A propósito de las puertas y corachas islámicas y lusitanas del frente occidental de las fortificaciones del Istmo de Ceuta.

José Manuel Hita Ruiz

Museo de Ceuta

Fernando Villada Paredes

Instituto de Estudios Ceutíes

Uno de los hechos esenciales que caracterizan la geografía ceutí es su marcado carácter peninsular.

En el extremo oriental de esta península se levanta el monte Hacho, atalaya que domina el estrecho de Gibraltar y alcanza una altura máxima de 204 metros sobre el nivel del mar. Su abrupto litoral únicamente es accesible en determinados puntos. A continuación, se extiende la Almina cuyos terrenos desciende progresivamente conforme avanzamos hacia el oeste. Con una configuración a modo de anfiteatro sus mayores alturas se alcanzan en la parte meridional. Su litoral sur prolonga los abruptos acantilados del Hacho mientras que el septentrional, menos elevado, facilita el desembarco desde la bahía norte. Más allá de la Almina comienza el Istmo, una estrecha porción de tierra de planta rectangular y de menos de doscientos metros de anchura, que une la península ceutí al continente. Es la zona de menor altura, aunque también en este caso las más elevadas se encuentran en su lado sur (13 metros sobre el nivel del mar). Superado el Istmo, el terreno se ensancha y se eleva nuevamente.

Esta geografía peninsular (fig. 1) motivó la concentración de los esfuerzos defensivos en el denominado Frente de Tierra, es decir, en el punto de contacto entre la península ceutí y el continente. Señores de las aguas del Estrecho, los ceutíes soportaban sin grandes sacrificios los sitios terrestres con la única condición de que las murallas fuesen lo suficientemente resistentes para soportar los embates terrestres. Es ilustrativa en este sentido la noticia recogida por ibn `Idari (1953, p. 337) a propósito del cerco al que fue sometida en 1232 por al-Ma`mun,

“La sitió por el lado de tierra, pero la mayor parte de su vida provenía de la parte del mar y gozaban de general bienestar, sin preocuparse de la guerra y sin que los alcanzase ni atemorizase el aprieto y el asedio de al-Ma`mun, aunque disponía de numerosas tropas y auxiliares. Levantó contra ella tres almajaneques, que lanzaban cada día buen número de piedras, pero no derribaron nada de la muralla ni arruinaron ninguna casa. Se mantuvo ante ella tres meses seguidos y sus habitantes estaban en su ciudad, como habían estado en los tiempos pasados, sin que careciesen de provisiones y condimentos, aunque los sitiase durante años”

Fig.1.- Entorno geográfico de Ceuta.

En época medieval islámica en el istmo se situó la medina donde se encontraban algunos de los principales edificios de Ceuta, como por ejemplo la mezquita aljama, el palacio de los gobernadores, etc., aunque la ciudad en estos momentos se prolongaba a oriente y occidente con distintos arrabales y barrios, también amurallados. La medina fue fortificada por los omeyas cordobeses reutilizando y reforzando en el sector occidental elementos defensivos de etapas anteriores.

Tras la conquista portuguesa de 1415 gran parte de la ciudad fue abandonada. La población se concentró en los terrenos antes ocupados por la medina manteniéndose en uso, aunque adaptados a nuevas necesidades, sus principales edificios.

Cuando a mediados del siglo XVI se acomete la reestructuración de las defensas ceutíes es también la zona occidental la que recibe un esfuerzo más notable construyéndose la Muralla Real (fig. 2 y 3). Tanto las fortificaciones de este frente de tierra en general como específicamente puertas y corachas han sido objeto de atención por numerosos investigadores que han contribuido con sus aportaciones decisivamente a su conocimiento (entre otros Gozalbes, 1980; Gozalbes, 1988; Dias 2002; Correia 2008; Matos 2012; Moreira 1989; Ruiz, 2002).

Fig. 2.- Foso navegable desde la cubierta del baluarte del Torreón

(fotografía J. Gutiérrez).

Fig. 3.- Fortificaciones portuguesas de Ceuta (desde el sur)

(fotografía J. Gutiérrez).

En este trabajo analizamos algunos elementos, puertas y corachas, del frente occidental de esta fortificación de Ceuta en el periodo islámico y portugués, concretamente entre los siglos X y XVI (fig. 4).

Fig. 4.- Ubicación de los elementos estudiados.

Planteamos en esta ocasión una aproximación distinta centrándonos en los vestigios materiales que restan de estos elementos a través de las aportaciones realizadas en los últimos años por la arqueología. En consecuencia, dado el espacio disponible, nos centraremos exclusivamente en presentar las intervenciones arqueológicas que han aportado información sobre algunos de estos elementos sin entrar a considerar otras, igualmente importantes, pero sobre los que no podemos ofrecer novedades significativas.

En su Epítome de la fortificación moderna, impreso en Bruselas en 1669, aconsejaba Alonso de Zepeda y Adrada reducir al mínimo posible el número de puertas de las fortalezas por ser puntos débiles de estas, cuya guarda consumía muchos recursos.

Es opinión compartida por la práctica totalidad de los ingenieros, tratadistas y expertos en el arte de fortificar ya que, por su propia función, permitir el ingreso y salida del recinto, las puertas eran puntos muy sensibles de la fortificación pues debilitaban necesariamente la seguridad conseguida mediante cortinas, torres, baluartes y otros elementos defensivos. De ahí que debieran ser reducidas tanto en su número como en su tamaño.

Puertas

“Por […] costar tanto cuidado las puertas, se han de hazer en las Villas las menos que se pudieren”

Aunque los datos que poseemos sobre las murallas de Ceuta en época preislámica son aún muy escasos podemos señalar que se han identificado restos de dos puertas en el lugar conocido como la “Puerta Califal”, en el interior de la Muralla Real portuguesa. Forman parte de un mismo recinto de planta rectangular, quizás una torre anterior a la fortificación cordobesa. Están construidas con recios sillares de notable tamaño, en algún caso achaflanados, siendo la situada al norte de mayores dimensiones.

La fortificación ceutí no fue una excepción a esta norma.

Un compilador tardío, al-Qalqasandi, confirma la existencia de estas dos puertas en el frente occidental de la ciudad, aunque posiblemente se trata de una referencia tomada de al-Bakri (al-Qalqasandi, 1951, p. 25).

Ya en época medieval islámica contamos con varias referencias escritas a las puertas de la Ciudad. sí, sin ánimo de ser exhaustivos, indicaremos que al-Bakri señala que el muro occidental de la medina tenía nueve torres y en la central se abría la puerta que conducía a la ciudad. También alude a otra puerta en la torre de Sabiq por la que se entra al palacio del obernador (al-Bakri, 1913, pp. 203-204).

Pero, como en tantas ocasiones, es al-nsari nuestra principal fuente de información. Según su testimonio (1962, pp. 430-432):

“El número de puertas es de cincuenta. La más famosa por su monumentalidad es la Puerta Grande (al-Bab al-A`zam), llamada también Puerta Nueva (al-Bab al-Yadid). Esta puerta incomparable es una de las maravillas de Ceuta y es construcción regia. Fue ceñida de una calahorra (qalahurra) monumental, de aspecto imponente, como si estuviera colgada en el aire, rematada por diez cúpulas (qubbat) y catorce arcos (qaws). La puerta central estaba limitada por dos calahorras, unidas a la mayor. La puerta era ancha y alta en extremo, inconmensurable. Sus arcos y dovelas (fuyasil) fueron construidos de piedra pómez (kaddan). Es una obra maravillosa y una construcción extraordinaria y se dice que tiene el mismo estilo que Puerta de Hamadan. La describimos detalladamente en el I`lam donde puede verlo. El número de Puertas de la Traición (Abwab al-Gadr wa al-jinzirat), de las cortinas (sitarat) y pasadizos de los antemuros (masalik al-suluqiyat) es de dieciséis.

El Arrabal de Afuera, cuyas murallas demolió el citado Abu Sa´id tiene cinco puertas; el Afrag tiene tres, la mayor de las cuales, Bab Fas, construida por el sultán mariní Abu´l-Gasan, se parece a Bab al-Siba` de Fez la Nueva, capital del reino. Como esta hay otras setenta y cuatro puertas, casi todas ellas acorazadas con planchas de hierro”

Desconocemos la ubicación exacta y fisonomía de prácticamente todas estas puertas, con la única excepción de la puerta de Fez del frag de la que se conservan vestigios y en la que recientemente se han llevado a cabo investigaciones arqueológicas que han servido para restituir su primitivo trazado (Villada y Suárez, 2013).

Al-nsari destaca, como hemos visto, bab al-Azam cuya construcción indica es del periodo almohade (al-nsari, 1962, p. 430, nota 96). Estaba provista de tres torres o calahorras cuyos arcos estaban construidos con piedra kaddan. Debía ser la puerta principal de Ceuta, pero no tenemos datos concretos sobre su ubicación más allá de que debía estar situada en el frente occidental de la medina.

“Dentro en la ciudad lucían fábricas de magestuosa arquitectura, mezquitas, colegios y palacios, muchas y hermosas torres y vn alcázar o castillo, de que al presente permaneze vna puerta y lienzo de muralla, a que están arrimados los cuarteles, el granero o sillero en la plaza principal. También tenía para abrigo de las embarcaciones dárzenas y pequeño muelle.”

Por último, debe apuntarse un testimonio más (Correa, 1999, p. 107) sobre las puertas islámicas de Ceuta, útil a nuestro propósito por referirse a la única conservada aún en el siglo XVIII que puede identificarse con la llamada “puerta califal” a la que haremos mención más adelante:

Tras forzarlas en la conquista de 1415, los portugueses se valieron de las fortificaciones medievales islámicas durante casi un siglo, reparándolas y mejorándolas en lo posible (Villada, 2013). Las diferentes crónicas y relatos de la conquista, así como la documentación conservada del periodo portugués y posterior hacen mención a distintas puertas forzadas durante el asalto o remodeladas en décadas sucesivas. No es posible entrar en el análisis detallado de estas referencias, de una parte, para no alargar excesivamente este artículo y, de otra, por estar situadas muchas de ellas fuera del ámbito geográfico –el sector occidental de las defensas del Istmo- fijado como objetivo de estas páginas.

Recordemos tan solo, pues será de interés para nuestra exposición, que en la Crónica de la Tomada se menciona tanto una puerta forzada por el Infante D. Enrique, hazaña en la cual estuvo a punto de perder la vida, que comunicaba con el exterior de la medina como otra por la que escaparían del castillo sus ocupantes sin que su huida fuese notada por los portugueses.

Efectivamente, la primera de ellas, en que tuvo lugar la lucha del Infante, estaba en un lugar donde se juntaban los muros del castillo, el de Barbaçote (el del Sur) y otro muro que separa ambas villas (la medina de los arrabales situados al oeste) (Zurara, 1915, p. 216). Es decir, en el ángulo de la medina ceutí (Gozalbes, 1988, p. 403). Allí los portugueses se vieron frenados en su empuje dos horas y media según narra el cronista hasta que al fin consiguieron hacer retroceder a los musulmanes. Finalmente, incapaces de resistir el empuje de los lusitanos, huyeron por aquella puerta abierta en un muro grueso y fuerte. Esta puerta tenía además una torre con bóveda, horadada en ciertos lugares y más allá una segunda puerta en recodo. Se alcanzaba entonces un pasillo a cielo abierto entre el muro y la barreira (el antemuro de la fortificación islámica) que permitía alcanzar una tercera puerta y el puente que cruzaba el foso, todavía seco. n ella, se produjo un contraataque que pudo ser contenido por los portugueses, cuyo número era muy inferior, gracias a que había un muro que impedía a los musulmanes atacarla con todos sus combatientes. Los portugueses consiguieron cerrar inicialmente una de las hojas y, tras una salida que despejó momentáneamente el espacio frente a ella, lograron finalmente cerrarla de manera definitiva dejando asegurada la entrada a la medina (Zurara, 1915, pp. 216-220). Esta descripción coincide con detalle con los restos arqueológicos puestos al descubierto en la excavación de la puerta califal que expondremos más adelante.

Una vez tomada Ceuta tras una larga jornada de combates, restaba por expugnar el castillo. Pero no fue necesario pues había sido abandonado sin que ello fuese percibido inicialmente lo que indica que había una puerta que comunicaba el interior del castillo directamente con los arrabales occidentales (Zurara, 1915, pp. 231-232).

Casi un siglo después, a principios del siglo XVI, el rey D. Manuel I culmina un proceso, iniciado tiempo atrás, al ordenar reducir definitivamente el perímetro de la cerca ceutí. La Ciudad de las fuentes portuguesas quedó definitivamente circunscrita al Istmo, con solo algunos elementos defensivos destacados tanto en Hacho como en el Campo Exterior.

Correa da Franca (1999, p. 159) ofrece una precisa descripción del resultado final de esta transformación cuando indica que

“Por los frentes de oriente y occidente y por lo más hondo y estrecho cortaron la ciudad, quedando el de oriente con latitud de ciento y cinco toesas y el de occidente con ciento y veinte y cinco, sin incluir los antiguos brazos o espigones que por ambos costados salen al mar. Y las puertas quedaron en medio de estos frentes. La cara que mira al norte, con la longitud de doscientas setenta y dos toesas, y la que mira al sur con la de doscientas treinta y dos, dejando las puertas de estos muros sin tocar”.

Es decir, el área habitada quedó reducida a un rectángulo algo irregular de aproximadamente 1.430 metros de perímetro y una superficie de 8,5 hectáreas.

Las puertas que daban a la Almina y al Campo Exterior quedaron en medio de estos frentes oriental y occidental respectivamente en tanto que las situadas en los lados norte y sur no se modificaron.

En el auto del maestro Boytac y Luis Bastiao de 1514 se ofrece una detallada información de una de estas puertas, la de la Almina, en la que se explican las obras llevadas a cabo allí por Danzilho.

Pero todo esto fue pronto insuficiente debido al avance de la potencia artillera de los enemigos, acentuada por la presencia turca en las inmediaciones de Ceuta. Se lleva entonces a cabo una reforma completa de las fortificaciones ceutíes diseñada por Benedito de Rávena con la colaboración de Miguel de Arruda. El texto de este proyecto se conserva, pero no así los planos, lo que ha hecho posible distintas interpretaciones en cuanto a la localización de los diferentes elementos (Ricard, 1947).

Cita el documento varias puertas, tres en los muros de “fuera” (“portal do atalho”, “portal que vay pera a praça” y “portal que vay pera as tereçenas”) y la cuarta en el “muro do atalho velho”. Las puertas de ambos atalhos coinciden en tamaño (14 palmos de ancho por 16 de ancho) y son mayores que las otras dos (8 palmos de ancho por 10 de alto (RICARD, 1947, p. 46). demás, se menciona una quinta puerta que queda inutilizada: “o portall que esta no dito lamço [lamço de outro muro que vay sobre a praça”] sera çarrado” (C, 1947, p. 45). Debe referirse a la antigua puerta de la medina que podemos identificar con la llamada “puerta califal”.

Si comparamos el texto de Correa con el del proyecto de Benedito de Rávena se observa un cambio notable en el llamado “portal do atalho” que permite la comunicación con la zona continental y, por ello, la más comprometida desde un punto defensivo. Efectivamente, si el resto de las puertas debieron mantener básicamente su ubicación anterior en este caso la puerta se traslada desde el frente de la muralla occidental a la norte, donde queda escondida del fuego enemigo tras el baluarte del Torreón, es decir, en su ubicación actual. Para llegar a ella había que recorrer una estrecha lengua de tierra, que sería protegida por la denominada “primera puerta” más tarde, dominada desde la cubierta del baluarte del Torreón. Una vez superada esta, se llegaba al foso marítimo que era salvado por un puente levadizo defendido desde las troneras de los dos baluartes (Torreón y Santa María) que cruzaban fuego frente a este puente. La antigua puerta medieval quedó entonces condenada, como hemos indicado antes, tras el lienzo de la muralla real.

El 15 de junio de 1543 el Gobernador informa al Rey que los trabajos en las puertas comenzaban.

Además de las mencionadas existen otras dos pequeñas en el frente occidental a nivel del foso marítimo protegidas por los orejones de los baluartes inmediatos. Sabemos que el foso fue usado para abrigo de embarcaciones de remo. Posiblemente fueron pensadas para poder acceder desde este lugar al interior de la fortaleza de forma discreta, aunque su construcción parece fue abandonada, al menos en el caso de la situada más al norte.

Salvo en el caso de la puerta de la Almina, que fue demolida, en las otras cinco se han llevado a cabo actuaciones arqueológicas de diferente naturaleza que describimos someramente a continuación.

En el frente norte de las murallas de Ceuta se sitúa la puerta de Santa María que permite la conexión desde el interior de la Ciudad con el desembarcadero existente junto al baluarte de Santa María o los Mallorquines. Recibe este nombre por considerarse lugar de entrada en Ceuta de la talla de Nuestra Señora de África enviada por el infante D. Enrique desde Portugal, según señala en su segundo testamento de 1460.

Puerta de Santa María

Su aspecto es conocido gracias a la cartografía histórica.

Así, aparece en el grabado del Civitates Orbis Terrarum ya en el siglo XVI (fig. 5 arriba a la izquierda) y en el fresco del palacio del Viso del Marqués dibujada como un arco de medio punto abierto en la muralla norte, casi al nivel del mar guardada por dos lienzos perpendiculares a la muralla y varias torres (fig. 5 arriba a la derecha).

Unas décadas más tarde, en 1662 (AGS MPD 19, 164), aparece nombrada como “puerta del desembarcadero” explicitando su función mientras que en otro plano fechado en 1691 (AGS MPD 33, 007), aunque se dibuja con mayor precisión su trazado, no se especifica su denominación (fig. 5 centro a la derecha).

En siglos posteriores es señalada en distintos planos siendo quizás uno de los de mayor interés el realizado por Joaquín de la Cruz en 1809 con motivo de su reforzamiento con distintos elementos (estacada, ladronera, etc.)

Fig. 5.- Puerta de Santa María. Cartografía.

para impedir su asalto en un desembarco por sorpresa en la playa. Consta de una planta y sección que muestra como, una vez ascendida la rampa y superada la primera portada, se penetraba en un pasillo abovedado en recodo que desembocaba en la Ciudad (fig. 5 abajo).

Ya a mediados del siglo XX fue cegada por la ampliación del paseo de las Palmeras.

En 2004 la Ciudad Autónoma acomete la remodelación de este espacio eliminando la ampliación del paseo antes mencionada así como los pilares que le servían de apoyo.

En este sector de la cerca los elementos más antiguos visibles corresponden a la fortificación omeya del siglo X. Efectivamente, en 1962, fueron publicados los vestigios de una torre (Terrasse, 1962). Antes de ejecutar la excavación, cuando el antepecho fue derribado, se identificaron los restos de otra y parte de un lienzo de la cerca califal (Hita y Villada, 2004a).

Entre otras actuaciones relacionadas con este proyecto, se ejecutó una excavación arqueológica dirigida por J. Suárez y J. M. Tomassetti que reveló aspectos hasta entonces desconocidos. Se ejecutaron tres sondeos, el primero en la zona superior, el segundo en la rampa de acceso y el tercero al pie de la muralla. Además, se llevó a cabo una lectura de los paramentos exhumados a fin de determinar su génesis constructiva (Suárez y Tomassetti, 2004).

El otro sondeo, llevado a cabo en la rampa, permitió despejar la torre omeya identificada tras la demolición. Estaba construida con los habituales sillares de biocalcarenita aparejados a soga y doble tizón que caracterizan las fábricas de esta fortificación. Había sufrido diversas modificaciones (ensanchamiento, instalación de una puerta que cerraba el acceso a la rampa, etc.) posiblemente consecuencia de la adaptación de estas estructuras medievales islámicas a las necesidades del desarrollo de la pirobalística (Villada, 2013, p. 16) (fig. 6).

Fig. 6.- Puerta de Santa María y rampa de acceso (fotografía J. Suárez).

En la base de esta torre se apreció un reborde de argamasa quizás correspondiente a un primitivo suelo cuya datación concreta es difícil. os niveles que lo amortizaban contienen un fragmento de cerámica valenciana que podemos datar en el siglo XV siendo este nuestro principal indicio para fechar su ejecución. Sobre estos rellenos se disponía un empedrado, cuidadosamente ejecutado, que conducía a la puerta.

Se conservan ambas jambas hasta una altura de unos dos metros (según los cálculos realizados sobre los planos anteriormente citados, especialmente el de 1809, se estima su altura total en unos 4 m). Están construidas con sólidos sillares de arenisca, de notables dimensiones y achaflanados en una de sus aristas. La anchura de este vano es de aproximadamente unos tres metros y su umbral está situado a 6, 5 m.s.n.m. (fig. 7).

Fig. 7.- La puerta de Santa María tras ser excavada (fotografía J. Suárez).

Fue abierta en un lienzo, de aproximadamente 30 metros, reforzado con dos torres de planta rectangular (la publicada por Terrasse y la excavada en 2004). Fue levantado con sillares de biocalcarenita aparejados a “soga y tizón” tomados con mortero de cal (Hita et al., 2008). Se encontraba reparado y remodelado en buena parte de su superficie.

Es posible que esta puerta tuviese un origen medieval islámico ya que las fábricas en que se abre son claramente omeyas por lo que es probable que este fuese el momento de construcción (de este primitivo acceso nada queda hoy). Es seguro que se encontraba en uso en los momentos de la conquista portuguesa como parece desprenderse de la tradición que señala que fue usada para conducir la imagen de la Virgen de África al interior de la Ciudad. Además, sabemos con seguridad, gracias a la representación del Libro de los navegantes de Piri Reis, que se mantenía a fines del siglo XV y que su aspecto no debió modificarse durante esa centuria pues la encontramos dibujada con similar apariencia en el grabado de Ceuta incluido en el Civitates Orbis Terrarum de Georgius Braun.

Además, debe recordarse como ya hemos apuntado que, al describir la reforma llevada a cabo bajo el reinado de Manuel , Correa da Franca especifíca que tendrá “la cara que mira al norte, con la longitud de doscientas setenta y dos toesas, y la que mira al sur con la de doscientas treinta y dos, dejando las puertas de estos muros sin tocar” (Correa da Franca, 1999: 159), lo que parece indicar que ambas puertas existían con anterioridad.

Con este nombre se conoce la que comunica la plaza de África con la playa del mismo nombre salvando una diferencia de cota cercana a los diez metros. Su salida a la playa queda protegida por encontrarse al amparo del espigón de la Ribera.

Puerta de la Ribera

La primera representación gráfica de la Puerta de la Ribera que hemos localizado procede de un plano ya citado (AGS, MPD, 12, 078) fechado en 1643 (fig. 8 arriba a la izquierda). En él, bajo la denominación “Porta da Ribera dos navios”, aparece marcada con el número 3 entre la Catedral y los cuarteles. Apenas nada podemos decir de su trazado salvo que el vano de salida a la plaza de África parece estar formado por un arco de medio punto que se abre en un cuerpo al parecer a cielo abierto.

Las crónicas portuguesas mencionan en diferentes ocasiones una puerta en este lugar lo que hace posible atribuirle un origen islámico.

Podemos seguir el desarrollo de esta puerta en otro plano fechado en 1690. Recoge (letra Y) únicamente el tramo final de su trazado, paralelo al lienzo sur, con una portada enfrentada al muro este del baluarte de la Coraza Baja lo que, teniendo en cuenta el plano anterior, nos permite saber que su trazado era acodado (fig. 8 abajo a la izquierda).

En 1662 se la nombra como puerta de la Marina (AGS, MPD, 19, 164) (fig. 8 arriba a la derecha, marcada con una C).

Otra representación del mismo año (AGS, MPD, 61, 013, letra O) confirma esta disposición: desde la actual plaza de África se abre un vano al norte desde el que se ingresa en un primer cuerpo, posiblemente el que citamos

Fig. 8.- Puerta de la Ribera. Cartografía.

en el plano de 1643 a cielo abierto; tras él un vano conduce a un nuevo espacio que forma un codo; traspasado este se accede a la playa (fig. 8).

Es la misma disposición que observamos en un plano de 1691 (AGS, MPD, 33, 007) (fig. 9 arriba a la izquierda).

Ya establecido el cerco de Muley Ismail, la vista levantada por J. T. Correa (1699-1743) (fig. 9 arriba a la derecha), la de Borrás (AGS, MPD, 61, 056) y la de Erquicia (BNF ark:/12148/btv1b8441413g) (fig. 9 centro a la izquierda) permiten ver nuevamente esta puerta desde occidente abierta en un baluarte protegido por troneras, en tanto que el de Silvestre (BNF ark:/12148/ cb41073923x) nos la muestran vista desde el norte, en este último caso con una pieza de artillería en el mencionado baluarte (fig. 9 centro a la derecha).

Levantado ya el cerco, la volvemos a encontrar dibujada en el plano (AGS, MPD, 01,027) que lleva por título “Plano de la Plaza de Ceuta con

Fig. 9.- Puerta de la Ribera. Cartografía.

el frente que mira a los moros y porción de la Almina”. En él aparece detalladamente dibujada la Ciudad y sus fortificaciones y el arranque de la Almina. La puerta de la Ribera aparece señalada con la letra Q, indicándose el tránsito hasta la plaza de África con línea punteada. El acceso se realiza desde la plaza de África, al sur y su trazado describe un doble recodo. Franqueado el acceso llegamos a un espacio rectangular a cielo abierto. Desde allí el recorrido es a cubierto y desemboca en una nueva portada abierta al oeste y protegida, ya en la playa, por una empalizada que continua diversas edificaciones. Este acceso se encuentra al abrigo de la coraza baja (fig. 9 abajo a la izquierda).

Otros muchos planos del siglo XVIII siguen mostrando, en términos generales, este mismo recorrido. Como en el caso de la puerta de Santa María es especialmente clarificador para su reconstitución el dibujado por Joaquín de la Cruz a principios del siglo XIX (fig. 9 abajo a la derecha).

Las intervenciones realizadas en la puerta de la Ribera han consistido en el levantamiento topográfico de su actual estado en 2011 y la realización de una serie de catas en los paramentos (dirigidas por uno de los autores con la colaboración de E. Ortuño) en 2014. En total, fueron llevadas a cabo un total de 13 catas de diferentes dimensiones en su interior que han permitido realizar una primera aproximación a sus fábricas y etapas constructivas, cuyos resultados más relevantes resumimos a continuación.

La apertura de la calle Luis López de Anglada, ya en el siglo XX, obligó al derribo del primer sector de este recorrido. También fue necesario llevar a cabo un nuevo tramo que prolongase su recorrido hasta alcanzar la playa tras la construcción de la carretera que une la ciudad con la frontera.

En la actualidad el ingreso se realiza a través de una portada (P 01) de 4,5 m de anchura y 5 de altura en la que se abre un vano con arco de medio punto flanqueado por sendas pilastras que rematan en un entablamento con varias cornisas (se trata de la antigua puerta de San Luis trasladada a este lugar en el siglo XX) (fig. 10 y 11). El conjunto es rematado por una losa de caliza en que se labraron las armas de Portugal (fig. 12 y 13).

Tras ella se sitúa un pasillo (E 01) con cubierta plana que une esta portada con lo que se conserva del trazado histórico de esta puerta (todo lo anterior es obra nueva o producto del traslado de elementos procedentes de otros lugares). Sus paredes están levantadas con fábricas recientes, excepto en su lado norte en que parece aprovechar una construcción de mayor antigüedad.

Fig. 10.- Sección de la puerta de la Ribera.

Fig. 11.- Planta de la puerta de la Ribera.

Fig. 12.- Ortoalzado de la puerta de la Ribera (J. A. Camino).

A continuación, ya en la zona original de la puerta, se levanta un arco de medio punto de sillares (P 02) precedido por un antepecho abocinado construido también con sillares de gran tamaño (fig. 14). En su lado norte, en el que se realizó una cata, este apoya sobre una construcción, posiblemente anterior, de hiladas de sillarejo de mediano tamaño regularizado con varias hiladas de ladrillos macizos.

Pasada esta portada se abre un espacio rectangular (E 02) rematado por una cúpula sostenida por pechinas con moldura inferior que dibuja un octógono. Aquí se realizaron tres nuevas catas. La situada al este, en el que se abre el arco (P 02), y la norte forman su pared inferior con un mampuesto muy heterogéneo y desordenado hasta alcanzar la moldura. Esta parece tallada en piedra con numerosas reparaciones y añadidos. La cúpula está construida con sillares de tapia. La cata abierta en la pared oeste muestra una fábrica idéntica de sillares de tapia, aunque también reparados en distintos puntos (en una de estas reparaciones fue recuperada una pieza cerámica de inicios del siglo XX).

Traspasada esta estancia cubierta por la cúpula (E 02) se abre otra (E 03), en dirección norte-sur, cubierta por una bóveda de cañón. El ingreso queda marcado por dos jambas, con planta de cuarto de círculo, construidas con grandes sillares de piedra de similar naturaleza a los que observamos en el arco inicial y su antepecho abocinado. Una de las catas practicadas en la pared sur vuelve a mostrarnos una fábrica de sillares, similar a la descrita antes.

Tras superar este espacio, el trazado quiebra nuevamente en dirección este-oeste, formando un recodo (E 04),

Fig. 13.- Puerta de la Ribera (P 01)

Fig. 15.- Estancia (04) y portada (03).

Fig. 14.- Portada (02).

Fig. 16.- Detalle de la portada (P 03).

hasta alcanzar una nueva puerta de sillares (P 03) (fig. 15 y 16). Aquí, al menos en las catas abiertas, el aparejo de sillares de arenisca se conserva en la zona superior pues en las realizadas en su lado sur parece superponerse sobre un mampuesto formado por ripios muy heterogéneos de mediano tamaño que alterna con algunos ladrillos. En su cara norte fue regularizada su superficie con piezas cerámicas, que no han podido ser fechadas, para proceder a su enfoscado posterior.

Como decíamos esta zona culmina en una nueva portada, un arco de medio punto, de sillares con antepecho abocinado con una hornacina en su parte superior que actualmente alberga una imagen religiosa.

Más allá, se abre un nuevo pasillo abovedado de construcción contemporánea que desemboca en la playa producto de la construcción de la actual carretera (E 05).

Las catas realizadas ponen de manifiesto diferentes fases constructivas que dan como resultado la configuración actual de este acceso (fig. 17). Las portadas de sillares por su morfología fueron construidas posiblemente en época portuguesa aprovechando en parte fábricas anteriores. En cuanto a los muros, han sufrido múltiples reparaciones pudiendo pensarse que conservan de su estructura original, islámica o lusitana, únicamente las partes bajas en tanto las bóvedas y las zonas más altas son producto de remodelaciones posteriores. Estas dataciones solo podrán ser confirmadas por un estudio completo de los paramentos de dicha puerta.

En 2002 durante una visita realizada a zonas habitualmente no abiertas al público de la Muralla Real con motivo de la celebración de las I Jornadas de estudios sobre fortificaciones organizadas por la Fundación Foro del Estrecho fueron identificados varios lienzos y una puerta construida en el periodo omeya que permitía el ingreso desde el continente a la medina ceutí (sobre las circunstancias de este hallazgo véase Gómez, 2002).

Comienza a partir del año siguiente una serie de intervenciones arqueológicas dirigidas por F. Villada que han permitido excavar en su totalidad este sector, así como otros de la Muralla Real y sus baluartes.

Estas excavaciones han permitido exhumar una amplia ocupación de este espacio que comienza hace aproximadamente unos 170.000 años y que llega hasta la actualidad. Efectivamente, además de una frecuentación en época prehistórica, se han exhumado restos relacionados con una primitiva factoría romana de salazón de pescados (Villada, Suárez, Bravo, 2007; AA.VV., 2012; Bernal, Villada, 2016) así como estructuras defensivas de época bizantina, califal, almohade-mariní, portuguesas y españolas (Hita, Suárez, Villada, 2008; Villada, 2013; Villada, Gurriarán, 2013).

Puerta califal

Los vestigios de fortificaciones omeyas se han identificado en tres puntos. Tanto en los baluartes de la Coraza Alta como en el del Torreón se han localizado sendos tramos del lienzo occidental de la cerca en tanto que en la propia Muralla Real existen un tramo en cremallera del mismo lienzo, un vestigio del antemuro que corría delante del mismo, una torre y una puerta acodada como elementos principales.

Estas construcciones omeyas se apoyan sobre estructuras anteriores cuya fecha de edificación ha sido datada en la segunda mitad del siglo VI / primera mitad del siglo VII, es decir, en el periodo de dominación bizantina (fig. 18).

El muro está construido con sillares de calcarenita de procedencia alóctona, posiblemente de una cantera de la isla de las Palomas en Tarifa (Gurriarán, Villada, en prensa) (fig. 19).

Las dimensiones de estos sillares son bastante homogéneas: longitud entre 92 y 99 cm, altura en torno a 30 cm y grosor de aproximadamente 20 cm. Están aparejados a soga y doble o triple tizón enfoscados con un fino mortero de cal, aunque es imposible asegurar que en su totalidad corresponda a la construcción original.

Fig. 18.- Evolución de la puerta. A la izquierda, siglo VI. A la derecha, siglo X.

Fig. 19.- Detalle de unos de los sillares (fotografía J. Gutiérrez).

Se han documentado restos de pinturas parietales en rojo y ocre que forman líneas remarcando dovelas y sillares o composiciones más complejas (fig. 20).

La portada de acceso a que nos referimos queda formalizada mediante un arco ultrasemicircular con un vano de aproximadamente 2,10 m de anchura y una luz de 4 m. La rosca está formada por 15 dovelas enjarjadas finas y largas. Su alfiz, construido en piedra, sobresale unos centímetros del plano y se proyecta sobre el lienzo que quiebra a la derecha, en una solución para la que no hemos encontrado precedentes, posiblemente forzada por la existencia de construcciones previas. Sobre el alfiz un hueco debe corresponder con la placa conmemorativa, hoy perdida (fig. 21, 22 y 23).

Fig. 20.- Detalle de la decoración (fotografía J. Gutiérrez).

Fig. 21.- Ortoalzado (Yamur S.L.).

La puerta sufrió nuevas remodelaciones tras su construcción a mediados del siglo X (fig. 24, 25 y 26): en época bajo-medieval fueron incorporados nuevos tramos a su desarrollo, convirtiendo de este modo el inicial acceso en recodo simple en un doble recodo, e incorporando una antepuerta antes del vano principal del que restan aún vestigios de un arco de ladrillo tomado con un mortero rico en cal de considerable espesor.

Ya en época lusitana, concretamente durante el reinado de D. Manuel I sufre nuevas modificaciones. Sobre la cubierta de la primitiva bóveda se construyen entonces merlones de mayor tamaño para facilitar la protección de las piezas de artillería allí situadas (Villada, 2013, pp. 16-19). Destaquemos por último que ha sido documentado en una de las nuevas paredes construidas un grafito de un alquerque (Villada, 2013, p. 18; Fernández y Villada, 2017).

Fig. 22.- Portada exterior (foto J. Gutiérrez).

Fig. 23.- Portada exterior (foto J. Gutiérrez).

Fig. 24.- Detalle de una de las bóvedas (fotografía J. Gutiérrez).

Fig. 25.- Planta y sección de la puerta califal.

Como indicamos antes, la construcción del nuevo dispositivo defensivo ideado supuso el traslado de la puerta principal de acceso a la Ciudad al lado norte perdiendo esta puerta su función. El espacio residual entre la muralla real portuguesa, adelantada respecto a la islámica, fue rellenado con tierras, posiblemente procedentes de la excavación del foso marítimo (Villada, 2013, pp. 16-19).

Fig. 26.- Interior de la puerta (fotografía J. Gutiérrez).

Nos referimos concretamente a dos poternas situadas en la parte baja de la cortina de la Muralla Real, a nivel del mar y protegidas por los orejones de los baluartes de la Bandera y la Coraza Alta. Fueron concebidas posiblemente para facilitar un acceso discreto al interior de la fortaleza. En ambos casos sus vanos en el exterior de la muralla se resolvieron con sendos arcos de medio punto construidos con sillares calizos.

Al margen de las señaladas, existen otras puertas en el ámbito de las murallas portuguesas en las que se han llevado a cabo actuaciones arqueológicas de diferente naturaleza.

Otras puertas

La entrada está construida con sillares de caliza como dijimos. El vano inicial es un arco de medio punto que tiene unas dimensiones aproximadas de 2,20 m de altura, algo más de 1 m de luz y un grosor de 0,8 m. Traspasado este, nos encontramos con una primera parte abovedada, con una longitud total de 2,60 m aproximadamente. Al superar este punto se accede a un nuevo espacio, de mayor altura (2,67 m) y anchura (1,38 m) y semejante espesor que el anterior. La diferencia de altura con el umbral se consigue al bajar la cota del suelo y aumentar la de la cubierta abovedada. Encontramos aquí dos gorroneras a ambos lados en que encajaban las puertas que impedían el acceso al interior, así como cuatro huecos para dos trancas que las aseguraban. A continuación, el terreno vuelve nuevamente a elevarse mediante unos escalones.

En la situada más al norte, junto al baluarte del Torreón, se ha llevado a cabo su exploración y levantamiento de croquis de plantas y secciones (con la colaboración de D. Godoy y G. Fernández) (fig. 27).

Fig. 27.- Croquis poterna norte (Murex S.L.).

Fig. 28.- Izquierda, poterna norte. Derecha, poterna sur.

Comienza a partir de este punto el sector excavado en la roca.

La primera parte tiene una anchura máxima de 2,55 m, una altura máxima de 1,90 m y una longitud de aproximadamente 5,5 m. Destaca la existencia, en el tramo inicial, de una nueva galería situada sobre la anterior de tan solo 80 cm de altura. La siguiente cámara, situada hacia el norte tiene mayores dimensiones (aproximadamente unos 7 m2 de superficie) y altura (3,64 m). En la parte superior de esta estancia se aprecian restos de fábricas que deben corresponder a las construcciones situadas por encima de esta cota.

La poterna situada al sur, junto al baluarte de la Coraza, ha sufrido más alteraciones en momentos recientes (nuevo suelo, reducción del tamaño de la puerta, etc.) pero debió responder básicamente a un esquema similar al descrito en la zona construida con sillares, salvo que, posiblemente debido a la mayor altura del terreno en este lugar, se incorporan varios peldaños en su extremo final. En cuanto a la excavación en la roca que observamos en la poterna norte, aquí no se llevó a efecto, desembocando este acceso en un frente de roca sin posibilidad de continuar (fig. 28).

Todo parece indicar, a raíz de esta prospección, que se trata de obras inacabadas. Así, estas poternas debían conducir al interior de la fortaleza, pero se encuentran interrumpidas no pudiendo por tanto cumplir la función para la que fueron pensadas.

Básicamente constan de un tramo construido con sillares seguido de una excavación en la roca que, en el caso de la situada al sur, apenas se inició, y en la otra cuenta con un ramal en dirección al interior de la fortaleza que comunica a su izquierda con una cámara de mayores dimensiones. Es oportuno recordar que en el texto conservado del proyecto de Benedito de Rávena se menciona que cada uno de los cubos (baluarte) tendrá dos bóvedas cada una de ellas con sendas cañoneras que batirán los muros. En la actualidad, cada uno de los baluartes conserva una única bóveda y cabría preguntarse si este espacio no estaría relacionado con los trabajos de construcción de la estancia inferior señalada en el proyecto y luego abandonada.

Existe además otra puerta en la cortina de la Muralla Real. Está situada a algo más de 11 metros sobre el nivel del mar y desplazada hacia el sur (a 100 m del baluarte del Torreón y unos 50 aproximadamente del de la Coraza alta). Sus dimensiones son de algo más de tres metros de alto por poco más de dos metros de ancho. Sobre ella se dispone un arco de descarga de ladrillo. En la actualidad está tapiada (fig. 29).

Fig. 29.- Arriba ortofoto de la muralla Real con indicación de la situación de las poternas. Abajo, detalle con la puerta tapiada.

Bajo ella desemboca un aliviadero de aguas que es la culminación de una atarjea que arranca de las proximidades de la puerta califal.

Su periodo de uso parece estar circunscrito al de la ejecución de los trabajos de construcción de la Muralla Real. Posiblemente se trató de una puerta de obra provisional para facilitar el acceso al interior de la fortaleza que estaba siendo construida. Tras cumplir esta función fue tapiada quedando disimulada en el muro por el enfoscado que cubría su superficie.

Por último, indicaremos que, en planos franceses de principios del siglo XVIII (BNF ark:/12148/btv1b5966381n; BNF ark:/12148/btv1b59663822; BNF ark:/12148/btv1b59663807) aparece reflejado un puente provisional, posiblemente de madera, que cruza el foso navegable desde el baluarte de la Coraza Alta al de Santa Ana. Posiblemente su salida desde la Coraza Alta se realizaba a través de la tronera situada en su flanco por lo que describía un trazado en L. Sobre el orejón de dicho baluarte y en la contraescarpa se observan unos huecos cuadrados en los que posiblemente se sujetaron las tornapuntas que lo sostenían. Debió tener una existencia efímera pues no aparece en el resto de la cartografía consultada.

Las corachas son elementos defensivos para los que se han ofrecido definiciones próximas, aunque no siempre coincidentes (López, 2013, pp. 72-75).

Torres Balbás (1941, 190) las caracteriza como un “espolón de muralla que arrancando de la general del recinto, avanzaba para proteger una puerta o aislar una zona inmediata, casi siempre a un río y facilitar el acceso a éste, el aprovisionamiento de agua en caso de asedio, a los defensores de un recinto murado”, una definición muy cercana a la propuesta por Ricard (1954, 171; 1955a, 490) o Mora-Figueroa quién añade que contaba con adarve con doble antepecho puede ser batida por ambas caras y “en ocasiones, si la distancia es menor, la coracha puede ser perimetral, en U, incorporando así el punto y su área inmediata al pleno control del recinto. En cualquier caso, la coracha es una albarrana hipertrofiada” (Mora-Figueroa, 1994, pp. 85-86).

También como corachas son conocidos los “pasadizos subterráneos, que desde los castillos o fortificaciones, bajaban hasta un río o pozo, asegurando de esta forma el abastecimiento de agua” (Gozalbes, 1989, p. 168), como es el caso de la de Badajoz (Pavón, 1986, p. 340).

Además, existían corachas marítimas cuya finalidad no era la de facilitar la aguada sino la de asegurar el abastecimiento exterior o la huida en caso de extremo peligro (Ricard, 1955b, p. 453, Gozalbes, 1980, p. 365). Este último es el caso de las existentes en Ceuta.

Corachas

En Ceuta, las descripciones árabes no las mencionan, pero sí las crónicas y documentos portugueses (Ricard, 1955a, p. 478-479; Gozalbes, 1980, p. 366-368). n el cerco de 1418 se alude en la Crónica de D. Pedro de Meneses a los duros combates librados en la “coiraça de Barbaçote”, que contaba con una “porta da coiraça”, posiblemente una poterna en opinión de Gozalbes (1980, p. 366-368). Si la identificación de esta coracha sur no plantea excesivos problemas (algunos autores proponen la existencia de dos en esta dirección, pero se trata de dos sectores de la misma, véase Gozalbes, 1980, p. 370) más confuso es determinar las que existieron en la bahía norte.

En el plano de Piri Reis se aprecia un espigón o muelle en esta bahía y el grabado del Civitates Orbis Terrarum parece representar dos, una a cada lado de la puerta de Santa María (vide supra).

Un texto de interés, aunque de difícil interpretación, sobre las corachas ceutíes es el de Boytac y Luiz Bastiao (1514). Se trata de una comprobación de los trabajos realizados en Ceuta y en otras plazas lusitanas por Francisco Danzilho. Bajo el epígrafe “couraça nova”, la que “se fez no cabo da cava da parte do porto de Santa Maria”, recoge los trabajos de construcción en ella realizados dando cuenta de sus medidas y de lo que se apartan del diseño proyectado. Señala que termina en un “cubo redomdo” (folios 43-44v).

Después menciona que se midió también el pretil y las almenas de la “couraça de Samta Maria” (folios 44 v.-46).

Más adelante (folio 46 v.) indica que “e quanto ao repairar das outras couraças que por nhum preço quería poor maao nellas nem em seu repayro e que he por demays o dito mestre Boytac fazer orçamento diso”.

El Auto ha sido estudiado por Correia (2008, pp. 113-115) quién, en lo referente a las corachas, lo interpreta en el sentido de que las obras realizadas serían la ejecución de una nueva coracha al norte y la reconstrucción de otra existente al sur (el espigón de la Ribera), cuyo cubo había caído. Al resto, las que se ven en el Civitates, no se les presta atención. Quizás una de estas otras corachas que no se reparan sea a la que se hace referencia en la Crónica de D. Pedro de Meneses con el nombre de “coiraça de Ruy Mendes” (Zurara, 1792, p. 353) o “coiraça que he cerca das Taracenas” (ibid. 423), quizás dos denominaciones de la misma coracha, que Gozalbes (1980, p. 372-373) sitúa en la bahía norte. Si esta identificación fuese correcta, tendrían origen en época medieval islámica lo que explicaría su mal estado a principios del siglo XVI cuando Boytac aconseja que no sean reparadas por Danzilho.

En la cartografía posterior a la reforma joanina del frente de Tierra observamos dos espigones que parten del Albacar. Aparecen dibujadas en la vista levantada por Texeira en 1634 (Texeira, 2002) y se mantienen, si bien en estado ruinoso en sus últimos momentos, hasta la construcción del puerto a principios del siglo XX. Todo parece indicar que las corachas situadas hacia el norte fueron demolidas total o parcialmente durante las reformas de mediados del siglo XVI.

Reseñamos a continuación las intervenciones arqueológicas posiblemente relacionadas con estas corachas.

Baluarte del Torreón

En 2014 se llevó a cabo una intervención arqueológica en el interior del baluarte dirigida por F. Villada contando con E. Ortuño como personal técnico. De una parte, fueron llevadas a cabo una serie de catas paramentales en los muros interiores y de otra, una excavación arqueológica (fig. 30).

Fig. 30.- Interior baluarte del Torreón antes del comienzo de la excavación.

La siguiente fase constructiva es otro muro de piedras de mediano tamaño tomado con mortero de cal. Como en el caso anterior su datación es imprecisa, pero a tenor de la estratigrafía puede ser situado en época tardoantigüa.

Adosado a este último muro se construyó otro con sillares de biocalcarenita (UE 1/8), aparejados a soga y tizón sin seguir un ritmo constante y cuyos módulos coinciden con los conocidos para la fortificación omeya. Forran un núcleo de mampuestos, una disposición similar a la que observamos en el sector oriental de esta misma cerca (calle Queipo de llano) (Hita, Suárez y Villada, 2008).

El muro corre en dirección norte-sur y tiene una anchura de aproximadamente 2,5 m, la misma documentada en otros sectores de los lienzos califales. Conserva un alzado de 1,5 m aproximadamente (fig. 31).

Fig. 31.- Interior baluarte del Torreón. Lienzo califal.

A mediados del siglo XVI fue construido el baluarte del Torreón cuyas estructuras se apoyan directamente en los muros descritos. Las catas paramentales efectuadas permiten reconocer la estructura omeya a que aludíamos antes, con mayor alzado, de tal manera que puede deducirse que esta estructura quedó embutida en el baluarte y recortada en su interior para acomodarla al suelo del mismo.

A pesar de sus limitaciones la intervención arqueológica aporta datos de interés para entender las modificaciones sufridas en este punto por las defensas ceutíes.

En primer lugar, vuelve a confirmarse la secuencia conocida ya en otros puntos del frente occidental de la Muralla real: sobre estructuras de época romana, se realizan en época tardo-antigua construcciones que, a tenor de su envergadura, tienen un carácter defensivo. aprovechando estas se levanta la cerca omeya que es, a su vez, integrada por el proyecto de Benedito de Rávena a mediados del siglo XVI. Pero aquí, a diferencia de lo que ocurre en la puerta Califal, no pudo ser usada como encofrado perdido del lienzo lusitano pues el baluarte se adelanta hacia el oeste sobre la línea fortificada omeya. Quedó de este modo atravesando el baluarte y por ello debió ser recortada en su interior permaneciendo únicamente con su altura original en los lugares en que quedó embutida en la fábrica del mismo. De hecho, en el exterior de la cara norte de este baluarte del Torreón, se aprecian dos fisuras sensiblemente paralelas entre sí separadas unos 2,30 m. Esta anchura, que coincide con la de la muralla califal, puede reflejar la huella de este muro en dicho lugar (fig. 32).

Fig. 32.- Baluarte del Torreón. Cara norte (ortofoto Yamur S.L.).

La cota inferior de la estructura omeya es notablemente inferior a la del resto de las documentadas hasta el momento, aproximadamente 6 m, confirmando que su trazado seguía la pendiente natural del terreno con un claro buzamiento hacia el norte. 

Es difícil identificar la funcionalidad exacta del tramo de lienzo califal documentado. Su situación permite suponer su proximidad al extremo norte del frente occidental amurallado y su cercanía a la línea litoral hace pensar que se adentrase en el mar formando una coracha.

El baluarte de santa María fue demolido parcialmente a inicios del siglo XX reconstituyéndose su volumen a inicios de la siguiente centuria siguiendo el proyecto redactado por el arquitecto Hernández león.

Baluarte de Santa María

La realizada en 2002 permitió documentar los diferentes espacios que conformaban el interior de este elemento fortificado destacando, a los efectos que nos ocupan, la documentación de un lienzo correspondiente a la cerca califal que discurría en sentido SO-NE, es decir paralelo prácticamente a la cara norte del baluarte. estaba construido con sillares de biocalcarenita aparejados a soga y doble tizón. Ningún otro nivel ni estructura anterior a la construcción del baluarte fue documentado.

Antes, en 2002, se llevó a cabo una excavación arqueológica dirigida por F. Villada y en 2006, tras acabar la nueva construcción, otra.

Fig. 33.- Baluarte de Santa María. Arriba, 1. baluarte portugués 2. murallas omeyas 3. posible coracha.

En 2006 fue posible excavar el interior del refuerzo de la esquina NE delimitado por un muro de mampuesto. Pudo entonces documentarse una secuencia más amplia, cuyos momentos iniciales pueden fecharse en momentos del alto imperio romano, de gran complejidad y con múltiples estructuras. De época califal se documentó la continuidad del lienzo puesto al descubierto en 2002 del que partía otro perpendicular, de menor grosor, de la misma cronología. Adosado al muro califal, corría otro paralelo que quebraba un poco más adelante hacia el norte hasta perderse en las fábricas del propio baluarte. Estaba construido con un recio calicanto de mampuesto con su cara visible careada (fig. 33). 

Fue interpretado como los restos de una coracha posterior al siglo X y amortizada por el propio baluarte en el siglo XVI.

Es el único que se encuentra en la bahía sur. Su construcción por orden de Abu-l-Hasan puede situarse entre 1331 y 1351, como recoge ibn Marzuq (1977, p. 330).

Espigón de la Ribera

“Lo más admirable que levantó fueron las torres, para lo cual reunió gente experta en edificaciones y alarifes constructores, antes de proceder a su edificación, para que su fábrica se hiciera según sus planos y deseos y se llevaran a cabo en las mejores condiciones.

Entre ellos está el Castillo del Agua (Bury al-Ma) que edificó mar adentro, en medio de las olas, en el mar de Bassul, en el litoral de Ceuta. Yo asistí a su construcción. Todo el mundo coincidía en que era imposible edificarlo allí. Se acarrearon rocas del tamaño de peñas y piedras que era imposible desplazar sin cálculos (handasa) y medidas y sin la ayuda de rodillos (ayal): se arrojaron allí del mar y sobre él hizo levantar el imponente castillo que allí es tan famoso. Ordenó luego hacer un puente que desde la costa iba a este castillo, por el cual podían circular los animales y comunicaba con él la tierra firme”

En su extremo se situaba una torre de considerables dimensiones.

Es mencionado en crónicas portuguesas con diferentes nombres y señalando en ocasiones su mal estado de conservación, habiéndose producido el desplome de parte la torre y del muro que lo remataba (Gozalbes, 1980, p. 372).

En 1521 se proponía ya que se levantase con más espesor (Correa, 1999, p. 166) pero los huecos causados por los desplomes permitían el paso de los enemigos con facilidad.

Tras la remodelación de las defensas ceutíes en el siglo XVI se unía al baluarte de San Luis a través de la denominada coraza alta hoy demolida por la construcción de la carretera que conduce desde la ciudad hasta la frontera.

Efectivamente, la cartografía del siglo XVII testimonia su avanzado estado de deterioro y así en el plano AGS, MPD, 12, 078, fechado en 1643, se indica que estaba derruido y debía reformarse.

Casi un siglo después, en 1735, se redacta otro proyecto de reforma pues estaba ya en tal estado que, aprovechando los huecos abiertos, podía atravesarse a pie sin dificultad con marea baja. En 1748 su estado era preocupante y su cabeza se había caído en parte según indica el ingeniero Carlos Luxán en un levantamiento que realiza en 1751 (AGS MPD 05/064).

Por ello este primitivo espigón fue engrosado forrándose por ambas caras y dotándolo de una plataforma capaz para artillería en su extremo como muestran los planos levantados por Luis Huet en 1763 (AGS MPD 60/055).

Ya en el siglo XX fueron construidas sobre él las instalaciones deportivas hoy existentes. su extremo, allá dónde se ensancha para formar una plataforma artillera, está perdido en buena medida. en total conserva aproximadamente unos 62 m de longitud (una descripción de su estado actual en Fernández y Villada, 2017, pp. 70-73). 

La actuación en este elemento ha consistido, de una parte, en un levantamiento fotogramétrico (ortoalzado y estudio constructivo) por Yamur S.L. y de otra un análisis de fábricas, aparejos y otras características físicas destinado a identificar sus diferentes fases constructivas (fig. 34).

Fig. 34.- Espigón de la Ribera (visto desde el oeste). Fases constructivas.

El cordón magistral, conservado únicamente en su mitad sur, está realizado con piedra arenisca y es de sección semicircular. Rematan todo el conjunto, mampuestos de regularización del nuevo pretil contemporáneo y el edificio actual del club deportivo.

Al margen de varios vanos abiertos recientemente, se identifica un mechinal o salida de aguas y una puerta cegada de antiguo, con una luz de aproximadamente 2,80 m y una anchura de poco más de un metro.

El frente este, parcialmente oculto por las instalaciones deportivas (quedan vistos unos 16 m y no en toda su altura), reproduce un esquema constructivo similar al descrito antes con la diferencia de que en este caso no se aprecia el basamento de sillares, enterrado bajo la arena que se acumula en su base, y de que el enlucido está mejor conservado.

En ambas caras las aristas se refuerzan con sillares de arenisca, mejor conservados en el lado de levante

Las fábricas descritas, al margen de añadidos contemporáneos, corresponden básicamente a las levantadas durante las reformas del siglo XVIII.

El extremo que mira al sur es el de mayor interés por las novedades que representa. Corresponde a la batería que se localizaba en el extremo del espigón, destruida en buena medida. Ello permite observa una sección de su trazado interno. Allí emerge, entre fábricas más modernas, los vestigios del antiguo espigón (anchura 2 m, altura visible 2,5 m). se trata de un núcleo de calicanto de gran dureza forrado con sillarejo de piedras de pequeño tamaño careadas que debe corresponder posiblemente a los restos de la antigua coracha islámica (fig. 35).

Fig. 35.- Espigón del sur (ortofoto Yamur S.L.).

Las defensas situadas en el punto de conexión de la península ceutí con el continente recibieron gran atención tanto en época islámica como portuguesa por ser este lugar el que representaba mayor peligro. A pesar del largo tiempo transcurrido se conservan importantes vestigios de estas fortificaciones que constituyen un catálogo vivo del arte de fortificar desde época medieval hasta nuestros días. Es por ello que han recibido una constante atención por parte de los investigadores que han intentado reconstruir sus diferentes fases fundamentalmente a través del empleo de fuentes escritas y cartográficas. No obstante, su larga perduración temporal y el continuo reaprovechamiento de estas estructuras para la construcción de otras adaptadas a las necesidades de cada momento unida a la pérdida de algunos elementos, hacen su interpretación difícil.

Conclusiones

Se ha abordado en esta contribución el estudio de algunos elementos -puertas y corachas- de esta fortificación en el periodo islámico y portugués, pero añadiendo a las fuentes ya conocidas la información proporcionada en distintas intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en los últimos quince años.

En lo que se refiere a las puertas la principal novedad ha sido la localización de una de las puertas de ingreso a la medina califal en un magnífico estado de conservación. Al margen de su propia existencia -se consideraba que había sido demolida por las obras posteriores- cabe reseñar entre las novedades aportadas que su construcción aprovechaba estructuras precedentes, se han podido determinar las principales fases de su ubicación y se ha obtenido una información de gran relevancia para comprender la génesis constructiva de las fortificaciones portuguesas.

En lo que se refiere a las puertas la principal novedad ha sido la localización de una de las puertas de ingreso a la medina califal en un magnífico estado de conservación. Al margen de su propia existencia -se consideraba que había sido demolida por las obras posteriores- cabe reseñar entre las novedades aportadas que su construcción aprovechaba estructuras precedentes, se han podido determinar las principales fases de su ubicación y se ha obtenido una información de gran relevancia para comprender la génesis constructiva de las fortificaciones portuguesas.

También se han aportado novedades en relación con las puertas norte y sur del recinto, la puerta de Santa María y de la Ribera respectivamente. Aquí vuelve a ponerse de manifiesto que su construcción aprovechaba estructuras precedentes, califales en el caso de la de Santa María y algo más tardías en el de la Ribera.

También se han aportado novedades en relación con las puertas norte y sur del recinto, la puerta de Santa María y de la Ribera respectivamente. Aquí vuelve a ponerse de manifiesto que su construcción aprovechaba estructuras precedentes, califales en el caso de la de Santa María y algo más tardías en el de la Ribera.

Por último, se presenta información inédita sobre las poternas situadas en el lienzo de la muralla real que parecen, a tenor de la información obtenida, que nunca fueron terminadas de construir.

En cuanto a las corachas, las principales aportaciones han sido la localización de estructuras que podrían estar relacionadas con estos elementos tanto en el baluarte del Torreón como en el de Mallorquines y la identificación de los restos del antiguo espigón del sur en el caso del de la Ribera.

Pero las incógnitas que restan por resolver son muchas y sólo la continuidad de las investigaciones hará posible resolverlas. Confiamos en que la arqueología pueda contribuir a ello.

AGS Archivo General de Simancas. BNF Biblioteca Nacional de Francia. BNP Biblioteca Nacional de Portugal.

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