entre la población local o el personal de confianza de quienes emprenden la iniciativa. A veces era capitaneada por el criado de algún noble, tal como vemos en Eannes, cuando relata que los barcos corsos de Pedro de Meneses lo dirigían criados o lacayos suyos. Era muy habitual el comerciante como capitán, pues los barcos mercantes solían ir bien armados¹⁵¹. Finalmente, debemos señalar que, a menudo, parte de la tripulación no siempre era voluntaria: cuando se producían bajas, a menudo era necesario improvisar el reclutamiento de pescadores, marineros o gentes de la costa que se encontrasen para cubrir los puestos vacantes¹⁵². Esto era habitual no solo en el corso o la piratería, sino en las armadas oficiales, si bien los reyes recurrían a los calabozos y sus condenados.

147 CHERIF: Ceuta, pp. 107-108.

148 CHERIF: Ceuta, p. 108.

149 LANE-POOLE, Stanley: Los corsarios berberiscos. Ed. Renacimiento, 2011, p. 223.

150 FERRER MALLOL: Corso y piratería..., p. 268.

151 FERRER MALLOL: Corso y piratería..., p. 267.

152 FERRER MALLOL: Corso y piratería..., p. 285.

En general, dentro del contexto del conflicto entre la Cristiandad y el Islam, que tuvo el Mar Mediterráneo como uno de sus principales escenarios de guerra, la piratería era solo una forma de guerra, y estaba embuida, por ello, de cierta legitimidad¹⁵³. “Esta forma “lícita de guerra” (…) es también considerada una guerra permanente; un historiador argelino, Tawfiq el Madani, titula un libro suyo, precisamente, 'Trescientos años de guerra entre Argelia y España (1492 1782)'”¹⁵⁴. A menudo, el otro bando usaba el contraargumento de la defensa preventiva: “La misma conquista de Mallorca (1229) por Jaime I de Aragón, como las expediciones anteriores de genoveses y pisanos, están 'justificadas' con demasiada frecuencia en la necesidad de defender del corso a sus propios comerciantes-corsarios. Es la 'guerra di corsa' formulada en términos y vocabulario de cruzada.”¹⁵⁵ Así pasó con Ceuta a principios del siglo XV.

Surgía en aquellos lugares donde hubiese riquezas, pues su principal modo de sustento, y motivación, era el enriquecimiento y ascenso social y económico: “Comercio y corso siempre han ido de la mano en el mundo mediterráneo bajo-medieval de 'estados' en formación y medios técnicos limitados o poco desarrollados.”¹⁵⁶ Es así como se fomentaba la aparición de estos aventureros del mar, de gran atractivo popular y social: “Quede destacada, únicamente, esa figura peculiar de corsario, soldado de fortuna, nuevo noble, aspirante a rey o nuevo príncipe; posible biografía de un hombre valeroso y con fortuna, o buena suerte, en ese mundo mediterráneo bajo- medieval”¹⁵⁷ A diferencia de los piratas del Atlántico, con menos escrúpulos, los corsarios del Mediterráneo eran más razonables, pues les movía ese espíritu de querer comerciar con el botín y, sobre todo, los prisioneros, para llegar a un acuerdo práctico¹⁵⁸.

153 BRAUDEL: El Mediterráneo..., p. 286.

154 SOLA, Emilio: Un mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos. Ed. Tecno, 1988, p. 18.

155 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 19.

156 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 19.

157 Un mediterráneo de piratas..., p. 40.

158 BRAUDEL: El Mediterráneo..., p. 287.

Habiendo mencionado a Pedro de Meneses, quizás sea justo hablar de él y su relación con la piratería. Si no fuera por la legitimidad que la autoridad portuguesa le confería, y las delimitaciones en las definiciones de las palabras que usamos, se podría decir con total justicia que Pedro de Meneses era un corsario en toda regla, casi un pirata, ya que portaba con aún más autonomía que un portador de patente de corso, a causa de la plena confianza de su monarca. Como bien dice Nuno Silva: “hay que mencionar que D. Pedro fue un verdadero entusiasta del asalto marítimo. A través de la Crónica de Zurara se puede verificar que poseía un número significativo de embarcaciones dedicadas a este fin. D. Pedro tiene, por lo menos, nueve de ellas en actividad: cuatro fustas, tres bergatines, una galeota y un láud. Se puede verificar (…) 47 salidas hechas por mar desde Ceuta mencionadas en la Crónica do Conde Dom Pedro de Meneses, en 36 de ellas están presentes las embarcaciones del Capitán, y 25 de estas expediciones fueron realizadas exclusivamente por estas.”¹⁵⁹ Tal fue la intensidad de la piratería portuguesa, que tenía como objetivo principal abastecer la enorme guarnición lusa que se había establecido en la ciudad, que hizo decrecer el resto de la pirateria cristiana en el Estrecho, que anteriormente la habían poblado cristianos, especialmente vascos y castellanos¹⁶⁰. Todo esto denota una intensa actividad comercial en el Estrecho dentro del mundo musulmán, que la conquista portuguesa de Ceuta y poco después de su mar fue frenando, obligando incluso a los barcos mercantes a ir siempre armados, si bien pobremente y con escasa capacidad de responder a las escuadras lusas. Quizás esa fue la principal derrota que sufrieron los del mundo islámico¹⁶¹. Sabemos que en la conquista de Ceuta participaron cuatro galeras y una Galera Real, así como dos zabras. Es muy probable que permanecieran en la ciudad como guardias, aún después de la conquista¹⁶². Algunos relatos enumeran las fuerzas marítimas de la guarnición lusa en Ceuta como las propias del Conde Pedro (un galeote, un bragantim, una barca grande y dos pequeñas), trece barcas de Ceuta, una nao grande propiedad de un mercader de Oporto y una barca proveniente de Viena¹⁶³. Esta actitud responde al hecho lucrativo de la piratería, que en una plaza pobre en calidad de tierra y con pocos trabajadores, como era la Ceuta portuguesa post-conquista, podía resolver los problemas de abastecimiento y de primeras necesidades en la que se encontraba la plaza.¹⁶⁴Asimismo, se enriquecían: “De esto vivían la mayoría de los moradores de la ciudad, siempre que tuvieran parte en alguno de los barcos que se armaban para el corso.”¹⁶⁵ En los ataques y salidas de Pedro de Meneses, o de los corsarios a su servicios, se aprovechaba todo: alimentos, herramientas, embarcaciones, prisioneros... “El corso representaba, en la época, una elevada fuente de rendimiento y no apenas un negocio secundario practicado por quien podía. (…) no era muy exigente en cuanto a las inversiones necesarias y lo riesgos eran relativos. (…) Con toda certeza será de esta actividad de la que D. Pedro recogía más beneficios junto al tráfico de esclavos.”¹⁶⁶ Estando los portugueses en inferioridad numérica, como los moriscos hispánicos expulsados, era “menos peligroso, y envolviendo un menor número de hombres, podía ser practicado con más frecuencia, y las salidas no exigían tantas precauciones.”¹⁶⁷ Acostumbraban los cristianos a esconderse en las bahías concurridas por naves mercantes desde donde vigilaban sin ser vistos, y salían sin hacer ruidos con apenas unos pocos remos¹⁶⁸. De todo esto, los perjudicados fueron los habitantes de ambas costas, que habituados a comerciar entre ellas, la presencia lusa cesó repentinamente tal actividad¹⁶⁹.

159 SILVA: D. Pedro de Meneses, pp. 102-103.

160 UNALI: Ceuta 1415, p. 251

161 UNALI: Ceuta 1415, p. 256.

162 SILVA: D. Pedro de Meneses, p. 86.

163 UNALI: Ceuta 1415, p. 253.

164 DRUMOND BRAGA, Paulo / DRUMOND BRAGA, Isabel Ribeiro Mendes: El dominio portugués hasta 1580. En Historia de Ceuta, tomo I. Ed. Instituto de Estudios Ceutíes y Ciudad Autónoma de Ceuta, 2009, pp. 339-341 y 346- 348.

165 LÓPEZ DE COCA CASTAÑER: Granada y la expansión..., p. 360.

166 SILVA: D. Pedro de Meneses, pp. 101-102.

167 SILVA: D. Pedro de Meneses, p. 102.

168 UNALI: Ceuta 1415, p. 258.

169 UNALI: Ceuta 1415, p. 254.

En la problemática que se plantea en torno a la piratería como actividad legítima o criminal, el aspecto religioso es fundamental, mezclándose con los deseos materiales y económicos. En la comparación con el caso atlántico-caribeño resulta curioso la actitud de la historiografía hispana, pues “mientras para los historiadores ibéricos la guerra en el Atlántico era ilegal e ilegítima (…) para la historiografía europea, unánimamente, la guerra del Mediterráneo fue una guerra legítima que representó la ancestral batalla entre cristianismo e islam.”¹⁷⁰ El primer capítulo del interesante libro de Lane-Poole (un clásico de la historia pirata) se titula La Venganza de los Moriscos, en el que expone cómo los expulsados de la Península Ibérica se dedicaron a volver hacer la guerra contra los cristianos ibéricos tan pronto como pisaron África, prefiriendo las acciones en el mar, donde la desventaja de la inferioridad numérica no fuera tan patente. Es así como se explica la edad de oro de estos corsarios en el siglo XVI, poco después de las expulsiones de los moriscos. Y en este sentido, debemos reflexionar sobre el papel de la historiografía en la imagen negativa o colonialista del corsario berberisco, como bien indica Emilio Sola en la introducción de una de sus principales obras, cuando relata algunas de sus experiencias en la elaboración de su texto:

“Mis colegas actuales de la antigua Berbería central se lamentaban de que en las fuentes hispano- italianas del siglo XVI fueran vistos sus antepasados únicamente como piratas o corsarios, o como gentes despreciables -y temibles, a la vez-, de que fueran tratados en el XIX por la historiografía francesa únicamente como "indígenas" o "autóctonos", objeto de estudio de etnólogos y antropólogos, a todo más, no de historiadores, y de que, ya en el siglo XX, a sus patriotas o nacionalistas más comprometidos se les tildara sin más de 'terroristas'. Cuando su historia moderna –y este libro de maravillas va por ahí- era un prodigio de vitalidad, dramática y sugestiva, hoy puedo afirmar que bellísima.”¹⁷¹

Sola continúa en sus interesantes descripciones de este mundo:

“En aquel mundo mediterráneo bajo-medieval, esencialmente 'fronterizo',en el que había medrado esa figura de 'hombre de frontera' que es el corsario/comerciante/soldado de fortuna/noble 'feudal' nuevo (…) la religión era un importante vínculo unificador/diferenciador. La pertenencia a la iglesia romana o a la bizantina, por un lado, pero sobre todo a la islámica o cristiana, servía de punto de referencia obligado. También en ese marco es posible hablar de 'frontera' y de 'hombres de fortuna', de movilidad y de ambigüedades, de entradas y salidas múltiples veces franqueadas.”¹⁷²

Y lo relaciona con el fenómeno de los conversos, que marcan el gran mosaico del Mediterráneo de estos tiempos: “El 'hombre de frontera' en lo religioso era el que luego se denominaría, en el siglo XVI, el 'renegado'. 'Conversos' o 'renegados', según fuesen vistos desde uno u otro bando, fueron figuras típicas del siglo XVI, aunque en absoluto novedosas.”¹⁷³

Pero el espíritu religioso está en decadencia en los tiempos del Desnarigado, según Sola: “A lo largo de los siglos XIV y XV se puede detectar una manifiesta decadencia del espíritu de cruzada en el Mediterráneo cristiano”¹⁷⁴, y habla de las dificultades de los papas para revitalizar ese espíritu, que chocaba con la realidad de los barcos cristianos haciendo el corso entre ellos. El autor, creemos, ignora el caso de la conquista portuguesa, pero tal hecho no desmiente el fondo de sus afirmaciones, pues tal conquista fue más bien una empresa del Reino portugués, que una auténtica cruzada cristiana.

170 CUÑO BONITO, Justo: Prólogo. El mundo al revés. En LANE-POOLE: Los corsarios berberiscos, p. 9.

171 SOLA, Emilio: Corsarios y Reyes. Introducción, 1998. En http://www.archivodelafrontera.com/wpcontent/uploads/2004/08/00-Corsario-Reyes-Introduccion.pdf.

172 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 45.

173 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 45.

174 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 4.

Para Guillermo Gozalbes Busto, es impropio llamar “pirata” o “corsario” a los ataques que los musulmanes realizaban contra los cristianos: “finalizada la guerra granadina y necesarias las escuadras para el tráfico de América, el corso toma una virulencia extrema que convierte sobre todo el mar de Alborán, en una zona de máximo peligro para el cabotaje marítimo, y no solo el mar, sino las propias costas españolas se verán asaltadas y saqueadas por esos corsarios berberiscos, así llamados en nuestra Historia, pero que, en realidad, ni son corsarios ni son berberiscos. Son moriscos hispanos que han convertido el mar en una prolongación de la lucha terrestre, perdida por ellos en la Península. Para los cronistas marroquíes e historiadores musulmanes, en general, los tales corsarios son, en verdad, 'muyahidin', combatientes por la fé.”¹⁷⁵ De hecho, niega la posibilidad de desarrollo del corsario musulmán, especialmente por las costas de Ceuta, debido a la rápida hegemonía en los mares de los conquistadores portugueses con Pedro de Meneses al mando, que llegaron a saquear Larache y toda la región de la costa africana del Estrecho, y aún más. “Zurara, aparte del Desnarigado y cuatro más, solo enumera cinco fustas musulmanas que hacen el corso en el Estrecho, de las que ninguna, al parecer, es mandada o tripulada por berberiscos, esto es, por marroquíes. El jefe de todas ellas, Alí ben Said era hermano del alcaide de Gibraltar y mandaba una fusta de quince bancos. Otra de 15 bancos pertenecía a un renegado que se llamó Manuel. Otro renegado iba al frente de una tercera fusta de 14 bancos. Una de 13 bancos llevaba de patrón uno de Almería y por último la quinta fusta era de Almuñécar, uno de cuyos vecinos la comandaba. En el verano de 1425 dichas fustas tuvieron un encuentro con 4 futas y un pequeño navío de Meneses, que dieron buena cuenta de ellas. No existe el corso berberisco en los primeros tres cuartos del siglo XV. Apenas puede hablarse tampoco de frente marítimo puesto que el reino nazarí carece de escuadra. Solo acciones aisladas e individuales, en cuyo sentido puede hablarse de corso, permiten muy de tarde en tarde, contemplar acciones marítimas. Y estas se llevan a cabo no por moros de allende sino de aquende.”¹⁷⁶ Sin embargo, ha ignorado o minimizado al Desnarigado, que solo lo menciona de pasada, como si molestase. Pero al menos le menciona, dejando aparte a los otros hombres importantes que lucharon contra los portugueses en mar, y murieron (Abenzagao, por ejemplo). Mas no se les puede ningunear, ni siquiera para intentar negar una actividad que aparece reflejada en las mismas crónicas que se está consultando. Si Eannes y los otros cronistas se equivocaban o mentían, y gente como el Desnarigado no eran piratas sino soldados o luchadores populares o religiosos que no se interesaban por el botín, es otro asunto. Pero desde luego eran personas de “allende”, probablemente de Ceuta, Tánger o esas localidades que empezaron a ser amenazadas y saqueadas por los soldados portugueses. No debemos olvidar otro factor a tener en cuenta: que los cronistas lusos silenciasen buena parte de la actividad del corso berberisco, especialmente cuando tuvieran éxito. Se puede objetar que al menos lo mencionasen de un modo general, pero resulta que, efectivamente, lo hacen: Zurara habla de la actividad de corsarios y ladrones día a día¹⁷⁷. Actividad cotidiana que no aparece reflejada punto por punto en sus crónicas. Puede porque exagerase tal actividad (lo cual fue una de las justificaciones para la toma de Ceuta, según Mateo Pisano y otros cronistas), pero también puede que silenciase el éxito de los musulmanes, para no mostrar los casos de fracaso cristiano. Sin embargo, Unali ofrece unas informaciones muy convincentes: Génova tenía un rico comercio por todo el Mediterráneo e incluso con el Atlántico, siendo los puertos de Flandes muy frecuentados, punto que exigía el paso por el Estrecho de sus barcos. A raíz de la frecuente piratería cristiana, la República de Génova recopiló todos los informes de ataques, con las mercancías perdidas. Pues bien, tales informes son abundantes en cuanto la piratería cristiana, apuntando con frecuencia a castellanos, vizcaínos y aragoneses. No hay casos de islámicos. Aragón también estuvo recopilando informes de ataques, y lo mismo: conflictos con otros cristianos, no con musulmanes¹⁷⁸. Consta muchos ataques piratas, pero de cristianos, que cesan a partir de la conquista lusa. Sin duda, la hegemonía de los mares efectuada por Pedro de Meneses, y la destrucción de Ceuta como ciudad civil y comercial, alejó a estos aventureros. Gonzalbes Busto añade, por su parte, que poco después, con la reconstrucción de Tetuán, sí se da un renacimiento de la piratería berberisca, con un fuerte negocio de la esclavitud en el norte del Magreb.

175 GOZALBES BUSTO: Al-Mandari, p. 81.

176 GOZALBES BUSTO: Al-Mandari, pp. 82-83.

177 ZURARA: Pedro de Meneses, p. 225.

178 UNALI: Ceuta 1415, pp. 113-115.

Esto nos lleva a reflexionar sobre los espacios fronterizos. Ciertamente existen diferencias entre estas zonas existentes en la Península Ibérica con las que surgieron en el Norte de África a raíz de la penetración portuguesa. En la primera hablamos de amplias líneas territoriales más o menos difusas, que implicaban a una gran población por ambas partes. En el Magreb, el bando cristiano está recluido en espacios muy reducidos, prácticamente el núcleo amurallado de las ciudades que conquistaron. No contaban con una gran población, limitándose al personal militar, algunos funcionarios y finalmente algunos oficios muy determinados. Apenás existían mujeres en la Ceuta portuguesa de esta época. La escasez de campesinos obligó a los lusos a realizar razzias y saqueos por los territorios terrestres de los alrededores, ya que la pesca a veces no era suficiente. Para los portugueses, a Ceuta se iba a luchar, no a vivir. Quizás una expansión hubiera adelantado las líneas de combate mucho más allá y hubiera dado la oportunidad a la ciudad del Estrecho a un desarrollo económico y demográfico real, pero tal cosa no pudo ser, ya que los portugueses fueron derrotados en Tánger en 1437, y más tarde, tras un paréntesis de ciertos éxitos, son vencidos en la Batalla de los Tres Reyes de 1578, lo cual junto a otros incidentes y episodios a lo largo del tiempo les obligó a abandonar algunas plazas tomadas durante la cruzada que protagonizaron en el Magreb. Esta situación no se daba en España, donde las situaciones de guerra se combinaban perfectamente con otras de tregua y paz, con intercambios comerciales, culturales y económicos entre las sociedades cristianas y musulmanas. Más allá de la propaganda propia de los cronistas, las guerras entre cristianos y musulmanes se debían más bien a cuestiones territoriales y de poder que a un móvil realmente religioso¹⁷⁹. La convivencia se dio entre ambas partes, y esta se vio alterada cuando por algún móvil económico y político movía a los dirigentes o a las propias comunidades en su conjunto a un enfrentamiento que podría justificarse ideológicamente por la religión. Para poco después, terminar el conflicto y establecer reglamentos propios de convivencia religiosa¹⁸⁰. Esto sorprende a la visión historiográfica clásica y positivista, que concibe una Reconquista de sociedades guerreras y de intolerancia religiosa, pero en el terreno ibérico las situaciones de paz y hasta los deseos pacifistas abundaron¹⁸¹. En el Magreb, esto no pudo ser. Con toda probabilidad, porque los portugueses no contaban con una población interesada económicamente en la paz, tal como podían ser pastores y campesinos. Los pocos con los que pudo contar la ciudad tenían tierras de sobra dentro de los muros ceutíes de la antigua y próspera villa musulmana. Y de todas maneras, recibían recursos y ayudas del propio Reino, pues no estaban allí para trabajar y cultivar, sino para luchar contra los infieles. Pero las dificultades logísticas les empujaron al poco grato trabajo de buscar leña, pescar y otras actividades para la supervivencia en la vida cotidiana. Y aún así, era mucho más rentable asaltar y saquear a la población vecina, especialmente por mar. Por ello, los lusos se limitaron a estar encerrados dentro de sus murallas, luchar cuando se diese la ocasión, y recibir recursos de la metrópolis para mantener la guarnición y la ciudad en manos del rey de Portugal. Pero estos recursos llegaban con muchas dificultades, y la situación era muy preocupante para la guarnición portuguesa, hasta tal punto que empezaron a darse numerosos casos de fugas, que terminaban en algún punto de Portugal o Castilla. Era necesario el envío constante de hombres, y por ello se recurrió a presos y condenados: quien fuera a Ceuta a luchar podía ver su condena reducida a la mitad, y si ésta consistía en alguna mutilación, se podía conmutar por una estancia de tres años en la ciudad norteafricana¹⁸². Solo la conquista de otros emplazamientos cercanos rebajó la presión de los ataques contra Ceuta. Mientras tanto, esta región era una oportunidad de escapar de la rigidez de los sistemas sociales que imperaban en los mundos estatificados y/o feudales: quienes escapaban podían aventurarse a una nueva vida. Eso sí, una vida dura, pero libre. Como lo llama Emilio Sola: “Terrible y cruel tierra de libertad.”¹⁸³

179 RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., pp. 11-12.

180 RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., p. 22.

181 RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., p. 12.

182 UNALI: Ceuta, 1415, pp. 263-265.

183 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 301.


Con todo, sería oportuno ofrecer algunas palabras respecto a la frontera que se puede aplicar en el caso ceutí y del Desnarigado, que podemos leer en las líneas de José Rodríguez Molina, que hablano del carácter excepcional y complejo de la frontera, afirma “se debe al poderoso atractivo que ejerció sobre todos los sectores sociales de los dos pueblos limítrofes: nobles, caballeros ciudadanos, gentes del pueblo, ganaderos, mercaderes, y los siempre numerosos grupos de aventureros, contrabandistas, ladrones, almogávares, u 'homicianos', interesados en ese mundo rico en tantas posibilidades y encuentros, pese a los múltiples y duros problemas.” Sin duda, podemos imaginar al Desnarigado como parte de ese último grupo mencionado de “aventureros”¹⁸⁴. La falta de nariz del Desnarigado podría deberse a una condena, pues como vemos en este texto, no faltan envíos de asesinos a vivir en la zona fronteriza entre Castilla y Granada, que es el principal objeto de estudio de la obra de Rodríguez Molina. Estas zonas fronterizas eran lugares que en determinados momentos resultaban especialmente inseguros e indeseables, especialmente para los campesinos, que podrían ser asaltados repentinamente por grupos armados y montados. La escasez de elementos humanos voluntarios para poblar las nuevas tierras obligó a los distintos reyes a recurrir incluso a los condenados para poblar unas tierras estratégicas en el desarrollo de la expansión territorial. La frontera era también una zona compleja, por la existencia de elementos con intereses contrapuestos, distintos y variados, con la presencia de ataques de elementos “incontrolados” que no observaban los acuerdos firmados por sus respectivos reyes, al pertenecer a clases sociales populares no ligadas a la administración o los ejércitos¹⁸⁵. Rodríguez Molina reproduce una interesante cita de Claudio Sánchez Albornoz sobre el ideal del hombre de frontera, que alejado del poder real del Estado, es decir, del rey y de sus hombres de confianza y los aparatos políticos para su gobierno, lo caracteriza como “espíritu aventurero, apetito de libertad, decisión, valor, audancia, esperanza, confianza en sí mismo, fe en el mañana”. Es posible que el Desnarigado aspirase a esta idealización¹⁸⁶. Esto nos indica la abundancia de las actuaciones al margen de la ley que se daba en la frontera. Rodríguez Molina reflexiona también el por qué la historiografía se ha centrado en la actividad bélica, y es por la propia documentación: hablar de los méritos de guerra y de heroísmo conducían a privilegios y legitimizaciones, por lo cual las crónicas insisten en ello, y no faltan cartas al rey que recuerdan el pasado glorioso de su familia, silenciando los casos comprobados de pactos con los musulmanes y hasta defensas de sus tropas en alguna incursión¹⁸⁷. Con todo, aunque la religión no fuese el motivo de la guerra ni suponía una intolerancia, no cabe duda que era el primer factor en la identidad de los pueblos del Mediterráneo bajomedieval: un elemento de diferenciación y contraste¹⁸⁸.

184 RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., p. 9.

185 RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., p. 13.

186 En RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., p. 14.

187 RODRÍGUEZ MOLINA: La vida de moros y cristianos..., pp. 14-17.

188 UNALI: Considerazioni sulla pirateria..., p. 558.

En cualquier caso, el hecho de que el ataque del Desnarigado tuviese como objetivo la captura de prisioneros, y que estos no fuesen ejecutados al momento, sino transportados hacia tierra “mora”, deja claro que no se trata de una acción bélica o una continuación de la lucha en tierra entre cristianos y musulmanes. El Desnarigado iba a capturar, para vender, y sacar dinero, riquezas. Era o bien un pirata o bien un corsario. De muyadín, de luchador religioso, podía tener algo, en el sentido de que sus presas eran principalmente cristianas. Su papel tanto de pirata como de luchador religioso o anti-cristiano no eran excluyentes, sino complementarios, y fue parte de su figura. Años más tarde se alió con las autoridades musulmanas de la región para poner fin a la hegemonía marítima de los portugueses. Los peligros que vivió en su ataque de 1417 y los profundos daños de la actividad portuguesa en el Estrecho de Gibraltar, le convenció de la necesidad de hacer algo para acabar con la flota portuguesa. Lo intentó, pero fracasó.

Con todo esto, podemos analizar las características de los corsarios berberiscos, de su equipamiento y estrategias. Es obvio que su temporada de mayor actividad se desarrollaba en primavera y verano, como ocurría en los ataques terrestres y cabalgadas¹⁸⁹. El Desnarigado atacó en mayo, primavera. De la personalidad de los corsarios, podemos saber que provenían de distintas clases sociales, pero la sociedad del norte de Magreb no era especialmente rica, abundando personas humildes con jefes locales más bien acomodados. En todos sus ensayos, Sola destaca que en casi todos los casos eran gente humilde que aspiraban a rápidos ascensos sociales, como podemos comprobar por el Magreb:

“Corsarios y renegados. Aquel disparate de gentes de origen abrumadoramente humilde habían logrado organizarse en una de las zonas pobres y marginales del Mediterráneo, en Berbería. En una región que por sus características geográficas y climáticas rigurosas pudieron convertir en una buena fortaleza.”¹⁹⁰

Vemos esa mención de renegados, cuya correlación con el corso, y esto con la “libertad”, está fuera de toda duda: “La facilidad de huir procedía de ese creciente número de esa gente híbrida, medio musulmana, medio cristiana, que vivía en la frontera entre los dos mundos (…). Fraternizando entre los renegados (…) en el comercio, en el tráfico de rescatados y de mercaderías.” Y recordando mucho lo que atribuye la leyenda al Desnarigado, se dice de los cautivos que huyen: “Un día caían sobre una fusta, otro sobre una galera, y se lanzaban a la aventura.”¹⁹¹

Los reinos de Fez y de los meriníes no fueron potencias navales¹⁹², a pesar de algunos intentos: el conocimiento de las pericias marítimas era limitado y localizado en algunos pequeños grupos de expertos, marinos y piratas, débiles en comparación los especialistas portugueses. Los magrebíes no estaban bien armados y los portugueses les superaban en este factor y preparación¹⁹³; la llegada de al-Mandari a finales del siglo XV, proveniente del Reino de Granada, supuso la introducción de nuevo armamento, conocimientos y estrategias que se convirtieron en la pesadilla de los lusos, que fueron derrotados en algunas batallas importantes, suponiendo entonces la necesidad por parte de la Corona lusa de abandonar algunas de sus plazas en el norte de África, ante la presión de los reorganizados magrebíes y su mejoramiento militar. La esclavitud era parte de la economía de las sociedades islámicas, y por preceptos religiosos, era más sencillo esclavizar a enemigos y personas de otra religión, lo cual fomentó que los corsarios y piratas buscaran sus presas entre los enemigos de la fe mahometana, usando la estrategia de sorprender (a menudo por la noche), capturar con la menor lucha posible, y una huida ligera. Los luchadores religiosos podían hacer capturas, pero no eran escrupulosos con el combate y el apresamiento. Si bien el ataque del Desnarigado se realizó cerca del morabito de Sidi Abbas, por el actual Sarchal, su rápida acción, y huida sin esperar a los portugueses, deja claro que no era un combatiente por la fe. Iba a hacer esclavos y sacarse una buena recompensa por ello.

189 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 55.

190 SOLA: Un mediterráneo de piratas..., p. 304.

191 BRAUDEL: El Mediterráneo..., p. 316.

192 UNALI: Considerazioni sulla pirateria..., p. 567.

193 UNALI: Ceuta 1415, p. 256.

Entre las embarcaciones de los corsarios, destaca un tipo de barco en los relatos que hemos leído: la fusta. La RAE la define como “Buque ligero de remos y con uno o dos palos, que se empleaba con frecuencia como explorador”. Maria Alexandra Tavares Pico señala: “Do latim fuste-, “pau, lenho”, donde , por metominia, “navio”.(Jal; FEW), cfr lenho, pinaca, talvez por intermédio do catalão (Corominas II, 600); do baixo latim fustas (Nascentes)”¹⁹⁴. En otra parte se describe como: “Más ligera y veloz que la galeota era la denominada FUSTA, que tenía un solo mástil, sobre el que cargaba una vela latina. Como en el caso de la galera, el mástil podía ser abatido para no recortarse en el horizonte. Su dotación no llegaba a los 100 hombres”¹⁹⁵. Ya hemos mencionado que la fusta era una embarcación estrecha, ligera y rápida, de poco calado, impulsada tanto por remo como por vela, que podía navegar por aguas poco profundas. Tenía bancos de remo a cada lado, normalmente de una docena o más de hombres, que se usaban normalmente en los combates, y en las entradas y salidas en los puertos. Tenía un solo mastil con una vela triangular, “latina”. El nombre de fusta se usó para una gran cantidad de naves pequeñas de la Edad Media, pero en la descripción de los cronistas que hemos estudiado podemos comprobar el uso de los remos en los combates, ajustándose a lo que es la fusta como tal. También se habla del bergatín, que “era más pequeño aún, pues su eslora no solía sobrepasar los 13 metros ni su manga los tres. (…) Como en el caso de la fusta, era un barco abierto, con el banco corrido”. Su tripulación oscilaba entre los 30 hombres, “que asumían indistintamente las funciones de remeros o combatienes.”¹⁹⁶ Los corsarios utilizaban estos barcos ligeros para poder sorprender y huir más rápidamente. Evitaban el combate buscando el menor daño entre ellos y entre sus presas, procuraban no ejecutar a sus prisioneros (solo si estaban acorralados pasaban al degollamiento) y las capturas se hacían en lugares no prevenidos, desarmados o débilmente defendidos. Emilio Sola también habla de estas fustas, a la que atribuye trece metros de eslora:

“La fusta era más ligera, de no más de quince bancos, con tres remeros por cada banco, de dos palos o uno, con vela latina y con dotación que no llegaba a cien hombres, que podían tomar las armas y el remo, según la ocasión; era una embarcación netamente pirática o corsaria'. (…) Tanto el bergantín como la fusta solían navegar desarbolados, sólo a remo, 'para presentar menos batalla.'”¹⁹⁷

194 PICO, Maria Alexandra Tavares Carbonell: A terminologia naval portuguesa anterior a 1460. Ed. Sociedade de Língua Portuguesa, 1963, p. 95.

195 VARA THORBECK, Carlos; GARCÍA ARÁNGUEZ, Luisa: La Batalla del Estrecho. Ed. Autores, 2008, p. 136.

196 Ibidem, pp. 136-137.

197 SOLA: Un mediterráneo de Piratas..., p. 226.

Aunque las armas de fuego ya habían surgido a finales del siglo XIV, en el Magreb aun no eran frecuentes, y los cañones y bombardas eran aún más extraños. En los relatos de los cronistas estudiados vemos, como ocurre en otros puntos del Mediterráneo, el uso del abordaje como principal arma de ataque, llegándose a usar arpones de hierro para enganchar las embarcaciones. En estos relatos notamos la ausencia de armas de fuego. En la tripulación encontramos ballesteros, arqueros y hombres de armas, con escudos, espadas y lanzas, para saltar al barco enemigo y capturarlo. Los combates se resolvían tras una hora o más de lucha cuerpo a cuerpo, con daños en ambas partes¹⁹⁸. De hecho, y si bien quizás los cronistas adornen sus historias, parece claro que en torno a 1410 los portugueses parecían estar mejor armados, ya que sus victorias se repiten, a menudo ante un enemigo numéricamente superior, pero peor armado. Ya hemos mencionado que en 1485 llegó el granadino al Mandari, que reconstruyó Tetuán, y trajo nuevas armas, que supusieron la caída lusa en algunos puntos importantes del Magreb¹⁹⁹. De todas formas, los piratas o corsarios como el Desnarigado evitaban el uso de artillería, y las armas de fuego serían un recurso completamente secundario, ya que su estrategia era la sorpresa y rendición, que la de un combate real, así lo vemos en palabras de un historiador de la batalla de Lepanto, ya un tiempo después: “los piratas berberiscos confiaron en la artillería menos que ninguna otra potencia naval mediterránea. Se trataba de una opción coherente. Sus galeras eran de menor tamaño; de hecho, las usaban poco en comparación con barcos mucho más ligeros como las fustas o los bergatines, y en este tipo de naves apenas podía montarse artillería. Su táctica lo explica todo: no buscaban entablar batalla a gran escala, sino abordar por sorpresa a los buques enemigos cuando navegaban en solitario o en pequeño grupo, o caer sobre sus costas, siempre con la máxima rapidez posible, y huir luego con la misma celeridad cargados con sus botines. La artillería, así las cosas, era más un estorbo que una ayuda y no confiaron en ella sus opciones de éxito.”²⁰⁰ Finalmente, nos encontramos con el factor de las aguas del Estrecho: llenas de fuertes corrientes, con peligrosas tormentas, pero siempre con la cercanía de las costas²⁰¹.

198 UNALI: Ceuta 1415, p. 258.

199 GOZALBES BUSTO: Al-Mandari, p. 36, 76 y 80.

200 ÍÑIGO FERNÁNDEZ: Breve historia de la batalla de Lepanto, p. 124.

201 UNALI: Ceuta 1415, p 259.

Tenemos algunos comentarios sobre lo que hacían en su vida cotidiana, especialmente los más humildes y pequeños, poseedores de bergantines, muy próximos a lo que debió ser el Desnarigado (si bien, con tres fustas, estaba un nivel más arriba que estos que contaban con una sola embarcación y más pequeña aún que la fusta):

“Para poder vivir, un saco de harina y unas cuantas galletas, una barrica de aceite, otra de miel, unas cuantas ristras de ajo y cebollas y un poco de sal, que son todas las provisiones para un mes. Reunido todo esto, se lanzan a la aventura. Cuando el viento les impide navegar, sacan la barca a tierra, cubriéndola con ramas de árboles, cortan leña con sus cuchillos y hacen fuego... para calentar una torta de harina, que cuecen del mismo modo que lo hacían los soldados romanos en tiempos de guerra.”²⁰²

Sin duda, “gentes rústicas, de advenedizos toscos y endurecidos por las privaciones y entregados todos al vicio.”²⁰³

202 BRAUDEL: El Mediterráneo..., p. 293.

203 BRAUDEL: El Mediterráneo..., p. 293.

En resumen, podemos anotar las siguientes características de la piratería berberisca, que podemos comprobar a grandes rasgos en los distintos relatos sobre el Desnarigado que hemos expuesto:

1. Selección religiosa de presas. En este caso, la captura de los portugueses, incluidos pescadores.


2. Esclavitud y prisioneros como prioridad en el botín, como vemos en la captura de los portugueses y el nulo interés en buscar recursos y bienes materiales cuando el primer ataque nocturno. 

3. Iniciativa privada, con participación de hombres honorables e importantes, en unión a un personal reclutado aparentemente entre todas las clases sociales. En este caso podemos ver la presencia de Abenzagao o Bucar Caudil. 

4. Embarcaciones pequeñas y ligeras. En este caso, la fusta, con poco más que arqueros y hombres de armas de combate cuerpo a cuerpo que se echan al abordaje, y el uso del arpón para enganchar las embarcaciones enemigas con las propias, a fin de facilitar el asalto. Ausencia general de cañones. En los relatos de los cronistas, de ser ciertos, incluso podemos comprobar un deficiente equipo de los berberiscos, que se ven superados por los portugueses, que presumimos por ello mejor armados y protegidos. Los escudos se suelen usar, como vemos en los relatos, y no es raro que terminen rotos.

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Cap. 5
Cap. 6
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4