La restauración de las murallas del Afrag de Ceuta

Pedro Gurriarán Daza

Figura 1. Detalle de los restos del Afrag situados a poniente de la antigua medina de Ceuta (Segunda mitad del S. XVI). Braun y Hogenberg, Civitates Orbis Terrarum, Mapa I-56, Colonia, 1572.

Figura 2. Detalle del plano portugués “Dissenho da cidade e fortaleza de Cejta com discripçao da terra da almina e do campo de Berbería” de 1643, en el que se aprecia ya la demolición parcial de la muralla del Afrag

1. INTRODUCCIÓN

Nace este artículo con la intención de dar noticia al lector de la restauración realizada en el pasado año 2011 en una parte de las estructuras de las Murallas Meriníes o Afrag de Ceuta. Esta fortificación medieval, que poseía un perímetro original de casi 1.500 m, se levantó extramuros a poniente de la medina ceutí en la primera mitad del siglo XIV, justo en el borde occidental del barranco del río Fez. Los alarifes meriníes emplearon en su erección la técnica constructiva del tapial, excepto en las puertas, donde encontramos el complemento del ladrillo y el mampuesto. El empleo de encofrados de madera reutilizables o tapiales para elevar murallas definió a gran parte de las obras defensivas del Islam Occidental como algo único, y, desde luego, sin parangón en el resto del mundo medieval conocido. De este modo, el arquitecto restaurador que se enfrenta a la conservación de fortificaciones islámicas, tanto andalusíes como magrebíes, deberá contemplar a menudo la intervención sobre estas fábricas encofradas, generalmente formalizadas como hormigones de mortero cal denominados tabiya.

La restauración de estas fábricas será sumamente compleja ya que, al contrario que sucede con otros sistemas como el ladrillo o la piedra, los materiales hormigonados se deterioran debido a una heterogénea disgregación y a una falta dispar de cohesión de su masa. Así, no se pueden reparar con la misma facilidad que los otros casos construidos con piezas pétreas o cerámicas. Para su restauración se busca la creación de nuevas pieles o forros de protección exteriores, cuyo principal problema es la posible falta de adherencia con el hormigón original. De forma histórica, cuando las tapias presentaban una deficiente conservación, eran trasdosadas,por ejemplo, con nuevas hojas de mampostería o ladrillo, quedando de este modo la deficiente fábrica hormigonada protegida y oculta. El nacimiento y desarrollo de la restauración patrimonial durante los dos últimos siglos ha impuesto poco a poco la necesidad de valorar y respetar los modos de construcción originales, manteniendo la imagen primigenia del monumento. Por lo que respecta a la intervención sobre obras encofradas, esto ha derivado en la necesidad de conservarlas mediante el recurso a la misma técnica constructiva, a fin de mantener el valor tecnológico y arqueológico de la estructura. Es decir, los hormigones de cal medievales se han de restaurar mediante la adición o adosamiento de nuevas hojas protectoras, construidas con similares mezclas hormigonadas,y puestas en obra igualmente con encofrados o tapiales.

La obra que presentamos en estas páginas incidirá en las cuestiones planteadas en el párrafo anterior. De este modo, expondremos la problemática que encontramos a la hora de restaurar un tramo de la fortificación del Afrag, cuyas tapias presentaban serios problemas de conservación. Incidiremos en las patologías existentes, las soluciones definidas en el preceptivo proyecto técnico, así como el desarrollo de las labores de ejecución entre abril y noviembre de 2011. Con ello pretendemos dar a conocer este tipo peculiar de obra de restauración, tan especial, que tiene por objeto al principal material de construcción de nuestras fortificaciones medievales: la tabiya puesta en obra con tapiales.

2. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LAS MURALLAS DEL AFRAG.

A la hora de afrontar el estudio histórico de las murallas del Afrag, la principal fuente de información vendrá derivada de las crónicas medievales y la cartografía moderna, ya que las intervenciones arqueológicas han sido escasas hasta la fecha (VILLADA PAREDES, en prensa). Las referencias históricas son el primer elemento de análisis del que disponemos, ya que, al contrario que sucede con otras construcciones medievales, en este caso sabemos cuándo se promueven con una cierta exactitud. Ibn Marzuk nos cuenta en su Musnad que las obras fueron ejecutadas por el sultán meriní Abu Sa’id en el año 1328. Por otra parte, Ibn Jaldun recoge la noticia y añade que mandó construir una villa llamada Afrag “en la parte más elevada de la ciudad” (PAVÓN MALDONADO, 1996: 24).

Es prolijo en datos otro autor del siglo XV, al-Ansari, quien habla de la existencia de este campamento frente al palacio real que construyeron los dirigentes meriníes para su residencia. De igual forma, comenta que poseía en su interior, junto al palacio, una mezquita mayor y varios oratorios. Las puertas eran tres, la más importante de las cuales era la Puerta de Fez (Bab Fas), mandada reconstruir por el emir Abu-l-Hasan, y muy parecida a la Bab al-Siba de Fez la Nueva, según Pavón Maldonado (PAVÓN MALDONADO, 1999: 136).

Sorprende comprobar como con esta nueva fundación realizada extramuros, los sultanes meriníes crearon un nuevo recinto defensivo que poseía mayor superficie que la propia medina. No obstante, este caso no es un ejemplo único, sino que responde a una práctica antigua y común entre los mandatarios islámicos. En efecto, conocida es de sobra la propaganda y la manifestación de poder que llevaba implícita la fundación de nuevas urbes. La lista es larga: el califa abbasí al-Mansur con Bagdad en el siglo VIII, al-Mahdiyya en Túnez por los fatimíes en el siglo X, Madinat al-Zahra’ por los omeyas en Córdoba o Ribat al-Fath (Rabat) por los almohades en el siglo XII, son buenos ejemplos de ello.

La política de legitimación que llevaba implícita la implantación del nuevo poder, llevo a los meriníes a aparecer como dignos sucesores de los almohades, incluso adoptando parte de su estrategia imperial. Los califas Unitarios desarrollaron un programa de gran actividad edilicia, desarrollando vastos recintos amurallados en ciudades ya existentes. En Rabat, Sevilla, Jerez de la Fra., Tarifa o, incluso, en Cáceres vemos aparecer albacaras a modo de campamentos donde acantonar tropas, segregadas de la población local (MÁRQUEZ y GURRIARÁN, 2003. SÁEZ, 2003). Es posible que la intención de las nuevas construcciones meriníes fuera continuar esta idea de asociar poder con nuevas expansiones urbanas, sin embargo, si estudiamos detenidamente los ejemplos que conservamos vemos que la intención respondía a causas un poco más complejas.

En efecto, y si dejamos al margen la necrópolis real de la Chellah en Rabat, los ejemplos de alMansurah frente a Tremecén, Fez la Nueva (Fas al-Jadid), al-Binya en Algeciras o el propio Afrag, son eslabones de una cadena de fundaciones creadas extramuros frente a importantes núcleos urbanos (CRESSIER, 2005). Así, frente a estas ciudades aparecen nuevas fundaciones que, en sí mismas, vienen a servir como puntos de residencia del poder y su aparato militar, segregados de la población local a la que controlaban. De este modo, y a pesar de su función para alojamiento de tropas, estos recintos recibieron también señeras construcciones como palacios o mezquitas aljamas, necesarias para servir a los altos dignatarios de la dinastía meriní.

Poco más sabemos del Afrag durante los dos siglos siguientes, hasta 1572, cuando se realiza la más antigua representación de la que disponemos. Aparece en los volúmenes I y II (1572 y 1575 respectivamente) del Civitates Orbis Terrarum de Braun y Hogenberg (Figura 1).En estos grabados está representada la fundación meriní con toda su cerca torreada, aparentemente en buen estado de conservación, incluso con la puerta que se abría en el frente que mira a la ciudad. En la cota más elevada del interior se dibuja otra muralla, a modo de alcázar, y sobre ella sobresale una torre que bien pudiera ser el alminar de una mezquita (VILAR y VILAR, 2002: 59). En cualquier caso, es probable que ya no poseyera ningún uso en esas fechas y estuviera completamente abandonado.

En otro plano portugués de 1643, la fortificación meriní ya ha sufrido un cambio sustancial que denota su abandono definitivo (Figura 2). El recinto más pequeño e interior que veíamos en la representación de 1572 ya no figura, mientras que todo el trazado de la muralla exterior en torno al vértice NE (el que mira a la ciudad) ha sido destruido por los portugueses con objeto de inutilizar la fortaleza y evitar su empleo contra la ciudad por parte de posibles contingentes enemigos (VILAR y VILAR, 2002: 79).

Lámina 1. Detalle del frente SO del Afrag de Ceuta en 1870, coincidente con el tramo 65B intervenido en 2011. Original de Wilson. Colección del Arzobispado de Tánger y depósito en el Archivo Central de Ceuta. (Página anterior)

Pocos cambios observamos en el “Plano de la fortificación de la plaza de Ceuta”, de 1691, si bien destaca por la precisión del trazo que permite observar detalles como el puente sobre el barranco oriental o la puerta del frente que miraba a la medina(VILAR y VILAR, 2002: 90). De agosto de 1766 es otra cartografía titulada “Plano de la Plaza de Ceuta, indicando los nuevos límites que se desea dar a las guardias de los Moros para que quede pasto a los ganados”, cuyo autor es L. Huet, donde se contempla el trazado del Afrag, hasta cuyas cercanías llegaban las posiciones avanzadas españolas (VILAR y VILAR, 2002: 284 y ss). Apenas difiere en esta representación el estado del monumento medieval, citado como “ruinas de Ceuta la Vieja”, del ya visto en el plano del siglo anterior. Únicamente se ha desarrollado en sus cercanías un pequeño poblado que en la leyenda viene citado como las “Casas de Jadú”. También ha centrado nuestra atención otra planimetría del siglo XIX, que bajo el título de “Territorio y plaza de Ceuta”, muestra el conjunto de la estructura urbana del enclave (GÓMEZ DE ARTECHE y COELLO, 1859). Del Afrag se dice que “al oeste de la península, y sobre una meseta despojada como todo el terreno próximo a la plaza, de toda vegetación, se ven las ruinas de la antigua Ceuta, ya cerca de la línea divisora con el territorio marroquí”. En este plano, de 1859, el frente oriental ya no se representa, debido a su posible destrucción definitiva.

. Lámina 2. Detalle del frente meridional del Afrag a principios del S. XX. Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz, Vol. 6. Ref. 474. Catálogo Monumental de España. Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CSIC). Instituto del Patrimonio Cultural de España. (Arrriba).

Figura 3. Situación de los restos de la fortificación del Afrag conservados, según la nomenclatura de la Carta Arqueológica de Ceuta. (Abajo).

Figura 4. Plano general con la situación de los las torres (12 y 13) y lienzos de muralla (LE y LF) intervenidos en el proyecto de 2011.

Aún a comienzos del siglo XX el frente occidental del Afrag presentaba gran parte de sus estructuras en pie, si bien muchos de sus lienzos y torres amenazaban ruina. Seguía siendo una zona sin urbanizar, y en sus cercanías se plantaba trigo y maíz. Igualmente, se celebraban en su entorno paradas militares, como vemos en algunas fotografías de esa época en la zona de la Loma Larga. En definitiva, se trataba de un sector extramuros de la ciudad, con un carácter absolutamente rural (Láminas. 1 y 2).

El desarrollo urbano de Ceuta hacia poniente a partir del Campo Exterior, hizo que poco a poco las ruinas de las murallas meriníes quedaran incorporadas dentro de nuevos barrios residenciales. Ese es el caso de las barriadas de Villajovita y Pedro Lamata. Por lo que respecta al tramo occidental que se conserva en la actualidad, ya era prácticamente el único resto en pie en 1969, según se observa en un plano de B. Pavón Maldonado.

Las viviendas de la Calle Pedro Lamata se construyeron en el año 1950 asociadas al Cuartel Mixto de Artillería, mientras que desde la década de los sesenta se irán adosando construcciones a la muralla a lo largo de la Calle Lope de Vega. En el año 1960 se acometió la obra de unas instalaciones deportivas al pie de la Puerta de Fez, cuya excavación casi provocó el descalce de la muralla en fechas recientes.

En definitiva, el estudio pormenorizado de las murallas meriníes de Ceuta permite comprobar que poseen su principal fase edilicia asociada a la fundación en 1328. Desde entonces no se han identificado claras reformas asociadas a un uso castral, exceptuando la posible reforma de la Puerta de Fez, de modo que las actuaciones antrópicas de los siglos posteriores se vincularon más bien al desmantelamiento progresivo del monumento, una vez perdida su finalidad militar inicial.

3. ANTECEDENTES DEL PROYECTO DE RESTAURACIÓN.

La protección legal del Afrag como bien patrimonial arranca con el Decreto de 22 de abril de 1949, que afectaba a todos los restos defensivos españoles en su conjunto (B.O.E. 5-5-1949).La Disposición Adicional 2ª de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, establece que se consideran de interés cultural, en la categoría de monumentos, y quedan sometidos al régimen previsto en dicha Ley, todos los bienes a que se refieren los Decretos de 22 de abril de 1949, antes reseñado, 571/1963 y 499/1973.Por último, el Ministerio de Cultura declaró las Murallas Merinidas de Ceuta como Bien de Interés Cultural protegido por Real Decreto el 6 de septiembre de 1995, con el código definitivo de registro para BIC inmuebles: (R.I.) 51 - 0009110 – 00000.

Las normas urbanísticas vigentes de Ceuta contemplan de forma precisa la protección de estos restos patrimoniales, incluso con la redacción del Plan Especial de Protección y Reforma Interior de las Murallas Merinidas. Por Decreto de fecha 21-11-03 se aprobó el avance del Plan Especial de las Murallas Merinidas, aprobado inicialmente por Decreto de fecha 28-6-2004 y finalmente el 3-10-2005 (expte. 57702/2003).

Por último, en la Carta Arqueológica de Ceuta las Murallas Meriníes se sitúan en el sector XX del conjunto del término municipal. En concreto, el monumento que nos ocupa se considera Yacimiento Arqueológico con el Nº 65. El tramo concreto de actuación es el referido como 65B (Figura 3).

El proyecto de restauración sobre el que trata este artículo actuaba sobre dos torres de flanqueo (torres 12 y 13) y los lienzos de muralla anexos a las mismas (LE parcial y LF completo), situados en el citado tramo ‘65B’ del Afrag (Figura 4). Esta selección se realizó atendiendo al grado de deterioro de las construcciones y a la necesidad de consolidarlas y restaurarlas con celeridad para evitar su ruina.Las tapias presentaban erosiones puntuales en algunas zonas, sobre todo en las bases, así como pérdidas de consistencia. El problema más grave identificado tenía que ver con el desplome y agrietamiento de algunas de las estructuras, principalmente de las fachadas de la torre 12.

Lámina 3. Aspecto de los lienzos de muralla conservados en el interior del cuartel RACA Nº 30.

Lámina 4. Vista a intramuros de la Puerta de Fez después de la intervención acometida en el año 2008.

El desarrollo urbano en las barriadas de Villajovita y Pedro Lamata, así como la escasa valoración de las construcciones patrimoniales décadas atrás hicieron que estas murallas fueran demolidas en amplios sectores, cuando no incorporadas entre las nuevas viviendas. Sobrevive en pie un largo lienzo de muralla del frente occidental con trazado más o menos lineal, de unos 400 m de desarrollo, y de los cuales 275 m están exentos y el resto semioculto entre el caserío, un colegio y un cuartel. En esa última zona las construcciones se hallan adosadas o construidas sobre la cerca murada, circunstancia que dificulta sobremanera cualquier tipo de intervención (lámina 3). Al menos existen nueve torres conservadas, incluyendo las dos que formalizan la puerta denominada de Fez.Otros vestigios se localizan en el frente oriental, aunque prácticamente arrasados y apenas visibles entre cañaverales y cimientos de edificios.

Hace escasas fechas, quedó de manifiesto el peligro de conservación que presenta el Afrag, tras una intervención de urgencia acontecida justo al sur de la Puerta de Fez. En esa zona existía un alto riesgo de ruina debido a la construcción de un campo de fútbol cercano, ya citada, para lo cual se descalzó toda la ladera donde se alzan las murallas. El peligro de derrumbe fue atajado mediante la ejecución de un recalce de hormigón en 2004, bajo dirección de los técnicos de la Consejería de Fomento de la Ciudad Autónoma de Ceuta. Este último ejemplo pone de manifiesto el estado latente de ruina que acecha a esta fortificación. Concienciadas de esta situación, las autoridades competentes aprobaronen 2005 el referidoPEPRI de las Murallas Merinidas, que implicaba su estudio y recuperación global. Relacionado con ese proyecto, y como medida preliminar, se planteó la ejecución de unos trabajos previos de diagnóstico y recomendaciones de consolidación, cuya definición se estimó en una diagnosis firmada por este arquitecto en el año 2006 (GURRIARÁN DAZA, 2006).

Lámina 5. Detalle de la intervención acometida en el lienzo LE por el Taller Escuela entre los años 1989 y 1991..

A partir de ese documento, la Puerta de Fez y los lienzos adyacentes han sido objeto de una excavación arqueológica dirigida por el arqueólogo José Suárez y su posterior restauración en 2008, bajo dirección del arquitecto municipal Javier Arnaiz (lámina 4). Finalmente, se ha podido acometer el proyecto que presentamos en estas páginas, bajo promoción del Instituto del Patrimonio Histórico Español del Ministerio de Cultura. La ejecución ha corrido a cargo de CYRESPA ARQUITECTÓNICO S.L., siendo director principal el arquitecto Pedro Gurriarán Daza y coordinador de seguridad y salud Manuel Pérez Marín.

Con estas intervenciones se cierra de forma temporal una serie escasa de obras conservadoras: en 1968 y 1980 el monumento fue restaurado por la Dirección General de Bellas Artes, y entre 1989 y 1991, los alumnos de un Taller Escuela reconstruyeron las fábricas utilizando la misma técnica del tapial. Las principales labores que se desarrollaron en cada conjunto de obras fueron:

Dirección General de Bellas Artes: según proyecto de Francisco Prieto-Moreno, en 1969 se reconstruyeron los merlones en los tramos cercanos a la Puerta de Fez, se recalzaron las bases de las tapias horadadas con nuevos hormigones, se rehizo el frente sur de la torre T6, entre otras labores menores (PRIETO-MORENO, 1967).

Taller Escuela: principalmente se acometió la reconstrucción de los tramos meridionales de la muralla con tapias de hormigón de cal. En ese momento se actuó sobre los lienzos LE y LF que nos ocupan, forrando las tapias medievales mediante un gunitado de hormigón calizo y realzando los muros mediante nuevos cajones. Los mechinales se rehicieron con madera y se incorporaron postes a modo de agujas (lámina 5). Se estabilizaron las grietas de la torre T12.

4. Definición constructiva de las murallas del Afrag

Las murallas del Afrag responden a un tipo de fortificación bastante experimentado para lo que era la poliorcética bajomedieval del Occidente Mediterráneo. En efecto, dicha fortaleza coincide con el prototipo de muralla torreada sin elementos de defensa adelantados, como albarranas, antemuros o fosos. Es decir, nos enfrentamos a un modelo ciertamente obsoleto para el momento en que se erigió, que hunde sus raíces en la época antigua, o para ser más próximos en el tiempo, en el mismo periodo omeya andalusí.

Se trata de una construcción que centra toda su funcionalidad en su capacidad defensiva, sin dejar mayor motivo de exorno que las puertas. En efecto, es en los accesos donde se puede observar una mayor carga propagandista, mediante la ejecución de verdaderas puertas de aparato que nos remiten a la tradición almohade. La Puerta de Fez del Afrag, por ejemplo, forma parte de un conjunto arquitectónico de raigambre meriní, como vemos además con la Puerta de Jerez de Tarifa (GURRIARÁN DAZA, 2002), las puertas de Almocábar y del Cristo de Ronda, la puerta del Castillo de Jimena de la Frontera, o la propia puerta principal de la Chellah de Rabat. En todas ellas existe un mismo lenguaje arquitectónico y decorativo, que vemos además en las obras coetáneas de la Granada nazarí, como sucede, por ejemplo, en la Puerta de la Justicia de la Alhambra.

Lámina 6. Aspecto de la torre 12 y el lienzo adyacente en el año 2006. Obsérvese el desplome que presenta su frente exterior.

En el caso de la puerta ceutí, las últimas excavaciones arqueológicas han descubierto que poseía un trazado de codo simple, si bien esa parte, proyectada a intramuros, fue derribada llegando a nosotros como una falsa puerta de acceso directo entre sendas torres de flanqueo (lámina 4).

Por otra parte, las torres del Afrag son estrechas y curiosamente huecas, sin posibilidad de acceso ni forjados intermedios, en un intento probable de ahorrar material e incluso el relleno interior. El frente de las mismas es más elevado que los laterales en otra rara solución constructiva. Estas torres no traban con los lienzos excepto en las tapias cimeras, donde sí parece existir una unión con las correspondientes a la muralla. Esta circunstancia se aprecia con una cierta claridad al estudiar los vestigios arruinados de la torre 11.

Por otra parte, los lienzos conservados disponen las torres en tramos más o menos regulares que rondan los veinte metros, y sorprende comprobar cómo en ocasiones éstas no coinciden con las esquinas de la fortificación. El muro sigue un replanteo más o menos rectilíneo, con pequeños redientes y quiebros que responden a un intento de adaptación topográfica. Las estructuras apenas si alteran el firme para cimentar, de modo que apoyan directamente sobre el terreno sedimentario de roca esquistosa donde se yerguen. De este modo, es difícil hablar de cimiento en esta muralla, ya que no existe zarpa reconocible de forma general, salvo un pequeño refuerzo que hemos podido observar en la base de la torre 12. Al contrario que se reconoce en otras obras similares, no se ejecutó un zócalo de piedra que reforzara la parte inferior de los muros.

Como decimos, la necesidad de salvar el desnivel del terreno obliga al trazado segmentado y en cremallera, esquema que además es el más apropiado, dada la técnica empleada en su construcción, el tapial. Este sistema necesita una superficie más o menos nivelada para la correcta puesta en obra de los cajones. Sobre los muros aparece un adarve que se protege por un parapeto con merlatura, cuyos principales vestigios originales se observan en los merlones de forma prismática sin albardilla que aún se conservan en la zona de la Puerta de Fez. No se observan restos de aspilleras.

La muralla en su estado original se construyó de forma completa mediante hormigones de cal puestos en obra mediante el empleo de cajones de madera reutilizables o tapiales (GURRIARÁN y SÁEZ, 2002). Como es habitual en otras obras andalusíes, la altura de estos encofrados se establece en torno a los 0,70-0,85 m, o sea, dos codos ma’muníes. La mezcla empleada para el hormigón incluye mortero de cal como aglutinante, además de proporciones variables de tierra arcillosa limpia de materia orgánica, arena, gravas, fragmentos de lajas y esquistos del lugar y escasos fragmentos cerámicos. Esta mezcla, incorporada dentro de los cajones con mayor pobreza de cal en el centro, era apisonada mediante tongadas de aproximadamente 11 cm de espesor, como hemos podido comprobar en mediciones realizadas sobre esta muralla. Otro dato de interés observado en esta obra consiste en el exclusivo empleo de un hormigón de tipo calicostrado con árido rodado únicamente en la construcción de las torres, más resistentes y con una terminación blanquecina por tanto.

Una vez fraguado el material, se retiraba el encofrado para volverlo a montar a continuación y realizar otra tapia. En aquellos casos en los que se producía una larga pausa en los trabajos de puesta en obra, la última tapia realizada se terminaba mediante un plano inclinado. Testimonios de estas uniones son evidentes en estos lienzos del Afrag; así, se comprueba la secuencia constructiva de estos trabajos. La superficie exterior original de las tapias era la resultante del desencofrado, y apenas si se conserva en algunos puntos.

El estudio de la construcción de las Murallas Meriníes de Ceuta nos ha permitido observar el empleo de una interesante economía de medios a la hora de ejecutar los hormigones de cal de la muralla. En efecto, la principal concentración de cal se localiza en las caras exteriores de los cajones, allí donde es más necesario obtener una superficie resistente e impermeable. Por el contrario, el núcleo de los muros está colmatado de una mezcla heterogénea de piedra machada locales, grava y arena, con muy escasa cal. Como dijimos, las tapias mejor ejecutadas eran las de las torres, mediante un fuerte calicostrado. En definitiva, de una manera lógica y eficaz se lograba ejecutar esta construcción rentabilizando el material edilicio allí donde más hacía falta, consiguiendo una obra económica y resistente, además de aspecto imponente.

Lámina 7. Vista general de la torre 13 antes de los trabajos de restauración.

Los únicos materiales complementarios en las murallas conservadas los encontramos en la formalización de la Puerta de Fez. Se erigió esta estructura mediante el empleo de mampostería dispuesta entre verdugadas de ladrillo, fábrica mixta que era enlucida a continuación. La rosca de los arcos así como la definición del alfiz están resueltas gracias a la utilización de ladrillo, a veces recortado. Estas técnicas de época meriní las encontramos en otras fortificaciones cercanas como Alcazarseguir y es habitual en la arquitectura defensiva nazarí coetánea.

En cualquier caso, detalles como las torres huecas, inaccesibles y esbeltas a pesar de su débil estructura, las mezclas descompensadas de los lienzos de muralla y el escaso trabajo de preparación del terreno para cimentar denotan no sólo una cierta economía de medios, sino también la necesidad de erigir una obra monumental en poco tiempo y con recursos limitados, primando el carácter simbólico y disuasorio de una alta y extensa muralla.

5. Análisis patológico

Las patologías más extendidas que podemos referir, dado su carácter macroscópico y su extensión, son las relacionadas con el deterioro superficial generalizado de las fábricas hormigonadas, y la pérdida sectorial de material edilicio y cualquier tipo de sustrato protector. Además del negativo efecto visual que produce esta meteorización de los paramentos de los lienzos defensivos, hay que añadir que a través de dichos puntos desguarnecidos pueden actuar directamente sobre el núcleo de estas estructuras los distintos agentes erosivos medioambientales, posibilitando la aparición de nuevas patologías o precipitando el desarrollo de otras aún incipientes.

En cualquier caso, las distintas intervenciones restauradoras efectuadas en las tres últimas décadashan atajado numerosos e importantes problemas de forma correcta, evitando su agravamiento y evolución negativa. Sin embargo, se han deteriorado en las últimas fechas y ahora necesitan una actuación que estabilice su estado general.

En resumen, y exponiendo de forma desarrollada todos los aspectos referidos, el cuadro general patológico de estas murallas del Afrag de Ceuta, quedaría como sigue:

5.1.- Carácter macroscópico

PA 1 (patología macroscópica 1): Pérdida general del sustrato superficial de los hormigones de cal originales y de restauración en amplios tramos de los lienzos y torres, en menor grado en estas últimas al ser calicostradas. Dicha circunstancia ocasiona que el núcleo de las fábricas esté desprovisto de la capa protectora exterior, más resistente debido a un mayor contenido en cal, y se acentúe la descomposición de la mezcla. Se puede estimar la profundidad de muro afectada en 5-15 cm aproximadamente de forma general.

PA 2: Asociada y favorecida por la anterior patología, meteorización y disgregación de la mezcla interior ya expuesta de las tapias (lámina 3). Se puede estimar como un nivel 2 de la anterior patología PA 1. Esta descomposición lleva vinculada, dependiendo del grado de evolución de las lesiones, la rotura en pequeños bloques de material, la formación de costras o láminas (que suelen incorporar carbonatos exudados) e incluso oquedades, y, en definitiva, la pérdida de resistencia de este sustrato.

Esta patología se localiza más grave en torno a los mechinales y en la mayoría de los tramos bajos de las tapias, aunque con un grado de desarrollo dispar dependiendo del cajón. Aquí el daño puede alcanzar los 30-40 cm de masa del material.

Lámina 8. Detalle de uno de los lienzos de tapia restaurados en la alcazaba de Reina (Badajoz) en el año 2004.

Ya fue intervenida esta patología en las restauraciones anteriores, en general con resultados aceptables. Además, ha de tenerse en cuenta que la mezcla que forma el núcleo de las tapias tiene una deficiente dosificación de sus componentes; en efecto, y hasta que se efectúe un estudio en laboratorio, se puede estimar un déficit de cal y un exceso de árido grueso, en este caso de lajas de piedra extraídas en el lugar.

PA 3: Fisuras y grietas en las tapias, sobre todo en elementos hormigonados de menor espesor, como parapetos y muros de las torres (que rondan el metro de ancho). Tiene que ver con un incorrecto comportamiento mecánico de las estructuras, la mayor parte de las veces relacionado con un mal dimensionado y puesta en obra de las tapias, y no con asientos parciales del terreno. En este primer estadio no existen desplazamientos de las estructuras.

PA 4: Esta patología hace mención a la existencia de desplomes, pandeos o desplazamientos de las estructuras de tapia, y se puede referir como un grado avanzado de la anterior patología PA 3. Se manifestaba con toda claridad en la cara exterior de la torre 12, desplomada como consecuencia de su separación con el resto de la obra (lámina 6). Aparentemente existía una grieta vertical en las dos caras laterales que fue intervenida en décadas pasadas, sellándola. Esta fisura produjo el desplazamiento y desplome de la cara exterior. En un principio, debíamos relacionar esta lesión con un deficiente trabazón de los cajones de tapia de la parte superior de la torre, ya que además no existe este problema en la base de la torre, lo cual despejaba dudas con respecto a la existencia de problemas de cimentación.

PA 5: Posiblemente, la evolución extrema de la última patología citada, ocasionó la fractura total de los muros y la caída de la estructura de la torre citada como 13. Lo conservado era inestable y presentaba riesgo de colapso de los bloques de tapia que restaban en su parte alta (lámina 7).

PA 6: En general se puede hablar de una falta de previsión respecto a la evacuación de las aguas al pie de la muralla, y a la correcta impermeabilización de los elementos constructivos que tienen contacto directo con el terreno. Esta circunstancia es más preocupante en el caso del frente que mira a intramuros, donde se han acumulado mayores estratos de tierra, de modo que a veces los lienzos actúan como estructuras de contención.

De igual forma, la coronación de la muralla y las torres adolece en general de una escasa protección frente al agua de lluvia, acrecentada por la propia descomposición de los hormigones de cal. En estos casos, el agua será responsable de gran parte de las patologías existentes y otras que puedan aparecer en un futuro.

PA 7: Finalizamos la relación de patologías macroscópicas con los posibles problemas derivados del comportamiento del terreno. En efecto, se trata de una formación esquistosa de estratos laminados que tienden a deslizar entre sí si las condiciones de humedad y/o estabilidad son alteradas. Ese fue el caso de la construcción del cercano campo de fútbol, cuyo desmonte provocó desprendimientos del terreno en las cercanías de nuestra muralla. Si bien es aventurado afirmar que los problemas de la torre T12 derivaban de asientos o deslizamientos, era necesario incluir en el proyecto este riesgo como una patología existente o al menos latente.

5.2.- Carácter microscópico

Son consecuencia principalmente de agentes de tipo biótico.

PI 1 (patología microscópica 1): Existencia de hongos y líquenes en los paramentos exteriores algunas estructuras, sobre todo en aquellas zonas en umbría o con alta humedad ambiental. Arraigarán de forma diferencial según el tipo de mortero de agarre o las características de las fábricas.

PI 2: Abundante enraizado de flora parasitaria sobre las estructuras. Es frecuente en los resquicios exteriores de las construcciones, como mechinales o fisuras. Destaca la presencia de varias especies arbustivas sobre la coronación de los muros en algunos puntos.

PI 3: Aunque no afecte de forma directa a la integridad estructural de la construcción, es necesario hacer mención a la abundante basura y restos de todo tipo que se amontonan dentro de las torres en las que se ha podido practicar algún tipo de acceso. La presencia de material inflamable en algunos casos puede ocasionar incendios de efecto negativo sobre las tapias.

PI 4: En menor medida, agresión bioquímica por deposiciones animales sobre las estructuras.

Lámina 9. Vista general de la cara extramuros del lienzo LF una vez saneado.

Lámina 10. Detalle de los tapiales de madera empleados en la ejecución de los nuevos tapiales de restauración en el lienzo LF.

6. Criterios básicos de los trabajos de restauración

En los trabajos acometidos ha predominado la idea de conservación de las estructuras originales, tratando de mantener el carácter histórico del monumento, y, en definitiva, incidiendo en el alto valor patrimonial que poseen. De este modo, las dos directrices principales vinieron derivadas de la salvaguarda del monumento mediante su conservación, y supeditada a ésta, y plenamente definida, el mantenimiento de una imagen histórica y tecnológica muy clara. Se valoraron en igual medida todas las fases históricas del monumento, excepto aquellas claramente prescindibles por su carácter agresivo sobre la imagen general del mismo y su entorno, incluyendo aquellas restauraciones ya deterioradas.

Figura 5. Sección constructiva del lienzo de muralla LF con la solución de nuevos cajones de restauración.

Lámina 11. Vista general desde extramuros de las torres 12 y 13 y el lienzo LF una vez restaurados

A la hora de afrontar las consolidaciones, nos enfrentábamos a una problemática específica que tenía como protagonista al material edilicio que las forma, el hormigón de cal encofrado. En efecto, sus especiales características compositivas y el comportamiento anisótropo que suele presentar, son fruto de una mezcla heterogénea de materiales apisonados; las variaciones en la respuesta físico-química de distintos hormigones es evidente en este tipo de construcciones, incluso en cajones coetáneos que forman parte de una misma tapia. Y es que hemos de comprender que existen casi tantos tipos específicos de “tapiales” como obras podamos señalar, pues es un material que sufre variaciones como consecuencia de la disponibilidad de los distintos componentes, su dosificación, su puesta en obra, etc.

Bajo estas premisas, la labor restauradora de los materiales hormigonados es específica y distinta a la desarrollada para otros sistemas organizados, digámoslo así, por adición de elementos (sillares, mampuestos, ladrillos). Estos últimos siempre son de fácil reposición, y lo mismo podemos decir para su tratamiento, ciertamente menos complejo. En definitiva, la terapéutica conservadora a aplicar sobre tapias, trata siempre de crear una nueva superficie protectora sobre la original ya saneada; no obstante, cada caso es especial y requiere ciertas reflexiones particulares sobre la solución más idónea.

En las murallas meriníes de Ceuta, las primeras impresiones relativas al estado de las tapiasnos hablaban de una descompensada dosificación de los materiales originales, que redundaba en una baja resistencia general una vez que se pierde la cáscara exterior más consistente de las tapias. Esta circunstancia se manifestaba sobre todo en la base de numerosos lienzos, muy alterados debido a las variaciones en los niveles de humedad.

Siempre teniendo presente el estado de conservación ya referido, y como consecuencia de los criterios metodológicos referidos, las directrices básicas propuestas rotaron en torno a tres aspectos: Como primer factor de decisión prevaleció la salvaguarda del monumento, y para ello se estudiaron sus patologías, se atajaron las mismas y se estabilizó su estado general. De igual modo, se previno la aparición de otras en el futuro.

Como segundo factor decisorio, se valoró muy especialmente la imagen que suelen ofrecer los hormigones medievales y el conocimiento de la técnica constructiva que sirve para erigirlos. A veces los problemas señalados en muchas de estas intervenciones vienen derivados del desconocimiento de las técnicas constructivas primitivas. Las restauraciones totales usando tapiales, solo se llevaron a cabo en casos concretos y justificados de graves daños o importantes correcciones de obras anteriores; en caso contrario, únicamente se trató de estabilizar la epidermis del cajón medieval.

Por último, los materiales empleados en la conservación, restauración y rehabilitación fueron compatibles con los del bien. En su elección se siguieronestrictamente criterios de reversibilidad, debiendo ofrecer comportamientos y resultados suficientemente contrastados. Los métodos constructivos y los materiales a utilizar fueron compatibles con la tradición constructiva del bien.

Por todo ello, los criterios básicos aplicados en la restauración de estos lienzos y torres trataron de conjugar estos factores. Así, se propuso una doble actitud en la intervención sobre los hormigones derivada de una misma política restauradora, que mostraba algunas tapias con el estado que les proporciona el paso del tiempo, y otras sometidas a una restauración más completa debido a la presencia de graves problemas de conservación. Ejemplos similares de estas prácticas los tenemos en las restauraciones de las tapias medievales del castillo de Reina (Badajoz) (lámina 8), el castillo del Águila en Alcalá de Guadaira (Sevilla) o la torre de Ponce de León en el alcázar de Jerez de la Frontera (Cádiz), entre otras. Estos criterios que comentamos son los siguientes:

Los lienzos de mejor estado de conservación mantuvieron su imagen actual mediante el saneado manual y la consolidación selectiva de su epidermis, clausurando parcialmente mechinales y fisuras con mortero calizo.

Lámina 12. Aspecto del interior de la torre 12 antes de los trabajos de restauración.

Las estructuras peor conservadas, y, sobre todo, con fuertes pérdidas de material superficial, recibieron una nueva hoja exterior de hormigón de cal, puesto en obra según la técnica original de encofrados y agujas de madera en algunos casos, o mediante la aplicación de varias capas de mortero cuando el espesor era menor.

Las estructuras con desplomes y/o desplazamientos de los cajones de tapia fueron cosidos y estabilizados con varillas de fibras sintéticas, que evitan desplazamientos y estabilizan el elemento de forma permanente.

Por último, la estabilidad de la torre T12 fue asegurada no sólo mediante el cosido de las fisuras, sino también mediante su “anclaje” a un vaso de hormigón armado que se acoplaba a la obra medieval en su interior. Esta estructura estaba integrada solidariamente con un zuncho de coronación y con unencepadocon micropilotesen la base, asegurando un comportamiento monolítico de todo el conjunto de la torre.Este complejo sistema no es visible desde el exterior, de modo que no afecta a la imagen del monumento. Con el micropilotaje se evitaba cualquier tipo de ruina de la torre ante descalces o movimientos del terreno esquistoso.

7. Definición general de los trabajos de restauración

El plazo inicialmente previsto de cuatro meses (del 21 de abril al 21 de agosto de 2011) se debió prorrogar hasta el mes de noviembre debido a los retrasos ocasionados por la presencia de un andamio estabilizador en la torre 12. Esta estructura, levantada por técnicos municipales como medida preventiva antes del inicio de los trabajos restauradores, debido a la construcción de un parking cercano, dificultó tanto el acceso como las actuaciones en dicha torre. Los retrasos en la retirada de este andamio fueron los causantes de esta prolongación en el tiempo de los trabajos técnicos. En cualquier caso, cabe referir que la cimentación de hormigón armado de esta estructura previa no ha sido desmontada dado su coste y lo laborioso de su ejecución.

7.1. Trabajos previos

Los primeros trabajos consistieron en el desbroce manual de la vegetación arraigada sobre las estructuras y al pie de los muros. Igualmente se saneó el sustrato superficial de los tapiales de restauración construidos por elTallerEscuela hace un par de décadas. Dicha capa exterior presentaba una débil cohesión, con costras sueltas de material en los dos lienzos de muralla intervenidos (LE y LF). A fin de determinar el grado de deterioro de la epidermis existente, se practicaron pequeñas catas de reconocimiento en puntos diversos de los lienzos.

Durante el saneado de estas estructuras de tapial, se pudo comprobar cómo la muralla medieval estaba prácticamente desaparecida en el lienzo LF, entre las torres 12 y 13, y la existente era casi una obra nueva erigida durante el desarrollo de los últimos trabajos del Taller Escuela (1989-1991). En ese punto, la obra fue alzadaex novo sobre una zapata corrida formada por un relleno de cascotes tomado con mortero de cemento, sobre la que se disponía una solera de hormigón de 12 cm de canto, como línea de arranque y replanteo de toda la muralla (lámina 9).

La masa eliminada en el picado fue aprovechada y depurada para su reutilización en la mezcla de los nuevos tapiales que ejecutamos. Para ello se tamizó tomando un diámetro máximo de grano de 2 cm. Hay que señalar que en los tapiales desmontados se cuidó la dosificación, no obstante, encontramos restos de basura de muy diversa índole, que hubieron de ser eliminados. Se desmontaron las tablas de madera que conforman los mechinales. Igualmente, se cercenaron las varillas de acero que asomaban en el muro.

En esta fase inicial se efectuaron trabajos de tipo arqueológico, de apoyo a la restauración, a cargo de la arqueóloga Elena Ortuño. Al pie de los lienzos se abrieron tres catas de 2x2 m, que han permitido verificar el tipo y estado de la cimentación de la muralla. El terreno geológico aflora casi en superficie. Por último, se abrió una cata en el interior de la torre 12, que permitió localizar el pavimento original a una cota de -1,25 m, constituido por una capa gruesa de argamasa de cal.

Lámina 13. Detalle del zuncho de coronación de hormigón construido sobre la torre 12.

Dicho suelo fue protegido durante la ejecución del micropilotaje de la torre con una capa de geotextil y una plancha de poliestireno expandido de 2 cm de espesor. Previamente fue extraída una muestra de este pavimento, de 25x25 cm, a fin de ser depositada en el museo local para su estudio y conservación.

7.2. Trabajos de restauración

7.2.1. Lienzos de muralla LE y LF

Una vez efectuadas las catas parietales en los lienzos de muralla, así como las labores arqueológicas que permitieron añadir datos adicionales, se decidió que el primer tapial de restauración en la base del lienzo LF, de 90 cm de alto, poseyera un espesor mayor, de 40- 45 cm, de modo que pudiera servir de base estable a los otros que se construyeron en la parte superior, más delgados. Esta primera tapia se apoyó sobre la solera de hormigón existente (lámina 10) . El resto de los cajones poseen un espesor de 25 cm (Figura 5).

Antes de comenzar a tapiar, se efectuaron tres probetas con diversas dosificaciones y coloraciones, a fin de elegir aquella que mejor se adaptara a las características de las tapias existentes. Se eligió la referida como “B”, con la siguiente dosificación: 2 partes de cal, 1 parte de cemento blanco reducido en sales, 2 partes de arena gris, 2 partes de arena rubia, 3 partes de material más grueso reaprovechado de la masa saneada.

Se comenzó ejecutando las nuevas hojas en la base de los muros, más profundas. En ellas se embutió un mallazo resuelto de forma manual con varillas de fibra sintética de 5 mm de diámetro, creando una retícula de 15-20 cm de lado. Esta malla se ancló a la masa original del muro mediante varillas dispuestas al tresbolillo. El empleo de mallazos de fibra en vez de otros metálicos se debe a su carácter inerte ante los cambios de temperatura y humedad, no afectando por tanto a los hormigones como si pasa en el caso de las retículas con redondos de acero.

Los primeros tapiales ejecutados (a intramuros del lienzo LF) no dieron un resultado aceptable, al presentar numerosas coqueras, circunstancia que denotaba una incorrecta dosificación y/o apisonado. Como consecuencia, se decidió rebajar en ½ la proporción de parte gruesa de la mezcla, además de cuidar más el apisonado añadiendo además una mayor proporción de agua. En los cajones con coqueras, se sellaron las oquedades con mortero de base caliza para garantizar su impermeabilidad. Los cajones realizados con la nuevas correcciones en la dosificación dieron un resultado satisfactorio.

La señal de los mechinales ha sido resuelta mediante la huella dejada por pequeños tacos de madera, de 10 x 5 cm de sección y 5 cm de profundidad, anclados a los encofrados, de modo que su replanteo sea regular y nivelado en cada cajón (lámina 11). Se decidió que estas huellas estuvieran situadas apenas 5 cm por debajo de la cota superior del cajón, como era habitual en estas obras medievales. Hay que tener en cuenta que la disposición de los mechinales, así como la altura de los nuevos cajones de restauración, se ha realizado teniendo en cuenta los vestigios existentes; únicamente se hubo de recrear la primera fila de mechinales en el lienzo LF, debido a su inexistencia en el paño reconstruido por el Taller Escuela. Nótese, por último, que las líneas de mechinales en torres y lienzos medievales no eran coincidentes, al construirse cada elemento de forma independiente.

La coronación de los lienzos ha sido resuelta mediante una capa de mortero similar al usado en las tapias, si bien dotada de un mayor porcentaje de cemento para darle mayor rigidez. Igualmente, se ha introducido en su interior un mallazo de fibra sintética. Se ha resuelto con dos vertientes de evacuación de aguas a ambos lados del muro, terminando a tope sobre la arista superior de la última tapia ejecutada.

Los nuevos cajones de tapial que, de forma escalonada, entestan en la parte superior a ambos lados de la torre 12 se han ejecutado con un núcleo de mampostería y la hojas exteriores terminadas con tapia. Con esta solución se ha pretendido facilitar la ejecución de estos elementos con una solución sencilla y fiable.

Figura 6: Sección constructiva. de la torre 12 restaurada.

Con objeto de proteger y evitar el descalce del terreno esquistoso en la parte baja de los lienzos de muralla, así como de las partes accesibles al pie de la torre 13, se ha procedido a ejecutar una cuneta de hormigón en masa que se ha cubierto y ocultado con tierra del lugar tras la finalización de los trabajos.

7.2.2. Torres de flanqueo

12 y 13 A fin de garantizar el acceso a su interior, se derribó como medida previa el cegado del hueco practicado en un lateral de la torre 12 durante alguna de las últimas restauraciones. Pudimos comprobar que se organiza mediante una única habitación de planta rectangular, sin restos materiales de la existencia de otros forjados superiores de madera. Se comprobó la existencia de varios trabajos de restauración anteriores sobre los muros, destacando por su importancia la ejecución de sendos forros de hormigón en las caras norte y sur, muy alterados, de 35 cm de espesor. Es posible que fueran ejecutados durante los trabajos promovidos por la Dirección General de Bellas Artes, bajo dirección del arquitecto Francisco Prieto-Moreno. Finalmente, señalar que se talaron dos árboles que crecían en la citada estancia, y que sobresalían por encima de la línea de coronación de la torre (lámina 12).

El micropilotaje de la torre 12 discurrió sin ningún contratiempo reseñable, y no afectó a la integridad de las estructuras medievales. El encepado calculado era de 9 micropilotes,organizadosen bandas de 3 micropilotes y encepados rígidos, con 90 cm de canto total. Se colocaron estribos de diámetro 20 a 20 cm (en los dos sentidos). Se dejaron 10 cm de hormigón de limpieza.Los micropilotes resultantes tienen 150 mm de diámetro armados con tubo de acero de calidad N-80, e inyectados con lechada de cemento 250 kg/cm2. La longitud total es de 16 m.

Lámina 14. Vista general de la torre 12 y los lienzos aledaños una vez finalizados los trabajos de restauración. El cimiento de hormigón en la base de la torre pertenece al estabilizador desmontado. Compárese con el estado original que se observa en la lámina 6.

Para estabilizar la torre 12 se propuso construir un vaso interior de hormigón armado (e = 25 cm) que se unía a la obra medieval mediante varillas de fibra sintética de 1,6 cm de diámetro y 219 cm de longitud. Se introdujeron desde el exterior, y en oblicuo, desde los mechinales originales, separados 49 cm en horizontal y en cajones alternos en altura. Se sellaron a continuación con resina epoxy. El vaso de hormigón armado posee en su interior un mallazo de acero de redondos de 16 mm de diámetro y cuadrícula de 200 mm.

Entre el vaso y la cara interior de la torre se creó una cámara bufa donde se colocó, de fuera a adentro, una manta de geotextil, una membrana impermeabilizante multicapas de nódulos, realizada con núcleo de polipropileno rígido (espesor de 3 cm), y finalmente, una plancha de poliestireno extruido de 5 cm de espesor. Sobre ella apoyó una lámina impermeable que evita la entrada de la lechada de cemento al apoyar contra el vaso de hormigón armado. Existen pequeños orificios de PVC, y diámetro de 1 cm, dispuestos en tres niveles en la superficie del vaso de hormigón, así como en la parte baja al nivel de la solería (en este caso de 1,4 cm de diámetro). Con esta solución se busca conseguir una adecuada ventilación de la cámara bufa que creamos.

En la coronación de la torre se construyó una viga de atado de 15 cm de canto, con redondos de acero corrugado de 12 mm de diámetro. Tiene sus esquinas biseladas al exterior y su comportamiento es solidario con el vaso interior de hormigón (lámina 13 y figura 6).

El hormigonado del vaso interior de la torre 12 se hubo de realizar en varias etapas, para de este modo evitar empujes excesivos del hormigón en su vertido y primeras fases de fraguado. La corona superior se ha ejecutado ligeramente retranqueada debido a la irregularidad de la superficie de tapia existente así como para evitar su visión desde el exterior; para garantizar la impermeabilidad de su contorno, se ha aplicado una capa de mortero que ha sido terminada con textura rugosa y además tintada de color ocre. Previamente a estas actuaciones en la parte alta de la torre fueron eliminados los merlones, erigidos en la última restauración del monumento, así como un zuncho perimetral de hormigón en mal estado de conservación.

El piso de la estancia interior de la torre 12 se ha terminado con una solería de loseta cerámica dispuesta a dos aguas. El punto de evacuación de aguas ha tenido que ser terminado con un doble codo de PVC debido al recrecido del interior de la torre, estando solucionada la salida exterior mediante una gárgola cerámica. Se ha decidido situar un segundo desagüe en la cara oeste, resuelto con otra gárgola de idéntico material. Complementa al punto de evacuación ya citado, funcionando a modo de aliviadero, ya que se ubica directamente sobre el muro occidental a una altura de 10-15 cm sobre la solería.

Comentar, igualmente, que el agujero practicado en la cara oeste de la torre, que sirvió como punto de acceso a la misma durante el desarrollo de los trabajos, fue sellado y condenado al finalizar los mismos. Para ello se ejecutó una hoja de tapial de 40 cm de espesor, siguiendo el orden y la métrica de los mechinales y los cajones. En el interior, el hueco practicado en el vaso de hormigón en ese punto se ha conservado, posibilitando un posible acceso en un futuro si así fuera necesario.

Los trabajos de restauración sobre esta torre finalizaron con el consolidado exterior, consistente en el relleno de fisuras con mortero de base caliza y el cosido de grietas y fisuras mediante varillas corrugadas de fibra sintética tomadas con resina epoxy.

Lámina 15. Detalle de la torre 13 y el lienzo de muralla LF una vez restaurados. Obsérvese la señal del enteste de la desaparecida muralla que proseguía hacia el sur, mediante el raspado de la superficie de las nuevas tapias.

Los mechinales han sido sellados con idéntico mortero, si bien se han dejado ligeramente rehundidos y, en algunos de ellos, se han practicado pequeños orificios que permitan “ventilar” al núcleo de los muros.

Los restos de ladrillo incorporados en las últimas restauraciones de la torre 12 han sido eliminados y sustituidos por nuevas superficies de mortero de cal. Hay que reseñar la existencia de un gran forro de hormigón tintado, construido en la cara exterior del frente a intramuros, que ha sido conservado debido a su gran potencia y al riesgo de daño que hubiera existido sobre las estructuras medievales si se hubiera decidido eliminar. Para garantizar la correcta conservación de esta parte, y evitar su caída, se ha decidido anclar las dos obras (nueva y vieja) mediante conectores interiores de fibra sintética, sellando además la línea de contacto superior mediante mortero de cal.

En definitiva, la intervención sobre la epidermis exterior de la torre 12 ha sido puntual y limitada a consolidar aquellas zonas o puntos con problemas concretos, bien sean oquedades, presencia de materiales inadecuados o riesgos de desprendimientos (lámina 14). Este criterio difiere con la forma de intervención más uniforme llevada a cabo en los lienzos, debido a la dispar problemática de cada zona. La necesidad de conservar los forros de hormigón en la cara intramuros de la torre, por motivos de seguridad, ha condicionado en exceso la intervención en esa zona, de modo que la imagen final muestra un claro contraste entre el tapial original, el hormigón existente y las nuevas superficies de mortero de cal tintadas.

Por lo que respecta a la desmochada torre 13, la huella del enteste de la desaparecida muralla que continuaba hacia el sur fue resuelta mediante el raspado de la superficie exterior de las nuevas tapias, además de prescindir de la apertura de mechinales en esta zona, como es lógico (lámina 15). Por otra parte, el hueco existente en este frente sur, ha sido cegado mediante un cajón de tapia hormigonada de 40 cm de espesor, enrasado al exterior de modo que no se note su presencia. Hemos definido en obra el encuentro entre las tapias medievales y las nuevas que se han ejecutando; se ha evitado crear una línea de unión entre ellas demasiado lineal, de forma que se ha buscado una solución más flexible y adaptada a las propias irregularidades de los vestigios existentes, tal y como se aprecia en las dos esquinas exteriores que han sido reconstruidas.

Como la torre 13 se alzaba sobre el esquisto del lugar retallado, siguiendo su planta a modo de zócalo, esta circunstancia ha sido señalada y recreada mediante la incorporación a la mezcla del cajón inferior de restauración de una mayor proporción de lajas y piedras, además de tratar su superficie con una veladura de color terroso (lámina 16). Con ello se ha pretendido simular una textura parecida al esquisto del terreno.

8. En conclusión

Con este artículo no sólo hemos querido describir los pormenores de un trabajo de restauración, sino también y principalmente llamar la atención sobre el valor histórico y patrimonial de las murallas del Afrag. Este recinto defensivo medieval, incluido dentro de la selecta nómina de fundaciones dinásticas del Islam Occidental, se constituye por sí mismo como uno de los principales vestigios de fortificación conservados en Ceuta, y, desde luego, como un interesantísimo ejemplo de las fortalezas de tapia que poblabanlas tierrasdel extremo oeste del Mediterráneo.

Aún en pie la mitad occidental de su trazado a mediados del siglo pasado, la progresiva destrucción de sus estructuras como consecuencia del desarrollo urbanístico de esta parte de Ceuta, así como el propio e inexorable deterioro de las tapias, han ocasionado que la amenaza de ruina sea una realidad hoy en día. Por suerte, la protección legal, tanto a nivel general como BIC, como en las normativas locales a través del PGOU, la Carta Arqueológica Municipal o el propio PEPRI, garantizan desde un punto de vista normativo el carácter inviolable de estas murallas meriníes.

Lámina 16. Vista general de la torre 13 tras finalizar los trabajos de restauración. Compárese con el estado original de la lámina 7.

Con un marco legal plenamente definido, la conservación de las mismas debe recaer inevitablemente en nuevos impulsos restauradores que continúen las intervenciones pioneras de la segunda mitad del siglo XX. Esa parece ser la actitud que desde las autoridades municipales se ha defendido en los últimos años, mediante intervenciones arquitectónicas y arqueológicas que van resolviendo de forma puntual determinadas situaciones urgentes de conservación.

No obstante, aún queda mucho por hacer, y la consolidación de estas murallas de una forma global será una tarea larga y costosa. Por el camino habrá que resolver qué sucede con los paños de muralla integrados dentro de las instalaciones del cuartel de artillería RACA Nº 30 y del colegio público “Valle Inclán”. Igualmente, existe un amplio tramo integrado y oculto entre las construcciones de la calle Lope de Vega, cuya recuperación plantea un inevitableconflicto con el mantenimiento de las viviendas adosadas a los lienzos medievales. Se trata ésta de una cuestión delicada, a tratar con sumo tiento, y cuyo resolución se debe plantear a largo plazo y de forma satisfactoria para todos. Además, no hemos de olvidar que, mientras las murallas estén ocultas tras las casas, no sufrirán un deterioro ante la acción de las inclemencias meteorológicas.

Detrás de este proyecto existe mucha gente sin la cual era imposible que éste llegara a buen puerto. Desde estas páginas es de justicia reconocerles su dedicación, buenos consejos y profesionalidad. Sirvan, por tanto, de agradecimiento estas líneas a Manolo, Djaphar, Paco, José Manuel, Aníbal o Salvador, además de mis queridos amigos y colegas ceutíes, Fernando, José Luis, José Pedro o Javier.

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