Siglo XIX
Introducción
Los hechos políticos. La Agonía del Antiguo Régimen
La Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz (1808-1814)
Fernando VII
Isabel II
Sexenio Revolucionario
La Restauración
El espacio físico
Población y formación de comunidades étnico-religiosas
Instituciones
Economía
Aspectos financieros y de asistencia social
Aspectos socioculturales
Patrimonio
Bibliografía
El teniente Jacinto Ruiz Mendoza fue, junto con los capitanes Daoíz y Velarde, uno de los héroes de la jornada de 1808. Retrato del teniente Ruiz obra de Mariano Benlliure. Museo de Ceuta.
INTRODUCCIÓN
La investigación histórica en el siglo XIX carece de historias generales, pues las que se ha escrito en esa centuria como en la siguiente no suelen mencionar más que dos o tres episodios aislados, sin solución de continuidad. Bien es cierto que es el momento en el que
los archivos locales comienzan a tener documentación de cierta importancia, cualitativa y cuantitativamente hablando, y que incluso se conservan series bastante completas, pero también lo es que incluso las series de actas de las principales instituciones no se conservan
completas.
Todas las fuentes y bibliografía utilizadas están reseñadas al final del capítulo. Ciertamente, la utilización de bases de datos como la que hemos confeccionado en el transcurso de los años para nuestro trabajo se nutre, a su vez, de otras –es el caso de las de Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros, Rafael Orozco García y Manuel García de la Torre, preferentemente–, y es difícil poder detallar cuántos datos se han ido extrayendo de la lectura de documentos de diferentes archivos. Lo mismo podría decirse cuando citamos publicaciones propias.
Refiriéndonos a las fuentes documentales, las principales proceden del Archivo General de la ciudad, en especial mediante las Actas Capitulares, que resultan más interesantes en conexión con los hechos nacionales cuando el poder político y militar están unidos, convirtiéndose en puramente locales a partir de la Restauración; el Archivo Diocesano de Ceuta, tanto en sus actas –que también pierden interés tras la declaración de Sede Vacante en 1846– como en el Despacho, con el que hemos llenado muchas lagunas de la documentación civil, y por último, la Biblioteca de Catalunya, con el fondo Mariano Ferrer Bravo, cuyas notas obtenidas de fuentes hoy perdidas, como el Archivo de la Veeduría, nos han permitido dar pinceladas de actualidad humana, que se han sumado a los vaciados de los dos principales periódicos que conocemos: Eco de Ceuta y El África.
En todo momento se ha tenido en la mano historiografía nacional española y marroquí y local de Ceuta, Tetuán, Algeciras y Gibraltar. En cuanto a las monografías, separatas y otros trabajos, remitimos al lector a la bibliografía final.
Estatua de Carlos IV presidiendo los Jardines de San Amaro en Ceuta. Colección José Luis Gómez Barceló.
La toma del islote de Perejil por los ingleses con la complicidad de Marruecos intensificó la presión del bloqueo británico sobre el Estrecho
Los ingleses, en
previsión de un
ataque de la escuadra
francesa, reforzaron
con un regimiento
católico irlandés la
guarnición de Ceuta
LOS HECHOS POLÍTICOS. La Agonía del Antiguo Régimen
Carlos IV y el bloqueo británico a Ceuta
La llegada al trono de España de Carlos IV, en 1788, se produce en un momento de agonía del Antiguo Régimen, agravado por la revolución que tiene lugar en Francia un año más tarde. Aunque, en un primer momento, se mantienen relaciones con el gobierno revolucionario, los temores a que el ideario libertario entrara en la Península y la muerte de la familia real desembocarán en una guerra con Francia, entre 1793 y 1795, que pondrá de manifiesto la debilidad de nuestra nación. Un año más tarde, en 1796, el Directorio impondrá a Godoy una alianza contra Inglaterra, mediante el Tratado de San Ildefonso, que traerá consigo la guerra con los ingleses, con el descalabro del cabo de San Vicente.
Cuando Ceuta trataba de olvidar el último cerco impuesto por Marruecos, es decir, el asedio al que sometió a la ciudad en 1790-1791 Muley Yazid, sus habitantes ven de nuevo la guerra a sus puertas, ahora con la fuerza de las potentes armadas de la época. Así, el siglo XIX se abría en el Estrecho con un episodio bélico del que fueron espectadores los miembros de la guarnición ceutí: la batalla naval de Algeciras, acontecida cuando la escuadra francesa, huyendo de la británica, el 5 de julio de 1801, se vio obligada a refugiarse en su bahía. El combate más fuerte se dio al día siguiente y en él encalló el navío Hannibal, siendo abandonado por su tripulación, que hubo de refugiarse en Gibraltar.
Napoleón, primer cónsul del nuevo gobierno francés obliga a Carlos IV a declarar la guerra a Portugal, de la que sólo se obtendría la plaza de Olivenza, que había sido sede del episcopado ceutí en el siglo XVI. Así las cosas, la dependencia de Francia era evidente y cualquier iniciativa tomada por sus gobernantes afectaba a España. La firma de la Paz de Amiens entre Francia e Inglaterra, en 1802, tiene como resultado el desbloqueo del Estrecho y por tanto el mejor aprovisionamiento de Ceuta. La ciudad mantiene tan buenas relaciones con Gibraltar que llega a recibir la visita del príncipe Eduardo, duque de Kent e hijo de Jorge III, que se encontraba en el Peñón (AGCE-V).
El armisticio no duró mucho y cuando España e Inglaterra volvieron a romper hostilidades, la escuadra franco-española, mandada por el almirante Villeneuve, fue destrozada por el almirante Nelson en Trafalgar, el 20 de octubre de 1805. Ahora era la flota española la que desaparecía y, de nuevo, lo hacía en aguas del Estrecho. Godoy, perdida la armada, que era el principal interés de Napoleón, y no apoyando éste su proyecto de ocupación de Portugal, vuelve a acercarse a Inglaterra. Entretanto, los éxitos de los ejércitos napoleónicos frustran la iniciativa del ministro español, volviendo a aproximarse a Francia, aunque dejándose en estos vaivenes toda la confianza del emperador.
El 27 de octubre de 1807 se firma el Tratado de Fontainebleau en el que se proyectaba el reparto de Portugal. Merced a este acuerdo entrarían en España 28.000 soldados franceses. Un ejército que no sólo se limitó a invadir un reino del que ya había huido la familia real, sino que de paso ocupaba las principales ciudades del norte y centro peninsular. Cuatro días más tarde, Carlos VI dirigía un manifiesto al país informando del descubrimiento de un complot en el que estaba involucrado el propio príncipe de Asturias. Los sucesos posteriores son bien conocidos: el proceso del Escorial, el perdón real al príncipe y el Motín de Aranjuez que daría lugar a la caída de Godoy y del propio rey, llevando al trono a Fernando VII, tras la abdicación paterna, el 29 de marzo de 1808. Si vergonzosos fueron los hechos relatados, más aún lo fueron los posteriores: la negativa del reconocimiento a Fernando VII por parte de Napoleón, la revocación de la abdicación de Carlos VI y la posterior renuncia de la corona en manos del propio Napoleón que cedería a su hermano José Bonaparte.
Ceuta, durante estos años, no sólo estará atenta a cuanto suceda en la corte, o a la marcha de las relaciones internacionales, que hacían del estrecho de Gibraltar uno de sus escenarios más frecuentes, sino también de los problemas económicos que afectaban a su abastecimiento, así como de las epidemias que asolaron Cádiz y las comarcas marroquíes cercanas, en 1800, y Málaga, en 1803, acudiendo en ambas ocasiones al consuelo de su patrona, la Virgen de África (ADCE-AC).
Marruecos, siempre pendiente de cualquier crisis que pudiera favorecer sus intereses, sin llegar a atacar directamente a la guarnición, sí que desarrollará algunos movimientos, como el apresamiento de barcos en Benzú, en 1800 (Posac Mon, 1984), o cuando, en 1803, las cabilas vecinas “se apoderaron de la porción de terreno que de norte a sur se comprende entre la Línea de Horizonte que forman las Alturas Morro, Talanquera y Otero... en el que han hecho siembras de cebada y trigo, con sumo perjuicio del paso de nuestro ganado” (García Franco, 1988, pág. 49). En este último caso se violaban los límites del campo de Ceuta regulados por el Tratado de 1 de marzo de 1799 y delimitados previamente, concretamente el 25 de octubre de 1782, que habrían de ser ratificados con este motivo.
Además, los movimientos en el Estrecho habían potenciado su importancia como base corsaria, haciendo presas, ora inglesas, ora francesas e incluso estadounidenses. Sin embargo, el mayor temor en la región se produjo en la primavera de 1808 cuando corrió el rumor del proyecto de ocupación por los ingleses del islote de Perejil. El gobernador de Ceuta mandó entonces a un capitán ingeniero, Juan Palomino, a reconocer el islote, pero el temporal reinante no le permitió acercarse a su objetivo. La operación británica se consumó el 28 de marzo, con un destacamento de 300 hombres de la guarnición de Gibraltar y con la más que posible complicidad del emperador de Marruecos. Con ello se intensificaba la presión que ejercían los británicos bloqueando el Estrecho (Posac, 1984; AGCE-V). A finales de abril, las noticias en la plaza atañen a la reunión de efectivos marroquíes en las inmediaciones de Tánger, por lo que las tropas se preparan para un posible ataque. Sin embargo, la situación entraría en calma al intervenir el propio Napoleón ante el sultán, haciéndole ver que si Ceuta sufriera el menor ataque sería defendida con todas sus fuerzas.
Croquis del islote de Perejil. Archivo General de Ceuta.
LOS LEVANTAMIENTOS POPULARES DE 1808
La repercusión del Motín de Aranjuez fue mucho mayor de lo que Napoleón esperaba. El levantamiento sería secundado rápidamente en todas las regiones españolas. En Madrid, el 2 de mayo de 1808, los franceses se preparan para trasladar al último representante de la familia real que aún permanecía en España: el infante don Francisco.
La gente se arremolinaba alrededor del palacio, y Murat ordena que carguen contra ellos. Ahora el levantamiento es general. Numerosos sublevados se dirigen al parque de Monteleón, cuya custodia corría a cargo del capitán Luis Daoíz, quien había servido en Ceuta durante la defensa del cerco de 1790. Al frente de los amotinados el capitán de artillería Pedro Velarde y el teniente ceutí Jacinto Ruiz Mendoza, con hondas raíces locales y que se había formado, como cadete, en el Regimiento Fijo de Ceuta. Tres horas duró su resistencia hasta que fueron abatidos. Daoíz y Velarde morirían en la defensa, Ruiz, a consecuencia de las heridas, lo haría en Trujillo el 13 de marzo de 1809. Ruiz sería uno de los oficiales que más tardaría en ser reconocido. El 29 de abril de 1891 la reina regente decretó que su nombre figurara siempre en el cuadro de oficiales de la primera compañía del primer batallón del Regimiento de Infantería del Rey número 1, y hubo que esperar hasta el 5 de mayo de ese mismo año para que se descubriera el primer monumento en su honor, obra de Mariano Benlliure en la plaza del Rey de Madrid (Berenguere Ibáñez, 1891), al que seguirían luego los de Ceuta y la Academia de Infantería de Toledo.
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y LAS CORTES DE CÁDIZ (1808-1814)
Los sucesos del 2 de mayo desencadenarán algunos de los acontecimientos ya adelantados: Carlos IV abdica en Napoleón el 4 de mayo y el día 10 hace lo mismo Fernando VII. En ese momento, Napoleón había sido ya elegido rey de España, pretendiendo que el gobierno español solicitara un monarca de la casa Bonaparte para el trono. El 14 de mayo, el Consejo de Castilla agradece la atención y propone a José Bonaparte, dando satisfacción a los deseos del emperador. El 25 de mayo, Napoleón emite dos decretos convocando Cortes en Bayona y prometiendo una Constitución para la monarquía.
El general Castaños, al mando de la comandancia del Campo de Gibraltar, recibió noticias de los sucesos del 2 de mayo, dictando un bando para tranquilizar al pueblo, que firmaba en Algeciras el 7 de mayo de 1808. Al día siguiente, Castaños se entrevistó con el mercader Manuel Viale, quien bajo responsabilidad del general había reanudado los contactos con las autoridades de Gibraltar. En la reunión se trató de la posibilidad de enviar tropas británicas a Ceuta para evitar que cayera en manos de los franceses, así como la participación de regimientos de la guarnición ceutí en el frente, de Sierra Morena (Vicente, 2001).
También a Napoleón le preocupaba la situación del Estrecho, en especial la del islote de Perejil y Ceuta, ordenando el aprovisionamiento de esta última, así como la mejora de sus fortificaciones y guarnición, en diferentes documentos que se suceden entre el 12 y 16 de mayo (Posac, 1997).
Constituida en Sevilla la Junta Suprema de España e Indias, el 27 de mayo de 1808, se envían mensajeros al Campo de Gibraltar. El teniente general Castaños ofrece a la Junta las tropas que mandaba y en la madrugada del 1.o de junio notifica al brigadier Ramón de Carvajal, gobernador de la plaza de Ceuta, el alzamiento de Andalucía contra el francés. Francisco de Orta y Arcos, ingeniero y gobernador de la plaza, había fallecido en ella el 18 de julio de 1807 y, desde entonces, había estado al mando, de forma interina, el propio brigadier Ramón de Carvajal (Caro, 1989). Los sucesos nacionales debieron retrasar el nombramiento en propiedad de nuevo gobernador, realizando la toma de posesión el 29 de mayo de 1808, lo que demuestra la posición de Carvajal con respecto a la resistencia al francés y el buen entendimiento con Castaños en ese momento. Meses después, sin embargo, dejaría el gobierno.
La lectura pública del bando de la Junta Suprema de Sevilla para proclamar a Fernando VII y levantar en armas a la nación se hizo el 1.o de junio, con repetidas salvas de las cañoneras, a las que siguieron las de la plaza, pero en el alboroto no todo debieron ser parabienes, pues un desterrado hirió en el pecho al flamante gobernador (ADCE-AC).
Retrato de fray Domingo de
Benaocaz, de Ricardo
Escribano,1887.
Santa Iglesia Catedral de Ceuta.
Ceuta, como toda la provincia de Cádiz, mantendrá su lealtad a Fernando VII y verá partir al frente peninsular algunas de sus unidades a luchar contra el francés
Ceuta, como toda la provincia de Cádiz, mantendrá su lealtad a Fernando VII y verá partir al frente a algunas de sus unidades. El 5 de junio, los mismos barcos ingleses que habían protagonizado el bloqueo transportarían tres regimientos de la guarnición local hasta Algeciras para participar en la guerra. El 9 de junio la armada española, a cuyo mando se encuentra el comandante general del departamento de Cádiz Juan Joaquín Moreno, ceutí, se enfrenta a la escuadra de Rossilly a la que vence en cinco días (Ramos Santana, 1992). El 15 de junio de 1808 se destaca la intervención del Fijo de Ceuta en Villanueva de la Reina, Córdoba, vadeando el río Guadalquivir y logrando tomar parte, con posterioridad, en la acción de Mengíbar y la batalla de Bailén, en la que las tropas de Dupont sufren su primera derrota a manos del general Castaños. Con posterioridad también se destacarían en Tudela.
Durante todo el año 1809 la ciudad permanece atenta a los sucesos que transcurren en la Península. Se hacen continuas rogativas por el éxito de las armas españolas y por el fin del cautiverio de la familia real, así como se llevan a cabo actos de desagravio ante los desmanes de los franceses en personas, lugares y objetos sagrados. En noviembre, se recibe la resolución de la Suprema Junta Gubernativa nombrando como presidente al arzobispo de Laodicea, al haberse cumplido el mandato del marqués de Astorga.
Sin duda, los acontecimientos se precipitan a comienzos de 1810 con la invasión de Andalucía. El 27 de enero, al enterarse el Cabildo Catedralicio de que los franceses habían forzado el puerto de Despeñaperros y que se acercaban a Córdoba, se reúnen tomando medidas y enviando a un canónigo para interesarse por los beneficios que sobre las poblaciones de Castro y Espejo disfrutaba la institución (Gómez Barceló, 2004 a). En los últimos días de enero y primeros de febrero de 1810 comienzan a llegar exilados a la ciudad huyendo del francés. Entre ellos están el arzobispo de Laodicea, los duques de Medinaceli y Abrantes, los marqueses de Ariza, Villanueva del Duero y los condes de Miranda, Villariezo, Corrés y de la Puebla, los miembros de la Inquisición de Sevilla y personajes políticos de la talla de Francisco Saavedra que había sido regente del reino (Gómez Barceló, 1997). Tal sería la situación en Cádiz que incluso el diputado Vicente Morales Duárez, representante de Perú, propuso el traslado de las Cortes a Ceuta, lo que no se aprobó ante el temor de que dicha medida fuese causa de desmoralización en los defensores de la capital gaditana (Posac, 1987-1989).
Ceuta no sólo contaba con una buena fortificación sino que, en previsión de un ataque francés, los ingleses reforzaron la guarnición con un regimiento británico de Gibraltar, al mando del cual estaba el general John Fraser y que quedó acantonado en el Hacho. La elección del regimiento estuvo impulsada por el carácter de católicos de buena parte de sus componentes, irlandeses cuyo movimiento vegetativo –bautismos, matrimonios y defunciones– quedó patente en los registros parroquiales de la ciudad mediante apellidos como O’Donnell, Mac-Crohon, Commerford, O’Hara, Sarsfield y otros, que se unieron a algunos que ya habían estado en la defensa de Ceuta entre 1789 y 1796. Por su parte, los niños nacidos en familias anglicanas fueron bautizados e inscritos en la King’s Chapel de Gibraltar (Posac, 1987-1989).
No era ésta la única comunidad foránea de la población. A consecuencia de la presencia de España en América y por su resistencia a las instituciones metropolitanas de los que luego serían aclamados como libertadores de las nuevas naciones, en Ceuta se hallaban confinados personajes como el secretario de la Junta Revolucionaria de Caracas, Francisco Isnardy, Juan Bautista Tupac Amaru, hermano del famoso caudillo peruano que en 1781 se levantó en armas contra el gobierno de Carlos III, o el general francés octaviano D’Alvimar, quien intentó anexionar el virreinato de Nueva España al imperio de Napoleón (Posac, 1987-1989).
Francisco Javier Castaños, presidente del Consejo de la Regencia, firmará el 23 de marzo de 1810 el nombramiento, en nombre de Fernando VII, de nuevo gobernador para Ceuta: José María de Alós y Mora, que tomará posesión de manos del obispo septense fray Domingo de Benaocaz. Alós se enfrentará a problemas internos y externos entre los primeros, quizá el más importante será la fuga de 150 presos que arribaron a Málaga el 27 de diciembre de 1810 para tomar las armas en Cádiz (Guillén, 1943-1944), y entre los últimos, el afán de someter el mando militar de Ceuta al del Campo de Gibraltar, que si bien ya lo había intentado Castaños antes de la guerra, ahora sería el general Ballesteros
Cubierta de la Constitución
de 1812.
quien lo conseguiría mediante un decreto del Consejo de Regencia de diciembre de 1811. El pretexto fue poner en la ciudad hospitales, almacenes de víveres y recluta, pero la disposición quedaría sin efecto en febrero del año 1812.
El prelado Benaocaz se mostrará totalmente respetuoso con todas las órdenes que lleguen desde Cádiz y, así, el 21 de octubre tomará juramento de fidelidad a las Cortes a todo el Cabildo y él mismo lo haría en presencia del deán. Desde enero de 1811 los sermones en las iglesias asumirán el encargo de la regencia de excitar a los fieles a defender los valores de la patria en defensa del enemigo, celebrándose con salvas y repiques de campanas los triunfos de las armas (ADCE-AC).
En noviembre, el Ayuntamiento presentó un memorial pidiendo el voto en Cortes, una reivindicación que se remontaba al memorial que elevó la ciudad a Felipe IV al incorporarse a la corona de Castilla en 1640, por medio del confesor del monarca, el ceutí Diego de Almeida. El Ministerio de la Guerra contestó, ya en mayo de 1811, concediendo a Ceuta la capacidad de nombrar un número de electores para designar un diputado a Cortes, lo que no le permitiría elegir diputado propio, sino con Cádiz (AGCE-AC).
A finales de febrero de 1812 quedó ultimado el texto constitucional, que sería promulgado el 19 de marzo. Un articulado en el que, por cierto, no habría mención expresa a Ceuta, quedando incluida en las llamadas “Posesiones de África”, al describir el “Territorio de las Españas”, en su artículo 10 (Posac, 1988). En Ceuta se proclamó desde el balcón de la torre del Reloj, en la plaza de África, a las 5 de la tarde del 1.o de agosto y durante la Misa Solemne celebrada al día siguiente en la catedral, mientras que el juramento de autoridades, religiosos y pueblo se hizo el mismo día 1.o de agosto. En razón al lugar de la proclamación, y de acuerdo con una Real Orden, se cambió el nombre de la plaza de África por el de Constitución (ADCE-AC).
Fachada del cuartel del
Reloj. Colección José Luis
Gómez Barceló.
El restablecimiento del
Antiguo Régimen hizo
volver a Ceuta al
sistema
preconstitucional de
gobierno, tomando el
mando político el
gobernador militar
anterior Pedro
de Grimarest
Fruto de la aplicación de los artículos 309 y 310 de la Constitución será la ruptura con el modelo de Junta de Ciudad, que seguía rigiendo en Ceuta con reminiscencias lusas, para implantarse un Ayuntamiento constitucional, con la designación de electores para acudir a Sevilla y participar en la designación de diputado y la separación del gobierno político del militar. En enero de 1813, se contaría ya con una nueva corporación electa, presidida por Francisco Cano (AGCE-AC).
Sin embargo, la elección de Cano será anulada casi de inmediato, al entenderse incumplidas las normas electorales por el gobernador Alós, realista convencido entonces y más tarde carlista militante. Alós entonces, afectado en su dignidad, dimitirá de su gobierno político, provocando que el nuevo Ayuntamiento le exija la entrega de la Junta de Abastos, verdadera administradora de los fondos del común (AGCE-AC).
Las relaciones entre Ayuntamiento y Gobierno militar van a ser complejas durante todo el siglo a partir de este momento. El germen de las dificultades se encontrará en la incorporación de Ceuta a la provincia de Cádiz por Orden de 14 de marzo de 1813 del presidente de la Junta Superior Provincial de Cádiz Cayetano Valdés, que se confirmará con otra de 22 del mismo mes y año. Desde entonces, la ciudad tendrá un mando político en Cádiz, en pugna con el militar que ejercía el comandante general, y en medio de ambos, el Ayuntamiento.
De capital importancia para que la corporación municipal pudiese contar con fondos propios era suprimir la Junta de Abastos, que era quien realmente los administraba, lo que ocurrió por Decreto del 7 de junio de 1813, ante las protestas del comandante general Pedro de Grimarest. Desde entonces, los vaivenes políticos de la nación se traducirán en la recuperación o supresión de la Junta de Abastos, de la presidencia del Ayuntamiento por un militar o un civil y de la intervención en el gobierno político de la ciudad del de Cádiz o la asunción de competencias por el comandante general. Con los triunfos de Vitoria y San Marcial del verano de 1813 el ejército francés abandonaría España, finalizando la guerra. Al tiempo, las tareas de las Cortes de Cádiz terminaban el 14 de septiembre, inaugurándose el nuevo período de sesiones el 15 de enero de 1814 ya en Madrid. Fernando VII estaba de camino, los refugiados volvían a sus lugares de origen y la ciudad a su estado anterior.
FERNANDO VII
Primer periodo absolutista (1814-1820)
El 13 de marzo de 1814 Napoleón concedía la libertad a Fernando VII, quien se hallaba en Valençay. Poco después, las potencias europeas unidas frente al emperador le obligaban a abdicar confinándole en la isla de Elba. A su regreso a España, Fernando VII restablecía el Antiguo Régimen y mediante el Decreto del 4 de mayo declaraba nulos y sin ningún efecto la Constitución y demás actos legislativos de las Cortes. Con ello se hacía eco de las reivindicaciones de una parte de la sociedad representada en el Manifiesto de los Persas y el pronunciamiento del general Elío.
La ciudad conoció el anuncio del regreso del monarca a comienzos de abril. El Ayuntamiento confeccionó un programa de festejos civiles y religiosos que aceptó el Cabildo Catedralicio, en sede vacante tras el fallecimiento del obispo Benaocaz en diciembre de 1811.
El entusiasmo dispensado ante la vuelta del rey absoluto no desmereció al que recibió la Constitución en su momento, llegándose a dar el nombre de plaza de Fernando VII a la recién nombrada de la Constitución. El acuerdo municipal de 25 de mayo no obtendría la aprobación real, siendo retirada la placa el 3 de agosto de ese mismo año (Gómez Barceló, 2004).
Otra de las consecuencias de la vuelta al Antiguo Régimen fue la destitución del jefe político subalterno mariscal de campo Fernando Gómez de Butrón y comandante general el 31 de agosto, que venía desempeñando el mando desde el 21 de diciembre de 1813. Este personaje volvería cuando retornasen los liberales al poder, como se verá en su momento.
El 28 de mayo de 1814, el Ayuntamiento acuerda elevar al Rey una representación manifestándole su fidelidad, a la que se añadirá, en julio, otra pidiéndole que vuelva a unirse el gobierno político y el militar en la persona del gobernador comandante general, como estaba desde la incorporación de Ceuta a la corona de Castilla. Es decir, solicitaban quedara sin efecto la dependencia del gobierno civil de Cádiz (AGCE-AC).
En las siguientes semanas de julio, la vuelta al sistema preconstitucional será paulatina, hasta recuperar la Junta de Ciudad y devolver el mando político al gobernador militar anterior, Pedro de Grimarest.
No todas las innovaciones liberales fueron suprimidas. Así, la Junta de Abastos no fue repuesta y la búsqueda de un camposanto fuera de poblado se consumó para dar lugar al primitivo cementerio de las Eras, aunque sería muy provisional por sus dimensiones.
A finales de 1816 fue designado para ocupar la mitra de Ceuta el capuchino fray Rafael de Vélez, en aquel momento ya famoso por sus libros en defensa de la monarquía absoluta, la fe y el combate contra las ideas ilustradas. El Preservativo contra la irreligión y sus Apologías del altar y del trono se convirtieron en uno de los mayores éxitos editoriales del momento. Vélez se convertirá en sus años de gobierno de la diócesis septense en el enemigo de toda apertura religiosa o política, en especial durante el trienio liberal (Lobato, 2006).
La escasez de actas municipales para este periodo no nos permite conocer gran cosa del devenir municipal del momento. Igualmente desconocemos la reacción local a la conspiración del sanroqueño Luis Lacy, en 1817, que sería fusilado por ello, o el posible seguimiento de los movimientos de otro de los generales liberales más cercanos a Lacy, el ceutí Pedro Sarsfield, quien será uno de los responsables del fracaso de la denominada Sublevación del Palmar, contra Cádiz, en 1819 (Varo, 2002). Por cierto que Lacy había pertenecido también a la guarnición ceutí, en la que falleció.
Uno de los logros del Ayuntamiento de esos momentos fue la constitución, el 13 de julio de 1818 de un cuerpo de serenos para reemplazar al de desterrados existente, y, sin duda, la emisión, el 20 de octubre de ese mismo año, por el gobernador Josef María de Miranda, de un bando de policía y buen gobierno que constituyen las primeras ordenanzas municipales modernas de la población.
Tanto la llegada de los nuevos idearios liberales como el choque con los planteamientos absolutistas tuvieron otras consecuencias aparte de la guerra, en la cual encontramos enfrentados incluso a miembros de corporaciones, como prueba el.
Litografía en color de Ceuta
realizada del natural por
J. W. Peard e impresa por
C. Ridson en Exeter, Oxford,
posiblemente a comienzos
del siglo XIX. Archivo General
de Ceuta.
La primera fiesta de
la Independencia se
celebró en Ceuta el
2 de mayo de 1820,
ocupando un lugar de
preferencia el padre
del héroe local
Jacinto Ruiz
proceso de infidencia e intento de fuga seguido contra el “canónigo africano” José González Guerrero, ceutí que combatió en las partidas de Córdoba y Cádiz; o el pleito seguido contra el canónigo Agustín Méndez, fugado en 1808 y contra el que se dictaría sentencia por afrancesado en septiembre de 1811, perdiendo su prebenda y capellanía (Gómez Barceló, 2002 y 2004).
Otro aspecto de la vuelta atrás de la monarquía fue la represión, que en Ceuta se traduciría en la llegada de ilustres confinados como Agustín de Argüelles, redactor de la introducción de la Constitución de 1812 y más tarde ministro de la Gobernación, tutor de Isabel II y regente del reino; Juan Álvarez Guerra, ministro de la Gobernación durante el exilio del monarca y más tarde de Interior, o Felipe González Vallejo, director de las Reales Fábricas de Guadalajara.
El trienio liberal (1820-1823)
Tras los intentos frustrados de Mina, Porlier, Richard o el sanroqueño Lacy, el 1.o de enero de 1820 Rafael de Riego aparece como promotor de un nuevo pronunciamiento, esta vez organizado en tres frentes que dirigirían Quiroga contra Cádiz, Riego contra Cabezas de San Juan y López Baños desde Osuna. El entusiasmo de la población al paso de las columnas de Riego no será excesivo pero, al tiempo, otras poblaciones de toda España fueron sumándose a la sublevación, hasta que el 9 de marzo el rey acepta jurar la Constitución de 1812. A ese estado de cosas se había llegado no sólo por las presiones militares, sino también por la fuerza de la razón que había ido minando al Estado desde las sociedades patrióticas y masónicas que proliferaban por toda España. El golpe de Riego fue un movimiento preferentemente gaditano. El 31 de enero de 1820, el coronel entró en Algeciras, sin que el comandante general del Campo de Gibraltar, el general José O’Donnell, pudiera impedirlo, acantonado en Los Barrios. No parece probable que en los momentos en los que Riego recorre las poblaciones campo gibraltareñas cruce el Estrecho para hacer lo mismo con Ceuta, donde era comandante general Josef María Miranda, aunque dos años después visite la ciudad. De hecho, no pudieron conseguir que el gobernador se adhiriera a la sedición.
El 14 de marzo de 1820 se proclama la Constitución en Ceuta (AGCE-AC). Al día siguiente, restablecido ya el orden constitucional, se presenta ante el Ayuntamiento, reunido en sesión, el brigadier comandante de Artillería Vicente Rosique, nombrado por aclamación en sustitución de Josef María de Miranda. Rosique cesará a los regidores, reponiendo al consistorio de 1814, que presidía Antonio Sala, sin ninguna resistencia. Días más tarde, el 19 de marzo, con motivo del octavo aniversario del texto constitucional se leerá y jurará desde el balcón de la torre del Reloj. Al día siguiente, esta corporación oficiará al Cabildo Catedralicio para que hiciese lo propio, lo que efectuaría esa misma tarde, con el obispo a la cabeza, aunque no sin reticencias, como demuestra el discurso de fray Rafael de Vélez con curiosas alusiones sobre la libertad y su falta de dependencia de la Constitución que acababa de jurar (ADCE-AC).
El nuevo sistema constitucional va a ir creando sus propios festejos y conmemoraciones y, así, el 2 de mayo de 1820 se celebrará en Ceuta, por vez primera, la fiesta de la Independencia, en la que ocupó lugar de preferencia Antonio Ruiz Linares, padre del héroe local Jacinto Ruiz. Del mismo modo, el 15 de julio de 1820, a iniciativa del gobernador Fernando Gómez de Butrón se celebraría una enorme manifestación para celebrar el juramento de la Constitución por Fernando VII, en cuya presidencia estuvo el Pendón Real.
Uno de los primeros cambios que se produjo en lo político sería el traspaso del gobierno civil de la ciudad al gobernador de Cádiz, medida que no tendrá gran éxito, ya que por Real Orden firmada por Agustín de Argüelles el 22 de septiembre de 1820 se le devolverá al comandante general, en atención a estar sometida la población al fuero militar, en constante amenaza del enemigo y separada de la Península. Eso sí, elegirán diputados a Cortes con Cádiz, como se comprueba en febrero de 1822 al comunicarse la elección de Xavier de Istúriz, Pedro Juan de Zulueta y Joaquín Abreu (AGCE-AC), no sabiendo por qué no se cita al cuarto diputado designado, Antonio Alcalá Galiano (Ramos Santana, 1992).
Pruebas contra la conducta política
de Fray Rafael de Vélez. Colección
José Luis Gómez Barceló.
Gibraltar, New Come in
Disgrace, Williams. Archivo
General de Ceuta.
En diciembre de 1820 sería nombrado secretario del gobierno político Francisco Isnardi, dejando por tanto la secretaría del municipio y convirtiéndose en colaborador imprescindible del gobernador Fernando Gómez de Butrón. Las autoridades se verán apoyadas por el gobierno de la nación, llegando a recibir ilustres visitantes como los dos diputados a Cortes José Moreno Guerra y Francisco Díaz Morales en febrero de 1821, quienes apoyarán públicamente la exclaustración de franciscanos y trinitarios, así como la reclamación de los conventos y hospitales que regentaban para el Ayuntamiento (AGCE-AC).
Sin embargo, en 1821 la posición de los constitucionalistas se irá haciendo más impositiva ante el peligro cierto de movimientos involucionistas que se advertirán, como lo pondría de manifiesto el Ayuntamiento al gobernador, en noviembre de ese mismo año, ante la situación de miseria que se vivía en la población (AGCE-AC).
Esto se traducirá en frecuentes enfrentamientos con el Ejército y la Iglesia, dando como resultado, en diciembre, al destierro del obispo fray Rafael de Vélez y algunos canónigos (el deán Pedro Huguet, el chantre Lázaro Pertierra y el tesorero Juan de Mesa) y militares como el capitán José Girón, exiliado a Ronda, así como varios coroneles de la plaza a la vecina ciudad de Gibraltar, entre los cuales estaban los coroneles de Artillería Joaquín Fernández, del Regimiento de Infantería de América Antonio Montes de Oca, Provincial de Ronda Antonio Avilés y Castro o el capitán comandante de Ingenieros Josef Gordillo (ADCE-AC, ADCE-D).
En otro orden de cosas, los aires revolucionarios permitirán la instauración de sociedades patrióticas y de una logia masónica, la aparición de periódicos y la entrada y salida de extranjeros de la población, especialmente judíos y musulmanes procedentes de Marruecos, lo que provocará el escándalo de los conservadores y en especial de algunos eclesiásticos (Gómez Barceló, 2004).
En marzo de 1822, la Iglesia local viviría nuevas preocupaciones, al cundir el rumor de que en el Congreso se estaba tratando la supresión de la mitra septense, para lo cual decidieron reunir documentos y buscar razones con las que defender su permanencia. Realmente, desterrados los elementos más radicales del Cabildo, los canónigos trataron de mantener buenas relaciones con el poder civil y militar. Así, cuando el 24 de julio de 1822 el Cabildo recibe un escrito procedente de México, contrario al sistema constitucional, no sólo no terminarán de leerlo, sino que lo entregarán al jefe político, y, cuando se produzca la visita de Riego, adoptarán la postura de acudir a cumplimentarlo, sin atender otra cosa que su estatus político y militar (ADCEAC).La situación nacional bajo un gobierno radical se hace cada vez más difícil.
El 7 de julio de 1822, el gobierno sofoca una intentona involucionista de la Guardia Real en Madrid, en cuya celebración en Ceuta morirá el artillero Lázaro de la Rosa, al explotar un cañón de la batería de San Sebastián durante el disparo de las salvas, lo que le convirtió en un héroe, haciéndose de su entierro un enorme homenaje (AGCE-AC). El 2 de octubre de 1822, visita Ceuta Rafael de Riego, siendo cumplimentado por todas las instituciones y autoridades de la plaza (ADCE-AC). Dos meses más tarde, Mina tiene que combatir la sublevación de Cataluña. Cuando a finales de marzo de 1823 Fernando VII nombra un nuevo ministerio, de acuerdo con el liberalismo radical, se produce la entrada del ejército francés, los denominados “Cien mil hijos de San Luis”, al mando del duque de Angulema, el 7 de abril, y sin que los flamantes ministros hubieran tomado posesión aún. Terminaba así el sueño constitucionalista del periodo fernandino, no sin sangre, entre la cual estaría la del propio Rafael de Riego, ejecutado en el patíbulo de la plaza de la Cebada de Madrid el 7 de noviembre de 1823.
Estos últimos meses se vivieron en Ceuta entre las celebraciones por las victorias de las tropas constitucionales y las amenazas de sublevación, consumadas el 15 de junio de 1823 cuando un grupo de presidiarios de la brigada de Cadenas se levantó en la fortaleza del Hacho, alentados por los realistas, proclamando al rey absoluto. Setecientos hombres que llegaron a tener en sus manos el mando de la ciudadela y la vida de los oficiales que lo guarnecían. El movimiento fue sofocado, pero la represión sobre los sediciosos fue dura, ejecutando entre 40 y 50 de ellos, según las fuentes, de los que 23 fueron asentados con sus nombres en los registros de defunción de la iglesia de Santa María de los Remedios (Posac, 1995).
Libro de censos de misas, 1819.
Archivo General de Ceuta. Santa
y Real Casa de Misericordia.
La década absolutista (1823-1833)
El 10 de octubre de 1823 es destituido el Ayuntamiento presidido por Manuel del Baño y repuesta la autoridad político-militar del general Juan M.a Muñoz, incluso al frente del Ayuntamiento, volviendo los exilados en Gibraltar y pasando a aquella población los liberales que pudieron escapar, intentando el 11 de octubre reponer el sistema constitucional desde el Peñón. Este hecho, corroborado en los certificados de buena conducta de los coroneles de la guarnición ceutí exilados en Gibraltar, confirma el plan de los generales Quiroga y López Baños de establecer un gobierno liberal en Ceuta, que no llegó a realizarse (ADCE-D).
Poco a poco la situación local vuelve a lo que había sido la tónica en el Antiguo Régimen, desapareciendo cualquier atisbo de libertad en cuanto a derechos como el de reunión, prensa, religión... Retornan el obispo y los claustrales, se repone el Ayuntamiento de planta antigua, el gobernador continúa ostentando el poder político-militar y se forma la Milicia Realista. Esta milicia voluntaria vendría a aliviar un poco la falta de seguridad y de guarnición que se vivía en la población, pendiente de un posible ataque británico, que llegó a incluir en las rondas nocturnas a los eclesiásticos locales, en el verano de 1824, al producirse la toma de Tarifa por el general Valdés, quien había salido precisamente del Peñón.
La amenaza británica tenía su rostro más cercano en Gibraltar, cuya guarnición intentó adquirir por diferentes medios, en la primavera de 1824, el islote de Perejil, llegando el bajá de Tánger a visitar las cabilas cercanas para pulsar su opinión sobre la entrega (BC-FFB). Los anyerinos negaron su apoyo a la operación y la guarnición de Ceuta fortificó sus líneas ante posibles incidentes, que los militares locales atribuyeron más a la intención de atacar la ciudad en un nuevo cerco que a las pretensiones sobre el islote.
Vista de Ceuta desde la
batería de San Sebastián,
atribuida a Enrique Facio.
Archivo General de Ceuta.
La Pragmática
Sanción, promulgada
por Fernando VII en
1830, permitía la
eventual subida al
trono de una mujer
En los meses posteriores, y ante las sospechas de un complot liberal sobre Ceuta, alentado desde Gibraltar y en el que parecía estar implicado José Moreno Guerra, se reforzará la guarnición con 200 hombres, mientras que José O’Donnell, comandante general del Campo de Gibraltar, no podía dejar de manifestar sus temores sobre la seguridad de Ceuta (Posac Jiménez, 1998).
Dentro del país, no todos estaban de acuerdo con la marcha de la política nacional, ni tan siquiera en las filas conservadoras. En 1825 será expulsado de la ciudad el canónigo Andrés Claudel (ADCE-AC), quien se había mostrado partidario de la causa sediciosa del general Bessieres y, aparte de conocidos liberales que vienen a cumplir condena o destierro a Ceuta, habrá también absolutistas, como el célebre cura Corrons, que había sido confesor de la heroína carlista, natural de Ceuta, Josefina de Comerford, habiendo formado parte ambos de la regencia de Urgel (Pirala, 1984). Otro motivo de preocupación eran los numerosos fugados, ya fueran presidiarios o soldados, que desertaban pasando al campo enemigo y entrando en contacto con los exilados liberales refugiados en Tánger y Gibraltar. Hay que tener en cuenta que cada vez que se producía alguna revuelta –en esos momentos, por ejemplo, la de los Malcontentos de 1827–, continuaban llegando confinados y desterrados.
El 5 de marzo de 1827 se lee por la corporación municipal la Real Orden que establecía la nueva planta de los ayuntamientos, que habrían de tomar posesión en enero del año entrante. Así sería también en Ceuta, dándose término a la Junta de Ciudad para constituir un Ayuntamiento formado por un presidente, tres regidores, un síndico y dos diputados, que contaban, desde diciembre de 1825, con un nuevo Reglamento de Propios y Arbitrios (AGCE-AC).
La nueva corporación tendrá cada vez más competencia en materia urbana, lo que se traducirá en disposiciones sobre la rotulación de calles, numeración de manzanas y casas, la construcción del cementerio de Santa Catalina en 1830 o la compra de terrenos para levantar un nuevo mercado entre la pescadería y la casa del gobernador, en la Marina. Igualmente recibirá algunos bienes de propios y se le entregarán parajes públicos como los jardines de la Fuente del Hierro y los de la Teja. Sin embargo, también comenzarán a ponerse en cuestión algunos de los privilegios locales, como la exención de contribuciones, la de servir en el ejército o el no uso de papel sellado, que en este último caso refrendará una Real Orden de 3 de agosto de 1828.
Respecto a las relaciones con Marruecos, en mayo de 1828 los anyerinos volvieron a ocupar posiciones señaladas dentro del denominado “terreno pactado en las capitulaciones celebradas en el año 1782 y ratificadas en 1803”, es decir, después de la ocupación verificada en esos años.
Esto obligaría a una nueva negociación y alteración de límites que duró hasta el verano de 1830 (García Franco, 1988). Una de las preocupaciones nacionales, en esos momentos, fue sin duda la sucesión de la corona. Recién casado, por cuarta vez, con M.a Cristina de Borbón, Fernando VII promulga el 29 de marzo de 1830 la Pragmática Sanción, permitiendo así la eventual llegada al trono de una mujer. El 10 de octubre de ese mismo año nacería la futura Isabel II y dos años más tarde su hermana, la infanta Luisa Fernanda.
Las protestas de los partidarios del infante don Carlos se recrudecieron hasta conseguir, durante una enfermedad del rey, la derogación de la Pragmática en
Libro de Actas del
Ayuntamiento de Ceuta.
Archivo General de Ceuta.
1832, pero la recuperación del monarca no sólo permitió su reposición, sino también la jura de Isabel como heredera, quedando el país abocado a la guerra civil, como de hecho sucedió, a la muerte de Fernando VII, el 19 de septiembre de 1833. Todos estos vaivenes político legislativos se vivirán en Ceuta mediante la llegada de comunicaciones y disposiciones, así como la celebración pública de muchos de ellos.
ISABEL II
Minoría de edad.
Regencia de María Cristina (1833-1839)
Retrato de la reina regente María Cristina de Borbón. Colección José Luis Gómez Barceló.
La llegada al trono de Isabel II, con tan sólo tres años de edad, bajo la regencia de su madre, María Cristina, con la asistencia de un Consejo de Gobierno, estaba marcada por el enfrentamiento entre liberales y absolutistas, lo que llevaba a una guerra civil segura, que se declaró en 1834. Andrés Claudel, canónigo de la catedral de Ceuta y conocido carlista, será acusado, en marzo de 1834, de dar publicidad a un panfleto en contra de Isabel II y sus derechos al trono. El Ayuntamiento, consultado por el gobernador, no tendrá más remedio que informar de su comportamiento anterior, que incluía el destierro en 1825, al pronunciarse en favor de Bessieres (AGCE-AC). En esos días, una Real Orden declaraba a Ceuta provincia de Cádiz, ante la consulta del gobernador Mateo Ramírez sobre la falta de definición de la ciudad en la división provincial de Javier de Burgos, promulgada el 30 de diciembre de 1833. La disposición especificaba, “conforme con lo expuesto en la Comisión de rectificación de límites, que la ciudad de Ceuta corresponde a la provincia de Cádiz, así en el ramo de fomento como en los demás que hoy la sujetan a esta Capital y que su Ayuntamiento debe entenderse directamente con la subdelegación del cargo de V.S. lo mismo que los demás pueblos de la provincia” (AGCE-AC). Mateo Ramírez se enfrentará a una enorme crisis en la ciudad, agravada por la amenaza sanitaria del cólera morbo. En julio de 1834, sin dinero para el rancho del presidio, se verá obligado a pedir 20.000 reales al Ayuntamiento, a lo que sumará nuevas peticiones de la pagaduría en diciembre 13.000 reales para viudas y huérfanosy abril de 1835, esta
La subida al trono de Isabel II produjo la reivindicación de la corona por su tío, Carlos María Isidro. Una aspiración dinástica que desembocó en lasguerras carlistas
Sin embargo, lo que más llama la atención es que este pronunciamiento, que ha pasado inadvertido a los historiadores locales y nacionales, se anticipa en una semana al de La Granja, que se produce el 12 de agosto de 1836. El 25 de agosto, el Ayuntamiento, en traje de gala, se disponía a jurar la Constitución de 1812 en las Casas Consistoriales.
El nuevo gobierno de José María Calatrava, que restauró la política radical de Mendizábal, convocó Cortes extraordinarias para decidir si se mantenía en vigor la Constitución de 1812 o se redactaba una nueva, que fue lo que se decidió, dando lugar a la Constitución de 1837, en la cual Ceuta no merecería mejor tratamiento que en la anterior (Lería, 1991). Un ejemplar de la misma, firmado por la reina, llegaría a la ciudad el 27 de junio de 1837, realizándose el juramento de las autoridades ceutíes en la catedral, el 8 de julio siguiente (ADCE-AC).
En el año transcurrido entre un acto y otro de fidelidad a sendos textos constitucionales se acentúan las disensiones con el gobierno provincial de Cádiz sobre elecciones de diputados y senadores –que seguirán eligiendo con Cádiz, según Real Orden de 24 de septiembre de 1837–, las contribuciones que debían aportar a la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia, así como los quintos que reclamaban y que hasta ahora nunca se habían pedido a Ceuta, por considerarse plaza de guerra. La lucha del Ayuntamiento, sobre este último tema, girará en torno a conseguir que, de ser reclutados, al menos pudieran hacerlo en uno de los regimientos de la guarnición.
Hecho fundamental en la normalización institucional fue la celebración de elecciones municipales, que dieron por resultado la elección de un nuevo Ayuntamiento constitucional, presidido por Pedro Carnicero, que tomó posesión el 1.o de enero de 1837 (AGCE-AC).
En estos meses van a ocurrir dos sucesos que romperán la tranquilidad de los ceutíes y tendrán consecuencias en la política internacional española. El primero de ellos será el asesinato del concejal del Ayuntamiento de Ceuta José Valverde, la tarde del 28 de marzo de 1837, a manos de los cabileños, cuando trataba de obtener información sobre movimientos de personas en los límites de la población. El segundo tendría lugar la noche del 15 al 16 de julio de ese mismo año: según informará el cónsul de España en Tánger Antonio de Beramendi al primer secretario de Estado en Madrid, “un considerable número de moros se habían apoderado de toda la línea española –en el Campo Exterior de Ceuta– que comprende los puntos La Talanquera, Otero y torre del Vicario hasta el mar” (García Franco, 1988). Lázaro García Pertierra, presidente del Cabildo Catedralicio, narrará también los hechos, cómo los marroquíes habían colocado “chozas y soldados en la línea que forma el lugar llamado el Otero, sirviendo de centro este en la extensión de aquella con los sitios llamados Rivero del Puente y torre del Vicario por la derecha y con la calle del Topo y Morro o Salto de la izquierda, quedaron dueños de más de la mitad del Campo”, y cómo al tiempo de las conversaciones entre el bajá y el gobernador, en las inmediaciones de las murallas, no sólo se transigió con que se mantuviera la ocupación, sino que se dieron 21 cañonazos de salvas, lo que según el relatante, más parecía un voto de “gracias por habernos privado de la mitad del campo y no de todo él” (ADCE-AC).
Se consumaba así una nueva usurpación de terrenos de la plaza y con ello la modificación del statu quo que obligará a una larga serie de conversaciones que no verían término hasta la firma de un nuevo tratado de límites en 1844.
Durante el año 1838 las reclamaciones económicas de Cádiz sobre la municipalidad no dejarán de crecer, tanto las ordinarias como las territoriales y de guerra. Los regidores se verán totalmente desbordados por dichas pretensiones, en ocasiones tan gratuitas como cuando se solicitaba contribuir a los gastos del juzgado de Algeciras como cabeza de partido, siendo el caso que los ceutíes se hallaban afectados únicamente por el fuero militar.
En 1839 la guerra civil tocaba a su fin. Los ceutíes no habían sido ajenos a los sucesos entre carlistas e isabelinos. Recordar, al efecto, el intento de motín de octubre de 1838 (García Figueras, 1971) y la colocación de carteles en sitios públicos, en noviembre de 1838, advirtiendo de las penas que se aplicarían a quienes no acatasen la Constitución y a Isabel II como reina de España (AGCE-AC). Además, en la contienda había numerosos militares de la guarnición, entre los más destacados generales liberales, el ceutí Isidro de Alaix –nombrado en 1847 Conde de Vergara y que había sido Ministro de Marina, Guerra y hasta Presidente del Consejo de Ministros interino–, quien junto a Diego de León venció en Villarrobledo, el 20 de septiembre de 1836, a las tropas carlistas de los generales Gómez y Cabrera.
vez de 30.000 que negó el Consistorio. El capítulo no había acabado y en diciembre, su sucesor, Joaquín Gómez Ansa, al no conseguir una nueva ayuda, se incautó de la caja municipal a título de anticipo (AGCE-AC).
Aunque no tenga relación directa con estos hechos, hay que destacar en esos momentos una disposición que en parte aliviaría las responsabilidades del general. Se trata de la Ordenanza General de los Presidios del Reino, fechada el 14 de abril de 1834, y que supuso el cambio de dependencia de los presidios del Ministerio de la Guerra al de Fomento, sin perjuicio de la capacidad de inspección de la autoridad militar sobre los penados destinados en establecimientos y obras militares. Por ella, además, se clasificaban los diferentes establecimientos penales del reino, quedando los de África, como el de Ceuta, destinados a reos con penas superiores a ocho años de reclusión (Baeza, 1985).
Fruto de la nueva ley municipal sería un Ayuntamiento civil, designado mediante Decreto de 23 de julio de 1835 y que tomaría posesión el 22 de diciembre de 1835, bajo la presidencia de Ignacio Huguet. Es decir, que ahora el comandante general no presidía el Consistorio y, por tanto, no podía disponer a su antojo de los bienes del común. El nuevo Ayuntamiento se verá, en general, entre la espada y la pared: la espada del comandante general, que no quería renunciar a su poder y ponía por delante las necesidades de la plaza y presidio a los del municipio, y la pared de la Diputación Provincial, que tratará de que el Ayuntamiento contribuya a las arcas provinciales en la misma proporción que los demás pueblos bajo su gobierno, y en orden a su población de hecho.
En Madrid, desde la asunción de la regencia por María Cristina se habían sucedido los ministerios conservador de Cea Bermúdez, moderado de Martínez de la Rosa, liberal moderado del conde de Toreno, liberal de Mendizábal y moderado de Istúriz, que caería en agosto de 1836 víctima de la conspiración de los sargentos de la Guardia Real en La Granja. Incluso se había aprobado el Estatuto Real en 1834, un texto programático con ínfulas de Constitución.
A niveles locales, los episodios más importantes vividos serán la desamortización de los bienes de las órdenes religiosas y exclaustración de sus frailes en 1836 y la crisis económica que obligará, de nuevo en ese mismo año, a anticipar dinero de la caja municipal a la Real Hacienda para hacer frente al pago de los sueldos.
En una época proclive a los levantamientos militares, no es de extrañar que una plaza militar como Ceuta sufriera iniciativas y consecuencias con frecuencia. El 12 de julio de 1836 se conoció la Real Orden de 30 de junio por la que se suspendía el acuerdo de las Cortes de 1820 por el que Ceuta se integraba en la provincia de Cádiz y se reunía en el comandante general el poder político y militar, dependiendo directamente de Madrid (AGCE-AC).
El 7 de agosto de 1836, el Cabildo municipal y el catedralicio son informados del pronunciamiento que el día anterior había dado lugar a la firma de un acta por el comandante general Pedro Carrillo de Albornoz y los jefes de la plaza para poner Ceuta bajo la Constitución de Cádiz de 1812, a la que se va a sumar el municipio, bajo la presidencia accidental de Domingo Matres. El acuerdo del Obispado será más político y en sus deliberaciones nos ofrecerá las razones manifestadas por el gobernador para tal decisión:
La efervescencia que se había advertido en las tropas, cuyos deseos se habían manifestado de un modo positivo en varias ocasiones dando vivas a dicha Constitución en diferentes parajes públicos y temerosos dichos señores jefes de no poder convencerlos por más tiempo y temerosos de que faltando a la subordinación se cometiesen atentados horrorosos y males de la mayor trascendencia, lo habían acordado así sobre lo que habían oído el dictamen de todas las autoridades de la plaza, entre ellos el del Ilmo. Sr. Obispo (ADCE-AC).
El dictamen del prelado Juan Sánchez Barragán y Vera era del siguiente tenor:
Debiendo salvar mi responsabilidad en cumplimiento de la Real Orden de 23 de mayo de este año, y la que pudiera imputárseme en los horrorosos males que prevén los Señores Jefes de esta Plaza en su Sesión y Junta de 6 del actual, si desistiese del dictamen de los mismos, en el supuesto que este Pueblo se halla ahora y se hallará siempre identificado con la Nación, dispuesto a abrazar el sistema de gobierno que esta establezca sin que jamás se le considere en hostilidad sino con los enemigos del Trono de Isabel 2.a cuyos principios son conformes a mi sentir, como Obispo, y verdadero español, nada tengo que oponer a lo dispuesto (ADCE-AC).
Otro caso de participación fue el envío de milicianos por el comandante general de Ceuta al Campo de Gibraltar, para hacer frente a la expedición del general Miguel Gómez, en 1836. Además, el Regimiento Fijo de Ceuta participará en numerosas acciones entre 1835 y 1840, sufriendo por ello crecidas bajas, recompensadas con medallas de honor y homenajes del resto de las tropas, sin contar el sufrimiento y las penurias vividas por sus familias ante sus ausencias.
La contienda, a pesar de la prolongación de algunas operaciones de reconquista de poblaciones en el año 1840, tiene término en la firma del convenio de Vergara, el 31 de agosto de 1839, que por cierto celebró la guarnición de Ceuta con un reparto extraordinario de carne y vino (AGCE-AC). Curiosamente, el motín carlista más importante que tiene lugar en Ceuta va a ocurrir pocos meses antes, concretamente el 4 de febrero de 1839, obligando al gobernador a decretar el estado de sitio y la movilización de la Milicia Nacional, habiéndose detectado una conspiración de hombres desarmados proclamando al pretendiente carlista, Carlos V (AGCE-CE, ADCE-AC). El motín se saldará con un consejo de guerra, en el que serán juzgados todos los detenidos y ejecutados un número importante de ellos (BC-FFB).
Regencia del general Espartero (1839-1843)
Uno de los generales más destacados en la primera Guerra Carlista sería Baldomero Espartero, defensor a ultranza de la causa isabelina y cuya carrera debía a la caída del Antiguo Régimen, ya que sólo fuera de los privilegios de antaño podía llegar de soldado a general el hijo de un carretero. Espartero, que ya había rechazado el gobierno de la nación en 1837 de manos de la reina gobernadora, llega en 1840 a presidir el Consejo de Ministros. En esos días la situación nacional era asfixiante.
Plano de la ciudad y plaza de
Ceuta, de Tomás López. Archivo
General de Ceuta.
“siempre he querido que se cumpla la voluntad nacional, porque sin obediencia a las leyes la libertad es imposible”, Baldomero Espartero en la sesión de las Cortes Constituyentes del 28 de noviembre de 1854
Moderados y progresistas se dividían el poder mientras la agitación aumentaba en varias provincias. La corte se trasladó a Barcelona el 29 de junio de 1840, Espartero salva la vida de la reina en la sublevación del 19 de julio y, ya en Valencia, tras presentarle su programa, que llevaba en la práctica a una corregencia, da lugar al abandono de M.a Cristina del país y el nombramiento de Espartero por las Cortes como regente, el 10 de mayo de 1841, mientras que Agustín de Argüelles sería designado tutor de la reina y su hermana.
El 15 de junio de 1840 una Real Orden determinaba que la Diputación Provincial no exigiera en lo sucesivo cuota alguna al vecindario de Ceuta para gastos del presupuesto provincial ni para los arbitrios que se derramaran. Además, ordenaba hacer un padrón de habitantes con distinción de profesiones y dependencia del Estado para poder estudiar cómo alcanzar el presupuesto necesario para las necesidades del municipal. La disposición ponía un punto y aparte a los problemas económicos del Ayuntamiento y sus relaciones con la Diputación Provincial (AGCE-AC).
Diputación Provincial (AGCE-AC). Pero no eran las cuestiones locales las únicas que afectaban a la Ciudad, que siempre estuvo atenta a los sucesos nacionales. A la salida del país de la reina, se desencadenan los pronunciamientos en su favor, entre ellos el más importante fue el de Madrid, el 1.o de septiembre, por el que la Milicia Nacional ocupó los principales edificios de la capital y se hizo cargo de la situación sin resistencia del ejército.
Antes de que comenzasen a secundar el pronunciamiento de Madrid las principales capitales de la nación lo hizo Ceuta. Concretamente el 7 de septiembre, el comandante general José María Rodríguez Vera convoca al Ayuntamiento y en sesión de ese día hace leer un manifiesto pidiendo “el apoyo al pronunciamiento de Madrid para sostener a toda costa la Constitución de 1837, el Trono de Isabel II y la Regencia de su Madre”, siendo aceptada por unanimidad (AGCE-AC). Un mes después, cuando Cádiz se sume al elenco de ciudades pronunciadas, pedirá el apoyo de Ceuta a la sublevación de Madrid y en pro de la Constitución, lo que obviamente el Ayuntamiento refrenda en sesión de 28 de septiembre de 1840. Sin embargo, Cádiz no ignorará el papel de adelantada de la ciudad del otro lado del Estrecho y el 3 de octubre el comandante general hará saber cómo la Junta Provincial del gobierno de la provincia de Cádiz había felicitado a Ceuta y su gobierno por su espíritu constitucional. Además, envía 80.000 reales para aliviar las penurias de la milicia y animar a la guarnición en el caso de que tuvieran que defender la plaza con las armas, al haber noticias de estar haciendo Marruecos preparativos para atacarla. Un año más tarde, la Milicia Nacional sería condecorada por su actitud en los hechos referidos e, incluso, a comienzos de 1842 se concedieron cruces de distinción y la cruz denominada “A los beneméritos milicianos” a los soldados de la compañía de Cazadores (AGCE-AC; Melle, 1988).
Así pues, la noticia de la renuncia de la reina madre a la regencia y la formación de una provisional compuesta por varios ministros, conocida en Ceuta el 21 de noviembre de 1840, debió ser una sorpresa para las autoridades locales, aunque hay que hacer notar que no provocó la sustitución del gobernador Rodríguez Vera.
Desde comienzos de 1841 las actas municipales muestran un intento de normalización democrática del país, y por tanto también de la ciudad. Ya en 1840 vemos cómo se aplican normativas nacionales como la instauración del Registro Civil Municipal o que los alcaldes hagan de jueces de paz, sustrayendo esa función a los auditores de guerra. Tras las elecciones a Cortes el diputado por el distrito José González de la Vega agradece la confianza del vecindario, se dan a conocer las normas para las elecciones municipales, aparece la Junta de Beneficencia y se solicitan edificios y presupuestos para conseguir una enseñanza de segundo grado, perdida con la exclaustración de franciscanos y trinitarios. Todo ello, eso sí, desde la más absoluta penuria económica.
Esta adaptación se produjo no sin reticencias. Así, el gobernador Rodríguez Vera consiguió que en la sesión de 6 de agosto de 1841 el Ayuntamiento se declarase a favor de su propuesta al Gobierno de que Ceuta fuese declarada posesión de ultramar para los próximos diez años, siendo regida por leyes especiales basadas en sus fueros. Sin embargo, el municipio prestó su aceptación con la condición de que se respetase el derecho electoral de nombrar diputados, proponer senadores y mantener todos aquellos derechos otorgados por la vigente Constitución de 1837. Inmediatamente, por cierto, se formó una comisión para estudiar y reunir los fueros y privilegios de la ciudad, que
El ceutí Isidro de Alaix, conde de Vergara, vencedor de la batalla de Villarrobledo. Grabado de J. Vallejo, 1846. “Galería Militar Contemporánea”.
El gobernador de Ceuta Rodríguez Vera solicitó en 1841 la declaración de la ciudad como posesión de ultramar
básicamente consistían en no pagar contribución alguna en recompensa a los hechos de armas de sus naturales, a pesar de reconocer que deberían contribuir en algo a la nación, sin mencionar otros muchos conocidos como la exención de ser reclutados, el derecho de asilo, el de no utilizar papel sellado... (AGCE-AC).
Rodríguez Vera, aparte la escasa contribución del municipio a su representación, introdujo en la misma una interesante relación de reclamaciones. En primer lugar, en su exposición de motivos justifica con reales cédulas los fueros y privilegios locales, la exención de contribuciones a los escasos medios con que contaban para hacerlo y la no aportación de soldados en lo injusto que era para una población, siempre al pie de la defensa, destacando la muerte del teniente Ruiz en 1808 o las numerosas bajas sufridas en la ciudad por el Regimiento Fijo en batallas como Ordesco y Siete Aguas. También se refiere a que su petición de declarar Ceuta punto de depósito mercantil, para desarrollar la población a través de la concurrencia de buques nacionales y extranjeros, era más modesta que la declaración de punto de libre comercio que pidió el gobernador Gómez de Butrón en 1820, y considera necesaria la tolerancia religiosa, ante la ubicación geográfica de la población, considerando que ésta era ya tácitamente admitida por la permanencia de las familias de los soldados mogataces afincados en 1792. En resumen, Rodríguez Vera pedirá:
1o Declaración, al menos por 10 años, de considerar a Ceuta posesión de ultramar, regida por leyes particulares.
2o Declaración de Ceuta como punto de depósito mercantil.
3o Que naturales y extranjeros puedan fijar en ella su residencia.
4o Que si se accediese a estas peticiones y pasado el tiempo se volviera a la situación anterior, no debiera entenderse nunca que renunciaban a sus fueros y privilegios anteriores (AGCE-AC).
En el verano de 1841, la regencia está dividida en dos bandos, los unitarios y los trinitarios, según estuviera al cargo de la misma una sola persona –Espartero– o tres. El regente, además, no sólo era contestado por su política económica y religiosa, sino también por el ejército. La sublevación de Pamplona, el 27 de septiembre, que llevó al fusilamiento de Diego de León, quien había compartido triunfos en la guerra civil con el ceutí Isidro de Alaix, constituiría el momento más difícil del Gobierno. La represión sobre sus compañeros y la posterior contra los progresistas catalanes, en diciembre de 1842, inmersos en la cuestión algodonera, propiciarían la revolución de 1843.
Precisamente, los sucesos de 1842 impedirían la visita a Ceuta de la esposa del regente, Jacinta Martínez de Sicilia, cuyos preparativos estaban en aquel momento tan avanzados que hubo que pedir permiso a la Diputación Provincial para poder abonarlos del presupuesto (AGCE-AC).
En este otoño de 1842, y después de una enorme sequía que obligó a las autoridades a tomar medidas extraordinarias racionando el agua y abriendo pozos, se produjo uno de los peores temporales recordados, concretamente el 10 de octubre de 1842, causando gravísimos daños en la población. El regente del reino, ante la magnitud de la catástrofe, ordenó al intendente de Málaga que entregase 12.000 duros para repartir entre los afectados, abriéndose una suscripción popular en toda España para reparar edificios y fortificaciones.
Al tiempo, era en ese mismo mes de noviembre cuando se producía el levantamiento de la burguesía y los obreros de Barcelona, al verse perjudicados sus intereses económicos y financieros. La contestación del Gobierno fue el bombardeo de la ciudad, que desde Ceuta se verá con distancia, pero, en el espíritu del momento, se convocará al pueblo a la entonación de un “Te Deum por la libertad de la Reina y su hermana, en la Catedral” (ADCE-AC).
En los primeros meses de 1843 se multiplican las manifestaciones de descontento protagonizadas por las dos ramas de liberales, moderados y progresistas, y a partir de mayo se suceden las insurrecciones en diferentes ciudades, siendo las más importantes las de Málaga, Granada y Valencia, “en defensa de la Constitución de 1837, de la Reina Constitucional D.a Isabel II y de la Defensa Nacional”.
En Ceuta, el Ayuntamiento sigue luchando con sus problemas económicos, intenta que los judíos que entran y salen de la población paguen los correspondientes impuestos y se prepara para la convocatoria de elecciones. El 18 de junio se declara fiesta nacional para conmemorar la promulgación y sanción de la Constitución, y la ciudad se viste de fiesta con luminarias y corridas de novillos. Incluso se celebra una
Retrato de Agustín de
Argüelles. Colección José Luis
Gómez Barceló.
procesión cívica, saliendo del Ayuntamiento, a la que asistieron los canónigos de la catedral, de manteo, llevándose en ella el retrato de la reina. Seguramente, en esa jornada se fraguan los acontecimientos que se sucederán en los días inmediatos.
El 19 de junio, el comandante general, Rodríguez Vera, junto con los jefes militares, los de la Milicia Nacional, Hacienda y los alcaldes 1.o Francisco de Paula Pérez y 2.o Cayetano González Novelles se reúnen para decidir pronunciarse o no, siguiendo a otras ciudades de Andalucía. Los alcaldes declaran no poder hablar en nombre del pueblo hasta saber la opinión del Ayuntamiento y la Milicia Nacional, por lo que al día siguiente se celebra un pleno y tras manifestarse todos en favor de la “Constitución de 1837, Isabel II Constitucional, Independencia Nacional y Proyecto de Ministerio López” y obviando la petición de un ciudadano que quería que se incluyese la regencia del duque de la Victoria, se comunicó al general de la plaza, formándose una Junta Provisional de Gobierno (AGCE-AC).
La decisión de las autoridades ceutíes tendría su repercusión en Algeciras, que se sumó el 21 de junio al movimiento, y con ella otras poblaciones del Campo de Gibraltar (Vicente, 2001), pues si en un principio el gobernador Carondelet se mantuvo fiel a Espartero, al salir hacia Gaucín para sofocar la revuelta, su segundo, el brigadier Antonio Ordóñez –años después al mando de la guarnición ceutí– al grito de “Libertad y Patria” levantó la guarnición en favor de la Constitución.
Rodríguez Vera, el 24 de junio, hará saber al Ayuntamiento la decisión de la Junta Provisional de Gobierno de que los funcionarios y empleados públicos ejercieran su autoridad con independencia, restableciendo las ordenanzas militares y reglamentos fernandinos y movilizando a todos los hombres entre 16 y 60 años. Además, todos los buques quedaban a disposición de la Junta. El Ayuntamiento, en su apoyo, emitió una alocución llamando a las armas a todo el pueblo para suplir las seis compañías del Galicia 19, de guarnición en la población, y que habían sido trasladadas al Campo de Gibraltar.
Para su actuación, la Junta tendrá serios problemas económicos, por lo que determinará declarar la almadraba como bien de propios, una reivindicación municipal que venía pidiéndose varios años. La almadraba estaba adjudicada al gremio de mareantes de Algeciras y así, en 1843 se producirá un incidente entre las autoridades de ambas poblaciones, al concederla a dos personas diferentes: Algeciras, a Andrés de Mesa y Morales, y Ceuta, a José Cano de Santayana, pertenecientes ambos al mismo grupo familiar.
Durante todo el mes de julio siguen llegando las noticias de hechos de armas que anticipan la derrota de Espartero, quien, el 2 de agosto, perdidas ya todas las esperanzas de victoria, parte con rumbo a Lisboa primero y Londres después.
Los meses siguientes estuvieron marcados por la vuelta a la normalidad nacional y local, el proceso electoral y el reconocimiento del comportamiento de los ciudadanos ante la revolución triunfante. En Ceuta se otorgaron diplomas a los concejales el 18 de agosto de 1843, llegándose a solicitar del Gobierno, el 11 de octubre, la concesión de un título que sumar a los de “Siempre Noble, Leal y Fidelísima”, con que ya contaba, en reconocimiento a haber sido la primera población de la Península en secundar el movimiento, a pesar de sus condicionamientos geográficos y legales (AGCE-AC). Título que nunca se concedió, mientras que Algeciras sí que recibía la confirmación del de “Muy Ilustre Ciudad” y la concesión del de “Muy Patriótica” (Vicente, 2001).
No obstante, ante el licenciamiento de la quinta de 1838, a finales de septiembre, la plaza quedó muy desguarnecida, por lo que a pesar de haberse suspendido la movilización general a finales de agosto y quedar convertida en una guardia de prevención, se formaron tres compañías de voluntarios para hacer guardias por la población.
Mayoría de edad de Isabel II. La década moderada (1844-1854)
La caída de Espartero deja el gobierno en manos de una coalición de moderados y progresistas, que no estaban en condiciones de mantener el poder durante mucho tiempo.
Así pues, se decidió adelantar la mayoría de edad de la reina, que se declaró el 10 de noviembre de 1843 por las Cortes, propiciando la denominada década moderada.
El 1.o de diciembre de 1843 la ciudad celebraba la proclamación y jura de Isabel II, tremolando por tres veces el pendón real, con el sombrero en la mano, al grito de “Castilla, Castilla, Castilla, la muy noble, leal y fidelísima Ciudad de Ceuta proclama y jura por su Reina legítima constitucional a doña M.a Isabel Luisa de Borbón”, tirando en
El general Diego de León y Navarrete, fusilado por unirse al alzamiento moderado de O ́Donnell contra Espartero.
Grabado de Bucheti de 1845. “Álbum del siglo XIX”, Museo Zumalakarregi.
la segunda de las veces las monedas de plata acuñadas al efecto y descubriendo su retrato. El programa, como era tradicional, incluía luminarias, músicas y corrida de novillos (AGCE-AC).
Durante el último mes del año, las principales preocupaciones de la población eran las informaciones de otras ciudades en apoyo de la petición de declaración de Ceuta como puerto franco, las condiciones de arrendamiento de la almadraba y la competencia que estaba produciendo para los comerciantes locales el asentamiento de judíos, que se sumaba al perjuicio que hacían, tanto a este sector como al artesano e industrial los talleres de confinados.
En febrero de 1844 es reemplazado Rodríguez Vera al frente de la Comandancia General de Ceuta por Francisco Warletta, y el 30 de marzo tomaría posesión como alcalde Antonio Huguet, quien mantendrá la vara de gobierno durante una década.
Murallas meriníes de Ceuta.
Fotografía: G. W. Wilson.
Arzobispado de Tánger.
Los cambios serán aprovechados por la Diputación Provincial para competir de nuevo con el Gobierno militar en cuestión de autoridad, casi siempre aplicada sobre el municipio. Una Real Orden de 17 de febrero volverá a poner luz en el asunto, dictaminando que toda relación entre la Diputación y el Ayuntamiento se haría mediante el comandante general, y que en lo referente a elecciones Ceuta se consideraría un pueblo más de la provincia de Cádiz, con iguales atribuciones en todos los ramos.
No sería la única disposición importante en esos días, una Real Orden de 23 de febrero confirmaba la franquicia en los géneros de comer, beber y arder nacionales y extranjeros sin poderlos reexportar (esa última parte de la disposición haría prácticamente nulas las ventajas que se pretendían).
Atentos a las noticias que vienen de la corte, el 15 de marzo de 1844 el Ayuntamiento es informado por el comandante general de haberse rendido a discreción Alicante y sus castillos en favor de la lealtad, y días más tarde de la vuelta de la reina madre, el fallecimiento de Agustín de Argüelles y la creación de la Guardia Civil. Sin embargo, las actas capitulares silencian un hecho importante que afectará notablemente a la población: en febrero de 1844 es asesinado en Marruecos el agente consular de España en Mazagán hoy Al Jadida– Víctor Darmón, lo cual, sumado al ataque del cuerpo de guardia de La Florentina, en Melilla, dio lugar a la apertura de una crisis entre ambas naciones, que cambiaría el rumbo de las largas conversaciones sobre los límites de Ceuta comenzadas tras los sucesos de 1837 (Martín Corrales, 2004). De nuevo se producen incidentes en la línea fronteriza ceutí, y el Gobierno reúne un ejército de 4.000 hombres en las inmediaciones de Algeciras, al mando del general Villalonga, dispuesto a intervenir si hiciera falta. Comienza
El gobierno moderado promulgará en 1845 una nueva Constitución y acometerá una serie de reformas de inspiración liberal
situación de los últimos años, pues las relaciones entre Gobierno de Cádiz, Gobierno de Ceuta y Ayuntamiento se habían delimitado con anterioridad, y, con respecto a la segunda de ellas, nadie parecía sustituir a la Iglesia ni al Ejército en su labor al frente de la enseñanza secundaria.
En orden a su importancia, la aprobación de la norma fundamental, la Constitución de 1845, no parecía alterar la situación local. Una de las innovaciones que más preocuparon en Ceuta fue la reforma del sistema fiscal, basado en los impuestos directos e indirectos. Los primeros, como eran las contribuciones rústica y urbana, el subsidio industrial y de comercio y el personal o de inquilinato fueron muy mal entendidos (Paredes, 2000) y declarados de difícil aplicación en la población. Entre tanto conseguían la excepcionalidad de la ciudad, en parte resuelta por Real Orden de 10 de julio de 1846, tuvieron que hacer el correspondiente padrón que, si tenemos en cuenta los dos grupos de militares y presos que a tercios formaban la población, nos ofrece una situación bastante interesante y equiparable a otras ciudades del entorno en cuanto a profesiones y actividades. En cuanto a los segundos, el derecho de hipoteca y el impuesto sobre el consumo de bienes entraban más en la esfera de lo admisible por los ciudadanos, en especial los últimos, que eran los que habían existido siempre para financiar la institución municipal.
Otras dos reformas tendrán mayor incidencia a medio plazo. Por una parte, el restablecimiento de las relaciones Iglesia-Estado, con la aprobación el 14 de febrero de 1845 de la Ley de Dotación de Culto y Clero, para compensar la desamortización de bienes eclesiásticos, declarando la religión católica como única de la nación –lo que volvía a dejar en la tolerancia alegal a musulmanes y judíos–, reconociendo el Regio Patronato, y comenzando las negociaciones para firmar un nuevo Concordato, que llegaría en 1851 con la reducción del Obispado de Ceuta. La otra gran reforma sería la del Ejército, que daría por resultado la conversión de la Comandancia General en Capitanía, entre 1847 y 1851, lo que veremos en su momento.
aquí, para muchos especialistas, un nuevo modelo de relación entre España y Marruecos, conectado con la política magrebí iniciada por Francia y que tendrá como resultados prácticos inmediatos el Tratado de Tánger de 25 de agosto de 1844, en cuyo artículo I se reconocían las fronteras de Ceuta trazadas en 1837; el Acta de ejecución de dicho acuerdo, firmada el 7 de octubre de 1844, por la que se establecían los límites de Ceuta, y el Convenio de Larache de 6 de mayo de 1845 aprobando y aclarando los anteriores (García Franco, 1988).
Los límites a los que se referían fueron reconocidos sobre los antiguos en presencia del “Agente y Cónsul de la Reina de la Gran Bretaña Drummond Hay, del Cónsul general Plenipotenciario de los asuntos de España por parte de su Reina don Antonio de Beramendi, del General Gobernador de Ceuta don Antonio Ordóñez, del empleado de la Cabila de Anyera el Cheg Mohammed Ben Tayeb Cancháa y del Caíd de la guardia de Ceuta que está actualmente residente en ella Cid Ajamed El Asary...
El primero de los límites es desde el mar de la Barraca ‘Hafats Accadar’ en la parte del Tinidac hasta el mar de Jandac Bab Al Arais (Barraca de la puerta de las Novias), que es la corriente de las aguas en el tiempo de las lluvias, y el primero de los del lado derecho pasando a la Barranca de Larais está dentro de los límites de Ceuta, y el lado izquierdo pertenece a los moros” (Cagigas, 1952). La entrega de los mismos tuvo lugar el 7 de octubre, tras una reunión en la misma ciudad, y en el relato de García Pertierra ya aludido cuando los sucesos de 1837, se narra así:
Después de algunas contestaciones entre los dichos moros y los tres individuos de la Compañía de Caballería, nombrados como peritos para la demarcación de la línea, se hizo la división del terreno, colocando banderas españolas, y enseguida estacas distribuidas en toda aquella; en cuyo centro, junto al sitio llamado las Higueras por haber en él algunos de estos árboles, se fijó una piedra con las armas de España esculpidas en la parte de oriente, y las de Marruecos figuradas con una media luna en la de occidente. Sirven para la división del terreno dos arroyos que se precipitan, uno hacia el norte por detrás de Ceuta la Vieja, y el otro hacia el sudoeste por la parte de allá del sitio llamado la Vegueta.
Presenciaron el acto muchas personas de todas clases, edades y sexos, las que tenían una satisfacción de recorrer el Campo en todas direcciones, tanto más agradable cuanto mayor había sido el deseo de que llegara esta ocasión, porque ciertamente faltando a esta ciudad el Campo o estando tan reducido como hasta ahora, impedía el desahogo que se goza paseando por él, sin peligro de la proximidad de los moros que de continuo pasaban por la última línea, y aún entraban en nuestra tierra, y además faltaba el pasto para el ganado, teniendo que pagar a los moros, si habían de entrar las vacas o carneros que se sostienen para el consumo de la Plaza, a pastar en la tierra que nos tenían usurpada.
Toda la tropa de la guarnición de ella estuvo formada con sus jefes, banderas, músicos, tambores y cornetas en la línea que forma el Otero con el Morro; y la de Artillería en la Muralla Real, mientras duró la división del terreno, su entrega y posesión, actos que duraron desde las dos de la tarde hasta que se ocultó el sol.
Al día siguiente fueron los cónsules y otros jefes acompañados de una compañía de zapadores al lugar de la línea o raya que es como suele nombrarse y se dio principio a la colocación de los pilares de piedra que han de marcar para en adelante la división o límite entre el campo español y el marroquí (ADCE-AC).
El año 1845 arrancará con los intentos de suprimir el sistema de suministros de algunos de los productos de abastecimiento por contrata, a los que el Ayuntamiento se opondrá en dos casos concretos: la carne y el pan. Otra de las luchas estará en combatir la campaña de las autoridades municipales de Algeciras para eliminar la franquicia ceutí de géneros de comer, beber y arder, que perjudicaba a sus intereses, y que la reina ratificaría por Real Orden de 2 de julio de 1845. Punto importante será, también, la autorización a Andrés de Mesa para calar la almadraba en la bahía sur, con la condición de que pusiera a la venta en el mercado 500 piezas de bonito diario a los precios acostumbrados que eran 9 cuartos hasta el 24 de junio y desde el día siguiente 8 cuartos sin huevas.
El Gobierno moderado va a dar, durante este año de 1845, una nueva organización al Estado, en la línea de reformas liberales que defendía. Comenzó por una nueva Ley de Ayuntamientos y otra de Instrucción Pública, que en nuestro caso cambió poco la
La ciudad desde la puerta del Baño del Gobernador. Fotografía: Arbona, 1894. Colección José Luis Gómez Barceló.
Para atajar la
sublevación de 1848,
el gobernador Ros de
Olano se verá
obligado a armar a la
población
Como apuntamos con anterioridad, el 10 de julio de 1846, la reina aprobaba una Real Orden por la cual se relevaba a la plaza de Ceuta del pago de toda contribución. El documento, trascrito en los libros de actas de distintas corporaciones venía a decir:
Intendencia de Rentas de la Provincia de Cádiz.– La dirección general de contribuciones directas con fecha 17 del actual me dice lo que sigue.– El Excelentísimo Sr. Ministro de hacienda con fecha 10 del actual ha comunicado a esta Dirección general la Real Orden siguiente.– He dado cuenta a la Reina (Q.D.G.) del expediente consultado por V.S. a este Ministerio en 24 de junio próximo pasado sobre la relajación del pago de las contribuciones territorial e industrial, que se solicita para la Plaza de Ceuta, en atención a la casi no interrumpida e inmemorial posesión en que dicha ciudad ha estado de no satisfacer las contribuciones públicas; a que de igual exención disfrutan los demás presidios de la Costa de África, y a las razones especiales de justicia y conveniencia que aconsejan esta medida.
Enterada de todo S.M. y de conformidad con el dictamen de esa Dirección General ha tenido a bien mandar: 1.o Que la referida Plaza de Ceuta quede exenta del pago de la contribución territorial, como lo está de la de consumos. 2.o Que goce de igual exención respecto a la contribución industrial. 3.o Que el importe de los cupos de la contribución territorial repartidos a dicha Ciudad en los seis últimos meses de 1845 y seis primeros del año corriente, se cubran con justa proporción del fondo suplementario de los demás pueblos de la provincia de Cádiz correspondiente a los mismos años. 4.o Igualmente que sin perjuicio de la exención que se concede a Ceuta se prevenga al Ayuntamiento de aquella Ciudad que en cumplimiento de las órdenes que se le tienen comunicadas forme y remita a la Administración de Contribuciones directas de la Provincia el libro padrón de su riqueza inmueble, cultivo y ganadería con arreglo al artículo 24 de la Real Instrucción de 6 de diciembre de 1845 y modelo no 8 que en él se cita, entendiéndose todo sin perjuicio de dar cuenta a las Cortes de esa disposición a su debido tiempo. De Real Orden lo digo a V.S. para su inteligencia y efectos correspondientes y la Dirección lo hace a V.S. para los mismos fines (AGCE-AC).
En el año 1847 vuelve a haber escasez de trigo, y el Ayuntamiento tiene que buscarlo incluso en Gibraltar, para asegurar el suministro de pan. Ese año continúan los problemas por las contribuciones, en un pulso continuo con Cádiz que se traslada también a la relación con el Gobierno militar, principalmente en material electoral, por lo que el Gobierno emitirá una Real Orden el 18 de julio para aclarar el papel de ambos gobiernos.
Otro motivo de preocupación en la ciudad será el presidio. Con el nuevo sistema carcelario que arranca de 1834, la gratificación que percibían por sus trabajos los presidiarios para instituciones y particulares fue pasando de simbólica a gravosa. A ello había que añadir el aumento de confinados y de autorizaciones para residir a sus familias, incluso después de cumplidas sus penas, que completaban sus ingresos con actividades artesanales y comerciales, en perjuicio de la población civil.
Como ya hemos señalado, por Real Decreto de 18 de diciembre de 1847 se creó la Capitanía General de África, para la que fue nombrado primer titular el general Antonio Ros de Olano, quien tomó posesión el 22 de febrero de 1848 (Revista Militar, 1847-1848).
En los meses que estuvo al frente de su cometido no pudo tener más sobresaltos. El 17 de marzo tuvo que declarar la plaza en estado de guerra, al haberse sublevado los suboficiales del Regimiento Fijo de Ceuta (BC-FFB). Las causas hemos de buscarlas en la crisis económica y de abastecimiento que vivía la ciudad, así como la tardanza en el cobro de sus sueldos, es decir, las mismas que subyacían en la revolución de 1848 que afligió a otros países europeos y que en España tendría su reflejo en Madrid el 23 de marzo. De nuevo,
Ceuta se adelanta a otras ciudades españolas para manifestar su descontento. Las cosas parecen tranquilizarse durante algunos meses e inclusive el capitán general se desplazará a Tánger y Tetuán para visitar a las autoridades marroquíes, en un gesto inhabitual en las relaciones entre España y Marruecos de aquellos años.
Sin embargo, los motivos de queja no pueden cambiar inmediatamente, y el 14 de mayo de 1848 se reproduce la sublevación, ahora con mayor virulencia. La dirigen miembros de la clase de tropa del Regimiento Fijo de Ceuta y tratan de evacuar a la población y presidio a Algeciras. Ros de Olano se verá obligado a armar a la población y, sofocada la revuelta, a fusilar a numerosos amotinados (BC-FFB). En este episodio, Ros de Olano no sólo contará con el apoyo de toda la sociedad militar y civil, sino que
Retrato de Leopoldo
O ́Donnell. Colección José Luis
Gómez Barceló.
El militar, escritor romántico
y político liberal Antonio Ros
de Olano. Colección José Luis
Gómez Barceló.
Agustina de Aragón,
la heroína de
Zaragoza, falleció en
su casa de la calle
Real de Ceuta el 29 de
mayo de 1857
buscará algunos realmente sorprendentes. Desde 1847 vivía en la ciudad Agustina Zaragoza y Doménech (Agustina de Aragón), quien se había avecindado con su hija Carlota Cobo y su yerno Francisco Atienza. La heroína de Zaragoza no dudaría en ponerse el uniforme de oficial de Artillería, al que tenía derecho, y subir con el capitán general al Hacho para hablar a los amotinados, siendo fama que sus palabras contribuyeron notablemente a calmar los ánimos. Agustina Zaragoza fallecería en su casa de la calle Real de Ceuta el 29 de mayo de 1857.
En esos días, concretamente el 30 de mayo, Ros de Olano se reunirá con la Corporación, tratando de buscar soluciones a la subida de los precios de la carne y demás géneros –que venían dados por la anulación del abastecimiento por contrata–, al excesivo arbitrio sobre el vino y al alto precio de los alquileres. El 8 de junio, el capitán general da las gracias al Cuerpo Capitular y en su nombre a todo el vecindario por su colaboración en lo sucedido, en especial durante el último motín, y logrará en esos días que se rebaje el arbitrio del vino y que se autorice la subasta del abastecimiento de la carne, pero la experiencia había sido demasiado dura para él y dimitirá el 22 de junio.
Antonio Ros de Olano quedaría notablemente marcado por su estancia en Ceuta, como puede verse por los relatos que escribió sobre la ciudad, el presidio y las personas que conoció allí (Ros, 1884). Incluso, en 1856, cuando Isabel II le otorgó un título de conde, eligió para el mismo la denominación de “Almina”. Era la primera vez que un título de Castilla elegía un topónimo local para nominarlo.
La situación militar española, por cierto, había cambiado también. Entre 1847 y 1849 se desarrolla la segunda Guerra Carlista. Una campaña pequeña, en comparación con la anterior, y que se desarrolla mayoritariamente en Cataluña.
El 7 de julio de 1849 se produce una visita histórica: la de los duques de Montpansier, Antonio de Orleans y la infanta Luisa Fernanda, que se prolonga durante tres jornadas (AGCE-AC). Era ésta la primera estancia de un visitante regio desde la incorporación de Ceuta a la corona de Castilla, pero además, tenía una misión para el duque, como era la de inspeccionar el estado de la guarnición ante ciertas voces que trataban de replantearse la presencia nacional en los territorios norteafricanos y el costo para hacer de ella una plaza de guerra digna de enfrentarse a su homónima al otro lado del Estrecho, Gibraltar. Fruto del informe y la financiación del duque sería la construcción del faro de Ceuta, cuya primera piedra se colocó en 1851, comenzando a funcionar en 1855.
En este año de 1849 se produjeron pequeños incidentes en los límites de Ceuta, al oponerse el bajá de Tánger a que se cultivase el campo exterior de la plaza que ya había estado en litigio en 1837 y 1844. Todo ello produjo correspondencia entre autoridades, sin que impidiera proseguir la vida normal a un lado y otro de la frontera (BC-FFB).
Dentro de las preocupaciones por la mejora de la enseñanza en España que tenían los moderados, podemos encuadrar la autorización que por Real Orden de 9 de febrero de 1850 ponía en marcha la Fundación Barragán, con una escuela superior de instrucción en la que además de aritmética, elementos de geometría, dibujo lineal y nociones de física y química se enseñara música. Además, la enseñanza sería gratuita para los alumnos pobres, colaborando el Ayuntamiento en su mantenimiento. Esta fundación, como el Banco de Pescadores, que no se pondría en marcha hasta comenzado el siglo XX, surgía gracias a la dotación económica del testamento del obispo Juan Sánchez Barragán y Vera, fallecido en Ceuta en 1846 (Gómez Barceló, 2004).
Animados por la iniciativa educativa de la Iglesia, también algunos militares quisieron contribuir, y ante la falta de las academias regimentales desaparecidas años atrás, constituyeron en 1852 una asociación para educar a los hijos de ingenieros militares, por oficiales voluntarios, apoyados por el director general del cuerpo (BC-FFB).
El tratamiento que los gobiernos moderados dieron a Ceuta hizo menos hincapié en su carácter de plaza fuerte, potenciando su carácter de ciudad, pero sin olvidar su extra peninsularidad. Prueba de ello será la concesión de “la habilitación de la Aduana de Ceuta para la importación directa de tejidos, quincalla y demás artículos de permitido comercio que se consideren necesarias al consumo de la población, entendiéndose
prohibida la exportación de dichos efectos a ningún otro punto ni al extranjero”, en virtud de la Real Orden de 24 de julio de 1850. O la ratificación del privilegio de no usar papel sellado, hecha pública por Real Orden de 8 de agosto de 1851 (AGCE-AC).
Sin embargo, la experiencia de la Capitanía, no será positiva, por lo que el 25 de febrero de 1851 sería suprimida por Real Orden. Además, y muy posiblemente a la vista de los informes de Ros de Olano como de sus dos sucesores, Trinidad Balboa y Cayetano Urbina, en 1852 se reintegrará el presidio al Ministerio de Guerra.
Mariano de la Fuente Pita, primer comandante general tras la supresión de la Capitanía, se encontrará, por tanto, con la competencia del presidio, en el que actuará tratando de evitar la consumación de delitos desde el propio penal. Gracias a su perseverancia se obtuvo una importante cantidad de dinero, fruto de las estafas cometidas y descubiertas, que, por Real Orden de 25 de noviembre de 1853, fue autorizado a emplear en la construcción de una sala de armas, casino y biblioteca para los oficiales en el antiguo convento de franciscanos, es decir, el Casino Militar (BC-FFB; Gómez Barceló, 2007 a).
El bienio progresista (1854-1856)
A partir de las elecciones de 1850 el panorama político español había cambiado notablemente, en especial en las filas progresistas. Se pedía un cambio y, cuando los generales O’Donnell y Dulce se sublevan en Vicálvaro, el 28 de junio de 1854, pidiendo reformas, el pueblo aprovecha para ir más allá, dándole un sesgo totalmente diferente en sus levantamientos de Barcelona y otras poblaciones con movimiento obrero emergente. El 7 de julio se lee el Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas del Castillo, y el 17 el levantamiento tiene un nuevo impulso con el apoyo de ciudades como Valladolid, Barcelona, Valencia y San Sebastián, donde inmediatamente se crean Juntas Revolucionarias.
Cataluña preocupaba primordialmente porque allí se habían unido el descontento de los obreros, la huelga general y los carlistas, abanderados por Rafael Tristany. Para combatirlos se había nombrado un nuevo capitán general, el ceutí Juan Zapatero y Navas, que aprovecharía el levantamiento para declarar el estado de guerra y luchar sin trabas contra la huelga general que estaba paralizando la región. Durante todo el mes, la escalada política del movimiento va creciendo. El 21 de julio, Pi y Margall publica la proclama socialista de más claro perfil revolucionario, y, el 23, la Junta de Salvación Pública y de Gobierno de Ceuta, con una alocución pública, comunica al pueblo haberse adherido al pronunciamiento de Vicálvaro, bajo el lema “Patria, Ley y Trono Constitucional”. Un día más tarde manifiestan su apoyo tanto el Cabildo municipal como el catedralicio (AGCE-AC; ADCE-AC). Al frente, el nuevo gobernador, que había tomado posesión en marzo, Mariano Rebagliatto.
Constituido un gobierno de coalición, bajo la presidencia del general Espartero y con O’Donnell en la cartera de Guerra se convocan Cortes Constituyentes –en las que Ceuta estará representada por los diputados José González de la Vega y Juan Blanco del Valle, quienes se ofrecen a la municipalidad en octubre y noviembre de 1854– y poco después
Vista general de Ceuta tomada
desde el cerro del Otero.
Archivo General de Ceuta.
La situación económica y de abastecimiento, no obstante, es muy difícil, y en el mes de agosto, en el acta correspondiente a la sesión de posesión de Martínez Mérida, se achacará a la enfermedad de las vides que habían encarecido vinos y licores en todo el país, a la subida del pan, las dificultades en las comunicaciones y el aislamiento provocado por las medidas protectoras contra la epidemia de cólera que incluso había llegado ya a Algeciras.
En Madrid, el enfrentamiento entre los avanzados de Espartero y los moderados de O’Donnell provocó el que no se consiguiera aprobar una nueva Constitución, en la línea de los textos progresistas anteriores. Los diputados gaditanos mantendrán continua conexión con los regidores ceutíes y, a partir de agosto de 1855, en que se elige nuevo diputado provincial por el distrito denominado de Algeciras para sustituir a González de la Vega, que lo era ya en las Cortes Constituyentes–, con José Guibert y Pastor. Guibert era médico y ejercía su profesión en Ceuta, habiendo sido elegido alcalde en 1841, aunque fue depuesto meses después por la Diputación Provincial al no cumplir las condiciones de empadronamiento que exigía la Ley. En enero de 1855 se habían producido ya motines en diferentes ciudades españolas. La provincia de Cádiz se vio también afectada por ello
elecciones municipales. En Ceuta, Mariano Rebagliato cesa al Ayuntamiento moderado de Huguet, a propuesta del mismo regidor, y repone al de 1843, aunque por razones de salud de su alcalde 1.o, Francisco de Paula Pérez, va a quedar al frente del mismo Cayetano González Novelles, quien dimitirá meses después por imposibilidad legal, haciéndose cargo José Martínez Mérida primero y, más tarde, ya electo, Alejandro de la Herrán, quien toma posesión el 31 de marzo de 1855. Otra de las disposiciones inmediatas del Gobierno será la reorganización de la Milicia Nacional, con la lógica satisfacción de sus antiguos componentes. Curiosamente, para dotar a la Milicia, se reclamarán por medio de edictos las armas repartidas a los vecinos por Ros de Olano con motivo de la sublevación del Regimiento Fijo y que, paradójicamente, mantenían en sus casas (AGCE-AC).
Foso de la Almina,
de Benigno Murcia Mata, 1927.
Museo de Ceuta.
El incendio del parque
de Artillería
constituyó uno de los
sucesos que con más
profundidad han
marcado la historia
popular ceutí del
siglo XIX
y el gobernador civil trasladó una Real Orden de 12 de enero, el 1.o de febrero, “pidiendo apoyo a las autoridades civiles y judiciales para combatir y castigar a los conspiradores con la energía que se requería”. Espartero, desde el Gobierno, pedía la “conservación del orden y la regularidad de las recaudaciones para consolidar la libertad”, pero los ánimos estaban muy encrespados y, cuando todo se tranquilice, el 17 de febrero, el Ayuntamiento recibirá la felicitación de la Diputación por la conducta de la ciudad desde el levantamiento de julio pasado y por la ausencia de incidencias durante el proceso electoral. En la felicitación, se llegará a decir: “Esta Corporación ve con orgullo tan digna conducta y se envanece al considerar que en la provincia que regenta hay un Municipio modelo de valor, de prudencia y patriotismo, un Municipio que reúne todas las virtudes cívicas y que ha sabido por ellos distinguirse y servir de ejemplo a los demás” (AGCE-AC).
Sin embargo, las elecciones no debieron ser tan plácidas, a la vista del discurso de toma de posesión del alcalde, Alejandro de la Herrán, cuando su alocución tiene por objetivo llevarles a “relegar los odios y enemistades procedentes de los partidos creados por las elecciones municipales y a presentar un programa económico administrativo del sistema y conducta que seguirá este Ayuntamiento en pro y beneficio de todos los habitantes”. Es más, por vez primera, asistiremos a una tímida depuración de funcionarios municipales. Pascual Madoz, ministro de Hacienda, conseguirá sacar adelante su particular desamortización el 1.o de mayo de 1855 que afectaba principalmente a bienes civiles. En Ceuta quedaba ya poco por desamortizar, pues la enseñanza privada había desaparecido y también la sanidad y la beneficencia, por lo que no parece haber tenido gran impacto en ella.
El 8 de agosto de 1855 se produce uno de los sucesos que más profundamente marcaron la historia popular del siglo XIX: el incendio del parque de Artillería (BC-FFB). Se encontraba este establecimiento en la misma plaza de África, frente al Santuario, y era fama que siempre estaba bien aprovisionado de armas y munición. El incendio fue voraz, las explosiones continuas, la rotura de cristales masiva y fueron numerosos los edificios que se vinieron abajo. Cuando la gente desesperada no encontraba otro consuelo que rezar, apareció la lluvia, que, junto al buen hacer de quienes trabajaban en sofocar el incendio, acabaron con el peligro. El fenómeno meteorológico se atribuyó a la intercesión de la patrona, Nuestra Señora de África, y, con el tiempo, la lluvia se convirtió en una nube que sólo descargó sobre el parque, lo que dio lugar a una de las más bellas leyendas locales.
Una de las discusiones del otoño de 1855 será la disolución de las dos compañías de la Milicia Nacional para convertirse en un batallón con cuatro compañías. En el debate se trasluce el enfrentamiento entre los nuevos partidos surgidos de la ruptura de los tradicionales grupos liberales y la preeminencia de unos sobre otros para dirigir tan importante unidad. Al fin, la Diputación Provincial aprobará, en enero de 1856, una reforma de la Milicia sobre la base de las dos compañías existentes, quedando la de Cazadores como la primera de ellas y la de Artillería como la segunda, creándose dos más, y no por ello evitándose nuevos incidentes en la elección de oficiales para las mismas semanas más tarde. Otra de las innovaciones de ese año será la dimanante del Real Decreto de 28 de octubre de 1855 por el que se creaban juzgados en todos los pueblos con Ayuntamiento, lo que daría lugar al nombramiento de jueces de paz entre los alcaldes y concejales. Pero la pequeña revolución local se desarrolla en los meses de mayo y junio de 1856, cuando el presidio anuncia la desestimación del Ministerio de la Gobernación sobre el pago de indemnizaciones diarias a los confinados. La ciudad
Baldomero Espartero.
Grabado de P. C. Maré de
1845. “Album del siglo XIX”,
Museo Zumalakarregi.
sigue rogando que se vuelva a los ocho reales diarios de antaño, mientras que el Estado exigía actualizar las cantidades. El Ayuntamiento no tendrá más remedio que recortar servicios. Dos años más tarde, los confinados dedicados al servicio público se reducirán a 150: 43 para el Ayuntamiento, 51 para el asentista de pan, 8 al servicio del hospital, 34 a las huertas y 14 a las tahonas, y el pago dejaría de ser simbólico, aunque igualmente exiguo (AGCE-AC).
El bienio moderado (1856-1858)
El 14 de julio de 1856 dimitía Espartero. O’Donnell se hacía cargo del Gobierno, disolviendo las Cortes Constituyentes y restableciendo la Constitución de 1845, aunque suavizándola con la denominada Acta adicional de 15 de septiembre. Sin embargo, un mes después, la reina lo destituiría, volviendo a conceder el gobierno al general Narváez, que abolió las disposiciones liberales de sus predecesores. Los meses de gobierno de O’Donnell transcurrieron atendiendo principalmente a la pacificación del país, tratando de llevarlo de nuevo a la estabilidad, en parte atacada por su propia ambición de llegar al poder.
No parece que en la plaza se produjeran altercados. La tranquilidad debía ser conocida pues parece que había cierta expectación fuera de las fronteras españolas por saber de Ceuta, de sus condiciones como plaza militar, posible puerto... Sólo así pueden explicarse las visitas el 14 de abril de 1858 de S.A.R. el duque de Oporto Luis Felipe, el 4 de noviembre de 1858 de S.A.R. el príncipe Alfredo de Inglaterra o la mañana del 27 de marzo de 1858 del mismísimo príncipe de Gales (BC-FFB).
El Ayuntamiento continuará teniendo problemas internos y estudiando cualquier posibilidad de mejorar las condiciones del vecindario. Así, cuando el Gobierno apruebe la Ley de Instrucción Pública, tan acertada que estaría en vigor hasta la II República, se tratará de encontrar un nuevo resquicio para, si no conseguir una academia regimental, sí poder agregar algunos cadetes al Regimiento Fijo para su formación.
El 1.o de enero de 1859, Alejandro de la Herrán, reelegido como alcalde, toma posesión de su cargo y emprende una nueva batería de medidas en su línea liberal.
Sólo en 1850 y a petición de M.a del Carmen Moreno, hija del general ceutí Juan Joaquín Moreno de Hourlier, se había cambiado el nombre de una calle, Carnicerías, por el de una persona y en su homenaje, si exceptuamos la fallida nomenclatura de Fernando VII para la plaza de África. En febrero, el Ayuntamiento pone nombre a una calle de nueva construcción, entre las cocheras del General y el Revellín, para homenajear a otro ceutí, el teniente Jacinto Ruiz Mendoza, héroe del 2 de mayo madrileño, y un mes más tarde llega a poner nombre a una docena de calles más (AGCE-AC).
El 16 de junio de 1859 tomaba posesión como nuevo comandante general de Ceuta el mariscal de campo Ramón Gómez Pulido. Sustituía a Manuel Gasset y Mercader, quien había desempeñado el mismo durante un año. A él le iba a corresponder la responsabilidad del mando de la plaza durante los sucesos de los meses siguientes.
La Guerra de África (1859-1860)
El 10 de agosto de 1859 un grupo de cabileños hostilizan el cuerpo de guardia denominado la Caseta de la Sangre, destruyen los hitos de demarcación del terreno que señalaban la línea fronteriza de 1844 y dan comienzo a un enfrentamiento entre España y Marruecos. En los días siguientes se producirán enfrentamientos en el Otero y habrá que reforzar la guarnición. Mientras tanto, se forma un cuerpo de ejército al mando del mariscal Rafael Echagüe con 11.500 soldados (Alcalá, 2005). El 5 de septiembre el Gobierno español da un plazo de diez días para satisfacer sus reclamaciones, pero la muerte, antes de cumplirse el plazo, de Abderrahman I y la proclamación de su hijo, Mohamed IV, complicarán la labor diplomática, mientras no cesan los combates en el campo de Ceuta. Al fin, el 22 de octubre, el Gobierno declara la guerra a Marruecos durante una sesión del Congreso de los Diputados, comenzando el embarque de tropas y el bloqueo de los puertos marroquíes.
León de la fachada del Congreso de los Diputados, obra de Ponciano Ponzano. Fue fundido con el bronce de los cañones tomados en la Guerra de África.
Reconocimiento de los fuertes de Tetuán por la goleta Rosalía. Colección José Luis Gómez Barceló.
La falta de hombres hizo que el propio O’Donnell arengase a los 1.500 confinados del penal instándoles a defender España con promesas de remisión de condenas
Es curiosa, y no se ha puesto nunca de manifiesto, la reacción del Ayuntamiento de Ceuta a la declaración de guerra, que se contiene en el acta de 12 de noviembre de 1859, expresando su júbilo por la misma.
Y lo es porque incluso en esos momentos no olvidan los redactores de la exposición de felicitación a la reina, que desde su incorporación a la corona de Castilla, se había convertido en su madre adoptiva, en una tan arcaica como peculiar reivindicación de su portuguesismo que reforzarán al decir que la conquista de 1415 “supuso el abrazo con fe de la causa del cristianismo y de la civilización europea”, es decir considerándola su madre natural.
El propio Leopoldo O’Donnell, presidente del Consejo de Ministros, será nombrado por Real Decreto de 3 de noviembre jefe del Ejército de Operaciones. Así dan comienzo las operaciones militares. Uno de los errores más importantes del plan de guerra será el levantamiento del campamento de la Concepción, a pocos kilómetros de Ceuta aunque cercano a la línea de fortificaciones de campaña que se estaban construyendo.
La época era mala, la meteorología no acompañó y el cólera hizo estragos en las tropas, causando el triple de bajas que las acciones de guerra. O’Donnell debió sentir la falta de hombres y para conseguir lo que quería no dudó en hacer algo que para muchos militares podía parecer impensable. Acudió al principal del penal, arengó a 1.500 confinados y les hizo promesas de remisión de condenas si luchaban en defensa de España. Fruto de aquel impulso se formaron dos servicios de exploradores armados, acemileros y enfermeros (Rey, 2001).
Durante el resto del mes de noviembre se continúa en la labor de fortificación bajo el fuego enemigo y se producen las acciones del Serrallo y sierra Bullones. Pero a
comienzos de diciembre cunde la desesperación cuando se conoce que hay 300 casos de cólera diarios. En esos días se produce uno de los combates más virulentos, cuando las tropas marroquíes de Muley el Abbas atacan con 10.000 hombres los reductos de Isabel II y Francisco de Asís, dejando 404 bajas entre los españoles. Sin embargo, el mando continúa pensando en avanzar por tierra, con la consiguiente sangría de nuestros soldados.
El 1.o de enero desembarca el grueso del ejército, entrando por Castillejos, y en los días posteriores se toma Condesa y luego se avanza sobre Cabo Negro. El día 7 se establece el campamento en el Asmir, pero el mal tiempo los cercará más que el enemigo, y ante la imposibilidad de abastecerlo, los soldados lo bautizan como el “Campamento del Hambre”; sin embargo, la situación se aliviará cuando la Compañía de Mar de Ceuta logre salvar la situación y llegar al campamento con sus faluchos, por lo que con posterioridad sus componentes serían reconocidos con el título de “Beneméritos de la Patria” (AGB).
El 16 de enero, lanchas cañoneras avanzan por la ría del Martín y la Infantería de Marina toma el fuerte. Todo parece cambiar. El 31 de enero se produce la acción de Wad el Jelú y el 4 de febrero se produce la gran batalla de Tetuán, entrando dos días después, sin resistencia alguna, en esa ciudad. Las tropas entrarán por Bab Oukla, rebautizada por los españoles como Puerta de la Reina, con el general Leopoldo O’Donnell al frente, según cuenta Ricardo Ruiz Orsatti, y delante de él, como guía, un ceutí, Ramón Barceló Barranco (Ruiz Orsatti, 1941).
Todavía en los primeros días de marzo habrá algunas acciones con bajas en Samsa, que Muley el Abbas disculpará atribuyéndolas a las cabilas rifeñas incontroladas. El 23 de marzo se produce la batalla más sangrienta de la guerra: Wad Ras, en la que el ejército marroquí es
La declaración
de puerto franco de
Ceuta en plena guerra
fue ratificada en
1863, si bien el
puerto existente no
cumplía las
expectativas en
él depositadas
derrotado mientras que las bajas españolas, entre muertos y heridos ascienden a 1.268. Ante el descalabro, los marroquíes buscan la paz, que se firma en Wad Ras el 26 de abril. El tratado de paz estipulaba una compensación en carne y trigo o su equivalente en dinero que en 1861 se cuantificaría en el pago de 11.500.000 duros, modificándose más tarde, dando lugar a la ocupación de Tetuán e incautación de sus aduanas hasta el 2 de mayo de 1862 y el pago del resto de la indemnización que se prolongaría durante 26 años. Sin embargo, para Ceuta y Melilla significarían algo más: el deseado aumento de su territorio.
El artículo 3.o del Tratado de 26 de abril de 1860 establecía: S.M. el Rey de Marruecos cede a S.M. la Reina de las Españas en pleno dominio y soberanía todo el territorio comprendido desde el mar, partiendo próximamente de la punta oriental de la primera bahía de Handag Rahma en la costa Norte de la plaza de Ceuta por el barranco o arroyo que allí termina, subiendo luego a la porción oriental de terreno, en donde la prolongación del monte del Renegado, que corre en el mismo sentido de la costa, se deprime más bruscamente para terminar en un escarpado puntiagudo de piedra pizarrosa, y desciende costeando desde el boquete o cuello que allí se encuentra por la falda o vertiente de las montañas o estribos de Sierra Bullones, en cuyas principales cúspides están los reductos de Isabel II, Francisco de Asís, Piniés, Cisneros y Príncipe Alfonso, en árabe Uad Auiat, y termina en el mar, formando el todo un arco de círculo que muere en la ensenada del Príncipe Alfonso, en árabe Uad Auiat, en la costa Sur de la mencionada plaza de Ceuta, según ya ha sido reconocido y determinado por los comisionados españoles y marroquíes, con arreglo al acta levantada y firmada por los mismos el 4 de abril del corriente año (Cagigas, 1952).
El Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863)
El último periodo liberal del reinado de Isabel II estará caracterizado por la personalidad del general Leopoldo O’Donnell, militar de origen irlandés, quien a pesar de su entorno realista se manifestó siempre como un liberal convencido, y por la Guerra de África, a la que ya nos hemos referido. O’Donnell quiso encontrar, en Marruecos primero y en México, Santo Domingo y el Pacífico después, el prestigio exterior perdido. Un programa de exaltación patriótica que trataba de minimizar los problemas interiores. Todo ello no impediría que al final, el 2 de marzo de 1863, cayera O’Donnell y con él todo su Gobierno.
Vista del Serrallo. Colección
José Luis Gómez Barceló.
Interior del Serrallo. Biblioteca
Pública de Ceuta.
Aparte de lo que la contienda supuso en la ciudad, como la declaración del estado de guerra, la utilización de buena parte de sus edificios más importantes, incluidas las iglesias, como hospitales, el temor al cólera y la improvisación de fosarios en el Campo Exterior para impedir que la epidemia se extendiera a la población civil, hubo otras consecuencias más a medio y largo plazo. El 6 de diciembre de 1859 se declaró a Ceuta puerto franco, con la excepción de la sal y el tabaco, mientras durase la guerra, compensándose a las arcas del municipio su falta de ingresos por arbitrios con 15.413,34 reales. La experiencia serviría, cesada la declaración el 15 de julio de 1860, para solicitar un sistema de puerto franco definitivo, que se concedió en 1863 (AGCE-AC). Se quería un puerto franco, pero no había puerto, lo que ya había sido puesto de manifiesto durante la contienda, por lo que el 23 de noviembre de 1860 una Real Orden encargaba al teniente coronel de Ingenieros Ángel Romero Wals la redacción de un proyecto de mejora y abrigo del puerto, publicado en 1864 (Romero Wals, 1864), que no colmó las expectativas de nadie. Días más tarde, el 29 de noviembre de 1860, la reina concedía un buen número de condecoraciones para los regidores del Ayuntamiento de Ceuta, en recompensa a su comportamiento durante la guerra y la epidemia de cólera; el alcalde Alejandro de la Herrán y el teniente de alcalde Manuel Crivell, la Encomienda de Carlos III; el también teniente alcalde Francisco Peix, la Encomienda de Isabel La Católica, y los regidores Juan Schiaffino, Gregorio Medrano, José Cano Arias, Carlos Blond, José M.a Almela, Antonio Arrabal Díaz y Antonio Carbonell, más el secretario Antonio Crivell, la Cruz sencilla de Carlos III (AGCE-AC).
Uno de los cambios producidos por el nuevo Tratado de Paz era el uso del nuevo Campo Exterior. En principio se trató como terrenos de colonización, y aunque las disposiciones más importantes sobre la concesión de fideicomisos se darán durante el sexenio revolucionario, la primera Real Orden sobre el asunto se dictó el 23 de abril de 1861.
El quinquenio moderado (1863-1868) y el destronamiento de Isabel II
Alrededor del cambio de gobierno se produce también la sustitución del Ayuntamiento liberal de Alejandro de la Herrán por el moderado de José Moreno Alarcón, quien aprobará las primeras ordenanzas municipales el 21 de marzo de 1863. La ausencia de actas entre 1860 y 1863 nos impide saber más sobre esos momentos. Moreno Alarcón volverá su mirada a las actuaciones de pasados gobiernos moderados, volcándose en la mejora urbana de la población –planeamiento, embaldosado, alumbrado...–, sustituyendo a los confinados por civiles en diferentes servicios y luchando por conseguir mejores condiciones en las contratas del abastecimiento de carne y pan, tratando de ampliar las condiciones de importación de ganado de Marruecos a toda la población. Entre sus iniciativas estarán también la petición de elevar la Comandancia General a Capitanía, la sustitución de los faluchos correos por barcos a vapor, el traslado del fondac de los antiguos mogataces para construir un mercado o la autorización para celebrar una feria real internacional de productos agrícolas, ganaderos y comerciales con proyección sobre Tánger, Tetuán, Gibraltar y Algeciras como principales poblaciones cercanas.
Tendrá la satisfacción de recibir la Ley de 13 de mayo de 1863 por la que se declaraba a Ceuta, Melilla y Chafarinas como puertos francos, pero ignoramos el momento exacto de su cese, ante una nueva falta de actas capitulares. Por otras fuentes sabemos que en 1865 le sustituyó Antonio Ruiz Pavía, hermano menor del héroe del 2 de mayo Jacinto Ruiz, y que desde 1.o de enero de 1867 hasta la revolución de septiembre de 1868 presidió el Consistorio el comerciante y propietario Juan Fernández García (ADCE-AC; ADCE-D; AGCE-AC).
En el ámbito nacional, Narváez continuará resolviendo los problemas manu militari como se verá con las manifestaciones estudiantiles de Madrid, del 8 al 10 de abril de 1865, reprimidas la sangrienta noche de San Daniel con el resultado de once personas muertas y más de cien heridas.
Los ánimos debían estar caldeados también en Ceuta y como reflejo tenemos dos enfrentamientos entre el gobernador Manuel Álvarez Maldonado y las otras dos instituciones principales de la población: el Ayuntamiento y la Iglesia. No está claro cómo se produce ni por qué el choque con Moreno Alarcón, pero sí sabemos que el 19 de diciembre de 1863 renunciaba a la alcaldía, quedando en su lugar Juan García Fernández hasta su vuelta al sillón en octubre de 1864. En todo momento contó con el apoyo del resto de los regidores, incluso de los más progresistas como Rafael Orozco Fernández, llegando a pedir su vuelta en marzo de 1864 sin resultado (AGCE-AC). El enfrentamiento con la Iglesia tuvo lugar el 18 junio de 1865 entre el gobernador Manuel Álvarez Maldonado y el magistral Fernando Sánchez Rivera, quien después de uno de sus sermones fue acusado por el militar de “injurias, calumnias e insultos al ejército”, ocasionando un proceso que tuvo que instruir el coronel de Ingenieros Pedro de Eguía.
El 21 de junio, al cesar Narváez y entrar O’Donnell”, sería destituido Álvarez Maldonado, para volver al gobierno el mariscal Ramón Gómez Pulido, pidiendo éste a las autoridades locales olvidar todo lo sucedido con anterioridad (AGCE-AC; ADCE-AC).
Leopoldo O’Donnell intentará retrotraer la situación reimplantando el programa de la Unión Liberal, pero la situación era ya imparable. El 22 de junio de 1866 se producía la sublevación de sargentos de artillería de San Gil, discriminados en sus posibilidades de ascenso con los infantes. La represión de los sublevados, amotinados, con el fusilamiento de 66 de ellos fue la causa de que de nuevo volviese al gobierno Narváez, quien vería la muerte en el ejercicio del poder, el 23 de abril de 1868.
En estos últimos años, el Ayuntamiento de García Fernández se preocupa preferentemente de los problemas de abastecimientos, lucha como cada año por conseguir que los quintos locales puedan servir en el Regimiento Fijo y quizá su mayor satisfacción será la consecución de la Real Orden de 25 de noviembre de 1867 autorizando en enfiteusis la colonización del Campo Exterior, para después de un plazo, y previo pago de un canon, convertirlas en propiedad. La disposición se atribuyó al esfuerzo del general José Orive y Sanz, ascendido a comienzos de octubre, acordándose en reconocimiento darle su nombre a la calle Real, entre la plaza de los Reyes y Clavijo (hoy González Besada), colocando su retrato en el salón de sesiones y regalándole un bastón con el escudo de Ceuta en el puño. Incluso hubo, al conocerse la noticia, el 1.o de octubre, pregones, repique de campanas y edictos, con fiesta
Moneda de 5 pesetas de plata emitida con motivo de la Constitución de 1869. En el canto podía leerse la inscripción “soberanía nacional”.
A raíz del Pacto de
Ostende la familia
real abandonó España
desde San Sebastián.
La conspiración de
Prim contra la reina
dio sus frutos
pública, serenata, lidia de toros, corrida de la pólvora por los Tiradores del Rif y reparto de pan y carne entre los pobres (AGCE-AC).
Otras actuaciones que tendrán lugar en 1868, antes del destronamiento de Isabel II serán la creación de la sección de la Guardia Rural en Ceuta, la autorización a los regidores locales para utilizar como distintivo un escudo o medalla de plata con las armas de España grabadas en el adverso y las de la ciudad en el reverso pendiente de una cinta con los colores nacionales y la autorización para sustituir la escalerilla del muelle, en el foso seco de la Almina, por un rastrillo.
SEXENIO REVOLUCIONARIO
Gobierno provisional (1868-1869)
El 9 de agosto de 1868 partía para San Sebastián la familia real española para pasar el verano. Sin embargo, lo que parecía una salida más de Madrid hacia el mar se convirtió en un largo exilio, pues desde esa ciudad vasca partiría hacia el destierro en Francia, como consecuencia de la revolución de septiembre.
La raíz del movimiento habrá que buscarla en el Pacto de Ostende, población en la que se reunieron en 1866 representantes de los partidos de la oposición para crear la Junta Revolucionaria de Bruselas, presidida por el general Prim, con el objetivo de derrocar a la reina.
Desde que Prim comenzara sus preparativos, estaba convencido de que los sargentos del Regimiento Fijo estarían dispuestos a sublevarse. Para ello contaba con un cómplice en la plaza, cuyo nombre queda oculto en la correspondencia de Alcalá Zamora (Posac, 1987-1989). El golpe estaba preparado para que diese comienzo en Cádiz el 10 de agosto, sublevándose inmediatamente las guarniciones de Ceuta y Sevilla, pero diversas causas obligaron a retrasarlo hasta comienzos de septiembre (Ramos Santana, 1992).
A mediados de septiembre de 1868, algunos de los más destacados conjurados, como Prim, Ruiz Zorrilla y Sagasta, viajaron de Londres a Gibraltar. Sublevada Cádiz el 17 de septiembre, Prim, al ver que Ceuta permanece expectante y sin sumarse al pronunciamiento, vuelve a Algeciras, acompañado del general Christou, donde se encuentra con Rafael Orozco Fernández, juez de Paz, quien acababa de ser deportado por el gobernador Antonio del Rey. Ambos se embarcarán para Ceuta en donde el general convencerá al coronel Nebot, al mando del Regimiento Fijo, para que secundase la sublevación. El resultado sería la incorporación del Regimiento a las tropas levantadas en Málaga, con las que luego se batirían en el Puente de Alcolea, y la designación de Orozco como alcalde, quien tomaría posesión el 25 de septiembre, “por orden del comandante general y en virtud de las facultades otorgadas por el general en jefe del ejército liberal”. El nuevo comandante general era Joaquín Christou y Garatín, quien tras su paso por la ciudad durante la Guerra de África sustituyó a comienzos de 1865 en el mando del Regimiento Fijo al coronel Ramírez de Arellano, hasta su ascenso a brigadier en febrero de 1868. Christou sería un hombre clave, al menos en los primeros momentos de la revolución, ya que era compadre de Manuel García de la Torre y Contilló, fundador de La Crónica de Ceuta que comenzó a publicarse días más tarde con el ideario liberal, y en su círculo de amistades estaba incluso el propio Rafael Orozco (Gómez Barceló, 1984 y 2004).
El 29 de septiembre, a petición de la Junta Provincial de Gobierno de Cádiz, se forma una Junta Revolucionaria Local, a cuyo frente se coloca a Juan Ruiz Fernández, y el 9 de octubre, constituido el Gobierno de la nación, se mandan repicar campanas y tender colgaduras durante los próximos tres días, mientras se cambian nombres de calles y plazas por los de los paladines de la causa liberal y sus más importantes hechos. Inclusive, Carlos Blond, que preside la sesión por estar fuera de la ciudad de Ceuta Rafael Orozco, le reconoce “los servicios prestados a la libertad, sin olvidar el recibimiento y ovación que recibió a su vuelta, tras la deportación y le nombra Hijo Predilecto de Ceuta y Benemérito de ella”, acordándose se le entregara una placa de
La I República
española tuvo una
corta duración,
sucediéndose cuatro
presidentes en 11
meses hasta que el
golpe de Estado de
Pavía acabó
definitivamente con
esta breve experiencia
republicana
plata conmemorativa con las armas de Ceuta (AGCE-AC). Durante los días posteriores se forma una nueva Junta Revolucionaria Local por sufragio universal, a quien el Ministerio de la Gobernación ordenará nombrar nuevo Ayuntamiento, que vuelve a presidir Rafael Orozco. Habrá también licencias absolutas para numerosos presos por delitos políticos y los once que quedarán pendientes por estar a la espera de sus antecedentes penales serían socorridos con ayudas económicas. Otro signo de normalidad fue la toma de posesión de Joaquín Christou, con el bastón de mando de los Meneses, el aleo, de manos del deán Francisco Herrero y Bayona, el 28 de octubre.
En el ámbito nacional, los dos años de gobierno provisional, presididos por el general Francisco Serrano y con Juan Prim como hombre fuerte, tendrán como objetivo la formación de una nueva organización del Estado: elecciones municipales a finales de 1868 y generales a comienzos de 1869 para abrir Cortes Constituyentes, con la formación de un amplio arco parlamentario desde los conservadores más radicales, alfonsinos o carlistas, pasando por un centro basado en los partidos liberales que firmaron el Pacto de Ostende, hasta llegar a la extrema izquierda que representaban los republicanos federalistas. Y, naturalmente, buscar un nuevo rey. La nueva Constitución, aprobada el 1 de junio de 1869, fue sin duda la más liberal de las que había tenido España hasta el momento, que reconocía el sufragio universal y directo para los varones mayores de 25 años, libertad de pensamiento y expresión, inviolabilidad de domicilio, libertad de cultos, reconocimiento de los derechos de reunión y asociación. La forma de Estado era la monarquía, que basaba su legitimidad en la soberanía nacional y establecía la división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, manteniendo el sistema bicameral. Los especialistas en el periodo señalan el fracaso de sus dos bazas sociales más importantes: abolición de los impuestos sobre el consumo y de las quintas, así como también el de la democratización del modelo electoral, que al cimentarse en los distritos uninominales facilitaban el control de los resultados por parte de los gobiernos y sus delegados, sin que pudiera evitarse la inestabilidad del orden público, tanto de los inconformistas de la derecha como de la izquierda del arco parlamentario (Paredes, 2000). Incluso en las colonias, la insurrección estaba en el aire: en 1868 estalló la Guerra de los Diez Años o revolución de Yara que en principio terminaría con la paz de Zanjón en 1878, aunque luego quedarían rescoldos como la Guerra Chiquita entre 1879-1880 y brotes en 1883 y 1885. Todos estos movimientos provocarían represión y condenas, muchas de las cuales trajeron hasta Ceuta a personajes como José Maceo (Marco, 1998),
Juan Gualberto Gómez (Pino, 1998) o Esteban Bermúdez. En la ciudad, el nuevo Ayuntamiento realiza una depuración de funcionarios locales “no adictos al sistema establecido actualmente” y, desde finales de 1869, comienza una lucha sin cuartel con el comandante general, que pretende suprimir los arbitrios, que eran la única fuente económica de la municipalidad. A cambio, intenta suplirlo por un impuesto sobre contribución urbana, que el consistorio considera fuera de lugar ante las reales órdenes de 11 de septiembre de 1846 sobre exención de contribuciones y las de 20 de julio de 1861 y 31 de marzo de 1862 autorizando los arbitrios. Naturalmente, el nuevo sistema propuesto beneficiaría a los militares y sus familias (AGCE-AC).
El 3 enero de 1869 se eligen jefes y oficiales para los Voluntarios de la Libertad Esa misma tarde Christou ordena desarmar a la Milicia Ciudadana.
En abril, el Ayuntamiento acuerda solicitar al gobierno “el indulto de los deportados que estaban confinados en las cuadras del Hacho por los sucesos de Jerez, dado que su hacinamiento y la ración como único alimento había dado lugar a su mal estado y la amenaza de enfermedades que tenían alarmada a la población” (AGCE-AC).
Se trataba del levantamiento de los republicanos federalistas que, como en otros lugares del país, produjeron altercados en la población, levantando barricadas en los barrios de Santiago, San Miguel o la Albarizuela, entre otros.
Poco a poco, la situación entre el Ayuntamiento y el gobernador militar se va enrareciendo hasta que, el 15 de mayo, el primero solicita a la Diputación Provincial el relevo del gobernador, quien entre otras cosas “había creado un servicio de vigilancia con soldados y confinados que atemorizaba a la población, había prohibido la pesca y el marisqueo deteniendo incluso a niños, así como la apertura de los comercios fuera del toque de cañón, incluso habían entrado en las casas, ofendido a concejales...”. Y, tras la larga lista de quejas, presenta su dimisión. La Diputación no admitiría la dimisión y se dirigiría al
Retrato de Juan Gualberto
Gómez. Colección familia Lara.
Gobierno de la nación solicitándole retirarle el gobierno civil a Christou. El 22 de mayo, una nueva sesión municipal trata el caso de un soldado de la 1.ª Compañía del Batallón Fijo, Francisco del Moral Navarro, que había sido procesado por insubordinación y maltrato de un capitán. Ante el temor de que fuera condenado a la pena capital recurren al diputado a Cortes para que pidiera su indulto. Durante las siguientes semanas el diputado a Cortes José González de la Vega y los provinciales Rafael Orozco, Antonio de la Calle y Antonio Álvarez se movilizan para evitar la ejecución de Del Moral, consiguiendo su indulto el 8 de junio. En la guerra con el gobernador, Christou dará un paso adelante al comunicar la disposición del Ministerio de la Gobernación por la que se declaraba incompatibles los cargos de alcalde y de diputado provincial, lo que obligará a dimitir a Rafael Orozco y ser sustituido por Manuel Chapela, por enfermedad de Carlos Blond.
La promulgación de la nueva Constitución en Ceuta tendrá lugar el 13 de junio, en la plaza de Prim (Jardines de San Sebastián), saliendo el Ayuntamiento bajo mazas hasta el palacio del gobernador y desde allí haciendo una procesión cívica con música y escolta del Batallón de la Libertad. Cinco días más tarde se celebrará un acto similar tras el juramento del regente y, por fin, el 27 de junio se produce el juramento de la Constitución por los miembros de la corporación municipal y los empleados públicos. Durante el verano los conflictos continuarán. Christou paraliza el presupuesto y se niega a aprobar los arbitrios por un impuesto de capitación, a lo que el Ayuntamiento responde señalando que el presupuesto lo aprueba Orozco, dimitiendo de nuevo la corporación y no aceptándole la misma el gobernador. La Diputación interviene para tratar de calmar los ánimos y toma un acuerdo en principio salomónico: el Gobierno autoriza cobrar los arbitrios, pero exime a los pobres de solemnidad y al tercio de la población civil tendría que sufragar los gastos los servicios municipales de beneficencia. Con todo, si estas últimas, sin ingresos, habían mantenido la sanidad, la asistencia y el mantenimiento de cuatro meses (AGCE-AC).
El 7 de octubre de 1869 hay un intento de sublevación de republicanos, ayudados por algunos soldados en favor de la República, pero al ser descubiertos son detenidos los árbitros y otros vecinos del pueblo “de” armados los mismos con armas de fuego, al hacerse con todos los poderes, otros que siempre fueron sospechosos se declararon exaltados (AGCE-AC; BC-FFB).
El alcalde, Manuel Chapela, hará presente: “Que en el día de hoy había dado un manifiesto expresando a estos habitantes tener noticias de que se trata de perturbar el orden al grito de ‘Viva la República’, y declarando esta plaza en estado de guerra”, y la corporación expresa al gobernador estar dispuesta a sostener el orden y la Constitución de 1869, que tenía ideas monárquicas y que estaba dispuesta a obedecer en todo al Gobierno. Sin embargo, Christou aprovecha la situación, declara la plaza en estado de guerra y purga la Milicia Nacional de posibles republicanos. Sabido por la baja de la línea, su reacción será sorprendente: ofrece en nombre del kadi 10.000 hombres de caballería para que los utilizaran como quisieran, reforzando la línea de fuertes. Era ya 11 de octubre (BC-FFB). El 18 de octubre se ordena la disolución del Batallón de Voluntarios de la Libertad, acuartelados en el Hacho, se recoge su armamento y tras la disolución, al día siguiente, el Ayuntamiento y numerosos funcionarios, nombra una nueva corporación, num militar, que toma posesión el 20 de octubre.
El nuevo Ayuntamiento interino, presidido por José Solís Reyes, trata de cumplir las órdenes del gobernador, y se intenta responsabilizar a los anteriores munícipes de todo lo sucedido. Sin embargo, el 15 de diciembre, por orden de la Diputación Provincial será repuesto el Ayuntamiento que presidía Manuel Chapela, aclarando el escrito del Ministerio de la Gobernación que no había habido razón para deponerlo, ya que en todo momento sus componentes se manifestaron en contra de la insurrección federal, lo que agradacera a la Diputación y al regente. Tres días después se declara la Ley de 10 de diciembre de 1869 por la que se derogaban los artículos 1.º y 2.º del 5 de octubre por la que se suspendieron las garantías constitucionales y en virtud de la cual se declaró el estado de guerra. La recuperación de los Voluntarios de la Libertad será igualmente obstaculizada por Christou, que los necesitó en 1868 pero ahora los consideraba innecesarios, por lo que quedará pendiente de la decisión de la Diputación, que se producirá el 30 de julio de 1870 autorizando un batallón de 500 hombres.
Francisco Serrano y Domínguez, duque de la Torre, presidente de la I República española. Grabado de J. Vallejo, de 1874. “La Ilustración Española y Americana”.
La Crónica de Ceuta. Biblioteca
General de Tetuán, Hemeroteca
del Protectorado.
Amadeo de Saboya
accedió a la corona
española gracias al
voto favorable en las
Cortes el 16 de
octubre de 1870
Entre una fecha y otra todo cambiaría. Se trabajaba en la construcción de la cimentación de un nuevo fuerte frente al cementerio de Santa Catalina, proyecto de José y Alfredo de Ramón Carbonell. Cada día el gobernador visitaba las obras a caballo a primera hora de la mañana. El 30 de abril, cumpliendo su costumbre, el ruido del arrastre de las piedras asustó a la montura, que derribó al jinete y, arrastrándolo por el estribo, acabó con la vida de Joaquín Christou. El Ayuntamiento manifestaría su pesar a la viuda y le regalaría el terreno para construir el panteón donde reposan sus cenizas. A comienzos de junio visita Ceuta una comisión del Ayuntamiento de Zaragoza para trasladar los restos de Agustina Zaragoza a la ciudad que defendiera en 1808. También en esos mismos días, comienzan a llegar nacionalizaciones de judíos locales, que serán constantes durante todo el sexenio revolucionario (AGCE-AC).
En el ámbito nacional, la expectación crece por saber quién será el nuevo monarca. Primero vendría el ofrecimiento a Leopoldo Hohenzollern, que el municipio recibió con satisfacción, y luego Amadeo de Saboya. El 16 de octubre de 1870, los 334 representantes de las Cortes daban 191 votos a Amadeo de Saboya, quedando a mucha distancia, con 60 votos y como segunda opción la república federal. Una comisión se trasladaría a Italia para ofrecer la corona a don Amadeo, que llegó a España en la mañana del 30 de diciembre, el mismo día en que fallecía el general Prim, su principal valedor, víctima de un atentado sufrido tres días atrás.
Amadeo de Saboya (1870-1873)
El corto reinado de Amadeo I estuvo marcado por la falta del general Prim, quien no sólo había sido su principal valedor, sino el organizador de todo el proceso democratizador del Estado y del acuerdo político que dio lugar a ello. Sin él, y a pesar de la relativa limpieza de los comicios y del acuerdo que se dio entre la coalición gubernamental para formar gobierno alrededor del general Serrano, fue imposible mantener la cohesión entre las diferentes fuerzas. Otros inconvenientes que rebasaron la capacidad del nuevo monarca fueron la Guerra de Cuba y los levantamientos carlistas de 1870 que darían lugar a una nueva guerra civil. El 2 de febrero de 1873 abdicaba el monarca, en su nombre y en el de sus descendientes, con el desencanto en sus palabras y en el documento de renuncia al trono.
Tan corto reinado tiene en Ceuta, sin embargo, momentos muy positivos, fruto en buena parte de la aplicación del nuevo texto constitucional de 1869. Como en otras ocasiones, volvemos a tener un vacío en la colección de actas municipales correspondientes a los meses de septiembre de 1870 a enero de 1871, en los que sabemos que continúa como alcalde Manuel Chapela Agramunt, sucedido en febrero de 1872 por Antonio Rodríguez Osete (ADCE-D). El Ayuntamiento presidido por Manuel Chapela mantendrá un nivel reivindicativo importante, solicitando mejores comunicaciones con la Península, el aumento de la guarnición y especialmente del Regimiento Fijo de Ceuta, y la vigilancia de la frontera, que preocupaba mucho más desde que ésta había aumentado en longitud. No hubo mucha suerte con sus dos primeras peticiones, en especial con la segunda, ya que los frentes abiertos en Cuba y por los carlistas hicieron necesario incluso, a partir de febrero de 1872, el que buena parte del Regimiento Fijo saliera para el campo de batalla. Eso sí, la Guardia Municipal del Campo se organizó como unidad de vigilancia para la frontera, consiguiéndose la cesión de la caseta de Terrones como cuartel en julio de 1873 (AGCE-AC).
Van a ser muchas las disposiciones legales emitidas por el Gobierno que afectarán directa o indirectamente a la ciudad y ante las cuales reaccionará la corporación. Una de las primeras será el Real Decreto de 12 de enero de 1871 que autorizaba la libertad de residencia a los penados que hubiesen cumplido sus condenas, lo que perjudicaba a la población por su crecimiento sin medios de vida y la inseguridad que causaban, entendiendo que preferían quedarse en la población para huir de las venganzas de sus vecinos y víctimas. Desde enero, también, quedó cerrado el Registro Civil municipal para comenzar a funcionar su homónimo en los juzgados, y desde febrero Ceuta quedó agregada al distrito electoral de Algeciras para la elección de diputados a Cortes.
La bandera tricolor
republicana fue izada
por primera vez en
España por unos
marineros ceutíes en
sus faluchos en
abril de 1873
Fruto de la libertad religiosa en 1871 se autorizará la construcción de un cementerio judío en las inmediaciones del católico de Santa Catalina, mientras se comienzan a tener actuaciones de protección tanto con el cementerio de Sidi Embarek como con los dos morabitos que, tras la ampliación de límites, habían quedado dentro de ellos, es decir, el de Sidi Embarek y el de Sidi Brahim, que se sumaban al que existía antes de la conquista de 1415 en la ensenada de Fuente Cubierta conocido como Sidi bel Abbas.
Preocupaciones importantes en este reinado serán también la sanidad y la enseñanza, lo que se vislumbra en la mejor dotación de la plaza de médico de la ciudad, a la que concurrirán numerosos profesionales de la Península, la autorización de centros privados de enseñanza y la petición oficial de un instituto libre e independiente del de la provincia para Ceuta.
En cuanto a otras mejoras que se observan a través de la documentación, destacar la Real Orden de 27 de marzo de 1872 por la que se autorizaba la construcción del mercado de abastos del paseo de Topete, es decir la plaza Vieja en la actualmente denominada de Rafael Gibert (BC-FFB).
Por último, señalar algunas de las preocupaciones constantes, que también se observan en los acuerdos municipales de estos años, como eran: la necesidad de que los quintos hicieran su prestación militar en unidades de la plaza; la consideración de los productos locales –en especial los que ahora produjeran las tierras del Campo Exterior– como nacionales y no como extranjeros en el momento de su exportación; la solicitud, si no de un nuevo título, sí del tratamiento de Excelencia para el Ayuntamiento –escudados en el prestigio de la institución en su representación con las autoridades nacionales y extrajeras que la visitaban–, y la construcción de un puerto, que el ex-comandante general José Orive y Sanz, entonces teniente general y senador, había pedido se construyese con el dinero ahorrado en el mantenimiento del peñón de Vélez de la Gomera si se abandonaba.
La república federal (1873-1874)
El mismo día 11 de febrero de 1873 en el que se leía el manifiesto justificativo de Amadeo I a las Cortes respecto de su abdicación, la Asamblea Nacional, es decir, ambas cámaras, votaban y proclamaban la I República española, de cuya presidencia se hizo cargo Estanislao Figueras. Rebasado por los problemas, se exilia voluntariamente a Francia en junio del mismo año, para ser sucedido durante alrededor de un mes por Francisco Pi y Margall, a quien sucedería Nicolás Salmerón entre julio y septiembre. Las insurrecciones continuas de carlistas y cantonalistas, los problemas en Cataluña, la rebelión en Cuba y la anarquía no daban tregua a los presidentes. Salmerón estuvo a punto de atajar alguno de los problemas, pero su negativa a firmar una sentencia de muerte, en contra de sus convicciones, dio al traste con sus buenos deseos, siendo sustituido por Emilio Castelar, quien no dudó en emplearse más a fondo que su sucesor. Sin embargo, sus decisiones fueron duramente atacadas en las Cortes, por lo que se vio obligado a dimitir. La madrugada del 3 de enero de 1874, cuando se procedía al escrutinio para nombrar un nuevo presidente, el general Pavía disolvía la Asamblea Constituyente. Sin dar por desaparecida la República, se sucederán tres gobiernos intermedios presididos por Serrano, Zavala y Sagasta, hasta la restauración en el trono, en diciembre de 1874, de Alfonso XII.
Muy poco podemos decir de lo que pudo suceder en Ceuta en esos momentos, pues no han llegado a nosotros textos para ilustrarnos. Sabemos que Antonio Rodríguez Osete va a continuar presidiendo el Ayuntamiento y que Francisco Gavilá y Solá será el comandante general (ADCE-D). También que la Iglesia local seguirá inmersa en sus disputas protagonizadas por el clero secular y el Cabildo catedralicio, provocando la preocupación de la nunciatura, pero sin que ésta se atreviese a tomar ninguna decisión al respecto. Un episodio curioso es el que recogen las crónicas de Algeciras, cuando el Ayuntamiento de aquella población consiguió del Gobierno de Madrid la autorización para armar a los Voluntarios de la República con carabinas “Berdán” del parque de Artillería de Ceuta, que el comandante general se negó a entregar al haber estallado ya las primeras revueltas cantonales. Según parece, el comité de Salud Pública de Algeciras, en represalia, acordó el bloqueo de Ceuta (Pérez-Petinto, 2001, págs. 151 y 152). Otro episodio curioso es el publicado recientemente, cuando en plena discusión sobre la
Fotografía de un militar
de Ceuta. Colección José Luis
Gómez Barceló.
Fuerte Mendizábal. Colección
José Luis Gómez Barceló.
sustitución de la bandera bicolor por la tricolor en el Estado, con la alusión espuria al pendón de Castilla, unos marineros ceutíes izaron en sus faluchos, por vez primera en la historia española, la bandera tricolor, el 19 de abril de 1873. La decisión provocaría el enfrentamiento entre el comité republicano local y el ayudante de Marina, para al fin volver a reponer la enseña legal (Canales, 2008).
En el ambiente político, nacional como local, flotaba la impresión de que los partidarios del abandono de las diferentes posesiones españolas en el norte de África iban creciendo. Lo que en un principio parecía afectar únicamente a las plazas menores, preocupaba ahora también en Ceuta. En defensa del mantenimiento de la ciudad aparecerá en 1873 el folleto de Nicolás Cheli Engrandecimiento de Ceuta. Decadencia de Gibraltar. El que había sido coronel de Ingenieros en la plaza se posicionaba en su opúsculo contra la permuta de Ceuta por Gibraltar, y lo hacía apostando por el desarrollo de ciudades como Algeciras o la misma Ceuta para minimizar la preponderancia de la plaza británica en la región, lo que sin duda era un impedimento para su retorno al territorio nacional. Es interesante tener en cuenta que si la república federal hubiera prosperado, su texto constitucional, que no pasó de proyecto, hubiera cambiado la organización de la nación. En ella se dividía el territorio nacional en Estados y en el artículo 2.o se decía: “Los establecimientos de África, componen territorios que, a medida de sus progresos, se elevarán a Estados por los poderes públicos”; señalando también, en su artículo 44: “En África [...] posee la República española territorios en que no se han desarrollado todavía suficientemente los organismos políticos y, por tanto, se regirán por leyes especiales” (Hernández, 2005).
LA RESTAURACIÓN
El reinado de Alfonso XII (1874-1885)
El fracaso de la I República española tuvo su punto y final con la disolución de las Cortes por el general Manuel Pavía, capitán general de Madrid, la noche del 3 de enero de 1874. Se votaba la candidatura del diputado malagueño Palanca como nuevo presidente de la nación, tras haber sido derrotado el Gobierno en dos ocasiones, ante el enfrentamiento entre el sector conservador de Castelar y el liberal de Pi y Margall, y la presión de los federalistas. Constituido un ministerio bajo la presidencia del duque de la Torre, éste se entrega totalmente a combatir la sublevación carlista, que tenía sitiada Bilbao y se había hecho con buena parte de las provincias Vascongadas y Navarra, dejando el ejecutivo en manos de Zavala.
La solución al problema de la forma de Estado vendrá dada por el pronunciamiento alfonsino de Sagunto, realizado por el general Martínez Campos con la ayuda de una brigada del Ejército del Centro al mando de Luis Dabán, que consumarían el 29 de diciembre de 1874. La primera preocupación del nuevo monarca y sus ministros será terminar con la guerra civil, que había comenzado en 1872, cuando don Carlos publicó un manifiesto protestando por la elección de las Cortes de Amadeo de Saboya como rey de España. La situación interna de la I República sólo contribuyó a una mejor organización de los ejércitos carlistas, que el pretendiente dirigía desde Estella. Sin embargo, la restauración de Alfonso XII desalentó a muchos de los militares de su partido, entre ellos al célebre Ramón Cabrera, que reconoció al nuevo monarca (Pérez-Bustamante, 1971).
Ceuta, como plaza militar que era, sentirá muy próximo el lejano frente de batalla, pues entre los soldados que se batirán en contra de los carlistas estarán los miembros del Regimiento Fijo, quienes se batirán entre 1873 y 1876 desde el Maestrazgo al Ampurdán. Entre sus componentes habrá figuras sobresalientes como el teniente coronel Alejandro Picazo, que fuera declarado hijo adoptivo de la villa de Valls después de la victoria del 2 de octubre de 1873 (Samargo, 1995); el comandante Gabriel Almenara y el teniente Antonio Portela. También del lado gubernamental destacan militares ceutíes en otras unidades, como el capitán de Ingenieros Emilio Cazorla y Prats, muerto en la acción de la ermita de Santa Bárbara, cerca de Puente la Reina, en octubre de 1873 (MI, 1873); mientras en el otro lado, uno de los caudillos carlistas más temido, sería el igualmente ceutí Antonio Dorregaray Rominguera (Larrayoz, 1978). Al finalizar la contienda el gobernador Sartorius dio un enorme banquete a la guarnición para celebrar tan deseado momento, el 1.o de marzo de 1876, en el que se leería una “improvisación” del auditor de guerra Rafael García de la Torre y Contilló, más tarde impresa (AGB).
Además, y fruto de la represión militar ocasionada por la denominada “Pacificación”, llegarían a presidio numerosos militares masones y republicanos, como Manuel Villacampa, famoso más tarde por protagonizar la sublevación republicana de 1886 (Moga, 1994), o el anarquista Fermín Salvochea, cuyos contactos con los cubanos confinados en la población relata en algunos de sus escritos posteriores (Salvochea, 1900).
Cartel anunciador de una
función teatral en 1874.
Archivo General de Ceuta.
La libertad religiosa republicana permitió la construcción de un cementerio judío en Ceuta y la protección de los camposantos musulmanes
Entre 1872 y 1877 no conservamos actas capitulares del Ayuntamiento de Ceuta, del mismo modo, las del Cabildo catedralicio tampoco aportan datos de trascendencia sobre esos años en los que la ciudad parece desarrollarse en numerosos sentidos. Gracias, principalmente, a la serie de “Despacho” del Archivo Diocesano de Ceuta hemos podido saber quiénes dirigieron las principales instituciones de la población. Así, en el Ayuntamiento, el conservador José Moreno Alarcón deja paso, desde finales de 1872, a Antonio Rodríguez Osete –renovado por Orden del Ministerio de la Gobernación de 26 de febrero de 1875 (AGCE-FAREM)–, que continuará al frente del mismo hasta que en abril de 1877 deje la alcaldía de nuevo en manos de su antecesor, pasando él a ocupar la primera tenencia de alcaldía. En la Comandancia General, el mariscal de campo Pedro Antonio Sartorius y Tapia reemplaza en 1875 al brigadier Fulgencio Gavilá y Solá; mientras que en el Obispado, ante la situación creada por la renuncia de Juan de Dios Ruiz Victoria, subdelegado castrense, en manos del nuncio, en 1876, de la administración apostólica, y por la negativa de su aceptación por el obispo de Cádiz, Félix María de Arriete, se designa para la misma a Ildefonso Infante y Macías, que toma posesión el 26 de febrero de 1876 con el título de obispo de Claudiópolis, a quien sucedería a mediados de 1877 José Pozuelo y Herrero como obispo de Antipatro (Gómez Barceló, 2002, 2004).
En los primeros meses de la Restauración detectamos algunos cambios importantes, en la línea que el Ayuntamiento venía solicitando años atrás. Así, el 27 de julio de 1874 se crea el Regimiento África 2 y aumenta la guarnición. Con ello, la población parece revitalizarse y mucho más la sociedad civil. Precisamente son de agosto de 1874 los primeros carteles y programas de fiestas patronales, celebradas en torno a la festividad del 5 de agosto, en la que se celebra la Virgen de África, y en las cuales había todos los atractivos propios del momento, como conciertos, teatro, toros, músicas, fuegos artificiales y funciones religiosas (Gómez Barceló, 2007 a). Toda esta vida que toma la ciudad se verá con curiosidad desde la Península, pero también desde Gibraltar y Marruecos, como demuestran las visitas en 1875 del xerif de Uazzan y del gobernador de Tánger, del duque de Connaught en 1876 y, ya en 1877, del príncipe Adolfo de Baviera, del de Mónaco, una romería de católicos gibraltareños o, como haremos mención más adelante, del propio monarca Alfonso XII (BC-FFB), datos que han pasado inadvertidos por los cronistas locales y que hemos hallado entre los apuntes del historiador Mariano Ferrer Bravo (Gómez Barceló, 2007 b). Algunas de estas visitas, no obstante, tenían la misión de informar sobre aspectos militares de la plaza. En 1875 España había pedido que se le autorizase extender las fortificaciones de Ceuta, lo que obtuvo una pronta respuesta de Drummond Hay sobre la intención de Inglaterra de obtener el acuerdo de los gobiernos europeos para impedirlo.
Algunos historiadores piensan que quizá el general Sartorius, al ser detenido e insultado por los anyerinos en un episodio algo extraño, fuera de los límites, estuviera animado a provocar un incidente para continuar con los planes del Gobierno (Fernández Rodríguez, 1985).
El 30 de junio de 1876 se promulga una nueva Constitución española que estaría vigente hasta la aprobación de la republicana de 1931. En este texto, como en los anteriores, Ceuta no tiene una especial mención ni tratamiento, lo que demuestra la normalidad con la que los legisladores trataban a la ciudad respecto al resto de la nación. 1877 se abre con una disposición legal que regulará el Servicio Militar Obligatorio con cuatro años de servicio activo y otros cuatro de reserva. Muchas van a ser las novedades de los primeros meses del año. En primer lugar, elanuncio de la visita de Alfonso XII a Ceuta,
Mapa de operaciones de la campaña del norte de la Guerra Carlista, del capitán del Regimiento Fijo Alejandro Zato. Colección José Luis Gómez Barceló.
La subida al trono de
Alfonso XII, “el
Pacificador”, permitió
zanjar temporalmente
las luchas fraticidas
llevada a cabo el 20 de marzo, hará que la población se prepare, entre otras cosas, estableciéndose una semana antes el primer servicio heliográfico Ceuta-Algeciras. Su estancia transcurriría entre el alborozo de los ceutíes, el agua que no cesó de caer en toda la jornada y los actos oficiales. Recorrió los principales edificios civiles, militares y religiosos, recibió a las autoridades locales y corporaciones, al ministro plenipotenciario de España en Marruecos Eduardo Romea y al xerif de Uazzan. También, escoltado por la Compañía de Lanzas, salió al campo y visitó el Serrallo (BC-FFB). El 19 de abril de 1877 es nombrado alcalde, por Real Orden, José Moreno Alarcón. Se aplica la Ley de 20 de agosto de 1870, refrendada por las reales órdenes de 16 de diciembre de 1876 y 22 de julio de 1876 por las que Ceuta, con una población cifrada entre 10.001 y 12.000 habitantes contaría con un alcalde, cuatro tenientes de alcalde y trece regidores.
Rodríguez Osete queda como primer teniente de alcalde, dimitiendo en julio del mismo año y siendo nombrado juez municipal (AGCE-AC). Como consecuencia de la visita regia podemos establecer la resolución de las reclamaciones históricas de la ciudad sobre los subsidios que recibían sus moradores. Estas pensiones, denominadas en los reglamentos del siglo XVIII “tensas y moradías”, se convertían por la Real Orden de 20 de agosto de 1878 en “Raciones de África”, estableciéndose un complejo cuadro de beneficios que complacía, especialmente, a los militares y sus familias (MI, 1878). Resultado fue también la implantación de un servicio heliográfico entre Ceuta y Algeciras, que se reglamentó por Real Orden de 22 de octubre de 1878 (MI, 1878), abriéndose al público la estación heliográfica en marzo de 1883 (Eco de Ceuta, 15 de marzo de 1883). El 23 de enero de 1878, con motivo de los festejos en honor de la boda real de Alfonso XII y la infanta Mercedes de Orleans se inauguró el mercado de la actual plaza Rafael Gibert, que suplía al denominado del Borne, en el comienzo de la Marina.
Una nueva ausencia de actas capitulares entre 1878 y 1883 nos impide saber con más detalle qué sucede en la población en esos momentos. En el gobierno de la nación se mantendrá Antonio Cánovas del Castillo prácticamente desde 1875 hasta 1881, en que subió al poder el partido liberal, entonces llamado fusionista, de Práxedes Mateo Sagasta, con disposiciones aperturistas como el indulto para los delitos de prensa, la reintegración de profesores destituidos y otras muchas de corte similar. Los cambios en el Gobierno no tenían repercusión inmediata en los municipios, pero sí podemos entender que al conservador Moreno Alarcón le sustituye en 1883 el liberal y masón Manuel Chapela Agramut, que continuará en su puesto hasta la entrada en mayo de 1884 de Enrique García Ponce, abogado liberal y entonces director del periódico local Eco de Ceuta (Gómez Barceló, 1984) y miembro de la masonería local. La masonería en estos momentos, y más aún al comienzo de la década siguiente, dominará totalmente el consistorio municipal ceutí (Salafranca, 1988).
El 29 de mayo de 1878 un grupo de personas de la cabila de Anyera entran en el Campo Exterior, agreden a algunos de los arrendatarios de las tierras, robando y quemando sus cosechas, por lo que el caíd de la misma indemnizó a los perjudicados abonándoles los daños (BC-FFB).
Uno de los sucesos que más conmocionarían a la población fue la sublevación de los deportados cantonales, en 1879 (BC-FFB). Según parece, preparaban el levantamiento de los 3.000 presos que componían el penal, si nos atenemos a las cifras que aportaba en un informe de 1876 el obispo de Claudiópolis (ADCE-D, Leg. 625).
Antonio Ramos afirma que se promovió en el cuartel del Fijo y que fueron sus iniciadores los sargentos segundos Claudio Barroso Camacho y Félix Noel Andrades, quienes fueron fusilados el 4 de enero, junto con el soldado Maximino Sánchez Codorni. Descubierta por un soldado, se pudo contener gracias a la intervención del Regimiento de Pavía, entonces de guarnición. Además de los sentenciados a muerte, lo fueron a cadena perpetua el cabo segundo Genaro Cabezas y los soldados Emilio del Nido, Salvador Codina, Manuel Brugat, Diego Rodríguez, Francisco Muñoz de los Ríos y Santiago Pérez, y a diez años de prisión los de la misma clase Mateo Estadé y Eduardo Blanco, disponiéndose que la primera compañía del segundo batallón a la que pertenecían fuese reorganizada, quedando solamente un sargento y un soldado, distribuidos en los presidios menores el resto de su número (AGCE-FAREM). Normativa interesante para las esperanzas del momento fue la Ley de 7 de mayo de 1880 por la que era declarado el puerto de Ceuta de interés general de segundo orden,
y reconociendo la conveniencia y necesidad de su construcción en un doble aspecto militar y comercial. Sin embargo, el puerto todavía era un proyecto lejano en el tiempo.
Como ha quedado de manifiesto por los sucesos de 1875 y 1878, existía una voluntad cierta de mantener la paz en los límites de Ceuta. Más aún por parte de José Diosdado, desde 1878 ministro plenipotenciario en Marruecos. Cuando en 1880 se sublevó parte de la cabila de Anyera contra el bajá, el sultán decidió reducir el territorio de esta última en favor del bajalato de Tánger, con la conformidad del gobierno español, no sin la preocupación del ministro de Estado Vega Armijo, que no quería vulnerar la soberanía del sultán (Fernández Rodríguez, 1985). Inglaterra intervenía cada vez más constantemente, como se demuestra por su dominio de la situación marroquí, la defensa del mantenimiento del status quo o determinadas operaciones como cuando el gobernador de Gibraltar lord Napier de Magdalá desembarcó en Benzú e hizo un plano en colores de la región, visitando incluso Ceuta, el 11 de noviembre de 1882 (BC-FFB).
A pesar de todo ello, a partir de 1883 se ve un importante incremento de las labores de construcción de fortificaciones en la línea. Se trata del conjunto de fuertes neomedievales que todavía hoy corren junto a la frontera y por cuyos trabajos y otros en las baterías de Torremocha y Molino o en el cuartel del Revellín se felicitará públicamente al ingeniero Federico Mendicuti y Surga (Eco de Ceuta, 22 de junio de 1883). La prensa ensalzará igualmente al comandante general José Pascual de Bonanza, quien había impulsado la construcción y mejora de vías y jardines, como la plaza de África o el paseo de la Fuente del Hierro (Eco de Ceuta, 1 de junio de 1883).
En estos momentos, la situación española es tranquila, pero en ocasiones se producen pequeños pronunciamientos, como el de Urgel de agosto de 1883, en el cual se levantó el teniente Montaner, teniendo como opositores al oficial ceutí José Gómez quien con el también oficial Latorre le hicieron frente, siendo detenidos por el teniente y varios sargentos. Los amotinados, al día siguiente, huyeron a Andorra, sin que sus opositores sufrieran daños (Eco de Ceuta, 22 de agosto de 1883).
Poco a poco, las posesiones españolas en África irán incrementando su interés en la política internacional, al extenderse las ideas colonialistas y con ellas la avidez de numerosas naciones europeas por aumentar su presencia en el Magreb. Así, el Congreso Español de Geografía Colonial y Mercantil, celebrado el 22 de mayo de 1883 con la presencia de Joaquín Costa (Rodríguez Fernández, 1985), hizo suyas propuestas que afectaban muy directamente a Ceuta, como cuando pidieron la habilitación de un buen puerto o la construcción de dos carreteras para unir la ciudad con Tetuán y Tánger, o apostando por un periódico bilingüe –cosa que los García de la Torre harían suyo, editando desde 1.o de julio de 1883 un suplemento de El Eco de Ceuta en lengua árabe (Gómez Barceló, 1984)–, entre otras.
En parecidas circunstancias transcurriría, un año más tarde, el meeting del teatro Alhambra de Madrid, el 30 de marzo de 1884, que supone el arranque del africanismo intervencionista español. Algunos fueron más lejos, como cuando la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas elevó a las Cortes, el 8 de junio de 1884, una instancia pidiendo entre otras cosas subvencionar una línea de vapores entre la Península y Ceuta, una aduana en la línea fronteriza, la construcción de un puerto y carreteras con Tetuán y Tánger, la ampliación de la ciudad y el aumento de su población en el Campo Exterior, el traslado del penal o la reorganización institucional de la población separándola totalmente de su dependencia del Ministerio de la Guerra; pedían también institutos, escuelas superiores, imprentas y prensa arábiga para la ciudad (Fernández Rodríguez, 1985) y otras muchas cosas que naturalmente hicieron de los ceutíes fervientes partidarios del nuevo pensamiento.
Dorso impreso de las
fotografías de Vidal y Arbona
del siglo XIX. Colección José
Luis Gómez Barceló.
Horas antes de la
muerte del monarca,
Cánovas y Sagasta
convinieron el fin de
la lucha entre los
partidos dinásticos y
el turnismo político de
los dos bloques
parlamentarios
El 10 de abril de 1884 una Real Orden autorizaba al comandante general de la plaza para que dieran comienzo las obras de construcción del puerto de Ceuta; era lo que luego se conocería como el Puerto Militar, en las inmediaciones del actual de Alfau. Ello se acompaña de una incesante labor de fortificación, llegando nuevas piezas de artillería para las baterías en construcción.
El 25 de noviembre de 1885 moría Alfonso XII en el Palacio del Pardo. Tenía tan sólo 28 años y dejaba viuda a María Cristina de Habsburgo, con dos hijas y a la espera de un próximo alumbramiento del que sería el futuro rey Alfonso XIII.
La regencia de María Cristina (1885-1902)
La muerte del joven rey Alfonso XII deja a la nación en un mar de incertidumbres. Bien es cierto que el momento era muy diferente a cuando llegó al trono el desaparecido monarca, resuelto el problema carlista y con dos políticos como Cánovas y Sagasta al frente de los dos bloques parlamentarios. Horas antes del fallecimiento, ambos habían convenido el fin de la lucha entre los partidos dinásticos y el turnismo entre ellos, dimitiendo Cánovas y jurando la presidencia del nuevo gabinete Sagasta, el 27 de noviembre de 1885. Era el Pacto del Pardo. Si Cánovas había sido el hombre de la Restauración, Sagasta lo iba a ser de la regencia. Pese a su espíritu liberal, el pragmatismo que acompañaba sus decisiones limitaría mucho lo que la regencia pudo suponer para la nación.
Las características que presenta el periodo en Ceuta son, en primer lugar, el dominio del Ayuntamiento por el grupo caciquil que formaban los hermanos Ricardo y Francisco Cerni González, banqueros y suministradores al Estado de abastecimientos varios, junto con sus cuñados, Carlos y Baldomero Blond Llanos, propietarios y comerciantes, y Diego Mas Fortea, comerciante y consignatario. Masones Ricardo Cerni y Diego Mas, conservadores los hermanos Blond y Francisco Cerni, constituyeron su propio turno en el sillón de la municipalidad entre 1891 y 1904, concretamente los hermanos Cerni con Diego Mas y Carlos Blond, este último con numerosas accidentalidades. Otra de las peculiaridades será el gobierno férreo de los comandantes generales sobre todos los aspectos de la vida local,
amparados por el acogimiento de la población al fuero de Guerra y el sometimiento del día a día al toque de cañón y a la división de la ciudad en recintos cerrados con su correspondiente vigilancia, sin olvidarnos de la censura de la prensa o de la administración de todas las propiedades del Estado que convertía al Ministerio de la Guerra en el principal propietario de la población.
La ciudad continuará por tanto dividida en tres grupos: militares, civiles y penados, siendo las reivindicaciones de los primeros el eliminar las instituciones civiles para convertirla en una plaza militar sin fugas en su autoridad; la de los segundos, el convertirse en una ciudad española más, sin penal ni predominio del
Vista de Ceuta. Fotografía: G. W. Wilson. Arzobispado de Tánger.
ejército, con una urbanización moderna, sin puertas, rastrillos y murallas; mientras que los penados sólo aspiraban a vivir mejor y a redimir sus condenas, en especial los condenados por delitos de opinión o traídos desde las colonias.
La regencia comenzaba mal en Ceuta. El 2 de diciembre de 1885, mientras se celebraban los funerales por el rey en la catedral, la batería de salvas que se hallaba rindiendo los honores de reglamento sufrió un accidente y dos artilleros que la servían fueron lanzados al foso al incendiarse y detonar la pólvora. Blas Díaz Quinta apareció sin brazos y con muchísimas heridas que causaron su muerte, mientras que Manuel Fernández Corral tenía destrozada la mano derecha y quemaduras en ambas piernas (Eco de Ceuta, diciembre de 1885). El invierno fue muy frío, tanto que la nieve no sólo cubrió las alturas del Negrón, el Biut o Sierra Bullones, sino que el 8 de febrero de 1886 lo hizo con las torres de Francisco de Asís, Isabel II y el Renegado (Eco de Ceuta, febrero de 1886). En estos meses, el enfrentamiento de El Eco de Ceuta y el Gobierno militar se hacía más duro y el 14 de marzo se imponía una multa de 100 pesetas al periódico con la opción de cárcel para su propietario. Meses más tarde se vería obligado al cierre y la transformación de su cabecera por la de África –luego El África–. En el debate serán varios los periódicos de Algeciras y Madrid que apoyen al ceutí publicando los artículos prohibidos (Gómez Barceló, 1984).
El 18 de abril de 1886 sale de Ceuta un grupo de expedicionarios a Río de Oro formado por el ingeniero militar Julio Cervera y Baviera, el profesor de Ciencias Naturales de la Universidad Central de Madrid Francisco Quiroga, el intérprete del cuerpo consular Felipe Rizzo Ramírez, el xej Abdelkáder L’Agdar y un soldado de escolta de la Compañía de Tiradores, con el objetivo de reconocer y anexionar a España dichas posesiones(Fernández Rodríguez, 1985). Un año antes habían salido hacia el golfo de Guinea tres miembros de la Compañía de Tiradores, naturales de Ceuta, que habían ido destinados a aquella guarnición como agentes de policía e interpretación. La expedición de Cervera, Quiroga y Rizzo, organizada por la Sociedad Geográfica Comercial, llegaría a Río de Oro el 14 de mayo de 1886, de lo que se hicieron eco los medios de comunicación dentro y fuera de España (Ramos y Espinosa, 1903). No era ésta la única expedición llevaba a cabo desde Ceuta. En 1882 se había creado la Comisión de Estado Mayor de Marruecos, formada por Ramón Jáudenes y Álvarez y Eduardo Álvarez Ardanuy, quienes no sólo trazaron mapas y planos entre Ceuta y Fez sino que en 1883 participan en la expedición a Ifni, para identificarla con Santa Cruz de Mar Pequeña (Baeza, 1989). Las duras condiciones de la expedición hicieron enfermar a Jáudenes, quien fue trasladado a Ceuta, en donde falleció el 11 de abril de 1884, y donde su recuerdo queda unido a un monumento funerario y a una calle con su nombre.
Serán por tanto años de proyección de Ceuta en la región, como también indica el proyecto del Gobierno entre los años 1887 y 1888 de reorganizar las misiones franciscanas, haciendo de Ceuta su casa central (Fernández Rodríguez, 1985), lo que estuvo en estudio tanto por el Ministerio de Estado como por el célebre religioso José Lerchundi, aunque no prosperaría, quizá por mezclarse con los proyectos de recuperación del Obispado Septense, lo que no parecía agradar a la orden franciscana si iba unido a la autoridad en la región (Gómez Barceló, 2002).
Si bien es cierto que la Comandancia General ejercía una autoridad inmensa en la Ceuta de fin del siglo XIX, no lo es menos que algunas de sus iniciativas fueron transformando la pequeña población en el germen de ciudad que arrancaría a partir de comienzos del siglo XX. Desde 1886 se producen acciones urbanas importantes, como la demolición de fincas en el Rebellín para construir el cuartel de su nombre, la repoblación del Hacho con eucaliptos y ya en 1887 el aumento de la plantilla de la Comandancia de Ingenieros con un capitán más
Plano del convento de
franciscanos de Ceuta.
Colegio San Agustín.
Las insurrecciones de
Cuba y Filipinas, a
finales de siglo,
trajeron a Ceuta a un
numeroso contingente
de presos políticos
que engrosaron la ya
muy heterogénea
población local
que sería autorizado para desempeñar el cargo de arquitecto municipal, con lo que comienzan a verse proyectos de urbanización, no ya sólo de apertura de vías o de construcción de plazas y jardines, sino iniciativas más ambiciosas como las canalizaciones y traídas de agua desde el Campo Exterior. Luces fueron también las que brillaron con la Real Orden de 17 de febrero de 1888 por la que se reorganizaba la Milicia Voluntaria de Ceuta, compuesta por la Compañía de Mar, el Escuadrón de Cazadores y la Compañía de Tiradores del Rif; pero también sombras, la más larga quizá la creación de la colonia penitenciaria, por Real Decreto de 23 de diciembre de 1889 que daba al traste con las esperanzas de ver desaparecido el presidio. La nueva situación era aún más dramática para el resto de la población.
Antes de la vuelta de Cánovas al poder –entre 1890 y 1892– se producen algunos incidentes, no excesivamente graves, pero que afectaban a la situación exterior de Ceuta.
El 4 de agosto de 1887 se había ordenado que la división naval de Algeciras visitara constantemente el islote de Perejil para impedir depósitos de contrabando para España, viendo la manera de poner una luz de abalizamiento que permitiera tomarla con tiempo del sureste, pues parecía tener buen refugio para las fuerzas que guardaban las costas (BC-FFB).
A finales de diciembre se acordó establecer un faro en el islote de Perejil y una comisión española visitó el emplazamiento, marcando con unas estacas y una plancha con los colores nacionales el lugar donde se iba a construir. Los vecinos de la comarca cercana arrancaron los hitos y se produjo la discusión en las Cortes. Como en otras ocasiones, se planteó la propiedad de la isla y se apeló a mantener las cosas como estaban. Sin embargo, en abril de 1889 Marruecos construyó un pequeño reducto, lo que España consideró una falta de confianza mutua, sin más repercusión (Fernández Rodríguez, 1985).
Con Cánovas en el poder, se produce el 13 de septiembre de 1890 una pequeña agresión con disparos en la fuente de la Higuera, siendo rechazados fácilmente y sin mayores consecuencias. Respecto a la política local, el 1.o de diciembre de 1890 se había constituido el Comité Liberal de Ceuta, presidido por Ricardo Cerni, siguiendo las consignas de Sagasta (AGB), y el 2 de marzo de 1891 se celebrarían las primeras elecciones legislativas por sufragio universal. La ciudad, por esas fechas, volvía a engalanarse para recibir una nueva visita real. Se trataba, en esta ocasión, de los infantes Antonio de Orleans y Eulalia de Borbón, que pasarían en ella la jornada del 16 de marzo de 1891 y la siguiente en Tetuán (El África, marzo de 1891). Sería la última de las visitas de la casa real española en el siglo, pues todavía registramos la estancia durante varios días, en su yate Alicia, del príncipe Alberto de Mónaco, en junio de 1894 (El África, 21 de junio de 1894).
El 19 de julio de 1891 se abría la estación telegráfica de Ceuta, inaugurándose el día 27 el cable que unía la población a la Península. Poco a poco se iban mejorando las comunicaciones.
En el bienio 1893-1895, en el que vuelve a presidir el gabinete Sagasta, se van a producir dos nuevos sucesos bélicos que nos afectarán particularmente. El primero de ellos tuvo lugar cuando en septiembre de 1893 las tropas españolas comenzaron las obras para la construcción de un fuerte en las inmediaciones de Melilla, que inmediatamente fueron atacadas por los rifeños. Para nada sirvió la experiencia de 1859-1860 y los hechos se precipitaron, siendo el episodio más desgraciado el del aislamiento de los generales Margallo y Ortega en Cabrerizas Altas y la imprudente salida del mismo, con visos de suicido, del primero de ellos, cuya muerte daría nombre a la contienda. La reacción española fue la de formar un ejército, al mando del general Martínez Campos, quien desembarcó en Melilla con 22.000 hombres. Ante tal despliegue, el enemigo pidió tregua, firmándose un tratado de paz en Marrakech el 5 de marzo de 1894 en el que se indemnizaba a nuestro país con 20.000 millones de pesetas, cuando se calculaba que en la operación se habían gastado 35.000 millones (Saro, 1996). La muerte en los campos de Melilla del primer teniente Teodoro Valverde y Menacho, de familia ceutí, desencadenó una corriente de solidaridad que haría llenar los teatros y círculos de suscripciones en socorro de los soldados fallecidos y sus familias, a la que se sumaría la recién constituida comisión de la Cruz Roja en Ceuta (El África, septiembre-diciembre de 1893). Por su parte, algunos relacionaron este episodio con los movimientos de “El Valiente” en el Tarajal, en junio de 1893, pero la estrategia de Mohamed Bulaich era muy otra, si es que la tenía, pues sus ataques en la frontera de Ceuta no pretendían más que el pillaje y el bandolerismo a pequeña escala, incluso cuando sus acciones subieran de tono, ya en la primera década del siglo XX (Gómez Barceló, 2006).
Retrato de Ricardo Cerni
González, de José Arpa.
Museo de Ceuta.
El segundo conflicto se arrastraba de muchos años atrás: la insurrección cubana. En 1893 tuvo lugar la revuelta de Holguín, dominada con facilidad. Sin embargo, el 24 de febrero de 1895 el llamado “Grito de Baire” iniciaba la guerra. Ni Martínez Campos ni Weyler tuvieron éxito en acabar con un enfrentamiento en el que terminó interviniendo Estados Unidos, solicitando una autonomía para Cuba que si se hubiera concedido en 1893, cuando la planteó Antonio Maura, quizá hubiera evitado mucha sangre en ambos bandos. El final vendría tras la explosión del Maine en La Habana el 15 de febrero de 1898, con la irrupción de Estados Unidos en el conflicto y la pérdida irreparable de Cuba y Filipinas.
Desde los años sesenta habían sido muchos los cubanos desterrados, confinados o presos en Ceuta, como Esteban Bermúdez en 1871 por los sucesos de la Universidad de La Habana, el médico Calixto Bernal en 1875, o alrededor de 200 de los detenidos tras la Paz de Zanjón (Salvochea, 1900). A partir de 1895 el número creció de forma exagerada: en mayo de 1895 llegaron 57 nuevos internos, entre otros el célebre Octavio Zubizarreta, cuyo indulto de la pena capital motivó muchas discusiones en las Cortes. En el momento de la derrota española había en Ceuta 592 presos entre cubanos y portorriqueños, que irían saliendo posteriormente, siendo los primeros 290 confinados políticos, entre ellos 22 ñañigos (Márquez, 1998). El 19 de octubre de 1898 partirían del Hacho 20 de los últimos indultados por la reina, entre ellos el propio Zubizarreta (El África, octubre de 1898). Por contra, los últimos militares ceutíes regresados de Cuba llegarían a Ceuta el 1.o de marzo de 1899 y eran el teniente coronel Rogelio Añino y los oficiales Alejandro Culebras, Leopoldo Delgado Villalba, Juan Morejón Andrade y Andrés Escotto (El África, marzo de 1899).
Por cierto que la guerra con Estados Unidos traería la intranquilidad de buena parte de la población ceutí, convencida de un posible ataque contra la ciudad, ligada directamente a la represión de los patriotas americanos mediante su penal. Muchos ceutíes huyeron de sus casas; los que pudieron pasaron a Gibraltar, Algeciras o Tetuán, los más montaron sus campamentos en el Campo Exterior (Gibert, 1987), siendo necesaria la intervención de la Comandancia General para que volvieran a sus casas (AGCE-AC). Mucho menos sabemos de los prisioneros asiáticos, tanto de los venidos directamente de Filipinas como los llegados a través de las colonias americanas. Además, la transformación de sus nombres y apellidos por el de un santo cualquiera y el apelativo asiático hace más difícil aún seguir su rastro. Sí hemos podido averiguar que en noviembre de 1886 visitó el presidio un delegado del Gobierno chino para conocer las necesidades de los súbditos de aquel país que residían en la población y hacerles saber
Dibujo del Reina Regente, de
José Castellote. Informe oficial.
Biblioteca Pública de Ceuta.
que tenían en Madrid una representación para atender sus reclamaciones y garantizar
sus derechos (Eco de Ceuta, 18 de noviembre de 1886).
Dentro de lo que forma la pequeña historia de honores y privilegios locales, en los
últimos años del siglo registramos dos disposiciones de sentido contrario: la primera es
de 9 de octubre de 1888, una Real Orden por la que la reina anulaba el privilegio que
gozaba Ceuta de no usar papel sellado, y que había sido refrendado por diferentes
disposiciones desde 1636; la segunda tenía un carácter meramente honorífico, pero
importante para la plaza, y era la ratificación, por Real Orden de 10 de julio de 1894, de
los honores de capitán general al Pendón Real.
En 1895 una catástrofe apesadumbró a todo el país. Se trataba del naufragio del
crucero Reina Regente. El día 10 de marzo, tras haber dejado en Tánger a la embajada
del sultán de Marruecos que acababa de visitar Madrid, zarpaba rumbo a Cádiz, pero
en plena travesía un fuerte temporal lo hizo desaparecer con los 412 hombres de su
dotación, sin dejar rastro (Coello y Rodríguez, 2001). Sólo en la costa sur de Ceuta se
halló días más tarde un trozo del lado de estribor de una lancha de caoba de la Marina
de Guerra con la inicial R (El África, 27 de marzo de 1895).
En 1896 se inician algunas importantes mejoras en las comunicaciones de Ceuta. El
18 de marzo (AGCE-AC) el pleno solicitó del director general de Correos y Telégrafos que
el correo para Ceuta y Campo de Gibraltar viniera en los trenes que proponía la Compañía
Ferroviaria de Bobadilla a Algeciras, con lo que se ganaría una fecha en su reparto. Para
la siguiente habría que esperar algo más de un año: el reemplazo de los vapores María y
Dos Hermanos, que hacían la travesía con Algeciras, por el Apóstol y el Willians Haynes
del armador Antonio Millán de Cádiz (El África, diciembre de 1897-enero de 1898).
Tampoco fue menos importante la Real Orden de 1.o de julio de 1898 por la que
se creaba una sección de la Guardia Civil de Infantería para prestar servicios en Ceuta,
dependiendo de la Comandancia de Cádiz, con un sargento, dos cabos, dos guardias
primeros y treinta guardias segundos (El África, julio de 1898).
Digamos que el último año del siglo, 1900, no comenzó bien. Desde 1892 se
trabajaba en la construcción de una fábrica de luz eléctrica que se prolongó durante
buena parte de 1893 con numerosos problemas. Poco a poco, los edificios principales
fueron iluminándose. Sin embargo, el 27 de junio de 1899 se produciría un “eclipse
total”, como lo calificaría el periódico local, teniendo a la ciudad sin luz hasta febrero
de 1900 (El África, junio de 1899-febrero de 1900), en un simbólico resumen de las
luces y sombras que habían caracterizado la centuria.
Antigua Pescadería. Fotografía atribuida a E. Facio. Archivo General de Ceuta.
EL ESPACIO FÍSICO
El territorio
Durante el siglo XIX el territorio de Ceuta varía considerablemente. Se inicia el periodo con la frontera trazada por el Tratado de 1 de marzo de 1799, delimitada previamente por el acuerdo de 25 de octubre de 1782. Básicamente, esos límites eran los que protegía el tiro de cañón desde nuestras fortificaciones exteriores, con el Otero como posición dominante central, y trazando dos líneas, que coinciden con los arroyos principales, hasta el mar, al sur por el Morro, Topo y Salto de la Zorra y al norte por el Rivero del Puente hasta la torre del Vicario, en las inmediaciones de la Puntilla, pero siempre por detrás del Afrag.
A pesar de las negociaciones de 1837 a 1844, que pretendían trazar una línea por el Arroyo de Fez hasta Hadú y desde allí, por el arroyo del Cañaveral hasta el mar (Vilar y Vilar, 2002), los límites reconocidos en ese año no varían gran cosa, aunque parece que éstos llegaron a hacerse efectivos años después, si nos guiamos por lo delineado en el Mapa de la plaza española de Ceuta y su campo de Márquez de Prado de 1848 (Márquez de Prado, 1859), en el que aparece el Afrag dentro de nuestro campo.
El actual territorio de Ceuta dimana del artículo 3.o del Tratado de Wad-Ras de 26 de abril de 1860. Este acuerdo, por cierto, continúa en la tradición de delimitar el territorio por el tiro de cañón, en este caso, el alcance de un 24 de la época. Respecto al espacio urbano, la población se repartía entre la ciudad vieja o intramuros, demarcada por los fosos Real o Navegable y Seco o de la Almina, más el arrabal de la Almina, entre el foso de su nombre y la cortadura el Valle. El Hacho se hallaba parcelado desde 1794 (AC-CC), pero no podía construirse en él y, más aún, hasta la Real Orden de 8 de mayo de 1798 (AGCE-AC, 30 de noviembre de 1849) tampoco se podría hacer entre la plaza de la Maestranza y San Amaro, como también estaban vedados los alrededores de determinadas construcciones y defensas, entre las que se encontraba el terreno del Revellín o los espacios más cercanos a las baterías del Recinto Sur.
Realmente, la vida militar y presidial condicionaba el día a día de la población. La ciudad se levantaba, comía y se acostaba a toque de cañón: al amanecer, mediodía
Puerto militar de la ciudad de
Ceuta. Fotografía: Rubio, 1900.
Carta náutica de Ceuta. Archivo General de Ceuta.
Hasta la Guerra de
África la población
ocupaba únicamente
el recinto de la ciudad
y el de la Almina,
quedando el Hacho
principalmente
ocupado por fincas
de recreo y dedicadas
a las labores
agropecuarias
y puesta de sol. Del mismo modo, estaba dividida en tres espacios estancos: el Hacho, la Almina y la ciudad, a la que a partir de 1860 se añadiría el Campo Exterior. Esos cuatro recintos tenían sus puertas y rastrillos, y traducción con la vida presidial, aunque sin corresponderse con los militares, que eran: el Hacho o primer recinto, la Almina o segundo recinto, la ciudad o tercer recinto y el Campo Exterior o cuarto recinto.
Urbanismo y arquitectura
Conocidas las características del territorio sobre el que se asienta la ciudad en el siglo XIX intentaremos dar unas pinceladas sobre el urbanismo y la arquitectura que se desarrolla durante dicho periodo (Gómez Barceló, 2004 b, 2006 b).
Hasta la Guerra de África, la población se reparte en dos zonas principales: la ciudad y la Almina. La ciudad intramuros es fruto de la transformación de la ciudad medieval islámica realizada durante los reinados de la casa de Avis, con las innovaciones de Austrias y Borbones que prácticamente no afectan más que a las edificaciones públicas, ya fueran militares o religiosas, más escasas las civiles, y a la defensa del recinto.
La Almina, por su parte, es una nueva población (Posac, 1994), levantada durante el cerco de Muley Ismail (1694-1727), sobre un trapecio que había sido abandonado en el siglo XVI como residencia y que sólo se utilizaba para mantener algunas quintas, huertas, espacios de ocio y algunas ermitas y conventos.
Urbanísticamente hablando, el plano de la ciudad intramuros es mucho más romano que hispanomusulmán, es decir, el trazado de sus calles es más geométrico de lo que sería pensable en una urbe de origen medieval islámica. Ello se explica por la adaptación al modelo de fortificación adoptado desde el siglo XVI, aunque también por la pervivencia de los trazados romano-bizantinos, asumidos en época califal.
Características propias del recinto son la existencia de vías perimetrales, paralelas a las murallas, que sirven de caminos de ronda; vías de norte a sur que siempre están interrumpidas o cerradas por puertas y rastrillos para evitar, en un asalto a las murallas, la pronta ocupación de todo el barrio, y la existencia de plazas junto a las puertas y acuartelamientos –San Juan de Dios, Pólvora, África, Cuarteles– donde formar las tropas en caso de necesidad.
En la Almina, el planteamiento no será muy diferente. Rodeado todo el arrabal por dos murallas que miran al mar, al norte y al sur, el foso seco al occidente y la cortadura al oriente, mantiene los mismos caminos de ronda, aunque más amplios, con puertas y rastrillos en comienzo y fin de los mismos, así como otros intermedios. El trapecio que forma el solar está atravesado por el Camino Real de la Almina, que recibe diferentes nombres en sus distintos puntos, y de él parten calles a diestra y siniestra, que en los pocos casos que llegan a los caminos de ronda –Obispo (Millán Astray), Clavijo (González Besada), Rampa de Abastos y Balsas; Morería (Padilla), Botica (Serrano Orive), Molino, Brull– cuentan con sus respectivas puertas, rastrillos o cuerpos de guardia. La Almina contará con edificaciones públicas importantes, ya sean civiles (hospitales, veeduría, farmacia, carnicerías...), militares (acuartelamientos, palacio del general de la plaza...), eclesiásticas (iglesias, hospitales, ermitas, palacio del obispo...) o presidiales (principal del penal, talleres, pequeñas industrias...).
Si exceptuamos los edificios públicos, financiados por las arcas reales o la Iglesia, cuyos proyectos serán firmados por profesionales titulados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando o por ingenieros militares, el resto de la arquitectura local podemos denominarla como popular, levantada por maestros de obras y alarifes.
Fuera de estos dos espacios, el Hacho, aunque parcelado, no contaba más que con pequeñas habitaciones de recreo y labores de agricultura y ganadería. Prácticamente otro tanto ocurría en el Campo Exterior a partir del sexenio revolucionario, cuando se parceló y distribuyó el terreno, pero sólo a partir de la última década del siglo se construyeron algunas viviendas de cierta prestancia, firmadas normalmente por los ingenieros militares y para familias con sobrados medios económicos como los Arrabal, Cerni, Comandari... Sólo a partir de la construcción de villa Elvira, en 1888, por el intérprete Antonio Comandari, surgió un reducido núcleo de casas y pequeñas industrias artesanales, que
Eclesiásticos 119
Oficios públicos 55
Empleados 172
Industrias 413
Propietarios 204
Desterrados 521
Instrucción Pública 685
Mujeres y niños desocupados 1.986
Judíos y musulmanes adultos 15
Campo Exterior 69
Otros lugares y no anotados 150
Total 4.389
sumadas a las levantadas por Ramón Romeu, al concedérsele la almadraba en 1893,dieron lugar a una barriada obrera de cierta importancia. El principal escollo para que progresara la construcción en esta zona fue siempre la inseguridad jurídica de los títulos de propiedad, en fideicomiso desde 1867, ligados a la persona de sus concesionarios originales y cuya conversión en propiedades se haría esperar hasta el siglo XX.
El Ayuntamiento constitucional de Ceuta, creado en 1812, tendrá las competencias municipales en materia de obras, pero carecerá de ordenanzas municipales hasta 1863 –los bandos de policía y buen gobierno de 1819 y 1832 no suplen a éstas en materias de obras y urbanismo–, sin que se llegaran a hacer nuevas en 1868 y siendo las últimas del siglo las de 1892. Los profesionales para aplicarlas fueron maestros mayores de albañilería, que simultaneaban los encargos municipales con su empleo en la Maestranza de Obras, hasta que en 1887 se llegó al acuerdo de que uno de los capitanes de ingenieros de la Comandancia de Obras ejerciera de arquitecto municipal, lo que se mantuvo hasta 1910 (Gómez Barceló, 2005 a). Aunque los maestros de obras fueron responsables de obras de cierta envergadura (Carlos Aranda del cementerio de Santa Catalina; Francisco González del mercado del Borne, y Emilio González Tirado de la plaza de África), la irrupción de ingenieros militares en las competencias urbanísticas supone un cambio notable. En principio, se hace planeamiento urbano y se trata de resolver problemas de abastecimiento de aguas –todavía no domiciliario– y alumbrado, así como de saneamiento. También se intenta agilizar la circulación entre zonas y barrios mediante la supresión de algunos cuerpos de guardia y rastrillos, y ya en los últimos años del siglo, se demuelen fortificaciones y se rebaja la altura de algunas murallas. Respecto a la edificación, sólo se comienza a poner cierto orden a partir de 1850, con una modesta Ordenanza de Ornato que obligará a pedir licencia previa a la construcción con algunos documentos, poniéndose como ejemplo la casa y el proyecto que había hecho el maestro mayor de obra y fortificación José García Tamayo para Juan Moreno Echevarría en el Rebellín (AGCE-AC).
Los ingenieros militares introducen el departamento de alquiler sobre la tradicional vivienda unifamiliar o de patio compartida. Su planta suele dejar en fachada las habitaciones comunes, en el interior las alcobas ventilan a través del pasillo acristalado que mira al patio y en la parte trasera se encuentran las cocinas y retretes. Las fachadas van tomando cierta forma: partiendo de estilos clásicos se introduce el eclecticismo y modestas notas historicistas, en general, en edificios de pabellones militares (plaza de África, Revellín 21), o pequeños monumentos (Jáudenes, Héroes de África), que llegarán a anticipar un cierto gusto regionalista en algunas construcciones particulares, entre lo andaluz y lo neohispanomusulmán, como el chalet de la familia García Ponce/Orozco o el morabito de Sidi Brahim.
Fortificación
Ni la situación económica de la nación ni la internacional con Marruecos hicieron necesarios cambios ni innovaciones en la fortificación de la ciudad en buena parte de la primera mitad del siglo XIX. El modelo abaluartado diseñado por Isidro Próspero Verboom, a comienzos del siglo XVIII, sobre la base del renacentista de Micer Benedicto de Rávena y Miguel Arruda, en el siglo XVI, fue más que suficiente.
Los movimientos en la frontera de 1837 y 1844 obligaron a construir nuevas fortificaciones, que perdida su función con los nuevos límites de 1860 y destruidas no muchos años después de su levantamiento, han hecho perder su memoria. La línea proyectada tendría fortificaciones en el Salto de la Zorra, Terrones y Fuerte del Vicario. La línea del Otero sólo llegó a tener dos fortificaciones permanentes, el fuerte de Terrones, que aparece en algunas de las fotografías de la Compañía Wilson (Garófano, 2005) y la antigua torre del Vicario que no sabemos si se transformó en el proyecto de los años sesenta dirigido por Pedro de Eguía con las intervenciones de Antonio Roji, Federico Mendicuti y José de Ramón Carbonell (Gómez, Bravo y Bellver, 2005).
Además, en esos años se trazan los proyectos de fuertes neomedievales de la nueva línea fronteriza de Ceuta, torres de planta circular con tres modelos y dimensiones diferentes: los más grandes Benzú e Isabel II, intermedios los de
Calle Jáudenes. Fotografía: Calatayud. Archivo General de Ceuta.
Mendizábal y Aranguren, todos ellos de Federico Mendicuti, aunque realizados en fechas diferentes, y, por último, los más pequeños de Piniés, Francisco de Asís, Mendizábal y Yebel Anyera, obra posiblemente de Mendicuti, sobre los trabajos de Eguía y De Ramón. Esta defensa se reforzaba con un fuerte poligonal que recibe el nombre de Príncipe Alfonso, proyectado por Paulino Aldaz nada más terminar la Guerra de África (Bravo Nieto, 2004).
Los ingenieros de la segunda mitad del siglo XIX, además, comenzaron un fuerte frente al cementerio de Santa Catalina, que no se terminó, y convirtieron en otro la antigua torre de vigilancia del Desnarigado, obras de José y Alfredo de Ramón Carbonell (Bravo Nieto, 2004), y numerosas baterías que fueron recibiendo nueva artillería en el último cuarto de la centuria.
El puerto
Sin duda fue esta la gran reivindicación de la ciudad en el siglo XIX. Necesario para su defensa, abastecimiento y posibilidades económicas, la población de la primera mitad de la centuria no contaba más que con los espigones del Albacar, el raquítico muelle de Comercio y el espigón de San Pedro. Mal se podía pedir una legislación de
Cementerio de Sidi Embarek. Fotografía: Bartolomé Ros.
La Guerra de África
puso de relieve las
carencias de Ceuta
como plaza fuerte y
punto comercial
privilegio sin contar con la infraestructura adecuada. Así y todo, el gobernador Fernando Gómez de Butrón solicitó en 1820 la declaración de Ceuta como Punto Libre de Comercio y, ya en 1841, su sucesor José María Rodríguez Vera la de Punto de Depósito Mercantil (AGCE-AC). Por cierto que, en 1850, una Real Orden de 24 de julio había concedido la habilitación de la aduana de Ceuta para la importación directa de tejidos, quincalla y demás artículos de permitido comercio que se consideraban necesarios para el consumo de la población, entendiéndose prohibida la exportación de dichos efectos a ningún otro punto ni al extranjero (AGCE-AC), pero que serviría para aminorar la presión sobre los ceutíes.
La Guerra de África de 1859-1860 puso de manifiesto todas las carencias que Ceuta tenía como plaza fuerte y como punto comercial. La declaración de puerto franco provisional que se hizo en 1859 se consolidaría años más tarde por la Ley de 13 de mayo de 1863, cuando ni siquiera había un proyecto de instalaciones portuarias(AGCE-AC). Una Real Orden de 3 de febrero de 1864 aprobó el proyecto levantado por el ingeniero Ángel Romero Wals por un importe de 9.225.000 pesetas. Las obras, sin embargo, no fueron comenzadas hasta 1884, con un espigón que fue denominado muelle militar, bajo la dirección del comandante capitán de Ingenieros Antonio de laCuadra. Las gestiones para autorizar dichas obras se atribuyeron al comandante general José López Pinto –a quien se le agradeció dándole su nombre a la Marina y otorgándosele el título de Hijo Adoptivo–, pero la financiación del Ministerio de Fomento brilló por su ausencia, saliendo buena parte de las aportaciones económicas de las arcas municipales (AGCE-AC). Para darle el definitivo empuje al puerto habría que esperar al nombramiento de una Comisión de Ingenieros Militares y de Caminos que hicieran un nuevo estudio de puerto, pero eso vendría en 1901 (Eco de Ceuta, 1883-1887/El África, 1887-1906).
POBLACIÓN Y FORMACIÓN DE COMUNIDADES ÉTNICO-RELIGIOSAS
A comienzos del siglo XIX no tenemos cifras fiables de población. La última es la aportada por el censo de Floridablanca de 1787. A partir de ahí, un resumen de cómo evolucionan los censos ceutíes sería (Gordillo, 1972):
Como es evidente, el crecimiento de la primera mitad del siglo es prácticamente nulo, manteniéndose el número de habitantes regulado con la mayor o menor expedición de confinados y militares a la plaza, sin llegar a constituir una plaza de asiento. El aumento poblacional de 1860 es debido a la guerra de 1859-1860 y su posterior aumento de la guarnición, mientras que a partir de la Restauración la población se irá incrementando paulatinamente, siendo
significativo el desarrollo de la población civil, pero también de la guarnición y el presidio, convertido en colonia penitenciaria.
Respecto a la composición de esa población, podemos decir que se dividía en tres bloques más o menos homogéneos de guarnición, población civil y penal, como demuestran las cifras de 1849 (Madoz, 1988):
Guarnición Ceuta 2.555
Población Civil 2.210
Penados 2.131
Total 6.896
Gordillo, basándose en documentos del Archivo de Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros (Gordillo, 1972, n. 173) dice que, en el primer cuarto del siglo, el conjunto de los
Presos con cañón Krupp
de 26 centímetros destinado
a las fortificaciones de la
plaza de Ceuta. Colección
José Luis Gómez Barceló.
habitantes, que no pasaba de 8.000, contaba con una guarnición de 3.850 hombres y de los cuales eran de Ceuta 1.886, 61 de caballería, 113 de marina, 10 mogataces, 1.776 del Fijo y más de 500 en otros cuerpos), mientras que la población civil se distribuía del siguiente modo:
Como señala el autor, estos totales alcanzan los 4.389 habitantes, señalando el bajo número de desterrados, que cifra en 521, muy por debajo de los 2.365 de 1787.
La falta de instrumentos censales sólo ha permitido hacer estudios de población en la segunda mitad de la centuria. El siguiente cuadro procede de la obra de Gordillo Osuna:
Sobre la creación de comunidades étnico-religiosas, es un hecho evidente que durante toda la centuria la mayoría será hispano-cristiana. A comienzos de siglo había algunos musulmanes acogidos a los Reglamentos de Ciudad del siglo XVIII meramente simbólicos (Gómez Barceló, 2001), así como un grupo de familias llegadas del Oranesado en 1792, que con los años fueron desapareciendo, entre los que se cristianizaron y los que retornaron a su lugar de origen o se instalaron en Marruecos, en especial en Tetuán. Esta Compañía de Mogataces a caballo se transformó en infantería en 1835, convirtiéndose en un cuerpo de traductores intérpretes, entre cuyos apellidos se recuerdan los de Almanzor o Kaddur. Cuando en 1859 fueron necesarios los servicios de interpretación se les recuperó, primero en Melilla y luego en Ceuta, dotándoles de un nuevo reglamento, constituyendo en 1861 una sección denominada de Tiradores del Rif que casi nunca llegaron a cubrir las 50 plazas que tenían asignadas por Real Orden de 18 de septiembre de 1878. La sección recuperó su denominación de Compañía de Tiradores del Rif en 1887 y junto con la Compañía de Mar constituyeron la Milicia Voluntaria de Ceuta, en cuya situación finaría el siglo (Arques y Gibert, 1928).
La población musulmana en el siglo XIX vivió primero en el fondac del paseo de Colón, para luego ser realojada en el antiguo convento de la Santísima Trinidad hasta darle definitivo acomodo en las fortificaciones exteriores. Utilizaba como lugares de culto el morabito de Sidi Bel Abbás y el de Sidi Brahim. Como lugar de enterramiento, en un principio usaron los alrededores del primero de ellos, en Fuente Cubierta, y con el aumento de límites y la afluencia de rifeños a la Compañía de Tiradores, el que hoy en día sigue siendo su cementerio, en Sidi Embarek.
La guarnición militar,
la población civil y la
penal constituyen los
tres colectivos de
población de Ceuta,
con porcentajes
similares durante el
siglo XIX
La división de poderes, frecuentemente enfrentados, entre la junta político-militar y el Ayuntamiento de la ciudad se mantuvo durante toda la centuria
La comunidad judía de Ceuta fue expulsada en 1706 (Correa de Franca, 1999, pág. 375), sin que pueda negarse que, como en otros puntos del país, entrasen y saliesen a comerciar desde Marruecos en los momentos de paz (Caro Baroja, 1986, t. I). Desde 1813 el gobernador Gómez de Butrón mantendrá una actitud más que tolerante, favorable a que los judíos de Gibraltar y Tetuán entren en la ciudad, comercien y hasta fijen su residencia (Míguez y Martínez, 1976). Durante el trienio constitucional el obispo fray Rafael de Vélez realizó una importante oposición a la presencia de miembros de la comunidad en la población, que se vio reflejada en algunas publicaciones (Pruebas, 1822), siendo posible que en la última década del reinado de Fernando VII tuvieran que volver a ausentarse. Durante la regencia de Espartero los judíos no sólo comercian, sino que pagan sus impuestos, como demuestra una petición del Ayuntamiento de 3 de marzo de 1843 por la que se solicita “al gobernador no deje salir de la Plaza al hebreo Bentolila y sus consorcios hasta tanto haber pagado su cuota de la contribución de paja y utensilios” (AGCE-AC), a la que seguirá la aceptación de su exigencia y la protesta de algunos vecinos por el establecimiento de comercios en la población ya que se veían perjudicados por la competencia. En los años sucesivos irán adquiriendo peso, figurando en el censo desde 1866, y desde el sexenio revolucionario contarán con sinagoga y cementerio, primero en el Afrag (Lafuente, 1862) y desde 1871 en Santa Catalina, participando en contratas públicas o construyendo edificaciones con o sin la nacionalidad española. Las nacionalizaciones en esos años serán abundantes.
La última de las comunidades que tiene su inicio en el siglo XIX es la hindú, que en la última década de la centuria comienza a comerciar en la población, procedentes de Gibraltar y de Tánger. Son muy pocas personas en esos momentos, siendo la primera mención que hemos encontrado la que consigna el periódico local de 3 de septiembre de 1900 autorizando a abrir un bazar de artículos de la India a los señores Udhavadas en el número 22 del paseo del Revellín, entonces Gómez Pulido (El África, 3 de septiembre de 1900). En general, su procedencia será principalmente pakistaní.
Sin que podamos decir que constituyeron comunidad, el siglo XIX no podría entenderse en Ceuta sin hablar de los numerosos confinados venidos de América y Asia, en especial los patriotas americanos de Venezuela, Puerto Rico, Perú, Colombia, Chile..., los muy abundantes cubanos y chinos de los que hoy son testigos muy escasos apellidos, recuerdos textuales y fotográficos y algún epitafio en el cementerio de Santa Catalina.
INSTITUCIONES
El Gobierno político-militar
Los albores de la centuria encuentran la población bajo el dominio de una institución todopoderosa como es el Gobierno político-militar, que comprendía desde el mando de las tropas al gobierno civil, pasando por la presidencia de la Junta de Ciudad, en la que se había convertido la Cámara lusa, equivalente de nuestros ayuntamientos, y la Junta de Abastos. Subordinada a su poder estaba también la justicia, pues todos los habitantes estaban bajo el fuero militar, y el penal, dependiente del Ministerio de la Guerra. Es más, ni tan siquiera la Iglesia tenía libertad de movimientos si no era con el permiso de la primera autoridad militar.
La dependencia directa del gobernador militar del Gobierno de Madrid se romperá en principio por los sucesos que llevan a la nación a la Guerra de la Independencia. Así, entre el 26 de diciembre de 1811 y la misma fecha de 1812, el comandante general estuvo bajo las órdenes del general Francisco Ballesteros como comandante general del Campo de Gibraltar. Pero lo que será más grave para su autoridad será la irrupción de los gobernadores civiles de Cádiz como detentadores de esa función en su detrimento, lo que ocurrirá como consecuencia de la promulgación de la Constitución de 1812. Son varias las órdenes entre 1812 y 1813 de concesión del Gobierno civil a Cádiz, devolución al gobernador militar de Ceuta, hasta la confirmación definitiva de 5 de abril de 1813 de incorporar Ceuta a la provincia de Cádiz (AGCE-AC).
El retorno al absolutismo, en 1814, devolverá el mando político al gobernador militar, que perderá otra vez con la sublevación de Riego. Sin embargo, la situación no durará mucho, pues la Real Orden firmada por Agustín de Argüelles, el 22 de septiembre de 1820, derogará la disposición de separación de ambos gobiernos, por su carácter de plaza militar y su extra peninsularidad. En esa situación se continuará hasta la regencia de María Cristina, en que la división provincial de Javier de Burgos parece haberse olvidado de Ceuta, que queda en un limbo administrativo que obliga al comandante general Mateo Ramírez a realizar una consulta a la corte, que se salda con la siguiente Real Orden, conocida por el Ayuntamiento el 7 de marzo de 1834: “conforme con lo expuesto en la Comisión de rectificación de límites, que la ciudad de Ceuta corresponde a la provincia de Cádiz, así en el ramo de fomento como en los demás que hoy la sujetan a esta Capital y que su Ayuntamiento debe entenderse directamente con la subdelegación del cargo de V.S. lo mismo que los demás pueblos de la provincia” (AGCE-AC).
En 1836, sin embargo, una Real Orden de 30 de junio suspendía el acuerdo de las Cortes de 1820 por el que Ceuta se integraba en la provincia de Cádiz y reunía el poder político-militar en el comandante general, dependiendo directamente de Madrid, al que Ceuta se acogería hasta 1837 a pesar del retorno a las garantías constitucionales que supuso el pronunciamiento de La Granja. La solución vendría a partir de una Real Orden de 24 de septiembre por la que se confirmaba la dependencia, aparte de en lo electoral, en lo económico-administrativo, de la Diputación de Cádiz, recurriendo todavía la municipalidad sobre aclarar las competencias de los dos gobiernos político y militar (AGCE-AC). Sin perjuicio de los varios intentos del ejército por recuperar el mando político, en ocasiones incluso apoyados por el Ayuntamiento, la división de poderes de 1834 se mantendría el resto de la centuria, en parte por la necesidad de preservar los derechos electorales de la población, y eso incluso cuando éste afectaba a muy pocos de sus habitantes. Eso sí, a partir de la Real Orden de 17 de febrero de 1844 toda relación entre la Diputación y el Ayuntamiento se haría por medio del comandante general, siendo una población más de la provincia de Cádiz en lo electoral, con iguales atribuciones en todos los ramos (AGCE-AC).
Perdido su control sobre el Ayuntamiento, excepto en lo concerniente a orden público y a aprobar, en algunas ocasiones, como durante la Capitanía General de África, el presupuesto (durante la década moderada se suprimieron las diputaciones provinciales), los enfrentamientos entre ambas instituciones serán incluso más frecuentes que con la Diputación Provincial. Ello será debido a que el ejército pretendía recibir privilegios como el de refacción contemplado por ley pero gravoso a la ciudad y, por tanto, no contribuir a los ingresos por arbitrios, lo que se repetiría durante todo el reinado de Isabel II e inclusive durante buena parte del sexenio revolucionario.
El mando militar sobre Ceuta tendrá categoría de Comandancia General excepto durante la década moderada, que se convertiría en Capitanía General de África (1846-1851).
Al final del reinado de Isabel II, precisamente con el nuevo gobierno moderado, el Ayuntamiento pedirá sin éxito al Gobierno, en sesión de 10 de agosto de 1863, su restablecimiento (AGCE-AC). Sin embargo, este mismo Ayuntamiento tendrá serios problemas con el gobernador militar que, como en otros periodos moderados, volvería a tener mayores competencias en lo político. De cualquier modo, los peores enfrentamientos tuvieron lugar durante el sexenio revolucionario -precisamente con el ceutí Francisco Lobato de la Calle como Ministro de la Guerra- durante el cual el gobernador Joaquín Christou llegó a destituir al pleno municipal y a nombrar un Ayuntamiento basándose en la declaración del estado de guerra de la plaza, lo que tuvo que retornar a su estado primitivo y legal el Gobierno de Cádiz (AGCE-AC).
A finales del siglo, el ejército, por medio de escritores afines, trató de que el Gobierno volviera a reunificar el mando político-militar en manos del comandante general, incluso que éste presidiera el Ayuntamiento y pudiera elegir sus miembros como en el Antiguo Régimen (Tello, 1896). No lo lograron entonces, seguramente porinfluencia del Ministro de la Guerra, el ceutí Miguel Correa, aunque sí un cuarto desiglo después.
Representantes en las Cortes
La reivindicación de Ceuta de contar con representantes en las Cortes era tan antigua como su incorporación a la corona de Castilla. Sin embargo, la monarquía la despachó con una Real Orden por la que los ceutíes elegirían sus representantes con Sevilla, sin que en el Antiguo Régimen tal decisión tuviera importantes repercusiones para la ciudad. Ceuta, constante en sus peticiones, no olvidaría su antigua pretensión y nada más reunidas las Cortes de Cádiz volverá a requerir dicho representante, lo que haría el 29 de octubre de 1810; pero lo único que conseguiría sería el derecho a elegir tres representantes para elegir diputado con Cádiz. Eso sí, en las Cortes de Cádiz habría un ceutí, Ramón Olaguer Feliú y Zebollino, diputado por Perú, y Ministro de la Gobernación en 1821.
Durante toda la primera mitad del siglo XIX los diputados de Cádiz y Ceuta defenderán la ciudad con interés, como demuestran las visitas de Moreno Guerra y Díaz Morales o la constante correspondencia con Blanco del Valle o con José González de la Vega, cuyo nombre ha quedado perpetuado en el callejero local. Mediada la centuria, concretamente en 1855, se creó el distrito electoral Algeciras-Ceuta, renovado en 1871,y de nuevo sus representantes prestaron apoyo a las numerosas peticiones de su electorado ceutí. Los nombres de Guibert Pastor u Ojeda Martín fueron comunes en la política local por sus iniciativas en las Cortes en beneficio de Ceuta.
El Ayuntamiento
La primitiva Cámara portuguesa se había convertido al final del Antiguo Régimen en una Junta de Ciudad compuesta por el gobernador, el veedor, tres regidores perpetuos, que se turnaban en los puestos de juez de la Real Jurisdicción Ordinaria y padre general de menores, juez almotacén, y procurador síndico general, asistidos en ocasiones por dos diputados más.
La proclamación de la Constitución de 1812 afectó directamente al consistorio local, mediante sus artículos 309 y 310. El primero decía: “Para el gobierno interior de los pueblos habrá Ayuntamientos compuestos de alcalde o alcaldes, los regidores y el procurador síndico, y presididos por el jefe político donde lo hubiere, y en su defecto por el alcalde o el primer nombrado entre estos, si hubiere dos”; y el artículo 310: “Se pondrá Ayuntamiento en los pueblos que no le tengan, y en que convenga le haya, no pudiendo dejar de haberle en los que por sí o con su comarca lleguen a mil al mas, y también se les señalará término correspondiente”.
En virtud de dichos textos, el 11 de agosto de 1812 tomaba posesión el primer Ayuntamiento constitucional, presidido por Joaquín Colás, coronel de Infantería agregado al Estado Mayor, formado por dos alcaldes, diez regidores, uno de ellos síndico y un secretario, hasta la elección del primer consistorio democrático que, presidido por Francisco Cano, tomaría posesión el 7 de enero de 1813. Sin embargo, su mandato duró poco más de una semana, pues al reunirse el Gobierno político-militar es repuesto Colás en la alcaldía, al que sustituirá Antonio Salas desde el 1.o de enero de 1814 hasta la abolición de la Constitución.
La causa estará en los manejos del gobernador Alós para conservar su poder en el municipio, pero que abortaría la Diputación de Cádiz, saldándose con su dimisión del poder político. Se vuelve entonces a la antigua Junta de Ciudad con sus regidores perpetuos hasta que una Real Orden de 1827 establece la nueva planta de los ayuntamientos, que en Ceuta se retrasará su puesta en vigor hasta enero de 1828, quedando constituida por un presidente, tres regidores, un síndico y dos diputados, que se mantendría hasta la Ley municipal de 23 de julio de 1835.
Con esta nueva ley se suprimen los regidores perpetuos y comienzan las elecciones de concejales con una planta que en el caso ceutí se establece con dos alcaldes, primero y segundo, seis regidores, un síndico y cuatro alcaldes de barrio. Un inconveniente para su aplicación sería el no conseguir los 80 vecinos mínimos como electores, pues sólo cumplían las condiciones 69, con 28 mayores contribuyentes como elegibles, a pesar de lo cual la Diputación Provincial dio el visto bueno para su implantación (AGCE-ACS).
La situación económica de la plaza era acuciante y el comandante general no sólo sentirá no poder mantener el gobierno del Ayuntamiento, sino también utilizar la caja municipal para equilibrar las arcas de la pagaduría, llegando a incautarse de los fondos de la misma, días después de la toma de posesión del nuevo consistorio civil que presidía Ignacio Huguet.
Soldado de la compañía de Tiradores del Rif (1896). Ilustración: José Montes Ramos.
Tras la Guerra de
África, el poder
militar acaparó los
abastecimientos
procedentes de
Marruecos
provocando
enfrentamientos con
las autoridades civiles
Entre 1836 y 1840 la lucha entre la Diputación Provincial y el Ayuntamiento se dirimirá en el terreno económico. Los primeros exigirán impuestos por el total del censo y los segundos se negarán, por suponer la población civil menos del tercio del total y esgrimiendo sus fueros y privilegios, hasta que al fin la Real Orden de 15 de junio de 1840 dé la razón al municipio, ordenando hacer un padrón de habitantes con expresión de profesión y dependencia del Estado para estudiar la forma de financiar las arcas del Ayuntamiento (AGCE-Leg 52-1, Exp. 10).
Sin embargo, meses después el conflicto volverá a surgir. Cada nuevo impuesto se litiga y a partir del nuevo sistema de 1845 la bancarrota municipal es total, frente a las exigencias de Cádiz que llegan a pedir, en 1846, 600.000 reales de atrasos, sobre los 200.000 de presupuesto total anual. La financiación mediante los arbitrios, regulada por el Reglamento de Propios y Arbitrios de 1828 abriría otro frente, a partir de 1835, al estimar los militares que padecían una excesiva carga en la contribución, mientras que el municipio estimaba que sin su contribución mal podrían financiar los servicios urbanos los pocos vecinos existentes.
En la década moderada, como en otros periodos conservadores de la centuria, desaparece la Milicia Nacional, garante de los derechos constitucionales y cambian los ayuntamientos, lo que en Ceuta se traduce en la vuelta de un consistorio con numerosos militares y apellidos ligados a las instituciones del Antiguo Régimen, retornando con la Vicalvarada a la situación de 1843, es decir, la existente durante la regencia de Espartero.
Las elecciones de 1855 traerán una nueva corporación, presidida por Alejandro de la Herrán, quien iniciará su gobierno con la reorganización del personal, bajada de sueldos de funcionarios que impediría la Diputación– y cesantías de otros, entrando así en una dinámica que será constante en el resto del siglo en buena parte de los municipios españoles. En 1856 cambia la planta del Ayuntamiento por la de un alcalde, dos tenientes de alcalde y nueve regidores, uno de los cuales sería elegido entre la corporación para ejercer de síndico. Modificaciones importantes serían la de independizar la secretaría municipal de la escribanía pública y de guerra, dejando en 1856 de ser el notario público el fedatario de la corporación (Melle, 1995), y la del nombramiento por Real Orden de los alcaldes, que disponía la legislación a partir de un cierto número de habitantes. Además, el Consistorio se verá reforzado con la aplicación del Real Decreto de 28 de octubre de 1855 por el que se ordenaba crear y organizar juzgados en todos los pueblos con Ayuntamiento y en número igual al de alcaldes y concejales.
Durante la década moderada, el Ayuntamiento vuelve a tener conflictos con el gobernador militar, principalmente por el abastecimiento de carne que se hacía mediante contrata. Los suministradores traían parte de la carne de la Península y parte de Marruecos, pero después de la Guerra de África se consideró por la autoridad militar que el ganado de Marruecos sólo era para la guarnición, en virtud de la concesión hecha por el sultán a España, lo que dio lugar a desabastecimiento, enfrentamientos y la dimisión del alcalde y de los ediles. En los años sesenta, el presupuesto estará en torno a los 40.000 escudos, es decir, 400.000 reales de vellón, cubriéndose el déficit mediante las alzas y bajas de los arbitrios. El procedimiento continuará con posterioridad. En 1870 el presupuesto era ya de 12.000 pesetas, es decir, unos 480.000 reales, pero sin duda la gran subida se producirá en 1871, cuando se alcancen las 85.000 pesetas.
La nueva Ley municipal de 1870 volverá a cambiar la planta del Ayuntamiento, que quedará constituida por un alcalde, tres tenientes de alcalde y trece regidores, uno de los cuales ejercía como síndico, que era la que correspondía a un municipio entre 10.001 y 12.000 habitantes, que en los años ochenta se convertirán en un alcalde, cuatro tenientes de alcalde y diez regidores, que en ocasiones llegarán a trece, uno de ellos síndico. También subirán los presupuestos, que en los años ochenta se acercarán a las 200.000 pesetas anuales.
Durante el reinado de Isabel II se establecen dos grupos de poder definidos ,moderados ligados a la Iglesia y progresistas que lo estaban a la masonería, que se irán turnando según quien gobierne en Madrid. Esta dinámica se romperá en 1883 cuando Manuel Chapela Agramunt se haga con el Ayuntamiento. Miembro de la Logia Masónica Africana 112, inaugura un periodo de dominio de la institución municipal por la masonería que desembocará, en 1891, en la constitución de un grupo caciquil
alrededor del banquero local y también masón Ricardo Cerni González. Ricardo Cerni junto con su hermano Francisco y su cuñado Diego Mas Fortea detentarán el poder hasta 1904, Ricardo y Diego como representantes del progresismo, y por tanto masones también, y Francisco Cerni desde el conservadurismo y fuera de las logias.
En cuanto a su reglamentación, al Ayuntamiento constitucional se llega sin ordenanzas, ni reglamentos de propios y arbitrios. Ambas se reclamaron desde un comienzo, pero llegaron muy lentamente: el Reglamento de Propios y Arbitrios en 1828 y, a falta de ordenanzas, los gobernadores Josef María Miranda en 1819 y Carlos Ulmann en 1832 dictaron sendos bandos de policía y buen gobierno (AGB) que trataban de cubrir su falta. Las primeras Ordenanzas Municipales se aprobaron en 1863, siendo reemplazadas por unas nuevas en 1892, que estuvieron en vigor más de tres décadas. Durante la Restauración se dictarían una serie de reglamentos y ordenanzas menores, muy en la línea de lo que se hacía en otros municipios peninsulares.
El penal
Ceuta como lugar de destierro y cumplimiento de penas tiene una larga andadura, aunque no siempre bien reglamentada. Al siglo XIX llegamos, básicamente, aplicando el Reglamento para la Provisión de los Presidios de África de 10 de noviembre de 1745, fruto del cual serán algunas de las construcciones más conocidas del establecimiento, como el cuartel principal de presidiarios.
En 1802, una Real Resolución de 26 de junio había dado al traste con la pretendida injerencia de la Chancillería de Granada en el gobierno del penal de Ceuta, que advertía era potestativo del jefe militar de la población, dependiente directamente del Ministerio de la Guerra (AGCE-AC).
El presidio de Ceuta estaba dividido en cuatro recintos, no correspondientes exactamente con los militares y urbanos. En el primero se encontraban los talleres
Plaza de África. Colección
José Luis Gómez Barceló.
La pérdida de poder
de la Iglesia en
competencias como la
sanidad y la
educación afectó a la
vida de la ciudad al
encontrarse el Estado
sin posibilidades
económicas para
subsanarlas
y el hospitalito de Jesús María y José, en el segundo el cuartel principal y el Hacho, en el tercero, barcas, y en el cuarto Hadú y el Serrallo. Este sistema de distribución geográfica de las penas y, por tanto, también de los delitos, se explica por la clasificación de los presos en cuatro periodos, que van de la “incomunicación” en el primero; “dependencia”, trabajando en talleres, oficinas, policía urbana y distribución del agua en el segundo; “de cañón a cañón” en el tercero, es decir, que salían a trabajar con el cañonazo del amanecer y volvían con el de la puesta de sol, y, por último, los del cuarto periodo denominado “en condiciones”, que por llevar tres cuartas partes de sus condenas extinguidas sólo tenían que pasar revista una vez al mes, estando a cargo de particulares (Fraile, 1987).
Por la Ordenanza General de los Presidios del Reino de 1834, éstos dejan de depender del Ministerio de la Guerra para hacerlo del de Gobernación, aunque en nuestro caso bajo la inspección de la autoridad militar. Además, por esta disposición los presidios de África quedarán destinados al cumplimiento de penas mayores de ocho años. A partir de 1837 se exige que las personas o instituciones que empleen confinados hayan de pagarles 15 reales por persona y día, que en 1844 se convertirán en 34 reales. Con estas medidas se tratará de calmar las continuas revueltas y amotinamientos que surgirán del abuso al que eran sometidos, unido a la falta de medios de alimentación y vestido que será constantemente denunciada por la Iglesia local. No obstante, esos pagos serán duramente contestados por el Ayuntamiento, que cubría los servicios de policía urbana con confinados, reduciendo lentamente su presencia en los mismos al no serle rentable. Así y todo, en 1858 la reducción de confinados dedicados al servicio público fue de 150 hombres (43 para el Ayuntamiento, 41 para el asentista de pan, 8 para el hospital, 34 dedicados a las huertas y 14 a las tahonas), sin contar los que trabajaban como aguadores y mandaderos (AGCE-AC).
Durante la regencia de Espartero se crean por Real Decreto de 11 de enero de 1841 las escuelas de alfabetización y talleres de artes y oficios, que en Ceuta se instalarán en el antiguo convento de San Francisco. Ya con el Gobierno moderado se emiten unas Normas de Sanidad y Seguridad de Prisiones, el 5 de septiembre de 1844, que traerán consigo el rasuramiento de los presos, la aplicación de grilletes y cadenas y el amarre en blanca reservado a incorregibles y a los primeros meses de reclusión en las cadenas perpetuas. También la vigilancia del engaño y, por tanto, la obligación de la población civil de llevar luces por la noche o la autorización de las patrullas para comprobar que pelo, bigotes o barba fueran propios y no postizos. Después de 1847 encontramos numerosas protestas del Ayuntamiento sobre la actividad de los confinados. Se concede con frecuencia el avecindamiento de sus familias y en ocasiones a ellos mismos al cumplir sus condenas, lo que estaba totalmente prohibido por los bandos de Orden Público de 1819 y 1832; instalan tiendas y pequeños negocios artesanos y, al fin, constituyen una dura competencia para el modesto comercio de la población.
En 1871 el Real Decreto de 12 de enero permitía a los licenciados establecerse en el lugar donde tuvieran por conveniente, lo que provocó la queja del Ayuntamiento al rey, porque, según pensaban, éstos preferían quedarse donde habían tenido una vida diferente a la que le había llevado a presidio, lo que podría dar lugar a la conversión de Ceuta en una ciudad “de criminales” (AGCE-AC). A pesar de ello, la Ciudad seguía utilizando penados para diferentes servicios, habiendo subido la tarifa de jornales diarios en 1885 a 25 céntimos para el pago de un confinado, 83 para el de un cabo y 50 para el de un capataz (AGCE-AC), siendo la colaboración de estos últimos necesaria para que el trabajo se desarrollase convenientemente. Todos estos perjuicios se agravarán con la declaración de colonia penitenciaria que se hizo por Real Decreto de 23 de diciembre de 1889, con la que veríamos a muchos confinados desempeñar labores de profesores y a los talleres y fábricas de ladrillo del penal competir con la población. “¡Fuera el penal!” fue el grito más pronunciado durante la segunda mitad del siglo XIX, a pesar de que algunos suministradores del mismo, desde sus tribunas comerciales y municipales lo defendiesen; pero su supresión habría de esperar al siglo XX.
Fechador de correspondencia
del penal de Ceuta. El Correo
del Estrecho, Agrupación
Filatélica de Ceuta.
La Iglesia
Desde 1785 ocupaba la mitra de Ceuta el capuchino fray Domingo de Benaocaz, religioso modesto, que gobernaba paternalmente el obispado, con la esperanza de su preconización a una diócesis más importante. Con una catedral, con su consiguiente cabildo, que a su vez era parroquia única, podemos decir que todo el clero bajo su autoridad era capitular, si exceptuamos a los castrenses y las dos órdenes religiosas existentes hasta la desamortización: trinitarios descalzos y franciscanos descalzos. La pérdida de poder de la Iglesia durante esta centuria no sólo afectará a su reducción, sino también a la vida de la ciudad, ya que servicios como la sanidad o la educación se verán gravemente mermados, sin posibilidades económicas por el Estado de subsanarlas. Todas ellas pretextos para que los elementos más conservadores apostaran por la causa absolutista, siguiendo la senda del famoso polemista nacional y obispo de Ceuta fray Rafael de Vélez, creando un pequeño pero poderoso foco carlista.
En 1851 el Concordato confirmaría lo que ya se preveía desde la muerte, en 1846, del obispo Juan Sánchez Barragán: la intención de suprimir la mitra y convertirla en un obispado auxiliar de Cádiz. Diócesis pequeña, sin muchas rentas, con un cabildo fuerte y sin prelado, eran caldo de cultivo para múltiples problemas. Así entre 1846 y 1876 se suceden los vicarios capitulares, ante la negativa de los obispos gaditanos a hacerse cargo de la nueva diócesis. Entre 1876 y 1879 se suceden dos administradores apostólicos con título in partibus infidelium para no incumplir el Concordato, pero las condiciones de vida en la plaza militar y las dificultades que planteaba el cabildo harán abandonar el proyecto, forzando al nuevo prelado de Cádiz, Jaime Catalá y Albosa, a aceptar la administración apostólica de Ceuta, volviendo poco a poco la calma a la diócesis en los años posteriores, en especial, cuando su sucesor, Vicente Calvo y Valero, designó como deán y vicario a Eugenio Mac-Crohon y Seidel, que gobernó la diócesis hasta bien entrado el siglo XX desde la visión pastoral más paternal y las formas castrenses heredadas de sus antepasados.
ECONOMÍA
Planteamientos generales
La situación económica de Ceuta a comienzos del siglo XIX era aún peor que en el resto de la nación, por sus condiciones de aislamiento, falta de comercio y dependencia de las arcas reales. La falta de recursos se agravaba por los problemas de abastecimiento y el retraso en la llegada de las pagas a funcionarios, militares y confinados. Así, el peligro de insubordinación de militares y presidiarios será constante, como podemos ver en los informes de los gobernadores, en diferentes periodos, pero más concretamente en los de dominio gubernamental progresista.
A partir de la muerte de Fernando VII la inclusión de Ceuta en la provincia de Cádiz provocará la pretensión de la Diputación de que la ciudad contribuya en los repartos de impuestos en base al número de población, lo que provocará la oposición tanto del municipio como de los gobernadores militares, aunque la verdadera intención de estos últimos fuera siempre la de contar con una exención total para la guarnición y sus familias. También se produce entonces la separación del gobierno militar y del civil y, con mayor incidencia en la economía, del gobierno militar y el municipal, con la supresión de la Junta de Abastos y la administración de los fondos económicos por el Ayuntamiento. Los presupuestos municipales de la primera mitad del siglo XX rondarán siempre los 200.000 reales, tanto en ingresos como en gastos, lo que podría haber sido suficiente para haber transformado la población, si no hubieran tenido que hacer frente a parte de las reclamaciones del gobierno de Cádiz. Como hemos visto en el desarrollo cronológico de la centuria, estas luchas tendrán como consecuencia una larga serie de disposiciones legales, entre las cuales,
Poema a Nuestra Señora de África del capellán castrense José Plá. Colección José Luis Gómez Barceló.
Primera fotografía estereoscópica tomada en Ceuta aproximadamente en 1856. Cuartel del monte Hacho. Colección José Luis Gómez Barceló.
la Real Orden de 1846 será una de las más claras en cuanto al refrendo de ciertos privilegios locales. La población quería ver su origen en sus viejos fueros y privilegios, pero en la práctica no hacían sino reconocer las condiciones especiales de una ciudad que al tiempo era plaza y presidio. Una legislación que se vería acompañada de la supresión de la Diputación Provincial durante la década moderada (1844-1854), que era quien ejercía presión en contra de las ventajas locales.
Tras la Vicalvarada, en 1854, el nuevo Ayuntamiento asume la situación sin un real en las arcas, según se consigna en las actas capitulares, teniendo incluso que pedir dinero a personas principales del reino y América. Ello se suma a la falta de trigo y por tanto de pan y a la extensión del cólera por toda la Península, que afectaba al resto de los suministros y abastecimientos de la población. Muy importantes serán las disposiciones en torno a la aduana, de 1859, y puerto franco de 1859 y 1863 ya mencionadas en el apartado dedicado al puerto de Ceuta, que consolidarían un sistema impositivo fomentador de la entrada y salida de mercancías, y la financiación mixta del Ayuntamiento mediante los arbitrios y las compensaciones estatales, vigente en esencia durante más de ciento cincuenta años.
En esos años comienza a haber cierto movimiento económico, que da por resultado, no ya el mantenimiento y reparación de edificios como hasta entonces, sino la construcción de nuevas fincas. Pero la gran recuperación se producirá durante el sexenio revolucionario y, más concretamente, durante el reinado de Amadeo de Saboya, en el que el presupuesto municipal pasará de 12.000 a 85.000 pesetas, lo que revertiría en la asunción de nuevos servicios, la construcción de edificaciones o el aumento de empleados públicos.
La falta de conflictos bélicos de la Restauración y la política progresista, de las corporaciones de las dos últimas décadas, darán por resultado una transformación notable, tanto en materia urbanística, como educativa, cultural y social. Un tímido crecimiento de la población y por tanto de los presupuestos, que llegan a rondar, en el caso del municipio, las 200.000 pesetas anuales, que unido al crecimiento de la guarnición y los servicios estatales irá mejorando la vida de sus habitantes.
Desde el siglo XVIII se quejaban los obispos de la falta de un Monte de Piedad que sirviese para que los más desfavorecidos pudieran sofocar sus carencias económicas. La Santa y Real Casa de la Misericordia, con su sistema de imposiciones de dinero mediante juros, desempeñó una función importante en las
En el siglo XIX Ceuta
es una pequeña
población con una
economía de
subsistencia, pocos
comerciantes locales,
artesanía escasa y casi
inexistente industria
pequeñas y medianas economías locales, que dio al traste con las primeras medidas desamortizadoras de finales del siglo XVIII. A comienzos del siglo XIX la usura campaba por sus respetos, y a pesar de algún intento de instalar un banco en la población, éstos no hicieron su aparición hasta el último cuarto del siglo, con capital, en muchas ocasiones judío y, en otras, de sociedades como la Banca García, Cerni, Rivero, Delgado y Cía. Así y todo, el préstamo usurario y la venta a dita eran usuales, por lo que ya en 1845 el testamento del obispo Juan Sánchez Barragán había dejado parte de sus bienes para crear un banco de pescadores, que, desgraciadamente, retrasaría su puesta en marcha hasta los albores del siglo XX.
Industrias y comercios
La Ceuta del siglo XIX era una pequeña población con una economía de subsistencia en la que, hasta la muerte de Fernando VII, los abastecimientos eran adquiridos por la Junta de Abastos y revendidos luego, con un porcentaje fijo, por los pequeños comerciantes locales. Su artesanía era también escasa y mucho más la industria. Ni tan siquiera después de la declaración de puerto franco las cosas cambiaron mucho, pues la verdadera transformación de la ciudad vendría en el siglo XX.
Es difícil rastrear la estructura industrial y comercial, pero podemos ofrecer dos pequeños muestreos de fechas diferentes, en la primera mitad de la centuria, de ese tejido económico. La primera es la relación tipológica de arbitrios cobrados en 1835 y la segunda la que corresponde al padrón de 1845 que se levantó para establecer la posibilidad de gravar con nuevas contribuciones a los ceutíes:
Por estos datos vemos que lo que el comercio y la industria de la ciudad ofrecían sus habitantes no era muy diferente de lo que podría hacerlo una población de sus características demográficas, sin tener en cuenta su especial estructura y situación geográfica.
A la vista de las actas capitulares del Ayuntamiento, el planteamiento de liberales y conservadores en el siglo XIX era totalmente diferente para Ceuta. Mientras los primeros apostaban por la apertura del mercado, los segundos veían sus posibilidades en la ayuda estatal, el abastecimiento por contratas y el aumento de la guarnición y su nivel de representatividad. Sin embargo, el sistema de abastecimiento por contrata, que permitía controlar los precios, daría serios problemas en ocasiones, como cuando en 1864 las autoridades militares prohibieron exportar ganado de Marruecos para la población civil, entendiendo que la concesión hecha por el sultán tras la Guerra de África era sólo para la guarnición, provocando la rescisión de contratos y un nuevo enfrentamiento entre la autoridad militar y la municipal, con la dimisión en pleno del consistorio.
En 1863, después de la promulgación de la Real Orden de 15 de octubre, se solicitaron cuatro plazas de corredores de comercio, nombrándose meses después a José Mas Solano, quien sería también uno de los primeros consignatarios de buques con que contó la ciudad. Eran iniciativas de cambio, pero siempre fueron tímidas. Realmente, en todo el siglo, el comercio y la industria locales nunca dejaron de tener un cariz de abastecimiento interno, sin aprovechar su posición geográfica, ante la falta de puerto y medios de comunicación.
La almadraba
Única industria tradicional de la ciudad, la almadraba se adjudicaba periódicamente durante el siglo XVIII ofreciendo un buen producto a exportar, la forma de nutrir el mercado local de pescado y las rentas necesarias para que el Cabildo catedralicio obtuviera sus diezmos. En decadencia en el primer cuarto del siglo XIX, al suprimirse el 20 de febrero de 1817 el privilegio real de concesión de las almadrabas, la de Ceuta correspondió al gremio de mareantes de Algeciras, que volvió a arrendarla a partir de 1835. En esos años habrá problemas con el abastecimiento de pescado a la población, así como en el pago de los diezmos a la catedral. En 1841 se firma un acuerdo para
Postal iluminada de la dársena del muelle de Comercio. Colección José Luis Gómez Barceló.
dispensar del descanso dominical a los trabajadores de la almadraba, y un año más tarde se eleva petición a la regencia para que conceda su producto como bienes de propios al municipio, lo que no se conseguirá.
Aprovechando la sublevación de 1843 y la constitución de una Junta Provisional de Gobierno, el Ayuntamiento solicita la almadraba como bienes de propios, lo que ésta acepta, adjudicándola a José Cano de Santayana, que se amoldará a las condiciones estipuladas en el pliego. Sin embargo, vueltos los asuntos políticos a la normalidad, el Gobierno, por Real Orden de 30 de noviembre de 1843 comunicará la no aceptación de dicha asignación de la almadraba al municipio y la aprobación de la concesión de la misma, por el gremio de mareantes de Algeciras a Andrés de Mesa y Morales (AGCE-AC).
La almadraba Aguas de Ceuta, que calaba la familia Mesa, se mantendrá durante todo el siglo pagando un canon al Estado y suministrando pescado al mercado local. A partir de 1893 (El África, 7 de enero de 1893) se autorizaría el calado de una segunda almadraba, de las denominadas de ensayo, a Ramón Romeu Portas, que se denominó El Príncipe. Ambas se calaban en la zona sur de la población, y de sus capturas no sólo se beneficiaba el personal de las almadrabas y los pescaderos que vendían sus productos en el mercado, sino también muchas familias que habían hecho de la pequeña industria conservera y del salazón su modo de vida.
ASPECTOS SANITARIOS Y DE ASISTENCIA SOCIAL
La sanidad y la asistencia social heredadas del Antiguo Régimen estaban en manos de la Iglesia y el Ejército. La desamortización de finales del siglo XVIII dio por resultado el que la Santa y Real Casa de la Misericordia dejase de ocuparse de la asistencia de huérfanos, lo que tuvo que hacer el Ayuntamiento mediante nodrizas, hasta que en 1846, con el Gobierno moderado, se creó una casa de maternidad. Entre estos dos modelos continuará la asistencia hasta que en 1892 la Diputación Provincial conceda el edificio de la antigua Misericordia al Ayuntamiento para fundar un asilo de niños y ancianos.
El denominado Hospital Real era más bien un centro destinado a la guarnición, un hospital militar, al que también asistían los franciscanos por cuestiones espirituales. El segundo hospital local era el de Jesús, María y José, fruto de una fundación de la que era patrono el arzobispo de Toledo y que gestionaban los trinitarios. Tras la exclaustración estuvo en manos de administradores hasta ser asignado al penal. También hubo un hospital de mujeres, que a finales del siglo XIX se entregó a las concepcionistas para crear su primer colegio, que funcionó prácticamente durante toda la centuria. Así pues, la asistencia a civiles y pobres se movía entre la buena voluntad del personal de los hospitales y lo que pudiera hacerse en sus casas (Gómez Barceló, 2004 a).
A comienzos del siglo, el Ayuntamiento mantenía dos médicos, dos cirujanos y una matrona, que en los últimos años del mismo se habían transformado en dos médicos titulares, un cirujano, dos matronas y un veterinario, funcionando una Junta de Sanidad y una Casa de Socorro municipal (López Zaragoza, 1899). Ellos fueron los responsables de atender la salud de los ceutíes y de atajar las numerosas alarmas sanitarias que constituían la aparición periódica de fiebres y brotes de viruela, cólera y difteria, aparte de la convivencia con enfermedades entonces mortales como la tuberculosis, que afectaban a la población de la época.
Aspecto siempre tabú es el de la prostitución. En una población tan pequeña, y cuya tropa era en su mayoría voluntaria y con asentamiento familiar, no tiene en este siglo la importancia que tendrá en el siguiente. Hasta finales del reinado de Alfonso XII su vigilancia y control estará encomendada al Gobierno civil, por lo tanto, en este caso correspondía al comandante general, y su asistencia al Hospital Real, máxime desde la desaparición del hospital de mujeres. A partir del reglamento de 1883 el control
Durante el siglo XIX
la prostitución no
tuvo la importancia
que alcanzaría en la
centuria posterior
sanitario corresponderá a los médicos municipales y por la Real Orden de 4 de enero de 1889 se convierte en una responsabilidad municipal, por lo que el Ayuntamiento hace un reglamento propio por el que se regirá el servicio durante largos años.
En cuanto a los servicios farmacéuticos, hasta mediados del siglo XIX existió únicamente una Real Farmacia con su Jardín Botánico, unidas al Hospital Real, que daba servicio a toda la población y servía medicinas de forma gratuita a los más necesitados, privilegio que fue abolido a mediados de la centuria. Entre 1839 y 1841 funcionó una botica particular, que fue cerrada por falta de titulación de su propietario, teniendo que esperar a 1866 para que Diego Utor Suárez, licenciado en Farmacia (AGM), montara la primera de ellas, llegando a finales del siglo a contar con cuatro farmacias.
Respecto a los servicios funerarios, la comunidad cristiana tuvo los suyos encomendados a las cofradías hasta la década de los años ochenta en que se fundan las primeras funerarias, mientras que musulmanes y judíos lo hacían de forma privada y familiar. A comienzos de la centuria, los cristianos sepultaban en los cementerios de San Francisco, los Remedios y las Eras, hasta la bendición del cementerio de Santa Catalina en 1830. Por su parte, los musulmanes lo hacían en Sidi Embarek como hasta hoy, exceptuando algunos enterramientos en Sidi Bel Abbas, principalmente antes de la Guerra de África. Los judíos sepultaban a sus seres queridos en las inmediaciones de las Murallas Merinidas hasta que en 1871 adquirieron el terreno donde se levanta su cementerio.
ASPECTOS SOCIOCULTURALES
Educación y cultura
La educación en la primera mitad del siglo XIX se ve afectada por dos medidas importantes: la primera, la exclaustración de franciscanos y trinitarios, que mantenían cátedras de diferentes disciplinas, ofreciendo una enseñanza secundaria de calidad; y la segunda, la desaparición de las academias regimentales, que habían sido el sistema de formación para el ingreso en la carrera militar.
El Ayuntamiento mantendrá dos escuelas de niños, dos de niñas y dos maestras de amiga en esos años. Mediado el siglo, la Iglesia hará un intento de mantener un centro de enseñanza secundaria denominado de los Sagrados Corazones, con la financiación del testamento del obispo Barragán, e inclusive un seminario menor en tiempos de los obispos con títulos in partibus. Luego comenzarán a aparecer instituciones privadas, bien desde el seno de la Iglesia, como el colegio Nuestra Señora de África o San Ildefonso y, más tarde, el femenino de la Inmaculada Concepción, o, desde la masonería, como el colegio Santa Ana (Gómez Barceló, 2004 a).
En los años noventa la ciudad contaba con tres escuelas de niños, una por distrito, y una de niñas, más una escuela de adultos, habiendo numerosas instituciones privadas. La enseñanza secundaria no ofrecía titulación, siendo necesario desplazarse al instituto de Jerez para poder examinarse, otorgando desde los años ochenta el Ayuntamiento becas universitarias, que se sumaban a las existentes en el Sacromonte de Granada, para la carrera religiosa (Gómez Barceló, 2003).
Fachada del Hospital Real.
Fotografía: Bartolomé Ros.
Hasta 1883 no se contó con la primera instalación cultural ceutí: la Biblioteca Popular
No se contaba con instalaciones culturales. En 1883 se fundó la Biblioteca Popular con fondos del Ministerio de Fomento y los donados por el teniente coronel Muñiz y Terrones, instalándose en el Palacio Municipal. No había museos y sólo algunas asociaciones y entidades promovían actividades culturales. La música, representada por las bandas y las sociedades fonográficas, y la pintura, con artistas locales y foráneos requeridos por la burguesía, serán de los pocos atractivos con que cuente la población en esos años. Tampoco podemos hablar, en esa época, de una actividad creativa importante. La producción impresa estará ligada casi toda la centuria a las reivindicaciones políticas –fray Rafael de Vélez, Pascual de Bonanza– y económicas de la ciudad –Nicolás Chelli, Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros–, a algunos escritos médicos –García Vázquez, Huelbes Temprado– y a alguna manifestación histórica, como las debidas a Lucas Caro y Salvador Ros y Calaf; más creativas, la visión antropológica del penal de Juan José Relosillas, y pequeñas manifestaciones dramáticas y literarias de autores hoy en el olvido como Gaspar Fernández, Agustina Cobos o Rafael García de la Torre. Tampoco en la pintura podemos mencionar más que a algunos aficionados –Trinidad Custodio– o a artistas de paso en la ciudad –Alfonso Barrada o José Arpa, con la sola excepción del marinista Benigno Murcia Mata.
PATRIMONIO
Monumentos
No eran muchos los monumentos que tenía la población, si estimamos que, para la época, las fortificaciones no entraban en esa categoría. En los momentos revolucionarios se destrozaron símbolos monárquicos, borrándose coronas de escudos marmóreos, limándose en esculturas como los leones de la puerta de la Almina o arrastrándose por las calles la escultura de Carlos IV de la plaza de los Reyes (Gómez Barceló, 1984). Ni tan siquiera en el cementerio se permitían construir monumentos funerarios, siendo escasos los que tienen algún valor, entre ellos el levantado por suscripción popular en honor a Ramón Jáudenes y Álvarez en 1884, obra del ingeniero Sánchez de la Campa. Ya en la década de los años noventa se construye, con planos del también ingeniero José Madrid el monumento-cripta a los héroes de África, con bronces de Antonio Susillo, que preside la plaza de África, inaugurado el 4 de mayo de 1895 (AGB).
Pero sin duda lo más importante en este sentido fue la iniciativa del alcalde Ricardo Cerni, que encargó diferentes piezas de mármol de Carrara al taller de los hermanos Nicoli, de los cuales se conservan hoy el colofón de la fuente principal, en el parque de San Amaro, las esculturas alegóricas de África, la Paz, las Artes, el Comercio, la Industria y la Navegación en el vestíbulo del Palacio de la Asamblea, el busto del teniente Ruiz y el panteón familiar de la familia Cerni, en el que está sepultado el teniente coronel González Tablas, todas ellas llegadas a la ciudad en 1892 (AGB)..
Acuarela de Benigno Murcia
Mata representando la
antigua Torre de la Vela.
Museo de Ceuta.
Estudios arqueológicos
No se puede decir que haya en Ceuta en estos años estudios arqueológicos, ni tan siquiera prospecciones. Sin embargo, sí que habrá hallazgos que eruditos locales recogerán y entregarán al Ayuntamiento, y que a comienzos del siglo XX serían trasladados al Museo Arqueológico Provincial. En ese sentido es importante resaltar la labor del que fuera primer cronista oficial de Ceuta, Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros, por dar noticia de ellos y recuperar fuentes históricas de la ciudad (AGCE-FAREM). En cuanto a autores nacionales que se preocuparan por Ceuta en esos tiempos destacar a Fidel Fita, desde la Real Academia de la Historia (Abascal, 1999); los artículos sobre la Madrasa al Yadida de Rafael Romero Barros (Gómez Barceló, 1998), que hicieron que la mencionada institución reclamase documentación (Jiménez y Mederos, 2001), al tiempo que las mejores piezas iban al Museo de Cádiz, y, naturalmente, las notas de Lafuente Alcántara (Lafuente, 1862) sobre los monumentos y hallazgos hechos en un viaje realizado camino de Tetuán.
Etnografía
Lamentablemente, poco ha quedado del patrimonio etnográfico del siglo XIX. La desaparición de los viejos barrios ligados al artesanado, la pesca y la almadraba dieron al traste con su música, sus canciones y su vocabulario. Sólo a través de algunos libros de memorias, de archivos particulares y la prensa podemos hallar noticia de las canciones de carnaval (Sánchez Montoya, 1993) y las formas de hablar (AGCE-FAREM). Del mismo modo podríamos hablar de formas de vestir, de comportamiento, bailes, los juegos de los niños o la gastronomía.
Fotografía
El invento de Daguerre llega a Ceuta poco antes de la Guerra de África, según la datación que ha hecho Fernández Rivero de una estereoscopia del Hacho, que fecha en 1856 aproximadamente (AGB). En 1859, con motivo de la guerra, llega a Ceuta el fotógrafo malagueño Enrique Facio, quien hará algunas de las imágenes más antiguas de la población, que podemos sumar a las de compañías como Willson (Garófano, 2005) y otros fotógrafos viajeros para conocer la imagen de la población en esos años. Además, desde 1864 en que Antonio Arrabal Álvarez abre el primer estudio fotográfico (Gómez Barceló, 2005 b), la ciudad no dejará de tener profesionales que retraten a sus habitantes y den sus imágenes locales a la luz pública a través de la prensa y las revistas.
Vista de Ceuta desde el Morro. Colección José Luis Gómez Barceló.
Hasta la Guerra de África no hubo imprentas en Ceuta. No fue hasta 1868 cuando vio la luz La Crónica de Ceuta
Prensa e imprenta
Hasta la Guerra de África no hubo imprentas en Ceuta. Lo que se deseaba imprimir se confeccionaba en los talleres de Algeciras o Cádiz. Así ocurrió cuando aparecieron los primeros diarios Eco de Ceuta, Eco Constitucional o Liberal Africano, durante el trienio liberal (Gómez Barceló, 1984 y 1993). Durante la regencia de Espartero parece que se editaron algunos periódicos, como también sabemos de la impresión en Ceuta durante los primeros momentos de la Guerra de África de un suplemento a la Hoja Suelta de Algeciras que dio lugar a El Noticiero de Tetuán, en agosto de 1860. En 1868, instalado ya Manuel García de la Torre y Contilló en Ceuta, sacará a la luz La Crónica de Ceuta, aprovechando la revolución de septiembre. Tras otro vacío, en 1883 la misma familia imprime Eco de Ceuta, transformado en África en 1887, para en los últimos años del siglo imprimirse diferentes cabeceras en nuevos talleres, aunque siempre con poca continuidad.
Vida social y espectáculos
La vida teatral de la ciudad parece comenzar en el siglo XVIII, y del siglo XIX nos llega un callejón del Teatro, próximo al Hospital Real, posiblemente haciendo mención al corralón que en la segunda mitad del siglo se convierte en teatro circo. Pero los teatros del siglo XIX serán el Principal, en la calle Galea, y el Variedades, en el Revellín, que junto a pequeños salones de casinos y sociedades darán vida a la incipiente burguesía, en especial en la segunda mitad del siglo XIX (Gómez Barceló, 1990 y 2007 a).Otra atracción muy usual eran los conciertos en plazas y calles, aprovechando las bandas y músicas de los regimientos, y, naturalmente, los toros. Se improvisaba una plaza en cualquier lugar y se corrían toros ensogados por diferentes calles y plazas, como demuestran los carteles de 1874 cuando se corrieron “dos toros, vulgo gallumbos, de la ganadería de don Ramón Barceló". Pero en el siglo XIX hubo también dos cosos taurinos modestos en el paseo de Colón y en el callejón de la Botica, hoy Serrano Orive, en los que se lidiaron novillos y se vieron algunos espectáculos cómicos. En 1897 el teatro Variedades presentó por vez primera el gran espectáculo del siglo, el cine. Con él disfrutaba el público entre asustado e incrédulo, como refieren los periódicos locales, que más tarde se trasladó al teatro Principal, por contar con mejores instalaciones (Gómez Barceló, 1999).
Tendido de la plaza de toros del Llano de las Damas. Colección José Luis Gómez Barceló.
Monumento a los Héroes de África Hamadi. Fotografía: José Juan Gutiérrez Álvarez.
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JOSÉ LUIS GÓMEZ BARCELÓ
Archivero de la Ciudad Autónoma de Ceuta y del Archivo Diocesano, es miembro del Instituto de Estudios Ceutíes y correspondiente de las reales academias de la Historia, de Bellas Artes de San Telmo y Matritense de Heráldica y Genealogía. Cronista Oficial de Ceuta y experto conocedor su la historia y de su entorno geográfico, ha publicado diversos estudios sobre urbanismo, historia eclesiástica, genealogía, fortificaciones y prensa de la ciudad, entre los que destacan, Evolución urbana de Ceuta entre los siglos XVI y XVIII, El obispado de Ceuta en los siglos XIX y XX, La Almina: una propuesta para la Ceuta de los Borbones, Casinos de Ceuta. Espacios privados con proyección pública y Nuevos datos para el estudio del Real Colegio, Convento e Iglesia de la Santísima Trinidad de Ceuta y la madraza Al-Yadida: los planos de José Madrid Ruiz y Salvador Navarro de la Cruz y un desapercibido alzado anónimo. Su último libro es Tiempo de guerra, imágenes de paz. Iconografía militar de Bartolomé Ros.

