Capítulo 3
La Ciudad-Satélite Loma Larga De Luis Blanco Soler y Rafael Bergamín de 1928
La ciudad de Ceuta que en los años veinte del pasado siglo contaba con 40.000 habitantes y una alta tasa de crecimiento poblacional auspiciada por las nuevas condiciones político-militares presentaba, más allá de su singularidad geográfica, el mismo problema que afectaba a la mayoría de los municipios españoles de dimensiones similares. Éste no era otro que el de la escasez de viviendas para las clases más desfavorecidas. Esta realidad, común a otras muchas poblaciones, tenía como consecuencia directa el hacinamiento de la población en los centros urbanos y el desarrollo de barriadas marginales que no reunían las debidas condiciones higiénicas.
Si partimos del análisis que en su día esbozó Ignasi de Solà-Morales45 sobre la evolución histórica de la vivienda a partir del modo en que los distintos agentes implicados en ella habían abordado su problemática, el recorrido empezaría con los inicios del capitalismo, momento en el que apareció la casa de vecinos como símbolo del mercado libre de la vivienda. Durante ese periodo se había creado un capital específicamente inmobiliario que tenía en el arrendamiento la forma más habitual de gestión. La legislación sobre el mismo tenía carácter puramente mercantil, de contratación libre de una prestación de servicios, sin que se le atribuyera capacidad de control social alguna. Institucionalmente, las Cámaras de la Propiedad eran los organismos más representativos de este sector cuyas rentas funcionaban con una fuerte autonomía respecto a otros sectores productivos. Con el avance de la industrialización y el consiguiente éxodo de la población rural hacía los nuevos centros de producción localizados en las ciudades, el mercado libre de la vivienda se mostró incapaz de satisfacer la fuerte demanda de la creciente población urbana.
Fueron los sectores industriales más avanzados, los patronos más progresistas y el sindicalismo más reivindicativo los que promovieron un modelo alternativo de vivienda donde el papel social empezó a tener mayor peso. Considerada como una parte de la estructura laboral en la medida que era entendida como una condición necesaria en la reproducción de la fuerza del trabajo, se trataba ahora de promover, frente al negocio inmobiliario, el servicio social inmobiliario. Además, se reivindicaba un cambio de escala en el tratamiento del problema, demandando un liderazgo a escala estatal que afrontara su necesidad en todas sus dimensiones. El Estado debía asumir como propia la responsabilidad sobre la vivienda social, interviniendo directa o indirectamente a través de incentivos fiscales en la construcción de casas baratas, grupos de viviendas populares y ciudades-jardín, para lo que necesitaba de un instrumento legal y técnico. La intención era plantear una solución concreta al acuciante problema de la demanda de nuevas viviendas acorde con las políticas que ya estaban en marcha en el resto de Europa.
Así, el Estado sería el que mediante sus entidades de orden local o estatal controlaría las rentas del sector pero, sobre todo, el que se encargaría de la expropiación de los terrenos, de cualificarlos y de invertir directa o indirectamente a través de incentivos fiscales en la promoción de ciudades-jardín, casas baratas o grupos de viviendas populares. La realización de estos propósitos necesitaba de un instrumento legal y técnico, en el que múltiples organismos se declaraban competentes para actuar en materia de vivienda. Sin embargo, la descoordinación y quizá una escasa voluntad real de resolver la cuestión, hacían que la situación fuera cada vez más crítica. No era extraño que diferentes agentes, entre ellos arquitectos, juristas, sociólogos, etc. alzaran su voz con escaso resultado en las iniciativas puestas en marcha.
3.1. La Ley de Casas Baratas
La legislación más significativa de las surgidas en este contexto fue la Ley de Casas Baratas de 1911, modificada en 1921, promovida por el Instituto de Reformas Sociales. La intención era plantear una solución al acuciante problema de la elevada demanda de viviendas sociales para las clases obreras acorde con las políticas de promoción de la vivienda que estaban en marcha en los países socialmente más avanzados.
En el congreso de la Federación Internacional de Urbanismo y de la Vivienda de Gotemburgo (1923),46 Federico López Valencia, representante del Instituto de Reformas Sociales, expuso sucintamente la definición de los principales puntos de la reforma de la Ley de Casas Baratas de 1921. Esta novedosa legislación definía el concepto de casa barata mediante una limitación del valor total de la inversión de la vivienda y unas premisas de carácter higiénico y de construcción que habían de ser cumplidas, incluyendo la reserva de unos espacios libres asociados. La promoción no tenía limitaciones en cuanto a los destinatarios, pudiendo beneficiarse las empresas privadas y los individuos y las corporaciones públicas, pero manteniendo como beneficiarios preferentes a las sociedades cooperativas obreras.
El Estado, las provincias y los municipios estaban autorizados a ceder terrenos destinados a la construcción de casas baratas. Los ayuntamientos, además, estaban autorizados a construir viviendas sociales y emitir empréstitos con este fin. Para ello se podían valer del beneficio económico resultante de aplicar el impuesto sobre la plusvalía. Las ayudas se daban a discreción del Estado y consistían en la exención de impuestos, préstamos a bajo interés para la adquisición de los terrenos, garantía de renta para los propietarios con el fin de facilitar el acceso a las clases bajas mediante la fijación de un precio límite, subvenciones a las empresas constructoras más una subvención directa sobre el coste del terreno y de la edificación.
Toda esta política de subvenciones suscitó la crítica en cuanto a su papel impulsor del fomento de la construcción de viviendas de, entre otros, el urbanista César Cort. Para Cort las subvenciones no eran compatibles con la concepción de la construcción y promoción de viviendas sociales como actividades empresariales en un sistema económico liberal. Así, sus duras críticas al Instituto de Reformas Sociales se repetían constantemente en sus numerosos escritos: «Estamos en 1920. La guerra europea ha terminado. Se reanuda la vida de relación internacional. En Londres, el Congreso organizado por el Housing & Town Planning Council tiene un gran éxito. Asisten muchos compatriotas. Entre ellos dos representantes del Instituto de Reformas Sociales, que poco a poco amplió su campo de acción hasta transformarse en un ministerio. Las naciones beligerantes, y singularmente Gran Bretaña, tuvieron que preparar cantidades ingentes de material de guerra. Nuevos astilleros, nuevas fábricas y desplazamiento de mano de obra. Jornales altos, con gran valor adquisitivo. Hubo de proteger a los viejos inquilinos de las ciudades, cuyo crecimiento normal sufrió un cambio brusco y se aceleraba a ritmo de lucha. Para que los nuevos vecinos no desplazasen a los antiguos, se decretó una congelación de alquileres y una restricción en los derechos dominicales de la propiedad urbana. Ante todo, había que ganar la guerra. Y mientras esto ocurría, el propio Estado se dedicó a construir viviendas y a subvencionar a los particulares que las construyesen. El panorama resultaba atrayente para las experiencias de unos reformadores sociales. ¿Iban a regresar de un viaje a Inglaterra con las manos vacías después de ver tan atrayentes novedades? Los representantes del Instituto se trajeron las dos: un decreto de alquileres y una ley de casas baratas. Bien mirado, cargaron con un saldo, porque ambas cosas estaban pasadas de moda en Britania. Pero aquí llamarían sin duda la atención. Y la llamaron. ¡Todavía la están llamando!».47.
La alternativa que proponía César Cort se basaba en la intervención previa sobre los otros factores que condicionaban el precio real de la vivienda, como era el precio del suelo evitando la especulación mediante su gestión municipal a través de la definición una política de adquisición de suelo por parte del propio municipio―, la gestión óptima de los materiales de construcción y el aumento de la productividad de la mano de obra mediante la profesionalización.
La Ley de Casas Baratas fue una significativa iniciativa legal pero con un efecto muy limitado en cuanto a la resolución real del problema de la vivienda. Las experiencias que supusieron las nuevas barriadas fueron muy localizadas en cuanto a su influencia real en el mercado de la vivienda, quedando como ejemplos de iniciativas puntuales de muy alto valor. El Estado no supo poner en marcha los medios disponibles, como sí ocurrió en el caso inglés, para abordar con decisión a nivel nacional la solución a un problema que siempre se abordaba desde la escala local.48.
La construcción de nuevas barriadas no podía llevarse a cabo sin la disponibilidad previa de terrenos, para lo que era necesario abordar la planificación urbanística y su financiación. Las autoridades municipales no sólo debían afrontar el problema de la alta demanda de vivienda social. Estaban inmersos también en solventar los problemas de financiación de las obras municipales de reforma interior, basadas en los trabajos de alineaciones y rasantes, y de modernización de las infraestructuras públicas, que estaban siendo acometidas por los municipios en el contexto del necesario higienismo al que obligaban las nuevas condiciones socioeconómicas y que incluía, en primer lugar, el saneamiento y el suministro de agua, junto con la pavimentación y la iluminación de las calles.
3.1. El problema de la vivienda social en Ceuta
En el caso de Ceuta las obras municipales que se estaban llevando a cabo durante las primeras décadas del siglo XX afectaban directamente a la pavimentación de las calles, a mejoras en el sistema de alcantarillado mediante la eliminación de los pozos negros y la construcción de nuevas conducciones y sistemas de depuración, a mejoras en la dotación eléctrica, con nuevos centros de producción, y reformas urbanas de mayor calado como eran la construcción del foso de la Almina (ya en 1928) y de la plaza de África, corazón de la ciudad, cuya puesta en marcha bajo la dirección del arquitecto municipal Santiago Sanguinetti estaba animada por un afán de modernización del espacio público y de solventar los problemas higiénicos que padecía la ciudad.
Como muestra de los nuevos aires municipalistas que envolvían a la ciudad, estaban las obras de la imponente nueva sede de la Junta Municipal, iniciadas en los primeros años de la década de los veinte.
El puerto, aunque no era responsabilidad municipal, también se encontraba inmerso en su propia remodelación y ampliación, con una primera intervención en 1913 y otra posterior en 1928, constituyendo uno de los principales factores de desarrollo de la ciudad. Esta obra, sumada a las otras obras públicas puestas en marcha, atrajo a una gran cantidad de trabajadores. Para su realización se puso en explotación la cantera de Benzú y se tendió una línea de ferrocarril que sirviera para el traslado de la piedra desde aquel lugar hasta el emplazamiento del puerto en construcción, a lo que, años más tarde, se unieron las obras del ferrocarril Ceuta-Tetuán.
Durante esos años la problemática de la infravivienda en Ceuta fue resolviéndose con acciones puntuales. Un buen ejemplo lo constituye el testimonio publicado en el diario ABC en 1912, donde aparecen implicadas la autoridad militar junto con la civil, y la singular problemática de la propiedad del suelo: «El actual alcalde de Ceuta, D. José Álvarez Sanz, caballero cumplido, hombre de recta intención y de honradez acrisolada, a la par que grandísima bondad, adquirió gran parte de la villa, y los primeros plácemes que tuvo por tan conveniente mejora, fueron los del general Alfau. En el centro de la villa había un barrio infecto, compuesto de chozas miserables, que constituía un foco peligroso para el vecindario, y el general Alfau, con el fin de facilitar el derribo y desaparición de aquellos tugurios, hizo construir una barriada sana al pie del fuerte Alfonso XII, donde trasladándose los habitantes de aquellas chozas y hoy se edifican admirables casas en los solares resultantes».
Este fuerte, denominado inicialmente Príncipe Alfonso, que da nombre al barrio, formaba parte de la red de fortines que se construyeron en 1860 en el Campo Exterior para vigilar las fronteras establecidas en el Tratado de Paz de Uad-Ras de 1860. No es extraño el uso de estas instalaciones preexistentes, ya fueran militares o no, para favorecer la implantación de barriadas al abaratarse los costes de acceso o expropiaciones.
Por otra parte, la implicación militar en el tema de la vivienda obrera tenía mucho que ver con las necesidades propias de dotaciones residenciales para las tropas, que llegaron incluso a la propuesta de soluciones estándares en la construcción de la vivienda social, como el denominado tipo Noreña ,debido al oficial militar Juan Noreña Echevarría, basado en la sistematización de la producción de estructuras de pilares y forjados en hormigón armado.50.
Esta situación, junto con la obligación impuesta por el Estatuto Municipal de disponer de un plan de extensión urbana, propició que la Junta Municipal, bajo la dirección del enérgico coronel José García Benítez, pusiera en marcha en 1927 el desarrollo de un proyecto para la construcción de una barriada económica y de un plan integral de reforma de la población que unificara las intervenciones dispersas que se estaban llevando a cabo o que ya se habían propuesto en marcha. La financiación necesaria vendría dada por la venta de las nuevas parcelas resultantes, que llenaría las arcas municipales y permitiría llevar a cabo las distintas operaciones de transformación y desarrollo urbano previstas. Así se relataba esta experiencia en los medios de difusión militares: «[…] el Ingeniero Comandante José García Benítez, que al frente a la vez del Municipio, quiso y logró fomentar la construcción de viviendas económicas, comprendiendo claramente la importancia capital que en aquella Plaza tiene el problema, ahogada por inmundas barracas, albergue no pocas, de las modestas familias de abnegadas clases de segunda categoría. Durante su permanencia en el cargo, a más de las construcciones antes citadas, fomentó la continuación de la barriada del Morro y se celebró concurso para viviendas económicas y para la urbanización de Loma Larga, dedicándose de los fondos municipales 100.000 pesetas para las primeras, y teniendo que reñir para ello fuerte lucha con la propiedad, acostumbrada a obtener beneficios del 15 y 25 por 100 sin el menor riesgo ni aun molestia».51.
La zona sobre la que Ceuta debía dirigir su crecimiento era el Campo Exterior, localizado en la parte continental de su territorio. No obstante, la compleja estructura de la propiedad del suelo y el uso de los terrenos suponían una difícil situación de partida, donde se mezclaban las reclamaciones de los agricultores, que en 1860 recibieron derechos de uso de los terrenos, y las extensas propiedades del ejército, que estaban en uso ante la inestabilidad de la zona y debían mantenerse como tal o incluso aumentarse si así se decidiera por razones militares. Años más tarde los descendientes de aquellos agricultores, que habían asumido como herencia el uso de los terrenos, intentaron regularizar la situación que había quedado enquistada. Sin embargo, las sucesivas iniciativas legislativas no aclararon la situación, hasta que en 1933 una ley republicana zanjó el tema de modo que la propiedad excedente del uso militar y agrícola quedaba como propia del ayuntamiento, entonces denominado Junta Municipal.52.
En 1927, año de la pacificación de Marruecos, una de las grandes constructoras españolas, la Empresa General de Construcciones, S.A.,53 buscando nuevas oportunidades de negocio y mercado, encargó a dos jóvenes arquitectos madrileños que contaban ya con un cierto renombre y bagaje profesional, Luis Blanco Soler54 (1896-1988) y Rafael Bergamín (1891-1970) ―ambos titulados por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en la promoción de 1918―, realizar un estudio in situ por las principales ciudades del Protectorado español para ver la posibilidad de expandir a Marruecos las actividades de la constructora.55 Esto supuso el inicio de una aventura profesional por el Protectorado español que daría como resultado obras como la iglesia de Nuestra Señora del Pilar en Larache, iniciada en 1927 y terminada en 1931.
Comenzaron su andadura norteafricana por la ciudad de Ceuta, donde la empresa sometió a consideración de la Junta Municipal una instancia firmada por los arquitectos en la que se comprometían a realizar los estudios necesarios para abordar los proyectos de extensión y reforma de la ciudad.56 Unos meses más tarde la empresa constructora presentaría una propuesta de similares características a la Junta Municipal de Melilla. Este tipo de ofrecimientos a las corporaciones municipales por parte de las constructoras para hacerse cargo de la expansión y obra pública de los municipios era entonces una táctica relativamente habitual. Así, sabemos también que en 1928 esta misma constructora había presentado sus servicios urbanizadores a la corporación municipal de Cuenca.57.
Esta singular iniciativa animó a la Junta Municipal de Ceuta a la puesta en marcha de la construcción de una ciudad-satélite de casas baratas para paliar la precariedad de la vivienda social en la ciudad, que fue considerada como una avanzadilla de una propuesta urbanística de mayor alcance y más ambiciosa. En junio de 1927 la Junta Municipal de Ceuta convocó un concurso para el desarrollo urbanístico de anteproyectos para la implantación de una barriada económica e higiénica de nueve hectáreas de terreno situadas en el lugar de Loma Larga, en la zona del Campo Exterior más alejada de la ciudad, en un terreno destinado en esos momentos a campo de instrucción militar. Esta iniciativa sería la primera parte de una gran barriada de «construcciones modestas» que se iría desarrollando en el área del Campo Exterior. Se pedía a los participantes un plano taquimétrico del área de intervención, la estructura viaria, la parcelación, un estudio de viabilidad de la barriada en relación con el casco de la población y un estudio de tráfico y estudio económico. Se especificaba también que las viviendas habían de ser seriadas, pero manteniendo el conjunto arquitectónico la «belleza del bienestar».58.
3.1. Septa
En febrero de 1928 la Junta Municipal de Ceuta concedió el premio adjudicado en el concurso de anteproyecto de urbanización de Loma Larga al trabajo presentado bajo el lema Septa, el antiguo nombre de Ceuta, firmado por los arquitectos Luis Blanco Soler59 y Rafael Bergamín.
Su propuesta constituye una primera aproximación global a la ciudad de Ceuta con criterios propios del urbanismo moderno. El punto de partida estaba en lo que los autores consideraban la esencia de la ciudad, que no era otra que su puerto como infraestructura de comunicación. El contacto del puerto con la zona terrestre se producía a través de la estación de ferrocarril, de tal modo que el trayecto marítimo Algeciras-Ceuta presentaba continuidad directa a través del ferrocarril que uniría Ceuta con la línea férrea Tánger-Fez, la principal infraestructura de comunicación terrestre de la zona. El punto neurálgico del sistema viario era la conexión de las terminales de mercancías y viajeros del puerto y la estación de ferrocarril con el resto de la ciudad.
Blanco Soler y Bergamín no abordaron la escala regional, que ya se había planteado en algunos planes de extensión de ciudades españolas, sin duda condicionados por el limitado ámbito del encargo. Sí propusieron la regularización del frente edificatorio marítimo de la ciudad hacia el norte y la conexión del casco urbano con el ensanche en el Campo Exterior, que era la zona donde se situaría la nueva extensión de la ciudad. El esquema urbano presentado se basaba en una moderna zonificación, mediante la utilización del zoning, conectada por una estructura viaria y férrea.
La nueva zona comercial se consideraba el verdadero motor de la actividad económica de la ciudad y se situaba en la entrada del Campo Exterior, en el denominada La implantación de la industria planteaba numerosos problemas si se situaba en continuidad con el casco urbano, debido al estrangulamiento que supondría para la comunicación del casco urbano con la futura extensión. Por esta razón, la zona industrial propuesta se organizó a partir de unas agrupaciones satélites dispuestas a lo largo de la carretera que partía de Ceuta hacia Tetuán, adaptándose a la complicada orografía del terreno y cuidando especialmente su conectividad con la terminal de mercancías del puerto y el ferrocarril.nado Llano de las Damas, próxima por tanto al puerto y a la estación de ferrocarril. Su localización condicionaba el nivel socioeconómico de la zonificación propuesta para las viviendas, que aumentaban de valor según su proximidad a la misma.
Por otra parte, la zona más alejada del casco urbano, la meseta de Jadú, con una clara posición dominante, era susceptible de acoger a la Ciudad Militar, destinada a albergar las distintas dependencias del ramo tanto a nivel residencial como administrativo. Su situación era una de las principales preocupaciones de los autores. Al ser la zona más alejada del casco urbano se presentaba como su localización más idónea. Por otra parte, la zona del monte Hacho, condicionada por la topografía y la belleza natural de su entorno, se mantenía como espacio libre protegido conectado con una vía de circunvalación y ocupado parcialmente por viviendas de lujo.
La implantación de la industria planteaba numerosos problemas si se situaba en continuidad con el casco urbano, debido al estrangulamiento que supondría para la comunicación del casco urbano con la futura extensión. Por esta razón, la zona industrial propuesta se organizó a partir de unas agrupaciones satélites dispuestas a lo largo de la carretera que partía de Ceuta hacia Tetuán, adaptándose a la complicada orografía del terreno y cuidando especialmente su conectividad con la terminal de mercancías del puerto y el ferrocarril.
El último aspecto considerado, indispensable en su propuesta de zonificación, era el sistema de parques, que actuaría como un nexo de unión y protección entre las distintas áreas o zonas identificadas. Para ello se proponía sacar provecho de aquellas zonas cuyos condicionantes higiénicos y/o económicos no permitieran la construcción de viviendas y de las zonas de orografía más pronunciada ante la dificultad que ofrecían para la construcción de viviendas, como ocurría en la zona de la Ribera del Puente.
El sistema viario articulaba toda la zonificación propuesta. Su punto de partida era el puerto y su estación marítima con las distintas terminales de mercancías y viajeros. Solucionar su conexión con el resto de la ciudad se convertía en el principal objetivo. Un gran paseo marítimo de 130 metros de anchura ganado al mar en la zona del puerto, desde el muelle de Alfonso XIII hasta el del carbón, facilitaría la comunicación del casco urbano y daría continuidad al frente urbano edificado. Una segunda vía paralela a la anterior conectaba el desarrollo del monte Hacho a través de un suntuoso paseo marítimo. La vía de circunvalación del casco urbano por el sur asumiría la mayor parte del tráfico y se prolongaría en la zona industrial situada en la carretera en dirección hacia Tetuán. Además, partiendo de la plaza situada delante de la estación de ferrocarril, se proponía una vía-parque de carácter monumental que conectaba con la zona militar de Jadú y enlazaba con Loma Larga, cerrando así el circuito urbano. La pendiente del terreno no permitía la construcción de viarios perpendiculares al frente marítimo, por lo que las nuevas vías se desarrollaban de forma longitudinal siguiendo las diferentes cotas de nivel. La conexión de la zona industrial con el puerto se desarrollaba también en base a viarios paralelos a la costa a un nivel de cota más bajo que la carretera de Tetuán.
El saneamiento era otra preocupación constante de las autoridades municipales de Ceuta en aquellos momentos, dado que la mayoría de la ciudad se servía de pozos negros para resolver el problema, por lo que no era de extrañar que en las bases de la convocatoria se incluyese específicamente la presentación de una propuesta respecto de este tema. Respecto de las pluviales Blanco Soler y Bergamín resolvieron la situación con una red abierta que vertía directamente al mar a través de los arroyos que atravesaban la zona, donde los arquitectos situaron algunos de los espacios libres que incluyeron en su propuesta, de tal forma que se no ocasionase molestias a la población. Respecto del sistema de aguas negras plantearon un esquema de canalizaciones que desembocaba en el mar, tras haber procedido a su depuración previa, mediante un emisario situado a gran distancia de la costa.
La instalación eléctrica con el sistema de alumbrado público se estructuraba a modo de anillo, del que salían los ramales secundarios. En cuanto al suministro de agua potable estaba previsto que proviniera directamente de la presa de Benzú, de la que partía la principal línea de distribución de la ciudad.
Para la financiación del proyecto, Blanco Soler y Bergamín proponían la cooperación de los distintos agentes implicados en el desarrollo urbanístico, tanto públicos como privados. La puesta en marcha de la iniciativa se producía bajo el liderazgo de un grupo bancario con intereses en la construcción, donde la financiación estuviera basada tanto en las ventas como en los alquileres propuestos para el parque residencial, teniendo en cuenta el nivel socioeconómico de la población receptora de la operación inmobiliaria.
3.1. La propuesta de la ciudad-satélite Loma Larga
De acuerdo a la naturaleza del concurso, la propuesta no pasó de ser un es- quema, desarrollándose a nivel de anteproyecto sólo la ciudad-satélite, que partía de la idea de dotar de autonomía al nuevo conjunto urbano. Su principal objetivo, consistente en la construcción de viviendas sociales, se presentaba como una idea que necesitaba para su puesta en marcha incluir distintas tipologías residenciales. Los porcentajes de distribución de usos quedaban establecidos en un 49% para el espacio edificable, un 22% para el viario, un 25% para los espacios libres y un 4% para plazas públicas. Con un cálculo estimado de una población de 1.840 habitantes, se fijaba una densidad bruta de 300 habitantes/hectárea y neta de 150. Curiosamente, si el plan se hubiera desarrollado, el número de habitantes estimado para la ciudad hubiera pasado a ser de 130.000 habitantes.
La ciudad-satélite Loma Larga limitaba al norte con la carretera de Benzú y era atravesada por la carretera que conectaba con la Ciudad Militar. En base a estos dos elementos viarios se estructuraba el nuevo conjunto urbano, que se completaba con las sendas peatonales, independientes del tráfico rodado. No obstante, en ocasiones era necesario su escalonamiento para solventar los problemas de pendiente del terreno.
Las imágenes de la ciudad-satélite que contiene la propuesta urbanística muestran una agrupación de viviendas unifamiliares rodeadas de vegetación, con una iglesia como referente urbano de la nueva zona, alrededor de la cual se desarrollaba un contundente bloque lineal de viviendas de tres alturas. También estaban definidos diferentes tipos de viviendas, atendiendo a cuatro zonas señaladas: la de las viviendas de tres alturas formando unidades, la de las viviendas de lujo dando al mar, la de las viviendas para la clase media y la zona de las viviendas más alejadas, que responden a los modelos más económicos. Todas ellas estaban dispuestas alrededor de una zona comercial a modo de plaza abierta. Se incluían además las dotaciones correspondientes a edificios públicos, como eran la escuela, el dispensario médico y la casa de baños. La arquitectura proponía tanto en los distintos tipos de viviendas como en los edificios públicos un lenguaje de reminiscencias coloniales que se manifestaba en la presencia de arcadas y porches. En la zona a cota más baja de la propuesta, que conectaba con la carretera de Benzú, se definían otros servicios como un mercado abierto para evitar el paso de la población marroquí a la zona residencial, al que se añadía una mezquita y un dispensario.
El utillaje técnico manejado era el mismo que en otras operaciones similares llevadas a cabo en España en esos mismos años: el uso de la zonificación como modo de definir las diferentes actividades del espacio urbano a partir de una estructura viaria y la práctica de la reforma interior mediante la rectificación de calles en el tejido urbano preexistente.
Las principales referencias utilizadas por los arquitectos españoles interesados en lo que se estaba realizando en materia de urbanismo en el norte de África eran de procedencia francesa, personalizadas en la figura del urbanista Henry Prost. Así lo ponen de manifiesto las reflexiones vertidas por Luis Blanco Soler60
60 Luis Blanco Soler, «Ciudades coloniales del Marruecos francés», Arquitectura, no 138, 1930, pp. 301-310.
y Teodoro Anasagasti en los artículos que publicaron en revistas como Arquitectura y La Construcción Moderna, y en las conferencias que impartieron el primero en la madrileña Residencia de Estudiantes, titulada «Ciudades coloniales del Marruecos francés», y el segundo en su grupo femenino de la Residencia de Señoritas, con el título de «Viviendas y familias del Norte de África».61.
61 «Conferencias», en La Construcción Moderna, 15 de mayo de 1935, p. 77.
A modo de ejemplo, en esta última conferencia se presentaron referencias de las ciudades de Tetuán, Xauen y Larache, pertenecientes al Protectorado español, y de las francesas de Fez, Rabat, Mequinez, Marrakech y Casablanca. Ceuta sólo fue referida como ejemplo de la diferencia del modo de vida urbano de la mujer respecto de Tetuán.
En unas coordenadas cercanas hay que mencionar el trabajo del arquitecto Alfonso Jimeno. Pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas celebró en 1936 una exposición en el madrileño Círculo de Bellas Artes en la que además de presentar los principales hechos culturales del norte de África, mostró fotografías de las ocupaciones del Atlas francés, con especial hincapié en las arquitecturas populares y coloniales de ciudades como Marrakech, Rabat, Fez, Xauen, Tánger y Tetuán.62.
62 «Sobre arquitectura moderna musulmana I y II», La Construcción Moderna, 1 y 15 de mayo de 1936, pp. 65-66 y pp. 73-74. Alfonso Jimeno, «Aspectos insospechados de la arquitectura musulmana I y II», en África, 1 de febrero de 1935, p. 12, 1 de mayo de 1935, p. 12, y 1 de agosto de 1935, pp. 10-11.
El coronel de ingenieros José García Benítez, presidente de la Junta Municipal de Ceuta desde enero de 1927. Archivo General de Ceuta.
Maniobras militares en Loma Larga. El terreno del Campo Exterior estaba caracterizado predominantemente por sus usos militares. Los restos de las murallas de Afrag o Ceuta la Vieja presiden el entorno.
Vista aérea de Ceuta. La Esfera, 23 de junio de 1928, pp. 46-47.
Detalle del plano de los nuevos límites de la plaza de Ceuta. El arroyo de Fez era el límite de
la ciudad en 1844. Se marca el terreno denominado Loma Larga, destinado a maniobras mi-
litares. Litografía Militar, Madrid, 1900. Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña.
Los arquitectos Luis Blanco Soler (izquierda) y Rafael Bergamín (derecha) en Hamburgo,1929.
Portada de la memoria del anteproyecto de urbanización de Loma Larga, Ceuta. Colección particular, Madrid.
Red de vías principales, esquemas del plan de extensión de Ceuta y su relación con Loma Larga, arquitectos Luis Blanco Soler y Rafael Bergamín. Colección particular, Madrid.
Distribución de zonas, esquemas del plan de extensión de Ceuta y su relación con Loma Larga, arquitectos Luis Blanco Soler y Rafael Bergamín. Colección particular, Madrid.
Plano de distribución de zonas de la ciudad-satélite de Loma Larga, arquitectos Luis Blanco Soler y Rafael Bergamín. Colección particular, Madrid.
Perspectiva y planta de detalle de la propuesta
Septa para Loma Larga. Archivo General de
Ceuta. Colección particular, Madrid.
Plano de la red viaria de la ciudad satélite de Loma-Larga. Colección particular, Madrid.
Tipos de viviendas y dotaciones definidas para el proyecto de ciudad-satélite de Loma Larga.
Colección particular, Madrid.
Tipos de viviendas y dotaciones definidas para el proyecto de ciudad-satélite de Loma Larga.
Colección particular, Madrid.
Artículo de Luis Blanco Soler, «Ciudades coloniales del Marruecos francés», Arquitectura,
no 138, 1930, pp. 301-310.

