El Desnarigado.
Historia y leyenda de un pirata en aguas ceutíes.
Capítulo 1
Leyenda actual del Desnarigado
y motivación de la investigación
Cala del Desnarigado, al pie del Monte Hacho, la Almina, sureste de Ceuta. Sobre dicha cala, a día de hoy, un pequeño castillo, museo militar que recibe ese mismo nombre: el Desnarigado. La mayor parte de los ceutíes han oído hablar que recibe ese nombre por una leyenda ocurrida en aquella playa, que también es conocida como la de la “Pota”, denominación por situarse allí una antigua potabilizadora que duró unos pocos años. En los datos del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, aparece esta cala como una playa de 80 metros de longitud con 15 de anchura, semiurbana, con una ocupación de visitantes alta. Señala también que se trata de una zona de aguas transparentes en el contorno sur del Monte Hacho, con paisaje de montaña, donde abunda el gneiss y una geografía escarpada con ciertos peligros de desprendimiento1. En los datos señala que su composición es de bolos, sin arena. No tiene bandera azul, pero es de fácil acceso y de aguas tranquilas2, si bien existen corrientes marinas a la salida de la cala. Conecta con el hermoso y antiguo Camino de Ronda, llamado así por ser el recorrido que realizaban los guardias en tiempos remotos, y que conecta con el barrio del Sarchal, con vistas de mucha fama. Pero si su entorno físico hace especial esta cala, lo es mucho más esa leyenda que la envuelve. ¿Cuál es esa leyenda? Resulta que es la de un pirata, un corsario berberisco. Este pirata no tiene nombre, pero tiene un apodo inconfundible: el Desnarigado. Pues le faltaba la nariz, o una parte de ella. La leyenda cuenta una historia digna del más clásico romanticismo: el Desnarigado era un esclavo que trabajaba en las minas del Rif.
ABAD, Manuel, LÓPEZ-GONZÁLEZ, Nieves, et al.: Análisis y cartografía de peligrosidad geológica en el litoral de Ceuta. Revista de la Sociedad Geológica de España 23 (1-2), 2010, p. 53.
Consultado el 16 de Agosto de 2015 en: http://sig.magrama.es/93/ClienteWS/Guia-Playas/default.aspx?
nombre=PLAYAS&claves=DGC.PLAYAS.PLY_CO_PLAYA&valores=1231.
Hambriento de libertad, escapó... sufría de drapetomanía, y se echó al norte, a la mar, dedicándose a la venturosa vida del pirata. Hay distintas versiones sobre su relación con Ceuta, pero la más popular afirma que su vivienda se encontraba justo donde ahora se encuentra el Castillo del Desnarigado, y que vivía allí desde antes de la conquista portuguesa de Ceuta en 1415. Debajo hay otras estructuras antiguas, en ruinas. Pero, ¿Dónde estaban sus compañeros? ¿era una vivienda o su centro de operaciones? ¿lo conocían los portugueses? Otras versiones afirman que nunca vivió allí, que no dejó de ser acaso un escondite habitual, o incluso que solo fuese el lugar de un episodio muy concreto, aislado, relativo a un único ataque, pero suficientemente preocupante para los portugueses para que perviviera en el recuerdo. Pero en cualquier caso, sí: ahí estuvo este pirata. La mayor parte de las versiones relatan que un día, poco después de la conquista portuguesa de Ceuta, el Desnarigado desembarcó en esta cala, y en una temeraria maniobra, capturó a todos los desprevenidos - guardias incluidos- que se encontró, llegando hasta la vigía del “Facho” (es decir, el Hacho), cuando fueron detectados por los portugueses, que dieron la alarma. Para entonces, los malhechores se hicieron a la mar, pero el Gobernador de Ceuta, Pedro de Meneses, envió barcos en su captura, cumpliendo sus objetivos, y así se terminó -supuestamente- la aventura del nasal mutilado, que siempre es mencionado como poseedor de una gran osadía. Asimismo, la cala da pie a la imaginación: se trata de un buen escondite para navíos “un poco tímidos”; recuerda fácilmente a las guaridas que se relatan en las historias de Edward Teach “Barbanegra” en las costas norteamericanas y caribeñas. Tiene fuertes corrientes, ruinas de antiguos edificios, una fauna poco común, y un entorno natural maravilloso. En esta pequeña investigación, hemos podido localizar las fuentes históricas que dan pie a esta leyenda, que nos ha servido para matizar, ampliar y contextualizar el relato de una manera monográfica como nunca se ha hecho, por considerarse un acontecimiento menor y relativamente insignificante. En este sentido, nos hemos inspirado en el concepto de la “Microhistoria” y su lupa del pasado, que investiga cualquier clase de acontecimiento, personaje o fenómeno que pasaría inadvertido en la Historia con mayúscula -el gran relato histórico, la “metahistoria”-, y que sin embargo son parte del desarrollo de la historia. Al reducir la escala del nivel de la investigación, podemos descubrir detalles imposibles que nunca vería una historia general, y que sin embargo formaba parte de la vida de las personas de una época, ya sea cotidiano o extraordinario, pero importante, en la construcción de la visión de la realidad en una sociedad determinada. El mayor exponente internacional de la microhistoria, Carlo Ginzburg, señala: “la escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas del pasado es fundamentalmente el primer obstáculo, aunque no el único, con que tropiezan las investigaciones históricas. No obstante, es una regla con excepciones”3. Para estos estudios se debe tener cuidado los filtros con los que nos llegan las informaciones del pasado, “cuando nos llegan”, a menudo deformados, a través de los tiempos hasta nuestras manos. Es por eso que la microhistoria se ha enmarcado como una ramificación de la Historia Social, que procura estudiar la realidad del grueso de la población del pasado por medio de episodios particulares pero prolíficos en hechos y matizaciones, así como su fijación en personas “corrientes”, de las capas bajas, y por ello, representativas y reproducidas. A su manera, se trata de una inversión de la historia de los grandes personajes, el principal objeto de estudio de la historia clásica y positivista, que solo investiga lo que dicen los documentos y los grandes libros, sin mayor análisis crítico de su veracidad, sus implicaciones y sus significados, por lo cual ha quedado francamente obsoleto en el marco historiográfico de nuestros tiempos. En este caso se trata de la historia de los pequeños hombres, siempre particulares, pero también siempre representativas. El desarrollo de la historia social ha permitido la superación de las limitaciones de la historia política y militar, pero esta historia social aún le queda llegar a muchos de los rincones de la Historia: “Se ha prestado mucha atención
3. GINZBURG, Carlo: El Queso y los Gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Ed. Península, 2001, pp. 9-10.
a la historia política y militar, quizás porque la documentación lo ha facilitado; pero ha quedado muy en la penumbra la historia social de la frontera, y el análisis profundo y critico de lo imaginario y la ideología”4. El conocimiento de la realidad que vivieron las poblaciones del pasado en conjunto, en especial de las clases más desfavorecidas, ha terminado ofreciendo explicaciones históricas más reales, de modo que, por ejemplo, el estudio de la alimentación de la aristocracia nos dice muy poco de la realidad de las características de la alimentación de una determinada época entre la mayoría de la población, o de la situación del sistema económico de los tiempos pasados. En este sentido, la Historia Social ha hecho una contribución fundamental a la Historia en su conjunto. Pero como queda dicho, las características de la propia documentación que nos ha llegado dificulta la elaboración de un relato histórico como el que estamos mencionando y defendiendo. Por otra parte, pensar en la ausencia de particularidades entre las “masas populares” es un claro alejamiento a la realidad completa de las sociedades humanas. En este sentido, la “microhistoria” ofrece una contribución fundamental para reflejar esas peculiaridades extraídas de investigaciones específicas sobre un caso determinado. Es una tarea necesaria para abarcar un entendimiento global, que suele ahorrar los detalles más insignificantes, una herramienta necesaria para los estudios, pero que no es completa. De ahí la importancia de una “microhistoria” que muestre las expresiones a pequeña escala presentes en la realidad histórica, donde lo individual y circunstancial, siempre en su contexto, sea mostrado como expresión de la complejidad y profundidad de la sociedad de una época. De sus conclusiones se pueden extraer datos de importancia inesperada, y es que hasta que no se comprueba lo aún no conocido, no se puede determinar su relevancia. Un caso como el que nos ocupa se asemeja al Menocchio de Ginzburg, pues aunque no se corresponda a un fenómeno general, su particularidad es parte de la historia que no se debe olvidar en la acumulación de conocimientos, y su documentación debe ser usada, “si la documentación nos ofrece la posibilidad de reconstruir no solo masas diversas, sino personalidades
4.RODRÍGUEZ MOLINA, José: La vida de moros y cristianos en la frontera. Ed. Alcalá G. E., 2007, p. 17.
individuales, seria absurdo rechazarla.”5. Finalmente, se ha señalado el problema de la microhistoria por su énfasis en lo particular, que lleva a lo subjetivo. La problemática de la subjetividad y la objetividad protagoniza las problemáticas de la historiografía, por lo que su literatura y opiniones es muy vasta. Pero en el presente trabajo, siguiendo el espíritu de los objetivos de la microhistoria, seguimos a Ginzburg cuando afirma: “El hecho de que una fuente no sea objetiva (...) no significa que sea inutilizable”6. Ni la Historia, ni menos las sociedades humanas, son objetivas, por lo que es pretensioso descartar la subjetividad en la investigación. La objetividad es ante todo una herramienta conceptual para alcanzar juicios lo más ajustados posibles y conocimientos más contrastados, en medio de los intentos de consenso. Por ello, es ante todo un elemento usado fundamentalmente por especialistas, o por personas en una situación muy determinada, importante para la verificación de los hechos y pensamientos, y la valoración de fuentes e investigaciones, especialmente en sus metodologías. Es con el análisis y la contrastación de datos subjetivos como se construye unas observaciones que pretenden ser objetivas. En este sentido, el estudio del Desnarigado, un pequeño corsario que protagonizó varios episodios concretos en el área de Ceuta, es un ejemplo de las posibilidades de la microhistoria. Sus osadas acciones de piratería en una flota de tres fustas, discretas embarcaciones de la época, pueden resultar tan insignificantes que no suelen aparecer en los actuales manuales de historia, ni tan siquiera a nivel local. La razón es sencilla: el Desnarigado no tuvo ninguna trascendencia que afectase al conjunto de la población ceutí, menos aún del Magreb, ni tampoco del cambio de posesiones de las plazas norteafricanas. No es mencionado en las crónicas generales de su época, y solo aparece en algunos relatos locales que los cronistas de su época realizan para favorecer el prestigio de líderes militares portugueses y cristianos, así como de la necesidad de aumentar las ayudas a la plaza de Ceuta. Sin embargo, para la
5.Ginzburg: El Queso y los Gusanos, p. 21.
6. Ibidem: p. 15.
historiografía actual, el relato del Desnarigado nos puede interesar por muchos motivos: 1) La actividad del corso berberisco, y su emulación por parte de los cristianos como modo de control cotidiano y constante de los mares, que otorga o limita el potencial expansivo marítimo y la actividad comercial, así como forma de vida de una buena parte de la población del Mediterráneo, no solo para los propios corsarios, sino también sobre las propias víctimas que caían como presos, esclavos o rehenes a la espera de un rescate, una realidad tan fundamental que se organizaron numerosas iniciativas religiosas en el mundo cristiano con objeto de recaudar sumas de dinero con las que pagar el rescate. 2) La formación de una visión de la realidad que tiene presente la actividad corsaria con sus peligros y beneficios, que aporta elementos para la identidad, la psicología, la cultura y la ideología en una zona, que filtra posteriormente el entendimiento y el modo de percepción de la realidad por parte de una sociedad. 3) La forma de transmisión de detalles históricos en una ciudad como Ceuta, carente de una verdadera población más allá de los elementos militares, religiosos y de los condenados, cuyas limitaciones en la “tradición” oral de acontecimientos ocurridos en siglos pasados se ha confirmado en este estudio, que ha podido comprobar cómo las diferentes crónicas se remiten a las mismas fuentes escritas, sin impedir que, al mismo tiempo, en nuestros días, el limitado acceso de tales fuentes por el grueso de una población de características muy distintas reproduce variantes, por la especulación lógica, del relato registrado por la tinta. La microhistoria suele centrarse en cuestiones y detalles que quizás no parezcan importantes o interesantes en nuestra época, pero que en otro momento histórico sí lo pueden ser. Seguramente, podamos extraer más conclusiones del estudio, pero las tres ya mencionadas sirven para mostrar el potencial de esta microhistoria. Finalmente debemos mencionar que las fuentes que relatan estos acontecimientos son manuscritos, cuyas copias son en general distintas entre ellas. Quizás 11 pueda sorprender al lector la información, casi banal entre los historiadores, que rara vez se conservan los textos originales o las primeras ediciones de las obras antiguas. Así por ejemplo, los Evangelios han sido arduamente buscados y estudiados, especialmente sus primeros ejemplares, y si bien es bastante probable que sus primeras redacciones fueran bastante posteriores a los relatos que describen, los ejemplares más antiguos sobrepasan bien entrado el siglo II, siendo las cartas de San Pablo los textos que tienen los manuscritos más antiguos conocidos. Resulta, además, y esto pasa en casi todas las obras, que todo se copiaba a mano, y no era raro alterar el contenido, bien fuese para completar información que el copista considerase que era importante y no podía faltar, o bien por algún tipo de error o lapsus humano, entre otras muchas razones. De tal manera, y a pesar de su carácter sagrado, los manuscritos más antiguos del Evangelio de San Marcos, por ejemplo, contiene menos versículos que otras copias posteriores, más enriquecidas. En nuestro caso, no estamos en la difícil Antigüedad, sino en la Edad Media, y afortunadamente, sí se dan unos pocos casos en el Medievo de fuentes originales conservadas, especialmente en la Alta Edad Media, donde se sitúa nuestra investigación. Tal es así, que hemos conseguido dar con algún manuscrito de primera mano, junto a otras versiones posteriores de la misma obra, y por fortuna el contenido no varía sustancialmente, salvo la forma de escritura y algún detalle que no varía el relato. Pero la conservación documental es muy difícil y es probable que fuentes que nos hubieran dado más información se haya perdido para siempre o esté extraviada, problema éste último que se puede arreglar con investigaciones posteriores. Animamos encarecidamente a seguir inquiriendo y mejorar o completar este estudio.

