Siglo XX
El establecimiento del Protectorado español en Marruecos marcó decisivamente la historia de Ceuta en el siglo XX. En la imagen, cartel de Larache, de Mariano Bertuchi Nieto. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Ceuta en el reinado de Alfonso XIII, 1900-1931.
Introducción
El 1 de marzo de 1899 eran recibidos en el muelle de Comercio los oficiales Rogelio Añino, Leopoldo Delgado Villalba, Juan Morejón y Andrés Escotto, ceutíes que regresaban de la Guerra de Cuba. No era un acontecimiento intrascendente, simbolizaba los nuevos tiempos que la ciudad va a vivir. La pérdida colonial provoca un giro en la política internacional de España. Los gobiernos del siglo XX volverán la vista al Mediterráneo, recordando que poseen dos plataformas de penetración en el norte de Marruecos: Ceuta y Melilla. Ambas ciudades vegetaban en su fortaleza, resistiendo los envites de las tropas del sultán y las cabilas vecinas. Sólo durante la Guerra de Marruecos de 1859 a 1860 había saltado Ceuta al primer plano de la vida nacional.
Desde el último tercio del siglo XIX el africanismo había calado entre la burguesía de Ceuta, convencidos de que la única oportunidad de desarrollo de la ciudad era la penetración pacífica en el vecino imperio, uniendo en un objetivo común a las clases dominantes. Los grupos enfrentados no dudarán en aliarse en torno a la defensa de los intereses africanistas, concebidos como panacea para el progreso de Ceuta.
Ceuta participa en la primera fila del movimiento, con presencia desde 1892 en los actos y congresos africanistas, a los que acuden instituciones como el Ayuntamiento, el Centro Comercial Hispano-Marroquí, la sociedad La Peña y la Liga Africanista. Defienden la preparación de Ceuta y Melilla para convertirlas en plataformas logísticas de penetración, así como elementos de atracción cultural y comercial para Marruecos. Dejar atrás la ciudad fortaleza y presidio para convertirla en una urbe burguesa, lo que se concretaba en: construcción de un puerto comercial y liberalización del tráfico en su bahía; exención fiscal; comunicaciones libres entre Ceuta y Tetuán; traída de aguas; construcción de infraestructuras; establecimiento de vínculos especiales con el entorno marroquí; vigencia plena de la Constitución de 1876, suavizando el carácter de plaza militar y restando poderes excepcionales a los comandantes generales; jurisdicción civil, régimen aduanero más favorable, extendiendo la instrucción pública y la reforma de la Ley de Zonas Polémicas, que daba gran capacidad de intervención a los militares en el desarrollo urbano;egitimación de la propiedad del Campo Exterior, y cesiones al Ayuntamiento para el ensanche y la definitiva erradicación del penal. La obra de Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros Perlas negras (1903) es el más claro exponente del africanismo local.
Una reivindicación central será el engrandecimiento de los límites fronterizos establecidos después de la Paz de Wad Ras. Después del Desastre del 98, la población teme un ataque, por lo que demanda el establecimiento de una línea fronteriza que al menos debía comprender los altos de Sierra Bullones. Esta ampliación del territorio mejoraría las condiciones de defensa ante un posible ataque militar y, al mismo tiempo, mejoraría la seguridad ante las incursiones de las partidas de bandidos como la del Valiente o el Vinagre.
La gestión y el desarrollo de este programa político será el nervio central de la historia local hasta 1956, y su abandono definitivo, tras la independencia de Marruecos, hará surgir una nueva fase en la historia de la ciudad.
“Tras el Desastre del 98, la población de Ceuta teme un ataque desde el Campo Exterior, por lo que demanda el establecimiento de una línea fronteriza que al menos debía comprender los altos de Sierra Bullones”
Fuerte de Isabel II. La línea de fuertes delimitará la nueva línea fronteriza fijada en el Tratado de Wad-Ras. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Oficial indígena de la compañía de Tiradores del Rif de la Milicia Voluntaria de Ceuta (1914). Ilustración: José Montes Ramos.
La evolución demográfica.
Al comenzar el siglo, Ceuta tiene 13.269 habitantes. Su población se caracteriza por: una gran desproporción entre hombres y mujeres, debido a la fuerte presencia militar y penal, que supone más del 43%; una población muy joven, el 78,8% son menores de 40 años, y una densidad muy alta, 698 habitantes por km2, concentrándose la población en el recinto histórico con 3.648 habitantes frente a los de 33,3 por km2 en el Campo Exterior. Esta situación se mantiene estable durante los primeros años, como se desprende de la obra de Celestino García Fernández, y sólo comenzará a cambiar tras la celebración de la Conferencia de Algeciras de 1906.
Existen dos minorías étnicas: la hebrea, que juega un activo papel en la vida económica, ronda los 175 habitantes, en su mayoría llegados a partir de 1850 desde Tetuán, Tánger y Gibraltar, y los musulmanes marroquíes, encuadrados en las unidades de Tiradores del Rif o dedicados al comercio ambulante y las actividades artesanales, alcanzan las 250 personas.
En cuanto al estado de instrucción pública, en 1900, más del 42% de la población mayor de diez años no sabe ni leer ni escribir. No obstante, Ceuta se encuentra por debajo de la media nacional situada en un 59%.
Tras la Conferencia de Algeciras, esta estructura demográfica se modifica con gran rapidez, produciéndose un crecimiento acelerado, debido al impulso de las obras públicas y al aumento de la guarnición. En 1910, la población ha alcanzado los 23.907 habitantes, incrementándose en 9.914 desde 1905, a un ritmo anual del 14,9%. A partir de 1913 la ocupación efectiva del Protectorado acelera el proceso con la llegada de nuevas unidades militares, la construcción del ferrocarril y de edificaciones castrenses, así como con la llegada masiva de mano de obra peninsular. En 1920 son ya 35.219 habitantes con un ritmo de crecimiento medio anual del 4,7%. En apenas quince años la ciudad ha multiplicado su población por 2,5. Entre 1900 y 1920, el saldo del crecimiento vegetativo sólo asciende a 1.961 personas, mientras que los llegados del exterior suman 19.989, es decir, un 91% del total. Incluso esa inmigración debió ser mayor, pues en 1912 más de 1.500 presidiarios y sus familias abandonan la ciudad tras el cierre del penal, pérdida que será rápidamente absorbida.
El censo de 1930 registra 50.614 habitantes, con una media anual de crecimiento del 4,3%. El crecimiento debió ser mayor en el primer quinquenio, pues en 1928 el padrón arrojaba 52.207 habitantes, produciéndose una pérdida motivada por la crisis económica que siguió al fin de las operaciones militares en 1927, que se agravó al enlazar con el Crack de 1929, marchándose algunas de las familias jornaleras. Ese crecimiento continúa debiéndose fundamentalmente al movimiento inmigratorio, pero ahora con mayor aportación del vegetativo, que suma un saldo favorable de 3.153 personas en el decenio, apoyado en una mayor natalidad que dobla los nacimientos de la anterior etapa.
El motor del crecimiento es la inmigración, compuesta de militares y jornaleros sin cualificar que proceden, sobre todo, de Andalucía, especialmente de Cádiz y Málaga. Esta avalancha inmigratoria va a transformar la estructura demográfica, provocando una gran desproporción entre hombres y mujeres, que se incrementa entre 1900 y 1910, alcanzando la ratio su máxima expresión: 278 hombres por cada 100 mujeres. Sólo al final del periodo se produce un salto del elemento femenino, que dobla su número, debido al proceso de reagrupación familiar y al incremento de la natalidad que hace crecer el escalón femenino entre cero y diez años, por encima del doble de 1920 (4.709 por 2.275). A pesar de ello, la ciudad mantiene una alta ratio de 169,8 hombres por cada 100 mujeres en 1930. Otra característica es la fuerte presencia militar y penal (hasta 1912, cuando salen los últimos 400 reclusos), que sólo comienza a remitir a partir de 1927. Será una población muy joven y con un bajo porcentaje de casamientos, como es lógico por su origen militar y de mano de obra de inmigración. Desde 1910 se mantiene el peso de la población menor de 40 años, descendiendo el porcentaje de población masculina entre 21 y 25 años, al ritmo que se incrementa la población civil femenina, que presenta una distribución de edades más equilibrada. Entre 1900 y 1920 se produce un descenso del porcentaje de población casada, aumentando el número de casados al final del periodo por el incremento de la población civil y la reagrupación familiar, con excepción del registro de 1920 producido por el repunte bélico en Marruecos, que haría que muchos hombres se movilizaran a los frentes, dejando a sus familias en Ceuta. Estas características determinaron una baja natalidad, situándose en una media de 8,18 puntos por debajo de la nacional (un 23,17 por mil frente a un 31,35 por mil). También la tasa de nupcialidad fue más baja, en una media del 4,87 por mil frente al 7,92. Al llegar 1930, las diferencias se acortaron, alcanzando la tasa de natalidad ceutí el 27,2 por mil frente al 29,03, y la tasa de nupcialidad el 5,61 por mil frente al 7,64 nacional. El proceso de consolidación de una población civil más estable redujo las diferencias.
Una más baja mortalidad que la nacional equilibró la débil natalidad; una tasa media durante el periodo del 16,19 por mil frente al 23,23 por mil nacional, lo que está relacionado con el alto índice de población joven y con la movilidad militar. Ello permitió un cierto crecimiento vegetativo. Pero la mortalidad ceutí descendió a menor ritmo, pasando del 16,7 por mil de 1900 al 15,19 por mil de 1930, frente a un descenso nacional del 28,9 por mil al 17,33 por mil, debido a la llegada masiva de población inmigrante, que tuvo que sobrevivir en barriadas barraquistas en pésima condiciones higiénicas, con alimentación deficitaria y con un débil aparato sanitario. Como sucedió con el resto de variables, la mortalidad tendió a un mayor acercamiento a la media nacional a medida que avanza el periodo. 1930 marcó la mayor diferencia entre tasa de natalidad y mortalidad con un saldo favorable de 12,01 puntos, incluso ligeramente superior a la diferencia nacional, que fue de 11,7, permitiendo mayor crecimiento vegetativo.
El crecimiento provocó un alza continuada de la densidad de población, que se situó en los 2.663 habitantes por km2 en 1930, con la consiguiente presión sobre el desarrollo urbano, cuya distribución fue desigual entre la vieja ciudad y el Campo Exterior, concentrándose en aquélla la mayor parte de la población.
Aunque la población del Campo Exterior creció a un ritmo mayor que la de la ciudad entre 1900 y 1930 (mientras que ésta se multiplica por 2,9, aquélla lo hace por 28), no lo hizo en proporción al espacio que representaba (79%). Consiguió agrupar sólo al 27,5% de la población, debido a la falta de legitimación de la propiedad de los terrenos ganados en la Paz de Wad Ras y a la negativa del ejército a renunciar a su control, que obligó a una costosa reforma interior del viejo casco urbano en lugar de proceder a la más racional construcción de un moderno ensanche.
En relación a las minorías étnicas, la población hebrea crece moderadamente, alcanzando las 260 personas en 1930, con un incremento del 48,5% desde 1900, a una media anual del 1,61%, ocupando, cada vez más, una posición de privilegio en la vida económica. La minoría musulmana crece más aceleradamente, llegando en 1930 a las 2.500 personas, debido a la inmigración ligada, fundamentalmente, al aumento de las unidades indígenas como consecuencia del establecimiento del Protectorado, aunque comienza a crecer desde 1920 la dedicada al artesanado, pequeño comercio y oficios no cualificados. Desde mediados de la primera década del siglo comienza a asentarse una pequeña comunidad hindú, procedente de Gibraltar, a donde llegan desde Hiderabah Sind, en el actual Pakistán, alcanzando la decena de personas en 1930, dedicadas al comercio de bazar.
En lo que respecta al estado de instrucción, 19.405 habitantes son analfabetos en 1930, un 38,3% de la población. El grupo con mayor tasa de analfabetismo son las mujeres, con un 50,7% (9.510), mientras que los hombres presentan una tasa del 31%. Ceuta se coloca, por primera vez en el siglo, por encima de la media nacional, que es de 31,9%. Los hombres están 6 puntos por encima de la media (24,1%), mientras que las mujeres lo hacen en 11,5 puntos (39,2%). Mientras que en el conjunto nacional las tasas se reducen desde 1900 en 26,9 puntos para los hombres y 28,8 para las mujeres, en Ceuta sólo lo hacen en 10,5 puntos para los hombres, y se incrementan en 5,8 para las mujeres. La incapacidad de establecer un sistema educativo acorde con las necesidades, así como la llegada masiva de inmigrantes, determinan esta situación, a pesar de que a finales de los años veinte la dictadura hará un esfuerzo por incrementar el número de escuelas, lo que permitirá mejorar en 6 puntos la tasa de escolarización. En el caso de las mujeres, agrava la situación el incremento de población de origen magrebí y la mayor insuficiencia del aparato escolar femenino.
Visita de Alfonso XIII en 1904.Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
“Al inicio de la década de los años treinta, cerca de un 40% de la población ceutí es analfabeta, muy por encima de la media nacional establecida en el 31,9%”
La población activa.
La población activa está formada en 1905 por 8.264 personas, en su mayoría militares (51,4%) y presos (22,7%). Los civiles sólo representan el 25,8%. La estructura laboral de la población civil está formada por trabajadores cualificados y sin cualificar (36,8%), marineros y pescadores (14,23%), empleados, dependientes, escribientes y funcionarios (8,8%), pequeños artesanos y comerciantes (5,61%), hortelanos (4,49%), y servicio doméstico (4,96%). Los profesionales liberales (1,45%), comerciantes (7,3%), industriales (1%), propietarios (2,7%) y banqueros (0,18%) suponían el 12,5%. Los pensionistas y jubilados (3,18%), religiosos (0,74%) y estudiantes (8,3%) eran el 12,2%.
Las mujeres que trabajaban eran 360, el 16,8% de la fuerza laboral de la población civil y un 8,6% de todas las mujeres. Las principales profesiones eran las de costurera (65,8%) y lavandera y planchadora (29,4%), todas ellas ligadas al servicio doméstico.
La presencia de profesiones liberales era muy débil, médicos (8), abogados (4) y periodistas (4). La función pública no superaba las 150 personas, 50 empleados municipales, el resto estatales, como los funcionarios de prisiones, empleados de correos y telégrafos (4), maestros de primera enseñanza (8), de hacienda, del cuerpo de vigilancia gubernativa y empleados del ramo de guerra.
Entre las clases populares, las profesiones más corrientes son las ligadas a la prestación de servicios de primera necesidad como la alimentación, la vivienda, el vestir y los transportes: jornaleros (241), marineros (180), pescadores (124) y labradores (106).
El reparto por sectores laborales de la población civil concentraba a la mayor parte de los activos en los servicios, principalmente el comercio, el transporte y el empleo público (51,4%), seguido del sector secundario, integrado por la construcción, la pequeña industria y el artesanado (38,2%), y el primario, integrado por la pesca y la agricultura (10,2%).
Transporte militar arribando a la bahía de Ceuta. La llegada masiva de tropas desde 1906,para la intervención en Marruecos, cambió la fisonomía de la ciudad. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La población penal prestaba servicios en las obras públicas, los talleres y la colonia agrícola del penal, las brigadas municipales y los servicios públicos. Desde la transformación en colonia penitenciaria, en 1889, podían los presos de tercer y cuarto periodo trabajar libremente en la ciudad en distintos oficios, significando una mano de obra barata y abundante.
La penetración en Marruecos influyó en los cambios que sufre la población activa. Al llegar 1930 asciende a 26.100 personas, el 51,56% de la población, descendiendo en 8 puntos respecto a 1905 como consecuencia del incremento de población inactiva paralelo al de población civil. El 61,42% son militares, que han ganado 10 puntos con respecto a 1905, aunque han retrocedido con respecto a 1920, momento en el que llegaron a suponer el 75% por la crisis bélica. La población activa civil se ha incrementado hasta las 10.068 personas, pasando del 25,5% al 38,5%, un 33,9% de la población civil descontada la escolar, 5,9 puntos más que a comienzos de siglo.
Muelle de Comercio atestado de mercancías a principios de siglo. La penetración en Marruecos exigía la construcción de un nuevo puerto. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La inmigración ha impulsado un proceso de proletarización creciente de la ciudad, comenzado en la segunda década. Los jornaleros no cualificados y los trabajadores cualificados representan el 61,9% de la población activa, 6.238 personas, de las cuales 5.155 no cualificados, que suman el 51% de toda la población activa civil. También ganan peso los empleados, escribientes, dependientes y funcionarios, con un total de 1.034 individuos, un 10,27%, así como las profesiones liberales, que alcanzan el 4,6% (471).
El proceso de proletarización ha hecho perder peso a industriales, comerciantes, propietarios y banqueros (3, 0,02), que en 1930 representan el 5,6%, mientras que en 1905 suponían el 11% y en 1920 el 12,6%. El servicio doméstico, 512 personas, en su mayoría mujeres, mantiene un peso en torno al 5%. Los demás sectores pierden con respecto a 1905 y 1920. Así, los pescadores y marineros, con un 5,2%; las profesiones agrarias, el 1,92%; los pequeños artesanos y comerciantes, el 3,08%; los pensionistas, un 1,83%, y por fin, los dedicados al culto con 30 integrantes, un 0,29%.
Las profesiones liberales se incrementan con respecto a 1905 y 1920, siendo las más numerosas las sanitarias (74), las de la enseñanza (52), las de la arquitectura e ingeniería (40) y las judiciales (22). La función pública supera los 400 individuos, con cerca de 250 empleados municipales; crece la fuerza pública y los cuerpos de vigilancia hasta los 64 integrantes, el cuerpo de correos y telégrafos con 31 efectivos y la enseñanza pública
supera los 40 profesionales. La Administración conoce sus mayores cambios desde mediados de la década de 1910, apareciendo nuevos funcionarios de Aduanas, del Registro del Puerto y judiciales, al dotarse la ciudad en 1917 de jurisdicción civil y tribunal industrial.
Entre la clase trabajadora se sitúa como principal profesión la de jornalero (5.155), seguida a mucha distancia por la de pescador (282), marinero (244), albañil (188), carpintero (161), mecánico (141), panadero (141), chófer (133) y camarero (110).
En el reparto por sectores laborales pierde peso progresivamente el primario, que ahora da ocupación a un 4,8% de la población activa, y se sitúa en primer lugar el sector servicios, con un 56,4%. El sector secundario ocupa al 38,8%, siendo sus principales sectores la construcción (22%), los tejidos (20%), la alimentación (16%), la pequeña metalurgia (13%), la madera (12%), el cuero y la piel (9%), las artes gráficas (5%) y la electricidad (2%).
La población activa femenina se sitúa en torno a las mil mujeres, el 9,9% del total, implantada en sectores como el servicio doméstico (49,4%), el textil (23,9%), la industria de la alimentación, sobre todo conservas de pescado (14,5%), y el comercio (5%). Poco a poco crece su número en las profesiones liberales, en total 46, 10 trabajan en sanidad y 23 en enseñanza. Muy pocas, salvo matronas y maestras, trabajan en la Administración. Sólo un 5% del total de mujeres son activas, habiéndose reducido el porcentaje con respecto a 1905, aunque su número se ha triplicado.
“La población activa femenina supone únicamente el 10% del total de los trabajadores”
La evolución económica y social.
La segunda fase de la Restauración, 1900-1923.
En 1900, las principales actividades son el comercio, la pesca, la construcción, las actividades artesanales y las pequeñas industrias que satisfacen necesidades primarias. El sector primario está integrado por pequeñas explotaciones agrícolas del Campo Exterior y monte Hacho y por la pesca, que apenas da empleo a un 4% de los activos. Sus principales producciones son trigo, remolacha, hortalizas y algunas frutas. El resto de alimentos proceden de Marruecos, la Península o el extranjero. Más importante es la actividad pesquera, que da ocupación a más del 14% de los activos, incluidas las fábricas de conservas y salazón que trabajan de mayo a septiembre (la más significada es la de Ramón Romeu, cuyas capturas proceden de la almadraba del Príncipe, al igual que la de Aguas de Ceuta, concesión de la familia Mesa). El mercado italiano y el de la costa mediterránea española son los principales destinos de las exportaciones.
Existe desde 1892 una empresa de alumbrado eléctrico controlada en 1900 por la sociedad Cerni, García, Rivero y Cía. En 1906 su control pasará a una sociedad anónima regentada por Manuel Delgado y Juan Acevedo. El tejido industrial se complementa con varias fábricas de productos alimenticios: harinas, fideos y molinos de Juan Acevedo; hielo, cervezas y gaseosas de José Trujillo y Salomón Hachuel; pequeñas fabricas de aguardiente y destilerías; una de mosaicos y otra de muebles de los Delgado, y pequeños talleres corcho-taponeros, madereros, cerámicos, artesanales, textiles y metalúrgicos, pequeñas industrias que compiten con los talleres del penal.
Músicos de la banda de la Legión (1927). Ilustración: José Montes Ramos.
En el sector servicios la principal actividad era el comercio, orientado al consumo local, al abastecimiento militar y penal y una parte al intercambio con las vecinas poblaciones marroquíes. Este último realizado por los llamados “traficantes”, una actividad de riesgo por la inseguridad de las comunicaciones, pero rentable, generando importante beneficios. Un ejemplo de enriquecimiento en esta actividad es el de Demetrio Casares. El sector más importante era el de la alimentación, base de la mayoría de las fortunas de Ceuta que luego se fueron diversificando. Entre los mayoristas del sector destacan los hermanos Raggio, Blond,Domingo Mesa, Salomón Hachuel, José Trujillo, Juan Acevedo, Ruiz Medina y Juan Traverso. Junto a este sector se sitúan el de la construcción y el textil; otras actividades como las del transporte marítimo (armadores y consignatarios), con las familias Blond, Más, De las Heras y Coriat como principales empresarias, y las de seguros, banca y actividad inmobiliaria. En estas últimas destaca la presencia de la pequeña colonia hebrea: los Benasayag, Bentata, Coriat, Bendaham, Benarroch, Cohen, Levy, Benoliel, Barchilón, Alfón, Benhamú, Medina o Roffe. Otros empresarios ceutíes de la época serán Francisco Romero Mendoza, Ramón Weil o la familia Ibáñez, entre otros.
La actividad económica se verá multiplicada a partir de 1906 por la intervención gubernativa, tras la Conferencia de Algeciras, para preparar la penetración en Marruecos. La puesta en marcha de las obras del puerto supondrá la llegada a Ceuta de la familia Arango, concesionaria de las mismas, que se convierte en la mayor fuente de empleo de la ciudad. José Arango se instala aquí emprendiendo varios negocios en sectores como la edificación, la construcción naval, las comunicaciones y la pesca. También la vieja oligarquía local se beneficia de las contratas del Estado y del ejército para suministros y obras. Comienza a funcionar en 1910 la empresa de abastecimiento de agua, cuya sede social estará en Bilbao, impulsada por el ingeniero Medinabeytia y gerenciada por Pichot y la familia Delgado. Fruto de esta actividad fue la aparición de órganos de representación empresarial como la Cámara de Comercio o el Centro Comercial Hispano-Marroquí, fundados en 1906.
La ocupación efectiva del Protectorado aceleró la actividad económica, impulsando diferentes proyectos como la construcción del ferrocarril desde 1914 por la Compañía Española de Colonización y José Escriña (instalándose empresarios del transporte y la construcción como Miquel y Romaní); los depósitos de comercio y carbones del puerto de Trinidad Rius (concesión del Ministerio de la Guerra en 1913), más tarde convertidos en Compañía Española de Fomento en África; los depósitos de suministro a buques de carbón y mazut de Enrique Ibarrola Abaña en 1920, o la concesión telefónica a Baldomero Blond en 1913. Otros empresarios que se instalan en esos años serán Constantino Cosío, los hermanos Baeza o la familia Borras.
La única estadística continua para todo el siglo que nos puede permitir hacer una estimación indirecta y parcial de la evolución de la economía local es la de los ingresos por el arbitrio de consumos, que se quintuplica entre 1900 y 1923, con un bache entre 1918 y 1919 como consecuencia de la Primera Guerra Mundial.
Vista general de la ciudad a principios de siglo con sierra Bullones al fondo. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La evolución del movimiento de mercancías en el puerto de Ceuta se puede establecer desde 1906. Las 10.895 toneladas movidas en 1906 se multiplican por 12 en 1923 con 137.592, produciéndose los más importantes incrementos entre 1910 y 1911, 1913 y el bienio de 1920 a 1922. Entre 1906 y 1923 se mueven 1.017.243 toneladas, principalmente importaciones (91,7%). El puerto será un punto de entrada de mercancías a la zona, pero nunca conseguirá una posición semejante como exportador, lo que demuestra la debilidad de su hiterland y las trabas fiscales que lo lastran.
La inversión del Estado en la construcción del puerto representó un estímulo importante para el desarrollo de la economía local. Se invirtieron entre 1910 y 1923 más de 28 millones de pesetas, cifra que duplicaba los presupuestos municipales en ese mismo periodo, que no llegaron a alcanzar los 14 millones.
Si a la inversión del puerto sumamos los más de 9 millones de pesetas de la construcción del ferrocarril Ceuta-Tetuán, las inversiones en obras complementarias de infraestructura militar y las cuantiosas remesas para hacer frente a los salarios del ejército y los funcionarios, tendremos una idea del vital impulso que supuso para Ceuta la penetración en Marruecos.
Otro aspecto importante es la incidencia en la economía de los presupuestos municipales. El Ayuntamiento se encargaba de prestar los servicios básicos. En 1900 el presupuesto alcanzaba las 234.759 pesetas, que provenían en primer lugar de los arbitrios por consumos, que aportaban el 85,1% de los ingresos, que venían a satisfacer las necesidades de mantenimiento de la policía, servicios sanitarios, cementerio, socorros, etc. Era un presupuesto equilibrado a las necesidades de una pequeña ciudad, con el que se llegaba a duras penas al final de las anualidades, no sin apuros, déficit y traslado de deudas a otros ejercicios, y que se gestionaba con desorden y anarquía debido a la falta de profesionalidad de los empleados municipales.
Los ingresos se multiplicaron por cinco entre 1900 y 1923, en correspondencia con el crecimiento poblacional. Aunque no fue igual para todo el periodo: durante los primeros años, entre 1900 y 1909, creció apenas una media de 3,93%. Entre 1910 y 1923 se extiende un periodo de expansión a una media del 17,7%, casi cinco veces el ritmo anterior. El gran salto se produce en 1910 con un incremento sobre el de 1909 del 103%, superando por primera vez las 500.000 pesetas. El millón se sobrepasa en 1916.
El predominio de la imposición indirecta hacía especialmente injusta y nada progresiva la financiación municipal, que recaía fundamentalmente sobre los consumidores de productos de primera necesidad y las clases populares, contribuyendo al alto precio de las subsistencias y al empeoramiento de las condiciones de vida. Sólo entre 1920 y 1923 se comenzarán a gravar otros productos y actividades de forma transitoria para hacer frente a los presupuestos extraordinarios, establecidos durante la alcaldía de Isidoro Martínez Durán y destinados a obras de infraestructura que no llegaron a representar ni el 20% de los arbitrios. Las ventas de suelo público ligadas al ensanche y la reforma interior del viejo casco urbano (395.644 pesetas durante los 23 años) se prestaron a corruptelas especulativas, como la venta en 1908 por la alcaldía de Julián de las Heras a su hermano Zoilo de un solar de 278 m2 a 1,50 pesetas el metro cuadrado, que éste revendió a los pocos días a 20 pesetas.
Reunión en la Cámara de Comercio para declarar el cierre patronal de 1921. Entre los asistentes, Arango, Trujillo, Acevedo, Delgado Villalba, Ruiz Medina, Álvarez y otros. La vieja clase política de la Restauración y la Cámara de Comercio se opondrán a las moderadas reformas de Martínez Durán. Colección Francisco Olivencia Ruiz.
“El rápido aumento poblacional hacía necesario un incremento del presupuesto municipal, pero la oligarquía local se aferraba a sus privilegios fiscales
rechazando cualquier reforma”
Las partidas de obras y nuevas construcciones representan el mayor porcentaje del gasto: el ensanche interior, el plan de reforma interior, la urbanización de la Berria, la intervención en el Campo Exterior, las construcciones escolares o la lentísima construcción del nuevo consistorio (1910-1926), aunque avanzarán con lentitud por la resistencia de la Corporación a la utilización del endeudamiento para financiarlas.
El segundo núcleo de gastos lo supuso la policía urbana y rural, que mantuvo su peso durante el periodo, mientras que las demás partidas fueron perdiéndolo. Quizá la más llamativa sea la de instrucción pública, que sufre una pérdida de dos puntos a partir de 1902, debido a la asunción del pago de los maestros nacionales por el ministerio del ramo, manteniéndose en un raquítico 4% a pesar de los graves problemas de escolarización y analfabetismo. También disminuye la de beneficencia justo cuando la inmigración masiva generó mayores problemas. Era corriente la utilización a lo largo del año de transferencias de crédito para cubrir déficit de determinadas partidas, modificando la asignación inicial. Lo habitual era detraer de partidas de inversión para financiar gastos corrientes.
El rápido aumento poblacional hacía necesario un incremento del presupuesto, pero la oligarquía local se aferraba a sus privilegios fiscales rechazando cualquier reforma. Exenta del pago de todo tipo de contribución directa, la burguesía ceutí podría haber contribuido de forma más importante a subvenir los gastos municipales, impulsando la construcción de una ciudad más equilibrada en lo social, de la que habrían extraído cuantiosos beneficios durante la expansión económica. Pero se sublevaron contra las moderadísimas reformas hacendísticas que intentó poner en marcha la alcaldía reformista de Martínez Durán entre 1920 y 1923, utilizando el presupuesto municipal como un mecanismo al servicio de sus intereses privados y clientelares, y como herramienta de control social y político.
El Estado invertía unos 4 millones de pesetas anuales en el mantenimiento de su estructura en la ciudad en 1906, sin contar las inversiones que se destinaban al pago de nóminas y al gasto corriente. A partir de 1906 se iría incrementando como consecuencia del fuerte aumento de la guarnición.
La creciente inmigración trajo a Ceuta a miles de jornaleros del campo andaluz con escasa cualificación, que fueron proletarizando la ciudad y que tuvieron que vender su fuerza de trabajo por salarios muy bajos, en condiciones duras y miserables, generadas por el capitalismo de contrata que caracterizaba a la ciudad, basado más en la obtención de beneficios procedentes del recorte de los costes que en la productividad. Eguilaz nos ha dejado testimonio de las mezquinas condiciones laborales en las obras del puerto en 1911. A ello se sumaba la falta de viviendas, que multiplicó su precio, extendiendo el barraquismo, que junto con la insuficiencia de servicios públicos básicos, muy especialmente la higiene y la sanidad, provocaron que la ciudad fuera presa fácil de epidemias, siendo muy débiles los servicios y la protección social y la carestía de las subsistencias gravadas por el arbitrio sobre los productos básicos.
Todos estos problemas, multiplicados por la crisis de la Primera Guerra Mundial, impulsaron la toma de conciencia de la clase obrera entre 1917 y 1921, apareciendo las primeras organizaciones: el Centro Obrero Ceutí, la Asociación de Dependientes de Comercio, la sociedad de albañiles El Módulo, las sociedades de cargadores y descargadores como La Aurora y La Naval, La Alianza Africana del Progreso de los trabajadores de hostelería o el sindicato ferroviario. De ellas saldrían los primeros vocales de los tribunales industriales, establecidos en 1919, o las primeras voces políticas que los representaron, como el concejal Juan Bautista Otero, y que se enfrentarán a la crisis reivindicando mejoras, algunas de ellas muy tímidamente ensayadas por la alcaldía reformista de Martínez Durán, y que plantearán los primeros conflictos colectivos a partir de 1916 y la primera huelga portuaria en marzo de 1919.
En el terreno social, la Ceuta de 1900, cuya cúspide la ocupaban los militares de alta graduación y una reducida burguesía comercial, servida por una débil clase media y la población penal, se fue convirtiendo en una ciudad burguesa y proletarizada, con una débil presencia de las clases neutras y las profesiones liberales, incrementado las diferencias de clase entre una burguesía enriquecida, una oficialidad y unas clases medias amenazadas por la carestía de las subsistencias y la vivienda, especialmente en la crisis de la Primera Guerra Mundial, y una clase trabajadora depauperada. La Ceuta pacífica e idílica cantada por Lería y Martín de la Escalera escondía en su seno las contradicciones sociales que años más tarde la llevarían a un duro enfrentamiento de clases. La ciudad burguesa se construía sobre la miseria, el dolor y la exclusión social de muchos.
“Entre 1917 y 1921 aparecieron en Ceuta las primeras organizaciones proletarias, produciéndose la primera huelga portuaria en 1919”
La dictadura de Primo de Rivera, 1923-1931.
Superada la crisis de la Primera Guerra Mundial, la economía local entra en una etapa de expansión. La burguesía afianza sus posiciones volcándose en la inversión privada, la edificación y los gastos suntuarios. Las principales producciones industriales son las conservas y los salazones de pescado y la fabricación de muebles, así como los productos de alimentación (fideos, harinas, chocolates y bebidas gaseosas), hielo, mosaicos, aparatos hidráulicos, espejos y cristalería, cerámica, herramientas de aserrar madera y pequeñas fundiciones metálicas.
El comercio continúa siendo la principal actividad. El censo de empresas establecidas crece, en 1928 están inscritas en la Cámara de Comercio 520 (389 comerciales, 129 industriales y 2 de navegación). La contribución industrial, que comienza a abonarse en 1927, aumenta en un 15,7% entre ese año y 1929, descendiendo en 1930 y 1931 como consecuencia de la crisis económica de 1929. También se produce una importante expansión de los empresarios locales en la zona de Protectorado con notables inversiones.
El arbitrio se multiplica por 2,5 entre 1923 y 1929, siendo frenado por la crisis de 1929, produciéndose en 1930 una caída en torno al 10,1%. El tráfico de mercancías se duplica entre 1923 y 1928, alcanzando su cénit con 285.099 toneladas movidas, el 94% importaciones, comenzando un descenso a partir de 1929 que no superará hasta 1933. Se movieron 1.657.885 toneladas de mercancías, correspondiendo la mayor parte a la importación (94,1%), siendo débil la exportación (96.713 toneladas.), lo que demuestra la escasa vitalidad del hinterland marroquí.
La casa Delgado, una muestra del nuevo urbanismo burgués de principios de siglo. Fotografía: José Juan Gutiérrez Álvarez.
En correspondencia, el ferrocarril Ceuta-Tetuán vive los mejores años en su explotación con balances positivos, unos beneficios brutos de 4.023.300 pesetas entre 1923 y 1930, con un máximo en 1924 de 808.900. Entre 1927 y 1929 circularán por la línea 174.087 toneladas de mercancías y material, alcanzando su máximo en 1929 con 69.651. El mayor tráfico se realiza desde Ceuta a Tetuán, un 80%, lo que confirma la función importadora del puerto. Desde 1927 y 1929 transportó más de un millón de pasajeros, cayendo tras la apertura de la nueva carretera Ceuta-Tetuán en 1927 y la implantación de servicios de autobuses (La Valenciana y La Castellana), que en 1929 transportaron a las vecinas ciudades del Protectorado a 151.324 viajeros.
El puerto comienza en estos años un incipiente despegue del tráfico de pasajeros, moviendo entre Algeciras y Ceuta una media de más de 57.000 anuales. El año de máximo tráfico será 1930 con 75.975 pasajeros, acaparando el 79,5% del que parte de Algeciras. Empieza a convertirse en una importante estación de servicios para los buques en tránsito por el Estrecho. En 1930 suministra 80.462 toneladas de avituallamientos (39.463 de carbón, 20.069 de combustible y 20.930 de agua).
Las principales compañías serán Ybarrola S. A., instalada en 1920, y la Compañía General de Carbones, en 1923. Entre 1923 y 1930 se multiplican las compañías de navegación de todo el mundo que establecen servicios regulares con Ceuta. Los negocios de armadores, agentes de aduanas y efectos navales se expanden. Las inversiones en la construcción del puerto continúan siendo un estímulo para la economía local, aunque desciende su intensidad. Las importantes inversiones privadas en edificación en estos años, con la construcción de varias de las principales casas burguesas de la ciudad, complementaron la inversión pública .Esta burguesía comercial controla los órganos de representación empresarial, uniéndose ahora a las Cámaras de Comercio y Agrícolas, la nueva Cámara de la Propiedad Urbana y los Colegios de Agentes de Comercio y Aduanas.
En estos años asienta sus intereses en la ciudad Juan March, al que se le adjudica de forma irregular en 1927 el monopolio de tabacos de las plazas de soberanía, estando representado por Juan Caldentey. March había realizado una importante actividad de contrabando de tabacos a las plazas de soberanía desde 1914.
Al llegar el año 1931, el presupuesto municipal se había multiplicado por tres con respecto al último de la Restauración, desacelerándose el ritmo de crecimiento del periodo de 1910-1923. El salto se produce en el presupuesto del segundo semestre (por adaptación del año fiscal al natural) de 1926, que es superior al de todo el ejercicio 1925-1926, alcanzando 1.860.760 pesetas; lo que supone un incremento del 29% en sólo un semestre. Esta línea de ascenso se consolida al año siguiente, incrementado el 125% sobre el de 1925-1926. Esta subida es fruto de la aplicación del nuevo Estatuto Municipal de 1924, aprobado en mayo de 1925, y a la elaboración de un presupuesto extraordinario para solucionar el déficit que estaba sustentado en nuevos arbitrios y exacciones, así como en la incorporación de nuevos ingresos procedentes de la participación en los impuestos del Estado al implantarse en Ceuta la contribución industrial en agosto de 1926. Esta última fue la primera decisión que comienza a horadar los privilegios fiscales, adoptada por el ministro de Hacienda José Calvo Sotelo, de la cual la Junta Municipal percibiría un recargo del 13%, no sin la airada protesta de la Cámara de Comercio y la oligarquía local, que entendió la decisión como un grave ataque a los privilegios y fueros locales, logrando que la Corporación rebajará del 15% al 13% el recargo. También provocó protestas la aprobación de nuevos arbitrios para enjugar el déficit, adoptada en junio de 1924, que se saldó con la dimisión del alcalde Álvarez Sanz y seis concejales, haciéndose cargo del Ayuntamiento Rodríguez Macedo, que acometerá las reformas económico-administrativas. El déficit se había producido por la práctica de contabilizar en presupuestos anteriores resultas ilusorias para cubrir déficit reales, como la onerosa carga de las expropiaciones y pavimentaciones en el viejo casco urbano para llevar adelante el plan de alineaciones y reforma interior, exceso de obras de la Casa Consistorial y las crecientes exigencias sociales por el incremento de la población.
El presupuesto entre 1927 y 1931 crece a un ritmo medio anual muy superior al periodo anterior, un 36%.
Los ingresos del arbitrio de consumos representan un 68,4%, perdiendo peso ante el crecimiento de otras fuentes de financiación. La mayoría de los ingresos se siguen gestionando mediante contratas externas, en manos de la familia Delgado. Las nuevas fuentes de financiación permiten aliviar ligeramente la injusta imposición indirecta. La movilización contra toda reforma fiscal seguirá siendo una constante de la oligarquía local, más ahora, ante la crisis provocada por el final de las operaciones bélicas en 1927 y el Crack de 1929, que dejará sentir sus secuelas a partir de 1930.
El primer gasto municipal sigue siendo las obras, un 23%, que es destinado a la continuación de la reforma interior, las obras del Palacio Municipal (que finalizarán en 1926), el nuevo puente sobre el foso de la Almina, etc. Sólo se invertirá en la construcción de casas baratas para hacer frente al barraquismo el 18% del capítulo de beneficencia entre 1927-1931, que permitieron construir unas 30 viviendas sociales en el Morro y Príncipe Alfonso. El gasto social directo apenas asciende a una media de nueve pesetas por habitante y año. Los gastos educativos se mantienen en un débil 5%, insuficiente para una ciudad que se ha colocado por encima de la media de analfabetismo del país.
“Los gastos en materia educativa se mantienen en un escaso 5%, insuficiente para una ciudad con un elevado grado de analfabetismo”
Son años de estabilidad en precios y salarios, con subidas moderadas de estos últimos entre 1923 y 1929, mejorando ligeramente la situación de las clases populares hasta la crisis de 1929, en la que el paro y el descenso de la actividad económica presionaron a la baja sobre sus condiciones de vida. La expansión económica siguió atrayendo a inmigrantes que coadyuvaron al incremento del proceso de proletarización. La etapa se caracterizó por la tranquilidad laboral y por una creciente actividad de organización obrera, que a finales del periodo, en torno a 1930, verá surgir con fuerza a las dos grandes centrales sindicales que dominarán el periodo republicano: la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Unión General de Trabajadores (UGT).
Al estallar la crisis, la única solución que se impone será la limitación de la llegada de los inmigrantes fijada en la Real Orden 491 del Ministerio de la Gobernación del 21 de diciembre de 1929, que aconseja la repatriación de los excedentes de mano de obra. Así pues, la alternativa que se les ofrece a los trabajadores que con su esfuerzo habían ayudado a la fase de acumulación capitalista y a la construcción de la ciudad es la expulsión o la disyuntiva de hacer frente a una vida miserable en medio de duras condiciones sociales. Cerca de 2.500 personas abandonarán la ciudad entre 1929 y 1930. Los que se quedaron sufrieron la mendicidad, el hambre y el empeoramiento de las condiciones de vida que caracterizaron la ciudad en los años treinta.
La estructura social de estos años fue similar a la de finales de la Restauración, pero con una disminución porcentual de las clases altas, provocada por la progresiva proletarización que ahondó las diferencias de clase entre una minoría enriquecida, con una mayor exhibición de signos externos de riqueza, frente a unas clases medias en muchas ocasiones cercanas a la proletarización y una clase obrera que, a pesar de la estabilidad de estos años, vive en duras condiciones sociales.
También se produce una mayor división del trabajo que hace diversificarse a las clases medias, coadyuvando a la formación de una sociedad más compleja, fruto del desarrollo económico.
Símbolo de estos años serán las nuevas construcciones burguesas (Casa Trujillo, Marañes, Ibáñez, Parres, Gómez y Casa de los Púlpitos), pero también su reverso: la extensión del barraquismo, que alcanza su punto álgido con más de 3.000 chabolas donde se hacinan más de 15.000 personas.
“El gobernador militar asume el poder político y administrativo estatal”
La dinámica político-institucional.
La segunda fase de la Restauración, 1900-1923.
La ciudad es una plaza fuerte militar, el poder político y administrativo estatal es asumido por el gobernador militar, a su vez comandante general, un general de División nombrado por el Ministerio de la Guerra. Todas las relaciones del Gobierno con el poder civil se realizan a través de él, que además imparte justicia; es responsable del orden público, controlando los servicios policiales civiles y militares; autoriza la constitución, los estatutos y las reuniones de las organizaciones políticas y sociales; controla buena parte de la política urbanística a través de la Comandancia de Ingenieros, que presta al Ayuntamiento a uno de sus técnicos como arquitecto municipal, y de la Ley de Zonas Polémicas; inspecciona y dirige todos los servicios públicos del Estado; preside las Juntas Locales, donde participan conjuntamente el Estado y el municipio; controla el suelo del Campo Exterior; en materia sanitaria, cede el Hospital Militar para la beneficencia, y colabora en épocas de epidemias y en las tareas de protección civil, como la lucha contra incendios, catástrofes y temporales.
Toda acción del Gobierno sobre la plaza es previamente informada por él. Sus relaciones con el Ayuntamiento, polo del poder civil, son siempre tensas, enfrentándose con la burguesía que dirige la institución. El objetivo que se habían fijado muchos comandantes generales era equiparar a Ceuta con Melilla, donde existía una Junta de Arbitrios, presidida por la comandancia y compuesta por civiles y militares, cerrando así el círculo del poder militar sobre la ciudad. Esta reivindicación fue planteada en varias ocasiones ante el Consejo Supremo de Guerra y Marina y las Cortes durante los primeros años del siglo por el ministro de la Guerra, general Linares, con la oposición de los políticos ceutíes. También eran habituales los conflictos de competencia con el gobernador civil de Cádiz, el cual ejercía la tutela sobre el Ayuntamiento, que pertenecía a la provincia de Cádiz.
Entre 1900 y 1923 se suceden 13 comandantes generales con una media de estancia en el cargo de 21 meses.
Todas estas competencias se mantendrán hasta 1923, salvo las judiciales sobre la población civil, que se perderán entre 1915 (civiles) y 1917 (criminal y penal) con la definitiva implantación de la jurisdicción civil en la ciudad. Serán motivos de conflicto: las competencias urbanísticas, el pago de los arbitrios por parte del ejército y la utilización de los recintos sanitarios. Los comandantes generales invadirán competencias municipales, así ocurre con la autorización unilateral a la Sociedad de Aguas para la captación y tendido de la red de suministro por García Aldave y Alfau, en 1910 y 1911; la redacción unilateral del proyecto de alcantarillado de 1912 y del plano de urbanización de la ciudad de 1916 o la apertura de calles, derribo de edificios y murallas o la autorización de construcciones sin atenerse a alineamiento entre 1910 y 1913.
También tendrán que ocuparse de las cuestiones militares y estratégicas, con objeto de garantizar la seguridad de las comunicaciones y el orden público en la zona norte de Marruecos y la posterior penetración militar. Dirigirán diversas operaciones de policía en la zona entre 1909 y 1913, que posibilitarán la toma de Tetuán el 19 de febrero de 1913 por el general Alfau, que se convierte en alto comisario.
Acto de colocación de la primera piedra del Ayuntamiento de Ceuta en 1914, aunque la obra no finalizará hasta 1927. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Tras la instalación del Protectorado, los comandantes generales mantendrán la responsabilidad de las operaciones militares en su zona. Dirigirán la lenta toma y limpieza de la región de Yebala y Gomara en los años siguientes y trabajarán en la organización de las dos unidades operativas necesarias en el desarrollo de la guerra, creándose, en 1914, el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta y, en septiembre de 1920, el Tercio de Extranjeros al mando de Millán Astray, con el apoyo de Álvarez del Manzano.
El otro polo del poder político estaba representado por el Ayuntamiento, integrado en la organización provincial de Cádiz, y que formaba parte de la Diputación, siendo competente en su inspección el gobernador civil de la provincia, compartiendo distrito electoral con el partido de Algeciras. El consistorio era elegido por sufragio universal en elecciones bianuales, renovándose por mitades, pasando de los 19 concejales a los 25 en 1913. El censo electoral se movió entre los 1.287 electores de 1899 y los 3.793 de 1921. Las elecciones eran sistemáticamente falseadas por el aparato caciquil controlado por los dos partidos del turno, que se alternaban en el poder ante la desmovilización general. Incluso el propio Partido Reformista, que pretendía ser una alternativa renovadora, utilizará desde el poder las mismas corruptelas tradicionales.
El alcalde era nombrado por Real Orden de entre los concejales electos. En su designación intervenían todos los escalones de la maquinaria caciquil y atendía más a intereses económicos y clientelares locales que a la propia dinámica del turno. Quedaba comprometido con el amigo político que le había conseguido el nombramiento, aunque no fuera de su mismo signo partidario, prestándole su apoyo e influencias en los comicios provinciales y a Cortes a través de su control de la Junta Local del Censo Electoral. Todos los alcaldes fueron nombrados por Real Orden hasta diciembre de 1917. Sólo al final del periodo, entre finales de 1917 y 1923, serán elegidos por los propios concejales, volviéndose a la Real Orden en 1923, cuando Demetrio Casares es designado para derrocar a Isidoro Martínez.
La media de estabilidad de los alcaldes entre 1900 y 1923 es de algo más de 17 meses, habiéndose producido 16 rotaciones en la alcaldía. El Ayuntamiento ejercía el poder político-administrativo sobre los asuntos municipales, siendo el espacio natural donde se practicaba el caciquismo más elemental durante la Restauración, y Ceuta no era una excepción. Su gestión por las élites ceutíes dejaba amplios resquicios para el aprovechamiento privado de los bienes públicos mediante la determinación y aplicación de los impuestos, distribución de los servicios del Estado, acceso a la enseñanza y la beneficencia, abastecimientos, reclutamiento y exención de los quintos; era centro de colocación de clientes y amigos políticos; ejercía influencia a través de los contratos de suministro, arrendamiento de funciones y servicios, dotación de infraestructuras, pago a paniaguados, impago a los enemigos políticos, confusión de suelo particular con vía pública, expropiaciones y justiprecios, contrata de obreros, información confidencial a las élites caciquiles, agios, cuentas falsas y presupuestos arreglados.
Los ayuntamientos ceutíes del periodo fueron expertos en intercambiar servicios públicos por favores privados. No obstante se trataba de hábitos aceptados en la cultura política de la época y pertenecían al engranaje mismo del sistema caciquil, donde la corrupción es la regla. Este juego político excluye a las capas populares, de tal forma que poder político y privilegio económico se dan la mano en la gestión del poder municipal en la Ceuta del primer cuarto de siglo. Los 138 puestos de concejal que se cubrieron entre 1901 y 1922 fueron ocupados por 85 personas. Pertenecían a 72 familias distintas, estando varios de los concejales unidos por lazos familiares. La mayoría ocupaban importantes puestos en el mundo del comercio, la economía y la función pública. Los dos grandes partidos políticos serán el Liberal y el Conservador, que se diferencian escasamente. Su falta de capacidad administrativa, su carencia de programa y su sempiterna tendencia al fraccionamiento los fueron debilitando, permitiendo la irrupción de nuevas fuerzas como los reformistas.
Existe una ligera superioridad liberal, lógica en una ciudad comercial ubicada en el litoral, destacando la presencia reformista, que entre 1915 y 1922 obtienen 22 de los 55 concejales electos, un 40%, debido al desgaste de las fuerzas dinásticas. Esta clasificación hay que tomarla con prudencia, pues la adscripción partidaria era muy fluida y poco disciplinada, produciéndose cambios de partido a veces durante una misma legislatura e indisciplina de voto en función de intereses personales y de grupos de presión.
El ferrocarril Ceuta-Tetuán será una de las grandes obras de infraestructura de la época. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Existió una embrionaria organización republicana constituida en 1903, presidida por el comerciante Bernabé Díaz Gallo, que ingresará en el Partido Radical de Lerroux en torno a 1910, desapareciendo por su debilidad. El Partido Reformista de Melquíades Álvarez irrumpe en 1915. Fundado en 1912 por republicanos moderados que aceptan el juego político parlamentario, se convirtió en la alternativa de izquierda. En Ceuta atrajo a sectores medios y a algunos representantes de las clases populares. Su principal dirigente, Isidoro Martínez Durán, logrará hacerse con la alcaldía en 1919, buscando la reforma y modernización del municipio. Contó con el primer representante de las clases trabajadoras, Juan Bautista Otero, que llevó las inquietudes de las depauperadas clases populares al pleno, acompañado por Moisés Benhamú, primer concejal hebreo. Al final del periodo, el partido se dividió tras el feroz ataque de las clases propietarias por su reforma hacendística.
Entre 1892 y 1904 asistimos al control caciquil de los hermanos Cerni y Diego Mas, que acaparan el turno liberal-conservador. Sus realizaciones serán escasas: comienzo de la urbanización de la Berría alta, derribo de la puerta del Campo Exterior y sus murallas, derribo de la torre de la Mora y comienzo de la construcción del puente y los aljibes de las puertas del Campo. Serán expulsados del poder por De las Heras y José Trujillo, que se convierten en los ejes de un nuevo turno liberal-conservador entre 1904 y 1918. En este periodo se producen las visitas de Alfonso XIII (1904 y 1909), la puesta en marcha de la Junta de Obras del Puerto (1904) y de la Junta Local de Reformas Sociales (1904), el plano de alineaciones de Emilio Luna (1905), el arranque de la reforma interior y el ensanche del viejo casco urbano (1905), la traída de aguas de Roche (1908), el comienzo de las obras del puerto (1908- 1909), la subasta de los solares de la Berría (1910), la traída de aguas de Benzú (1910-1911), la restauración de la mezquita de Sidi Ibrahim (1910), la contratación del primer arquitecto municipal (Santiago Sanguinetti, 1911), la instalación de la barriada barraquista de Príncipe Alfonso (1911), el derribo de murallas y cuarteles, la apertura de calles transversales, la ampliación de los servicios urbanos de limpieza e higiene (1911), la Escuela de Edrisis e Hispano-árabe (1911), el presupuesto extraordinario de 1912 de Álvarez Sanz, la Clínica de Urgencias (1912), la primera escuela en el Campo Exterior (Almadraba,1912), el cierre definitivo del penal (1912), el hospital civil del Lazareto (1913), el comienzo de las obras de la nueva casa consistorial (1914), las obras del ferrocarril Ceuta-Tetuán (1914-1918), el primer reglamento de circulación (1914), el acuerdo con el ejército para el cobro de arbitrios (1915), la jurisdicción civil (1915), la Escuela Graduada de Solís y Casa Cuna (1916), la jurisdicción criminal (1917) y la creación de los Tribunales Industriales (1917). Estas corporaciones tendrán que hacer frente a dos graves crisis: el comienzo de la Guerra de Marruecos, que en ocasiones llega hasta el Campo Exterior sembrando el miedo entre la población, y, la más grave, la Primera Guerra Mundial, que disparó los precios de las subsistencias y los fletes, y desabasteció a la ciudad, creando situaciones dramáticas y generando las primeras movilizaciones obreras.
Entre 1918 y 1923, se desarrolla una etapa caracterizada por la reacción de unas clases medias depauperadas por la crisis, por la alianza de los liberal-demócratas de Joaquín García de la Torre y los reformistas de Martínez Durán. Sus principales realizaciones serán: apertura del nuevo hospital de Cruz Roja (1918), derribo de la vieja pescadería (1918), creación de la Junta Local de Casas Baratas (1918), protesta por el discurso de Primo de Rivera en el que ofrece intercambiar Ceuta por Gibraltar (1918), fijación de tablas reguladoras para abaratar las subsistencias (1919), rebaja de fletes (1919), nuevo empréstito para impulsar las obras del puerto (1919), presupuestos extraordinarios y reformas hacendísticas de Martínez Durán (1920-1921), apertura de la cantina escolar de San Amaro (1920), sección de la Audiencia de Cádiz en Ceuta (1919), traída de aguas del arroyo de las Bombas (1920), mejora del problema de las subsistencias (1921-1922) y las Ordenanzas Municipales de 1923. El periodo se caracteriza por el duro acoso de los viejos partidos caciquiles a García de la Torre y a Martínez Durán, en un intento de recuperar el poder municipal. El mayor conflicto será el lock out patronal desarrollado en julio de 1921 contra el presupuesto extraordinario de Martínez Durán y sus reformas impositivas, apoyado por liberales, conservadores y la Cámara de Comercio, en un intento de la oligarquía local por acabar con su alcaldía; lo que conseguirán por Real Orden en los primeros meses de 1923.
“La crisis de la Primera Guerra Mundial produjo en Ceuta un desabastecimiento que disparó los precios de las subsistencias generando las primeras
movilizaciones obreras.”
A finales de 1926 se constituye la nueva Junta Municipal de Ceuta Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
También juega un papel en el engranaje institucional la administración provincial de Cádiz, por su pertenencia al partido judicial y distrito electoral de Algeciras. El distrito elige un diputado a Cortes y cuatro diputados provinciales. A principios de la Restauración el peso de Ceuta en el distrito era casi marginal, pero el crecimiento poblacional hace que ya en 1910 consiga adelantar a Algeciras. En total son doce los procesos electorales generales celebrados en el distrito Algeciras-Ceuta entre 1900 y 1923 (el de 1904 fue parcial).
Las elecciones generales fueron más tranquilas, con acuerdo en la mayoría de las ocasiones entre los partidos de turno, con un solo candidato que en general representaba intereses locales o provinciales. Sólo en 1907 fue impuesto un candidato cunero, Augusto González Besada. El que más tiempo representó el distrito fue José Luis de Torres Beleña, abogado y periodista malagueño ligado a los intereses económicos de la familia Larios, gran cacicato en Málaga y en las zonas costeras entre Algeciras y Almería. Torres será diputado seis legislaturas representando al partido liberal y al conservador. Fue un diputado interesado por los problemas locales. Ceuta también elige tres compromisarios para la elección de los tres senadores que corresponden a la provincia de Cádiz. La lista de compromisarios es cooptada por los partidos de turno, garantizando la aplicación del encasillado en todas las circunstancias.
Los gobernadores civiles tienen el poder de inspección y veto de los acuerdos sobre el Ayuntamiento, entrando a veces en colisión con el gobernador militar. La influencia de la Diputación Provincial será menor, dada la separación física, que no hace posible compartir sus servicios, prestándolos sólo en materia administrativa. La presencia de las instituciones del Estado es muy débil en 1900. Al final del periodo aumenta tanto en número de funcionarios como en nuevos servicios. Desaparecen los funcionarios de prisiones, se crea la Junta de Obras del Puerto y el Registro de Aduana, estación sanitaria del Tarajal, etc.
La dictadura de Primo de Rivera, 1923-1931.
La dictadura se caracteriza por un incremento del poder de los militares en la vida local. Viene marcada por la desvinculación del municipio de la provincia de Cádiz, perdiendo el gobierno civil sus competencias, y por la transformación del Ayuntamiento en una Junta Municipal, de análoga composición a la Junta de Arbitrios de Melilla, integrada a medias por militares y civiles y presidida, en un primer momento, por militares como Agustín García Morato o José García Benítez. Se cierra así el círculo del poder militar sobre la ciudad, haciéndose realidad la vieja aspiración de los comandantes generales.
En un principio, el Ayuntamiento continúa existiendo hasta 1926, pero todos sus actos están controlados por un delegado militar, pasando a depender de la Alta Comisaría en Tetuán. Esta nueva situación dará origen a una larga etapa de confusión sobre la articulación jurídico-administrativa de la ciudad en el Estado, que gravitará sobre Ceuta durante todo el resto del siglo XX. Otro efecto será la desaparición de la tensa relación entre Comandancia y Ayuntamiento, aunque se revivirán momentos de gran tensión en el momento mismo de la desaparición del Ayuntamiento, dejando claro la burguesía local que se trata de una imposición de la dictadura y los militares.
Serán ocho los comandantes generales que se turnen entre 1923 y 1931, bajando en esta etapa su estabilidad en el cargo a algo más de once meses, debido a las necesidades bélicas, alargándose la permanencia desde 1926 con sólo tres personas hasta abril de 1931.
A partir del Real Decreto del 3 de octubre de 1927 desaparece la Comandancia General, pasando a denominarse Jefatura General de la Circunscripción Ceuta-Tetuán, con competencias similares, rebajándose la graduación necesaria para ocuparla a general de Brigada, del que dependerá la Comandancia Militar, ahora ocupada por un coronel.
Los altos comisarios, desde enero de 1924, tendrán competencias sobre Ceuta: se les asigna el derecho de inspección sobre las autoridades civiles de las plazas de soberanía, que se ampliarán en agosto de 1925 a todas las del gobernador civil al segregarse Ceuta de la provincia gaditana. Las ejercerán a través del comandante general, que según el Estatuto de 1925 tendrá las prerrogativas de los gobernadores civiles, diputaciones y delegado de Hacienda sobre la Junta Municipal y, más adelante, por el Real Decreto del 31 octubre de 1927, de un delegado gubernativo, similar a las del gobernador civil. Los delegados gubernativos del alto comisario coincidían con el coronel presidente de la Junta de Plaza y Guarnición de Ceuta y comandante militar.
El Ayuntamiento fue destituido el 1 de octubre de 1923 por el delegado de la Comandancia Ramiro Fernández de la Mora, en un acto celebrado con la asistencia de 22 concejales, sin ningún tipo de resistencia. Se trataba de “sustituir a los hombres, a la vez semilla y fruto de la política partidista y caciquil, que con poca eficacia y escrúpulos, venían entorpeciendo la vida administrativa de los pueblos”. La nueva corporación no representaba ningún cambio en la tradicional composición de clases y personas, en contradicción con el cacareado objetivo. Y no podía representarlo, porque la Junta de Asociados era cooptada a la imagen y semejanza de la clase política que regentaba el poder municipal. Los nuevos concejales elegirán como alcalde al teniente coronel del Estado Mayor en la reserva Eduardo Álvarez Ardanuy. La inestabilidad y la desorganización fue la nota predominante entre 1923 y 1924. Álvarez Ardanuy dimite en noviembre sin haber presidido ningún pleno. Se sucedieron hasta cuatro alcaldes más hasta finales de 1924, año en el que se estabiliza la alcaldía con la elección del coronel jurídico retirado Ricardo Rodríguez Macedo.
La alcaldía de Remigio González Lozana será de transición hasta que es nombrado el delegado gubernativo militar en Ceuta, el comandante Manuel Herrera Mazotti, cuya misión teórica es la vigilancia y supervisión del Ayuntamiento, así como dar impulso a la nueva política municipal de lucha anticaciquil y regeneración de la vida pública, garantizando el control militarizado de la administración local. Tenía amplios poderes; no se trataba tanto ya de perseguir el caciquismo, sino a los no afectos a la dictadura. Así, buena parte de la oligarquía caciquil ingresará en las instituciones dictatoriales, formando parte de las corporaciones del régimen.
Herrera no logra estabilizar la corporación, sucediéndose tres alcaldes de febrero a junio, hasta la llegada de Rodríguez Macedo, sustentado en una mayoría de concejales miembros de la recién creada Unión Patriótica, que dará estabilidad al Ayuntamiento realizando una importante labor de reorganización administrativa y financiera. El asunto de mayor calado al que habrá de enfrentarse es la desaparición del Ayuntamiento de Ceuta. Un Real Decreto de la Presidencia del 4 de agosto de 1925 dispone la supresión del Ayuntamiento para ser sustituido por “una Junta de Arbitrios similar a la de Melilla”, ordenando la creación de una comisión que debe formular un nuevo estatuto local, continuando, en tanto se aprueba, en funciones el Ayuntamiento, segregándose el municipio de la provincia de Cádiz que pasa a depender de la Oficina de Marruecos de Presidencia. El Real Decreto justifica la medida en base a unificar los sistemas municipales de Ceuta y Melilla y a una pretendida superioridad gestora del modelo melillense. El Ayuntamiento y Rodríguez Macedo rechazan de plano el decreto y defienden el mantenimiento del poder civil y régimen común. El pulso al dictador termina con el cese de Rodríguez Macedo en septiembre, sustituido por Manuel Matres Toril, que será el encargado de certificar la liquidación del Ayuntamiento, entregando el 8 de noviembre de 1926 el testigo a la nueva Junta Municipal presidida por el general Agustín García Morato. Se cerraba así el círculo del poder militar sobre la ciudad y se abría un proceso que ponía en tela de juicio la ubicación de Ceuta en el mapa administrativo del Estado, apartándola del régimen común previsto en la Constitución de 1876 e iniciando un tortuoso camino en lo que respecta a su articulación administrativa en el marco institucional de la nación.
Los seis alcaldes del periodo tienen una baja estabilidad en el cargo, excepto Gómez Macedo que se mantiene veintisiete meses, repartiéndose los otros cinco una media de dos meses. Ello indica un alto grado de improvisación e incapacidad del nuevo régimen.
Porrista indígena de Regulares (1927). Ilustración: José Montes Ramos.
Los concejales nombrados por la dictadura entre 1923 y 1926 no suponen una ruptura radical con el caciquismo. Básicamente son los mismos, con la renovación de nombres, pero no de intereses. La operación de renovación política había fracasado en Ceuta, lo que se confirma analizando la composición de las organizaciones que sirvieron de base al reclutamiento político de la dictadura: la Unión Patriótica (UP) fue el partido oficial de la dictadura, creado desde el poder, instrumento de transmisión propagandística del régimen y vehículo de acceso a la política. Estaba concebido como una “liga de ciudadanos apolíticos y de buena voluntad” que fue impulsada por delegados gubernativos y alcaldes, consiguiendo la afiliación de los que ostentaban cargos municipales nada más crearse. Los viejos políticos dinásticos acudieron al llamamiento pasándose en masa a la organización dictatorial, y con ellos los dirigentes patronales y una parte de la mediana y pequeña burocracia administrativa y funcionarial que veía en la nueva organización una forma de ascenso social más porosa que los partidos dinásticos, aunque en realidad siempre fueron un adorno de clases medias en una organización sólidamente controlada por la oligarquía local.
Sus dos presidentes en estos años, Manuel Matres Toril y Manuel Delgado Villalba, son buena muestra de su composición. El primero proviene del Partido Conservador y el segundo es el presidente de la Cámara de Comercio. Junto a ellos, comparten la dirección de la UP Francisco Trujillo (liberal), Demetrio Guillén (conservador) y Demetrio Casares (reformista); representantes del poder económico como Juan Acevedo (ex presidente de la Cámara de Comercio y Agrícola), Francisco Romero Mendoza (Cámara de Comercio y Propiedad), José Ibáñez Canto (Cámara de la Propiedad y Comercio) o Jacob Benasayag Azulay (banquero y representante de la poderosa clase comercial hebrea), y hombres de las clases medias burocráticas como José Magal Benzo (maestro nacional), José Pacheco Calvo (militar retirado) y Ricardo Rodríguez Macedo (coronel retirado y fiscal del Juzgado de Instrucción).
El Somatén, copiado de la organización paramilitar creada por la patronal catalana como organización de autodefensa por “los ciudadanos honrados” afirmando la capacidad de actuar en defensa de sus intereses de forma directa contra la subversión social, fue extendido por la dictadura a toda la nación como milicia cívica armada defensora del orden. Actuó alrededor de las organizaciones de la derecha, patronales y entidades sociales conservadoras, y fue utilizado como apéndice armado del frente contrarrevolucionario. El Decreto del 17 de septiembre de 1923 oficializó la nueva organización y la extendió a todas las regiones militares bajo la dirección de los comandantes generales. Podían alistarse los varones mayores de 23 años de probada moralidad, con domicilio fijo, y estaban exentos de responsabilidad civil o penal en los hechos acaecidos durante el cumplimiento de su deber. En Ceuta-Tetuán las bases para su formación serán fijadas por Orden telegráfica del 15 de enero de 1924, entrando en vigor en 1925. Llegó a contar en toda la zona con unos 200 miembros, provenientes en su mayoría de la burguesía alta y media. El comandante general que más se implicó en su fortalecimiento fue José Millán Astray, que a pesar de ello tendrá que reconocer su estado de debilidad, ineficacia y desorganización. Pronto fue clara su escasa potencialidad como fuerza de choque y se convirtió en un simple auxiliar del ejército en temas de orden público. En Ceuta fue presidido por el ex militar José Pacheco Calvo, y entre sus dirigentes figuraban José Romaní, José Arango, José Ibáñez Canto, Francisco Trujillo, Bonifacio López Pastur, Isaac Coriat, Santiago Sanguinetti, Manuel Matres Toril, José Bustelo, Enrique Pichot, Cayetano González-Novelles, Francisco Ruiz Medina, José Rodríguez Pellón y José Santos Vilela. Fue disuelto por el Gobierno provisional de la República el 15 de abril de 1931.
Tras la liquidación del Ayuntamiento, en noviembre de 1926, comienza a funcionar la Junta Municipal de Ceuta, compuesta por un presidente, que debía ser un general o coronel en activo, y 22 vocales, de los cuales 11 eran natos y 11 electivos, con un mandato de seis años los primeros y de tres años, los segundos. Los natos eran designados por el comandante general, tres civiles y nueve militares (comandante de Marina y un jefe de cada una de las armas y cuerpos). Los vocales electivos fueron designados por el comandante general sin llegar a ser elegidos por el sufragio restringido previsto en el Estatuto local de 1926. Sólo tuvo tres presidentes entre noviembre de 1926 y abril de 1931. El primero fue el jefe de la Circunscripción, Agustín García Morato, que dimitió alegando obligaciones militares en enero de 1927 y fue sustituido por el coronel de Ingenieros José García Benítez.
Tras modificarse por Real Decreto del 25 de febrero de 1928 el artículo 16 del Estatuto, que amplía a los civiles la posibilidad de acceso a la presidencia de la Junta, se nombra en marzo a José Rosende y Martínez, ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto (JOP) desde 1904, que permanecerá en el cargo hasta el traspaso de poderes a la República. Aumenta pues la estabilidad en el cargo, pasando a una media de 18 meses, gracias a los 37 meses de presidencia de Rosende.
“Se asiste a una militarización de la vida civil que afecta también a la Administración del Estado, ocupando los militares la Delegación de Trabajo o la Inspección de Sanidad”
Se asiste a una militarización de la vida civil, que afecta también a la administración del Estado, ocupando los militares la Delegación de Trabajo o la Inspección de Sanidad. Se produce un proceso inverso que en el resto del país en pleno directorio civil. El nuevo Estatuto local asignaba a la Junta Municipal las competencias que eran propias de los ayuntamientos y diputaciones. De los artículos 187 al 192 se fijaba el régimen tributario, manteniendo Ceuta la exención de la contribución territorial, de la riqueza rústica y urbana, arbitrio de inquilinato y repartimiento general, sin derecho a percibir recargos sobre ellos “en tanto conserven el beneficio de exención de que vienen disfrutando”; mientras que se le cedían el impuesto de cédulas personales, el recargo del 10% del timbre, y se le autorizaba a imponer un recargo del 5% sobre arbitrios e impuestos para la financiación de presupuestos extraordinarios.
La presidencia de Gómez Morato fue breve y apenas sirvió para dar los primeros pasos en la puesta en marcha de la Junta. En enero la ocupa José García Benítez, cuya gestión abordará: la mejora de la sanidad y la educación, la continuación del programa de reforma interior, la implantación de servicios básicos en el Campo Exterior, la iniciación de un programa de casas baratas y la consecución de un empréstito para hacer frente a las reformas. La acción más ambiciosa fue la puesta en marcha, a finales de 1927, del Plan General de Instalación y Mejora de Servicios Municipales, que se apoyaba en un empréstito de 16 millones de pesetas. Se abrió una información pública mostrando la Cámara de Comercio una negativa predisposición a su ejecución por su financiación extraordinaria en base a un recargo del 5% de los impuestos municipales.
Agustín Gómez Morato, primer presidente de la Junta Municipal de Ceuta en 1926. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Rosende replanteará el plan de mejoras limitando su alcance. Su ejecución se contempla en el presupuesto extraordinario de 1929, recortándolo hasta un 41% en relación al plan de 1927. Su financiación se establece en base a las resultas de los presupuestos de 1927 y 1928 y a un empréstito de 6.317.401 pesetas que sería respaldado por el recargo transitorio del 5%. El presupuesto extraordinario quedará desprovisto de financiación al trasladarse una Real Orden del 3 de junio de 1930, que lo anula poniendo de manifiesto el fracaso del plan de reformas de la dictadura. Las realizaciones de la presidencia de Rosende son limitadas, ocupándose de la continuación de las obras de ensanche y reforma interior, del saneamiento del Campo Exterior y de algunas mejoras sanitarias, sociales y educativas. Su labor se complica con la baja de ingresos provocada por la crisis económica, que comienza a trasladarse a la recaudación a finales de 1928, y por la creación por Real Orden del 25 de mayo de ese año de una comisión mixta para el estudio del régimen económico de Ceuta y Melilla en la que el Estado se plantea la ampliación de tributos, mientras las ciudades defienden la total exención y la consecución de un amplio empréstito con respaldo estatal para mejora de las infraestructuras. La comisión se cerrará sin resultados tras la caída de la dictadura, logrando la Junta Municipal evitar la progresiva implantación de los impuestos estatales.
El fin de la dictadura en enero de 1930 ralentiza la labor municipal. El gobierno de transición de Dámaso Berenguer devolverá, por Decreto del 10 de abril de 1930, el régimen común a Ceuta, derogando el Estatuto local de 1927. Pero mantuvo la segregación de Cádiz, continuando la dependencia de la Presidencia del Gobierno, a través de la Dirección General de Marruecos y Colonias. Además, otro decreto de la misma fecha mantenía las atribuciones inspectoras del alto comisario sobre las plazas de soberanía, ejerciendo transitoriamente como gobernador civil a través de sus delegados gubernativos, en tanto se constituyeran los nuevos ayuntamientos, momento en el que el alcalde ostentaría la máxima representación del gobierno, atribuyéndose las competencias del Gobierno civil a Presidencia del Gobierno.
Durante el año de transición de 1930 se va produciendo una reorganización de las fuerzas políticas. Las de la oposición se organizan en torno a dos vectores: la conjunción republicana, sin adscripción partidista concreta, cuyo único programa común es la instauración de la República, y el socialista, representado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que veía en la proclamación de la República un paso transitorio, una revolución democrática necesaria en el camino hacia la instauración del socialismo. En el primero militarán importantes representantes de las clases medias ceutíes que se habían ido consolidando en estos años: el abogado Manuel Olivencia, los comerciantes José Victori, Alberto Parres, Salvador Pulido o Antonio Mena, el médico Antonio Sánchez-Prados, el ingeniero Rafael Vegazo, el ex militar Eduardo Pérez Ortiz o el ex concejal reformista Moisés Benhamú. En el PSOE se organizaba un sector de las clases trabajadoras y un núcleo de dirección integrado por cuadros de las clases medias: el abogado Conrado Lájara, el agente de aduanas David Valverde, el agente comercial Domingo Vega, el sastre Manuel Pascual, el tipógrafo José Lendínez o el comerciante Antonio Becerra, apoyados por la incipiente UGT local.
Los hombres de la Restauración y la dictadura, pro monárquicos y conservadores, procedentes de la UP y de la Junta Municipal, se unen en torno a la Agrupación de Defensa de Ceuta, donde se integran hombres de negocios como Francisco Ruiz Medina, José Baeza, José Mollá, Francisco Trujillo, Demetrio Casares, Pablo Acevedo, Abraham Barchilón, Remigio González Lozana, José Romaní, Ramón Weil, Enrique Delgado Villalba, Luis Delgado Brackembury, Constantino López de Pablo, Vicente García Arrazola o José Santos Vilela, constituyendo el polo de referencia fundamental del conservadurismo. También se reorganiza el viejo Partido Reformista en torno a Isidoro Martínez Durán, al que acompañan Antonio Sánchez Mula o Luis García Rodríguez; los viejos liberales romanonistas, ahora llamados independientes, con el liderazgo de Miguel Calderón; los liberal-demócratas albistas en torno a Juan Morejón, y, para finalizar, los conservadores en la llamada Concentración Monárquica, encabezada por Manuel Delgado Villalba y los ex alcaldes Julián Francisco de las Heras y Restituto Palacios.
“Las elecciones municipales del 12 de
abril de 1931 suponen un claro triunfo republicano en las que la Conjunción
Republicano- Socialista consigue 22 concejales”
Dámaso Berenguer, que había sido alto comisario en el momento del desastre de Annual, presidió el primer gobierno de la dictablanda a la caída de Primo de Rivera, que devolverá Ceuta al régimen común.
La decisión del Gobierno del almirante Aznar de convocar elecciones municipales previas a las legislativas galvanizó a la oposición antisistema que se plantea las elecciones como un plebiscito del régimen. Socialistas y republicanos cierran un acuerdo para ir juntos en la Conjunción Republicano- socialista, presentándose en un acto celebrado el 5 de abril en el teatro Apolo. El programa, cuyo eje era la proclamación de la República, incluía la depuración de los actos administrativos de la dictadura y la municipalización de los servicios básicos. Las fuerzas monárquicas, enfrentadas y divididas ante la valoración del hecho dictatorial, son incapaces de ponerse de acuerdo, concurriendo separadas a la contienda electoral, sin programa ni vitalidad. Hasta cuatro candidaturas (Agrupación de Defensa de Ceuta, Partido Reformista, Partido Liberal Independiente y Concentración Monárquica) y varios candidatos independientes representan la causa dinástica, mientras que la Conjunción concentra sus fuerzas presentando una candidatura por las mayorías de cada distrito.
Las elecciones del 12 de abril de 1931 suponen un claro triunfo republicano. La Conjunción consigue la victoria obteniendo 22 concejales, doblando en votos a los monárquicos y ganando las mayorías en todos los distritos menos en el segundo (centro burgués de la ciudad), donde se impone la Agrupación Defensa de Ceuta. Fueron 13 los concejales monárquicos electos (siete de la Agrupación Defensa de Ceuta, cinco del Partido Reformistas y uno del Partido Liberal Independiente). El día 14 se proclamaba la República.
Cultura y vida cotidiana.
La segunda fase de la Restauración, 1900-1923
La vida cotidiana de la buena sociedad a comienzos de siglo transcurría entre las tertulias y los casinos como el Liceo Africano, La Peña, el Nuevo Liceo, el Casino Militar; las veladas de Corpus Christi, carnaval, las fiestas patronales o las celebradas en domicilios; el Tiro Nacional en el Llano de las Damas; las representaciones y primeras películas en el teatro del Príncipe, el salón Regina y el teatro de Variedades; las excursiones campestres a los Viveros de la Almadraba; las actuaciones musicales en la cervecería La Plata; los viajes a Algeciras a ver los toros, hasta que en 1918 se instale una plaza de madera en el Llano de las Damas, que desaparecerá en 1923, aunque ya se había celebrado una corrida en 1907 en una instalación provisional; las paradas militares, y las ceremonias religiosas. A lo largo del siglo irían surgiendo sociedades como el Casino Africano (1905), que terminará ocupando la Casa de los Dragones, o la Sociedad Hípica de Ceuta (1920); teatros como el del Rey (1915) y el Apolo (1916); sociedades deportivas como Mediterráneo, dedicada a los deportes náuticos, el Ceuta Sport, al fútbol, y los Exploradores de España, a las actividades al aire libre; y nuevas actividades como los Juegos Florales, cuya primera edición en 1912 contará con la presencia de Jacinto Benavente, o las llamadas Fiestas de la Belleza de 1923, que contarán con la asistencia del historiador portugués Alfonso Dornellas y una delegación de la Academia de Ciencias de Lisboa.
“El juego, las tabernas y la prostitución aumentaron debido a la abundante población penal y militar, y no hizo sino expandirse con la inmigración y la llegada masiva de tropas”
Pero también la ciudad tenía otra cara: la del juego, las tabernas patibularias y la prostitución, ligadas a la población penal y militar, que no hizo sino expandirse con la llegada masiva de la inmigración y el aumento de tropas. Riñas de gallos en el cine Luz, los prostíbulos de la calle Peligros o tabernas como La Breva en la Almadraba ponían el contrapunto a la Ceuta de las clases acomodadas y las buenas costumbres. Stanley Payne ha subrayado esta vida disoluta que se desarrollaba en torno a las unidades militares de Ceuta y a las tropas que a ella llegaban para divertirse en sus licencias del frente; una vida basada en el juego, el alcoholismo y la prostitución. Otra nota que caracterizaba a la ciudad de principios de siglo fue la delincuencia, ligada a la población penal, que de cuando en cuando producía la alarma entre la población: fugas de presos, crímenes, robos y violaciones. El propio director del penal resultó asesinado en 1906, un crimen que conmocionó a la ciudad.
La enseñanza tuvo una lenta evolución. La pública pasa de las cuatro escuelas nacionales de niños y las dos de niñas a las siete de niños y las tres de niñas de 1923. En 1900 todas las escuelas se ubican en locales alquilados que no reúnen condiciones. Muy pocas mejoras se hicieron efectivas: la instalación de dos barracones para la que se encontraba en el número 4 de la calle Edrisis, la creación de la escuela municipal Arábigo-Española para niños musulmanes en 1912; la construcción de la escuela graduada de Solís y la creación de la escuela de la Almadraba en 1916, primera del Campo Exterior, y la apertura del colegio municipal Reina Victoria en San Amaro, con comedor de caridad en 1920. Pobre resultado para una ciudad que había triplicado su población. Las escuelas públicas escolarizaban al 35% de los aproximadamente 2.500 niños y niñas en edad escolar existentes en la ciudad en 1920.
Las privadas apenas absorbían el 15%. La mayoría de las escuelas privadas eran de pequeña dimensión. Las más importantes serán el Patronato de Enseñanza, más tarde Patronato Militar, creado en julio de 1904, y el colegio San José de Ángel Calcaño. En 1915 se fundaría el colegio religioso San Agustín, que se convertiría en la institución preferida de las clases acomodadas, como el de las madres concepcionistas lo sería en la educación femenina, manteniendo esta orden también un colegio para niñas pobres.
La sanidad tampoco tuvo avances sustanciales. La beneficencia contaba con cuatromédicos y practicantes para los cuatro distritos municipales desde principios de siglo, estando convenida con los médicos militares la atención al Campo Exterior. También contaba con un lazareto, una estufa de desinfección para las enfermedades contagiosas y un cirujano odontólogo. La responsabilidad de coordinación sanitaria recaía sobre el director de la Estación Sanitaria del Puerto e inspector de la Junta Local de Sanidad, ejercido durante muchos años por Miguel Sala Igual. La hospitalización sería ejercida por el Hospital Militar, que contaba con una sala civil, y a partir de 1910 también por el Hospital Militar del Dockers, con una sala civil para infecciosos. Las únicas realizaciones destacables serían la conversión provisional del lazareto en Hospital Municipal, ante el cierre de los hospitales militares a los civiles como consecuencia de la Guerra de Marruecos, lo que provocó una grave insuficiencia sanitaria; la apertura de la Clínica de Urgencias y, lo más importante, la apertura por la Cruz Roja de un hospital civil en las antiguas instalaciones del Hospital de Penados de Jesús y María en 1918, con un convenio con el Ayuntamiento para la asistencia de la beneficencia.
La Iglesia tenía una notable presencia. La sede episcopal era gobernada por el obispo de Cádiz, José Rancés y Villanueva, en calidad de administrador apostólico, que había transferido en la práctica todos sus poderes a Eugenio Mac-Crohon y Seidel, deán de la catedral desde 1891 y vicario capitular desde 1898, no llegando a visitar la ciudad antes de su muerte en 1917. Mac-Crohon se mantendría al frente de la vicaría, confirmado en mayo de 1918 tras la toma de posesión del nuevo obispo, Marcial López Criado, que seguirá ostentando la administración apostólica, a pesar de los intentos de Matías Carmona, presidente del Centro Comercial Hispano-Marroquí y de la Liga Africanista, en 1917, apoyados por el Ayuntamiento y el cabildo, de restaurar la sede episcopal, que fracasaron al igual que el intento de Julián Díaz–Valdepares en 1911. López Criado mostró mayor dinamismo que su antecesor y visitó la ciudad con frecuencia. En 1917 la Iglesia contaba en Ceuta con un cabildo catedral y seis parroquias (Sagrario, Remedios, Castrense N.a S.a de los Dolores, África, El Valle, San Antonio y San Francisco). La cofradía del Santo Entierro, fundada en 1913 por el canónigo Manuel Miranda Moreno, se encargaba de la procesión de Semana Santa. La Iglesia ceutí se mostró como una institución poco social, muy cercana a los militares y la oligarquía, manteniendo posiciones conservadoras típicas de la Iglesia de la Restauración; aunque existió una honrosa excepción, la del sacerdote Manuel Fuentes, que impulsó una cierta sensibilidad social y un sindicalismo católico en el periodo entre 1917 y 1920.
La prensa conoció un importante auge en las dos primeras décadas del siglo ligado a la defensa de la penetración de España en África y a la política local. En los primeros años continúa siendo El África, de la imprenta de Joaquín García de la Torre, el principal periódico. Fue un gran defensor de los intereses africanistas y del Partido Liberal- Demócrata, así como portavoz de la coalición anti Cerni, publicándose hasta 1906. Junto a él destaca, desde el campo conservador, fundado en 1901 con el mismo empeño de ataque a los Cerni por Julián Francisco de Las Heras, El Eco de Ceuta, en el que colabora Antonio Ramos. Frente a ellos nace El Defensor de Ceuta en 1902, dirigido por el liberal José María Guerra Lázaro, que se convertirá en el portavoz de los Cerni entre 1902 y 1903, desapareciendo tras su salida de la alcaldía, y reapareciendo como Defensor de Ceuta, con periodicidad diaria, desde 1905, bajo la misma dirección hasta su muerte en 1923, siendo sustituido por Eduardo Buscató. Otras publicaciones serán la revista Medina Sebta, africanista, aparecida en 1901 bajo el impulso de Antonio Ramos; Ceuta Nueva, fundada por José Román del Valle en 1905, defensora “de la influencia y prestigio de España y Marruecos”, que reaparecerá en 1920; El Hispano-Marroquí, editado y dirigido por García de la Torre, aparece a finales de 1906, africanista y liberal; África Española aparecería ese mismo año, propiedad de Baldomero Blond, dirigido por Cayetano González-Novelles; la revista Ceuta y el Boletín del Centro Comercial Hispano-Marroquí; El Telegrama, aparecido en 1907, dirigido por Vicente Buscató, y Diario de Ceuta, periódico de intereses africanos, que ve la luz en 1908, dirigido por Alfredo Herrero Reina.
En la segunda década aparecen nuevos periódicos, como La Opinión, entre 1910 y 1915, dirigido por Alfredo Herrero; El Popular, del taller de Rafael Gámez, entre 1910 y 1914; Ceuta Comercial, unido al Centro Comercial Hispano-Marroquí, en 1911; El Norte de África, en 1912, ligado al diputado José Luis de Torres, que reaparecerá entre 1918 y 1921; Diario de África, fundado en 1914 por Arturo Rubio Vázquez; La Unión Mercantil, en 1915, con firmas como la de Eduardo Mayorga; España y Marruecos, en 1916, dirigido por Clemente Baglietto; La Unión Mercantil e Industrial de Ceuta, en 1917, de José Encina Candebat; El Boletín de la Cámara de Comercio, en 1917; La Lealtad, en 1917, dirigido por José Román del Valle; El Social, en 1918, dirigido por el sacerdote Manuel Fuentes y ligado al sindicalismo católico, y El Serrallo, en 1918, también dirigido por José Román.
En los últimos años del periodo aparecerán La Acción, en 1920, dirigido por Francisco García Ezpeleta; El Reformista, en 1920, ligado al Partido Reformista; La Gaceta de Yebala, en 1922, fundada por Diego Trujillo González, y, por último, El Noticiero, en 1923, dirigido por Miguel Bernal.
La vida de los periódicos locales fue en general corta, su tirada escasa y frágiles sus recursos. Nacen casi todos ellos ligados a intereses concretos, políticos y económicos, la mayor parte de las veces de corto recorrido, aunque casi todos comparten su interés por la política africanista. Serán un ámbito de enfrentamiento de los distintos intereses de la oligarquía. Su vida no pudo dejar de ser precaria por razones estructurales, si tenemos en cuenta el alto grado de analfabetismo y la falta de medios de las clases populares para su adquisición.
La gran figura cultural de estos años fue sin duda el historiador y periodista africanista Antonio Ramos Espinosa de los Monteros, viajero por Marruecos, cronista y autor de obras fundamentales para el conocimiento de la Ceuta y el norte de África de la época como Perlas negras y España en África. Otra figura central será el médico Celestino García Fernández, autor en 1905 de la Geografía médica de Ceuta. Destacan otros intelectuales ceutíes como Manuel Criado con sus Apuntes para la historia de Ceuta, junto a Manuel L. Ortega, editor de las Guías del norte de África, y Salvador Ros y Calaf y Mariano Ferrer, historiadores de la vida eclesiástica. Otra obra importante, comenzada en 1915, será la del historiador portugués Alfonso de Dornellas, con textos como Elementos para la historia de Ceuta (1915) o Historia y genealogía (1923). En las artes plásticas destacan pintores como Miguel Bernardini y Benigno Murcia. En la actividad teatral y literaria, Juan Barranco, Joaquín Huelves, Emilio de Rueda, Juan Hijares y Luis Boguerin, y los cuadros artísticos del Liceo Africano y el Nuevo Liceo, dirigido por Garicoechea, o la sociedad artística La Farándula, formada en 1918. En el terreno musical destaca la sociedad Cultura Musical, fundada a finales del periodo por Fernando Fernández Barbiela. Una nota negativa fue el envío al Museo Provincial de Cádiz de las lápidas y los objetos arqueológicos de la ciudad por el Ayuntamiento, en enero de 1916, ante la falta de una institución para conservarlas, que privó a la ciudad de su patrimonio.
La dictadura de Primo de Rivera, 1923-1931
Símbolo de estos años serán las nuevas construcciones burguesas y las nuevas sociedades recreativas (Centro Hijos de Ceuta, El Bakalito); la extensión del teléfono, que supera en 1930 los 750 abonados, y de los vehículos a motor, que superan los 900; la apertura de nuevas entidades bancarias, como los Previsores del Porvenir y la Caja Postal; la aparición del Colegio Oficial de Médicos, presidido por el militar Enrique Ostalé González; la constitución de la Asociación Hispano-Hebrea, entidad de hermandad con la comunidad sefardí, presidida por Salomón Benhamu; la creación del Club Náutico, presidido por José de la Rosa; la implantación de nuevas festividades como la Cabalgata de Reyes, o la construcción por Arturo Laclaustra de la plaza de toros de Hadú, inaugurada el 5 de agosto de 1928.
Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros, la gran figura del africanismo ceutí. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La situación de la enseñanza mejoró al incrementar la Junta Municipal las dotaciones escolares, aunque su ritmo fue insuficiente para dar un salto cualitativo ante la continua llegada de población inmigrante. A partir de 1926 se abren nuevas escuelas públicas como las de Independencia, Conrado Álvarez, Morro, Hadú, Príncipe Alfonso y Villajovita o la Escuela Elemental de Trabajo. En 1930 se ha pasado de las 22 unidades escolares de 1920 a 34, de las cuales 22 son públicas. El mayor esfuerzo público se concentró en la educación femenina y de párvulos, pasando la primera de las tres escuelas de 1923 a nueve, y abriéndose tres de párvulos. Pero no se consigue el objetivo de implantar la enseñanza secundaria pública, que seguirá impartiéndose por el Patronato Militar. Sí se puso en marcha la Escuela Elemental de Trabajo, que a partir del curso 1928- 1929, formó en materias profesionales a más de 200 trabajadores anualmente, y las clases de primera enseñanza nocturna para obreros en el Patronato Militar, dando cobertura a más de 300. El esfuerzo educativo logró ampliar la tasa de escolarización pasando del 50% de 1920 al 56,7% de 1930 sobre una población en edad escolar de 7.840 personas.
“La mejora de la sanidad realizada por la Junta Municipal permitió una notable reducción en la lacra de las epidemias, ampliándose los cuadros de la beneficencia”
Mejorará la situación sanitaria, reduciéndose la lacra de las epidemias; aunque en 1924 habría una de fiebres maltas y, en 1927, otra de viruela, persistiendo importantes núcleos de tracoma y una alta incidencia de las enfermedades venéreas, reflejo del alto número de prostíbulos (65 que recibieran desinfecciones). Esta mejora se corresponde con los esfuerzos sanitarios realizados por la Junta Municipal con la apertura de nuevas instituciones como La Gota de Leche, el Sifilicomio, el dispensario antitracomatoso, la farmacia municipal y la ampliación de los cuadros de la beneficencia, que incrementó la población pobre atendida (que pasa de 5.350 personas en 1922 a 8.520 en 1930). Los gastos de beneficencia se triplicaron. Ayudó la definitiva puesta en funcionamiento del Hospital Militar de O’Donnell en 1926. No obstante, la situación sanitaria general era descrita de forma catastrófica por los informes de la época, estando muy lejos de ser medianamente óptima. La crisis de finales del periodo agravó la situación incrementando la incidencia de enfermedades típicas del hambre, como la tuberculosis y la desnutrición, haciendo insuficientes todos los esfuerzos.
La Iglesia ceutí asiste al declive de su veterano deán Eugenio Mac-Crohon, sustituido en julio de 1925 en su cargo de vicario por el canónigo José Casañas Caraballo y luego en el de deán. La firme unidad entre trono y altar sería puesta de manifiesto en la visita que Marcial López Criado hace a Ceuta en 1927, coincidiendo con la estancia del rey y el dictador, en la que hace una encendida defensa de la monarquía. Mientras, Casañas intenta poner en orden la administración diocesana, falta de rentas, que logrará sanear con la construcción de un edificio en la calle Echegaray.
Los principales periódicos continúan siendo El Defensor de Ceuta, dirigido ahora por Eduardo Artiel, y La Gaceta de Yebala. Este último sumamente crítico con la actuación de los ayuntamientos de la dictadura, a los que denuncia por corrupción e inhibición en los problemas sociales. Fue suspendido por la dictadura en 1926, en clara represalia por su actitud crítica. Otros diarios que continúan son El Noticiero y El África, cuya segunda etapa se extiende entre 1919 y 1924 bajo la dirección de José Román.
Nacidos durante la dictadura aparecen periódicos como El Tambor o Patria, editados en la imprenta de El Defensor, y La Voz de África, diario de información general hasta 1924, fundado por Fernando de la Quintana, que criticará la carestía de las subsistencias y la censura de prensa. Un semanario crítico con la dictadura será El Clamor de Ceuta, dirigido por Joaquín Estévez Suárez. Reaparecerá, en una segunda etapa, en 1926, La Opinión, diario dirigido por Nicolás Fernández, propiedad de Fernando Fernández Franco, que funcionará hasta 1933. Se mostró muy crítico con la desaparición del Ayuntamiento y mantuvo una línea de denuncia de los abusos de la empresa del alumbrado. Tuvo las primeras linotipias de la ciudad, que heredará El Faro en 1934.
Pero la aparición de más calado será la de la Revista de Tropas Coloniales, fundada en 1924, que se convertirá en portavoz e intelectual orgánico del militarismo africanista. Entre sus fundadores se encuentran Franco, Queipo de Llano o Martín de la Escalera, que no dudará en criticar los planes de retirada de Marruecos y en defender la acción militar. También aparecen durante la dictadura diarios como El Mediterráneo, en 1925, impreso por la Editorial Hércules; La Región, hasta 1927, o La Correspondencia de África, 1926. El 19 de noviembre de ese año aparece la más longeva publicación ceutí, El Boletín Oficial de Ceuta, gaceta de la ciudad editada por la viuda e hijos de Rafael Gámez. En 1930 nacen dos publicaciones importantes por su orientación antimonárquica y republicana, que encabezan la oposición al viejo orden y anuncian la transición a la República: El Salto del Tambor, fundada por Emilio Peregrina en su etapa anarcosindicalista, y el semanario de izquierdas aparecido en agosto Renacimiento, impreso por Parrés y Alcalá, fundado por el ex militar Enrique Porres Fajardo, que contaba como jefe de redacción con Ángel Ruiz Enciso. Fue una revista de marcada tendencia jacobina y radical pro republicana.
En el terreno cultural destacamos algunas obras importantes para el conocimiento histórico de la ciudad, como Abyla Herculana (1925), de Francisco Sureda Blanes, o Los Mogatace (1928), de Enrique Arques y Narciso Gibert. Otra experiencia cultural relevante será la creación de la Editorial Hércules, impulsora de diversas obras, revistas y diarios (Heraldo de Marruecos, En Nasar, Gráfico), que estaba dirigida por Manuel L. Ortega y contó con Mariano Bertuchi como director artístico. En las artes plásticas sobresalen el propio Bertuchi, que decoró el salón del trono del Palacio Municipal y pinta, entre otras obras, el famoso tríptico; el escultor Cándido Mata y el ceramista Ramos Rejano. Para finalizar, en esos años comenzará la labor de la Unión Artística, animadora de la vida teatral, presidida por Enrique Ruiz de Silva, y que contó con Félix Hernández, José Mollá o José Román.
Cuadro de Mariano Bertuchi Nieto que representa el desembarco de los Regulares en el puerto de Ceuta en los años veinte.
La evolución urbana.
El periodo 1900-1923
Ceuta es a principios del siglo una ciudad cerrada, con un crecimiento urbano desordenado e inconexo. La descripción de García Fernández nos ayuda a conocerla: calles estrechas, desiguales y poco rectas, escasez de viviendas, modestas, pequeñas, de uno o dos pisos, careciendo la mayoría de cocinas y retretes, siendo común el patio, la huerta y el jardín. Casi toda la población se hacina dentro de sus murallas, siendo escasa la que vive en el Campo Exterior, formado por viviendas y casas de recreo diseminadas por núcleos como la Almadraba del Príncipe, en Choza del Arbí, con un conjunto de habitaciones conocidas como Villa Comandari o Barrio de Elvira. Varios caminos cruzan el Campo y lo unen a la ciudad; enlazaban con el del Serrallo, que se bifurcaba a la altura del reducto del Príncipe, donde terminaba un ramal, mientras otro unía la línea de Fuertes; otro recorría la costa meridional, pasando por el Barrio de Elvira hasta el Tarajal, desde donde sube a Príncipe Alfonso, y otro recorría la costa norte hasta su mitad. Ésta es la situación urbana en el momento que comienza la intensa etapa de transformaciones que tiene su arranque en la construcción del puerto, planteando una ciudad abierta hacia su bahía y el mundo. Las grandes obras de infraestructura a partir de 1909 articularon la ciudad y la empujaron a un cambio urbanístico, reforzado por la expansión económica.
En 1900 la ciudad tiene 1.139 edificios, de los cuales el 70% son de una planta y medio centenar son barracas, lo que nos arroja una media muy alta, de 11,6 personas por edificio, que casi triplica la nacional. Sobre esta estructura urbana se lanzará una inmigración masiva desde 1906. En 1910 los edificios son ya 1.352, apenas un incremento del 18,7% para una población que ha crecido en un 80%. En 1910 son 22,4 los habitantes por edificio, lo que sitúa a Ceuta como el cuarto municipio, entre los de más de 20.000 habitantes, con más habitantes por edificio de España, superando ampliamente la media nacional de 5,3.
El primer efecto fue la extensión del barraquismo y la infravivienda, que se quintuplicó entre 1906 y 1910. En 1910 las barracas superaban las 300, pasando de representar el 4% de las edificaciones al 23,2%, extendiéndose por el istmo y la Almina. Ahora las construcciones de dos plantas superan las 682 y representan un 50% del total. La llegada masiva aceleró la construcción entre 1910 y 1920, la mayoría patios de vecindad y viviendas de mala calidad, pasando la ciudad a albergar 2.852 edificios, con un incremento de un 110% sobre el decenio anterior: unas 1.500 nuevas edificaciones, de las que 634 serían albergues. La media de habitantes por edificio es ahora de 12,3. Pero la estadística oficial minusvalora el número de albergues en unos mil, como hemos podido comprobar a través de fuentes locales. En 1920 las barracas superan ligeramente el 42% de todas las edificaciones y dan habitación a unas 7.000 personas, el 20% de la población. La ciudad crece de forma dual, con una alta incidencia de habitaciones miserables.
Esta avalancha humana que se cernió sobre Ceuta tuvo efectos catastróficos sobre la revolución urbana. Se rellenaron los espacios vacíos y se construyeron las colinas de forma anárquica, sin planeamiento, se saturó el viejo casco urbano y, entonces, la expansión desordenada prosiguió por el Campo Exterior, mucho antes de que se formularan planes para su ensanche, eternamente demorados por lo confuso de su régimen de propiedad. El predominio de zonas militares y la falta de legitimación de los terrenos dio lugar a dos importantes fenómenos: la construcción masiva e imperiosa de las barracas en lugares que debieron quedar como espacios libres y el levantamiento por los propietarios y capitalistas ceutíes de modernos edificios en solares del recinto interior. Ello hizo que el municipio encaminara todos sus esfuerzos a la reforma interior, lo que supuso enojosas y lentas expropiaciones con fuertes inversiones para el ensanche de las vías céntricas y su pavimentación y acerado para hacerlas aptas al tráfico mecanizado. Esta evolución supondría un enorme déficit de espacios comunitarios, así como de parques y jardines. El Ayuntamiento impulsó la construcción de los primeros núcleos barraquistas en el Campo Exterior para facilitar la reforma interior, trasladando muchas de las existentes en la Berria y la Almina a Príncipe Alfonso, que se unía al viejo núcleo de El Angulo, donde vivían los Tiradores del Rif. Otros fueron naciendo alrededor de los cuarteles e instalaciones militares.
Al llegar 1920 las barracas se repartían al 50% entre el viejo casco urbano y el Campo Exterior, unas 800 en cada zona. La división del término municipal realizada por las Ordenanzas de 1923 presenta para el recinto interior un aspecto urbano que concuerda con el que presentará en décadas posteriores. En el Campo Exterior existen ya seis barrios, a los que hay que agregar un conjunto variable de caseríos, cuarteles y destacamentos militares diseminados: el de Otero, la Almadraba, el Príncipe Alfonso, el de la Puntilla, en el que se incluyen la Alhambra, estación de ferrocarril, Villa Capona, Hadú, Arroyo del Lavadero, Terrones y Ceuta la Vieja, el de Benítez, que comprende el Serrallo, Loma Larga y los Fuertes, Tejar de Ingenieros, Secades, Cabrerizas, Calamocarro y el de Benzú, habitado por los trabajadores de las canteras del puerto. Se han consolidado y grandes núcleos de barracas en todos sus barrios.
Las reformas urbanas más importantes, que en un ritmo lento fueron cambiando la faz de la ciudad, serán la construcción en 1903 del Puente del Cristo; el relleno del foso del puente levadizo de la puerta del Campo y derribo de las murallas del lado norte, para trazar la avenida Bernal, principal vía de comunicación con el Campo Exterior, sustituyendo el puente por la guardia de la Alhambra; el derribo de los baluartes de San Juan de Dios y de la Campana para ensanchar la calle de Martínez Campos, futura entrada y salida del puerto, lográndose así su alineación con la calle Edrisis, que conducía al puente recién levantado; el levantamiento en el Revellín de notables edificios en su primera parte, y en el número 25 un gran edificio que construye Ramón Romeu entre 1907 y 1908; el derribo en la plaza de África, en 1912, de los restos del convento de la Trinidad para construir pabellones militares, y la construcción en el foso seco del cuartel de la Inspección Militar.
Chabolas en el foso San Felipe. El chabolismo será una de las lacras de la Ceuta del primer tercio de siglo. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La mayor parte de las reformas urbanas y edificios construidos hasta 1910 son diseñados por ingenieros militares. Se suceden desde 1904 Emilio Luna Barba, que redactará en 1905 el plano de alineaciones y rasantes, base del arranque de la reforma interior, Francisco Cañizares y José Ubach. A partir de diciembre de 1910 comienza la larga etapa del primer arquitecto civil, Santiago Sanguinetti. El elenco de profesionales se incrementará a partir de 1910 por la llegada de nuevos ingenieros que vienen a dirigir las grandes obras como el puerto o el ferrocarril. A José Rosende y Rafael Vegazo, ingenieros de la Junta de Obras del Puerto (JOP) llegados en 1905, se les unirán José Arango, José María Escriña, Julio Rodríguez de Roda, Francisco de Paula Gómez, etc.
Ejemplos de la arquitectura de la primera década serán el pabellón militar del paseo del Rebellín (1900); algún edificio realizado por los maestros de obras del periodo 1900-1903, como el que se encuentra en la calle Real esquina con Duarte de Antonio Buscató Ventura; los realizados por Cañizares entre 1905 y 1909 en la plaza Ruiz número 5 para Jerónimo Almenara, en Queipo de Llano números 6 a 8 y en Real número 2, y la mezquita de Sidi Ibrahim, ejecutada en 1909 por Ubach. Tres edificios que merecen mención son la Casa de los Dragones (1905), del arquitecto valenciano Juan Manuel Cortina, muestra del eclecticismo de raíces historicistas medievales; el proyecto de Palacio Municipal, redactado en 1910 por José María Romero Barrero, un monumental edificio ecléctico de tres plantas, que tardará aún 17 años en ser terminado, y la casa Delgado, en el Rebellín, ejemplo de modernismo burgués.
En la segunda década destacan algunas edificaciones de Sanguinetti como el teatro del Rey, en 1915, de estilo modernista, y el Apolo (1916), más ecléctico; la casa en la calle Real esquina con Agustina de Aragón e Isabel Cabral propiedad de Bonifacio López Pastur, de estilo regionalista monumental con toques neobarrocos, junto a José María Escriña; la casa en calle Real esquina con Teniente Arrabal propiedad de José Ibáñez, junto a Rafael Vegazo, y los edificios de la plaza de África y Mina, junto a Francisco de Paula Gómez. Otras construcciones destacadas del periodo serán el hotel Majestic (1920), realizado por Escriña para Demetrio Casares; la estación del ferrocarril y el apeadero del Tarajal (1918), para la Compañía Española de Colonización, realizado por Julio Rodríguez de Roda, de estilo neoárabe; el cuartel de Automovilismo, de carácter historicista o algunos de los pabellones que integrarán el Hospital Militar de O’Donnell, como la capilla realizada por el ingeniero Eugenio Ondovilla y Sotes en 1921 y el edificio en forma de U, de corte academicista, para el colegio de San Agustín de Francisco Urcola en 1915, ejecutado por el ingeniero Luis Sierra.
La dictadura de Primo de Rivera, 1923-1931.
Estos años se caracterizan por la definitiva expansión hacia el Campo Exterior, facilitada por la nueva legislación que ampara la legitimación de la propiedad (Ley del 4 de agosto de 1922, Real Decreto Ley del 27 de marzo de 1925, Real Decreto Ley del 9 de abril de 1929). El 24 de septiembre de 1929 se aprueban por la Junta Municipal las bases para la redacción del anteproyecto de ensanche mediante concurso, fallado el 28 de noviembre de 1930 a favor de los presentados por Gaspar Blein, Cesar Cort y el equipo formado por Pedro Muguruza, Manuel Latorre y José Hervas.
El Campo Exterior alcanza las 2.859 edificaciones, el 44,27% de todas las existentes, el 50% barracas. Sólo 79 de las edificaciones de la zona tienen dos plantas ó más, el 2,76%, y sólo siete tienen tres o más. La mayor parte de sus edificaciones están destinadas a vivienda, existiendo únicamente 107 edificios destinados a otros usos. El viejo casco urbano, entre el Foso y la Cortadura del Valle, reúne 3.487 edificaciones, el 54%, de las que 1.342 son chabolas (38,4%). Aquí se concentran la mayoría de los edificios de dos o más plantas, y se ubican la mayoría de los edificios no destinados a viviendas, un total de 406. La zona del monte Hacho está formada por 111 edificaciones, el 1,71% del total, de las que 64 son barracas (57,6%). Sólo dos de sus edificaciones tienen dos plantas y tres de ellas tienen usos distintos a vivienda. En el Campo Exterior, Hadú se ha consolidado como la barriada más importante, seguida de algunos de los principales núcleos barraquistas como son Príncipe Alfonso, El Angulo y la barriada España, La Puntilla Villa Jovita y General Sanjurjo, la Almadraba y Benzú.
La expansión urbana se ha concentrado en la zona del ensanche occidental, donde han aparecido tres nuevas barriadas: General Sanjurjo, Villa Jovita y España; aunque también ha conocido un importante crecimiento toda la línea del Recinto Sur, en el recinto interior, basado fundamentalmente en el barraquismo, por el Recreo Alto, Escuela Práctica, el Patio Centenero y la calle Linares, y va a extenderse, en alternancia con construcciones más sólidas, por las faldas del monte Hacho, San Amaro y Sarchal. La barriada General Sanjurjo representa en estos años la primera intervención pública municipal dirigida a remediar el grave problema de la vivienda. La de Villa Jovita es un ejemplo de construcción privada, pero sometida a las ordenanzas municipales. El Angulo, el Llano de las Damas, el Foso San Felipe y la llamada “vía izquierda del ferrocarril” se pueblan de chabolas de madera y chapas de cinc, fuera de toda ordenación. En el puerto se ha puesto ya en funcionamiento el muelle de Alfonso XIII, inaugurado en 1928. Otra importante transformación urbana, realizada a finales del periodo, será el derribo del Hospital Militar, que permitirá crear un amplio espacio público conocido como plaza de la República en 1931.
El muelle de Alfonso XIII, inaugurado en 1928. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
“Las mejoras en las instalaciones portuarias quedan reflejadas en la inauguración en 1928 del muelle de Alfonso XIII”
Surgen las grandes construcciones burguesas que dan una nueva fisonomía al centro urbano.
Uno de los arquitectos del periodo es el mallorquín Andrés Galmés Nadal, que inicia una línea monumentalista, modernista y Art decó. Llegó a la ciudad en 1925 para realizar su primera obra, la Casa Trujillo, que sería inaugurada en 1927, con un coste fabuloso para la época de 1.640.000 pesetas, convirtiéndose en un símbolo del perfil urbano. Otras obras importantes serán la casa de Demetrio Casares en la calle Jáudenes y diversos proyectos para la reforma interior de la ciudad, realizados para la Junta Municipal. La escuela monumentalista de Galmés será seguida por diversos autores, como el ingeniero Francisco de P. Gómez en edificios como el gemelo del Palacio Municipal enfrentado al mismo, o los edificios de líneas curvas neobarrocos construidos en la plaza Mina o en Rebellín esquina a Méndez Núñez; el arquitecto Julio Jiménez Castedo, autor del edificio Marañes, construido por Tárrega-Melida en 1929, o el edificio de Alejandro Ferrant y José Larrucea para la familia Parres en la calle Marina esquina a García, de 1927, basado en un Art decó desornamentado.
Otra línea de trabajo que coexiste en el final de estos años va a ser el regionalismo, que tendrá su máxima expresión en el ingeniero militar Juan Noreña Echevarría, autor de un sistema de construcción económica de hormigón armado que serviría de modelo a las construcciones de casas baratas realizadas por la Junta Municipal en el Morro y Príncipe Alfonso en 1927 y 1928.
Noreña construirá pabellones militares basándose en modelos populares de la arquitectura del norte peninsular, como los de Pozo Rayo o Pino Gordo o los pabellones del cuartel de Regulares de estilo andaluz con utilización de ladrillo y azulejería artística. En esa misma línea destaca el también ingeniero militar Federico Martín de la Escalera, que colabora en el proyecto del cuartel de Regulares y realiza el edificio de la esquina de Teniente Coronel Gautier con Romero de Córdoba. Asimismo comparte su gusto por el regionalismo el ingeniero José Mollá Noguerol, autor de varios chalets de inspiración granadina en las afueras de Ceuta o de la casa de la familia Sancho de Mesa, entre Antíoco y Méndez Núñez. En ese arquetipo regionalista se inscriben algunas casas inglesas como el edificio central de Ybarrola y el llamado Chalet Inglés, así como el medievalizante edificio de la Comandancia de Obras.
Los otros grandes arquitectos de esta etapa son los hermanos Blein Zarazaga. En 1926 llegará Gaspar para ocupar la plaza de segundo arquitecto municipal. Al principio colaborará en diversas obras con Sangunetti, para firmar más tarde en solitario y terminar trabajando con su hermano José, que le sustituye como arquitecto municipal en 1929. Gaspar realizará obras que nos acercan al racionalismo, como el hotel Alhambra para José Claros en 1926 o la casa para las Capellanías en Echegaray. También realizará diversos proyectos en serie, de compromiso social, para la construcción de casas baratas en pasaje Recreo, Hadú, Salud Tejero, Galea o el Morro. A partir de 1929 toma el relevo José, cuya primera obra de 1928, en colaboración con Gaspar, será un edificio en la calle Canalejas que en sus volúmenes de vanos y balcones reproduce un aeroplano, entrando de lleno en la estética modernista del llamado “arte máquina”. En esa misma línea, en 1929, van a construir un edificio de arquitectura naval de siete plantas entre las calles Isabel Cabral y Mina, para García y Aguilar, con una torre con características de rascacielos que forma un imponente avión. Obras de José Blein en estos años serán tres edificios Art decó, de 1929, como son los realizados para Abraham Barchilón en González de la Vega, para los hermanos Molina en Real esquina Ciudad Trujillo y para los hermanos Pareja en el paseo de las Palmeras esquina a Mártires y Queipo de Llano. En 1930 realizará un edificio antiformalista para Jacob Benasayag en la calle Real número 9 o edificios como los encargados por los hermanos Baeza en la calle Real esquina a Canalejas o en la calle Marina con pasaje de las Balsas. En general, su obra inicial anclada en el Art decó y el “arte maquina” irá evolucionando en los años treinta hacia el racionalismo.
Tríptico de Mariano Bertuchi Nieto que simboliza el progreso económico de Ceuta en los años veinte (Agricultura, Industria y Transportes). Museo de Ceuta.
La República y la Guerra Civil, 1931-1940.
La evolución demográfica.
El periodo arroja dos etapas bien diferenciadas: una que va de 1931 a 1936, en la que se produce un crecimiento muy moderado con un incremento de 1.914 habitantes, elevándose la población en el padrón de 1936 hasta los 52.528, debido fundamentalmente al impulso vegetativo con un saldo favorable de 2.796 personas, un saldo inmigratorio negativo por primera vez desde 1900 con la marcha de 882 habitantes por la crisis económica iniciada en 1929. Y la etapa entre 1936 y 1940, en la que se produce un incremento sobre la población de hecho de 6.587 personas, debido a un saldo inmigratorio positivo de 4.637. Esta inmigración está ligada a los acontecimientos bélicos que hacen que muchos parientes de familias ceutíes se instalen en la ciudad, huyendo de la inseguridad de los frentes. Algunas catas realizadas en el padrón de 1940 nos indican que la población asentada entre 1936 y 1940 ronda entre el 6% y el 9% del padrón. La población alcanza en el censo de 1940 las 59.115 personas, con un incremento intercensal de 8.501 habitantes, un índice anual moderado del 1,68%; aunque el censo arroja una gran diferencia entre población de hecho y población de derecho, elevándose esta última a 65.982 habitantes. Esta anomalía se debe a las circunstancias de la Guerra Civil, que movilizó a una buena parte de los jóvenes ceutíes y a su población militar, y, por tanto, figuraran como ausentes. Prueba de ello es la disminución de los grupos de edad masculinos entre los 15 y los 24 años en la población de hecho hasta los 6.622, casi la mitad de los registrados en 1930, y la importante disminución de hombres solteros. El censo de 1940, el primero tras la Guerra Civil, ha sido puesto en solfa por su posible falseamiento, por lo que los datos deben ser tomados con precauciones. Hemos comparado sus resultados con el padrón de 1940, que arroja una población de 63.849 habitantes. Por primera vez en el siglo, el incremento de población se debe más al propio crecimiento vegetativo (4.746) que al saldo inmigratorio (3.655), que pierde impulso como motor del crecimiento.
Los hombres continúan representando mayor porcentaje en la estructura de población con el 59,49%, pero cediendo 3,4 puntos frente a las mujeres, que crecen a mayor ritmo. Ahora la relación se sitúa en 146,9 hombres por cada 100 mujeres, mientras que la media nacional es de 92,2. Ha descendido la población joven menor de 40 años, que ahora representa el 69,18%, perdiendo 15 puntos (en ello incide la población ausente). Desciende de forma asombrosa el porcentaje de población masculina entre 21 y 25 años pasando al 7,3%, un descenso motivado por la ausencia de la población movilizada, siendo ahora el escalón más numeroso el de los hombres entre 25 y 34 años, con un 12,7%. Crece el porcentaje de población casada, que se sitúa en el 48,1%, ganando 17 puntos con respecto a 1930, sobre todo entre las mujeres, que se duplican, pasando de 6.569 a 12.418; pero siguen siendo más los hombres (16.050), persistiendo un gran número de ellos que viven solos sin sus familias. Crece la densidad de población, que supera los 3.111 habitantes por km2. Sigue desigualmente repartida entre el viejo casco urbano y el Campo Exterior. En la ciudad y en el monte Hacho viven 32.325 personas en 1940, el 54,6%, perdiendo 17,8 puntos con respecto a 1930 y algo más de 4.300 habitantes, descendiendo su densidad a 8.081habitantes por km2; mientras el Campo Exterior gana población hasta alcanzar los 26.790 habitantes, casi duplicando su número con una ganancia de 12.830 habitantes, que elevan su densidad a 1.786 habitantes por km2. Esta expansión creciente hacia el Campo Exterior viene facilitada por la superación de los problemas de legitimación de la propiedad.
Proclamación de la II República en Ceuta, desde el Ayuntamiento, el 14 de abril de 1931. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La población está compuesta por 48.816 civiles y 10.299 militares, alcanzando la primera un porcentaje superior en 14 puntos al de 1930, un 82,5%, debido al progresivo descenso de las unidades militares que se viene produciendo desde el final de la Guerra de Marruecos, aunque hay que tener en cuenta los movilizados ausentes.
La minoría étnica que más ha crecido es la musulmana, que alcanza las 5.780 personas (un 67,6% son hombres), el 9,7% de la población, según el censo, mientras que el padrón de ese año recoge 4.045. Ha conocido un fuerte crecimiento a partir de 1935, en que el padrón la cifra en 2.717 personas (51% hombres), ligado a la Guerra Civil y la recluta militar. Se duplica entre 1935 y 1940 por el impulso inmigratorio, principalmente de hombres. La mayoría se asientan en el Campo Exterior (99,2%), en las barriadas de Príncipe Alfonso (32,5%), Avenida de África (25%), Hadú (21,3%) y El Angulo (14,8%), y se dedican a la profesión de las armas (60% de los activos) en las unidades indígenas; mientras que el resto se concentra en diversos oficios subalternos (32%) y el comercio (8%). El 75% de sus efectivos han nacido fuera de Ceuta. La población hebrea, que según el padrón municipal en 1935 ascendía a 296 personas, ha retrocedido en 1940 a 213, debido a las circunstancias de la Guerra Civil. En su mayoría se dedican al comercio y a la industria. La población hindú ha duplicado su presencia respecto a 1930, son ya 21 las personas asentadas en la ciudad, con un crecimiento de 6 respecto de 1935, en que se registran 15 habitantes, todos dedicados al comercio. Por lo que respecta al estado de instrucción, 17.091 ceutíes son analfabetos, lo que representa el 28,9% del total, habiendo descendido en 10 puntos con respecto a 1930, situándose por encima de la media nacional que para 1940 es del 23,2%. Se reduce la tasa de analfabetismo a un ritmo similar a la media nacional. Ahora son los hombres los que presentan un mayor porcentaje de analfabetos, el 30,1% del total.
Ceuta se encuentra 12,8 puntos por encima de la media nacional, teniendo una influencia decisiva en ello el aumento de la población musulmana, que en su mayoría no sabe ni leer ni escribir. Por el contrario, el analfabetismo femenino ha descendido a mayor ritmo que la media nacional. En 1940 son 6.416 las mujeres analfabetas, el 26,7%, habiéndose producido un descenso de 24 puntos, mientras que la tasa nacional sólo lo ha hecho en 10,7. En ello tiene una influencia decisiva el esfuerzo educativo de la República, que logra situar el analfabetismo femenino en Ceuta ligeramente por debajo de la media nacional, que es del 28,5%.
La población activa
Los activos ascienden en 1940 a 26.785 personas, habiéndose incrementado en un 2,62% sobre la población activa en 1930, cifra muy inferior al crecimiento poblacional, debido a la crisis económica que sufre la ciudad y al descenso de la población militar. Sólo representa ahora el 45,3% del total. La población militar sólo supone en 1940 el 38,45% del total, perdiendo 22,9 puntos respecto a 1930; aunque hay que tener en cuenta las unidades ausentes. La población activa civil asciende a 16.486 personas, incrementándose en 6.418 sobre la de 1930; un aumento del 63,7%, ganando peso hasta el 61,5%. Crece la población activa civil, mientras la militar continúa el descenso iniciado en 1927. Ahora representa un 41% de toda la población civil excluida la población escolar, habiéndose incrementado en 7 puntos sobre 1930.
El primer lugar en la estructura laboral civil lo siguen ocupando los obreros sin cualificar y cualificados, que ahora suman 9.406, el 57% de los activos. La ciudad sigue presentando un perfil fuertemente proletarizado. Los obreros sin cualificar son 7.386, que representan el 44,8% de los activos. El segundo lugar lo ocupan los empleados, dependientes, escribientes y funcionarios que suman 1.703, el 10,32%. El grupo de las profesiones liberales (554, un 3,36%), industriales, comerciantes, propietarios y banqueros (963, un 5,8%) representa el 9,2% de la población activa. Detrás se sitúan los pescadores y marineros, que alcanzan las 913 personas, el 5,5%. El servicio doméstico está integrado por 658 personas, en su mayoría mujeres, que representan el 3,9%. Los pequeños artesanos y comerciantes suman 630, el 3,82%. Los trabajadores agrícolas son 454, lo que representa el 2,75%. El clero está compuesto por 100 personas, el 0,60%. Por fin los retirados y pensionistas experimentan un notable incremento con 1.088 personas, un 6,5%, ganando 4,7 puntos. Casi el 70% de la población activa pertenece a la clase trabajadora, perfilando una ciudad donde la burguesía y las clases medias representan un escaso porcentaje.
Las profesiones liberales pierden peso respecto al decenio anterior, aunque se han incrementado en 83 profesionales. Las más numerosas son las relacionadas con la enseñanza, que han conocido una importante expansión por la obra educativa republicana, alcanzando un total de 141 profesionales. Le siguen las sanitarias, que suman 72, las jurídicas con 48 profesionales, así como la arquitectura y las ingenierías con 21 profesionales. La función pública se ha incrementado hasta los 750 funcionarios, 527 de ellos municipales. La estatal está compuesta principalmente por personal educativo, con 65 efectivos; cuerpos de seguridad, con 52 agentes, y por los cuerpos de correos y telégrafos, con 34 empleados. El resto de la Administración del Estado sigue presentando un desarrollo incipiente.
El sector servicios continúa a la cabeza en el reparto laboral civil con un 55%, aunque cede un punto en su peso. Sus principales actividades son el comercio (28,5%), la hostelería (11,55%), que gana peso con respecto a la década anterior, los transportes (11,43%), el servicio doméstico (9,13%), la función pública (7,92%) y las profesiones liberales (7,68%), que pierden peso. En segundo lugar se sitúa el sector industrial y la construcción, que ocupa al 37,1% de los civiles, perdiendo un punto en su peso. Sus principales sectores son la construcción (30,4%), los tejidos (29,6%), la alimentación (20,2%) y la pequeña metalurgia (11,1%). En esta década han ganado peso la construcción, el sector textil y la alimentación, retrocediendo los demás. El sector primario se sitúa en último lugar, con un 7,6%, aunque conoce un repunte en su peso de 2,8 puntos respecto a la década anterior. Todo esto se debe a la expansión de la actividad pesquera ligada al incremento de la industria conservera y a un cierto repunte de las actividades agrícolas y ganaderas debido a las dificultades de abastecimiento provocadas por la guerra. Sus principales sectores son la pesca (63,6%), las actividades agrícolas y forestales (31,6%) y las minas y canteras (4,6%).
La población activa femenina supera las 2.400 mujeres, el 14,6% de la población activa, 5 puntos más que en 1930, habiéndose incrementado en un 141%. Ahora se asientan fundamentalmente en el sector de los tejidos, donde trabajan el 55,5%; pasando a segundo lugar las dedicadas al servicio doméstico, con el 27,2%, y el tercer lugar lo ocupa la industria alimentaria con el 11,1% (90% industria conservera). Se produce un retroceso en las dedicadas a las profesiones liberales (1,4%) con respecto a la etapa republicana, periodo en el que se contabilizaban más de medio centenar, descendiendo a 34 en 1940. Este retroceso hay que relacionarlo con la vuelta al papel tradicional que la ideología nacional-católica asigna a las mujeres tras la Guerra Civil. Siguen concentradas en la enseñanza (14) y la actividad sanitaria (13), apareciendo durante el periodo republicano la primera mujer ceutí médica, Antonia Castillo Gómez (tocóloga municipal), y la primera farmacéutica, Elena Perales. Las mujeres activas representan el 10% de todas las mujeres, doblándose el número de las que participan en la vida laboral con respecto a 1930.
“Desde 1927, el porcentaje de la población militar de Ceuta inicia un descenso
significativo, exceptuando el periodo de la Guerra Civil”
Eduardo Pérez Ortiz. Su cese en la alcaldía provocó una importante crisis en el seno de la Conjunción Republicano-Socialista ceutí. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La evolución de la economía y la sociedad.
Los primeros años republicanos vienen marcados por el desarrollo de la crisis del 27, que dará muestras de mejoría al final del periodo, pero que se verá frenada por el inicio de la Guerra Civil.
A esta situación económica no es ajena la dinámica política, que hará que una parte importante del empresariado y la burguesía local sean remisas a emprender nuevas inversiones como forma soterrada de oposición al nuevo régimen. La evolución industrial y comercial podemos seguirla a través de series estadísticas como la contribución industrial, que tras lograr recuperar sus niveles de recaudación de 1929, en 1932 va a descender. Desde 1935 la recaudación de la contribución se sitúa por debajo de la media de toda la década, ya inferior a la media del periodo entre 1927 y 1930. El comercio también mantuvo una evolución negativa. La crisis, en cuanto al volumen de mercancías, parece comenzar a remontar a partir de 1932, alcanzando en 1935 su récord histórico con 457.437, aunque volverá a caer en 1936, comenzando un descenso que durará toda la guerra debido a las condiciones bélicas y a las dificultades de navegación. El 91,7% del volumen corresponde a mercancías importadas, incrementándose en casi un 3% el volumen de las exportadas. Aunque estos datos son corregidos por la evolución del valor de las mercancías en pesetas oro, que nuevas series estadísticas nos permiten conocer para los años entre 1930 y 1934 así como para 1940. Los valores caen en picado desde 1930, en que sobrepasa los 67 millones de pesetas oro, hasta 1934, por debajo de los 21 millones. A la altura de 1940 se ha producido una recuperación de los valores, que se acercan a los 41 millones. El valor de las mercancías para el periodo 1931-1934 y 1940 está cercano a los 138 millones de pesetas oro, con una media anual de 27,6 millones. El 81,4% del valor corresponde a las importaciones, mientras que el valor de las exportaciones casi dobla su porcentaje sobre el volumen, siendo de 25.624.496 de pesetas oro. Se produce un incremento del volumen de mercancías llegadas a la ciudad pero un descenso en su valor, debido, por un lado, a que el mayor volumen de mercancías (57,20%) lo alcanzan las primeras materias (especialmente el petróleo y el carbón), que tienen un precio menor por tonelada que otras mercancías, y a una importante caída de los precios del comercio internacional tras el Crack de 1929. Más de la mitad del comercio ceutí está compuesto por mercancías de gran volumen y bajo valor.
Se va a producir la sustitución de las importaciones peninsulares por extranjeras. Aquéllas se habían mantenido siempre por encima del 60% del total hasta 1930, mientras que a partir de 1931 comienza a descender su porcentaje, alcanzando un mínimo del 39,2% en 1933. El primer lugar por el valor lo alcanzan los artículos fabricados (43,1%), seguidos de las sustancias alimenticias (39,4%) y las primeras materias (14,17%). En la importación se sitúan en primer lugar las sustancias alimenticias (44,4%), seguidas de los artículos fabricados (41,88%); mientras que en la exportación lo alcanzan los artículos fabricados (49,4%) y las primeras materias (30,1%), sobre todo el suministro de combustible y carbón a buques.
La recaudación del arbitrio “de comer, beber y arder” nos ofrece una serie más completa que la de valores en pesetas oro. Tras un descenso acentuado entre 1929 y 1932, comienza a recuperarse a partir de 1933, y con más claridad en 1935 y 1936, lo que nos indica que existió cierta recuperación comercial en correspondencia con la recuperación en el volumen del tráfico. A pesar del descenso registrado en los valores en pesetas oro, el arbitrio no se resintió en la misma medida, probablemente porque el incremento de entrada de combustibles compensó en parte la caída en la importación de alimentos, habiéndose casi doblado las introducciones de combustibles entre 1930 y 1934. A partir de 1938 se produce un nuevo descenso que comenzará a remontar en 1940.
Visita de Alcalá-Zamora, presidente de la II República, a Ceuta en 1933. Junto a él, el alcalde José Victori. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La actividad portuaria conoce un importante auge en los años republicanos, en los que se incrementan tanto los buques entrados a puerto como su tonelaje, ascendiendo en un 23,7% y un 216%, respectivamente, la media del periodo 1931-1935 con respecto a la del periodo entre 1922 y 1930, superándose los 3.000 buques anuales. Hasta 1937, el mayor tonelaje corresponde a buques extranjeros, con una media del 60%, pero va a descender hasta representar el 5% en 1940. Las banderas de mayor presencia son las inglesas, alemanas, italianas, noruegas y danesas. Durante la Guerra Civil desaparecen las inglesas, pasando al primer lugar las italianas y alemanas. El desarrollo de las actividades portuarias viene propiciado por la expansión del negocio de los suministros, que comienza a desarrollarse desde 1930, convirtiendo al puerto en una gran estación de abastecimientos marítimos, que alcanza su cénit en 1935 con más de 313.000 toneladas de suministros servidas. El comienzo de la guerra hace que este negocio descienda de forma considerable, produciéndose su punto más bajo en 1940 (100.000 toneladas), tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, después de una cierta recuperación en 1938 y 1939 (170.000 toneladas). También conoce un incremento importante el tráfico de pasajeros, que tendrá su año récord en 1934 con 99.620, con un importante descenso durante la guerra. Todo ello convierte a Ceuta en 1934 en el primer puerto por el número de buques entrados (2.706) y en el quinto por el tonelaje de arqueo de los buques (2.897.189 toneladas).
La industria pesquera se encuentra en un momento de expansión. La flota crecerá en los años republicanos, llegando a estar matriculadas unas 474 embarcaciones de pesca en 1934, aunque sólo 220 son de motor, con un personal que supera las 2.100 personas (474 son patrones). En 1935 se capturaron 8.384 toneladas de peces, crustáceos y moluscos, que alcanzaron un valor en pesetas de 2.560.000. El sector se vio dañado por la guerra, registrándose un descenso de las embarcaciones y el personal que en 1940 se cifraban en 56 y 886 respectivamente, descendiendo casi en un 40% las capturas. Funcionaron cuatro almadrabas (Aguas de Ceuta, Piedra del Pino, Fuente Caballo y Boquete de la Sardina), cuyo volumen de capturas en 1940 sobrepasaba las 670 toneladas, con un valor superior a 1.115.000 pesetas, empleando a 184 trabajadores fijos. Funcionaban seis fábricas de salazón y una conservera (Pesquera del Mediterráneo), cuyo valor total de la producción en 1933 es ligeramente superior a las 515.000 pesetas, llegando a producir unas 434 toneladas, de las que unas 192 eran exportadas. Las fábricas daban empleo a 131 trabajadores fijos (41 varones y 90 mujeres), aunque en temporada trabajaban entre 300 y 500. La exportación se dirigía tradicionalmente hacia el mercado italiano, produciéndose una grave crisis desde finales de 1935 por su cierre. En mayo de 1936 estaban retenidas más de 700.000 pesetas en conservas ceutíes en los puertos italianos. Esta crisis se remontará en los años siguientes, existiendo en 1940 un total de nueve fábricas (cuatro de salazón, dos de escabeche y tres de conservas), con un empleo fijo de 195 trabajadores (49 hombres y 126 mujeres), que producían 606 toneladas por valor superior al millón de pesetas, exportándose el 91%. A su alrededor se establecen algunas industrias auxiliares de construcción y reparación de embarcaciones que llegaron a contar con cuatro talleres que daban empleo a una veintena de trabajadores, oscilando la construcción de embarcaciones de pequeño tonelaje entre las 10 y las 20 anuales. En 1940 facturaron 170.000 pesetas. Los empleos en tierra generados por esta actividad pesquera oscilaron entre los 206 de 1931 y los 385 de 1940.
Manifestación del 1º de mayo de 1931. La movilización política y social fue una de las características de la II República en Ceuta. Colección Francisco Olivencia. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
En el sector de transportes se asiste a la crisis del ferroviario entre Ceuta y Tetuán, que perderá rentabilidad por la dura competencia del transporte por carretera, que a partir de 1935 logrará superarlo tanto en viajeros como en mercancías. Provocará pérdidas entre 1931 y 1936 por encima del millón y medio de pesetas. Las circunstancias bélicas frenarán su crisis entre 1937 y 1939 con un notable incremento de ingresos por la actividad militar, aunque se produce un alza importante de los costes, obteniendo pequeños beneficios entre 1937 y 1939 que ascienden a unas 145.000 pesetas. Terminada la guerra, en 1940, vuelve la crisis. Las nuevas compañías por carretera, como La Bilbaína y La Valenciana, van incrementando el número de viajeros y mercancías con unos costes de explotación menores.
Crece el número de bancos afincados en la ciudad, abriendo sus puertas el Banco Central y el Hispano-Americano. Desde 1931, el conjunto de los movimientos bancarios conocerá una tendencia a la baja, sufriendo un descenso de un 30,9% en 1933 sobre 1931. El mayor descenso se produce en el movimiento de efectos en los años de la Guerra Civil, recuperándose a partir de 1940 pero sin llegar a los niveles de 1931. En todos estos años se produce un saldo positivo entre entradas y salidas, salvo en 1938 con un saldo negativo de 2.700.000 pesetas, situándose la media del periodo en un saldo positivo de 4.480.000 pesetas. Los años con mejor saldo serán 1932 (9.800.000 pesetas) y 1940 (16.700.000 pesetas), y los peores, los años de la Guerra Civil (una media de 612.000 pesetas).
La construcción conoció un periodo de escasa inversión, especialmente en el sector privado. El número de edificaciones construidas entre 1930 y 1940 fue de 375, mil menos que en el decenio anterior, además la mayor parte son construcciones modestas de una sola planta. Fue en este sector donde más repercutió la ausencia de inversiones de la burguesía local, coadyuvando junto al descenso de las obras militares al incremento del desempleo. Las obras públicas no pudieron compensar este retraimiento y, en cualquier caso, su volumen estuvo muy por debajo de décadas anteriores al descender en un 46% las inversiones en las obras del puerto, manteniéndose la inversión municipal en un nivel similar.
Los que conocieron una etapa de importantes ingresos fueron los propietarios inmobiliarios, rentabilizando sus inversiones por los altos precios de los alquileres. Los inmuebles alcanzaban, según la Cámara de la Propiedad, un valor en 1936 de 50 millones de pesetas, que se repartían 1.142 propietarios. Un total de 153 propietarios superaban las 9.000 pesetas de ingresos anuales, importante cantidad para la época. Un selecto grupo de 15 propietarios estaban por encima de las 48.000. A la cabeza se situaban la familia Barchilón (165.000 ptas./año), herederos de Trujillo (148.300 ptas./año), la familia Bentolila (141.000 ptas./año), José Ibáñez (123.000 ptas./año), Manuel Delgado Villalba (106.000 ptas./año), la familia Romero (86.400 ptas./año), los hermanos Baeza (84.120 ptas./año) y Bonifacio López Pastur (77.800 ptas./año), con ingresos fabulosos en 1936. El conjunto de las rentas inmobiliarias superaban los seis millones de pesetas.
Estos ingresos se vieron mermados en un 20% tras la promulgación de las Ordenanzas de la Vivienda de Beigbeder por los precios de tasa, siendo gravados por el impuesto especial del 10% para la construcción de casas baratas. Pero, a pesar de ello, supusieron importantes beneficios. Las empresas de mayor envergadura serán las de alumbrado, aguas, Ybarrola, Compañía General de Carbones, Pavimentos Asfálticos, Atlas, fábricas de hielo y gaseosas de Weil, Baeza Hermanos, Fábrica de Chocolates de Constantino López, Cereales y Ultramarinos de Constantino Cosío, Pesquera del Mediterráneo, Acevedo Hermanos, Aron Cohen, Compañía Canariense-Marroquí de Tabacos, Cerámica de los Castillejos, Alfón y Cía. y la Compañía Transmediterránea. Junto a hombres de empresa tradicionales, como los Delgado, Acevedo, Cosío, Baeza e Ibáñez, van apareciendo nuevos empresarios que se consolidan en los años de la guerra, como Borrás, Paublete o Partida.
“Una parte importante del empresariado y la burguesía local es remisa a emprender
nuevas inversiones como fórmula de oposición al régimen”
Sello postal de la Comandancia Militar de la Fortaleza del Hacho emitido en 1935. “El Correo del Estrecho”, Agrupación Filatélica de Ceuta.
La coyuntura económica republicana se circunscribe entre dos crisis: la iniciada con el fin de la Guerra de Marruecos en 1927, agravada por el Crack de 1929 en la economía mundial, y la profunda perturbación que representó la Guerra Civil. Existieron débiles síntomas de recuperación entre 1934 y 1935, pero la guerra cortó de raíz ese proceso. La crisis provocó la extensión del desempleo y el agravamiento de las condiciones de vida de las clases populares.El desempleo presionó a la baja sobre las mejoras salariales y laborales que se alcanzaron en el primer bienio republicano. Su cifra es difícil de determinar, aunque contamos con las de inscritos en la Oficina de Colocación Obrera, que en agosto de 1934 era de 1.135 y en noviembre de 1935, de 1.575. Pero la negativa de los anarcosindicalistas a inscribirse en dichas listas y las escasas mujeres que lo hacían nos indica que fueron superiores. Sánchez Prados los eleva a 5.000 en junio de 1932 y otras fuentes periodísticas, entre 3.000 y 3.500, cifra que quizá se aproxime más a la realidad, entre un 20% y un 25% de la población activa. El primer presupuesto aprobado por el Ayuntamiento republicano fue el de 1932, suponiendo un descenso en los ingresos municipales con respecto a 1931 de un 11,7%. La crisis económica presionaba a la baja sobre los ingresos municipales. Los presupuestos de 1935 y 1936 suponen la máxima recaudación histórica, superando los cuatro millones de pesetas. La Guerra Civil provocará un descenso acusado, por lo que, al final de la década, el presupuesto de 1940 (3.956.603 pesetas) apenas marcaba un incremento del 11,2% sobre el último aprobado por la Junta Municipal en 1931, cuando en el mayor presupuesto de la década, el de 1936, ese incremento se había cifrado en un 20,4%.
Durante la década fueron aprobados dos presupuestos extraordinarios, en enero de 1932, que fue anulado y declarado inviable en septiembre, y el aprobado el 22 de marzo de 1939, tras la Ordenanza del 12 diciembre de 1938, que permitía al Ayuntamiento extender los arbitrios a todas las mercancías, la creación de nuevos impuestos y establecer un presupuesto extraordinario plurianual que serviría para liquidar el déficit y realizar las obras más necesarias. El presupuesto fue fijado en 18.414.634 pesetas, que iban dirigidas a la construcción de casas baratas, alcantarillado, teatro, plaza de toros, etc. Ampliándose después para la traída de aguas y la construcción de un nuevo instituto de enseñanza media.
El capítulo de gastos generales logra desbancar a las obras del primer lugar que habían ocupado desde principios de siglo, perdiendo éstas 7 puntos respecto al periodo anterior. Esa caída es más acentuada durante la Guerra Civil, cuando las obras se ven adelantadas no sólo por los gastos generales, sino también por la beneficencia y la asistencia social; mientras que en el periodo republicano se mantiene como primera partida aunque perdiendo algo más de 5 puntos con respecto a la dictadura. Aunque hay que tener en cuenta que en 1939 se aprobó el presupuesto extraordinario al que se derivaron los principales gastos de obra pública. Las partidas de gastos que incrementan su peso con respecto al periodo anterior son las de recaudación (2,94%), vigilancia y seguridad (2,62%), policía urbana y rural (2,47%), instrucción pública (1,91%), gastos generales (0,85%) y de personal (0,6%). Ello refleja la asunción de la gestión directa del arbitrio por el Ayuntamiento, la creación de nuevos cuerpos como el de bomberos y la ampliación de otros como la guardia municipal, y el impulso en la etapa republicana al gasto en instrucción pública. Mantienen su peso los gastos de beneficencia y asistencia social y salubridad e higiene.
En la etapa republicana serán los gastos de vigilancia y seguridad y los de instrucción pública los que sufran un mayor incremento, mientras que durante la Guerra Civil desciende el peso de la instrucción, ganándolo recaudación, policía urbana y rural y personal.
La movilización sindical consiguió, entre 1931 y 1932, un alza de los salarios que se estancaría durante el bienio negro, logrando forzar nuevas alzas la renovada ofensiva sindical de los primeros meses de febrero de 1936. El salario mínimo masculino se situaba entra las 4,50 y las 5 pesetas. Mientras que los salarios medios lo hacían entre las 6,50 y las 7 pesetas, aunque las categorías más bajas de las bases de trabajo como los aprendices percibían entre las 2,50 y las 3,50 pesetas, al igual que la mayoría de las mujeres, cuyo salario solía situarse en la mitad del salario de un hombre. Así sucedía en las conserveras, donde los obreros masculinos recibían 7 pesetas por jornada de 8 horas, mientras las mujeres percibían 3,50. Los trabajadores cualificados se movían entre las 8 y las 12 pesetas; los encargados, capataces y maestros de obra entre las 13 y las 18 pesetas y el personal técnico cualificado entre las 20 y las 35 pesetas. Sí se produce un incremento de los salarios por hora al reducirse la jornada de trabajo por un más estricto cumplimiento de la legislación laboral. En 1938 un informe de la Delegación del Gobierno situaba el salario mínimo masculino en 6,25 y el medio, en 7,50 pesetas.
Los precios se mantendrían estables entre 1931 y 1936, incluso con una cierta tendencia a la baja. Así, un índice elaborado sobre 13 productos de primera necesidad con base 100 en 1930 se situaría hacia 1935 en 95. Hemos establecido un presupuesto familiar mínimo para una familia obrera con cuatro hijos en 1933 que ascendería a 326,50, contemplando los gastos imprescindibles. Su mantenimiento requiere un ingreso de 11 pesetas, muy por encima del jornal medio. Otras estimaciones, como la realizada por la Cámara de Comercio, sitúan ese presupuesto para una familia de clase media con dos hijos en 430,86 pesetas, lo que requería un ingreso diario de 14 pesetas. En general debemos concluir que los trabajadores ceutíes estaban mal alimentados, mal vestidos y alojados en viviendas antihigiénicas o en chabolas. Durante la guerra se produce un incremento de precios progresivo que sitúa ese índice en 168 para 1938 y en 189 para 1940, con un alza de 94 puntos con respecto a 1935; mientras los salarios mínimos habían pasado a un índice 125 y los medios al 107, con una media de 116, muy por debajo de los precios, lo que endurece las condiciones de vida. Un claro indicador es el rápido incremento de las pignoraciones tras la creación del Monte de Piedad en 1938, que pasan de 137.000 pesetas en 1938 a 423.000 en 1940, con un ascenso del 208%.
Esta evolución económica impulsó el incremento de la mendicidad, los juegos de azar, la usura y la prostitución, generando una grave situación de deterioro social. En 1933 la beneficencia municipal atendía a más de 2.238 cabezas de familia con un universo familiar cercano a las 14.000 personas: más del 31% de los ceutíes se movían en el umbral de la pobreza. Las familias chabolistas oscilaron entre las 3.000 en 1931 y las 2.728 en 1940. Entre 1.500 y 2.000 personas se vieron obligadas a alimentarse diariamente en comidas de caridad de diversas instituciones públicas (asilo, Cruz Roja), entre ellas 500 niños, que lo hacían en las cantinas escolares. Esta situación se agravó durante la guerra, siendo atendidos por los comedores del Auxilio Social de la Sección Femenina (Lope de Vega, Príncipe y Hadú) 470 niños, otros 600 en la cantina escolar de San Amaro y unos 200 lactantes en la Gota de Leche.
Una de las notas más destacadas de esta etapa fue la expansión y el auge de la organización obrera. Dos grandes centrales se consolidan en la ciudad: la Unión General de Trabajadores (UGT) y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). La primera, brazo sindical del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con el que comparte dirigentes, llegó a contar con 20 sociedades, entre los 2.000 y 3.000 afiliados. Pasará de jugar un papel moderado y negociador en el primer bienio, mientras el PSOE se mantuvo en el Gobierno, a radicalizarse a partir de finales de 1933. En la primera etapa monopolizó el control de la administración laboral. Tras la salida del Gobierno confluye con la CNT, con la que había mantenido una dura pugna sindical, en las Alianzas Obreras y en diversas acciones huelguísticas. Su radicalización le lleva a convertirse en el sostén de la huelga revolucionaria de 1934, tras la que sufrió una dura represión. Tras la victoria del Frente Popular (FP), protagoniza junto con la CNT una ofensiva sindical entre marzo y julio de 1936.
La CNT representaba la principal fuerza anarquista de la ciudad, caracterizada por una clara posición antisistema y radical. La Federación Local de Sindicatos Únicos contaba con seis sindicatos y aseguraba contar con 3.700 y 5.700 afiliados entre 1931 y 1934, cifra que nos parece propagandística. Según nuestra estimación pudo moverse entre los 2.500 y 3.000 afiliados, enraizados en el puerto, la construcción, la pesca, los transportes y la madera. Sus principales dirigentes son Pedro Vera, Luis Castillejos, Juan Hurtado y Felipe González. Actúa de forma radical e izquierdista durante el primer bienio. Lanza una serie de huelgas que tienen siempre un doble objetivo: el avance salarial y lo que ellos llaman la “gimnasia revolucionaria”, preparación y ensayo de la revolución social. Sus huelgas son muy contundentes y logran importantes reivindicaciones, utilizando un sistema en cascada en el que, una vez declarado un conflicto, diversos sectores se suman en solidaridad dando la impresión de un conflicto general, que además se acompaña de “acciones directas” de los pistoleros de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Entre 1931 y 1933 la UGT será su auténtica “bestia negra”; a partir de finales de 1933 confluirá con ella, aunque apoyará tardíamente la huelga de octubre de 1934, coadyuvando a su fracaso. En general, la CNT tendrá que soportar una dura represión durante toda la República; desde febrero de 1936 fue la principal responsable de la desestabilización del Gobierno frentepopulista, provocando constantes alteraciones del orden público. La FAI es en Ceuta la verdadera cabeza “política” radical del anarcosindicalismo y grupo de acción directa que acompañaba los conflictos con actos intimidatorios y violentos (tiroteos, bombas, atentados), teniendo su principal vivero en las Juventudes Libertarias. También contará con diversas organizaciones culturales, como las escuelas y ateneos racionalistas, impulsadas por Francisco Sánchez Téllez. El movimiento anarcosindicalista ceutí tuvo una clara influencia en los altos porcentajes de abstención que caracterizó a los procesos electorales.
David Valverde Soriano, primer alcalde socialista de Ceuta, en 1932. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
“Desde octubre de 1934, el enfrentamiento entre la izquierda ceutí y los militares va subiendo de tono, decantándose la oficialidad por la conspiración antirrepublicana”
Ligado a los partidos y centrales de izquierda, el Socorro Rojo funcionará a partir de 1936 y canalizaría la ayuda a los presos político-sociales y sus familias. Existió también una pequeña organización sindical católica, el Sindicato Obrero Profesional, integrado en la órbita de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), presidido por Cándido Orbañanos, y cuyo objetivo era armonizar los intereses de trabajadores y empresarios combatiendo el sindicalismo de clase y revolucionario.
La expansión del asociacionismo obrero tuvo su correlato en el surgimiento de un órgano de representación empresarial: la Federación Patronal de Ceuta, muy ligada a la cúpula de la Cámara de Comercio, que contó con más de 500 asociados. Sus representantes más activos fueron Ricardo Enríquez, Manuel y Enrique Delgado Villalba, Luis Delgado Brackembury, Constantino Cosío y Constantino López de Pablos, el sector más conservador de la patronal. Actuaron durante todo el periodo como un grupo de presión frente a los poderes públicos, junto a la Cámara de Comercio, presidida por Delgado.
La legislación laboral dictada por los socialistas desde el Ministerio de Trabajo, el impulso sindical, la creación de un organismo de arbitraje, como los jurados mixtos, de los que existieron trece en Ceuta, y las bases de trabajo permitieron mejorar las condiciones laborales en materia de vacaciones, salud y jornada laboral, así como los salarios, aunque no faltaron los incumplimientos.
La sociedad ceutí se caracterizó por una radicalización de la lucha de clases que se hizo casi tangible. Los trabajadores tomaron conciencia de lo muy precario de su situación, y a ello se unió la esperanza de que la República supusiera una solución a sus problemas. Cuando esa esperanza se frustró, surgió la violencia. El paro y la ausencia de ayudas significativas al desempleo contribuyeron a intensificar el enfrentamiento social. Las huelgas, las bombas y los atentados de la FAI, los enfrentamientos entre milicias juveniles e incluso crímenes sociales, como el asesinato del ex alcalde Julián Francisco de las Heras en 1936, formaron parte del paisaje habitual de Ceuta.
La dinámica política e institucional.
Guía del nuevo mercado de Ceuta, la gran obra de los Ayuntamientos republicanos. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La proclamación de la República significa el alejamiento de los militares del poder civil en la ciudad. El Decreto del Gobierno Provisional del 21 de mayo de 1931 crea una Delegación del Gobierno Civil pasando a depender del Ministerio de la Gobernación, segregándola de la Alta Comisaría. Los militares quedan relegados al ámbito de sus competencias.
Desde el mismo momento de la proclamación de la República, el líder republicano Rafael Vegazo se hace cargo del Gobierno civil, situación que será legalizada por el Decreto del 21 de mayo. Aunque esta decisión fue matizada por otro Decreto de la Presidencia del 16 de junio de 1931, que en su artículo 6.o disponía: “a todos los efectos políticos y militares relativos a la acción de España en Marruecos, cooperarán a las ordenes del Alto Comisario las Autoridades de los territorios de soberanía de Ceuta y Melilla. Aquel podrá, a tal efecto, proponer las medidas que juzgue oportunas en los citados territorios, y deberá ser oído en todas las reformas que el gobierno se proponga introducir en los mismos”. Una disposición ambigua que sin llegar a conceder la dependencia orgánica a la Alta Comisaría le da una notable capacidad de intervención, ante el temor de que la efervescencia obrera y democrática que viven ambas ciudades contagie a la población indígena del Protectorado. Si bien es verdad que, salvo en su primer nombramiento, el del general José Sanjurjo, el Gobierno civil recae sobre políticos civiles hasta el golpe de Estado de 1936.
La Jefatura de la Circunscripción Ceuta-Tetuán fue ejercida por el general de Infantería Gregorio Benito Terraza, nombrado con anterioridad a la proclamación de la República, que ejercería el cargo hasta su cese el 28 de febrero de 1936, decretado por el gobierno del Frente Popular. Sus relaciones con el poder civil se mantienen dentro de un tono de normalidad institucional, participando en las primeras manifestaciones de celebración por la llegada del nuevo régimen. No obstante, en diversas ocasiones asumirá los poderes civiles para el mantenimiento del orden público con motivo de la declaración del estado de guerra por el Gobierno, como sucedió el 16 de mayo de 1931. Se mantuvo leal a la República en agosto de 1932 durante el golpe de Estado de Sanjurjo, que tuvo alguna ramificación en el Protectorado, contando con simpatías entre la oficialidad de las fuerzas regulares y la Legión; lo que motivo las detenciones del comandante Losas y algunos sargentos. También tuvo que hacer frente a la huelga general revolucionaria de octubre de 1934, tras la proclamación del estado de guerra, el 6 de octubre. En diversas huelgas acontecidas durante estos años, Benito autorizará la intervención del ejército para suplir a los huelguistas en los transportes y servicios básicos, lo que le enfrentará a los partidos y sindicatos obreros. Ese enfrentamiento no hará sino empeorar a partir de la participación de las unidades militares ceutíes en la represión de Asturias. Regulares, legionarios, cazadores del Serrallo y una batería de Artillería saldrían el día 6 de octubre, al mando del teniente coronel Juan Yagüe, para reprimir el levantamiento asturiano, resultando muertos varios oficiales de esas unidades, como los regulares comandante Apolo Ruiz Marsot, teniente José Isasi y cinco soldados indígenas, así como fusilado el sargento ceutí Diego Vázquez Corbacho, por haberse sumado a los obreros insurrectos, y destituido y encarcelado el teniente coronel Miguel López Bravo, militar masón de la logia Hijos de Ceuta 60 (Vivar), jefe de los Cazadores del Serrallo, que se negó a disparar contra los obreros, falleciendo durante su cautiverio en el hospital militar de Carabanchel.
Cabo indígena de Regulares (1927). Ilustración: José Montes Ramos.
Desde octubre, el enfrentamiento entre la izquierda ceutí y los militares va subiendo de tono, decantándose la mayoría de la oficialidad por la conspiración contra la República. El nombramiento de Franco, y más tarde de Mola, como jefe superior de las Fuerzas de Marruecos, no hará más que incrementar la desconfianza y los enfrentamientos. Tras la victoria del Frente Popular se radicalizan las posiciones. El Gobierno de Azaña decidirá, en previsión de una posible insurrección, realizar un relevo de altos cargos militares en el Protectorado y las plazas de soberanía. Mola será sustituido por Agustín Gómez Morato y Benito por Oswaldo Capaz Montes. No obstante, permanecen en el Protectorado y en Ceuta importantes oficiales africanistas comprometidos con la conspiración como son Juan Yagüe, Juan Bautista Sánchez, Julián Martínez Simancas, Eduardo Sáenz de Buruaga, Carlos Asensio, Antonio Castejón, José María Tejero, Juan Beigbeder y Serrano Montaner. Capaz, viejo militar africanista con dilatada experiencia en Marruecos, deja hacer a los conspiradores y, en vísperas del alzamiento militar, se desplaza a Madrid e intenta salvar su responsabilidad dejando al mando de la Comandancia al coronel de Artillería Arturo Díaz Clemente, que al comenzar el golpe en Ceuta, en la noche del 17 de julio, se lo entrega al teniente coronel de Ingenieros Román Gautier Atienza. Tras el suicidio de éste, el 28 de julio de 1936, le sucede Juan Yagüe, que, al marchar al frente en agosto, será sustituido de nuevo por Arturo Díaz Clemente. Entre 1937 y 1940 se relevarán en la Comandancia cuatro generales de Brigada: Enrique Cánovas Lacruz (1937-1939), Eduardo Sáenz de Buruaga (1939), Juan Bautista Sánchez (1939-1940) y Fernando Barrón Ortiz (1940-1941, simultaneando con la Delegación del Gobierno nacional).
Tras el golpe, todos los poderes civiles de la ciudad son asumidos por militares. José María Tejero presidirá la Gestora Municipal desde el 18 de julio, el capitán Arjona se hace cargo de la Delegación del Gobierno y Franco ocupará, tras su llegada a Tetuán, la Alta Comisaría. Luis de León Apalategui, general retirado, será nombrado primer delegado del Gobierno nacional en Ceuta, asumiendo todos los poderes civiles, bajo la dependencia del alto comisario; y el 5 de octubre se disuelve la Delegación de Trabajo, creándose el Negociado de Asuntos Sociales, ocupado por el comandante de Intervención Militar Jacobo Guitart del Virto. Son las primeras disposiciones tendentes a poner en marcha una nueva e incipiente legalidad surgida de la insurrección militar. León Apalategui permanecerá en el cargo hasta el 14 de octubre de 1938, momento en el cual será relevado por Jacobo Guitart del Virto, que se mantendrá hasta el 5 de septiembre de 1940 cuando se nombra al general Fernando Barrón Ortiz jefe del Cuerpo del Ejército de Marruecos. La Delegación del Gobierno jugará siempre en estos años un papel subalterno de administración de los asuntos civiles, sometida a las órdenes directas de la Alta Comisaría y la Comandancia General, instituciones que toman las decisiones políticas.
Los militares instalados en la Delegación se ocupan principalmente del mantenimiento del orden público, de la vertiente administrativa de la economía de guerra, de los abastos, del subsidio procombatiente, de la Junta Provincial de Incautaciones, de la reconstrucción nacional, de la beneficencia, así como de la recaudación de las múltiples cuestaciones “patrióticas” abiertas para financiar el esfuerzo bélico y los gastos de la incipiente administración franquista.
La Alta Comisaría seguiría, a pesar de las disposiciones legales, jugando un papel importante en las decisiones del Gobierno sobre Ceuta. La República nombrará, tras el lapso de Sanjurjo, altos comisarios civiles, salvo breves interinidades como la de Gómez Morato, mientras que los sublevados vuelven a la vieja tradición militar. La media de permanencia en el cargo fue de unos 13 meses, estando por encima de la media los mandatos de Luciano López Ferrer (19 meses), Manuel Rico Avelló (24 meses), Juan Beigbeder (28 meses) y Carlos Asensio (21 meses).
Desde la toma de posesión de López Ferrer, todos instarán al Gobierno a ampliar sus competencias a las plazas de soberanía, siendo el Decreto del 16 de junio un paso en esa dirección. El Gobierno, dubitativo entre el deseo de los altos comisarios y la presión de las autoridades civiles republicanas de ambas plazas por permanecer independientes del Protectorado, escogió una confusa vía intermedia que no satisfacía ni a unos ni a otros. Fueron los jefes superiores del Ejército de Marruecos los que aconsejaron a los altos comisarios el reclamar el control de ambas ciudades, por entender que el creciente desarrollo de un fuerte movimiento obrero y democrático reivindicativo en ellas podría influir como foco de contagio revolucionario en la población indígena del Protectorado, privada de la libertad de asociación. Así se expresa en varios informes del general Miguel Cabanellas. La radicalización del movimiento obrero en Ceuta y Melilla tras el fin del primer bienio hizo que, en vísperas del movimiento revolucionario de octubre de 1934, al fin el Gobierno resolviera a favor del alto comisario, dictando el Decreto del 19 de julio de 1934, que les devolvía las competencias gubernativas de ambas plazas, y que serían ejercidas por delegados gubernativos nombrados a propuesta suya, entrando en franca contradicción con el artículo 8.o de la Constitución de 1931. Desde entonces, los altos comisarios intervendrán ampliamente en los asuntos sociales, económicos y de orden público de ambas ciudades.
El golpe militar no hizo sino reforzar esa tendencia, convirtiendo a los altos comisarios en los personajes centrales de la vida política de Ceuta. Ese poder fue concretado por el Decreto del 9 de noviembre de 1936, que disponía que el alto comisario podría resolver “como Delegado de la Junta Técnica del Estado, cuantos asuntos urgentes se planteen en las Plazas de Soberanía e intervenir, aprobar y revocar las propuestas de todos los organismos”.
Este poder fue empleado para resolver los problemas que una sociedad en guerra planteaba. Las tres disposiciones de mayor importancia, que dictará en uso de sus poderes extraordinarios, serán promulgadas durante el mandato de Juan Beigbeder, que es el alto comisario con una visión más integral y formada de las reformas necesarias a acometer en las plazas de soberanía. La primera es la Ordenanza del 25 de febrero de 1937 sobre la vivienda y el chabolismo. La norma preveía la intervención y el control del mercado de alquileres por la administración municipal, cuyos precios serían tasados por el Ayuntamiento para conseguir rebajar los alquileres abusivos, y la progresiva desaparición del chabolismo, mediante la prohibición de su explotación económica por la propiedad y el derribo de las que fueran deshabitadas, estableciendo un impuesto general sobre los alquileres y la propiedad, cuyos fondos se adscriben a la construcción de casas baratas. Ambas medidas tenían su origen en necesidades inmediatas generadas por la guerra y estaban destinadas a beneficiar a los militares que se encontraban en el frente pagando alquileres abusivos, y especialmente a las tropas indígenas que suponían el 20% de la población chabolista de la ciudad. Al mismo tiempo sirvió para legitimar al nuevo régimen ante las masas trabajadoras, coadyuvando a garantizar la paz social en la retaguardia. Significaba el primer intento serio de hacer frente al problema de la vivienda en Ceuta. La movilización de la burguesía inmobiliaria ceutí, con la Cámara de la Propiedad al frente, motivará que se dicte una nueva Ordenanza en enero de 1938, que suaviza la anterior, suprimiendo el impuesto destinado a las casas baratas, lo que impediría su eficacia de cara a la erradicación del chabolismo al dejar sin fuente de financiación concreta la construcción de casas baratas. En esa misma línea de preocupación se dictará en marzo de 1938 la Ordenanza Social de Protección a la Vivienda Modesta (hasta 150 pesetas de alquiler) que rebajaba los alquileres de las casas que no reunieran las condiciones mínimas de habitabilidad, encargando a la recién creada Fiscalía de la Vivienda su inspección. Para alentar la construcción de viviendas se dispondría en junio de 1938 una exención de impuestos para las de nueva construcción durante los cinco primeros años.
“David Valverde y Antonio López Sánchez-Prado serán, por primera vez en la historia de la ciudad, los dos primeros alcaldes que militen en la izquierda obrera”
La segunda Ordenanza, dictada el 2 de mayo de 1937 por Beigbeder, se dirige contra la usura, prohibiendo su ejercicio en las plazas de soberanía. Los prestamistas debían devolver los intereses cobrados y los prestatarios denunciar las operaciones realizadas, bajo amenaza de ser declarados cómplices. Se creaba un juez especial con amplios poderes para perseguir la usura. Con la recaudación de multas, aranceles judiciales y el 50% de los intereses devueltos, debía crearse un fondo para la institución de un Monte de Piedad en Ceuta.
La tercera Ordenanza en importancia será la dictada el 12 de diciembre de 1938 para la reforma administrativa de los ayuntamientos de Ceuta y Melilla. En realidad, la única reforma con efecto en Ceuta es de carácter hacendístico, extendiendo el viejo arbitrio de “comer, beber y arder” a todas las mercancías entradas en la ciudad y fijando el gravamen de dicho impuesto en un 4% ad valorem. También establece la Ordenanza el cobro de un impuesto sobre inquilinos y propietarios de inmuebles urbanos a favor del Ayuntamiento, similar al establecido en 1937 y suprimido a principios de 1938. Se trata de intentar compensar la merma de ingresos municipales que supuso la Guerra Civil. Sería precisamente ese modelo el que seguiría la legislación postbélica al establecer los medios financieros municipales.
El nuevo Ayuntamiento republicano se constituye el día 15 de abril de 1931. Ocupará interinamente la alcaldía Manuel Olivencia, por estar ausente de la ciudad Sánchez Prado, al que como concejal más votado de la Conjunción Republicano- Socialista le correspondía, según acuerdo previo. El día 22 de abril será definitivamente elegido alcalde. Durante el periodo republicano se producen seis rotaciones en la alcaldía, con una permanencia media de algo más de 10 meses, lo que nos indica la alta inestabilidad política del periodo. Estas rotaciones se producen a lo largo de la única legislatura municipal que conoció la vida de la República.
Sólo dos alcaldías se sitúan por encima de la media de permanencia, las de David Valverde y José Victori, con 20 y 29 meses, respectivamente. El perfil personal de los alcaldes republicanos, en su mayoría, es el de profesionales liberales y comerciantes representantes de la pequeña burguesía y las clases medias, rompiendo el tradicional predominio de la oligarquía local. Por primera vez en su historia, la ciudad va a tener a su frente dos alcaldes que militan en las filas de la izquierda obrera, como son David Valverde y Antonio López Sánchez-Prado en su segundo mandato, incorporando a la más alta magistratura ciudadana a representantes de las clases populares, aunque su origen social les sitúa en la pequeña burguesía.
Los únicos concejales electos serán los 35 elegidos el 12 de abril. La inestabilidad de su adscripción partidaria fue la nota predominante, provocada por un sistema político en plena construcción. De hecho, al proclamarse la República, la única fuerza organizada es el PSOE, precisamente la que presenta un perfil más estable, mientras que los republicanos se encuentran en un estado embrionario de organización sin adscripción partidista concreta y los monárquicos en plena etapa de descomposición, iniciada con la dictadura y culminada con la derrota en las municipales de abril. Por ello, el trasiego constante de los concejales de unas fuerzas a otras, siguiendo el ritmo de recomposición política y definición institucional del nuevo régimen, será una de las características.
“Una nota característica de los nuevos ediles republicanos y socialistas será su adscripción a las logias masónicas locales”
El nuevo Ayuntamiento supone una importante renovación de las élites políticas de la ciudad. En su mayoría se trata de profesionales liberales, comerciantes e industriales provenientes de la pequeña burguesía y las clases medias; aunque también existen miembros de la burguesía tradicional aportados fundamentalmente por Defensa de Ceuta. Los representantes socialistas también responden a esa extracción de clase pequeño burguesa mayoritaria, no existiendo entre sus concejales obreros manuales. Otra nota característica de los nuevos ediles será su adscripción a la masonería, que se extiende en estos años entre los republicanos y los socialistas. Así, al menos diez concejales pertenecían a las logias locales (Sánchez-Prado, Parres, Molinillo, Más, Victori, Benhamu, Mena, Valverde, Pascual y Vega) y otros cuatro serán miembros del Rotary (Mula, Casares, Chacón y Parres) tras su constitución en Ceuta en 1933.
Podemos distinguir cuatro etapas en la evolución de la vida política y municipal ceutí durante la República, que se desarrollan de forma paralela al conjunto del Estado español.
La primera, de abril a octubre de 1931, caracterizada por la unidad de la Conjunción Republicano-Socialista, que termina por la creciente hostilidad entre radicales y socialistas, por el giro hacia la derecha de aquéllos, que atraerán a sus filas a los conservadores de ADC. Las principales realizaciones del periodo serán: Real Decreto del 8 de mayo de 1931, que crea la circunscripción electoral de Ceuta; Real Decreto del 21 de mayo de 1931, que devuelve el Ayuntamiento al régimen común, la segrega del Protectorado y crea la Delegación del Gobierno; la anulación del Monopolio de Tabacos en manos de Juan March desde 1927; la creación de veinte nuevas escuelas; la creación de un instituto de enseñanza secundaria y la puesta en marcha de la construcción del grupo escolar de plaza Azcárate; la creación de la Junta de Asistencia Social, y la puesta en marcha de pequeñas obras de reforma dirigidas a aliviar el paro. La gestión fracasa por la insuficiencia de los recursos y por la dura y creciente oposición de la CNT y de los republicanos más jacobinos, como José Torres. Las diferencias en torno a los gastos en política social y sobre la orientación de la República rompen la coalición municipal.
Una segunda etapa caracterizada por el gobierno de radical-socialistas y PSOE, que apoyan al Gobierno Azaña y que se extiende entre octubre de 1931 y septiembre de 1933. Las realizaciones serán: el presupuesto extraordinario de 1932 para financiar obras que mitiguen el paro; el ensanche de Soberanía Nacional (1932); la construcción del Campo Municipal de Deportes (1932); la aprobación del proyecto del ensanche de Gaspar Blein (1932); las obras del nuevo mercado en el Foso de la Almina (1933); la creación y el desarrollo de la Comisión Interministerial para la Reforma Tributaria y Administrativa de las Plazas de Soberanía (1932); la Ley de Cesión de Bienes del Patrimonio del Estado en las Plazas de Ceuta y Melilla del 23 de julio de 1933 para cerrar el problema de la legitimación de los terrenos del Campo Exterior, y la adopción de medidas secularizadoras (1932-1933).
La alcaldía de Valverde, última de este periodo, será atacada por las fuerzas católicas, desde la derecha, y por la CNT y el Partido Comunista de España (PCE), desde la izquierda. La mayor oposición proviene de los anarcosindicalistas, que provocarán importantes huelgas, como las desarrolladas por los obreros portuarios, y los ataques terroristas de la FAI, que se cobrarán la vida de José Dorado, conductor del alcalde. La creciente oposición de los radicales a la política social municipal y al déficit que genera, así como la ruptura del Partido Republicano Radical-Socialista (PRRS) a finales de 1933, provocarán la caída de Valverde.
Comienza una tercera etapa que comprende la alcaldía de Victori, entre octubre de 1933 y febrero de 1936, que coincide con el bienio negro y los gobiernos radical-cedistas, cuyo principal objetivo es el equilibrio presupuestario a costa de la financiación de las políticas sociales. Contará con la oposición del PSOE-UGT, la CNT y el PCE, que ahora colaboran en la Alianza Obrera, tras producirse la radicalización de la izquierda socialista. La derrota de la huelga general de octubre, el encarcelamiento de los principales dirigentes y la suspensión gubernativa de los concejales de la izquierda y la represión sobre el conjunto del movimiento obrero dejarán las manos libres a los radicales para imponer su política sin contestación. Las principales realizaciones serán: la visita del presidente de la República, Alcalá Zamora (1933);el recorte de gastos sociales; la privatización de servicios municipales como la recaudación y la limpieza; la reorganización del servicio de arbitrios y bomberos; la construcción de la estación de autobuses de Colón y el parque de bomberos en General Sanjurjo; el ensanche de García Hernández, Cervantes, Ingenieros y Camoens; la recepción del mercado y del Grupo Escolar Lope de Vega; la creación de la Escuela de Magisterio (1935) y de la Escuela Pericial de Comercio (1935); la celebración de las Ferias de Muestras Hispano-Marroquíes (1934 y 1935); la elevación a centro oficial del Conservatorio Municipal; la creación del primer servicio municipal de tráfico (1935); la celebración del Congreso Económico Administrativo de las Plazas de Soberanía para diseñar un programa de reformas a reivindicar frente al Gobierno (1935); la oposición al cobro del impuesto de utilidades; el apoyo a las medidas represivas posteriores a 1934, aunque se sumará a la campaña por el indulto al sargento Vázquez, y el apoyo al indulto a los sublevados de 1932. La derrota electoral de febrero de 1936 llevará a Victori a presentar la dimisión ante la movilización de las masas frentepopulistas. Los radicales abandonan el Ayuntamiento y entran en la honda conspirativa.
Por último, el gobierno del Frente Popular, con la alcaldía de Sánchez-Prado, entre febrero y julio de 1936. Tendrá que hacer frente a una situación muy difícil ante el boicoteo de la derecha y la patronal ceutí, instalada ya en la lógica insurreccional, y el radicalismo del sector obrero del FP, que inicia una escalada izquierdista con presión en la calle y una ofensiva huelguística, que tiene como objetivo resarcirse de las duras condiciones laborales impuestas durante 1934 y 1935. Un periodo convulso que se complica con la radicalización de las ramas juveniles de izquierda y derecha (Juventudes Socialistas Unificadas, Juventudes Libertarias, JAP y Falange), que se constituyen en verdaderas milicias que provocan enfrentamientos callejeros.
Antonio López Sánchez-Prado, alcalde y diputado durante la República, será fusilado por los militares insurrectos. En la imagen, junto a Olivencia, Meca y el coronel Luis Castelló. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Sánchez-Prado no dudará en poner todos los recursos del Ayuntamiento para luchar contra el paro y procurar la mejora de las condiciones de vida de las barriadas obreras. Sus principales realizaciones serán: la Asamblea de Fuerzas Vivas, que aprueba una recaudación extraordinaria contra el paro que debía ser financiada por industriales, comerciantes, propietarios de inmuebles y funcionarios; el proyecto de construcción de trescientas casas baratas en Pi y Margall; la inspección sanitaria de barriadas chabolistas y la puesta en marcha de obras de saneamiento; el reforzamiento de la beneficencia municipal; la readmisión de funcionarios represaliados en octubre de 1934; la revisión de acuerdos del bienio negro; el impulso de la redacción de un estatuto de autonomía para la ciudad; los homenajes a las víctimas de la represión, y el proyecto de empréstito de seis millones de pesetas. Su decidida política de lucha contra el paro pone en peligro el equilibrio financiero municipal. Su gobierno es presionado de forma radical por los elementos más extremistas del FP y de la CNT, que lanzan una ofensiva huelguística, una huelga de alquileres y asaltos a símbolos derechistas. La situación se radicaliza a pesar de las llamadas a la calma del alcalde. La huelga general iniciada el 30 de mayo, con dos obreros y un guardia civil muertos, y el asesinato del ex alcalde De las Heras, terminan por radicalizar la situación y generar un ambiente de guerra civil. El golpe del 17 de julio pone fin al gobierno del FP.
El gran problema al que tuvieron que hacer frente todos los ayuntamientos republicanos fue el de la insuficiencia de recursos para atender las reformas proyectadas, siendo incapaces de financiarlas por su ortodoxia hacendística respecto al equilibrio presupuestario y por no conseguir del Estado las reiteradas ayudas económicas que fueron solicitadas para aliviar la situación de crisis y desempleo.
La llegada de la República supuso el nacimiento de un nuevo sistema de partidos en Ceuta. El viejo sistema caciquil queda destruido y tiene que improvisarse uno nuevo que se caracteriza por el multipartidismo, la inestabilidad y la incorporación de las masas a la vida pública, produciéndose una movilización efectiva del electorado y la incorporación de amplios sectores populares al juego político. Su carácter incipiente y las contradicciones en la construcción del nuevo régimen van a provocar una fuerte inestabilidad. Para su análisis emplearemos la tradicional división entre izquierdas y derechas. No significa esto que ignoremos que durante un cierto tiempo pudo hablarse de un centrismo encarnado en Ceuta por Olivencia o Benhamú, por el Partido Radical o por algunos republicanos independientes. Pero la posibilidad de centralidad política fue haciéndose cada vez más difícil en el progresivo proceso de bipolarización que caracterizó la evolución de la República.
Inauguración del monumento a González Tablas, héroe de la Guerra de Marruecos, en agosto de 1935. En la fotografía, el alcalde radical José Victori, el general Millán Astray y el alto comisario Rico Avelló. El ejército fue objeto de múltiples homenajes por la coalición radical-cedista tras la insurrección de octubre de 1934. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
En la derecha, hay que distinguir entre partidos republicanos y los que surgen desde fuera del sistema, desde las filas católicas, monárquicas o la extrema derecha fascista. El gran partido de la derecha republicana en Ceuta va a ser el Partido Republicano Radical (PRR), creado inmediatamente después de la proclamación de la República con el ingreso en él de republicanos de la Conjunción como Olivencia, Victori y Amador o Vegazo, y atrayendo a los sectores más moderados y burgueses del republicanismo ceutí, carácter que se reforzó con el ingreso en él de la mayoría de los concejales de ADC. Fuerza de pasado populista, demagógico e izquierdista a imagen de su fundador Alejandro Lerroux, decide situarse en la República como el eje de incorporación de la burguesía conservadora y de las clases de “orden” al nuevo sistema político. Ese giro a la derecha le llevará a enfrentarse a los socialistas y republicanos de izquierda, abandonando la Conjunción tras la aprobación de la Constitución, lo que en Ceuta se había anticipado con la salida de la alcaldía de Olivencia. En Ceuta, su deriva conservadora le llevará a convertirse en el partido hegemónico de la burguesía comercial, alcanzando el cénit de su poder en el bienio negro, en el que dispondrá de predominio en todas las instituciones, con Victori en la alcaldía y Tomás Peire de diputado, y el control de la Delegación del Gobierno y la Alta Comisaría con Rico Avelló. El Faro nace en octubre de 1934 como su órgano de expresión. Esa deriva conservadora se vería confirmada con su acuerdo de gobierno con la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), considerada por el resto de los integrantes de la Conjunción como una traición a la República, y con las medidas de contrarreforma adoptadas por sus gobiernos.
Se trata de un partido pragmático, sin principios doctrinales, cuyo principal objetivo es la posesión y gestión de los aparatos de poder. Una máquina de poder complicada, continuamente en corrupciones o negocios oscuros como el del estraperlo, que contribuyó a la crisis de la coalición gobernante. En Ceuta también fueron acusados constantemente de utilizar el poder en su propio beneficio y de la oligarquía tradicional. Acusaciones que fueron alimentadas por la militancia en él de importantes hombres de negocios y de la patronal, como su presidente Vicente García Arrazola, Constantino López de Pablos, los hermanos Baeza, León Benasayag, José Mollá, José Saura, los hermanos Hoyos, Casares o Enrique Delgado Villalba. Tras su derrota electoral en 1936, la mayoría de sus integrantes pasaron a las filas de la conspiración antirrepublicana.
“En Ceuta, el gran partido de la derecha católica será Acción Popular, fundado en
marzo de 1932 tras la visita de Gil Robles a la ciudad.”
El otro partido de derechas que podemos considerar republicano es el Partido Republicano Liberal-Demócrata (PRLD), nuevo nombre del viejo partido reformista de Melquíades Álvarez, que había jugado un importante papel en la Ceuta de finales de la Restauración con Isidoro Martínez Durán a su cabeza. Durante la República es claramente un partido conservador, que sirve de acompañamiento a los radicales y que apoyará como partido bisagra a la coalición de derechas durante el bienio negro. Fue perdiendo peso a medida que avanza la República, pasando dos de sus concejales iniciales al Partido Radical (García y Fernández Vidal) y declarándose otro independiente (Miguel Pulido). Su gran figura será Antonio Sánchez Mula, único concejal que le queda tras la muerte en 1932 de Martínez Duran, apoyando casi siempre a los radicales. Entre sus militantes destacados están José Benhamú, Francisco Gómez Marcelo y Nicolás Jiménez Almendros. Tendrá escasa fuerza y presencia, intentando jugar un papel centrista en la crisis de 1935, pero su escasa capacidad de maniobra le impulsará a integrarse en el Bloque Antirrevolucionario en febrero de 1936.
El gran partido de la derecha católica en Ceuta será Acción Popular, principal fuerza de las que integraban la CEDA, fundada en 1931 por Gil Robles y Herrera Oria. Su objetivo era unificar a las fuerzas católicas y a los monárquicos. Sus principios son orden, familia, religión, trabajo y propiedad. Completan su ideario la idea de unidad de la patria y la intención de erigirse en baluarte ante la revolución social. Respecto al nuevo régimen termina por acuñar la “teoría de la accidentalidad de las formas políticas”, lo que supone afirmar que lo importante era su contenido y no su forma política. Si la República transitaba por senderos conservadores sería, a pesar de no ser el legítimo orden monárquico tradicional, un sistema aceptable. Para ello era necesario que los gobernantes republicanos respetaran el estado de cosas y los privilegios de la España de la Restauración. Pretende renovar y reorganizar las viejas facciones de la derecha española consolidando un verdadero partido de masas al estilo de los grandes partidos demócrata-cristianos europeos, aunque desde moldes más autoritarios y menos avanzados. En Ceuta, Acción Popular se funda en 1932, tras la visita de Gil Robles a la ciudad en marzo. Recogerá a sectores monárquicos, ex militares y hombres de la patronal como Antonio Martín de la Escalera, Andrés Trobat, José Ibáñez, Claudio Romero, Manuel Delgado Villalba, Constantino Cosío, Amalio del Olmo, Rafael Castillero o César Buceta. También crearán sus juventudes, que contarán con dirigentes como Miguel Valiente, Robustiano Martín o Francisco Durán; su sección femenina, con Josefina Baena, María Luisa Linares o Trinidad Matres, y el Sindicato Obrero Profesional, presidido por el contratista Cándido Orbañanos. No contó nunca con una posición mayoritaria en el seno de la derecha, marchando siempre a remolque del Partido Radical, ni obtiene representación institucional durante el periodo. Será abanderado de la eliminación de las reformas del bienio republicano-socialista. Coexistirá con otras pequeñas fuerzas reaccionarias antisistema como Renovación Española, que en Ceuta nace como escisión de la CEDA de los sectores con un claro posicionamiento monárquico. Se trata de un partido de extrema derecha, dirigido por el ex maurista Antonio Goicoechea, que reivindica la vuelta a los principios de la España tradicional: Dios, patria y rey. Es una fuerza golpista que está siempre más atenta a las tramas conspiratorias que al juego político cotidiano. En Ceuta su líder es Amalio del Olmo. Otra de estas fuerzas es el Bloque Nacional, fuerza monárquica de extrema derecha que adopta formas autoritarias y parafascistas, bajo la dirección de José Calvo-Sotelo, que se distingue por su apoyo al golpismo. En Ceuta, será liderado por el médico Américo Ulecia Castellanos. También en ese sector político milita el Partido Tradicionalista, que no cuenta con grandes adhesiones en Ceuta, aunque sí con un pequeño grupo encabezado por el funcionario municipal Rafael López López, con una posición reaccionaria, integrista y conspiratoria.
La principal fuerza fascista será Falange Española, que nace en Ceuta a finales de 1935. Es un grupo cuyo objetivo es la consecución de un régimen autoritario al estilo de los de Italia o Alemania, aunque matizado por el talante católico-conservador y tradicional de su fundador José Antonio Primo de Rivera. En Ceuta, su primer comité se constituye el 4 de febrero de 1936, con el capitán Francisco Ramos, como jefe provincial de la zona occidental del Protectorado, y Emilio Peregrina, como jefe local. Es todavía una fuerza pequeña, integrada por jóvenes militares, profesionales y estudiantes, que contará entre sus afiliados con jóvenes procedentes de la oligarquía local como José María Trujillo, José María Rosende y Martín Barbadillo, el arquitecto José María Tejero Benito, Rafael Ibáñez, Francisco Lería, el teniente de la Guardia Civil del Real Juan Caldentey, Federico Olivencia, el capitán Francisco Lobo o Jacinto Ochoa, entre otros. Actúan como una auténtica milicia, provocando frecuentes incidentes con la izquierda. Tras la victoria del FP conocerán un proceso acelerado de crecimiento, que nos indica que la mayoría de la burguesía local ha pasado de la lucha por la hegemonía política por medios democráticos a la alternativa insurreccional. De sus filas saldrán las escuadras que se encarguen de la represión durante la Guerra Civil, siendo responsables de numerosos fusilamientos irregulares, sembrando de muerte y terror las noches de Ceuta entre 1936 y 1937.
El principal partido de la izquierda republicana será en Ceuta el Partido Republicano Radical-Socialista (PRRS), que será encabezado por Sánchez-Prado y contará con Antonio Mena, Salvador Pulido, José Torres y los médicos Manuel Rovayo y Enrique Velasco. Es un partido progresista y populista, cercano a los socialistas, que encarna la fracción más progresista de la pequeña burguesía española, manteniéndose en la vieja tradición del republicanismo de izquierdas del radicalismo, apoyando un amplio programa de reformas sociales. Consigue situarse entre 1931 y 1933 como una importante fuerza municipal y ostentará la Diputación por Ceuta, aunque a partir de finales de 1932 comienza un proceso de desintegración que le llevará a dividirse en tres fuerzas políticas. Primero, la escisión anticlerical e izquierdista de Botella Asensi, que crea Izquierda Radical-Socialista, que en Ceuta contará con el liderazgo de Antonio Mena. Más tarde, la ruptura entre los partidarios de una coalición con los republicanos (Gordón Ordax) y los que querían mantener la colaboración con los socialistas (Domingo y Álvaro Albornoz), creando estos últimos el Partido Radical- Socialista Independiente, que en Ceuta liderará Salvador Pulido. El partido de Azaña, Acción Republicana (AR), no contará en Ceuta con presencia institucional y será durante el primer bienio una pequeña fuerza reformista, formada por intelectuales y profesionales de la pequeña burguesía progresista. En Ceuta contará con militantes como el maestro Ángel Grande, el catedrático Luis Abad Carretero, el periodista Gaudencio Martín o el funcionario Juan Rueda.
De la fusión del Partido Radical-Socialista Independiente de Domingo y Albornoz, de la ORGA de Casares Quiroga y de Acción Republicana de Azaña nace la que se convertiría en la principal fuerza republicana, Izquierda Republicana, con Azaña como líder carismático. En Ceuta, la fusión se realiza en abril de 1934 y tiene como principales protagonistas a los radical-socialistas de Pulido y a Acción Republicana. Su primer presidente sería Luis Abad, que más tarde sería sustituido por el abogado Salvador Fossati y Salvador Pulido. Se trata de un partido de corte reformista, que representa a los principales sectores de la pequeña burguesía progresista. Su programa está basado en la laicidad, la modernización del país y la profundización de las reformas democráticas y sociales.
La otra fuerza que nace en el ámbito republicano será Unión Republicana, que acogerá a aquellos republicanos que inicialmente colaboraron con Lerroux, pero que rompieron con él tras la incorporación de la CEDA al Gobierno y la represión de octubre. Tres formaciones aportaron efectivos a la nueva fuerza: el Partido Republicano Radical Demócrata de Diego Martínez Barrio, los radical-socialistas de Gordón Ordax y la Izquierda Radical-Socialista de Botella Asensi. Representan el ala más moderada del republicanismo de izquierdas. En Ceuta contará como presidente con Moisés Benhamú y con los concejales Arroyo y Sánchez Molinillo y con quien fuera primer delegado gubernativo de la República, Rafael Vegazo.
Teniente de Regulares 3 (1936). Ilustración: José Montes Ramos.
En la izquierda obrera la principal organización es el PSOE. Era el único partido de la Conjunción con un cierto nivel de organización antes de la proclamación de la República, lo que le permitió contar con un importante grupo municipal. Contaba con organizaciones afines como las Juventudes Socialistas (JJSS) y una importante base sindical en la Unión General de Trabajadores (UGT). Dirigentes en el movimiento socialista serán Conrado Lájara, Sebastián Ordóñez, Antonio Jiménez Cazorla, Antonio Tomeu, Luis Cano Pousa o Antonio Parrado Gil, entre otros. El PSOE ceutí pasó por distintas etapas. En el primer bienio fue un partido gubernamental, impulsor de las reformas sociales y sostén del Gobierno, como en Ceuta lo haría en el gobierno municipal, asumiendo la alcaldía en 1932. Se enfrentó a derecha e izquierda con los enemigos de la coalición republicano-socialista, y propugnaba la moderación de las masas obreras, para que permitieran al Gobierno trabajar en condiciones de paz social y lograr por vías reformistas los grandes cambios que necesitaba el país. Sin embargo, se fue radicalizando tras su salida del poder, a lo largo del segundo bienio, al creer en peligro las reformas conquistadas, e incluso la propia República, iniciándose el giro izquierdista capitaneado por Largo Caballero, con la creación de las Alianzas Obreras y la búsqueda del acuerdo con las fuerzas antisistema del movimiento obrero (PCE, CNT) en el camino hacia un frente único de clase que hiciera posible la revolución social. Este giro alcanza su cénit tras el acceso de la CEDA al poder, desencadenando la huelga revolucionaria y la insurrección de Asturias. La consecuencia de la derrota del movimiento sería la represión, la clausura de sus organizaciones y la definitiva radicalización de sus dirigentes jóvenes, como Parrado. Este proceso de radicalización culminaría con la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), tras la fusión de las juventudes socialistas y comunistas, que se convirtió en un vivero de cuadros comunistas y adoptó una estética radical de mono azul y estrella roja. Los jóvenes radicales como Parrado irán ganando la batalla a los líderes moderados y centristas como Valverde, acentuando la tendencia bipolar de la República.
El Partido Comunista de España (PCE), a partir de su creación en torno al año 1934, no pasó en Ceuta de ser una pequeña organización aislada hasta comienzos de 1936. Su política maximalista en 1931, dictada por la Internacional Comunista, que calificaba de “social-fascista” a la Conjunción Republicano-Socialista, había llevado al PCE a una situación de debilidad orgánica y aislamiento político durante casi todo el periodo. Sólo a partir del giro que supuso el VII Congreso de la Internacional Comunista, en julio de 1935, en el que frente al auge del fascismo en Europa defendió la necesidad de crear frentes amplios que fueran desde la burguesía progresista hasta las fuerzas radicales a la izquierda del propio PCE, comienza éste a salir de su aislamiento encarnando de forma decidida la política del Frente Popular, logrando atraer a sus filas a concejales como José Torres, Sertorio Martínez, Berrocal o al mismísimo alcalde del Frente Popular Sánchez-Prado, así como a un número importante de jóvenes socialistas a través de las JSU. Sus primeros dirigentes serán José Blond, Ramón Arnau, Juan Medina o Luis Utor Curbelo.
Otra de las fuerzas activas que tienen incidencia en Ceuta será el Partido Social- Revolucionario, fundado en Ceuta por un sector de la pequeña burguesía jacobina, encabezado por Enrique Porres Fajardo, que tendrá como órgano de expresión su revista Renacimiento. El partido había sido fundado por Balbontín y Barriobero, y su ideario básico era la realización de la revolución para llegar al comunismo pero sin dictadura del proletariado. Pretende constituirse como puente entre los partidos marxistas y los anarcosindicalistas, de los que aspira a ser portavoz autorizado. Su actuación será demagógica y radical, manteniendo lazos de simpatía con la CNT, aunque no conseguirá capitalizarla políticamente. Junto a Porres destaca como dirigente Ángel Ruiz Enciso y suele contar con la colaboración del concejal José Torres, siempre en la línea de radicalismo del partido. En Ceuta actúa hasta 1933, momento en que Balbontín y la mayoría del partido terminan ingresando en el PCE, disolviéndose el partido como tal.
En este grupo actúa también el Partido Sindicalista, fundado por Ángel Pestaña tras el fracaso de la revolución de octubre. Es una fuerza política nacida del sector sindicalista de la CNT, enfrentado al maximalismo y pistolerismo de la FAI, a la que consideraban presa del aventurerismo extremista. Pestaña apuesta por el acercamiento al conjunto del movimiento obrero organizado desde posiciones más posibilistas con el objetivo de alcanzar el frente único proletario. Se integrarán en el Frente Popular llamando a los anarcosindicalistas a las urnas para conseguir la liberación de los presos de Asturias. Con su participación en la alianza, el Frente Popular pretendía lanzar un guiño a los obreros abstencionistas. Sus dirigentes locales serán destacados miembros de la CNT como Luis Castillejo, Herminio Culebras o Felipe González. Fundado en Ceuta en junio de 1935, será siempre una fuerza numéricamente pequeña.
Congreso Económico- Administrativo de las Plazas de Soberanía en 1935. Ceuta y Melilla acuerdan una plataforma reivindicativa ante el Gobierno de la República. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Asimismo funcionan en la ciudad dos organizaciones anarcosindicalistas como las Juventudes Libertarias (JJLL) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), que negando la política partidaria, actúan como verdaderos movimientos políticos que inspiran la estrategia y la táctica de la Confederación. La FAI es un grupo de acción directa, violento y radical que interviene en los conflictos sociales como brazo armado del narcosindicalismo. Mantiene una línea de dureza hacia el “pactismo” y es el garantede la pureza revolucionaria. En Ceuta realizarán diversos actos intimidatorios y de agresión: tiroteos, como los que le cuestan la vida a varios obreros y guardias civiles en 1936; colocación de bombas, como las de los Agustinos, Centro Hijos de Ceuta o casa de Valverde, y atentados, como los que realizan contra David Valverde o Miguel Pulido. El semillero de sus cuadros serán las Juventudes Libertarias que cuentan con dirigentes como José López Cabrera. El golpe militar supuso la imposición de una nueva Gestora Municipal, presidida por el teniente coronel de Ingenieros José María Tejero, al que acompañaban ocho gestores, que fueron ampliándose hasta 12. Su labor era mantener activos los servicios públicos, garantizar los abastos e iniciar la depuración de los funcionarios municipales. Tejero permanecerá en la alcaldía hasta el 15 de marzo de 1937. Sus logros son escasos, continuando las obras de reforma interior, proyectando la construcción del nuevo asilo, y alcanzando una rebaja sustancial en el costo de los suministros de agua y luz. Su tarea se centra en la depuración de funcionarios y en la reorganización administrativa. Su mandato se salda con la destitución o suspensión de 22 empleados municipales. En los últimos meses de 1936, pone en marcha la construcción de casas baratas para la erradicación del chabolismo con el inicio de 48 viviendas en la zona de General Sanjurjo, programa que sería completado con la construcción de otras 22 viviendas en la de Orgaz.
El teniente coronel de Ingenieros José María Tejero será nombrado presidente de la Gestora Municipal. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
A Tejero le sustituye, por designación del jefe superior de las Fuerzas de Marruecos, el teniente coronel retirado Fernando López Canti Sánchez, renovándose la Gestora Municipal. Se mantendrá 42 meses al frente de la alcaldía y dimitió en agosto de 1940.
Su labor fue continuista respecto de la de Tejero. Terminó la construcción del nuevo asilo Hogar Nuestra Señora Virgen de África y continuó la construcción de casas baratas en G. Sanjurjo, con la puesta en marcha entre 1939 y 1940 de ocho nuevos bloques con 66 viviendas. Abordó la cuestión de los ingresos del arbitrio, que habían mermado considerablemente por las circunstancias de la guerra, logrando de Beigbeder la Ordenanza que creaba el nuevo arbitrio del 4% ad valorem y un impuesto sobre la propiedad y el inquilinato sobre fincas urbanas, aprobando un presupuesto extraordinario el 22 de marzo de 1939. Abordó el problema del chabolismo, restringiendo la aparición de nuevas barracas y logrando derribar durante su mandato unas 325. Emprendió la construcción de una nueva escuela en la barriada Villajovita en julio de 1937, consiguió la implantación en el colegio Príncipe Alfonso de una cantina escolar para la alimentación infantil y la llegada del agua corriente en octubre de 1938. En materia urbanística, lograría la aprobación por la Alta Comisaría del Proyecto de Ensanche Exterior de la ciudad en octubre de 1937, continuando con el plan de reforma interior. Asimismo, iniciaría una política de atracción de la minoría musulmana de la ciudad, impulsada por Beigbeder, que pretendía reconocer la participación decisiva en la guerra de las unidades indígenas, nombrando, en noviembre de 1937, un gestor musulmán, Hamu Ben Amar Yamina, primer concejal musulmán que ejercerá como representante del colectivo musulmán, convirtiéndose en el mediador entre éstos y el poder político. Fruto de esta política será la fijación de un censo especial de beneficencia para la población musulmana; la cesión de un local a la comunidad en los jardines de la Alhambra y de terrenos para la construcción de una nueva mezquita; la puesta en funcionamiento de escuelas musulmanas; la contratación, con carácter de empleado municipal, de un matarife de rito musulmán, y la aprobación de la construcción de viviendas para ex combatientes indígenas en la zona del cuartel de Regulares. En materia de personal, continuó la depuración y represión de funcionarios municipales emprendida por Tejero, sancionando durante su mandato a 79 empleados con destituciones y suspensiones, reemplazándolos a partir de 1938 por ex combatientes, mutilados de guerra, ex cautivos de zona roja y huérfanos de caídos, en una clara apropiación de la institución por parte de los vencedores de la guerra. Bajo su presidencia se crearía la Medalla de la Ciudad (3 de agosto de 1939) y se declararía con motivo del fin de la guerra, el 12 de julio de 1939, hijo adoptivo y predilecto y alcalde honorario perpetuo al dictador Francisco Franco.
La Gestora inicial con la que comenzó el mandato de López Canti sería renovada en octubre de 1938, cesando todos los gestores excepto Ben Amar Yamina. Los nuevos once gestores representan a la Falange, las clases comerciales y la burocracia.
“Durante la etapa republicana, Ceuta cuenta, por primera vez, con representación parlamentaria propia en las Cortes españolas”
Durante la etapa republicana, Ceuta cuenta con representación parlamentaria en las Cortes españolas, con circunscripción electoral propia que elige un diputado. El Decreto del 8 de mayo de 1931 lo establece en su artículo 6.o. En Ceuta, las elecciones constituyentes, celebradas el 28 de junio de 1931, eran en la práctica por sistema mayoritario, al existir un sólo escaño a cubrir, aunque el candidato debía obtener al menos el 20% de los votos emitidos para ser proclamado. La confusión y debilidad en que vivían las fuerzas de la derecha tras el advenimiento republicano hizo que éstas no participaran en los comicios, concurriendo sólo los principales partidos de la Conjunción Republicano-Socialista y el Partido Socialista Revolucionario. La participación fue del 58,06%, muy por debajo de la media nacional del 70,14%. La fuerte abstención será una característica de las elecciones republicanas, en lo que influyó la importante presencia anarcosindicalista. Ceuta fue la quinta circunscripción con menor participación.
Sánchez-Prado será el diputado ceutí en las Constituyentes. Sus intervenciones parlamentarias irán dirigidas a la defensa de los intereses de Ceuta: la independencia con respecto al Protectorado y la provincia de Cádiz y la configuración definitiva del artículo 8.o de la Constitución: “Los territorios de soberanía del norte de África se organizarán en régimen autónomo en relación directa con el poder central”; la concesión del monopolio de tabacos; la denuncia de la grave situación social y de la crisis económica que atraviesa la ciudad; la defensa del mantenimiento de la circunscripción electoral de Ceuta en el debate de la Ley Electoral de 1933, y la discusión de la Ley del 1 de agosto de 1933 de cesión de bienes del Estado a las plazas de Ceuta y Melilla.
La caída del Gobierno Azaña en septiembre de 1933 y la incapacidad de Lerroux para formar gobierno con el apoyo de las Constituyentes determinaron una nueva convocatoria que había de celebrarse el 19 de noviembre de 1933. En esta ocasión las elecciones son más tensas, enfrentando a radicales, que desean un giro conservador de la República, contra socialistas y republicanos de izquierda, que defienden la profundización de las reformas del primer bienio, entrando en liza también la derecha católica antirrepublicana, reorganizada en torno a la CEDA. No obstante, los miembros de la coalición azañista se presentan en Ceuta divididos, lo que les condenó a la derrota. La principal novedad consistía en la incorporación de la mujer al ejercicio del sufragio, incrementándose el censo en 7.651 electores, un 81,5%. Tanto los radicales como los socialistas recurrieron a candidatos sin ninguna relación previa con la ciudad. Fueron necesarias dos vueltas al no alcanzar ninguno de los candidatos en la primera el 40% de los votos emitidos. La segunda vuelta se celebró el 3 de diciembre. En ambas, la abstención se disparó, cifrándose la participación en un 37,96% y un 40,31%, respectivamente, mientras que la media nacional se situaba en 67,46% y 63,48%. En esta ocasión, a la tradicional abstención anarquista se sumó la de la mayoría de las mujeres.
La desunión de republicanos de izquierda y socialistas determinó su derrota, como sucedió en Ceuta, donde la suma de los votos de Pedroso y Alberola hubieran bastado para proclamar al primero diputado electo, mientras que asumir el riesgo de acudir a una segunda vuelta les enfrentaba a la amenaza de que la derecha católica decidiera entregar sus votos al candidato republicano más conservador, como sucedió. Peire ganó con claridad, aunque la derrota fue muy mal asumida por el PSOE, que le acusó de haber recibido el apoyo económico de Juan March, a través de su hombre de confianza en Ceuta, el comerciante Juan Caldentey, que habría servido para comprar votos y voluntades. Otra clara conclusión de los resultados era que el republicanismo conservador del Partido Republicano Radical (PRR) había desplazado al republicanismo de izquierdas del Partido Republicano Radical-Socialista (PRRS), que pagaba así sus enfrentamientos internos.
Tomás Peire mantuvo estrecho contacto con la circunscripción. Realizó numerosas gestiones ante la Administración en apoyo de las reivindicaciones locales e intervino en la discusión de leyes que afectaban a la ciudad, defendiendo sus intereses. Su actuación tuvo claroscuros, como su voto favorable a la mayor parte de las medidas de contrarreforma del bienio negro, su pasividad ante el Decreto del 19 de julio de 1934, que significaba la vuelta a la dependencia de Ceuta de la Alta Comisaría, o algún escándalo de corrupción en el que se vio envuelto.
La corrupción y los escándalos llevaron a la ruptura de la coalición radical-cedista, en el momento en que Gil Robles creyó que su oportunidad de asalto al poder había llegado, lo que precipitó, tras algún intento presidencial de consolidar un imposible gobierno de centro, la convocatoria de nuevas elecciones, que habrían de celebrarse el 16 de febrero de 1936. En Ceuta, como en la mayor parte del país, las fuerzas políticas se polarizarán en dos grandes coaliciones de derecha e izquierda. La candidatura de derechas se presentó bajo el nombre de Bloque Antirrevolucionario, vertebrado en torno al Partido Radical, con el apoyo de todas las fuerzas conservadoras republicanas y antirrepublicanas, integrándose la CEDA, Renovación Española, el Bloque Nacional, el Partido Liberal-Demócrata, el Sindicato Obrero Profesional y Falange Española, con Tomás Peire como candidato. Mientras en el resto del país las candidaturas de derechas se habían vertebrado en torno a la CEDA, en Ceuta lo hizo en torno al Partido Radical, reconociendo la mayor implantación de éste y su hegemonía entre los industriales y comerciantes ceutíes. Su programa se basaba en la defensa del orden, la propiedad y los principios conservadores. Pero la formación del Bloque se había efectuado a la defensiva, como respuesta a la formación del Frente Popular, más que en base a un pacto programático. La coalición de izquierdas, bajo el nombre de Frente Popular, se vertebró en torno al PSOE e Izquierda Republicana, a las que acompañaron Unión Republicana, PCE, Partido Sindicalista, UGT y algunos republicanos de izquierda independientes. Su candidato fue Manuel Martínez Pedroso. El programa del FP se basaba en profundizar en el plan de reformas del primer bienio, la amnistía para los represaliados de octubre de 1934, la reincorporación al trabajo de todos los despidos y la reparación a las víctimas de la represión. El FP hizo verdaderos esfuerzos para llamar a las urnas a los anarcosindicalistas. El referente de la huelga de octubre permitió la unidad de las fuerzas del movimiento obrero y de los republicanos de izquierda, y a la postre, la. arrolladora victoria del FP. La participación subió en más de 20 puntos con relación a la primera vuelta de 1933; lo que nos indica que una parte de los afiliados a la CNT fue a las urnas, aunque los distritos obreros registraron la abstención más alta, situándose por encima de la media, salvo en el séptimo (Otero), pero ésta fue menor que en otras ocasiones.
El FP logró una victoria amplia adjudicándose siete de los ocho distritos de la ciudad y 35 de las 38 secciones. Las victorias del FP en un distrito caracterizado como burgués como el cuarto (Mina) y en los de transición primero (Ayuntamiento) y tercero (Hospital), nos demuestra que la participación de los republicanos de izquierda en la candidatura fue vital para atraer votos de clases medias, que consolidaron la victoria. Manuel Martínez Pedroso tomaría posesión de su escaño el 3 de abril de 1936. Su actuación parlamentaria fue breve por el comienzo del alzamiento militar que le sorprende en Ceuta, huyendo a Tánger desde donde se incorporó a la zona republicana.
Otra nueva institución será la Delegación del Gobierno. Tras su ocupación provisional por Rafael Vegazo el 14 de abril, el Gobierno provisional dictó el Decreto del 21 de mayo de 1931, creando formalmente la Delegación. Entre mayo de 1931 y julio de 1934 rotaron en el cargo un total de nueve delegados. Tras al Decreto del 19 de julio de 1934 lo harían tres delegados gubernativos de la Alta Comisaría. Como podemos observar la inestabilidad fue la nota dominante.
Su principal tarea es la del mantenimiento del orden público, el control de los enemigos del régimen y la mediación o represión de los conflictos sociales. Su perfil es variado: aunque en el primer bienio predominan los funcionarios con experiencia, como Massa, Valdés o Fernández Ortiz, en otros casos, los nombramientos eran sugeridos por los personajes políticos locales, como el de Francisco Vicente, abogado vecino de Sánchez-Prado y su secretario particular en la alcaldía, o el de Ramón Arechaga, abogado, periodista y concejal radical de Bilbao, que fue recomendado por el diputado Tomás Peire.
Vicente tendría que enfrentarse a las primeras movilizaciones de la CNT, ordenando las primeras detenciones gubernativas. El principal conflicto al que hizo frente Massa será la huelga de Transmediterránea en noviembre de 1931. Muchos más problemas tendrá Valdés, que se convierte en la bestia negra de los anarcosindicalistas y del Partido Socialista Republicano (PSR). El 14 y el 24 de abril de 1932 ordenaría cargar durante la inauguración del monumento a Galán y García Hernández, por entender que el PSR, la CNT y algunos comunistas querían aprovechar el acto para provocar un altercado de orden público. Se produjeron varias detenciones, como las de Porres y el concejal Torres. Haría frente a la sublevación de Sanjurjo en agosto 1932, que en Ceuta contó con alguna ramificación, siendo detenidos varios militares. Pero sus mayores enfrentamientos con los anarcosindicalistas tendrán como motivo las huelgas portuarias de mayo a junio de 1932 y la de noviembre de 1932 a marzo de 1933. Detenciones de dirigentes y piquetes, cierre de la sede cenetista de la calle Linares e intervención del ejército para garantizar el funcionamiento de los servicios serán su respuesta. Su incapacidad para acabar con la huelga y la presión de políticos ceutíes como Sánchez-Prado hará que en enero de 1933 sea sustituido por Ortiz. Tras dos meses, en los que alterna el arbitraje y la represión ante la actitud de firmeza de los huelguistas, se llega a un acuerdo que se puede considerar una victoria de éstos. Durante su mandato, comienza una ofensiva del sector extremista de la CNT, la FAI, especialmente dirigida contra el alcalde socialista David Valverde, al que se le perpetran dos atentados en junio y agosto de 1933. Ortiz cesa al caer el último Gobierno Azaña, sucediéndose entre septiembre y diciembre de 1933 cuatro delegados nombrados por los gobiernos de transición de Lerroux y Martínez Barrios. Durante el mandato de Bermúdez, se registran nuevas acciones de la FAI como la colocación de una bomba en el centro Hijos de Ceuta en noviembre de 1933. Por fin, la Delegación del Gobierno se estabiliza con el nombramiento de Manuel Sánchez Suárez, en los últimos días del Gobierno de Martínez Barrios, y logrará mantenerse durante los de Lerroux, cesando tras la llegada al Gobierno de Samper. En su etapa, se produce la creación de la Alianza Obrera de Ceuta, organismo de enlace del movimiento obrero, que va a convocar el 17 de febrero de 1934 una huelga general por los despidos en el puerto, respaldada unitariamente por UGT y CNT, que se salda con intervenciones de la fuerza pública y el ejército para mantener servicios públicos como el del alumbrado. La huelga, acompañada de acciones directas de la FAI, como las bombas colocadas en el colegio de los Agustinos y en casa del segundo jefe de la policía en Alfau, se salda con la readmisión temporal de los 300 obreros despedidos el día 21. Sánchez cesa al producirse la escisión de Martínez Barrios del Partido Radical, al que acompañará a su nuevo partido.
Para sustituirlo, se designa al bilbaíno Ramón Arechaga, recomendado por Peire, que se jactó de que Arechaga había sido su mayor acierto. Es el delegado gubernativo con mayor personalidad y más activo, participando intensamente en la vida política local, actuando con gran firmeza y energía. Tendrá oportunidad de demostrarlas a poco de su designación, al enfrentarse al paro de los trabajadores de las obras de la carretera del monte Hacho por despidos, ordenando el despido de todos los obreros y deteniendo a más de 30 anarcosindicalistas y al ugetista Antonio Tomeu, que serán deportados a Algeciras, y no serán devueltos a Ceuta hasta que se logra saldar el conflicto con un acuerdo. En esa misma línea de firmeza exige a los concejales mediante oficio que se abstengan de plantear acuerdos políticos en los plenos y se limiten a sus competencias administrativas. También se enfrentará con dureza a la prensa local, deteniendo y multando al director de Hoy, órgano de Izquierda Republicana, Gaudencio Martín, en septiembre. Su prueba de fuego será la represión de octubre de 1934. En Ceuta la huelga fue apoyada de forma masiva por la UGT, desde el día 5 de octubre, y más tarde por la CNT. Más de ocho bombas fueron explosionadas por los miembros de la FAI durante el conflicto. El delegado ordenará el despido de los huelguistas, detendrá a más de 80 dirigentes y militantes obreros, ordenará al ejército hacerse cargo de los servicios públicos, censurará la prensa y ordenará la clausura de todas las sedes obreras, masónicas y republicanas de izquierda; logrando sólo controlar el movimiento a partir del día 12 de octubre. Entre los detenidos están los principales dirigentes de las organizaciones de izquierda. Diez concejales serán depuestos por orden gubernativa. Un total de 17 dirigentes del PSOE, IR, CNT y PCE serían juzgados por sedición. Asimismo, Arechaga se volcará en una campaña moralizadora para acabar con la mendicidad callejera, los juegos de azar, el alcoholismo, la prostitución y la usura; aplicando con dureza la Ley de Vagos y Maleantes de 1933, procediendo a efectuar diversas detenciones y deportaciones. Denunció ante el Ayuntamiento la miserable situación del barraquismo ceutí para abrir un debate en la corporación republicana. Su identificación con los problemas de la ciudad le llevó a apoyar con entusiasmo la celebración del Congreso Administrativo de 1935 y a oponerse con firmeza al intento de Hacienda de cobrar el impuesto de utilidades en las plazas de soberanía entre julio y octubre de 1935; ambas cuestiones le enfrentarán con el subsecretario de Gobernación y diputado por Melilla Carlos Echeguren. La crítica pública al Gobierno le acarreará su cese en septiembre de 1935 durante el último Gobierno de Lerroux, quien nombrará a Barango, que permanecerá hasta la victoria del FP.
El FP designó delegado a José Ruiz Flores. Se enfrentó a un periodo complicado y tenso: movilización de los sectores obreros más radicales del FP y de la CNT, ofensiva durante el último Gobierno de Lerroux, quien nombrará a Barango, que permanecerá hasta la victoria del FP.
El FP designó delegado a José Ruiz Flores. Se enfrentó a un periodo complicado y tenso: movilización de los sectores obreros más radicales del FP y de la CNT, ofensiva huelguística entre marzo y julio de 1936, alteraciones constantes del orden público por enfrentamientos entre milicias de derecha e izquierda, huelga de alquileres, conspiración militar, asalto a locales emblemáticos de la derecha (sede de AP, Agustinos, El Faro),huelguística entre marzo y julio de 1936, alteraciones constantes del orden público por enfrentamientos entre milicias de derecha e izquierda, huelga de alquileres, conspiración militar, asalto a locales emblemáticos de la derecha (sede de AP, Agustinos, El Faro), repunte del desempleo, etc. La máxima tensión se produce en torno a la huelga general del 30 de mayo, en la que resultan muertos dos obreros y un guardia civil. La derecha ceutí acusa al delegado de inhibirse en los conflictos de orden público. Precisamente, Ruiz Flores había reestructurado los servicios de seguridad poniendo a su frente al militar adicto Tomás de Prada. No faltaba parte de razón a esta acusación, pues las actuaciones en materia de orden público fueron siempre muy tibias para evitar provocar a los sectores más radicales del FP, alimentando de esa manera la reacción de la derecha más dura y de los militares, que encontraron en la caótica situación del orden público una excusa para intervenir. En la madrugada del 18 de julio será depuesto por los militares.
Yagüe y Tejero pasean por Ceuta tras el golpe militar. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La represión y la guerra
El golpe militar de julio de 1936 supuso la prohibición de las fuerzas republicanas, convirtiéndose Falange Española en el partido único del régimen. La represión más dura y brutal se ejerció sobre los dirigentes políticos y sindicales de la izquierda ceutí y sobre los militares que permanecen fieles al gobierno legítimo. En la misma noche del 17 julio comienzan las detenciones. En los días siguientes, entre julio de 1936 y enero de 1937, se detienen y asesinan irregularmente en Ceuta a 107 personas, algunas sin juicio ni consejo de guerra, a otras, a pesar de haber sido condenadas a penas de prisión en consejo de guerra, en sacas irregulares o en aplicación de la Ley de Fugas. Las sacas, que solían ser más masivas y brutales tras producirse algún bombardeo sobre la ciudad, se realizaban de madrugada en los centros de detención de García Aldave y el Hacho. Las últimas ejecuciones irregulares se producirán el 21 de enero de 1937, tras un bombardeo aéreo republicano, costándoles la vida a 33 detenidos. Entre las víctimas de las ejecuciones irregulares se encuentran un ex delegado del gobierno, seis concejales, 17 militares, 21 dirigentes socialistas, 22 anarcosindicalistas, 19 comunistas, seis miembros de Izquierda Republicana, dos miembros de UR, un miembro de las fuerzas de seguridad y 12 civiles sin clara filiación política; 23 de ellos eran masones. A ellos habría que unir los siete ceutíes asesinados en Tetuán, en este caso entre agosto de 1936 y abril de 1937, entre ellos un concejal, cuatro socialistas, un miembro de IR y un masón. Otros destacados republicanos ceutíes perderían la vida en la Península.
También hay que sumar en el capítulo de la represión irregular algunos asesinatos de ceutíes que se encontraban fuera de la ciudad en zona republicana: el jefe de la Circunscripción, tres estudiantes falangistas, dos guardias civiles, dos oficiales de Marina, un capitán de Infantería y un civil.
Otras 158 personas fueron ejecutadas en Ceuta como consecuencia de sentencias pronunciadas en consejos de guerra. Juicios que fueron una auténtica farsa, celebrados sin legalidad, ni garantías procesales. Estas ejecuciones tienen lugar entre agosto de 1936 y mayo de 1938. La mayoría de las condenas de muerte serán dictadas por rebelión militar, paradójicamente, por los militares alzados en armas contra la legalidad republicana, que añadieron así el escarnio de las víctimas a su eliminación física. Fueron fusilados 70 militares, el alto comisario interino, el alcalde del FP, 23 socialistas, 26 comunistas, diez anarcosindicalistas, dos miembros de IR, un guardia civil y 24 civiles de filiación incierta, masones 11 de ellos.
Franco llega a Ceuta el 19 de julio de 1936 y se dirige a la multitud desde el balcón de la Circunscripción. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La represión en Ceuta se centra en 88 militares que se niegan a incorporarse a la insurrección, 131 dirigentes y militantes destacados de las organizaciones obreras y 35 miembros de la masonería, aunque ocho son militares y 19 militantes de partidos obreros. Las fuerzas republicanas de izquierda sufren una menor represión con sólo diez asesinados (ocho de IR y 2 de UR). La represión puesta en marcha por los militares golpistas es fundamentalmente de clase, dirigida a castigar a las organizaciones que habían osado cuestionar los privilegios de las clases hegemónicas y de la oligarquía local. Este carácter de la represión se confirma si atendemos al origen socioprofesional de los ejecutados: 89 trabajadores manuales (38 obreros, 13 albañiles, 12 chóferes, seis panaderos, cinco pescadores, cuatro tipógrafos, cuatro carpinteros, dos pintores, dos zapateros, dos camareros) y 39 soldados de reemplazo, en su mayoría miembros de las clases populares. El resto son 40 comerciantes o industriales (en su mayoría pequeños comerciantes), 27 empleados públicos (15 municipales, seis del Estado, cuatro de correos y dos de la JOP), 14 profesionales liberales (tres médicos, tres maestros, tres practicantes, dos abogados, dos periodistas y un agente de seguros), ocho empleados y dependientes, tres pequeños artesanos (un sastre y dos peluqueros), tres miembros de las Fuerzas de Orden Público (dos agentes de seguridad y un guardia civil) y 48 militares de distintas graduaciones (dos comandantes, cuatro capitanes, siete tenientes, dos alférez, un subteniente, cuatro brigadas, 11 sargentos y 17 cabos). El grueso de las ejecuciones, 133, se concentran entre agosto y diciembre de 1936, 79 de ellas por Ley de Fugas o sacas de las cárceles y 54 por sentencias de consejos de guerra. En 1937, hasta el mes de julio, se ejecutaron a otras 85 personas (35 en sacas y 50 por sentencias de consejos de guerra), siendo el número total de ejecuciones durante el primer año de 218 (114 en ejecuciones irregulares y 104 por sentencias). Entre agosto de 1937 y mayo de 1938 se realizan 54 ejecuciones, todas ellas por sentencias de consejos de guerra. A medida que transcurría la guerra y ésta era más favorable a los insurrectos, la represión física se iba relajando y su ejercicio se iba institucionalizando.
“La represión afecta tanto a los militares que no se unen a la insurrección como a dirigentes de organizaciones obreras y partidos de la izquierda republicana”
Más de 700 ceutíes fueron detenidos y la mayoría sufrieron penas de prisión. Más de medio centenar logró huir, fundamentalmente vía Tánger, para incorporarse a la zona republicana o marchar al exilio. Muchos de los que se quedaron, y lograron salvar la vida o esquivar la cárcel, fueron sometidos a una sistemática represión civil ejercida por los tribunales de. depuración que se impusieron en todas las administraciones y organismos públicos o por el Tribunal de Responsabilidades Políticas (TRP), que imponía incautaciones de bienes, multas o penas de destierro y extrañamiento. Al menos 238 funcionarios o empleados públicos fueron destituidos o separados temporalmente del servicio. La administración con más represaliados fue la municipal, con 100 empleados destituidos o separados.
En la Administración del Estado fueron 81 los sancionados (25 en la enseñanza, 11 en correos y telégrafos, cinco en la JOP, cuatro en la administración de Justicia, cuatro en las fuerzas de seguridad, cuatro en la Delegación de Trabajo y 28 en diversas dependencias), los otros 57 eran militares de diversas graduaciones. Se incautaron bienes a los más significados dirigentes republicanos y obreros.
Las primeras incautaciones fueron realizadas directamente por la Alta Comisaría, como la de los bienes de Clemente Cerdeira o los de los hermanos Companys. Para ese fin, se crea en Ceuta, en septiembre de 1937, una Comisión Provincial de Incautación de Bienes (CPIB), integrada por el delegado del Gobierno, juez de primera instancia y registrador de la propiedad que hasta mayo de 1939, en que traspasan sus funciones al Tribunal de Responsabilidades Políticas, había incoado 143 expedientes, especialmente a los que se habían exiliado o habían huido a zona republicana.
Dos legionarios con el guión de la XIV bandera “Virgen de África” (la uniformidad es de la década de los años veinte, en tanto la bandera data de 1938). Ilustración: José Montes Ramos.
A partir de 1939 será el TRP el que se encarga de la represión civil y económica, llegando a incoar 1.964 expedientes, de los que unos 1.500 corresponden a ciudadanos de Ceuta y el resto a personas afincadas en el Protectorado. El tribunal trababa los bienes de los expedientados hasta que éstos satisfacían las multas impuestas. En Ceuta se recaudó más de un millón de pesetas provenientes de las multas del TRP. En dos casos, al menos, se incautó de la totalidad de los bienes (Arturo Álvarez Buylla y Guillermo Aonso). Además, impuso al menos once penas de destierro, que oscilaban entre los cinco y los trece años, y siete penas de inhabilitación. Las mayores multas oscilaron entre las 25.000 y las 50.000 pesetas. Entre los expedientes incoados por el TRP se encontraban 166 que lo fueron a personas asesinadas durante la represión. Estas multas debían ser pagadas por sus familiares, si querían evitar la incautación total de sus bienes. Las diversas penas fueron concurrentes, siendo los encauzados condenados por diversos organismos y con distintas penas por los mismos supuestos delitos (consejo de guerra, CPIB, comisiones depuradoras de funcionarios, TRP o disposiciones gubernativas), no extinguiéndose la responsabilidad ni más allá de la muerte.
La represión irregular tuvo como protagonista a la Falange, dirigida por su jefe local, Emilio Peregrina. Los consejos de guerra fueron sustanciados por la cúpula militar de la ciudad. El principal será el teniente coronel Ramón Buesa, juez instructor, que actuaría en la mayoría de los procesos y que será también presidente del TRP. Otros integrantes de los consejos son los coroneles José Rojas Feigespan, Julián Martínez Simancas, Enrique Cánovas Lacruz, Ricardo Seco de la Garza, Emilio March; los tenientes coroneles Rafael del Valle Marín, Juan Reig Valerino, José María Tejero Ruiz, Alberto Lagarde Aramburu y José Galiana Nadal, y el teniente auditor de brigada Federico Socasau. En el juzgado especial de la Comisión Provincial de Incautación de Bienes, el comandante de la Guardia Civil Francisco Pallas Martínez y el capitán Alfonso Rubio López. En el Tribunal de Responsabilidades Políticas (TRP) trabajaron el falangista Jacinto Ochoa Ochoa, Francisco Villarejo, el juez de primera instancia Pedro de Benito Blasco, el juez civil especial Juan Such Martín y el juez instructor, alférez Antonino Muñoz López; y en el Juzgado Especial de Depuraciones, el magistrado Luis Lorenzo Peñalva. En el Ayuntamiento las tareas de depuración serían realizadas por los presidentes de las gestoras, Tejero y López Canti, auxiliados por los distintos gestores municipales que se encargaron de la instrucción de los expedientes de depuración (Manuel Maeso, Rafael Castillero, José Cortés, Manuel Díaz Muriel, Antonio Rallo, José de la Peña, José Santos Vilela, Luis Acevedo, Julián Aldazábal, Francisco Romero, José Santacruz, Francisco Fatou, Matías Carmona y Francisco Javier Dotres).
Los informes en los que se basaban las acusaciones, en muchos casos burdos, tendenciosos o inveraces, eran suministrados por instituciones como la Falange local (Rosende, Requena, Tejero, Peregrina, Catalán, etc.), la Delegación de Orden Público, regentada por Manuel Rodrigo Zaragoza, la Comisaría de Investigación y Vigilancia, dirigida por Felipe Martín y la Comandancia de Marruecos de la Guardia Civil (Herranz, Ruiz Lobato, Alejandro Escalona, López Ochoa, Del Real, etc.).
Efectos del bombardeo de la ciudad el 20 de enero de 1937. Fallecieron 52 personas, principalmente en el mercado Central. Como venganza, fueron asesinados en una saca irregular una treintena de presos republicanos. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Los primeros días de la guerra fueron de auténtica tensión ante la falta de capacidad para poder trasladar el ejército de África al otro lado del Estrecho, bloqueado por la flota que había quedado en manos republicanas. El traslado rápido de las unidades coloniales de élite era imprescindible para garantizar el triunfo de la insurrección. La flota republicana consciente de esa debilidad, bombardeará la ciudad en los primeros días: el día 20 bombardeó el destructor Sánchez Barcáiztegui; el 25, el acorazado Jaime I y los cruceros Libertad y Miguel de Cervantes, y el 4, 5 y 7 de agosto, el destructor Lepanto. A la altura del 31 de julio sólo 1.437 hombres habían logrado cruzar el Estrecho, y sólo un golpe de suerte permitió garantizar el suministro de combustible al lograr el barco Isleño, procedente de Tenerife, entrar en el puerto de Ceuta, burlando el bloqueo con un cargamento de 500 toneladas de gasolina. Los ceutíes asistían desde tierra a los primeros enfrentamientos entre aviones nacionales y la flota y los aviones republicanos. El teniente de navío Miguel Ruiz de la Puente en su regreso a Ceuta resultaría muerto por su mecánico, que se pasa al bando republicano aterrizando en Málaga. Estos hechos llevarán al desánimo a algunos sublevados como Román Gautier, que, al parecer, tras discutir con Yagüe y Franco sobre la situación, decide suicidarse el 28 de julio. Franco, contra la opinión de Yagüe, decide forzar el bloqueo del Estrecho enviando un convoy integrado por el transporte a vapor Arango, los transbordadores Ciudad de Ceuta y Ciudad de Algeciras y el remolcador Benot, así como los escoltas patrullera Uad-Kert y cañonero Dato, que en la tarde del 5 de agosto logran cruzar el Estrecho, protegidos por toda la aviación disponible y el Torpedero 19 que sale desde Algeciras. El Dato tiene que enfrentarse al Alcalá Galiano que abre fuego.
Tras treinta minutos de combate, la aviación sublevada logra poner en fuga al destructor republicano: unos 1.800 hombres (1.a Bandera de la Legión, un tabor de Regulares de Melilla y algunos hombres de Regulares de Larache y Ceuta, automovilismo, sanidad y numerosos pertrechos). La operación creó el mito de la Virgen de África como protectora de los insurrectos, y sería conmemorada con un monolito y con la instalación de los restos del cañonero Dato, en el lugar de San Antonio, desde el que el general Franco observó la operación. A pesar de todo, el que pasaría a la historia como “Convoy de la Victoria”, no fue una operación decisiva, sino más bien de un valor simbólico, al lograr desmontar la tesis del Gobierno republicano de que el ejército insurrecto de África sería incapaz de salvar el obstáculo que representaba el bloqueo del Estrecho por la flota leal. Ya no habría más convoyes marítimos hasta finales de septiembre, cuando la superioridad aérea y las nuevas unidades de guerra naval, como el Canarias y el Almirante Cervera, pusieron fin al bloqueo del Estrecho. Más importante fue la ayuda aérea italo-alemana que permitió incrementar el ritmo de transporte de las tropas: primero a 241 hombres al día y después a 500. Entre agosto y noviembre de 1936 pasaron de África a la Península, en la operación aerotransportada más grande de la historia militar hasta ese momento, un total de 22.496 hombres. Una vez abierto el paso del Estrecho a finales de septiembre, y hasta septiembre de 1937, cruzaron por mar otros 78.614 hombres. Entre septiembre de 1937 y el final de la guerra todavía saldrían desde el puerto de Ceuta otros 130.000 hombres.
A los bombardeos marítimos se unirían los aéreos, siendo los dos más mortíferos los de los días 26 de agosto de 1936 y 20 de enero de 1937. El último tendría lugar el 4 de abril de 1937 a cargo de cuatro destructores. En total, los bombardeos causan 75 muertos y más de un centenar de heridos. El de mayor número de víctimas será el del 20 de enero, al alcanzar las bombas el mercado Central, provocando 53 muertos, y el del 26 de agosto, que destroza el garaje Hispania y la casa de la familia Moguel en el monte Hacho, con 11 muertos. Los bombardeos provocan la huida masiva de población al Campo y Tetuán, teniendo que dictar la Delegación del Gobierno órdenes para que vuelvan a sus casas.
Esos primeros días se caracterizan por las manifestaciones y concentraciones patrióticas, la afiliación masiva a Falange, sus milicias y su organización sindical como demostración palpable de adhesión al movimiento, en muchos casos por miedo a la represión o a ser considerados tibios; y por la organización de la Guardia Cívica, donde se afiliarán numerosas personas mayores de la burguesía ceutí. Primero fue dirigida por el capitán de Infantería retirado Remigio Baro Alegret y, después, por el comandante Balmori. También aparece la Sección Femenina de Falange, impulsada por María Peregrina. Se establece el cuadro de responsabilidades de Falange con su jefe regional, el capitán Francisco Ramos al mando, siendo sustituido por Requena cuando marche al frente. Sus principales cuadros son Pelegrina, el jefe de milicias capitán Francisco Lobo, José María Tejero Benito, José María Rosende, Luis Delgado Brackembury, Enrique Catalán Tanco, el instructor de milicias teniente de la Guardia Civil del Real y los jefes de centuria Jacinto Ochoa, Marciano Martínez Catena, Juan Caldentey, Pedro Martínez, Manuel Valdés y Rafael Ibáñez, entre otros. Entre sus afiliados destacan los hijos de lo más distinguido de la burguesía ceutí: Trujillo, Weil, Ibáñez, Olivencia, Romero, Rallo, Ruiz, Santos, López Canti, etc. Se produjeron algunos complots de militares y soldados opuestos al golpe, que fueron desactivados antes de ejecutarse. Entre otros destacan: el intentado en los primeros días del alzamiento por suboficiales y soldados del Batallón de Cazadores del Serrallo para eliminar a los altos oficiales del golpe; el proyectado por suboficiales y soldados de Automovilismo y Artillería, que contemplaba un asalto al centro de internamiento de García Aldave o un golpe de mano contra la fortaleza del Hacho, así como, en noviembre, el intento de algunos marinos de la Compañía del Mar de asaltar también la prisión de García Aldave. Todos fueron abortados, por delaciones, y sus protagonistas detenidos, juzgados y fusilados.
Pasado el peligro de los bombardeos y roto el bloqueo del Estrecho a finales de 1936, la aportación ceutí a la guerra se canaliza a través de los hombres que aporta al frente y de los recursos económicos que su burguesía suma al esfuerzo de guerra. Varios millones de pesetas saldrán de los patrimonios de las principales familias de la ciudad, a veces con la clara coacción de Falange, que consideraba tibios a aquellos que se mostraban poco generosos. Entre los más importantes donantes se encuentran las familias Trujillo, Ibáñez, Romero, Delgado, Benasayag, Cohen, Ros, Calatayud, Rosende, Maeso, Alfon, Cosío, López de Pablo, Ruiz Medina, Bentolila, Weil, Guil, López Pastur, Marañes, Cutillas, Sánchez Martín, Acevedo, Barchilón, Molina, Baeza, Matres, Casares, Coriat, Hachuel, Borras, Zurita, García López, Bonifacio Navarro, Buades, etc. Especialmente generosos tuvieron que mostrarse aquellos que tenían antecedentes masónicos o los hombres de negocios hebreos. Ceuta envió a los frentes de guerra a más de 2.800 jóvenes movilizados por su reemplazo, alistados en la bandera de Falange de Marruecos o represaliados que intentaban evitar la cárcel o el pelotón de fusilamiento. Al menos unos 600 ceutíes o residentes en la ciudad en 1936 murieron durante la Guerra Civil. Sólo entre los oficiales de las unidades que salieron de Ceuta en 1936 y los miembros de la Falange de Marruecos se produjeron 299 muertes en combate. Más de 1.000 fueron heridos, entre ellos 683 oficiales de las unidades ceutíes y miembros de la Falange de Marruecos. Muchos de los caídos fueron musulmanes ceutíes de las unidades indígenas. En conjunto, la represión, los bombardeos y los frentes segaron la vida de un millar de residentes en la ciudad entre 1936 y 1939. Los que pelearon en el bando insurrecto y lograron sobrevivir tendrían preferencia en los empleos públicos a su vuelta de los frentes, especialmente los procedentes de la Falange de Marruecos, por la firme decisión del nuevo Estado de asentar su administración en manos de sus más fieles servidores. Militares y falangistas de la guerra dominarán la política ceutí hasta los años setenta También algunos ceutíes que lograron escapar a la zona republicana o que se encontraban en ella en el momento del golpe pelearon en el ejército de la República. Otros, como Clemente Cerdeira o Menahem Coriat, la sirvieron en puestos diplomáticos.
Durante los años de la guerra, la propaganda militar y falangista fue intensa en la ciudad. La emisora local y la de onda corta, que regentó la Falange ceutí, dedicaban buena parte de su tiempo al adoctrinamiento. Desde ellas segregaban la doctrina de “la nueva España” Juan Yagüe, Martínez Simancas, el capitán de la Legión Ruiz Fornells, el comandante Jiménez Mora o el legionario italiano Guido Carrara. Numerosos propagandistas y altos cargos del régimen visitarían Ceuta en actos de propaganda masiva y grandes concentraciones, como Agustín Aznar, el ministro de Gobernación Serrano Suñer, Giménez Caballero, el padre Jesús Calsanz o el alto comisario Beigbeder. Quizá los actos más multitudinarios fueron las concentraciones celebradas en el campo de fútbol el 17 de julio de 1938 con la presencia de Serrano Suñer o, el 21 de noviembre de ese año, para celebrar la ordenanza de sindicación forzosa. Si se quería sobrevivir, era obligado mostrar en público una fervorosa adhesión al régimen, pues la simple tibieza podía costar muy caro.
Juan Beigbeder, alto comisario que canalizó el esfuerzo de guerra en Ceuta y el Protectorado, se dirige a una gran concentración falangista el 21 de noviembre de 1937. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Visita a Ceuta de los cónsules de Italia y Alemania el 20 de noviembre de 1936. La ayuda de ambas potencias fue crucial para los militares insurrectos. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Memoria histórica de la represión en Ceuta, 1936-1944
La represión física en Ceuta se cobró 268 víctimas1, de las cuales 156 fueron arrojadas a la fosa común del cementerio, pero también estuvo la represión administrativa, y, por otra parte, ¿cuántos encausados no llegaron al pelotón de fusilamiento? Muchos de ellos murieron mientras eran transportados o en las comisarías sin consignarse sus nombres. ¿Cuántos murieron en las enfermerías como consecuencia de malos tratos o enfermedades sin cuidados? ¿Cuántos quedaron internados en manicomios? Todos éstos están fuera de estas cifras.
Es fácil deducir que el tema de la represión ejercida en el nuevo Estado que surge tras el golpe militar del 17 de julio de 1936 presenta aún hoy, a pesar de los años transcurridos desde entonces, numerosas lagunas. He abandonado en esta memoria la tendencia seguida en otras ciudades de limitarse a la especulación genérica o aventurar cifras en función de cálculos más o menos lógicos y razonados.
En Ceuta, Melilla y la zona del Protectorado más que de guerra habría que hablar de. represión, pues apenas hubo ni combates ni operaciones militares. El capítulo de la represión es la primera y fundamental página negra de nuestra historia local contemporánea. La represión desencadenada fue tan intensa y extendida que no sólo la sufrieron los que habían defendido al nuevo Gobierno tras el 12 de abril de 1931, con su labor política y sindical, sino que también cayó la misma sobre aquellos que eran simplemente más abiertos, los incrédulos por cualquier motivo, los que habían destacado en empresas culturales y actividades públicas o simplemente aquéllos denunciados por rencillas personales, odios y deudas, de los que se nutrieron las cárceles ceutíes y la zona del Protectorado español en Marruecos.
Tras la proclamación del estado de guerra, Ceuta se convierte en una ciudad llena de miedos y recelos. Desde la misma madrugada del 18 de julio las fuerzas sublevadas, con la ayuda de patrullas de falangistas, comienzan las detenciones selectivas y los asaltos a las sedes de los sindicatos y partidos políticos. Los listados con los nombres de políticos y sindicalistas debían estar realizados desde bastantes días anteriores al golpe, ya que en pocas horas comienzan las detenciones. Hubo un número importante que logró huir, bien a Tánger, Gibraltar o a las costas malagueñas, pero los que confiaron en la defensa del poder constitucional por el Gobierno fueron detenidos y tras pasar por la comisaría, donde podían estar varios días sufriendo duros interrogatorios, después eran trasladados, en espera de un consejo de guerra, a uno de los tres centros penitenciarios habilitados en la ciudad: los militares y algunos civiles a la fortaleza del monte Hacho, el resto a la prisión de García Aldave, también llamada Posición A, y las mujeres al fortín de la barriada del Sarchal, antigua cárcel de la ciudad.
Es difícil cuantificar el número exacto de detenidos en los tres centros penitenciarios, pero, según unas declaraciones de un alto jefe militar, eran cerca de dos mil. El 1 de septiembre de 1940 se cerró la prisión de García Aldave y todos los presos fueron trasladados a la fortaleza del monte Hacho. El nuevo poder establecido tras el golpe del 17 de julio de 1936 violentó numerosos principios básicos del derecho y se aplicaría la ley de forma retroactiva. Se les imputaban a los defensores de la legislación establecida el delito de “adhesión a la rebelión”, cuando habían sido los sublevados los que habían violentado el orden constitucional en vigor. Esta alteración de cuál era el verdadero poder legítimo y quién era el verdadero rebelde implicó un cambio de papeles. Quien el 17 de julio era leal al Gobierno pasó a ser, desde la madrugada del 18 de julio, culpable de un delito de “rebelión”.
Se catalogaban como delitos aquellos que previamente no existían en el código, y se aplicaban durísimas penas por estar afiliados a partidos políticos que habían estado en la legalidad. El nuevo aparato jurídico que se crea se articula, en primer lugar, a través de los consejos de guerra de los tribunales de justicia militar, y, en segundo lugar, por los tribunales regionales de responsabilidades políticas creados el 9 de febrero de 1939, que remataban la tarea represiva. Esto puso fin a cualquier espejismo de que los sublevados quisieran llegar a algún compromiso que no fuese el apartamiento total de los vencidos. Esta alteración jurídica estuvo vigente hasta el 13 de abril de 1945.
La consulta de distintos documentos permite acercarse a la tétrica realidad judicial de aquellos años, tras la sublevación. Los procedimientos sumarísimos de urgencia, que la legislación fijaba como fórmula ocasional, se convirtieron, sin embargo, en la única fórmula empleada por los tribunales militares para juzgar los supuestos delitos de los que no eran adictos al nuevo régimen. Amparados en la más absoluta impunidad y parapetados tras la vía jurídica no dudaron en acusar y condenar de “adhesión a la rebelión” a los que precisamente habían defendido la legalidad constitucional. Daba igual que las acusaciones realizadas se refirieran a asesinatos, pertenencia a organizaciones políticas o sindicales, participación en saqueos de iglesias, insultos, redacciones de periódicos, pertenencia a la masonería, etc. Y, desglosando las cifras, se puede apreciar que el mes de agosto de 1936 se convierte en el más trágico de toda la represión en Ceuta, con 73 víctimas, de las cuales tan sólo siete se efectúan tras los respectivos consejos de guerra; el resto, 66, fueron debidas a las sacas de madrugada.
Por militancia política, el número mayor de fusilados fue para los anarcosindicalistas, y por profesiones, el estamento militar fue el más castigado, sobre todo en 1938. Tras el inicio de la represión, con el paso de los meses, el número de fusilamientos fue disminuyendo paulatinamente. En los cinco primeros meses, tras la sublevación militar, se registraron un total de 128 ejecuciones, casi el 50% de las llevadas a cabo durante toda la represión. En 1937 se registraron 96, para continuar bajando hasta 41 en 1938; y hasta seis años después no se consignaron los últimos tres fusilamientos en Ceuta. Estos datos confirmarían la conclusión en el sentido de que la represión sustancial se produjo en los primeros meses.
En cuanto a las mujeres, dos fueron ejecutadas. La actuación de éstas quedó generalmente oculta, y el papel que desempeñaron y su protagonismo son destacados en poquísimas ocasiones. Sin embargo, la mujer, durante la República, había comenzado a integrarse en el ámbito de la política. En el tema religioso, en los registros civiles no aparece ningún musulmán fusilado (ni en el Protectorado); las nuevas autoridades se guardarían muy bien de no inquietar a esta población, que era utilizada en primera línea en la Península y era quien formaba en Ceuta, junto con la Falange, los pelotones de fusilamiento. Cuatro hebreos son fusilados y otros muchos son condenados a largas condenas.
Tras las primeras s ejecuciones, llevadas a cabo desde el 21 de julio de 1936 hasta 1938, en todas se consigna “herida por arma de fuego”, aunque después, en el registro civil, aparecen muchos tachados. Hay un paréntesis de seis años, desde 1938 a 1944, en que no se producen más fusilamientos. Tal vez los hubo, pero se pudieron encubrir en los libros como “hemorragia interna”. Esto fue lo que ocurrió con el fusilamiento de los tres miembros del Partido Comunista en 1944.
Es evidente que el error en el número de fusilados no consignados debe ser muy pequeño. Si se toman en cuenta los días en que se producen las ejecuciones y el número se observa que no parece que existiera una norma que regulara las mismas. Hay meses que durante varios días consecutivos se realizan fusilamientos y otros que las fechas se distancian considerablemente. Pero es irrefutable que tras algún ataque de las fuerzas republicanas, le seguía una fuerte represión en la madrugada siguiente con varias ejecuciones. También éstas se incrementaban en torno a las celebraciones de determinados aniversarios y tomas de ciudades en la Península, así como cuando en el frente fallecían miembros de la Falange local.
Afortunadamente vivimos en una España muy distinta de aquella de los años treinta que dio paso a una terrible guerra civil, cuyo espectro tanto traumatiza todavía a algunas de las generaciones precedentes, pero que para las nuevas generaciones debe ser pura y simplemente materia histórica. Como agudamente observaba March Blooch, “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado y el esfuerzo por comprender el pasado resulta igualmente vano si se desconoce por completo el presente”.
Todos los datos aquí expuestos están extraídos del libro de Francisco Sánchez Montoya, Ceuta y el norte de África, República, Guerra y Represión, 1931-1944, Granada, Editorial Natívola, 2004.
Franco en Ceuta el 19 de julio de 1936.Colección Francisco Sánchez Montoya.
Fosa común en el cementerio de Ceuta..Colección Francisco Sánchez Montoya.
Cultura y vida cotidiana
No todo fue tensión durante los años republicanos. La vida ciudadana proseguía con normalidad y los ceutíes participaban en la actividad de los casinos (a los que se suman en estos años el Cultural de Hacienda y Gobernación o el Casino de Clases); los carnavales (donde destacaba la gracia de las Niñas Republicanas); el “té danzant” del Majestic los domingos por la tarde; las actividades recreativas de la Hípica; espectáculos que llegaban al Cervantes, al Apolo o al Hadú Cinema, como Raquel Meller, la Compañía de María Luisa Gámez o la Orquesta de Jazz Atlántida, los conciertos de la Sinfónica de Ceuta, la violonchelista Carmen Romerales o el pianista José Cubiles; las corridas de toros del Niño de la Palma, Armillita Chico, Domingo Ortega o Víctor de la Serna, con toros de Miura; el fútbol, con clubes como el Ceuta Sport (campeón de Marruecos y competidor en la Copa) o el África Sporting; las fiestas patronales, o la celebración de la proclamación de la República con sus programas de festejos, las actividades culturales y recreativas en la Sociedad Cultural Popular Septa, las ferias de muestras, etc. También el turismo comienza a despuntar con la llegada, a partir de 1935, de grandes transatlánticos como el Columbus. Aparecen los guardias de circulación con quepis rojos y las primeras señalizaciones, consecuencia del incremento de vehículos matriculados, que en 1936 alcanzaban los 1.567 y en 1940, los 1.699. Comienzan en 1934 las emisiones de EAJ 46, primera emisora de radio, que contará con locutoras como Salud Tejero. A veces la ciudad se sobresalta con dramáticos sucesos, como el incendio de la Fábrica de Baeza en marzo de 1932, en el cuartel del Serrallo en junio de 1932, la heroica actitud de Tomás González Garrote, que evitó la explosión del Polvorín de Ingenieros en junio de 1933, o el incendio de la Fábrica de Chocolates de Constantino López de Pablos en 1936.
Regulares parten del puerto de Ceuta en dirección al frente durante la Guerra Civil. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Toda esta actividad ciudadana decayó a partir de febrero de 1936, siendo sustituida por las manifestaciones patrióticas tras cada victoria de los insurrectos, por las procesiones y las ceremonias religiosas. La emisora local se convirtió en el púlpito de los discursos patrióticos de Yagüe, Martínez Simancas o Tejero.
La enseñanza conoció una importante expansión, fruto de la preocupación de los gobiernos republicanos del primer bienio. Durante la etapa de Marcelino Domingo al frente de Instrucción Pública, se concede a Ceuta 20 nuevas escuelas unitarias y se hace realidad la creación de un centro de segunda enseñanza, el Instituto Hispano-Marroquí, que comenzaría las clases en el curso 1931-1932. En 1935 se concluyeron las obras del Grupo Escolar Graduado de Azcarate. El esfuerzo del gasto educativo en 1936 ascendió a cerca de un millón de pesetas, entre inversiones y gasto corriente. Las escuelas públicas de educación primaria en 1940 ascienden a 56 (39 nacionales, nueve municipales, dos hispano-árabes y seis de párvulos) frente a las 22 de 1930. Se va superando el desequilibrio entre escuelas para niños y niñas, pasando estas últimas de nueve a 22, y se doblan las de párvulos. A ellas hay que sumar otras 33 escuelas privadas (cinco religiosas, 23 particulares y cinco musulmanas). En total 89 escuelas que dan cobertura a 4.892 alumnos (2.573 en la pública y 2.319 en la privada), de los que el 42% son mujeres, con una alta ratio de 54 alumnos por unidad. El instituto, en instalaciones provisionales, pasará de los 1.410 alumnos de 1931- 1932 (sólo el 25,3% son mujeres) a los 2.397 del curso 1939-1940 (28,3% mujeres), con un incremento del 41% en el decenio. La tasa de escolaridad del periodo se amplía progresivamente desde el 56% de 1930 al 71% de 1940, incorporando 2.800 nuevos alumnos al sistema educativo. Otro avance será la creación de una Escuela Normal de Magisterio en julio de 1935, que comenzará a funcionar en el curso 1935-1936 con 20 alumnos, dando un salto en 1939-1940 con 113 alumnos (47% mujeres). Asimismo, en enero de 1936 se crea una Escuela Pericial de Comercio, que no podrá comenzar su actividad por la Guerra Civil. En noviembre de 1935 se convertía la Escuela Municipal de Música en Conservatorio Oficial. Continuará funcionando la Escuela Elemental de Trabajo hasta el curso 1937-1938, dirigida por José Figuerola.
La sanidad no conoció un avance importante. La situación sanitaria debido a la mala alimentación, la falta de higiene en las barriadas chabolistas, la incidencia de una fuerte concentración prostibularia y la debilidad de los medios sanitarios era muy deficiente. La tasa bruta de mortalidad media para todo el periodo es de un 16 por mil, una cifra igual a la de 1900, y casi un punto por encima de la 1910. Se sitúa un punto por debajo de la media nacional, pero con una evolución inversa. Mientras que la nacional desciende gradualmente hasta 1935, la de Ceuta experimenta un incremento que hace que en 1934 supere a la nacional en 1,28 puntos. Durante la Guerra Civil se incrementa la tasa de mortalidad de Ceuta, alcanzando entre 1936 y 1939 una media de 17,6 por mil, 0,5 por mil más baja que la media nacional. El máximo se alcanzará en 1936 con un 20,26 por mil, y el mínimo, en 1940, con un 13,39 por mil, en esta ocasión casi tres puntos por debajo de la media nacional, debido a la intensidad de la devastación de los combates y de la guerra, de la que Ceuta se libró. La parte esencial de la asistencia sanitaria a la población civil era prestada por la Beneficencia Municipal y por las instituciones que de ella dependían, como la Clínica de Urgencia, el local de aislamiento y la Institución Municipal de Puericultura, el dispensario antivenéreo y el antitracomatoso. Las atenciones hospitalarias eran prestadas por el Hospital de Cruz Roja, que había mejorado sus instalaciones bajo la presidencia del médico municipal Antonio Ballesteros Ledo, y que tenía concertada con el Ayuntamiento la atención a los enfermos de beneficencia. Éste pagaba una anualidad de 12.000 pesetas y 3 pesetas por enfermo y día, cantidad que se incrementó hasta las 3,50 y las pruebas radiográficas y radioterápicas. El Ayuntamiento abonaba entre 41 y 45.000 estancias anuales, rondando los gastos entre las 150 y las 170.000 pesetas. La asistencia domiciliaria era prestada por los médicos municipales, con seis médicos y seis practicantes, que hubo que incrementar con un médico y un practicante más en 1932 y con un médico de eventualidades, a partir de 1933, para atender a las personas no comprendidas en el padrón de beneficencia. Los servicios municipales también prestaban servicio en materia de tocología y odontología. Siguió operando la Farmacia Municipal, creada en la dictadura, que permitió rebajar la onerosa factura farmacológica. En 1933 la plantilla sanitaria municipal estaba integrada por 11 médicos, un tocólogo, un odontólogo, 14 practicantes, seis matronas, un farmacéutico y dos veterinarios. El gasto en atenciones médico-farmacéuticas creció entre 1931 y 1940, pasando de las 365.000 pesetas anuales a las 449.000, un 23%. No obstante, la vida de algunos servicios era precaria, como la del dispensario antitracomatoso, que tuvo que cerrar en los primeros días de la Guerra Civil por falta de medios.
Barrio de las Latas, uno de los muchos núcleos chabolistas de la Ceuta de los años treinta. La ciudad contaba con más de 3.000 chabolas al despuntar 1930. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
“La sanidad fue muy deficiente en la ciudad durante la década de los años treinta debido a la mala alimentación, la falta de higiene en las barriadas chabolistas, la concentración prostibularia y la debilidad de los medios sanitarios”
La Iglesia ceutí vivirá momentos de zozobra desde la proclamación de la República, consciente del anticlericalismo de la izquierda republicana. No obstante, el Cabildo acuerda en abril de 1931 que el deán Casañas haga la preceptiva visita de cortesía al nuevo alcalde, Sánchez-Prado. La presión y la prudencia, tras la quema de iglesias en diversos puntos del país, hace que se decida suspender la salida del Corpus de 1931. Las medidas laizantes de 1932 harán que la Iglesia ceutí pase a la oposición frente al nuevo régimen, colaborando en la organización de la Federación de Estudiantes Católicos y en la de Gremios Autónomos, sociedades de marcado carácter derechista. En esa oposición destacarán actitudes ultramontanas como la del cura Diego Moguel, que tiene que abandonar la capellanía del cementerio al secularizarse los mismos. El obispo López Criado fallece en febrero de 1932. La elección de vicario capitular de 1932 dividirá a la Iglesia de Ceuta entre Casañas y Emilio García Fuentes, decidiendo el arzobispo de Sevilla nombrar a un tercero, Gregorio Landaluce Rivacoba. En abril de 1933 será designado obispo Ramón Pérez Rodríguez, en una disposición que fusionaba las diócesis de Cádiz y Ceuta. Realizará dos visitas pastorales a Ceuta, una en 1934, delegada en José Benítez Duarte, y otra en 1935. Tras el golpe militar, la Iglesia apoyará decididamente la insurrección, dando cobertura ideológica. Sacerdotes como Bernabé Perpén participarán en las manifestaciones patrióticas, bendecirán a las tropas y mostrarán su apoyo decidido a la nueva “cruzada”. El acto más claro de apoyó será el solemne voto a la Virgen de África, el 5 de agosto de 1937, en el que se la declara protectora del “Convoy de la Victoria”, considerado hagiográficamente como un milagro. En 1938 el Cabildo elevará su protesta cuando se decida erigir una mezquita como concesión a los musulmanes combatientes en la guerra, mostrando un talante monopolizador de la religiosidad. En compensación será erigida la pequeña iglesia de la Virgen del Carmen en la Almadraba. Durante la guerra será elegido vicario, en febrero de 1937, García Fuentes.
El periodo republicano conoció un importante florecimiento de la prensa escrita. Pervive La Opinión, que se publicará hasta 1933, cuyo director Nicolás Fernández ocupaba la presidencia de la Asociación de la Prensa en 1931. Este periodista fundará en 1933 Día, periódico republicano de información hasta mediados de 1935, reapareciendo en 1936 bajo la dirección del cedista Juan Paño Hernández, y se convirtió tras la insurrección en el órgano de la Falange con el subtítulo de “Diario Nacional-Sindicalista”. Durante la campaña de las municipales de 1931 cruzarán armas el semanario Renovación de Porres Fajardo, que apoyará a la conjunción republicana; aunque después derivará hacia posiciones jacobinas convirtiéndose en portavoz del PSR hasta su desaparición en 1932, y El Diario de Ceuta, portavoz de la ADC, que desaparecerá tras la proclamación de la República. En junio de 1934 nacería Hoy, diario republicano de izquierdas dirigido por Gaudencio Martín, que será portavoz de IR, el principal órgano del FP. En octubre de 1934 vería la luz El Faro de Ceuta, subtitulado “Diario republicano independiente”, aunque nacerá de la mano del PRR. Los empresarios Juan Rodríguez Malasaña y José Saura crearán por encargo del partido la editorial Rosaura, y el 2 de octubre de 1934 aparecía el periódico, portavoz del radicalismo y de la burguesía comercial ceutí. En 1935, Saura se hace con la propiedad en solitario del diario. Fue dirigido sucesivamente por Luis Mancebo, Juan Elez-Villarroel y Blas Rafael de Vega. En 1935 reaparece la cabecera Defensor de Ceuta, en esta ocasión como portavoz de la CEDA local.
Se publicaron también numerosos semanarios y revistas de diversa periodicidad de contenido político social: El Pensamiento Escolar, de la FEC (1931); continuará la publicación de El Salto del Tambor hasta 1933; aparecen publicaciones relacionadas con el mundo del trabajo como Información Obrera (1931) y Adelante (1931), dirigida por Félix Rubio y Eusebio Pellicena; La Voz de Ceuta, de carácter conservador dirigido por Pascual Domínguez con la colaboración de Eliseo Bermudo Soriano; La Unión Ceutí, semanario republicano independiente dirigido por José Lladó Pitalua (1932-1934); Lunes, semanario editado por Pepe de la Villa (1932); Joaquín Estévez dirigirá varios semanarios de carácter sindicalista como Renovación, cuyo propietario era el radical-socialista José Viñas; el semanario derechista Lealtad, (1934-1937), y en julio de 1936 aparece El Soviet, órgano de expresión del PCE local, también dirigido por Joaquín Estévez. Falange Española contará durante la guerra con el semanario Amanecer (1936-1937), y Juan Paño funda el semanario derechista ¡España! (1937). En ese año aparecería Diario Nacional, dirigido por Salvador O. Troya, que después sería el semanario El Nacional, publicándose hasta 1939. Otras publicaciones serán: el Boletín de la Cámara de la Propiedad Urbana hasta 1934; El Mercurio, bimensual y portavoz de la Cámara de Comercio entre 1934 y 1936, y El Boletín Social de la Provincia de Ceuta, editado desde 1935 por la Delegación de Trabajo.
La Asociación de la Prensa que existía en 1931 terminaría dividida por la evolución de la República, fundándose el Sindicato de Escritores y Periodistas, que representaba a la prensa de izquierdas (Gaudencio Martín y Antonio Parrado). En enero de 1936 éste decide disolverse para refundar de forma unitaria la Asociación de la Prensa, en cuya directiva convivirán, a pesar de la tensión creciente, periodistas cedistas como Martín de la Escalera (presidente) y López del Cerro y radicales como Blas Rafael de Vega, con hombres de izquierda como Gaudencio Martín (vicepresidente), Ángel Ochoa o José Lladó.
El Faro de Ceuta fue fundado en 1934 como portavoz del Partido Republicano Radical de Lerroux y de la burguesía comercial. A mediados de 1936 clamará por un golpe militar. Con diversos propietarios ha llegado hasta nuestros días convirtiéndose en el decano de la prensa diaria ceutí. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La vida cultural republicana tendrá como protagonista especial a la música. Uno de los máximos exponentes fue la Orquesta Sinfónica de Ceuta, que desarrolló una intensa labor en Ceuta y el Protectorado. Fue presidida por Luis García Rodríguez. Sus conciertos solían celebrarse en el teatro Cervantes y en varias ocasiones lo harían acompañados de la Masa Coral de Ceuta. Su director, Ángel García Ruiz, y su esposa, Matilde Tavera, fueron los compositores del Himno de Ceuta, cuya letra fue escrita por Luis García. En noviembre de 1934 sería interpretado por primera vez en el teatro Cervantes. La orquesta se mantenía por la aportación de sus cerca de 200 socios. Entre sus músicos destacados se encontraban los hermanos Alcalá-Galiano. Otra aportación de gran importancia serán los profesores que llegan al Instituto Hispano-Marroquí, como el editor y escritor Ignacio Bauer Landauer, fundador de la CIAP, que publica en Ceuta obras como Miscelánea histórica (1934) y continúa trabajando en su Biblioteca Hispano-Marroquí; el profesor Julio Huici Miranda, traductor de la obra del filósofo inglés Bertrand Russell y que en Ceuta publica un opúsculo titulado Arte, amor y magia (1935); el primer director del Instituto Rafael Arévalo Capilla, catedrático de Árabe, autor en 1939 de un estudio sobre el derecho penal islámico; el ceutí Menahem Coriat, profesor de estudios talmúdicos, que participó en el Consejo de Administración de la CIAP, o el catedrático de filosofía Luis Abad Carretero, que en su exilio mexicano publicará diversos ensayos filosóficos. Todos serán habituales conferenciantes. Editado en Ceuta aparece el libro de Enrique Arqués La isla de Calipso (1936). El mismo autor, bajo seudónimo, nos dejaría un relato hagiográfico de la sublevación militar con el título 17 de julio, la epopeya de África. Cándido Lería publicará su obra Un crimen de la democracia (la condena de Sócrates) en 1934. En Tánger se publica en 1939, por José de Esaguy, una obra importante sobre la Ceuta portuguesa como es el Libro de los veedores de Ceuta, que se suma al publicado por Baltasar Osorio sobre el gobierno de Pedro de Meneses en Ceuta, editado por la Academia das Sciencias de Lisboa en 1933. De 1939, editado en Tánger, es también la obra de Tomás García Figueras e Hipólito Sancho sobre el abastecimiento portugués de Mazagán, Tánger y Ceuta. En el campo de la poesía publican el dadaísta Luis Antonio de Vega, cuya principal obra es Romancero colonial (1934), y el también periodista Juan Biondi. En el campo teatral continúa la labor de La Farándula (presidida por Ángel Ochoa), a la que se unen el grupo Muñoz Seca (presidido por Jacinto Montells), que representará obras de Vital Aza, con el cuadro artístico de la Casa del Pueblo junto a obras de Dicenta, como Juan José o la obra del socialista Antonio Parrado El mesías rojo. En los años de la guerra se incorpora al mundo cultural, especialmente al teatral, fomentando representaciones de los clásicos españoles, la Delegación de Arte de la Ciudad Azul, nacida en el seno de la Falange local. Especial trascendencia tendrán dos homenajes a Antonio Ramos y a Lope de Vega celebrados en 1935. En el terreno de las bibliotecas existen tres públicas, todas ellas modestas, dos municipales (Palacio y jardín de la Alhambra) y la del Instituto Hispano-Marroquí. Una agrupación especialmente activa en la vida cultural fue la sociedad cultural Septa, presidida por el republicano Juan Rueda, que contaba en 1935 con más de 300 socios. La actividad cultural libertaria es desarrollada a través de Ateneos, Escuelas Racionalistas y librerías. En esta vertiente destacan Francisco Sánchez Téllez, Miguel D’Olon y Pedro Vera.
“La vida cultural republicana tendrá como protagonista principal a la música, gracias a la Orquesta Sinfónica de Ceuta, que desarrolló una importante labor en la ciudad y por todo el Protectorado”
El Grupo Escolar de Azcárate, que más tarde se llamaría Lope de Vega, fue una de las realizaciones educativas de la II República en Ceuta. Durante la guerra servirá de sede a las milicias falangistas. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La evolución urbana.
El Ayuntamiento falla el concurso del ensanche en enero de 1932 a favor del proyecto de Gaspar Blein, que planifica a grandes rasgos todo el desarrollo urbano del Campo Exterior, como zona en la que debe asentarse el porvenir, frente al viejo casco urbano colmatado. Nunca será puesto en marcha por la falta de recursos para afrontarlo y por los retrasos en resolver de forma definitiva los problemas de legitimación, continuando el crecimiento desordenado de la zona.
Precisamente para resolver los problemas de legitimación, se aprobó la Ley de Cesión de Bienes del Patrimonio del Estado en las Plazas de Ceuta y Melilla, del 29 de julio de 1933, que cede a los municipios todos los terrenos no destinados a servicios militares, así como los particulares que no hubieran sido cedidos o legitimados, estableciendo los procedimientos de legitimación. Aún hubo que esperar al 4 de mayo de 1934 para que el Ministerio de Hacienda dictara el reglamento necesario para su puesta en marcha.
El censo de vivienda de 1940 arroja la existencia de 6.658 construcciones, de las cuales 3.930 son edificios y 2.728 barracas (40%); 3.397 edificios están dedicados a viviendas. Los edificios se han incrementado sólo en un 5,8% en el decenio, básicamente viviendas de una sola planta; mientras que los de más de una planta sólo lo han hecho en un 2,3%. Se produce un ligero retroceso de la edificación en altura que ahora es el 12,1% de todas las construcciones y el 20,6% de los edificios. Sólo 292 edificios tienen tres o más plantas. El número de viviendas individuales existentes se eleva a 9.987, una baja media de vivienda por edificio de 2,13%. El crecimiento urbano se hace sobre la base de edificaciones modestas. La media de habitantes por vivienda se mantiene alta, con un 8,1. El menor crecimiento inmigratorio permite frenar por primera vez en lo que va de siglo el chabolismo, fenómeno imparable desde 1910, sobre todo en el último quinquenio. Se pasa de las 2.900 de 1930 a unas 3.100, comenzando su retroceso a partir de 1935. Se dictarán algunas medidas para prohibir su construcción, pero sin gran eficacia. La Ordenanza de la Vivienda de Beigbeder en 1937, junto con la edificación municipal de casas baratas entre 1936 y 1940, logran frenar su crecimiento y recortar en unas 174 las existentes. Así, de un incremento del chabolismo del 82% entre 1920 y 1930 se pasaba a un modesto descenso del 5,9%, que marcaba el cambio de tendencia. La población que habitaba los núcleos chabolistas irá cayendo a lo largo del decenio de unas 15.000 personas a unas 12.500 (21% de la población). El chabolismo irá descendiendo en las décadas sucesivas, aunque muy lentamente, a un ritmo muy inferior al de su rápida expansión.
El delegado gubernativo Ramón Arechaga, el alto comisario Rico Avelló y el jalifa visitan la Feria de Muestras de Ceuta de 1934. Arechaga fue uno de los más activos y polémicos delegados en la etapa de hegemonía radical. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La mayor parte del esfuerzo de renovación urbana seguía concentrado en la lenta y costosa reforma del viejo casco urbano. Las complicadas y caras expropiaciones de Camoens para construir una gran vía que uniera el Puente del 14 de abril con la plaza de Maestranza desató una encendida polémica en la prensa local, iniciada por S. Mula que proponía una alternativa menos complicada y más barata: unir la plaza Ruiz y Maestranza a través de Blasco Ibáñez, desplazando el ensanche hacia la bahía norte. Blein defiende el proyecto original: enlazando a través de Camoens y Soberanía Nacional, por entender que la alternativa de S. Mula estaba demasiado alejada del eje longitudinal de la población, aunque opina que la apertura de la calle Blasco Ibáñez descongestionaría Soberanía Nacional y haría más fácil su conexión con la Marina.
El Campo Exterior continuó su crecimiento, apareciendo núcleos como el Grupo de Regulares, al que fueron trasladados algunos soldados indígenas y sus familias desde El Angulo a partir de 1932, y se consolidan las barriadas de General Sanjurjo, Miramar y Barriada España.
El peso de las obras públicas recaerá sobre el Ayuntamiento. La más importante del periodo será el Mercado sobre el foso de la Almina, iniciada en 1933, con proyecto del arquitecto Ramón Gascuñana y con un presupuesto de dos millones de pesetas, que se incrementó hasta los tres millones tras la ejecución. Otras obras serán el Campo Municipal de Deportes del ingeniero Sánchez Urdazpal, iniciado en 1932; el Parque de Bomberos en Pi y Margall y la Estación de Autobuses de Colón (1935), obras de Blein. En plena Guerra Civil acometerá la construcción, en colaboración con la Delegación del Gobierno, del nuevo asilo Hogar Nuestra Señora de África en los jardines del Dockers, terminado en 1940. Fruto de la política de atracción de la comunidad musulmana encontramos la construcción de las mezquitas de Muley el Medhi y Sidi Embarek, en 1940, ambas obras de José María Tejero Benito. Se desarrollaron modestos programas de vivienda social en Sanjurjo y Miramar entre 1936 y 1940.
La recién creada Jefatura de Obras Públicas de Ceuta, que por Decreto del 29 de noviembre de 1933 recogería competencias repartidas entre la Delegación de Fomento del Protectorado, el ramo de Guerra y la Jefatura de Obras Públicas de Cádiz, y que por motivos de economía fue adscrita a la dirección facultativa de la Junta de Obras Portuarias (JOP), realizó las carreteras de circunvalación del monte Hacho (1934) y del Puente del Cristo a Benzú (1935-1936), así como el Puente del Cristo, diseñado por Marciano Martínez Catena (1936). Todas ellas realizadas durante el periodo republicano con un presupuesto de 1.315.802 pesetas. Durante la Guerra Civil fue la encargada de proyectar y ejecutar en Ceuta el Plan Nacional de Obras Públicas, aprobado por ley en abril de 1939. En él se incluían los trozos pendientes de la circunvalación del monte Hacho y del Puente del Cristo-Benzú, el camino del Recinto Sur y el camino de Hadú a Benzú por la Posición A. Las obras fueron ejecutadas entre abril y diciembre de 1940 con un importe superior a los 3.400.000 pesetas.
La JOP emprendió un conjunto de obras en la zona portuaria como fueron la nueva Estación Marítima (1931), la pavimentación del dique de Poniente y muelle España (1932), el inicio de las obras del muelle de Ribera (1934) y del Varadero (1934), los almacenes (1934-1935), tres edificios de casas baratas para obreros de la JOP con 54 viviendas (1935-1936), la vía del dique de Poniente (1935-1936) y la limpieza del foso de la Muralla Real (1936-1937). El conjunto de la inversión alcanzó los 14.671.424 pesetas.
El principal arquitecto seguirá siendo José Blein, trabajando en colaboración con su hermano Gaspar. Será director de obras de la nueva Estación Marítima, cuyo proyecto inicial, un edificio de corte palaciego, había sido encargado a Galmés, pero el cambio de administración hace que se encargue un replanteo a Manuel Latorre Pastor (aunque el proyecto aparece visado por el ingeniero-director Pedro de Benito), que realizará un diseño inmerso en la estética máquina: un edificio-barco. Esta obra serviría de modelo a Blein al proyectar en 1935 la Estación de Autobuses de Colón. Participará en la dirección de casi todas las obras municipales, como el mercado, cuando no las diseña él, como el parque de bomberos o algunos de los edificios de General Sanjurjo. Asimismo dirigirá la reforma interior de la ciudad. Su obra se mueve entre el Art decó, el monumentalismo con elementos regionalistas y barrocos, el expresionismo y un cierto racionalismo. Suyos serán los edificios de la esquina de las calles Mendoza y González Besada (1932), el de las hermanas Carvallo en Agustina de Aragón (1937), el de la esquina de González Besada y Real para José Ruiz (1931), el construido para Juan Ferragut en la manzana que forman las calles Isabel Cabral, T. Arrabal y Fernández, con una sensación de movimiento ondulante (1937), y el de la Mutua de Ceuta (1939).
“Por primera vez se produce en este decenio un retroceso del chabolismo, fundamentalmente gracias a la Ordenanza de la Vivienda de Beigbeder”
Hoy fue uno de los periódicos representativos de la izquierda republicana en Ceuta. En 1936 será el portavoz del Frente Popular. Su director Gaudencio Martín será fusilado. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
José María Tejero Benito, que obtuvo el título en la Escuela Superior de Madrid en 1931, ingresa como segundo arquitecto interino en el Ayuntamiento en 1934, puesto que abandonará, incomodado por la presencia de su padre en la alcaldía tras el golpe, para incorporarse al Cuerpo de Ingenieros como teniente en 1937. Es un convencido del racionalismo, que por ironías del destino tuvo que diseñar al final de la guerra las dos mezquitas de Muley el Mehdi y la de Sidi Embarek, en las que busca nuevos caminos lejos del estilo neoárabe clásico. Suyos serán también el edificio de la Tintorería Amaya en Reyes Católicos y el proyecto del Instituto de Enseñanza Media, representativo de la arquitectura fascista imperante en Europa y relacionado con un cierto estilo escurialense e imperial.
El franquismo en Ceuta, 1940-1975
La evolución demográfica.
Se registra un pequeño incremento de población entre 1941 y 1950, muy por debajo del crecimiento vegetativo, que para esos años asciende a 6.254 personas. Se produce un saldo emigratorio con una pérdida de 5.443 habitantes que han marchado de la ciudad. No obstante, se producen fuertes y desconcertantes oscilaciones a lo largo de la década, si atendemos a los padrones municipales. Los factores de explicación serían la anomalía de confección del censo, realizado sobre una muestra censal de un 10% que no ofrece más que una fiabilidad relativa, y la fuerte desproporción entre la población de hecho y de derecho, que afecta fundamentalmente a la población masculina, debida a la constante movilidad de los contingentes militares por la movilización de un gran número de efectivos en previsión de la evolución de la Segunda Guerra Mundial. Existe una importante población transeúnte en estos años, que cae en torno a 1950 por la disminución de las unidades militares, que junto a la crisis económica postbélica produce una emigración hacia las ciudades del Protectorado y la Península. Con toda la prudencia que exige la falta de fiabilidad de las cifras, estaríamos ante el primer decenio en que la ciudad arroja un importante saldo emigratorio. En cualquier caso, dadas las fuertes oscilaciones del periodo sería más interesante acudir al valor medio del decenio que a la comparación de las cifras extremas. Esto arrojaría una población media de 65.100 habitantes para el periodo, que estaría ligeramente por debajo del crecimiento vegetativo; lo que nos confirma que en mayor o menor medida se produce un saldo emigratorio en torno a 1950, aunque mucho más moderado que el de las cifras extremas.
En el decenio siguiente se asiste a un importante tirón inmigratorio, alcanzando la ciudad su máximo histórico con más de 73.000 habitantes; aunque existe una fuerte diferencia entre la población de hecho y de derecho, favorable a aquélla con 8.454 personas, por el fuerte contingente de transeúntes que se debió al incremento temporal de su guarnición por el repliegue de las unidades desde el Protectorado tras su independencia en 1956. Este incremento poblacional se concentra en los últimos años, pues la rectificación del padrón de 1958 arroja una población de 64.362 habitantes, habiéndose producido el salto entre 1959 y 1960, que coinciden con la parte principal del repliegue.
En el decenio que va desde 1961 a 1970 se produce el primer descenso real de población de todo el siglo XX. Se pierden cerca de 6.000 habitantes. Esa pérdida está ligada a un fuerte saldo emigratorio, pues se produce el mayor crecimiento vegetativo de todo lo que va de siglo con 9.483 habitantes; lo que supone que 15.478 personas emigraron con destino a la Península o al extranjero. Este descenso está unido al definitivo cierre de la etapa colonial en Marruecos. El fin del fenómeno que impulsó el crecimiento provoca que por primera vez se produzca un descenso real de la población y el mayor saldo emigratorio de su historia. Entre 1970 y 1975 se produce un nuevo descenso real de población de 110 personas, frente a un crecimiento vegetativo positivo de 3.967 personas; lo que supone que durante ese quinquenio emigran de la ciudad 4.077 habitantes, continuando el saldo migratorio negativo, aunque ha desacelerado su ritmo con respecto al decenio anterior en el que la media anual de salidas fue de 1.547 personas frente a la media del último quinquenio de 815 personas.
En 1970 los hombres siguen representando la mayor parte de la población con el 52,7%, aunque reduciéndose progresivamente el porcentaje desde 1940. En ello ha influido el descenso de la presencia militar a lo largo de estos 30 años. En 1975 el porcentaje se sitúa en el 54,2%, ganando la población masculina 1,5 puntos. De hecho desde 1950 las mujeres representan la mayoría, si tomamos el dato de la población de derecho, que excluye a los militares transeúntes. Así, en 1970 el 51% de la población de derecho son mujeres. La relación de hombres por cada 100 mujeres, que había descendido en 1970 a 111,8, manteniéndose muy por encima de la media española que es ahora de 95,3 hombres por cada 100 mujeres, vuelve a incrementarse en 1975 hasta 118,3. Si esa relación la establecemos desde las cifras de derecho, desciende a 95,9 hombres por cada 100 mujeres en 1970, ya casi en la media nacional.
Ha descendido ligeramente la población menor de 40 años en 1970, representando el 67,1%, aunque este dato proviene de la población de derecho, pues el censo sólo da la estructura por edades para ese parámetro. Si lo proyectáramos sobre la población de hecho supondría aproximadamente un 72%, pues los transeúntes son en su mayoría soldados de reemplazo. Por lo tanto, continúa siendo una población joven. Desciende en 1970 la población masculina de entre 21 y 25 años, tendiendo a normalizar su número por el descenso de la población militar y el fin de la inmigración de mano de obra joven, pasando a representar el 3,64% de la población de derecho y un 9,34% de la de hecho. La población casada se sitúa en 1970 en un 40,3%, sobre la población de derecho, y en un 38%, sobre la de hecho; ascendiendo sobre la de los años cincuenta y sesenta (33,5% y 37,3%); aunque es inferior a la de 1940, censo poco fiable, y obtiene la relación más equilibrada entre hombres y mujeres de todo el siglo, apenas 195 hombres más que mujeres, otro indicador del descenso de la población militar y de la mayor estabilidad demográfica.
La densidad de población se sitúa en 1975 en 3.530 habitantes por km2, superior en 419 personas por km2 a la de 1940, pero inferior a la de 1960 en 321, momento en que se alcanza el máximo para lo que va de siglo con 3.851 habitantes.
Su distribución sigue siendo desigual entre las dos grandes zonas de la ciudad, descendiendo el viejo casco urbano hasta los 5.672 habitantes por km2 frente a los 2.959 del Campo Exterior, que desde 1953 ha superado a la ciudad en cifras absolutas de población (52,5%). En 1975, el 66,1% de la población vive en él, ganando 22 puntos desde 1940, consecuencia de los nuevos programas de viviendas sociales desarrollados desde finales de los años cincuenta.
Para 1975, la población del Campo Exterior se sitúa en 44.389 frente a los 22.688 que registra la ciudad. La población militar continúa el descenso iniciado desde el fin de la Guerra de África, repuntando sólo en algunos momentos, como tras el final de la Guerra Civil entre 1942 y 1945, al mantenerse un elevado despliegue en previsión de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1957 y 1960 se alcanzan los 15.000 efectivos por el repliegue del ejército colonial. En 1950 los efectivos normales ascienden a algo más de 10.000, de los que según el censo de ese año son profesionales 4.394 y el resto de reemplazo. En 1960 la guarnición se sitúa en torno a los 9.000 hombres, registrando la presencia de unos 3.386 profesionales. En 1970, último dato que poseemos para el periodo, los efectivos se sitúan entre los 7.000 y 8.000, estimando el censo de 1970 en 2.014 los profesionales. Al terminar el franquismo, la población militar representa un 11% del total, el porcentaje más bajo de todo lo que ha transcurrido de siglo.
Despedida de los voluntarios de la División Azul en Ceuta el 8 de julio de 1941. Entre ellos se encontraba el alcalde de Ceuta Jacinto Ochoa. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La mayor minoría étnica es la musulmana de origen marroquí, que asciende en 1955, según el padrón municipal de ese año, a 9.166 personas, un 15% de la población, que se asienta en el Campo Exterior, fundamentalmente en el Príncipe (56,6%), Hadú (38,3%) y Playa Benítez-Benzú (3,5%). Se ha producido un crecimiento de 3.386 habitantes desde 1940, a un alto ritmo medio anual del 3,9%. Cada vez más ese ascenso está ligado al crecimiento vegetativo, aunque existe una importante aportación de la inmigración que sigue unida a la actividad militar; que a partir de 1956 se cierra definitivamente con la independencia de Marruecos. En el censo de 1960 se registra una cifra de 7.102, el 9,7%, produciéndose un descenso de 2.064 musulmanes por el movimiento emigratorio hacia el Marruecos independiente. El reparto por sexos es más equilibrado que en 1940, representando los hombres sólo el 51,8%. La mayor parte se debe ya al crecimiento vegetativo, pues el 63,5% son de naturaleza ceutí. Ahora la mayoría de los activos, 1.672 (23,5%), se dedican a diversos oficios subalternos (39,9%), seguidos de la milicia (26,5%), el comercio (21,1%), la pesca y la marinería (6,1%), y sólo el 1,1% a las profesiones liberales. La población hebrea asciende en 1960 a 274 personas, 61 más que en 1940, con un crecimiento medio anual de 1,4%, aunque 22 por debajo de su mayor número absoluto en 1935; no habiendo logrado remontar totalmente el descenso de los años de la Guerra Civil. A ello contribuyó la escasa actividad económica del periodo, dato esencial para una población íntimamente ligada a ella. Continúa siendo una minoría muy importante en las actividades comerciales, financieras e inmobiliarias; estando unida su población activa, un 33,2% de sus efectivos, al comercio y la propiedad (80,2%) y a las profesiones liberales (10,9%). Por último, la comunidad hindú ha conocido un importante crecimiento, pasando de los 21 de 1940 a 112 en 1950 y 163 en 1960. Lo que representa un ascenso medio anual de 7,1% entre 1940 y 1960. Ese ascenso se debe a la inmigración, pues sólo 37 han nacido en Ceuta, llegando un total de 118 inmigrantes desde 1940, especialmente entre 1955 y 1960 cuando llegan 84 personas. La mayoría, el 61,9% son hombres. Su población activa se cifra en un 30%, casi todos dedicados al comercio. Su localización se centra en la Almina, especialmente en General Yagüe y Sargento Mena. Durante el decenio que va de 1960 a 1970 continuará con un fuerte crecimiento alcanzando las 350 personas en este último año, a un ritmo medio anual de 11,1%, al tiempo que crece su importancia económica en el comercio de bazar.
Por lo que respecta al estado de instrucción, los analfabetos son en 1970 un total de 7.577, el 15,5 %, tras ir descendiendo gradualmente en las dos décadas anteriores (un 24% y un 18%, respectivamente). Se mantiene muy por encima de la media nacional, que para 1970 fue del 8,8 %. El analfabetismo masculino baja hasta el 10,6%, con 2.492 analfabetos, la cifra más baja en lo que va de siglo. No obstante, se mantiene 5,5 puntos por encima de la media nacional (5,5), aunque la ceutí ha caído a mayor ritmo, perdiendo 17,7 puntos frente a los 12,2 puntos de la media nacional. Las mujeres analfabetas son 5.085, un 20,24% del total, 10 puntos por encima de la masculina, manteniéndose muy por encima de la media nacional, que es de 12,2%. Desciende a un ritmo mucho menor que la nacional que ha bajado 16,3 puntos desde 1940 frente a los 4,3 puntos de Ceuta, habiendo incluso aumentado en la década que transcurre entre 1940 y 1950, cuando repuntó hasta el 30%, descendiendo en la década siguiente al 25%. Esta mayor incidencia del analfabetismo, especialmente en las mujeres, está relacionada, además de con los factores tradicionales, con la expansión de la población musulmana de estos años. El descenso progresivo del analfabetismo se debe a la mejora del aparato escolar, experimentada fundamentalmente a partir de los años sesenta.
“La mayor minoría étnica durante el franquismo es la musulmana de origen
marroquí, asentada principalmente en el Campo Exterior, Hadú y playa Benítez-Benzú”
Procesión eucarística, el 3 de junio de 1943. Las procesiones religiosas fueron una imagen habitual en la Ceuta del franquismo. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Por lo que respecta a los niveles de estudio alcanzados por la población para 1970,referidos a la población de derecho, el 23,7% de la población no tiene ninguna clase de estudios (14.304 personas), siendo más las mujeres en esta situación, el 25,6% (8.351), que los hombres con un 21,4% (5.953). El 35,9% (21.641) sólo tienen estudios primarios, estando el porcentaje masculino ligeramente por encima, el 36,3% (10.066), y el femenino ligeramente por debajo, el 35,6% (11.575). La formación de segundo grado elemental registra un porcentaje del 2,2% (1.334), más elevado entre los hombres, un 2,8% (783), que entre las mujeres, un 1,6% (551). El 2,5% (1.526) tiene estudios de segundo grado superior, siendo más elevado el porcentaje de los hombres, 3,7% (1.044), que el de las mujeres, 1,4% (482). El 1,5% (905) alcanzan estudios de tercer grado no universitarios, el 1,8% (508) entre los hombres y el 1,2% (397) entre las mujeres. Finalmente sólo el 1,3% (793) tiene estudios de tercer grado universitarios, el 2,6% (733) de los hombres y el 0,18% de las mujeres. El 27,2% se encuentra cursando estudios (el 31% de los hombres y el 24% de las mujeres), mientras el 5,4% restante tiene estudios primarios incompletos, siendo en su gran mayoría mujeres. Por un lado, el 31% de la población no alcanza ni el nivel de estudios primarios y, por otro, sólo el 1,3% alcanza estudios universitarios. Entre las mujeres se incrementa el porcentaje de las que ni siquiera llegan a estudios primarios, hasta el 36%, y disminuye el de tituladas universitarias, hasta un ridículo 0,18%. Estas cifras muestran lo limitado de las mejoras de instrucción en el franquismo. Se avanza en la erradicación del analfabetismo y se incrementan los porcentajes de la instrucción elemental, pero la educación superior queda limitada a una selecta minoría. A pesar de los avances, más de 14.000 personas no tienen ningún tipo de estudios y casi 8.000 son analfabetas.
Recepción en el Ayuntamiento el día del Caudillo, 1 de octubre de 1943. Militares y falangistas gobernarán la ciudad durante la mayor parte del régimen de Franco. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
La población activa.
La población activa asciende en 1970 a 18.226 personas (27,1%), excluida la población militar de reemplazo, cuyo cómputo la elevaría a unas 23.700 (35,2%). Se produce un descenso de ésta desde 1940, en unas 3.000 personas, por el recorte de la guarnición, representando ahora el conjunto de la actividad militar el 31,6% de la población activa, 8 puntos menos que en 1940. La población activa civil se cifra en 16.212 personas, 274 personas menos que en 1940. Esto nos indica que la población activa se ha estancado.
Pero su evolución a lo largo de los treinta años que median entre 1940 y 1970 tuvo dos fases. Una de crecimiento, entre 1940 y 1960, siendo en 1950 de 18.957 y en 1960 de 24.475, con incrementos decenales de 2.471 y de 5.518 personas activas; y otra de pronunciado descenso en la década que va de 1960 a 1970 con una pérdida de 8.263 activos. El cierre del Protectorado y el saldo migratorio negativo produjeron este efecto. Así, del 33,4% sobre la población total que representaba la población activa civil en 1960, se pasa al 24,1% de 1970. Si la comparativa la establecemos sobre la población civil, también se produce un descenso con respecto a 1940, bajando del 41% al 34%. A pesar de ello sigue ganando peso con respecto a la población militar, situándose en un 64,8% del conjunto de la población activa: 3 puntos más que en 1940.
Al final de la dictadura, en el censo de 1970, Ceuta cuenta con 13.195 asalariados, el 81,3% civiles, grupo que desciende desde 1950, cuando representaba el 87,6%. Los patronos o empresarios eran 2.233, el 13,7% del total, con un ascenso progresivo desde el 6,3% que representaba en 1950; siendo además el único grupo que asciende en números absolutos en un momento en que se produce un importante descenso general de la población activa.
Los activos se completan con 486 trabajadores autónomos o artesanos, el 3%, y 298 trabajadores familiares no remunerados. Entre los asalariados, 8.792 son obreros, el 54,2% de la población activa, grupo que manteniendo la primacía ha descendido respecto a los años cuarenta y cincuenta, siendo además ahora numéricamente superiores los trabajadores cualificados, que representan el 69,6% del grupo. Durante la dictadura ha disminuido progresivamente la fuerte proletarización característica en décadas anteriores, ganando terreno los trabajadores cualificados por efecto de la elevación de la instrucción y la formación profesional. Así, el censo de 1950 registraba una población obrera que representaba el 63,3% del total de la población activa, en la que el 48,5% era no cualificada.
Entre los empresarios y patronos existen 708 que tienen empleados o asalariados a su cargo, un 31,7%, siendo el resto pequeños empresarios familiares; mientras que en 1960 éstos suponían el 40,7%, lo que nos indica que el incremento de este sector se hace fundamentalmente en base a la pequeña empresa familiar. El resto de la población activa está compuesta por 547 profesionales liberales, directivos de empresas y alto personal de las administraciones, que representan el 3,37% del total; 1.023 personas que forman el personal intermedio de las empresas y la administración, el 6,3%; 2.212 empleados, administrativos y funcionarios, que suponen el 13,64%, y 621 personas dedicadas al servicio doméstico, el 3,31%. Se ha producido un incremento de sectores medios en detrimento de los sectores obreros. Estamos ante un tejido social que lentamente se va haciendo más complejo, menos focalizado que el de los decenios anteriores por el crecimiento de las clases medias. A ello contribuyó el flujo emigratorio a partir de 1960 en busca de mejores oportunidades en la España del desarrollismo o en el extranjero. Entre 1961 y 1967 salieron en dirección a la Península 6.119 ceutíes (18,4% a Barcelona, 18,2% a Madrid, 11,2% a Cádiz, 6,9% a Málaga, 5,8% a Valencia y 3,7% a Sevilla). Asimismo salieron entre 1963 y 1969 para el extranjero 979 personas (52,9% a Alemania, 18,9% a Holanda, 15,21% a Suiza y 9% a Francia). El 50% de los emigrados pertenecían a la categoría de obreros sin cualificar.
El sector servicios continúa siendo el de mayor volumen de empleo para la población civil con un 65,2% del total; gana 10 puntos en relación a los años cuarenta y cincuenta y trabajan en él 10.586 personas. Su principal actividad es el comercio, que representa el 34,7% del sector, seguida de los transportes (14,9%), los servicios personales y del hogar (11,8%), la administración pública (11,7%), la hostelería (8,11%) y otros servicios que agrupan los saneamientos, la sanidad, la instrucción pública, la asistencia social y las asociaciones profesionales (13,64%). El sector industrial y la construcción se sitúa segundo con el 28,6%, aunque pierde porcentaje con respecto a décadas anteriores, casi 9 puntos con respecto a los años cuarenta y suma 4.637 personas. Sus principales subsectores son la construcción (47,3%), la industria alimentaria (21,3%), textil (8,3%) y la pequeña metalurgia (6,7%). El sector primario desciende al 6%, con un volumen de empleo de 976 personas, siendo su principal actividad la pesca (65%), seguida de las actividades agrícolas y ganaderas (33,3%). Durante el franquismo avanza la tercerización de la economía ceutí, que ocupa en torno al final del periodo a más de dos tercios de la población civil.
Varela, alto comisario y gobernador general de las plazas de soberanía, llega a Ceuta en 1945. Los altos comisarios serán la máxima autoridad política de la ciudad hasta la independencia de Marruecos. Archivo General de Ceuta, Fondo Fotográfico.
Las mujeres que en 1970 están incorporadas a la vida laboral son 2.463, apenas unas 60 más que en 1940, y representan el 15,9%. Su mayor presencia en el mundo laboral se registra en el censo de 1950 (3.086 y el 16,2% de los activos), cayendo en los años sesenta al 12,3%. La crisis que provocó la independencia de Marruecos hizo que el descenso de la actividad económica estancara la incorporación de las mujeres al mercado (se mantuvieron en 3.020). En la última década se recupera el peso relativo. En 1970 se registran 2.172 mujeres asalariadas (88,1%), frente a 251 dedicadas a la actividad empresarial (10,1%), de las cuales sólo 52 tienen empleados, con 199 pequeñas empresarias familiares o autónomas. La población activa femenina se completa con 40 mujeres que trabajan de forma no remunerada para empresas familiares. El mayor porcentaje de las mujeres activas, el 25,3%, son trabajadoras cualificadas y no cualificadas, seguidas por las dedicadas al servicio doméstico (25,2%), empleadas, administrativas y funcionarias (20%), el personal intermedio de las empresas y las administraciones (16,7%), empresarias y autónomas (10,1%), así como profesiones liberales, directivas de empresa o altos cargos de la Administración (2,5%). La mayoría, 2.075, el 84,2%, trabaja en el sector servicios, siendo la principal actividad el servicio doméstico (621 y el 29,9% del total de mujeres en el sector), y otros servicios que comprenden la sanidad, la instrucción pública y la asistencia social (543 y 26,1%), el comercio (498 y el 24%), la función pública (173 y el 8,3%) y la hostelería (142 y el 6,8%). En el sector industrial trabajan 381 mujeres, un 15,4% del total, situándose como principal sector el textil (241 y el 63,2%), seguido de la alimentación (99 y el 25,9%). La relación entre el total de las mujeres y las activas ha descendido desde 1940 en algo más de 2 puntos, representando ahora el 7,7%, dato que confirma que el empleo femenino permanece estancado.
“El sector servicios continúa siendo el de mayor volumen de empleo para la población civil durante toda la etapa franquista”
La evolución de la economía y la sociedad.
La economía ceutí de la inmediata postguerra conoce una lenta recuperación a lo largo de los años de autarquía económica. Comenzará a despegar a partir de 1955, tras la Ley del Régimen Económico Fiscal, y de forma más acelerada a partir del Plan de Estabilización de 1959. Esta recuperación no vendrá dada por los mecanismos previstos en la Ley, que tiende a convertir a Ceuta en un centro exportador hacia el Protectorado, justo un año antes de la definitiva independencia de Marruecos, sino que será impulsada por la llamada “economía del bazar”, consistente en la venta de todo tipo de bienes de importación a miles de compradores peninsulares, especialmente de las cercanas costas de Andalucía, que diariamente atravesarán el Estrecho para surtirse de productos alimentarios, textiles, manufacturas de la industria ligera y aparatos tecnológicos a precios más bajos que en la Península, amparados en el puerto franco y el régimen especial. Esta actividad generó sinergias en la actividad hostelera y portuaria, y supuso un importante incremento de la recaudación del arbitrio, que permitió financiar la mejora de las infraestructuras ciudadanas y los servicios municipales.
La evolución del tráfico de mercancías se dispara de las 218.000 toneladas en 1940 a más del millón en 1956, manteniéndose por encima de las 800.000 en casi todos los años, salvo un pequeño bache a finales de los años sesenta. Al final del periodo, el volumen de mercancías movidas se ha multiplicado por cuatro.
El valor en pesetas del conjunto del comercio irá ascendiendo desde los 800 millones de 1940 hasta los 3.200 millones en 1957, descendiendo después su valor con altibajos hasta los 2.000 millones. Un nuevo ascenso acelerado a partir de 1969 elevará sus valores en 1975 por encima de los 5.600 millones de pesetas. El 74,5% del movimiento comercial corresponde a las importaciones, que totalizan 58.227 millones de pesetas en todo el periodo frente a los 19.852 millones de las exportaciones.
Las importaciones, que en 1940 suman algo más de 700 millones, irán ascendiendo, manteniéndose por encima de los 1.000 millones de pesetas hasta que comienzan a crecer aceleradamente desde finales de los años sesenta, y en 1975 superarán los 4.700 millones. El crecimiento de las exportaciones es más lento. Parte de los 99 millones de 1940 hasta alcanzar su máximo en 1957 con 1.966 millones, descendiendo a partir de ese año con oscilaciones hasta conocer su momento más bajo a mediados de los años sesenta. A partir de ahí se irán recuperando hasta situarse en 885 millones de pesetas en 1975, muy por debajo de las cifras de 1957. Este descenso se debe a la tendencia a la baja de los suministros portuarios, principal renglón exportador, debido a la dura competencia de los puertos vecinos. La otra mercancía importante en el flujo exportador son las conservas, que también tenderán a la baja desde finales de los años cincuenta. Este descenso es más perceptible en la evolución de los valores que en el volumen de las mercancías, ya que la principal exportación ceutí tiene gran volumen a precios unitarios más bajos, fenómeno que también afecta a la relación entre exportaciones e importaciones, lo que hace más significativo y correcto analizar su evolución por sus valores que por sus volúmenes, que pueden inducir a error. Esto es así porque el primer renglón de las importaciones lo ocupan productos manufacturados que alcanzan un valor muy superior al de los combustibles. A lo largo de estos años mantiene una relación de 4 a 1. En 1975, mientras la media por tonelada de productos importados alcanza un valor de 14.255 pesetas, la de los exportados se sitúa en 3.790 pesetas.
Las importaciones, con oscilaciones, según los periodos, se reparten casi por igual entre el extranjero y la Península y Baleares, con ligera ventaja de esta última (44,1% frente a 47,4), mientras que un 8,4% se dirigirán a Canarias, Melilla y el resto de los territorios españoles en África. En cambio, las exportaciones se dirigen fundamentalmente al extranjero, que absorbe el 79,5%; frente al 10,6% a Canarias, Melilla y el resto de los territorios españoles en África y un 9,7% a la Península y Baleares.
Las empresas del sector comercial conocerán un lento crecimiento en los años cuarenta, acelerándose a mediados de los años cincuenta. Pasa de 432 comerciantes en 1940 a 940 en 1958, para cerrar el periodo en 1975 con 979 firmas. En 1960 el mayor número de comercios se concentra en la alimentación, y representan el 50% , le sigue el textil con un 17,9%, los comercios de ferretería, maquinaria y material eléctrico con el 6,1% y los bazares con el 6%. Estos últimos crecerán a lo largo de los años sesenta hasta el 11%. La mayor parte de las empresas son de carácter individual, oscilando las sociedades entre el 9% y el 11%, lo que indica el pequeño tamaño de la mayoría de ellas. El volumen de empleo del sector oscila desde los años cuarenta a 1975 entre los 1.800 y los 2.700.
Las principales empresas a lo largo de estos años son Baeza S. A., Molina S. L., las ligadas al suministro de combustible: Ybarrrola, Cepsa, Ducar o Compañía General de Carbones, las que operan en comercio portuario como Aucona, Alfredo García Rivas, Guerrero, SERMASA, Trujillo Zafra, Pérez Muñoz, Salama, Paublete y Partida y las de mayor dimensión en el negocio alimentario como Amaya, Mendoza, etc. El arbitrio mantiene una lenta evolución desde 1940, en que se recaudan 3.150.000 pesetas, hasta que se acelera su crecimiento a finales de los años cincuenta, alcanzando al finalizar el periodo una recaudación de más de 313 millones de pesetas; multiplicándose el ingreso por 100 desde 1940.
La contribución industrial sufrirá igualmente una evolución positiva, partiendo en 1940 de una recaudación ligeramente inferior a las 500.000 pesetas, que se van incrementando lentamente hasta que se acelera su crecimiento en los años sesenta y setenta, alcanzando en 1975 los 21 millones de pesetas, multiplicándose por 35 sobre la recaudación inicial. Se sumarán a ella nuevos impuestos relacionados con la actividad industrial y comercial como son los de rentas de capital y sociedades. Los impuestos que gravaban la actividad económica de forma directa recaudaron en Ceuta en 1975 cerca de 84 millones de pesetas, siendo ese año el más importante el de sociedades con 63 millones de pesetas, multiplicándose por 166 lo recaudado por la industrial en 1940.
El puerto será otro de los impulsores del crecimiento. Todas sus series son positivas. La entrada de buques se multiplica por cuatro, pasando de los 2.000 de 1940 a los 8.000 de los últimos últimos años; se multiplican por diez los tonelajes, que pasan de 1.900.000 en 1940 a los 19 millones de los años setenta. El tráfico de pasajeros conoce un incremento espectacular, pasando de los 48.000 de 1940 a los cerca de 2 millones de mediados de los años setenta, produciéndose un fuerte incremento desde la mitad de los años sesenta, siguiendo una evolución similar el de vehículos. También tiene una evolución positiva la serie de suministros portuarios, que crece de las 102.000 toneladas de avituallamiento a buques en 1940 al 1.065.000 de 1956, multiplicándose por diez; pero a partir de finales de los años sesenta comienzan a descender situándose a mediados de los años setenta en torno a las 650.000 toneladas. Esto se debe a la fuerte competencia de los puertos vecinos, que le irán restando cuota de mercado progresivamente.
La actividad pesquera conocerá un ascenso en los años cuarenta pero no logrará llegar nunca a las capturas de los años de la República. En 1940 alcanzan las 4.000 toneladas, 7.000 en 1958 y a partir de aquí se registra un descenso progresivo hasta las 1.800 toneladas en 1975. Los valores se incrementarán de forma progresiva desde los casi 5 millones de pesetas de 1940 hasta su récord de 59 millones en 1975, debido a un fuerte incremento del precio de la tonelada, que pasa de las 1.219 pesetas de 1940 a las 32.043 de 1975. Las causas del descenso de la actividad pesquera vienen determinadas por la extensión de las aguas territoriales marroquíes, las trabas puestas a los pescadores ceutíes y la antigüedad de la flota que le impide buscar caladeros más productivos. Una evolución similar tendrá la actividad en las almadrabas y la industria conservera local. Las almadrabas pasan de ser cuatro a principios de los años sesenta con más de 140 empleos, a sólo una en 1969, con 67 empleos. Las industrias conserveras pasan de contar con nueve fábricas en los años cincuenta, hasta alcanzar las 15 en 1969 y a sólo cinco en 1975; descendiendo su producción desde mediados de los años sesenta, con 1.650 toneladas hasta las 900 de 1975. Esto trajo consigo una fuerte reducción de empleos fijos que bajan de los 300 a los 150. Las principales empresas del sector serán Pesquera del Mediterráneo, Carranza, Lloret y Linares, Folque, Feria, Escudero y Vallecillo. Las embarcaciones de motor descenderán de un máximo de 278, con un tonelaje de 3.700, a final de los años cincuenta, hasta 55, con un tonelaje de 804, en 1975. Este descenso progresivo también afectó a las actividades de construcción y reparación que habían conocido un notable incremento en los años cincuenta.
El transporte ferroviario fue en descenso desde 1944, superado ampliamente por la carretera, y cerró definitivamente en 1958, poco después de la independencia de Marruecos. Sí mejoraron los servicios marítimos del Estrecho, impulsados por el fuerte incremento de los flujos. A partir de mediados de los años cincuenta se incrementan las rotaciones y comienzan a entrar en funcionamiento barcos modernos con mayor capacidad, que renuevan la flota de la Compañía Transmediterránea, como el Victoria, el Virgen de África o el Ciudad de Tarifa.
La industria pesquera ceutí, un sector económico tradicional,
entrará en crisis en los años sesenta. Fotografía: José Juan
Gutiérrez Álvarez.
Los movimientos bancarios experimentarán un incremento positivo. Los saldos entre imposiciones y reintegros irán creciendo desde los 41 millones de 1948 hasta alcanzar los más de 1.000 millones de pesetas en 1969, última cifra ofrecida por la estadística oficial.
Las imposiciones aumentarán desde los 414 millones de 1940 hasta los 11.500 millones de pesetas de 1969. El crecimiento es lento hasta finales de los años cincuenta en que se acelera. Un proceso similar sufren los descuentos comerciales que pasan de 67 millones en 1946 a 2.100 millones en 1969. Aumenta el número de entidades financieras presentes en la ciudad, contando con cuatro bancos privados (Central, Hispano, Español de Crédito y Popular), dos oficiales (Exterior y Banco de España) y dos cajas de ahorros (la Caja de Ceuta y la Caja Postal).
Uno de los motores de la actividad económica será la construcción, que muestra su fase de mayor expansión desde finales de los años cincuenta. Se aprecia un fuerte incremento de la obra pública civil, que de unos 200 millones de pesetas en el periodo entre 1940 y 1955 pasó a 2.400 millones, así como un incremento del ritmo de la construcción de viviendas (sobre todo a partir de 1955) con algo más de 7.100 levantadas y 2.300 nuevos edificios.
Además, se conceden 21.000 cédulas de habitabilidad entre 1940 y 1975 (7.000 entre 1940 y 1955 y 15.000 entre 1956 y 1975), lo que nos sugieren también una importante labor rehabilitadora.
“Los años entre el Plan de Estabilización de 1959 y el final de la dictadura fueron los mejores para la economía ceutí, impulsada por la “economía del bazar””
El sector industrial está integrado en su mayoría por empresas dirigidas al consumo local, teniendo como principal sector exportador el conservero. La alimentación es, a lo largo de todo el periodo, la principal actividad, seguida de la construcción (subvalorada en 1974 por los datos de la Cámara de Comercio), las actividades energéticas (electricidad, gas y combustibles), la pequeña metalurgia, que va en ascenso a lo largo del periodo, mientras el textil y el calzado pierden peso. Las cifras de 1974 en lo que respecta al empleo están sobrevaloradas, al emplear la Cámara las estimaciones sindicales, estando más cercanas a los 2.200 empleos que a los 3.100 que registra.
Las empresas son de escasa dimensión, con una media de ocho trabajadores. Las más importantes son, aparte de las conserveras, la fábrica de cervezas La Estrella de África (112 empleos en 1958), la fábrica de hielo de los Weil (42 empleos), la fábrica de chocolates y torrefacto de café de Borrás (unos 30 empleos), el Molino Harinero (30 empleos), la Canariense Marroquí de Tabacos (50 empleos, luego TACEMESA), la Cerámica del Tarajal (50 empleos en 1970), la fábrica de confitería, panadería y caramelos Septi, la panadera UFAPANCE (100 empleos en 1962), las manufacturas textiles de Cohen, Benoliel, Bentolila e Ibáñez, la de jabones y lejías de José María Campos Muñoz, la de pastas y sopas de Acevedo, ENDESA, Alumbrado Eléctrico, Empresa Municipalizada de Aguas (a partir de 1952), Atlas de gas butano, taller metalúrgico Kaddur Benamar (20 empleos en 1970), etc.
Para conocer el volumen de empleo, puede servirnos la clasificación realizada por la Cámara de Comercio para las 368 empresas que registra en 1962: 303 se sitúan entre uno y cinco trabajadores; 27 entre cinco y nueve; 51 entre 10 y 19; 18 entre 20 y 40; dos entre 50 y 60, y tres entre 100 y 499 (una conservera, la de cervezas y UFAPANCE). La evolución positiva de la economía ceutí se confirma por las series del valor de la producción total, aportadas por el Servicio de Estudios del BBVA desde 1955. Ceuta pasa en 1955 de un valor estimado en 831 millones de pesetas a un valor de 11.665 millones en 1975, crecimiento que se acelera desde la década de los años sesenta, pasando la tasa media de incremento anual de ser del 13,2 entre 1955 y 1965 al 17,2 de la década entre 1966 y 1975.
El sector que más aporta es el de servicios, que supone al final del periodo más de dos tercios del valor de la producción total, seguido por el industrial con un 17%, la construcción con el 15% y la agricultura y la pesca con sólo el 1%. Desde 1955 el sector servicios y la construcción ganan peso (4 y 7 puntos), mientras los sectores industrial y primario retroceden (12 y 1 punto).
El crecimiento del Valor Añadido Bruto (VAB) a precios básicos se incrementará desde los 515 millones de pesetas de 1955 hasta los 7.702 millones, lo que permitió que el VAB per cápita pasara de 8.480 pesetas por habitante en 1955 a 114.840 pesetas, es decir, se multiplicó por 13,5 en 20 años. El sector servicios pasa de representar el 66,4% del empleo al 75,7. Los últimos 20 años del franquismo han incrementado el proceso de tercerización de la economía ceutí.
Los años que transcurren entre el Plan de Estabilización de 1959 y el final de la dictadura son los mejores de la economía ceutí, impulsada por la “economía del bazar” y la construcción. No obstante, se trata de un crecimiento desigual, basado en factores coyunturales y monopolizado por los servicios, que apunta importantes desequilibrios estructurales y una evolución negativa de la industria local que se irá debilitando progresivamente. Sectores tradicionales de la estructura económica local, como el pesquero y su industria de transformación y las actividades portuarias ligadas al suministro, se desaceleran y pierden peso en los últimos años.
Los presupuestos municipales seguirán una evolución similar a la de la economía. De un presupuesto ligeramente superior a los 4 millones de pesetas en 1941, se pasa a los casi 449 millones de 1975. Impulsado por el incremento del arbitrio, se multiplica por 100. De los 10 millones de 1948 se pasa a 100 en 1969. A partir de aquí el ritmo vuelve a acelerarse, multiplicándose por cuatro hasta 1975. Este incremento permitió a partir de mediados de los años sesenta ampliar y mejorar los servicios municipales.
En los años que transcurren entre 1940 y 1960 los gastos de personal, los corrientes y los intereses absorben entre el 75% y el 80% del total, oscilando las inversiones y las obras públicas entre el 20% y el 25%. Su distribución irá cambiando a medida que el Estado asume la sanidad o la enseñanza, a competencias municipales como el urbanismo o los servicios ciudadanos básicos. A partir de los años sesenta el primer capítulo lo ocupa el gasto de personal, que se incrementa hasta alcanzar a mediados de la década más del 50%, cediendo ligeramente en los años setenta. Los gastos corrientes varían entre el 12,6% y el 15,9%. Los intereses de la deuda se moverán entre el 2,5% y el 1,7%. La suma media de gastos de personal, corrientes e intereses supone el 72,9% del gasto municipal. Las inversiones se sitúan en torno al 21%, descendiendo su peso por el importante incremento del gasto corriente, consecuencia de la ampliación de los servicios, hasta alcanzar valores entre un 13% y un 15% en los años setenta.
Los ingresos siguen basados en la imposición indirecta del arbitrio, que irá perdiendo peso desde el 80% de los primeros años hasta el 69% de los años sesenta y setenta, del que sólo bajó ocasionalmente. Sus valores absolutos sufrieron un incremento espectacular desde los algo más de tres millones de 1940 hasta los 313 millones de 1975. La pérdida de peso se debe a la mayor aportación de las participaciones en los impuestos estatales y las subvenciones, que de un 8% a mediados de los años sesenta se situaron en algo más del 16% en los setenta. Las tasas aportaron entre el 6% y el 8%, los impuestos directos entre el 2% y el 6%; mientras que los extraordinarios y de capital oscilarán entre el 5% y el 3%.
La recaudación del Estado aumentó desde 1940, no sólo gracias al aumento de la actividad económica, sino también a la nueva legislación hacendística. De los 4 millones recaudados en 1936, se pasará a los 12.639.000 pesetas ingresadas en 1943 debido a la aplicación de la reforma tributaria de 1940, cuadruplicando la aportación ceutí al Estado. Este crecimiento se aceleró con la Ley de 1944 hasta los 16.600.000 pesetas de 1946 y evolucionó hasta los casi 29 millones de 1955. La aplicación de la Ley de 1955 supuso un nuevo incremento en 1956 hasta las 36.600.000 pesetas y en 1957 se superan los 52 millones. A partir de aquí la expansión económica fue incrementando los ingresos del Estado hasta alcanzar más de 372 millones en 1975.
El incremento de la presión fiscal estatal casi multiplicó por 100 los ingresos anteriores a la Guerra Civil. A pesar de ello estaban muy lejos del conjunto de los gastos estatales en la ciudad, alcanzando una cifra ligeramente superior al conjunto de las inversiones y a las aportaciones y subvenciones del Estado al municipio en ese periodo. En los años cuarenta el primer ingreso estatal lo representan los usos y consumos con un 39%, seguido del monopolio de tabacos con un 14%, la contribución industrial con un 8% y los derechos reales con un 5%; primando los impuestos indirectos. En los años cincuenta desaparecen los usos y consumos, situándose en primer lugar las utilidades, que representan en torno al 40%, seguidas de los derechos reales y el monopolio de tabacos, en torno al 10% cada uno, y la contribución industrial en torno al 7%. En los años sesenta los impuestos indirectos supondrán en torno al 42%, los directos, el 32%, y las tasas, el 25%. Por fin, en los años setenta, el primer lugar lo ocupan los monopolios fiscales con el 42%, seguidos por los de sociedades y tráfico de empresas con un 16,8% respectivamente, las rentas de capital con el 5,8%, el industrial con el 5,6%, el especial del 4% con el 4,6% y el de transmisiones patrimoniales con el 3%.
La sociedad ceutí se fue transformando lentamente desde el final de la Guerra Civil haciéndose más compleja en su estructura. Se incrementan las clases medias y los trabajadores cualificados, descienden los jornaleros y obreros sin cualificar y se eleva el nivel de estudios medios del conjunto de la población. Este proceso se profundiza sobre todo en el último decenio del franquismo. El desarrollo económico fue cambiando el tejido social.
La sociedad surgida de la Guerra Civil se caracterizó por ser más cerrada y jerárquica, anclada en los valores tradicionales y en un neocatolicismo integrista y retrógrado. La ciudad fue sometida a un fuerte control social por los vencedores de la guerra, que encuadraron a la población en un conjunto de organizaciones sociales controladas por el Movimiento (sindicatos verticales obligatorios, frente de juventudes, organización femenina, auxilio social, etc.). La cúpula social fue ocupada por los altos oficiales africanistas forjados en la Guerra Civil, la burocracia falangista y la élite económica tradicional, en su mayor parte fervientemente franquista. Por debajo se sitúan las clases medias funcionariales, los cuadros intermedios de las empresas, el mediano y pequeño empresariado y los oficiales de las distintas armas y cuerpos asentados en la ciudad. El último escalón lo ocupan los trabajadores y las clases populares, que se hacen más complejas en su estructura interna a medida que avanza el periodo, especialmente durante la etapa desarrollista de los años sesenta. La ciudad continuó siendo dual, como reconoce Manuel Gordillo al analizar su estructura social en una publicación oficial editada para conmemorar el XXV aniversario del franquismo, existiendo fuertes diferencias de clase.
“La sociedad surgida de la Guerra Civil se caracterizó por ser más cerrada, jerárquica y anclada en los valores tradicionales”
Los primeros veinte años de larga postguerra fueron duros y difíciles. A los problemas de carestía de subsistencias y de bajos salarios se sumará la represión institucionalizada, que se irá relajando lentamente en la primera década y que permitió el regreso a la ciudad de muchos de los presos de la guerra, así como la reincorporación al trabajo “bajo vigilancia” de algunos de los represaliados. La dureza de las condiciones sociales será reconocida hasta por las propias instituciones ligadas al régimen, como los sindicatos verticales y la Cámara de Comercio. Los precios se dispararon. Entre 1935 y 1945 los precios de los productos básicos se triplicaron según un índice elaborado sobre 12 productos alimentarios por la Cámara de Comercio. El pan pasó de las 0,50 pesetas a 1,75, la leche de 1 a 3 pesetas, la carne de vaca de 4,65 a 15, el arroz de 0,60 a 3,20, el aceite de 2,20 a 5,20 o los huevos que pasaron de 1,20 pesetas la docena a 15,60. Los materiales de construcción cuadruplicaron sus precios entre 1936 y 1945. El carbón vegetal se alzó de 0,27 pesetas a 1,10. Un índice del coste de la vida familiar, también elaborado por la Cámara, que toma como base 100 el año 1936 (en el que calcula el presupuesto mínimo de una familia de clase media con dos hijos en 430,86 pesetas mensuales), alcanzaba el índice 347,4 en 1945, lo que significa que era necesario un ingreso mensual de 1.496,80 pesetas para mantener condiciones similares de vida a las de 1936. Ese mismo índice alcanzó la cifra de 429,9 en 1946, elevando la cantidad necesaria a las 1.848,39 pesetas. Se seguirá incrementando hasta que en 1958 alcance la cifra de 1.075, lo que equivalía a 4.631,74 pesetas. Ceuta registró ese año el mayor índice de todas las capitales de provincia (el de Cádiz, por ejemplo, fue de 934,3). Para 1945 los salarios habían pasado de un índice medio 100 para 1936 a 169,6 los nominales y 62,15 los reales. Los salarios se situaban muy por debajo de los precios, determinando una dramática situación social.
Mezquita de Muley el Mehdi. Su construcción en los años cuarenta formó parte de las compensaciones al colectivo musulmán por su participación en la Guerra Civil. Fotografía: José Juan Gutiérrez Álvarez
La “economía del bazar” será el motor económico de la ciudad entre los años sesenta y ochenta, contribuyendo a su prosperidad. Fotografía: José Juan Gutiérrez Álvarez.
Hasta los años cincuenta, las cartillas de racionamiento fueron el medio de proveerse de alimentos básicos para los que no podían acceder al mercado negro, controlado por los estraperlistas. Por ejemplo, en 1945 fueron repartidos por cada cartilla un máximo de un kilo de patatas, 750 gramos de harina, 2,250 kg de garbanzos, 1,375 kg de lentejas, 3,5 kg de azúcar, 12,7 litros de aceite, 6,8 kg de alubias, 2,25 kg de café y así hasta 12 artículos de primera necesidad. El año 1941 marcó el récord de mortalidad entre los ceutíes de todo el siglo con 1.108, incluso más que durante los años de la guerra, con un incremento importante de las enfermedades ligadas al hambre, la falta de higiene y la miseria. En los años cuarenta se duplicará la media anual de suicidios pasando de dos a cinco. Otro indicador de la situación fue el incremento de las pignoraciones en el Monte de Piedad, cuyas operaciones pasaron de 6.700 en 1940 a 28.000 en 1950, multiplicándose por siete el monto de las operaciones de empeño, de las 250.000 pesetas a cerca de dos millones.
El coste de la vida moderó su crecimiento a partir del Plan de Estabilización de 1959, ahora medido por un nuevo índice con base 100 en 1958, alcanzando en Ceuta el 188,5 en 1968. La expansión económica de los años sesenta, propiciada por la apertura económica del desarrollismo, permitió una progresiva mejora del nivel de vida. El desarrollo de un incipiente y rudimentario sistema de protección social, la Seguridad Social, permitió mitigar en parte las duras condiciones de vida.
La clase obrera fue encuadrada de forma obligatoria en la nueva organización sindical, más un órgano de control que de defensa de las reivindicaciones obreras, en la que también se integró a los empresarios. Las viejas patronales desaparecieron integradas en el sindicato vertical y la Cámara de Comercio sobrevivió, pero ahora asumiendo funciones burocráticas y técnicas alejadas de la representación patronal, y sólo se revitalizó a partir de los años sesenta, cuando los nuevos ministros tecnócratas del área económica necesitaron presentar una cara más aceptable ante los poderes económicos europeos. En estos años descollaron como gestores sindicales del verticalismo franquista empresarios como Rafael y Alberto Ibáñez Trujillo, Francisco y Pascual Cutillas, Manuel Blasco, Manuel Díaz Muriel, Ernesto Weil, Miguel Durán Valencia o José María Baeza Herrazti. La Cámara de Comercio será presidida por Manuel Delgado Tagle, José María Baeza Huesca, Alberto Martínez y Luis Weil Alcaraz.
Pero las organizaciones de encuadramiento de Falange y el Movimiento fueron perdiendo vitalidad y se burocratizaron, perdiendo poco a poco el control real sobre la vida social, refugiándose en los lugares comunes y glorias del pasado heroico de la guerra ante las insuficiencias del presente. El desarrollo económico, la elevación del nivel de instrucción y una juventud que busca nuevos horizontes menos cerrados y asfixiantes irán poco a poco renovando la sociedad ceutí.
La dinámica política e institucional. Durante la mayor parte del franquismo, el poder gubernativo en las plazas de soberanía va a estar en manos militares. Primero, en las del alto comisario hasta la independencia de Marruecos en 1956, después, entre 1956 y 1967, en las del jefe superior de las Fuerzas del Norte de África y desde 1973 en las del comandante general. Sólo en el breve plazo que media entre 1967 y 1973 fue ejercida por el alcalde José Zurrón. La Ley del 8 de noviembre de 1941, que reorganizaba la Alta Comisaría, confirmaba la continuidad del alto comisario en el cometido de gobernador general de las plazas de soberanía. Lo justifica en base a la unicidad que debía tener la política norteafricana y la influencia que Ceuta y Melilla tenían sobre el Protectorado. No obstante, en el preámbulo de la Ley se insistía en la necesidad de “trazar una acusada línea de separación entre las funciones que al alto comisario en cuanto tal incumben y las que le corresponden en su calidad de gobernador general de las Plazas de Soberanía [...] tal separación de funciones determinará que no se introduzca confusión alguna a la hora de ejercerlas”. Asimismo, ese artículo subordinaba todas las organizaciones de Falange a la autoridad del alto comisario. El artículo 3.o creaba una Secretaría General del Gobierno General de las Plazas que asistiría al gobernador en las tareas administrativas, separándola de la Secretaria General del Protectorado. En el Decreto del 23 de septiembre de 1946 se determinan las competencias del gobierno general de las plazas de soberanía y se organizan sus servicios.
Esta configuración política-administrativa no sufriría cambios hasta que se dicta la Ley de 1955 y se produce la independencia de Marruecos en 1956. A partir de 1956 el cargo de gobernador general se unirá al de jefe del Ejército del Norte de África, con sede en Ceuta hasta su desaparición en 1967. La Ley del 22 de diciembre de 1955 de Bases sobre el Régimen Económico y Financiero de Ceuta y Melilla confirma las competencias del gobernador general, suprime las delegaciones gubernativas y crea el cargo de administrador general, que bajo la dependencia de aquél, “ejercerá las facultades que no sean retenidas por el gobernador general”, ayudado por dos adjuntos gubernativos.
En cada una de las plazas se crea una Junta Coordinadora de la Administración, presidida por el administrador, que debería ser designado entre personas de reconocida competencia en asuntos económicos. Un Decreto del 28 de diciembre de 1967 dispone la supresión del gobierno, la administración general y las delegaciones gubernativas, transfiriendo las competencias al alcalde, salvo las de orden público que quedaban en manos del comandante general. Entre 1967 y 1973 las ejercerá José Zurrón Rodríguez, hasta que, en el momento de su sustitución por Alfonso Sotelo Azorín al frente de la alcaldía, un nuevo Decreto del 1 de marzo de 1973 separa las competencias de la alcaldía, creando una Delegación del Gobierno de nuevo, cuyo titular será designado por Decreto del Consejo de Ministros. El Gobierno hará coincidir el cargo con los comandantes generales que lo ejercerán hasta el final del franquismo.
Los comandantes generales perdieron sus competencias civiles, que pasaron a los delegados gubernativos a partir del cese de Maximino Bartomeu en 1943. La Comandancia quedó aparejada al mando del IX Cuerpo del Ejército entre 1940 y 1950, en que vuelve a nombrarse comandante general al que había ostentado el mando del mismo desde 1943, Francisco Delgado Serrano, que será el primero que no ejercerá competencias civiles. En 1967, al ser nombrado Zurrón delegado del Gobierno, recuperarían éstos las competencias de orden público y, a partir del cese de éste, volverían a ejercer el conjunto de las competencias gubernativas. Los últimos en ejercerlas en los años cuarenta serían Barrón, Juan Bautista Sánchez y Maximino Bartomeu, que ejercerían simultáneamente de jefes del IX Cuerpo del Ejército, comandantes generales y delegados gubernativos. Los altos comisarios ejercerán amplios poderes, dictando normas en todos los ámbitos administrativos, sobre todo en los años posteriores a la Guerra Civil. Hasta 1948 serán los que nombren a todos los cargos políticos locales, estando subordinadas todas las organizaciones de Falange a su autoridad. Su poder es absoluto, respondiendo sólo ante el dictador. Las relaciones entre los políticos, la burguesía local y el alto comisario serán complejas. En general nunca aceptaron la subordinación de Ceuta a Tetuán, considerando inconveniente la dependencia de la Alta Comisaría, convencidos de que se privilegiaba la “corte” de la capital del Protectorado frente a Ceuta, destinándose más recursos e inversiones. Muy especialmente tensas fueron las discusiones en torno al régimen económico fiscal, al entender la clase política local que las nuevas disposiciones tributarias mermaban los privilegios tradicionales, enfrentándose a la Ley del 30 de diciembre de 1944 Reguladora del Régimen Fiscal de las Plazas de Soberanía, que incrementaba las aportaciones de Ceuta al Estado. Esta ley estuvo a punto de provocar una manifestación y la dimisión de varios concejales, algo insólito e impensable en los años más duros del franquismo, pero que no llegó a materializarse. La oposición fue sorda y soterrada, pues la más mínima confrontación pública hubiera significado la ruina política y el ostracismo de sus protagonistas. La nueva Ley de Reforma Tributaria del 16 de diciembre de 1940 no tiene en cuenta las peculiaridades fiscales de Ceuta. Tras su aprobación, vienen a sumarse a las figuras tributarias existentes la Contribución de Usos y Consumos y la Contribución.
sobre la Renta, que incrementaban para 1944 en más de 7 millones de pesetas los impuestos estatales que los ceutíes pagaban al fisco. Desde la aprobación de la Ley de 1940, los políticos ceutíes y la Cámara de Comercio exigen a la Alta Comisaría la negociación con el Estado de una legislación que establezca los privilegios fiscales de la ciudad, para lo que se crearon en la Alta Comisaría varias comisiones de estudio.
Finalmente el resultado fue la Ley del 30 de diciembre de 1944, que en su preámbulo establece que “el Estado no puede ceder su soberanía fiscal en ningún caso, sentándose como principio incontrovertible que las imposiciones estatales han de hacerse efectivas por los correspondientes organismos de la Hacienda Pública conforme a la legislación vigente”, aunque en virtud “de la especial situación geográfica y su especial régimen administrativo” se concede a Ceuta y Melilla la modificación del tipo de gravamen que será del 50% de los peninsulares para la contribución industrial, la territorial y las utilidades; concertándose el impuesto de consumos de lujo sobre la base del devengado en 1942 incrementado en un 5%. La fuente principal de financiación de los municipios sería el arbitrio de importación de mercaderías, con la aplicación de una tarifa ad valorem de hasta el 4% para los artículos de comer, hasta el 10% para las bebidas y artículos de lujo y de hasta el 7% para los demás artículos; que dentro de esos tipos máximos debían ser grabados por una ordenanza fiscal.
Para la aplicación se crean subdelegaciones de Hacienda. La nueva norma introducía nuevos impuestos que no habían sido implantados con anterioridad, como la contribución territorial rústica y urbana y la contribución de utilidades sobre la riqueza mobiliaria. El resultado fue, a pesar de la reducción del 50%, un incremento real de las aportaciones de Ceuta a las arcas del Estado. La ley supuso una derrota importante de las aspiraciones de la burguesía ceutí, que no tendría más remedio que aceptarla, aunque con un profundo resquemor larvado hacia el Gobierno y la Alta Comisaría.
Las realizaciones del Gobierno general de las plazas hasta la promulgación de la Ley de 1955 serían más propagandísticas que reales, debido a los escasos recursos y a la crisis económica postbélica. La España de la autarquía fue incapaz de generar un desarrollo suficiente hasta el Plan de Estabilización de 1959 y la apertura económica de los años sesenta. Los años que transcurren entre el final de la guerra y la independencia de Marruecos fueron de atonía y crisis. Lentamente se fue dotando a Ceuta de una administración de carácter provincial, reforzando la presencia administrativa y las infraestructuras públicas del Estado. Esta dinámica se reforzó a partir de 1956, tras la Ley de 1955, la independencia de Marruecos y la creación de órganos más especializados como la Administración General y la Junta Coordinadora, que posibilitaron una mayor atención estatal hacia la ciudad. Se crean la Subdelegación de Hacienda (1946), la Delegación Administrativa de Enseñanza Primaria (1948) y la Magistratura del Trabajo (1943); y se implanta el Seguro Obligatorio de Enfermedad (1947), el Servicio de Higiene Antituberculosa (1945), y se establece el Centro Comarcal de Sanidad (1950), siendo la actuación más importante las obras para transformar la cantina de San Amaro en centro antituberculoso. En materia de enseñanza se crea una escuela hispano-árabe de niñas (1950); se van agrupando escuelas unitarias en centros graduados, como en el Lope de Vega (1942) o en el de la calle Solís (1951); se inician las obras del nuevo instituto de Enseñanza Media (1941), con un ritmo muy lento que sólo permite inaugurarlo parcialmente en 1951, mientras continúan las obras hasta finales de los años cincuenta; se deroga el Plan de Estudios Hispano-Marroquí en 1949 tras la creación del instituto de Tetuán; se construye el Grupo Escolar Graduado del Convoy de la Victoria en 1952, se establece la Escuela de Comercio para estudios mercantiles (1949), y se crea el Patronato de Formación Profesional para la enseñanza laboral (1952).
En obras públicas se acomete la mejora y ampliación de la red viaria de Ceuta, con un importe entre 1942 y 1952 de 15 millones de pesetas, cuya obra más importante será el denominado nuevo acceso a Ceuta en la bahía sur, para lo que se construye el puente de la boca sur de la Muralla Real (1942). En otras áreas se comienza la construcción del nuevo edificio de Correos (1948-1958), el acuartelamiento de la Guardia Civil (1951), la nueva prisión provincial (1953), la nueva lonja de pescado (1954) y el edificio del Instituto Nacional de Previsión (1951). La mayor inversión se dirigió a la ampliación y mejora del puerto de Ceuta, aprobándose tres leyes (1946, 1952 y 1955) que autorizaban a la JOP a la emisión de obligaciones por un importe global de 170 millones de pesetas, que permitieron acometer un importante número de obras adicionales y dotar de armamento y utillaje a las instalaciones. Las obras más importantes que se llevaron a cabo fueron la pavimentación y vías del dique de poniente (1942), la dársena del muelle de pescadores (1947), el dragado del foso (1948), el muelle cañonero Dato (1954) y la tercera alineación del dique de poniente (1954). La inversión real en obras portuarias ejecutadas entre 1940 y 1955 fue de unos 50 millones de pesetas, quedando una financiación de 120 millones para obras que irían siendo ejecutadas en los años siguientes. También con objeto de mejorar la vigilancia tributaria se construyó un nuevo edificio de la Intervención del Registro del Puerto Franco (1949). La Orden del Ministerio de Hacienda del 20 de febrero de 1942 excluía del pago del impuesto de transportes a las mercancías que, en tránsito por Ceuta, fueran desembarcadas en los depósitos del puerto franco, siempre que no fueran introducidas en la ciudad. Su objetivo era desarrollar las operaciones de tráfico marítimo. La medida fue recibida con entusiasmo en la época, pues se pensaba en ella como un importante impulso del tráfico comercial, aunque su aplicación no supuso un gran avance y el puerto continuó dependiendo de los suministros y pertrechos.
Los organismos del Ministerio de Trabajo y las realizaciones sociales fueron cedidos completamente a la Falange, mientras que las delegaciones de los ministerios de corte económico y administrativo estuvieron en manos de funcionarios civiles más o menos especializados. La Falange controló por medio de Antonio Cazalla, Luis Sánchez Blanco o José Martín Ramos las relaciones laborales y los asuntos sociales durante estos años, mostrándose especialmente activos los dirigentes Justo Arizala, José Zurrón o Mario Lanz.
Precisamente del Ministerio de Trabajo, regentado por Girón de Velasco, vendría una de las medidas más sociales, al aprobar en febrero de 1952 un plan de construcción de 500 viviendas modestas para trabajadores, cuyo objetivo era erradicar “la alarmante triste e indecorosa herencia de 3.000 barracas levantadas con latas y maderas”, según el preámbulo del Decreto. Se encargaba de su ejecución al Instituto Nacional de la Vivienda (INV), que debía ejecutarlo en dos años, aunque su realización sufrió diversos retrasos y se construyó después de 1955. En los 15 años que transcurren entre 1940 y 1955, las inversiones reales del Estado en el periodo rondaron los 95 millones de pesetas (45 millones en obras civiles y 50 millones en el puerto), con una inversión media de algo más de 6 millones anuales.
A partir de 1955 se va a incrementar la acción del Estado en Ceuta, apoyada en la Ley del 22 de diciembre de 1955 de Bases sobre el Régimen Económico y Financiero de Ceuta y Melilla, y la necesidad de prestarles la mayor atención tras la independencia de Marruecos en 1956. La nueva Ley comienza a gestarse en noviembre de 1952, al crearse la Comisión Interministerial para la Reforma Tributaria de las Plazas de Soberanía, participando por Ceuta el alcalde Vicente García Arrazola y el subdelegado de Hacienda de la Alta Comisaría Eduardo Santchordi. La disposición reconoce que la Ley de 1944 había sido insuficiente y que incluso “dificultó en gran medida el desenvolvimiento económico” sin gran provecho para la Hacienda Pública. Por ello debe plantearse un enfoque distinto, más integral, que coadyuve a convertir las ciudades en “modernos centros económicos”, operando no sólo sobre la política tributaria, sino también sobre la economía general. En ella se declara todo el término municipal de Ceuta territorio franco, quedando exentas las mercancías importadas o exportadas de los aranceles de aduana peninsulares. Orienta la política económica al fomento de las industrias de transformación y la producción propia de energía térmica, previendo la posibilidad de que por el Gobierno general se concedieran primas a la exportación. Asimismo se establece una Delegación de Comercio que impulse las actividades económicas. Se fija el sistema tributario estatal que sería el general con la reducción al 50% de las cuotas de la contribución territorial, de la contribución industrial y de comercio, varias de las tarifas del impuesto de utilidades sobre la riqueza mobiliaria siempre que sus rendimientos fueran obtenidos en Ceuta, la contribución general de la renta, algunos epígrafes del impuesto de derechos reales y transmisiones y el impuesto del timbre.
Quedaban exentos del pago de usos y consumos diversos productos importados desde la Península y todos los fabricados en Ceuta; se eximía del pago del impuesto de gas y electricidad, y se rebajaba al 25% la antigua patente nacional. La base séptima regulaba la imposición municipal suprimiendo el arbitrio de mercaderías con tarifa ad valorem y disponiendo que el déficit que se produjera sería compensado al Ayuntamiento, que debería reducir sus plantillas y gastos al mínimo necesario y elevar sus recursos propios provenientes de los impuestos locales ordinarios. Asimismo, los presupuestos municipales y las operaciones crediticias, incrementos de personal y enajenaciones patrimoniales debían ser aprobados por el gobernador general, previo informe de la Subdelegación de Hacienda.
Al mismo tiempo, creaba un arbitrio transitorio sobre mercaderías expresamente tarifadas por el Consejo de Ministros, del que se excluían los alimentos de primera necesidad y las primeras materias industriales, y que debía desaparecer progresivamente al reducirse los déficit municipales. Su gestión y cobranza se adscribía al Ministerio de Hacienda. La base octava comprometía un plan extraordinario de obras para la puesta en valor de las plazas.
La base novena establecía las competencias del gobernador general, creaba la Administración General de los Territorios de Soberanía y las Juntas Coordinadoras de los Servicios de la Administración. Anualmente el administrador debía formular un presupuesto que incluiría los ingresos del arbitrio transitorio y los fondos aportados por el Estado para el desarrollo del plan de obras e inversiones, del cual debían salir las subvenciones y compensaciones a los municipios, para enjugar los déficit producidos por la pérdida del arbitrio ad valorem.
En el plazo de un año debían aprobarse las tarifas del arbitrio transitorio y, mientras tanto, autorizaba al Ayuntamiento a seguir percibiendo el arbitrio ad valorem. Las tarifas nunca fueron aprobadas y el arbitrio ad valorem permaneció vigente, a pesar de que la ley preveía su desaparición en 1957, hasta la aprobación del impuesto sobre la producción e importación en 1991.

